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‘cuatro Evocacién de Gloria Star. El primer dinero de Sara Allen 7 erca de casa de la abuela Rebeca, habia un parque misterioso y sombrio, que se iniciaba en un declive a. -espaldas de la ca- =) teral de San Juan el Divino. Se llamaba I Nromingsice, come a barrio, y habia que bajar a él por unas escaleras de piedra, porque estaba en una hondonada. Tenja fama de ser muy peligroso. ‘Afios atrés, un desconocido, a quien la imaginacién Popular habia bautizado con el nombre de «el vampiro del Bronx», eligié aquel lugar como campo de operaciones para sus crfmenes nocturnos, que recafan siempre en vic. timas femeninas. Fueron. cinco los caddveres de ‘mujeres descubiertos en Morningside a lo largo de pocos ‘meses, la,vor se corris y, como consecuencia, ya hacia tiempo que nadie se atrevia de dia ni de noche a eruzar el parque de Momingside, ni tan siquera a acercarse a los eecalo. nes de piedra musgosa, rematados por sOlidas barandillas, qué daban acceso a él, co Escaneado con CamScanner Junto a aquella ventana tena instalada la abuela su bu {aca preferida, aunque estaba un poco vieja y se salfan los ‘muelles por abajo. Sara, mientras su madre bajaba a ha- er alguna compra o barrfa en la cocina cucarachas muer- 125, se sentaba en una sillita baja enfrente de la abuela, para hacerle compaiifa y escuchar sus cuentos, cuando es. taba en vena de contarlos. Porque algunas veces estaba amodorrada o triste, se le cafan los pérpados y noitenia ganas de hablar. Pero més tarde o més temprano, Sara conseguia espabilarla y encender, con sus pregunias, el brillo apagado de su mirada. x Solfan hablar muy bajto, casi cuchicheando; y esa complicicad con la abuela era lo que a la nifa le parecia ‘més emocionante, porque le encantaban los secrets, —Abuela, jes bonito por dentro Morningside?’ —iBah, ni fu ni fa! Mucho més bonito Central Park, ¥ encima de la gran cama sa Escaneado con CamScanner encima de los papeles que estaban di Sbanas revuelias y arugadas. SPOT ome las po pteta de ahf, Cloud! jHabrése visto mayor falta de Tezbeto! — dijo Sara con una vor fingila, mientras se acer aba con paso Iinguido hacia la cama~- ;Por Dies ang Sars de amnor Mis pétalos de flores! ;Mis fotos mis que, rida! (Soy Gloria Star! :Te enteras? (Uf, qué peste de gato! Empujé a Cloud, que volvié a saltar al suelo, y se puc £0 8 recoger con cuidado todos aquellos papeles, separando las cartas de los recortes de periddico y agrupando las fo. ‘ografias por tamaiios en montones distintos. Una de las ‘mus grandes representaba a un hombre un poco mayor pe- ro bastante guapo, con bigote poblado y pelo negro con algunas canas, peinado a raya. Se apoyaba contra una es. tanteria lena de libros, tenia un pitllo encendido entre Jos dedos y sonrefa a la cémara Sara miré mucho rato quella fotografia y luego le dio la vuelta. Por detrés lle, os ile vabduna dedicatoria con letra grande y clara, que decia: «Mi eres mi gloria, A.». Era la misma caligrafia de algu- nas cartas de las que acababa de recoger. El disco se habfa terminado. Sara se dirigié al cuarto de estar con todos aquellos papeles. No sabia bien por qué, Pero no le gustaba que los viera su madre cuando llegara ¥ Se pusiera a hacer limpieza. Capaz de tirarlos a la basu- +a como los periédicos. Y ademds, que no. Eran secretos de la abuela, Sara no estaba jugando a ser Gloria Star. Se sentia Gloria Star en persona. Pero por otra parte, era cémplice de su abuela, y no queria que nadie fisgara en sus cartas secretas. Ni ella misma lo pensaba hacer. Se dirigié hacia el mueblecito de tapa ondulada, que solid estar siempre cerrado, Pero ella sabia dénde guar- abe la lave la abuela: dentro de un