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cep - 218 - 2000 Foto cat: Viral de Adolfo C. Winterita: La a n del Cordero Parroquia San Francisco de Doms, Li | Lia unio 200. Con tas debs lcencias CENTRO DE ESPIRITUALIDAD IGNACIANA. F falde2 780 ‘Teléfono: (51) (1) 433-6453 Fax: cepu@amauta.rcp.n¢ Junio 2000 APOCALIPSIS la fuerza de la esperanza Estudio, lectura y comentario Eduardo Arens Manuel Diaz Mateos Centro de spiritualidad 6 El cordero y el dragén. El Apocalipsis guna teologia politica? Para entender correctamente la intencién de una determi- aci6n u ocasi6n que motivé su la cual se sittia en didlogo. En las tiltimas décadas hemos tomado conciencia del influ- jo que han tenido factores de indole socio-econémica, ademas de aquellos de indole politica, en relacién con la situacién vital de ido el tinico factor determinante en la composici6n de los textos bib cos. En la antigtiedad, esas dimensiones estaban entramadas y todas estaban, en mayor o menor grado, comprometid: bido que el género apoc: ‘mente politico: florecié en contexto de adversidades, hostigamien- tos, y algunos escritos resultan de una situacién de persecucio- nes violentas, como el libro de Daniel, situacidn descrita en 7 Ma- ceabeos. Es igualmente sabido que el celotismo, conocido por sus actividades violentas contra sus «adversarios», esté estrechamente relacionado con la ideologia apocaliptica en torno a los siglos pri- de las razones por las que, aparte de 10s fueron exchuidos del canon he- sta Paginas, No. 158 (pp. 6-14) y n. 159 453 Towas TroLScaicos iaciones socio-politicas adversas y se dirigian a ién de dominak , particularmente en la tierra de Israi lates se habia compuesto antes el libro (apoc tico) de Daniel, una de las fuentes basicas de inspiracién de Juan Bajo ado, es un hecho que ningtin texto (que no sea es ideolégicamente neutral. La absoluta impar- idad simplemente no existe en las humanidades. Quien escti- be siempre lo hace desde una perspectiva y con preconceptos ideol6gicos, los cuales, consciente o inconscientemente, propug- na y defiende, Esto se impregna en el texto. Es tarea del estudio- so de textos de la antigiiedad tratar de detectarlos para compren- der su origen, particularmente en cuanto al mundo personal y del autor y su finalidad. 2Qué propugnaba y qué defendia Juan en su Apocalipsis? Una entrada segura para responder a esa importante pregunta es la simple observacién del lenguaje empleado, de las intertelaciones que marcan la trama y de las escenas mas desarrolladas. I. Observaciones literarias En lo que sigue, nuestra atencién es aquello que conocemos ampliam zatemos por los in vos y evidentes. jada en el campo de fe como «la politica». Empe- -adores lingiiisticos, que son los mas objeti- 2. Umlenguaje reveador EL CORDIRO EL DRAGON sionante cantidad de términos, muchos de ellos empleados frecuen- la obra, provenien- tes del mundo politico y afines. Vedmoslo més detenidamente. 1.1 Imagenes y simbolos del mundo politico Un término frecuentemente usado en el Apocalipsis y rela~ cionado con el mundo p que se encuentra nada menos que 47 veces. Es a la vez, uno de los mas signific el Apoc. Del mismo campo semédntico son: poderes: stibditos (9 veces); podert{o) (12 veces) 1) a Dios/al Cordero (12 veces), en contraste con adorar a la bestia (8 veces), como expresién de sumisién y reco- nocimiento de su soberania. 2s. Este titulo merece especi 0; se aplicaba regularmente para las autori- dades, entre otras el emperador. A la usanza oriental, de- notaba autoridad y soberania terrenas. Para los cristianos, el tini- co Ayrias, en el sentido de soberano, es Dios y st Cristo. En el Oriente no se usaba en el ambito cultual. Que esto es asi lo confir- man los empleos de fyrios en el Apocalipsis en expresa contrapo- idas soberanias en este mundo. Junto con la tulo atencién por tematico del Apoc. En el Apocalipsis, pavttokndtor designa la sobe- ania de Dios sobre todas las cosas; no denota la abstraccién «to- dopoderoso» como tal. Por eso es adorado por toda la creacién y en los cielos, y debe serlo también sobre la tierra. Aparte del vocabula la grandiosa descripcidn de la sala real en el cap. 4, asi como los 455 12,10; 19,6) y el triunfo de Dios sobre el mundo, que recterdan los cénticos triunfales al retorno de generales y reyes victoriosos dela guerra, Notable esa expresion sel qu esa sentado sobre el trono», que tiene fuerza de titulo honor 7,15; 21,5; vea también 4,2.3; 7,10; 19,4; 20,11). 1.2. Términos provenientes del mbito militar Guerra (9 veces; en el resto del Nuevo Testamento se encuen- tra sélo otras 7 veces). Afin es «guerrear» (5 veces). En 1217 y 17,4 se explicita que la guerra es entre el dragén/bestia y el Cordero. A.eso se puede afiadir las menciones de ejércitos (3 veces) y espadas (9 veces), Lo arrojado desde el cielo son «municiones divinas». Por cierto, hay frecuentes menciones de victoria (I5 veces; ‘en el resto del Nuevo Testamento se h: traste con derrota del ¢jército. Los col rojo (sangre) provienen de ese ambito. blanco (=victoria) y 1.3 Términos que de una u otra forma expresan la soberanta de Dios En lo temporal, se destaca la perpetuidad del reinado de Dios con expresiones como: «yo soy el alfa y la omega» (1 1 que es, que era y que ha de imo» (1,17; 2,8; 22,13). Bles el que «tiene las por medio de calificativos como «por los siglos de los siglos» (aiénes:9 veces). Esa perpetuidad de la soberania de Dios se afir- ma por el hecho de ser el creador de todo (4,11; 10,6; 14,7); el «Dios del cielo» (11,13; 16,11), el todopoderoso (pantokrit sos titulos descriptivos se complementan con los cuadros de sumisién de toda por ejemplo en el cap. 4. ‘Como soberano, Dios su servicio a angeles y espiritus que asus rdenes controlan a tierra (cf. 45-8;5,11;7,18.11;8,2s5; 15,688; 456 EL CoRDERO ¥ EL DRAGON jo en su accién cteadora y su lagas y calamidades), sino particular- mente en su posicién de juez soberano y absoluto sobre el desti- no final de los hombres, no sélo del cosmos. No son pocas las tuna accidn politica, inseparable del poder ejercido sobre un pue- blo; de hecho, es expresién de ese poder. 