44 Juan pe Dios Arras
dias; durante el dia deambulaba de calle en calle, divertia a los
transeintes, lanzaba dardos liticos a los notables del poblado, en-
fedaba en sus cantares los chistes del vecindario, surrungueaba sin
cesar. Era el iltimo parroquiano de la tima taberna que se ce-
rraba por la noche, y el primer cliente que se acercaba al estanco
para tomar “sus maftanias”:
De repente desaparecia. Con Ios humos de la iltima “tranca”
volvia a la lejana estancia, y el silencio parecia sepultar su re-
cuerdo. Ali, de nuevo, en contacto con la tierra ubérrima, traba-
jaba con el mismo tesén y la misma sencillez virgliana de todos
Jos labriegos santandereanos, Se saturaba de soledad, de silencio,
de las emanaciones sanas del surco; el azadén se movia con pres:
teza entre sus manos toscas de artista campesino, y el sudor em-
pepaba su maciza cabeza de Triptolemo, Cumplia con la santa mal-
dicién del trabajo. Ganaba su pan con la honradez tradicional de
nuestra raza.
Pero al cabo de varias lunas sentia la nostalgia de la bohemia.
Se endomingaba con la ristica ropa limpia;, se terciaba una mo-
chila y el tiple, y al pueblo “a templar”. Cada dia de juma co-
rrespondia a una semana de ausencia. Las beatas madrugadoras
topaban con a menudo en cualquier esquina, y raras veces esca-
ppaban a su estro epigramitico.
‘mprovisaba cuartetas con gran facilidad ¢ ingenio; el sén ele-
‘mental del bambuco, les marcaba el ritmo y el metro a las coplas
Cantaba por necesidad fisioldgica. Nunca se hacia rogar; dedicaba
sgenerosamente sus cascados arpegios a quienes quisieran escuchar-
Jo; y cuando ya el alcohol habia vencido su gran resistencia, mo-
nologaba como un Hamlet, en una intradueible y mon6tona ehie
chara,
Lo que hace verdaderamente tipica esta figura, es su irredueti-
ble consagracién al arte por el arte. Guillebando no necesitaba que
Jo levaran a una parranda, ni que las seforitas le soliitaran una
cancién, ni que le pagasen sus intervenciones musicales. No servia
ni para acompafar. El tiple era propio y no Jo cedia a nadie; sus
‘antos no eran aprendidos en victrolas, ni copiados de ningin can-
cionero; bastabanle algunos tragos para hacerlo caer en trance li-
ForkLorg SANTANDEREANO 1s
rico, y otros tragos, 0 algunos vasos de “aguapanela fuerte”, para
servile de combustible durante dias y dias, con sus respectivas
hoches, En tal estado de inspiracién, nunca le daba por insultar all
préjimo ni por armar camorra; cumplia su misiOn dionisiaca to-
‘ando y cantando, o tocando solamente las inmodificables tonadas
del bambuco, propicias al engarce de Ia copla octosflaba, la estro-
fa popular por excelencia, tan castiza y tan suficente para decir
en ella al sentir ingenuo del pueblo. :
Con la desaparicién de Guillebando, y de otras figuras tan of
inales como él, aunque de otra vena y estampa, tales el Petaqui
ta, el bobo Pedro, don Luis Castillo, npestro pueblo natal ha per-
{ido algo de lo mas auténtico y pintoresco, de aquello que dejé
fen las visiones de nuestra infancia un ambiente que hoy, al visitar
la tierruca, nos hace falta; y esa ausencia parece decirnos que ya
somos algo extraflo, porque junto con nuestros padres se han ido
muchas de las cosas y personas que enmatcaban los recuerdos gra-
tos de la alegre niiez.