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StANeIIeU ap eINeJoURY VAVYUDYNVY SIUOIIEIEA Op PUBUIOS PUL) LODNV ANILSIYHD ‘Tina de ecto orga Une semaine de vacances Flammarion Pant, 2012, ivi de la clecn: Julio Vas y Estudio A lasractine oon © Masia Jou Sal Primera etn: fnero 2014 @ Del cenduceisn, Resa Alpen, 2014 Chrisine Angoty Edicion: Fhmmarion, 2012 @ EDITORIAL ANAGRAMA,S. A. 2014 Padé dela Creu, $8 ‘98034 Barcelona ISBN 978-84-339-7885-1 Depésio Lege: B. 83-2014 Friated ia Spain Libesdiples, $.L. Ua eta, EV 2249, km 7.4 Poligoro Torrentfonido 08791 Sant Loven; Hortons Escd sentado en ef asiento de madera blanca del viter, la puerta se ha quedado entreabierta, tiene una ereccién. Riendo para sus adentros, #saca de su envoltorio una loncha de jamén york gue han comprado en el supermercado del pue- blo y se la coloca sobre el sexo. Ella esté en el pa- sillo, acaba de salir del cuarto de bafio, camina, toma la direccién del dormitorio para ir a vestir- se, dla llama, le dice que empuje la puerta. —jHas desayunado esta mafana? ;No tienes hambre? ;Quieres un poco de jamén? Se arrodilla ante él, se mete entre sus piernas, gue él ha separado para dejarle espacio, y atrapa con la boca un trozo de jamén, que mastica y después traga. f devuelve el resto de la loncha al papel y le pide que vaya en busca de dementinas ala cocina, que le acaricie el sexo con los labios y 7 Juego deposite gajos encima, en equilibrio, que los vaya atrapando mientras le alisa el miembro y desliza la membrana de piel mévil a ser posible hasta el fondo, en tedo caso lo mds profunds- ‘mente que pueda. A veces le reprocha que venga la boca un poco demssiado pequeiia. No se lo re- procha, peto le sorpzende, lo lamenta. Le dice que es excraio, le pide que haga un esfuerzo, 50- bre todo que no utilice los dientes, que fas mu- jeres siempre creen que es excitante que te mor- disqueen, pero que ro lo es. Mientras ella hace fo que le pide, él sonrie, recupera las gafas, que habia dejado sobre al portarrollos, se las pone para captar mejor la escena que se desarrolla ante sus ojos, entre las rodillas separadas, se las ajus- ta sobre la nariz, a fin de no perderse detalle de los labios que aprictan el gollete de le bocella, an- tes de tragarla avin mis, con naturalidad, sin de- masiado esfuerzo aparente, sin defarmar las me- jillas, pero de todos modes hasta sofocarse en su afin de llegar lo més lejos posible como él le pide, sin utilizar los dieates. Le dice que tenga cuidado, que le ha mordisqueado, aunque no fo haya hecho adrede. Ella continia. El le dice que levante la vista, slo un momento, y que le mize. Esté completamente desudo, no leva camisa, ni camiseta, nada, sélo el slip, caido en el suelo. 8 ¥ los ealcetines « fin de no tener feio en los pies al contacto con las baldosas, Le pide que se quite la toalla que al salir del cuarto de bafio se ha enro- lado en la cintura, y la camiseta. Ella se libera de la toalla, que cae al suclo, la utiliza como alfom- bra para las rodillas, que levanta, primero una y luego la otra, para deslizarla debajo. Elle acaricia las nalgas, las amasa un poco, acto seguido te quita él mismo la camiseta amarilla, que acababy de ponerse, tiri de ella hacia arriba para quitérse- la por la cabeza sin que ella inverrumpe su movi- * miento, 0 al menos el minimo tiempo rosible, lo justo para levantar la cabeza y dejar que la carni- seta le xesbale por el cuello, sin dejar de ir y venir con los labios por su miembro, sin aflojar la pre- sién, a él le gusta que la presién sea intensa, un pricto abrazo, en torno al miembro en cuestién. Ella levanta los brazos, que tenfa apoyados en el asienta del vater y rodeaban el cuerpe de al, su pelvis asentada, sus muslos aplastados sobre el borde, él retira con presteza la prenda amarilla, fa tira al suelo, més alld de la puerta abierta de par en par al pasillo, a lo lejos, como un estandarte, que casi alcanza, tan dindmico ¢s el lanzamiento, la puerta de entrada de la casa, situada frente al. aseo, y atertiza a pocos centimetros de la ranura del buzén, en el lugar por donde se entra calza- do, con los pies embarrados visto el estado del suelo cn cl exterior. Ella acababa de ponérsela, esti limpia, la ha sacado de la maleta. fl le pide que introduzca Ia mano en la taza, sin hacerse daiio en la mufeca, y ‘e agatre por debajo los tes- éculos, que cuelgan en el vacio, por encima del agua en Ja que ha orinado antes de lamarla para decirle que empujara la puerta. Ella lo hace y luego vuelve a apoyar la mano en cl asienta. A fin de tocarle los senos, él se in- lina, la cabeza de ella se encuentra atrapada en- re sus muslos, y su propio torso agachado hacia delante, fe presiona la coronilla con el vientre, con el que ella tropieza cuando avanza la cabeze ara poder chuparle hasta el fondo, tal como le pide. Fl le habla de sus grandes pomelos, le dice qne los prefiere a los limoncitos de su mujer, pero que por otza parte también los senos dimi- nutos pueden ser cormovedores, como los de stu amante, pot ejemplo, estudiante de Ciencias Po- Ifticas. La estudiante en cuestién se Tama Ma- rianne. La ve con mucha regulatidad, habla de lla con frecuencia, Cuanto dice de ella, casi todo lo que dice, es positive. A propésito de su mujer se muestra ms variable, dice que tiene una gran nariz, un rostro bastante alargado, un poco como tallado con cuchillo, pero que tiene 10 un culo bonito. En cambio, cuando habla de su sexo adopta expresiones de asco. Dice que huele a pescado podrido, que es insaportable. Le habla asimismo de una tal Frida, que también tiene unos senos como pomelos, pero no tan firmes, no tan buenos para manosear, Habla af tiempo que le demuestra, mediante los dedos en su car- ne, cuanto aprecia la elasticidad de le materia que esté calibrando. Ella nota que se empalma todavia mds en su boca. Lo cual no alivia precisa-« mente los calambres de sus mejillas, en especial de los maxilates, ‘alli donde la articulacién es re- * querida, Ei le masajea, le palpa los senos, cuando cosquillea el pezdi, eso le molesta, la desconcen- fra, querrfa que parase. No se interrumpe pata li- berar la boca y decirle que le molesta, contintia, se dice que de todos modos no tardard en volver a la parte carnosa de los senos, para tomarlos a manos ilenas, y que por lo tanto no vale la pena dejar de chuparle para volver a empezar pocas se- gundos después, tras haber ralentizado el proceso general y tal vez comprometido su culminacién. De todas formas, probablemente dejard de tocar- Ie los senos, porque eso le obliga a inclnarse ha- cia delante para alcanzarlos, a doblarsc, y como estd sentado en el vater, y ella arrodillada entre sus piernas sobre las baldosas, eso le obliga a per- i manecer encorvado demasiado rato, sin dada no se quedaré asi, apretindole la coronilla con el vientre echado hacia delante, lo que restringe la libertad de movimientos sobre su miembro. Al menos la amplitud. Dentro de poco, la parte baja de los riftones le tirard y tendré que incorpo- rarsc para descansar, seguramente incluso sc pe- garda la tapa del véter, que sirve de respaldo y al mismo tiempo protege del contacto con la loza de la cisterna, Aunque, todo hay que decirlo, parece aguantar, Sigue doblado en dos, con los brazos colgando 2 uno y orro lado del asiento de madera blanca, para alcanzar sus senos, muy re- dondos, muy firmes, muy urgentes, con el pe~ zon todavia endurecido por el chorro de agua fria con el que, como siempre, ha tetminado su ducha, forzosamente algo endurccido también por las caricias, de manera mecénica, anatémica, refleja, como si alguien estuviera oprimiendo la punta de su seno como se aptieta un interruptor eléctrico y la corriente respondiera. Tal como es- peraba, A deja de cosquillearle el pezin, y recoge los globos en sus manos como si los sopesara. Dice: «gCrees que unos pomelos tan grandes como éstos se venderian bien en el mercado? Sigue. So- bre tado no me contestes, sigue. Sigue, ante todo no pares, esté muy muy bueno, sigue, No pares. 