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Incluir para excluir ALenepo Viiea-Nevo Da es den Menschen so scheint, ist ir Keiteriun daftr, dag es so ist! WITGENSTEIN, 1977, p.72 Desde el inicio, quiero dejar claro que, en la estela de las contribuciones de Michel Foucault, estoy usando la palabra anormales pi cada vez ms Variados y numerosos que inventay tiplicando: los. sindrém jentes, psicdpatas (en todas sus variadas tipologias), 108 sor dios, los ciegos, los deformes, los rebeldes, los poco os, los GLS los «otros», los mi serables, en sintesis, el resto. Asi, sobre esa denominac 's-, Se incluyen diferente if genérica -los anor. identidades Nuctuantes tados se establecen discursivamente e e, en el campo de los Estudios Culturale: bra denominar politicas de identidad. Se procaion 1c as parezea alos Hombres si es su criterio para asl ser 2 Uli GLS (gays, lesblanas y impatizantes) para designar 1 conjunto de aquellos que optan por prdcticas sexuales y/o de gene ro que no sigue las ast sgorias notmaless? masenlina "temeni + 165 trata de procesos que estin siempre atravesados por relaciones de poder, de cuya dindmica deviene justa- mente el cardeter inestable y fluctuante de esas y de cualquier otras identidades culturales. En este aspecto, Jos anormales no son una excepcién. Lo que es crucial entender es que los anormales no son, et. ontoligicamente, ésto © aquéllo; ni siqui yen en funcién de aquello que podria s! alguna supu do con el segundo Witgenstein, esto, que, en vez de buscar una supuesta entre los significados de alguna identidad anormal y un objeto normal con la ilusién de poder de ahi, aquello que es realmente ese nal-, lo que interesa es ex los signi de lo anormal a partir de los usos que 2 hace de expresién. Pero no se trata solo de hac ‘ionista, de cufo lingiiistico, fenomenolgico, y al abandonar toda pretensién de encontrar algu- na relacion entre lenguaje y mundo, inaugurar un and= lisis genealdgico de esas expresiones y de los juegos de Tenguaje y de poder en que ellos asumen los significa dos que ‘poseen. Como explica Ewald (1993, p.5/), aber como se efectia la divisidin entre lo normal y 10) nal constituye todo un problema, Se comprende rd una ley de la Naturaleza; tan nular la pura relacién del grupo consiga desvie al en re mismo», Si nos parecen duras las palabras con que se designa a aquel variado elenco de «tipos» -y tantos otros cuanto mas continien amplidndose y refinando los saberes sobre la diversidad hun es justa- mente porque las practicas de identificacion y elasifi- caciin estén implicadas con relaciones de poder tan 5. Para una discusion acerea de la reciente institueién de la ‘edad como eriteri de identidad, véase Veiza-Neto 20000), ++ 166 + eficaces que la asimetria que de ellas resulta parece no encajar en algunos de nuestros ideales iluministas. Si palabra anormal es porque vemos —0, por lo menos, «sentimos»— que su sentido moderno se cred a través de sucesivos desplazamientos 1 partir de olvos tipos localizados en otras practicas y estratos discursivs ~como los monstruos, los ona lus y los cault, 1999b)-, y a expensas de oposicion ia. Retornaré este p mas adelant aquellos que, explicit nella también a esa cre leo, de los si dania, de los sin ada, Bn ese caso, he argumentado que, hoy en dia, et desplazamiento esta siendo amplia do: desde un plano cuyo énfasis tiene incidencia sobre Ia morfologia y la conducta (de los cuerpos), hacia un plano cuyo énfasis ahora ocurre sobre la economia y la privacién (de det los estratos poblacionales). botras pa do los eriterios de divisién nor- mal-anormal relacién del grupo con- nalidad estin siendo gen de la «pura sigo mismo, las marcas de ano: buscadas, a Io largo de la Modernidad, en cada cuerpo para que a cada cuerpo, después, se le atribuya un luga 1n los intrineados casilleros de las clasificaciones de los lesvins, de las patologias, de las deficiencias, de las cua- lidades, de las virtudes, de los vicios. Lo que me parece ovedoso es la inversién que la logic lo en ese proceso, Es decir, la construida