cep - 218 - 2000
Foto cat: Viral de Adolfo C. Winterita: La a
n del Cordero
Parroquia San Francisco de Doms, Li
| Lia unio 200.
Con tas debs lcencias
CENTRO DE ESPIRITUALIDAD IGNACIANA.
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Junio 2000
APOCALIPSIS
la fuerza de la esperanza
Estudio, lectura y comentario
Eduardo Arens
Manuel Diaz Mateos
Centro de
spiritualidad6
El cordero y el dragén.
El Apocalipsis guna teologia politica?
Para entender correctamente la intencién de una determi-
aci6n u ocasi6n que motivé su
la cual se sittia en didlogo.
En las tiltimas décadas hemos tomado conciencia del influ-
jo que han tenido factores de indole socio-econémica, ademas de
aquellos de indole politica, en relacién con la situacién vital de
ido el
tinico factor determinante en la composici6n de los textos bib
cos. En la antigtiedad, esas dimensiones estaban entramadas y
todas estaban, en mayor o menor grado, comprometid:
bido que el género apoc:
‘mente politico: florecié en contexto de adversidades, hostigamien-
tos, y algunos escritos resultan de una situacién de persecucio-
nes violentas, como el libro de Daniel, situacidn descrita en 7 Ma-
ceabeos. Es igualmente sabido que el celotismo, conocido por sus
actividades violentas contra sus «adversarios», esté estrechamente
relacionado con la ideologia apocaliptica en torno a los siglos pri-
de las razones por las que, aparte de
10s fueron exchuidos del canon he-
sta Paginas, No. 158 (pp. 6-14) y n. 159
453Towas TroLScaicos
iaciones socio-politicas adversas y se dirigian a
ién de dominak
, particularmente en la tierra de Israi
lates se habia compuesto antes el libro (apoc
tico) de Daniel, una de las fuentes basicas de inspiracién de Juan
Bajo
ado, es un hecho que ningtin texto (que no sea
es ideolégicamente neutral. La absoluta impar-
idad simplemente no existe en las humanidades. Quien escti-
be siempre lo hace desde una perspectiva y con preconceptos
ideol6gicos, los cuales, consciente o inconscientemente, propug-
na y defiende, Esto se impregna en el texto. Es tarea del estudio-
so de textos de la antigiiedad tratar de detectarlos para compren-
der su origen, particularmente en cuanto al mundo personal y
del autor y su finalidad.
2Qué propugnaba y qué defendia Juan en su Apocalipsis?
Una entrada segura para responder a esa importante pregunta es
la simple observacién del lenguaje empleado, de las intertelaciones
que marcan la trama y de las escenas mas desarrolladas.
I. Observaciones literarias
En lo que sigue, nuestra atencién es
aquello que conocemos ampliam
zatemos por los in
vos y evidentes.
jada en el campo de
fe como «la politica». Empe-
-adores lingiiisticos, que son los mas objeti-
2. Umlenguaje reveador
EL CORDIRO EL DRAGON
sionante cantidad de términos, muchos de ellos empleados frecuen-
la obra, provenien-
tes del mundo politico y afines. Vedmoslo més detenidamente.
1.1 Imagenes y simbolos del mundo politico
Un término frecuentemente usado en el Apocalipsis y rela~
cionado con el mundo p que se encuentra nada
menos que 47 veces. Es a la vez, uno de los mas signific
el Apoc. Del mismo campo semédntico son:
poderes: stibditos (9 veces); podert{o) (12 veces)
1) a Dios/al Cordero (12 veces), en contraste con
adorar a la bestia (8 veces), como expresién de sumisién y reco-
nocimiento de su soberania.
2s. Este titulo merece especi
0; se aplicaba regularmente para las autori-
dades, entre otras el emperador. A la usanza oriental, de-
notaba autoridad y soberania terrenas. Para los cristianos, el tini-
co Ayrias, en el sentido de soberano, es Dios y st Cristo. En el
Oriente no se usaba en el ambito cultual. Que esto es asi lo confir-
man los empleos de fyrios en el Apocalipsis en expresa contrapo-
idas soberanias en este mundo. Junto con la
tulo
atencién por
tematico del Apoc. En el Apocalipsis, pavttokndtor designa la sobe-
ania de Dios sobre todas las cosas; no denota la abstraccién «to-
dopoderoso» como tal. Por eso es adorado por toda la creacién y
en los cielos, y debe serlo también sobre la tierra.
Aparte del vocabula
la grandiosa descripcidn de la sala real en el cap. 4, asi como los
45512,10; 19,6) y el triunfo de Dios sobre el mundo, que recterdan
los cénticos triunfales al retorno de generales y reyes victoriosos
dela guerra, Notable esa expresion sel qu esa sentado sobre el
trono», que tiene fuerza de titulo honor
7,15; 21,5; vea también 4,2.3; 7,10; 19,4; 20,11).
1.2. Términos provenientes del mbito militar
Guerra (9 veces; en el resto del Nuevo Testamento se encuen-
tra sélo otras 7 veces). Afin es «guerrear» (5 veces). En 1217 y 17,4 se
explicita que la guerra es entre el dragén/bestia y el Cordero. A.eso
se puede afiadir las menciones de ejércitos (3 veces) y espadas (9
veces), Lo arrojado desde el cielo son «municiones divinas».
Por cierto, hay frecuentes menciones de victoria (I5 veces;
‘en el resto del Nuevo Testamento se h:
traste con derrota del ¢jército. Los col
rojo (sangre) provienen de ese ambito.
blanco (=victoria) y
1.3 Términos que de una u otra forma expresan la soberanta
de Dios
En lo temporal, se destaca la perpetuidad del reinado de
Dios con expresiones como: «yo soy el alfa y la omega» (1
1 que es, que era y que ha de
imo» (1,17; 2,8; 22,13). Bles el que «tiene las
por medio de calificativos como «por los siglos de los siglos»
(aiénes:9 veces). Esa perpetuidad de la soberania de Dios se afir-
ma por el hecho de ser el creador de todo (4,11; 10,6; 14,7); el
«Dios del cielo» (11,13; 16,11), el todopoderoso (pantokrit
sos titulos descriptivos se complementan con los cuadros
de sumisién de toda por ejemplo en el cap. 4.
