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4 CONTRATOS Y ESTRATEGIAS DE CARACTER DISCURSIVO Un acto discursivo, es decir, un acto de lenguaje, pone siempre en evidencia un proyecto global de comunicacién concebido por un su- jeto comunicante (YOc). Por ello, es obvio presumir que desde el punto de vista de su produccién, el acto discursivo sea considerado como “una expedicién y una aventura” en lo que se refiere a su as- pecto intencional y que todo comunicante intente lograr a través de su discurso que el sujeto interpretante se identifique plenameate con un destinatario ideal (TUd). Pero para lograrlo tendra que hacer uso de determinados contratos y estrategias de cardcter discursivo que dependen exclusivamente de su voluntad, puesto que es él quien los escoge, de acuerdo con el marco situacional (aspectos comunicacio- nales y sicosociales) (Charaudeau, 1983: 50-56). El contrato discursivo es ese “ritual sociolingiiistico” constituido por el conjunto de obligaciones que han sido codificadas por las practi- cas sociales propias de una determinada comunidad. Asi, las condi- ciones de produccion y de interpretaci6n del acto de Lenguaje (circunstancias discursivas) dan origen a un “implicito codificado” que tiene que ver obligatoriamente con el estatus de los interlocutores Yo comunicante y Td interpretante~ y con la relacin que los une. Veamos: si alguien sube a un taxi y dice “al acropuerto, por favor”, el chofer inmediatamente se dirigira a ese sitio, sin que medien consi- deraciones de otra naturaleza, puesto que ha reconocido el contrato propuesto y lo acepta. En caso de no aceptarlo, expresaria su recha- Julio Escamilla Morales zo con enunciados de tipo “No, no puedo”, “No voy hacia ese lado”, etc. Para él la situaci6n es muy clara: Se trata de un contrato de prestacion de un servicio pablico que se acepta o se rechaza. Igual sucede con los demés contratos discursivos, como el de veracidad que propone el periodista, el de ficcién propuesto por et literato, el humoristico, el de complicidad, el de autoridad, el pedagdgico, etc. Entre los periodistas y sus lectores, por ejemplo, se establece el con- trato de veracidad, que conduce a estos tiltimos a aceptar como verdaderas todas las noticias de un periédico o una estacién de radio, por el hecho de provenir de una persona o entidad que es considerada como seria y veraz y, por consiguiente, digna de todo crédito. Hay, adem4s, contratos discursivos que son muy peculia- res, como el contrato de lo insélito que se establece entre los peri6- dicos 0 revistas y sus lectores. “Violador cobraba a sus victimas” 0 “Teodoro estuvo cavando su propia tumba”, titulares aparecidos en la revista “Vea”, de la ciudad de Bogota, son claros ejemplos de dicho fenémeno. Lo que se ha planteado en esos titulares es, evi- dentemente, un contrato o relacién discursiva especial, fundamen- tada en la presentacion de noticias sensacionales o fuera de lo comuin, las cuales son leidas con avidez por un publico que por estar tan familiarizado con ellas, las busca afanosamente. Como esta nocién de “contrato discursivo” implica que los indivi- duos que pertenecen a un mismo tipo de practicas sociales sean ca- paces de reconocer las representaciones discursivas de tales practicas. es facil entender que el sujeto comunicante debe siempre suponer que su interlocutor posee una competencia discursiva de reconoci- miento de esas practicas sociales similar o idéntica a la suya. Es por eso que el acto de lenguaje se convierte, segun Charaudeau, en “una proposicién que el YO le hace al Tu”, esperando como contraparte que éste acepte dicha proposicion. Si una persona dice a su interlocutor “No camines tan rapido. Te vas a cansar”, con el proposito de hacerlo caminar mas rapido, esta po- 38 Fundamentos scmiolingutsticos de la actividad discursiva niendo en ejecucién lo que se denomina “contrato humortstico”, el cual debe ser percibido come tal por el destinatario. Pero en el caso en que este Ultimo no acepte ese contrato