You are on page 1of 17
Federico Neiburg y Mariano Plotkin (compiladores) Intelectuales y expertos La constitucién del conocimiento social en la Argentina PAIDOS Buenos Aires - Barcelona - México 1. Intelectuales y expertos Hacia una sociologia historica de la produccién del conocimiento sobre la sociedad en la Argentina FEDERICO NEIBURG Y MARIANO PLOTKIN Intclectuales y expertos. He aqui dos términos que parecen caracteri- aav polos de un segmento definidos por contaminaciones reciprocas. El uso moderno del primero reconoce su origen en una coyuntura histérica y un espacio nacional particular: la Francia del affaire Dreyfuss.' A partir «le entonces, la palabra intelectual ha servido para designar a aquellos in- dividuos que reclaman como fundamento de legitimidad para sus inter- vencioncs publicas una forma de pensamiento critico, independiente de lt, poderes, y sustentada en el uso de la raz6n. El término experto, en ‘ambio, posee una historia bastante mas corta, tipicamente del siglo XX. Aunque individuos caracterizados como expertos han existido desde mu- cho antes, la utilizacién del término se generaliz6 particularmente luego dv fa segunda posguerra bajo el influjo de las ciencias sociales norteame- ticanas. Los expertos modernos suelen ser los técnicos, los especialistas «que trabajan en y para el Estado, y mas recientemente para las ONG, y lis organismos internacionales.’ Si la figura del intelectual remite a un ti- 1» de formacién general, que puede o no tener a la universidad como 4m- Into principal de accidn, la figura del experto evoca especializacién y etrenamiento académico. En su accién publica, el primero dice antepo- ncr un conjunto de valores y un tipo de sensibilidad; el segundo, al con- {surio, acttia en nombre de la técnica y de la ciencia, reclamando hacer de (1 neutralidad axiolégica la base para la busqueda del bien comin. La identidad de intelectuales y expertos (al igual que la de otras figu- tas sociales que pertenecen a un mismo espacio seméntico, por ejemplo, ensayistas y técnicos), esté basada en buena medida en los contrastes que lus propios individuos interesados en consagrar esas categorias establecen ad By Federico Neiburg y Mariano Plotkin entre ellas. Varios ejemplos podrian ser citados en relaci6n con América latina. Uno es el de los fundadores de la moderna sociologia (figuras co- mo Gino Germani, Florestan Fernandes 0 Pablo Gonzalez Casanova) que, en un mismo movimiento construfan una disciplina cientifica auté- noma, formaban técnicos al servicio del Estado y descalificaban a Jas tra- diciones intelectuales anteriores (como al ensayo de interpretacién de la realidad nacional) como “presociologia”. Otro ejemplo es el de la critica simétrica dirigida a la sociologia por parte de algunos ensayistas (como Arturo Jauretche, en el caso argentino) que, a pesar de las importantes di- _ ferencias entre ellos, coincidian en acusarla de anteponer modelos de and- lisis rigidos (por lo general, “importados”), que serfan incapaces de atender a la complejidad de los dilemas nacionales.’ No es raro que interpretaciones sociolégicas respecto de la produccién del conocimiento sobre la sociedad definan los vinculos entre intelectual y experto a través del lenguaje de la polucién. La principal limitacién de bue- na parte de esas interpretaciones se debe a que los analistas parecen com- partir con sus objetos un mismo interés por la dicotomia, clasificando autores y grupos en categorias que no siempre son distinguibles empirica- mente.’ Mas recientemente, la generalizacién de un uso mecanico de cate- gorfas como “autonomfa” o “campo” revela, igualmente, un problema: al incorporar los valores de los sujetos estudiados, como valores del analista (interesado, por ejemplo, en diagnosticar la ausencia, en festejar la comple- ta autonomia de un campo) éste deja pasar la posibilidad de comprender las acciones y las ideas de estos dltimos. De esta manera, categorias de andlisis tienden a mezclarse con categorias de identificacién. Para algunas de estas visiones, los vinculos entre intelectuales y expertos, lejos de ser productivos, indicarfan mis bien la existencia de un problema originado en la crisis del modelo de modernidad que dio origen, precisamente, a los primeros. El ex- perto seria el que, sin la visién global y comprometida del intelectual, lo reemplazarfa a caballo de la posmodernidad de la cual el intelectual, junto con la nocién de subjetividad y las dimensiones de lo nacional y lo social, serfa victima.’ Pero si el intelectual comprometido y critico, el que podia tomar a la sociedad toda como su objeto de reflexi6n, es una especie en vias de extincidn (¢ser4 efectivamente asi?) 0, en el mejor de los casos, estaria condenado (segiin una férmula acufiada por Zygmunt Bauman)‘ a conver- tirse en un mero intérprete del mundo multicultural en que nos toca vivir, entonces, ¢cémo se produce el conocimiento sobre la sociedad en estas condiciones? ;Cudles serfan las condiciones de posibilidad y los agentes productores de este conocimiento? 