25 ate
Matcola Paz y
Alicia Morel
* PERICO TREPA
POR CHILE
IsaN678.956.264-7465
EN TIERRA DEL FUEGO, PERICO DEBE
DEJAR LA ESCUELA PARA CONVERTIRSE
EN PASTOR, EL OFICIO DE SU PADRE.
‘SABE QUE VA AEXTRANAR A SU PROFE-
‘SORA, A SUS CONPANEROS, ESE GRAN
[MAPA DE CHILE COLGADO EN LA MURA-
LLA... PERO LO QUE PERICO AUN NO
SABE ES QUE, SIN PROPONEASELO,
ESTA A PUNTO DE EMPRENDER UNA
AVENTURA MEMORABLE, EN LA QUE
GRACUS A LA AVUDA DE DIFERENTES
‘AMIGOS PODRA CUMPLIR SU SUERO Y
TREPAR FOR TODO CHILE.
NARCELA PAZ V ALICIA NOREL SON 00S
ECONOCICAS ESCRITOFAS CHLENAS.
MARCELA PAZ ES LA CREADORA DEL
POPULAR PERSONAJE PAPELUCHO Y
GANADORA DEL PREMIO NACIONAL CE
LITERATURA EN 1962. EN EDICIONES om
HA PUBLICADO JACKY, PAZUCA EN LA
BUNA, EL SOLDADIFO ROJO Y LoS
PECOSOS, TODOS EN LA COLECCICN EL
ARCO DE VAPOR. ALIC/A MOREL POSEE
UNALARGA TRAYECTORIAEN LA.LUITERA-
‘TURA INFANTIL Y JUVENIL DE NUESTRO
Pals. ES AUTORA DE MAS D= MEDIO
CENTENAR DE UBAOS. EN EDICIONES
5M HA PUBLICADO LA COLECCISN 2E
QUENTOS EL SECRETO DEL CARACOL.
APARTIR DE9 ANOS
*
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Marcela Paz y Al
DE VAPO
a Morel
Perico trepa,por ChileEL BARCO DE VAPOR
Perico trepa por Chile
Marcela Paz y Alicia Morel1 El fueguino
iPerico, vuelve a contar!
—Pero si conté bien, seforita.
—Contaste solo hasa treinta... —la profesora
parecia a punto de enojarse—. Escucha, Pe
ya es hora de que pongas atencién. Saies |
escribir, pera cuentas solo hasta treinte. Qué
Toda la clase sabe contar hasta mil
0 miré al suelo, Tenia sus razones para
no saber contar como Los otros. Pero no padia
decirlas. Empez6 a pasar el dedo en torno al
pupitre.
—jPerico!
i, sefiorita —se levanté y miré de frente a
la maestra.
—{Tienes alguna preocupacién? ¢Hay proble-
mas en tu casa?
Perico miré a sus compaferos que refan y
también rid. Sus grandes dientes blancos sepa-
rados brillaban en su cara morena, més morene
por e! acholo, En realidad, no sabia si todos se
veian de él y tampoco entendia las preguntas de
a profesora.
Por fin se deci
6 a contestar:Si, seForita, hay problemas... —dijo.
—Bien, Pe-ico, hablaremos después —y con-
inué lz clase.
Perico tenia ocho afios y Ie gustaba mucho ir
ida
sar con los compaiieras, Su
era muy sola en el rancho de su pedr
‘Tan lejos que para ir a la escuela
hacerle er el caballo de su padre y
tan
nimal cor
epezaba
nen Tierra del Fuego, la zona mais a
:, dence los cias son tan cortosen inviers0
que apenes hay cinco horas de luz. Al revés, en
rvierno. Pero ei
siquiera
no son tan largos que todos se acostaban en
pleno dia, porque le noche era le corta.
En sus pequefas tierras de lomes suav
padre de Perico criaba ov
el
as finas, que él mismo
pasto-eaba. Le habia dicho a Perico que el dia que
pudiera con-ar hasta cincuenta, tendria que hacerse
cargo del rebano. Pe! continua:
yendo a la escue’a, aunque pera Hegar a
ria gue $3
helade que lo traspasaba mas que la nieve. Y por
eso Perico ro aprend
mi
toda mi vida contando ovejas, como é
pensaba Perico mirando el largo mapa de Chile
que colgaba en un muro de “a sala de clases
No. Algtin cia treparé por mi igual que
arafia, Reco-reré haste el Gitims rincn
Pero esa misma noche, durance
padre le d
erica Sreferi
ir a veces con dura Muvia y el vi
adre me pone de pastor, tendré que
comida, su
—Perico, desde mafana cui
ards mis ovejas.
Empieza
ayudes.
