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La autora profundiza en las bases de un discipulado de iguales en el evange- lio de Juan. En este evangelio, varones y mujeres son tratados por igual en lo que vespecta a la naturaleza y el valor de su discipulado. Ast se observa en la presentacién de Marta de Nazaret, la Samaritana, Marta, Maria de Beta- nia y Marta Magdalena, paradigmas de seguimiento por su fe, su conocimien- to, su lealtad y su testimonio. Pag. 41 1. Relevancia del tema L tema del discipulado de iguales tiene una actualidad indudable en el dmbito eclesial Hoy, como en otros momentos de la historia, aunque esto haya quedado invisibilizado, surge la pregunta por la categorfa bésica que debe regit la re- lacién entre los seguidores de Jestis en la Iglesia y por las, consecuencias que de ello se siguen en el 4mbito de la onganizaci6n comunitatia, Es la Iglesia, como suele de- cirse, “jerdequica por naturaleza”? Aqui entra en juego cel tema del discipulado de iguales, al que se suele opo- ner el de la eleccién de los Doce (varones) con una mi- sidn directiva especial y hereditaria. Pero aunque el pri- mero parece, a primera vista, que es un concepto més moderno que el segundo, quizé su contenido no sea una novedad, sino que huada sus rafces en el mismo Evange- lio, mieneras la revisiGn del segundo en su contexto nos guarde més de una sorpresa. La significacién en aquel, contexto de uno y otzo de estos simbolos es imprescindl ble a la hora de hacer la hermenéutica (interpretacién actualizada para hoy). No se rata de fundamentat en Ia antigiiedad, sin més, el valor o autoridad de un simbolo © una institucién, 0 de repetirla miméticamente, sino de entenderla en su ratz y de comprender su relacién con el, anuncio de la Buena Nueva de la cercania humanizadora de Dios que proclamaba Jesis de Nazaret. 2. Quées el discipulado de iguales? ‘OS preguntamos en primer lugar: za qué nos referimos cuando hablamos de “disci- pulado de iguales"? Este concepto ha reci- bido muchas criticas. Por parte de la teolo- gla més tradicional, hecha normalmente por varones, s€ aduce que los doce apéstoles fueron vatones, elegidos y enviados por Jestis, lo que introduciria ya una diferencia jerérquica en Ia comunidad. Por parte de algunas muje- res, como Luce Irigay y el feminismo que representa, se Pag. 42 le critica que pretende hacer un discipulado donde la norma sean los varones (“iguales” a ellos). Este concepto fue usado por B. Schissler Fioreniza, en su obta En memoria de ella, y recomado después para articu- lar la ebbleséa (asamblea eclesial) como un discipulado de iguales que pueda hacer presente la basileia (el Reino de Dios), el mundo alcernativo de justicia y bienestar que- rido por el poder vivificador de Dios como una realidad y una visién en medio de los poderes de muerte, de opresién y deshumanizacién patriatcales. Como Jests, los discipulos (varones y mujeres) son llamados a procla- mac la “buena nueva” del mundo alternativo de amor y de justicia, de Dios, y a hacerlo presente reuniendo a Ia gente en torno a la mesa e invitando a todos sin ex- cepcién, alimentando a los hambriencos, sanando a los enfermos y liberando a los oprimidos. BI discipulado de iguales debe ser un discipulado de la “basileia” (BE. Schiissler Fiorenza, Discipleship of Equals, Crossroad 1993, 11-12). Frente a las acusaciones de Luce Irigay, Fiorenza se defiende diciendo que su uso del rérmino igualdad no significa tomar como referencia al varén, sino que supone e implica un cambio y una eransforma- cin tanto para mujeres como para varones, y una ctitica ‘muy fuerve al sistema patriarcal como definidor y confi- gurador de relaciones, estructuras y cosmovisiones que ‘oprimen canto a mujeres como a varones. El discipulado de iguales supone que varones y mujeres son discfpulos urgidos por igual en el seguimiento de Jestis de Nazaret, lo que implica Is vivencia de unos va- lores contraculturales y alternatives a aquellos que regian y rigen el sistema pacriarcal; entendiendo por sistema patriarcal un sistema socio-politico de subordinaciones y opresiones jerarquizadas en las que se van sumando las variables de género, edad, clase, etnia... Fl discipulado de iguales da fa misma dignidad