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Cémo seguir siendo hombre en medio de la crisis economica Maria Lucero Jiménez Guzman Olivia Tena Guerrero Coordinadoras Une mystifcation publicitaie, ‘iin frreemplazable, Buenos posicién’ masculina. Una | nim. 298, febrero, + te divé-con quién te acuestas, Masculinidad y teoria social, sculino, Barcelona, Paidés. r Masculinidades diversas, aportes para su clasificacion: Laura Collin Harguindeguys « El tema del género, o los géneros, va constituyéndose progresivamente, en un campo 0 perspectiva transdi: iplinaria, transversal, en tanto incide sobre los actores sociales de cualquier tipo de proceso, pero sobre todo Porque sus protagonistas actian bajo el influjo de posiciones que ponen en juego la disputa de espacios en una arena que se torna confictiva, justo cuando aparece la definicién de perspectina de género. Es decir, las diferencias de género existen de “por s tanto las biol6gicas, que se refieren exclusivamente a diferencias somaticas,! como las que se refieren ala compleja diferenciacién cultural, En la antropologia, toda monografia que se respete consigna la divi- sién sexual del trabajo; aparece normalmente en la mayoria de los cédigos Agraderco a Anglia Tores su colaboracin en ese trabajo, “Profesor invesigadora de El Colegio de Taxcla A.C, coordinadora del Programa de Gobiemo, Gestion y Democracia Ta cxistencia © no de diferencias bioldgicas consttuye un tema polémico. Connell a com Sera Tesi totalmente Feta” (203.7), en cambio Hite sostiene que. "La iserp. Ciba ala biologia es necesaria, pero sn que haya una traduccion ines y universal de exe dates clementales" (Herter, 1996, p22), sn embargo, aiega que esta nos determinants Alas formas cultures: “Si alguna de esas insiuciones estuverabiologicamente on damentads, y por tanto fe natural y necesria, se presenta en todo el mundo bajo Js misma forma [..] Peo no ese caso de ninguna de ells. La base de las diversas for. ‘mules que s hallan es siempre, ciertamente, la observacin y el uatamiento deinveriantes olegicos, pero ests son muy generals” (Herter, 1996, p. 253) En sentido similar se Ww 178 Laure Colin Harguindeguy ¥ teligiones, en los manuales de buena conducta, Establece de manera casi uunivoca la necesidad simbélica de diferenciar, no solo a las partes de la pareja reproductiva, sino fundamentalmente las posiciones sociales, Si bien las disputas de espacio no son nuevas, el género se constituye como objeto tedrico y como objeto tebrico-problematico sélo recientemente, y sin lugar a dudas como consecuencia o influido por la existencia del femi- nismo, que al reclamar espacios piblicos, propicié el cuestionamiento al espacio privado y consecuentemente el cuestionamiento a la esencialidad de su mandato (de supuesto caracter natural y por tanto inmutable), y al Posicionar a fo femenino como objeto de discusi6n, arrastré a su contratio, Jo masculino, como objeto de discusion: “Una vez cuestionada la condicién de mujeres, problematizar sobre la construccién de las masculinidades era s6l0 cuestién de tiempo” (Ponce, 2004, p. 7). A diferencia de otros objetos tedricos, lo “femenino” y lo “masculino” se constituyen como resultado de un proceso o un debate politico, que establece lo que Bourdieu (1995) califica como una arena de conflicto donde se disputan posiciones, La derivacién de los estudios sobre masculinidad del espacio creado por Ja lucha feminista queda confirmado cuando se constata que en los foros donde se aborda el tema ain predominan las mujeres, y cuando aparecen {os varones en juego, se trata ain de varones vinculados a los grupos femi nistas 0 a movimientos de corte alternativo, como los ecologistas, Connell (2003), 0 como formulacién abordada por los varones que se sienten ineé- modos con el papel que les toca desempefiar. romuncia Espada, quien sostiene que el yénero comprende “|. normas y roles creados y sancionados socialmente |... en funcién del sexo biolbgico” (2004, p. 3). Porsu parte, Hal. per (1993), quien reconoce que 20 ais antes se hubiera cortado las manos antes de aceptar la existencia de diferencias bioldgicas entre sexos, admite que no puede near la evidencia cientifca en cuanto a la existencia de diferencias cagnitivas entre hombres ¥ mujeres. Bonino (2002) cle rables 0 ambivatentes a posicién ante las pos movimientos de mas respecto a las luchas de varones”, entre el masculinidad hegemé nuevos modelos sociz categoria coloca al 1 rencia del segundo, in tercero, al fundamen una reaceién ante el posicién contraria ubi profeministas,’ y la re Movimiento mitopodti varones "..] frustrado e los varones ly la ere ‘Tampoco califica may al ejercicio de “nuevas seusan de “feminazism A su juicio se tata de tremista de la masculin mujeres. Los considera ‘americana y europea xendfobos dl tipo de t Protagonizado por “var motores de poitcas de teacional hegeménica académica que pretende ntipatiarcales y ecolg of mer and masculiniist A su juicio *I..]inerp Gran Combo... ef rer Establece de manera casi no s6lo a las partes de la posiciones sociales. as, el género se constituye maticosélorecientemente, >por la existencia del femi- ici6 el cuestionamiento al amiento a la esencialidad Por tanto inmutable), y al dn, arrastré a su contrario, zcuestionada la condicion de las masculinidades era diferencia de otros objetos mstituyen como resultado ce lo que Bourdieu (1995) vutan posiciones. dad del espacio creado por ‘constata que en los foros uujeres, y cuando aparecen culados a los grupos femi- 10 los ecologistas, Connell srones que se sienten incd- de “[. normas y roles ereados y 10" (2004, p. 3). Por su parte, Hal crtado las manos antes de aceptar ‘que no puede negar a evidencia asentre hombres y mujeres Masculinidades diversas 179 Bonino (2002) clasifica a los varones en tres categorias: conirarios, favo- rabies 0 ambivalentes a los cambios de las mujeres, es decir, tipifica por su posicién ante las posiciones femeninas; de la misma manera ubica a los movimientos de masculinidad de acuerdo con su p respecto a las luchas feministas. A su juicio existen “cinco movimientos ‘ionamiento con de varones”, entre ellos, [...] los de restauracién o reivindicacién de la masculinidad hegeménica [los] resistenciales [de] varones “feminizados” [y] nuevos modelos sociales masculinos” (Bonino, 2002, p. 6). En la primera categoria coloca al movimiento mitopoético de los noventa? al que dife- rencia del segundo, integrado por los movimientos de men’s rights, y como tercero, al fundamentalismo masculino.‘ Los tres primeros constituyen una reaccién ante el feminismo y la pérdida de derechos masculinos; en posicién contraria ubica dos movimientos pro femeninos, los antisexistas 0 profeministas,* y la retbrica de los nuevos varones.