y, por el contrario, camine mas lentamente, el comunicante habré fracasado en sus intenciones, puesto que no logr6 el efecto que habia previsto. En ese caso, el suje- to interpretante no habra reconocido el contrato discursivo que se le ha propuesto. El concepto de estrategia discursiva, por su parte, se basa en que el sujeto comunicante concibe, organiza y pone en ejecucién sus in- tenciones con el fin de producir ciertos efectos de conviccién o de seduccion en el sujeto interpretante, y levarlo a que se identifique —conscientemente o no- con el destinatario que ese comunicante se ha construido mentalmente. Segin Patrick Charaudeau —tal como ya ha sido sefialado-. el proce- so de produccion discursiva nos muestra el desdoblamiento de la funcion protagénica del YO: el Yo comunicante es un sujeto que existe en la realidad y que acuia fisicamente; es el organizador, ini¢iador y responsable del acto discursivo. El Yo enunciante, por su parte, es un Sujeto que s6lo existe y se realiza en el “circuito de la configuracién discursiva”; es el responsable del efecto que produce la palabra en el interpretante. En ultimas, es una imagen discursiva que oculta, mas 0 menos, al sujeto comunicante. En cuanto al desdoblamiento del TU, hay que decir que el destinata- tio (TUd) es el interlocutor ideal imaginado por el sujeto comuni- cante (YOc) segtin sus intenciones comunicativas, pero que no siempre coincide con el interpretante (TUi), que es un sujeto que actiia independientemente del comunicante, convirtiéndose por esa raz6n en el responsable del acto de interpretacion que él mismo realiza. Ahora bien, de acuerdo con sus intenciones, pero siempre en funcién de las libertades y limitaciones impuestas por tas condiciones del acto discursivo, el sujeto comunicante puede hacer uso de estrategias tan 39 Jatio Escamilla Morates disfmiles como Ia verdad, la mentira, la ironta, la demagogia, la pro- vocaci6n, el secreto, el rumor, la litote, etc. A la luz de lo antes expuesto, intentaremos describir aqui algunas de esas estrategias discursivas: LA MENTIRA Definida con relacién a la verdad, la “mentira consiste en dar volun- tariamente a un interlocutor una visién de la realidad diferente de la que uno mismo tiene por yerdadera” (Durandin, 1983: 19}, con el propésito de ejercer en él una influencia que modifique sus opinio- nes o su comportamiento. Entonces, recayendo la mentira sobre sig- nos muy concretos, o sea, sobre aquello que se le hace percibir al interlocutor (palabras orales o escritas, imagenes, gestos, etc.), ten- dremos que: El sujeto enunciante (YOe) dice p, El sujeto comunicante (YOc) sabe 0 piensa no-p. Ahora bien, partiendo del hecho de que fa mentira es una estrategia que generalmente busca obtener un grado de credibilidad en el suje- to interpretante (TUi), es apenas natural que el sujeto comunicante acttie de tal forma que aquél se identifique con un destinatario (TUd) que crea que el comunicante (YOc) piensa p. Este es, por ejemplo, el caso de un individuo que le dice a su novia “Te quiero mucho” (p), sabiendo perfectamente que ello no corresponde a la realidad. En ese caso, la mentira se fundamenta en que el enunciante en el momento de su enunciacién dice p (“Te quiero mucho”), pero como comunicante piensa lo contrario, 0 sea, z0-p (“No te quiero mucho”). Aqui, la mentira ha consistido, pues, en una operacién de transfor- macion de la realidad que puede llegar a ser una invencidn (en el caso en que se haga creer que el amor que no existe, existe) o una 40 Fandamentos semiolingulsticos de la activitad discursiva deformacion (si se habla de un amor que existe, pero caracterizandolo de una manera falaz (Durandin, 1983: 78). Sin embargo, esta estrategia sdlo se concretard 0 sdlo tendra efecto cuando el sujeto interpretante (TUi) se identifique plenamente con et destinatario (el Tu idealizado por el sujeto comunicante), es decir, cuando la novia en su proceso de interpretacion del discurso en cues- tion, crea que el sujeto comunicante piensa p (“Te quicro mucho”). De esa manera, el sujeto comunicante (el novio, en este caso) habra obtenido de parte de su destinatario (la novia), la crgdibilidad que buscaba, sobre todo, la credibilidad en algo que es falso-0 que no es del todo cierto. La IRONIA Como “contraverdad” que es, la ironia tiene lugar cuando lo dicho explfcitamente en un enunciado se halla desmentido por una infor- maci6n situacional o contextual implicita, imposible de desconocer por parte de los interlocutores. En realidgary aunque algunos pien- sen que ella depende menos de las palabras que de !a risa, del gesto y de la voz, “la ironfa es un procedimiento que superpone a un deter- minado valor argumentativo el valor contrario, juzgado mas acorde” (Berrendonner, 1981: 187), de tal modo que al afirmar p, uno sugiera no-p. . Esta concepcién de la ironfa como superposicién de dos valores argumentativos contradictorios, nos permite comprender mejor la dualidad del funcionamiento irénico de ciertos términos, lo mismo que et argumento y las conclusiones o las alternativas de conclusion de un enunciado, ya que éste, “por medio de sus marcas argumenta- tivas, no hace mas que proporcionar informaciones [‘instrucciones’, diria Ducrot] concernientes al valor argumentativo que conviene atri- buirle a su enunciacién” (Berrendonner, 1981: 196). Por lo demas, la ironia es considerada un “arma ofensiva” por algunos y “defensiva”, 41 Julio Escamilla Morales por otros. Berrendonner se inclina por lo segundo y reconoce que por ser ella una “estructura semantica argumentativamente parad6- jica, es de aiguna manera neutra en cuanto a su funci6n, y puede ser utilizada tanto con fines polémicos como panegiricos, tanto agresi- vos como gratificantes” (Berrendonner, 1981: 225). Sea lo que fuere, hay en Ia ironia una “transgresion de la ley de sinceridad” (Kerbrat- Orecchioni, 1984: 215). Por eso, esta actitud retérica se manifesta- ra asi: E] sujeto enunciante (YOe) dice p. EI sujeto comunicante (YOc) no esta de acuerdo con p; por el contrario, sabe o piensa no-p y quiere, al mismo tiempo, que el sujeto interpretante (TUi) entienda justamente no-p. Lo anterior puede ser ilustrado con el siguiente caso: X busca al res- ponsable de una accion indebida y cree que éste no es otro que Y. Si Y se declara inocente, X puede decir: “Claro, yo sé que ti no eres capaz de matar ni una mosca” {p), con la intencién de que Y se per- cate de que X piensa realmente lo contrario de lo que dice: “Tu eres capaz de cualquier cosa”. En este caso, la ironia persigue construir, en Ultima instancia, una imagen de destinatario desfavorable al suje- to interpretante, ya que deja ver que X (YOc) acusa a Y (TUi). No obstante, puede suceder que el sujeto interpretante sea incapaz de saber lo que verdaderamente quiere hacerle entender el sujeto comu- nicante. En otras palabras, que no logre comprender si p debe ser tomado metaféricamente, irénicamente o “al pie de la letra”, caso en el cual la estrategia de la ironia habria fracasado. LA DEMAGOGIA Cuando el sujeto comunicante, consciente de la existencia de deseos, afectos y valores en su destinatario, intenta lograr a través de su dis- curso que el sujeto interpretante vea reflejada en él su propia imagen, es decir, su propio estilo de vida, sus valores ¢ ideales, sus normas y 42 Fundsmentos semiolinguisticos de la actividad discursiva modelos, pone de manifiesto una estrategia demagégica basada en aspectos motivacionales, con el fin de valorizarlo como destinatario. Esta valoracin -insincera, por lo general- puede ser considerada como un caso particular de la mentira (Kerbrat-Orecchioni, 1984: 264) y hace parte del aspecto pragmatico de la comunicaci6n, debido a que tiene como objetivo orientar al destinatario hacia un determinado tipo de accion (Dalmas, 1981). Entonces, si el sujeto comunicante intenta ganarse la confianza del destinatario escudandose en sus propios va- lores morales, politicos o religiosos, la demagogia se producira de la siguiente manera: EI sujeto