—Pero papé, usted tiene circuenta ov
s6lo sé contar hasta treinta.
—Con;ards las treinte y luego veirte mis. Ast
regas.
A Perico se le alargé la cara. Ya no volver
las fiestas de fin de ano
> de su pa-
buen Sempo y es hora de que me
jas. Yo
sebras que estin ab
aa
la escuela, no vi no
galoperia a todo lo que dab
dze para llegar a tiemzo. Se aburriria atrozmente
s, solo, entre
cuic
Sintié ganas de Hlorar, porque
nar las sorgresas y aventuras de su nueva vida,
—Al menos podré ir a desped
208 y de mi meestra... —moque¢
30. Luego vuelves al monte,
ami
a
donde esperdndote
Desde ese momento, la escuela se convirtio
en lo mas maravilloso y alegre de su vida. Son6
toda la noche con sus compaferos que co:
y gritaban jugando. Parecian tener alas y vo
sobre los patios...
Se desperts y pa
cazallo, Galopaba pensando en la
lo esperaria un par de horas desoués
No quiso decitles @ sus amigos que ya ro vol-
No cuer’a ¢ ompadecieran. Qu.za se
contaria a la profeso:a, Llego hasta su pupitre
y se senté como todos los dias. Trataba de no
penser que al salir a recreo se irfa para siem>re
de ese mundo y seria un pastor. Solo. Muco. Con
lo
9disimulo, sac6 un clavo de su bolsillo y grabo su
nombre en su pusitre: “Perico el trepador’
Sali6 con todos al recreo, y de pronto s2 acercd
a su profesora y, sin mirarla, le dijo:
—No volveré. Desde ahora cuidaré
de mi padre... —y r comentario, corrid
hacia el cobertizo, apreté la cincha a su caballo
y, montands de un salto, partis a todo galope
Lleg6 al lugar del pastoreo.
No hes traico elmuerzo y es tarde —dijo su
padre—. Serd mejor gue empieces desde mafiana...
—No, pepa, hii dijiste que empezaria hoy.
Debis:e Hegar mds temprano para eso. Lle-
va al rosillo a casa. Esté todo sudado,
tranco, Almuerza
Por un momento, Perico sintié rabia. ¢Por qué
5 ovejas
nm esper
Io habian hecho volver de la escuela a media
mafiana? Luego reaccioné, al torcer la rienda y
encaminarse paso a paso a su -ancho. Tenia que
olvidarse del colegio. Al fin y al cabo, un dia u
otro, todos dejan la escuela para irse a trabajar,
Ahora
de pastor... ¥ vio la imagen del pastorcito del
nacimiento con su flauta. Si, él podfa hacerse
una de cana. Con su flauta lamarfa a las
jas, inventeria ura melodie zara ellas y para e
mundo entero. Quizé seria un flautista famoso
y entonces v:ajaria por todo Chile hasta legar
a Arica. Bien caminados, quizé podria hacer ¢
recorride er una semana,
El resillo alargaba el camino con su lenta mar-
cha. A él no Ie pasaria eso —pensaba Perico—
tocaba pensar en algo para no aburrirse
ve-
10
nunca se Aabia cansado. Seguramente el rosillo
era viejo.
Lo dejé pastar un rato onar
luego sintis
sus propias cipas.
—Yo también tengo hambre —Ie dijo tixandolo
ge la rienda—. jAndando!
Esa noche, cuando Perico se metié a la cama
junto a su hermano chico, su padre le indicé:
Mefiana tendrds que levanterte més termpra-
n
no. Yo te despertaré. Y levarés tu almuerzc
el morral con lo gue te ha preparado tu mad:
y apreté bien los
Perico se tapé con la frazad
ojos que querian
—Ella ro es mi madre —murmuré bajo la
ropa—. Mi madre estd en el cielo, Ella es pura-
mente mi madrastra, la madre de mis hermanos
chicos. Pero no mia. Mi madre es linda, mucho
més buena y me quiere tremendo porque yo soy
su tinico hijo y ella es mi Gniea madre. jEntera mia’
Sorbidé con fuerza y apreté la cabeza contra el
colch6n, :ratando de dominar su pena. Ms le valia
pensar en las melodias de su flauta, en ser famoso
por su misica, en Henar Tierra del Fuego cc
poder de sus canciones... No miraria dema:
alas ovejas. Las cuidaria, si, pero estaria mirando
s
mucho més lejos. Flautista famoso y trotatie
de Chile; esa era su arrbicién..
12 {Falta una! '
Le paree 6 que recién se habia dormido cuando
su padre lo desper-6 remeciénd
sin despercar a su hermano chico. Su madrascra
y la hermanita menor dormian atin.
