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LA ELECCIÓN DE JOSÍAS

¿Alguna vez has estado en una situación, donde debes elegir entre dos cosas? Quizás, un día has
tenido que escoger entre dos sabores de helado que te gustan, o entre dos pares de zapatos para
comprar, o entre dos lugares a visitar; pero en muchas ocasiones tenemos que decidir entre hacer algo
o no hacerlo, y la elección se hace más difícil.
Algunas elecciones son buenas, y nos traen alegrías (coloque la figura 1); pero otras son malas, y nos
causan tristeza (coloque la figura 2 al lado de la 1).
Hace mucho tiempo, Dios le dio a Su pueblo- el pueblo de Israel- la oportunidad de elegir; y para que
pudieran hacerlo correctamente, les dio el libro de la ley (coloque la figura 3 debajo d la 1 y la 2).
Eso era para ellos como la Biblia hoy para nosotros, la cual contiene aquel libro y otros más, y es la
Palabra de Dios que todos los cristianos debemos conocer y obedecer.
De manera especial, les mandó que no tuvieran otros dioses delante de Él ni adoraran ídolos o
esculturas (Deuteronomio 6:13,14); y dijo que los que Le amaran y obedecieran tendrían muchas
bendiciones - como la paz y la prosperidad en todo (Deuteronomio 28:1,2)- entonces iban a sentirse
muy felices (señale la figura 1). Pero también les advirtió, que si no Le obedecían, los entregaría en
manos de sus enemigos y no prosperarían (Deuteronomio 28:15), por eso se sentirían muy tristes
(señale la figura 2).
El pueblo tenía que elegir entre obedecer o desobedecer lo que Dios decía.
Puede que te parezca que no es tan difícil la elección; y que lo más fácil era obedecer lo que Dios
decía en Su libro, para no tener problemas, y poder ser muy felices. Pero….a veces a ti y a mí nos es
difícil obedecer lo que Dios dice en la Biblia, y por eso tenemos problemas (puede compartir con
los niños cuáles pueden ser esas ocasiones, déjeles participar).
Pues veamos lo que sucedió con el pueblo de Dios. Muchas veces el pueblo obedeció, y Dios los
bendijo; pero otras no, y tuvieron muchas dificultades.
El pueblo de Israel, al principio, era obediente y amaba a Dios, porque habían visto todo lo que había
hecho por ellos. Dios era Quien les guiaba y les cuidaba; hasta que murieron estos hombres, y los que
nacieron después se olvidaron del Dios de sus padres, y empezaron a adorar a otros dioses de otros
pueblos.
Ellos desobedecieron a Dios. No Le amaban como Él les había ordenado en Su libro: “de todo su
corazón, su alma y sus fuerzas” (Deuteronomio 6:4,6). Y Él cumplió lo que había dicho; de manera
que tuvieron muchos problemas y tristezas.
A pesar de todo, Dios se compadeció de ellos, y puso algunas personas - llamadas jueces- para que
los libraran de sus enemigos; pero tampoco les oían.
La Biblia nos dice, que en esos tiempos la gente empezó a hacer “lo que bien le parecía” (Jueces
21:25), es decir, lo que ellos querían, y no lo que Dios quería. ¿Sabes cómo le llama Dios a eso? Le
llama pecado.
Pecado es desobedecer a Dios, haciendo, diciendo y pensando lo que a Él no Le agrada. Es tan fácil
para nosotros desobedecer a nuestros padres; decir mentiras y malas palabras; sentir rencor o envidia;
pelearnos con otros, y no hacer las cosas buenas que Dios nos manda en Su Palabra. Y todo eso
ocurre, porque nacimos con el deseo de hacer las cosas incorrectas, y no obedecer a Dios. La Biblia
nos dice que por eso, todos merecemos un castigo (Romanos 3:23) que es estar separados de Dios.
Pero también pecamos, cuando sabiendo hacer lo bueno, no lo hacemos (Santiago 4:17), como nos
sucede muchas veces a los que ya somos salvos, y no obedecemos a Dios cuando nos dice en Su
Palabra que hagamos algo, y hacemos lo que deseamos. ¡Qué triste verdad?
Por eso no debe sorprendernos que el pueblo de Dios hubiera decidido no obedecerlo, y servir a otros
dioses. Por último, también desearon que los gobernara un rey, como a las demás naciones (1 Samuel
8:4-9).
A pesar de que Dios Se entristeció mucho por eso, les concedió el rey que pedían (coloque la figura
4 debajo de la 3). Ese primer rey se llamó Saúl, quien muchas veces hizo las cosas como quiso, y no
obedeció a Dios; por lo que tuvo que sustituirlo por otro rey llamado David, que sí Le obedecía.
Muchos reyes gobernaron después. Unos obedecían y otros no.
