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Maria Sabina y los hongos R. Gordon Wasson tf por primera vez auria “velads” cantada pot Ma- Jia Sabina en Huautla de Jiménez y, a invitacion suya, ingert por primera vez los hongos divinos, quedé pasmado, Fue en el piso bajo de a casa de Cayetano Garcia y su esposa Cundalupe. La sencilla hospitalidad de nuestros Ihuéspedes, de sus hijos y parientes, todos vestidos con sus mejores ropas, el canto de Marfa Sabina y de su hija Marfa ‘Apolonia, el arte percutivo de Marfa Sabina y su danza en las tinieblas, en combinacién con los mundos distantes que yo vela con claridad de visién nunca alcanzada por los ojos ‘apleno dfa ~tendide mi cuerpo en el petate y respondien- do a mi tacto como si perteneciera a otro~: todos estos ‘efectos, compartidos por mi fot6grafo Allan Richardson, ‘nos sacudieron ‘hasta el meollo de muestro ser. Mis indaga- ‘clones etomicol6gicas me habfan llevado lejos, pero ja- ms esperé una experiencia extraterrena como: aquélla, He aquf un ofiio religioso, me dije entonces y por meses después, que tiene que ser presentado al mundo de una ‘manera digna, sin sensacionalismos, sin abaratazto ni volver- 10 burdo, sine con sobriedad y veracidad. ‘Sdlo mi esposa Valentina Paviomna y yo podtamos ha- cerle justicia, en el libro que estdbamos escribiendo, y en revistas seris. Pero en vista de las simas de vulgaridad del periodismo de nuestro tiempo, era inevitable que cundie- ran por el mundo entero toda suerte de narraciones envile- ‘ides. Lo previmoe todo, y asf fue, hasta el punto de que les “federales” tuvieron que emprender una limpia a fondo fen algunes pueblos indios de las tierras altas mescameri- canas.a fines de la década patads, para deportar a una tur. ba de balas perdidas que andaban por allf haciendo de las ‘yas ‘Mi esposa y yo levamos adelante nuestro programa, y ‘después yo solo, luego que ella murié a fines de 1958, Nues- tto libro, Mushrooms Russia an History, aparecid en mayo do, 1957, a un precio abrumador, se agotéen seguids y nunca fue reimpreso. Publicemos artfculos en Life y Life 9 eal, a This Weck y en Varies evisas epeciie. Necesitébamos con vurgencia ayuda micolégica, y de inmediato nos dirigimos al profesor Roger Heim, en aquel entonces director del Laboratoire de Crvptonamie del Mu- Line ses sum National d'Histoire Naturelle, de Paris. Apareci6 en el acto el alcarice de nuestro descubrimiento, Se entreg6 fen cuerpo y alma a nuestros planes de trabajo de campo, Vinj6 varias veces a México y nos scompafio en pueblos remotos de Lat montaias del sur de México. Roger Cailleux, su capaz. asistente, consigaié por fortuna cultivar en el laboratorio varias especies de los hongos divinos, la mayorfa nuevas para ‘la ciencia. El profesor Heim se los entrego al doctor Albert Hofmann, de Basilea, descubridor de Ia LSD, para el andlisis quimico. El y sus colegas, los doctores ‘Arthur Brack y Hans Kobel, lograroa ilar los principios activor, a lor cusles lamaron psilocibina y psilocina. El doctor Aurelio Cerfetti inici6 las investigaciones farmaco- biologicas, y el profesor Jean Delay, de Parts, los estudios psiquiltricas sobre Ia pslocibina y'la pailocina, Fue asf como Valentina Pavioyna y yo tuvimos la suerte de reunir ‘un equipo de primera que cooperase en nuestra labor, y en 1958 el Muséum publicé un gran volumen espléndidamente itustrado, Les champignons hallucinogenes du Mexique, en ccuya portada figuramos Roger Heim y/yo, mientras que los demés contribuyeron con sis respectivos capttulos. Nos. asombrd el interés despertado por nuestras activi- dades, no s6lo en 1a prensa (Incluyendo libros cémicos y tiras cémicss) sino entre Los micélogos. uno de los cuales nos hizo la merced de realizar un viaje relimpago de una semana a México, donde no habia estado nunca, entrevis- tar a nuestros mism{simos informadores, estar pendiente angustiosamente de 1a aparicién de las publicaciones de Ro- ger Heim, y apresirane a vere impreso con el fin de ganar ‘una espuria prioridad. En 1958 grabamos en cinta una velada completa, impre- sionante, de Maria Sabina, y un equipo nuestio trabaj6 sobre las cits hasta 1974, cuando por fin publicamos nuestro Maria Sabina Sings her Mazatec Mushroom Veléda. Los Cowan —Jorgé y Florencia redujeron las cintas a un texto.en mazateco, escrito en los caracteres que los lin- shistas entienden; tradujeron el texto al espafiol y'al in- ‘gts, y fue publicado en tres columnas paralelas; Jorge agre- ‘86 Un capftulo acerca del lengusje mazateco; la notacion musical de la velada entera fue preparada bajo la supervi- sién de Willard Rhodes, etomusicologo de renombre, quien afisdi6é un capitulo sobre mésica; contribuimos 1o- os a las notas, y yo escribf también el prétogo y un indi- ce analitico; ¢ conjunto iba Justrado con mapas y foto- grafias de la misma velada tomadas por Allan Richardson. Harcourt Brace Jovanovich mostraron su amplitud de mi-- yas y 8 empefio en la publicacién, acompafiada de la misica en cassettes y discos. La impresién se debi6 a los incomparables Mardersteig de Verona. Tuve [a impresién de que habfa\alcanzado por fin la ‘meta que nos propusimos en 1955 ~-tratar como era debido velada de Marfa Ssbin1—, salvo en un punto esencia ‘A Maria Sabina y a nosotros nos sobraba buena voluntad mutua, pero para nosotros ella estaba detrés de una barre- 1a lingiistica impenetrable, insuperable. Su persona caia fuera de nuestro alcance. No tuve ot7o remedio que resig- name a este vacfo en nuestra presentacién al mundo ce aquel soberbio exponent de la antigua religion, por igno- tat cOmo salir adelante | jlmaginese, pues, mi sorpresa y mi alegria al conocer fen México en’ 1975 a Alvaro Estrada, indio mazateco, de lengua natal mazateca, y al enterarme de que ya estaba re- cogiendo de labios de Marfa Sabina el relato de su propia vida! Aqui, en el libro del seftor Estrada, esta “sabia” octo- ‘genaria, dgrafa,’ nos cuenta cbmo ha sido su vida, de sus antepasados y de su dura infancia, de sus dos esposos que partieron, de cémo conoci6 1os hongos y see revelaron en ” lun acontecimiento tan dramético como et de Saulo enel cx- mino de Damasco, de cémo nosotros, los Wasson, entramos en su Vida, y de todo lo que siguid hesta ahora, cuando al fin eu peregrinar en este mundo se acerea 4 su término. El relato que Maria Sebina hahecho al sefor Estrada y que ‘ste ha traducido para nosotres es (lo cual noes pocacosa) ‘exacto, por lo que se me dlearza, en el sentido en que pue- de considerarse exacta la memoria de cualquier persona dgrafa. Maria Sabina pertenece a la prehistoria, aa proto- historia, cai sin fuentes documentales para verificar su me- moria sin ayuda. Lo que dice, hasta donde estoy en condi- ‘ciones de juzgar, es exacto en lo esencial, pero todo esti tun poco desgastado por los bordes ~es ligeramente Inexac- to, Teniendo en cuents su avanzada edad y el hecho de ser Agrafa, me parece un logro notable por cierto. Lo que es ‘mis: de estas péginas se desprende algo inapreciable para todos nosotros, el retrato de una persona que tuvo una gt- ‘Ruina vocacién religiosa y la llevé adelante hasta el fin de sus dfas. ;Quién sabe? Acaso Marfa Sabina no esté mal situada pan volvense Ia més famosa entre los mexicanos