2. Contraposiciones En el Apocalipsis encontramos una serie de contraposicio- nes, cual antitesis, producto de una rivalidad generadora de an- actia aqui por Dios es el Cristo, y por Satands la bestia. No se trata de contraposiciones meramente espirituales, rel 10 de contraposiciones que involucran la todos sus aspectos: ciudadano, comercial, soci sblemente antagonicas. jones entre: Se trata concretamente de las contraposi = Elcordero y la bestia, que son las mas conocidas. = Aquellos marcados con el sello del Cordero (3,5.12;7,3; 20, 21,27;22,4) y los que 14,9ss; 16,2; 20,15). - La mujer de 12,1, que también es la esposa del Cordero (19,7;21,2),es contrapuesta a la prostituta; una sim 487 Temas Te0L0Gicos Jerusalén celestial (21,9ss),la otra Roma, la corrupta e idolé- trica (cap. 17). ~ Por un lado est Babilonia y por otro que representa la oposicién entre el Satands y el de Dios. nueva Jerusalén, ino (0 reinado) de = Lacontraposicién entre el abismo (9,Lll;20,1ss) y el cielo, los dos polos de los cuales salen hacia la tierra lo demoniaco y destructivo, y lo justiciero y salvifico, respectivamente. Dios se asienta en el cielo; el dragén «sube del mar» (13,1). Por cierto, hay un cielo y tierra antiguo y uno nuevo (cap. 21), que corresponden al clasico edi presente ~ edn futuro en la teologia rabinica. En sintesis, en el Apocali portantes antitesis que, en forma simbélica, expresan la contra- Posicidn entre el reino (o reinado) de Dios y el reino de Satands, que en este mundo estén en pugna. Es decir, en sustancia es una cuestién de poder y soberania. 3. Politica como culto Si observamos una vez més el lenguaje del Apocalipsis, descubrimos frecuentes menciones de un altar, asi como de un santuario. A ello se suman menciones de incensarios e incienso, candelabros, vestimentas littirgicas, oraciones, ademas de los can- ticos e himnos de corte litingico. Ahora bien, dentro del contexto del Apocalipsis, ese cam- po seméntico revela que se trata de un culto celestial, no de un culto religioso terreno, que es llevado a cabo por los que aclaman la soberania de Dios y del Cordero. El lenguaje es netamente sim- bélico, expresa naturalmente sumisién ante el prvtokrdtor y juez, soberano del mundo y Seftor de la historia. Ese culto, dado ac- tualmente por todo el mundo celestial, todavia no se da en la tierra.La esperanza de que pronto se le rinda ese culto en la tierra es una de las maneras de Juan de expresar la certeza de que al- 458 FL CoRDERO ¥ EL DRAGON gtin dia Dios seré efectivamente soberano absoluto en Ia tierra, como lo es en el cielo, soberania que se reconoce en el culto (cf. 5,13s). Esto lo expresan claramente muchos de los canticos y acla- maciones en el Apocalipsis. Como vemos, el lenguaje cultual es otro de los recursos de Juan para resaltar la dimensién politica que esta en juego. De hecho, es un recurso muy sutil, pero a la vez elocuente. El culto es la expresién externa de reconocimiento del poderio, si no de la supremacia de quien es venerado;el culto lo exalta. Por eso en el Apocalipsis no se trata de idolatria religio- sa como tal, sino de la contraposicién de ese «culto» que expresa €l seguimiento del Cordero y et culto imperial -del Imperio a tra vvés de la persona del emperador-,el cual es reducido a una espe- cie de parodia (cf. 13,11-17). No en vano encontramos en el Apo- calipsis frecuentes referencias cultuales en sentidonetamente figu- ado, sin por tanto tratarse del culto formal religioso. En el Apocalipsis las liturgias son de cardcter imperial: ce- lebran la soberania de aquel que es el sefior de sefiores, rey de reyes. Son liturgias que hacen eco a aquellas celebradas en las grandes ciudades en ocasin de alguna hazaia favorable al pue- lo, particularmente una victoria del rey. Estas siempre tienen tuna dimensin politica, pues afirman la soberania del rey y su vinculacién privilegiada con la(s) divinidad(es). Hay dos aspectos que estan estrechamente relacionados: el cultual, propiamente dicho, y su consecuencia politica y econé- mica. Se rinde pleitesfa al emperadory al imperialismo (ver cmo ambos se funden en 13,35.16s y 17,3,7.9s.18). En efecto, la rela- cién entre culto y soberanfa era natural antafio. Emperadores y otros soberanos eran objeto de expresiones cultuales. Algunos eran divinizados. Por cierto, hay muchas maneras de reconocer la soberania 0 supremacia de alguien, no pocas veces por medio de formas cultuales (venias, genuflexiones, cénticos, procesiones). Apocalipsis 13 expresa esto claramente: la politica convertida en culto (cf ¥:12s), Es notable la cantidad de veces que en el Apoca- lipsis se mencionan actos de adoracién. La raz6n evidente es que para Juan era importante poner de relieve que solamente a Dios se le debe adorat, es decit, El es el tinico y absoluto «Sefior de 459 Teas TeaLdaicos sefores, Rey de reyes»; El es el tinico pantoknitor. En las dos oca- siones en que Juan esponténeamente se inclina ante el Angel re- velador, éste le advierte: «No hagas es0, a Dios sélo has de ado- rar» (19,10; 22,8). En efecto, como hemos visto, Eles «el que esta sentado sobre el trono» que domina toda la tierra. No en vano termina el Apocalipsis con la fusién de cielos y tierra (nuevos), de modo que el trono de Dios esta entre los hombres (22,1.5). No podemos hablar del culto sin resaltar la divinidad de Jesucristo. Se trata de un aspecto importante, raz6n del culto cris- tiano, que se contrapone al culto imperial. Por cierto, la divini dad de Jesucristo en el Apocalipsis se debe ala de Dios mismo, el Dios de los patriarcas y de Jestis. En 22,2s ambos comparten el trono: «el trono de Dios y del Cordero». Los mismos atributos