florero de china que représentaba una cesta, a cuyo pie dos pajaritos se dispu- {aban a picotazos la posesidn de un gusano, tirando cada ‘uno por un lado. {Se subi6 a un taburete para alcanzar la estanteria don- de estaba siempre, lo agit6 y comprendié por el ruido que tenfa la lave dentro. Pero en ese momento Hamaron al teléfono y se llevs tal susto que el florero de los pajaritos se le escurrié de las manos y ella dio con sus huesos en €l slo. El corain le ais ata risa cuando llegé a coger el teléfono, Sra la abuela, Se le notaba una voz muy alegre. Ha- bie bajado a dar un paseo por Morningside y Tuego se ha~ ‘a metido un ratto en un bingo de barrio. Habfa ganado as old ala abuea, Cloud? Diez minutos han pa- tado ada mis, Pars inposbisloquecabeen sso diez minufos. Sino fueras tan ignorant, si fueras el gato de ‘Cheshire, podriamos hablar de emo se estira el tiempo algunas veces, ;Ronroneas, eh? Bueno, eres tonto, pero ( carlos, Yademds tines l plo muy suet, és e5 la vetdad, {Con quién hablas? ;Con Cloud? —pregunt la abue- la con voz juvenil y divertida, en cuanto hubo colgadoel leléfono—. Cref que no te gustaban los gatos. les mus to mucho conten ra. Pero Cloiid esta tarde yo creo que me entiende, —Venga, hija, vamos a merendar. La pesada de tu ma- dre dice que el supermercado esté muy lleno y que vaa tardar como media hora. ;Qué respiro! Aguella media hora, en cambio, se le hizo inereibie- menté corta a Sara. La abuela, muy animosa, se ofrecié «preparar ella la merienda y empez6 a recogercacharros sucio§ de la cocina, a hervir agua para el té, y a poner Ja mesa canturreando. También le abrié una lata de co- Escaneado con CamScanner rida a Cloud y se la puso debajo del fregadero en un pl to de aluminio. {Quieres que te ayude, abuela? i No, nada de ayudas, ti siéntate, Voy a sacar un man- tel bonito, Un dia es un dia. ‘A Sara se le contagiaba la alegria de su abuela, Y’so- bre todo estaba asombrada de su eficacia y de su ac dad. El mantel era de flores bordadas. La abuela puso un hule debajo. Yo cref que tno sabfas hacer las tareas de Ia casa dijo Ia nia. Anda, que no! Si eso es lo mis fil que hay: Lo que pasa es que es aburrido, cuando no hay un motivo ppara hacerlo, Ya vers qué buena nos sabe hoy la arta. ‘Sara le pregunts que si ella también sabia hacer la tarta. —Si, pero se me ha olvidado. A mi ya me aburre la cocina. Pero la receta la tengo guardada no sé déndg, Tu ‘madre me Ia trajo, como si fuera un testamento. Dice que tiene miedo de que se la roben las vecinas. ;Dichosa tarta de fresa! A mi ya me harta, puede que esta tarde sea la Primera vez que a pruebo desde hace mucho. Casi todas las semanas se la doy a un pobre. Hoy es distinto, Qué celebramos hoy, abuela? —No sé, cualquier cosa. Tu cumpleafios. ;No ¢s tu cumpleaiios dentro de unos dias? ; ~Si. El viernes que viene. Cref que no te acordabas, Pero me gusta mucho que te acuerdes. Cumplo diez’! ‘La abuela fue al cuarto de estar y trajo los billtes que ha- ‘bia ganado al bingo. Los reparti6 en dos montones iguales, 80 —Toma —dijo—. La mitad para ty la mitad para mi. Es mi regalo de cumpleaiios, 4 Pero es muchisimo. Yo nunca he tendo tant dine- ro, abuela, —Pues lo guardas sin decfrselo a nadie. En algin mo- mento te puede hacer falta, Pero eso sf, procura gastirte- Jo cuanto antes. Mira, no vaya a ser que legue tu madre. ‘Vete a mi dormitorio. Abres el armario, y en uno de los ‘cajones de la derecha, el de més arriba, hay varias bolsi- tas de cuando yo salfa por la noche. Elige la que més te guste, para meter tu primer dinero. Ast queda el regalo més completo. ‘Aquella tarde le gust6 a Sara mas que munca Ia tarta de fresa. Le parecia que la estaba probando por primera ver. Es que no