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LA VIOLENCIA COLECTIVA A ESCENA 4LAVIOLENCIA COLECTIVA ENNUESTRO ‘TIEMPO ‘La violencia de la multitud: el disturbio «;Es hay frecuente la violencia colectiva? “ @EL ENFOQUE ACIENTIFICO DE LA ‘VIOLENCIA COLECTIVA: ‘THEORY sLa vision de algunas autoridades sobre la violencia + Los supuestos de la «teoria de la chusma» A RIFP-RAFF EL ESTUDIO EMPIRICO DE LA VIOLEN- CIA COLECTIVA “Estudios sobre los disturbios raciales de los afios 60 «Investigaciones de Ia teoria de la privaci6n relativa *Estudios basados en mate- Fial historico UN MARCO DE REFERENCIA GLOBAL: LA VIOLENCIA EN SEIS FASES «Proclividad estructural «Tension estructural *Surgimiento y difusién de una crcencia generalizada * Factor precipitante » Movi Tizacién de los participantes para la accién +Funcionamiento del 4ENFOQUE RACIONAL DE LA VIOLEN- CIA COLECTIVA, €VIOLENCIA CO! ‘SIMBOLICOS F trol social ASPECTOS: 172 Comportaniento colectvo y movimientos sociales LA VIOLENCIA COLECTIVA EN NUESTRO TIEMPO Un eminente escritor y pensador, Elias Canetti (1980), relata emocionado su participa- ci6n, cuando eta joven, en la multitud que el 15 de julio de 1927 asalté el Palacio de Justicia de Viena. Aquella mafiana, Canetti se indigné profundamente al leer el titular del periddico: «Una sentencia justa>. B] tribunal habia absuelto a los asesinos de varios obreros tiroteados dias atrs. La sentencia y, tal vez. atin més, el titular del periédico, que suponia un escarnio a cualquier sentimiento de justicia, provocé una irritacién terrible cen Ia clase obrera vienesa. Desde todos los barrios de Viena, los obreros se dirigieron espéntineamente al centro de la ciudad. En algin momento alguien grité: «Al Palacio de Justicia!», y se convirtié en una consigna aceptada pot todos los miembros de la multitud, sin demora ni planificacién de ningin tipo. Aunque la clase obrera era disci- plinada, ese dia actué sin lideres. Los obreros prendieron fuego al_ Palacio de Justicia, convertido ahora en simbolo de ta injusticia, que ardié por espacio de varias horas. Entonces la policfa empez6 a disparar contra la multitud matando a decenas de perso- nas, hasta que ésta se disolvié, La violencia de la multitud: el disturbio La descripeién de Canetti nos presenta de forma sucinta los elementos esenciales de la violencia colectiva. Nos referimos a la violencia desencadenada por una multitud, es decir, por una concentracién de personas que tiene un cardcter efimero y esponténeo, La violencia de este tipo que ha sido mas objeto de estudios es el disturbio (o perturbacion del orden pitblico), a lo cual ha contribuido la légica preocupacién que los responsables del orden han manifestado por el problema. Consideramos tres criterios, siguiendo a Goode (1992, 112), para definir un disturbio: 1) debe haber algin nivel de violencia y destruceién; 2) la accién debe ser Ilevada a cabo por un grupo relativamente grande de Personas y no por tunos pocos individuos (aunque no se define exactamente cudntos indi- viduos deben participar), y 3) la conducta debe ser (relativamente) espontéinea, emet- ‘gente. No debe ser calculada ni planificada 0, en todo caso, serlo minimamente. Los brotes de violencia espontineos deben diferenciarse de Ia violencia organizada, tanto de la que utiliza un movimiento como recurso de presién puntual (por ejemplo, el amotinamiento y la destruccién de las méquinas y de la propiedad en general era un recurso de! movimiento obrero en las primeras fases de la revoluci6n industrial), como de la violencia sistemética que emplea un movimiento revolucionario o la que es propia de un conflicto bélico. Ello no impide que entre ambos tipos de violencia pueda haber puntos de contacto. Por ejemplo, en medio de una guerra es posible que se den episo- dios de saqueo y motines en que se desarrollen formas esponténeas de violencia. Se han distinguido dos tipos de disturbios, tomando como criterio diferenciador que tengan o no fines especificos (Smith 1983). Los disturbios con fines especificos impli- can algun tipo de wcreencia legitimante», es decir, «anna creencia, actitud, sentimiento de varticipa- alacio de terrible ‘rigieron Palacio os de la adi Justicia, 3 horas, 2 perso- de la tud, es eo. La bacion asables endo a cia y de de s indi emer- 4a violencia colectiva a escena 173 agravio, ideologia o definicién de la situacién mantenida por los participantes en los disturbios que vincula directamente el disturbio con algunos problemas de la estructura social y justifica 0 explica su comportamiento, por lo menos ante si mismos» (Smith, 1983, 146). El asalto al Palacio de Justicia que nos describe Canetti nos podria servir de ejemplo. Los disturbios sin fines especificos no estan generalmente respaldados por ereencias legitimantes: «La protesta y reivindicacién de cambios sociales no son elementos signi- ficativos en la génesis de este tipo de disturbios, ni la finalidad de estos disturbios es conseguir cambios en las condiciones de vida de Ia gente» (ib.). Un ejemplo seria el vandalismo de los hooligans, una actividad sin fin especifico que proporciona placer por si misma y por el reconocimiento del grupo (Javaloy 1996). Puede establecerse otra tipologia de los disturbios segiin que estén originados por uno de los tres tipos de accién colectiva distinguidos por Tilly y otros (1975): competi- tiva, reactiva y proactiva. La accién competitiva, que refleja un conflicto entre diversos grupos locales generalmente en un érea limitada, por ejemplo, luchas entre grupos étni- cos, familias 0 clases sociales en una regidn. Este es el caso de los linchamientos en Estados Unidos, a fines del siglo XIX y principios del siglo XX, que expresaban la competitividad de la clase media blanca con la poblacién negra, intentando recuperar el control social que habjan perdido a causa del avance de los afroamericanos. La accion rreactiva supone un conflicto entre un sector de la poblacién y los dirigentes politicos, como ocurte en los estallidos de violencia surgidos como reaccién contra los nuevos impuestos (por ejemplo, las protestas contra la qpoll-tax» en el Reino Unido). La accién ‘Proactiva pretende conseguir recursos materiales, derechos © poder, como sucedié con los disturbios raciales de los afios 60, en que la poblacién negra reclamaba igualdad de derechos y oportunidades. A pesar‘de Ia importancia y de las consecuencias que puede tener la violencia colee- tiva, hay pocas investigaciones que analicen por qué los conflictos sociales pacificos se ‘vuelven violentos (Rossel 1999). Parte de la dificultad del problema reside en que los mismos factores que ayudan a explicar la conducta violenta también se aplican a la protesta en general. Pero es obligado que antes nos preguntemos si la violencia colect ‘va de la sociedad contempordnea es més o menos frecuente que en otras épocas. Es hoy frecuente la violencia colectiva? Si miramos hacia el pasado, podemos observar que la mayor parte de las formas tradi- cionales de accién colectiva tenian relacién con la violencia, o bien con la amenaza de violencia, como ha destacado Tarrow (1994, 184). Afiade este autor que ello se debe a que la violencia era la forma de accidn colectiva mas facil de iniciar por parte de grupos ‘pequeilos o con eseaso poder, pues no requeria un gran despliegue de recursos y basta- ban medios primitivos: «Quienes fomentan la violencia no necesitan mas que ladrillos, bates de béisbol o cadenas, el ruido de ventanas rompiéndose, el crujido de las porras 174. Comportamienta cofectivo y movinientos sociales iol LOS ANGELES 92: UN NUEVO TIPO DE DISTURBIO B13 de mayo de 1991 un grape de policias blaneos detie- ne por exceso de velocidad a Rodney King, un conductor negro de Los Angeles, Inmediatamente después, cuatro de ellos lo apalean mientns otros once poicias miran et tinehamiento sin intervenit, Bl incidente grabado por un videoaficionado es eritido por television provocando wn Fier senfimiento general de indignacin. Meses mis tarde, e129 de abil de 1992, un jurado compuesto mayo- ritaiamente por blancos declara inocentes los policias, ‘ye que conskleran que se babian visto en la emecesidad de inilizar Ia fuerza ante un sospochoso presuntamente pei foso». Insiantes después miles de j6venes negios se ‘manifiestan en la calle, slacan a personas de otras etnias ¥y saquean e incendian esiablecimientos y edificios. Los incidentes fueron especialmente intensos las noches del 29 y 30 de abril, El de mayo Ios incdentes se habian extendido @ olras trece ciudades norteamericanas. Finalmente el 4 de mayo ls autoridades dieron por Tizado ef disturb, Para controlar tayo que intervenitet sjereito y, cuando fnalmesto lo logrd, el balance fue de ras de 50. muertos, 1200 hheridos, 5600 detenidos y 115.000 millones en pds materiales (Tiemey, 1994; BI Pais, 25-92), El disturbio de Los Angeles he sido considerado vel ins grave episodio de violencia colectiva racial ocurrido ten Estados Unidos en el siglo XX. Quien afirma fo ante Fior es Kathleen Tierney (1994, 149), profesora de la Universidad de Delaware, autora de un documeniado csludio que tomarnos come referente de esta exposicién. Fanal que en el caso de fos mitines racials de la década de los sesenta, e} disturbio fue iniiado por residentes focales dentro de la comunidad minoritaria, y el saqueo © incendio de establecimientos de negocios fue la mayor forma de dalito conta la propiesnd |A pesar dé estas similitudes eon otros matines, el episodio de Los Angeles de 1992 eonstitaye une mova forma més compleja de violencia colectiva racial Mientras en el pasado tales estallidos podian ser tipi ‘mente analizados en términos de rlaciones entre miem- fos de la sociedad blanca dominante y miembros de fotras minorias éinicas (genetalmente de afeoamercs nos), el disturbio de Los Angeles implica enfrentanien- fos entre varios grupos: negrs y blancos, negyos ticos, latinos y negros, latinos y asifficos. Mas cconcretament, Tiemey seala dos caractersticas dis fivas: 1) el daffo selectivo alos negocios propiedad de eoreanos —el 34 por cieato de los establecimientos faquendos eran suyos, porcentaje que sube hasta cl 46, jor ciento si consideramos los locales. completamente ‘estridos—, y 2) la amplia participacién en el disturbio ide miembros de grupos mineritarios que no eran afroa- Imerieanos. Aungue la mayoria de los actos viclentos Freron iniiedos por afroamerieanos en barrios predomi rnantemente negros, los disturbios, a diferencia de otros casos del pasado, traspasaron sus fronteras. Los pa Dantes, como mostraron fos mass media, eran de difo- Fentes grupos