La cocinilla estaba encendida y e. cuarto o
café y pan tostado. Su padre remo
Mas sobre
olla. FI
desayuno tenia un sabor especial; asf, compat
entre él y su papa
—Te pondras mi poncho viejo. FI fsio pica
mucro a esta hora —le dijo su padre.
es brasas y la leche subia en
—Puedo levarme un cuchillo? Quiero hacerme
una flauta de cafia —explicé Perico.
El padre eligié uno. No tenia mango ni filo,
pero eso no era problema, ya que lo afilaria en
una piedra El poncho, al ponerselo, llez6 al suelo.
Mejor, asf lo calentaa entero
tes
nges demasiado con la flauta.
Recuerda que estas trabajanco y cuidando del
ganado. No puede perderse ura oveje
Salieron juntos y levaniaron la tranca del corral
Las ovejas se empujazon impacientes por salir a co-
mery pertieron atropelléndose en la escasa claridad.
12
Perico las siguid y en el camino ubied a tientas
unas caiias que cor:6 para llevar consigo.
—Mientras esté oscuro, no te preocupes. Las
ovejas estarin juntas y no se moverdn com:endo
el pasto con rocio, Cuando terminen de ramonear,
ya habré aclarado.
Trotando junto a su padre, sintio Perico que
se calentaba, a pesar del aire helado, Los dias
ndo legaba el verano.
empezaban a alargerse cu
Por fin se desuvo e. resaro. El padre de Perico
se despidié repitiends sus recomendaciones y
volvi6 e casa
‘erico se dejé caer sobre los cojines de pasto
asgero y htimeco y afirmé su eabeza en e! morral
para dormir otro poco.
familiar y casero que lo hacia sentirse acompanado
cielo, donde, ent:
mientras miraba
niebla, navegaban ‘asestrellas. Descubr
unas que parecian un volantin gigante y pensé
ponerles nombre, pero el sueso le cemé los ojos.
Lo desperts un extraiio cosqu
vapares de
entreellas
leo. Algo corri6
sunariz. Perico
sobresu cuerpo y Heg6a rasguite
dio un salto justo a tiempo para ver desazarecer
un cururo en su pequefia cuev:
ispecie de rat insult6—. Me sacas:e
de un lindo suefo... —y se pu
Ja cafta la cueva del curur
Ya era de dia y Perico recordé de pronto su
trabajo. Con espento se vio solo en el Hano, Nin-
guna oveja se divisaba Sor ningtin lado. Creyé
vivir una horrible pesa
zEstaré despierio? —se pregunté dandose un
a escarbar con
13do a otro, pero
sta. Quiza cu
‘aba de susto,
viera un perro o}
padre debe darm me pierden las ov
cuando ni siquiera 7
En un grupo cor
y dos que pastab.
diacisiete, se a
pito al lugar ¢
aguanté porgue primer
perdida, (Qu
laba el
—Podria serSe deslizé por la Joma y a medica que se acer-
caba, el bulio se parecfa mas a una oveja.
Por fin estuvo cerca y, ya seguro, le extrafié
Ia rara actitud det animal: esteba inmovil, con la
cabeza levantada y no comia.
Perico legé hasta ella y comprendié lo que
pasaba: es:aba dando vida a una ovejita, pero
tenia problemas. Vio en sus ojos una terrible
angustia: lo miraba como pidiendo su ayuda. El
corderito tenia solo la cabeza y una pata afuera y
se esforzaba inditilmente en tratar de edelantar su
otra pati isto muchas veces a su
padre ayudando a una oveja en situaciones como
esta y no vacilé en imitaclo. Solo que le faltaban
fuerzas... Loged aleanzar la petite doslada y sus
manos inseguras pudieron sacarla de su aprieto.
La oveja madre se levarté del paiar en que
estaba echada, mientras Perizo recogia en sus
brazos al corderito que respiraba ral. Sujets su
cabeza en sus brazos, que cafa sin aliento, ¥ poco
a poco loge que la sostuviera. Los ojos asustados
se calmaban y cuando ‘a aceres a ‘a madre, ella
lengiieted el hociquito negro y fue limpiando a
a. La recién nacida hizo un esfuerzo por
levantarse, pero no pudo tenerse en pie.
Por un ra‘o Perico ol
s de pastor;
era comiend:
padre a sorprenderla lejos
ds sus debe
confiaba en que el pifio reunido sig:
y que no llegara si
del rebano.
Al fis Ja ovejite bale
Ia Jevanté en brazos pa:
spin tranquiia. Perico
darle calor y se encaminé
hecia donde estaban las otras. La macire los siguis.
16
Con el animalito en sus brazos, Perico sentia
una ifo con silbides, como
habia visto hacer a en las estancias.