enunciante (YOe) dice p (lo cual puede ser verdadero 0 falso, segtin el caso), 10 cual muestra una imagen de destinatario que le resulta favorable al sujeto interpretante; el sujeto comunicante (YOc) pretende que, gracias a la identificacion TUi=TUd, el sujeto interpretante le facilite la consecucién de sus propositos. En ultimas, 1a demagogia como estrategia basada en las necesidades y aspiraciones del interlocutor es, de acuerdo con Charaudeau, una “buisqueda de complicidad”, tal como se observa en un texto de pu- blicidad politica que aparecié en la seccién de “Avisos clasificados” de varios periédicos colombianos durante la campajia presidencial de 1990: éBusca empleo? Con Alvaro Gémez Presidente habra 2.000.000 de empleos nue- Os. En esie caso, la complicidad buscada tenia que ver con el hecho de convencer o hacerle creer al lector (sujeto interpretante) ~en el caso en que éste se identificara con la imagen de destinatario que alli apa- recia (los desempieados colombianos que darian cualquier cosa por conseguir un empleo)- que pera 0 seria verdad solo si esos sujetos interpretantes (electores potenciales) respaldaban la candidatura 43 Julio Escamilla Morates conservadora de Alvaro Gomez. Sin lugar a dudas, el sujeto comuni- cante de este texto publicitario enfatiz6 sutilmente la conviccién como condicion necesaria para la accion, pues para él el efecto perlocucio- nario (en este caso, el efecto producido por lo que se dijo) era mas importante que et acto ilocucionario (el simple acto de haberlo di- cho). Sin embargo, como el TU no es nunca un simple receptor de mensajes, sino un sujeto que hace su propia interpretacién de acuer- do con las circunstancias discursivas en que se encuentre y, por ende, de acuerdo con el YO, es posible que la real interpretacion hecha por el sujeto interpretante (los sujetos interpretantes, por cuanto son muchos) haya dejado sin validez la imagen de destinatario ideal vis- lumbrado por el sujeto comunicante. Esta ultima posibilidad fue ilustrada de manera categorica por el caricaturista Al Donado, en el diario El Espectador, de Bogota. En efecto, en una de sus caricaturas publicadas dias después de la apa- ricién del texto en cuesti6n, encontramos a un tipo que, después de haber leido el anuncio publicitario de la campafia de Alvaro Gomez Hurtado, se dice a si mismo: “iHm! Y ni siquiera ha conseguido empleo para él”, en una clara alusion a un acto enunciativo del mis- mo candidato frente a los periodistas en el que declaraba que él esta- ba buscando “el primer puesto de Ja naci6n”. La situaci6n que acabamos de presentar, claro ejempto de la asime- tria de la comunicacién, nos muestra a un sujeto comunicante (par- tido conservador, sin ninguna duda) que se ha construido una imagen de destinatario (TUd) que no corresponde a lo que es el sujeto inter- pretante (TUi). El lector, a su vez, se ha construido una imagen de interlocutor que no corresponde al enunciante real del acto de len- guaje (YOe), sino al enunciante que él, como sujeto interpretante, imagina, de acuerdo cgn las condiciones de produccién de ese mis- mo acto, En otras palabras, este sujeto interpretante (TUd), que no corresponde al destinatario al cual se dirige el sujeto comunicante (YOc), al producir su propio acto de interpretacion remite a este Gl- timo una imagen de enunciante de lo que el YO creia o queria ser. 44 Fundamentos semiotinguisticos de la actividad discursiva La PROVOCACION Aunque por lo general el sujeto comunicante concibe su acto discursivo con la intencién de lograr que el interpretante (TUi) se identifique con el destinatario (TUd), el conocimiento que dicho comunicante tenga sobre la personalidad y las convicciones del sujeto interpretante podra Hevarlo a escoger una estrategia argumentativa de provocacién, que no se caracterizara por perseguir esa identificacién, sino por todo lo contrario, ya que al no sentirse identificado con el destinatario vislum- brado por el sujeto comunicante, el interpretante pondrd en practica lo