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7. GALILEO GALILEI 1, VIDA Y PERSONALIDAD DE GALILEO Galileo Galilei nacié en Pisa el 15 de febrero de 1564 en una familia de origen florentino. Se inscribié a los diecisiete afios en la Universidad de Pisa como estu- diante de medicina, pero se mostré muy poco interesado por esta ciencia y muy pronto empezé a cultivar la matemética en lugar de ésta, estudiéndola con mucho empefio en las grandes obras de los griegos, en particular de Evcldes y de Arqu medes. No sélo orienté sus preocupaciones hacia la matematica tedrica; demostr6, por el contrario, desde esos afios, tina propensién hacia la matematica aplicada, Ia técnica, y en general la observacién empirica. Baste con recordar, para confirmatio, el célebre descubrimiento del isocronismo de las oscilaciones del péndulo que rea” lizé en 1583 y la construccién de la balanza para determinar el peso especifico de los cuerpos realizada en 1586. Dejo Pisa sin haber concluido sus estudios y volvié a su ciudad en 1589 como ayudante de matemticas; le habian concedido el puesto por la alta estima que mien- tras tanto se habia sabido conquistar entre los muchos e ilustres cultivadores de esa iencia. Pero era una ensefianza de caricter complementario, que le procuraba tna cacasisima retribucion, apenas suficieate pars malviviz Dos site despues, las es checes econémicas se hicieron atin mas graves por la prematura muerte del padre y "a consiguicntenecesidad de ayudar at familia (Galleo era el pimogénito) En 1592 logro mejorar notablemente su situacion y obtuvo el aombramiento de profesor de mateméticas en la Universidad de Padua. Pero muy pronto le result6 Sosufciente, sobre todo por las continuasayudas que le pean la made, las herma- nas y el hermano. En varias ocasiones se ditigié al gobierno veneciano, del que de- endia la universidad, para tener adelantos de su sueldo y también aumentos; aunque los obtuvo, no logré regular su economia y debié recurrir a las lecciones extratai- versitarias que frecuentaban numerosos e ilustres discipulos, atraidos a Padua por su fama creciente. A pesar de estas persistentes dificultades, los dieciocho afios que pasé en Padua (1592-1610) fueron sin duda los mejores de su vida, tanto por la gran libertad de ensamiento de la que pudo gozar —como iota parte todos los docentes de can vniversidad— gracias a las garantias otoxgatas por a Repiblica de Venecia (recuér- dese el firme apoyo que ésta dispensé a Cremonini contra las diferentes tentativas de juzgarlo por herejia hechas por el tribunal de la Inquisicién), como por el pleno vigor de sus energias fisicas y mentales, que le permitieron dedicarse con tenacidad GALILEO GALILEI 281 y entusiasmo a las mis dificiles investigaciones cientificas, pero sin renunciar a las, alegrias de la vida. En ese periodo Galileo convivié, aunque sin llegar a un casa- miento formal, con Marina Gamba, de la que tuvo dos hijas y un hijo, hacia los. Siempre sind un gran afecto. Entre log sauchos amigos veneciaaos de Galileo recordemos, en particular, al gentilhombre Gianfrancesco Sagredo (inmortalizado por Galileo en sus didlogos) y a Paole1Sarpi. El descubsimieato dd anicojo es de 1609, y es evidente que le Fue sugerido a Galileo poi ‘de qué instrumentos de ese tipo se estaban difundiendo en los. Paises Bajos y en Francia. Esta circunstancia en nada disminuye su mérito, que se sefiere no tasto «la prided de la inveneion (2 clei, por ob parte, que el tle copio de Galileo resulté mucho més potente que los otros) como al hecho de que fue indudablemente el primero en atribuir a este instrumento un efectivo valor cieatifi- . Recordemos que desde hacia mucho tiempo los artesanos épticos conocian los ristales en forma de lentes usados para la comreccién de defectos de la vista, pero hasta Galileo todos los representantes de la ciencia oficial siempre los habian con- siderado con desdefioso desprecio. Galileo tuvo el coma y la inteligencia de usarlos investigaciones astronémicas combindadolos con pericia hasta obtener una Pe jumento verdaderamente notable para la época. ‘Orientzado a teleeopio hacia el delo Gableo tave la suerte yl alegea de des- ubsir nuevos y maravillosos fenémenos, cuya excepcional importancia comprendié en sepuida: los cuatro satélites de Jépiter (que llamé emediceos» en honor del gran de Toscana), las manchas de la Luna, las manchas del Sol, etc. Era todo un nuevo que por primera vez llegaba al conocimiento de los hombres: Galileo dio la ran noticia en el Sidereus nuncius, publicado en Venecia el 12 de marzo de 1610. Era evidente que el carécter del.descubrimiento suscitaria hostilidad y descon- fianza entre los pensadores mis unidos a la tradicion. En breve tiempo surgid, en efecto, una aspera polémica en la cual los adversarios de Galileo usaron en contra él todo tipo de armas: desde Ia acusacién de haber reproducido simplemente un ‘\parato construido por