y titulos de Dios en el Antiguo Testamento son aplicados a Jesu- cristo, por ejemplo en 1,14 (= Dan 7,9 referido a Dios), y 21,6 (= Is 55,1 como fuente de vida). «El primero y tiltimo» se predica en Isa 446 y 8.12 de Yave,y en Apocalipsis 127; 28,y 22,13 se aplica a Jesucristo. De ambos se afirma ser de Dios en 1,8 y 21,6 y de Jesucristo en 22,13. Hutu on 48 y 6,10 se refiere a Dios, y en 3,7 a Cristo. Igualmente, kyrias se predica de ambos (de Jesucristo en 11,8; 14,13; 22,20.21) 4. Lagran ramera Babilonia La supremacia de Roma se fundamenta especialmente en su poderio econémico, ademas de! militar que lo sustenta. Esa era la raz6n fundamental para mantener tantas colonias y pro- vincias: el usufructo de sus productos. Por ello la obligacién prin- cipal de las autoridades romanas en las provincias era asegurar Ta recaudacién de los tributos para Roma, donde servian para alimentar a los poderosos, que se ostentaban ampliamente en su opulencia y fastuoso estilo de vida. La manera de asegurarse la sumisién era, ademas de la presencia militar, el culto imperial. Adorar a dioses del panteén romano, como hemos visto, era te- nido como expresidn de lealtad al poder romano. 460 [EL coRpeno ¥ EL DRAGON Ahora bien, las ciudades de Asia que adulaban a Roma gozaban de su favoritismo, especialmente econémico. Esa adula- ci6n se expresaba particularmente en las miiltiples formas de ce- lebracién de las grandezas de Roma, su teligién y sus poderosos, y mediante la construccién de templos dedicados a divinidades romanas. Este hecho lo pinta Juan con las imagenes de las bestias yel culto, y con el simbolo de las marcas en el cap. 13, pero espe- cialmente en la descripcién del movimiento comercial en el cap. 18. Debemos recordar que politica, religion y economia estaban inseparablemente entramadas. La religi6n imperial era en el fondo un mecanismo de deitfi- cacién del Estado mismo, sus instituciones y poderes -anotemos que una de las divinidades centrales en el Asia Menor romana era nada menos que la diosa Roma-, representados en el Apoc. por las imagenes de la bestia y de la prostituta. Por eso el culto era expresin de lealtad a esa «bestia» divinizada, de sumisién al absolutismo romano. Nada tiene de extrafio que el culto romano en sus miiltiples expresiones fuera para Juan simplemente saté- nico en su amplio sentido, En Asia las grandes ciudades se peleaban el privilegio de ser reconocidas por Roma como la mas importante en esa region, para asi recibir trato preferencial, tanto en el comercio como en las construcciones que se hacian con apoyo romano. Efeso, don- de probablemente se escribié el Apocalipsis, lo logré por encima de Pérgamo a fines del primer siglo d.C., lo que le dio gran auge, especialmente en tiempos de Domiciano. Uno de los caminos para ‘ganar esa preeminencia era el cultual, la exaltacién del culto im- perial, como hemos visto anteriormente, Ahora bien, el tema del Apocalipsis es la oposicién de po- deres o fuerzas antagénicamente situadas: el reinado de Satands y Sus representantes versus el de Dios y su Cristo, con la pregun- ta «quién es sefior en el mundo» (cf. Apoc. 19). Esa oposicién, que se refleja en el vocabulario que hemos analizado al inicio, se ‘manifiesta concretamente en la actitud anticristiana de Roma. Por Jo mismo, se habla en sendos himnos de la recuperacién por par- 461 ‘Temas TeoLoaIC0s te de Dios de su soberanis que persiguen a los santos. su gloria, su poder, al destruir a los Teniendo en cuenta todo esto, nada tiene de extrafio que esté presente en el Apocalipsis la dimensién politica, y que por io Juan utilice imagenes del Ambito politico. Los que no rinden culto a la bestia quedian excluidos: «nadie puede comprar ni ven- der, excepto el que tenga la marca: el nombre de la bestia ola cifra de su nombre» (13,17), es decir, que le pertenezca. La «marca» es simbolo de pertenencia a alguien; la llevaban los esclavos al igual gue el ganado. Rendir culto al emperador es reconocer que es sefior absoluto, soberano del mundo, y eso es una incuestionable actitud politica. Con la misma légica, para Juan el tinico senor, absoluto soberano del mundo, es Dios. En el Apocalipsis se emplean dos imagenes significativas pata designar a Rom: tia denota su poderio de Babilonia, representada como prostituta, denota su poderio econémico (vea el cap. 18). Ambas se encuentran entrelazadas en 17,3: «vi una mujer sentada sobre una bestia roja...». En efecto, el poderio econémico del imperio romano tiene como asiento el po- derio politico y militar. La imagen de la prostituta (cap. 17) es elocuente en si. Los profetas la utilizaron a menudo para designai derse a dioses que aparentan ser «mas placent Alaspecto nes y de impurezas» (17.4.5) y el hecho de presentarse «llena de nombres blasfemos» (17,3; cf. 13,1). Pero la imagen de la prostitu- ta evoca otros aspectos inseparables del econémico. Roma es una prostituta por cuanto hace la guerra contra el Cordero y los santos (17,6.135; cf. 13,7), y seduce con sus encantos politicos a otras naciones para ut (17,18; 18,7), particularmente el econémico: esta «vestida de piirpura y escarlata, adornada de oro y piedras preciosas y petlas» (17,4; 18.14.16), obtenidos precisamente de la sumisién 462 EL CoRDERO YL ORAGON de las naciones a su encanto (17,2; 18,6). Sus riquezas, fuente de su poder, se enumeran en 18,12-13. En otras palabras, Roma es una prostituta por cuanto seduce a otras naciones para su beneficio pro- pio. Para ese fin también vale la religién. Recordemos que el culto romano era expresién de lealtad al imperio. A su vez, los poderosos (reyes, mercaderes y marineros) le pagan gustosos para gozar, ellos también, de sus lujosos favores (17,2; 18,3.911.15.19): le rinden culto yy «con el vino de su fornicacién se embriagaron los moradores de la tierra» (17,2; 18a). Roma, que es la nueva Babilonia, es «la madre de las meretrices y