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Jacques Ranciere El Inconsciente Estetic PDF
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sLmconscurs seco en el Norte es identificado con el desvanecimienco de las ilusiones de la representacién en la nada de Ta voluntad que nada quiere. A esta moraleja de la intriga, Freud, por una vez, opone la que declaran el doctor Wangel y la Dama del mar. Diremos que esa es la apuesta de la época, Pero esa “apuesta de la época” no tiene nada de circunstancial. No se trata simplemente del com- bate contra una ideologla presente en el aite del tiempo, un tiempo, por otro lado, en parte supe- rado cuando Freud escribe sus textos. Se tata, exac- tamente, del combate entre dos inconscientes, entre dos ideas de lo que’s halla por debajo de la superfi- cie pulida de ls sociedades, dos ideas de laenfer- rmedad y la curacin de las civilizaciones. < tétbres. lots sve le vif désic de fa grande ve du monde extveut. Mais que gagne-ton 8 cela? Suivant les situations, suivant le développement de Vespri,crisent les exigences, es spitatons, ler vr.) Pato des bones Droit la malancolie répandue comme un chant plant asourdi dans route existence ela eonduite des gens. Un air jour dc avec les grandes entre: enti. vill tout {oa Paisance darraction de la mer. Aspiration 3 la mes. Gens apparencés la mer. Lids ele. Dépendance dela mer Doiveney erourer{..] Le grand secret er la dépendance de Phomme i Tégard des force san volonté™ Ya que hablamos de época, precisémosla, Entre 1914 y 1919 se publican El «Moise» de Miguel Ange, Lo ominoso*y el rexco sobre Ibsen. No estamos muy lejos de ese Mds alld del principio de placer (1920) que marcaré un vitaje en la obra de Freud, con la intervencién de la pulsién de mueree Sabemos cbmo explica Freud ese giro desu pensa- riento. La afirmacién de la pulsién de muerte se deduce del estudio de la problematica “neurosis ‘raumitica’. Pero su reconocimiento estd también ligado al golpe que la guerra de 1914 asesa a la visién optimista que habla guiado ala primera edad dl psicoandlisis, y ala simple oposicién del prin- pio de placer al principio de realidad. Esté per- ritido, sin embargo, pensar que esa explicacién no agota el sentido de la cuestién. El descubri- riento de la pulsién de muerte es también un episodio de la larga confrontacién ~més 0 menos enmascarada—de Preud con el gran tema obsesivo de'la época en que se formé el psicoandlisis: + Sibien exe wabajo se publics en 1919, su daboracdn, * ‘comienaa vais aor antes, La noci6n ya ett enuinciada en Téxem y tabi (1913) y los primeros Boradoces son de la misma ca. Luego deer deado de ado, es fnalmenterexo- mado par ser publicado wl come lo conocemos (N. del.) *inconsciente de la cosa en sf schopenhaueriana y las grandes ficciones liverarias del retomo hacia «se inconsciente. Que los instintos conservadotes dela vida conserven, en definitiva, ala vida a direc- cin hacia “si” mueree y que los “guardianes de la vida" sean asi los “sadltes de Ja muerte” es, en efecto, e secre sltimo de toda la gran novela de las itusiones de a voluntad, en la que se resume la lite- ratura de un siglo, la literatura de la época estéxica. Con este secreto Freud no dejé de luchar. ¥ es la intetpretacién del "principio de realidad” lo que estén el centro de las correcciones aportadas por Freud alas incrigas de Jensen, de Hoffmann o de Ibsen. La confontacién con la Idgiea del incons- cience estético lo empuja arestablecer no sélo la co- recta etiologfa del caso Hanold 0 del caso Nathaniel y el buen fin de Rosmersholm, sino también la co- rrecta actitud de Moisés, acritud de alma, de la ra- 26n ganada al pathos sagrado, Todo ocutre como si esos andlisis fueran los medios para resstrse ala entropfa nihilista que Freud detecta y rechaza en las obras del régimen estético del arte y ala que, sin embargo, dard cabida en la teorizacién de la pulsign de muerte. Podemos entender, entonces, la elacién y aquellos que, més tarde, se valdrin de él, Estos son los que se proponen refutar el biografismo freudiano y su indiferencia por la “forma” artis- tica. Es cn las partcularidades de la pincelada pictérica donde refutardn silenciosamente la anée- dla fgurativa o en el “tarcamudeo” del texto lite ratio, que marca la accién de “otra lengua” en la lengua, donde ellos buscarin la eficacia del incons- ciente, concebido como la estampa de una verdad innombrable o el choque de una fuerza del Otro, ‘que excede en su principio toda presentacién sen- sible adecuada, Al comienzo del trabajo sobre el Moist, Freud evoca el choque provocado