12 Lo haces muy bien, Eres habil. Continia, por fa- vor. Est4 muy bien, Da gusto. Sigue. Esti muy bien. :Disfrutas? Sobre todo no me contestes. Sobre todo no digas nada. Hazme una sefial, mueve la mano para decir que si. Si ve gusta agita la mano. Limftate a levantarla. Levintala, por fa- vor. Si te gusta levantala, Te gusta? ;Vas a le- vantarla?» Ella retira la mano izquierdz del borde del asiento de madera, donde la tenia apoyada, lo que la ayudaba 2 mantener el equilibrio sobre las rodillas, gracias, a la simetria con la mano dete-. cha, apoyada en el otro lado, pese a la inclina- cién hacia delamte y la poca estabilidad de la po- sicidn en conjunto, puesto que debe adelantar el busto lo més posible hacia el borde de la taza a fin de que la boca licgue a convener la maxima longicud de miembro, siempre con suavidad, sin utilizar los dientes, lo més posible hasta el fondo, y utilizando fa lengua en ef interior de la boca para hacer caricias suplementarias y dar vueltas alrededor del miembro como una bandera que ondea en torno a su asta, Levantar le mano iz- quierda la desequilibra un tanto, lo compensa apretando un poco mds los misculos de las nal- gas, contrayendo los muslos, lo que le permite no inclinarse hacia la derecha, no verse desviada por el peso del hombro hacia el lado donde la 13 mano ha seguido aferrada al borde de madera blanca del asiento, bajo las nalgas de él. Una vez que ha hecho la sefial, descansa la mano izquier- da y vuelve a agarrarse sélidamente, con ambas manos, a uno y otro lado de la tapa, doblando los dedos con firmeza en torno a le plancha de madera blanca que recorre la circunferencia de la taza y sitve de apoyo a las nalgas de él, bajo ias cuales encaja el borde interior de las manos para evitar que resbalen sobre la madera y para que, por el contrario, permanezcan adheridas 2 fa tapa por el efecto gomoso de fa carne de las palmas, algo himedas, que hacen ventosa desde que las tiene pegadas a la madera, en parte comptimidas bajo el borde extetior de los muslos de él, que sitven de peso, de adhesivo, ¢ impiden que resba- len, y en parte afercadzs o simplemente apoyadas en Ja madera blanca por lo gue respecta al borde exterior de las manos. En cuanto a las puntas de os dedos, las tiene dobladas, y en Funcién de los movimientos de él, que no son ni fijos ni deter minados sino que dependen de lo que sus manos quieran acaticiar y cémo, los nudillos de tas fe- anges pueden goipear contra la dureza del asien- to, en ultima instancia chocar ligeramente con éste, apenas, al menos mientras él esté inclinado hacia delante. Cuando él se incorpore para recos- 14 tarse, porque acabard por notar que la parce infe- rior de fa espalda le tira y se serviré de la tapa como respaldo, ya que habra decidido echarse hacia, atras, en ese momento las manos de ella pueden quedar algo aplastadas, pero entonces bastard con que las desplace hacia un lado. Por el momento, no es ése el caso. El sigue inclinado hacia delante, sopesando el seno que tiene en la mano, y que hace saltar en cl hucco de la palma como una bola de masa que no se pegase a lag manos, como si, hiciera brincar ligeramente los « senos en su interior, como pelotas de tenis, o de malabarista, o como melones, en verano, tal como hace la gente en el mercado para elegir el que se llevariin, segiin el peso, considerando que cuanto més pesa, mejor se supone que es, contra- riamente a Jos que artiman Ia natiz fiindose del aroma que inhalan, y a los que tran del rabillo para ver si estd a punto de cact y deducen que el fruto estd maduro segiin éste se desprenda de la corteza o no, si se desprende cuando tiran de él, el melén esté maduro y listo pata ser consumido. El sopesa un seno, Inego el orto, los dos alterna- tivamente, haciéndolos saltar en la mano, como si sopesara un ovillo de lana para notar su redon- dez y, hundiendo los dedos en Ia misma bola, la suavidad de los hilos, en los intervalos entre un. 15 dedo y otto y en dl pliegue, dejéndolos deslizar golosamence entre silos, a fin de comprobar so- bre la piel la armonia de los colores. Hil se inte- rrumpe un momento, para coger papel higiénico del portarzollos y enjugar un poco de agua que le ha quedado debajo de los senos, que tal vez no se ha secado bien. O sea, como en la lana, hunde los dedos en la came maleable, que sc deforma sin resistencia, segiin la presién que aplica y las zonas que sus manos eligen poner en juego, des- pués oprimir, bambolear, volviendo los contor- nos del globo, la curva, la linea, tan imprecisos como pequefias ciipulas de gelatina invertidas, un flan, un pastel poco cocido. Sopesa, levanta, amasa, y luego tira de ellos un poco. «qDuele?s Tira un poco més fuerte. «Si duele, hazme una sefial con la mano derecha, la mano derecha sig nifica “cs un poce desagradable”, la mano quierda significa “est bien, no me haces dafio”. {De acuerdo?» Tira de un seno y luego del otro. Después de los dos al mismo tiempo. Acto segui- do vuelve a masajear, a sopesar. Mmm.» Ella para un momento. Recupera la respiracién. «Si- gue, te lo ruepo, sigue sigue, sobre todo sigue. Ella se quita un pelo de la Jengua. Lo mas rapido que puede. Lnego vuelve al asunto. fl avanza el sexo un poco mas allé en su boca. «Si sf st ast, si- 16 gue, da gusto, lo haces bien. Sigue. Lo haces bien. Da mucho gusto. Ahora lo haces tan bien como Marianne, lo haces realmente bien, Lo haces bien, jsabes? Son estupendos cs0s grandes senos. Son preciosos, ;Por qué llevas siempre jerséis tan grandes? Tienes un cuezpo bonito. Eres una mu- jer guapa, gsabes?» Amasa y luego, de repente, se inclina un poco més. Los homabtos se le hunden ‘otto poco. Deja caer los brazos, vuelve a adelah- tar el vientre y la espalda se fe encorva un poco més, sin prestar atencidn a los riffones, que por’ lo general tiran cuando los fuerza, se dobla, se encorva, le aprieta la cabeza con el vientre y los ;Mustos, la camarca, para luego llevar la mano hhasta debajo de los senos, y inds abajo, al vientre de ella, cuyos pliegues atrapa, después los suelta, acaricia la piel alrededor del omblige, antes de seguir bajando y hundirle un dedo en la vagina, Acto seguido se incorpora de inmedia:o, porque la posicién es demasiado forzada. Los rifiones le tiran, Le ha soltado los senos para aliviar los ri- ones, que le tiran en exceso cuando se inclina hacia delante demasiado rato. Se echa hacia atrés, vuelve a apoyarse en [a tapa levantada del viiter, cierra los ojos, posa la mano en la cabeza de ella, pequefia bola morena y desgredada entre sus piernas, le hunde los dedos en el czbello, tie~ V7 ne un mechén de pelo atrapado en Ja comisura, metido entre {os labios, se lo retira de la boca, descansa la mano en st coronilla, le arruga los cabellos con la palma de la mano, castafios, 8 nos, los mezela, los entremezcla, los abraza, des- pués le presiona la coronilla para que trague un poco més. «Por favor.» Luego: «Bien, gpodriamos ineentar hacer una cosa? No vamos 2 pasarnos todo el dia en el aseo. Tendsfamos que desplazar- nos al dormitorio, pero sin que pares. {Te parece bien? Ven, vamos a probar. Esté muy cerca, La cama estd justo ahi, Solo hemos de recorrer dos mettos, Anda, vamos.» La coge por debajo de los hombros, por las axilas, coloca ambas manos bajo sus brazos, a modo de muleras, para impe- dir que caiga, siempre pendiente de que no apar- te la boca de donde aiin fa mantiene. No obstan- te, los labios de ella pierden el contacto con una parte del miembro, resbalan, se desplazan hacia birds, mientras recupera el equilibrio sobre las piernas, ahora acudilladas, Ya no esté de rodillas sobre la toalla. Ha apoyado en el suelo las plan- tas de los pies, primero una y después la otra, sus labios rodean justo el glande, la parte superior del sexo, pero pese a todo sigue haciendo lo que élle pide, no interrumpir el contacto era lo esen- cial, como una masajista que se desplaza alrede- 18 dor de un cuerpo, durante todo el proceso del masaje, sin interrumpir el contacto entic las dos piles, la de la palma de su mano y la de la perso- na tendida a la que esté masajeando, ni siquieca para pasar de un lado al otro del cuerpo, de un brazo al otro, de una pietna a la otra, ni siquicra para rodear la camilla de masaje, una mano per- manece plana entre ios oméplatos, o sobre el vienere, segtin la poscure de la persona, pata no guebras, peta, ata de conte ar : constituir el aislamiento del cuerpo siquiera sea unos segundos. Else levanta muy despacio del asiento. Despega los muslos del perfmeteo de rgadera blanca, desliza los calcetines pot las bal- dosas, muy despacio, afin de permitir que ella se desplace al mismo tiempo que él, que camina a paso lento pero de pie, mientras que ella avanza agachada, siempze con esa especie de tetina que no debe soltar y que la engancha a la parte infe- rior del cuerpo de él, se desplaza como tn pato, acuclillada, entre las piernas de él, cidendo el glande con la boca, avanzando centimetzo a cen- timerro hasta la puerca de la habitacién, situada justo al lado del aseo, Pasan de perfil, para que ninguno de los dos se vea oligado a caminat ha- cia attés en esa yunta ya de por sf artiesguda, Los baldosines grises y negros dejan paso a las loseras 19 rojas del dormitorio, justo tras cruzar la froneera materializada pot el marco de la puerta. Las lose- tas