de las abominaciones de la tierra» (17,5). Por otro lado, calificar a Roma como Bal tuna imagen de corte netamente politico (y mil la gran potencia que, en su afan imperi atacé y subyugé al pueblo de Dios poniéndolo a su servic truy6 ademas el templo de Yavé e hizo esclavos a muchos para ponerlos a su servicio. Asi es Roma (cf. Apocalipsis 17,18). La fue descrita en 13,2 combinando metéforas usa- 7,3-8 para los poderes que dominaron a Istael: es «semejante a una pantera, y sus patas como de oso, y su boca como boca de leén». R, Bauckham nos recuerda que, como Babilonia dominé en su tiempo al mundo en cuanto potencia pol 6 potencia econémica, r vores incluyen oréculos contra ella. Mas atin, el simbolo fue usado para Tiro por Isaias (23,15-18), pero nunca para Babilonia, por cuanto se unié a otras naciones para aprove- charse de ellas. Aunque nunca la mencioné por nombre, Apoca- lipsis 18 ha sido compuesto por Juan utilizando mayormente ele- mentos de los oréculos contra Tiro en Isaias 23 y Ezequiel 26-28, La lista de is 18,12-13 proviene de aquel con Tiro. Roma es, pues, una potencia mi ‘que le permite ser la gran potencia econémi- a, por eso Juan la califica como Babilonia, 463 ‘Temas TroLocicos IL {Teologia politica? srario apocaliptico, al cual recu- dose profusamente de obras de ese género, es. de cardcter profundamente politico. Es el caso del libro de Da- niel, escrito como respuesta a la politica de Antioco Epifanes de imponer la cultura helena, incluyendo sus elementos Era el caso ya en los primeros textos de corte apoc tos en los libros de los profetas. John Collins, que la teolo; ‘a poderosa retérica de denuncia de los jitarismos y las tiranias de este mundo. Se trata de praxis, de opciones, no de especulaciones 0 verdades y conceptos en si y mismos. Severino Croatto calificé a la apocaliptica como tencia de los oprimidos». Una descripcién similar hizo Richard Bauckham en relacién con la obra de Juan: es «la mas poderosa pieza literaria de resistencia politica del pe- iodo del temprano imperio». Una lectura atenta del Apocalipsis desde la perspectiva del lenguaje, de las imagenes mas impor- tantes empleadas, asf como de las interrelaciones en la trama, es bastante reveladora en si misma. Después de haber observado ese aspecto lingitistico y literario, veamos ahora la trama y las escenas mas importantes. 1. Una cuesti6n de soberania se afirma en el Apocalipsis el sefiorio supre- ‘les wel que es, que era y que ha de venir» fa es compartida con Jesucristo, «el soberano de los reyes de la tierra» (1,5). Hablar de «seftorio» es hablar de soberania sobre otros, y si ésta es suprema, lo es con exclusién de cualquier otra pretensién a tal soberania. No puede haber dos sefiores si- \eamente supremos. En términos del Apocal das con la soberania, tanto de Jestcristo como de Dios mismo. La 464 [EL coRDeRO Y EL DRAGON primera (1,12-18) presenta majestuosamente a Jesucristo, «el pri- mero ye que tiene «las llaves de la muerte y del Ha- des». Despues del paréntesis de las siete cartas, el cap. 4 introdu- ce la fabulosa visién de «un trono y uno sentado sobre el trono», a quien adoran porque él es el todopoderoso (panttakrttor) el crea~ dor de todo (4,8.11). Es decir, se empieza por presentar la sobera- rio que la primera gran escena del Apoc: £, 21,3; 22,1.5) son del trono de Dios, esto es, suesti6n de poder. En ambas, imagenes del mun- ico estén entrelazadas. Son imagenes evocadoras que estén entretejidas en el Apocalipsis para subrayar la sobera~ nia divina, en evidente contraposicién con la pretendida sobera- nia del emperador culttialmente expresada. La exter berania divina sobre la con la entrega del roll recorrido de la , que representa el soberania que confiesa Juan en el Apocalipsis no es tanto aquélla en el cielo como sobre la tierra, que se impondré al final de los tiempos, «pronto», que se aclama en 5,13s. Su previsidn esté expuesta al final del Apoca- lipsis, en el cap. 21. Hablar de soberania sobre la tierra es entrar en el campo de lo que conocemos como politica. Los caps. 12 y 13 en particular destacan, desde la presentacién misma de los per- sonajes, el caracter politico del conflicto, pues se trata de poderes y dominaciones sobre el mundo. Eso es evidente en el combat luego trasladado a la tierra, que en lenguaje ata en el cap. 12, cuyo resultado es que «el dra- {g6n se enfurecié contra la mujer y se fue a hacer la guerra contra los demas de su descendenciam, es decir, la Iglesia sobre la tierra. ‘Mas puntuales son las descripciones de la bestia y luego de su lugarteniente en el cap. 13. En relacidn con este ultimo predomi- na en particular el aspecto religioso usado como poder p por ello luego es llamado (16,13; 19,20; 20, cuantoa é 1u poder y su trono y gran autoridad» (v.2).Su poder es casi absoluto: «{Quién como la bestia y quién puede hacer la guerra contra ella?» (v. 4), pues le dio autoridad sobre toda tribu, pueblo, lengua y nacién: 7). El capitulo 13 es el que mas claramente desenmascara la ideo- logia del imperio como profundamente anticristiana. Por ello no 465 ‘Temas teotsaicos chace la guerra a los santos» (v. extrafia que se resalte el culto como instrumento de domi- nacién politica. Lo inaceptable para Juan no era que Roma domi- nara el mundo en si, sino su pretensién de ser duenia del mundo historia, de ser quien determinara incuestionablemente y quién no, es decir, la pretensi6n imperial de ser dios, to de todo y todos. No se pues, a una cues- ‘Concluyeel Apocalipsis exponiendo las manifestaciones de Ia soberania absoluta de Dios y el Cordero. Los cap. 18 y 19 des- criben la destruccién por parte de Dios del poderio politico y eco- nomico de «la gran ciudad», Roma, la gran Babilonia. Es asi que ‘cha comenzado a reinar el Seftor Dios, el todopoderoso» (19,6). A continuacién son aniquilados los reyes y sus ejércitos por aquel 1e es «Rey de reyes y Sefior de