otros, hasta la de haber en el ciclo las causas de tuces y manchas que simplemente se debian a la estructura defectuosa de las lentes esverdad que ain eran muy defectuosas y producian imagenes muy lejanas de la clardad de las producidas por los telescopios modemos). Pero muy pronto Galileo logs desbaratar los argumentos de sus adversarios y obtuvo el reconocimiento de 40s propios descubsimientos por parte de los mis autotizados cientificos de la épo- ‘caantes que nada de Kepler y luego también de los poderosisimos astrénomos fbsofos de la Compatifa de Jest. ‘La gran victoria actecenté enormemente su fama y le valié el ofrecimiento de un ‘magnifico puesto por parte de Cosme Il de Médicis: el puesto de «anatemitico extra- Srdinani del Estudio de Pisn, sin obligacion de dar lecciones, y de «filésofo del Serensino Gran Duque». Por fin se resolvia el problema prictico que Galileo, du- ‘ante tanto tiempo, habia intentado solucionar en vano: el puesto le iba a facilitar un ‘lable desahogo econémico y a poner fin a la necesidad de desperdiciar sus ener- as en lecciones publica y privadas (energias que estaban rapidamente declinando porles aiios y la salud inestable). Galileo acept6, pero sabiendo la gravedad de la decision, que ip obligaba a trasladarse de la Republica de Venecia a una ciudad don- eel poder de la Inquisicién era inmensamente mayor. ‘Aentado por sus descubrimientos astronémicos, Galileo empez6 a examinar la cstructura general del mundo celeste; este examen, reforzado pot las nociones cada 282 DEL RENACIMIENTO A LA ILUSTRACION vez mis claras que estaban madurando en sus estudios de mecinica, lo convencie- ron de manera definitiva de la verdad del sistema copemnicano (verdad que habia intuido hacfa ya varios afios). Lo testimonia, por ejemplo, una célebre carta de 1613 que dirigié a su amigo y diseipulo el hermano Benedetto Castell, profesor de mate- miticas en Pisa, Justamiente en esos afios también le Iglesia empezaba a zumentar su propio interés porla teoria copemicana y a concentrat en ella las sospechas de here- jia. Vatios amigos se lo advirtieron Galileo y le aconsejaron que tratara el tema con extrema pridencia pero estos consejos no consiguiron ningn efecto prctico ° ‘La imprudencia de Galileo no puede considerarse ocasional o debida sdlo asu temperamento: respondia a una profunda exigencia de su espiritu. Para comprender su efectivo significado debemos tener en cuenta tres circuns- tancias: 1) Galileo estaba absolotamente de la verdad cientifica del sistema Reliocéntzico; 2) 20 estaba filoséficamente dispuesto a admitir (como los aristotéli- cos) la coexistencia de verdades antitéticas entre si; 3) mucho menos estaba dis puesto a considerar (como los libertinos) la religién como puro y simple conjunto de reglas practicas, inventadas para dominar a los pueblos y engafiar a los ingenuos. Por el contrario, estaba convencido de la posibilidad de demostrar que los_textos sagfados no contienen —si se los interpreta bien— afirmacién alguna en zeal ant tesis con la verdad copernicana. -—- ” Pero este estado de cosas no basta para explicar por qué nunca se content “como le aconsejaban los amigos con guardar part sf sseno sus peopias oe vicciones, andlopamente alo que hacian otros cientificos de la época, discutiendo a Jo sumo en un pequefio circulo de amigos, sin disertar en piblico y sin desafiar casi abiertamente las iras de los inquisidores romanos. Es evidente que otros factores intervinieron en la posicién de Galileo. Por un lado, los éxitos organizativos de la Contrarreforma lo debieron de con- vencer del enorme peso de la organizacién catélica en el campo cultural y de lt necesidad de impedir que esta organizacién adoptase erréneamente una posicién contraria a la ciencia. Por el otro, el reconocimiento obtenido —por parte de las autoridades eclesidsticas més altas— de sus descubrimientos astronomicos (existe cia de los satélites de Jpiter, etc.) debid de hacesle esperar que podria obtenerse un reconocimiento andlogo para los otros resultados cientificos. Finalmente, la concien- cia de su propia autoridad cientifica, ya universalmente reconocida, debia de hacerle sentir como imprescindible el tener que exponer las iltimas razones de la ciencia en Ia gran controversia. Y asi se delinea en el animo de Galileo el ambicioso programa de evitar el rlg- do encastillamiento de la Iglesia en una posicidn cientificamente equivocada. Hae! falta, evidentemente, no detenerse en las primeras dificultades planteadas de buena © mula fe por los inquisidores; persistir con cautela en la obra de clarificacién; apo- yarse en los hombres de mente mis abierta existentes también en las mas altas jerar- quias de la Iglesia. Y fnalmente —pensaba Galileo— la fuerza de los argumentos prevaleceria y la ciencia encontraria en el poderio de la Iglesia no un obstaculo, sino ‘un apoyo para su propio desarrollo. En 1616 Galileo es lamado por