sobre las que él se desliza con los calcetines, y que ella martillea cojeando lentamente, como un pato, no tardan en verse cubieras por la alfom- borilla de la cama, situada on inmediata proximi- dad del objetivo del desplazamiento. Son de un rojo intenso, més o menos en forma de rombo, un poco labradas, un poco riisticas, 0 romdnti- cas, algo asi como dos flores de lis unidas entre si por la base. La habitacién da a un jardin, pero las cortinas atin estén medio cortidas por delante de {os visillos. Los visillos son ligeramente prises. Por la tarde, las cortinas, amarillo y marrén, queda- rin recogidas hacia los lados, sujetes por un alza- pafio de la misma tela, Hay un gran armatio de madera oscura, en cuyo interior han dispuesto sus cosas en unos estantes, Est abierto de par cn par, es por la mafana, estaban vistiéndose. Ea el estante de él hay unos pantalones Lacoste a cua~ dros, pese a la estacién, noviembre, otros de pana beige, unos pantalones clisicos, grises, de franela, dos o tres jerséis, camisas azul claro, po- los de distintos colores, calcetines enrollados so- bre si mismos, en forma de puso, y slips blancos, separados def resto. Fn el estante de debajo estén Jas cosas de ella, hay unos vaqueros, una camisa 20 india blanca con bordados color burdeos, un jer- sey de cuello alto color éxido, uno verde bastante holgado, que lleva con una camiseta de manga lenga debajo, y un jersey de jacquard beige y rojo, grueso, Asi como una bolsa de plistico donde guarda la ropa interior. Frente al atmiatio se ex cuentra la bolsa de viaje de él, contra la pared cerca de la ventana que da al jardin, y justo al Jado de esa bolsa, sobre un pequefo secreter, gufas Michelin, tres Guias Verdes, la de Isite, la del nore de Teal, la del Languedoc, y, abierta por la pagina del restaurante que reseavé la vispe- ‘a, marcada con una cinta del mismo colon, la Guia Roja, que leva consigo a todas partes, y que le permitird durante su estancia no entrar en cualquier comedeto. Le dice que va a tumbatse, que no tiene mas que seguir su movimiento, que ya estin legando, Que mantenga bien la postu 1, y que deje los labios donde estén. Ya cast han legac. Pese a todo, ella abre la boce dos segui dos. De todos modos, el desplazamiento le ha hecho perder un poco la ereccién. Habra que volver a empezar. Ella sigue pellizcando el man- go con los labios, aunque no tan apcetados. Fl no dice nada, las posturas son complicadas, se sicnta en el colchén, luego se tiende, agerréndola bien por los brazos para ayudarla a auparse. Se 21 arrastra de espaldas hacia el centro de la cama. Ella se deja remolcar. Veelve a atraparlo con ia boca hasta el fondo, a él se le pone dura de nuc~ vo. Entonces le propone hacer algo que nunca han hecho. «{Te parece bien? Puesto que estén probando cosas... «Ya verds, est{ muy bueno, te gustaré. Es para ti Para en placer Le dice que gite sobre si misma y se ponga en el otro sentido. En sentido contratio al de la cama, con la cabeza hacia la ventana y los pies hacia ia pared. Los la- bios, por supucsto, siempre cifienda el gollete de su sexo, pefo en sentido inverso, en sentido in- verso a dl, para que estén pies contra cabeza, que sus nalgas queden a Ia altura del mentén de dl, mas o menos. Le cice que no se preocupe, que lo entenderd, él se lo explicard. Y que resulta muy agradable. Ya verd. Que est muy guapa, con sus grandes senos barrbaledndose mientras pivota al- rededor de su sexo sin soltarlo. Se pone como él le pide, en sentide conteario al de la cama, la ca- beza hacia la ventana y los pies a la cabecera. Pri- mero a gatas sobre él, después plana. Dice que asi la ve bien. Que tiene un culo magnifico. Que sus dos grandes pomelos le cosquillean el pecho. «Mram.> Le dice que si, que eso es. Que su cabe- za debe encontratse en la direccién del jardin, {ue incluso podré. contemplar el paisaje. Al girar 22 en redondo, su mirada barre lo que rodea la cama, Divisa, en su mesilla de noche, ef libro que estd leyendo, que él no conoce, nunca ha oido hablar de él, es una obra de Gilbere Ces- bron, le ha prometido que lo leeré, que luego le diré qué le ha parecido, puesto que a ella le gus- tan todos los libros de ese antor, ha leido varios, fue a buscar éste a la biblioteca antes de marchar- se. También ha traido un libro de Las 6 amigos que todavia no ha empezado y que le regala- ron por su cumpleafios, que cae en esa sema- na. En el lado de él, en su mesilla de roche, hay libros en lenguas extranjeras, uno ca alemén, guno en italiano, otro en francés, y Le Monde de Ia vispera, artugado, asf como su paquete de ci- gattillos, en cuyo interior ha metido un encende- dor. No se ve, pero en el cajén de la mesilla hay también un tubo de vaselina, fueron a comprarlo a Grenoble, 2 una farmacia, la vispera. al mismo tiempo que Le Monde, é aproveché para darse una vuelta por la gran libreria de la ciudad. Le recomends que hiciera como él, que mirase bien los libros, que se interesara por cuanto la rodea- ba. Pero ella se abutrié, Cuando la leva a las li- brerias, se siente orgullosa de formar parte de la gente que hay allf, pero no sabe qué mirar ni cémo comportarse. Se limita a estar ahi, le mira, 23 se plantea qué actitud adoptar, como se quedan macho rato, al cabo de ua momento ya no pue- de més. Coge libros, los abre, examina las prime- ras paginas. Llega un momento en que ya no sabe qué mirar. Busca un escalén o un taburete para sentarse, observa las idas y venidas, mira so- bre todo lo que hace él, cémo se desenvuelve, 1o que dice a los libreros, escucha las preguntas que hace. Se sube a ls escaleras de mano, pregunta cosas, le sorptende que no tengan tal titulo cn tal edicién, se marcha con sus buenos quince libros, todas las veces. Aunque vayan a diario, Apenas than salido de la librerfa, los saca de la bolsa para. volvetlos a mirat. Siempre hay al menos uno para ella, La vez anterior le compré Jvenhoe, por- que nunca lo habia leido y después serfa dema- siado tarde, ya ne le interesaria. La vispera cogié para ella un librito breve de Thomas Mann, Sav- ge de Welas, en alemin para que adquiera la costumbre de leer en versién original. Y un libro de Robbe-Grillet, que acaba de salir, él ya lo tic- ne pero lo compr6 para ella, el suyo estd en su casa, Después fueron a comprar Le Monde aun quiosco, justo antes de entrar en un restaurante que él habia descubierto en la guia antes de salir, cuando decidié pasar las vacaciones de Todas los Santos en Isére. Finalmente, antes de coger de 24 nuevo el coche para regresar, se detuyo en una fatmacia a comprar vaselina. Elia le exper6 den- tro del coche, on el packing. Tiene un coche grande, un Peugeot 604, con encendedor en el salpicadero, Eso la impresiona. Antes tenia un CX, y antes atin, la primera vez que ke vio, un DS. Cambia de coche todos los altos. Le gustan los Cittoén. La madre de ella tiene un 4L, lo tie- ne desde hace diez afios, tanto cs asi que en la ra nura de ta ventanilla del lado del pasaiero crece Ja kierba, cuando baja el cristal, en la goma de [a corredera ve briznas de hierba, es ella quien le hace de copiloto a su madre, es su sitio, al lado el conductor, cuando circulan por Ja carretera las dos, a ella le corresponde la misién de leer los carteles, con los mapas desplegados sobre las ro- dillas, y guiatla, a su madre le falta confianza en si misma hasta para leer las sefiales de trafico, le entra el pdnico en cuanto se acerca un cruce, le da miedo no acertar con la direccién correcta, y a menudo, en efecto, se equivoca. Al rato él vol- vi6 de la farmacia. Dejé el paquetito que le habia dado Ia farmacéutica en el asiento trasero y artancé el 604, para volver al pueblo en el que van a pasar la semana. A ella no le gusta el olor a tabaco cn el coche, La marea. Pero le gusta que haya un encendedor en el salpicadero, A veces 25 es ella quien lo apricta, ‘También hay un radio- casete, En la guantera lleva dos casetes graba- dos. Fl adagio de Albironi y uno de Mozart. Las compré su mujer, él nunca escucha misica, No fe gusta la mésica, Le parece una molestia. Una servidumbre. Porque, cuando la escuchas, estés obligado a ofr ol fragmento sin interrupcién, mientras que cuando lees un libro, puedes feerlo en desorden, saltarte piginas, la libertad es total. Le gusta esa libertad y no soporta verse privado de ella. Recorrieron el valle con el adagio de Al- binoni como fondo sonoro. Le dijo cémo s¢ lla- maban las dos vertientes de una montafia, sefia- iindolas, a uno y otro lado de la carretera, Luego se desabroché los pantalones. Sin dejar de condu- cir, se sacd el sexo del slip, que apuntaba fuera de Ja franela gris, y le dijo que serfa muy amable por