hay nada como wna buena conversacién, ¥y no tener prisa para que sepan ricas las cosas —dijo Ia abuela. ie ‘Luego se fueron al cuarto de estar a esperar a la sefio- ra Allen. Sara apretaba contra su pecho, por debajo de a camiseta, una bolsita de raso azul bordada de lentejve- las donde habfa metido los setenta y cinco délares. —Dinero llama a dinero —dijo la abuela—. A ver si me aparece un noviorico, Biscamo (Te parezo muy vieja? ;0 erees que todavia puedo sacar alin aoe Lanifa, que, al ira buscar la bolita, habia visto do en el armaro el vestid verde, le comest6: No me pareces vieja. Eres muy guapa. Sobre todo, site vistes de verde. Escaneado con CamScanner a fet oe ‘una mujer muy guapa. Le dio un libri- = lo muy bien explicado para que lo leye- en Casa, porque ya se ofan los Pasos de la sefiora Allen. —Hija, no nos ha dado tiempo a nada —dijo la abuela, Fue media hora que se pasé en un yuelo, ‘Como el tiempo de Ios suefios, Miranfii. ‘cinco Flesta de cumpleaits en el chino. La muerte del tio Josef = = 1 dia de su cumpleafios, que era vier- nes, Sara estrené un conjunto de falda plisaday jersey en punto rojo que le habia regalado su madre. El sefior Allen habia decidido que fueran a comer a un resta- rante chino para celebrarlo. Los Taylor estaban invi- tados. = {Sabes? Viene también Rod —dijo ta sefiora Allen, sontiendo a Sara con picardia cuando estaban llegando a Ja fontaneria para recoger a su padre—. La fiesta es para ti, asi que hacfa falta un chico. {No te parece? Sara no contest6. Rod estaba ahora menos gordo, pero igual de zoquete. Y encima dndoselas de conquistador con las nifias del bartio. Sara decidié que no le pensaba hacer ni caso. —No te lo habfa querido decir para darte una sorpre- sa —afadi6 la sefiora Allen—. Y luego, al final, hay otra. Verds qué bien lo pasamos. 93 Escaneado con CamScanner SeSeseeeeeses Pero no lo pasaron bien taurante era bastante y Juntaron dos mesas, Pusieron un centro de flores de papel y a Sara la sentaron al lado d je centro come esta comindo dos cain tiempo para hablar ni ganas de hacerlo. Se limitaba ade, cir que sf con la cabeza y a emitir una especie de grafido de satisfaccién con la boca Ilena, cada vez que su madre le preguntaba si le gustaba aquello o querfa probar de lo de més alld. Habian lenado la mesa de tantas fuentgs con uisos distintos, que casi era imposible hacer un gesto con el brazo sin tirar un vaso o pringarse de grasa la boca- manga. Todo sabia bastante parecido, y Ia conversacién de las personas mayores versaba principalmente sobre Ia comparacién de unos manjares con otros, y también de los comentarios admirativos que suscitaba el sefior,Tay- or, por ser el nico de todos ellos capaz de manejar con destreza los palillos chinos, sin necesidad de acudir a la cuchara o al tenedor. De vez en cuando el sefior Li-Fu- 94 Chin se aceteaba muy risuefio ala mesa para preguntar- les que si les estaba gustando. Ya lo ereo, un banquete, amigo, un verdadero ban- quote —contestaba satisfecho el sefor Allen—. Traiga un poco més de arroz tres dlicas, otra de cerdo en salsa agridulee, =Va a sobrar, Samuel —le advertia la sefiora Allen cn vo. baja {Que sobre, qué demonios! {Un diaes un dia! ;Ver~ dad, Sarita? Pero la reina de la fiesta comer poguito, como un péjaro —decia el sefor Li-Fu-Chin, fijéndose en lo des- ‘ganadamente que Sara se levaba el tenedor a la bocs—. {Es que no te gusta, guapa? “sf, sefior, muchas gracias —contestaba Sara Es- 16 todo muy bueno [No hacia més que acordarse de la abuela. La verdad es que comer siempre le habia parecido bas- tante aburtido, y hablar de lo que se estaba comiendo o de lo que se iba a comer, mis todavia. Pero, al fin yal cabo, aquella reunign se estaba