que Charaudeau denomina “defensa reveladora”. En consecuencia, la estrategia de la provocacién se caracteriza porque: El sujeto enunciante (YOe) dice p, lo cual muestra una imagen de destinatario (TUd) desfavorable para e sujeto interpretante (TUi). Pero el sujeto comunicante sabe muy bien que entre el sujeto inter- pretante (TUi) y el destinatario (TUd) no hay semejanza alguna (TUi + TUd). Lo que el comunicante persigue, entonces, es ta reaccion del interpretante. De lo anterior se desprende que el discurso de la provocacién busca efectos sicolégicos que originen un cambio de conducta en el inter- pretante, puesto que /loca sus sentimientos morales, politicos, inte- lectuales, estéticos, etc. Ei objetivo de la provocacin es, por lo tanto, suscitar en el sujeto interpretante (TUi) algunas emociones ¢ inducirlo a la accion, es decir, a Ja realizacién de actos especificos”. Veamos cémo funciona esa estrategia de la provocacién en los textos de dos calcomanias que hace algunos afios aparecieron colocadas en el interior de algunos buses urbanos de la ciudad de Barranquilla: 1) SLUSTED NO BS UN BUEN BARRANQUILLERO USTED NO ES UNA MIERDA, Aunque en su articulo Martine Dalmas (1981) no se refiere exactamente a la provoca- cién cuando habla del papel de las emociones en la argumentacion, creemos que sus Planteamientos son igualmente validos para ta explicacion de esta estrategia discursiva. 45 Julio Escamilla Morates 2) SI USTED NO QUIERE A BARRANQUILLA, USTED NO QUIERE Ni A SU MADRE. De entrada hay que resaltar la presencia formal de la marca enunciativa “usted” que aparece en ambos textos. Ella se refiere, evi- dentemente, al sujeto destinatario, que no es otro que todas aquellas personas que utilizan el servicio de buses publicos en la mencionada ciudad, lectores obligados de los Jetreros y calcomantas que alli son colocados. Por otra parte, aunque el sujeto comunicante (YOc) no se deja ver formaimente en sus discursos, los textos mismos se encargan de suge- rirnos muchas cosas acerca de él. CQuién es realmente el autor (YOc) de esos dos mensajes? Aunque los textos no lo dicen expresamente, es S6lo a través de ellos y con la ayuda de las “posibles interpretaciones” que podemos conjeturar ~por lo menos— cuAl es el sujeto enunciante (YOe) que aparece hablando en esos discursos”. En efecto, tratandose de una supuesta campafia civica, debemos pensar que el YO que se encuentra encubierto en esos enunciados es una persona que no est4 conforme con el comportamiento de algunos barranquilleros frente a los problemas de esta ciudad, raz6n por la cual los interpela y los con- mina a que se pregunten qué clase de barranquilleros son, con la con- viccion de que seguramente los sujetos interpretantes (TUi) rechazaran esa imagen de barranquilleros que él sugiere como destinatarios (TUd). En otras palabras, a partir del proceso de interpretacin realizado por cada lector se generara —de una manera o de otra— no solamente una actitud de diferenciacion personal, sino también colectiva. Ahora bien, équé podemos decir acerca de los términos utilizados en esos textos? Sencillamente, que su autor -desconocido por nosotros como ser real- opto por el empleo de la agresion verbal como estra- * El andlisis de un texto no puede cefirse exclusivamente al punto de vista del sujeto ‘omunicante o al del interpretante, sino que debe dar cuenta también de las «posibles ‘interpretacionese, es decit, las diferentes posibilidades de inierpretacion que se des- prenden del entrecruzamiento de los procesos de produccidn ¢ interpretacion discursivos. 