étnicos. Asi, 14 de las $1 persons asesi- faadas eran latinos, y de 10s 5.600 detenidos, ‘prorimedanvente la oitad también Io eran. No fue, por tito, una reyuelta negra (black io) sino una revuelta do ‘minorias (minority riot) (Tierney, id. 156). ‘Diversos cambios ocurrides en Estados Unidos spas de Ia década de los 60 explican la apaticién de testa nueva forma de dsturbio: ls cambios demogréficos (erivedos del ineremento de la inmigracibn), 1a compe tilivied interétnia, el elevado indice de pobreza dealau~ 1 zonas y la disminuein de la inversion en programas sociales de asistencia (dl. 157) abatiéndose sobre la cabeza de Ins victimes y la solidaridad del grupo» (id.). Ello contrasta con las dificultades de organizacién y coordinacién, por ejemplo, que han de superarse para realizar una manifestaci6n pacifica (plan de accién, propaganda, pancar- tas, cuerpo de seguridad preparado, orador habil, permiso de las autoridades). ELE LAR La violencia eulectiva a escent VIS Los estudios histéricos sobre la violencia colectiva en otras épocas han servido para confirmar lo anterior. Asi, una investigacién de Tilly (1993) ha constatado que mientras que'en pleno siglo XVIII eran frecuentes las revueltas violentas, incluyendo Ia quema de propiedades, un siglo después, las peticiones escritas y las manifestaciones eran las formas de accién colectiva que predominaban. Nos encontramos pues ante e! hecho de que la violencia se ha hecho mas infrecuen- te en las democracias comtempordneas que otras formas colectivas de accion (Tarrow 1994, 185), a lo que ha contribuido la tolerancia del estado hacia la accién colectiva pacifica y también la elevacién de los costes de Ia violencia para los que In practican Muchos participitantes se asustan ante la violencia y abandonan el grupo cuando ésta surge; pueden perderse también aliados y simpatizantes, pero, sobre todo, la notable ccapacidad represiva del estado modemo ejerce un fuerte poder de disuasién Lo dicho no impide constatar que en nuestros dias siguen ocurriendo brotes esponti- neos de violencia colectiva (véase Cuadro 6.1) y que ésta contintia siendo la manifesta- cién més extrema de accidn colectiva y la que més repercusién inmediata tiene. En su alta visibilidad influye tanto Ia amplitud que le dedican los medios de comunicacién ‘como la reaccién pibliea de los responsables politicos. | EL ENFOQUE ACIENTIFICO DE LA VIOLENCIA COLECTIVA: LA RIFF-RAFF THEORY La riff-raff theory, 0 teorfa de la chusma, corresponde a una concepeién popular sobte el origen de la violencia colectiva, segiin la cual la accién violenta estaria protagoniza- da por individuos que ocupan las posiciones més bajas en la escala social y que a menu- do son calificados como «indeseables». Esta forma de pensar es una muestra evidente del justamente desacteditado peto influyente enfoque patolégico de! comportamiento ad | colectivo. Las acusaciones vertidas contra Le Bon (falta de cientificidad, sesgo conser- ficos | vador, psicologismo ¢ itracionalidad) se encuentran, de forma emblemética, en esta ape todavia extendida concepcién. Pero aunque desde un punto de vista cientifico la riffraff ae | theory carezca de interés, debe ser analizada porque continia siendo muy influyente = tanto a nivel popular como, incluso, entre representantes del orden y algunos escritores y periodistas, En esta linea se sittia Hoffer (1951), por ejemplo, cuando sugiere que quienes se enrolan en movimientos extremistas y en acciones violentas son personas sin formacién ni habilidades personales, individuos que podrian ser calificados de «perdedores» que Ello tratan de escapar de ala futilidad de una vida arruinada». La accién colectiva represen- an de tarfa para ellos una oportunidad de olvidar su fracaso personal, sumergiéndose en un scar- movimiento, y tratando de minar los cimientos de un sistema al gue no han sabido adap- ‘arse. 176 Comportamiento colectivo » muvimientas sociales La vision de algunas autoridades sobre la violencia La perspectiva que comentamos result atractiva para las autoridades nortesamericanas {que trataban de encontrar una explicacién politicamente aceptable de los motines racia- fes de los aios 60. De forma unilateral e inequivocamente conservadora, culparon con frecuencia exclusivamente a las personas tanto de sus propios males como de los des6r- denes que promovian. Esta concepeién inspité las conclusiones del informe oficial de ta Comisién McCone que investig6 los disturbios de Watts en 1965 (véase Blauner 1966). Dicho informe sostenia que los desérdenes habfan sido estallidos de violencia sin ningtin sentido 0 contenido politico. La raiz de Ia violencia estaba no en las condiciones de pobreza y discriminacién del gueto negro sino en las insuficiencias personales de algu- hos emigrados recientes. Ademés, afirmaba que los disturbios habian sido provocados por una minorfa marginal y no representativa. E] informe sobre los desérdenes de Watts constituye un buen ejemplo de Ia influen- cia de la ideologfa, en este caso conservadora, en la percepeién sesgada de a violencia: los motines raciales eran obra de minorias compuestas por marginados sociales, es deci, por gente sin cultura, desempleada e inadaptada socialmente, y por criminales. Por todo | ello, la solucion que proponia el informe era elevar el nivel cultural de la wehusmar, promoviendo en ellos una motivacion de éxito y de ascenso en la escala social. Los supuestos de la «teoria de la chusma» Diversos estudios empiricos han desealificado las presunciones de ta rif-raff theory. | Uno de los mis completos fue el Ilevado a cabo por Caplan y Page (1968), que analiz6 Jas caracteristicas de los activistas que tomaron parte en los disturbios raciales de Detroit y Newark. Un fin de los autores era confirmar 0 no tres conocidos supuestos de esta concepeion: 1, Habra mas desempleados entre los activistas que entre los no activistas. La dife- rencia entre los porcentajes de desempleo en ambos grupos no era significativa y ELE tampoco se diferenciaban los dos grupos por su nivel de ingresos. Se observ6, ademés, que los activistas poseian un nivel educativo significativamente mis elevado que los no participantes en los desérdenes. 2. Los activistas urbanos procederén en mayor proporcién de capas de inmigrantes no integrados. Los que no habfan sabido adaptarse a los complejos problemas de la vida urbana y habian carecido de redes de apoyo social podian haberse visto abocados no slo a la frustracién y a la marginalidad, sino también a la participa cién en disturbios raciales. Frente a estas suposiciones, los hechos: en los distur- bios citados, la proporcién de inmigrantes era menor entre los participantes en la revuelta que en la poblacién general mmericanas ines raci paron con los desor- ‘cial de la rer 1966). vin ningén ciones de 3 de algu. ‘ovocados a influen- violencia 1 es decir, Por todo shusma», L F theory. = analizé e Detroit 3 de esta igrantes emas de ¥8e visto anticipa- 3 distur- esenla La violencia colectiv a esvena 177 3. Los participantes en desérdenes serin en mayor proporcién inadaptados sociales, Caplan y Paige tomaron en consideracién indices de inadaptaciOn social tales como la alienacién (considerando «alienados» a aquellos que participaban menos en las actividades y relaciones sociales de la comunidad negra) y la pertenencia a ‘chogares destruidos» (teniendo en cuenta la ausericia del padre en la infancia). En ambos casos la correlacién era negativa, es decir, que los activistas eran en mayor proporcién individuos adaptados socialmente. El resultado del estudio fue pues que ninguno de los tres supuestos investigados se ‘cumplieron. Otras dos presunciones de esta concepcién popular afirman que los acti tas son criminales en una mayor proporeién (que los no activistas) y que los activistas reptesentaban tin porcentaje muy pequeiio de las comunidades negras en que se produ- {jeron los disturbias. Aunque en el informe de Ia Comisién de Desérdenes Civiles pudo verse que més del 50 por ciento de los detenidos tenia en su haber antecedentes erimi- nales, un andlisis mas detallado evidencié que esta proporcién no resultaba mayor en los no activistas varones de los guetos (Perry y Pugh 1978). En cuanto al porcentaje de participantes, no se poseen datos exactos pero se sabe que fue una minoria notable que Fogelson (1971) ha cifrado entre el 11 y el 15 por ciento. Los diferentes anélisis confirmaron pues que la concepeién riff-raff se basa tinica- mente en el prejuicio y né-Fesiste prueba empirica alguna. Entre los participantes en disturbios no hay més pobres, ni mAs inmigrantes, ni mAs inadaptados sociales, ni mas criminales que entre los no participantes. Tampoco es cierta la pretensién de que los participantes son una exigua minoria’ El trasfondo ideol6gico de esta visin —con frecuencia compartida por las autoridades y difundida por los medios de comunica- cién— queda pues al descubierto. Se culpa unilateralmente al activista y se absuelve a | autoridad. Nos hallamos ante un claro ejemplo del ya conocido error fundamental de atribucién. EL ESTUDIO EMPIRICO DE LA VIOLENCIA COLECTIVA El linchamiento, es decir, el asesinato de forma cruel perpetrado por un grupo de ciuda- danos con el apoyo de la poblacién, constituye una de las expresiones mas extremas de violencia colectiva y también una de sus primeras formas estudiadas a nivel empirico. La gravedad que continuaba teniendo el problema de los linchamientos en Estados Unidos en pleno siglo XX hizo que tanto la autoridad como algunas entidades privadas promovieran, durante los afios 30, la realizacién de un buen niimero de informes que trataban de describir sisteméticamente los hechos, inquirir sus causas y proponer solu- ciones (Véase Cuadro 6.2) Desde aquella época, la violencia colectiva ha sido objeto de estudios diversos entre los que destacaremos tres tipos de trabajos de indole muy diversa: los que se empren- 178, Comportanientocotectvo y movinientor soctates En una ealurosa noche de junio de 1998, en el pueblo de Jasper en Texas, James Byrd, un hombre negro de 43 ‘aos, fue apaleado por tres hombres blancos, atado por et tobillo a le parte trasera do wna camionotay arastrado por Ia caretera. Su everpo desollado y decapitado fue encon- trado@ Jo largo de Ia calzada. Para que no buiiera dudas sobre al motivo del asesinaio, en un fitimo acto de barbs tle, le pitaron fa eara de negro. ste hecho hizo reapare- cet el viejo problems social de fos linehamientos y el recuerdo de una vergonzosa historia que parecia haber desaparecido para siempre EI mina linchamiento, que no tuvo en su origen las