y la mismas posibili- dades a varones y mujeres, les da palabra y horizonte, les sostiene y Jes lanza hacia adelante sin pasos marcados en funciéa del sexo, La clase, la etnia... porque lo impor- tance ¢s la solidatidad, el amor compasivo que sale a buscar lo necesitado y lo caido, para levantarlo, curarlo € incluirlo en la comunidad de hijos € hijas de Dios padre y madre. En la comunidad de iguales, todos son herma- ros, porque s6lo hay un padre, el del cielo (Me 23,9). Por eso, llamar a alguien “padre”, en una estructura que, como la Iglesia, sigue siendo patriarcal, no significa uti- lizar un apelativo sin més significado que la costumbre, sino que supone utilizar un simbolo que ayuda a perpe- cuar esas relaciones patriarcales contrarias al discipulado de iguales. Pues bien, en este sentido “el discipulado de iguales” se halla presente, de forma muy especial, en la tradicién del discfpulo amado. 3. La comunidad del discipulo amado y el discipulado de ignales 4) El discipulado de iguales en el diseno Literario y teolégico del cuarto evangelit momentos clave y parejas literarias ejemplares Aunque suele creerse que ¢s Lucas ef evangelio donde las, mujeres aparecen més veces y de forma més favorable, lo cierto es que esto sucede en el evangelio de Juan. Las mujeres aparecen muchas veces y lo hacen en lugares muy importantes, més bien decisivos, de la trama narra- tiva y teolégica del evangelio. Como en Lucas, Juan presenta a las mujeres en relacién con algunos varones, formando parejas que ayudan al lector @ saber cudl es la respuesta de fe més adecuada,, pero la presentacién que hace Juan de las mujeres es menos ambigua que en Lucas, mientras que la que hace de las parejas literarias no se centra tanto en el contraste como en la ejemplificacién de aspectos de Ia respuesta Pag. 44 de fe que no tienen que ver con los papeles de género tal como se establecian tradicionalmente en una sociedad pattiarcal. Bl evangelio de Juan no parece subrayar una rivalidad entre varones y mujeres, sino que los eraca de igual forma en lo que respecta a la naturaleza y el valor de su discipulado. Como opina M. Birne, un texto ser androcéntrico si, en comparacién con los discfpulos varones, las mujeres son presentadas como débiles en la comprensién y en la fe, 0 con estereotipos sexistas, 0 si son eliminadas de los roles de liderazgo e iniciativa. Por eso, més que estudiar tini- camente las figuras femeninas, como ha solido hacerse, la cendencia de los iltimos estudios, y cteo que con acierto, es hacerlo de forma inclusiva: varones y mujeres, en relacién, Masfa de Nazaret, la Samaricana, Marta, Marfa de Bets- nia y Marfa Magdalena son las mujeres protagonistas de momentos cruciales en el cuarto evangelio. Cada una de ellas se encuentra en un momento literatia y ceolégica- mente importante dentro de la estructura del evangelio. ¥, con ellas, aparecen otras figuras masculinas con las que forman esas patejas literarias que muestran la res- puesta de fe adecuada, el paradigma del discipilado, para la comunidad de Juan, que probablemente nos habla de Ia composicin y el funcionamiento de la co- munidad jodnica, Se pueden discernir varias parejas licerarias y ceolégicas en el evangelio de Juan: la madre de Jesis (2,1-11) y el oficial real (4,46-54); Nicodemo (3,1-11) y la Samaritana (44-42); el hombre ciego (9,1-41) y Marca (11,1-54); Marfa de Becania y Judas (12,1-8); la madre de Jests y el, discfpulo amado (19,25-27); Marfa Magdalena (20,11-18) y Tomés (20,24-29). Todos ellos sefialan momentos y res- puestas al seguimiento en el itinerario de fe. ‘Tanto la madre de Jestis en Cand como el oficial real, que abren y cieeran la seccién conocida como de Cané a Cané, actéan como dos caracteres que empujan los pri~ metos signos de Jestis y sefialan los rasgos de Ia fe jodni- ca en Cristo. Eni medio de la secci6n se le presentan al lector otras dos figuras: Nicodemo y la Samaritana, que son invitados a creer en Jestis; ambos ayudan al lector, por medio de sus preguntas, a conocer més cosas sobre quién es Jestis en realidad, Su respuesta muestra el avan- ce ea la fe en Jestis: la de Nicodemo queda inconclusa hhasta que vuelva a aparecer, y In de la Samaritana se ma- nifiesta lo suficientemente