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EXAMEN LENGUA CASTELLANA Y LITERATURA 4º ESO

NOMBRE ___________________________________________________________________________________

· En los textos siguientes aparece un sapo. Léelos y contesta las cuestiones que se te plantean
después:

TEXTO NÚMERO 1

El sapo psicodélico

Jacinto Antón, 29 de octubre 2011.

El sapo Leary llegó a mi vida una noche dura, para él. Unos chicos lo habían atrapado y estaban tratando
de hacerlo fumar. Parecía Peter Lorre¹ en manos de la Gestapo. El enorme y poco agraciado bicho, todo
verruga, los miraba con cara de batracio y filosófica resignación. Les afeé la conducta, les hablé de los
derechos de los animales y les compré el anuro por un puñado de euros. Estaba exultante. Leary llegaba en
un momento oportuno. He convivido con muchos sapos en mi vida, alguno desde que era solo un renacuajo,
el sapo quiero decir. Sacarlos adelante a lo largo de la metamorfosis me llenaba de satisfacción y me hacía
pensar que algún día sería capaz de formar una familia, como así ha sido. Será una digresión, pero déjenme
apuntar que mis hijas han salido guapas. Decía que estaba muy contento, después de tanto tiempo
desprovisto de sapos, de haber dado justo entonces con Leary. Fui corriendo al bar a enseñárselo a Jani T.
Y es que hacía apenas un par de días habíamos tenido una interesante conversación sobre psicotrópicos
naturales, a raíz de las incautaciones de estramonio, que parece una pimentera y en el jardín es que ni te lo
miras, pero en realidad es una planta peligrosísima, una datura, que produce delirio alucinatorio
incontrolable, algo letal, y más si confluye con el uso de la motosierra. En el curso de tan edificante charla,
animada por varios gin-tonics, había sacado yo a colación el empleo de las exudaciones de sapo como
alucinógeno y señalado que, es sabido, hay quien los chupa, literalmente, para colocarse (una inconsciencia).
Mi interlocutor no daba crédito y observaba de reojo mi vaso. Así que al poco ahí estaba yo de nuevo,
cargado de argumentos. Puse a Leary sobre la barra, lo que después de tantos años consiguió por fin atraer
sobre mí la mirada del camarero, y me entregué a una pormenorizada explicación de cómo se ordeña a un
sapo: empreñándolo un poco y masajeándole las parótidas, los bultos de la cabeza, para que exude el
veneno. Hecha la demostración, me marché muy satisfecho, eso sí, sin que nadie me estrechara la mano.
Leary vive ilegalmente desde entonces en mi jardín en Viladrau, en un viejo depósito que he convertido
en charca y laboratorio. En Cataluña nos está prohibido por ley a los privados tener en cautividad sapos
autóctonos (el sapo común, Bufo bufo). Es porque son una especie protegida a causa de sus beneficios para
el campo, y no porque se los equipare, de momento, con la tenencia de drogas. Pero en EE UU que te pillen
los de narcóticos en posesión de un sapo puede meterte en serios líos. La ventaja es que, a diferencia de las
papelinas, si lo tiras por la taza del váter sobrevive e igual hasta disfruta.
Bob Shepard, un maestro de 41 años de Calaveras County (California), tiene el dudoso privilegio de
haber sido el primer detenido, en los años noventa, por posesión de sapos alucinógenos. En su caso eran
cuatro sapos del río Colorado (Bufo alvarius), el apreciado sapo psicodélico del desierto de Sonora, que le
fueron incautados y que llevaban los nombres (mucho menos imaginativos que el mío) de Hans, Franz, Peter
y Brian. Mr. Shepard fue acusado por posesión de bufotenina (5-OH-DMT, una triptamina, por lo visto: no sé,
yo aún tengo pendiente la química de bachillerato), el alcaloide alucinógeno que está en el veneno de esos
sapos y que se equipara en la ley federal a la mescalina, lo que desde luego es un indicio. El tipo les extraía el
veneno, lo secaba y luego se lo fumaba. Adujo que su objetivo era ayudar a la humanidad, aunque luego
complicó su situación al declarar con entusiasmo que la diferencia entre el LSD y la bufotenina es como la
que existe entre la leche y el whisky.