16 Intelectuales y expertos Este volumen presenta un conjunto de indagaciones orientadas por un movimiento contrario al de semejantes visiones normativas y dicotémicas sobre las relaciones entre intelectuales y expertos, mostrando a través de estudios empiricos y de casos particulares como ambas figuras, lejos de marcar los puntos extremos de una linea, constituyen mds bien un espa- cio de interseccién productiva, y cémo es precisamente dentro de ese es- pacio (definido por el Estado, el mundo de la academia, el mundo de los negocios y lo que se ha dado en Ilamar “el campo intelectual”) donde se produce el conocimiento sobre la sociedad. En lugar de preocuparnos, como nuestros objetos (lo que los antropdlogos designan con el término penérico de “nativos”), en consagrar la separacion entre ambitos de ac- cidn (entre “dentro” y “fuera” del Estado o de la academia, por ejemplo), nos hemos propuesto subrayar los pasajes y la circulacién de individuos, modelos institucionales y formas de intervencién. En vez de esta- ilccer interpretaciones fundadas en “avances” y “retrocesos”, se ha bus- «ado indagar de modo sociolégicamente positivo la singularidad de un conjunto de situaciones y procesos que han jalonado Ja produccién del conocimiento sobre la sociedad en la Argentina. ide I. ESTADO, EL PROBLEMA DE LA AUTONOMIA Y ILA PRODUCCION DE CONOCIMIENTO SOCIAL iDonde y cémo se genera el conocimiento social? Dos perspectivas de anilisis contribuyen de modo sustancial a dar cuenta de esta pregunta. Una es la inspirada por Pierre Bourdieu, que fija su atencién en la cons- trucci6n de campos de produccién de conocimiento con ldégicas internas cspecificas. Estas serian, a la vez, homdlogas y auténomas respecto de otros campos de la vida social. La historia de los distintos campos, en sus contextos nacionales especificos, estaria vinculada (aunque de una mane- 1a menos lineal y mucho mas problematica de lo que muchos estudios ins- jurados en este tipo de andlisis presuponen) al proceso de autonomizacién «le los campos, lo que incluye, de modo especialmente estratégico, la crea- eton de instancias de validacién y de reproduccién propias.’ Algunos autores han discutido ya la rentabilidad de la noci6n de “au- tonomizacién” para comprender la produccién de conocimiento en con- 6 como los de los paises periféricos, donde las fronteras entre li. campos han sido hist6éricamente mucho mds borrosas que en los Ila- mados paises centrales y, sobre todo, que en Francia, espacio social y cul- fests SO 17 Federico Neiburg y Mariano Plotkin tural para el cual Bourdieu construy6 su modelo de anilisis.* Por otra par- te, es preciso constatar que los avances en la produccién de saberes sobre la sociedad muchas veces provienen de factores que son exteriores a la l6- gica interna de cada campo de conocimiento, lo que nos lleva a la segun- da de las tradiciones, definida por el titulo de un libro ya clésico que nos exhorta a Traer de nuevo al Estado al centro del anilisis.’ Los autores de ese volumen muestran que la constitucién de las ciencias sociales son proce- sos fuertemente vinculados al desarrollo de necesidades y demandas del Estado répidamente modernizado y burocratizado de finales del siglo XIX y primeras décadas del XX. Segiin su perspectiva, el motor de la pro- duccién de conocimiento social deberia buscarse en las necesidades de una burocracia estatal en expansion, principalmente dedicada a Ja elabo- racién e implementacién de polfticas sociales. Pero nuevamente, qué su- cede en paises como el nuestro, donde el espacio burocratico se ha caracterizado por cambios institucionales bruscos y relativamente fre- cuentes, y donde son escasas las tradiciones y carreras propiamente buro- craticas? Varios de los textos aqui reunidos muestran cémo, mas que la separa- cidn entre ambitos de validacién de ideas y de practicas, es en la confluen- cia entre espacios distintos donde el conocimiento sobre Ia sociedad es producido. Dos de los ejemplos mas claros tratan de la ciencia econédmi- ca. En el capitulo 6, Jorge Pantaledn presenta a un Alejandro Bunge que transita en varias esferas definidas por e] Estado (como técnico y uno de los creadores de la estadistica moderna en la Argentina), por la universi- dad (como uno de los primeros profesores de la Facultad de Ciencias Econémicas de la Universidad de Buenos Aires, creada en 1913), por la empresa privada (a través de sus vinculaciones con los negocios de su fa- milia y con compaiiias promovidas por é] mismo), por la gestién cultural e intelectual (a partir, sobre todo, de la creacién de la Revista de Economia Argentina, en 1918) y por la accién social en los ambitos catélicos (presi- diendo por algiin tiempo la Junta Central de los Circulos Catélicos de Obreros). Es precisamente su trdnsito simulténeo por estos espacios de accién, legitimacién y validacién lo que permitié a Bunge constituirse en un verdadero constructor del campo de la nueva disciplina econémica en Ja Argentina. Y es precisamente en estos espacios de intersecciones mul- tiples donde él seria capaz también de generar grupos, no sélo de disci- pulos, sino también de otros constructores como él (entre ellos, Ratl Prebisch seria el mas conocido, aunque de ninguna manera el tinico). Aunque hoy en dia los economistas son muchas veces presentados como 18 Intelectuales y expertos el arquetipo del experto que ha venido a reemplazar al intelectual como in- térprete de la realidad, Pantale6n nos muestra cémo, en realidad, el surgi- miento de esta forma de saber tiene mds que ver con cruces, circuitos de circulaci6n y vinculos entre la universidad, la empresa privada, los empren- dimientos intelectuales y la gestién publica, que con procesos lineales. Por su parte, en el capitulo 8, Federico Neiburg y Mariano Plotkin muestran transitos y convergencias equivalentes. A partir del andlisis de la modernizacién de las ciencias econdmicas en la década de 1960, del estu- dio de la creacién y los primeros afios de labor del Centro de Investigacio- nes Econdémicas del Instituto Torcuato Di Tella, y de la reconstruccién de Jas trayectorias de sus promotores y primeros investigadores, Neiburg