connotaciones de violencia salvaje y arbitraria que posce actualmente, deriva del nombre del coronel Charles Lyneh y su aetuacién en Virginia durante la guerra de la Independencia norteamericana. Debido a que el tribunal _mis priximo se encontrabs a 300 kikmettos, Lynch auto- ad a sus sepuidores a establecer sus propiostibunales y castignr a los transgresores. Camo sefiala Brown (1965, 769), a ley Lynch fue en sus orfgenes una justia ext legal relativamente benigna, administrada por los hombres desiacads de la comunidad para remediar las insufciencias de los tribunalesciviles. A pair de 1890 et Tinchamieato se convintié en un método sanguinario para ESTUDIOS SOBRE LINCHAMIENTOS tener a raya als poblacn negra, recientemente emanc pda, del Sur de Estados Unidos. Después de 1900 et ‘nimero de linchanientos decrecié Fueriemente debide, cenparte, ala influencia de Ia opin piblica yal fortale- cimiento dela ley. Asf, se pasb de 1875 personas lincha- clas en Ia siltima déceda del siglo XIX a «s6lov 127 linchamientos en la década de 1930, ‘Los erimenes que se atribuien a los individuos lincha- ds eran diversos, aunque la mayotia de las acusaciones ccaecian de fundamento. Las eausas dela mayor parte de Tos 4686 linchamieatos dacumentades por ol Department ‘of Records and Research of Tuskegee Institue, desde el aio 1882 al 1938, fueron: el homicidio (41 por ciento); ‘violaciéa (19 por ciento);intento de violacién (6 por puspurs, Figura 6.1 Privacién relativa y «curva J» de la revolucién (Basado en Davies 1969, 691) SERIE La violencia colectva a escent 181 De forma similar, Gurr (1970, 13) apunté que «el deseontento surgido por la percep- cién de privacién relativa es la condicién bisica que incita a los participantes a la violen- cia colectiva», definiendo la privacién como la discrepancia percibida entre el valor real de lo que se tiene y el valor de lo que se esperaba tener (1970, 64), Bl valor real lo midi6 con indicadores objetivos tales como el descenso en la produccién, el incremento de impuestos o la pérdida de estatus, mientras que el valor esperado fue medido teniendo en cuenta variables como la exposicién a nuevas crcencias sobre Jo que al grupo le corresponde tener y el conocimiento acerca de las ganancias de otros grupos. Segiin esta versién de la privacién relativa, la pobreza severa y la impotencia extre- ma conducen a la apatia y Ia desesperanza. Las personas que se encuentran en dicha situacién dificilmente encabezardn una accién colectiva. Por el contrario, cuando su situacién econémica y politica mejora, sus expectativas se elevan, y, si éstas no se mate~ rializan suficientemente, puede Hegar a producirse una frustracién intolerable, aun cuan- do su situacién sea mejor que en el pasado, Un buen ejemplo de ello son las revueltas ocurtidas en los guetos negros norteamericanos durante la década de 1960. Los distur- bios, més que a la desesperanza, se debieron a que sus expectativas crecientes no se convirtieron en realidad (Geschwender 1964; Abeles 1976). La poblacién aftoamerica- na crefa que su situacién mejoraria mucho en un futuro inmediato, Los primeros éxitos obtenidos por el movimiento de derechos civiles y las promesas del presidente Kennedy Jes habian elevado sus expectativas y esperaban mejorar su nivel de vida. Pero la mejo- ria efectiva fue muy poca. Ello condujo a que se intensificara el sentimiento de priva- cidn relativa, Io cual se tradujo en revueltas en los barrios negros y al surgimiento del movimiento del Poder Negro, Los trabajos de Davies y Gurr promovieron notablemente en los aiios 70 la investi- gacion empirica del comportamiento colectivo, tan escasa en aquella época, y recibieron cierto grado de confirmacién. Asi, Feierabend, Feietabend y Nesbold (1973) observa- ron, en su estudio comparativo sobre la violencia en 84 paises, que a los indices eleva- dos de privacién relativa correspondian diversos grados de desorden politico. Sin embargo, dichos autores, notaron que el desorden estaba igualmente relacionado con ‘otras variables, como el indice rapido de modernizacién, el grado de coercién del régi- men y la existencia de grupos minoritarios fuertes. Las causas de violencia colectiva que se identificaron eran pues notablemente diversas y ello oscurccia e! valor de la prueba. Se ha censurado que la teoria de la privacién relativa haya usado datos objetivos, como indices de empleo, para inferir de ellos el estado psicologico de privacién relativa (Marx y Wood 1975, 378) y también que las comparaciones se hacen entre individuos, cuando deberia haberse tenido en cuenta més bien la comparacién a nivel colectivo (como dijimos, en el Capitulo 4, que ocurria en la privacién fraternal). Desde el punto de vista psicosocial, puede verse en la teoria de Ia privacién relativa ‘una formulacién particular de hipétesis de le agresién por frustracién (Dollard y otros 1939), pero est demostrado que la frustracién puede producir, en lugar de agresién, reacciones de tipo pasivo como sentimientos de dependencia y resignacién 0 trastornos 182 Comportuniento colectivo y movinentos sociales psicosomiticos (Bandura 1973). La investigacién experimental ha demostrado que la reaccién agresiva es més probable que ocurra cuando se dan dos condiciones: a) la frus- tracién es inesperada, o conttaria a las expectativas (Dengerink y Myers 1977), lo cual va a favor de la teoria comentada, y b) la frustracién es arbitraria o injustificada (Burstein y Worche! 1962), lo cual destaca la importancia del concepto de justicia que tiene el sujeto frustrado, La teoria de de la privacién relativa, ha notado Giddens (1989, 651), «es ttl para la comprensién de las conexiones entre las revoluciones y el desarrollo econémico y social modemo. La influencia de los ideales de progreso, junto con las expectativas de ereci- miento econdmico, tienden a indueir esperanzas crecientes que, si se frustran entonces, depiertan la protestan. Sin embargo, el descontento producido por la privacién relativa es insuficiente para explicar la violencia ya que deben tenerse en cuenta otros factores, ‘como la organizacién del grupo, los recursos de que se dispone y Ia oportunidad politi- ca (Tilly 1978, 1-10). Estudios basados en material histérico Los anilisis del historiador Rude (1959, 1964), que estudié los estallidos de violencia en la Europa de 1730-1848, enfatizaron la relacidn entre éstos y ciertas condiciones objeti- vas (privacién absohita) de déficit en la forma de vida, considerando que las revueltas no eran algo caético e irracional, como crefan muchos en su época. En una Europa eminentemente agricola, las revueltas y protestas coincidlian casi exactamente con los aiios de malas cosechas y escasez. La multitud se rebelaba por motivos precisos (funda- mentalmente, el precio del pan y el hambre) y rara vez participaba en ataques indiscri minados a las propiedades o a las personas. (Otro prejuicio de su tiempo que Rudé deshizo tiene relacién con la teorfa riff raff los que se rebelaban no eran vagabundos ni delincuentes sino trabajadores de todo tipo de ficios, con empleo o parados. Ademés, el porcentaje de analfabetos que participaba en los disturbios, aunque variable, era muy bajo para aquella época, Por ejemplo, «los pati- sinos que asaltaron la Bastilla y las Tullerias, descritos por Taine como asesinos, vaga- bundos, bandidos y extranjeros, se acepta ahora bastante generalmente que eran tipicos artesanos, pequefios patronos y trabajadores de los suburbios de Paris y que por lo comin tenfan domicilio fijo y una ocupacién estable» (Rudé 1964, 28). Por tanto, «la naturale- de los disturbios y de las actividades de la multitud esta intimamente vinculada a la \uacién (social, ocupacional, etc.) de aquellos que tomaron parte en ellos» (fd. 201). Uno de los intentos mas serios de analizar la protesta politica, la violencia colectiva y las revoluciones es la obra de Tilly (1974, 1978, 1993). Sus trabajos sociohistoricos han tenido un papel pionero en cl érea de la accién colectiva. En ellos, fundamental- mente, ha analizado huelgas, episodios de violencia y protestas en Francia (de 1830 4 1968 identified 2000 episodios violentos) y Gran Bretafia (de 1758 a 1834 recopilé 8000 episodios de confrontacién). Las noticias de los periédicos han sido su principal fuente ue la frus- » cual ‘eada aque sala ocial reci- ces, ativa ores, oliti- ate a violencia colectiva a eseea 183 de datos, y también el material de archivos. Debemos tener presente que los episodios violentos estén mejor documentados que las acciones no violentas, lo cual hace que la validez y la representatividad del trabajo de Tilly se considere relativamente alta en el caso de eventos violentos (Rucht y Ohlemacher 1992, 83). Estudiando las protestas urbanas, Tilly (1974) ha refutado la hipdresis de fa desor~ ‘ganizacién (derivada de la teoria rif-raf}), la cual sostiene que el ripido desarrollo urba- no, y la desorganizacién social consiguiente, hace que aquellos que no estin integrados en la sociedad (pobres, emigrantes recientes, los que no pertenecen a organizaciones secundarias, ete), es mis probable que se impliquen en las protestas. En base a materi- al histérico de la Francia de los siglos XIX y XX, muestra eémo los perfodos de ripido crecimiento de las ciudades francesas no se han correspondido con épocas de turbulen- cia politica. Argumenta que ello es debido a que la protesta politica requiere oryaniza~ cién y ésta a su vez necesita un tiempo: por ello, los recién legados a.Ia ciudad todav no estén suficientemente organizados para desafiar al orden social. En cambio, Tilly pudo comprobar que en las ciudades grandes se producen mis protestas porque las personas se hallan més organizadas. Tuvo especial interés el descubrimiento de Tilly (1987, 177) de que, en la historia europea modema, las autoridades inician la violencia en episodios de accién colectiva que transcurrian pacificamente, Los agentes del orden son también responsables de la mayoria de muertos y heridos; mientras que los grupos que ellos intentan controlar causan un mayor niimero de dafios a las cosas o a las propiedades. En un estudio reciente, Tilly (1993) ha realizado un estudio sobre los estllidos revo~ lucionarios en Europa durante los iltimos 500 aos. El autor distingue dos componen- tes en la revolucién: Ia situacién revolucionaria y el resultado revolucionario. Para provocar una situacién revolucionaria deben converger tres causas: dos o mis conten- dientes tienen aspiraciones incompatibles entre si; una parte importante de la poblacién apoya dichas aspiraciones y no hay capacidad en el gobierno para solucionar el proble- ma (Tilly 1993, 27, 33). ‘Otros estudios histéricos de interés fueron Hevadas a cabo por Gamson (1975), quien analizé una muestra de 53 grupos reformistas y revolucionarios escogidos al azar en Estados Unidos entre 1800 y 1945 para estudiar la efectividad de la violencia. Ocho de ellos habfan utilizado la violencia activamente, estendo siempre dispuestos a recurtir a ella. De estos ocho grupos, seis obtuvieron ventajas con su actuacidn, y cinco de los seis egaron posteriormente a ser aceptados dentro del sistema social establecido. En cambio, siete (de los 53) grupos fueron vietimas pasivas de la violencia y todos ellos resultaron siempre perjudicados. Una de las conclusiones mds interesantes fue que la violencia es una estrategia particularmente itil en el caso de grupos de objetivos limitados, no revo- lucionarios. Diez de los 53 grupos de la muestra utilizaron otras téeticas coactivas (sin violencia fisica), como huelgas, boicots y diversas técticas para poner en dificultades a sus adversarios. De ellos, ocho consiguieron ventajas y aceptacién. El poreentaje de su éxito es el doble del logrado por los grupos que evitaron utilizar tales técticas. Si un 184. Coinporsumienta colectiva y movinientos sociales ‘grupo pretende aleanzar influencia politica, tendra més posibilidades si se organiza en tuna gran entidad centralizada y esté dispuesto a actuar de forma violenta. UN MARCO DE REFERENCIA GLOBAL: LA VIOLENCIA EN SEIS FASES Como ya sefialamos anteriormente (Capitulo. 