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NOCHE DE REYES e Wh Eva una pequeria aldea entre montafas en la que siempre neva- ba en el tiempo de Navidad. Nevaba tanto que sus habitantes se queda- ban sin poder salir de alli durante semanas. Entonces el mejor entrete- nimiento de los nifios de la aldea, era ir a casa de los ancianos Gunigundo y Anabel para escuchar las historias que ésta les contaba al calor de la lumbre. Era el anochecer del dia de Reyes, después de servirles un chocolate caliente y acomodar a los nifios cerca del fuego, Anabel comenz6 a: “Hace ya muchos arios, en una noche de Reyes como ésta sucedid algo maravilloso que quiero contaros. Era yo pequefa, tendria unos siete u ocho afios y me desperté en Ia noche cuando ya el resto de la familia dormia. Me gustaba ver las velas encendidas en el Arbol de Navidad, asi que me senté en la mecedora y me quedé mirando las vequefias llamitas de luz. Al cabo de un rato las llamas de las velas comenzaron a vibrar. Un paje vestido de verde aparecié, me tomé de la mano y me dijo: -No te asustes, nada malo va a sucederte, pero has deseado tanto conocer el secreto de los Magos que esta noche te serd concedido descu- brirlo. 54 ci qT de éb ca o asus Sin saber cémo, aparecimos en un palacio de un lejano pais. Sus torres terminaban en cupulas doradas y todo él estaba rodeado de pal- meras. En el centro del palacio habia una espléndida fuente que no cesaba de manar agua. Todo era bello y exotico alli. El paje me dijo: “Aguarda un momento aqui, voy a buscar a la persona que esperas. -2A quién espero?. Me preguntaba yo. Al rato aparecié de nuevo el paje y detras de él un Rey. Un verdade- ro Rey. Me quedé sin habla, sin poderme mover. Era un verdadero Rey. Su tez morena, su turbante de seda blanca con una esmeralda de gran tamafio en el centro, su capa de verde intenso bordada con hilo de plata. Estaba claro por sus ropajes y su palacio que se trataba de un Rey. Pero sobre todo yo veia en su mirada que era un Rey de verdad. Se acercé a mi y me dijo: “Soy el Key Baltasar. Sé quien eres ti y sé de tu gran deseo de saber mds acerca de los Reyes Magos. Ven. Me llevé de su mano hasta lo alto de la torre. - Mira. Me dijo. Aquella es la Estrella que nos indica el camino. Es la Estrella que nos guid a los Magos en nuestro camino a Belén. Cuando llegamos a Jerusalén la Estrella dejé de verse debido a la gran oscuri- dad que rodeaba a la ciudad. Hoy la Estrella que vimos los Reyes Magos ya no puede verse en el cielo. No puede verse porque la luz que esa Estrella traia se quedo en la Tierra para no marcharse jamds. Y algo de esa luz se quedé también en el coraz6n de los hombres y desde ahi puede brillar y dar luz a los demas. Entonces me atrevi a hablar al Rey Baltasar: -Hace muchos aiios levaste al Nifio Santo la Mirra de la curacion. éHoy que le llevarias Rey Baltasar a El y a los demds nifios?. -Hoy Ie Ilevaria lo que mas puede sanar:La alegria, la sonrisa y el canto. Cantaria y reiria para El y esa seria mi adoracion. a Al escuchar a Baltasar senti un gran alivio en mi corazon y unas tremendas ganas de reir y cantar. Le di las gracias y un gran abrazo. No se cuanto tiempo estuve abrazandole, lo que se es que cuando me di cuenta estaba muy lejos de alli Entraba a lomos de un camello por las puertas de un gran castillo de piedra solida. El paje, el mismo que me habia acompanado desde el principio, me ayudé a descahalgar y me condujo por el interior del castillo hasta una gran sala. En ella se encontraba un Rey sentado en el trono y sumido en pro- funda meditacion. Su aspecto era de gran majestuosidad, parecia muy alto, mucho mds de lo que yo habia imaginado. Una larga capa de rojo aterciopelado lo cubria por completo y una corona de oro muy antiguo descansaba sobre su cabeza. Me parecié el Rey mds sabio de la tierra. El paje y yo permanecimos en silencio delante del Rey. Yo miraba de reojo al paje y vi que esperaba también con los ojos cerrados. También yo cerré los mios. No sé cuanto tiempo habia pasado cuando escuché una voz profun- da, como llegada de muy lejos que decia: -Yo Soy el Rey Melchor. Abri mis ojos y pude ver los suyos. Eran de un azul profundo y me parecié un hombre sin edad. No parecia viejo y sin embargo parecia un ser de cientos, tal vez de miles de afios. -Yo Soy el Rey que hace mucho tiempo llevé el Oro de los Reyes al que fue traido a la Tierra en Ia Estrella Dorada. Sé que deseas conocer el secreto que se esconde detrds de los Magos que fuimos a adorar al Rey de Reyes. Pues debes saber que la Estrella que lo trajo era brillante como el mismo Sol. pues con Ia luz del Sol fue tejida y su misma fuerza portaba. Con Ia llegada de esa estrella toda la oscuridad que rodeaba la tierra fue alejandose Era dificil atreverse a decir algo a un Rey tan grande, pero EI supo lo que habia en mi corazén y me dijo: -Te conozco bien y puedo escuchar tu deseo. 