primera vez a Roma para dar cuenta de s4_ po pensién al copernicanismo y de sus tentativas de mostrar que la verdad de la Biblia ‘no es incompatible con la del sistema copemnicano. (Eran tentativas que hoy pueden parecemos extremadamente claras; pero no era asi en el siglo xvn. Afirmaban, ea esencia, que en la Biblia Dios no quiere revelamos las verdades astronémicas, sino GALILEO GALILEL 283 usb el lengusje que podia ser comprendido por aquellos a los que hablaba; asf, Wy capeca, cuando hack exelamat a Josus ls élebres palabras «Deténte, ob sol) completamente libre de temor, Galileo fue a Roma confiando en hacer triunfar su punto de vista; tan es asi que se alegré mucho por la buena acogida formal que se ‘ete, con la experanza de que éta const lsntoma de una disposicion fa- ‘Ywrable de la autoridad. Pero las cosas se desazrollaron de manera muy difereate de lo que esperaba Ga- lca Su defensa no slo no log obtenes amis minima vets sino que mis bien acre la decisin contraria de la Iglesia. Fue conminado a no volvet a ocuparse deltema copernicano, y la obra de Copémico se puso en el indice de los libros No es dificil comprender, tras la anterior explicaci6n, que esta primera derrota te podia detenr a Gallo es su programa de «politica cultura. 1619 una aspera polémica con el jesuita Orazio Grassi sobre los cometas _y la inalterabilidad de los cielos le demostré que el rencor en contra de él por parte dela autorizada orden, en vez de atenuarse, iba creciendo, Esto le proporcioné la ‘ocasiin para escribir una vivisima obra, 1 Saggiatore (1623). a el mismo 2fo la eleccin al trono pontificio del cardenal Barberi (Urba- 10 VII) hizo renacer la esperanza en nuestro autor, ya que le parecia natural que un hombre de mente tan abierta como Barberini, al que estaba vinculado por una anti- su familiaridad, apoyaria su esfuerzo para hacer salir a la Iglesia de la posicion reaccionaria que le habian hecho asumir los jesuitas. (Como muestra del espirita abieto del nuevo papa, recuérdese la benevolencia que tuvo —entre 1626 y 1630— hacia Campanella.) Re asumiendo el antiguo programa, Galileo se decidié por lo tanto a llevar a cabo una gan obra destinada a confrontar los argumentos cientificos que sostenfan ambas tess contrarias, la geocéattica y Ia heliocéntrica. Para darle un tratamiento de aparen- te neutralidad, eligié la forma dialoads imaginando que un stistotélico (Simplicio) y ‘un copemicano (Salviat) son iavitados a exponer cada uno su propia concepcién a un terorrinterlocutor (Sagredo), deseoso de conocer a fondo los términos exactos de la ga controversia. Obtenida con esta estrategia la autorizacion eclesiistica, el Didilogo ‘acerca de los dos méximos sistemas del mundo pudo aparecer en 1632. Fero los jesuitas acechaban a su adversario y en seguida desencadenaron en con- tade Sila més dura batalla. Al cientifico, viejo y enfermizo, se le ordené —pero con ‘un tano muy diferente al de 1616— que se trasladara a Roma para comparecer anteun tribunal del Santo Oficio. En vano traté de defender su posicién con todos Jos medios; en vano trat6 de evitar que la Iglesia pronunciase una sentencia que tube pesado durante siglos en contra de él. Sus adversarios sostenian con encarni- ramiento que su libro era vexecrable y més pernicioso para la Iglesia que los escri~ wxde Latero y de Calvino». Galileo fue procesado, reconocido culpable y obligado aabjurar, Ademas fue condenado a prision de por vida, que se transformé de inme- ato en aislamiento del mundo, primero en. Rena (en la casa del arzobispo de la ciudad, su amigo) y luego en su propia villa de Arcetri la victoria de los jesuitas n0 podia ser més clara; marcé el final del programa, tenaumente cultivado por Galileo durante afios y afios, de inducir a la Iglesia a reco- noctr la libertad de la ciencia. A los futuros cientificos no les quedaba otro camino que el de evitar con la mas escrupulosa cautela cualquier debate con la autoridad 284 DEL RENACIMIENTO A LA ILUSTRACION El fallo de su programa colmé el dnimo de Galileo con una profunda amar ra que ya no lo abandoné hasta la muerte. Su nico consuelo fue el afecto. desu familiares, sobre todo de su hija Virginia (sor Maria Celeste), la cual, sin embargo, murié en 1634, agregando un nuevo dolor gravisimo al dnimo ya quebrantado del gran cientifico, Con el paso del tiempo las prohibicionel de la Inquisicién se fueron suavizando Poce 4 poco, Gallo logré permis para ic alguna vez 3 Florencia y hasta pudo rec la visita de algin extranjero (por ejemplo, de Hobbes en 1636). Pero su salud empeoraba irremediablemente. Sobre todo fue muy grave la pérdida casi total de la vista, A-penat de tans deagmacins,enceand tia caobaago lactam de hcions pars ‘odious con loselabraptioer date aa loweadgaetoner’y bch ea U4, en Holanda, la que desde el punto de vista cientifico es tal vez su mayor obra: Dis- cursos y demostraciones matematicas sobre dos nuevas ciencias. Murié el 8 de enero de 1642. 