ahora a partir de criterios f inte econdmicos, como capacidad de ¢ sumir, evaluada tanto por el poder financiero como por la competencia/capacidad para realizar las mejores eleeciones (Veiga-Neto, 2000b)— no exactamente a un cuerpo, sino a todo un fragmento social para que, des- pués, pueda decirse que cualquier cuerpo de ese frag- + 167 mento es normal o anormal por el simple hecho de pertenecer a tal segmento, Esto equivale a decir que ell criteria de entrada no es mas el cuerpo (en su morfo= logfa y comportamiento); el m- bién, el grupo social a partir del cual ese cuerpo es visto como indisolub do. No es dificil advertir como es efectivo es el poder implicalo en esos procesos. AL mismo tiempo, tampoco es dificil notar cuxinto parece estar amplidndose el concepto y el uso como estr de dominaciéin. Ci bemos, i alternativas se hacen posibles, frente a la incomodidad que palabras como normat y anormalt- dad nos provecan. Una de ellas consiste en Ia pura y simple negacion abstractat de los anormales (en un plino epistemologi- co), de 1a cual resultan las practicas de exelasion mas explicitas y radicales (en un plano material). S practicas que encuentran en el racismo su punto inme= diato de converg demos por racismo no sélo el rechazo de lo diferente sino, también, la obse- sién por la dife omprendida como aquello que lida pureza, el supuesta orden, la aparente del mundo. La diferencia pensada cha en el mundo, en la medida en que los diferentes se obstinan en no mantenerse dentro. de los limites nitidos, precisos, con los cuales el Tu- minismo soié «geometrizar» el mundo. La diferencia entendida como aquello que, siendo desviante e inesta- ble, extraio y efimero, no se somete a la repeticion pero reins n todo momento, el riesgo del caos, ell peligro de la caida, impidiendo que el sujelo moderno se apacigtie en el refugio eterno de una prometida madurez, otra ente relacion de la no alternativa consiste en el recurso de la pro- 4. Estoy usando esa expresién en el sentide que le di la Teoria Critica (en especial, Max Horkheimer) 168 +. Wweeién lingtistica dada por aly ea, entre las cuales te as figuras de ret emos buenos ejemplos en las 10 «aquellos que necesitan de cuidados 0 ienciones especiales» 0 en los eufe icienciase.” Recuerdo que parte de los discursos en pro de lo politicamente e to adopta esta salida, como si quisiera expiar una culpa, ignorando esa cuestién haciendo de ella una cuestin penas técnica 0, como mucho, epistemoldgica-y harriendo debajo de la alfombra la violencia que se pone en movimiento a partir de esas précticas. La tercera alternativa ~de hecho, compatible con la anterior consiste sencillamente en naturalizar ta relacién normales ~ anormales, es decir, pensa ma en términos naturales, como algo que esta de ser entendido y administrado por los espe- lists, De este modo, la anormalidad se reduce, tan bicn aqui, a una cuestion técnica, aiin cuando se pued nadir, junto con ella politica a favor del inclusién soc ente consiste en problemat iéndolas al cribo de rer miedo de la fuerza portadores de det dise y. muchas veces, de st Una alternativa dife zav esas cuestic hipereritica® y exponerl que las palabras poseen. En el plano conceptual y teé= rico eso implica riesgos y exige de cuidadosos andlisis acerca de la genealogia, no exactamente del grupo de slos anormales», sino de cada uno de los multiple tipos que la Modernidad reunié. b cién. En et plano privctico, la situaei peligrosa cuando se trata de pensar, proponer mentar politicas sociales que consideren que, los anormales estan ahi y mucho debe ser hecho por y 5. Resulla cutioso, como minim portador de defielencia es, en otras p ‘luce algo que no tenes 6. Para una diseusién més profunda, véase, ‘eto (1995) y Rajehman (1987), notar allt to paradéjten; et ++ 169 ++ junto con ellos. El uso de la expresién junto con ellos es consciente pues quiero lamar la atencién para la cre~ ciente popularidad que estén teniendo las politicas de inclusién escolar de los anormales. Con ello, quiero contribuir con algunas