y Plotkin describen el juego de mutuas legitimaciones y de confluencias en- tre la renovacién de los espacios de formacién de economistas, la difusion «de saberes y la reconfiguracién del Estado que, identificados con el espiri- tu desarrollista e independientemente de la naturaleza de los gobiernos de turno (civiles o militares), se convertiria en una instancia de reclutamien- to de profesionales para los nuevos organismos, tales como el Consejo Kederal de Inversiones (CFI) (1957), el Consejo Nacional de Desarrollo (CONADE) (1959) y el Instituto Nacional de Estadisticas y Censos (IN- 1)I-C) (1968). Es, pues, en la convergencia de esta demanda del Estado de- parrollista, transformaciones en el mundo universitario (como la creacién «de la carrera de economista en varias universidades del pais, estatales y pri- vadas), de cambios en el universo de las empresas, del surgimiento de ins- tituciones de un nuevo tipo, y de una elite de especialistas en el plano mtcrnacional, junto con la generacién de nuevos mecanismos de valida- cion, donde se genera y desarrolla el campo de los economistas. Si tomamos el caso de la antropologia, el vinculo entre el desarrollo de stu disciplina y el ambito estatal, estudiado por Axel Lazzari en el capitu- ky 7, muestra convergencias semejantes. Individuos como Santiago Peral- (1 Salvador Canals Frau, al tiempo que intentaban constituir un campo de conocimiento social y un espacio profesional, buscaban definir 4mbitos de validacién para su empresa, espacios que se definfan entre la academia y cl Estado, basicamente a través de la elaboracién de una politica nacio- nal de poblacién (y de inmigracién) formulada en el Instituto Etnico Na- cional (EN), organismo creado en 1946 en la érbita del Ministerio del Interior del gobierno nacional. Puede verse asi cémo en Ja legitimacién so- cial de un saber puede caber un lugar central al reconocimiento, por par- te del Istado, de las capacidades técnicas de los nuevos especialistas. En esc juego, las luchas entre especialidades y saberes se confunde con las lu- 19 Federico Neiburg y Mariano Plotkin chas entre diversas instancias del campo burocritico, “internas” al Estado (en este caso, por ejemplo, entre el IEN, el Instituto Geografico Militar o el Consejo Nacional de Educacién) por monopolizar la definicién e imple- mentaci6n de politicas de gestién de poblaciones. Los textos de Pantaleén, Neiburg y Plotkin, y Lazzari sugieren un do- ble juego de legitimaciones entre los saberes sobre la sociedad y las prac- ticas estatales que puede descubrirse también en varios de los otros casos examinados en este libro. Por un lado, los especialistas ofrecen un cierto numero de instrumentos obtenidos en ambitos académicos que ordenan el mundo social y que pueden sustentar las acciones del Estado, legiti- mando el diagnéstico de problemas sociales y la formulacién de solucio- nes a éstos que solo ellos estarian en condiciones de ofrecer. Por otro lado, el reconocimiento de esos saberes por parte de las instituciones es- tatales contribuye a legitimar socialmente (e, incluso, a dotar de autori- dad cientifica) a esos especialistas."° Pero aun la definicién de estos espacios de legitimacién es sin duda problematica. Cuando hablamos de “Estado”, en realidad nos referimos a un espacio de agentes sociales y de instituciones con intereses y tradicio- nes no siempre compatibles entre si, que se ha transformado, en repeti- das ocasiones en la Argentina (de modo tal vez diferente, en el contexto latinoamericano, a los casos de Brasil y México) como resultado de cam- bios institucionales bruscos, que redefinen organigramas, funciones y ca- rreras." De Ja misma manera, cuando mencionamos al mundo académico, en realidad aludimos a un universo cambiante y también fragmentado, un mundo fuertemente ligado a la politica y a los propios conflictos en el 4m- bito estatal, sujeto a los violentos cambios institucionales que atravesaron la historia nacional, debilitando insistentemente la posibilidad de generar mecanismos internos y propios de validacién del conocimiento. Por otra parte, la minuciosa descripcién que realiza Hugo Vezzetti en el capitulo 10 sobre los comienzos de la psicologia como disciplina uni- versitaria y profesional en la Argentina permite observar otra dimensién de esos procesos, ahora entre aquellos que buscan reconocimiento por parte de los potenciales consumidores de un nuevo saber, creando un cli- ma de opinién que procura influir en el disefio de las politicas piblicas. Las discusiones en torno a la “funcién social” de la psicologia presentadas en ese capitulo (que se desdoblan a partir del Primer Congreso Nacional de Psicologia, realizado en 1954, y que se extienden por toda la década de 1960 en torno de la construccién del campo de la salud mental) invocan un tema “clasico” en otras disciplinas y contextos, entre quienes buscan 20 “ Intelectuales y expertos legitimidad desde los margenes del campo cientifico y politico. Y vale la pena subrayar que no hay en esta constatacién nada de contenido critico. Al contrario, es slo la observacién (realizada con suficiente distancia de toda militancia disciplinar o politica) de un conjunto de situaciones la que permite entender la entrega de hombres y mujeres a su “vocacién”, la conviccién genuina y apasionada con que pueden defender sus puntos de vista.” Pero si la academia, el mundo de los negocios y el Estado definen es- pacios en cuya interseccién se producen conflictos pero también conoci- miento, de ninguna manera lo agotan. A lo largo del siglo XX, pero {undamentalmente en momentos