4), la teoria de Smelser (1962) puede servir de marco de referencia global para describir y analizar una variedad de factores (cstructurales, ideolégicos, politicos, ete.), implicados en Ia secuencia del comporta- mmiento coleetivo, que han demostrado revestir una importancia significativa en la inves- tigacién. Aun ctiando no se den siempre todos estos factores y por el orden que Smelser dice, creemos que la claridad y carécter comprensivo de su exposicién la hace muy util para expresar lo que podrlamos llamar una especie de «modelo ideal» de! complejo proceso de la violencia colectiva. En el Cuadro 6.3 puede verse una aplicaciGn de este modelo a los desérdenes raciales de El Ejido (Almeria), ocurridos en el 2000. A continuacién, vamos a realizar un recorrido por las seis etapas distinguidas por Smelser (1962) para analizar el proceso de emergencia y consumacién de la violencia colectiva (0 estallido hostil, en términos del autor), Proclividad estructural Diversos aspectos de Ia conductividad estructural facilitan el estallido hosti: a) La existencia de dos o més grupos opuestos, sobre todo si entre ellos hay fuertes 7 desequilibrios. En estos casos se tiende a atribuir la responsabilidad de los proble- mas al otro grupo. Esta atribucién, acompafiada frecuentemente por estereotipos y prejuicios, contribuye a dividir ain més la sociedad en grupos opuestos. Si la situa- cién llega al extremo de despersonalizar al adversario, la violencia sera mas proba- ble debido a la distninucién de las inhibiciones que conlleva la despersonalizacién, by La presencia 0 ausencia de canales para la expresién del descontento, Si las perso- has no pueden expresar sus quejas por medios distintos de Ia hostilidad, es més probable que las personas que se sienten agraviadas participen en actos de violen- cia eolectiva, Esta idea es ampliamente respaldada por Tilly (1978) y Oberschall (1993), entre otros. Por ejemplo, éste ultimo llega a la conclusién de que «los mani- festantes usan medios violentos solamente después de haber intentado otros medios no violentos para pedir compensaciones para sus reivindicaciones» (p. 177). c) La posibilidad de comunicacién entre los agraviados. La existencia de un medio de comunicacién adecuado para la difusién de una creencia hostil y la moviliza- cién para la accién colectiva es fundamental, Por una parte, favorece la construe- ee eee nuede stores >orta- relser y itil plejo 8 por encia tertes oble- 208 y situa ‘oba- cién, cue La violencia colectiva a escena 185 cién de una identidad comin, y por otra, facilita la coordinacién de acciones coneretas. 4) Siexisten antecedentes de violencia o, ain més, si existe una tradicién cultural de uso de la violencia, es més probable que ésta vuelva a darse. (ania enn ane EL EJIDO 2000: LA VIOLENCIA PASO A PASO En la localidad almeriense de El Bjido, el cinco de febre- 2. Tensién estructural ode 2000, estall6 el considerado mayor brote de violen- Todo ello conduce a un clima de tensién que va cia racists que ha tenido lugar en la Espafia democritica. __jncrementindase con cada mueyo coniicto entre Cientos de ejidenses atacaron durante varios dias a os nativos e inmigrantes. En los informes anuales de inmigrantes magrebies y a sus propiedades, Muchos de $0 Racisma podemos ver que estos son frecuen= ellos tuyieron que refugiarse en el monte sin comida ni tes. Por ejemplo, en el Informe anual de 1998 sobre ‘agua, y unas 700 personas se quederon sin techo al ser ef racismo an el Eslado Espaifol encontramos destrozadas sus viviendas. Aplicaremos el esquema de episodios como: «Un mertogui recibe 20 perdigo- ‘Smelser para describir y analiza el caso. ‘nazos cuando ilealaba comprar tabaco en un bar, amiaatotded exructural ‘cGravesincidentes racists en El Bjido, tns el HI Bjdo cr un pucblo de 50.000 hnbtantes donde se _‘linchamniento de. dos tmabojadores magrebles»; ‘Stina quel ienigantes ens gran mayoriaimagre. __«Deouncia ante juzgado que una eafteria le cobra bes, constinayen entre un 20 por ciento y un 30 por st tiple por ser argetino». ity do pobecibn coon Ue di lu specton “Un elemento clave es el decive del lamado tndsrlevanes esa sopreacion que sfren los iami-_milagro agricola que tuvo su despegue co les seten- frnies En el niceo rbaao no sees algilan isos _'@Desde mediados de los noventa, muchas fain ‘han de vivir en los cortijos cerca de los invernsderos, de agricultores han empezado a tener problemas ‘donde malviven hacinades en condiciones deplorables __—_-ceoF%micos. Los costes de los cultivos se multipli- Dagando precios desorbtados, Como denuncia 90 Y pam aumentar la producein hay que emplisr Midtines Veiga (998, 123) «Se tata de chaboles la superficie invernada, el nimero de tabajadores 7 ‘enmascaradas en donde los inmnigrantes viven cerca de [as horas trabajadas. Todo ello conduce a una sobre- ‘los invemaderos, a veces rodeados de cerdos 0 cabras. explotacion, no slo de los inmig sino Aunque otras veces las condiciones de habitabilidad también de las familias propietarias y de la tierra, ‘son mejores, la ‘colocacin’ de los inmigrantes fuera ‘(08 nervios y la inseguridad han ido cundiendo dea cluded responde a una poica explicta de las e0 It pobacign provocando wn mmento dea tuoridades munioipaes que favorecen este sintoma tension (Izquierdo y otros 2000), de discriminacién», La asociacién Almeria Acoge En la mayoria de situaciones las pefsonas actian, denuncis que cere el 70 por cinta de os nmiga._sigvendo Tas normas igualitarias que prevalecea tes que bay en Almera vive desperdigado por el actubmente en In sociedad, pero bajo condiciones ‘amo, en lugares no arondcfonados como corgjos ode est; cuando la gente est excitad emocional Shieccnes eno nis de440.6mettosyel48 porcien. mente, rlornan las viejas formas de intraccin yas tons dens agua ai hz Ademis, sles niogela entre. Pensions ienden a comportacse de manera dscini- daa toda una sre de locales piblicos (bres, dscote- aloe y racist. Bs lo que Rogers y Pretice-Dunn acai.) (1981) denominan racismo regresivo. 186 Comportamienta colectivo y moviniestos sociales ——_ 4. Surgimiento y difusién de una crocncia genevalizada [La sogregacién es, en parte, producto del deseonoci- mento y prejuicios entre natives e inmigrantes (el coleativo magrebi es el que despierta mis prejuicios entre los espioles, como insistenternenterecopen les cnevestas del C1S), pero simultineamente refverza el ddesconocimiento la desconfianza entre los grupos, y se enira en un elreulo vicioso. En esleclina ha ido surgiendo una serie de ereen- cis que culpan a los inmigrantes de crear problemas en el pueblo y que ha conducido a idetificar «moro» bon problema, Las acusaciones van desde el asesinato y el robo (existe In pereepoién de que los magrebies fon responsables del 90 por ciento de los deitos, !nungue ls informes policiales so les atibuyen el 30 Por eiento de los deitos; porcentaje que correspond bon st peso domogriiea) hasta hechos mds tiviales ceomo no guaedar Ia cola on los establesimientos 0 no coder el asionto a ls ancianaso alas embarezadas, ‘Otras ncusaciones: manosenn Ios alimentos de los cestanes, se hacinan on los pisos de alquiler, elborotan alas custo de la maane al levanterse en tropel para cud al-inversadero, no limpia le casa, se lavan poco, rezan con efnticos horas extrafias, dirigen ‘eslos obscenos a las mujeres o las miran con lasci= via. En suma, son impertinentes, chulos, agresives, canalos» (Martinez Veiga 1998, 123). 4, Factor preciptante El factor desencadenante de Ia violencia coletiva en teste caso fie al asesinato de una joven ejidense por parte do un inmigrente magrebi perturbado mental, después de que dos agrcultores fueran muertos ‘or un inmigrante tras una discusién ‘Solo si Ins res fasesanterioves estin wactivadasy, tun uceso como el mencionado pucde definirse como ‘up problema intergrupal en lugar de un tema interper~ sonal Tensi6n estructural 5 (Continuacién) Movillcacin de los participantes para la accién ‘Tras loe funerals, cientos de personas, muchas de cllasarmadas con barra de hiero, patos y piedas, arremetiewon contra fos inmigrantes y destruyeson sus propiedades (viviendas, coches, esiablecimien- tos comerciales). Aunque no hub Hideres formales, los gritos y consignas de los nds actives sivieron como guia orientadora de Ia accin. La violencia fe selectiva, contréndose en los inmigranies y en los «amigos» de estes, como In ONG Al-meria Acage, la Foderacién de Mujeres Progresisis, alunos perio distas, o el mismo Subdelegado del Gobiero en ‘Almeria'a quien acusaban de sr el aque fina pape= Jes alos moras» En esta sitacién aument la slien- cia de Ia identidad social estableciéndose una clara separacién entre emosotros» y ellos», aumentado la estigmatizacién del exogrupo y el sentimiento de legitimided de las acciones del endogrupo. Conwol social {La actuacin policial fue précticamenteinexistente, hecho que facilité fa difsion de los incidentes. ‘Salvo alguna excepeién, no se actué para impedir el ataque y saqueo de las propiedades de los ini ‘grantes, incluso elgunos establecimientas suftieroa ‘varios ataques. Hasta el lunes 7 de febrero, dos dias después de que empezaran los disturbios y tas Ia fuerte critica de diversos partidos politicos y orga- nizaciones sociales 4 la pasivided policil, no se realizaron las primeras 11 detenciones de vecinos de El Fjido, con la excepcidin de un magrebi deteni- «do el domingo por intenlaragredit a un poicia. En cuanto a la prevencién, como denuncie el Centro de Estudias y Docimentacién sobre racisma _y xenofobia (Mugak, n. 11, abril de 2000), no ha ‘cistido ninguna politiea de inmigracién que se ‘preocupe por laa necesidades educativas,sanitarias, de vivienda, eco, tc. Su Fa ste tension estructural cuando diversos elementos de un sistema estén, de algin modo, desarticulados entre si. Las crisis econdmicas, los conflictos de intereses, la privacién abso- a, real 0 amenazada, la escisién de la sociedad en diversas etnias, el conflicto lta o rel La violencia culectiva w escena 187 Ba entre valores y normas, la ambigtiedad y la falta de informaci6n, el cambio tecnoldgico son factores que, entre otros, provocan tensién en una sociedad (Smelser 1962, 266). Conceptos cercanos al de tensién son: mala integracién, malestar, insatisfaccién, descon- tento, frustracién, La experiencia de tensién y frustracion no depend solo de los aconteci ‘ientos ocutridos, sino de cémo son evaluados en funcién de las pautas culturales y de las expectativas personales de los participantes potenciales. Por ejemplo, as desigualdades entre grupos en Europa constituyen una fuente de tensién a causa de los valores de igual- dad y libertad. En una sociedad con diferentes pautas culturales —por ejemplo, la India cldsica—, tales desigualdades entre castes no constituyeron una fuente de tensién (id. 64). La gravedad de la tensién aumenta la probabilidad de la emergeneia del comporta- miento colectivo, aunque, segiin Smelser (id. 63) no existe ninguna conexién causal direota entre una clase particular de tensién y una clase particular de episodio eolectivo. Las investigaciones sobre la privacién relativa han intentado especificar el tipo de fensiones que influye en la aparicién del eomportamiento colectivo. Por otra parte, el enfoque de los nuevos movimientos sociales, ha yuelto a poner de manifiesto Ia impor- tancia de la estructura social y de las tensiones Que suften en ella los individuos y los grupos (Klandermans 1986, 21) como determinantes de los movimientos sociales Surgimiento y difusién de una creencia generalizada sate, ‘a Por si mismas, ni la conductivided ni la tensién estructural llevan al estallido hostil. Los ami participantes potenciales atribuyen una interpretacién, un significado a dicha tensién. La on creencia generalizada, que corresponde en términos psicosociales a ta definicién de la a situacién, identifica la fuente de la tensién atribuyéndole ciertas caracteristicas (que doy suclen confirmar las tendencias de hostilidad previas), y especifica ciertas respuestas a A la tensién como posibles 0 apropiadas, En otras palabras, proporciona un diagndstico de 103 Jas causas de la tensién y un programa para hacerle frente. Aqui debemos resaltar el a papel clave de las organizaciones en la elaboracién de una ideologia que facilite y orien- = te los procesos anteriores, otorgindales legitimidad, faa Si la respuesta implica un cambio fundamental que es incompatible con el sistema ha (seria el caso de los grupos revolucionarios); si la ideologia justifica la violencia (como se en el caso del nazismo); o si las personas creen que para alcanzar las metas propuestas » es necesario el uso de Ia violencia, es mas probable que el conflicto se vuelva violento (Kriesberg 1973, 146). Este iltimo factor se relaciona con la oreencia en la eficacia de Ja violencia: cuando se cree que los beneficins de utilizar la violencia superan los costes 5 més probable que sea utilizada, Factor precipitante do, : 2s0- En ocasiones, es necesario que ocurra algiin hecho espectfico —o més de uno— para ito que se desencadene la violencia colectiva, El contenido del hecho no es lo esencial, ya 188 © Comportanientacoleesivo y movimientas sociales ‘Un caso extremo de violonciacolectiva en el deports 1o conatituye Ia llamada guerra del ftbo! entre Honduras ¥ FEI Salvador on 1969, Las selecciones nacionales de ‘unbos paises disputaben una eliminatoria pare clasificar- ‘= para el Mundial de México de 1970. EI primer partido ‘Se jugé el domingo & de junio de 1969 en la capital do oondura, y el partido de vuelta una semana desputs ex San Salvedor. Antes, durante y después de ambos parti- {dos hubo diversos episadios de violencia colectiva que ‘desembaceron finalmente, el 14 de julio, en un eonflcto frmado entre 10s dos paises, una increible guerra del fiubol, Analizareios estos hechos, basindonos en Kapuscinski (1988) y Lang (1976), siguiendo las sois {ases propuestas por el modelo de Smelser (1962). LB Salvador, aunque es el pais mis pequeo, tone La ensidad de poblaciéa més alta del continente emeri- ‘eano, La pobreza provoct [a emigracion de miles de tampesinos salvadoveios —més de 300.000— a la Yvecine Honduras; casi seis veces mayor que El Salvador'y con la mitad de poblacin. En al stuacién, Ja poblaciin autdctona percibié a los inmigrantes como competidores por unos recursos (tera y trabe- jo) escasos. Cuando el gobiemo honduredo tats de cexpisarlos, Ins relaciones entze Tos dos paises, ya tradicionalmente tensas por dispulas fronterizas, s© ‘agravacon. Otros factores a destacar son: la existencia ‘de una cultura de Ia violencia en ambas sociedades, la face implantacién del fitboly la gran tivalidad entre tmbas selecciones nacionales, que son un referente de ta identidad nacional de primer orden (Lang, 1976). {La aficién honduefiarocibi6 hostilmente at equipo salvadorefo, no dejando dormir e sus jugadores en el fotel donde se hospedaben. Al dia siguiente, Honduras vencié al equipo de El Salvador por 1a 0. En El Salvador, la derrota se vivi6 como una tremen- da injustcia, y endo une semana después se colebrd ‘l partido de vuelta la tensign era muy elevada, Esta ver fue el equipo hondurefo Ia victina del hostiga- ‘miento de os hinchas, Enel estado el ambient est baal ojo vivo, y tanto los jugadores como los aficio- rnados hondurefos que asisticron el encuentro ‘uftieron todo tipo do humillaciones y vejaciones. LA GUERRA DEL FUTBOL re ‘Todo ello, juntamente coo la importancia dad al partido —que gané el equipo local—, fue ineremen- {ando le excitacion de Tos aficionados locales, Al fina- lizar el partido, los aficionados hondureios fueron agredidos, inuriendo dos de ellos y otros tuvieron que Sor hospitalizados, Pocas lores después, la fontecs tne los dos palses fue cerada (Kapuseinski 1988) Los mass media con mensajes sensacionalistas y thostiles contibuyeron decisivamente a aumentat la tension antes, duranto y después del partido. Sus mensajes rezammaban odio, calumnias e insaltos huacia el adversario, atbuyéndote toda la culpa por Jo sucedidoy Simultineamente, se_proclamaban ‘vetimas de una gran injusticia que trascen-dia le cuestién meramente deportiva para converlrs¢ en tuna cuestion de corgullo nacional; asi, a humil tin a a seleccién se vivi6 como una humillaci6a a Ji paria. Ambas naciones se sinieron maltratadas y surgié un fuse seutimiento de injusticia en ambos ccontendientes. Se sentian vietimas de una ofensa ‘qe exigla reparacion (Lang 1976). ‘Los hondureios hostigaron a los inmigrantes selva- dorefios, llegando expulsar # 10.000 de ellos ‘Hubo acusaciones mutuas de atrocidades mientras se sucedian los disturbios en ambos paises que fculminaron en el asesinato del vicecénsul de El ‘Salvador y en la roptura de relaciones diplomatic. ‘Laggueraestallé el 14 de julio, cuando avionessalva- doredos bombardearon Tegucigalpa, mientras sus ‘ropas invadieton teitoio hondureio y se reerude- cleton los distubios, La guerra del fol dus6 east ‘cinco dias. Huo seis mil muertos, veinte mil her- ‘dos; muchas aldeas fueron arrasadas y unas einenr- ‘a tll personas perdiron sus cass y sus tiers. ‘La falta de control social por parte de las autorido- ‘es, que exan, como minimo, ampliamentetolera- tes con tos alborotadoces, permitié que fos distur- bios fueram inotementéndase hasta deriver en an onficio entre gobiemos. Una ver estllada le tpuera, [a intervencién de la Organizacién de Esiados Americanos logs el cese de las hostilida- des y la retirada de as tropas salvadoretias. ‘in dada al es. Al fina fos fueron swieron que I fioatera Ki 1988), aalists y ‘meta la tido, Sus insults culpa por sTomaban ‘eo-dia la sttrse en hhuoitla- ilaciéa a ratadas y 2m ambos 1a ofensa tes salva: de ellos, mientras ses que ul de Bl ométcas, tessalva- tras sus reorade- sud casi rail heri- sutorida- tole s disture ade Ia cidn de oatlide- La violencia colectiva a escena 189 que puede tratarse tanto de un hecho grave como de un hecho trivial (por ejemplo, un partido de fltbol como puede verse en el Cuadro 6.4). Lo importante es que el aconte- cimiento precipitante es interpretado como una confirmacién de las creencias anteriores (les da una sustancia concreta ¢ inmediata) y actiia como un disparador de la tensién estructural, de los temores y odios que habia. Cuando existen fuertes tensiones acumu- Jadas y creencias que legitiman el uso de la violencia contra los que se considera respon- sables de esas tensiones, un pequefio suceso o estimulo puede provocar un gran efecto igual que tan s6lo una chispa puede hacer estallar un barril de pélvora) Puede servir de ejemplo de factor precipitante, la difisién de la noticia de que un jurado, compuesto mayoritariamente por blancos, habfa absuelto a los policias que parti- ciparon en el linchamiento de Rodney King, lo cual, como ya hemos visto, desencade- ‘nd los espectaculares disturbios raciales de Los Angeles en 1992. Confirmé la creencia de que 1a poblacién aftoamericana estaba discriminada, elevé el resentimiento acumu- lado mas allé de cierto punto critico y se produjo una explosién de ira colectiva Declaraciones hechas a los diarios Los Angeles Times y al Daily Bruin reflejan las ereen- cias de los amotinados: «No hay justicia para las personas negras de Los Angeles», «el gobiemo nos oprime, golpea y asesina», «estamos esta noche aqui para mostrar al ‘mundo entero que no hay justicia para una persona negra en América» (en Rebolloso 1994, 766) EL concepto de incidente precipitante guarda relacién con otro mas recientemente ropuesto: el de agravios impuestos repentinamente (Walsh 1981). Se trata de aquellos acontecimientos draméticos, altamente difuundidos ¢ inesperados (por ejemplo la deci- sién