reflexiones de fondo sobre el caréeter ambiguo que tales politicas pueden asumir, particularmente euando se trata de decidir si los anor males puede, 0 incluso deben, ser mezelados, en las: con los normales ~cada vez mas parceidos, 108 y, por ello, cada vex mas especia= mejores, mas raros. Otro riesgo: Geom de} claro que una hipereri- 1 no Supone, en absolu- rechazo a la propia inclisi6n? Y, volviendo a una cuestion que es anterior como evitar la impresiGn de que al no barrer la sucie~ dad debajo de la alfombra eso signifiqus no querer convivir con la suciedad? Como bien sabemos, tales politicas de inclusién -una bandera que atrajo a buena parte de los pedago- gos progresistas~ ha enfrentado varias difivultades. Por 1 lado, esas politicas encontraron la resistencia de: luchos educadores conservadores. Por otro lady, se: vieron frente a dificultades de orden epistemoldgico 0, inchiso practicas, tanto al pretender tratar de un modo, generalizador e indiferenciado las innumerables iden= tidades culturales que shabitans aquello que se ac tumbra denominar de «totalidad socials, como por no considerar que tales identidades culturales tienen sus. raices en camadas mucho mas profundas de aquello que creen los discursos pro} vis simplificado- res, acostumbrados a ver el mmpre a partir de la célebre dicotomia dominadores-dominatos, explot dores-explotados. ++ 170 + Las dificultades Como ya he diseutido en otros lugares (V 1995, 2000a, 2000b), la escuela moderna es el locus en el que se da de forma mas coherente, mas profunda y estable la relacién entre poder y saber en la Modernidad. Y es por esa causa que es capaz de reali var lan efecti la Razin de Hstado y el desplazamiento de las practicas pastorales (para las tecnologias del yo), funcionando asi, como équina de gubernamentabilidad que resulta set muis poderosa y amplia que la prisién, el manicomio, el el, el hospital. Es formaciones. q ron como aquellas que todavia esta la I6gica social. Se hace de ella, también, un lugar atractivo para implement cambios que se pretenden necesarios sobre esa ligica social, ya sea en el plano politico, cultural o econémi co. Pero ello no significa, de modo alguno, que sean operaciones faciles de realizar, Es n siempre claro que incluso aquello que ps S6lo en el dmbito escolar puede tener tiene- nexos sutiles y poderosos con las practi ivas y no discursivas) que sobrepasan la escuela En el caso que aqui estoy disc por ejemplo, voluntad politica y compet xito Ia inclusidn. Si no fuesen consideradas Ia variada tipologia de la anormalidad y su propia géne: sis, 0 $i no se conociera, como dice Skliar (1999, p.26), sual es la politica de significados y las representacio- hes que se producen y reproducen en esa propuesta», 0 en cualquier otra propuesta, no s6lo las dificultades seran enormes como, peor todavia, podriamos est orientando es tion para un rumbo diferente, ¢ o ATL incluso opuesto, en relacién a aquel que teniamos pen= co. Estd claro que no tengo la pretensién, ni remota- ntentar resolver esas dificultades, de indicar ss». Incluso porque el debate sobre la r no estd exactamente en el centro de festigaeiin, de modo que mi diseu= se condui los bordes, problematizando nentos que, s veces en este debate, jos y pensados con demasiada cal Pienso que tematizar esas dificultades puede desnaturalizacién, su desconsiruceién, ostrar, una vez més, cuanto son cont ngentes, justamente porque provienen de relaciones que son construidas social y discursivamente, Con ello no quie= ro decir que esas dificultades existan apenas en un supuesto mundo de las ideas y que, por ello, serian m ficilmente removidas de nuestro camino. Al contrario, tales dificultades son extremadamente «duras» en la medida en que se asientan en practicas discursivas ¥ » discursivas bastante cohesionadas y estables, que quieren de ui y que mantieren entre nexo inmanente, Hablar en términos de Inma as no 1 rela s simples entre si -situacién en la que basta nbio en las causas, para obte- ner un cambio en sus efeetos-; prefiero seguir a De- leuze (1988) y