‘Como soberano, Dios su servicio a angeles y espiritus que
asus rdenes controlan a tierra (cf. 45-8;5,11;7,18.11;8,2s5; 15,688;
456
EL CoRDERO ¥ EL DRAGON
jo en su accién cteadora y su
lagas y calamidades), sino particular-
mente en su posicién de juez soberano y absoluto sobre el desti-
no final de los hombres, no sélo del cosmos. No son pocas las
tuna accidn politica, inseparable del poder ejercido sobre un pue-
blo; de hecho, es expresién de ese poder.
2. Contraposiciones
En el Apocalipsis encontramos una serie de contraposicio-
nes, cual antitesis, producto de una rivalidad generadora de an-
actia aqui por Dios es el Cristo, y por Satands la bestia. No se
trata de contraposiciones meramente espirituales, rel
10 de contraposiciones que involucran la
todos sus aspectos: ciudadano, comercial, soci
sblemente antagonicas.
jones entre:
Se trata concretamente de las contraposi
= Elcordero y la bestia, que son las mas conocidas.
= Aquellos marcados con el sello del Cordero (3,5.12;7,3; 20,
21,27;22,4) y los que
14,9ss; 16,2; 20,15).
- La mujer de 12,1, que también es la esposa del Cordero
(19,7;21,2),es contrapuesta a la prostituta; una sim
487Temas Te0L0Gicos
Jerusalén celestial (21,9ss),la otra Roma, la corrupta e idolé-
trica (cap. 17).
~ Por un lado est Babilonia y por otro
que representa la oposicién entre el
Satands y el de Dios.
nueva Jerusalén,
ino (0 reinado) de
= Lacontraposicién entre el abismo (9,Lll;20,1ss) y el cielo, los
dos polos de los cuales salen hacia la tierra lo demoniaco y
destructivo, y lo justiciero y salvifico, respectivamente. Dios
se asienta en el cielo; el dragén «sube del mar» (13,1).
Por cierto, hay un cielo y tierra antiguo y uno nuevo (cap.
21), que corresponden al clasico edi presente ~ edn futuro en la
teologia rabinica. En sintesis, en el Apocali
portantes antitesis que, en forma simbélica, expresan la contra-
Posicidn entre el reino (o reinado) de Dios y el reino de Satands,
que en este mundo estén en pugna. Es decir, en sustancia es una
cuestién de poder y soberania.
3. Politica como culto
Si observamos una vez més el lenguaje del Apocalipsis,
descubrimos frecuentes menciones de un altar, asi como de un
santuario. A ello se suman menciones de incensarios e incienso,
candelabros, vestimentas littirgicas, oraciones, ademas de los can-
ticos e himnos de corte litingico.
Ahora bien, dentro del contexto del Apocalipsis, ese cam-
po seméntico revela que se trata de un culto celestial, no de un
culto religioso terreno, que es llevado a cabo por los que aclaman
la soberania de Dios y del Cordero. El lenguaje es netamente sim-
bélico, expresa naturalmente sumisién ante el prvtokrdtor y juez,
soberano del mundo y Seftor de la historia. Ese culto, dado ac-
tualmente por todo el mundo celestial, todavia no se da en la
tierra.La esperanza de que pronto se le rinda ese culto en la tierra
es una de las maneras de Juan de expresar la certeza de que al-
458
FL CoRDERO ¥ EL DRAGON
gtin dia Dios seré efectivamente soberano absoluto en Ia tierra,
como lo es en el cielo, soberania que se reconoce en el culto (cf.
5,13s). Esto lo expresan claramente muchos de los canticos y acla-
maciones en el Apocalipsis. Como vemos, el lenguaje cultual es
otro de los recursos de Juan para resaltar la dimensién politica
que esta en juego. De hecho, es un recurso muy sutil, pero a la
vez elocuente. El culto es la expresién externa de reconocimiento
del poderio, si no de la supremacia de quien es venerado;el culto
lo exalta. Por eso en el Apocalipsis no se trata de idolatria religio-
sa como tal, sino de la contraposicién de ese «culto» que expresa
€l seguimiento del Cordero y et culto imperial -del Imperio a tra
vvés de la persona del emperador-,el cual es reducido a una espe-
cie de parodia (cf. 13,11-17). No en vano encontramos en el Apo-
calipsis frecuentes referencias cultuales en sentidonetamente figu-
ado, sin por tanto tratarse del culto formal religioso.
En el Apocalipsis las liturgias son de cardcter imperial: ce-
lebran la soberania de aquel que es el sefior de sefiores, rey de
reyes. Son liturgias que hacen eco a aquellas celebradas en las
grandes ciudades en ocasin de alguna hazaia favorable al pue-
lo, particularmente una victoria del rey. Estas siempre tienen
tuna dimensin politica, pues afirman la soberania del rey y su
vinculacién privilegiada con la(s) divinidad(es).
Hay dos aspectos que estan estrechamente relacionados: el
cultual, propiamente dicho, y su consecuencia politica y econé-
mica. Se rinde pleitesfa al emperadory al imperialismo (ver cmo
ambos se funden en 13,35.16s y 17,3,7.9s.18). En efecto, la rela-
cién entre culto y soberanfa era natural antafio. Emperadores y
otros soberanos eran objeto de expresiones cultuales. Algunos
eran divinizados. Por cierto, hay muchas maneras de reconocer
la soberania 0 supremacia de alguien, no pocas veces por medio
de formas cultuales (venias, genuflexiones, cénticos, procesiones).
Apocalipsis 13 expresa esto claramente: la politica convertida en
culto (cf ¥:12s), Es notable la cantidad de veces que en el Apoca-
lipsis se mencionan actos de adoracién. La raz6n evidente es que
para Juan era importante poner de relieve que solamente a Dios
se le debe adorat, es decit, El es el tinico y absoluto «Sefior de
459Teas TeaLdaicos
sefores, Rey de reyes»; El es el tinico pantoknitor. En las dos oca-
siones en que Juan esponténeamente se inclina ante el Angel re-
velador, éste le advierte: «No hagas es0, a Dios sélo has de ado-
rar» (19,10; 22,8). En efecto, como hemos visto, Eles «el que esta
sentado sobre el trono» que domina toda la tierra. No en vano
termina el Apocalipsis con la fusién de cielos y tierra (nuevos),
de modo que el trono de Dios esta entre los hombres (22,1.5).