sefiores» (19,16), y la bestia y el Iso profeta son arrojados al lago de fuego, donde luego seré arrojado también el dragén mist la soberania de Dios sobre el universo se manifiesta en toda su amplitud en el juicio a todos, segiin sus obras, por parte de Aq lun gran trono blanco» (20,11). Con ello se sella la absoluta sobe- ania de Dios y el Cordero, que da paso a «un cielo nuevo y una rra nueva’ salén que baja del cielo de parte de ios» (21,18. su rostto y_levara glos de los si su nombre en la frente... y reinarén por los si- i» (22,3-5). Deese modo, el Apo« real de Dios y de Jesucristo en contraposicin a cualquier otra supuesta sobe- ania que pretenda serlo de forma absoluta y suptema, particu- la romana. Con esa misma finalidad, Juan no sélo em- ropio de poderes supremos, como hemos icos de contenido pr se encuentra en el Apocal calipsis no se limita a la de los cielos, sino que se extiende a la de 466 FL CoRDERO ¥ EL DRAGON la tierra. Como todopoderoso, pantotnitor, Dios la impondra a su debido tiempo (12,17; 20,1s.7-11). Esta es una firme conviccién judeo-cristiana, Entre tanto, el dragén y las bestias seducen a los reyes de la tierra, inclusive presentan batalla contra Dios (16,13-16; 19,19). Dios no controla atin todo lo que sucede sobre tiene atin dominio eficaz, sobre los soberanos. En efecto, sobr jetra impera por ahot jue cuenta con reyes stibdi con un impresionante ejérc ida cotidiana, que incluye lé de lo visible y tang verdadero soberano sobre la tierra (es pregunta vital, porque com- promete la razén de ser de la fidelidad cristiana a Dios y su mesias como soberano absoluto). La primera respuesta se encuentra ya en la presentacién de Dios como «el que vendra» (1,4) (seguro de ello, absoluto, Pero la respuesta mas corcel blanco en 19,11-16, en la cua inete vencedor dela bestia: «sobre el manto y sobre el muslo lleva escrito un nom- bre: Rey de reyes y Seftor de sefiores» (cf. 17,14). Después de estas observaciones, zqué duda cabe de que el s una obra con un carécter y una dimensién pol y tey, son del a propésito liberador se Ia tierra, no en el cielo, es decir, es una realidad jca. El jinete chace guerra segiin justicia... va en- ‘vuelto en un manto teftido en sangre... pisara el lagar del vino de la terrible ira del Dios todopoderaso» (19,11b.13.15b; cf. 14,18ss). Nose trata de otra cosa que de la transferencia al cristianismo de | dia de una reivi llevada a cabo por el mesias que ven (cf. Sal. Salomén 17,21-32; 4 Esdras 11-13; 1M; con poder Si bien Dios no aparece atin en el Apocalipsis como Sefor de Ia historia humana, o al menos no es evidente que lo sea (ex- 467 ‘Temas trovocicos cepto en 6 jituada en el futuro: vea 5,135), en la cosmovisidn de Juan si es Seftor sobre los seres celestes, por e50 contexto de ese tiempo, mediante esas manifestaciones se con- trasta la pretendida soberania romana con la de Dios. La grande- za soberana de reyes se exaltaba con cénticos, himnos y aclama- iones, y se celebraba cultualmente. Remedando esas expresio- nes, en el Apocalipsis se pone de relieve en diversas escenas de .cluyen también cénticos e himnos, la sobe- esté contrapuesto al los del culto judio: templo, sacerdotes, vestimentas, candelabros, altar, pureza cultual). Contrario a lo que algunos piensan, esas ingico, al igual que los himnos, no eran pro- ducto de liturgias cristianas, sino parte de la presentacién dentro del esquema de confrontacién de soberanfas en el Apocalipsis. No se trata del culto realizado por cristianos, sino de un mundo lo situado en el cielo. Recorclemos que lades mediante imé- ‘genes, en lenguaje poético evocador. 2 Una cuestién de libertad 1r0 del Exodo se revela Dios ante el faraén de las plagas, y ante los hebreos se revela erador sacindolos de Epipt, asi también en el Apoca- Dios se manifiesta como soberano sobre la tierra a través de va- rias secuencias de plagas, algunas que recuerdan aquellas de 468, EL CoRDERO ¥ EL DRAGON Egipto, y se revela como venidero liberador de su pueblo, de to- (cap. 21). Roma es te, en la visién del cap. 15, se evoca expresamente el éxodo: siete Angeles que tienen las «siete plagas» (v. 1) que se exponen en el cap. 16, un «mar transparente», y los vencedores de la bestia faraén/rey romano), es decir, los liberados que, después de zar el mat, «cantan el céntico de Moisés, siervo de Dios, (que es) el céntico del Cordero...» (v. 3; ef. Ex 15) Las plagas en Ap 16 claramente evocan la lucha de Moisés por la libertad de su pueblo para adorar a su Dios en el desierto. La primera copa de la ira de Dios derramada sobre la tierra pro- duce tilceras malignas sobre «los que tenian la marca de la bes- tian. Esta nos recuerda la sexta plaga en Egipto (Ex 9,9). Las si- guientes dos copas derramadas sobre las aguas, convirtiéndolas fen sangre, recuerdan la primera plaga en Egipto (Ex 7,17). Des- pués de la cuarta copa, que no tiene reminiscencias, el autor indi- ‘ca que los afectados «blasfemaron del nombre de Dios. se arrepintieron para darle gloria» (v. 9, reiterado en v. 11 recuerda el estribillo en Exodo, que resalta la obstinada actitud del fara6n rehusando reconocer la soberania de Yavé (Bx 7.3.22; 8,15.28; etc.). La aparicidn de tinieblas sobre «el reino», tras la (Ex 10,21). La siguiente copa, la invasi6n de ranas, segunda plaga en Egipto (Ex 8,2). La enorme granizada que cae sobre los hombres tras la ira divina (v. 21) rememora la octava plaga en Egipto (Ex 9,22). La descripcién en 16,18es propia de una teofania, que evoca aquella del Sinaf: «Hubo relmpagos y voces y truenos, y sobrevino un gran terremoto...» (vea 11,19). En sintesis, todas estas imagenes, simbolos y des- cripciones expresan la esperanza jodnica de que, como antaho, Dios nuevamente liberard a su pueblo de «Egipto». fondo el credo judio de la liberacién de Egipto, por lo tanto no se 469 Tomste cos trata de una soteriologia individualizada ni espiritual. Los