decir que se trata, aqui, de intrineadas y poderosas relaciones de c lad inmanente. En sintesis, aquellas dificultades no son ontolégi- amente necesurias, esto es, no devienen de una su- puesta naturaleza de las cosas, de alguna propiedad trascendental que presidiria el funcionamiento del mun- do. Veamos un ejemplo de ello. Si parece mis dificil ensefiar en clases inclusivas, clases en las cuales los (denominados) normales estan mezelados con los (de= nominados) anormales no es tanto porque sus (ast si nencia significa que esas practi we 172 Henominados) niveles cognitivos son diferentes, si untes de ello, porque Ia Iogiea propia de dividir a lo estudiantes en clases -por niveles cognitivos, por apti- ludes, por género, por edades, por clases sociales, ete lera~ fue una estrategia inventada para, p poner en accién la norma, a tavés de un cree persistente 1 » de mareacién, separando lo hormal de lo a la distinciOn entre normalidad y normalidad. En ese caso, el concepto de nivel cogn vo fue inventado, él mismo, como un operador al ser- icio de ese movimiento de marca de aquella dis! cién; no tiene sentido, por lo tanto, considerarlo un datun previo, 1 icidn del curriculum y de la didactica, en la escuela modern: Tue pensada y puesta en f to para, en otras varias cosas, fijar quienes somos nosotros y quic: nes son los otras. Por lo tanto, al cont Pntender rio de ser ont Sgicames las. dificultades son contingentes. S como contingentes -esto es, entenderla ido de multiples estrategias histéricas cuyo tejido, una vex. conocido, puede ser eventualmente alte: Wo, re-orientade, role Ho hace de ellas un obstder menos poderoso para las transformaciones sociales que quieran hacerse. éPor qué, entonces, es important saber que eso es asi y saber como ocurren tales cost En primer lugar, porque todo ello, en ka med nos libera del prometeismo fundamentado las metanarrativas iluministas, nos arroja directamen- te en este mundo y coloca en nuestras propias mi la posibilidad de cualquier cambio, En segundo lugar, porque estaremos conoei las estrategias sobre las cules debemos aplicar n tros esfuerzos, ya sea para desactivarlos, desarmarlos 0 desconstruirlos, © bien para activarlos 0 reori todo en funcién de nuestros intereses, En tercer lugar porque, en vez de vivir dentro del 173 trabajo politico y mesidnieo de preparar el gran viraje que nos conducira a un futuro mejor, feliz y definitive, =en una duplicacién contemporanea, claro que en {ros términos, de las précticas medievales cristianas: de ascensién y espera-, podriamos vivir en el perma nente trabajo politico (pero no mesidnico) d2 promover: la critica radical y la insurreceién constante. Utilizan= do la maxima conocida de Foucault: en ver de la gran. revolucion, pequenas revueltas cotidianas. Lo normal y to anormal Volvamos a tratar de la separacion entre Jos normales y los anormales. Pienso que las contribuciones de Michel Foucault y de Zygmunt Bauman son importan= tes y muy iitiles para articular la desconstuceidn del cardeter natural que le es atribuida a esa diada -de un lado, lo normal; de otro lado, lo anormal- y para co- verli como una construccién discursiva mo~ derna. Veamos esto mas en detalle. Foneault y Ba comprenden la Moderni como el tiempo en que el orden dejo de ser visto como algo natural, como «algo q ba ahis, y past a ser entendide sencillamente en cuanto orden y, como tal, problema a se a disposicion que, por no estar desde siempre ahi, debe ser impuesta mundo natural y social. En este sentido, es moderna en la medida que contiene la aliernativa de orden y del eaos* (Bauman, 1999, p.14), por Io tanto, aquello que esti fuera del orden, lo tivo del orden. Asi, el eaos es condicién necesaria pa orden; él sélo es él mismo, esto es, él sélo se ides mismo si fuese colocado frente a fre con su otro, que es el caos. De esa desnaturalizacién del orden resulta, también, que la propia Naturaleza tiene que ser ordenada y, para ello, tiene que ser domi~ Td hada, subyugada, En una perspectiva foucaultiana, lates comprensiones se constituyeron