No podemos hablar del culto sin resaltar la divinidad de
Jesucristo. Se trata de un aspecto importante, raz6n del culto cris-
tiano, que se contrapone al culto imperial. Por cierto, la divini
dad de Jesucristo en el Apocalipsis se debe ala de Dios mismo, el
Dios de los patriarcas y de Jestis. En 22,2s ambos comparten el
trono: «el trono de Dios y del Cordero». Los mismos atributos y
titulos de Dios en el Antiguo Testamento son aplicados a Jesu-
cristo, por ejemplo en 1,14 (= Dan 7,9 referido a Dios), y 21,6 (= Is
55,1 como fuente de vida). «El primero y tiltimo» se predica en
Isa 446 y 8.12 de Yave,y en Apocalipsis 127; 28,y 22,13 se
aplica a Jesucristo. De ambos se afirma ser
de Dios en 1,8 y 21,6 y de Jesucristo en 22,13. Hutu on
48 y 6,10 se refiere a Dios, y en 3,7 a Cristo. Igualmente, kyrias se
predica de ambos (de Jesucristo en 11,8; 14,13; 22,20.21)
4. Lagran ramera Babilonia
La supremacia de Roma se fundamenta especialmente en
su poderio econémico, ademas de! militar que lo sustenta. Esa
era la raz6n fundamental para mantener tantas colonias y pro-
vincias: el usufructo de sus productos. Por ello la obligacién prin-
cipal de las autoridades romanas en las provincias era asegurar
Ta recaudacién de los tributos para Roma, donde servian para
alimentar a los poderosos, que se ostentaban ampliamente en su
opulencia y fastuoso estilo de vida. La manera de asegurarse la
sumisién era, ademas de la presencia militar, el culto imperial.
Adorar a dioses del panteén romano, como hemos visto, era te-
nido como expresidn de lealtad al poder romano.
460
[EL coRpeno ¥ EL DRAGON
Ahora bien, las ciudades de Asia que adulaban a Roma
gozaban de su favoritismo, especialmente econémico. Esa adula-
ci6n se expresaba particularmente en las miiltiples formas de ce-
lebracién de las grandezas de Roma, su teligién y sus poderosos,
y mediante la construccién de templos dedicados a divinidades
romanas. Este hecho lo pinta Juan con las imagenes de las bestias
yel culto, y con el simbolo de las marcas en el cap. 13, pero espe-
cialmente en la descripcién del movimiento comercial en el cap.
18. Debemos recordar que politica, religion y economia estaban
inseparablemente entramadas.
La religi6n imperial era en el fondo un mecanismo de deitfi-
cacién del Estado mismo, sus instituciones y poderes -anotemos
que una de las divinidades centrales en el Asia Menor romana
era nada menos que la diosa Roma-, representados en el Apoc.
por las imagenes de la bestia y de la prostituta. Por eso el culto
era expresin de lealtad a esa «bestia» divinizada, de sumisién al
absolutismo romano. Nada tiene de extrafio que el culto romano
en sus miiltiples expresiones fuera para Juan simplemente saté-
nico en su amplio sentido,
En Asia las grandes ciudades se peleaban el privilegio de
ser reconocidas por Roma como la mas importante en esa region,
para asi recibir trato preferencial, tanto en el comercio como en
las construcciones que se hacian con apoyo romano. Efeso, don-
de probablemente se escribié el Apocalipsis, lo logré por encima
de Pérgamo a fines del primer siglo d.C., lo que le dio gran auge,
especialmente en tiempos de Domiciano. Uno de los caminos para
‘ganar esa preeminencia era el cultual, la exaltacién del culto im-
perial, como hemos visto anteriormente,
Ahora bien, el tema del Apocalipsis es la oposicién de po-
deres o fuerzas antagénicamente situadas: el reinado de Satands
y Sus representantes versus el de Dios y su Cristo, con la pregun-
ta «quién es sefior en el mundo» (cf. Apoc. 19). Esa oposicién,
que se refleja en el vocabulario que hemos analizado al inicio, se
‘manifiesta concretamente en la actitud anticristiana de Roma. Por
Jo mismo, se habla en sendos himnos de la recuperacién por par-
461‘Temas TeoLoaIC0s
te de Dios de su soberanis
que persiguen a los santos.
su gloria, su poder, al destruir a los
Teniendo en cuenta todo esto, nada tiene de extrafio que
esté presente en el Apocalipsis la dimensién politica, y que por
io Juan utilice imagenes del Ambito politico. Los que no rinden
culto a la bestia quedian excluidos: «nadie puede comprar ni ven-
der, excepto el que tenga la marca: el nombre de la bestia ola cifra
de su nombre» (13,17), es decir, que le pertenezca. La «marca» es
simbolo de pertenencia a alguien; la llevaban los esclavos al igual
gue el ganado. Rendir culto al emperador es reconocer que es
sefior absoluto, soberano del mundo, y eso es una incuestionable
actitud politica. Con la misma légica, para Juan el tinico senor,
absoluto soberano del mundo, es Dios.
En el Apocalipsis se emplean dos imagenes significativas
pata designar a Rom:
tia denota su poderio
de Babilonia, representada como prostituta, denota su poderio
econémico (vea el cap. 18). Ambas se encuentran entrelazadas en
17,3: «vi una mujer sentada sobre una bestia roja...». En efecto, el
poderio econémico del imperio romano tiene como asiento el po-
derio politico y militar.
La imagen de la prostituta (cap. 17) es elocuente en si. Los
profetas la utilizaron a menudo para designai
derse a dioses que aparentan ser «mas placent
Alaspecto
nes y de impurezas» (17.4.5) y el hecho de presentarse «llena de
nombres blasfemos» (17,3; cf. 13,1). Pero la imagen de la prostitu-
ta evoca otros aspectos inseparables del
econémico. Roma es una prostituta por cuanto hace la guerra
contra el Cordero y los santos (17,6.135; cf. 13,7), y seduce con sus
encantos politicos a otras naciones para ut
(17,18; 18,7), particularmente el econémico: esta «vestida
de piirpura y escarlata, adornada de oro y piedras preciosas y
petlas» (17,4; 18.14.16), obtenidos precisamente de la sumisién
462
EL CoRDERO YL ORAGON
de las naciones a su encanto (17,2; 18,6). Sus riquezas, fuente de su
poder, se enumeran en 18,12-13. En otras palabras, Roma es una
prostituta por cuanto seduce a otras naciones para su beneficio pro-
pio. Para ese fin también vale la religién. Recordemos que el culto
romano era expresién de lealtad al imperio. A su vez, los poderosos
(reyes, mercaderes y marineros) le pagan gustosos para gozar, ellos
también, de sus lujosos favores (17,2; 18,3.911.15.19): le rinden culto
yy «con el vino de su fornicacién se embriagaron los moradores de la
tierra» (17,2; 18a). Roma, que es la nueva Babilonia, es «la madre
de las meretrices y de las abominaciones de la tierra» (17,5).