celebrando como home- naje a su cumpleaos, sus padres pareefan disfrutar y e8- tar de buen humor y ella estrenaba un vestido bastante ‘bonito, aunque le picaba un poco por la parte de arriba {le daba calor. Tendrfa que haberse sentido més dichosa. YY cuando lo pensaba, intentaba animarse, mostrarse am- bile, Pero veia los carillos de Rod movigndose sin tregua, ofa el ruido de los cubiertos al chocar contra 10s platos y el rumor de las risas, se faba en aquellas aves zan- 95 Escaneado con CamScanner cudas con patas Ro entendia Morar, ¥ pico de oro pintadas en a pared or que etbanentrando nas ge de De poste trajeron unos pastltos como de barqullo duro, con sorpresa dentro, Crujian al partrios por la mi: {ad y salian unos papeles pequeiiosy alargados 20, preguntando luego: «A ver qué di a les polenta aio ee Papelito de Sara era de color malva. Se puso m coloraday se lo guards en sepude sin queers len & ‘adie, por mucho que te insistieron. Ponia: «Mejor se estd solo que mal acompafiados. Le parecié que iban a creer ue lo habia inventado ella y que haba quedado escrito alli como por arte de magia. ¥ le remordia a conciencia de estar pensando precisamente eso que habia lefdo. ;Qui hhabria sido el duende capaz de adivinarle el pensamiento? Y se quedé inm6vil, mirando al vacio, como ajena a todo Jo que estaba ocurriendo a su alrededor. No hacia mas que acordarse de la abuela, de lo corto ue se Je habfa hecho el tiempo en su casa, de todas las cosas que les habfan quedado por hablar. La seffora Allen, que no la perdfa de vista, le dio un codazo a la sefiora Taylor. —gVes? —le susurré en voz baja—. Bsa es la cara que te digo que pone muchas veces sin saber por qué. A mé me asusta. En qué estar pensando? Yo creo que mi ma- dre le mete fantasfas en la cabeza. como ser- | Lasefiora Taylor, sonriendo, te dio un golpecito amis- toso en el brazo, como si quisiera consolarla, Todos hemos pasado por esa edad. Es la edad de ta fantasia —djo magnénima—. Pero esté poniéndose gua- pisima. Si, ya ves, eso también me preocupa. Porque tal coma esti la vida hoy... ~LPor favor, Vivian, te preocupa todo, Reldjate, mu- jer, y, distruta, Tienes razén, Lynda; qué seria de mf sin tus conse jos. Bero es que, 0 s6, cuando estoy a gusto, siempre ‘me parece que va a pasar algo malo. Calla, mujer, no seas agorera... ‘Cuando ya parecfa que se habia acabado todo, vino de a cocina el sofor Li-Fu-Chin,trayendo una tata con diez velit encendidas, El sefor Allen, que estaba muy contento, se levanté yy empezé a cantar a voz en cuello el Happy birthday 10 ote, coreado inmediatamente no slo por los comensales de su mesa, incluido Rod, sino por otras personas des- condeidas que estaban repartidas por otras mesas del restaurante, El sefior Allen las animaba risucio a que se Lunieran al coro, haciendo gestos ampulosos con las ma nos, como si fuera un director de orquesta. Sara bajé los ojos, Le daba una vergienza horrible. =; Anda, hija, no seas sosa! (En qué ests pensando? ;Sopla las velas! —aijo la sefiora Allen con un acento de reproche—. {No te hace isin? Pero tienes que pedir algo. G a Escaneado con CamScanner Sara se concentrs tida de verde pre “Que vuelva a ver a la abuela ves: . ara sf misma, clavéng fas en Ia palma de tag mana! MSM Clavindose ls ua abi BS S001 Ia elo mis fart que puto, as con ids prea? $i auisieraacabar con aqullacertennienn | by? Posible. Se apagaron las diez al misme tan PO. OY6 aplausos a su alrededor 2 cy hhueme suerte. Eso quiere decir buena suerte afm 18 sefiora Taylor—. :Ni —. zNo te habrés olvidado de un deseo?, verdad? tnt, Soon. —No —dijo Sara, —Y es secreto, 2a que si? : Si —dijo Sara, 5 Fl seflor Li-Fu-Chin le entreg6 un cuchllo y ls aplan- 80s se