que permanecen fieles a Dios gozaran de una nueva Jerusalén, una nueva alianza (21,7), en la que se les asegura una especie de re- torno al paraiso, donde «no tendrn ya mas hambre ni tendrin ya més sed, ni caer sobre ellos el sol ni ardor alguno, porque el ‘Cordero que esta en medio del trono los apacentard y los guiaré a fuentes de aguas de vida; y enjugaré Dios toda légrima de sus Ja muerte ya no existiré, ni lanto ni lamentos ni irdn yan (21,4). Por lo tanto, no se trata en el Apocalipsis de una en un plano moral o es; ino en primer lugar de una racién humana, de respeto a lo que hoy conocemos como «los derechos humanos», que incluye los aspectos cultual, politico, econémico y social, No es liberacién del pecado, sino de la act tud hostil y totalitaria de Roma, con sus secuelas socioeconémicas, inclusive sobre el derecho a la vida misma. Recordemos que la in del Apocalipsis fue ocasionada, precisamente, por n Asia. La protesta de Juan se alzaba a Dios contra los atropellos que sufren los cristianos, entre otros, por obra de un sistema totalita- seguro de que el tinico que puede defenderlos es el Dios de la La garantfa es la sangre dertamada del Cordero (5,9; 7,14; El reinado de Dios sobre la tierra sera posible tras la des- n real de todos los poderes y estructuras que se le oponen. Por eso, al final, se trata de una creacién nueva, ser una teologia de la liberacién del hom- bre, no reducida a liberacién del pecado personal e intimista, sino de las fuerzas y estructuras pecadoras (18,4s) que no temen de- rramat la sangre de los justos, de los que no se doblegan ante las tantas bestias que aparecen en la historia. Es la busqueda de la libertad para adorar y servir a Yavé, Dios, seguros de que El es el soberano absoluto de la historia y del mundo. Imy ia divina: ard Dios a los malvados? Sin embargo, el centro de aten- ecast 470 [BL CORDERO Y HL DRAGON cid no es el castigo, la destruccién o la aniquilacién de los malva- dos, sino la liberacién de los oprimidos, perseguidos y hostilizados. La cuestién fundamental para la comunidad es el destino de los seguidores del Cordero, no el de los seguidores de la bestia. La respuesta que Juan espera a la situacién que viven esta modelada en el mundo politico: que Dios intervenga y haga jus- ticia por las maldades, castigando a los responsables y, en conse- ccuencia, que haga prevalecer de una vez por todas su soberania absoluta, restaurando la armonia primigenia. Esa soberania de Dios sobre la tierra, asi como la liberacién de su pueblo fiel de la opresién romana, no se puede dar sin la previa eliminacién de los poderes que se interponen. En efecto, asi concluye el Apoca- lipsis. En los cap. 20-21, tras el juicio universal, los fieles tendran parte en la nueva Jerusalén que «desciende del cielo», que es el dominio total de Dios y el Cordero, un mundo libre de opresién y hostilidades, un mundo paradisiaco (pintado en 22,1-5 con co- ores que rememoran Gen 2). 3. El Cordero degollado Uno de los simbolos que en el Apocalipsis més claramente se refieren al Exodo es el empleado para representar a Jestis: el Cordero degollado. El recurso a ese simbolo es intencional: re- presenta a Jesucristo victima del totalitarismo de los poderes po- religioso de su tiempo, y asf se destaca en Ap 11,8. Pero resucit6 victorioso, por eso es un cordero «de pie» (5,6). Cual ‘emblema del precio pagado lleva la cicatriz de su entrega reden- tora: es un cordero «como degollado» (5,6). ¥ todos los que «blan- quean sus vestiduras en la sangre del Cordero» (7,14), es decis, que se atinan y siguen al Cordero, gozaran de la misma libertad que resulta de la victoria sobre los poderes opresores de este mundo. Eso se proclama expresamente en varios canticos de vic- toria (5,95; 12,1085; 19,75). La imagen del cordero evoca, ademas, autom: cordero pascual de Ex 12: un cordero con fuerza liberadora (es am Temas teotsarcos también la metéfora del cordero en Is 53: carga con las culpas ara expiar). Asf lo entendic Israel desde el e en ese sentido se celebra anualment (matanza de los raron aquellos que untaron los. pri wogénitos, de la que dinteles de sus casas con la sangre del cordero sacrificado). El Cordero es quien ha recibido de Dios el encargo de tomar la historia en sus manos, representada por el rollo sellado con sie- mediante las secuencias de catés- wita a la conversién, es decit, a reconocer la sobera- nia absoluta de Dios. Por todo eso se puede afirmar que la cristologia jodnica en el Apocalipsis, como en gran medida su teologia, est «politizada»: el Cordero es soberano y triunfante sobre los poderes politicos de! mundo. El verdadero poder sobre la tierra ahora, encarnado en el emperador, esta amparado por Satanés, y a éste se le opone el po- der del Cordero (lo que nos recuerda la oposicion entre el reino de Dios predicado por Jestisy el reino de Satanés, mer exorcismo en Mc 1,23-27 y paralelos. Eles res, Rey de reyes»: Eles quien reivindica a su pueblo (19,11- 21); es su redentor (liberador). El es quien asegura a sus fieles, su «esposa», la participacién eterna en la nueva Jerusalén. La figura del cordero adquiere todo su relieve en el con- traste con st opuesto, la figura de la bestia. El que parece humil- de y degollado cohtrasta con el arrogante y supuesto senor de las vidas humanas. Ese contraste ya se encuentra en Daniel. Por eso Juan us6 la imagen de la bestia, tomada de Dan 7,7. Esta recibié todo su poder ig6n (13,2). Al aclarar que el dragén es «la antigua serpiente, el llamado diablo y Satands» (12,9), se deja en claro que se trata del seductor de la humanidad, el responsable de las desgracias y la distancia de Dios, enemistado con Dios, segiin Gen 3,15. Por eso, al no poder enfrentarse directamente a Jesucristo mismo, ese dragén persigue a los demas de la descen- dencia de «la mujer», es decir, los seguidores del Cordero, sus hermanos (12,17). 