Por otro lado, calificar a Roma como Bal
tuna imagen de corte netamente politico (y mil
la gran potencia que, en su afan imperi
atacé y subyugé al pueblo de Dios poniéndolo a su servic
truy6 ademas el templo de Yavé e hizo esclavos a muchos para
ponerlos a su servicio. Asi es Roma (cf. Apocalipsis 17,18). La
fue descrita en 13,2 combinando metéforas usa-
7,3-8 para los poderes que dominaron a Istael: es
«semejante a una pantera, y sus patas como de oso, y su boca
como boca de leén».
R, Bauckham nos recuerda que, como Babilonia dominé en
su tiempo al mundo en cuanto potencia pol
6 potencia econémica, r
vores incluyen oréculos contra ella. Mas atin, el simbolo
fue usado para Tiro por Isaias (23,15-18), pero nunca
para Babilonia, por cuanto se unié a otras naciones para aprove-
charse de ellas. Aunque nunca la mencioné por nombre, Apoca-
lipsis 18 ha sido compuesto por Juan utilizando mayormente ele-
mentos de los oréculos contra Tiro en Isaias 23 y Ezequiel 26-28,
La lista de is 18,12-13 proviene de aquel
con Tiro. Roma es, pues, una
potencia mi ‘que le permite ser la gran potencia econémi-
a, por eso Juan la califica como Babilonia,
463‘Temas TroLocicos
IL {Teologia politica?
srario apocaliptico, al cual recu-
dose profusamente de obras de ese género, es.
de cardcter profundamente politico. Es el caso del libro de Da-
niel, escrito como respuesta a la politica de Antioco Epifanes de
imponer la cultura helena, incluyendo sus elementos
Era el caso ya en los primeros textos de corte apoc
tos en los libros de los profetas. John Collins,
que la teolo;
‘a poderosa retérica de denuncia de los
jitarismos y las tiranias de este mundo. Se trata de praxis, de
opciones, no de especulaciones 0 verdades y conceptos en si y
mismos. Severino Croatto calificé a la apocaliptica como
tencia de los oprimidos». Una descripcién
similar hizo Richard Bauckham en relacién con la obra de Juan:
es «la mas poderosa pieza literaria de resistencia politica del pe-
iodo del temprano imperio». Una lectura atenta del Apocalipsis
desde la perspectiva del lenguaje, de las imagenes mas impor-
tantes empleadas, asf como de las interrelaciones en la trama, es
bastante reveladora en si misma. Después de haber observado
ese aspecto lingitistico y literario, veamos ahora la trama y las
escenas mas importantes.
1. Una cuesti6n de soberania
se afirma en el Apocalipsis el sefiorio supre-
‘les wel que es, que era y que ha de venir»
fa es compartida con Jesucristo, «el soberano de los reyes
de la tierra» (1,5). Hablar de «seftorio» es hablar de soberania
sobre otros, y si ésta es suprema, lo es con exclusién de cualquier
otra pretensién a tal soberania. No puede haber dos sefiores si-
\eamente supremos. En términos del Apocal
das con la soberania, tanto de Jestcristo como de Dios mismo. La
464
[EL coRDeRO Y EL DRAGON
primera (1,12-18) presenta majestuosamente a Jesucristo, «el pri-
mero ye que tiene «las llaves de la muerte y del Ha-
des». Despues del paréntesis de las siete cartas, el cap. 4 introdu-
ce la fabulosa visién de «un trono y uno sentado sobre el trono»,
a quien adoran porque él es el todopoderoso (panttakrttor) el crea~
dor de todo (4,8.11). Es decir, se empieza por presentar la sobera-
rio que la primera gran escena del Apoc:
£, 21,3; 22,1.5) son del trono de Dios, esto es,
suesti6n de poder. En ambas, imagenes del mun-
ico estén entrelazadas. Son imagenes evocadoras
que estén entretejidas en el Apocalipsis para subrayar la sobera~
nia divina, en evidente contraposicién con la pretendida sobera-
nia del emperador culttialmente expresada. La exter
berania divina sobre la
con la entrega del roll
recorrido de la
, que representa el
soberania que confiesa
Juan en el Apocalipsis no es tanto aquélla en el cielo como sobre
la tierra, que se impondré al final de los tiempos, «pronto», que
se aclama en 5,13s. Su previsidn esté expuesta al final del Apoca-
lipsis, en el cap. 21. Hablar de soberania sobre la tierra es entrar
en el campo de lo que conocemos como politica. Los caps. 12 y 13
en particular destacan, desde la presentacién misma de los per-
sonajes, el caracter politico del conflicto, pues se trata de poderes
y dominaciones sobre el mundo. Eso es evidente en el combat
luego trasladado a la tierra, que en lenguaje
ata en el cap. 12, cuyo resultado es que «el dra-
{g6n se enfurecié contra la mujer y se fue a hacer la guerra contra
los demas de su descendenciam, es decir, la Iglesia sobre la tierra.
‘Mas puntuales son las descripciones de la bestia y luego de su
lugarteniente en el cap. 13. En relacidn con este ultimo predomi-
na en particular el aspecto religioso usado como poder p
por ello luego es llamado (16,13; 19,20; 20,
cuantoa é 1u poder y su trono
y gran autoridad» (v.2).Su poder es casi absoluto: «{Quién como
la bestia y quién puede hacer la guerra contra ella?» (v. 4), pues
le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nacién:
7). El capitulo 13 es el que mas claramente desenmascara la ideo-
logia del imperio como profundamente anticristiana. Por ello no
465‘Temas teotsaicos
chace la guerra a los santos» (v.
extrafia que se resalte el culto como instrumento de domi-
nacién politica. Lo inaceptable para Juan no era que Roma domi-
nara el mundo en si, sino su pretensién de ser duenia del mundo
historia, de ser quien determinara incuestionablemente
y quién no, es decir, la pretensi6n imperial de ser dios,
to de todo y todos. No se pues, a una cues-
‘Concluyeel Apocalipsis exponiendo las manifestaciones de
Ia soberania absoluta de Dios y el Cordero. Los cap. 18 y 19 des-
criben la destruccién por parte de Dios del poderio politico y eco-
nomico de «la gran ciudad», Roma, la gran Babilonia. Es asi que
‘cha comenzado a reinar el Seftor Dios, el todopoderoso» (19,6). A
continuacién son aniquilados los reyes y sus ejércitos por aquel
1e es «Rey de reyes y Sefior de sefiores» (19,16), y la bestia y el
Iso profeta son arrojados al lago de fuego, donde luego seré
arrojado también el dragén mist la soberania de
Dios sobre el universo se manifiesta en toda su amplitud en el
juicio a todos, segiin sus obras, por parte de Aq
lun gran trono blanco» (20,11). Con ello se sella la absoluta sobe-
ania de Dios y el Cordero, que da paso a «un cielo nuevo y una
rra nueva’ salén que baja del cielo de parte de
ios» (21,18.
su
rostto y_levara
glos de los si
su nombre en la frente... y reinarén por los si-
i» (22,3-5).
