You are on page 1of 158
Marx dentro de sus limites Louis Althusser AKAL CUESTIONES DE ANTAGONISMO Disefio de cubiera Sergio Ramirez Titulo original Marx dans ses limites Edelén de Juan Pedro Garcia del Campo Reservades todos los derechos. De acuerdo a lo cispuesto en el art. 270 del Cédigo Penal, podrin ser castigados con penas de mula y privactén de libertad quienes reproduacan sin la preceptiva autorizaci6n o plagion, fen todo © en parte, una obra lterara, artisica © cientifica fiada en cualquier tipo de soporte © Editions Stock, 1995 © Ediciones Akal. 5. A, 2003 para todos los palses de habla hispana © dal prologo, juan Pedro Garcia del Campo Sector Foresta, | 28760 Tres Cantos Madrid - Espatia Tel: 91 806 19.96 Fae 91 804 4028 ISBN: 84-460-1992-2 Depesito legal: M. 38.909-2003, Impreso en Lavel, SA. Humanes (Madrid) Prologo. Althusser: un trabajo sobre la ideologia y sobre los limites del marxismo, Juan Pedro Garcia del Campo (_iFinalmente la crisis del marxismo haestaliadot ND E septate 7 5 ML Marx era «marxistay? 27 ie ae ae é 3 V. El marxismo iseria un rio con tres fuentes? 49 Vi Marx atin prendido en el idealismo ............... ttn UF Vil._2¥ la «omnipotencia de las ideas»? 65 Vill, Un limite absoluto: fa superestructura ........0.0+ B IX. En qué sentido es el Estado cinstrumento» y «separado»? . 8) X._ Por qué, entonces, el Estado es una maquina? 10! XI. Por qué la dictadura del proletariado? 105 XIl,_Retorno al Estado-miquina a 15 XiIll, Por qué el Estado es una maquina «especialy 121 XIV. Del cuerpo del Estado... 2s... ee a . . BI XV._Sobre la destruccién del Estado . . 135, XVI. La gran mistificacién del Estado . . 139 XVIl._El pseudocirculo del Estado .. 145 XVill._ Sobre el fetichismo_. sora 149 XIX. Los «limites absolutos» de Marx sobre la ideologia 157 163 XX. La hegemonia segin Gramsci Prdlogo Althusser: un trabajo sobre la ideologia y sobre los limites del marxismo JUAN Pzpro GaRciA DEL CAMPO 1. TEXTOS PARA RETOMAR LA PALABRA La publicaciin, entre 1965 y 1967, de Pour Marx y de Lire le Capital! supuso Ia Sreupe ign en el ambito del pensamienco marxista de una fuente de actividad tedrica (de un «sujeto politica filoséficas, en expresion de Frangois Matheron) que venta a revolucionar zadicalmente fa maneza de enfientarse alos textos a los concepts mis propios de la tra- dicion comunista. Louis Alchusser en el tiempo en el que coagulan las grandes convul- siones sociales que estallarén en tomo al referente de 1968, ha veniio a canstruir una lec- ‘ura de ia tradicién comunista que, rompiendo tanto con el cédigo de la ortodoxia como con las lecturas shumanistase o adialécticase intentadas en su contra, no ha dejado de reivindicar le potencia de afiemacién iberadora del pensamiento marxista. El articule que publics en 1970en La Pensee,eldeologte y Aparatos Ideoligices de Estado’, venta 2 cone firmar la fortaleza conceptual y fa vacactin polémica de un pensamiento que. lejos de ‘enmudecer tras el Mayo, desplegaba una escritura abierta a la investigacidn en los meca- nismos del control sobre Ia subjetividad individual y colectiva, y que proponia, ademas, elementos desde las que conceptunlizar Jas nuevas formas de una revolucién posible. Y sin embargo, apenas una década después, mucho antes incluso del factdiew dla en que su nombre aparecié en lis paginas de sucesos, su actividad ce6rica se ha visto, de ' Publicadks amos en castelann por a dicoial So XNI como Larson crcede Mar en 1967, -y Para lor El caital, on 1960, 2 Vertide al castellano en varias taducciones. algdm modo, condenada al silencio: en un mundo {el de la década de 1970) en el que Jos discursos de la tradicién comunista entran en crisis (tanto por los «sucess que en el seno de esa misma tradicién convulsionan vielentamente la conciencia de los mili- tantes como por las modificaciones esteucturales que cristalizan en torno 2 las nuevas formas de dominio y a las nuevas formas de resistencia}, Althusser parece dedicar sus obras, tan stlo, a Ia defensa de la posicién tedrica que en afios anteriores ha estableci- do. Sin desdefiar el peso indudable que tuvieron y la importancia de las discusiones apa- sionadas que provocaron, si atendemos a las publicaciones de Louis Althusser durante Ja década de 1970, pocsfamos casi decir que, a partir del articulo sobre los Apatatos Ideals wicos, su «potencia conceptual», su capacidad de incidit desde el punto de vista tedrico en los asuntos practicos, ha quedado desbordada pot lus acontecimientos y que. en todo. caso, sus textos, importantes sin duda, juegan mas bien como elementos de justificacién de una produccidn que es bastante anterior (Matheron, a este respecto, sefala que el «sujeto politicu-filoséficoe Althusser ha desaparecide como tal con les acontecimien- tus de mayo de 1968). Si atendemos a lo publicado, podria pensarse que durante la década de 1970 Alchusser se ha limicado a explicar lo que escribié en los ates anterio- res va responder a las eriticas que sus escritos de ese perinde han recibido. Se podria pensar que Althusser no tiene ya nada mals yue decir. Hay incluso quien ha sugerido (pero allé cada cual con su indignidad) la esencial vacuidad y la maldad intrinseca de un discurso que, acerca de los hechos). EI potvenir es largo, esa «autobiografia> althusseziana cuya publicacién tanto morbo y tanta complacencia aliments, pretende precisamente poner fin a ese silencio y, mediante cl expediente que consiste en «dar testimonio» y «responder de los hechos, recupetar una «responsabilidad» que le permita retomar la palabra. Pero ese libro, escrito en 1985, por unos u otros motivas, no fue publicads hasta 1992, dos aftos después de su muerte fisica: asf, de hecho, Althusser sélo pudo hablar nuevamente «en persona»? después de muerto. Althusser no volviG, pues, mientras vivi6, a retomar la palabra perdida. Con todo, como se lee en varios lugares de la propia obra althusseriana, conviene ne creer 2 los autores bajo palabra. Aunque asi lo sugiera, incluso, I presentacin que se hace en El porvenir es largo, las condiciones del «silencio» de Althusser son mucho mas serias de lo que su reduccidn a suceso biografico podria hacer pensar. El propio Althusser es consciente tanto de su silencio cuanto de la necesidad de ponerle fin y, al menos desde 1978, elabora un proyecto claramente orientado a retomar la palabra: intervenit nuevamence (pero, quizi, de manera distinta) como «sujeto poli- tico-filoséfico en un universo en el que se estén remodelanda las formas del dominiot. Retomar Ja palabra: Althusser lo intent6 en repetidas ocasiones. La de El porvenir es large pudo set La diltima, pero no fue la primera. Lo que, en esta presentaciin, quiere ser puesto en ptimer plano, precisamente, tiene que ver con esto tltimo. Althusser, cuyo «silencio» es anterior a 1980, tenfa algo que decir y trabajaba en los textos que Je permitieran hacerlo. El «silencio» de Althusser no es un silencio «biogréfico» que tenga que ser explicado a partir de un suceso «personal» fundante: es un silencio de trabajo. Y es un silencio que trabaja, precisamente, para poder reconstruir un discurso que sea instrumento con el que pensar ena revolucién y un comunismo deseable y posible. El calibre de esta empresa es mucho mayor de lo que pudieran hacer pensar los tex- tos en los que, entre 1977 y 1978, Althusser ha explicitado su distanciamience respec 3 ain personae: de su pio y letra. No hay que olvidar que Althusser «ha hablado» en la impor- tante serie de entrevistas que mantavo con Fernanda Navarro a propésito de la filesofia, que fueron publicadas por vez primera en 1988 con el citulo Filosofia y marxismo por la editorial Siglo XXI de Mexico + En este sentido, nocabe tampoco pensar la (novedosa) actividad tedrica de Althusser como tra- sunto de una srectificacién, mucho menos si por tal’se entiende una rectificacién «filosdfica» (aun- gue hay quien asf lo ha sugeride a partir de una simplista lecturs de los Elementes de autncriica): ve trata de un trabuje de investigacién sobre las circunstancias que han confluido para terminar prove- eando una en el universo marxista (en la tcoria y en la prictica}, de manera que, desde su identificaciéa, pucdan establecerse los correctives que permitan su rovitalizacidn. to de la politica del partido comunists francés (un distanciomienta, por lo demas, bas- tante serio, cuyos nécleos de interés pueden leerse también en buena parte de sus escri- ros de la década de 1970, y que tiene que ver con las formas de actuacién politica del partido). Mucho més que una discusién organizativa, cictica o estratégica, lo que se esté planteandg a Jo large de este inmenso «trabajo silencioso» es algo que atate al estatuto mismo de Ie teoria marxista: con el trasfondo de la crisis, Althusser plantea la necesidad de tomarla en serio y preguncarse por las causas que han desembocado en ella. La crisis del marxismo no puede ser sdlo un efecto perverso de una coyuntura his- térica, ni de los errores (practicos) cometidas, ni de la fuerza de los enemigos que con- ta él se han coaligado a lo largo de los atios: en todo caso, si esos fueran los motivos, habria que preguntarse por las causas que han hecho posible el triunfo de ias aconteci- mientos sobre una teorfa cuya «omnipotencia» (en expresisn ya cldsica) derivaria de la verdad incuestionable de las ideas que la articulan. Tomar en serio la crisis del marxis- mo, piensa Althusser y en ello trabaja, sélo puede significar preguntarse por los limites internos de la propia teoria. Marx