redoblaron, —Ti partir tarta, Yo ayudar, —iA mi primero! ;Un trozo grande! —dijo Rod, ade- Tantando su plato a codazos, Y la sefiora Allen sonrié complacida. —Es la ventaja de venir a un restaurante de amigos, En otro sitio no nos hubieran consentido esto —dijo. EI sefior Li-Fu-Chin guifié un ojo a la sefiora Allen. Los Taylor los miraban sin comprender. —Es que Ja tarta Ja ha hecho Vivian anoche —acla- 16 el sefior Allen—. Tarta de fresa. Es su especialidad, verdad, mujercita? Puede competir con las de El Dulce Lobo. i me Ella hizo un gesto ff made como queiendo tio desu matido. EI Dut. fa més famosa de todo Manhattan, Hiaian seen y cinco cases de tara itrenes taney, Gerea de Central Park, y tenia ademas dos sslones det, donde nunca se encontraba sitio libre para merendar. un que eran muy grandes, —No exageres, hombre —dijo la sefora Allen, ‘Ademis, que Ia prueben primero, Creo que me ha sal do bastante buena, Pero son ellos los que tienen que juzgar. La probaron, repitieron todos, menos Sara, y no que- 46 ni una migaje. Ya quisiera El Dulce Lobo —comenté Philip Tay- lor—. ¥ sino, aunque slo sea por una apuest, reserva- ‘mos all mesa para un fin de semana, pedimos la tata de fresa y la comparamos con la de Vivian. ,A que es una ‘buena idea? li —Pues por i, es0 esté hecho —dijo el sefor Allen 'Y Sara not6 que por primera vezseenorgullecta, ante 3s, de la tata de fresa. Miraba muy saisfecho su mujer. —Y como sea peor —siguié el sefior Taylor, tama- ‘mos al duefo, ¥ le decimos: «:¥ a usted le llaman el Rey de las Tartas? | Vamos, hombre! La Reina esté aqui, aqut tiene usted ala verdadera Reina de las Tartas». ¥ se ten- dr que callar, por muy Dulce Lobo que sea. ‘Todos se refan mucho, y la sefiora Allen miraba arro- bbada a Philip Taylor. 99 Escaneado con CamScanner La comida terminé, s Pues, como era de e tando las alabanzas de la tarta de fresa Aquella noche la volvié a hacer, aunque deci ta cansads, porque a i siguiente en sibcios eae, ue ir, como siempre, a casa de la abuela. ‘Cuando la sefiora Allen estaba sacando del horno la arta de fresa, y Sara ya se habia metido en su cuarto a leer el librito que le habfa regalado la abuela sobre Taes- 5 {atua de la Libertad, llamaron al teléfono y el sefor Allen fue al living a cogerlo. Desde la cocina y desde el cuarto de Sara se ofan retazos de una conversacisn agitada y pla. Be de silencios. La sefiora Allen aguz6 el ofdo. «jNo set!, jno puede ser!», exclamaba el sefior - ee eno lamaba el sefior Allen en- Sara salié de su cuarto y se tropezé con su madre en el pasillo. Venfa secdndose las manos con el delantal. —éQué pasa? —pregunté la nia, —No lo sé, hija. Voy a ver. Parece alguna noticia mala, Sara se volvié a meter en su cuarto pero dejé la puerta abierta. Al poco rato oy6 lantos. Luego, que colgaban él teléfono. Sus padres avanzaban por el pasillo abraza- dos y llorando. Ella los siguié a la cocina. Su madre de- fa entre hipos: —La dicha, Samuel, hay que pagatla con lanto. Se lo estaba yo diciendo a Lynda precisamente hoy a la hora dle comer. ¥ ella, que soy una agorera. Sf, si, agorera.. {Pobre Josef! Después de un rato, se enter6 Sara de que un herma- no de su padre, que ella no conoefa, el tio Josef, habia ‘enido un accidente de automévil cerca de Chicago, don- de vivia, y habia muerto en el acto, La sefora Allen, a quien tanto hacfan vibrar las catés- trofes, se mostraba més carifiosa que nunca con su mari- do. Llegé a sentarse en sus rodillas y a besarle como a un nifo. Luego, mientras le hacia una tila, se pusieron a discutr los detalles del viaje a Chicago. El sefot Allen fue a su dormitorio a buscar unos folletos que tenfa con los djstintos horarios de trenes y de aviones. Me parece un