su parte besarlo mientras él conducia. Ella buscé rina postura no demasiado incémoda para poder inclinatse por encima del cambio de marchas, sin cubriclo por completo a fin de que la mano dere~ cha de Al pudiera acceder a la palanca y ia con- duccién no comportca riesgos. Le metié una mano por la cintura de los pantalones y la otra debajo del muslo, entre lz tela y el asiento de piel, tras haberse introducido el miembro en la boca. Se las arreglé para hacer los movimicntos 26 que le gustaban sin utilizar los dientes ni golpear- se con el volante. No veia nada de lo que ocurria. Escuchaba la miisica. Se sabia rodeada de mon- tafas. Con la mano libre, él le bajé fos pantalones, para desnudar las nalgas, posadas en el otro asien- to. En el dormitorio, ella se ha puesto al revés en Ta cama, Pies contra cabeza con respecto a él, co- loca el cuerpo como él le pide. Apoya las rodillas a uno y otro lado de su corso, tras haber pivota- do sobre sf misma sia soltarle el sexo, como le ha pedido. Ticne la cabeza en direccién a la venta- na, pero no ve ef exterior porque sigue chupan- do, y tragando lo mas posible hacia el fondo de la garganta, sin utilizar los dientes, sin mordis- quear, apretando muy fuerte los labios en corno al miembro, mientras deja deslizar el prepucio sobre sf mismo como una fina tela, un visillo li- gero, o una media al bajar por una pierna, una pierna cnrtita, sobre la que una media de incref ble finura, pero indestructible y que no se cae, se enrollase. Adin tiene las puntas del cabello un poco hiimedas, le azotan la piel con cada bari: do, lo que a la larga le deja cn los hombros dimi- Autas marcas rojas, como infimos latigazcs. La préxima ver, cuando tome una ducha en ese cuzr- to de baiio, se recogerd el pelo con un pasador, no esté acostumbrada a ducharse bajo una alca- 7 chofa fija, no ha teparado en ello, no lo ha pen- sado, y los mechones que le caian sobre los hom- bros se han mojado, el extremo, la punta, y ahora le rayan la espalda con cada acometida. No tiene demasiada importancia, pero como se repi- re a cada movimiento de pistSn de su cabeza, tie- ne la impresién de que cada pasada le hace un corte en la piel. ¥ eso la pone nerviosa, le moles- ta, esas escobillas de puntas de cabello empapa- das, que le dejan marcas en cada trayecco, como Jos recorridos del limpiaparabrisas sobre la luna dclantera. Ahora no puede ir en busca de un pa- sador, soporta ese burrido constante, que acaba por producirle la impresién de una navaja de afeitar, que aceneia las finas rayas rojas en la ver~ tical de las orejas a cada ida y venids. «Va verss, te gustard» Le dice que acerque la pelvis a su mentén, que no tema aplastarle, al contratio, que cuanto més baja esté, mejor resultars. En esa postura él también va a lametia, por tanto se la- merin fos dos al mismo tiempo, reciprocamente, manteniendo el cuerpo a cuerpo, a la vex que chupard, serd chupada, y a la ver que él seré chu- pado, fa chupard. Le precisa que a eso lo laman tun 69, por la forma de las dos cifras que se com pletan al invertirse. Tiene que poner los pies a uno y o770 lado de la cabeza de él. Le agarra los 28 tobillos. Pero suelta uno, un instante, para tirar de la almohade hacia si'y bloquearla un poco mejor bajo la nuca, a fin de tener la cabeza lige- ramente levantada, Tiene el rostro frente a su vulva, el vello piibico a pocos centimetros de su cuello, y las nalgas al alcance de la mano. Admira el dibujo dc los labios menores, tan finas, bor- deados por los labios mayores, que al prowegerlos arracn hacia ellos. Antes de aplicar los styos, le olisquea el sexo, luego retrocede un poco y mira de nuevo lo que tiene ante la vista antes de reali- zar una inspiracién profunda e impregner bien su recuerdo del olor que inhala. «Mmm. Ella tiche fifo. Se echa por encima una punta de la sébana, £] le sigue sujetando un tobillo, la almo- hada esté ahora en su sitio, con la otra mano le amasa las nalgas, una después de otra, como si persiguiera un objetivo preciso que exigiese res- perar cietta simetria. Mientras adelanta los labios hacia la hendidura, pone en punta el extrema de Jn lengua y la desliza por la entrada de la vagina. Empieza a limpiar las paredes de la abertu:a, an- tes de retirar el pequeito y gil muisculo para ha- carlo lamer todo el perimetto de los labios por el exterior, poniendo cuidado en evitar el clitoris en tan primer momento, Lo que le interesa es hume- decer, para luego, no ensegutida, hundir los dedos, 29 uno, dos, tres, y hasca cuatro, en la cavidad, antes de volver a desplazarse con objeto de gozar en st boca, mis tarde eventualmente en su ano, ya vere- mon, y lo mas adentro posible. La entrada en el ano resulta dificil pues el acceso no esté formado y ella chilla cada ver que él insiste, y no es eso lo que quiere, Lo inteaté la vispera, y tuvo que re- nunciar sin haber conseguido que el pene entrara ‘mds allé del glande, 0 apenas un poco més, Existe tun acuerdo entre ellos. EL ha aceprado no desflo- tarla. Le ha dicho que sélo entrarfa en su vagina después de que otro hombre lo hubiera hecho. No utiliza nunca, nunca nunca nunca, palabras vvulgares. Un dia cn que ella le dijo de alguien que cra un gilipollas, él hizo una mueca, Condena roda vulgaridad y, de manera general, todo uso de Ja lengua que no se adapte ni a la imagen que uno quiere dar de si mismo nia la realidad. Le pre- guntd en tonn seca si conacia el sentido primi- genio de la palabra que acababa de utilizar. No lo conocia, El le indicd que con designaba el érgano sexual femenino. Que déconner! significaba salix 1. Bn su acepcida original, com designa los érganos genitales excernos de une mujer. En sentido figurado y ‘wilgar, equivale a egilipollass. Déronner significa ecachon- ease, decis tonterias». (N. dela T:) 30 de Ta vagina. Que cuando se dice de algtien que «3 con, significa que es tan estipido como el se- xo de una mujer. Que ella, que es una mujer, se pone en ridiculo cuando utiliza ese término. Que empleatlo en ese sentido supone hablar en contra de las mujeres. Que debe desconfiar de los hombres que utilizan esa acepcién, y que la- menta que dicho uso haya complicado a utiliza- cién de la palabra con en su sentido primigenio, cuando era el término cotriente, mienttas que ahora, para designar el sexo femenino, sdlo se dispone de términos eruditos, médicos, frlos 0, por el contrario, groscros. Porque la pelabra usual seha pervertido. Precisado lo cual, empiena a tr2- bajar el clitoris, sin ir dizectamente al asunto, lame cl perimetro, la base, en derredor, para que empie- cen a difiundirse ondas favorables. Tiene el miem- bro erecto al maximo. Le trituza las nalgas otra vez. Elogidndola, Coa ambas manos masajea y palpa, mientras le dice que son bonitas. Le dice que puede dejar de chuparle, Que estata muy bueno, que es muy hébil. «Gracias, ha sido es tupendo. No tienes una boca grande pero resul- ta cilida, suave, sedosa» Le propone que se des- place justo a! lado, sobre el colchén, para que él pueda liberarse, y le pide que se quede en la mis- ‘ma posicidn, boca abajo. Ella no quiere. Le ofte- 31 ce seguir chupandole hasta hacerle eyacular, si lo desea. Prefiere no ponerse boca abajo sobre la cama. Fl le dice que es sélo para acariciarle las nalgas, tan bonitas. Que hace rato que le apete- ce, desde que extendié [as hermosas caderas so- bre su pecho. Quiere que esté boca abajo sobre el colchén, y él se senteré en sus muslos para verle mejor las nalgas, desde atriba, en vez de tenerlas directamente sobre el pecho, sin poder contem- plarlas realmente, por falta de perspectiva. Expli- ca que tenerlas muy cerca de la cara le gusta, que tiene una visidn perfecta desde abajo, que los dos globos extendidos estan bien abiertos, que eso le da ganas de verlos de forma distinta, pues tam- bién Je gusta la parte carnosa, Le dice que va a ser muy dulce. Y que, de todos modos, nunca ha hecho nada que ella no quisiera, Que lo sabe. Ella abandona la postura en la que se encontra- ba, 2 horcajadas sobre sit vientre, la pelvis aplas- tada sobre su pecho, las piernas abiertas a uno y otto lado de su rostro, con la entrepierna pegada a su mentén. Se libera de esa postura, y libeta st. boca. Empieza a desplazar el cuerpo. Antes de que se ponga en posicién, él le dice que se siente frente a él un momento, mientras él sc mueve para sentarse a su ver, y que le rodee el cuerpo con las piernas dobladas, como si estuviera en la 32 postura del sastre pero rodedndole, juntando los pies a su espalda. El cst sentado sobre la cama, ella se sienta enfrente, unicndo los dedos de am- bos pies detrés de sus naigas. El baja la vista y ad- mira sus senos antes de