dans ses limites, un texto de 1978, se plantea precisamente en esta perspectiva: ahora que finalmente ha cstallado Ja crisis del marxisino, dice Althusser, estamos en condiciones de preguntarnos por sus causas y, més atin, de hacerlo en serio, esto es, sin temor a que nuestros andlisis puedan provocar una crisis que pudiera ser aprovechada politicamente por los adversaries del marxismo: la evidencia de la crisis, por lo tanto, come antidote frente al temor a provocarla; la evidencia de Is crisis, también, como urgencia de su resolucién, En este escrito (en el que, por lo dems, podrin encontrar- se importantes diferencias respecto de lo que, en textos anteriores, han sido cesis althus- setianas: en Io que atafie a la supuesta «exterioridad» de la teorfa respecta del movi miento obrero fundamentalmente, pero rambién en lo que se refiere a la relackén ciencia-ideologfa o a determinades matices sobre la teorfa de los Aparatos IMdeolégicos de Estado), los ifmites del pensamiento de Marx son referidos de manera central a la problemérica de la «superestructura» tanto ideokigica como pol(tica, esto es, al proble- ma de la consideracisn de «do politica» y de su especificidad, a la determinacién exac- ta de las formas en que el poder eetia generando efectos de identificacion, de consen- timiento y de «naturalizacién» de unas relaciones de dominio (telaciones de clase) que, sin embargo, son presentadas (j, sobre todo, son «vistas») como telaciones entre igua- les. Ademés, y éste es un aspect que en sus textos posteriores seré centro privilegiado de atencién, estos «Ifmites absolutos» de] marxismo son presentados por Althusser ‘como, en buena medida, procedentes de una insuficiente ruptura de Marx (y de los continuadores de su intervencidn tedrica) con el «idealigsmoe del que esté «prendida» atin su leecura de la especificidad de la esfera politica: de una concepcién que, de algén modo, sigue siendo prisionera de una visidn que da por buena la «transparencia» de Las 10 relaciones de poder, que entiende el Estado como «simple traduecién «mectinica» de la correlacién de fuerzas en la «infraestructura», que olvida el carscter esencialmente actuante y articulador (en Ins relaciones sociales y en Ia conciencia de sus agentes) de la ideologia. Desde esta perspectiva, el «silencioso» trabajo althusseriano se empefié (con éxito © sin él, cada cual lo juzgaré por si mismo) en la tarca de clarificar la manera en que, desde una posicién materialista, seria posible entender la funcién de la idcologfa en el seno de las sociedades capitalistas y fa manera en que serfa posible ponerla «fuera de circulacién». Si su trabajo en los afios anteriores se f6 como objetivo depurar la teoria marxista de las adherencias hegelianas, esa misma teorfa (y su préctica) en el tinico émbito en que podria escapar de las adhe- rencias ideoldgicas (limitadoras y «sujetas») que deforman la manera de ver el mundo. As, por un lado, nada tiene de extrafio que ka preocupacién te6rica («filos6fica», si se quiere) fundamental del Althusser de la década de 1980 fuera, precisamente, la inves- tigacién acerca de lo que deba ser entendido por «materialismo». Asf también, por otra parte, nada tiene de extrafio que los lugares en Jos que Althusser buscara la clave de una alternativa materialista fueran, precisamente, los textos de Spinoza y de Maquia- velo: los autores que més claramente han abordado la imbricacién de «lo imaginario en las dinamicas constructoras de! dominio y del sometimiento. En este sentido, las famosas entrevistas con Fernanda Navarro, efectivamente, muestran la profunda continuidad entre el andlisis de los limites de la teorfa marxista y Ia formulacién de esa extrafia nocién que Althusser bautiz6 como «materialismo alea- torio». En todo caso, cl propio Althusser insistia explicitamente en esta continuidad en Jo que, en 1982, iba a ser el «prefacio» de la obra’ de la que est extrafdo el texto sobre La corviente subterrinea del materialismo del encuentro: «Este rodeo por la teorfa, y particu- larmente por la filosofia, tras el pensamiento te6rico de Marx, como acabo de decir, esté ahi solo para permitir comprender la politica, esa en Ia que estamos comprometidos, esa en ka que estamos “perdidos” y “sin referencias». hora, de manera central, insistird en resituar > En 1982, Althusser prayecté escribir una obra tanto sobre la coyuntura politica como sabre lo que después llamé «materialismo aleatorio», para la que redacté varios escritos y recupers textos ante- riores. El estado general del texto, sus repeticiones y saltos, su cardcter de proyecto» sin desarrollo, hha desaconsejado (véase la explicacién contenida en las paginas 533 a 538 del vol. [de los Ecrits phi- Losophigues et politiques, Parts, STOCK/IMEC, 1994) su publicacién, pero es de ese conjunto de escri- tos de donde procede el texto conocido como La comiente subterrdnea del matevialisrnn del encuentro (en castellano, en Para im materialismo aleatorio, Madrid, Arena, 2002). Por lo demés, en castellano hha aparecido una traduccién de una parte de estos textos de 1982, publicada («Sobre el pensamien- to marxista>) en el nuim. 6 (otorio de 1995) de la revista Riff Raff de Zaragoza, 2. LA TRADICION MATERIALISTA En las paginas de Et porvenir es largo puede leerse una de las mas escuecas definicio- nes de maccrialismo gue jamés se hayan realizado. Ser materialista es... no contarse cuentos*, El macerialismo no es, por fo canto, una filesofia (aunque sfes una «posicién» en filosoffa) nié viene caraczerizado por una determinada serie de contenides (aunque eno contarse cuentos» signifique posicionarse frente a determinados contenidos y, sobre todo, posicionarse de una determinada manera ante ellos); ser materialista es, simple- mente, no contarse cunts. La obra tectica de Althusser se ha caracterizado, precisamente, por un intento de des- hacer los cuentos que permanecian pegados a la tearia marxista y que impedian su desarro- ilo Giendo, ademas, on muchos cases, La fuente de terribles orzores «en la précticar): el cuento de la «dialéctica» entendida como norma «ontoldgicar del despliegue de Io real; el cuento de! (como reino de los «valores»); el cuento, en fin, de un desti- no trazado para la historia en el que la victoria final estarfa garantizada, Frente a los «cuen- tose, pues, Althusser ha reivindicado la (y ése es, sin duda, el origen del «teoricis- mo» del que cantas veces se le ha acusado y dal que él misma ha hecho «autocritica»). Pere la critica de los «cuentos», en Althusser, no es una simple apuesta por la «tzo- rf, na es, por decitlo asi, una apuesta sfilossfican: si no hay que contarse historias es, precisamente, porque las historias impiden reconocer la cartografia basica de un mundo anticulada sobre el pader de clase, porque dibujan, por contra, un horizonte plano en ef que permanece «sujeto» cualquier deseo de socialidad otra, En su intento por devolver al marxismo la potencia explicativa e interpretativa que Ie ha sido escamoteada por guienes han hecho de él un simple «cuento», en su inrento por trazar el recortide de una tradicién materialista que (como un tren al que subimos en marcha) no tiene fin alguno prefijado, pero que tiene en Marx una de sus estaciones més transitadas y més Griles, Althusser no rabaja como «flésofo», sine como comunista: como un comunis- ta que es también filésofe y que, ademas, entiende que Ta lucha de clases se desarrolla también en el terreno de lo ideolégico y, por eso, en el Ambico de la teoria, La edicisn castellana {p. 295) traduce «no contarse historias. La expresiin aparece justamen- te después de Ins paginas (289 a 294) en las que Althusser habla de lx importancin que tavo para él la lectura de Spincea y Maquiavelo, y que constituyen la versida que tinalmente fue publicada en sus- titucida de la redacetén inicial (redaccidn inicial que fue publicada finalmence como apéndice a fa edicisn francota de bobsillo de El porvenir es kage Pajo el cieule de La sinict racicién maseriedsta). 12 Si atendemos a esta circunstancia, en nuestra opinién, se haré mucho més com- prensible e] singular modo en que Althusser traza, en sus textos de los afios cchenta, un recorride per Ja tradicién macerialista... isin hablar prdcticamente de ): es, fundamentalmente, una preocupacién politica. Se trata de poder pensar el marxismo (de poder pensar la actuacién politica, la lucha contra el dominio \dividuales y colectivas) al mar- capitalista, la préctica de la liberacién de las potencias gen de toda mistificacién «dialéctica», chumanista» © que pretenda presentarlo como una «filosofia del sentido». Mas simplemente: la preocupacién althusseriana por el materialismo es, en tiltimo término, un intento de pensar el marxismo (de planificar Ia liberacisn posihle) «sin contarse mas cuentos» Los textos de trabajo en los que se adentra después de Marx dans ses limites son algu- nos de los materiales en los que, con mayor o menor éxito, Althusser trabajé durante sus Glkimos afios para que, precisamente, fuera posible «desenredarse de la dulce ros- uilla de los cuentos» y, asf, reabrir los cauces en los que el razonamiento critico, duran- te tantos afios, se ha enfangado: identificar los limites del pensamiento (de Marx) cons- tituye, para la tradici6n comunista, un primer ¢ ineludible momento. 