como condicio- hes de posibilidad para que se estableciera un conjunto le pricticas, a partir de la Edad Clisica, euyo objetivo es eludir la ambivalen «tre, lo imprevisible, Para u expresisn por el filosolo, la episteme del orden ~y mas: tai la representacion, dice él- prep: como un tiempo de intolerancia uunque esa intolera sobre el velo de cia esté enc eplacidn y de la posible conviv cia ~en esa form 07 que se acostumbra Hla mar de amigable. Asi entendida, en dernidad se caracteriza como un ties el deseo de orden, por la biisqueda del orden. Pero si, para el pe moderno, el orden ho estaba sie i, si no es mas entendido coi algo natural, aquello que el deseo y las operaciones del orden generan pasa a ser visto como natural... De hecho, no deja de ser un tanto extrano que las diadas que se crean a partir de una operacién de orden son siempre naturalizadas. Y no es dificil compr naturalizaciOn de aquello que el deseo de duce resulta de la ocultacion de poder que esta en la esis de las operaciones de orden. Veamos como esto se produce. La inclusion puede ser vist en una operacidn de orden, pr ximacién hacia al otro, para q (reJeonocimiento, para que se est ‘omo el primer paso es es necesaria Ia apro- e exista un primer blezea algiin saber, ndo ol término racismo en el se (1999, p 7. Estoy uti que le confiere P theidad om ido ample 26): mus alla de srechazo, inca al otro, el diferente, el no-seme fante, elm e mianifesta, principalmente, eomno ta propia dela certeza de rencias. com ripeidnd dle subravar las diferencias para inant 175 por pequefio que sea, acerea de ese olro, Detectada alguna di se-establece tn asombro, seguido de una oposicién dicotomica: el mismo no se identifica con el gira, que ahora es un extraio, Es evidente que, ¢ opera la dicotomia, @ sea, quien parte, «es e queda con la mejor partes, E1 este caso, la mejor parte es def mismo o, seria mejor decir: el mismo propio. Por lo tanto, el resultado de esa oxeracién no es simétrico, es dec operac ‘a, desde un inicio, dos elementos que conservan un diferencial entre sb Un diferencia! que expresa, atin cuando sea en térmi- nos simbélicos, un poder que estaba activo, que fi 6, que ocurrié, en el aparentemente sencillo acto de reparticidn, Y porque parece simple, ese acto parece ser «puramente> epistemoldgico. Y mas atin: al parecer una operacién puramente epistemologica, de simple reconoc 100 asombro. cognitive, la dicotomia oculta, promiso con la relacién de poder que estaba en su origen. En las (1999, 22), «la falsa simetria de los resultados encubre la de poder que es su causa. Ademas, el dife- o se establece sélo como una difet dos conjuntos de propiedades (que cond mentos de o que se manifiesta funda como una diferencia en las re jones entre los dos ele nel sentido en que se dan esas ro ease, si el normal depende de! propia satistaccion, tran- quilidad y singularidad, el anormal depende del nor- mal para su propia seguridad y superviv forme explica Skliar (1999, p.22), al discutir la diada oyente-sordo, «las oposiciones binarias suponen que el primer término define la norma y que el segundo no existe fuera del dominio de aquel, Sin embargo, el ser sordo no supone lo opuesto -¥ negativo- de ser oyente, ni el ser ciego lo opuesto de ser videntes Silo que acabo de describir explica muy genéri- +176 + lamente como es colocado al iza por las op aproximacién/conocimiento/asombro, es decir, inch }in-, ello no explica porqué se forma ada diada y no otras, es decir, no explica s «eategariase que se forman en ese proce- so, Aquello que todavia falta hacer, como aparece la diada-norma-anor palabras, de donde proviene el coneepto imalidad. ¥ ello es de fund mportancia, consi derando que lo 1 las politicas de inclusidn es, justamente, saber que hacer co niales. No hay como, en este pequer cen demasiados detalles sobre esto; a hacer, algunas ref s que podrin ser tities p aquellos que no estén familiarizados con tal asunt. Para Foucault, ese grupo polimorfo al cual hoy denominamos los anormales se for de tres enlos, cuya constitucion