tocarlos. Luego agarra un putiado de came, otro en la otra mano, y tira de ellos al tiempo que le pregunta qué efecto le pro- duce. Si es agradable o desagradable, Ella dice que ningrin efecto especial, que le tita un poco. Le pregunta si le gusta ser una mujer. Ella farfu- la. Después aftade que no puede comparar. Que al no ser un hombre, no puede saber qué efecto le producirfa. El Te tira del seno derecho, aplica la boca al izquierdo, amasa el derecho, cambia la boca de seno, vuelve a subir a su rostro, Iz abre 10s labios con los suyos, unta de saliva el perime- t10, los labios, fa natiz, la barbilla, tiene saliva en todo el contorno de fa boca. Le dice: «Dime “te quicro.”» Ella lo dice, Le dice: «Repitelo, dilo otra vez si no te importa, resulta agradable, dul- ce» Ella lo repite. Le dice: «Dime “te quiero, papé.”» Ella lo dice. «Otra ver.» Ella lo repite. Le mira los senos. Le dice que son hermosos. Muy hermosos. Los sopesa. Le dice que Marianne tiene unos senos diminutos, pero que son muy con- movedores, Son casi incxistentes, con un largo pezén que se yergue en el centro, muy duro y 33 prominente. Le dice que resulta muy conmove- dor, y muy excitante pese a todo. Que son inclu- so mas pequefios que limones, pero excitantes. Justo antes de marcharse, fue a vera a su habit cién, en fa ciudad universitaria de Ciencias Pc ticas, Y pasaron la noche en su pequefisima cama. Le cueata que Marianne es una chica muy libre, Que no tiene prejuicios. Que hace el amor cuando le apetece, a ella 0 a los demas. Que cuando nota que a alguien le apetece, pues eso, dice que sf. Que hasta lo hace con negros. La co- nocié cuando fee a dar un curso a Ciencias Po- Iitieas. Sopesa, palpa, amasa, le dice que tiene unos senos preciosos, no demasiado grandes pero que caben bien en la mano. Le dice que Frida tenia unos sencs mis grandes que los suyos, y que ésos si que te colmaban la mano. Que des- bordaban de los dedos, no podias agarratlos por completo de tan abundantes. Le dice que nna vex hizo el amor con Frida y una amiga suya y que fue muy agradable. Que su amiga tenia un hermoso culo y él andaba de cabeza. Dice que el sexo de Marianne tiene un azoma maravilloso.. Muy fresco. A madera. Que cuando se moja pa- rece rocfo. Y que se perfuma el sexo. Que cuan- do se desnuda, se vaporiza un poco en la nuca y en dl vello pibico. Que de vez en cuando él le 34 regala perfume. Perfume o libros. Le encanta conversar con ella. Afiade que es una chica tnuy inteligente, Que al primer vistazo no tiene nada de extraordinario. Siempre lleva vaque-os y bam- bas, viste sin especial esmero. Pero tiene lo que Iaman encanto, un enorme encanto, lo cual es mds importante que Ia belleza, provoca mayor apego todavia, Y que esté muy apegedo a ella. Frida, por ejemplo, era guapa, pero carecia de encanto, Era dna mujer muy hermosz, alta, ru- bia, con un cuerpo preciosa y escultural, pero * nada més, Rachel también era muy guaps, con una piel muy suave, peto tenia siempre peticio- ges concretas que habia que satisfacer, hazme esto, hazme lo otro. Eso le cansaba, Marianne es mucho més libre. Peto no tiene unos senas tan bonitas como los que ahora sostiene er. Ja mano. Peilizca la punta. Ella no dice nada. Pelizca més fuerte. Le pide que se acerque un poco més, que se desplace un poco sobre un costado, para que €l pueda sentarse lo mas cerca posible, contra su mmuslo, hasta pegarse a su vulva. «Mmm, huele a fresco.» Luego le pide que se ticnda a fin de aca- riciatle las nalgas. Ella se pone boca abajo sobre da cama. Tiene frio. El dice que la calentard. Se sienta sobre sus muslos. Empieza a masajearle las nalgas, después extiende las caticias hasta el hue- 35 co de los rifiones, sube las manos a fo largo de su espalda, pot la columna vertebral, hasta el cuello, hacia el que se inclina, y mete la nariz para bus- carle fa boca, oculta en los plicgues de la almoha- da, entre los que se ha refugiado, al tiempo que le pide que se muestre activa con la lengua. Acto seguido se echa atris de nuevo. Retrocede. Vuel- ve a sentarse sobre ella, sobre sus mustos. Retro- cede un poco més. Se pone de rodillas detrds de ella. Entre sus picinas. Y hunde la cabeza entre sus nalgas para empezar a lametle el ano. Le dice: «gTe resulta agradable? Ya te he dicho que te gustarfa, y que no tuvieras miedo.» Le repite que sélo hard lo que ella quiera. Que munca iré més all, Que jamds ha obrado de otro modo. Ells le pidié que respetara su virginidad, que no fuera su primer amante, le recuerda que cedié a sus ar- gumentos. Que le cuesta, porque le excita, que es hermosa, que le quiere. Le recalca que no re- sulta ficil estar excitado todo el dia sin poder pe- netrar ala mujer ala que se desea, Le ptegunia si confia en él. «;Si% Ella dice que sf. Le pregunta si quiere probar, ahora mismo, enseguida, ao mucho rato, apenas un instante para yer cémo resulta, con un poco de vaselina. Le comenta que a menudo lo kace con Marianne y que a ella nunca le ha dolido, Al contrario. Intenta conven- 36 cerla, insiste. Blla sigue tendida boca abajo sobre Ia cama, con las nalgas desnudas, la cabeza vuelta de lado y apoyada en la almohada, Dice que tiee ne miedo, Que la tiltima ver le dolié. Con un movimiento brusco, salta de la cama. Se queda plantado en la alfombrilla. Luego se ace-ca al ar- mario. Saca de él unos pantalones, una camisa, ale de a habitacién, con pasos rui- ¢ al cuarto de baito, le grita desde’ el pasillo, con voz seca, muy clara, que se ve obli- gado a volver antes de lo previsto, pues tiene tra- bajo. Ya le habia dicho que no estaba seguro de poder tomarse toda la semana de vacaciones. Ella le pregunta si estd seguro de que con la vaselina no ducle tanto. El vuelve. «Por supucsto. No duele nada, No notaris nada, Al contratio, sélo sentisds placer.» Vuelve a meter la ropa en el ar- mario, que ha dejado abierto. Abre el cajén de la masilla de noche. Coge el tubo de vaselina y se unta el sexo con una o dos dosis de producto, que extiende cuidadosamente con los dedos a todo lo largo del endurecido miembro. Hince las fodillas entre las piernas de ella. Le dice que se relaje. Se sujeta el miembro con dos dedos y lo dirige entre sus nalges. Le dice que ticae unas nalgas maravillosas, apctitosas, Hunde el extre- mo del sexo en su ano, le repite que le dolerd si 37 no se relaja, que tiene que relajarse, avanza un poco. Le dice que deje de gritar, y que se relaje, que se relaje, que se distienda, Pero clla, por el contrario, aprieta las nalgas. Se contrae. Sus muslos son dos rigidos postes. El le dice que se telaje. Que ya la hs avisado. Que va a entrar a fondo y sino se relaja le dolera. Se hunde en ella y se conte. Le dice: «Gracias gracias gracias ah gracias gracias eres un amor», le cubre de besos la espalda y le dice que es la primera vez en toda st vida que quiere tanto a alguien. Que nunca le habia pasado. Se tiende a su lado, ella se da la vuelta. La mira. Dice que es la persona a la que més quiere en el, mundo. Con diferencia. Que es una persona extraordinaria, Que tiene una per- sonalidad fuera de lo comin. Una libertad poco comén. Una inteligencia que le fascina. Una mente libre de prejuicios. Ella le dice que tam- bién le quiere. ¥ que le admira. El responde que es muy amable, que la admira también. Ella que- ria pedirle algo. Le dice que, como prueba de ese amor que siente por ella, quetria que la si- guiente vez que se vean no ocutra nada fisico, ni un solo gesto, Inciuso, si fuera posible, desde mafiana mismo. Sé'o por ver, para saber si es po- sible, Para saber si a él una relacién no fisica en- tte ambos se le antoja factible. Lo interroga con 38 la mirada, a fin de adivinar si en ese caso ecepra- fa seguir viéndola. O si prefiere dejarlo. «Por sue puesto.» El dice que serfa perfectamente posible. «Claro que si, mujer, haremos exactamente 1o que quieras, nuestras caricias son una consecuen- cia maravillosa, pero para mi eso no es le esen- cial, no es lo més importante. No es eso lo que cuenta.» Ella ya se lo pidié la vispera, no se atre- via a volver a pedirselo. £1 se lo promete. Rie. Le asegura que no hay problema, Ella le pide per- dén por insistir, par habérselo hecho prometer, pero come la tiltima vez dijo que no harfan nada y pese a todo ha ocurtido... Repite que es una pragba de amor lo que le esté pidiendo, Tras po- ner de manifiesto que ya le da numerosas prue- bas, €l dice que la quiere tanto que la siguiente vex no s6lo no Jo hardn, si ella sigue pensando igual, sino que cuanto hagan ser4 ella quien lo decida, empezando por la ciudad donde se darin > cita, Serd ella quien la elija. El acepraré su elec- cién. Billa te dice que fe encanta verle pero que