3, MARX DENTRO DE SUS LiMITES Marx dencro de sus limites (editado inicialmente en Louis Althusser, crits philosophi- ques et politiques, tomo I, Paris, STOCK/MEC, 1994, pp. 357-524) debe ser entendido en el dmbito de la polémica desplegada por Althusser durante la década de 1970 en el interior del partido comunista francés. La posicidn althusseriana en el seno del PCE, en cl que militaba desde 1948, intentaba, segtin sus propias palabras, reaccionar contra la maguinaria de dominaciGn en la que esa organizaci6n se habfa convertido, similar a la del Estado o a la del aparato militar, y romper la dindmica ideolégica que lo unific: ba, sin por ello abandonar una organizacién a la que consideraba instrumento impres- cindible pata la modificacién de las condiciones sociales y politicas: en ello era deudor de la tradici6n leninista (pero también, en la misma medida, de la tradicidn de pensa- miento politico que procede de Maquiavelo), no s6lo porque viera en el partido la mate- rializacion de una necesaria direccién estratégica para las luchas del proletariado, sino porque lo consideraba un instrumento insustituible en el juego de enfrentamientos «en lo politico» que conforman el entamado ideoldgico y simbdlico-organizative de las sociedades capitalistas. El contexto en el que fe escrito est marcado por disputas agrins y generalizadas en el interior de la organizacién (recuérdense las disposiciones adoptadas en el XXII Con- greso del partido comunista franeés de 1976, muy en la linea de lo que supuso la opeién Berlinguer-Carrllo-Marchais por el llamado «curocomunismos y la discusién abierta 15 en su seno: se tratabs en el fondo de una reactualizacién de los planteamientos social- demécratas y se partfa de una adaptacién de los mismos a las condiciones de la «demo- cracia de partidos de la Europa occidental: se partia de la ilusién de un posible triun- fo electoral desde el que serfa posible transtormar la sociedad y construir el «socialismo en libertad»), pero también desde el exterior de la misma, por los grupos izquierdistas surgidos en torno a los acontecimientos de 1968 (a critica al PCF por su peculiar inter- vencién desmovilizadora se suma, a partit de entonces, a las criticas ya anteriormente avanzadas desde grupos como et de Socialisme o Batharie, desde las posiciones de los situacionistas o desde las intervenciones de activistas ¢ intelectuales como Rudi Dutschke 0 Cohn-Bendit). Et contexto politico de esta obra esté marcado, pues, por polémicas en Tas que la tradicion teérica y organizativa del mundo comunista est4 siendo eolocada en el centro: en el ambiente intelectual fancés (en el que arzecian las eriticas furibundas no sélo de los medios de comunicacisn y de los particlos de la derecha sino también de algunos intelectusles supuestamente «izquierdistas», como Lyotard © como Glucks- mann), 0 en ef Ambito internacional (la ", el movimiento obrero internacional habla conseguide inspirarse en la teorfa marxista para realizar su unidad, y era de fa busguesta de donde abiertamente venian los golpes, desde la escisién chino-soviética es en el interior del campo socialista y marxista donde aparecen con gran claridad conflictos muy graves" que ponen cn cuestién naturale "E] tfeulo del primer capitulo retcma el de la intervencién de Althusser en el cologuio de Vere cia (11-13 de noviembre de 1977): «iFinalmente la crisis del marxismot», en It Manifesto: Pouvotr et obosition dans tes socittds pastzévohuiormatnes, Ports, Le Scuil, 1978. "CE V.L Lewin, LOpporcunisme et la Failte de la Dauaidon Internationale (1916) en Oowvres, Paris, Editions Sacizles/Editions de Moscou, 1. 22 [ed. cast.: El ubremisman y fa bancaruta de ta segunda fuemnacional, en Contra el revisionismo, Madrid, Ediciones Akal, 1976, pp. 282-295], 4 Primera redaccidn: «los conflictos mis graves. 19 mente tanto la interpretacién de la historia del marxismo y de los movimientos mar- xistas como la interpretacién de la teorfa marxista misma. ELXX Congreso del partido soviético™ ha descubierto brutalmente una terrible rea- lidad que habia side ocultada durante més de veinte atios a lus militantes, que se habian. cenido que batir por salvar la apariencia de las justificaciones de las que Stalin habia cubierto sus practicas y, fundamentalmente, los monstruosos procesos de 1937-1938 en ta URSS y de los afios 1949-1952 en las «democracias populares». Las cosas alcanzaron tal gravedad que las revelaciones de Jruschov sobre las masactes, las deportaciones en masa y los horrores de las campos no contribuyeron a sanear Ia situacién, que en fa URSS y en los partidos* occidentales permanecié atin por mucho tiempo, y permanece todavia en gran parte, dominada por las mismas pricticas que eran denunciadas. Prue- ba evidente de que la crisis que estallaba con gran claridad bajo esta forma era entonces atin mas profunda de lo que se habia dicho: no se trataba de los efectos del pretendido: «culte a la personalidad», ni sdlo de «violaciones de la legalidad socialista»’, sino de tode un sistema tedrico y practico capaz de sobrevivir a las mas escandalosas revela- ciones. iDe dénde procedian todos esos horrores? El tiempo ha pasado“ ventiocho aos se han perdido. Envretanto, desde luego, China ha rote con la URSS criticando, entre otras cosas, la politica econémica de Stalin y sus précticas internacionales’ y, bajo la En el afte 1956, Jruschw pronuncid ent d su «informe secreto> sobre fos «crimenes de Stalin, cin arilirante, enando Althusser hahla del «partida» 0, coma aqui, de ¥ Siguiendo una vieja los «partidos», sin hacer ninguna especificacion, se esta refirienda siempre al (a los) partido(s) comu- nista(s}. V Esos eran los principales ataques de Jruschow contra las pricticas del periods estalinista. Ademis de «Marxisme y humanismoy (retomado en Poet Murs [ed. cast: La tevoiucion teorica de Marx, México DF, Siglo XX1, 1968, pp. 182-200]} y «Nota sobre la critiea del culo a la personalidady (ert Réponse it Jokn Lewis [ed. cast.: Para une critica de la prdctica tebrica. Respuesta a John Lewis, Madrid, Siglo XI, 1974]), Althusser escribid en 1964 dos textos inacabades, per ampliamente trabajados, sobre In slicracién y el «culto a la personalidad», mas directamente politicos que los escritos publicados. \ La nuptura oficial del Partide Comunista Chino con el partido sovidtico consagrs en [963 la eescision del movimiento comunista internacional». ® Bn el contexto de una politica orientada a la coexistencia pacifica con Occidente, micntras China intontaba convertirse en la referencia de los movimientos anticolonialistas de la zona, la URSS habia retirado en 1950 sus asesores de China y habia suptimido la ayuda economica, En (962 China condend ala URSS por retirar sus misiles de Cuba y acuss a Jeuschoy de revisionista y de waidor al marxismo-leninismo. La ruptura oficial del Partido Comunista Chino con el partido bolehevique se prcdujo en 1963, El 26 de diciembre de 1991 fa URSS desaparecio formalmente tras la proclamacién le su disolucivin por el Paslaments sovigtico, 20 direccién de Mao, ha intentado liquidar los peores defectos del estalinismo mediante la Revolucién Cultural, aunque en gran parte ha fracasado™!; es cierto que los partidos occidentales se han alejado sensiblemente de la URSS y denuncian tanto el régimen de opresién que allf subsiste como las intervenciones armadas en el exterior, Pero ningtin partido comunista, y no sélo el PCUS sino tampoco los partidos occidentales, ha teni- do el ménimo coraje politico de intentar analizar las razones de una historia de la cual denunciaron algunos efectos. La verdad sobre todo ese pasado, evidentemente, no es agradable decirla y, atin mas, posiblemente sea insoportable o imposible enfrentarse a consideran los comunistas, han sido inea- as, Yas: ella. El resultado es que los marxis paces de rendir cuentas de su propia historia. Asf pues, la crisis politica del marxismo reenvia a eso que es preciso considerar su crisis 0 su enfermedad o su desconcierto tedrico. {Cémo podria, si no, una historia que ha sido hecha en nombre del marxismo, de la teorfa de Marx y de Lenin, set opaca para el marxismo mismo? Y si efectivamente lo es para ver, con algunas excepciones, la debi- lidad de los trabajos que se le consagran, reducidos 9 crénicas eruditas, pero crénicas sin entidad politica y te6rica, o a meras hip6tesis aventuradas, cuando no simples dis- parates politicos y teéricos, entonces hay que plantearse una pregunta ms amplia: épor qué el movimiento comunista ha sido incapaz de escribir su propia historia de una manera convincente, no sdlo la historia de Stalin, sino también fa de la III Internacio- nal y la de todo el pasado que le ha precedido desde el Manifiesto comunista? Esta pregunta no es solo politica, sino también te6rica. Y obliga a formular una tlti- ma cuesti6n: ino habra también que buscar en la teoria marxista misma, tal como ha sido concebida por su fundador, ¢ interpretada por sus suicesores en las mas variadas coyun- turas que hubieran debido servir como experimentaciones te6ricas, algo de lo que ren- dir cuentas, en parte, en relacién con los hechos que siguen siendo para ella oscuros? Pienso que es asf, y que hoy hay que hablar abiertamente de crisis de la teovia marxistaY™, haciendo la importante reserva de que esta crisis dura desde hace mucho, pero que en la década de 1930, con el «estalinismo», ha adoptado una forma particular que ha blo- queado toda salida de la crisis y que ha impedido que ésta sea formulada en unos tér- minos que hubieran permitido un trabajo politico y tedrico de investigacién y, por con- siguiente, también de rectificacion. Hoy no sélo estamos en crisis -y desde hace mucho, y hemos pagado el precio (las victimas predilectas de Stalin, como sabemos, fueron comunistas, desde el més alto res- M Recordemos que Althusser publics en 1966, en el ntim, 13-14 de les Cahiers Marxistes-Léni- nistes, un articulo no firmado titulade «Sur la révolution culturelle». ll Primera redaccién: «crisis del marxismo» 21 ponsable hasta el més modesto militante)-, sino que ademés, a causa del movimiento de masas que acrecienta las contradicciones y termina por sacarlas a Ja luz, con gran claridad y con total actualidad, estamos en una situacién nueva: la que nos permite decir que ifinalmente la crisis ha estaliado!, ifinclmente se hace visible para todost, ifinal- mente un trabajo de corteccién y de revision es posible! A partir de ahi podemos panemos a trabajar, utilizando no sélo nuestra experiencia sine también los intentos reflexivos de tadas fas que, desde hace mucho, y en ta sole- dad de la exclusién, han sido los primeros testigos vivos de esta crisis y que, a menudo, han sido las victimas de su coraje piiblico. Son éstos los que nos interesan, y na los que no dejarén ce decir «iPero por qué sdlo hoy?