firme como pata evar a otros a Jesés. En el centro del evangelio, donde los otros evangelistas ponen la confesi6n de Pedro, Juan pone dos figuras que ejemplifican la respuesta de fe a la pregunta de Jess ambos: gerees? Tanto Marta como el hombre ciego cura- do dan su respuesta en un contexto polémico y amena- zante pot la increencia de las aucoridades judfas. Ambos parecen dejar ver que el discipulado tiene un precio, peto ambos responden afirmarivamente. Bn el caso de Marea, se crata de la confesién cristol6gica que los sinép- ticos ponen en boca de Pedro. Distinto es el caso de {a siguiente pareja literatia, y ‘quizd sea el tinico donde hay tanto concraste a favor de Ja figura femenina. Judas no entiende ni acepta lo que Marfa de Betania ancicipa con su gesto, la entroni- zacién-glorificacién de Jestis en Ia cruz, una idea tan propia de Juan. ‘A Jos pies de ta cruz, entre las figuras presentes que ‘componen el nuevo Israel, destacan la made de Jests y cl disefpulo amado, que son presentados como pared ma de la fe madura y de la auténtica familia de Jesis, que retine parentesco y discipulado en algo nuevo, cons- tituidos por el Espiritu que teciben. Maria Magdalena y Tomés tienen encuentros con el Re- sucitado que ayudan a los lectores a comprender espec- tos de esa realidad nueva y desbordante. En su presenta- ci6n, ambos revelan dimensiones de Ja reologia de la resurrecci6n y del discipulado. Por tanto, no se puede decir que Juan trate a las mujeres como débiles en le fe 0 que las elimine de los roles de liderazgo. Ambos, varones y mujeres, son paradigmas de discipulado, por su fe, su conocimiento, su lealtad y su testimonio. ‘Tanto varones como mujeres cometen err0- es, dudan, luchan por entender. Ambos colaboran para evar a buen término Io que se presenta como objetivo del Evangelio: “Para que credis que Jess es el Cristo, el Hijo de Divs, y para que creyendo tengdis vida en su nombre" 203. b) Valores contraculturales del evangelio de Juan En el evangelio de Juan aparecen reflejados una serie de valoces que podefamos denominar contraculturales por- que iban a contracorriente de los establecidos en aquella sociedad pattiarcal, y que explican la preeminencia del discipulado de iguales en este evangelio y en Ja comuni- dad que él refleja: primacta de la categoria de “discfpulo”, ausencia de rasgos y estructuras jerérquicos y primacia / de la categoria del amor y de fa amistad, y un especial imaginario familiar. —Primacia de la categoria de discipulo Es un dato ya adquirido que la categoria bésica del evan- gelio de Juan es la de discipulo. Ni los apéstoles ni los Doce son mencionados tantas veces como en los otros evangelios, ni tienen un papel preeminence. Seguir a Jestis, creer en él, traer otros a la fe en él, amar ‘como él amé y permanecer en él son algunos de los ras~ ‘gos del discipulo que aparecen a lo largo del evangelio, personificados tanto en varones como en mujeres. No hay composicién expresa, como en los sinépticos, de un Pag. 45 grupo de Doce; no hay listas de nombres, ni siquiera aparecen la mayoria de los nombres que las componen en los evangelios sinépticos. Por el contrario, hay prota gonistas que en los sindpticos pasan desapercibidos, y todos ellos sicven para oftecer a quien lee o escucha el camino de Ja fe en Jestis y, con ella, el de la vida (20,31). Incluso parece haber una cierta critica al oficio de apés- tol en las palabras puestas en boca de Jestis: “El apéstol no es mayor que cl que Je envid” (13,16), que estén en el contexto del lavatorio de los pies y la recomendacién de Jestis a los discipulos de hacer ellos lo mismo, unos con ‘otros, como signo de su discipulado. Esta importancia del discfpulo y de Is relacién personal que establece con Jesiis se refleja en el personaje-simbolo del discfpulo amado, que permanece innominado quiz para poder representar mejor a todos los disefpulos de Jestis y a lo que éstos deben aspirar. Ausencia de rasgos y estructuras jerdrquicos y primacta de la categoria del amor y de la amistad En este evangelio, Pedro tiene un papel y un procagonis mo claramente menores que en los sinépticos. Llega a la compaiifa de Jestis por medio de su hermano; en el cuer- po del evangelio no parece cener un papel