* En su esquema resalta ‘Movimiento mitopoetico al ue califica como espiritualista y naturalist, conformado por varones“[... fustrados por la falta de éxito labora... insatisfechos ante la ctiss del poder Ae los varones {y la] erosién del patriarcado doméstico” + Tampoco calfica muy bien a estos defensores del derecho de los padres a estar en casa y al ejercicio de “nuevas paternidades" y quo se consideran vitimas del feminismo al que acusan de “ferinazismo v hembrismo cuando lo sienten radical” A su juicio se trata de un movimiento de “afirmaciba, reivindicacin o restauraciba ex: ttemista de la masculinidad tradicional [que] se opone drdstcamente a los cambios de las mujeres. Ls considera “una refundacisn conservadora” producto de la derecha radical nor ‘eamericana y europea... BU... UK..."backlash” a los que asocia con grupos racists © xxen6tobos, del tipo de radicion familia y propiedad (Bonino, 2002, p. 9). Protagonizado por “varones estudiosos de la sexualidad, sociSlogos,psicoterapeutas 0 pro ‘motores de poitcas de igualdad” abocados ala critica y deconstruccién dela masculinidad tradicional hegemdnica,involucrados tanto en el acivismo socal, como en la investigacion 1cadémica que pretende construir masculinidades alternativas,vineulados con movimientos Aantipariarcales y ecoligicos, con vsibilidad académica através de os “e's studi studs of men and masculintes or tice stuie of men and masculinites Bonino, 2002, pp. 9-10), ‘A su juicio “[...]interpretan fos lentos y pequetios cambios masculinos como pracba del Gran Cambio”... acto wari sensible. nuea pave... vain foila, sin embargo, los acusa 180 Laura Collin Harguindepuy ‘como tanto los grupos profeministas como a las movimientos de reafirma- cién de la masculinidad, que también pueden entenderse como respuesta al posicionamiento feminista: “Las mujeres, en su voluntad de redefinirse, han obligado a los hombres a hacer otro tanto” (Vendrell, 2002, p. 35), Inevitablemente “[...] los hombres son presentados a la zaga de un proceso encabezado por las mujeres” (Ferraudi, 2003, p. 286).” La limitada participacién masculina en el estudio de la masculinidad ha sido atribuida a que los varones se encontrarian cémodos o satisfechos con su rok: “[...] no han tenido, dada su condicién, ninguna necesidad de problematizarse a si mismos en tanto que dominadores” , sostiene Elisabeth Badinter (1993, p. 14) Es por ello que no sienten necesaria la revisién de su estatus. Desde otra perspectiva el fendmeno se explica en funcién de los espacios y a la distin- cién en cuanto al campo en disputa, pues mientras las mujeres intentan socialmente, como grupo, incursiones en el émbito publico, reconstruyendo tuna identidad social, los varones, que hasta la fecha dominan ese Ambito, estén sometidos a suftir procesos identitarios de género individuales. El problema de la masculinidad pareceria derivar de una problematizacion ‘de “conservar sus prerrogativas, que quedan encubiertas por sus cambios bajo barnices de igualdad]" (Bonino, 2002, p. 13) Minello atribuye a Clatterbaugh (1990) una caracterizacion que destaca el aspecto sociopo- Iitico dividida en seis perspectivas principales: a) las conservadoras (Ia dominacién de los varones es natural, como también lo es su papel protector y de proveedor econdmico); 5) las profeministas (la masculinidad es una ereacién social y es posible cambiar la actual siuacién de dominacién); cel movimiento de derechos de los varones (los hombres estin sujet ainjusicas Iegals, sociales y deben luchar para recuperar aquelo que consideran sus derechos; y d) los del desarrollo espiritual 0 mitopostico (la masculinidad proviene de patrones inconscientes profundos) o de grupes especifcos (de los que el autor destaca a 10s vvarones homosexuales y los de color) (Minello, 2002, pp. 14-16). © (Apud Vendelt 2002, p. 35); Badinter, Blisabeth (1993), x7, La idotidad masculine, Madd, Alianza previa, ademas limi leran como dis La problematicida cen cuestién, sin alt son concebidos cc nidad puede que ne profundamente etn ‘Tanto el feminise remonta al siglo XVIII surgidos recién en el Connell (2003) remo ién de rol sexual por de género”, en los ci en los setenta con los mientos de reaccién, que aparecen en las c mente, casi de maner Hobsbaum (1997), a Asimismo, reconoce ls smasculinidad, las aport cial yas nuevas tender Flinceés porestos estu realizadas en 1988 con mujeres 56 hombres d Federal, Australia, Chi venta (con algunos cua hombre y la masculinid contra la violencia en A novimientos de reafirma- Mtenderse como respuesta u voluntad de redefinirse, * (Vendrell, 2002, p. 35), os ala zaga de un proceso 286).7 tudio de la masculinidad an cémodos o satisfechos dn, ninguna necesidad de lores”, sostiene Elisabeth desu estatus. Desde otra os espacios y a la distin. tras las mujeres intentan >piblico, reconstruyendo. cha dominan ese émbito, 2 género individuales. El de una problematizacion fr sas cambios [bajo barices de a que destaca el aspecto sociopo ervadoras (la dominaciéin de los ry de provecdor econsmico} 8) Ly es posible cambiar la acaal os varones (los hombres estén ecuperar aquello que consideran ico (a masculinidad proviene de (de los que el autor destaca 2 los 416). 1 Earidemidad masclina, Madi, Mosculinidades diversas 181 previa, ademas limitada a un contexto occidental, que algunos autores consideran como discutible: La problematicidad se da en sociedades donde el papel del vat6n es puesto ‘en cuestién, sin alternativas claras, y donde los miembros de estas sociedades son concebidos como individuos més © menos auténomos [...], la mascul- nidad puede que no sea mas que un falso problema, [...una] falacia de cardcter profundamente etnocéntrico (Vendrell, 2002, p.47). ‘Tanto el feminismo al que se le puede reconocer una trayectoria que se semonta al siglo xvil (Argitelles, 2009), como los estudios de masculinidad surgidos recién en el siglo pasado, constituyen probleméticas occidentales. Connell (2003) remonta sus antecedentes? a los afios treinta con la defini- cin de rol sexual por la escuela funcionalista, seguido por cl de “identidad de género”, en los cincuenta, para establecerse como tematica patricular en los setenta con los Men's studies, seguidos en los ochenta por los movi- mientos de reaccién, como los mitopoéticos (Minello, 2002).!° Es decir, ‘que aparecen en las ciencias sociales como problematica tedrica, reciente- mente, casi de manera paralela a los estudios sobre identidad, que segin Hobsbaum (1997), a pesar de que su profusién actual pareciera ubicarlos Asimismo, reconoce 1a existencia de tes proyectos importantes para una ciendia de la ‘masculinidad, las aportaciones del conocimientoelinico y los terapeutas, la psicologia s0- Cia, y as nuevas tendencias e la antropologa, Ia historia y la sociologia (2003, p. 21) El interés por estos estudos fue creciendo. Una muestra de ello puede verse en las reuniones realizadas en 1988 con los auspicios de la Asociacién Britinica de Sociologia, donde 48 rujeres y 56 hombres discutieron la tematica de Ja masculinidad con estudios de Alemania Federal, Australia, China, los Estados Unidos, Ilanda, Israel y Noruega. [..] en los no- venta (com algunos cuantos ejemplos en los ikimos afios dela década de los ochenta), el hombre y Ia masculinidad se expanden como objetos de estudio [..,coletivos masculinos ‘contra la violencia en Argentina, México. 182 Laure Collin Harguindeguy como remotos, aparecen en los aiios setenta."" La coincidencia no puede adjudicarse a motivos casuales, dado que fo émenino, al igual que fa mascu- inidad, constituyen sistemas de identidades y como tales representan conceptos subjetivos, relativos, situacionales. Son tal vez menos relativos y situacionales que otras identidades sociales que pueden asumirse de acuerdo con el contexto y a gusto de la persona, dado que los remitidos al género se encuentran restringidos por la rigidez de las normas sociales y el condicionamiento biolégico de la conformacién fisica, transgredido por la manipulacién del cuerpo, ya sea por el travestismo o el bisturi."” Actualmente pareciera campear un consenso en cuanto a su cardcter construido (Nuitez, 2004; Ramirez, 2004; Héritier, 1996; Parker, 2002), producto de una ficcién cultural (Ponce, 2004) o de la cultura, (Rivas, 2004; Gonziilez, 2002; Hernéndez, 1996; Lozoya, 1999); Connell (2003) las define como roles sexuales internalizados, mientras que Minello (2002) sefiala su vinculacién con los contextos institucionales en que se inscriben. Si los estudios sobre masculinidad derivaron de los feministas, hoy un nuevo factor los posiciona como actuales. En el contexto neoli- beral, que genera como una mas de sus vertientes excluyentes (Jaquard, 1995; Saxe-Fernandez, 199; Cadena 2006; Lépezllera, 2005; Collin, 2005) al desempleo y sobre todo el masculino, aparece