percibidos ptblicamente como criticos, cierto tipo de figura social ha intervenido en la esfera ptiblica desde fue- va del ambito de Ja academia. El ensayo de interpretacién de la realidad nacional ha constituido (y constituye atin hoy) en la Argentina y el resto de América latina un género con sus propios mecanismos de legitimacién, Sus autores, basados en criterios no cientificos (incluso rechazando la ca- pacidad de la ciencia para dar cuenta de los verdaderos dilemas naciona- lcs), han asociado eficazmente su capacidad de interpretacién a la on de una capacidad intuitiva para “entender” una realidad que se les escapa a los especialistas y que, por lo tanto, se constituye precisamen- contra del saber académico (y también de los criterios de utilidad de los “saberes de Estado”). En el capitulo 4, Sylvia Saftta ofrece un panora- ima de la produccién ensayistica argentina entre 1930 y 1960, centrando “ur atencién en tres figuras que comparten su pasién por la tarea de inter- pretar los dilemas nacionales. Raul Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche y Juan José Sebreli son, al mismo tiempo, la contracara de los expertos que actin, o buscan actuar, al servicio del Estado o dentro del universo aca- dentico. pose tee 1.4 CRONOLOGIA COMO PROBLEMA 1.1 periodo abarcado por los estudios que componen este libro com- jendc desde finales del siglo XIX hasta la década de 1970. Este lapso de tiempo coincide con el lento, multidimensional y nunca lineal proceso de ititucionalizacién de los saberes sobre la sociedad en la Argentina. Nuestro objetivo no ha sido establecer una historia de disciplinas, sino tas bien analizar “momentos fuertes”, nudos de problemas que definen y marcan mojones en cl complejo proceso de constitucién del conoci- 7 2r Federico Neiburg y Mariano Plotkin miento social. Estas caracteristicas de multidimensionalidad y compleji- dad son Jas que, precisamente, impiden Ja formulacién de una tinica cro- nologia para los procesos estudiados. Aqui se presentan dos cuestiones cruciales en la organizacién de este libro que requieren cierta discusién: los limites temporales de los estudios presentados en cada capitulo y la posibilidad de realizar una periodizaci6n valida para todos. Por otro lado, la reunién de capitulos que tratan sobre espacios diver- sos impone una pregunta que remite a la cuesti6n de la diferenciacién de saberes y disciplinas: ;Cémo comprender positivamente (y no a través de argumentos teleolégicos que apelan a la incompletud) la participacién de ~ los mismos individuos en procesos de creacién y legitimacién de saberes que daran lugar, posteriormente, a disciplinas ¢ instituciones distintas? ¢Cémo evitar el anacronismo implicito en las perspectivas que miran ha- cia atrés segtin una imagen del presente o un ideal de futuro? E] anilisis del nacimiento de la ciencia social en la Argentina que pro- pone Carlos Altamirano en el capitulo 2, muestra bien algunas de estas complejidades. Altamirano observa un grupo de individuos y de institu- ciones que podrian ser clasificados, sin matices, como protagonistas de la “prehistoria”, no solo de la sociologia, sino también de la psicologia, de la criminalistica y de la ciencia politica. Su propuesta, sin embargo, es la de una vision productiva que busca capturar algunos rasgos de la especifici- dad de un perfodo y de un grupo de autores (Ernesto Quesada, Juan Agustin Garcia, Rodolfo Rivarola, José Nicolés Matienzo, entre otros), observando una institucién destinada a ocupar un lugar clave en la histo- ria posterior: la Facultad de Filosofia y Letras de la Universidad de Bue- nos Aires (UBA). Creada a fines del siglo XIX, con el objeto de, segtin sefiala Altamira- no, instituir el estudio universitario de las disciplinas humanisticas en consonancia con un saber disciplinado, contrarrestando asi la tendencia “profesionalista” de una universidad hasta alli orientada a formar médi- cos, abogados e ingenieros, serd en esa Facultad y en ese contexto social e ideolégico donde comenzardn a funcionar catedras de sociologia, psico- logia y antropologfa. Su creacién coincide con el (y en parte es respuesta al) surgimiento de una nueva elite de intelectuales vinculada a la inmigra- cién masiva. Esta encontraba alli un lugar propicio para compensar en parte su condicién de outsiders con la adquisicién de credenciales acadé~ micas y con el tratamiento de los problemas sociales derivados del proce- so de modernizacién acelerada que vivia el pais, problemas que requerfan para su comprensién -segtin mostraban estos intelectuales— de ciertos sa~ 22 Intelectuales y expertos beres especificos.” El surgimiento de estos nuevos grupos vinculados a la Facultad de Filosofia y Letras coincidia con una creciente separacién en- tre elites intelectuales y elites politicas (aunque, desde luego, los puentes entre ambas nunca se romperdn). Los egresados de la Facultad, prove- nientes por lo general de familias menos prominentes que los egresados de las mas tradicionales facultades de Medicina y Derecho, tendrian, sin embargo, que esperar hasta la caida de Perén, mds de medio siglo des- pués, para que, luego de crearse las carreras de Sociologia, Psicologia y Antropologia, tuvieran la legitimidad necesaria para convertirse en verda- deros técnicos en cuestiones sociales. Y es el final de este proceso el que constituye el punto de Ilegada de los estudios que componen este volu- men: la generacién de un espacio de saberes sobre la sociedad relativa- mente bien diferenciados y con mecanismos de validacién propios y socialmente reconocidos como legitimos. Desde