56 Gracias Majestad. Quisiera saber porqué esa Estrella maravillosa que brillé hace mucho tiempo ya no puede lucir en la Tierra -Esa Estrella y el Divino Nifio que trata consigo se quedaron en la Tierra para acompatar y ayudar a los hombres. En la mirada de las personas, en el brillo de su inteligencia podrds encontrar el brillo de la Estrella. Es un destello que no se apagaré jamas. El Oro de los Reyes antiquos era un signo de su sabiduria. Los reyes y los hombres de hoy solo pueden mostrar su sabiduria a través de la verdad. Ese es mi regalo para El Nifio en estos dias y también para ti. Escucha siempre la verdad y dirds siempre la verdad. Y no olvides que las personas ancianas son las mas sabias en la tierra por haber vivido mds atios. Aprende a escucharlas. Yo pensé entonces en mis abuelos a los que tanto queria. Nunca se me ocurrio pensar que fueran sabios, pero ahora escuchando las pala- bras del Rey estaba segura de que si lo eran. Con una profunda reverencia me despedi del Rey Melchor. Este aca- ricid mi cabeza y la retuvo unos instantes entre sus manos. No recuer- do que pas6 después, s6lo que me encontraba en un pais diferente. Debia tratarse de un pais del Lejano Oriente, todo era distinto a lo que yo habia visto en mi vida. La calle por la que camindébamos estaba llena de un olor intenso a flores exoticas. Pasamos bajo un arco custodiado por unos soldados bellamente ataviados. Al llegar delante de ellos, el paje dijo unas pala- bras que no pude comprender y los soldados retiraron sus lanzas cru- zadas dejandonos pasar. Nos encontrabamos en el interior de un castillo- fortaleza. Sus muros estaban revestidos de una planta enredadera que yo no conocia, las hojas eran de un verde intenso y tenia unas flores blan Rodeando toda la muralla del castillo, habia drboles de Sandalo cuya madera es también muy olorosa. Subimos unas empinadas esca- leras de piedra adosadas a la pared y por un estrecho pasillo que corria junto a las almenas del castillo llegamos a un patio superior. Entramos en la gran torre, dentro se encontraba un gran espacio Ileno de lo que yo lamaria inventos o ingenios. 57 Cualquier nifio hubiera disfrutado sofando con un sitio asi. No puedo decir para que servia todo aquello, pero era fascinante: ruedas que se movian, palancas que subian y bajaban, incluso una especie de cesta que se elevaba y después volvia a descender. Me quedé con la boca abierta y tan asombrada estaba que no vi a la persona que se encon- traba detras de todos estos ingenios, a la persona que los habia disefha- do y que ahora los estaba poniendo en funcionamiento. El paje hizo una reverencia y dijo: -Majestad, esta aqui. Solo entonces vi al Rey, su brillante capa azul y su corona descansa- ban en un silln detras de la mesa. Al verme sonrid, con cuidado volvio a ponerse su corona y a cubrirse con su capa. Solo entonces me tom de la mano y juntos salimos al patio. Ya estaba atardeciendo y el inten- so olor a flores llenaba el aire -Yo soy el Rey Gaspar. Como has visto me gusta hacer cosas, inven- tos que después se convierten en cosas titiles para que las utilicen los hombres. 5é que has venido porque algo quieres saber, asi que dime cual es esa pregunta que Ilevas en tu cora76n -Majestad, vos visteis Ia Estrella, vos visteis al Nifio. Ahora cada nifio en la Tierra conoce esa historia, cada nirio quisiéramos conoceros a vos y a los otros Reyes. Cada nirio quisiéramos poder ver al Nifo. Al llegar aqui gruesas lagrimas que no pude contener caian por mis mejillas. El Rey supo todo lo que habia en mi corazén, tomé mis manos y me dijo como en un susurro. -Lo sé, lo sé y El también lo sabe. Hace muchos afios Ilevé al Nifio incienso. El incienso sale de la madera de nuestros drboies de sandaio y al quemarlo su humo sube al cielo. El olor del incienso recuerda a los hombres que nuestras oraciones también suben directamente al cielo. Las acciones de los hombres son también araciones que llegan al cielo. Si un nifio aprende y es [eliz en la tierra el Nifio del cielo se alegra también; si un nifio juega y comparte, esa es la mejor oracién. 59 Ya era de noche y el cielo se cubrid de estrellas. El Rey y yo nos quedamos atin mucho tiempo en silencio, mis manos entre las suyas y un suave olor a incienso llenando el aire. No sé cuanto tiempo paso. Cuando volvi a darme cuenta estaba de nuevo en mi casa. Las velas ya se habian apagado y entraba claridad por las ventanas pues estaba amaneciendo. 60

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