judicial en el caso de Los Angeles 92) que sirven para dramatizar y, en consecuen- Cia, inerementar el sentimiento de injusticia hasta niveles intolerables. Movilizacién de los participantes para la accién ‘Cuando los condicionantes anteriores han sido activados y por tanto existe un senti- miento de ira o rabia, si existen medios para movilizar a los participantes entraremos en esta nueva fase. La movilizacién implica que existen unos canales que permiten la comunicacién y unos lideres que la facilitan, Fl liderazgo puede ser asumido intencionadamente por una persona o una organizaci6n, pero también por un modelo que se convierte en desenca- denante de la accién sin que pretendiera encabezarla. En muchos casos si bien no hay lideres formales, los gritos y consignas de los mAs activos sirven como guia orientado- ra de la aceién (esto fue lo que sucedié en el ejemplo inicial o en El Ejido). El grado de organizacién es un elemento importante; como hipotetiza Oberschall (1993, 172), a ‘menos nivel de organizacién de los grupos en conflicto, més alta la probabilidad y ‘magnitud de la violencia. También hay que sefialar la importancia de los factores ecolégicos ya que pueden favorecer o dificultar la violencia colectiva. Es mas probable que un incidente se difun- 190 Comportaniento cuvetivo y movinentos sociales dda si ocurre en un érea fécilmente accesible a muchos miembros del grupo afectado, y también si ocurre en un lugar que tenga un valor simbélico para el grupo (Oberschall, 1973). La revuelta de Los Angeles en 1992 ilustra bien la importancia de los factores ecologicos, como la distribucién espacial y la tendencia de los grupos a reunirse en luga~ res concretos. Por otra parte, los individuos que pasan mucho tiempo en Ja calle con sus amigos es mis probable que se congregen en Ia calle en los momentos de crisis, y las personas que tenian una historia de relaciones hostiles con la policia probablemente estaban mas interesados en los resultados del veredicto del caso de King y mas dispues- tos a considerar las reuniones relacionadas con este tema como relevantes. La calle donde se formé la primera multitud se encuentra en una zona densamente poblada, por Jo que era mas probable la aglomeracién de gente que en areas escasamente pobladas y menos concurridas (Tietney 1994, 166). En el episodio de Los Angeles, las noticias sobre el veredicto, los enfientamientos con la policia y el saqueo, facilitaron Ia reunién de la muttitud. El veredicto fue anun- ciado aproximadamente a las 15 h.30 de un miércoles, una hora en que muchas perso- nas estaba en el trabajo o en la calle, lo cual facilité la répida transmisién de las not ccias y también Ia formacién de una multitud ‘Ademis, los constantes reportajes de los medios de comunicacion sobre las acciones de la multitud ayudaron a la difusién de ésta. El horatio y la manera en que el veredic- to fue difundido y la cobertura consiguiente de los medios crearon unas condiciones ideales para la formacién de multitudes. La importancia de estos factores fue reconoci- da por las autoridades, quienes en el nuevo juiicio de 1993 ocultaron el veredicto, emiti- do un viernes por la tarde, para difundirlo al pablico aproximadamente a las 7 de la ‘matiana del dia siguiente, y con una visible fuerza policial en las calles (Tierney 1994, 167) En general, as situaciones que favorecen la interaccién aumentan la probabilidad de ‘que tenga lugar un episodio de violencia colectiva. Por ejemplo, ina Comision Nacional {que estudié los disturbios raciales de Ia década de los sesenta, encontré que la fempera- ura alta era una variable que correlacionaba positivamente con los disturbios. Una interpretacién plausible nos dice que en los dias de elevada temperatura hay més gente que se encuentra en la calle. Ello facilita la transmisin de rumores e inerementa la probabilidad de que una accién individual sea seguida por un nimero importante de personas (Michener y otros 1986, 533), Funcionamiento del control social La ineficacia del control social, ya sea por debilidad o falta de habilidad, facilita la violencia colectiva. El control social tiene a su disposicién elementos tanto de tipo coac- tivo (policfa, ejercito) como de tipo persuasive (medios de comunicacién, Iideres de la comunidad, autoridades religiosas). Existen dos tipos basicos de controles sociales: do, y hall, tores luga- asus y las rente mies calle + por las y :ntos nun- 2180- noti- ones vdie- ones voci- niti fe la 994, dde onal era- Una ente ala ede fale dela La violencia culectiva w escena 191 1. Control social represivo, Intenta neutralizar la violencia colectiva una vez ésta se ha iniciado. Se refiere, sobre todo, a la respuesta de la policia o de las fuerzas armadas. La ausencia o la debilidad de la represién puece aumentar la violencia de la multitud. Es lo que sucedié en Los Angeles 1992, conde Ia policia cogida Por sorpresa ¢ incapaz de reunir un niimero suficiente de ayentes para los enfren- tamientos iniciales, no pudo controlar las primeras multitudes que se formaron. Esta incapacidad para actuar decisivamente en las primeras horas fue un factor clave en el crecimiento del disturbio. Ademis, Ia situacién se exacervé por las frecuentes informaciones de los mass media, que se centraron en reas donde el saqueo y otras acciones de la multitud estaban teniendo lugar y transmitian la impresion de que las fuerzas del orden no estaban activamente presentes en el érea del disturbio, con lo cual los costos de participar en las acciones de la multitud ‘eran més bajos (Tiemey 1994, 151), Feierabend y otros (1973) encontraron que el desorden politico esté positivamen- te relacionado con el nivel de coercién del gobierno: la probabilidad de un nivel elevado de desorden politico aumenta con unos niveles'de coercién medios, insu- ficientes para frenar la violencia, pero suficientes para aumentar el nivel de frus- tracién Sin embargo, en algunas ocasiones, la dureza de Ia represiOn policial puede agra- var el incidente, ya que puede generar simpatias hacia los participantes, Incluso, en ocasiones, la simple presencia de las fuerzas del orden se convierte en el factor desencadenante ya que aquélla (al simbolizar el poder) se interpreta como una provocacién, Ya hemos visto anteriormente la conclusién de Tilly (1987) de que la violencia es més frecuentemente iniciada por los agentes de la autoridad que por los manifestantes. En realidad, tanto el exceso de dureza como el exceso de debilidad de la autoridad puede tener efectos contrarios a los «eseados por ella 2. Control social preventive. Trata de reducir 0 evitar que surja el descontento. Implica aquellos factores que impiden o inhiben la acumulacién de los determi- nantes que preceden a la conducta colectiva. Los mas habituales son abrir canales de participacion, integrar a los lideres y elementos disidentes, implementar programas de asistencia social, ceder a algunas de las reivindicaciones planteadas. Pero, en ocasiones, la relajacién de la represién y las reformas son inefectivas por ser «pocas y demasiado tarde», Ademés, como nos dice Oberschall (1993, 156), un perfodo de liberalizaci6n después de un largo periodo de opresién permite la movilizacién de grupos descontentos que sacan a Ia superficie demandas y rei dicaciones que van mas alla de lo que esperaban las autoridades, y, sobre todo cuando el cambio es repentino (Eckstein 1964, 54), puede crearse un contexto favorable para la confrontacién violent, Smelser (1962, 114), en una linea simi- lar, sostiene que hay un tipo de respuesta por parte de las autoridades que agrava ¢ intensifica la protesta colectiva: la dureza y rigidez que altemna con muestras 192 Comportumiento coleetivo y movimientos sociales evidentes de debilidad. Finalmente, debemos puntualizar, en linea con lo estable- cido en el Capitulo 4, que el esquema en seis etapas de Smelser, ambicioso por su cariicter comprensivo, debe ser aplicado con prudencia, otorgéndole sobre todo un catacter descriptivo y teniendo en cuenta el sesgo de pasividad que imprime al ‘comportamiento colectivo como si éste fuera sélo respuesta a unos condicionan- tes y los participantes no fueran actores intencionales que pueden organizarse csponténeamente para aleanzar sus objetivo: Las limitaciones de Smelser pueden ser en buena parte compensadas si se consi- detan otros aspectos fundamentales del comportamiento colectivo aportados por el enfoque racional y por la consideracién de los aspectos simbélicos, a los que hos referiremos a continuacién. Ambos enfoques corresponden, respeetivamente la logica instrumental y Ia logica expresiva de la accién golectiva ENFOQUE RACIONAL DE LA VIOLENCIA COLECTIVA Las antiguas ideas sobre el caricter irracional, patolégico y puramente emocional del comportamiento colectivo quedaran desacreditadas con el declive del funcionalismo y el auge de la teoria del coniflicto. Esta diltima explica ta conducta colectiva como resul- tado de decisiones racionales por parte de los individuos. Sefiala que los fendmenos de comportamiento colectivo tienen unos objetivos miis o menos definidos (la defense de intereses sociales, la lucha contra determinados gobiernos y decisiones politicas) y un fandamento social (la desigualdad, la ausencia de libertades, la discriminacién). Como indican Dunning y otros (1987, 25), la posicién de los autores de Ia teoria de la movili- zacién de recursos y del proceso politico (Tilly, Gamson, Oberschall) pretende, como reaccién a la perspectiva que resalta la tensién, enfatizar el propdsito o intencionalidad de la multitud, para destacar que la violencia colectiva es una accién calculada que forma parte del proceso politico. La violencia colectiva constituye seguramente él punto clave para esclarecer el tema de la racionalidad 0 irracionalidad de la conducta colectiva. La interpretacion que se haga de un disturbio puede variar mucho en funcién de la posicién social que se ocupe. Por ejemplo, para los que estén marginados participar en un motin puede parecer una forma-tacional de dar a conocer las injusticias que padecen. Para ellos su acoién repre- senta un acto politico, una rebelién contra la opresién a que son sometidos. En cambio, el comerciante que ve como le destrozan su tienda, piensa que los manifestantes han perdido la cabeza y no ve ningin sentido en sus acciones. Los tedricos funcionalistas tienden a analizar los hechos desde la perspectiva del comerciante ¢ interpretan la accién como un colapso del orden social, enfatizando sus aspectos destructivos. En cambio, los tedricos del conflicto estén predispuestos @ situarse en