luego, ya se dijo mas arriba, procesos como éste nunca fueron li- neales. Cuando se crea la carrera de Sociologia, por ejemplo, mas que a una tundaci6n se asiste a una refundacion. Asi puede comprobarse en la lectura del capitulo 11, en el que Alejandro Blanco trata sobre las disputas en tor- no de la sociologia originadas hacia fines de la década de 1950, focalizando las estrategias puestas en prdctica exitosamente por Gino Germani para re- constituir, con nuevas reglas, un campo de la sociologia que de hecho ya cxistia. En efecto, aunque la carrera de Sociologia (unto con las de Econo- mia, Antropologia y Psicologia) se crea después de 1956, el hecho es que «itedras de esta disciplina existian en el pais desde finales del siglo XIX, es- tructurando verdaderas redes de individuos que se autodenominaban “so- cidlogos”, y que habian construido importantes asociaciones, publicaciones y redes de relaciones en los ambitos nacional e internacional. Adin més revelador es, quizds, el caso de la ciencia econédmica. A pesar de que la carrera de Licenciatura en Economia también es producto del perfodo que se abrié con la caida de Perén, Argentina fue el primer pafs de América latina (y uno de los primeros del mundo no anglosajén) en te- ner una Facultad de Ciencias Econémicas auténoma respecto de la de Derecho (en México, Brasil y Chile, esto recién ocurriria en las décadas de 1930 y 1940, y en Francia hacia fines de 1950). Sin embargo, si la Fa- cultad de Filosofia y Letras surgié como reconocimiento a la importancia «uc los nuevos saberes sociales podrfan tener para enfrentar los proble- mas originados del répido proceso de modernizacién y de la creciente aunque siempre relativa autonomia del campo cultural, muy diferente fue el origen de la de Ciencias Econémicas. Originada como una extensién Federico Neiburg y Mariano Plotkin de la Escuela Superior de Comercio, los avatares de su creacién muestran la falta de interés por parte del Estado en un centro de estudios sobre eco- nomia. La Escuela de Comercio, establecida a finales del siglo XIX, era en verdad un colegio secundario que otorgaba el titulo de contador lue- go de un plan de estudios de cuatro afios de duracién. Hacia 1910 surge entre profesores de la Escuela (la mayorfa abogados) la idea de crear un instituto universitario. El proyecto es aprobado por el Congreso de la Nacién, pero antes de que la institucién pudiera ser establecida son reti- rados los fondos que se le habian asignado en el presupuesto universita- rio. En parte esto se debfa a presiones de abogados e ingenieros, que veian en los nuevos profesionales a potenciales competidores. Es que el domi- nio de la ensefianza que se impartirfa en el nuevo instituto no estaba tam- poco claramente definido. Finalmente, gracias a la presién de profesores y egresados de la Escuela de Comercio, la Facultad se establecié en 1913, pero destinada fundamentalmente a formar profesionales en contabilidad. A pesar de esto, como puede verse en el capitulo de Pantaleén, ella tuvo un papel central en la formacién del incipiente campo de los economistas que se pondré en evidencia sobre todo a partir de las polfticas implemen- tadas luego de la crisis de 1930 y, particularmente, con la creacién del Banco Central en 1935. Queda claro, pues, que el propio marco cronolégico adoptado en ca- da capitulo del libro delinea una constelacién de problemas. El lector po- dré comprobar que, en funcién de éstos, cada autor ha establecido una temporalidad singular y ha tenido la libertad de elegir o bien una lente poderosa para iluminar el detalle de coyunturas especificas, o bien prefe- rir un 4ngulo més amplio para describir procesos de una duracién més ex- tensa. Nuestra intencién no ha sido cubrir un lapso de tiempo con marcas claras y validas para todos los casos, sino mas bien proponer un conjunto de estudios relacionados y localizados. Y no podria ser de otra forma ya que, como puede verse en varios de los capitulos, por un lado, son las pro- pias cronologfas las que pueden estar en juego en la construccién de los saberes y en las disputas entre figuras intelectuales, y por otro lado, las asincronias en el desarrollo y constitucién de los saberes sociales impide establecer una periodizacién comin. Por fin, nos parece relevante sefialar que uno de los resultados del con- junto de trabajos aqui presentados es cuestionar una tendencia, entre los estudiosos del campo intelectual argentino, a sobreenfatizar la profundi- dad del impacto de los cambios politicos institucionales en la conforma- cidén de los conocimientos sociales, y en particular del desarrollo de las 24 Intelectuales y expertos ciencias sociales."* La importancia de estos cambios —que son sin duda mas aparentes en los avatares sufridos por las universidades publicas a partir de 1930- es evidente, pero creemos que no hay que caer en el riesgo de iden- tificar la historia de la constitucién de saberes con la historia de la univer- sidad (en particular de la UBA). Tal como muestran los capitulos del libro, a la universidad ciertamente le cabe un lugar importante, pero de ninguna manera tinico en los procesos analizados (ni siquiera, podriamos decir, el mas central). En suma, la cronologia de la constitucién de saberes y cam- pos de saber no siempre coincide con la cronologia politica. EL CONOCIMIENTO SOCIAL, ENTRE LO NACIONAL Y LO INTERNACIONAL Carlos Altamirano argumenta en su texto que los modos de interpreta- ion del mundo social que llamamos socioldgicos no fueron en América la- tina producto de una reflexién enddgena, “sino mds bien del ingreso, la adopcién