como un problema endémico (Gambino, 2001; Gautie y Neffa, 1998; Lopez, 1996; Sotelo, 2003), cuestionando el rol de proveedor principal de los varones. El problema del desempleo masculino y la creciente participacién femenina ‘como proveedoras principales, est conduciendo a redefiniciones en las Resultalamativa la dstncién semintica: mientras para los hombres se habla de masculi: nidad, las ferinistas dificilmente aceptarian avtodefinirse como estudios de femineidad, probablemente por las connotaciones trdicionales que el termino supone, “Sila disciplina social no puede producir cuerpos que se adecuen a la nocién de géacro ‘specifica, entonces el bisturi si pod hacerlo” (Connell, 2003, p. 79) ak distribuciones de ta eltapete la discusiér Jas masculinidades, La pluralidad de Ii En el caso de las ic remite a las diferenc 2002), etnia (Heriti 2002) y las que se ¢ inclusive por grup Douglas (1998) defit elcardcter plural de Ferrandiz, 2002; Po 2002; Gutmann, 20¢ y Reyes, 2005; Nuc llev6 a la propuesta hhegeménica (Rivas, 2C manifiesta una ciert: institucional” (Conn occidental, y que ref la caracteriza como subjetividad masculit Resultados de la ime Gomez y Tena, 2003 En opinién de Ramire masculinidad sure ta influencia de otros suit La coincidencia no puede enino, al igual que la mascu. y como tales representan ‘on tal vez menos relativos + que pueden asumirse de 1a, dado que los remitidos dez de las normas sociales aacién fisica, transgredido travestismo o el bisturi.” + en cuanto a su cardcter ritier, 1996; Parker, 2002), 4) 0 de la cultura, (Rivas, aya, 1999); Connell (2003) 9s, mientras que Minello s institucionales en quit se erivaron de los feministas, ales. En el contexto neoli- tes excluyentes (Jaquard, Lopezllera, 2005; Collin, tparece como un problema 998; Lopez, 1996; Sotelo, cipal de los varones. El ate participacién femenina do a redefiniciones en las ‘los hombres se habla de mascul ‘ne como estudios de femineidad, termina supone, se adecuen a la nocién de génera 2003, p. 79), Masculinidades diversas 183 distribuciones de tareas al interior del grupo doméstico,” que ponen sobre eltapete la discusién de las adscripciones de género y la discusion en tornoa das masculinidades. La pluralidad de las masculinidades En el caso de las identidades de género, la relatividad de los conceptos remite a las diferencias de clase (Margulis, 2003; Urresti, 2003; Ferrindiz, 2002), etnia (Heritier, 1996; Caceres, 2005), sociedad (Lameiras et al., 2002) y las que se producen a través del ciclo de vida (Ramirez, 2004)"* e inclusive por grupos de adscripcién o elecciones personales, que Mary Douglas (1998) define como estilos culturales. En consecuencia se destaca elcardcter plural dela construccién de la identidad masculina (Parker, 2002; Ferrdndiz, 2002; Ponce, 2004; Ramirez, 2004; Connell, 2003; Minello, 2002; Gutmann, 2002; Espada, 2004; Caceres, 2005; Figueroa, 2005; Tod y Reyes, 2005; Nufiez, 2004). La posibilidad de una extrema variabilidad Ilevo a la propuesta de una definicion generalizante: la de masculinidad hegeménica (Rivas, 2004; Connell, 2003; Bonino, 2002; Espada, 2004), que manifiesta una cierta correspondencia “entre el ideal cultural y el poder institucional” (Connell, 2003, p. 117), valida al menos para el contexto occidental, y que refiere al modelo ideal o ética de masculinidad. Bonino la caracteriza como una serie de “creencias matrices organizadoras de la subjetividad masculina [...] mandatos prescriptivos y proscriptivos [...que Resultados de la investigacién: Crisis labora, Crisis de Masculinidad, Jiménez, Collin, Gomez y Tena, 2003-2006). En opinin de Ramirez: “La significacion que el varon tiene de si mismo como sujeto de ‘masculinidad sult transformaciones a los largo de su ciclo vita, que son producto de la {nfluencia de oxos suet individuales 0 colectivos’ 184 Laura Collin Harguindeguy configuran una] singular metabolizacién de su identificacién” (Bonino, 2002, p. 17). La definicién no deja de ser polémica; de ahi que a Minello (2002) le preocupe su utilizacién, mientras que Gonzélez (2002) propone como contrario: el de masculinidad no hegeménica. Las particularidades culturales aportadas por la etnografia permitieron cuestionar y descartar las connotaciones de inmovilidad 0 biologicistas (Connell, 2003; Héritier, 1996; Ponce, 2004; Caceres, 2005). Los estudios etnograficos aportaron a los estudios de masculinidad la posibilidad de la existencia de diferentes soluciones en la distribucién de roles y Ia eventua- lidad de su intercambio, entre hombres y mujeres y al interior de la familia La variabilidad en los roles genéricos levé inclusive a cuestionar el concepto de familia y motivé a uno de los principales tedricos del paren- tesco, Claude Levi-Strauss, a organizar un seminario, convocado a partir de una pregunta: jes universal la familia? El caso paradigmatico que cuestio- naba la universalidad fue el modelo Nayar (Gough, 1959) donde no existe la pareja corresidencial, y donde el hermano de la madre, asume la figura paterna ante los hijos. El modelo, aparente rareza antropoligica para un pueblo asiatico, pareciera tener una tendencia a la multiplicacién. Hay autores que sefialan que pareciera predominar entre la poblacién negra de los Estados Unidos de América (Buchler, 1982)! con tendencia a repro- ducirse en los sectores populares marginados de paises latinoamericanos, en los que confluyen dos factores: el alto mimero de hogares sin padre y la pérdida de empleo masculino, Desde el punto de vista de las clases bajas, la existencia de un marido 0 padre copresidente no es condicién necesaria para Ia constitucién de un grupo © Buchler identifica Ia existencia de grupos con vardn ausente en muchas dreas pobres del Caribe negro americana, doméstico. El gr mujeres adultas ¢ servicios entre pa Como aportacié cién en cuanto ala establecer una relacic de autonomia feme grado patrilineal y | neales” (Buchler, 19% e impensable en soc el caso mas claro lo sociedades donde re subsistencia (horticu raeién y el divorcior aceptados y normac sociedades donde el tiempo que el trabajo a la matrlinealidad explicaria las estadis la dependencia econ contrario, los sistem: cin etnogrética coin sociedad en cuanto mujeres a los espacic numero de hijos, int electrodomésticos qe Cuando la buisq remite al sentido pos identificacién” (Bonino, ica; de ahi que a Minello Gonzalez (2002) propone a etnografia permitieron novilidad o biologicistas seres, 2005). Los estudios nidad la posibilidad de la ‘ion de roles y la eventua- yal interior de la familia, inclusive a cuestionar el ipales tedricos del paren- rio, convocado a partir de tradigmatico que cuestio- th, 1959) donde no existe- la madre, asume la figura za antropolégica para un a la multiplicacién. Hay ttre la poblacién negra de con tendencia a repro- paises latinoamericanos, de hogares sin padre y la tencia de un marido o padre constitucién de un grupo snte en muchas dreas pobres del Masculinidades diversos 185, doméstico, El grupo doméstico basa su existencia en la cooperacién de las mujeres adultas estrechamente ligadas, asi como el intercambio de bienes y servicios entre parientes masculinos y femeninos (Buchler, 1982, p. 57). Como aportacién a la posibilidad de incorporar criterios de determina- cin en cuanto a la necesidad de los roles, la datacién etnografica permite establecer una relacion entre las llamadasartes de subsistencia y la posibilidad de autonomia femenina: “las tasas de divorcio guardan relacién con el grado patrilineal y la fuerza corporativa de los grupos de filiacién patrili- neales” Buchler, 1982, p. 31). El divorcio aparece como incxistente, inviable ‘e impensable en sociedades donde los hombres son proveedores exclusivos, el caso mis claro lo constituyen los esquimales; en