Un día comenzó a reinar Manasés (retire la figura 4 y coloque la figura 5 a la derecha del
franelógrafo). Su padre había hecho lo bueno delante de Dios; pero él comenzó a adorar ídolos
(coloque la figura 6 al lado de la 5 y del lado izquierdo del franelógrafo), se dedicó a la
adivinación, y les construyó altares a otros dioses para que el pueblo les adorase, haciéndoles pecar
también (2 Reyes 21:1-18). Lo peor fue, que su hijo Amón aprendió a hacer esas cosas; y la Biblia
nos dice que dejó a Dios, y sirvió a los ídolos de su padre. En realidad fue peor que él, porque nunca
se arrepintió de lo que había hecho; por eso le fue muy mal, y no pudo seguir reinando (2 Reyes
21:19-26).
Ellos tuvieron la oportunidad de escoger la obediencia a Dios; pero no lo hicieron. ¿Sería que nadie
iba a obedecer lo que Dios decía? ¿Escogería alguien amar al Dios verdadero, y no a los ídolos?
Pues bien, después que murió el rey Amón, comenzó a reinar su hijo Josías (retire la figura 5,
coloque la figura 7 a la derecha del franelógrafo, y sitúele en la cabeza la corona de la figura 4).
¿Sabes que edad tenía entonces? Solamente tenía ocho años -la edad en la que estás aún jugando con
los amigos-, y ya tenía que gobernar a un pueblo tan desobediente.
Seguramente que ya a esa edad comenzó a familiarizarse con todas las cosas que tiene que hacer un
rey, ¡qué difícil! Ahora tendría que hacer su elección también.
¿Y qué creen ustedes que escogió?
Josías no tenía el libro de la ley (retire la figura 3). Tanto era el pecado de aquel pueblo, que se
había perdido el libro, y no sabían dónde estaba. Muchos ni se acordarían de él, o quizás no sabrían ni
que existía; de manera que el rey no podía leer los mandamientos de Dios. Pero la Palabra de Dios
nos dice, que Josías “hizo lo recto ante los ojos de Dios….sin apartarse a derecha ni a izquierda” (2
Reyes 22:2).
A los doce años comenzó a limpiar de ídolos el país (retire la figura 6), y toda la tierra de Israel y la
casa de Dios, derribando todos sus altares, y haciendo pedazos todas las imágenes y esculturas (2
Crónicas 34:3-7). Josías había hecho una buena elección: buscar a Dios, y hacer lo agradable delante
de Él.
Cuando tenía dieciocho años (retire las figuras 4 y 7, y coloque la figura 8 a la derecha del
franelógrafo) decidió reparar la casa de Dios (coloque la figura 9 a la izquierda del franelógrafo).
Por muchos años el pueblo no había rendido a Dios la adoración que merecía, y por eso Su casa
estaba destruida (2 Crónicas 34:8-13; 2 Reyes 22:3-7).
Josías mandó un mensajero - que se llamaba Safán y era escriba del rey- a ver al sacerdote Hilcías,
para que entregara el dinero que los guardianes de la puerta habían recogido del pueblo y traído a la
casa de Dios, a los hombres que la administraban; y ellos, a su vez, lo darían a los que iban a reparar y
restaurar el templo –carpinteros, albañiles, y otros hombres honrados y fieles- para comprar todos los
materiales necesarios.
Cuando el sacerdote Hilcías fue a sacar el dinero para entregarlo a los que hacían la obra, ocurrió algo
maravilloso: ¡halló el libro de la ley!
Luego le informó a Safán acerca de lo que había encontrado (2 Reyes 22:8-11; 2 Crónicas 34:14-25),
y le entregó el libro para que se lo llevara al rey. Entonces fue Safán donde estaba el rey (coloque la
figura 10 entre la 8 y la 9), y le dijo: “Hemos cumplido con todo lo que nos has mandado; y además
de esto, el sacerdote Hilcías me ha dado un libro”.
Safán leyó delante del rey, el libro de la ley que Dios le había dado a Su pueblo a través de Moisés,
hacía muchísimo tiempo (puede en este momento, dramatizar la lectura usando un papel
enrollado en forma de pergamino, y el texto que se encuentra en Deuteronomio 5:6-10); y
cuando Josías escuchó todas las cosas que Dios ordenaba a Su pueblo, y lo que sucedería si no las
cumplían, se sintió tan apenado y triste de ver lo que ocurriría por haber sido tan desobedientes a Su
ley, que rasgó sus vestidos y lloró.
Dios deseaba que Su pueblo se arrepintiera y Le amara, por eso permitió que el rey encontrase el
libro. Él conocía el corazón de Josías, y también conoce nuestros corazones porque nos hizo, así
como a todas las cosas que existen –el cielo, la tierra, los mares y todo lo que hay en ellos.
Dice la Biblia que Él nos ha amado con un amor eterno (Jeremías 31:3b) - de igual manera que al
pueblo rebelde de Israel-, por eso desea que podamos ser Sus hijos y estar un día con Él en el Cielo, el
lugar especial donde vive. Pero al igual que Dios es santo, y en Él no hay nada malo; en el lugar
donde Él vive tampoco puede haber nada malo. Es por eso que no podemos entrar allí como somos,
siendo pecadores y desobedientes a Dios.