predominance entre el resto de los discfpulos; en el capitulo 20 aparece en una competicién simbélica con el discipulo amado de la que no sale muy bien, y en el capitulo 21, una adic- cién tardfa posiblemente para incorporar las comunida- des joaneas a la gran corriente eclesial, tiene que pasar la prueba del amor, que es un rasgo tipicamente joaneo, para apacentar el rebafio; es decis, que las comunidades aceptan el “liderazgo jesérquico” de la gran cortiente ceclesial, pero sometiéndolo a su principio identitario: el amor. {Lo importance en el evangelio de Juan es la relacién per- sonal con Jestis y, a través de él, con el Padre, lo que po- sibilica amarse unos a otros al estilo de Jestis. El evange- lisca pone en sw boca las palabras: “Yar no as Mamio mes sieves, porgue el sievoo no sabe lo que bace su ser, sino que os be Hamad amigos, porgue os be dado a conscer todas las cosas que of de mi Padre” (14,15). En esta misma Ifnea estd el simbolo del Iavatorio de los pies y las palabras sobre el servicio de unos a otros, del que ya se ha hablado. Jest, al lavar los pies, parece seguir el ejemplo de la mujer que le ha lavado y ungido los pies (12,133). Su actitud y su gesto simbélico son contracul- turales. Toma sobre sf el papel del siervo y de Je mujer y,, al proponerlo a varones, desestabilizaba parte del siste- ma identitario patriarcal. Porque, ademés, hace a Dios, nombrado como Padre, el garante de semejante visién contraculeural. Después de veinte siglos de cristianismo ysen gran medida, banalizando fo que esta imagen sig- nifica, es dificil que nos hagamos una idea de lo que esta imagen significaba en aquella sociedad, donde el honor © imagen propia ante los otros era el valor fundamental, en el que se jugaba el lugar y la estima social, tan vical como el pan. Lavar los pies er una carea de esclavos y mujeres, algo impenseble en un varén libre, un cabeza de familia. — Especial imaginario familiar ‘Aunque es cierto que en Juan aparece Is figura del Padre de forma continua, al conerario de lo que pudiera pen- sarse, esa alusién al Padre celestial no sirve pata configu- rar 0 legitimar unas relaciones patriarcales y androcén- tricas, sino que iguala a todos en fa categoria de hijos/as, y discipulos/discipulas. Porque el Padre al que hace alu- ‘siGn muestra més las caracteristicas de origen y provee- dor que las de dominio y autoridad de los padres huma- fos en un sistema pacriarcal. ‘También en los evangelios sin6pticos aparece Ia idea de Dios Padre que relativiza la autoridad de los padres hhumanos. Una idea que est subrayada en Me 23,9 y que Pag. 47 Al “Bh 4 ‘en Juan se hace narracién mediante la alusién constante al nico Padre, principio de todo, que relativiza cual- quier otra autoridad patriarcal que pretenda imponerse, aunque sea disfrazéndose de servicio. De hecho, los pa- ddres humanos parecen haber desaparecido. Es cierto que se dice de Jestis, en dos ocasiones, que es el hijo de José, pero éste éstd ausente de la natracién mientras aparecen su madre y su tia, “Mi padre y vuestro padre” (20,18) se pone en boca de Jess resucitado para indicar que s6lo Dios Padre es el reference Gltimo de autoridad. Una aucotidad que pasa a los discipulos a través del Espiritu de Jestis, pero que no hace jefes y subordinados, amos y siervos, sino amigos y hermanos, dispuestos a lavarse los pies, es decit, a perder autoridad al estilo de la sociedad patriarcal, por servirse unos a otros. Creer en el nombre de Jestis les ha dado a sus discipulos la autoridad que implica su nueva identi- dad: hijos e hijas de Dios. Y esta especificacién de los dos sexos esta implicita en el cérmino griego utilizado (tekna), Una declaracién que esté en el prélogo (1,12) y anuncia ya alli lo que se va a desatrollar en el cuerpo del cevangelio. Quien cree en Jestis se convierte en discipulo y discipula, en amigo y amiga, y no en siervo, y en hijo @ hija de Dios. No caben. més jeracquias ni mediaciones, no hay poderes sagrados intermedios. Incluso €l cemplo, con su sistema cultual, que graduaba el acceso a Dios dependiendo del género, la clase y la etnia, ha pasado. Ahora es el cuerpo de Jesis el lugar de manifestacién y encuentro con Dios. El cuerpo del hermano es el que permite el