y, eventualmente, la adaptacién de esas formas todavia nuevas «del discurso sobre la vida social”. Esta afirmacién, que con matices vale pa- ra cl conjunto de casos considerados en el libro, Hama la atencidn sobre el hecho de que la produccién de saberes en cualquier sociedad nacional no esti aislada de los procesos de circulaci6n internacional de teorfas, indivi- «duos y modelos de accién politica. Mas significativa aun para un contexto nacional periférico como el argentino, esa afirmacién retela la existencia de jerarqufas en el plano internacional y, especfficamente, indica que el vinculo con lo internacional (la capacidad de gestionar el flujo de las “im- portaciones”) suele funcionar, en el plano doméstico, como un principio de jerarquizacion, dando mayor legitimidad a unos individuos que a otros. Al inismo tiempo, llama la atencién sobre el hecho de que la recepcién de as de pensamiento o creencias nunca es pasiva: en el proceso mismo cionalizacién” y adaptaci6n se produce conocimiento."’ De alli que los diferentes textos focalicen su atencién de modo insistente en esas figu- 14s que viajan 0 migran, que leen en otros idiomas, que son capaces de tra- «ducir y de difundir ideas “de fuera” en el dmbito local. 1a articulacién con el plano internacional es central también en el te- treno mas estrictamente institucional, en tanto establece relaciones entre disciplinas y especialidades. Ese es el caso presentado por Irina Podgorny cn cl capitulo 5, donde se muestra el papel que la recepcién del “ameri- «anismo” (un saber y un conjunto de instituciones especificas, cuyo cen- tro de gravedad estaba en Europa) tuvo en la formulacién de Jas lecturas 2) Federico Neiburg y Mariano Plotkin del pasado prehispanico y del establecimiento de las modernas arqueolo- gia y etnologia en la Argentina. No sdélo fue importante la participacién en congresos fuera del pais (y el eventual reconocimiento del estatuto de interlocutor otorgado a investigadores argentinos por parte de grandes nombres de la especialidad), sino también, y tal vez més atin, la organiza- cién de congresos internacionales en fa Argentina. Eso es, justamente, lo que muestra Podgorny, al describir la transformacién de un aconteci- miento cientifico en un auténtico evento politico y cultural de dimension nacional (el Congreso Internacional de Americanistas, realizado en Bue- nos Aires en coincidencia con los festejos del Centenario, en 1910). Ciertamente, los saberes histéricos son un terreno ejemplar para ob- servar el cardcter estructurador de las relaciones entre las dimensiones lo- cal y global en la construccién del conocimiento sobre la sociedad. Es lo que muestra Jorge Myers en el capitulo 3, al analizar la crisis de la Nue- va Escuela Histérica después de 1930 y la renovacién del campo historio- grafico que se produciria hacia mediados de la década de 1950. Puede verse, entonces, cémo esos procesos serfan ininteligibles sin considerar la relacién entre debates historiogrdficos y disputas politicas en los planos nacional e internacional. Parafraseando la expresién de Halperin Dong- hi, podemos decir que Myers muestra al establishment historiogréfico ar- gentino “en la tormenta del mundo”,’® amenazado por los dos revisionismos que marcaron el periodo, el nacionalista y el marxista (y sus miltiples cruzamientos con el advenimiento del fenémeno peronista). Pero no se trata solo de articulaciones y debates politicos. Se trata también de tensiones y nuevas configuraciones en el 4mbito més estricta- mente académico. Sin ellas, !a descripcién del surgimiento de la moder- na historiografia en la Argentina seria también ininteligible. Myers menciona cémo el plan de la Historia de la Nacién Argentina, a cargo de Ricardo Levene, tenia como referencia principal obras semejantes que gozaban de gran prestigio académico internacional en la década de 1930, como las Cambridge Histories 0 L’Histoire de France. Mas adelante, hacia el final del perfodo estudiado en su capitulo, el establecimiento de un nue- vo paradigma historiografico, alternativo a los revisionismos, encarnado por Ja expresion “historia cultural” y por el nombre de José Luis Rome- ro, se torna dificil de comprender sin tomar en cuenta la participacién de éste en el subcampo de los estudios medievales, la recepcidn de ciertos pa- radigmas analiticos de origen europeo, y la presencia en la Argentina de un medievalista reconocido en el plano internacional: el republicano es- pafiol, exiliado en la Argentina, Claudio Sénchez-Albornoz, creador, en 26 Intelectuales y expertos 1942, del Instituto de Historia de la Cultura Espafiola Medieval y Moder- na en la UBA. Las trayectorias individuales se muestran como un campo de observa- ci6n privilegiado de las articulaciones entre lo nacional y lo internacional. Pantaleén muestra a Alejandro Bunge entrendndose de joven en la escue- la estadistica alemana; después, “adaptando” al contexto argentino las ela- boraciones de los economistas matemAticos estadounidenses (como los index numbers). Neiburg y Plotkin vinculan la modernizacién del campo de los economistas en los afios sesenta con la articulacién eficaz que los nuevos especialistas consiguen establecer, en sus propios itinerarios per- sonales y profesionales, entre el circuito estrictamente internacional de la economia académica (centrado desde la posguerra en los Estados Uni- dos), de las agencias internacionales de crédito (como el FMI y el BM) y dc las empresas, y el circuito propiamente latinoamericano, estructurado por instituciones como CEPAL, FLACSO, CLACSO o el BID. Relaciones semejantes son