472 EL coRDEKO ¥ EL DRAGON Conclusions Elcaracter te aprovechado toda vez. que ha sido utilizado para respaldar diferentes posiciones frente al mundo. Para unos ha servido para se refugian en el consuelo del Dios pronto vendra a juzgan actitud de pasividad e indolencia frente al desenvolvimiento del mundo secular y sus instituciones. Para otros, el Apocalipsis ha servido para propugnar un tenaz testimonio de compromiso cristiano que conlleva una re- sistencia a cooperar con la tentadora corrupcién del mundo y a vivir més bien siguiendo al Cordero, mediante una vida activa al estilo de Jestis. Ese compromiso, que se traduce en una opcién por los marginados y los excluidos del ambito de los poderosos de este mundo, asi como por los ex} wundo, conde- nados a la pobreza, resulta ser una critica a la sociedad, Para otros, el Apocalipsis avala su actitud abiertamente hostil hacia el mundo. Esta puede traducirse en una confronta- cin abierta, violenta, embarcada en una lucha por la liberacién desu mundo del dominio fisico e ideoldgico del poder dominan- te; fue el caso del celotismo, que irrumpis abiertamente ala muerte de Herodes, en el afto 4 a.C, y nuevamente en el 66 d.C. La con- frontacién puede ser también de cardcter espiritual, refugindo- en la esperanza de una intervencién divina que les devolverd ertad y la soberania, destruyendo a los opresores, cuya ideo- logia repugna. Esta fue la actitud de la comuniclad que se esta- blecié en Qumran y, més cerca de nosotros, del grupo de Jim Jones que se instalé en Guyana, 0 la rama adventista liderada por David Koresh, enclaustrada en Waco, Texas, entre otros gru- pos. Estos, paulatinamente, desarrollan su propia apocaliptica. Ahora bien, en ningtin momento el Apocal reclusién del cristiano en una piedad individuc 3 ‘Teams TeaLocicos sin es netamente comunitaria. Es la comunidad de los santos. Inclusive en las cartas, cap. 2-3, la perspectiva es comunitaria, no de moral individualista. Concierne la conducta cara al mundo; ctitica los sincretismos y la falta de compromiso consecuente con Jesucristo. La lectura exclusivamente religiosa, desde la perspectiva del culto religioso y de «la salvacién del alma», ha llevado a la interpretacién del Apocalipsis con mentalidad de gueto, a vi ignorando el mundo 0 limiténdose a criticarlo. En cambio, una lectura del Apocalipsis que toma en cuenta los factores antes mencionados conduce a una comprensién totalmente diferente: 5 una invitacién a la resistencia activa frente a los poderes corruptos del mundo optando por seguir al Cordero. ¥ seguir al Cordero, «donde sea que vaya» (14,4), significa vivir activamen- ianismo como discfpulo de Jesucristo, sanando enfer- mos, expulsando demonios, dando de comer a los hambrientos, liberando a los esclavizados, acercando el «reino de Dios», pro- clamando el jubileo. Rememorando a Ezequiel, Juan asume por encargo divino el papel de profeta anunciando (en su obra) el juicio divino y Hamando a seguir al Cordero (cf. 10, 8-11). Por su parte, los cristianos han de ser testigos (martires) de su particular ‘opcién «politica», la que tiene por soberano, Seftor del mundo y a Dios y su Cordero (1,9; 6,9; 12,11.17; 17,6; 19,10; 20A). Si sufren, es precisamente por eso, por ser seguidores del Cordero (no por cuestiones de piedad personal o de doctrinas tedricas). El rechazo y castigo vienen de los poderes politicos, al sentirse afectados, rechazados o simplemente cuestionados como poder legitimo. El cristiano reluisa aceptar que los criterios impuestos por los poderosos de este mundo son la referencia tiltima para la vida. Apunta a un mundo donde nadie sufrira dolor, anto, muerte y donde Dios y su Cordero son su limpara, pues se acabs la oscu- ridad (cap. 31). Pero, lamentablemente, a menudo se ha concen- trado tanto la atencién en «el mas alla» y en la salvacién a titulo personal que el Apocalipsis se entendié como justificacién para la fuga mundi. En lugar de comprender que la Jerusalén celestial a4 EL cORDERO Y 11 ORAGON desciende a esta tierra, se pensaba (y atin muchos piensan) que los justos ascenderdn a los cielos. En lugar de observar que, a decir de Juan, la «salvaciére se inicia en esta tierra y es insepara- ble de ella, se insistia en que se da recién después de la muer alld en el cielo; es sélo del «alma». Se pensaba (y muchos atin piensan) que el Apocalipsis es la afirmacién del fin del mundo, cuando en realidad se trata del fin de esta particular forma del mundo (cf. 1 Cor 7,31) El mensaje del Apocalipsis no se puede entender correcta- mente aparte del dualismo que lo recorre. Eso supone oposicién, conflicto (aqui no hay lugar para otra reconciliacién que la de la justicia). En ese sentido, los cap. 17 y 18 constituyen una acerba critica del mundo endiosado: los poderes politicos y econdmicos opresores del hombre serén destruidos al final de la historia, de esta historia. No cuentan con misericordia ni reconciliacién algu- na, Para los fieles al Cordero resulta en liberacién de las estructu- ras de muerte para dar lugar a aquellas estructuras de vida, de la Jerusalén celestial, la novia del Cordero. El Apocalipsis es, pues, una obra «combativa», con lengua- je dualista e imagenes poco reconfortantes para quienes viven a espaldas de Dios. La critica a la sociedad que vive en funcién del poder(oso) en este mundo es evidente desde el inicio. Su dualis- mo plantea la necesidad de opciones claras, sin componendas ni acomodos. Es lenguaje producto de un rechazo de determinadas estructuras. En efecto, el Apocalipsis es una abierta denuncia de la falsedad de la ideologia de los poderosos de este mundo, me- diante la cual buscan legitimar st posicién y justificar su impe- rialismo, Para quienes viven en funcién del poder egoista y arro- gante, sometiendo a pueblos enteros a sus caprichos, el mensaje del Apocalipsis es una amenaza: asegura el juicio divino, que conlleva el fin de los