sentido contrario, en las sociedades donde recae sobre las mujeres gran parte de las actividades de subsistencia (horticultura, recoleccién, cria de especies domésticas), la sepa- racién y el divorcio no solo aparecen con bastante frecuencia: son pensados, aceptados y normados socialmente, En posicién intermedia aparecen las sociedades donde el trabajo y la actividad masculina son indispensables al tiempo que el trabajo femenino resulta valorado. Estas tendencias se vinculan a la mattilinealidad (Dumont, 1970), y a juicio del autor, esta tendencia explicaria las estadisticas de divorcios de los sistemas patrilineales, donde la dependencia econémica se ha vinculado con escasos divorcios y, por el contrario, los sistemas matrilineales, con altos indices. En este caso la data- cidn etnografica coincide con el hecho seftalado reiteradamente para nuestra sociedad en cuanto a que los factores que facilitaron la incorporacién de las ‘mujeres a los espacios piblicos fueron los anticonceptivos que espaciaron el niimero de hijos, introduciendo la planificacion de la familia y los aparatos electrodomésticos que simplificaron el trabajo doméstico. Cuando la busqueda de defini remite al sentido positivo de la masculinidad pareciera que la caracteristica jones abandona la estigmatizacion y 186 Laura Collin Harguindeguy © definitoria remite a la centralidad del rol como proveedor (Brandes, 2002; Gutmann, 2002; Ferréndiz, 2002; Connell, 2003; Leschziner y Kuashosky, 2003; Urresti, 2003; Espada, 2004) y la necesidad de éxito (Meler, 2001; Lozoya, 1999), en sintesis los “hombres como proveedores © héroes, derrotados y mutilados” (Ferrandiz, 2002). La definicién como Proveedores, dignifica a un témino con connotaciones negativas como el de macho; en trabajo de campo, Gutmann encuentra que: “... para los hombres y mujeres mayores, el término macho denota una cualidad posi tiva de un hombre que mantiene econémicamente a su familia” (Gutmann, 2002, p.108). Connell (2003) sefiala el caracter construido de esta asignacién ¥ advierte que si bien la bibliografia sobre el rol masculino dio por sentado que una parte esencial de la masculinidad era proveer el sustento familiar, Wally Seccombe mostr6 que esta suposicién se habia creado recientemente en Gran Bretafia a mediados del sigo XIX y que no se aceptaba de manera universal”. Aetualmente su existencia como mandato, es comprobada por Ta informacion etnogrifica. Gutmann retoma el relato de un inmigrante de Nayarit, México, que se adjudicaba el haber:"...fracasado” como hombre al no poder cumplir las expectativas familiares puestas sobre él, ya que no podia enviar grandes remesas de dinero que se esperaban de su ida a Estados Unidos” (Gutmann, 2002, p. 28). Elmodelo de éxito, se presenta como altamente competitivo: “Educados Para competir y riunfar” (Lozoya, 1999, p.4), enel que operan arquetipos 0 la figura heroica, donde el éxito” puede asumir la forma “guerrera”, trasla- te a la esfera de la politica, el Ambito deportivo o el econ6- ‘mico. Los arquetipos funcionan como moldes y si bien varios de los autores reconocen que muy pocos pueden alcanzarel ideal (Connell, 2003; Minello, 2002; Espada, 2004), su limitada visibilidad en la practica no implica que én términos simbélicos no opere como modelo. Aparentemente, el modelo hheroico (Connell, 2003; Figueroa, 2005), inclusive en su versién deportiva dada en el pres © artistica, en el cor lismo, se traduce en {os simbolos diverjar liza riqueza y poder, proveedor no tiene p que se expresa de mat puede medirse en tér propia; en las clases otros parametros espe dejos competitivos pre madres), que son quie La necesidad de ‘mandato y una deman no slo a quien no ob descalificante que puc son los hombres que ¢ el modelo de masculir parece dificultarse en | Margulis, 2003). Ferre la masculinidad heride fisica contra mujeres, contexto de la imposib P. 33); mientras que Cc ala formacién de la ms Bonino se pregunta: “1 los cambios socioeconé alguien eventualmente ‘ Se Ocupan de esta cuest lograr cumplir con el ta ‘mo proveedor (Brandes, rel, 2003; Leschziner y y la necesidad de éxito mbtes como proveedores 302). La definicién como ciones negativas como el uuentra que: “... para los -enota una cualidad posi- :asu familia” (Gutmann, struido de esta asignacién tasculino dio por sentado oveer el sustento familiar, bia creado recientemente ose aceptaba de manera dato, es comprobada por ato de un inmigrante de racasado” como hombre puestas sobre él, ya que se esperaban de su ida a scompetitivo: “Educados I que operan arquetipos o forma “guerrera”, trasla- sito deportivo o el econd- bien varios de los autores (Connell, 2003; Minello, préctica no implica que parentemente, ef modelo sen su version deportiva Maseulinidades diversas 187 6 artistica, en el contexto neoliberal y en general en el seno del capita- lismo, se traduce en términos de dinero y se mide de esa manera, aunque Jos simbolos diverjan, por ejemplo, el mantener mas de una casa simbo- liza riqueza y poder, en muchas sociedades. El éxito econémico 0 como proveedor no tiene pardmetros de ingreso en términos cuantitativos sino que se expresa de manera relativa y contextual. El éxito para un campesino puede medirse en términos de rendimiento; en la ciudad, acceder a casa propia; en las clases medias, las escuelas a donde concurten los hijos y otros parametzos especificos, sin embargo, en cada contexto persiste, no sin dejos competitivos protagonizados muchas veces por las mujeres (esposas y madres), que son quienes establecen las comparaciones, La necesidad de éxito aparece como exhaustiva, constituye un ‘mandato y una demanda, inclusive existe su contratio, el /ooser, que denota no sélo a quien no obtiene éxito, sino a quien no lo busca, Su uso es tan descalificante que puede equipararse al de impotente. Asi camo pocos son los hombres que en la practica alcanzan el prototipo establecido por el modelo de masculinidad hegemonica, el rol de proveedor, igualmente parece dificultarse en los tiempos actuales (Brandes, 2002; Urresti, 2003; Margulis, 2003). Ferréndiz califica a esta situacién como “estigma de la masculinidad herida” (2002, p. 92); Caceres le atribuye “la violencia fisica contra mujeres, la infidelidad y otros temores masculinos [...] en el contexto de la imposibilidad de cumplir el papel de proveedores” (2005, p. 33); mientras que Connell (2003, p. 104), se pregunta: “;Qué le ocurte ala formaci Bonino se pregunta: “gebmo nos afectan los cambios de las mujeres? [...] los cambios socioeconémicos y nuevas tecnologias colocan al varén como yn de la masculinidad”. Ante tal panorama, de igual manera, alguien eventualmente “prescindible”, y sefiala que “pocas investigaciones se ocupan de esta cuestién” (2002, p. 2). Es cierto que algunos acceden a lograr cumplir con el ideal del ser, pero también es cierto que sélo ciertos 188 Laure Colin Harquindeguy hombres pueden escaparse de un mandato que tiende a ser exhaustivo (Espada, 2004). Mientras las mujeres pueden transitar de manera suave ante varias posibilidades de reconocimicnto social, a los hombres se les limita al esquema del éxito como proveedor. Una mujer que trabaja invierte durante afios en prepararse profesionalmente. Si de repente decide aban. donar su carrera para atender a los hijos, no es censurada como lo seria un hombre en una situacién andloga; puede no elegir entre carrera o trabajo y optar por ser bella y también ser reconocida. Cincuenta aflos antes, existia un equivalente al foaser o fracasada para el mbito femenino, aplicado a las mujeres divorciadas y poco antes 0 en otros contextos a las mujeres, $ 0 yermas, como la clisica obra de Garcia Lorca. Hoy en dia, pocas son las mujeres o hombres que consideren fracasada a la mujer que decide separarse o divorciarse, y si bien el cuestionamiento al mandato de a maternidad, recién empieza a evidenciarse, el estigma de la esterilidad hace tiempo que pas6 de moda. En otros aspectos, la multiplicidad de posibilidades femeninas también se evidencia, en la ropa y los estilos de conducta, Una mujer con panta: estéri ones, pelo corto, sin maquillaje y fumando, no se equipara necesariamente con una lesbiana 0 un marimacho, son atuendos incorporados como posi. bilidad por las mujeres, y aceptados socialmente, Cuando George Sand ostenté tal vestimenta por primera vez, suscité escindalo y censura por parte de la sociedad, semejante al que suscitan hoy en dia los hombres que se visten con faldas y se pintan, asociados inmediatamente con la homose- xualidad y las conductas desviadas, sin pensar en la posibilidad de la exis- tencia de hombres que deseen portar falda, maquillarse, o pintarse el cabello, in que ello implique asumirse como homosexuales."