8 arrie
;Caramba! Apenas quierc una cosa, la tengo
—pens6 mirando con atenciér las marioras del
rado: el perro se
ech6 al suelo, en
de aquellos que se crien solitarios y rabi
que cuando se juntan en manadas pueden comerse
un rebafio entero.
Se desaté el lazo que llevaba siempze consigo
amarrado a Ja cintura y se lanz6 contra el perro
a latigazos, dispuest> a vender cara la vida de
sus ovejas.
—iAh, ah, salvaie!
iYo te las voy a dar!
Sus gritos asustaron momentani
animal, que solt6 su presa. ¥ e: cameo, como si
—gritabe a todo pulmon—
ameate al
comprendiera su obligacién, egacx6 le cabezota
y empez6 a escarzar el suelo v a dar topetadas
en el aire.
—iVamos, macho, ayti rujeres!
—soguia gritando Perico, haciendo girar e: litigo
como una hélice. Las ovejas se apifiaban lejos,
indo hacia
el llano y, 2 as, iba la oveja
madre. La corcerita nueva habia quedado atrés,
balaba débilmente y en vano queria
mientras ef perro salvaje se le acercaba
evantarse,
galope
De dos saltos, Perico estuvo junto a ella y se-
cAndose la manta in dejar de
da> grito
tisé sobre el perro
raros que asustaban al
20
se debatia envueltoen la manta y Pericoaprovechd
para -anzarle una piedra. BI perro quedé quieto;
‘did
la piedra, de buen tamaio, lo habi
Tom6 en brazos a ‘a ovejita y 1a acaricié para
alejar sus temores.
Estoy para culdarte —le decia—, ne debes
tener miedo de los persos salvajes cuando yo
istoy cerca.
Entrelanio, riraba sin pestafe
rel bulto del
perro, cubierto con su porcro gris. En cualquier
momento podia recuperarse, lanzarse de nuevo
al asalto. Bajé al suelo a la oveja y ‘e estird las
palas, tratando de que se sostuviera; pe
piemas eran déciles y miraba a
ojos de botones tratando de explicarselo. En un
impulso, volvié a levantarla en sus bsazos,
—Oye, Mirasol, ese seré tu nombre, porque
no hay otro mas lindo para ti. Yo, el igual que
ta, me demoré en aprender a caminar. Pero lo
nsayandio hasta que me result
sol sonrefa, aunque seguia
estuve
Le parecié gue M
temblando.
—No debes tenerme mieco
mente—, Debes con‘iar en mi. No quiero qu
tengas mizdo... —y sin saber por qué, bes6 a la
corderita y ella le lami tis
extraiia alegria. Era la primera vez que alguien le
hacfa caritio. No recordaba fos que seguramente
Ie hizo su madre, porque ella murié antes de que
é\ tuviera nemori
La oveja madre estaba ahora a su lado. Puso a
Mirasol en el suelo para juntarlas, Luego, arman-
Ja acarici6 suave-
me
ja cara, Per:
atdose de valor, se acercé al bulto del perso para
recuperar su poncho. Recogié la misma piesra
grandota y la cafia que pensaba un dia usar para
las bellenas, Al levantar le manta,
perro salvaje
despertacia para atacarlo y tendria que defende
Se aceras
poco a poco. Mirasol mamaba lejos,
moviendo su colita de felicidad, El rebaio se ha-
bia tranquilizado y pastaba a distancia. Tendrian
tiempo de huir si el animal enloquecido atacaba
de nuevo.
Con mucho cuicado la punte del pon-
cho y lo levanté. Las patas rigicas del perso no
se agitaron. El aturdico no desperts y esto dio
confianza ¢ Perico.
—iCeramba! Le pegué en la cabeza. Soy bas-
tante capo en punterfa a ciegas.
El perro tenia el hoc:
sangre goteaba entre sus dientes.
—jPareces bien aturdido! —exclam6 inelinéndo-
se sobre el suerpo—. No me digas que te maté.
No lo pensé, solo quise defender a mi rebaiio.
Seatrevis a tocar al animal y ‘uego lo dio vuelta.
—Te mats sin querer —dijo como cisculpan-
dose—. Lo que se llama en defensa propia
Sentia ura rara sensacién de remord:miento,
una tristeza. Quizd no era de hombre apenarse
asi. Siel perro no hubiera estado loco, habria sido
su mejor compafero. Sacudié la cabeza para tirar
lejos la con“usin que Jo Henaba:
—No debs olvidar que soy el de mejor punte:
en toda Tie-ra del Fuego. Quid de todo Chile
Y miré al cielo, triunfante. Entonces
22
4 ¢Ovnis o marcianos?
