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ESPIRITUALIDAD ANTIGUA Y ACTUAL No cabe duda de que actualmente hay una gran inquietud en todas las «clases sociales» y en todos los grupos de la Iglesia; y esto, aunque en unos la preocupacién se reduzca a que los demas «son demasiado inquictos», mientras otros, por el contrario, desean que esa inquietud sea mayor de lo que es, y todos, al reflexionar serenamente, tengamos que acabar por confesarnos que el mundo en que vivimos, con su vida, sus preocupaciones y esperanzas, no da demasiada importancia a ese «movimiento» que se produce en el inte- rior de la Iglesia entre unos pocos cristianos que muestran interés por él. El Concilio no ha sido la verdadera causa de esa inquietud. El Concilio ha sido casi solamente la ocasién de que se manifestase en la Iglesia de una forma mas clara y mas abierta esa disposicién interna, que hubiera existido aun sin él, Es evidente que el Concilio ha tenido su reper- cusién: ha tratado de superar el sentimiento de inseguridad de nuestros tiempos; pero al mismo tiempo, y al menos a primera vista, la ha hecho mayor de forma inevitable. Ya que quien quiere —y debe— emprender un «aggiornamento», cae inmediatamente en la cuenta —y no puede ser de otra manera— de que se da una relativa inadaptacion a la situa- cién histérica y a las necesidades del momento, de las que hasta entonces hab{fa procurado no hacerse cargo. Se siente inseguro, y de momento eso agrava Ja situacion. Los que acusan de ello al Concilio, deberfan preguntarse seriamente si desearian que la Iglesia no hubiera caido en la cuenta de su verdadera situacién hasta unos cuantos decenios mas tarde —mucho mds no hubiera sido ciertamente posible— y que sélo entonces, y de forma mucho mas radical, se hubiese producido la «crisis» que actualmente de hecho se esta dando. La inquietud actual es producto de la mezcla de una serie de factores dificiles, 0 casi imposibles, de analizar: miedo ante lo nuevo y ante el afan casi salvaje de innovar por el mero hecho de que lo nuevo es nuevo y resulta «mas interesante»; inquietud realmente creadora, que pone con 13 todo derecho sus miras a lo nuevo, y lo busca como una realizacion mas auténtica de la vida cristiana y de la Iglesia; temor ante la inestabilidad de la situacién en la que actual- mente viven la Iglesia y los fieles; debilitamiento de la au- téntica fortaleza de la fe, que falla ante las acometidas del mundo moderno. Para que la Iglesia sea lo que debe ser, hay que aceptar esa situacion de inquietud, hay que sobre- Nevarla con paciencia, y hay que intentar comprenderla y superarla progresivamente. Ni siquiera la Iglesia puede ele- gir la situacién en que ha de vivir. Le es dada. Y es bueno que asi sea, I. EL PROBLEMA DE LA ESPIRITUALIDAD ACTUAL Uno de los campos de la vida de la Iglesia en los que se deja sentir esa inquictud, es también el de la espiritua- lidad, el de la vida religiosa propiamente tal. Al tratar de este tema voy a prescindir radicalmente de la liturgia. No porque en ese sector mas preciso de la vida religiosa no exista semejante inquietud, ni porque la liturgia tal vez siguiese siendo liturgia, aunque se celebrase de forma pura- mente «objetivista» sin participacion personal del individuo, sino sencillamente porque el tema exigiria por si mismo un tratamiento mas amplio, que ademas deberia realizar un es- pecialista. Aun supuesta esa limitacién, el problema de la espiritua- lidad postconciliar, de la espiritualidad del futuro, sigue siendo un problema muy importante. Mas aun, entendién- dolo bien, es e? problema decisivo. Porque si el Concilio no hubiera Jogrado o iniciado otra cosa que una mejora de. la figura social de la Iglesia, el aumento de su prestigio: social, una cofiguracién mas atractiva 0 mas popular de la liturgia, un aumento de Ia libertad y de la democracia en el aparato administrativo de la Iglesia, o