ti ‘erdnica» (Foucault, 1997, p.61): los monstruos huma ‘no, el individuo a corveatr el onanista, Que claro {que esos tres stipos la novedad que se afi Wo del sigh 13, es tanto su agrupacién en una categoria més amplia como verlos menos como objeto de curiosidad y mais como un problema. La problematizacién alrededor de esos tipos derivé del surgimiento, a partir de ta segunda mitad del siglo wwin, de un ni las disciplinas eo tanto problem: Lifico (del orden de la vida) y politico (del orden. del poder)- comienza a ser entendida como un nuevo tipo dle cuerpo, un cuerpo de multiples. eabezas. sot cual son necesarios nuevos saberes (que hoy Ha dle Estadistica, Medicina Social, Demografia, Salud Publica, Ciencias Actuariales, eteétera). Tales saber hho se restringen a ead una de las cabezas que compo sidn/saber/exe una determ cuales son mpos remotos; ATT an novedad es: son saberes que se ocupan, pr fe, de las relaciones entre esis eabezas, sus aproximaciones, sus diferencias, sus regularidades. Es a partir de ahi que se establece una cada vez mayor y «estricta colaboraci¢n entre los gesto- res de la burocracia estatal con los demografos ¥ toda suerte de experts (médicos, psiquiatras, sanitarios. y otros)» (Maia, 1998, p.155). Es ese (indisoluble) casa miento entre los gestores de Estado y los nuevos espe- cialistas qu en funcionamiento una nueva forma de hacer politica que Foucault denomind biopolitica~ yun nuevo tipo de poder, un poder colectivo sobre la vida que Foucault denominé biopader: En virtud de aquetlo que acabo de diseutir, y para iivo un control y ‘a sobre ele tos mis dispersos y desordenados, esas mi deben aproximarse, deben ser incluidas y ser orde- nuevo y cada vez mayor y mas matizado campo de saberes, AI proceso de génesis del concepto de normali dad contribuyé también otro conjunto de saberes otro lugar y em unt tempo ro a los saberes sobre el loco y su locu los saberes psiquidtricos. Saberes que por ‘on de comprender al loco y podfa hacerse con su locura, pero que, a partir del siglo XVIII comenzaron a extenderse mucho mas alli. Como explica Foucault (1999, p.150), un conjunto de con- ductas que shasta entonces no tenian recibido sino un estatuto moral, disciplinar o judicial» -como la indisci- plina, la agitacién, lo incorregible, la rebeldia, lo desfi- rado-, pasa a ser cada vez més cepturado por la siquiatria. Lo que ocurrid fue exactamente la desalie cién de Ja Psiquiatria, una extensién del campo psi que Mev a Foucault a decir que, a partir de un deter- minado «momento» hist6rico, «nada hay, en sintesis, en 0 as lejano. lo que 178 tas humanas que no pueda, de una u otra forma, ser interrogado psiquiatricamentes (id. p.148). Un «momento» a partir del cual los saberes del campo psi se vuelven saberes tanto médicos -como andlisis y tratamiento de las anomalias del comportamient como judiciales -como reglamento y control sobre la buena conducta social-. Saberes donde se entrecruzan la enfermedad y el crimen, Saberes que son vistos como capaces de evaluar y evitar el doble riesgo que cada uno corre: el ries y el riesgo: de convivir con un anormal doble realidad de la norma por un lado: 9 regla de conducta, como oposicién a la irregularidad y al desorden; por otro lado: norma como regularidad funcional, como oposicidn a lo patoligico ya la enfermedad ~es la que hace de ella un operador muy titil para el biopoder, Ella se localiza, al mismo tiempo, sobre un cuerpo individual y sobre un cuerpo ‘uerpo individual forma parte y al cual contribuye para dar sentido. De ese modo fa norma puede ser comprendida como una «medida que umente individualiza, permite individualizar jemente, y al mismo tempo vuelve compara- . p.86); como «un principio de com- que se instituye en colvetivo del eual ese bles (Ewald, 199 in, de medida comin par ; referencia de un grupo para si mismo, a mo e sélo se relaciona consigo mismo» (id. ib.); como el resultado de un conjunto de operaciones idades cuyos extremos ica entre si. po que permite quitar, de la exterioridad sal los peligrosos, los