Vio un punto en el espacio ezul. $2 acercaba
desde gran altura. Podia ser un marciano en su
pletillo volador, 9 quizd un ovri. Eran cosas que
contaban en la escuela sus compaieros, y cuando
la profesora los ofa, explicaba: “Hey gente qu
dice haberlos visto, incluso e> Punta Arenas, pe
—Puede ser uno de esos —exclamé alborota-
do— y yo lo veré y podré estudiarlo,
Rio al darse cuenta de cue hablaba en voz alta
—Se nota que estoy solo todo el dia, ya habl
conmigo y no me aburro.
El “platilio” brillaba y se acerceba a gran vel
cidad. E pastorco lo estaba poniendo imaginativo,
ademas de hacerlo hablar solo, porque lo que se
aproximaba era un simple aviér, une de tanto
que van ce Cerro Sombrero a Manantiales y a
Punta Arenas en los afanes petroleros. Su Tierra
del Fuego era muy importante con sus “pozos de
coro negro, por la escasez mundial”, como decia
la profesora. Pero este avidn que se acerceba
parecia mas chico, “r4gil e inseguro. No surcaba
el cielo como una Zala, como algunos que viera;
23a ebajo, tratando de sacarsels. oto abrié les
ojos, pero no dijo nada
—Yoy a buscar ayuda —le explicé el pastor,
1 pi
sacindose el gorro y apartardo el humo,
Pertio a toda carrera hacia su casa pensando
que su padre pod:fa hacer lgo por el herido. O
4 mismo partirfa al galope an su viejo caba‘lo a
dar aviso al retén de carabineros.
José, su hermano chico, salié a su encuentro.
—Se cay6 un avién —grité—, mi mama y yo
lo vimos
—Si, casi me cayé encima. :Ha vuelto papa?
—No.
Perico fue en busca de su madrastra, gue habia
dejado de cocinar y se azreglaba para ire dar
aviso a los carabineros de lo que habian v
—Tia, e: piloto esté heride y bastante mal
—dijo Perico,
—Liévale esto mi
botella del “fuerte’—. Mencs mai que est vivo
—continué—. Iba saliendo para ir a pedirle al
compadire que dé aviso por radio... Lléva'e esto
al piloto y dile que venaré pronto la ambulancia
José quedard cuidendo la casa y a cu hermana
mientras vuelvo.
José alarg6 sus labios a punto de hacer puche-
ros; se morfa de ganas de ir a ver el desastre: era
ntras tato —la tia le pasé la
el primer accidente que v
loco de curiosidad. Perieo, entretanto, se tomaba
un enortre vaso de agua. Luego Ilené una botel
y, cogienco la que contenia el “fuerte”, partié
corriende con ellas por las lomas. Aungue le dio
en su vida y estaba
26
una puntada, siguié, acortanco apenes el paso. El
camino ie parecia interminabie... Menos mal que
ya divisaba el humo de los restos del avién y eso
Jo animaba @ contiruar sin darse un deseanse.
El piloto estaba menos eturdido y acepté el
trago de aguarciente
—La tia fue a pedir ayuda —dijo Perica, viendo
la mirada del piloto,
—Gracias, me salvaste la vida.
tengo una pierna guebrada y no puedo mo
—Hay un hospital en Porverir y otro en Ce-ro
Sombrero. En todo caso, pronto vendran a bus-
carlo, porque lo vieron de muchas partes
sa era la vertaja de aquella parte plana de
la isla, que todo se veia
El piloto bedié otro poco. Tenfe las manos
guemadas, no padia moverlas y Perico le acere
la botella a la boca.
—Yo Io estaba mirando cuando volaba al
Je dijo— y entonces lo vi caer como un péjaro
al que le han pegado un hondazo.
—No pude evitarlo. Algo le pasé al motor.
Perdf altura con snucha sapidez... Fue terrible.
Vi venir el suelo. Alcarcé a dar eviso por radio.
Cerré otra vez los ojos. Gjali se hubiera do-
mido, No se quejaba, aunque sus piernas debian
dolerle y las manos y todo el caerpo.
Entonces divis6 a los lejos algo que se acerca-
ba: era el jeep de los carabineros. Seguramente
vieron caer el aparato 0 quiza oyeron el llamado
por radio, porque cra imposible que su madrastra
habiera logrado comunicarse tan pronto,
ero Me temo que
me
7Perico sontié al ver ios brincos que daba el jeep
por las lorras. Aleanz6 a distinguir que venfan
tres personas en 6) ra su madrastra!
fa? —pregunté el carabinero
practican‘e que ‘enia una ctuz roja en le manga.
Salté al suelo al ver que Perico asentia y corrid
una
Sombrero po-
rastra—. Yo
por e: camino y les servi de guta.