>. Si su extrafieza es sincera, seré que no saben o han olvidado como eran las cosas hace tan sdlo diez afios en el PCE y como contindan stendo hoy, En cuanto a los anticomunistas tradicionales para los que la teo- tia de Marx era religin envuelta en una metafisica econdmica, y a los antimarxistas a la moda"? (ya pasada} que se pasean por las grandes capitales y por los congresos del «Gulag en el ojal™», si por casualidad tienen alguna explicaci6n seria que proponer {pero eso se sabria desde hace tiempo}, los tendremos en cuenta; si no es asi, que se resignen a ser las vedettes de los medios de comunicacién. En cuanto a nuestros camaradas, que no sélo han debido sufrir esta historia, hayan podido permanecer en el partido o hayan tenido que dejarlo (iqué numeroses estos ulti- mos!), que sepan esto. Todo revolucionario sabe o siente que puede scr comprometido, © peligraso, hablar de «crisis del marxismo», y por una razén bien simple: las palabras siguen sui pendiente, y crisis desemboca generalmente en detrumbe (Lenin hablé del «derrumbe» de la Segunda Internacional), y derrumbe en liquidacién o en muerte. Sin embargo, crisis desemboca también en «crisis de liberacién» e incluso «de crecimiento». Que juzguen, pues, para ver si las reflexiones que siguen conducen al derrumhe o al renacimiento. A parcir de 1968, diversos autores autonombrados «nuevos filésofos+, en una amplia campatia de criticas al marxismo (que fue alentuda y publicitada por los medios de comunicacién, pero que ellos aprovecharon como preciosa lanzadera con la que conseguit prestigio en el mundo ardenade de 1p intelectualidad biempensante), tomaron coma argumento bésico de sus proclamas el hocror esta- liniano. Venian a sostener, asi, que el marxismo conduce necesariamente, en tanto que se sustenta en una visiGn (otalizadora de la realidad, a los campos de concentracién, Alusidn a la corriente de Jos «nuevos fil6sofo y mas concretamente al libro de André GLUKS- MAND, Les Maitres penseurs, Paris, Grasset, 1977 [ed. cast.: Los maestros penseulores, Barcelona, Ana- grama, 1978]. Varias cartas de Louis Althusser muestran que, aunque encontrando muy débil esta tihima obra, estaba particularmente molesto por el tono de los ataques que Glucksman le ditigia, viendo la caricatura de lo que siempre habia intentado no ser: un intimidadon Rn Y si cemen, como puede ser legftimo, que nuestros adversarios tomen esa expresién como una «confesiGn- que usardn en su provecho para lanzdrnosla a la cara, que nues- tros camaradus sepan ademés algo que debo decir con una cierta seriedad. Es prolongar la crisis del marxismo en uno de sus efectos, en uno de sus aspectos mds graves, consentir que se permanerca ciego sobre la realidad, y continuar sometiéndose a una ceguera que fue, ‘no hace mucho, obligatoria para ser aceptado como comunista. Es prolongar la crisis det marxismo en uno de sus efectos, en uno de sus aspectas mas graves, impedir que se trate, a viva vox ¥ por su nombre, la realidad que nos asedia y nos preocupa desde hace mucho, con ¢l pretext de que cualquier petiodista o idedlogo burgués va a volver la expresién en nuestra contra. En efecto, hace muchisime tiempo que los idedlogos de la burguesfa, ya desde fina- les del siglo xtx, y en los mismos términos, han proclamado la crisis, el derumbe y ia muerte del marxisms, y que piblicamente y con sarcasmo lo han enterrado bajo sus argu- menttos. Filésofos, de Weber a Croce, a Aron oa Popper han «demostrado» que la *!! que son parte integrante de esta crisis), y de una crisis tan radical y profunda que parece capaz de disipar por sf sola muchas ilusiones mantenidas y de forzar finalmente a los comunistas sinceros al insos- layable y sano examen de la realidad. Con mayor seguridad atin, porque como decia jus- XII y, hasta dentro de las peores con- tradicciones, el movimiento de masas exige y sostiene este examen. Planteo, por lo tanto, la cuestién-limite (la mas dificil es siempre la mejor pregunta): {qué podemos nosotros mantener hoy de Marx que sea verdaderamente esencial a su pensamiento y que posiblemente (y seguramente) no siempre ha sido bien entendido? Para empezar por el principio, diré: podemos mantener los hechos que a continua- cidn voy a exponer y posteriormente a comentat tamente Mao «la tendencia es hacia la revoluciéne’ I CE Louis ALTHUSSER, Ce gui ne peut plus durer dans le parti communiste, Paris, Maspero, 1978, pp. 28-29 fed. cast.: Lo que no puede durar en el partido comunista, Madrid, Siglo XI, 1978]. il eLa tendencia principal es hacia la revolucién»: consigna en su tiempo célebre de Mao Tie- Tang. 26 Ill éMarx era «marxista»? Podlemos, en primer lugar, mantener este hecho simple que no parece gran cosa pero que es fundamental. Marx ha dicho, al menos una vez: «Yo no soy marxistaS», La expresién es conoci- da. Se ha podido tomar esta expresién por una simpleza formulada por un espfritu libre, modesto y céustico, Pera las cosas no son tan simples. Porque el propio Marx exigia de sus lectores, en el prefacio de El capital, que «piensen por si mismos», y completaba su exigencia escribiendo: ‘odo juicio inspirado por una critica verdaderamente cientifiea seri bienvenido para mi Frente a los prejuicios de es0 que se llama la opinién préblica, a la que nunca he hecho conce- ones, tengo por divisa, ahora como siempre, las palabras del gran florentino (Dante): isigue tu camino y deja que la gente hable!*Y La cosa era seria: pensar por uno mismo, pensar libremente, burlarse totalmente de los «prejuicios de la opinién publica», no querfa decir pensar cualquier cosa, sino, al con- trario, decir la verdad, en cuyo nombre toda critica «cientifica» se declara bienvenida. MW Expresi6n dirigida por Marx a Lafargue, contada por Engels en una carta a Bernstein (2-3 de noviembre de 1882). Primera redaccién: «a Marx le gustaba repetir> YK. Marx, Le Capital, prefacio de la primera edicién alemana, Paris, Editions Sociales, 1959, t. 1, p- 21 led. cast: El capital, Madrid, Ediciones Akal, 2000, Libro I, tI, p20] [N. del T: citamos aqut El capital segtin la versiin publicada por Ediciones Akal a la que hemos hecho referencia. En se encontrard una magnifica traduecién de esta misma obra, realizada por Pedro Scarén, en 8 vols, en. Madrid, Siglo XXI, 1975-1981] tellano 27 En realidad, Marx estaba profundamente convencido, mds atin, absolutamente convencido, sin ningiin titubeo interno, de haber inaugurado un nuevo conocimien- to, contrario a todos los que se proponian en este ambito; el inico verdadero: ef cono- cimiento de las condiciones, de las formas y de los efectos de la lucha de clases, al menos bajo el modo de produceisn capitalista. No es que la historia de las «formas precapitalistas» no existiera para Marx; les consagré un escudio!! bastante breve en los afios 1857-1858, que durante mucho tiempo*™! ha permanecido inédico, y a él recurre muy a menudo en el texto mismo de El capital. Pero el centro de toda su atencidn y de su certidumbre era el modo de produccién capitalista: por lo demas, cuando se trataba de otros modos de produccién, estaba menos seguto (nos damos cuenta ahora). Y Marx no tiene miedo, en su tiempo, en su lenguaje (y sin que haya que avergonzarse de ello), de decir y de repetir que ha sido el primero en hacer «ciencia» (Wissenschaft) en el terreno que des- cubria!?, Es preciso tomar el verbo descubrir en sentido fuerte: descubrir es, a su modo, para Marx, liberar, despejar la sociedad capitalista Je todas las construcciones ideoldgi- cas que la recubrian para enmascararla y asegurar asi la dominacién de clase de la bur- guesfa. Entiéndase que Marx estaba convencido de «producir», de sacar a La luz, de hacer ver y comprender, por primera vex, con nitidez y sistematicidad, conocimicntos 11 Se trata del texto tradicionalmente denominado Formen, que forma parte de los manuseritos de 1857-1858, conocidos como los Gnmdrisse. En castellano, los Grindrisse se cheontrarén al menos en dos versiones: con el titulo: Lineas fundamentals de la critica dle la econemia pulitices (Grundrisse) en los voldimenes 21 y 22 de las Obras de Marx y Engels (Barcelona, Critica, 1977 y 1978), version que utilizamos aqui como referencia bibliogrifica, y con el titulo Elementos faduamentales par la etltica de la economia politica (borador) 1857-1858, 3 vols., en Ta eraduccién de Pedro Scarén (México DE Siglo XXI, 1972 y 1976); el texto de lay Formen ha sido traducide en varios ediciones como Forma- ciomes eceniiinicas precapitulistas. XSI Karl Marx, Manuscrits de 1857-1858 (Grundrisse), Editions Sociales, 1980, «1, pp. 410-452 led. cast.: Lineas fimdamentales de la critica de la economia politica (Grundrisse),cit., vol 21. pp. 427-4671 les, y en particular con su direc- tor Guy Besse, en 1966-1967, testimonia la intencidin de Althusser, en un tiempo en que los Grim Una amplia correspondencia con la direccisn de las Editions Sc drisse eran atin inéditos en francés, de publicar ese texto a menudo designado con la abreviagura Eure men en la coleccién Théorie. Después de hacer traducir mo a peticién de Editions Sociales, a las que envfa Ja traduccién el 13 de agaste de 1966. Habienda publicado esta editorial otra craduccién en el libro Sur les sociétés précupitulistes (Paris, Editions Sociales, 1970), Althusser retir6 la traduccién, sus cartas lo muestran, con el sentimiento de haber sigo engaitado. "En sus textos mas conocides de ka década de 1960, Alchusser se ha referido. a de una nueva «ciencia», utifizando ka nocién de erup- $a publicarle él m ste escrito, ren | «lescubrimien- tos de ese nueva terreno y, asi, a la formulaci tura epistemoligica. 