disparate que té vengas también, Vi- vian, Es el doble de gasto. Y ademés él y nf os habiais visto poco —le decfa mientras miraba los folletos y saca- ba ctientas en una computadora de bolsllo. Pero no logré disuadirla. En un trance como aquel, {ge6mo iba a dejatle solo? Ni que estaviera loca, 10 pri- ‘mero era lo primero. ¥ ademés, qué dirfan los parientes si le vefan legar sin ella al entierro? Capaces de pensar ue lo suyo se habia ido a pique. —Pobre Sara —dijo el padre en un determinado mo- ‘mento, miréndola—. |Vaya un final de cumpleafos! Pero, aparte de este comentario, no volvieron a ha- blar con ella nia consultarle nada. Asf que se fue otra vez a su cuarto y siguié leyendo, porque le parecta que todo ‘iquel trastorno no tenia nada que ver con ella. Y €0 cambio el libro que le habia regalado la abuela le estaba sor Escaneado con CamScanner BWweeeBeESESCSeESTEe SY Spain, Tenia stops azales yun grabado grande ros estatua en aumento, Se ttulaba: truir la Libertad. cee Al cabo de diversas llamadas telefénicas, cuchicheos - Pasos que ‘iban y venfan de una habitacién a otra, los Sefiores Allen se dirigieron al dormitorio de su hija, ‘Sara se habfa tumbado vestida en la cama. La idea de” construir la estatua de la Libertad habfa nacido en Fran-; ‘cia. Se la encargaron a un escultor alsaciano llamado Fré=“ deric Auguste Bartholdi, que empezé a trabajar en 1874, ta, que s6lo tenfa nueve pies de alto. 3 Se habfa quedado medio dormida leyendo eso, pen- sando fascinada en que madame Bartholdi fue mujer an- tes de ser estatua, y la entrada de sus padres la sobresal- 6. Los acompafiaba Lynda Taylor. Al principio'no en- tendfa nada. Escondié el libro, sin saber por qué. Venian a notificarle que salian para Chicago al cabo de tres horas en un avién nocturno. Al dia siguiente, s4bado, seria el entierro del tio Josef. ¥ el domingo por la noche, estarian de vuelta, Ella se quedarfa en casa de los Taylor. —Pero tenfamos que levarle la tarta a la abuela. {Se Jo habéis dicho a la abuela? i 1e qué cosas te acuerdas, hija! —dijo el: sefior ‘Allen—. Ahora a llamaremos. * —Anda, bonita, coge tu ropa y sibete conmigo —le dijo Lynda Taylor en tono protector. ' gut tienes Ins laves de casa pra cuando necestes bajar por algo —le advirt6 la sefiora Allen Por favor, 102 hija mfa, acabas de cumplir diez aos. Y ya tienes edad ‘dc hacerte cargo de las cosas. Espero que te ports bien. —Naturalmente que se portaré bien —intervino Lynda con un acento artficioso y musical—. {Werdad que eres una nifa responsable? Sara no la miré ni contests ada, Escaneado con CamScanner peewee ouwevrryre,r.” sas Presentacin de miss Lanai, Visita al comisario ©'Connor y uando oscurecta y empezaban a encender- se lo letreros luminosos en lo alto de los Y edificos, se veiapasear por las calles y pert Manton um em is ja, vestda de harapos y cuberta con ua ‘sombrero de grandes alas que le tapaba cas enteramente el rostro, La cabellera, muy abundantey blanca como la nieve, le colgaba por Ia espalda, unas veeesfotando al aire y otras recogida en una gruesatrenza qu le Hegaba a la eintura, Arrastraba un cochecito de no vacio. Bra tim modelo antiquisimo, de gran tamafo, ruedas muy al~ tas y la capota bastante deteriorada. Ea los anticurios y lmonedas de la calle 90, que sola frecvetar, le habian bfrecido hasta quinintos dlares po , pero munca qul- s0 venderlo. ‘Sabfa Teer el porveni en Ia palma de la mano, siem- pre levaba en Ia aliquerafrasquitos con ungentos que eevfan para alive dolores diversos, y merodeaba inde- Escaneado con CamScanner duda. Porque si salia Telratada, aunque fuera en segund término y con la Imagen desenfocada, su peculiar aspec- eee a en la leyenda. ea mentacion que acreditase su