Todos se acercaron mien
radio —ex|
ps encontré
as el practicante
examinaba cuidadosamente al siloto pregu
indole “zle duele?” a cade -ato. Luego le
nyeecién y armando una camilla de
recostaron al herido en ella y lo
una
evaron al
Se alejaron muy Iento para no dar
coveos. Su madrastra partié con el
con sus oveias, otra vez se quedé s
28
5 Terrible amenaza
Cuando volvi6 a su casa, su padre habia tle-
gado. La madrastra le contaba la caida del avi6n
y el rescate del piloto. Serfa tema para muchas
tardes, ahi donde casi no sucedie nada
—Hola, hijo, ges verdad que lo viste caer?
—Si. Lo habia divisado cuando tocavia era un
punto en el cie-o, Al verlo bajar tan brusco, pen
que e:a un dguila, pero en ese instante se convirtid
en avién, viniéndose ebejo, cerquita de rr
Te cio miedo?
Ni me acuerdo, porque corri altiro al verlo
arder.
—jTe acercaste?
—Caro. Ayudé al piloto que 10 podia salir,
porque estaba amarrado. Con el cuchillo corté
Ta correa.
—zNo te quemaste las manos?
Perico se las miré.
—Chamuscadas no mas, Me do:ian los ojos
con el humo, pero me me
hasta las narices.
2Y el piloto?
—Tuye que hacer harta fuerza para saca-l
ja gorra para taparme
29Después dijo que tal vez tenfa una pierna que-
brada.
—<¥ entonces?
—Vine corriendo a casa a dar aviso y pedir
ayuda, La tia me dio un frasquite con fuerte para
llevarle, Le costé tragarlo, pero ar
La tia sonre‘a esperando alabanzas.
—Suponge que reg'strarias el avion después
que se llevaron al pilo:o —pregunté su padre
—Primero recog las oveias. Luego voly’dond2
humeaba todavia. Era et primer avién al que m2
acereaba, aunque ya no quedaba mucho de él.
Estaba casi oscuro, pero le eché otra mireda antes
de venirme. Los fierros retcreidos ya se habjan
enfriado. Encontré esto y lo guardé de recuerde.
8 ojos,
Perico alargé a su sadze una pistola medio
fundida,
‘aramba, un recuerdo sSlidi
i —rid su padre.
—{Sirve? —pregun:6 e! nino.
Su padre se la devolvio sonriende
-Si, come recuerdo so!
fregé. Nunca podré funcionar, Perico.
—Da igual, no habia pensedo matar a nadie...
Te portaste bien hombre, hijo, Porque ya eres,
hombre. Bien mereees tu recuerdo... Pero ahora
tengo que contarte mis negocios. Exes parte de m
equipo. Vendi las bestias 2 un gringo y vendrds
conmigo a entregérselas, Es un viaje de estuerzo
para ti, pero si trabajes conmigo.
Perico sintié algo raro, como ganas de tora”
Por un lado le halagaba que su padre lo tomara
en cuente. Pe:
mente.
se llevarian a Mirasol y ese
ie dolia tremendo. Con un estuerzo grande, se
tragé la pena.
—gLas vendiste todas, papa? —pregunté al fin
—Clarito. Las cincuenta, Son finas, estan pre-
ciosas y me pagaron bien. Compraré nuevas que
crecerdn y engorderan a tu cuidad:
—Y entonces les venders —marmuré F
tristemente.
iBravo!
capaces de formar un ganado de seleccién. jY ti
padre, sin darse cuente
ntendiste el negocio. No todos sor
vas como socio! —rid
de la pena de Perico.
Habia vendido a la oveja madre y coz ella se
iia la erie recién nacida. La pobre no podia sepe~
ria con ella... Aunque le
rarse de su made y se
explicara a su padre la verdad y su pena, igual se
irfa Mirasol. No iba a deshacer el negocio por eso.
Esa noche, mientras todos dormian, Perico
tomé una decisién: partirfa con su ovejita, fuera
ella donde fuera. Lo necesi:aba para no morir
aplastada por las otras y él la necesitaba a ella
porque era su Gnica cosa propia
A la mafiana siguiente, su padre lo esperaba
con el desayune como el prmer dia de trabajo.
Le gustaba estar solo con él, sin los hermanos
chicos ni su madrastra. No median el pan, ni la
leche ni el azticar mientras hablaban de muchas
cosas que interesaban a los dos.
—Iré contigo a ver las ovejas y el avién caido
—dijo el padre sopeando el pan en su jarro.
Perico comprendié que habia legado el mo-
mento de contarle lo de Mirasol, ¢Qué pasaria
31entonces? Los grandes son duenos de muchas
cosas y no entiender lo i
portante que es para
algo propio: un a
Empezaba a aclavar cuando sa
Sincieron un galope. 2Q:
horas? E) pacre se det
un nifo tene!