Deese modo, el Apo« real de Dios
y de Jesucristo en contraposicin a cualquier otra supuesta sobe-
ania que pretenda serlo de forma absoluta y suptema, particu-
la romana. Con esa misma finalidad, Juan no sélo em-
ropio de poderes supremos, como hemos
icos de contenido pr
se encuentra en el Apocal
calipsis no se limita a la de los cielos, sino que se extiende a la de
466
FL CoRDERO ¥ EL DRAGON
la tierra. Como todopoderoso, pantotnitor, Dios la impondra a su
debido tiempo (12,17; 20,1s.7-11). Esta es una firme conviccién
judeo-cristiana, Entre tanto, el dragén y las bestias seducen a los
reyes de la tierra, inclusive presentan batalla contra Dios (16,13-16;
19,19). Dios no controla atin todo lo que sucede sobre
tiene atin dominio eficaz, sobre los soberanos. En efecto, sobr
jetra impera por ahot jue cuenta con reyes stibdi
con un impresionante ejérc
ida cotidiana, que incluye
lé de lo visible y tang
verdadero soberano sobre la tierra (es pregunta vital, porque com-
promete la razén de ser de la fidelidad cristiana a Dios y su mesias
como soberano absoluto). La primera respuesta se encuentra ya en
la presentacién de Dios como «el que vendra» (1,4) (seguro de ello,
absoluto, Pero la respuesta mas
corcel blanco en 19,11-16, en la cua inete vencedor
dela bestia: «sobre el manto y sobre el muslo lleva escrito un nom-
bre: Rey de reyes y Seftor de sefiores» (cf. 17,14).
Después de estas observaciones, zqué duda cabe de que el
s una obra con un carécter y una dimensién pol
y tey, son del
a propésito
liberador se
Ia tierra, no en el cielo, es decir, es una realidad
jca. El jinete chace guerra segiin justicia... va en-
‘vuelto en un manto teftido en sangre... pisara el lagar del vino de
la terrible ira del Dios todopoderaso» (19,11b.13.15b; cf. 14,18ss).
Nose trata de otra cosa que de la transferencia al cristianismo de |
dia de una reivi
llevada a cabo por el mesias que ven
(cf. Sal. Salomén 17,21-32; 4 Esdras 11-13; 1M;
con poder
Si bien Dios no aparece atin en el Apocalipsis como Sefor
de Ia historia humana, o al menos no es evidente que lo sea (ex-
467‘Temas trovocicos
cepto en 6 jituada en el futuro: vea 5,135), en la
cosmovisidn de Juan si es Seftor sobre los seres celestes, por e50
contexto de ese tiempo, mediante esas manifestaciones se con-
trasta la pretendida soberania romana con la de Dios. La grande-
za soberana de reyes se exaltaba con cénticos, himnos y aclama-
iones, y se celebraba cultualmente. Remedando esas expresio-
nes, en el Apocalipsis se pone de relieve en diversas escenas de
.cluyen también cénticos e himnos, la sobe-
esté contrapuesto al
los del culto judio: templo, sacerdotes, vestimentas, candelabros,
altar, pureza cultual). Contrario a lo que algunos piensan, esas
ingico, al igual que los himnos, no eran pro-
ducto de liturgias cristianas, sino parte de la presentacién dentro
del esquema de confrontacién de soberanfas en el Apocalipsis.
No se trata del culto realizado por cristianos, sino de un mundo
lo situado en el cielo. Recorclemos que
lades mediante imé-
‘genes, en lenguaje poético evocador.
2 Una cuestién de libertad
1r0 del Exodo se revela Dios ante el faraén
de las plagas, y ante los hebreos se revela
erador sacindolos de Epipt, asi también en el Apoca-
Dios se manifiesta como soberano sobre la tierra a través de va-
rias secuencias de plagas, algunas que recuerdan aquellas de
468,
EL CoRDERO ¥ EL DRAGON
Egipto, y se revela como venidero liberador de su pueblo, de to-
(cap. 21). Roma es
te, en la visién del cap. 15, se evoca expresamente el éxodo: siete
Angeles que tienen las «siete plagas» (v. 1) que se exponen en el
cap. 16, un «mar transparente», y los vencedores de la bestia
faraén/rey romano), es decir, los liberados que, después de
zar el mat, «cantan el céntico de Moisés, siervo de Dios, (que es)
el céntico del Cordero...» (v. 3; ef. Ex 15)
Las plagas en Ap 16 claramente evocan la lucha de Moisés
por la libertad de su pueblo para adorar a su Dios en el desierto.
La primera copa de la ira de Dios derramada sobre la tierra pro-
duce tilceras malignas sobre «los que tenian la marca de la bes-
tian. Esta nos recuerda la sexta plaga en Egipto (Ex 9,9). Las si-
guientes dos copas derramadas sobre las aguas, convirtiéndolas
fen sangre, recuerdan la primera plaga en Egipto (Ex 7,17). Des-
pués de la cuarta copa, que no tiene reminiscencias, el autor indi-
‘ca que los afectados «blasfemaron del nombre de Dios.
se arrepintieron para darle gloria» (v. 9, reiterado en v. 11
recuerda el estribillo en Exodo, que resalta la obstinada actitud
del fara6n rehusando reconocer la soberania de Yavé (Bx 7.3.22;
8,15.28; etc.). La aparicidn de tinieblas sobre «el reino», tras la
(Ex 10,21). La siguiente copa, la invasi6n de ranas,
segunda plaga en Egipto (Ex 8,2). La enorme granizada que cae
sobre los hombres tras la ira divina (v. 21)
rememora la octava plaga en Egipto (Ex 9,22). La descripcién en
16,18es propia de una teofania, que evoca aquella del Sinaf: «Hubo
relmpagos y voces y truenos, y sobrevino un gran terremoto...»