una mayor tolerancia externa, una mejor presentaci6n entre el conjunto de las potencias que prometen al hombre su felicidad, en tal caso no se habria logrado nada de lo que ha de conseguirse en la Iglesia en cuanto tal: a saber, que el hombre, que cada uno de nos- otros, ame mds a Dios, que tenga mas fe, mds esperanza y mas caridad para con Dios y para con los hombres, que adore mejor a Dios «en espiritu y en verdad», que acepte mas de corazén las tinieblas de la existencia y de la muerte, que sea mds consciente de su libertad y actte en conse- cuencia. ¥ es todo esto precisamente lo que implica el con- cepto de espiritualidad, sobre todo cuando se acentua en él el aspecto expresamente religioso. En comparacién con esto, que es lo unico necesario, todo lo demas es secundario, im- portante como medio, pero nada mas. El problema que se nos plantea es por tanto el siguiente: ¢cudles son las caracteristicas de la espiritualidad postcon- ciliar del futuro? En esta cuestion no tiene en realidad exce- siva importancia el hecho de que el Concilio haya podido ser un determinante decisivo o tal vez sélo insignificante de esa espiritualidad. En todo caso, en el inquietante problema de esa espiritualidad y de su configuracién, el Concilio ha desempefiado y sigue desempefiando la funcién de cataliza- dor. El problema es muy complicado por el solo hecho de que en la Iglesia, que es la casa del Padre con muchas mo- radas, la «espiritualidad» es un concepto sumamente com- plejo: es necesariamente distinta segin la edad y el sexo, segtin los pueblos y los ambientes culturales, segin el pa- trimonio espiritual y la tradicién, segiin las profesiones, se- gtn el nivel espiritual general, segin las clases sociales, segtin el clero, las 6rdenes religiosas y los seglares. Por consiguiente, en estas reflexiones hemos de restringirnos a tratar de un tipo de espiritualidad que corresponda aproxi- madamente a cristianos seglares, con una adhesion decidida y sin reservas a la Iglesia, de una formacién media no pura- mente elemental, en el ambiente cultural centroeuropeo. II. La ACTUAL ESPIRITUALIDAD DE LA IGLESIA COMO LEGADO Y COMO MISION Un primer principio basico es el siguiente: la nueva espi- ritualidad serd cristiana y eclesial, como siempre lo ha sido en la Iglesia. Mas adelante tendremos ocasién de tratar de la configuracién nueva de esa espiritualidad. Pero lo que hay que afirmar en primer lugar —sin que ello quiera decir que 15 sea por ello lo mas importante— es la continuidad de la espiritualidad cristiana en el pasado y en el futuro. Hemos de considerar este punto en dos aspectos: la validez de lo que verdaderamente hay de bueno en lo antiguo —frente a una falsa interpretacién del Concilio— y la valentia necesa- ria para aceptar lo «institucional» y las «prdcticas» —frente a una subjetivacién falsamente existencial, que seria difusa, arbitraria e irreal, y correria continuamente el riesgo de no ser auténtica. En primer lugar seria sencillamente absurdo pensar que todos los elementos de la tradicional espiritualidad cristiana no mencionados expresamente por el Concilio hayan que- dado tacitamente relegados a un pasado que carece de por- venir. El Concilio ha hablado mucho, aunque con frecuencia al tratar de otros temas, sobre la espiritualidad del seglar, del sacerdote y del religioso. Al hacerlo, junto a muchas cosas que podrian parecer calcadas sobre un esquema tra- dicional, ha dicho no pocas de gran importancia y muy orientadoras para el futuro. Pero seria erréneo pensar que lo que no puede ser confirmado exresamente con palabras del Concilio, es por ello menos importante, menos central, © que tiene menos relacién con la esencia y la estructura de la espiritualidad viva del futuro. Aun el mismo Concilio sélo tiene a su disposicién un pequefio cubo con el que sacar agua del inmenso mar del espiritu, del patrimonio de la vida cristiana