también estratégicas en la descripcién que presenta Gustavo Sord en el capituio 9 sobre la conformacién de un géne- ro editorial propio para las ciencias sociales en la Argentina. Examinando la trayectoria de dos individuos, Sord muestra cémo una singular articulacién entre los mercados nacional e internacional (especificamente hispanico) de libros en ciencias sociales esta en la base de la creacién de la figura del edi- i tor y en la transformacidn de la ciencia social en un género editorial. Las F hiografias de Arnaldo Orfila Reynal y de Boris Spivacow, y de las empresas «de las que fueron actores centrales (el Fondo de Cultura Econémica en el primer caso; Eudeba y el Centro Editor de América Latina en el segundo), estin jalonadas por los ritmos de los exilios (espafiol y latinoamericanos), por las historias culturales nacionales que definen, por ejemplo, el aumen- to de los publicos de lectores interesados en ciencias sociales, por el auge 0 lu decadencia de un campo editorial nacional con respecto a los otros. Pue- de comprobarse, asi, que no hay espacio nacional que no sea un punto, sucmpre localizado en el tiempo, en una configuraci6n internacional de in- tcrdependencias y de competencias por ideas y por mercados. LLoGo Antes de terminar permitasenos introducir una nota de tono ms per- sonal. Este libro surgié de un proyecto largamente madurado por sus or- panizadores. En 1998, Mariano Plotkin, quien atin residfa en los Estados 27 Federico Neiburg y Mariano Plotkin Unidos, contact6 a Federico Neiburg, quien vivia hacia varios afios en Brasil, para explorar juntos la posibilidad de !levar a cabo un proyecto de investigacién que estudiara, desde una perspectiva histérica y comparati- va, el lugar de los intelectuales en la Argentina y Brasil. La idea original fue sufriendo modificaciones y fue fructificando en miltiples subproduc- tos, pero a partir de allf surgié una estrecha amistad y una intensa colabo- racién intelectual. El presente libro es uno de los resultados de ese proyecto original. Desde las primeras charlas acerca de la posibilidad de editar este libro nos pusimos de acuerdo en tres cuestiones basicas. La primera, cierta- mente, tenia que ver con nuestra propia sensibilidad tedrica (en buena medida, explicitada en este capitulo): el rechazo de toda ambicién norma- tiva en beneficio de una actitud eminentemente comprensiva, y el esfuer- zo por evitar las dicotomias tan frecuentes en los estudios sobre intelectuales (entre internalistas y externalistas, entre historiadores de las leas ¢ historiadores sociales, etcétera). En segundo lugar, debiamos re- currir a autores que reconocieran trayectorias individuales lo mds diver- sificadas posibles a efectos de evitar parroquialismos (de generacién o de disciplina, por ejemplo). Es asf como, hacia inicios del afio 2000, invita- mos a integrarse al proyecto a un grupo de historiadores, antropdlogos, egresados de Letras, Sociologia y Psicologia; algunos ya figuras recono- cidas, otros que estan atin en el inicio de sus carreras; algunos formados o viviendo en la Argentina, otros formados 0 viviendo en el exterior. La tercera cuestién tenfa que ver con la originalidad de los textos. Los capi- tulos deberfan ser escritos especialmente para este volumen y debian, ademas, someterse a la critica de los otros autores. Para ello, se realizaron dos seminarios, uno a fines del 2001 y otro a mediados del 2002. Alli fue posible discutir las sucesivas formulaciones, proponer modificaciones a la idea original y brindar sugerencias para cada uno de los capitulos. Nues- tro primer y principal agradecimiento, pues, esta dirigido a los autores que aceptaron generosamente nuestra invitacién y con quienes pudimos compartir la agradable e intensa oportunidad de haber formado un grupo de trabajo que, al menos en nuestra propia experiencia, reconoce pocos antecedentes similares.” Fue esa dindmica de discusién la responsable de que este volumen no sea una coleccién de ensayos individuales, sino una verdadera obra colectiva sobre una tematica singularmente compleja. Es que una empresa de comprensi6n tan ardua como la que nos proponia- mos no puede més que ser resultado de un trabajo colectivo de acumula- cién. Eso es lo que ofrecemos al lector. Las ventanas que se abren a 28 Intelectuales y expertos continuacién, en los diversos capitulos, sobre Ia historia de los saberes so- ciales, muestran aspectos centrales de la conformacién de la sociedad y de la cultura argentinas. Notas 1. Sobre la génesis histérica de la nocién de “intelectual” en el contexto francés, véase Christophe Charle, Naissance des ‘intellectuels’, 1880-1900, Paris, Minuit, 1990, en especial la primera parte. 2. Véanse, por ejemplo, Margaret Weir, Ann Shola Orloff y Theda Skocpol, The Politics of Social Policy in the United States, Princeton, Princeton University Press, 1988; Dietrich Rueschemeyer y Theda Skocpol (eds.), States, Social Knowledge, and the Origins of Modern Social Policies, Princeton y Nueva York, Princeton University Press y Russell Sage Foundation, 1996. 3. Para observar algunos ejemplos de esta polémica en la Argentina, pueden con- sultarse: Gino Germani, “Sobre algunas consecuencias practicas de ciertas posiciones metodolégicas en sociologia”, Boletin del Instituto de Sociologia, FFyL, UBA, n° 6, 1952; Juan Francisco Marsal, Cambio social en América latina. Critica de algunas inter- pretaciones dominantes en América Latina, Buenos Aires, Solar/Hachette, 1967; Arturo, Jauretche, El medio pelo en la sociedad argentina, Apuntes para una sociologia nacional, ca~ pitulo 1, Buenos Aires, Pefia Lillo, 1966 y Roberto, Carri, “Un socidlogo de medio pelo”, Revista Latinoamericana de Sociologia, 4, 1, 1968. Mas recientemente, véase el polémico libro de Horacio Gonzalez (ed.), Historia critica de la sociologia argentina. Los raros, los cldsicos, los cientificos, los discrepantes, Buenos Aires, Colihue, 2000. 