46 Pundamentos semiolingutsticos de la actividad discursiva tegia discursiva de provocaci6n, con el claro propésito de desenca- denar la “defensa reveladora” de la cual habla Charaudeau, puesto que al no reconocerse en la imagen de destinatario sugerida por el enunciante, el sujeto interpretante se ve obligado a reaccionar, de- mostrando asi que TUi y TUd son bien diferentes. Es decir, ei sujeto interpretante tiene que probarles a los otros y probarse a si mismo que é] no es ese baranquillero del cual hablan los textos de las calco- manfas citadas, sino alguicn distinto que si se preocupa por los pro- blemas de su ciudad. La escogencia de las expresiones utilizadas en esos mensajes no pue- de entenderse, pues, como un simple “acto de vulgaridad”, sino como algo que debe lIlevarnos a la brisqueda de explicaciones mucho mas conscientes y, sobre todo, libres de prejuicios y tabuies lingtiisticos. Se trata de discursos que, en realidad, al ser concebidos y enuncia- dos de esa forma, se convierten en el testimonio de una estrategia argumentativa mucho mas sdlida y convincente que otras relativas al mismo problema de desidia ciudadana que sc vive desde hace tiem- pos en Barranquilla. Con ellos se pretende confrontar al sujeto inter- pretante y hacerlo caer en la cuenta de que debe asumir una conducta que vaya en bien de la ciudad. EL SECRETO Las intenciones del sujeto productor de un acto de lenguaje no siem- pre estan relacionadas con la posibilidad de decirlo todo. En algu- nos casos, las mismas circunstancias discursivas en que se produce un acto de esa naturaleza Hlevan al sujeto comunicante (YOc) a callar, de manera total 0 parcial, aquello que no le conviene decir. Esta omisi6n, voluntaria y utilitaria por lo demas, es la base esen- cial de la estrategia del secreto, un fendmeno discursive que “con- siste simplemente en privar al interlocutor de una informacién y, de ser posible, en no dejarle siquiera adivinar esta carencia” (Durandin, 1983: 81) 41 Julio Escamilta Morales La estrategia discursiva del secreto se fundamenta, pues, en la no utilizaci6n de signos (cualquiera que sea su clase) relacionados con aquello que esta siendo tratado en un determinado proceso interactivo. No obstante, resulta apenas légico admitir que deben existir algunas marcas o alguna alusin que insinue que en un acto de esa naturale- za se ha escondido algo que no se quiere 0 no se puede decir, ya que “es evidente que sin esas marcas el secreto no existiria” (Greimas y Coiirtes, 1979). Mas atin, a pesar de que fa ausencia de tales signos dificulte el reconocimiento preciso de esas marcas, ello no es Obice para que el sujeto interpretante de un discurso se dé cuenta de que se le esta ocultando algo. Por lo general, el secreto se presenta en un contexto situacional en ef que hay muchas cosas dichas y en donde parece que se han dado mu- chas informaciones, seguramente con el propésito de que el sujeto in- terpretante no se dé cuenta que se ha omitido algo que se le quiere ocultar (Durandin, 1983; 87). Segdin Durandin, la omisi6n parcial de informacién en un discurso cualquiera puede modificar sustancialmente {a significaci6n total de éste. En raz6n de ello, el secreto (que desig- na s6lo con el nombre de “omision”) debe ser “asimilable a la mentira porque produce los mismos efectos”, sobre todo “si lo que se omite decir es importante para fa persona a la que se le esta hablando, y si ésta no tiene otras fuentes de informacion” (Durandin, 1983: 82). En lo que a nosotros respecta, debemos decir que no estamos de acuerdo con esta posicion, por la sencilla raz6n de que si un sujeto comunican- te (locutor} calla algo, al no estar afirmando nada no puede estar afir- mando algo falso, y la falsedad es una de las condiciones inherentes a la mentira como estrategia discursiva. De todos modos, ef secreto no sélo sirve para omitir hechos, sino también para ocultar intenciones, siendo éstas mas dificiles de detec- tar que aquéllos. Al decir del propio Durandin (1983: 82), “si se omi- te un hecho y el interlocutor lo conoce, podra sorprenderse y hacer preguntas; en cambio, si se omiten intenciones puede hacer hipote- sis, pero no puede oponer ninguna constatacion’. 