y de las futuras posibilidades de esa vida, todo ello dado a la Iglesia por el Espiritu. AcA y alla el Concilio acenttia ciertamente algunas cosas que habran de ser tenidas en cuenta en la espiritualidad del futuro: asi, por ejemplo, cuando ensefia que la vida del cristiano habra de alimentarse de una celebracién llena de vida de la cena eucaristica en una auténtica comunidad ante el altar, o que el cristiano debe basar su pensamiento y su actuacién en la Escritura, © que ha de vivir en la Iglesia con un fraternal espiritu de libertad, 0 que no ha de ponerse al socaire, en una especie de ghetto con falsa apariencia de Iglesia, sino que ha de reconocer como misién auténticamente cristiana el enfren- tarse con el mundo, con sus necesidades y con su porvenir. Sin embargo, los textos conciliares no constituyen en ma- nera alguna una especie de cédigo de la espiritualidad del 16 porvenir, y ni siquiera dan una idea ejemplar y orientadora, clara, completa y eficiente de esa espiritualidad. Desde ese punto de vista, lo dicho en el Concilio no sélo es demasiado incidental, sino también demasiado abstracto. La identidad en el ambito de Ja transformacién histérica de Ja antigua espiritualidad en otra nueva, implica en primer lugar una continuidad mediante la conservacién de un pa- trimonio histérico en su facticidad. Hoy se ha llegado tal vez al extremo de pensar —por lo menos a juzgar por los desmesurados gestos de algunos extremistas— que los ver- daderos no conformistas pertenecen al grupo de los que no sienten mds que un respeto sincero, carifioso y generoso por el legado religioso del pasado y por sus realizaciones. Pero, evidentemente, lo que no es mas que una moda del dia, dista mucho de ser una golondrina que anuncia con certeza la primavera que se aproxima. Quien estime que ha Ilegado a encontrar un nuevo tipo de espiritualidad dentro de la Iglesia y se sienta llamado a difundirlo, encontrara un importante criterio para comprobar la autenticidad de su espiritualidad mediante una «discrecién de espiritu», al constatar que su nuevo tipo de espiritualidad es capaz al mismo tiempo de conservar cl sabio legado cristiano de Ja experiencia espiritual a lo largo de los siglos. Veamos unos cuantos ejemplos: en la actualidad, meditar sogre la Sagrada Escritura presupone una exégesis moderna y ponderada, para evitar que introduzcamos en la Escritura algo que no seria mas que el producto de nuestra piadosa fantasia. Y, sin embargo, la meditacién de la Sagrada Escri- tura es algo mas que la prdctica de uma critica demoledora de supuestos tabtis dogmaticos, al cabo de la cual no quede otra cosa que lo que piensa el propio exégeta. ¢Estaria bien llegar al extremo de que en la espiritualidad cristiana fuese desapareciendo o Ilegara a extinguirse totalmente el gusto por la lectura de la literatura espiritual clasica y aun de la mistica cristiana, y que el buen cristiano del futuro fuese en ese campo como los jévenes de nuestros dias, para quie- nes la literatura alemana comienza lo mas pronto con Benn y Brecht? Evidentemente, la Imitacién de Cristo no va a seguir siendo el libro edificante para el buen cristiano de mafiana; pero ¢ha de desaparecer por ello de toda biblioteca 17 espiritual del futuro? Y hay otros muchos clasicos de la literatura espiritual, cuyo desconocimiento implicaria senci- llamente en un buen cristiano ligereza de espiritu y de espiritualidad. Evidentemente el confesonario no es el ten- derete anticuado de un moderno psiquiatra, y no debe ser tomado en tal sentido ni por quien esta al lado de aca ni per quien esta al Jado de alla de la rejilla. No es facil prever la funcién perfectamente concreta que la confesién frecuente va a tener en la vida de un cristiano serio del futuro. Es muy posible que también en ese campo hayan de producirse algu- nas modificaciones por razones legitimas. Pero eso no es motivo en manera