2. CIENCIA, RELIGION, FILOSOFIA La posicién de Galileo con respecto al problema de las relaciones entre ciencia y religion aclara su profunda distancia tanto del aristotelismo como del platonismo renacentista. Si bien la distancia del primero resulta obvia por su constante_negativa a aceptar la teoria averzoista de la doble verdad, no es menos evidente su distancia del platonismo ficiniano, que concluye —de manera més o menos mistificadora- con la identificacién de religién y filosofia. En cambio, para Galileo, que vive en pleno siglo de la Contrarreforma, la religion, ¢ algo bien definido: es la hesion 4 use igeateon sus dogmas, sus ee 6s, sus jerarquias, sus poderosas organizaciones: Toda confusién entre. éta y la investigacién filos6fico-cientifica carece de sentido. También la ciencia res. a definida, con sus métodos demostrativos, sus conquistas, la fuerza de sus aplicacio- bre todo con la certidumbre de sus desarrollos futuro Frente a la existencia de estos dos caminos, absolutamente diferentes, para c- nocer la verdad (no dob! c ino Winica), Galileo parece admit a priori con santo Tomis que las conclusiones de-una deben necesariamente coinci, , en tiltima instancia, con las de la otra. Pero invierte la posicién del santo me- dieval: ‘considera que qi entre Jas verdades religiosas y las cientificas surge una ape- rente contradiccién, ¢l hombre, para resolverlo, debe partir no de la presuncién tomista de que la ciencia es la equivocada y la religin verdadera, sino de la franca y completa aceptacién de los resultados de la ciencia con la reserva de considerar, $i acaso, la interpretaci6n de los textos sagrados en los que se apoyan los dogmas s. est en eventual contraste con la ciencia. Naturaleza y Biblia —explica Galileo— derivan del mismo Verbo divino: la naturaleza, como ejecutora muy respetuosa de las 6rdenes de Dios; la Biblia, como libro inspirado por cl Espiritu Santo, Pero enla_ Biblia la palabra de Dios debié adecuarse al intelecto de los hombres a los que. ‘dirigia; en la naturaleza, en cambio, la voluntad de Dios se cumple con inexorable necesidad. Es inatil, pues, querer conocer la naturaleza a través de la Sagrada Exri- tura; es més justo, en caso necesario, servirse de las leyes naturales para compren- der el verdadero significado de algunas expresiones, necesariamente veladas, dela Biblia. GALILEO GALILEL 285 A primera vista esta posicién de Galileo puede resulta moderada y plena de res- peto haa Ta religién; cn realidad, expresaba el mie franco luto reconoci- miento del valor de la ciencia y de su autonomia frente a la A gannaiaa Independencia reconoce Galileo a la investigacién cientifica respecto del saber tradicional. He dicho «independenciay, no «oposiciém; Galileo, en efecto, seexpesiments ninguna inatifaCcion respect de los grandes pensadores de a Anti giiedad. Més bien los estudia con el miximo escripulo —y no sélo a Arquimedes, sino también a Platén y Aristételes—; en cambio reserva todo su desprecio para hos seguidores serviles de esos pensadores, o sea, hacia aquellos que consideran a los antigios (en particular a Aristételes) como depositatios absolutos de la verdad. En realidad —les objeta— el verdadero discipulo de Aristételes es él (Galileo) no ellos (les presuntos aristotélicos). En efecto, si Aristételes volviese a vivir, practicaria su méado de investigacién, no el de ellos; o sea, que para conocer la naturaleza inte- stogaria directamente los fendmenos naturales, n0 los textos que hablan de ellos. Galileo reconoce varias veces que, lefdos con sentido ctitico, los grandes filéso-, fisy cientificos de la Antigiiedad aportan sin duda un instrumento bastante precioso, parala_investigacin cientifica, aunque.no sea el tinico. Otros instrumentos, no mens importantes, nos los aportan los trabajos de los artesanos, que a menudo meresen la més atenta reflexiéa del cientifico (:no fue justamente este trabajo el que sugiriéa Galileo la construcciéa de su maravilloso telescopio?). La gran herencia e Renacimiento estd presente, con toda su riqueza de intereses, en este enfoque de es ésta la que le ensefia que la ciencia no puede encerrarse en si misma, nopuede. aislarse del mundo, El verdadero cientifico debe saber utilizar, en. sus investigaciones, las més_vastas.experiencias humanas: debe saber racionalizar los resultados de los mas humildes trabajos y encontrar confirmacién de sus propias ver- dates en aplicaciones que puedan set apreciadas tambien pot los no cientificos. Lateorfa y la préctica ya no aparecen separadas por un abismo: existe,.al.con;. tao, un continuo intercambio entre ellas. Cuanto mis atraigada esté la ciencia en la prictica, mayors su fuerza para conquistarel mundo. La idea de una ciencia esté- Si puranente contemplates, queda abandonada: la aplicacién ya no se considera camo un subproducto de la investigacién cientifica, sino como algo inserto en la