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La imaginaci6n simbolica Gilbert Durand Amorrortu editores Buenos Aires El presente material se utiliza con fines exclusivamente didacticos , Director de la biblioteca de filosofia, antropologia y religién, Pedro Geitman Imagination Symbolique, Gilbert Durand Primera edicién en francés, 1964; segunda edicién, 1968 Traduccién, Marta Rojeman Unica edicién en castellano autorizada por Presses Universitaires de France, Paris, y debidamente protegida en todos los paises. Queda hecho el depé- sito que previene la ley n? 11.723. © Todos los dere- chos reservados por Amorrortu editores S.C. A., Luca 2223, Buenos Aires. La reproduccién total o parcial de este libro en forma idéntica o modificada, escrita a maquina por el sistema multigraph, mime6grafo, impreso, etc., no autorizada por los editores, viola derechos re- servados. Cualquier utilizacién debe ser previa- mente solicitada. Impreso en la Argentina. Printed in Argentina. FILOBOFIA vet aAe «— Le gritamos: ; Abraham! ;Creiste en tu suefio! ;En verdad, aqui esta la prueba evidente > Corfn, XXXVII, 104-106. 5. Conclusién: Las funciones de la imaginaci6n simbdlica «Y si suprimes lo que esté entre lo Imparticipable y los que participan —;qué vacio!— nos separas de Dios, al destruir el vinculo y establecer un abis- mo enorme e infranqueable. . .>. Gregoire Palamas, Triade pour la défense des saints hésychastes, IIT, 2, 24. Cada vez que se abordan los problemas del simbolo, del simbolismo y su desciframiento se presenta una ambigiiedad fundamental, El simbolo no so- Iamente posee un doble sentido: uno concreto, pro- pio, y el otro alusivo y figurado, sino que incluso la clasificacién de los simbolos nos revel6 los «re- gimenes» antagénicos bajo los cuales se ordenan las imagenes. Mas ain: el simbolo no solo es un doble, ya que se clasifica en dos grandes categorias, sino que incluso las hermenéuticas son dobles: unas re- ductivas, . La fabulaci6n es, en general, una moral. De igual modo, para volver al equilibrio a los neurépatas que tienen tendencia a perder contacto con Ia realidad, Desoille los hace sofiar, no ya con la ascensién, sino con el descenso a la tierra o al mar concreto, haciéndoles con caras «como de cartén». En este universo de- solado, seco, en el que «todo est separado, es cléc- trico, mineral», la enferma esté aterrorizada, aplas- tada contra el «muro de bronce», la «pared de cris- tal»."° El psiquiatra se esfuerza, en Ja cura de «rea- lizacién simbélicay que hard seguir a la enferma, por atemperar el imperialismo de un solo régimen y arrancarla gradualmente del terrible «Pais de la luz» por medio de un sistemdtico «descanso» muy concreto." De tal modo, en estas terapéuticas, el cambio de régimen instituye, primero en el campo de la imaginacién, después en el de la conducta, una recuperacién simbélica del equilibrio. Es verdad que, en el limite, como advirtieron Cas- sirer y Jung, la enfermedad es pérdida de la fun- cién simbélica. Sin embargo, en los casos antes ci- tados, el simbolismo ain acta, pero esclerosado y enfocado sobre un solo régimen. Los trabajos ya citados de Yves Durand demuestran que la salud mental es siempre, y hasta los Ifmites de la postra- ci6n cataténica, una tentativa de equilibrar entre si ambos regimenes. Por ejemplo, en ciertos enfer- mos de nivel ya muy bajo, y en quienes los temas imaginarios estan muy estereotipados, muy pola- rizados por un solo régimen, la forma trataré de 9 CE. M.A. Séchehaye, Journal d'une schizophréne.te 10 Op. ci 130 lograr un restablecimiento supremo hacia el ré- gimen antag6nico. También la enfermedad inter- media, la que deja esperanzas de curacién, es mas que «pérdida de la funcién simbélica», hipertrofia de tal o cual estructura simbélica y bloqueo de esta estructura. El enfermo es un inadaptado, y casi di- rfamos un «anticuado» en relacién con el medio y la accién en que se inserta: su modo de volver al equilibrio con respecto al medio no es el admitido por el propio medio. Pero al lado de esta dialéctica, en cierto modo es- tatica, necesaria para el equilibrio presente de la conciencia, la historia cultural y especialmente la de los temas literarios y artisticos y la de los estilos y formas, revela una dialéctica cinematica, por asf lamarla, pasible de la misma funcién de equilibra- miento, vital para una sociedad. No abordaremos de manera extensa el problema de las «generacio- nes» culturales; sin embargo, debemos sefialar que la dialéctica de las «noches» y los «dias»™ de la historia cultural sigue un doble movimiento en su equilibramiento constante: cada «generacién de 36 afios», la de los metalirgico. Sencillamente, se debe comprobar que esta universalidad de lo imaginario es dualista, es decir, dialéctica. Y, con humildad, saber obrar como Gaston Bachelard: pe- dir este Paris: Flammarion, 1953. Jacobi, J., «Archétype et symbole chez Jung», en Polarité du Symbole, Paris: Desclée dé Brouwer, 1960. Jung, C. G., L’Homme a la découverte de son ame, Ginebra: Mont-Blanc, 1950. Métamorphoses et symboles de la libido,* Paris: Montaigne, 1932. Kant, E., Critique de la raison pure,* vol. 1, parte 1, libro m, cap. 1:

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