no puede evitar tener un poco de miedo por su futuro. El le aseguta que no hay motive alguno para tener miedo. Pero que la préxima vez no se acariciardn, puesto que ella no lo desea, y dsjarén de besarse en la boca, excepto si ella se fo pide. La besa en ia frente mientras le repite que sélo 39 quiere lo que ella quicra. Su felicidad. La toma en sus brazos y la estrecha llamandola por el di- minutivo que ha inventado para ella y que nin- guna otra persona ha utilizado nunca. Com- primersu cuerpo contra el suyo. Le dice que se levante. Es tarde, iran. a comer. Ella salta de la cama y se ditige al cuarto de bafio para volver a lavarse los bajos. E. le da un pafiuelo para que se Jo ponga entve las nalgas, @ fin de taponar y en- jugar el semen que podria escurrirse de camino al cuarto de bafio, alla recorre el pasillo, separan- do las piernas y sujetando el pafuelo entre los muslos, en una postura encorvada. Se lava los bajos cuidadosamente, abriendo bien fas piernas, frente al lavabo. El semen {e corre por las pier- nas, hasta Jos pies, a lo largo de los mustos y la cara interior de las pantorrillas. Frota fa manopla de baiio desde el tobillo hasta la hendidura entre las nalgas. Luego wielve a la habitacién para ves- tirse, El esté en d jusdiu. Fuma un cigarrillo, sentado en un sillén de castaio, Junto a uno de Jos postes entre los que han tendido un hilo para secat la ropa. Cuelga de él un pafio de cocina co- lor naranja, que mas o menos ondea. El esti ho- jeando la Guta Roja en busca del lugar donde irdn a comer. También a ella le gusta ir al restau ante. aU EL pide entrecor, poco hecho, Cor patatas salteadas. No toma entrante. De postre, ella ha pedido crepes Suzette, el mattre acerca una mesi- taa la suya, sobre la que hay un pequetio infier- nillo, y en una sartén grande de cobte deposita las crepes, vierte encima zumo de naranja, las es- polvorea con azticar, las dobla en cuatto como Pequefios abanicos, pafiuelitos o el diminuto cuadrado de seda que asoma del bolsillo exterior, de un traje, las riega con Grand. Marnier, encien- de una cerilla, las lambea. Todo ef restaurante los mira con una sonrisa, Tras la comida, circu- Jan por carreteras en zigzag entre las montafias. Fjnalmence se detienen en un pueblecito, Sefiala- do en la Guia Verde por la particularidad de sits tejados y por su iglesia roménica. El pueblo estd enteramente cubierto de lajas, Tzas haber admi- rado la uniformidad del color pizarra bajo el cie- lo, con ese material pesado, recio y de bordes toscos € irregulares, dan la vuelta a la iglesia. Pri- mero por el exterior. EI comenta con detalle la arquitecture, pregunta si recuerda las palabras que le ensefé cuando visitaron Ia catedral de Amiens. Las recuerda. Hay sélo dos que sigue confundiendo. Recuerda también las chuertas de regadio», los huertos vallados a la sélida de Amiens, La felicita, Después Je pide que lea con 41 Ja inscripcida latina que figura cn el fronién. La traducen juntos. Le dice que es muy inteli- gente, Y que podr liegar muy lejos si pone los medios adecuados. Sino presta atencién a lo que dicen los profesores, en su mayoria mediocres. Le aconseja que compre libros. Que aprenda sola lo que le interesc. A fin de no verse frenada por Ja falta de curiosidad de los demés, Se cogen del brazo, dan la vuelta ala iglesia, Finalmente él en- tra, por una pequefia puerta lateral. Ella le sigue. Se cogen de la mano. La luz atraviesa las vidrie- ras y les acaricia el rostro. Levantan la cabeza ha- cia las bévedas romanicas. El comenta las claves que les confiesen su equilibrio, describe el estilo con términos precisos. Luego se acerca al confe- sonario. Descorre la cortinilla, se sienta en el pe- quefio banco del sacerdote y le dice que se acer- que a arrodillarse entre sus piernas, le desabroche los pantalones y le chupe un poco. Le acaricia los senos, detris de la cortinilla cotrida, a través del holgado jersey, le dice que podria no usar sujera- dor, y le pregunta si hace un momento, cuando han dado la vuelta a la iglesia y ella le cogfa del brazo, le ha rozado adrede el codo con el seno iz- quierdo. Ella dice que no se ha dado cuenta. El Je asegura que ha hecho movimientos de presién con el seno izquierdo contra ef brazo derecho de 42 i. Le desabrocha el sujetador a través del grasor del jersey y de la camiseca que se ha puesto deba- jo, los tirantes se desplazan alrededor de los homabros y las copas suben hasta la base del cue- lo, dl le oprime los senos a través de la lana, des- pués mete las manos por debajo. Le dice que le chupe ripidamente antes de que entre alguien y vea sus pantorrillas, que asoman por debaje de la cortinilla, El 604 esta aparcado justo delante del portico, No hay nadie en Ia plaza de la iglesia, ni nadie a la vista en las calles adyacentes de! pue- blo, Le dice que no puede volver a la carretera en ese estado. Que después de lo que acaba de ha- cerle en el confesonario esta demasiado empal- mado, Que no puede subir enseguida al coche, ni debe eyacular en el interior a fin de no man- char los asientos. Pero que le tira. Que la casa apremia, la vuelta a casa seré demasiado larga y no puede esperar hasta entonces, Abre es dos portemuelas del mismo lado. De par en par, con objeto de que queden perpendiculares a la carro- ceria, del lado de la pared junto a la que esta aparcado el coche. Le dice que se acuelille entre éllas para acabar lo empezado y que puede con- ducir sin esa tensidn intetior en el bajo vientre. Ella se agacha, hinca una rodilla en tierra, dobla Ja oa y se sitia al nivel de su pelvis, entre los 43 dos faldones de su abrigo, que él mantiene abierto uno y ozo lado del rostro de ella, para comple- tar el efecto cabina que ya offecen las portezuelas abiertas de par en par, Vuelve a desabrocharse la bragueta de los pantalones de francla. Que se ha- bia abrochado al selir de Ja iglesia para cruzar la plaza hasta el aparcamiento. Eyacula en su boca y sube de nuevo al coche, tras habetle dado su pafiuelo bien doblado para que se la enjugue, Doblado, planchado y bordado. Le pregunta si le gusta el sabor del semen, Se acomoda en el asien- to, Se arrellana al volante, apoya los pies en los pedales, pone en marcha el motor, mientras ella dala vuelta al coche para entrar por el otro Jado, el que da a la plaza. El coche arranca. Sobre les lajas que cubren los tejados hay algo de nieve. Eso hace el pueble todavia ms bonito, refuerza la sensacién de estar en un lugar fucra del mun- do, aparte, y que las vidas son diferentes bajo esas grandes y recias techumbres, bajo esa gama de grises infinitos que parecen poder declinarse sin limite. Los matices se multiplican, se revelan gracias a la luz del cielo, y de las nubes, en grises que también forman parte de la continuidad. Las calles se hallan desiertas, como si las casas estu- vieran deshabitadas, pesc a unos cuantos coches apazcados. No hay nada. Ni una cortina que se 44 abre, ni-un rostro, ni un nifio, ni un anciano. No hay nadie a la vista bajo csa gama de grises mati- zados hasta el infinito, en armonia con las nubes, nimbadas por la luz celeste que las atraviesa. El coche abandona ef pueblo. Ella abre la guantera, pone una casete, él la interroga sobre sus gustos, sus actividades, sus amigas del colegio. Antes de contestarle, para no cometer errores de francés, forma la frase en su cabeza. Pero en el momento de fanzarse a formularla, tropieza. Tiene que em-" pezar de nuevo. Marca pausas, vacila, vuelve al principio varias veces, porque el encadenamiento no funciona, la expresién no es fluida. El ritmo lta entrecortado, discontinuo, impreciso. Ya ho sabe dénde esté, se embrolla, la frase se vuelve cada ver mds incomprensible. No obstante, él deja que se tome su tiempo. Escucha lo que dice. Después le responde, sobre la marcha, con una frase de oral fluidez, transparente, como si fa sa- cara criscalina directamente de su pensamiento, Envonces, en la linde de un sendero, a cuyo ex- tremo la Guia Verde indica un mirador sobre el valle, se detiene. Aparca el 604 al borde de la ca- rretera, y bajan, cada cual por su lado. Entran en un sotobosque, por un camino cuyos a:cenes si- guen nevados, En medio de los pinos negros, un poco mds alld, en una curva, se quedan sorpren- 45 didos ante un dtbol de hojas intensamente ver des. El explica que en alemAn para hablar de ese verde dirian satt grin, es decir, un verde muy fresco, muy nitido. Que satt significa saciado, Que un aleman que ha comido bien dice «ich bin saito, ¥ que satt griin significa que las hojas del drbol son tan verdes que estan saciadas de verde. Levanta la cabeza hacia las ramas del dr- bol, el tinico del bosque que no es una