28 objetivos, adecuados para ayudar y guiar un movimiento revolucionario del que, al mismo tiempo, mostraba que existia ya realmente en las masas obreras y que tedo con- ducta a darle la fucrza y los medios para abolir fa lucha de clases y las clases mismas. Sobre esto, Marx era perfectamente «maraista», crefa en su obra, que consideraba «cientifica», sin haber vacilado nunca sobre este rérmino, y no ideolégica o «filossficur. Una ciencia no como las otras, puesto que decia de El capital que cra «el més peligroso misil jams Janzado a la cabeza de la buryuesfas; una ciencia que, en la cultura burguesa de la época, se llamaba Economfa Polftica. Por eso mismo Marx recha- zaba por anticipado la concepcin de que su pensamiento pudiera pretender ne sdlo presentar sino poseer una toudad total, o totaligante, pensamiento éste al que se llamaria eel» marxismo, y que esta obra «una» pudiera haber sido producida por «un» autor: él mismo, esc intelectual de origen burgués, Karl Marx, judio, «naturalmente». Marx ponfa asf en guardia contra esta pretensiGn negindese a decir que Fl capital era «ciencias de la economia politica, y afirmando por el contrariv que era «critica de la economia politica» (subtitulo de El capital). Aqui es necesario atin entender ecritica» en el sentido mre- mendamente fuerte que le otorga Marx: critica de todos los presupuestos ‘iloséficos idealists, que pretendian que la economfa polftica existiera como teorfa propia y exhaustiva de un supuesto «objeto» definide por categorfas «ideolégicas»" propias, come sujeto, necesidad, trabajo, distribucisn, consumo, contrato, etc., relacionadas todas, com: st se trature de su ori- gen, con el sujew de necesidades, de tiabajo y de cambio, y que fuera posible una «ciencia» de este «objeto» definido por estos conceptos dudosos, pero en absolute inocentes. Marx no rechazaba en bloque los crabajos de los economistas: rechazaba la idea de la economia politica tal y como les era impuesta por la ideologia burguesa dominante, y formada a partie de unos concepts, algunos de los cuales acabo de enumerar Marx pensaha que en los trabajos de los fisicracas, de Smith, de Ricardo, Hodgskint, etc., * Un anueron filfsofo, es decis, un fildsofa rancio, que slo tiene ideas si [as falsitica para obtener asi brillantes ventyjas, ha crefdo poder hacer un juicio de inrenciones a esta cxpresidn. Qu ® Se comprende, evidentemente, que no es una carezorin, aislada, lo que es ideolégicn, sino que lo es porel sistema que se le somete. © Chel notable librito de Jean-Picere Osten, Thomas Hodgskin. Une critique prokiatrienne de Tfco- nunc poltugue, Parts, Maspers, coleccién Théorie, 1976. se aclare. 2 habia elementos cientificos, elementos de conocimiento objetivo, pero que era preciso, para percibirlos y poderlos utilizar, cambiar completamente de sistema de categorias, cambiar de terreno ¥, asi, criticar radicalmente tanto la economia politica como su pre- tendido «objeto» (la satisfaccién de las necesidades o la produccidn de Ja «riqueza de las nacionese, etc.}, esto es, su pretension de ser la «ciencia» del ebjeto del que clla creia hablar. La economia politica hablaba bien, pero de otra cosa, a saber, de los «valo- res» politicos de la ideologfa burguesa, es decie, entre otros, de la pol{tica (econémica) burguesa disfrazada, por razones econdmicas y politicas, como «economia polfticar. Pero al mismo tiempo Marx cambiaba (sin, posiblemente, darse cuenta toralmence de ello) el sentido tradicional de la expresi6n «critica de...», y asf, ef sentido del concep- to de critica. La vieja nocién de critica, elevada a la dignidad filoséfica por todv un siglo, de Bayle a Kant, estaba encargada en toda la tradicién racionalista de scparar lo verdadero de lo falso, de librar a lo verdadero de to falso (de los errores, de los «prejuicios», de las ilu- jones) ©, mejor, lo que es més fuerte, como se le ve hacer a Voltaire en célebres pro- esos, de denunciar el etror en nombre de la Verdad cuando Ja Verdad era ridiculizada © atacada por el error. En sus trabajos de juventud, Marx habia retomado con amplitud esta tradicién racionalista para denunciar la «irracionalidad~ de las condiciones de exis- cencia de la Razén {ejemplo: el Estado cs en sf la Razdn, pero existe bajo formas no razonables o irracionales; [a critica ha de denunciar esta contradiccién y el insuleo infli- gido al Estado-Razén para restablecer la verdad y condenar el error). Pero en El capital Marx impone a la erftica un sentido totalmente distinto, una funcidn totalmente dis- tinta. Como debia escribirlo el inteligente comentador ruse que Marx cita en el pastfa- cio a la segunda edicién alemana de El capital, [a critica no es para Marx el juicio que pronuncia la Idea (verdadera) sobre lo real que falla o es contradictorio, sino la critica de lo real existente por lo teal existente mismo {sea por otra cosa real, sea por la con- tradiccién interna a lo teal). Para Matrx, la eviticet es io real criticcindose a si mismo, elimi- nando sus propios desechos para dejar libre y realizar laboriosamente su tendencia dominante, activa en él. Es en este sentido materialista de la critica en el gue Marx habia podido, desde 1845, hablar del comunismo como lo contrario de lo «ideal», como «movimiento real»**" en su tendencia mas profunda. *S1" El comunismo ad es para nosotros ni un estady que deba sez creado nium ideal al que la rea- lidad deba tender. Llamamos comunismo al movimiento weal que anula y supera el estado de cosas actual: Kad MARX y Friedrich EXCELS, Idéologie allemande, Paris, Editions Sociales, 1968, p. 64 ted. cast: La ideologia alzmana, Ediciones Puchlos Unidos & Ediciones Grijalbo, Montevideo ¥ Barcelona, 1979, p. 371- 30 Pero Marx no se contentaba con esta nocién, atin ebstracta, de Ja critica. Porque éde qué «reab> se trata? Mientras no se sepa de qué «real» se trata, todo puede ser real ¢ invo- cado como real: todo, ¢s decir, no importa qué. Marx relacionaba la critica con aquello gue, en el movimiento real, la fandaba, es decir, para él, en ultima instancia, con la lucha de clases de los explotados, que objetivamente pueden dirigirla contra la dominacién de clase burguesa, a causa de la naturaleza propia, y Gnicamente a causa de la naturaleza propia, de las formas de su explotacién actual: las formas de la explotacién capitalista. Es por ese que, en un extrafio atajo que prucha la agudeza de su conciencia, Marx podta eseribir, en el postfacio a fa segunda edicin alemane de El capital: En rants que una tal critica [la eritica de [a economia political representa a una clase, no puede representar (oevtreten} mds que a Ia clase cuya misién (Beng) histérica es revolucionar el modo de produccisn capitalista y, finalmente, abolir les clases: el proletartado!, Y si vamos hasta el final, es claro que por esta concepcién dle la critica Marx recha- zaba (cierto que sin decirlo explicitamente y, por lo tarito, sin extraer todas las conse- cuencias) la idea entonces «evidentes para todas de que él pudiera ser, él, el individuo Marx, él, el intelectual Marx, «el» autor (como origen absoluto, el creador) intelectual © incluso politico de una tal critica. Porque era lo teal, la lucha de la clase obrera, lo que actuaba como verdadero autor (agente) de la critica de lo real por si mismo!