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WHITE HOUSE SCHOOL

“Forming citizens with human quality, autonomous, honest and peace managers”
LECTURA PRIMERA SEMANA VIRTUAL
SEGUNDO PERIODO
ASIGNATURE: Investigation methodology PERIOD: II
TEACHER MARÍA DE JESÚS URQUINA B.
RECOMENDACIONES: GRADE:
- Participación respetuosa en la clase virtual. La participación 1001-
(argumentada y que aporte o enriquezca el tema de clase) se 1002-1003
valorará con nota.
- No rayar, no dibujar en la pantalla, si se presenta la situación, pues
se saca nota por clase, se pondrá uno al todo el grupo, y se
suspenderá la clase, se da por dictada.
- Consultar la guía por semana, documentos, videos y lista de
chequeo en el blog profemariadejesusurquina.

Ni tumbas, ni cenizas: así es la donación


de cuerpos a la ciencia
Los bancos de investigación y entidades educativas buscan mostrar la otra cara de la
donación.

La donación de cuerpos, órganos, tejidos y fluídos se puede hacer a universidades o


instituciones de investigación y contribuye al estudio de enfermedades.
Foto:
Istock
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ENFERMEDADES
Por: Vanessa Parra Triviño - Escuela de Periodismo Multimedia EL TIEMPO

22 de abril 2020 , 12:55 a.m.


El cadáver sobre la camilla de acero en el salón principal conservaba las uñas
largas, la piel estaba pegada a las costillas y se hundía en cada una de las
cavidades. El color que le recorría el cuerpo viraba entre un blanco casi
transparente y un morado que parecía degradé. Una abertura le recorría el tórax,
al que estaban adheridas una infinidad de gasas médicas.
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El lugar es el anfiteatro de la Universidad Nacional, uno de los centros donde se


realizan prácticas médicas con los cuerpos disecados de quienes en vida
decidieron dejarlos en manos de la ciencia.

El cuarto, construido en los años 40, cuenta con una sofisticada ventilación
desde hace 12 años, preparada para la extracción del vapor que suele destilar el
formaldehído (formol). En el suelo se distribuyen las piscinas de concreto y
acero inoxidable que contienen el ácido para la preservación.
Es blanco de arriba abajo y sobre los estantes descansan frascos pequeños,
medianos, grandes, con tapas desgastadas y un líquido en el que reposan los
órganos y fetos que luego serán estudiados.

Fue el primer anfiteatro del país, montado especialmente para enseñar


anatomía y su diseño se remonta a la Universidad de Padua (Italia), que
construyó el primero en 1594. Desde entonces, todas las comunidades de
medicina en el mundo tienen uno para prácticas estudiantiles.
Un viaje al pasado
Los anfiteatros no siempre han sido tan limpios como lo son en la actualidad y el
material que guardan no es ni la mitad de lo que fue: hace más de 27 años, los
cuerpos no identificados (N.N.) o los que no eran reclamados por familiares se
despachaban desde Medicina Legal y llegaban a los depósitos de las Facultades
de Medicina, pero hoy la realidad es otra.
“Eran cantidades. Con decir que ni en los campos de concentración, creo. Porque
llegó un momento que era tal la cantidad de cadáveres que no había dónde
guardarlos, no había cómo deshacerse de ellos”, explica el médico Carlos Florido,
docente de Morfología de la Universidad Nacional.

La descripción suena escabrosa, pero en Colombia desde hace 10 años hay 17


mil restos plenamente identificados que no cuentan con registro de reclamo y
unos 90 mil están reportados como desaparecidos, según el informe de
Medicina Legal (2018).

Aunque la cifra ya es alta, puede aumentar con la identificación de víctimas tras el


fin del conflicto armado, la búsqueda en fosas comunes y la exploración en
camposantos, de los que solo se ha analizado una cuarta parte.

Los cuerpos que antes eran llamados N.N. (por su denominación en latín nomen
nescio), han pasado a ser considerados 'no identificados', para no borrar su
historia, tal como lo explica Medicina Legal en su proyecto ‘Aquí yace el cuerpo de
una persona que en vida tenía un nombre’.
Un negocio oscuro
Ese cambió surgió en la Constitución del 91, en la que se estableció que “todos los
seres humanos, vivos y muertos, tenemos derechos”, explica Florido.

Antes de eso “había una montaña... Toneladas de restos humanos”, los cuales
eran recogidos en un vehículo de la universidad, “una camioneta Ford o
Chevrolet modelo cincuenta y pico”.

La ley buscó solucionar la cantidad de cadáveres que entraban y salían de esos


fríos recintos pero también despertó, indirectamente, un negocio macabro.

El 29 de febrero de 1992, durante el Carnaval de Barranquilla, un habitante de


calle que caminaba por las aceras de la ciudad fue golpeado y luego baleado por
unos hombres, crimen que se había convertido en una práctica diaria hasta que
algo salió mal. Ese día, Óscar Hernández, una de las víctimas, logró escapar y
buscó a la Policía para contarle todo.

La Universidad Libre era la sede de un negocio oscuro e impensable: los


habitantes de calle de la zona eran asesinados por los celadores de la institución
para servir como material de estudio en el anfiteatro. Las autoridades hallaron un
total de 10 cuerpos completos y órganos de por lo menos otros 40.

Entonces, en medio de ese negocio, todo cambió. Ahora "lo ideal es que el
mismo individuo, en vida, haga un testamento", como dice Florido. Esos son los
restos con los que la universidad trabajaba y es una de las razones por la que los
estudiantes de pregrado ya no pueden realizar disecciones, sino los profesores.