mis- taciencia, Desde este punto de vista tienen ua valor particularmente sintomitico las tumeross € ingeniosas tentativas (aunque fallidas) de Galileo dirigidas a encontrar unaaplicacién de su mismo descubrimiento de los satélites de Jupiter para la deter- rica de 1a longitud. ‘Vinculado al enfoque que acabamos de sedalar aparece el nuevo caricter que Galle imptime a la investigacién cientifica, no entendida ya como bisqueda de con- cepciones generales sino como conjunto de procesos cognoscitivos que se desmiem- nen varias investigaciones particulares exactamente determinadas, Es constante en Galileo el temor a caer en problemas mal planteados y por eso mismo insolubles. Se dria que ha stesoredo la experiencia negativa representada, en el Renacimiento, por lu especulaciones demasiado generales de los platénicos y de los fl6sofos de la na- tunlea; siguiendo el camino que ellos recorrieron se cae en problemas que no pueden triarsecon métodos cientificos. El trabajo realizado por los filésofos de la naturaleza fet pan poner en crisis la tradicién, pero esto no puede conchit en algo post- wm Se tata no ya de contraponer intuiciones nuevas ¢ intuiciones viejas, sino de bra precisns conocimientos de fendmenos bien determinados. Slo ells podrin amos poo a poco, la base para una mueva y s6lida concepeién del mundo. En pi 286 DEL RENACIMIENTO A LA ILUSTRACION ticular, la polémica contra Aristételes ya no tiene que ser, segtin Galileo, una critica genética de los conceptos-base de su sistema —los conceptos de forma, materia, pri- ‘met motor, intelecto agente, etc.— sino una construccién de proposiciones cientificas exactamente fundamentadas y ricas en aplicaciones, que ya no estin acosadas por la Pteocupacién de entrar 0 no en los esquemas aristotélicos; la ciencia que constituyé Poco a poco demostrar con su mismo desarrollo la propia consistencia logica y vaciara de interés, implicitamente, las estériles especulaciones de los seguidores ser- viles de la tradicién. Buscar en Galileo una filosofia general, o acusarlo porque no se esforz6 por ela- borar un auténtico sistema filoséfico, significa no comprender el significado profun- do de su obra. No es que en los escritos de Galileo no haya importantes ideas filoséficas. Un ejemplo lo tenemos en la asimilacién del saber humano, matematicamente funda- mentado, con el saber divino (por el cual el hombre puede considerarse «intensiva- mente» igual a Dios, si bien «extensivamente» esta muy por debajo de él). Otro cjemplo ea dstincén galleana entre dos pos de. ulidades de los objetos ls y mecéinicas, que residen en los mismos objetos y sirven para la explicacién de los fendmenos, y'las que se originan en el sujeto (colores, sabores, sonidos, etc.) 1 fequiren ser explicadas con el slo de as precedente eta distinct se con- vertird en uno de los ejes mis importantes de muchos sistemas filoséficos del si- igo XVIL Un tercereemplo es a canncuizacin dela telacibn cul, concebide por -0 como relaciéa de sucesién constante entre fenémenos (sefialado el fendmeno- causa, se produce el fenémeno-efecto; eliminado el primero, falta el segundo). Esta definiciéa tuvo el mérito, entre otros, de liberar el concepto fisico de Causalidad de toda referencia antrop. por lo tanto de toda indagacin sobce ls eines» de la naturaleza, sobre el «significado» de los fenémenos individuales en el orden total del universo, etc. (la astronomia, por ejemplo, debe indagar las leyes mecinicas que regulan el movimiento de Jipiter y Saturno, y no interrogarse sobre para qué sirven esos dos planetas, cual es su fin en los planes generales del Creador). ‘Aun cuando las ideas sefialadas son importantes, resulta claro, sin embargo, que no constituyen un sistema filoséfico. La biisqueda de auevos sistemas filoséficos serd posible s6lo después de Galileo, después de que su lucha tenaz haya dado a la cultura moderna la existencia de un saber aut6nomo y bien definido como es el sa- ber cientifico. La filosofia de Galileo se identifica con esta lucha, no con las ideas filos6ficas parculares, desarolladas un poco pot todas partes —sin ninguna preocupacién ss- temitica— en sus miliplesescitos. Ea esa lucha se nsera aun ba bisqueda gall Igana de un método.que esté en condiciones de garantizar la racionalidad del saber cientifico, y en consecuencia su autonomia, 3. MECANICA Y ASTRONOMIA brimientos cientificos de Galileo conciernen a la mecdnica Los princi y.alaastropomia._ zs No es éste el jugar para exponer ampliamente la contribucién de Galileo ala constitucién de la mecinica moderna. Tuvo tal importancia como para autorizamos a decir que esta ciencia empezé con Galileo, GALILEO GALILE 287 Para ser breves, recordemos antes que nada que Galileo fue el primero en com- de manera moderna et principio de inercia, tanto como constancia de la velo- (dad inicial del mévil (si no intervienen fuerzas extrafias), como de composicién de sa velocidad