*, A su manera y en su estilo, con su cultura trastocada por la experiencia que habia hecho y hacia, con el agudo sentido de los conflictes que tenia, el individuo llamado Marx wescribia> para este «autor», infinitamente mas grande que él; para él, pero en primer lugar por él, a instancia suya. 2K, Marx, El capital, cit. Libre 1, Lp. 26 4 Alrhusser realiza aqui (y en el capitulo siguiente, cuyo titulo es bicn explicito} una inversion, radical de lo que ha sido tno de fos elementos mas discutics a propésito de su exposicién de la «tupe tura cpistemoligica» efectuada por Man esa eruptura», en diversas ocasiones, ha sido presentada por Althusser como efecto de un trabajo tedrico sobre fos conceptos y,en ese sentido, como una tup= tura conceptual frito de on trabajo eminentemence intelectual (del que Marx seria el «autors). La importante modificacién que se produce en estas pginas viene a poner fuera de higar los morivas que han venide siendo aducides para hablar de la posicidn althusseriana come una posicién «teoti- cistas (aunque algo similar podia leerse en les Elementos de aurocrtica, cuando Althusser sefiala que en sus trabajos de 1965 «no se toni en cuenta la medida excepeional del popel de la lucha de clases en Ia filosofia de Marx»). Por otra parte, no hay que pasar por alto fa importancia de la manera en que Althusser, en este pirrafo, introduce la cuestién: haciendo la critica de la concepeidn (ideolégica) (que supone un «sujeto» al cue considera «origen» («creadors) de la escritura (el origen de semejan- te perspectiva critica puede ser situado en R. Barthes, puede scr seguido cn R Macherey y puede encontrarse desplegado hasta sus tiltimas consecuencias en la obra de Juan Carlos Rodriguez) 3I I La teoria marxista no es exterior sino interior al movimiento obrero™"!! Pero asi, de gulpe, nos vemos encaminados hacia otto hecho. En efecto, es tomando una parte directa y personal, y durante varios afios, en fas pricticasy en las luchas del movimiento abrero como el pensamiento de Marx ha podi- do «cambiar de base» (lu expresin del canto de La Intemacicmal es justa) y hacerse «crt- tico y revolucionarion® (kritisch-revolutiondr}. Y cuando hablo del movimiento obrero, hablo del movimiento obrero exiscente en la Europa de fos aiios pretrevolucionarios y revolucionaries (1835-1848). Ese movi- miento era entonces de una diversidad extrema. ‘Tan pronto se encontraha reagrupado: bajo un partido obrero radical, como en Inglaterra (el cartismo: movimiento reivindi- cativa ¥, al tiempo, politico), como estaba disperso 0 incluso, en Francia, separado en 2 En el petiole que el mismo calified como «tecricistas, Althusse: defendié una tesis Tigurosi- is escrito en 1965, mente invers de la desarrollada en este epitulo, En un texto roneotipnde de 47 pi Théorie, Pratique théuripie et Fornatiom shorigee, idéulogie et hute idéologissee, que pese a ser inédite no hha dejado de circular, puede leetse por ejemplo: «La ciencit marsista-Teninista, que esti al servicio de los intereses objetivos de la clase proletaria, no postia ser el producto espontince de la priéctica proke- taria: ha sido procueida por la prictica tedrict de intelectales que pose cultura, Marx, Engels y Lenin, y ha sido traida “desde fuera” a la peactica proletarias [N. del Tel texto en cuestion fue publicado en castellano en 1966 cn el aim. 34 de ly revista Cosa de las Américas % posteriormen- te, en [968, con ol titula reducide de «Préctica tedrica y lucha ideolégicay en el volumen La filosofia como arma de la revaluctin, México 13K Siglo KX1 y Ediciones Pasado y Presente, 1977). XK. Marx, Le Capital, epilogo a la segunda edicion alemana, cit, p. 20 [ed. casts: El capital, city Libro 1.1, p. 30]. 33 movimientos «socialistas» de inspiracién asociacionista pequefioburguesa (cf. Louis Blanc y ef mismo Proudhon) y en sectas utépicas (Marx y Engels, que conocieron a Proudhon, Fourier, los saint-simonianos, ctc., tcnfan entonces hacia elles, y tuvieron. siempre hacia su teorfa y su aecién en aquel tiempo, el mayor respeto politico). Pero Marx y Engels no se insertaron en esas sectas utdpicas, sino entre fos grupos radicales de artesanos-obreros, en su mayor parte de origen alemin, que aglutinaban a los emigrados politicos en grupos que se llamban «comunistas» (Cabet** representaba en Francia esta tendencia y Weitling*®! en Alemania). Tras la derrota histérica del ear- tismo en Inglaterra, esos pequefios grupos muy activos, extrufiamente licidos, repre- sentaban la vanguardia comunista del movimiento ubreo europe. Fueron La vida y las luchas de estos grupos lo que compartieron Marx y Engels. Y fue su adhesin a estos grupos lo que provocd el «cambio de bases de su pensamiento: un cambio radical tanto en la filosoffa como en la teoria de la lucha de clases, sobre nuevas posiciones vincula- das al proletariedo™™l, Estu tesis noes una simple cuesti6n que surgitfa de una constatacin de hecho y que la ehistoria de las ideas» (esa disciplina incierta e insulsa, al menos en la mayor parte de sus intenciones declaradas) tendrfa que establecer. En Ia historia del movimiento abrero, ya desde el tiempo de Marx, esta tesis ha sido objeto de debates ileoldgicas y politicos intensos. Cuando Marx, por ejemplo, eseribfa en una célebre carta a Joseph Weydemeyer (5 de marzo de 1352): En lo que me concieme, no es a mf a quien corresponde el mérito de haber desc ubieeto ta existencia de las clases en la sociedad moderna ni fa lucha que entre ellas se libra, Historia- dores burgueses habian expuesto antes que yo la evolucién histérica de esta lucha de clases y economistas burgueses habian escrito gu anatom: era para afiadir; Lo que yo he aporado de novedades 1) demestrar que la existencia de las clases est ligada solamente a fases histGricamente dererminadas del desarrollo de ht produceésr: 2) que la luchs de clases lleva necesariamente a la dictadura del prolerariadys 3) que esta misma dic- ®¥ Conoeide por su Vinage en icarie, Emilio Caber (1788-1856) fue iniluide por Quen cuando emigro a Inglaterta durante 1a Monarquia de Julio; después incento fundar cclonias comunitarias en. América, XX Artesano tallados, Wilhelm Weitling (807-1871) es una de las grandes figueas del econmnis- mo utépicoy alemén. Es, entre otras, autor de Garanties de Charmonie et de la thers (1642), aprecia- da por Marx, que compidi con él en 1846, y de LEsamgite d'm pencvre péchcter. 3X0 Primera redaccidn: «desde un punto de vista prolecatiow 34 tadura no representa mifs que una transicisn hacia fa abolieién de todas las clases y hacia una sociedad sin clases. Necios ignoranres como Heinzen. que no sie niggan la lucha de clases sino la existencia de clases, punen de manifiesto solamente que a pesar de su baba sanguino- lenta y de sus iullides gue quieren hacerse pasar por declaraciones humanists, tienen las candiciones siciales en las que Ia burguesfa asegura su daminacién por el resultado dlkimo, por ol nze plus wderu de Ta historia... Asi, y desde 1852, Marx declara que no es el primero en hablar de clases sociales y de Tuchas ue clase, puesto gue historiadores y economistas burgueses han habiado ya de ellas (y poultia también mencionae a filésofos y politicos, desde la més lejana antigtiedad clési- ca, cf Platén, Tucidides, Aristiteles, Técito, Maquiavelo, Spinoza, Locke, ete.}, pero que sid habla de elfas, es de un modo totalmente distinto y, por Jo tanto, sobre una base a la ‘vez filosdiica y tedrica totalmente distinta. Esta otra base filostifica es el materialismo afir- mado desde las esis sobe Feuerbach, ademas de la dialéctica, retomada conscientemente de Hegel pero declarada wesmitificaday a partir de los cuadernos de 1857-1858 (los Gnondrisse) y de la Conuribucicn (1859). Esta otra base teérica, he credo poderla caracte- risir mosttando que, al mencs pars el modo de produccidn capitalista, toma la forma del primado de la lucha de clases sobre las clases! sdla la comprensién de esa primacta (0 prie mado de la contradiccién sobre Joy contrarios) permite hacer El capital comprensible, al mismo tiempo en tolo lo que dice y en tad lo que no dice o no puede decir, Ahora bien, lo que Marx deja aquf entender lo dice en otro lugar con mucha clari- dad: on el prefacio de 1859, en el que hablando de La ideologla ciemana Marx declara que Engels ¥ él comprobaron, por sus propias experiencias, la necesidad de «romper con {alrechnen} nuestra conciencia filosofica anterior*'Y, Su pensamiento cambid de base, pues, bajo ¢l efecto de Ta experiencia de las luchas del movimienco obrero en el que estaba, con Engels, personalmente empefiado. Esta simple cuestisn, sin embargo, habrfa de convertirse en tema de vivisimas con- troversins ideulsyico-polfticas que continitan en nuestros dias. Para hacerse una idea de ello, se recordaré que es Kautsky quien ha dado su forma candnica a la interpretacién «reformista» de esta cuestién crucial que iba mucho més 2A K. Mary y E ENGELS, Contesbondance Mars-Bngels. Leites sir «Le Capitals, Parts, Editions sociales, 1964, p. 39 [N. del T: podria cncontrarse una edicién de este material en K. MARX y F ENGELS, Cartas suite Ei capital, Barcelona, Laia, 1974, A esta edicién nos referiremos en adelante, Los frag- mentos cirados se encuentran en las pp. 50-51 de esta edici¢in| “CL. ALTAUSSER, Refianse @ Join Lewis (1972) [ed. cost. Pava wma critica de la practice tedivica, Respwstu u Jala Lewes, Madrid, Siglo XXL, 1974]. SSI. K, Mar, Contribution @ la critique de !éccmomie politique, prefacio de 1859, Parts, Editions Sacia- les, 1967. p. 5 fod. casts Contribuain ule ctv de ia coonuinie poica, MExico DE, Siglo XX1, 1980]. 