conifera. Las observa atentamente tras los gruesos cristales de las gafas, le indica la forma en que estin dis- puestas las netvaduias de las hojas, luego deja atras el drbol verde, nombrando unos tras otros todos los érboles que bordean Ia alameda por la que caminan, code con codo, nombra toda la ve~ getacién con que se oruzan, tras haberle pregun- tado 2 ella. Oye ef canto de un péjaro. Aguza el oido para adivinar la especie. Duda. Encre dos. Espera a que el péjara vuelva a cantar. Tiende de nuevo el ofdo, Levanta el indice inclinando la ca- beza y reconoce al pijaro. Se cogen de la mano, avanzan lentamente or Ja alameda. £1 entrecru- za los dedos con los suyos, hasta el fondo de los nuudillos, y luego los deja deslizar como para sol- tarse, con gran suavidad, vuelve 2 agarrarlos, an- res de empezar a soltatlos otra vez. O juega con Jos dedos de ella en su palma. Sus zapatos se 46 hunden en el barro o crujen al pisar pequefias placas de hiclo. Mas allé cl camino forma an re- codo, Empieza a adivinarse un descenso hacia el valle, Pero alguien que camina en sentido con- trario, un hombre de cierta edad, solo, viene en su direccién. Se sueltan la mano. El hombre Ile- va una cesta, no tardaré en cruzarse con ellos. El hombre llega a su altura. Fil le dice: «Hola.» Claramente. De una forma audible que destaca ', en el silencio. Y sobre el tinico ruido de los pa- sos, El hombre responde levantandose el sombre- 10: «Hola», y prosigue hacia la salida del s0sque. Ellos avanzan en sentido contratio, hacia el mira- dar sobre el valle indicado en la Guia Verde. BL fe reprocha que no haya dicho chola» al hombre con ef que acaban de cruzarse. Su tono ha cam- biado. Le sorprende que no sepa que cuando tuno encuentra a alguien en un lugar aisado es costumbre saludar, en seial de apertura por si la petsona necesita ayuda cn un lugar retirado. Con expresin hermética, precisa que les correspon dia a ellos decirlo primero porque son dos, mien- tras que el hombre iba solo. Que debe tener cui- dado con su comportamiento, sus actitudes, y también con su aspecto, Aprovecha para hablarle de sus andares. No le gustan. No son los andares de alguien de fiar. La mira. Le pide que se mantenga ay derecha, Que se yerga un poco més, eche atris los hombros y dé unos pasos ante éi, Fla lo hace. Y que vuelva. Ella vuelve. Le dice que no Levanta la barbilla lo suficiente. Que debe echar més atris los hombros, avanzar ne como una persona apocada, sino segura de si misma. Le dice que vuelva a empezar, en sentido contratio, alejéndo- se de dl, con segaridad, y que regtese hacia él otra ver. Cuando Mega a su altura, le corrige la posicién de los hombros. Le dice que cuando ca- mina debe pensar en su porte. Ella se adelanta dos o tres metros pata volver a dar unos pasos. Sin embargo, el paseo se acorea porque a él empieza a dolerle 1a cabeza. Justo después del mirador, dan media vuelta. De regreso en casa, ella coge el libro de Gilbert Cesbron de su mesi- Ila de noche y se sienta en el sillén junto a la ventana, con luz de dia. fl se acuesta, encima de Ia colcha. Quiere que corra las cortinas debido 2 Ja luz. Le pide, al tiempo que deja las gafas sobre el matmol de la mesilla de noche, que se acerque a ély le ponga la mano fresca sobre la frente. Si le parece bien. Ella se levanta de silldn, Se sienta en el borde de lz cama, con una picrna estirada, el pie plantado ex el suelo, y la otra doblada, la rodilla apoyada a medias en. la colcha, el pie cuel- ga.cn el vacio por encima de la alfomabrilla, posa 48 Ja mano sobre su frente. EI lanza un hondo sus piro al sentir el contacto. Tiene los ojos cetrados. No se mueve, De ver en cuando dice algo sobre la frescura de su mano. Después pegs la suya, casramente, al muslo que descansa sobre la col. cha, «dMirame.» Con la mano sobre su frente, ad- herida como una venda, como un tutbante, le mira. El la mira y ella le mira, La cosa dura un buen rato. «Eres muy hermosa, sabes, Podrfas te!, ner a hombres muy guapos. Podrfas optar a hombres muy guapos.» La contempla. Al cabo, ‘ le dive que se bajc la cremallera de los pantalones y le propone meterse bajo las sabanas. A ella no Je apetece estar acostada. «jTe importa dejar un rato mas la mano sobre mi frente?» Ella la deja. res un encanto, Esté tan fresca...» El sigue con Ja mano apoyada en el muslo doblado sobre la colcha. Ella contintia sentada. El le dice que ya no le dusle tanto, Le da las gracias. Le habla de sus migrafias, que som frecuentes y que ninguno ide los médicos a los que ha consultado ha conse- guido curarle. iene los ojos cerrados. Los abre de vez en cuando. Le dice que le mire. Después, aparta la mano que habia apoyado en su muslo. Le dice que esté algo mejor, que puede quitarle Ja suya de fa frente, para verla mejor. Mira su rostto con intensidad. Clava la mitada en la suya. 49 Sus ojos se hunden en los de ella, directa, profun- damente, Levanta las comisuras de los labios para sonteitle, Vuelve a bajarlas como presa de un pen- samiento intimo, interior, Vuelve a soneic. Los ojos clavados en los suyos. Las pupilas no se mue- ven. Con sus ojos, mira fijamente los ojos de efla. Con intensidad. Sin pestafiear en ningiin mo- mento. Sin que su mitada se desvic un Apice de esa trayectoria, la de sus ojos hacia los de ella, St se da el caso de que pestaiice, soneie al mismo tiempo. Después recupera la permanencia y la f- jeza. Su boca es mévil, sinuosa, Los labios finos, argos, estirados, cruzan con une linea rosada fa parte inferior de su rostro. Su sonrisa.cambia de forma sin llegat a desaparecer del todo. Vuelve a apoyar la mano en el muslo que esté sobre la col- cha. Levanta la otra para buscarle fa nuca, le coge la cabeza, deslizando los dedos entre su. cabello. Ta acerca a la suya, Deposita un beso sobre sus labios. Con la mano que se apoyaba en ef muslo, que ahora esté desplazando, le baja la cremallera de los pantalones, avanza por debajo de la pren- da, le aparta la entrepierna de las bragas hacia el plicgue de la ingle. Introduce un dedo en el sur- co vaginal. Lo hunde en el interior. Ella acerca una pierna ala otta, ef muslo posado en la colcha se aprieta contra el otro, tendido hacia al suelo, 50 cuyo pie camina sobre la alfombrilla, pone el pie que pendfa en al vacio sobre el tefido, al lado del primero, el de la pierna que estaba estirada desde dl principio, mientras que la otra se encontraba doblada a fin de que el muslo estuviera c6moda- mente instalado mientras su mano le cubria la frente como una venda. Hl le pide que no hage eso. Que vuelva a abrirlas. Dice que ha entendi- do perfectamente lo que le ha pedido hace ua rato. Pero que lo que sicntc por ella en ese mo~ mento es demasiado fuerte. Que est empalia- do. Que no puede remediarlo, Que la préxime © ver se habré prepasado. No harén nada. No quiere hacer nada que ella no desee realmente, s¢ habré preparado para refrenar sus impulsos- Ahora, en ese instante, él le dice que rota que también ella tiene ganas. En su mirada, Le dice que esté mojada, saca el dedo para mostrirselo- Luege vuelve « hundirlo. «;Sabes por qué esté mojado? ;Sabes lo que significa?» Pasea el dedo de un extreme al otro de sti sexo. «Ahi estd mojado! gLo notas?y Sonrie mientras le explica que no es ni sudor ni orina como ella cree. Hunde el dedo en su vagina. Lo saca, Se lo da a oler. Después se Jo mete en la boca. Dice que es una delicia. Un fuente, «No, no es sudor. Esté mojado porque t€ acaticio, y te gusta. Porque eres sensual, Eso sigr SL nifica que te complace. Que eres feliz.» Dice que de lo contrario no lo haria. Tras pasérselo por debajo de la nariz ¢ introducirlo entre sus labios para abrirle la boca, le hace lamer el indice que acaba de hundir en su vagina, lo pasea por el in- terior de sus mejillas, fe levanta los labios para untarlo come un ungiiento por la cara interior, fes da la vuelta, como a gruesos dobladillos, alisa también las encfas, pasando por encima de los dientes, por detrés, luego lo saca, y le dice que et interior de su boca es incretblemente suave. Que un dia podté penetrarla por ahi. Casi tan suave como el de su vagina. Le pide que se quite el jersey de cuello alto, Vuelve a bajar la mano hasta Ja en- trepierna, por dentro de los pantalones desabro- chados. De nuevo, la desliza en la abertura, tras haber apartado les bragas al pasar hacia el pliegue de la ingle, mete el puto desde arriba, pegado contra los labios mayores, como si se dispusiera a practicar fist-fucking, y con la ora mano tira de Ja cintura de Jos pantalones para bajarselos lo més posible por las caderas. Le pide que se levan- te unos segundos, a fin de permitirle bajarlos un poco més, pues se le atascan