inicial constante con las velocidades variables producidas por fuerzas aceleradoras extrafias, que aparezcan durante el curso del movimiento. Galileo com- prendié la posibilidad de aplicar esta composicién también a las casos en los cuales las verzas que aparecen no tienen Ia misma direccién que e! movimiento inicial; de esto loge, en especial, la explicacién del movimiento de los proyectiles. Pero debe observarse que Galileo no logré darse perfectamente cuenta de que el movimiento circular no es inercial, y que requiere la presencia de una fuerza centripe- fe Fero este error, al menos en un primer momento, no fue dafiino: elimind, en efec- ‘9k tentacién de recurrir, como hacian los aristotélicos, a causas no fisicas para capliar el movimiento de los planetas (recurrir, por ejemplo, al primer motor). Le corresponderd a Huygens el mérito de estudiar con exactitud las fuerzas centrifugas, ya Newton el de hacer intervenir la atraccién de las masas celestes para explicar el carécter no rectilineo del movimiento de los planetas. va contribucién fundamental de Galileo a la construccién de la mecénica rmodema es el descubrimiento del llamado segundo principia.de la dindmica, 0 sea, cldescubriniento de que las fuerzas aplicadas a los cuerpos no les imprimen veloci- Ai sino aceleraciones, y que estas aceleraciones resultan directamente proporcio- aks 2 les fuerzas que las han causado. Se vinculan con el segundo principio de la «inanica: 1) Ia determinacién del concepto de aceleracién como variacién de velo- dt 2} la determinacién del concepto de masa de un cuerpo como relacién de pro- porcionalidad entre las fuerzas que se le aplican y las aceleraciones producidas por takes fuera. La fuerza que Galileo examin6 fue la de la gravedad; y ésta —que en el mismo lugarresille proporeional a las masas de los cuerpos— le permitié probar experi- mentalmente las consecuencias del principio que acabamos de indicar. Debe sefia- Jaeque el mismo hecho de considerar la gravedad como una fuerza constituia, en laépca ée Galileo, una innovacién de la méxima importancia, Las leyes que podian deducirse del segundo principio de la dinémica en el caso de que la fuerza aplicada aloscuepos fuera la de la gravedad suscitaron una especial estupefacciGn entre los contemporaneos de Galileo: son las leyes del movimiento naturalmente acelerado y de los movimientos compuestos que derivan de él. Entre otros, tuvieron el gran nro de sacar 1a luz la existencia de exactas proporciones matemAticas también enel campo de los fenémenos dinmicos. Su descubrimiento marcé la definitiva dervia ela teoria aristotélica del movimiento. Aunque estaban enunciadas para un campo especial de fuerzas, no fue dificil comprender que representaban las leyes geerets del movimiento. Si pasamos ahora de la mecénica a la astronomfa, observaremos que las contri ‘nciats de Galileo al progreso de la ciencia astronémica son de dos {52 51s observaciones celestes realizadas con el telescopio, y las debidas a apliacin de tos descubrimientos de mecénica a la astronomia., Ya hemos recordado en el § 1 algunos resultados alcanzados por Galileo en sus largasy pacientes observaciones del cielo a través del telescopio. Ahora debemos rmencionar otras dos: el descubrimiento de las diferentes formas asumidas por el pla- fans ritidamente andlogas a las asumidas por la Luna en sus diferentes fases; 288 DBL RENACIMIENTO A LA ILUSTRACION ¥.Ja cotteccién de los errores (en exceso) cometidos por Tycho Brahe en la evalua- clén del diémetro aparente de las estrellas fijas, Entre las muchas consecuencias que pueden extraerse de las observaciones celestes de Galileo, baste con subrayar tres: 1) la refutacidn de la teoria atistotélica de la incorruptbilidad de los cielos, obviamente incompatible con la existencia de las manchas en el Sol y en la Luna; 2) la demostracién de la existencia de movi mientos celestes que tienen un centro diferente del de la Tierra; 3) la eliminaci6n de las objeciones planteadas por Tycho Brahe a la teoria copernicana, objeciones que se basaban esencialmente en la excesiva magnitud que debia attibuirse a las estrellas fijas; 0 sea que pudieran tener el diémetro medido por Tycho aunque estuvieran 2 ‘una distancia muy grande de la Tierra, como decia Copémico. Es obvio que estos descubrimientos constituian otros tantos argumentos en favor de la hipétesis copernicana. Pero ésta no habria tenido aingiin valor probatorio sino se hubiera logrado eliminar las objeciones planteadas por Ptolomeo a la movilidad de la Tierra. Finalmente la eliminacion de estas objeciones fue una consecuencia diree- ta de la nueva mecénica galileana; esa mecinica explica, en efecto, con matematica clatidad, la perfecta compatibilidad del movimiento de ia Tierra con los fenémenos. que nosotros observamos en la caida de los pesos (Compasibiidad que Ptolomeo w habia podido comprender porque partia de una teoria del movimiento