deseonocidos, los bizarros ~capturandolos ¥ haciéndo familiares, accesibles, controlables- posibilita encuadrarlos a una distancia segura par corporen a ella, Eso quiere decir que, al ha. ido un conocido anormal, la norm: nstituye y da sentido a po pre una relacién asimé +179 hace de ese nbién el anormal esté en la norma, est norma, brigo. El anormal es otro caso, siempre previsto por la norma. Atin cuando el anormal se opon= a al normal, ambos estén en la norma. Es t eso. que hace de la norma un operador gobierno de los otros; nadie eseapa de ell Y eso es tanto mas importante en la medida que, como vimos, las grandes discusiones sobre politicas de in escolar giran alrededor nite, de las y desventajas de reunir, en clases com les con los s. Es cierto que jones no se estacionan en este punto, Bas produce un desdoblamiento del segundo elemento pues, si los anormales tienden rse en um po Unico ~cuyo Himite, como di es el mis mo-, los slip a infinidad) de tipos y sub-tipos. La inelusidn, en ese caso, funcios narfa como un dispositive de e jn de tal modo que, paradéjicamente, desplazaria la norma para un punto diferente de aquel que hoy pose Mas alla de éstas, otras cuestiones pueden ser formuladas; pero, en este contexto, pasare de una rapida referencia sobre algu . De ese modo, como otro ejemplo, existe toda una d a en los debates sobre la inclusion. A par= ir de la perspectiva que estoy adoptando, pienso que lo més importante es decir que no jente argumen= tara favor de la inclusién tomando con tranquilidad un perativo naturalizador ~del tipo edereche a la vidas, cuando «vida» es considerado en su sentido fundamen- jatural~ pues, como vimos la norma no es algo que esté en la Naturaleza. Es facil ver que ese tipo de argu- mento entiende el uso social de la norma como un’ «mal uso», como un desvio (a ser corregido) en rela cién a un estado natural, original y previo -neutro, dirian algunos; bueno, dirian otros. Un estado natural ++ 180 ++ en relacién al cual el Hombre ~ese ser que es visto como imperfecto, 0 ignorante, 0 ciego, 0 egoist clusive en su minoridad- se habria alejado, desenca- rrilado y al cual deberia volver, por obra y gracia de estra claridad —filoséfiea, cientifica, psicoligic pedagogica~ y de nuestra militancia ~politica-. El cardcter platonico de ese tipo de entendimiento es mas que evidente. Mi renlo se orienta en otro sentido. ente expliea Ewald (1995, p.117), la nor- ‘sidn implique un juicio Mla tiene sus exigencias. Como clar mma excluye «sin que es previo de la naturalezat |. Nunca naturales, siempre sociales.» Es evidente que las divisiones que la norma establece debe adas lambién sobre la mirada de ka Elica; lo que me parec problematico es la reduceién que consiste en partir de un a priori moral auto-creado y, considerdndolo sit base, derivar los an practicas normati: vas. Simplifies har como «un de construir un giro continuo; @ peor: pueden hacer salir «el tiro por la culata» En conjunto con esas discusiones éticas -e incl so relaciondndose con ellas~ surgen las cuestiones 1 orden cconémica. Aqui estoy entendiendo econdmico ¢ su sentido mas amplio; un sentido que retine tanto ese conjunto de saberes organizado a partir y alrededor del concepto moderno de poblacién -la Economia=, como la economia, e: r, en téerminos de manifestacion 0 principio de auto-organizaciOn a partir del cual de un minimo de inversiones ~de tiempo, de recursos, de ries- uos, de afectos, eteét ‘obtienen los mejores resul- jos en el gobierno de las conductas. Atin cuando ya he hecho varias referencias a la variedad de tipos que se agrupan bajo la denominacién nenérica de anormales, vuelvo a este punto para recor que las politicas de inclusién tiene y anticipadamente, considerar tal multiplici a 181 0 minimamente competente del érea psi ya ha insistido sobre ello hace mucho tiempo. Eso es trivial. Lo que quiero subrayar se orienta en el mis mo sentido, pero por razones diferentes. Se trata del hecho que colocar todos los anormales en un mismo plano significa no atentar contra las peculiaridades cul= turales que se establecen en cada grupo. En el easo de los. defensores de las politicas indiferenc , no deja de ser paradéjico que justamente aquellos que se conside- hormales busquen, en nombre de la igualdad, las marcas de culturas de las cuales ellos mi mos (indirectamente) participaron y participan como condicién de posibi nto en su origen, como en. pero sin concluir..