Nn podria venir a esas
vo.
grité a Perico
—jlré mas tarde! I
re sus
olviends
ra_una suecte. Una gran suer
s tranc:
erico ab
plviéndola
¥ recogid a ia ove)
nla mier
en
ras azuzaba al resan\
en sum
o hacia
les lomas.
—Dios me esté ayudando —pens6 e' nil
Nada se puede sino empujan de arriba. Oj
que mi padre se entretenga bas
a ver el ganado.
Las estrellas amigas se iban borrando en ef
ielo. Esta vex las ov
nt y no venga
jas buscaron paste més
lejos, lo cue daba tiempo para ver si alguien se
acercaba. Acomodd a Mirasol jun:o a la madre y
comenzé a sacar sonidos ¢ -
1 flauta
De pronto se dio cuenta de q
sobre sus patas que a
colita como un remolino ape
madre. Perico se ale:
mentarse sola, pe
ela ove)
fa. estabe
vada contra la ovej
rd de ver que ya podia
1 sinti v
ie
punzada de
—Soy tan egoista como el José —pensé eno-
jado—. La queria paca mé, tuilida, y ahora me
apena verla sana. Menos mal, asi el gringo,
descubre, tendré que pagar por ella y entor
la cuidara
32
Tomé su flauta y ensay6, sin qvitar la vista
de su oveja, une cancién para
ple, pero linda, y
melodia muy si
repitié une
cereaba. Al poco «
carabineros, que seg
ci avién destrozad
ntarse con cllos. El carabinero que
Dio una mirada al rebatio
y corrié a j
mangjaba lo reconocid y lo presenté a su acom
pefiante:
—Aqui tiene al salvador del pilot
—Teniet Campos.
te le estrecho | y con fuerza.
teniei
> confirmar
prefiero oft
10 de los hechos. Eres el lestigo princip.
mportarte. El teniente se
Perico se sintié mu
acomod6 e
que contara el pastor. Informé que e’ piloto estaba
recuperdndose cunque tenia quecradas ambas
piernas y muchas quemaduras. El nine volvi6 a
y e7 seguida cl teniente le
relataz
de eseribin,
- Quieres
Inco acabi
alargs el pap
nes que
mar tu declaraci
leer lo que anote?
Perico dijo que no. E
siempre leyera antes de firmar, pero el pastor
pens6 que con Io lento que lea, iba a pasar un
la firma, Tomé el lapiz. del
segura,
el teniente,
teniente le aconsejé que
buen rato antes
teniente y puso su nombre con letra
—Gracies por tu confianza diEntretanto, el otro carebinero examinaba los
restos del avidn, y apari6
cue mostré a su jefe.
Igunas piezas metélicas
La matricula —dijo indicando una lata en-
oscada—. El niimero del motor y lo que queda
de la rad o.
—Todo fundido —confirms el tenien‘e.
El porito averiguaré ‘a razén de! accidente
con estas piezas.
Perico recordé la pistola que recogié como
recuerdo, pero no dijo naca. Se la quitarian
aurque n3 servia ya, En camb:o para él formebe
parte de su tesoro, Se despidié ce los del jeep y
volvié dende sus ovejas, que se habian disper
sado. Mientras reunia el rebaiio, tocé la flaute
junto a Mirasol; las ovejas parecfan escucharla,
aprenderian pronto a seguirlo pe
Lo que ras le inter
su Mirascl
melodia
ba era que la aprenciera
Cuando al anochecer Baltasar asomé timida-
mente en al
, Perico hizo sorar su flauta paza
que el rebatio emprendiera el regreso. Varias veces
repitid el sonido y con su cafa larga empujé a
las remoloras.
De pronto recordé que no vo
5 pastos,
fa con ellas a
Av dia siguiente partiria con su padre
a ertregarlas a! gringo, Ctras iban a ser las ove as
que tendria que cuidar, Pero nose separaria nunca
de Mirasol. La tomo en brazos y regresé al rar-cho
sin sospechar lo que traerfe la siguiente mafiana.
34
6 Y ahora gqué?
Al llegar a su casa advirtié un enorme camién
corralero, casi tan grande como el rancho.
Sentados a la mesa con su padre hal
hombres. Uno de ellos tenfa una barba rubia y al
momento el pastor comprerdié que cra el gringo
al que su padre le vendié las ovejas. Tomaban
aguardiente, mientras cnirriaban unos cos'
lares
sabrosos en la coci
Su padre lo p:
que era “el salvador” del pilato, Perico se sintié
nt6 a los hombees, agregando
enrojecer y empezé a molestarle que re
la historia.