(vea 11,19). En sintesis, todas estas imagenes, simbolos y des-
cripciones expresan la esperanza jodnica de que, como antaho,
Dios nuevamente liberard a su pueblo de «Egipto».
fondo el credo judio de la liberacién de Egipto, por lo tanto no se
469Tomste
cos
trata de una soteriologia individualizada ni espiritual. Los que
permanecen fieles a Dios gozaran de una nueva Jerusalén, una
nueva alianza (21,7), en la que se les asegura una especie de re-
torno al paraiso, donde «no tendrn ya mas hambre ni tendrin
ya més sed, ni caer sobre ellos el sol ni ardor alguno, porque el
‘Cordero que esta en medio del trono los apacentard y los guiaré
a fuentes de aguas de vida; y enjugaré Dios toda légrima de sus
Ja muerte ya no existiré, ni lanto ni lamentos ni
irdn yan (21,4).
Por lo tanto, no se trata en el Apocalipsis de una
en un plano moral o es; ino en primer lugar de una
racién humana, de respeto a lo que hoy conocemos como «los
derechos humanos», que incluye los aspectos cultual, politico,
econémico y social, No es liberacién del pecado, sino de la act
tud hostil y totalitaria de Roma, con sus secuelas socioeconémicas,
inclusive sobre el derecho a la vida misma. Recordemos que la
in del Apocalipsis fue ocasionada, precisamente, por
n Asia.
La protesta de Juan se alzaba a Dios contra los atropellos que
sufren los cristianos, entre otros, por obra de un sistema totalita-
seguro de que el tinico que puede defenderlos es el Dios de la
La garantfa es la sangre dertamada del Cordero (5,9; 7,14;
El reinado de Dios sobre la tierra sera posible tras la des-
n real de todos los poderes y estructuras que se le oponen.
Por eso, al final, se trata de una creacién nueva,
ser una teologia de la liberacién del hom-
bre, no reducida a liberacién del pecado personal e intimista, sino
de las fuerzas y estructuras pecadoras (18,4s) que no temen de-
rramat la sangre de los justos, de los que no se doblegan ante las
tantas bestias que aparecen en la historia. Es la busqueda de la
libertad para adorar y servir a Yavé, Dios, seguros de que El es el
soberano absoluto de la historia y del mundo.
Imy
ia divina:
ard Dios a los malvados? Sin embargo, el centro de aten-
ecast
470
[BL CORDERO Y HL DRAGON
cid no es el castigo, la destruccién o la aniquilacién de los malva-
dos, sino la liberacién de los oprimidos, perseguidos y hostilizados.
La cuestién fundamental para la comunidad es el destino de los
seguidores del Cordero, no el de los seguidores de la bestia.
La respuesta que Juan espera a la situacién que viven esta
modelada en el mundo politico: que Dios intervenga y haga jus-
ticia por las maldades, castigando a los responsables y, en conse-
ccuencia, que haga prevalecer de una vez por todas su soberania
absoluta, restaurando la armonia primigenia. Esa soberania de
Dios sobre la tierra, asi como la liberacién de su pueblo fiel de la
opresién romana, no se puede dar sin la previa eliminacién de
los poderes que se interponen. En efecto, asi concluye el Apoca-
lipsis. En los cap. 20-21, tras el juicio universal, los fieles tendran
parte en la nueva Jerusalén que «desciende del cielo», que es el
dominio total de Dios y el Cordero, un mundo libre de opresién
y hostilidades, un mundo paradisiaco (pintado en 22,1-5 con co-
ores que rememoran Gen 2).
3. El Cordero degollado
Uno de los simbolos que en el Apocalipsis més claramente
se refieren al Exodo es el empleado para representar a Jestis: el
Cordero degollado. El recurso a ese simbolo es intencional: re-
presenta a Jesucristo victima del totalitarismo de los poderes po-
religioso de su tiempo, y asf se destaca en Ap 11,8. Pero
resucit6 victorioso, por eso es un cordero «de pie» (5,6). Cual
‘emblema del precio pagado lleva la cicatriz de su entrega reden-
tora: es un cordero «como degollado» (5,6). ¥ todos los que «blan-
quean sus vestiduras en la sangre del Cordero» (7,14), es decis,
que se atinan y siguen al Cordero, gozaran de la misma libertad
que resulta de la victoria sobre los poderes opresores de este
mundo. Eso se proclama expresamente en varios canticos de vic-
toria (5,95; 12,1085; 19,75).
La imagen del cordero evoca, ademas, autom:
cordero pascual de Ex 12: un cordero con fuerza liberadora (es
amTemas teotsarcos
también la metéfora del cordero en Is 53: carga con las culpas
ara expiar). Asf lo entendic Israel desde el e
en ese sentido se celebra anualment
(matanza de los
raron aquellos que untaron los.
pri
wogénitos, de la que
dinteles de sus casas con la sangre del cordero sacrificado). El
Cordero es quien ha recibido de Dios el encargo de tomar la
historia en sus manos, representada por el rollo sellado con sie-
mediante las secuencias de catés-
wita a la conversién, es decit, a reconocer la sobera-
nia absoluta de Dios.
Por todo eso se puede afirmar que la cristologia jodnica en
el Apocalipsis, como en gran medida su teologia, est «politizada»:
el Cordero es soberano y triunfante sobre los poderes politicos de!
mundo. El verdadero poder sobre la tierra ahora, encarnado en el
emperador, esta amparado por Satanés, y a éste se le opone el po-
der del Cordero (lo que nos recuerda la oposicion entre el reino de
Dios predicado por Jestisy el reino de Satanés,
mer exorcismo en Mc 1,23-27 y paralelos. Eles
res, Rey de reyes»: Eles quien reivindica a su pueblo (19,11-
21); es su redentor (liberador). El es quien asegura a sus fieles, su
«esposa», la participacién eterna en la nueva Jerusalén.
La figura del cordero adquiere todo su relieve en el con-
traste con st opuesto, la figura de la bestia. El que parece humil-
de y degollado cohtrasta con el arrogante y supuesto senor de las
vidas humanas. Ese contraste ya se encuentra en Daniel. Por eso
Juan us6 la imagen de la bestia, tomada de Dan 7,7. Esta recibié
todo su poder ig6n (13,2). Al aclarar que el dragén es «la
antigua serpiente, el llamado diablo y Satands» (12,9), se deja en
claro que se trata del seductor de la humanidad, el responsable
de las desgracias y la distancia de Dios, enemistado con Dios,
segiin Gen 3,15. Por eso, al no poder enfrentarse directamente a
Jesucristo mismo, ese dragén persigue a los demas de la descen-
dencia de «la mujer», es decir, los seguidores del Cordero, sus
hermanos (12,17).