35 alld de la personalidad de Marx y de Engels. En el periode triunfante de Ja socialdemo- cracia alemana, cuya inevitable victoria electoral habfa anunciado el propio Engels algunos afivs antes, Kautsky escribia: la conciencia socialista seria el resultado directo, necesario, de la lucha de clases proletaria. Ahora bien, eso es totalmente falso. Como doctrina, evidentemente, el socialismo tiene sus raices en fas relaciones econémicas actuales en el mismo grado que la lucha de clases del pro- lerariado, tanto como esta 6lrima procede de la lucha contra la pobreza ¥ la miseria de las pgendradas por el capitalismo, Pero el socialismo y la lucha de clases surgen parale- mas lamente ¥ no se engendran entre si. La conciencia socialista de hoy no puede surgir mas que sobre fa Buse de un profundo conocimiento cientifico, En efecto, la eiencia econdmica cone temmporinea (sicP8Y es una condicidin de la produccidn socialists, tanta como, par ejemplo, Ta técnica moderna; ¥ u pesar de sus deseos, el proletariade no puede crear ni la una ni la otra: las dos surgen del proceso social contemporiney. Pero cl portador de la ciencia no es el pro- lecasiado, sino los intelectuales burgueses (subrayado por Kautsky): es en el cerebro de ciertos individuos de este tipo donde ha nacilo el sucialismo contempordnca ¥ es por elles por quien ha sido comunicado a los proletarins inrelectualmente mais evolucionados, que, enseguida, lo introdujeron en la lucha de clases del proletariado allt donde las condiciones lo permitieron. Asi pues, In conciencia socialista ex un elemento importado de fuera (eon aufen Hineingetra- rgicra de ella genes) a Ta lucha de clases del proletatiado, y no algo que esponténeamente s (terwtichsig) XY, Si no fuera ast, afiadia Kautsky no se comprenderfa que Inglaterra, pais «con el mayor desarrollo capitalistan, fuera el pais mas «ilejado de esta conciencia socialista». Sabemos que sdlo algunos meses después de este texto aparecido en la Neue Zeit (revista teérica de la socialdemocracia alemana), Lenin, en é(Qué hacer?, cita en favor de su lucha contra el espontanefsmo econumicista (contra Ios que crefam en la omni- potencia de la lucha de clases ecandmica y rechazaban toda lucha politica) las mismas frases de Kautsky, retomsndolus por su cuenta sin cambiar ni una coma. Pero Lenin no ponfa el acento, como Kautsky, en los intelectuales en tanto que tinicos «detentadores de la ciencia» y en la identidad entre «ciencia econdmicar y conciencia socialista (tevo- vou, que se deducen claramente de éQué hucer?: la necesidad absoluta de una teorfa revoluctonaria y de un partido revolu- lucionaria). Lenin tenia otros objetives en ta cab XXV EI (ic) es de Louis Althusser [N. del Ts de Jo que se trata es de sefalar como «extratia~ la tefCrencia a una supuesta eviencia econémica medema» que aparece en el textu de Kautsky (Althusser ha insistido en gue la «ciencia» que Mars inaugura -y hay que suponer que el «marxistas Kautsky se refiere a ella~ ne es una ciencia «econémica»)|. 28V Louis Althusser cita este texto de Kautsky, eserito en 1901, segiin la traduceion francesa del Qué hacer? de Lenin publicado por las Editions de Muscou. 36 cionario, en particular de un partide de «revolucionarios profesionales», para hacer frente a los problemas de la clandestinidad. Tavo que explicarlo muchas veces en lo sucesivo contra aquellos que le acusaban de querer someter la conciencia obrera y, por lo tanto, la conciencia socialista a la «ciencia» de Jos intelectuales externos por natu- raleza al proletariado, y que, por eso, fe acusaban de querer consagrar la ommipotencia de los dirigentes intelectuales sobre los militantes y las masas mismas. Esta polémica ha tomado la forma de una discusién sobre la concepcién del partido y sobre las relacio- nes entre el sindicato y el partido. La respuesta de Lenin a sus criticos se aprecia en algunas palabras excrafdas de su intervencidn de 1907 «Prefacio a la recopilacién: doce aos ¥, éQué haces?, polemi: do de ese folleto haciendo abstraceitn de ese empefio serfa erréneo {...|. El principal error de Jos que en la actualidad (1907) polemizan con ‘Qué hacer? (1902) es pretender sucar esa obra dz sic contexte historicu y hacer abstraccién de um periodo preciso y ya lejano det desarrollo de nuestro partido [...]. Lanzerse hoy a razonar sobre el hecho de que Iskre*l (jen 1901 y 1902!) indo, corrige al economicismo (espontanefsta). Considerar el conteni- 2001 VL, Lenin, Qewores, cit. t. XIII, p. 95 ss. [N. del Ts 12 arias es cl titulo con el que la editorial Zerné inicié en 1907 fa publicacién en tres voliimenes de las obras de Lenin, proyecto tuncado a partir de 1908 y sélo parctalmente retomado en 1917. Su prologo se encontrasd en casteflano en las pp. 93-110 diciones Akat (sein la del volumen gue con el titulo Contra ef revisionism fue publicados en 1976 por version de la editorial Progreso de Mosca). El texto que sigue es un montaje efectuado por Alehusser a partir de frases exeraidas de ese prélogo (frases que se encuentran endre las pp. 98 y 105 de la edicidn cita- da). Asi, la redacciGn que se presenta es cedicisn» suya. Althusser, ademits de efectuar ef montaje del texto, ha sefialade aquellos pasajes que més Ie interesaha resaltar introduciendo diversos subrayados| XV Sruano del Partido Obvero Sucialdemmecrata de Rusia, y despues del partido bolchevique [N. del Ts Bkra (La Chispx) es el nombre de un periédico fandado por Lenin en 1900 en Leipzig, y desde el que desarrolls el grueso del trabajo tedrico ¢ ideldgico por ef que se enfrenté at ka direecidn del partide sociale demcrata (POSDR) defensora de la necesidad de una tevolucién hurgness como momento imprescindi- ble para a revulucidn proletaria. En 1903, en el I Congreso del POSDR, Iskra pas6 a ser organo oficial del Partido y, en una maniebra en la que parricips también Plejénoy, Lenin fue apartade del saismo (motive por el que fanels en 1904 el periddicn Vpered, Adelinte), Las fechas a las que hace referencia Lenin son claves en el procesp de enfrentamiento intemo en el partido ruse: ef momento clave se situa en el congreso de 1903. Hay que tener en cnenta que (Qué hacer?, de 1902, es un texto plenamente de combare interno con la direccién de fa onganizacién, mientras que en 1907 las cosas han cambiado tanto en Rusia come en. Ia organizacisn misiaa: en 1905 la «revoluciées burguesa ha atrancado del zar la creacién de la Duma, y ese mismo afo, el afio también de la ercacisn del Séviet de Petrograd, Ia fracciiin bolchevique ha cele- brado su primer congreso y Lenin ha escriew Dos tdcticas de la sockuldemocracia en la we hucrin clemocrética. A pattir de 1905 la fraccisn bolchevique fue ereciendo en importancia (el propio Trotski empicza a acer arse 1 las posiciones leninistas a partir de ese momento) y fs discusisn prioritaria no es ya la que enfeen- ta a sus miembros con la dieceién del partido, sino la referida a las cuestiones politicas y organizativs]- 37 sobrestimara la idea de In organizacién de lew revolucionarios profesionales es camo si des- pués de la guerra ruse-japonesa™™3 ge acusara a los japoneses de haber sobreestimado a kis fuerzas armadas rusas [...]- Para vencer, los japoneses debtan seunir codas sus fuerzas contra Jn mayor cantidad posible de fuerza rucas. Desgraciadamente sun muichos las que pargan a nives- to partido desde ef exterivr sin emocer las cosas, sin darse cuenta de que fey, lz idea de una orginizacién Ue revolucionarios profesionales ha triuniado ya wualmente, Pero esta victoria ny habria sido posible sila idea no hubiera sido colocada en primer plane, si no se la hubie- ra inculealo sexayeradamentes a la gente que impedia su realizaciOn |... Tampoco estaba en amis intencicmes el erigit en ef II Congreso las formulaciones (obre la espontaneidad y la con- ciencia, sobre el partido, ete.) en na especie de progranta, en un enunciado de principios particulares. Bica al contrarie, emples una expresidn que después fue bastante citada, la del bastén torcide, de la clase obrera (para xxl CEL. ALTHUSSER, Pinar Mara, Parts, Maspero, 1965, p. 60 led, cast.: La sevohucidn tefrica de Mara, cit., p. SC}: «La primera condiciin requerida para planten bien el problems de las cbras de juventud de Manx es, por lo tanto, audmitir que fs fldsufos mismios tienen wna juventud, Es necesarior acer un dia, en alguna parte, y comenzar a pensar y a escribir». 40 retomar ayut Ja comoda terminologfa de Gramsci que, sin embargo, no est4 exenta de equtvocos), se ha jugade cn el encuentro, es decir, en la experiencia directa y prictica, personal, que han cenido, Engels en Inglaterra, de la explotacién de la clase obrera (cfr. La situacion de las clases trabajadoras en Inglaterra, 1845) y de las prodigiosas luchas obreras del cartismo, y Marx, en Francia, de la lucha de clases politica de las organiz: POX es en ciones socialistas y comunistas. Como bien ha demostrade Auguste Com’ Francia donde Marx se hace comunista, en los afios 1843-1844, mientras que Engels seguia cl mismo itinerario, pero estudiando sobre el terrence las condiciones de explota- cidn de la clase obrera inglesa y los procedimientos de explotacidn y de lucha de la clase obrera industrial (estaba bien situado para ello: en la alta udministracién de una empre- sa industrial dependiente de su familia y viviendo con Mary, «trabajadora inmigrada» irlandesa, obrera en la misma fiibrica). Como ha dicho Marx, fue en Bruselas, en 1845, donde los dos hombres pudieron constatar que sus itinerarios personales y sus propias experiencizs, aunque diferentes, Jes habfan conducide a la misma conclusién. Sabemes que Marx, a quien Engels peo- clamaria «el mas fuerte de los dos», declaraba entonces que la «genial investigaciéna de Engels (sobre la Nationalitconomie*! o economia politica) le habia puesta en camino de comprender los mecanismos del modo de produceidn capitalista. Para quien quiera buscar un autor a cualquier precio, he aquf dos que ademuis se devuelven la pelata, y con razén, al haber aprendido lo que descubrian del tinico «aurore que hay en la mate- tia: la lucha de clase de los explotadas. La experiencia viva que Marx y Engels tuvieron de la lucha de clases obrera y bur- guesa est inscrita en las extrafias etapas de sus «obras de juventuds, en los «objetos» que tratan, en las «problematicas» que adoptan para tratarlas y en los resultados con- tradictorios que producen, resultados que provocan incesantes desplazamientos, sus- titucién de objeto, reorganizacién de la problematica, etc. Y yo lo mantengo quince afios después", contra todos los que tienen interés en «ahogar> cualquier pescado XSI Auguste CORNU, Karl Marx et Friedvich Engels, Paris, PUR t. IIL, 1962 [ed. cast: K. Marx y F Engels, Buenos Aires, Platina, 1965]. Louis Althusser obtiene Ix mayor parte de sus referencias sobre la vida de Marx y Engels de ta obra de Auguste Camu, a quien esta dedienda el articule «Sobre el joven Marx» retomade en Pour Marx [ed. cast: La revolucidin te: de Marx, cit). XSI «Umisse zu einer Kritik der Nationalékonomies, en K. MARX y E ENGELS, Werke, Diets Yer- lag, Berlfa, tI fed. cast: «Eshoot de una erftica de la econoinfa pelitica», en E ENGTS, Esertns, México DE FCE, 1981, p. 160-184 |. 