1. Actor (1904-1964) de cine y teatro de origen húngaro-judío, que se exilió de Alemania en 1933 tras el triunfo en las elecciones del
partido nazi.
No sé qué ha sido de Shepard ni de sus sapos psicoactivos -la última noticia es que aguardaban juicio
(los segundos) en un terrario bajo custodia del Calaveras Narcotics Enforcement Team-, pero me he vuelto
un apasionado (teórico) del asunto. En mi caso porque les tengo verdadero aprecio a los sapos. En mi
atesorar conocimientos he sabido, por el etnobotánico Wade Davis, autor de la monumental El río (Pre-
Textos, 2004), que el potente veneno de sapo marino (Bufo marinus) podría estar en la base del mito de los
zombis (el trip te hace creer que estás muerto de por vida). Por otra autoridad, Peter T. Furst (Alucinógenos y
cultura, FCE, 1980), he conocido la extraordinaria dimensión simbólica del sapo en todo el mundo,
relacionada en buena parte, señala, con la capacidad de su veneno de inducir estados alterados de la mente
(y de ahí la asociación sapo-hongo). Furst alerta de que el asalto masivo al sistema nervioso que produce el
veneno de Bufo es muy bestia y que para cualquiera que se halle fuera del mundo tradicional (chamanes,
brujas, etcétera) experimentar con estas sustancias resulta "el pináculo de la estupidez". Advertido queda.
¿Y para qué les sirve a los sapos su veneno? Obviamente, para desanimar a los depredadores. Son
muchos los amos de perros que saben la faena que es que el tuyo se trague un sapo: las intoxicaciones
suelen acarrear la muerte. Pero alucinar... ¿para qué tendría un sapo que hacerte alucinar, aparte de para
convertirse en un príncipe? Una de las hipótesis más, sí, alucinantes, es que la bufotoxina desempeña un
papel en el apareamiento: los sapos se agitan (como todos) y liberan la sustancia alucinógena, lo que induce
a la pareja un orgasmo psicodélico (lo he leído, lo juro).
En cuanto al uso recreativo -por nosotros, los humanos, y no por los sapos-, parece que el veneno debe
fumarse, como hacía Shepard. Lamerlos o restregarse con ellos no sería, pues, la manera. Sin embargo, Josep
Maria Fericgla, que tanto sabe de estados alterados de conciencia, me ha dicho que a través de las mucosas,
en el sexo (!) o en las axilas funciona, y así lo empleaban las brujas (no es extraño que creyeran volar).
También sostiene que, pese a lo que algunos expertos afirman, el sapo común provoca efectos.
Así que ahí estamos Leary y yo en un impasse. Lo miro aprensivo en su charca mientras releo Las
puertas de la percepción, y él me observa con sus profundos ojos de bronce, en los que creo atisbar un
destello, no sé, un anhelo, acaso una romántica invitación...

Extraído de El País.

1. ¿A quién se dirige el texto? [0,25 ptos.] Señala el fragmento en el que el autor utiliza
específicamente la función apelativa del lenguaje. [0,25 ptos.]

2. Desde el punto de vista de la modalidad discursiva, el texto es rico y complejo. Identifica


fragmentos narrativos, expositivos y argumentativos, y di cuál es la modalidad discursiva
dominante. [0,5 ptos.]

3. Explica el significado de la frase Mi interlocutor no daba crédito y observaba de reojo mi vaso.


[0,25 ptos.]

4. Escribe un resumen del texto. [0,75 ptos.] ¿Qué sentido tienen las últimas oraciones? [0,25
ptos.]

5. Define digresión (línea 7). [0,25 ptos.]

6. El texto parece perfectamente cohesionado. Identifica en este fragmento una sustitución por
hiperónimo. Identifica otros mecanismos de cohesión presentes en el siguiente fragmento:
[0,5 ptos.]
El sapo Leary llegó a mi vida una noche dura, para él. Unos chicos lo habían atrapado y estaban
tratando de hacerlo fumar. Parecía Peter Lorre en manos de la Gestapo. El enorme y poco
agraciado bicho, todo verruga, los miraba con cara de batracio y filosófica resignación.

7. El estilo con el que está escrito el texto es muy interesante. Comenta sobre ello. [0,5 ptos.]
8. ¿Qué intención crees que tiene el autor al escribir este texto? [0,5 ptos.]

9. En el texto hay dos extranjerismos procedentes del inglés (trip) y del francés (impasse). ¿Qué
significan? ¿Cuál de las dos crees que podría tener más posibilidades de ser aceptado por la
RAE? [0,5 ptos.]

10. Di la función sintáctica de las subordinadas de las oraciones siguientes. [0,5 ptos.]
Hay quien los chupa.
Experimentar con estas sustancias resulta "el pináculo de la estupidez".

11. Analiza sintácticamente: [1 pto.]


Me he vuelto un apasionado (teórico) del asunto porque les tengo verdadero aprecio a los sapos.

TEXTO NÚMERO 2

Ana, ante aquel silencio, sintió un terror extraño...