472
EL coRDEKO ¥ EL DRAGON
Conclusions
Elcaracter
te aprovechado toda vez. que ha sido utilizado para respaldar
diferentes posiciones frente al mundo. Para unos ha servido para
se refugian en el consuelo del
Dios pronto vendra a juzgan
actitud de pasividad e indolencia frente al desenvolvimiento del
mundo secular y sus instituciones.
Para otros, el Apocalipsis ha servido para propugnar un
tenaz testimonio de compromiso cristiano que conlleva una re-
sistencia a cooperar con la tentadora corrupcién del mundo y a
vivir més bien siguiendo al Cordero, mediante una vida activa al
estilo de Jestis. Ese compromiso, que se traduce en una opcién
por los marginados y los excluidos del ambito de los poderosos
de este mundo, asi como por los ex} wundo, conde-
nados a la pobreza, resulta ser una critica a la sociedad,
Para otros, el Apocalipsis avala su actitud abiertamente
hostil hacia el mundo. Esta puede traducirse en una confronta-
cin abierta, violenta, embarcada en una lucha por la liberacién
desu mundo del dominio fisico e ideoldgico del poder dominan-
te; fue el caso del celotismo, que irrumpis abiertamente ala muerte
de Herodes, en el afto 4 a.C, y nuevamente en el 66 d.C. La con-
frontacién puede ser también de cardcter espiritual, refugindo-
en la esperanza de una intervencién divina que les devolverd
ertad y la soberania, destruyendo a los opresores, cuya ideo-
logia repugna. Esta fue la actitud de la comuniclad que se esta-
blecié en Qumran y, més cerca de nosotros, del grupo de Jim
Jones que se instalé en Guyana, 0 la rama adventista liderada
por David Koresh, enclaustrada en Waco, Texas, entre otros gru-
pos. Estos, paulatinamente, desarrollan su propia apocaliptica.
Ahora bien, en ningtin momento el Apocal
reclusién del cristiano en una piedad individuc
3‘Teams TeaLocicos
sin es netamente comunitaria. Es la comunidad de los santos.
Inclusive en las cartas, cap. 2-3, la perspectiva es comunitaria, no
de moral individualista. Concierne la conducta cara al mundo;
ctitica los sincretismos y la falta de compromiso consecuente con
Jesucristo.
La lectura exclusivamente religiosa, desde la perspectiva
del culto religioso y de «la salvacién del alma», ha llevado a la
interpretacién del Apocalipsis con mentalidad de gueto, a vi
ignorando el mundo 0 limiténdose a criticarlo. En cambio, una
lectura del Apocalipsis que toma en cuenta los factores antes
mencionados conduce a una comprensién totalmente diferente:
5 una invitacién a la resistencia activa frente a los poderes
corruptos del mundo optando por seguir al Cordero. ¥ seguir al
Cordero, «donde sea que vaya» (14,4), significa vivir activamen-
ianismo como discfpulo de Jesucristo, sanando enfer-
mos, expulsando demonios, dando de comer a los hambrientos,
liberando a los esclavizados, acercando el «reino de Dios», pro-
clamando el jubileo. Rememorando a Ezequiel, Juan asume por
encargo divino el papel de profeta anunciando (en su obra) el
juicio divino y Hamando a seguir al Cordero (cf. 10, 8-11). Por su
parte, los cristianos han de ser testigos (martires) de su particular
‘opcién «politica», la que tiene por soberano, Seftor del mundo y
a Dios y su Cordero (1,9; 6,9; 12,11.17; 17,6; 19,10;
20A). Si sufren, es precisamente por eso, por ser seguidores del
Cordero (no por cuestiones de piedad personal o de doctrinas
tedricas). El rechazo y castigo vienen de los poderes politicos, al
sentirse afectados, rechazados o simplemente cuestionados como
poder legitimo.
El cristiano reluisa aceptar que los criterios impuestos por
los poderosos de este mundo son la referencia tiltima para la vida.
Apunta a un mundo donde nadie sufrira dolor, anto, muerte y
donde Dios y su Cordero son su limpara, pues se acabs la oscu-
ridad (cap. 31). Pero, lamentablemente, a menudo se ha concen-
trado tanto la atencién en «el mas alla» y en la salvacién a titulo
personal que el Apocalipsis se entendié como justificacién para
la fuga mundi. En lugar de comprender que la Jerusalén celestial
a4
EL cORDERO Y 11 ORAGON
desciende a esta tierra, se pensaba (y atin muchos piensan) que
los justos ascenderdn a los cielos. En lugar de observar que, a
decir de Juan, la «salvaciére se inicia en esta tierra y es insepara-
ble de ella, se insistia en que se da recién después de la muer
alld en el cielo; es sélo del «alma». Se pensaba (y muchos atin
piensan) que el Apocalipsis es la afirmacién del fin del mundo,
cuando en realidad se trata del fin de esta particular forma del
mundo (cf. 1 Cor 7,31)
El mensaje del Apocalipsis no se puede entender correcta-
mente aparte del dualismo que lo recorre. Eso supone oposicién,
conflicto (aqui no hay lugar para otra reconciliacién que la de la
justicia). En ese sentido, los cap. 17 y 18 constituyen una acerba
critica del mundo endiosado: los poderes politicos y econdmicos
opresores del hombre serén destruidos al final de la historia, de
esta historia. No cuentan con misericordia ni reconciliacién algu-
na, Para los fieles al Cordero resulta en liberacién de las estructu-
ras de muerte para dar lugar a aquellas estructuras de vida, de la
Jerusalén celestial, la novia del Cordero.