Él desea que Sus hijos también Le amemos, y que Le demostremos ese amor obedeciéndole.
Josías quería obedecer a Dios, y sentía vergüenza de lo que había hecho el pueblo al Dios santo que
les amaba. Entonces mandó a llamar a los sacerdotes, a los profetas y a todo el pueblo, desde el más
viejito hasta el más pequeñito, y se reunió con todos en la casa de Dios (2 Crónicas 34:29-33; 2
Reyes 23:1-3).
Allí les leyó lo que decía el libro de la ley de Dios. Ahora tendrían que escoger entre obedecer a Dios
o seguir ignorándolo. Debían arrepentirse de sus pecados, y volverse al Dios verdadero (retire las
figuras 9 y 10, y coloque la figura 11 a la izquierda del franelógrafo).
Dios les había dado la solución para que se volvieran a Él, y Le reconocieran como el único Dios a
Quien debían amar y servir. Él nos ha dado en Su Palabra la única solución para que podamos ser Sus
hijos, y es cuando reconocemos a Jesucristo Su Hijo como nuestro Salvador (coloque la figura 12
entre la 8 y la 11). Aunque Jesús nunca hizo nada malo, porque Él es perfecto como Su Padre; un día
tomó voluntariamente el castigo por todas las cosas malas que tú y yo hacemos, y murió en una cruz.
Allí dio Su sangre que nos limpia de nuestro pecado; pero al tercer día de haber muerto resucitó, o sea
volvió a vivir (2 Corintios 15:3b, 4).
Esa es la solución de Dios para los que aún no son Sus hijos, y desean volverse a Él para que perdone
sus pecados. Ese es el primer paso para poder cumplir con la ley de Dios, y es la única manera de que
nos podamos acercar a Él.
También Jesús nos recordó que el primer y más grande mandamiento, es que amemos a Dios con todo
nuestro corazón, nuestra alma y nuestra mente (Mateo 22:37); y eso quiere decir que Él tiene que
ocupar el primer lugar de nuestras vidas y que debemos obedecerle y servirle sólo a Él.
El rey Josías hizo un pacto con el pueblo delante de Dios de que sólo Le adorarían y servirían a Él, y
que cumplirían todo lo que Dios mandaba en Su libro. Todo el pueblo confirmó lo que decía el rey.
Se habían arrepentido, y ahora la ley de Dios estaría en sus corazones (retire la figura 8 y coloque la
figura 13 a la derecha del franelógrafo) para cumplirla.
Todo el tiempo que vivió el rey Josías, el pueblo guardó este pacto. La Biblia nos dice que no hubo
ningún rey en Israel que se convirtiese a Dios “de todo su corazón, de toda su alma y de todas sus
fuerzas”.
Josías hizo una buena elección, y escogió amar a Dios y obedecer Su ley.
Cada uno de nosotros tiene hoy que hacer una elección. Si nunca te has decidido a decirle a Dios que
quieres amarle, arrepentirte de tus pecados, y aceptar a Jesucristo como tu Salvador para formar parte
del pueblo de Dios, puedes hacerlo hoy mismo (Puede usar un versículo para la invitación, y seguir
los pasos acostumbrados si el énfasis de la lección es evangelístico o tiene algún niño inconverso en
la clase). Ese es el primer paso para obedecer a Dios.
Pero si ya Jesús es tu Salvador, tu elección hoy debe ser poner a Dios en primer lugar en tu vida, y
demostrarle que Le amas obedeciendo Su Palabra, la Biblia, para que puedas ser bendecido en todas
las cosas. Jesús dijo: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15).
Jesús quiso decir, que obedezcamos lo que Dios dice en Su Palabra. La desobediencia a Dios siempre
causa problemas, y te sentirás triste (señale la figura 2); pero la obediencia es la mejor forma de
demostrarle a Dios que Le amas y que tiene el primer lugar en tu vida. A veces resulta difícil; pero si
Le amas y estás dispuesto a agradarle, Él te ayudará a obedecerle. Entonces tendrás bendiciones, y
podrás estar feliz (señale la figura 1). Esa es la mejor elección que puedes hacer en tu corazón hoy.

Esta lección basada en el tema de la obediencia, es fundamentalmente para niños salvos; pero
puede usarla también para el evangelismo, para lo cual le sugerimos los lugares donde puede hablar
acerca del mensaje de salvación.
También le damos los textos que puede citar, y por donde puede estudiar a la hora de preparar su
lección. Sólo lea los textos más importantes, porque de lo contrario, la lección sería muy extensa.
Le damos el orden en que debe colocar las figuras. En algunos casos le sugerimos cuando debe
quitarlas, pero en otros puede dejarlas puestas si lo prefiere. Es aconsejable que no retire las figuras 1
y 2 porque las va a señalar durante la lección, mientras está hablando.
Practique bien la colocación de las figuras, y use siempre la Biblia para citar los textos.

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