poderes efimeros de este mundo (especial- mente los cap. 17-18). Para las victimas del imperialismo de tur- no, en cambio, el Apocalipsis es una obra de esperanza y aliento que les asegura el triunfo del Seftor de la historia, Dios y su Cor- dero, asi como su reivindicacién de las injusticias humanas (es- pecialmente los cap. 7 y 14). Para los tiranos, el Apocalipsis es 415 Temas eotoatcos: tuna incémoda sentencia de condenacién; para los marginados y Jos explotados es una reconfortante afirmacién de una real justi- ia. Para unos anuncia destruccién, para otros reivindicacién; para igo de azufre», para otros la «nueva Jerusal damento es la afirmacién de que Dios es el patfokritor, el Rey de reyes y Seftor de sefiores, y el Cordero es «el soberano de los reyes de la tierra» (1,5), el que siempre sera. Notemos que en el Apocalipsis el ino es universal; no es una visin indi >. 4 es de un Dios soberano universal, césmico, como lo es la visién de Jesucristo en el cap. 1. Al Cordero le es encomendado nada menos que el rollo representativo de la historia universal. Enel cap. 21, los cielos y tierra nuevos, las bodas del Conde- ro, la Jerusalén celestial, no se refieren a realidades supraterrenas, sino que son metéforas que remiten a un mundo renovado, ‘mundo en una situacién paradisfaca como la tierra! Cielos y tierra se funden constituyendo una sola realidad, en la cual Dios es el centro. No hay afirmacién alguna (ni siquiera sugerencia, si nos cuidamos de prejuicios) en el sentido de una destruccién aniquiladora de este mundo. Estamos, pues, ante una «revolu- cién» escatolégica, pero de este mundo, donde ya no reinan dragon y las bestias y sus secuaces, -guidores del Cordero: es el triunfo definitivo y universal (por ello cielos y tie- rra en cierto modo se funder dero en la tierra como en el cielo. {No estamos, pues, ante una perspectiva de cardcter politico? Y el resultado de la pugna de poderes, zno depende acaso tanto del partido tomado por los hombres como de la accién decisiva de Dios y su Cristo? Por cier- inicialmente se resalta que lejos de la tierra Juan es introducido en ese mundo). Bs I lo cantan las 416 EL CoRDERO YL DRAGON ya no hay un cielo arriba y un Dios distante. Es el contraste entre esta era y la venidera (ésta tiltima ya es realidad en el cielo). En él, «la Jerusalén celestial que baja del cielo», el «cielo nuevo y tierra nueva», Dios pondré su morada, su trono, con su pueblo, seré su luz eterna. No habré més tinieblas ni dolores ni muer no habré mas opresién e que habia sido imposible en este mundo, mientras vivia doblegado al reino de Satands, es le cuando todos reconozcan la soberanta de Dios. Es el cielo ra. Ese fue el suefio de Isaias, de Jestis y de Juan. El sis ilustra cémo no s6lo individuos sino grupos e insti- tuciones pueden ser anti-Dios y de ese modo encaminarse hacia su propia destruccién. Sélo el seguimiento del Cordero conduce alla vida, al banquete, a la nueva Jerusalén. El poder de Dios y la participacién en su rein: presenta Juan directamente en términos de la oposi fidelidades, a Jesucristo o al César, en real comunidad cristiana, sino que incluye a todos los que son mas de alguna manera de la bestia y no le rinden culto: «se le dio poder sobre toda tribu, pueblo, lengua y nacién...» (13,75). Note- ‘mos, en esa vena universalista, que en 18,24 se acusa a Roma de ser homicida, no s6lo de «profetas y santos», sino de «todos los que han sido degollados sobre la tierra», es decir, de todas las ‘mas del sistema y las estructuras explotadoras y opresoras, romanas. Aunque el Apocalipsis se compuso preocupado en pri- ‘mer lugar por la situacién propia de la comunidad cristiana, hay sin embargo un sentido de solidaridad con todas las victimas ino- centes del aparato estatal romano, y, més allé de él, de cualquier sistema absolutista andlogo. No en vano se trata de Roma como imperio universal (de ese universo que conoce Juan). Al final hard un mundo nuevo en el que ya no habré opresores ni escl tudes, y ese mundo no se limita a los cristianos (cf. 21,3). La universalidad del antagonismo entre el dragén y Dios no es sélo en el espacio, sino también en el tiempo. Ya en el mito de los origenes del imperio de Satands, en Ap 12, se indica que, a7 Trans TeoLOcIcos antes que le concedier: poder a la bestia (13,2), el dragés tands: v. 9) presenté batalla contra Dios primero en para descender como «el que seduce al universo entero» (v. 9) y perseguir a «la mujer» (v. 13ss). Esa persecucién se da hasta el dia d final. Al leer atentamente el Apocali perspectiva, observamos que Juan no se compromete a limitar las persecuciones a st propio tiempo, para lo cual deja, con fre- cuentes imprecisiones, abierta la dimensii apariencia, pero su destino final, junto con el de sus seguidores, 5 la muerte, la «segunda muerte». Esto lo destacan, Jos cap. 20-21. EI final siempre es clave. A.eso conduce la obra: el triunfo de la vida sobre la muerte. Que se trata de la vida y la muerte lo tirios, sangre, etc., pero acompanadas de indicadores de vida. Ese es también el mensaje de varios de los himnos, el triun- fo de Dios y los suyos sobre las fuerzas de la muerte. En pocas palabras, si hay una obra en el Nuevo Testamento que es un eminente manifiesto de la voluntad liberadora de Dios, tiene por finalidad asegurar a los fieles a Dios y su Cordero que la salvaci6n sera suya, pues El es el Sehor de sefiores, Rey de reyes. El castiga a los seguidores de la bestia, destruye En la opinién de John Collins, la teologia del Apocal «es mucho mas congénita a la tendencia pragmatica de la teolo- gia de la liberacién, que no esté comprometida en la busqueda de Ia verdad objetiva sino en la dina ejercicio del poder politico», que a la teolo; s de este mundo, ides frente a los seguidores del Cord y, como tal, es una obra marcadamente politica 478

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