decididamente exrénea). Eliminadas también las objeciones de Ptolomeo y reconocidas las enormes ven- tajas matemiticas de la hipétesis de Copémnico en la desccipcién de los fenémenos celestes, la verdad fisica del copemnicanismo estaba pricticamente asegurada. Galileo también llevé a término otras investigaciones fisicas en el campo dela ptica (con el descubrimiento del tnicroscopic), dela acistica, de la hidrostatica, del tismo, etc. Por brevedad nos abstenemos de enumeratlas. Del isocronismo hemos hablado en el § 1 y volveremos en el § 4. Debemos observa, finalmente, que, si bien Galileo durante toda su vida eercié la profesién de matemitico, nunca mostré un gran interés por las investigaciones ée ‘matemitica pura. Con esto no queremos decir que nunca se ocupara de las mismas, por el contrario, ya sefialamos que estudid con mucha pasidn las obras matemticas de los griegos, y podemos agregar que estuvo también al corriente de los trabajos matemiticos de sus contemporineos, como, por ejemplo, Luca Valerio; pero es ver dad que no se dedicé a esas investigaciones con el mismo interés que mostré en cam- bio hacia las de la fisica. A pesar de esto, su genialidad tuvo ocasin de manifestarse también en la mate- sitica pura sobre todo por su flicesintuciones sobre la propiedad del_‘nfinto ‘sumérico. Por ejemplo, debe mencionarse la importante contribucién de Galileo al estudio de la célebre paradoja de que toda la serie de néimeros naturales es tan ‘numerosa como ciertas series parciales de mximeros; seialé, en efecto, que los nime- ros naturales son tantos como sus cuadrados aunque la serie de los cuadrados «s, evidentemente, sdlo una parte de toda la serie de los admeros naturales. Ademés, testimonios seguros nos dicen que Galileo medité largamente sobre la geometria de los indivisibles, que fue la primera forma que en el siglo XVII asunié el célculo infinitesimal; pero no tuvo tiempo para ordenar sus propias ideas sobre este tema y prefirié dejar la gloria de esta invencién a su discipulo Bonaventura Cavalieri. GALILEO GALILET 289 4. ELMETODO EXPERIMENTAL Los intérpretes del pensamiento galileano, por lo general, oscilan entre dos tesis ‘opuestas: unos insisten sobre el earcter preferentemente empirico de su método de investigacién y otros en cambio sobre el cardcter prevalentemente matemitico-racio- nalista del mismo. Estas oscilaciones dependen del hecho de que.ningun: c Galileo esté directamente dirigida al estudio de! método, como silo estaba el Novum ‘agrumde Bacon. La teoria metodolégica de Galileo, por lo tanto, debe recabarse indirectamente de las descripciones, a veces contrastantes, que realiza de su propia manera de proceder en tal o cual investigacién y de las criticas que plantea a la ma- nera de actuar de los otros. alileo estén presentes tanto Ia instancia empfrica como Ia ins- tancia matemdtica; pero ninguna de ellas agota por si sola su método de investiga cdi, No lo agota la instaficia empfrica, que —ya afirmada en la Antigdedad por ‘Aristételes en antitesis a Platén— s6lo produjo una genérica fisica cualitativa; y tampoco Ia agota la instancia matemética, que por sf sola no esté en condiciones de sacarnos del campo de los conceptos abstractos ¢ insertarnos en la realidad. Para comprender el método de Galileo hay que comprender, pues, la manera en que éste combina las dos instancias anteriores, transformandolas en un proceso nico que al sisno tiempo es racional y empirico. Elenfoque i ileo no difiere det i ‘sino también «interrogada». Pero entre el italiano y el inglés sur- apenas tratan de preci cter de esta interrogacién. La rogacié na esté, en efecto, estructurada con la intencién de buscar en bes fendmenos su «forma», su «esquematismo latente», sus notas comunes; Ia gali- ina fiende, en cambio, a deseubrir las leyes de los fendmenos, 0 sea, las propor- siones m ¢ fendmeno y.fenémeno. Para hablar de proporciones mateméticas entre fendmenos, obviamente es nece- sario encontrar la manera de que a cada fenémeno corresponda un niimero particular las corrientes neoplaténicas y neopitagéricas intentaron alcanzar esta correspon- dencia entre fenémenos y niimeros apelando al valor magico-simbélico que posee _segin ellas.L. Ia matemitica. Sobre la base de este valor, algunos niimeros o figu- ras tendrian la «virtud» de representar simbélicamente ciertos fenémenos; y esa «vitwt permitiria recabar directamente las propiedades de los fenémenos del estu- io de los nimeros que los representan. Galileo resolvié el problema de manera com- pletamente diferente: para hacer corresponder los mimeros con los fendmenos es necesado, segiin él, proceder a la medicién de los fenémenos mismos. La medicién, ors sola, esté en condiciones de crear Ia compenetracién de experiencia y mate- matica indispensable para el procedimiento cientifico, {Qué ventaja habria aportado—a titulo de ejemplo— la introduccion en mecé- nica del coneepto de