alguna para relegar la confesién frecuente de devociodn! al museo de antigiiedades eclesidsticas. Quien en este campo se dedica a demoler sin construir al mismo tiempo, no ha captado el espiritu de verdadera seriedad ética y de autocritica en la vida del cristiano. Desde el punto de vista teoldgico, el sagrario es eviden- temente ante todo el lugar en que se guarda el Alimento de vida destinado a ser tomado por Jos fieles. Precisamente por eso mismo es sacrilego rechazar como pasadas de moda todas las prdcticas de piedad eucaristicas, que han ido sur- giendo en la Iglesia desde el siglo x1 y que siguen Jlenas de vida *. gPor qué no va a orar el cristiano del futuro arrodi- lado ante el Cuerpo del Sefior, que se ha entregado por él, ante el signo sacramental de la muerte del Sefor y de su propia muerte en el Sefior, que se acerca a él? gO es que en el futuro no va a existir amargura, frustracién y muerte? ¢En el futuro sdlo va a haber hombres que huyan cobardemente de esos abismos de la existencia? Si no es asf, en el futuro habré también hombres que se arrodillen en oracién y ado- racion ante el tabernaculo eucaristico, que pongan su mirada en Aquel a quien han traspasado; hombres que estén dis- puestos a aceptar su destino, que fue asumido en el misterio 1 Para entenderlo con mas profundidad, véase: «Vom Sinn der haufigen Andachtsbeichte», en Schriften zur Theologie 111 (Einsie- dein, 6? ed., 1964), 211-225 (Escritos de Teologia 111, Madrid 1961, 205- 218). 2 Para la necesaria fundamentacién teologica, véase: «Die Ge genwart Christi im Sakrament des Herrenmahles», en: Schriften zur Theologie IV (Einsiedeln, 4? ed., 1964), 357-385 (Escritos de Teologia IV, Madrid 1961, 367-395). 18 pascual de Jestis, ¢En el futuro han de desaparecer todos los conventos de vida contemplativa, en los que personas llamadas por Dios dan testimono a sus hermanos y a sus her- inanas de que todos los cristianos, cada uno a su manera, han de guardar ante la felicidad de este mundo aquella dis- tancia en la que precisamente esta tierra alcanza su belleza de redencién? ¢Se ha de climinar en la actualidad de los cjercicios espirituales el silencio de la meditacién? ¢Ha de dominar, aun en esos dias, la locuacidad farragosa de la vida cotidiana? gO mas bien se ha de aprender en el silencio de esos dias a guardar el silencio con el gue uno tendré que enfrentarse en los momentos decisivos de la vida yen la soledad de la muerte? Todo esto no son mas que ejemplos tomados al azar, que sélo pretenden aclarar una cosa: que Ja espiritualidad del futuro tiene también un valioso legado que conservar, que s6lo sera auténtica cuando sepa mantenerse en una relacién lena de vida con el pasado. De la misma manera, la espiritualidad del futuro solo sera fiel y sumisa al espiritu de la verdadera espiritualidad cris- tiana, si tiene el valor de aceptar lo planificado, lo practi- cado, lo formado, las «prdcticas», en una palabra, lo insti- tucional; y si no se diluye en una actitud puramente interna desdibujada. No existe espiritu sin cuerpo, y no es posible una vida religiosa seria sin que el hombre se imponga a si mismo una norma, una regla, unas prdcticas y una obliga- cion *. ¢Qué aspecto va a tener lo institucional en la vida espiritual del futuro? La cuestién es dificil en muchos as- pectos, porque el cristiano del futuro va a tener que trazarse Un andlisis del texto conciliar en el trabajo citado en la nota 10. 16 Fenémenos concretos de esta espiritualidad mundada en el tra- bajo del autor: Alledgliche Dinge (Einsiedein, 6: ed., 1966). ‘7 Ejemplos de estas virtudes en este tomo en la seccién titulada «Virtudes cristianas». 