encuentro con Dios Padre (2,21-22). Pag. 48 ae 4. Modelo organizativo de las comunidades joaneas UNQUE parece que la mayorfa de las comu- nidades cristianas, en lo que conocemos, adopraron como forma organizativa la casa-fa- milia, puede ser que hubiera comunidades ‘que adoptaran otras formas organizacivas existences en el contexto culeural para la asociacién de individuos, como podfan ser las asociaciones voluntarias de diversos tipos, que favorecian unas relaciones més horizoncales entre sus, miembros, con rotaci6n en los puestos de autoridad. quizé sea éste el caso del evangelio de Juan, y sus carac- teristicas peculiares estén reflejando un tipo de comuni- dades que no son las més habituales con sede en una casa-familia, La misma eleccién que hace el evangelio de Juan de la categoria de amor y amistad y la ausencia de ‘casi todo marco familiar podsian estar aludiendo a la eleccién por parte de las comunidades joaneas de una forma organizativa distinta a la de la casa patriarcal. Esto encajarfa con lo que proponen quienes hablaa del ‘evangelio de Juan como obra de una escuela 0, al menos, ‘como obra en la que la comunidad (juna escuela?) ha tenido mucho que ver ances de su redacci6n final (véase mi articulo “Mujeres tedlogas en la comunidad joanea?”, Reseita Biblica 24 {1999} 43-52). Parece que aunque no en todas ni en gran ndimero, en algunas escuelas filosoficas, y en ciertas asociaciones, po- dian parcicipar también las mujeres y Megar a tener puestos de responsabilidad. Si éste fuera el caso de la co- munidad que esté tras el evangelio de Juan, podria quid explicar 1 tratamiento de las figuras femeninas y de algunas tradiciones veterotestamentarias que aparecen en Juan, asf como una mayor equivalencia en la presen- tacién de los géneros. Y si fue la casa familiar la forma elegida para organizar las comunidades, parece que la estructura doméscica pa- triarcal tradicional no condicionaba decisivamente el mensaje fraternal de Jest Fuera cual fuera Ia forma organizativa de las comunida- des joaneas, parece cierto que mostraba una mayor igualdad a Ia hora del desempetio de roles y en la consi- deracién de varones y mujeres como aptos, por igual, para el seguimiento y el discipulado, sin una divisién de tareas 0 aptitudes en funciGn del género. 5. Conclusion L discipulado de iguales es una categorfa que supone otras prioridades, otros criterios pare establecer le autoridad, otto tipo de relaciones, diferentes a los de la jerarqufa pattiarcal La igualdad no significa uniformidad; se puede sostener la igualdad y Ia diversidad a la vez. Igualdad habla, més ‘que de aspectos psicoldgicos o vitales, de aspectos socia- les: derechos, posibilidades... pata los diversos. Discipulado de iguales no significa acracia 0 desorgani- zaci6n; significa otra forma de organizacién més acorde al espiritu evangélico y critica con el sistema jerérquico patriaccal que ejerce una escala de subordinaciones jerat- quizadas en funcién del sexo, la clase, la raza, el dinero... Sin ser un tratado feminista, algo que no se puede pre- tender, el evangelio de Juan muestra unas posibilidades diferentes de pensar y vivir el mensaje de Jestis, mucho més igualicario, sin decerminismos estereotipados de roles fijados por el género desde un naturalismo y un biologicisin tasnochados. Es cierto que las comunidades joaneas cuvieron, poste- riormente, problemas con el discernimiento de espiritus en aquellos casos en que varios, dentro de la comunidad y con diferentes posiciones, a veces contrapuestas, pre- tendian poseer el Espitita y apelar a su autoridad. Pero los problemas pueden, con el tiempo, descubrirse como ‘menos problematicos de lo que parecfan y pueden ser re- sueltos sin cercenar la cteatividad del Espfticu; al menos, después de veinte sigtos de historia del cristianismo, y desde nuestzo hoy, se puede decir que merece la pena intentarlo. ‘Quizé hoy, en le Iglesia, deseen menos padres y més con- discfpulos dispuestos a hacer juntos el camino del segui- miento de Jestis, del que sabemos dénde y cémo empe- 26, pero dél que no sabemos cada parte del camino, en cuya biisqueda es necesaria la voz de todas las personas que estén en él. Pag. 49

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