-, taigo otro. elemento mis, a titulo de provocacién, que puede aumentar nuestra preocupacién con los resultados de esas discusiones. Me refiero al hecho que, asi como eb conocimiento especializado del area psi se extendié, sobre todos nosotros a partir del siglo Avi ~aunque continuase en las manos de los experts-, en términos profesionales ese tipo de conocimiento podré ser cada Yer més exigido a mas persunas; en este caso, Esper cialmente los maestros y maestras. En otras palabras: ello no corresponde a la ampliacién del campo de actuacién de la Psicopedagogia. Pregunto si ese no es el caso de, entre otras cosas, estar en movimiento un deseo de saber, ahora activado por un deseo de poder, tanto mas eficiente cuanto menos evidente, con mayor astucia cuanto mas nos captura por medio de estrate- gias de traduccién y simplificacién, Tales estr incluyen variados dispositivos de orden discursive y no discursive, como la distribucién difer de recur- circulacién de folletos, discursos panfletari manuales didécticos, literatura para-didéctica e in ive de auto-ayuda. Si quisiera mantenerme fiel a la hipercritica, debo por fuerza asumir que incluso este ++ 182 ++ lexto mio puede ser lefdo y encuadrado en u jegorias... De todos modos, en ese campo alquier otro- lo que me parece més i cesario. y productivo es mantener siempre ac ati(n. ion y la eriti investigaci ica y In observacién microscépica dle las condiciones de posibilidad presentes. Todo ello con el objetivo no sélo de saber que es de nosotros mismos como, inclusive invencién de nuevas formas de vid Referencias Bibliograficas Baan, 2 O matestar da Modernidade. Jorge Zaha Rio de Janeiro, 1998, - Modernidade ¢ ambivaléncia, Jorge Janeiro, 1999. DeLecze, G. Diferenca e repeticao. G Janeiro, 1998. F: Foucault, a norma ¢ o Direito. Vega, i995, Fovcaurr, M. Resumo dos C (1970-1982), Jorge Zahar, Rio de Janei En defesa da soviedade: Curso no France (1975-1976). Martins Fontes, 1999a. Les Anormaus. Paris: Gallimard, Le Seuil, 1999b. Mats, A. C. «A genealogia de Foucault © as formas fi damentais de poder/saber: 0 inquérito ¢ o exame» In: Castelo Branco, G. & Baéta Neves, L. F. Michel Foucault: da arqueologia do saber a estética da existéncia, NAU; Londrina: CEFIL, Rio de Ja neiro, 1998. Prenveet, A. F. Ciladas da diferenca, Trima e Quatro, ‘Sao Paulo, 1999. Zahar, Rio de |. Rio de sos do College de France 1997, 1 183 + RascuMas, J. 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Saber para excluir, Campinat Proposigses, 2001 (s0 pret). Werrcrasten, Ludwig, Bemerkungen aber die Farben, Anscombe, Stuttgart, 1977. + 184 Los nombres de los otros. Narrando a los otros en la cultura y en la educacién* Suan DuscHarzny y CARLOS SKLIAR 1e5 son los otros? discursivo resulta ser una de las mareas mas habituales de esta époea. Con la 1 celeridad cen la que se suceden los cambivs teenolégicos y econd: micos, 105 discursos sociales se arropan en nuevas n can velos demac nflicto a las intenciones de los enunc dores de turno, n qué medida las retoricas de moda, como por cjemplo aquellas que reivindican las bondades del multicultu predican la tolerancia y establecen el inicio de un tiempo de respeto bh unciando pen: os de rup! formas tradicionales en que la alte: day rep ? sentad * Lia version dee dos outros. Meftexde sticulo fue publicada com: 0s m re 08 ts0s escolates da diversida dineagao & Realidade, vol. 25, n.2, 165-178, 2000. Oita ver sion licada como: sLa diversidad bajo sospecha, Reflexiones ire Ing discursos de Ia diversidad y sus immplicanclas edueativas. (sari; Cundernos de Pedagogla, marzo-absil, 2000, p. 34-17 2 185

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