28 posible representante de Dios. Sélo Dios es y sera la tinica verdadera unidad del pluralismo. Con esto se nos ofrece un nuevo aspecto de Ia auténtica sespiritualidad mundana». ¢Qué sentido tendria todo el es- fuerzo de los Iamados «institutos seculares», si no fuesen olra cosa que unas tropas auxiliares para las tareas del elero, con un uniforme un poco mas moderno, y si lo mun- dino no fuese en ellos tarea y campo de accidén, aun antes We haber quedado inspirado por la religion e integrado en ella? El hombre no sélo vive en un mundo que ha sido dado previamente, sino que también lo hace. Con ello se le frecen posibilidades, tareas, responsabilidades y riesgos que ues sencillamente no existian ™, Por tanto, la espiritualidad iana del futuro habrd de ser vivida también en ese cam- po, y no solamente por aquellos que como ricos pueden permitirse el lujo de vivir la espiritualidad de Filotca aleja- dos de ese mundo del trabajo y de la hominizacién del mundo, o por los que como proletarios no tienen todavia acceso a [a transformacién del mundo mediante su colabo- racion creadora y responsable. Evidentemente, el mero he- who de haber hecho avanzar la fisica mediante un ligero escubrimiento, 0 de haber volado por los espacios sidera- Jes como Gagarin, no constituye a uno automaticamente en hombre que ama a Dios. Y, sin embargo, la auténtica espi- ritualidad del futuro no tendra por qué empezar precisa- mente alli donde cesan todas estas cosas. Cuando el Concilio Vaticano II exhorta a los cristianos a hacerse cargo de sus lureas en el mundo de hoy, a colaborar con todos en la for- macidn de un mundo mas grande, mas libre, mas digno del hombre, a sentirse responsables y tener valor no sdélo para esperar las directrices morales de la Iglesia jerarquica, no solo para preguntarse eémo se han de hacer las cosas para no ofender a Dios, sino qué es lo que hay que hacer para que la vida sea mds digna de ser vivida'*; al decir todo esto, la ™ Sobre esta nueva situacién: «Experiment Mensch», en: Die ze nach dem Menschen, Festschrift fiir Max Miiller (Freiburg 1966), La constitucién pastoral sobre la Iglesia en el mundo actual muestra claramente que el Concilio establece estas exigencias en la vida del cristiano. Véase el trabajo del autor «Zur theologischen 29 Iglesia no traiciona su mensaje de la Cruz, de la humildad y de la busqueda de lo eterno, acomodandose a un mundo secularizado, sino que manda a los cristianos tomar cristia- namente en serio sus tareas que antes nO existian en esa misma forma, pero que actualmente existen y son para Jos cristianos en cuanto tales parte integrante de su verda- dera espiritualidad. En este campo, como en los demas, cada uno debe hacer lo que le corresponde conforme a sus dotes y a su vocacién, y no lo que les corresponda a los demas. El cristiano no puede prejuzgar ka politica como un «negocio sucio» y esperar de Dios que haga intervenir en ese «negocio sucio» a otras personas que no sean él, mien- tras él se dedica a su tranquila vida de piedad en medio de una comodidad burguesa. El] mundo concebido como «mundo mundano» hecho por los hombres y en plena trans- formacion esta leno de exigencias para los cristianos de hoy, y el cumplimiento de sus deberes en lo que se podria llamar «espiritualidad politica» es ya hoy —o lo sera ma- fiana— parte integrante de la auténtica espiritualidad cris- tiana*". 3. La nueva ascética de los limites que uno ha de imponerse a si mismo. Entre otros muchos posibles rasgos que podrian conce- birse en Ja futura espiritualidad cristiana, y que seguramen- te le serdn esenciales, cabe destacar un tercero, que es la transformacién estructural de la ascética. Antes, a la libre actividad del hombre, se imponfan unos limites, procedentes de una dura coaccion externa, nacida de su situacion vital. Sus vicios quedaban castigados inmediatamente, llevaban en Pproblematik einer ‘Pastoralkonstitution’» que aparecera en los escritos en homenaje a J. Héfer publicados por la editorial Herder (Freiburg 1967) bajo la direccién de R. Baumer y B/. Dolch. . 