16
En una gran ciudad de la China. vivia la viuda
de un pobre sastre con su hijo, llamado Aladino.
La mujer trabajaba mucho para mantener su
hogar, en tanto que el joven Aladino se habia
mostrado siempre un poco holgazan, con gran
disgusto de su madre. Pero Aladino era bueno, y
cuidaba con gran carifio a su madre viuda.
Un dia lo detuvo en la calle un extranjero,
diciéndole que era un tio suyo, que venfa desde
muy lejos, y que querfa ayudarlo, por lo cual
volver‘a al dfa siguiente. Cuando Aladino conté
esto a su madre, la mujer se mostré muy sor-
prendida. Ignoraba que su marido tuviera her-
manos, ya que jams le habfa hablado de ellos,
y le recomend a Aladino que tuviera cuidado.
Dadvoy la limpara maravillosa
Al dia siguiente volvié el extranjero. Llevé
al joven a los negocios de la ciudad, y le com-
pré hermosas ropas. Le dijo que mas adelante
le instalarfa un comercio para que trabajara, y
como ya era muy tarde para ver cudil era el con-
veniente, quedé en encontrarse con él all otro
dia. Esta vez se present en la casa, y la madre
qued6 encantada del trato de aquel sefior ama-
ble. Al despedirse de ellos dijo que, por la
majiana, pasearia con Aladino.
El extranjero vino tal como lo prometiera, y
Aladino se fue con él. Caminaron un largo rato,
hablando de muchas cosas, y por fin llegaron a
las afueras de la ciudad. Aladino estaba cansa-
do, pero su tio le dijo que debja mostrarle algo
tan maravilloso, que bien valfa la pena caminar
un rato mas.
—Aqui es —dijo de pronto el extraiio al
Hegar a un valle—. Espera.