existenci ee > familia ni residencia conocidas. Sol : lo canciones antiguas, con aire de balada o de mana cuando iba ensimismada, himnos heroicos cuando necesitaba caminar aprisa. Tan pronto se detenfa ante los escaparates Iujosos de Ia Quinta Avenida, como se entre- tenia revolviendo en los vertederos de basura de la Peri- feria con su bastén con pufio dorado que representaba un 4guila bicéfala. Cuando encontraba algun mueble 0 ca- chivache en buen estado de conservacién, lo cargaba en su cochecito y lo transportaba a alguna almoneda de aque- las donde la conocfan. Y todo lo que pedia a cambio era un plato de sopa caliente. 108 \La verdad es que tenfa muchos amigos de distintos ofi- ninguno. La gente la queria sobre todo porque aia en ese defecto, tan corriente en los viejos, de en- roliarse a hablar sin ton ni son, venga o no venga a cuen- to y aunque la persona que los esté oyendo tenga prisa se aburra, Ella miraba mucho con quién estaba hablan- do. A veces podfa ser bastante charlatana, pero sus histo- fas contaba al primero que aparecia. Preferia eneral le gustaba més rias no se I esperar a que se las pidieran, y en g n escuchar que ser escuchada. Decia que con eso se adquiere experiencia. —2Y para qué quiere usted mds experiencia de la que tiene, miss Lunatic? —Ie preguntaban algunos—. ;No lo sabe ya todo? Ella se encogfa de hombros. —De la gente no. La gente siempre est4 cambiando. Y cada persona es un mundo —contestaba—. A mf me encanta que me cuenten cosas. Hablaba con los vendedores ambulantes de bisuteria y de perritos calientes, africanos, indios, portorriquefios, rabes, chinos, con los viajeros extraviados por los lar- 0s pasillos del metro o por los andenes de Penn Station entre confusas consignas de altavoces, con Jos porteros de'los hoteles, con los patinadores, con los borrachos, con los cocheros de caballos que tienen su parada en el costa- do,sur de Central Park, Y todos tenfan alguna historia que cofitar, algtin paisaje de infancia que revivir, alguna per- sona querida a la que afiorar, algtin conflicto para el cual pedir consejo. Y aquellas historias acompafiaban luego a 109 ® Rue Escaneado con CamScanner Fi RRA LRM 8 sus harapo: s sen su figu ait ser Trarse en el olvido. ra, impidiéndola bo-..“4 También se dedicaba ar i o ae tar de establecer contacto con fansine nue ata aque los adopacen Ne Co fails scomodeas para contatos, con lo desconiada ues k sence York, pero lo cierto es que aes eee salida del Hotel Plaza o de alguna joyeria de Lexing aed ‘Avenue, hablando con gente lujosamente vestida, Era muy amiga de los bomberos. A veces, aunque era perfectamente ilegal, se Ia habia visto montada con ellos en el veloz coche reluciente y rojo, a cuyo paso todos los dems se apartan. Lo que més le gustaba era que la deja- ran ir tirando del cordén de la campana niquelada. de aquel tintineo, las mejillas apergaminadas de miss Lu- natic se coloreaban de emocién y alegria bajo el ala de su gran sombrero. Pero las zonas que frecuentaba de forma més asidua ceran las habitadas por gente marginal, y su vocaciOn pre- ferida, la de tratar de inyectar fe alos desesperados, ayu- darles a encontrar Ja raiz ‘de su malestar y a hacer las pa- tes con sus enemigos. Lograba pocos resulades, poo sas abn, y eso que la insltaron muchas Ves P ia ae wat habia lamado, y legaron a echarla ‘al de Harlem, por defender a un ne a patadas de un Toc Aart gro al que estaban atacando Otros cuatro, bustos. 310 es _ —Lérguese de aqut, miss Lanai (, miss Lunatic “le dij, al vee trada en la acta a duta de una tno a na tintorerfa que habia al lado—. Después de todo, es echar margart : hoe gars a poe. Ni hablar —

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