20 Sobre las tareas concretas del cristiano en el mundo, con mas amplitud: Handbuch del Pastoraltheologie 11/2, 40 ss. 42 ss.,_ 148-175 (con numerosas referencias), 208-228, 236 ss., 243 ss., 248 ss., 258 ss., 262 ss. : ; _ 21 Sobre la fundamentacion tealdgica de este pensamiento basico: K. Rahner, «Christlicher Humanismus», en: Orientierung de 31-5-1966; J. B. Metz, Verantwortung und Hoffnung (Mainz 1966). 30 sf mismos la sancién. Por lo menos eso ocurria a la mayor parte de los hombres, cuyas vidas, en constante amenaza, apenas dejaban lugar —o lo dejaban muy poco— al lujo, al eapricho, a la ociosidad, al turismo, al placer, etc. Por ello la ascética cristiana o se reducia a la aceptacién paciente de lo precario y trabajoso de la vida, o era una ascética adi- cional, en algtin sentido externa como el monaquiemo, y apenas se dejaba sentir en ella el Jlamamiento a una ascesis nacida de la vida misma en su aspecto diario y vulgar. Por ello, concebida como algo adicional y libremente aceptado, ponia de relieve lo extraordinario y lo heroico. La ascética eristiana era, por consiguiente, o bien pasién**, o bien ac- cién adicional y extraordinaria. Actualmente el] hombre, por su amplio dominio de la naturaleza, de la técnica, de la me- ilicina y de la planificacién, tiene posibilidades tal vez mas amplias de lo que le corresponderian considerada su verda- iera esencia**, Tiene Ja posibilidad de actuar sin medida, sin que se lo impidan las estructuras previas de la vida. La libertad sexual ya no esté automaticamente «castigada» por los hijos 0 por la enfermedad. E] abuso del poder no es tan arriesgado como antes, cuando un soberano inmoderado en- contraba indefectiblemente en su camino al tiranicida. Ya el hambre no llama automaticamente al orden al ocioso. El afan de goces fomenta la medicina mds de lo que merece la pena. Ya no existen limites impuestos desde fuera. La con- uencia eS una transformacién de la ascética cristiana, » precisamente por presentarse como racional ha prescin- dido de lo espectacularmente heroico de la antigua ascética de accién. La ascética activa tenia antes e] caracter de lo adicional y extraordinario. Hoy tiene mas bien el cardcter de la libertad responsable ante el deber. Resulta casi mas dificil que la antigua, precisamente porque ha de presen- tarse con el aspecto de una «racionalidad» perfectamente normal *4, = Sobre la fundamentacién teolégica de esa ascesis tradicional: Passion und Aszese», en Schrifien zur Theologie 111 (Einsiedeln, , 1964), 73-104 (Escritos de Teologia III, Madrid 1961, 73.102). Sobre la dificultad de esta cuestién, véase el estudio citado en Jn wota 18, sobre todo pp. $6 ss. Sobre su perspectiva ascética, pa- winas 65-68. *) Esta razonabilidad no ha de ser entendida como algo normal or 31 Esa «ascética de consumo», ejercitada en todos sus cam- pos, es dificil**, Considerada en su misma esencia, afecta a la totalidad del hombre, y siempre que no se dé una cierta debilitacion de las tendencias, que libere parcialmente al hombre de tener que decidir libremente, y le haga inmune ante el atractivo de una sociedad avida de consumo, que crea y sugiere continuamente nuevas necesidades, esa nue- va ascética sdlo puede ser practicada en todos los campos de la vida humana por quien esté abierto a Dios y por cllo sea capaz de aceptar previamente una renuncia* aparente- mente irreparable para el hombre angustiado por la mucrte. Dios, y la apertura respecto a Dios, estan muy lejos de ser un analgésico que se puede tomar a discrecién para hacer mas llevadera la ascética de consumo que todos han de practicar. Concebidos y utilizados de esa forma, fallan in- mediatamente en sus efectos. Sdio haran bien a quien ama a Dios por si mismo. Quien esta abierto al absoluto futuro de Dios **, sera capaz de superar la apetencia sin limites de Nenar su vida con el mayor goce posible —incluyendo en ese concepto el de poder— para en ultimo término des- truirse a sf mismo por