el punto de vista de los partici pantes. Sostienen que la mayoria de los disturbios son desatfios al orden social existen- te basados en injusticias reales y resaltan los aspectos selectivos y orientados hacia el stable- por su ado un ime al ionan- sizarse consi- 98 por Ds que mente al del amo y resul- 10s de sade yun Como ovili- como lidad aque tema ue se cupe. una epre- nbio, shan listas 2cién >, los rtici- sten- La violencia coletiva w escena 193 objetivo de la violencia colectiva (Gelles y Levine 1996, 580). En suma, entienden Ia violencia colectiva como una forma de protesta o represalia colectiva contra un orden social injusto (Rudé, Tilly, Oberschall, Hobsbawm), De acuerdo con Tumer y Killian (1987), la racionalidad puede ser entendida segiin dos crterios diferentes, uno objetivo y otto subjetivo. El criterio objetivo considera racio- nal el comportamiento que emplea medios adecuados y eficaces para conseguir una meta. Por tanto, una violencia desproporcionada o indiseriminada, es decir, sin selec- cionar los objetivos, seria irracional. Bl criterio subjetivo valora como racional el comportamiento en el que el individuo reflexiona acerca de las diferentes alternativas de aceién y de sus consecuencias, manteniendo coherencia interna entre sus acciones, El ctitetio objetivo ha sido el més utilizado en los estudios ciemtificos, dado que es el més fécil de verificar empiricamente, y pone en evidencia si en la accién colectiva habia seleccién de objetivos. Este criterio es coherente con el de la teoria de la accién raci nal en el sentido de afitmar que la violencia indiscriminada no actia en funcién de la evaluacién de los beneficios y costos de la accién. En Jos disturbios urbanos de los afios 60 en Estados Unidos (Fogelson 1971, 17), 0 en los desordenes de St. Pauls (en Gran Bretafia), analizados por Reicher (1984, 188), se observa que, aunque una mirada superficial podria atribuir al azar los comportamientos ‘observados, Ia realidad es que la restriccin —claros limites conductuales— y la selecti- vidad —no indiscriminada— estaban entre las caracteristicas mas importantes de los inci- dentes registrados. Précticamente toda propiedad atacada o saqueada pertenecia a ciuda~ danos blancos (Comisién sobre Motines de los Estados Unidos, 1968). AdemAs, el dao a Ja propiedad se limit6 casi siempre a establecimientos de venta al por menor. Residencias ¥ edificios pblicos (escuelas, .clinicas, hospitales) no eran afectadas habitualmente. Incluso ocurrié que mientras algunas tiendas eran saqueadas, otras situadas en el mismo bloque eran respetadas. Los establecimientas més perjuicados eran los que tenian precios ms elevados y productos més atractivos, también aquellas tiendas cuyos propietarios se habian negado a conceder créditos a los negros (Michener y otros 1986, 533). Igualmente en el motin de Los Angeles de 1992, los amotinados fueron selectivos especio a sus victimas, atacando a los simbolos del poder —policias, personas blancas ¥ coreanos propictarios de tiendas— (Gelles y Levine 1996, 584). También, en los disturbios ocurridos en el barrio barcelonés de Sants, el 12 de octubre de 1999, los mani- festantes antisistema destrozaron preferentemente, y casi exclusivamente, los escapara- tes de bancos, cajas de ahorro, empresas de trabajo temporal e inmobiliarias, todos ellos simbolos por antonomasia del sistema capitalista al que se oponen. Por tanto, podemos afirmar que los miembros de una multitud violenta son, en general, conscientes de sus objetivos y se comportan racionalmente. Participar en una multitud puede oftecer una mayor probabilidad de alcanzar metas ‘un bajo coste personal, En la multitud, los individuos son relativamente anénimos, con lo que pueden evitar més ficilmente las sanciones que se derivan de transwredir las normas. Ello no impide admitir que la violencia de la multitud es més espontinea, 194. Comportanientacaeetine y movinnentos sociales menos caleulada que la violencia ejercida directamente por las orgenizaciones de un movimiento social maduro. ‘Como ya hemos sefialado anteriormente, los disturbios y revueltas son més probables cuando las frustraciones y reivindicaciones de las personas no pueden ser expresadas ty dentro de los canales ortodoxos (decfa Martin Luther King que los disturbios son las ‘voces de los no escuchados), Por ello, Ia evaluacién del grado en que un grupo puede asegurarse una tepresentaci6n activa y eficaz dentro del sistema politico existente es un clemento de importancia clave para determinar si sus miembros empleardn la violencia BI para alcanzar sus fines (Tilly 1978), lo cual explica que en el mundo occidental la Laid violencia colectiva sea cada vez més infrecuente, Ello es consecuencia de la institucio- oa halizacin y generalizacién de procedimientos formales para expresar el malestar social ay y politico (Rucht 1990, 224). También hay que afladir que los derechos de las minorias nov parecen respetarse mas y que el poder del estado es tan grande que disuade del uso de diel la violencia colectiva. 4 [sta perspectiva racional puede mantenerse incluso en situaciones de violencia extre- ind ‘ma contra personas inocentes, como era el caso del linchamiento de personas negras aco después de Ia guerra civil en Estados Unidos. A pesar de la erueldad ejercida habia nin también elementos «racionales» en dicha conducta. Las personas que participaban en los i linchamientos eran, generalmente, grupos de vigilancia semiorganizados que creian a defender una causa justa, Al realizar las acciones como parte de la multitud reductan su 6, responsabilidad por los sucesos, al mismo tiempo que piblicamente proclamaban su alg ceblera por la Tiberacién de los que eran esclavos. La violencia también era un medio de he control social sobre los negros, al indicarles que la pronmulgacién de una ley en el Norte a no cambiaba la realidad del poder blanco en el Sur (Cantsil 1941). dia En sintesis, la violencia colectiva es, en general, racional e intencional ya que los see Hee participantes la utilizan para conseguir una meta (Tilly 1978, 99). Caloulan costos y beneficios antes de decidirse a pasar ala accién, y, cuando lo hacen, asumen ciertos ries- ‘g0s con la esperanza de obtener algiin beneficio. VIOLENCIA COLECTIVA, ASPECTOS SIMBOLICOS E IDENTIDAD La violencia colectiva aparece ligada a la forma en que Ia interpretan los participantes, (aspectos simbélicos) y a Ta conciencia que poseen de la propia identidad como grupo. Asimismo, debemos notar que la conducta violenta no sélo puede ser generada por la identidad sino también generar identidad (véase Cundro 6.5). En un estudio ya clisico, Reicher (1984) intenté aplicar Ia teoria de ta identidad social del grupo al andlisis de los disturbios que tuvieron lugar en el bartio de St. Pauls de Bristol (Gran Bietafia) el 2 de abril de 1980, al rebelarse los habitantes del barrio contra Ja actuacién de la policia. Dado que la identidad social otorga sentido y finalided a las acciones relacionadas con ella, Reicher penso que una forma-de comprobar si los Sete Me Met ee sdeun abables resadas son las > puede eesun olencia ontal la titucio- social \inorias uso de vextte- negras 1 habia ren los creian cian su. ban su dio de LNorte que los astos y os ries- ipantes grupo. por la intidad - Pauls barrio validad esi los | BL 9 de novierabre de 1988, el gobiemo conservador tyiténico propuso une reforma de su politea de beces © thivesiarias que conllevabe Ia sustinucin de ésas por préstamos. La Uni Nacional de Estudiantes respond fSrganizando una manifesacion en Londres el 24 de toviembre ante el Parlamento, cuando ste debis disoutir ‘dicha propoosta. La conyacatoria tuvo una enone reso hancia, miles de universtarios de todos los puntos del pals decidieron viajar a Londres para presionar al Parlamento. Ante el temar de verse desbordados por los, ‘avontecimientos In presin de las autoridades, los orza- sizadores aceptaron finalmente moificar el recomido de fa manifestacion y que ésia(erminara en una plaza alja- da de Pariamento, pero no tuyieron tempo de comunicar el eanbio.a todos ls participants. Duraate la manifest ion, eft la que pariciparon unos 15.000 estudiantes, algunos grupos querian mantener el trayecto consensuado fon las autoridedes, mientras que oftos grupos quetian Hlegar hasta el Paclamento. Después de diversos momen- tos de confusin unos 6,000 estudiantes fueron bloquea- dds por la polieia en el puente de Westminster que da fsoeeso al Parlamento. La policia carg6 contra ells, repe- Tiendo éstos Ia agresin y produciéndose una escalada de LA BATALLA DE WESTMINSTER: LA EMERGENCIA DE UNA IDENTIDAD COM UN La violencia colectiva a escena 195 1 violencia con duros enftentamientos entre poicias ¥ ‘estudiantes ‘Reicher (1996) analiz6 este episodio de violencia ‘colectiva mediante videos, anilisis de prensa y entrevis- tas posteriotes alos participantes en cl evento. Al princi pio, los estudiantes eran un grupo heterogéneo que no antenia una identidad comin. Algunos eran estudiantes radicales pestenecientes a grupos politicos, oires (la tmayoria) eran estudiantes moderados que cefian sus taitcas ala propuesta del gobiemo que habia desencade- nnedo Ia protesia, Los primers buscaban una mayor ‘onffontacién con la poicia, los segundos trataban de ‘que ésia fuera menor. En as entrevistas posteriores los fstudientes manifestaron la heterogeneidad de la mani- estacidn y la inexistencia de un gran seatimiento de ‘unidad. Pero la confontaciéa violenia con Is poliia dio ‘paso a la homogencided y a la unién. Recetegorizaron fs identidades e0 una nueva identidad comin, desapa- reciendo la division entre los patidarios y os contratios ‘la confrontacién. Fn otras palabras, ambi su antoper~ cepcién colectva y Ia percepsién de ta poliia que fue Gefinida como exogrupo, cuya accién era ilegitima por ‘mpedir el derecho demoertico de manifestarse participantes aetuaban en funcién de su identidad o por azar era verifica silos limites de dicha identidad coincidian con los limites de su accién. Con esta pretensién, Reicher analiz6 1) los limites de la participacién: quién participa ¥ quién no en los acontecimientos, y 2) los limites del contenido: qué acciones prosperan {cuales son censuradas o simplemente no seguidas. En referencia alos limites de la part cipacién, el autor sostiene que el proceso de influencia social que opera en la mnulitud dopende de la identificacién social (id. 180). Le homogeneidad conductual se basa en una identificacién social comin, a la inversa, slo los individuos que se han identificado con la categoria social comin estén sujetos a la