* Un planteamiento Asi parecen entenderlo el Grupo Abierto de Estudios Sexol6gicosy el Grupo de Reflexin y Estudio Sobre las Masculnidades de Madrid, que en dos ocasiones convocan a ls varones a celebrar el dia de a falda “[...] como forma de reconstruir las metiforas que vinculan el poder y la masculinidad” (Espada, 2004, p. 5), provocative al respe noruego Even Bent bigénero, donde a dejar su identidad de ser mujer, mient mente ‘agarrados’ ¢ p. 1). El cambio de una encuesta aplic: 428 hombres se enc atribuirse rasgos mi Jos hombres con cu En busca de una El abordaje de los masculinidad, por s problematicos, las f mujeres, Contrarian puesto en ef centre nados con el ejercic minados modelos d abordan aspectos ps de riesgo, 0 ta vio “grandes consumid: exclusivos en el hog tizacién de la maser el malandrismo, yw Potenciales delincuente tiende a ser exhaustivo nsitar de manera suave al, a los hombres se les aujer que trabaja invierte de repente decide aban- surada como lo seria. un entre carrera o trabajo y enta afios antes, existia 0 femenino, aplicado a contextos a las mujeres fa Lorca, Hoy en dia, racasada ala mujer que ‘amiento al mandato de stigma de la esterilidad ades femeninas también Una mujer con panta- quipara necesariamente corporados como posi- Cuando George Sand scdndalo y censura por en dia los hombres que amente con la homose- a posibilidad de la exis- 18e, 0 pintarseel cabello, s.° Un planteamiento ‘cos el Grupo de Reftexién y Sones convocan alos varones las metiforas que vinculan ef Mosculnidades diversas 189, provocativo al respecto, lo constituye el film Todo sobre mi padre del director noruego Even Benestad, que presenta la posibilidad de una identidad de bigénero, donde @ un hombre con mujer ¢ hijos le gusta trasvestirse, sin dejar su identidad masculina. Resulta evidente que “hay diferentes formas de ser mujer, mientras que los hombres nos quedébamos asidos, prictica- mente ‘agarrados’ a nuestro modelo de ‘ser hombre’ (Hernandez, 1996, P. 1). El cambio de actitud femenina se constata a nivel cuantitativo; en una encuesta aplicada en diversos paises a un grupo de 1 211 mujeres y 428 hombres se encontré “que las mujeres muestran mayor disposicion a alribultse rasgos masculinos ...y son] menos censuradas socialmente que Jos hombres con cualidades femeninas” (Lameiras et al, 2002, pp. 3-4). En busca de una conceptualizacién . FI abordaje de los temas vinculados a los estudios sobre feminismo y ‘masculinidad, por su origen en una arena en disputa, enfatiza los aspectos Probleméticos, las feministas, la exclusiOn y el cardcter de victimas de las ‘mujeres. Contrariamente muchos de los estudios sobre masculinidad “han Puesto en el centro de sus preocupaciones analiticas los temas relacio- nados con el ¢jercicio del poder y la violencia a la que predisponen deter. minados modelos de masculinidad” (Rivas, 2004, p. 70). En consecuencia abordan aspectos particulares como la adicci6n al alcohol, las situaciones de riesgo, 0 Ia violencia como definitorias de la identidad masculina: “grandes consumidores de alcohol, preiadores, auténomos y proveedores exclusivos en el hogar" (p. 72). Ferrindiz propone que existe una “estigma- ‘tzacién de la masculinidad popular”, que le atribuye como caracteristicas cl malandrismo, y un caricter especialmente criminolégico como predelincuentes 0 Potenciales delincuents,y aribuye una “fuerza represiva de estos estereotipos” 130 Laura Colin Harguindeguy Jos considera una “forma totalitaria, estigmatizante y trivializante de masculinidad atribuida” (Ferrindiz, 2002, pp. 84-85). Por su parte, Rivas acusa a Samuel Ramos y a Octavio Paz, de haber inventado “una comu- nidad imaginada de la cultura nacional” (Rivas, 2004, p. 71). El atribuir caracteristicas identitarias a los varones de un grupo social, pareciera no ser privativo de los estudiosos del tema, Gutmann, en el trabajo de campo entre varones de clases populares recoge el siguiente testimonio: “Nosotros los hombres mexicanos somos violentos, en el campo de fitbol y en el matrimonio [...] pero la verdad es que somos carifiosos” (Gutmann, 2002, p, 113). Si bien los estereotipos existen, una amplia encuesta aplicada en tres paises latinoamericanos constata que existe un: [_..] nivel moderadamente bajo de ideologia del rol sexual en todos los paises, excepto Cubs [,..] los chicos tienen una,visién mis estereotipada de los roles sexuales que las chicas ...] el nivel de desarrollo de un pais correlaciona nega- tivamence con el nivel de sexismo, de tal forma que a mayor desarrollo, menor sexismo (Lameiras etal, 2002, p. 9) Entre los estereotipos més frecuentes se encuentran los varones como detentadores del ejercicio del poder (Héritier, 1996; Criquillion, 1994; Meler, 2001; Bonino, 2002; Vendrell, 2002; Lameiras et al., 2002; Connell, 2003; Rivas, 2004; Espada, 2004; Tod y Reyes, 2005). Es mas, se le reco- noce un cardcter generalizable (Héritier, 1996; Vendrell, 2002): elevada probabilidad estadistica dela universatidad de la supremacia mascu- Jina que resulta del examen de la literatura antropolégica sobre el tema” (Heéritier, 1996, pp. 208-215)."” Asociado con el uso del poder, aparece la ‘ste una "Heiter relata un mito que retoma de Anne Chapman; “En su orige los hombres, cn situa cin deabyecta sumisin, estaban obigados a realizar todos los trabajos, incluides los domés ‘cos, y servian a sus esposas,reunidos en la gran casa de las mujeres, de donde surgian los prictica de la violenci: 1995; Connell, 2003; L 2005) al que Bonino ( Ja violencia como patr, de control (Brandes, 2 Urresti, 2003), como ¢ mutilada y centrada en con necesidad de oster la mujer aparece como Ja masculinidad con sit Espada, 2004); se le ¢ Urresti, 2003; Caceres, 1994; Urresti, 2003; Fiy tica, la ingesta de alcol alcohol y ia embriaguez masculina [.,.] en 1991, eran hombres” (Brande por Gutmann (2002). Te negativas y proponen qui tivos” (2005, p. 2), rugs de terroritieas mise hombre enre fos hombres, Sorprendi las mofas de las, ccntonces que las miscaras 4os hombres sino wn suber ‘estado de dependencia. Lo: ‘equctas, de memoria virge buscando la manera de veng sim de las cosas justia el, tizante y trivializante de 4-85). Por su parte, Rivas der inventado “una comu- 5, 2004, p. 71). El atribuir srupo social, pareciera no in, en el trabajo de campo nte testimonio: “Nosotros campo de fitbol y en el ‘ifosos” (Gutmann, 2002, iplia encuesta aplicada en un: ‘ol sexual en todos los paises, 1s estereotipada de los roles de un pais correlaciona neg: te a mayor desarrollo, menor aentran los varones como 1996; Criquillion, 1994; ciras er al., 2002; Connell, 2005). Es mas, se le reco- ndrell, 2002): “Existe una ‘dela supremacia mascu- ‘opoldgica sobre el tema” uso del poder, aparece la ‘su origen los hombres, en situa + los trabajos, incluidos fos dome las mujeres, de done surpian tos