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> posible - Critén a somo los. ue en mi que no ul menos ‘eso, lo seguir, ndica la vir como ra morir peree en gente se ‘arse por sel caso 1a vida, ve se est looestar ender de las ideas ividades, aventura seguirla + allé del nis bien xistencia crates se CUALIDADES PARA FILOSOFAR® Platén™” Por fin, después de no poce trabajo y de un cerco de palabras bastante largo, hemos establecido, mi queride Glaucén, la diferencia que ‘hay entre los auténticos filésofos y los que no lo son. . —Quiza no fuese facil conseguirlo de otra manera. No lo oreo, Hubiéramos Hlevado atin més Iejos, me parece, la evidencia, en este respecto, si s6lo hubiésemos tenido que tratar ese punto, y si no hubiera que tocar otras muchas cuestiones para ver en qué difiere 1a condicién del hombre justo de la del malvado. ~Y después de eso, ,qué nos queda por considerar? “Lo que inmediatamente sigue. Puesto que los verdaderos filéso- fos son aquellos cuyo espfritu puede alcanzar conocimiento de lo que existe siempre por modo inmutable, y los otros, que incesantemente yerran en torno a mil objetos siempre cambiantes, son cualquier cosa menos fildsofos, es necesario que veamos a quién escogeremos para que gobierne nuestro Estado. —;Cusl es el partido més prudente que debamos seguir? —Instituir magistrados a aquellos que nos parezcan més propios para mantener las leyes y las instituciones en todo su vigor. —Perfectamente. =No es dificil decidir si un buen guardian debe ser ciego 0 clarivi- dente. rao. Replica ode outa. ura Powe. Ms, 1978. Phe (h 427347 2, C3. Pl6of grep, euyo verdadero nt ‘Simcuns uaa ropibios digica por eof, funda a Academia do Atenas. Se dee in Goveoca ex su Actdena El erigen desu pensamlento hay que buscarlo ens ets pltcnexpuesta cu La Replica y Las Lees, Sa rpiblcn stipes se compone de tes estameatos soca: 8 clase ‘abojadoe y artesam, ia clr y la digene, Cada vou de estas cases posee ons funcin determina, ‘orto a exstncla de dos munéos dns ede as dea yl de ls cosas, do intl gente yfndo stable, Diese el elermedaro ete kes dos mas fs cosas son epreseaactones impertcts de as ‘less. Sus aidlopes se eprapan en ues pefods: de jveatud (Apologia de Socrates, Crit, Gorgas), de ‘maces (Fedén, Bi bangust, La Repabtica) yas Uios (Parénidet, El soft Timeo, Lar Leyes 33 Sin duda que no. Ahora bien, ,qué diferencia estableces entre los ciegos y aquellos que, privados del conocimiento de lo que existe de manera simple © inmutable, y sin tener en su alma ninguna idea clara y distinta, no pueden, a imitacién de los pintores, dirigir sus miradas al ejemplar eterao de la verdad, y, después de haberlo contemplado con toda la atencién posible, trasponer de Tas cosas terrenas lo que en ellas han observado, y servirse de ello como de regia para fijar por medio de leyes lo que es honesto, justo, bueno, en las accionee'humanas, y para conservar esas leyes después de haberlas establecio? = . —Ninguna difereacia establezco entre esos y los ciegos. {Escoge- remos a esos entonces por guatdianes, o més bien.a los que conocen Ia esencia de cada cosa y que, ademds, en nada ceden, a los otros, ni en experiencia ni en ninguna otra clase de mérito? —Serfa una locura escoger a otros, aunque, por otra parte, no fuesen en nada inferiores a los primeros, ya que les evan ventaja en lo zfs importante. —A nosotros incumbe ahora explicar por qué medios podria unir Jaexperiencia a la especulacién. En efecto. —Preciso es, como al comienzo de esta conversacién decfamos, empezar por conocer bien el cardcter que les es propio. Convencido estoy de que, después que hayamos profundizado bien en él, no vacilaremos en reconocer que pueden reunir la experiencia y la especulacién, y que deben ser preferidos e cualesquiera otros para el gobierno. —Cémo asi? —Convengamos ante todo en que Ia primera seGal del espiritu filos6fico consiste en amar apasionadamente la ciencia que puede Ilevarle a ‘conocimiento de la esencia inmutable que ya dijimos, esencia inaccesible a las vicisitudes de Ia generaci6n y de le corrupci6n. —Convengo en ello. —Que ocurre con él lo que com los amantes y ambiciosos respecto dol objeto de su ambicién y de su amor: que ama todo lo que atafie a esa esencia, sin desdefiar ninguna de sus partes, grande o pequefia, mis 0 menos imperfecta que sea. —Tienes razén. —Pues examina, tras esto, si no es forzoso que los que hayan de set tales como hemos dicho no tengan, ademés, este otro caricter. ual? —El horror a la meatira (a la cual cerrarén todo acceso a su alma), e igual amor a la veracidad. 34 Ast parece. [No solo parece, mi querido amigo, sino que es absolutamente rocesatio que el que ama a alguao ame todo lo que le atafie, todo lo que sguarda relacién con él. —Verdad es. TYero hay algo que esté més estrechamente unido a la ciencia que ta verdad? —No. —7Bs posible que un mismo hombre sea amante de I sabidusia y de Ja mentira? —No. “Por tanto, el espiritu verdaderamente dvido de ciencia debe, desde su primera juyentud, amar y buscar toda verdad. 