4. Una caracterizaci6n de los intelectuales en la Argentina que tiende a diferen- ciarlos claramente de los académicos, marcados por Ia disciplina que practican, pue- de encontrarse en Beatriz Sarlo, La batalla de las ideas (1943-1973), Buenos Aires, Ariel, 2001, y en varios de los articulos de la misma autora publicados en la revista Punto de Vista. Véase también la discusién sobre el lugar del intelectual en América Latina en Claudia Gilman, Entre la pluma y el fusil. Debates y dilemas del escritor revo- Jucionario en América Latina, Buenos Aires, Siglo XXI, 2003. 5. Véase, por ejemplo, Roger Bartra, “Cuatro formas de experimentar la muerte intelectual”, en Laura Olamendi e Isidoro Cisneros (comps.), Los intelectuales y los di- lemas politicos del siglo XX, 2 vols., México, FLACSO-Triana, 1997. 6. Zygmunt Bauman, Legisladores e intérpretes. Sobre la modernidad, la postmoderni- dad y los intelectuales, Buenos Aires, Universidad Nacional de Quilmes, 1997. 7. Una de las primeras formulaciones al respecto puede leerse en Pierre Bourdieu, “Champ de pouvoir, champ intellectuel et habitus de classe”, Scolies, 1, 1966, pags. 7.26. Una exposicién comprensiva de su “teoria de los campos” puede verse en ire Bourdieu y Loic Wacqiiant, An Invitation to Reflexive Sociology, parte 2, Chicago, Chicago University Press, 1992. 8. Véanse, entre otros, Carlos Altamirano y Beatriz Sarlo, Ensayos argentinos, Bue- nos Aires, CEAL, 1983, y Silvia Sigal, Intelectuales y poder en la década del sesenta, Bue- nos Aires, Puntosur, 1991, especialmente pags. 103-108, donde defiende el concepto 2 Federico Neiburg y Mariano Plotkin de autonomia del campo intelectual y en particular de las ciencias sociales para el ca- so argentino. 9. Peter Evans, Dietrich Rueschemeyer y Theda Skocpol (eds.), Bringing the Sta- te Back In, Cambridge, Cambridge University Press, 1987. 10. Para un andlisis comparativo de esta dindmica, véase B. De L’Estoile, F. Nei- burg y L. Sigaud, “Antropologias, Impérios e Estados Nacionais: Uma Abordagem Comparativa”, en B. De L’Estoile, F. Neiburg y L. Sigaud (orgs.), Antropologias, Im- perios e Estados Nacionais, Rio de Janeiro, Relume Dumaré, 2002, capitulo 1. 11. Es necesario mencionar la casi total ausencia de una verdadera sociologia del Es- tado en la Argentina, que observe la dindmica de las disputas internas del campo buro- cratico, considerando las calificaciones del personal, su permanencia y recambios, y colocando el caso argentino en una perspectiva comparativa. Ciertamente, los anilisis que en el futuro transiten ese camino deberdn apoyarse en las referencias mas importan- tes disponibles, como G. O’Donnel, 1966-1973. El Estado burocratico autoritario: triunfos, derrotas y crisis, Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1982, y O. Oszlak, La formacién del estado argentino: orden, progreso y organizacion nacional, Buenos Aires, Planeta, 1997. 12. Fl mejor modelo para un anilisis de la légica social que orienta la produccién de conocimiento en el plano individual sigue siendo la elaboracién de Max Weber so- bre la noci6n alemana de Beruf (vocacién/profesién), incluida no sélo en su célebre conferencia “Ciencia como vocacion” (erréneamente contrapuesta a la conferencia “Politica como vocacién”, como si el contraste ciencia/politica fuera el tinico o el mas productivo para Weber), sino también, y principalmente, en sus textos sobre religion Para una visién comprensiva de sus argumentos al respecto, véase “Introduction a ‘Léthique économique des religions mondiales”, en M Weber, Sociologie des Religions, selecc. y trad. de Jean-Pierre Grossein, Paris, Gallimard, 1996, pags. 331-378. 13. Sobre las relaciones entre established y outsiders en el mundo de la produccién de conocimiento, véase Norbert Elias, “Scientific Establishments”, en N. Elias (ed.), Scientific Establishments and Hierarchies, Dordrecht, Kluwer, 1982, pags. 3-69. 14. Un ejemplo de esta mirada es el, por otro lado, excelente libro de Silvia Sigal, ob. cit. 15. Discusiones sobre la recepcidn de sistemas de ideas en América latina pueden encontrarse, entre otros, en Nancy Leys Stepan, “The Hour of Eugenics”: Race, Gender and Nation in Latin America, Ithaca, Cornell U.P., 1991; Thomas Glick, “La trasfe- rencia de las revoluciones cientificas a través de las fronteras culturales”, Ciencia y De- sarrollo, 12, enero-febrero de 1987, pag. 72; y Miguel Angel Centeno y Fernando Lépez-Alves (eds.), The other Mirror: Grand Theory through the Lens of Latin America, Princeton, Princeton University Press, 2001. 16. Tulio Halperin Donghi, Argentina y la tormenta del mundo. Ideas ¢ ideologias en- tre 1930 y 1945, Buenos Aires, Siglo XXI, 2003. 17. Los organizadores desean también expresar su agradecimiento a las institucio- nes que permitieron la realizacin de este proyecto, incluyendo la Fundacién Antor- chas, la extinta Universidad de Nueva York (Sede Buenos Aires), la John Simon Guggenheim Foundation, el Instituto de Desarrollo Econémico y Social, la Fundagao de Amparo 4 Pesquisa do Estado de Rio de Janeiro y el Conselho Nacional de Desen- volvimento Cientifico e Tecnolégico (Brasil). También deseamos mencionar a Adridn Gorelik y Rosana Guber, por su participacién activa en los seminarios de discusién. 30

You might also like