por las grandes cobras y la desazn que puede embargar al pensa- rmiento ante el enigma de ese choque: Se pregunta si habrialggin esteta que haya considerado tal dei- amparo de la inteligencia como. una condicién necesaria de los mayores efectos que puede pro- ducir una obra de arte. Sin embargo, admite quie le cuesta creer en una condicidn semejante, La ‘competencia entre los andlisis de Freud, la razén del privilegio que le otorge ala intriga biogréfica std abt: dl se niega a asignarle a ese desamparo Ja fuerza de la pintura, de la esculeura 0 de la lte- ratura, Para vencer la tesis de ese estetahipotético,Freud esti dispuesto a rehacer cualquier historia ¢ incluso a reesctibin, si fuera necesatio, el texto sagrado, Ahora bien, ee ester, hipotetico para des hoy una figura bien presente en el campo del pensa- ‘iento esttico y se vale generalmente de Freud para fandamentarlatsis que éste se empetaba en refi- tas, a que vineula a fuerea de la obra con su efecto de desamparo. Pensamos aqut muy especialmente en los andlisis del dltimo Lyotard, quien elaboré una estécica de lo sublime cuyos tes pilares son Burke, Kant y Freud’. A la “debilidad” estética, Lyotard ‘pone el poder de la pincelada picréica concebida ‘como fuerza que embarga. El sujeto es desarmado por el golpe del aistheton, lo sensible que afecta al alma desnuda, confrontado ala fserea del Otro, que «3, en dima instancia, el rostro de Dios, que no pue- de ser mirado y que pone al espectador en la pposicidn de Moisés ante lazareaardiente. A la subli- ‘macién freudiana se opone esa embestida de lo sublime que hace tiunfar a un pathos ireductiblea todo logos, un pathasidentificado, en iltima instan- cia, com la fuerza misma de Dios lamando a Moisés. 4. Véanse, en particular, Jean-Feangpie Lyotard, Lo inbu- ant 0b. ct. y Merida. Ob it La relaci6n entre los dos inconseientes pre- senta en este punto un singular desencuento. El psicoandliss freudiano presupone esa revolucién estética que revoca el orden causal de larepresen- tacién clisica e identfice la fuerza del arte con la ‘dentidad inmediata de los contradictorios, del logos y el pathos. Y presupone una literatura apoyada en la doble fuerza de la palabra muda. Pero en esta dualidad, Freud hace su eleccién. A Ja entropia nihilisa inherente al poder dela pala- bra sorda, opone la otra forma de la palabra muda, el jeroglifico oftecido al trabajo de inter- pretacién ya la esperanza dela cura. Y, siguiendo esa logica, vende 2 asimilar la obra de la “fanta- sia” y el trabajo de su descfamiento ala intriga elisica del reconocimiento revoceda por la revo- lucién estética. Asi, Freud coloca nuevamente den- tro de los limites del régimen representativo de arte las figuras y las intrigas que ese régimen recharaba y que s6lo la revolucin estétiea habia puesto a su disposicién, ‘Acese retorno se opone hoy otro freudismo, que pone en tela de juicio el biografismo freu- diaino y se afirma més respetuoso de lo propio del arte. Este se presenta como un freudismo mas radical, liberado de las secuelas de la tradicién »representativa y acorde con ese nuevo régimen del arte que le da su Edipo, ese régimen que ‘guala lo activo con lo pasivo al afirmar, al mismo tiempo, la auronomia antirrepresenta- tiva del arte y su naturaleza fundamentalmente heterénoma, su valor de testimonio dela accién de las fucrzas que sobrepasan al sujeto y lo arrancan de sf mismo. Y para esto, evidente- ‘mente, se apoya de manera prioritaria en Mds «alld del principio de placer y en todos los textos de los afios 1920 2 1930 que marcan la distan- cia tomada con el Freud corrector de Jerisen, Ibsen o Hoffmann, con el Freud admirador de tun Moisésliberado del furor sagrado. Pero para «30 debe resolver en forma opuesta la légica con- tradictoria del inconseiente estético, la polari- dad dela palabra muda. Debe valorizar el poder sordo de una palabra del Oxro irreductible a toda hermenéutica. Es decir que debe reivindi- car la entropia nihilista, aun a riesgo de trans- formar la voluptuosidad del retorno al abismo originario en relacién sagrada con el Otro y con la Ley. Ese freudismo ejecuta entonces, en torno alla teoria freudiana, un movimiento giratorio que trae de vuelta, en nombre de Freud y contra él, ese nihilismo que sus andlisis estéticos no han czsado de combatt. Exe movimiento giratorio ‘firma como recusaci6n-de la wadicién exéviea’ Bien podria ser, sin embargo, la dltima jugada del inconsciente estético al inconsciente freudiano. 5. Véase parcularmente ol texto “Anima minima” que concluye Jean-Frangois Lyotard, Monliade. b,c