7 —De acuerdo. Mis ya sabes que cuando los deseos se lanzan violenlamente hacia un objeto, tienen menos vivacidad para todo lo demés, como los débiles arroyos desviados de un torrente. —Sin duda. asi, aquel cuyos deseos se orientan hacia las ciencias, no tendré gusto més que para los placeres puros, que pertenecen al alma. En lo que se fefiere a los placeres del cuerpo, los desdefia, si no es sélo fildsofo de ‘nombre, sino en efecto filésofo. ‘—La cosa no puede ser de otra manera. Un hombre asf es, pues, temperante, y se halle por entero exento de codicia; porque las razones que mueven a los demds a correr con tanto ardor en pos de la riquezas, no tienen ningéin poder sobre él —Asi es como dices, Para distinguir al verdadero filésofo del que no lo es, conviene ‘que pongamos atenci6n todavia en otra cosa. —1En qué? En que no hay en el alma nada que sea bajo, puesto que Ia pequefiez es absolutamenie incompatible con un alma que debe abarcar en sus biisquedas todas las cosas divinas y humanas. —Nada inis cierto, Pero zimaginas que un alma grande, que dirige su pensamiento a todos los tiempos, a todos los seres, considere Ja vida del hombre como cosa importante? —Imposible, Por consiguiente, un alma de ese temple no temerd a la muerte. No. 36 mente oque iencia urfay debe, nente 10 los endré que se fo de xento tanto viene ue Ja aren atoa omo —Asf, un alma cobarde y baja no mantendré nunca ni el menor comercio con la verdadera filosofia. —Tal creo, —Y un hombre moderado en sus deseos, exento de codicia, de bajeza, de arrogancia, de cobardia, :puede ser injusto o de dificil trato? —En modo algun. 5 —Por tanto, cuando se trate de precisar cuil sea el alma nacida para la filosofia, tendrés cuidado de saber si desde sus primeros afios muestra equidad y dulzura, o si es arisca e intratable. —Desde luego. —Creo que tampoco dejaris de poner atencién en este otro punto. —vEn cust? —En si tiene facilidad o dificultad para aprender. ;Puedes esperar que un hombre tome gusto a lo que hace con mucho trabajo y con poco triunfo? —Brrado irfa si tal esperase. —Pero si nada retiene de lo que aprende, si lo olvida todo, jes posible que adquiera alguna ciencie? LY e6mo podria ser es0? —Al ver gue trabaja sin fruto, {no acabard por aborrecerse a sf mismo y a todo género de estudio? "—Sin duda. —No incluiremos, pues, en el rango de las almas propias para la filosofia a un alma que lo olvide todo; queremos que esté dotada de excelente memoria. —Y con razén lo queremos asf. —Pero un alma que carezca de armonfa y de gracias, 4no propenderd naturalmente a carecer de mestra? St — {La verdad es amiga de la mesura, 0 de lo contrario? —No, sino amiga de la mesura, —Busquemos, pues, ademds, en el filésofo, un espfritu amigo de la gracia y de Ja mesura, y al cual su natural proclividad Ileve a la contemplacién de la esencia de las cosas. —Indudablemente, —Las cualidades que acabamos de enumerar, no guardan todas cllas relacién entre si, y uo son todas ellas necesarias a un alma que debe celevarse al més perfecto conocimiento del ser? —De todas ellas necesita, en efecto. —1Puede en algiin punto censurarse una profesién de que uno no puede Iegar a ser capaz por no estar dotado de memoria, de penetracién, 37 de grandeza de alma, de afabilidad, por no ser amigo y, por asf decirlo, aliado de la verdad, de la justicia, de la fuerza y de la templanza? Niel propio Momo hallarfa nada que reptender en ello.’ —A esas naturalezas perfeccionadas por la educacién y por la experiencia, pues, y sélo a ellas, confiarias el gobierno del Estado. Adimante, tomando aqui la palabra, me dijo: «Sécrates, nadie puede negarte la verdad de lo que acabas de decir. Pero he aquf una cosa que de ordinario ocurre a los que hablan contigo: Imaginan que, por no ‘hallarse versados en el arte de interroger y de responder, son inducidos poco a poco a error, por una serie de preguntas cuyas consccvencias no ven al principio, pero que, relacionadas unas con otras, acaban por hacerles caer en un error completamente opuesto al que habian crefdo primera- mente, Y asf como en el juego los jugadores torpes son de tal suerte embarullados por los jugadores expertos, que acaban por no saber ya qué dado han de mover, asf tu habilidad para mover a tu antojo, no los dados, sino los razonamientos, acaba por reducir a tus interlocutores a Ia imposibilidad de saber qué han de decir, sin que por ello haya mis verdad en tus palabras; y hablo asf a propésito de lo qué acabo de of realmente decirsete que en verdad es imposible oponer nada a cada una de tus preguntas en particular, pero que si se examina en sf la cosa, se ve que los que se aplican a la filosofia, no s6lo durante la juventud, por completar su educacién, sino que envejecen en ese estudio, son, en su mayor parte, gente de cardcter extrafio y aspero, por no decir cosa més fuerte, y que los més capaces de ellos Megan a ser indtiles para Ia sociedad, por haber seguido ese estudio a que concedes ti tantos elogios.» —Adimante—repuse yo, jerees que los que as{ hablan no dicen verdad? —No sé qué te diga, pero ti me causarfas un placer con ._ comunicarme tu parecer. —Pues mi parecer cs que dicen verdad. —Si es como dices, zcon qué fundamento has podido afirmar, poco hace, que no hay remedio para los males que asolan a Jos Estados, hasta tanto que sean gobernados por esos mismos fildsofos cuya inutilidad para Jos Estados reconoces? —Pregunta en ésa a la cual sélo puedo contestar con una comparacién. —

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