48 Fundamentos semiotinguisticos de la actividad discursiva EI secreto -no esta de mas decirlo- no tiene nada que ver con el implicito resultante de las condiciones de producci6n e interpreta- cién discursivas, ya que si bien en éste también se da la omisi6n, lo que el sujeto comunicante decide “no decir” no es desconocido por el destinatario. En Ultimas, la estrategia discursiva del secreto se caracteriza porque: EI sujeto enunciante (YOe) no dice nada sobre algo que sabe (p= 0): el sujeto comunicante (YOc) sabe p, pero no quiere o no puede comunicarselo al destinatario (TUd); el sujeto interpretante (TUi) se plantea la hipstesis de que el co- municante (YOc) si sabe p, pero no quiere o no puede decirselo. Lo anterior puede ser ilustrado con el siguiente caso, tomado del final del filme Umberto D, del realizador italiano Vittorio De Sica: Umberto, el protagonista, pobre jubilado a quien el gobierno no paga puntualmente su pensién, enfermo y solitario, ante el inminente des- ahucio que le hard la duefia de la pensién donde vive, decide aban- donar ese lugar y suicidarse. Pero al momento de salir, Maria, la doméstica, unica persona que le ha brindado su amistad y apoyo, le pregunta: “i,Podré volverlo a ver a usted, sefior Umberto?”. Este, sin- tiéndose incapaz de comunicarle su intencion, esquiva la pregunta y le dice: “En el cuarto he dejado algunas cosas para ti”. Minutos mas tarde llega con su perro a un establecimiento encargado del cuidado de esta clase de animales, y dice a los propietarios: “tSaben? Me voy de viaje y quiero dejarlo aqui por algin tiempo”. Ante la pregunta “gCuando regresa?”, responde “No lo sé”, lo cual origina que estos tltimos le nieguen el servicio que tes ha solicitado. No es dificil comprender que en el caso que acabamos de presentar, nos hallamos frente a dos estrategias discursivas totalmente distintas. En la primera, el hecho de que Umberto conteste 1a pregunta de la camarera (Maria) con el enunciado “En el cuarto he dejado algunas 49 Julio Escamilla Morales cosas para ti”, con el fin de ocultarle su firme intencidn de suicidarse, es un claro ejemplo de lo que es el secreto como estrategia discursiva que busca privar de una informacion al interlocutor. Todo aqui se debe a que a Umberto no Ie conviene confesarle a a doméstica su decision final, por temor a que ella interfiera en su plan. Por eso, escamotea la respuesta que ella quiere conocer, sin poder evitar, no obstante, que ella internamente haga conjeturas sobre el porqué de la respuesta ob- tenida, lo cual no lo expresa con palabras, evidentemente, sino con un gesto de la cara. No hay en este caso, pues, mentira por ningun lado. En la segunda, por el contrario, al responder “No lo sé”, Umberto no sdlo oculta su decision de suicidarse, consolidando de esta manera su estrategia del secreto, sino que miente, ya que él sabe muy bien que no realizard ningtin viaje y que, ademés, no regresard jamds a ese lugar. El hecho de habernos referido por separado a cada una de las estra- tegias que aqui hemos intentado describir -aunque no con la profun- didad deseada- no significa de ninguna manera que ellas tengan que ponerse en practica aisladamente. Por e] contrario, tal como acaba- mos de ver en la situacion presentada en el filme Umberto D, la com- binacion de las estrategias discursivas es una prueba de la importancia de la dimension pragmatica del lenguaje, consistente en convencer y persuadir al sujeto destinatario de aquello que uno dice con el fin de incitarlo a la accién o hacer que asuma una determinada actitud. Esta influencia que el sujeto comunicante quiere ejercer en el desti- natario no puede estar, por ello mismo, desligada del marco situacio- nal en que se lieva a cabo el acto de lenguaje, pues Ia interpretacion que este interlocutor realiza, implica el reconocimiento de signos ver- bales y no verbales y de los contratos y estrategias discursivas que ese mismo marco situacional hace posible. En consecuencia, la efi- cacia de un acto de lenguaje estara determinada siempre por la ma- nera como han sido utilizadas las circunstancias situacionales y por la influencia que se haya podido ejercer -para bien o para mal- en el sujeto interpretante. 50

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