de su tiempo. Mucho después de que los personajes det México ‘contemporineo se hundan en el abismo oividado del pase- do muerto, quizé si nombre y lo que representé persistan ‘grabados en la mente de los hombres. Lo merece de sobr. Probablemente no es tnicg, salvo en que, entre los chama- nes de primera categorfa de México, ha permitide hacerse conociéa més alld de los confines de su séquito personal en tiera mazatecs. Quisiera que los pintores y_escultores eminentes de Mexico la buscaran y nos dieran sv retrato, Y¥ qie los compositores tomazen nota de sus cantos tradicio. ‘ales. El drama de su estancia en este mundo necesitaba ser asentado en letra impresa. Al menos esto iiltimo lo ha he- cho admirablemente nuestro amigo Estrada En la historia de su vida, Maria Sabina no tisne una pale- bbra que decir esorea dela fuente do sus versos, de sus can- tos. Para nosotros los del mundo modemo, preguntas asi se imponen, Para ella no existen. Cuando s¢ le pregunta al respecto, su respuesta es sencilla: las cosites (honguitos sa- srados) le dicen qué decir, mo cantar, I abuelo, el bisabueio de Maria Sabina fueron note- bles chamanes, también su tfa y tio abuelos. Recientemen- ° te, repisando mi coleccion de trasparenciss tomadas duran te’las muchas veladas alas que he atstido, me llamé Ia aten- cin I omnipresencia de nifios de toda edad, rodeéndola con reverencia y adoracién. Se van a dormir, se duermen con sus cantos resonando en los oidos, Marfa Apolonia can- ta su parte en la velads de 1958 con un nifio en el rebozo, esttechado contra el cuerpo de su madre: a més de oitla, {a criature, desde ef principio, slence a su madre cantar, No hay duda acerca de dénde aprendié la sabia sus canto, sin esfuerzo. Desde Ia infancia, sus melodias y versos son 1 tama y ts urdimbre de su ser. En 1955, después de asst a dos veladas (mis primeras o:) con Maria Sabina, mi programa me condujo ala sierra costera, a San Agustin Loxicha, al sur de Miahuatlén, en compafifa del ingeniero Roberto Weitlaner. Alli pasamos algunos diss con Aristeo Matias, sabio de primera catego- fa, y el martes 21 de julio asistimos a una velada que presi- ib, Cantaba quedo, pero me parecié inconfundible que los ccantos eran los mismo de Maria Sabina. Cantaba en zapote- €o, linghisticamente ajeno al mazateco, tan lejos de éste como dos lenguajes pueden estarto, pero ambas culturas son del drea mesoamericana, Registr€ en mi diario to que ‘me pareci6 uns semejanza musical y divulgué esta impre- siOn mis en Mushrooms Russia and Hisiory. Pero esto no es todo. En 1967 el licenciado Alfredo Lé- ez Austin, distinguido nahuatlato, publicé en Historia Mexicana (vol. XVII, nim. 1, julio-septiembre) sus “Tér- ‘minos del nahusllatoli", donde prosenté a sus lectores uns lista de os témmines reunidos por Hernando Ruiz de Alar con en 1629 en su Tratado de las supersticiones de lot no- tundes de esta Nueva Espaita, Cuil no seria mi sorpresa al descubrir en este Tratado, que se ocupa de la cultura ni- hhual, notables correspondenciss con las veladas de Marfa Sabina, segin el texto de fa velada que di a a luz en 1974, He aqui algunos de los paralelismos: 1) Tanto Maria Sabina como el sabio néhuat! hacen una detenida autopresentaciOn (por usar la palabra de Lopez Austin), que en el caso de Marfa Sabina comienza con pro- fesiones de humildad y asciende a asertor de poder y aun de capacidad de hablar con seres sobrenaturales casi en términos de igualdad. 2) Ruiz de Alarcén sefiala c6mo el sabio ndhuatl insiste en el anoxtli, “libro”, como procedimiento para legar al

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