Pasaban segundos, algunos minutos muy largos, y la mano no llamaba...
La Regenta, que estaba de rodillas, se puso en pie con un valor nervioso que en las grandes crisis le
acudía... y se atrevió a dar un paso hacia el confesionario.
Entonces crujió con fuerza el cajón sombrío, y brotó de su centro una figura negra, larga. Ana vio a la luz
de la lámpara un rostro pálido, unos ojos que pinchaban como fuego, fijos, atónitos como los del Jesús del
altar...
El Magistral extendió un brazo, dio un paso de asesino hacia la Regenta, que horrorizada retrocedió
hasta tropezar con la tarima. Ana quiso gritar, pedir socorro y no pudo. Cayó sentada en la madera, abierta
la boca, los ojos espantados, las manos extendidas hacia el enemigo, que el terror le decía que iba a
asesinarla.
El Magistral se detuvo, cruzó los brazos sobre el vientre. No podía hablar, ni quería. Temblábale todo el
cuerpo, volvió a extender los brazos hacia Ana... dio otro paso adelante... y después clavándose las uñas en
el cuello, dio media vuelta, como si fuera a caer desplomado, y con piernas débiles y temblonas salió de la
capilla. Cuando estuvo en el trascoro, sacó fuerzas de flaqueza, y aunque iba ciego, procuró no tropezar con
los pilares y llegó a la sacristía sin caer ni vacilar siquiera.
Ana, vencida por el terror, cayó de bruces sobre el pavimento de mármol blanco y negro; cayó sin
sentido.
La catedral estaba sola. Las sombras de los pilares y de las bóvedas se iban juntando y dejaban el templo
en tinieblas.
Celedonio, el acólito afeminado, alto y escuálido, con la sotana corta y sucia, venía de capilla en capilla
cerrando verjas. Las llaves del manojo sonaban chocando.
Llegó a la capilla del Magistral y cerró con estrépito.
Después de cerrar tuvo aprensión de haber oído algo allí dentro; pegó el rostro a la verja y miró hacia el
fondo de la capilla, escudriñando en la obscuridad. Debajo de la lámpara se le figuró ver una sombra mayor
que otras veces...
Y entonces redobló la atención y oyó un rumor como un quejido débil, como un suspiro.
Abrió, entró y reconoció a la Regenta desmayada.
Celedonio sintió un deseo miserable, una perversión de la perversión de su lascivia: y por gozar un
placer extraño, o por probar si lo gozaba, inclinó el rostro asqueroso sobre el de la Regenta y le besó los
labios.
Ana volvió a la vida rasgando las nieblas de un delirio que le causaba náuseas.
Había creído sentir sobre la boca el vientre viscoso y frío de un sapo.

CLARÍN: La Regenta.
12. Se trata del final de La Regenta, una de las novelas cumbre del realismo español. Escribe al
menos cuatro características de este movimiento literario que se pueden observar en el texto.
[0,5 ptos.]

13. El narrador... ¿Te parece que, además de narrar, emite juicios de valor sobre lo que narra? En
caso afirmativo pon un ejemplo. [0,25 ptos.]

14. Una de las funciones del narrador es ceder la voz a los personajes. Pero aquí no hay diálogo.
¿Qué efecto tiene esto sobre la interpretación del texto? [0,25 ptos.]

15. Escribe un análisis de los personajes que aparecen en el texto. [0,5 ptos.]

16. El final del texto se inspira en dos cuentos de hadas. ¿Cuáles son? ¿Qué pretende el autor al
acabar la novela así? [0,5 ptos.]

TEXTO NÚMERO 3

El sapo y el mochuelo

Escondido en el tronco de un árbol 17. Este es un texto literario. ¿A qué subgénero


estaba un mochuelo, pertenece? ¿Con qué época o movimiento literario
y pasando no lejos un sapo,
lo relacionas? ¿Por qué? [0,5 ptos.]
le vio medio cuerpo.
«¡Ah de arriba, señor solitario!
-dijo el tal escuerzo-. 18. Explica la estructura interna del texto. [0,5 ptos.]
Saque usted la cabeza y veamos
si es bonito o feo». 19. Explica la estructura externa del texto. [0,5 ptos.]

«No presumo de mozo gallardo 20. ¿Cuál es la intención del autor al escribir el texto?
-respondió el de adentro-, [0,5 ptos.]
y aun por eso a salir a lo claro
apenas me atrevo!;
pero usted, que de día su garbo
nos viene luciendo,
¿no estuviera mejor agachado
en otro agujero?»

¡Oh, qué pocos autores tomamos


este buen consejo!
Siempre damos a luz, aunque malo,
cuanto componemos,
y tal vez fuera bien sepultarlo.
Pero ¡ay, compañeros!,
más queremos ser públicos sapos
que ocultos mochuelos.

TOMÁS IRIARTE

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