su inmoderacién**. Y, al contrario, quien se traza unos limites a su propio ser y los mantiene sin buscar con ello realmente una compensacién, en el fondo, aunque no lo haga reflejamente, dice con ello un si al Dios del futuro absoluto, Esta nueva ascética entra de leno en la espiritualidad cristiana del futuro. Se la puede considerar como una nueva en el] sentido de una «naturaleza» dada previamente y realizable en cualquier momento. Y esto aun por la sola impugnacién de toda razén, incluso en el bautizado, por el mundo («concupiscencia»), Por todo ello ha de ser reelaborado el concepto feoldgico de «razonabilidad» y «libertad». 2» Para un andlisis mas amplio de la cultura de consumo y de su trasfondo: Handbuch der Pastoraltheologie 11/2, 130 ss., 175 ss. (con bibliografia). 20 Sobre este punto: «Zur Theologie der Entsagung», en Schriften zur Theologie UI, 61-72 (Escritos de Teologia III, 61-72). Véase también el estudio sobre la «Teologia de Ja pobreza» en este tomo (p. 469). 27 Sobre este concepto y la correspondiente desideologizacién de las utopias intramundanas: Schriften zur Theologie VI, 77-88 y 59 ss. Véase también el estudio citado en Ia nota 18, sobre todo pp. 62 ss. *8 Sobre la fundamentacién antropolégica: Handbuch der Pasto- raltheologie II/1, 34 ss. 32 forma de practicar el misterio mds radical de la ascética cristiana, que consiste y nos es ofrecida en la participacién en Ia muerte del Crucificado, ya que la vida es y sigue siendo una incomprensible pasién. Estos limites que uno sc impone a sf mismo no pueden ser reducidos en nuestros tiempos a un esquema general institucionalizado, en oposicién lo que antes ocurrfa. Pero tampoco pueden quedar en mera teorja o mandamiento abstracto, Tienen que adoptar una forma que configure nuestra vida, y sea eficaz y con- creta. Ha de transformarse de pura moralidad en «uso mo- val», en «ethos» y en buena costumbre 2. Y aqui aparece le nuevo la importante misién que tienen los institutos seculares, cuyos miembros sigan siendo realmente seglares : han de crear modelos que muestren cémo se puede vivir actualmente con autenticidad, sin prevenciones, con suavi- dad y al mismo tiempo con firmeza ante sf mismo, una vida con medidas, disciplinada, limpia; cémo se puede ven- ver en el fondo del corazén Ix angustia mortal y desespe- rada, que enciende nuestras apetencias y nos hace asi en ‘timo término incapaces de asumir sin egoismo la respon- sabilidad de nuestra accién temporal en favor de los demas stun a costa de renuncias aceptadas con una sonrisa tAcita. Para terminar voy a afiadir unas cuantas observaciones. Tal vez alguno tenga la impresién de que no ha quedaao suficientemente claro cémo pueden reducirse a una unidad esa serie de consideraciones y normas referentes a la espi- vitualidad del futuro. Es verdad que no ha quedado claro. Mabria que decir muchas mas cosas, mds profundas y que captasen mejor Ja unidad original, para exponer concreta- mente cémo se puede reducir a la unidad de la espiritua- lidad cristiana del futuro lo viejo y lo nuevo, la conser- vacién de un legado y Ja nueva configuracién de la espiri La filosofia y la teologia tienen todavia por delante la tarea Je trazar la aueva figura de semejante «costumbre» (véanse, por emplo, los trabajos de G. Funke) en sentido ontolégico-existencial, lamente asi podrd ser titil a la teologia y a la espiritualidad la importante categorfa clsica del fabitus, mal entendida en nuestra epoca. 