aceleracién, sino se hubiera indicado el camino para medir la accencién ast introducida? Galileo comprende con perfecta claridad Ia importancia tisea que corresponde al problema de la medicién y busca —caso por caso— propo- ner una solucién al mismo tiempo te6rica y préctica. La medicién de la aceleracién, sligul que la de Ia velocidad, la refiere a la medicién de longitudes y de tiempo: el pénduo cumple en esto una funcién insustitut Debe 6bservarse, ademés, que Galileo intent6 construir instrumentos de medicién Jeza no s6lo debe 290 DEL RENACIMIENTO A LA ILUSTRACION también para los fenémenos no mecinicos. Su bidgrafo Vincenzo Viviani nos cuen- ‘a, por ejemplo, que Galileo «volvié a descubrir los termémetros, 0 sea, esos ins- ‘trumentos de vidrio, con agua y aire, para distinguir los cambios de calor y frio y las variedades de temperaturas de los lugares». Es obvio que en éste como en otros, casos, se trataba de instrumentos atin muy toscos e imperfectos. Pero con ellos Gali- leo indicaba a los futuros cientificos el camino exacto para hacer progresar la inves- tigacién cientifica. Una vez encontrada la manera de hacer corresponder los aimeros con los fend- ‘menos, es obvio que la matemitica esti llamada a convertirse en la poderosa auxiliar de cualquier observacidn. Esto seri vilido no s6lo para la ciencia de los ntimeros en sentido estricto (0 sea la aritmética), sino también para la geomettia, en cuanto tam- ién ésta era considerada por Galileo como ciencia esenciaimente medidora (de lon- gitudes, areas, angulos, etc). ‘Acesta altura surge una pregunta bastante desconcertante: :qué nos asegura a priori que el instrumento matematico pueda resultar eficaz en todas las investi- gaciones fenoménicas? En esto Galileo parece remitirse a un acto de fe; el instra- mento matemitico debe ser eficaz en todas las investigaciones fenoménicas, porque el gran libro de la naturaleza fue escrito por Dios justamente en términos matema- ticos. Es una fe que le proviene, con toda probabilidad, de sus largos estudios sobre el platonismo senacentista. La filosofia esta esctita en este grandisimo libro que continuamente se nos abre ante los ojos (me refiero al Universo), pero no puede entenderse si antes no se apren- de a entender el lenguaje y conocer los earacteres en los que esté escrito. Esta escrito en lenguaje matemético, ¥ 10s caracteres son triéngulos, cfrculos y otras figuras geo- métricas, y sin esos medios es imposible entender humanamente nada de él. No quiero negar, ciertamente, la presencia de esta fe, tanto en Galileo, como or gran parte de los fisicos que continuaron su obra en los siglos XVII y xem. Seria erréneo, sin embargo, apelar a esta fe para hacer de Galileo un fildsofo platonico. En contta de esa tentativa debe observarse: 1) que Galileo busca, en general, ustficar esa fe con una concepcién atomistica de la naturaleza (todos los fendmenos son expresables en términos matemticos, porque las nicas propiedades reales de los ito- mos son las geométrico-mecinicas), y esta concepcién atomistica est inspirada mas en Demécrito que en Platén; 2) que Galileo deja que sea directamente la experiencia la que le sugiera los niimeros y las figuras cotrespondientes a los fendmenos y no Se ras s6lo porque éstos posean propiedades matemiticas de particular interés; desde este punto de vista es caracteristica su vivisima polémica contra la distinciéa, aprecia- da por los neoplaténicos y los neopitagdricos, entre nimeros y figuras perfectos y rntimeros y figuras imperfectos (asegura explicitamente que, cuando se trata de tmatemiticsaplicada aa Bsiea, la iniea perfaccion o nobleta de las leyes mater ticas consistir en sv adecuaci6n a las reales relaciones entre los fendmenos). Eliminado el peligro de una interpretacién platénica del matematismo de Gali- leo, podemos volver al examen del proceso que sigui6 en sus investigaciones de la naturaleza. ; a o le El primer paso de esas indagaciones lo constituye —como ya hemos visto— cxacta Pudia de ls fenomence a estufiat El segundo paso consist ca eazbio, GALILEO GALILET 21 Justamente este caricter matemitico saca a la luz la dife e hip6tesis galileana e hipétesis baconiana. Ya que esta hipétesis tiene un caricter matemitico —o sea, expresa la relacién ¢alrelhs fendmenos estudiados, en forma de proporciones entre miimeros, o cuadra- hs de atimeros, etc., o bien en forma de relackones mis o menos elaboradas entre lines, angulos, areas, ete—, es obvio que de ella se pueden deducir mateméti- ‘camente ciertas consecuencias, que deberiin resultar validas para varios grupos de fenémenos futuros. Eneste momento interviene el tercer paso del procedimiento galileano. Consis- ‘tenla verificacién 9 «prueba (cimento) de dichas consecuencias sobre la realidad ‘capita, Sélo cuando es posible realizar este tezcer paso la investigacién cientifica le ultado (

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