alrededor de la pel- vis, Introduce dos dedos en Ja vagina, y le ruega que le acaricie un poco el sexo con una mano, 0 con las dos, una moviéndose arriba y abajo por 52 su miembro tranquilamente, nada més, y la otra debajo de Jos testiculos. Con la mano que le ha bajado los pantalones hasta las rodillas le quita ahora el jersey, la camiseta, el sujetador. Los pane talones siguen ttabdndole las piernas. El se ha quitado los suyos, los ha tirado al suelo, tiene las nalgas desnudas sobre el cubrecama acolchadc. Le aconseja que le oprima el miembro con |: mano izquierda y lo acaticie lentamente, mien- tras la derecha deja descansar sin mis los testicu- los sobre la palma. Ella se aplica a ello. Con li mano izquierda sube y baja por su sexo, y ahueca la otra, donde recibe el peso de los testiculos. El Je dice que le encantarfa que algiin dia se los me- tiera en la boca y los masajeara con los labios. Le acaricia las caderas, los costados, el vientre. «Tie- nes la piel tan suave...» Le dice que se quite fos pantalones, que la traban, Que se los quite del todo. Que no lo haga ella. El se encarga, le atranca los pantalones, haciéndolos pasar por de- bajo de los muslos, que fe pide que levante, pri- mero uno y después el otro, nego por los pies, finalmente los proyecta cn direccién a la venta- na, al pie de la cual se estrellan, encre ef armario y elsillén, en el que hace un momento estaba te- » yendo y donde todavia sigue su libro de Gilbert Cesbron abierto por la mitad, con la cubierta vi- 53 sible, Perros perdidos sin collar, y las paginas apla- nadas contra Ie vela del asiento. Ahora que no eva ropa, le acaricia el vientre. Le dice que su mujer tiene una piel un tanto granulosa, no es fina como la suya. ¥ que cuando se corre hace una ‘mucca, una mueca espantosa, a tal punto que eso compromete su ereccién. Que le pidié que tu- viera cuidado, pero ella le respondié que no controlaba sus expresiones en un momento asi, que no podia evitarlo, Confiesa que aparta la vista. Dice que un dia le gustaria ver el rostro de ella mientras se corre. Luego le pregunta si no le importa intentar engullit sus testiculos, no por completo sino mordisqteéndolos con los labios. Después, si puede atraparle ef sexo con la boca. Le apetece correrse en condiciones mis cémodas que hace un rato, entre las dos puercas del co- che, en el aparcamiento de la plaza de la iglesia. Y que después dormirdn un poco. Que para poder aprovechar la velada, él, en cualquier caso, dor- mira. Ha reservado, en Uriage-les-Bains, un res- taurante estupendo que tiene dos estrellas. Ella se pone en posicién, de rodillas, enere fas piernas de i, abiertas sobre fa colcha, una de cuyas puntas dobla para cubrizse con ella la parte inferior del cuerpo. Sigue con el busto desnudo. Su jersey de jacquard, que él le ha quitado y ha deslizado 54 hace un rato 2 lo largo del colchén, esté ahora sobre la alfombrilla de cama, con las mangas del revés, los hilos del dibujo aparecen entrelazados en la cara interior, como los hilos cortados en cl envés de un cafiamazo invertido. El le dice que se desplace, que no permanezca en la prolonga- cin de sus rodillas separadas, sino que se ponga de lado, bien de perfil, perpendicular respecto de Ja cama, para que él vea sus senas vivir, bambo- Jearse. Sin que tenga que incorporar la cabeza so- bre una almohada y romiperse la nuca pata ver'a afanarse ante él. Y que retire el faldén de colcka que le cubre las nalgas, La destapa. Le quita los cal- cetines. ist completamente desnuda, Se coloca como él le pide, perpendicular a la cama y para- Iela a la ventana, la cabeza en direccién a la pax red, estd a gatas, las nalgas frente a la puerta de la habitacién, si alguien abriera seria lo primero que verfa, y dirige el miembro hacia su rostro para Ilevarselo a la boca. Hasta el fondo del pala- dar. El le dice que balance el cuerpo, que lo haga oscilar de izquierda a derecha, con movi- mientos un poquitin més répidos, a fin de que los senos se bamboleen y se le escapen mientres l se divierte atrapandolos, Los agarra. De vez en cuando tira de ellos. O les da leves manotazos, con vivera. Pequefias palmaditas de ruido seco. 55 Entonces para, los est:uja en la mano, uno tras otto, como una fruta suyo zumo quisiera expri- mir para recogerlo en ka palma de la mano, «No te hago dafio’» Vuelve a empezar. «No me con- testes, sigue, sobre todo no apartes los labios de mi sexo. Si te hago dao al apretarte los senos con la mano, levanta una rodilla hacia un lado, o un pic. ;Va bien? ;No te hago dafio? Puedes menear un poco las nalgas, por favor?, de dere- cha a izquierda, son can bonitas... Muchas muje- tes te las envidiarfan, jsabes?» Las acaricia. Las golpetea. Le recuerda una expresién que ofa en Meyrucis, en la casa familiar cerca de Carcasson- ne donde pasaba las vecaciones de nifio: «Se aca- bd lo de menear el pandero», decla una mujer que trabajaba en su casa durante el afio hablando del tiempo que pasa y de que estaba envejecien- do, él tendria nueve o diez afios, y anotaba en un cuadernillo las expresiones que ella utilizaba. Vuelve a cogerle los senos. «jTe pusta ser una mu- jer?» Se lo dice mientras sigue atrapandolos y es- trujandolos, mete la mano derecha en la raja de sus nalgas, ditige un dedo hacia su ano. «No me contestes. Continda. Signe chupéndome. Me lo dirés después.» Le dice que Marianne nunca lleva bragas debajo de los pantalones. Que no usa ropa interior. Le mete el pulgar en la vagina, que 56 secorre arriba y abajo, Ella para. Y se va a escupir el resto de semen en la taza del véter. El quiere que vuelva deprisa a tenderse de nuevo a su lado, con su piel tan suave. «Te gusta ser una mujer?» Quiere que se pegue a él. Que no haya el menor intersticio entre ambos. ¥ que disfruten un mo- mento apacible, tranquilo. De teraura pura. Los dos. Le pregunta si nota la profunda uniér que existe entre ellos en ese momento. Como si fue- ran una sola y misma persona. Le pregunta si se siente a gusto. Le dice que lo que estin viviendo es excepcional, que nunca ha vivide nada seme- jante con nadie, que tiene la impresién de haber encontrado al fin a uha mujer que le comprende, ya la que puede contirselo todo, que no habla con nadie, que nadie sabe quién es realmente. Excepto ella. Que ella es la tinica. Desea confiar~ Te algo que jamdés ha dicho a nadie. Un dia, ten- dria unos treinta afios, iba conduciendo y, al atravesar una pequefia poblacién, atropellé a al- guien, la persona cayé, y al acclerd, se largs. AL dia siguiente, en el petiddico local leyd que una mujer habia sido arrollada por un cache cn aquel pueblo. Ya esti, ella es la primera a quien se lo confia. No lo habla con nadie, Nuaca ha tenido confianza can nadie como la tiene con ella, es la primera vez. Le dice que es raro que se produzca 57 eso en una vida, que en la mayoria de las vidas no ocurre jamas, Cuando no estd con ella, no es 4 mismo. Con todos los demés representa un papel. Se esfuerza. Por eso Je gusta estar solo. Y también para trabajar. Cuenta que la mayor par- te del tiempo, en su casa, permanece encerrado en su despacho. Sea el dia del afio que sea. Que trabaja todos los dias. Incluido el de Navidad. Que comprende que le sorprenda pero es la ver- dad, come a toda prisa con su mujer y sus hijos, y vuelve al despacho mientras ellos van de paseo. Dice que muy rara vez conoce a gente que me- rezea que se muestse tal como cs. Excepto ella, porque los das se salen de fo comin. Son pareci- dos. Forman una sola y misma persona, Le dice que ella se parece a su madre. A Ia suya, la de él. Tiene los mismos ojos. Ojos negros y profundos. Se dirfan azucenas de lo puros que son. Azucenas negras. Un mar de azucenas. Una mirada que forma como grandes olas negras. Su madre tenfa los mismos ojos. 5e vuelve de lado. Al cabo de unos minutos sc queda dormido, Ella vuelve a vestitse, Tiene hambre. Toma un poco de pan con mantequilla y un vaso de leche. Luego lee. Una hora. Tal yez dos horas. Se aburre. No sabe qué hacer. Podrfa salir, pero... :Adénde ir? :A pasear sola por ef pueblo? {Tomar un sendero y 58 dar un breve paseo? No le apetece. No se ve ha- ciendo eso. Cuando 1 se despierte, irén a cenar al restanrante dos estrellas del que le ha hablado. Ha caido la noche, fuera esté oscuro. Lee. Ef tiempo pasa. De pronto oye ruido en el pasillo. El abre Ia puerta de la cocina, Se ha vestido, lleva la Gnfa Roja en la mano, alarga la otra hacia la encimera, donde ha dejado las aves del coche, cn un cenicero, y entonces, de repente, ve la box tella de leche, Que no est guardada en la nevera, sino que se ha quedado abierta junto

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