influencia ce la multitud, Por tanto, puede afir~ arse que los limites de la participacién son los limites de la identificacién. En cuanto a los limites del contenido, Reicher sefiala que solamente aquellas conduc tas coherentes con In identificacién social de los miembros de la multitud pueden defi- 196 Comportamiento coleetivo y movinventos sociales nir las normas conductuales. Ya hemos hecho alusién a dichos limites al indicar que la restriccién y la selectividad se encuentran entre las caracteristicas més destacadas de los, disturbios (Fogelson 1971 y Reicher 1984). En el caso de los desérdenes de St. Pauls observamos que la accién colectiva tuvo unos limites muy claros. En primer lugar, la violencia colectiva précticamente s6lo se dirigié contra Ia policia, También algunos fot6~ grafos y operadores de cémata fueron agredidos, pero fue debido a que la multitud temia que las peliculas fuesen usadas por la policia. Si bien alguna otra persona fue golpeada © algunas propiedades sufrieron desperfectos hay que tener en cuenta que dichas accio- nes fueron meramente individuales. En este sentido, es importante distinguir entre accio- nes individuales y acciones colectivas. Lo que tiene interés no son tanto los hechos indi- viduales aislados sino més bien los actos que se generalizan rapidamente y aparecen como normnativos. Por ejemplo, si una sola persona arroja una piedra, no puede con derarse como un comportamiento colectivo a no ser que otros se unan a ello, Sélo es posible captar los limites de la accién colectiva observando qué actos no son seguidos 0 son censurados. Ademés, aparte de unos objetivos claramente definidos, Ia accién estu- — vo limitada geogrificamente. Por ejemplo, la poticia‘inicamente fue atacada en St. Pauls y, cuando abandons Ia zona, no se la persiguid (Reicher 1984, 189 ss.) k Los miembros de la multitud violenta participaron como actores sociales, es decir, como miembros de un grupo social més que como individuos particulares. Los partici- pantes se vieron a si mismos como la comunidad de St. Pauls, definida por oposicién a | la policia (Reicher 1984, 194). Existié una correspondeneia entre los limites de Ia B conducta y la definicién de la «comunidad». Los aspectos centrales de ésia comprendi- | b an una base geogréfica (St. Pauls), una oposicién a la policia, y un deseo de tener el ¢ control de su propia forma de vida. No s6lo hubo una equiparacion de la autodefinicion a sada por los participantes y sus acciones, sino que también las acciones no relacion « das con esta definicién fueron las que no se generalizaron (Reicher 1984, 198 ss, L Los estudios sobre las revueltas de los 60 en los guetos negros también nos sefialan a la importancia de la identidad como factor movilizador. La gravedad y la frecuencia de | los disturbios fueron asociadas al tamafio de la poblacién negra de la ciudad, es deci, al nnimero de personas que potencialmente se encontraban disponibles para participar en ® los desordenes, Al aumentar dicho nimero, probablemente se intensificaba la concien- ™ cia negra y el sentimiento de grupo étnico, produciéndose una mayor identificacion con otras personas negras. Asimismo, el movimiento de derechos civiles tuvo un papel clave = al increentar la conciencia o identidad negra (Michener y otros 1986, 532). | Hemos visto que la identidad social maldea la conducta de grupo, pero es obligado » recordar que se trata de un proceso bidireccional y que Ia conducta de grupo también puede moldear la identidad social. En general, la aceién colectiva (violenta o pacific) i refuerza Ia identidad social. Probablemente la accién colectiva violenta produce un la mayor ineremento de la identidad social porque implica costos mds elevados (es decir, mayor riesgo) y un compromiso mds fuerte con el grupo de participantes violentos. Por ejemplo, después de los disturbios de Watts muchos participantes manifestaron que por ar que la las de los St, Pauls lugar, la ‘hos foté- ud temia 3olpeada as accio- reaccio- 105 indi- sparecen © consi- Sélo es zuidos 0 Gmestu- it Pauls 's decir, artici- sicién a 8 de la prendi- ener el inicién aciona- . ‘efalan aeia de ecir, al par en mneien- jn-con Iclave ligado mbién fica) ce un decir, 8. Por te por La violencia culectiva a escena 197 primera vez se sentian satisfechos de ser negros 0 estaban orgullosos de poder decir «yo soy de Watts» (Reicher 1984, 200). En los inicios del movimiento obrero, la violencia no s6lo era un recurso para presio- nar sobre los patronos, también era un mecanismo para levantar la moral de los trabaja- dores y asegurar la sotidaridad entre ellos (Hobsbawm 1952, 20). En otras palabras, et un medio para construir una identidad comin. Esta idea fue levada al extremo por Fanon (1961, 86) al sefialar que la violencia es un medio para unificar al grupo y obte- ner autoestima: «La violencia desintoxica, Libra al colonizado de su complejo de infe- rioridad, de sus actitudes contemplativas 0 desesperadas. Lo hace intrépido, lo rehabili- ta ante sus propios ojos» (véase Cuadro 6.6) Esta dimension expresiva también puede verse en la guerra de Yugoslavia. Los serbios quemaron y destruyeron sistemtieamente todo lo que, en Bosnia Herzegovina, pat Frantz Fanon, psiquiatrae ideslogo de la revolucion arge- lina, en su controvertide obra Los condenados de Ia tierra (1961), justificateéricamente la violencia revolucionaria ‘de los movimientos de liberacién de los paises coloniza- dos, Ticne la conviecién de que la. violencia cone los calonizadores es coletiva © individualmente calistica, La violencia no s6to es il porque elimina a tos inrusos, sino porque «purifica» al naiva que la ejerce y le auto- srealiza (id, 30). La catarsis, a nivel individual, hace que el native se recree a sf mismo a trvés de la violencia: asi consigue recuperar su virlidad, su dignidad y su identdad, se vedi- me de la humillacion y la injustcia que el opresor colo- nial impuso a 61 y a sus antecesores. Al mismo tiempo, sostiene Fanon, el native ya no se ve forzado a encauze ‘su céleralatente por medio de rituales y danzes magico- religiosas. La catarsis también opera a nivel colectivo, prosigue Fanon, ya que seria Ia iica forma posible de (que los pueblos exploiados subdesartollaéos se emanci- pen de lot mitos y del individualism que el eolonizador ha sembrado en ellos, yconguisten un nuevo sentido de 1a solidaidad por medio de la Tucha contra el enemigo comin (i. 30 ss.) En la catarsis clectiva habrS, pues, un LA VOZ DE LOS CONDENADOS DE LA TIERRA reencuentro de Is comunidad consigo misina, un descu- brimiento de su identidad nacional, Bs deci, se logravian Jos objetivos que Miiliuann, en Mesianismos revolucio- arios det tercer mundo (1961, 15) trbuye a todo nati- vismo: «restaurar una conciencia de grupo», comprome- tida por la irrupcién colonizadora, y recuperir para ese ‘grupo Ia «aportacion cultural propia. El testimonio de Fanon es impresionante porque ustifca sin paliatvos la violencia del colonizado, a pesar de que es plenamente consciente de la destructvidad que siembra a su alrededor: se vive la atmésfera sanguinari, despiadada, la generalizacidn de prcticas inhunanas, 1a impresin fenaz que tienen les individuos de asisti @ un verdadero apocalipsisn (id. 230) Para Fanon, s6lo existe tun objetivo: expulsar al colonialismo por todas los ‘medias. Porque, en palabras de Sartre-en su introduccién. ‘Los condenados de a tierra, etodos nos hemos aprove- chado de ellos, no tienen que prober nada, no harin distinoiones con nadien, Y Fanon insiste: «Hay que ‘comprometer a toda el mundo en el combate por la salva ‘ig comin, No hay manos puras, no hay inocentes, no hay espectadores» (i. 182) 198 Comportamiento colectivo y movinientos sociales ‘Todas las acsiones terrorists: tienen slgo.en comin: ninguna de ella es fortutao carece de sentido. Al conta rio, eatin dsefadas para generar la mayor publicidad posi= bie y atraer le atencién hacia sus causas. Fenkins (1975, 16) lo expresagrificamente al afrmar que ee terorismo 5 teatro» en el sentido de que los atentados terorstas se realizan,frecuentemente, con una cuidade coreografia que pretende altzer Ia atencion de los medios de comunice- cién, Un ejemplo paradigmatico: en 1975 durante et ‘seeuesto de los ministrs del pettleo en la oficinas de la COPEP en Vien, Carlos el Chacal esperéa que llegaran los ciinaras de televisin para hoir,espectacularmente, del edifcio con sus rehenes (offinan 1998, 212), BE terrorismo ha sido considerado una forma de guerra psicoligica que intenta influir sobre las emociones ¥ actinides del pibico, excediendo desproporcionada- ‘mente sus consecuencin a In accin en sf misma (Mera «EL TERRORISMO ES TEATRO» yy Friedland 1985, 189). El poderoso efecto psicatégico {el terrorismo se debe por tanto, fundamentalmente, a Ix naturaleza simbelica de sus acciones. lo no es nada nuevo, ya hace cast dos mil aos, ea Jos primeros acts de lo que hay definimos eomo terro- rismo, encontramos esta intencién. Los scarié cousttul- fn una secta judia que, durante la rebelién de los zelotes ‘entre 105 afios 66 y 73 d. de C, luché conta ls ocupacion ‘romana de Palestina, Llevaron a término una campafia de ssesinalos ejecutados con In sica, un pufal primitive. Uno de ellos ugia de entre la mult y, ala vista de todos los presenes, degollaba a un romano 0 a un judio acusado de traidor 0 apostasia, Como en la aetvalidad, ss actos estaban diseiados para tener repercusiones psicolégicas mis allé de la vietima concreta del alaque y, ‘si enviar un mensaje ala administacion romana ya los judios colaboracionistas (Hoffman 1998, 128). tenia una impronta cultural musulmana: mezquitas, bibliotecas, monumentos ¢ incluso cementerios. Pero no lo hicieron motivados simplemente por un furor ciego. Era una forma de tomar posesién simbélica de las tierras ambicionadas y, al mismo tiempo, indi ‘car a los musulmanes que nada tenian ya en ellas (Calic 1999). Malraux en su novela La condicion humana (1933) ilustra magistralmente la dimensién expresiva de la violencia a través del petsonaje de Koning. Este trata de borrar el recuerdo de su propia humilla- idn cuizndo fue capturado por los rusos, a través de la tortura y el asesinato, por lo que Mega a afirmar: «Mi dignidad es matarlos». El ejemplo mis claro y extremo de los aspectos simbélicos de la violencia lo consti- tuye el terrorismo. Los actos terroristas son concebidos de forma especifica para atraer la atencién, y entonces, a través de la publicidad que ha generado, comunicar su mensa- je (Hoffman 1998, 195) (véase Cuadro 6.7).

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