33 tualidad, la mistica de la experiencia de Dios y la accién temporal humana**, Aun asi la sintesis de todos esos ele- mentos seguirfa siendo siempre el problema y la tarea que no ha de resolver Ja reflexién teolégica, sino la prdctica de la vida: esa practica de la vida que se realiza en pa- ciencia, en constante biisqueda, en autocritica «discrecién de espiritu», y que por tanto seguiré siendo siempre un don del Espiritu al individuo y a la Iglesia. Ante todo se necesita paciencia, que en una coyuntura de transicién en- tre las instituciones antiguas, sélidas, pero anticuadas, y lo moderno, aun no bien consolidado, nos guarde de reac- ciones estridentes, a las que estan expuestos tanto los pro- gresistas como los conservadores, cada uno a su manera. La verdadera vida, como unidad irreductible de jo multiple, es siempre compromiso —con tal de que se entienda debida- mente este término*', Ese compromiso se plasma _histéri- camente, y seria yano pretender describirlo previamente en teoria. Para conseguirlo hacen falta aguante, 4nimo y con- fianza en la incontrolable sabiduria de la vida, y sobre todo en Dios. En el futuro habrd indudablemente diversos estilos de espiritualidad cristiana. Y esto por la sencilla razén de que el hombre, a pesar de la masificacién de la sociedad, aun en lo temporal puede desarrollar, mucho mas que antes, formas de vida mucho més diversificadas **. A pesar de sus diferencias, el estilo de la espiritualidad de un cris- tiano centroeuropeo que tomase en serio su fe, era antes re- Jativamente homogéneo. Prueba de ello son el estilo de las Ordenes Terceras, el de las Congregaciones Marianas, etc., y aun los preceptos canénicos sobre la vida espiritual del clero diocesano, que muestran casi hasta en sus detalles 80 Hemos de hacer aqui expresamente referencia a los trabajos de W, Dirks, «Wandlungen der Froémmigkeit», en J. B. Metz-H. Splett (editor), Weltverstindnis im Glauben (Mainz 1965), 254-264; «Vernunft und Heiligkeit», en: Integritas, editado por D, Stolte-R. Wisser (Ti- bingen 1966), 294-305. Aparecen también muchas nuevas perspectivas en H. J. Schultz, Frémmigkeit in einer weltlichen Welt (Stuttgart 1959). “Esta palabra no ha de ser entendida aqui en sentido peyora- tivo, Esto se desprende ya de Ja pluralidad del ser humano imposible de ser plenamente armonizada por el mismo hombre. 32 Véase Handbuch der Pastoraltheologie 11/1, 206 ss. 34 csa_misma unidad. E] margen de variantes dentro de la espiritualidad cristiana del futuro serd y deberd ser mas imaplio. Es importante hacerse cargo de esa situacién admitirla, De lo contrario se correra peligro de achacar in justamente, como con frecuencia se ha achacado en el pa- sado, a muchos cristianos que se aparten de los moldes habituales de Ja espiritualidad, la mala conciencia de tener muy poco de la espiritualidad cristiana de la Iglesia. Los ctistianos jévenes de nuestros dfas deben desarrollar con 'ranquilidad de conciencia un nuevo estilo de espiritualidad ¥ exigir que la Iglesia se lo reconozca. Cuando ese estilo conduzca al amor, a la paz, a la alegria, a la paciencia, a Ja bondad, al dominio de si mismo y a otros testimonios del Espiritu, habra que decir con San Pablo (Gal. 5, 23): «Contra una cosa asi no existe ley. Ni siquiera la de la Iglesia» **, , Finalmente se ha de evitar considerar lo nuevo y lo an- tiguo como compartimentos estancos dentro de Ja espiritua- lidad Cristiana: lo nuevo sdlo es auténtico cuando conserva lo antiguo; y lo antiguo sdlo sigue teniendo vida cuando es vivido en forma nueva, En lo antiguo y cn Jo nuevo ha de mantenerse siempre inmutable lo que ha sido antes, lo es tctualmente y lo sera siempre —y sobre lo cual nunca cabe insistir demasiado—: la bendita incomprensibilidad de la Vida, Dios, el misterio del Crucificado y Resucitado, la gra- cia divina en y sobre toda la vulgaridad de la vida diaria, la esperanza en Ja vida eterna, que es Ja incomprensibilidad misma de Dios ahora revelada. Donde se da todo esto de forma vital, se da un cristiano y un buen cristiano. ¥ lo uusmo ocurrira en el futuro. Un nuevo pequeio ejemplo de estos i ott huevos intentos vanciones del P. Duval. Sobre el tema un pequefio articulo del auton Kleines Lied», en Glaube die Erde liebt (Freiburg 1965), 1ST ce 35

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