Ser donante
¿Desde dónde llegan los cadáveres? Ahora, vienen de donantes.

Es el caso de Eder García, quien quiere que su cuerpo repose en el anfiteatro de


la Universidad Javeriana “para salvar la vida de otras personas”.

Ella llegó de casualidad a una página web en la que se explicaba cómo y por qué
dejar sus restos a la ciencia, en un momento en el que la muerte atravesó su vida.

Su mejor amiga moría de un cáncer que se llevó no solo su salud sino la


compañía de quienes más quería. La soledad puede llegar a ser más fuerte que la
propia muerte y “quiero ahorrarle ese dolor a mi familia”, dice García. El
funeral, esperar quién asiste y quién no, los angustiosos procedimientos y un
sinfín de cosas que van y vienen le parecen una excusa suficiente para dejar su
cuerpo a la ciencia.

García envió un correo electrónico a la Facultad de Medicina de la universidad y


esperó un formato que le pedía diligenciar su nombre y otros datos necesarios
para firmar lo que se conoce como ‘consentimiento informado’.

Ahora, su cuerpo pertenecerá a la ciencia, podrá ser el lugar de experimento de


la cura contra alguna enfermedad o simplemente el santuario del próximo
médico que aprenda anatomía en ella.
En Reino Unido, las Universidades de Oxford y Cambridge reciben
aproximadamente 200 cuerpos donados al año; en la Universidad de Barcelona,
España -el país con una de las mayores redes de biobancos del mundo, cerca de
39 instituciones- son 80, pero en Colombia ni siquiera hay cifras oficiales de este
tipo de donación.

Otra posibilidad
Las universidades no son las únicas interesadas en que los donantes toquen sus
puertas. Los bancos de tejidos y órganos con fines científicos –y no sólo
terapéuticos– también se unen en una batalla por concientizar a un país con
poca cultura de donación.

En Medellín se encuentra el único banco de cerebros del país y uno de los seis
de América Latina.

El grupo de Neurociencias de Antioquía (GNA) ha recaudado 384 órganos desde


hace 25 años, con los que adelanta estudios sobre el sistema nervioso central.

Para sus integrantes no hay requerimientos específicos, por lo que se reciben


cerebros sanos o con enfermedades. Los primeros son guardados en formol para
estudios del funcionamiento diario y los segundos se almacenan en
ultracongelación para examinar enfermedades puntuales como Alzheimer,
Parkinson o Huntington.

Pero los cerebros no son lo único que se puede donar. En los biobancos hay
espacio para todo tipo de material anatómico: desde los líquidos como plasma,
suero, sangre, fluidos y sustancias de diferentes órganos, pasando por cordones
umbilicales, células y tejido, hasta sólidos como córneas, corazones, huesos, que
ayudan al estudio de virus, tumores, enfermedades degenerativas, raras o
comunes e incluso al desarrollo de sus clones artificiales.
Paso a paso para la donación
Los biobancos como estos no tienen un marco legal claro en el país y aunque la
ley de donación fue creada desde 1979 (Ley 09), hace falta más claridad. “Existe
un vacío jurídico frente a los bancos de tejidos, especialmente en el contexto de la
investigación”, explica Johana Gómez Ramírez, estudiante de maestría del
neurobanco.

Los órganos tienen ciclos de vida largos y se pueden utilizar por mucho tiempo
pero los cuerpos, como aclara el médico Florido, que pueden durar hasta 10 años,
se van desgastando con cada práctica. Luego de eso los restos son enterrados en
bóvedas o lotes que las universidades pagan en diferentes cementerios del país.

Ese mismo vacío jurídico no permite que la Universidad Nacional reciba cuerpos
desde hace un tiempo y los que llegaron -5 en total- no hayan podido tocarse.
Todos siguen intactos en las piscinas de ácido.

Con la Ley 1805 (2006), firmada por el presidente Juan Manuel Santos, se
adelantaron procedimientos para trasplante e inseminación, aunque se prohibió el
uso de órganos, tejidos y fluidos de “niños no nacidos abortados”. Sin embargo,
ante la escasez de estos para los grupos de investigación y los avances
alcanzados cuando se usaban, la Corte Constitucional tumbó la medida.

Existe un vacío jurídico frente a los bancos de tejidos, especialmente en el

contexto de la investigación

La investigación con estos ha beneficiado estudios en pacientes con alzheimer y


huntington gracias a las células de origen fetal; el uso de membranas
amnióticas, para oftalmología; e incluso, la prevención y el control de los
síntomas durante el periodo activo del virus de Zika se dio gracias a los
resultados obtenidos en los fetos. Estos también se pueden donar.
Hoy, cuando la donación a la ciencia en otros países consiste en procedimientos
‘in vivo’, en los que personas en vida entregan una parte de sus órganos, en
Colombia aún falta camino por recorrer en la discusión sobre la donación post
mortem.

Los cuerpos que reposan en las camillas, y que cada día son menos, van
acabarse; igual que los órganos, tejidos, fluidos y líquidos que la gente ni siquiera
imagina que puede donar.

Al final, ni los investigadores avanzarán en sus proyectos, tan necesarios en


tiempos crisis como los que atraviesa el mundo, ni los estudiantes podrán hacer
sus prácticas o necesitarán implementos tecnológicos que los reemplacen. Pero
como dice el mismo Florido, “el respeto y la empatía que tienen con esos
cuerpos, nunca serán posibles con una máquina”.
VANESSA PARRA TRIVIÑO
ESCUELA DE PERIODISMO MULTIMEDIA EL TIEMPO

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