Mesculinidades diversas 191 prictica de la violencia (Criquillion, 1994; Hernandez, 1996; Fernéndez, 1995; Connell, 2003; Urresti, 2003; Rivas, 2004; Ramirez, 2004; Caceres, 2005) al que Bonino (2002) adjetiva como belicasidad heroica. El poder y Ia violencia como patrimonio se manifiestan en la conducta sexual fuera de control (Brandes, 2002; Connell, 2003), agresiva (Hernandez, 1996; Urresti, 2003), como acto de poder (Hernindez Sanchez, 2002), “...] mutilada y centrada en el pene y la penetracién” (Figueroa, 2005, p. 48), con necesidad de ostentar multiples parejas (Caceres, 2005) y en donde Ja mujer aparece como receptaculo de semen (Connell, 2003). Se asocia la masculinidad con situaciones de riesgo (Figueroa, 2005; Rivas, 2004; Espada, 2004); se le conceptiia como competitivos (Criquillion, 1994; Unresti, 2003; Caceres, 2005; Rivas, 2004) y homofbbicos (Criquillion, 1994; Urresti, 2003; Figueroa, 2005). Aparece también como caracteris- tica, la ingesta de alcohol (Brandes, 2002; Rivas, 2004): “La ingesta de alcohol y la embriaguez estan estrechamente relacionadas con la tdentidad masculina [...] en 1991, 91% de los miembros de Alcohdlicos Anénimos eran hombres” (Brandes, 2002, p. 7). Esta caracteristica es cuestionada por Gutmann (2002). Tod y Reyes, consideran las definiciones como muy negativas y proponen que “la masculinidad debe tener algunos rasgos posi- tivos” (2005, p. 2). rugidos de terrorifcas miscaras. Luna dirgia alas mujeres y eso durd hasta el dia en que Sol, ‘homnbce entre Tos hombres, quellevaba caza ala cabada nictiea para aimentar alas mujeres, somprendid las mofas de as jovenes a propOsito dela eredulidad de los hombres. Comprendio: centonces que las méscaras no eran la emanacion de potencias sobrenaturales dirigidas contra Jos hombres, sino un subferfugioinventado y wlizado por las mujeres para manteseros en ‘stado de dependencia. Los hombres estrangulaton a todas las mujeres, excepto a las nas pequetas, de memaria virgen, ¢ inviteron los papeles, Luna reres6 al cielo, donde conta ‘buscando la manera de vengarse de So: los eclipses solares son testimonio de ello. Esta iver: sin de las cosas justia el poder masculino absolute 192 Laura Collin Harguindeguy Los intentos por conceptualizar la masculinidad aluden ya a calificar la masculinidad como hegemdnica, a limitarla a la de grupo especifico 0 se esgrime su imposibilidad ante la extrema variabilidad posible. La adop- cién del concepto de masculinidad hegeménica pareciera suponer un intento de definicién univoca o generalizante, contrastado por el hecho de que los mismos autores reconocen y proclaman la existencia de masculini- dades plurales definidas por lineas de clase, contexto, por ejemplo rural 0 urbano, definicién ideoldgica o adscripcion a un grupo, estilos, educacién, etnia, diferencias, todas ellas remitidas a la cultura. En general los intentos definitorios remiten al contexto occidental, mientras que los abordajes refe- ridos a grupos étnicos 0 con influencia étnica sirven para afirmar la nocién de pluralidad sin intentos clasificatorios. Entre un extremo y otro, el abismo pareciera insondable de manera que la definicién de tipos de masculinidad se dificultaria al extremo de sélo poder ser abarcada mediante el genético remitido aJa pluralidad, que determinaria un nimero abierto de posibles ‘masculinidades, Por eso Minello propone como desafio: [...] construir una categoria analitica, heuristica, esto es, que permita proponer definiciones, dimensiones, conceptos, variables ¢ indicadores que den cuenta de los elementos que hagan posible observar las diferencias entre cucrpos sexuales y plantear la masculinidad (Minello, 2002, p. 21). En funcién de poder conciliar la aspiracion de definicién con la posibi- lidad de abarcar la variabilidad, sugiero volver la mirada a las aportaciones de la antropologia, disciplina que si bien introdujo el tema de la plura- lidad y demostré a partir del trabajo etnogrifico la diversidad de respucstas humanas frente a similares problemas, también ha demostrado que si bien la variabilidad existe, también aparece de manera limitada, dado que lo social presenta “un numero finito de combinaciones”. Las formas que adquicre lo social se encuentr los elementos que en pueden existir” (Heri ono de diferencias b ‘con un material fisico 3 ogicas que es posible Quiza, en ese ser mental dela Antropo brir la variabilidad « posibles combinatori suelen ser enredados disponibilidad o no ¢ de con su nombre en dela madre © madre a ‘madre, que supone wi del padre seria un prin ciones, que evita ree se debe a que una ler materna o abuela pat son categorias de pak a reconocer los agrt que ha nacido” (Buc rados a partir de los « para cada posicién di ‘otros supusicron erré €l que se designa at no corresponden fre: vna rama de los est linea abordé las non Masculinidades diversas 193, dad aluden ya a calificar Jo social se encuentran limitadas por las posibilidades combinatorias de 2 de grupo especifico 0 se Ios elementos que entran en juego y en donde “ciertas combinaciones no bilidad posible. La adop- pueden existir” (Hériticr, 1996, p. 36). Independientemente de la existencia ca pareciera suponer un ono de diferencias bioldgicas, cabe reconocer que el pensamiento trabaja ntrastado por el hecho de ‘con un material isco y biolégico y con este realiza “una de las combinaciones la existencia de masculini- logicas que es posible efectuar a partir de dichos residuos” (ibid., p. 37) 2exto, por ejemplo rural o Quiza, en ese sentido, se pronuncian varios autores: la piedra funda- grupo, estilos, educacion, mental de la Antropologia como ciencia social la colocé Morgan, al descu- a. En general los intentos brir la variabilidad de las terminologias de parentesco y sus limitadas ras que los abordajes refe- posibles combinatorias. Los anilisis de las terminologias de parentesco en para afirmar la nocion suelen ser enredados, mas que complicados, dado que para mostrar la extremo y otro, el abismo disponibilidad o no de términos para una categoria sc les nombra, en vez, de tipos de masculinidad ée con su nombre en nuestra lengua, por ejemplo, abuela, con el de madre ada mediante el genérico dela madre 0 madre del padre, © mas dificultoso atin, hijo del hermano de la mero abierto de posibles ~ madre, que supone un sobrino paralelo, mientras que el hijo de fa hermana lesalio: del padre seria un primo cruzado. Esta denominacién en funcién de posi- iones, que evita recurrir a la traduccién del témino en nuestro idioma, 0 6s, que permita proponer se debe a que una lengua puede tener dos vocablos diferentes para abuela indicadores que den cuenta materna o abuela paterna o carecer de él, pues: “los términos de parentesco 5 diferencias entre cuerpos son categorias de palabras por medio de las cuales los individuos aprenden 2,p.20), @ reconocer los agrupamientos significativos de la estructura social en que ha nacido” (Buchler, 1982, p. 69). Los estudios de parentesco, gene- + definicién con la posibi- rados a partir de los estudios etnogrificos, legaron a la conclusién de que nirada a las aportaciones para cada posicién de parentesco habia limitadas posibilidades. Morgan y ujo el tema de la plura- otros supusieron erréneamente una posible relacién entre el término con diversidad de respuestas el que se designa a un pariente y su funcidn. Sin embargo, los términos demostrado que sibien la no corresponden frecuentemente con las funciones, de ahi que mientras titada, dado que lo social una rama de los estudios de parentesco se centré en los términos, otra ~as formas que adquiere linea abord6 las normas y funciones. En términos generales los estudios : i. a 194 Laura Collin Harguindeguy de parentesco comprenden tanto “el sistema de la nomenclatura [...como] los sistemas de actitudes que con él se asocian” (Buchler, 1982, p. 60). En funcién de diversos rasgos abstractos, el parentesco incluye: las reglas de filiaci6n, de residencia, de herencia, de sucesién, de matrimonio (Dumont, 1970, p. 31) y de conducta, En cuanto a la filiacién, “las combinaciones légicas posibles son seis: patrilineal, matrilineal, bilineal, cognaticia, paralela y cruzada, las dos ‘iltimas pricticamente no se han realizado” (Héritier, 1996, p. 22),!