El Apocalipsis es, pues, una obra «combativa», con lengua-
je dualista e imagenes poco reconfortantes para quienes viven a
espaldas de Dios. La critica a la sociedad que vive en funcién del
poder(oso) en este mundo es evidente desde el inicio. Su dualis-
mo plantea la necesidad de opciones claras, sin componendas ni
acomodos. Es lenguaje producto de un rechazo de determinadas
estructuras. En efecto, el Apocalipsis es una abierta denuncia de
la falsedad de la ideologia de los poderosos de este mundo, me-
diante la cual buscan legitimar st posicién y justificar su impe-
rialismo, Para quienes viven en funcién del poder egoista y arro-
gante, sometiendo a pueblos enteros a sus caprichos, el mensaje
del Apocalipsis es una amenaza: asegura el juicio divino, que
conlleva el fin de los poderes efimeros de este mundo (especial-
mente los cap. 17-18). Para las victimas del imperialismo de tur-
no, en cambio, el Apocalipsis es una obra de esperanza y aliento
que les asegura el triunfo del Seftor de la historia, Dios y su Cor-
dero, asi como su reivindicacién de las injusticias humanas (es-
pecialmente los cap. 7 y 14). Para los tiranos, el Apocalipsis es
415Temas eotoatcos:
tuna incémoda sentencia de condenacién; para los marginados y
Jos explotados es una reconfortante afirmacién de una real justi-
ia. Para unos anuncia destruccién, para otros reivindicacién; para
igo de azufre», para otros la «nueva Jerusal
damento es la afirmacién de que Dios es el patfokritor, el Rey de
reyes y Seftor de sefiores, y el Cordero es «el soberano de los
reyes de la tierra» (1,5), el que siempre sera. Notemos que en el
Apocalipsis el ino es universal; no es una visin indi
>. 4 es de un Dios soberano universal, césmico, como lo es la
visién de Jesucristo en el cap. 1. Al Cordero le es encomendado
nada menos que el rollo representativo de la historia universal.
Enel cap. 21, los cielos y tierra nuevos, las bodas del Conde-
ro, la Jerusalén celestial, no se refieren a realidades supraterrenas,
sino que son metéforas que remiten a un mundo renovado,
‘mundo en una situacién paradisfaca como la
tierra! Cielos y tierra se funden constituyendo una sola realidad,
en la cual Dios es el centro.
No hay afirmacién alguna (ni siquiera sugerencia, si nos
cuidamos de prejuicios) en el sentido de una destruccién
aniquiladora de este mundo. Estamos, pues, ante una «revolu-
cién» escatolégica, pero de este mundo, donde ya no reinan
dragon y las bestias y sus secuaces, -guidores del
Cordero: es el triunfo definitivo y universal (por ello cielos y tie-
rra en cierto modo se funder
dero en la tierra como en el cielo. {No estamos, pues, ante una
perspectiva de cardcter politico? Y el resultado de la pugna de
poderes, zno depende acaso tanto del partido tomado por los
hombres como de la accién decisiva de Dios y su Cristo? Por cier-
inicialmente se resalta que
lejos de la tierra Juan es introducido en ese mundo). Bs I
lo cantan las
416
EL CoRDERO YL DRAGON
ya no hay un cielo arriba y un Dios distante. Es el contraste
entre esta era y la venidera (ésta tiltima ya es realidad en el cielo).
En él, «la Jerusalén celestial que baja del cielo», el «cielo nuevo y
tierra nueva», Dios pondré su morada, su trono, con su pueblo,
seré su luz eterna. No habré més tinieblas ni dolores ni muer
no habré mas opresién e que habia sido imposible
en este mundo, mientras vivia doblegado al reino de Satands, es
le cuando todos reconozcan la soberanta de Dios. Es el cielo
ra. Ese fue el suefio de Isaias, de Jestis y de Juan. El
sis ilustra cémo no s6lo individuos sino grupos e insti-
tuciones pueden ser anti-Dios y de ese modo encaminarse hacia
su propia destruccién. Sélo el seguimiento del Cordero conduce
alla vida, al banquete, a la nueva Jerusalén.
El poder de Dios y la participacién en su rein:
presenta Juan directamente en términos de la oposi
fidelidades, a Jesucristo o al César, en real
comunidad cristiana, sino que incluye a todos los que son
mas de alguna manera de la bestia y no le rinden culto: «se le dio
poder sobre toda tribu, pueblo, lengua y nacién...» (13,75). Note-
‘mos, en esa vena universalista, que en 18,24 se acusa a Roma de
ser homicida, no s6lo de «profetas y santos», sino de «todos los
que han sido degollados sobre la tierra», es decir, de todas las
‘mas del sistema y las estructuras explotadoras y opresoras,
romanas. Aunque el Apocalipsis se compuso preocupado en pri-
‘mer lugar por la situacién propia de la comunidad cristiana, hay
sin embargo un sentido de solidaridad con todas las victimas ino-
centes del aparato estatal romano, y, més allé de él, de cualquier
sistema absolutista andlogo. No en vano se trata de Roma como
imperio universal (de ese universo que conoce Juan). Al final
hard un mundo nuevo en el que ya no habré opresores ni escl
tudes, y ese mundo no se limita a los cristianos (cf. 21,3).
La universalidad del antagonismo entre el dragén y Dios
no es sélo en el espacio, sino también en el tiempo. Ya en el mito
de los origenes del imperio de Satands, en Ap 12, se indica que,
a7Trans TeoLOcIcos
antes que le concedier:
poder a la bestia (13,2), el dragés
tands: v. 9) presenté batalla contra Dios primero en
para descender como «el que seduce al universo entero» (v. 9) y
perseguir a «la mujer» (v. 13ss). Esa persecucién se da hasta el
dia d final. Al leer atentamente el Apocali
perspectiva, observamos que Juan no se compromete a limitar
las persecuciones a st propio tiempo, para lo cual deja, con fre-
cuentes imprecisiones, abierta la dimensii
apariencia, pero su destino final, junto con el de sus seguidores,
5 la muerte, la «segunda muerte». Esto lo destacan,
Jos cap. 20-21. EI final siempre es clave. A.eso conduce la obra: el
triunfo de la vida sobre la muerte. Que se trata de la vida y la
muerte lo
tirios, sangre, etc., pero acompanadas de indicadores de
vida. Ese es también el mensaje de varios de los himnos, el triun-
fo de Dios y los suyos sobre las fuerzas de la muerte.
En pocas palabras, si hay una obra en el Nuevo Testamento
que es un eminente manifiesto de la voluntad liberadora de Dios,
tiene por finalidad asegurar a los fieles a Dios y su Cordero que
la salvaci6n sera suya, pues El es el Sehor de sefiores, Rey de
reyes. El castiga a los seguidores de la bestia, destruye
En la opinién de John Collins, la teologia del Apocal
«es mucho mas congénita a la tendencia pragmatica de la teolo-
gia de la liberacién, que no esté comprometida en la busqueda de
Ia verdad objetiva sino en la dina
ejercicio del poder politico», que a la teolo;
s de este mundo,
ides frente a los seguidores del Cord
y, como tal, es una obra marcadamente politica
478