—Ademas es
Cuida mi ganado —y agregs, dirigiéndose a él—:
Perico, el sefior Smith prefirid venir en su camién
s mi socio —decia el padre
a buscar las ovejas, porque dice que pierden peso
con el viaje a pie y que, como son finas, sueden
quebrarse les patas.
Y se eché a reir estrepitosamente
—Usted no tiene miedo a viajar ce noche
—comenté su madrastra al gringo.
—Casi no hay noche ahora —ri6 él
ahorra tiempo.
36—Tiempo y plata —di‘o el padre
—Sobre todo platita, porque a mi ayudante
le page por horas —y el sefior Smith le p.
codazo a su joven companero que bebia
Los ojos de Perico by
el momento. Aun s
2 manta y veia sus 00s suplicantes pidiéndole
que no la abandonara. Como
dertro de é
na orden, una vor,
vardn las ovejas
$i Dos y el aguardiente lo pesmiten —con-
testo inister Smith y rié de nuevo.
Se empné el vaso y a Perico le cargé su risa,
1 barba dura, rojiza, que le hacia recordar a un
pirata male, cruel, asesino de ¢
Se fue al rineén donde dormia con su her
mano y sacé cuidadosamente ce debajo d
colchén su pistola fundida. La escondié en su
bolsillo y volvié a la mesa, donde ya estaba
servido su plato. .
Tenia Fambre pero se cuidé de comer solo un
poco; queria guardar algo para el
ser largo. Llevaria su flauta, su cachillo, su pisto-
la y Ios px . No imaginaba
hacia qué Jugares tend:fa que seguir a Mirasol.
Por de pronto, le estorbaba la manta oscura; si
iba ¢ mezclerse con el rebaro deberia parecerse
adi
“Toma ur trago o te daré frie —le dijo el
compefiero de Smith
que pod i
ahorros que te
36
Perico sonrié al nombre gue le caia simpati-
co y se cal6 la vieja chomba de lana de ovejas,
tan parecida a ellas mismas. Recogié sui plate y
pregunté si podie guardar su racién para el dia
siguiente, Nadie le contests
‘Cuando ai amanecer lo remecieron, no recor
daba su preocupacién de aventuras y le casté
volver a la realidad.
—Vamos, hombre,
echar el rebano al camién...
Perico salt al suelo y al mo
vino a la memoria su: proyecto. Répidamente
cogié el paquete que habia pzeparado y lo echs
darme a
tienes qu
ay
ese la cara le
en su morrel
Afuera la noche era muy os
orillando Baltasar, que le serviria de g
. Abrié las trancas y fue despertando @
Aun a
a, peso estaba
encaso
necesa
las ovejas y empujindolas hacia afue-:
escondié en su
chomba. E] pioneia y el gringo habfan ajustade
el puente; n. Por él podian pasar es-
trechamente una a una y entre los tres hombres
las iban contando.
—Cuando verdo ganaco yom
y cuando lo compro, igual —decia Smith, sin
tientas descubrié a Mirasol y
loa. cam
mo lo cuento,
perder la cuenta.
A Perico le parecié que esa frase le echaba el
mundo encima, ;Como iba él a meterse al camién
con su ovejita?
Se fue quedando atras con Mirasol y la madre.
Habia cue turbar al gringo en la cuenta, A pesar
del frio, traspirabe.—Treinta y siete, treinte y ocho —contaban
las voces roncas,
Se acerceba su turno. |
Cogié a la madre de Mirasol y
lomo, ‘orzdndola a subirel puente. L trep6,
pero cuando el pastor se apart de su lado, se echo
atrés y armé el desorder. entre las que segui
—Llevabamos cuarente y tres —dijo el gringo
con rabia
—Yo conté cuarenta y cuatro —alegé su padre.
azras. Solo han subids
—Si, pero una se vo!
cuarenta y tres
Perico dio un nuevo empujén a la oveja madr=
hace
asar junto a
confiado en le oscuridad, se arries;
pucntecillo y ga
la por
baj
sus patas,
—Abcra si que van cuarenta y cuatro —grité
Smith
Pero al continuar contandole
cuenta y una.
—Usted tenie raz6n, sefior Smith, Mis ovejas
le salieron cin-
son
neuenta,
EI gringo rié
—Y¥o runce me egu
Y subis el puente ama
C0.
dolo a la barand:
ya bien fija en el cam
y ‘me —afiadis, mientras Perico se
acomodaba entre las patas del ganado del primer
piso, lo que no dejaba de ser incémodo. Ya se
las arreglaria para subirse al de arriba cuande
pudiera. Oyé los adioses y el motor del vehicule
apagé cuelquier otro ruido. Los focos iluminaron
38