* y combinando los sistemas de terminologia y de filiacién, quedan once tipos combinados: esquimal, hawaiano, sudanés, crow y omaha” (p. 49). En el caso de parentesco no se presenta una relacién directa entre la termino- logia adoptada y la organizacién social, como la relacién antes descrita entre las artes de subsistencia y la frecuencia de divorcios, prueba de ello. es que el modelo occidental coincide con el esquimal. La limitada variat lidad se debe a que si bien un “sistema de parentesco no es la traduccién de los meros hechos biol6gicos de la reproduccién |... esta] toma necesaria- mente en cuenta datos de base biolégicos, y estos son limitados: /) el padre precede siempre al hijo; 2) el caracter paralelo 0 cruzado de las situaciones de consanguinidad; y 3) los hermanos menores dan nacimiento a lineas paralelas de colateralidad, asimismo las relaciones masculino/femenino, padre/hijo y primogénito/segundogénito (pp. 53-54). El analisi de los sistemas de actitudes, sin crear tipos tan claros, también aporté una sistematizacién. Cada posicion de parentesco tiene con respect a un ego ciertas posibilidades, asi la relacién del padre con respecto al hijo varén puede ser de autoridad (+), indiferente (#), 0 jocosa. % “Qtra que jams se ha realizado y de las que no se conoce ejemplo alguno: aquellaen la que «lpadsey el heemano de la madre scrian designados con un mismo término, mientras que el ‘hermano del pac seria con un término diferent. Esta ccuacién es una posbiidadlixica abstract, pero no tiene actualizaci concreta en ninguna sociedad” (Hésiier, 199, p56) iil Las tres variantes + mujer puede ser de consideran estas pe parentesco, se puer ficatorio de las ma identificar los indic la categoria mascu! permite distinguirt (2003) propone en normas: el reprodt y el cuidado infar empleo, las relacia sintetiza como rel: Toda seleccién puc Gionable. En prime mayor frecuencia 5 tivos al rol de prow que ademas usa est tativamente los ga: la propuesta de Co ala masculinidad la genitatidad, la pe preguntarse qué ot aunque sean hipoté tipo de sexualidad EE uso de los sib tivas. Los simbolos cacion, En este cas suave, ¥ (4) para el nomenclatura [...como] uchler, 1982, p. 60). En €o incluye: las reglas de ¢ matrimonio (Dumont, 6gicas posibles son seis: Iela y cruzada, las dos tritier, 1996, p. 22),"* y tci6n, quedan once tipos y omaha” (p. 49). En el Jirecta entre la termino- 1 relacién antes descrita fivorcios, prueba de ello nal. La limitada variabi- co no esla traduccion de .. esta] toma necesaria- ‘on limitados: 1) el padre uzado de las situaciones dan nacimiento a lineas #8 masculino/femenino, 34). crear tipos tan claros, ion de parentesco tiene trelacién del padre con indiferente (+), 0 jocosa. smploalguno: aguela en fa que ‘nism término, mientras que el ¥uacidn es una posbildad ldgica ociedad” (Heritier, 199, p56). Masculnidades diversas 195 [Las tres variantes operan asimismo para la hija mujer, del esposo con Ja mujer puede ser de autoridad (+), indiferente (+), 0 de sumisin (-). Si se consideran estas posibilidades clasificatorias de los sistemas y relaciones de parentesco, se puede plantear la posibilidad de construir un modelo clasi- ficatorio de las masculinidades. Como todo sistema taxonémico, supone identificar los indicadores compartidos que permiten indicar a un sujeto en la categoria masculina y los parametros por su posible variabilidad, lo que permite distinguir tipos de masculinidad. Sin intentar una tipologia, Connell (2003) propone en diferentes lugares de su obra, ambitos donde operan las normas: el reproductivo, las estructuras corporales, el intercambio sexual y el cuidado infantil (p. 109), o alternativamente la crianza infantil, cl empleo, las relaciones sexuales y Ia division del trabajo (p. 51) a las que sintetiza como relaciones de poder, de produccién y catexis (emociones).. ‘Toda seleccidn puede ser arbitraria, incompleta y en consecuencia perfec- cionable. En primer lugar se puede recurrir a los elementos sefialades con mayor frecuencia por los estudios de masculinidad, por ejemplo, los rela- tivos al rol de proveedor, donde el hombre puede ser proveedor principal, y que ademas usa esta funcién como medio de control (+),! compartir equi- tativamente los gastos con su pareja (+), 0 ser mantenido (-). Siguiendo la propuesta de Connell, se puede seguir con la sexualidad, las referencias, a la masculinidad hegemonica hacen énfasis en la sexualidad limitada a la genitalidad, la penetraci6n, la agresién; pero del mismo modo es posible preguntarse qué otras posibilidades de ejercicio de la sexualidad existen, aunque sean hipotéticas. Quiz4 el extremo opuesto esté representado por el tipo de sexualidad que reclaman las mujeres para si, centrada en el afecto, El uso de los simbolos (+), (-) y (#) resulta arbitato, y no presenta connotaciones valora- tivas. Los simbolos pueden ser cambiados por nimeros, o cualquier otra forma de demar- cacidn. En este caso uilizo (+) para la masculnidad hegeménia, (-) para la considerada suave, y (4) para el modelo de transicién, 196 Laure Collin Harguinéeguy las caricias, y una intermedia, donde el papel activo, creativo y erético en el sexo fuera compartido, para atribuir valores numéricos o de valor a cada uno. Valores sin carga emotiva 0 valorativa donde la sexualidad genital aparece como (+), la afectiva (-) y la que combina ambas funciones (+) Pero la sexualidad no sélo refiere el acto del coito, sino a su ejercicio dentro © fuera de la pareja; también en este aspecto, se pueden resaltar las dife- rencias donde el extremo hegeménico coincide con el ejercicio indiscrimi- nado que sin duda se vincula con la sexualidad centrada en el pene. El hombre coleccionador de mujerés, que puede incluir hombres si es 1 quien penetra (Connell, 2003; Brandes, 2002; Caceres, 2005; Figueroa, 2005) representa el extremo de desvinculacién respecto a las mujeres y por tanto de misoginia, que puede simbolizarse (+). En el extremo se encontratian quienes practican la fidelidad o la monogamia (-), yen situa- ci6n intermedia la multiplis (4). En cuanto al cuidado infantil, el padre desvinculado o ausente en el cuidado de los hijos supone el micleo duro (+), el padre involucrado en el cuidado y atencién de sus hijos, la paternizacién (-) (Collin, 2004), y la relaci6n de afecto sin cuidado (+) la posicién intermedia. Vinculado con €l trabajo de los hijos, se encuentra la realizacién de trabajo doméstico, su ausencia total coincide con el modelo hegeménico (+), la exclusiva realizacion de aquellas tareas que le son placenteras 0 que lleva a cabo sélo en forma acasional, corresponderia con Ia situacién de trinsito (+), y la reparticién equitativa de las tareas domésticas como parte de la rela- cidn, la nueva expresién (-). Por iltimo, siguiendo el esquema de Connell, habria que considerar la expresion de afectos, donde la contencién y falta de expresion se simboliza (+), la expresividad afectiva en todos los idad de parejas con cierta estabilidad afectiva ® En este caso nose reiere a una insttucin jurica matrimonial de monogamia, sino con la prictica conereta: normada aunque no insttucionalizada Tr aspectos (-), y una m los demés pero que término medio (£) Adicionalmente s otros estudios sobre r la que la violencia inc natural el golpear a fa (#), la ausencia de co: uso de una violencia intermedio (4). Asoci conductas de riesgo cc ejercicios con riesgo, 1 conducta riesgosa (). ingesta de alcohol, cc de alcohol de manera guez (-). El espacio 4 como propio de la presencia femenina pe cl privado, seria trans seria el de la nueva mz ‘manera patriatcal sob nica, la autoridad con la conducta democrat Agregaria a los esterec nada por Archetti (20€ capaces de integrar po eldeporte como activi vaci6n de eventos dept ‘yoga, como masculini Vo, creativo y erético en néricos o de valor a cada de la sexualidad genital 1a ambas funciones (4), sino a su ejercicio dentro pueden resaltar las dife- sn el ejercicio indiserimi- ntrada en el pene. :de incluir hombres si es 2aceres, 2005; Figueroa, ‘especto a las mujeres y (4). En el extremo se >nogamia (-), y en situa- ierta estabilidad afectiva vinculado 0 ausente en. cl padre involucrado en 2) (Collin, 2004), y la ermedia. Vinculado con n de trabajo doméstico, nico (+), la exclusiva eras 0 que lleva a cabo ituacion de trinsito (4), s como parte de la rela- vel esquema de Connell, donde la contencién y ad afectiva en todos los rial de monogamia, sino con la al Masculnidades diversas 197 aspectos (-), y una moderada expresividad limitada a su expresién hacia los demas pero que no incluye la autorreflexién sobre sus emociones el término medio (4). Adicionalmente se podrian incluir otros elementos considerados en otros estudias sobre masculinidad, como la relacién con a violencia, en Ja que la violencia indiscriminada, el peleonero, camorrista, que considera natural el golpear a las mujeres, coincide con la masculinidad hegemdnica (*), la ausencia de conductas agresivas con la nueva masculinidad (-) y el uso de una violencia selectiva, sélo en condiciones de defensa, el punto intermedio (+). Asociada con la violencia, se puede ubicar la practica de conductas de riesgo como conducta sistematica (+), el gusto por deporte 0 ejercicios con riesgo, pero de manera precavida (+), y la evitacion de toda conducta riesgosa (-). Otro rasgo reiteradamente mencionado es el de la ingesta de alcohol, como forma de identidad masculina (+), el consumo de alcohol de manera ocasional (+), y como placer sin llegar a la! embria- guez (-), Fl espacio piblico considerado exclusivo de hombres, aparece como propio de la masculinidad hegeménica (+); cuando toleran la presencia femenina pero siguen considerando como propio de las mujeres el privado, seria transicional (+), mientras que el plenamente compartido seria el de la nueva masculinidad (-). Por su parte, el ejercicio del poder de ‘manera patriarcal sobre esposas ¢ hijos se ubica en la categoria hegems nica, la autoridad compartida con la esposa en posicién intermedia (+) y la conducta democritica, como demostrativa de nueva masculinidad (-), Agregaria a los estercotipos masculinos la relacién con el deporte, mencio. nada por Archetti (2003) concediendo un valor hegeménico a los fanéticos, capaces de integrar porras e hinchadas(+), el intermedio a quienes disfrutan el deporte como actividad familiar (+), y a quienes no disfrutan de la obser- vacion de eventos deportivos y si practican algiin deporte como ejercicios 0 yoga, como masculinidad suave (-) 198 Laura Colin Harguindeguy Matriz de rasgos prototipicos de masculinidad Rasgo Nacloo duro Intermed Nécloo suave | provecdor ‘ncn, coma forma de | comparido ‘mantene | conto parse indicreminadae paras menogamia| ‘elacin con jos | ausente afeco ‘caldada y stencion trabajo domestica | ninguno silo las que le gustan | guar atecto contenido reflow expres valencia Inaiseminodo selective pacts fies90 ‘sstematica ocasional inoxitonte ‘oto! alcorotsme modecado Tmitado expeciopibtco | exclusive mito equate poder patarcal autora democrtco deporte fanatcos praetca fori yoga 0 eericos Laclasificacién no pretende ser exhaustiva, por el momento retoma s6lo los rasgos més sealados en la literatura sobre el tema, y algunos aspectos observados en el proceso de investigacién. Constituye una propuesta para ir construyendo de manera inter 0 transdisciplinaria en la cual por ejemplo, psic6logos aportaron rasgos psicol6gicos, o las econémicas pautas, compor- tamientos econémicos. Cabe mencionar que los tipos puros aparecen con ‘menos frecuencia; para los tipos concretos de masculinidad y la particular combinatoria de rasgos se requiere construir etnografias sobre la base de la observacién y la entrevista, que permitan por grupos definidos con dife- rentes variables, clase, etnia, grado de escolaridad, adscripcién a grupos, ver la frecuencia en la presencia 0 ausencia de rasgos, asi como ubicar a un hombre o un grupo de hombres en una clase y construir un tipo. En otro trabajo Collin (2004) sefialaba cémo, por ejemplo, en Argentina, donde existen profundas res puestos de poder: en | en el cuidado de los h hegeménica se comb: seria una actitud suav, Las posibilidades 11 indicadores, puede ¢s probable que los ra puede disminuir. El ca dinero, penetradoro vi ausente frente a los h: fanatico de algin depo piblicos, ni la posibilid ‘una masculinidad heg _ Contrariamente, el que placer mutuo, que vale que se involuera en st en las tareas doméstice demostrar hombria, q Livos, personificaria un, momento se trata de ut la construccién colecti los roles de género por ¢l cual dificulta el cum cando conflictos psicos: ‘También sefialado por M mundo globalizado, culinidad cleo suave mmantenido| rmonogamia uidadoy atencidn sstan_[iguamario expresvo pacts Tmtado exuitatva demoertics yoga 0 eercicos| el momento retoma s6lo ama, y algunos aspectos ‘uye una propuesta para en la cual por ejemplo, ‘micas pautas, compor- pos puros aparecen con zulinidad y la particular grafias sobre la base de pos definidos con dife- , adscripcién a grupos, 3s, asi como ubicar aun astruir un tipo. En otro >, en Argentina, donde ,% Masculnidades diversas 199 existen profundas resistencias masculinas a la participacion femenina en puestos de poder en Ia sfera privada colaboran en el trabajo doméstico"! y enel cuidado de los hijos, es decir, que una actitud que puede considerarse rhegemdnica se combina con una que siguiendo a Mary Douglas (1998) seria una actitud suave como el cuidado de hijos y casa. Las posibilidades combinatorias, si se consideran tres posibilidades, y 11 indicadores, pueden ser muy amplias, sin embargo, si se contempla que ¢s probable que los rasgos se asocien, el nimero de tipo de masculinidad puede disminuix. El caso hipotético de un hombre que controle através del dinero, penetrador 0 violador, con multiples parejas y relaciones, golpeador, ausente frente a los hijos y en el trabajo doméstico, bebedor, arriesgado, fanitico de algun deporte, que no tolera la presencia de mujeres en espacios publicos, ni la posibilidad de compartir decisiones com las mujeres, més que una masculinidad hegeménica, representaria un modelo de macho arcaico. Contrariamente, el que considera a la relacién sexual como un espacio de placer mutuo, que valora la expresion del afecto con su pareja y los hijos, que se involucra en su crianza y cuidado, participa de forma igualitaria en las tareas domésticas, desprecia el riesgo y el alcohol como formas de demostrar hombria, que practica yoga u otros deportes poco competi- tivos, personificaria una masculinidad suave o nueva masculinidad. Por el momento se trata de una propuesta que intenta dar una clasificacién para a construccién colectiva, que colabore a la necesaria reconsideracion de los roles de género por parte de los varones ante un mundo globalizado, el cual dificulta el cumplimiento de los mandatos decimonénicos, provo- ‘cando conflictos psicosociales que demandan tal reconsideracion. 2 También sedatado por Margulis (2003) y Urrest (2003), por parte de los varones ante un mundo globalizad.

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