27 Entre [961 y 1964 escribe Althusser los articulos (recogidos en 1965 en La tevoluciin tesrica de Marx, cit.) en los que, por primera vez, insiste en la radical diferencia entre a perspectiva (de pro- blemtica, de abjeto, de traramienta 7 de conclusiones) del «joven Marx» y la del Marx maduro. 4l que Tes incomode en cl agua universal de la historia continuista, ya sea la del aqut y ahora, de la génesis ininterrumpida, de la continuidad eranquilizadora, 0 la de lo «espacio-temporal»; contra todes los que han producide una literatura inaudita para dar a su mala conciencia lecturas que puedan apaciguarla: se pueden seguir, texto por texto, desde 1841 a 1845 (y mas alld, por supuesto) las etapas de esta asombrosa expe- tiencia polftico-tedrica, donde la toma de conciencia politica, la toma de conciencia politica de clase, es el motor, y donde la conciencia tedrica es la que sigue, registra, desarrolla, anticipa, compara les premisas y las conclusiones, rectifica las premisas, eteétera. No sélo se pueden seguir las etapas de esta experiencia; se puede incluso delimiear (henos aqui en el punto al que he tenido la imprudencia de Hamar «corte» o «ruptura» epistemoligicn®*¥) e] «momento» en el que surgié en la «conciencias de Mary y Engels la necesidad de volver a poner en: tela de juicio, no parcial sino total y radical- mente, los principios teéticos recibidos de su formacién universitaria, la necesidad de pensar de un modo totalmente distinto, de «cambiar de terreno», de cambiar de ele- mente (por hablar como Temistocles a los atenienses: cambiad de elemento, ien lugar de pelear por tierra, pelead por mar!}, Este momento sestallas tras la dramética con- frontacién entre la filosofia feuerbachiana de Ia alienacién, esa «revolucién tedrica sin precedentes», y los canceptos de la economia politica burguesa, recogidas entonces sin ninguna critica; tras esos Manuscritos de 1844 que Marx no quiso nunca publicar (pero, de nuestros comentadores lists para aprovechar todo texto escrite por Marx, ya sea incluso aquellos que consideré malos para su publicacién puesto que los guardé en sus cajones", {quién respeta esa voluntad o al menos la tiene en cuenta?) y que son ted- ricamente insestenibles porque quieren alcanzar lo real casando la filosoffa idealista de la alienacién feuerbachiana hegelianizada®™' con la ideologia mitica de una economia politica adoptada sin critica. MON L. Alehusscs, Pour Marx, cits, ps 25 fed. ease. La revulicidn seérica de Marx, cit. p- 23] 'S La unilizacién de los Manuscrites de 1844 (© Manuscritos de Paris, o Manuseritos de economia 9 filosofit, comes los titula la edicion castellana publicada pot Editorial Aliznza, Madrid, 1968) como texto central desde el que interpretar la intervenciin de Marx como una forma renacida de -huma- nismo» ha sido una constante desde su «revalorizacion en la década de [930: tanto en las lecturas de corte «sociaidemscrata» como en aquellas otras que quisienon hacer del marxisms una «filosofia» de {a sliberactén de le humanidad». Althusser ha insistide siempre en la consideracidn de estos «manus- crit» (que Mare no intenté publicar) coma trabajos de «tuptura» cor la ideologta humanists-feuer- hachiana de In que Marx procedia en el momento de catrar on contacto con las luchas del movi- mieato obrere 20XV! « Hegelianizadas es un afiadida manuscrito 42 Este momento, hecho «conciencia» (como, segin parece, hay que decie), es a la vez clencuentro de Brusclas®, ef acuerdo de fondo reconocido entee los dos exploradores y luchadores de los eombates de Ja clase obrera, y la declaracién de que es preciso ter- ninar con onuestra conciencia filosdfica tal come la habiamos profesade anses (chemalige)-, ajustar cuentas con ella 0 liguidarla (abrechnen). Marx no hablaba en vano de «conciencia filosdfica>, de filosofia por lo tanta, si es iene en gltima instancia toda teorfa y toda cierto que es la filosofia fa que sustentao 5 problemstica. Marx no hablaba en vano de filosoffa sila flosoffa de la que habla es, en ‘iltimo cérmino, como el «condensado» de los principios tedricos de la ideclogia domi- nante, considerada en su antagonismo de fondo con las ideologias Hamadas dominadas. Marx nacié burgués; se hizo intelectual burgués. Dejé de serlo en el momento mismo en que tomé coneiencia de que la sociedad capitalista ocultaba la explotacién de clase de la que vivia y de que disimulaha esta explotacién bajo los efectes complejos del juego de elementos ideoldgicos que el Estado y sus aparatos trabajaban por unifiear como ideologia dominante, Dejé de serlo porque comprendié, al rérmino de una expe- riencia que él habia tenida [a suficiente honestidad de vivir con los ojos abiertos, que la Verdad dicha por los grandes profetas de 1a ideologia dominante, Locke, Smith, Kant, Hegel, etc., na se sastenia mas que para ocultar la explotacién de clase de la que vivia la sociedad capitalista, por la que velaba desde arriba su Estado, del que Hegel decia que, para no efrar o perderse, debfa recurrir a las Iuces de sus profesores de filosofia. Dejé de serlo porque comprendis que era preciso barter toda esta construccion y cam- biar de base filoséfica para, finalmente, comprender tanto este mundo de expletacién y de opresién cuanes los mecanismos que transformaban Ia realidad de esta explotacién y de la lucha de clases en filosofia de la historia, econom(fa politica, ete. Marx no se equi- vocaba: habia que empezar por la filosoffa; hay que pedirle cuentas; hay que rechazar sus imposturas: no para anularla, sino para cambiar de base filossfica, Que este cambio de base filoséfica fuera y debiera ser ids trabajoso de lo que Marx pensaba es algo que podemos ver desde los textos del «corte». Las Tesis sobre Feuerbach se esbozan may de lejos come un histericismo subjetivista, un historicisme fichteano o prefenomenolégico de la «praxise. Y seis o diez meses después, La ideologéa ulemana nos muestra un histori- cismo positivista que abandona toda filoseffa, pezo que lo hace en realidad para recaer 4 Bruselas es Ja cindad donde Marx se instala desde finales de 1844 hasta su partida hacia Ingh- terca tras la derrota de fa revalucisn de 1848, En Bruselas, Marx entra en contacto con los persona as importantes del radicalismo politico europea, y es donde se desarrolla la mayor parte del t1a- jesma bajo de calaboracién filoséfico-politica entre Marx y Engels desde los tileimos retogues de la redaccidn de La sagrada jamiia hasta ef mismo Marifiesto comnista. 43 provisionalmenre en una filosofia «materialista» (del individuo} de la historia. Poco importa hay ciertamente una «ruptura» o «corte. y, pur consiguiente, un «momentor que Sf, he re it i rt ti Vt algo decisive habta pasado; y algo irreversible. no se asemeja a los «momentos» anteriores. Marx, si no en las Tesis sobre Feuerbach (otro texto que Marx no publics}, al menos en la La ideologés alemuna que proclama alegremente cl fin de la filosofia y el retorno a las «cases mismaso4, dades, visibles, tan- gibles, pensaba con total seguridad haber llegado a los individues {ipero no a las perso- ‘a de la historia, nas!), fabricando una delirante pero interesante fllosoffa muterialis Marx pensaba haber llegad —iquién no lo comprenderia?_, pero no estaba mas que en el comienzo de sus penas. Y de nuevo la tarea, el sordo trabajo de fa teoria sobre sf misma, la filusofia inten- tanda formularse con ocasién de los descubrimientas de la critica de esta ilusoria eco- nemia politica; descubrimiencos que van muy deprise: Miseria de fa filosofia (1847), en la que Proudbon, antes considerado por Marx (en La sagrada familia) como el poseedor de la «ciencia del proletariadon™®"" (!) es desechado, y en ls que aparecen los prime- 1O3 Conceptos que permiten pensar que sélo recurtiendo a la lucha de clases las «cate- gorfas» reagrupadas bajo la impostusa de la economia politica podrén, unidas a esos nuevos conceptos, adquitir su verdadero sentido. Peto el trabajo teérico es inseparable de las luchas politicas: e! Munifiesto comunista, redactadl a finales de 1847, aparece en 1848 antes de las revoluciones. Habla sido encurgado a Marx, de manera urgente, por Ta Liga de fos Comumistas. De hecho «corrfa pris»: las revoluciones estaban en ciemes. Y Marx se lanza, con Engels, a lay rudas luchas revolucionarias de Renania, se hace periodista politico, jefe de part- do, jefe de guerra politica y civil, para después reflexionar largamente, en el refugio del silencio y de Ja miseria de Londres, en esa «travesia del desierto» interminable, tanto sobte las razones de la dertota de 1848 como sobre el modo de produceién capitalista, en la enfermedad y el hambre, mientras Engels ayuda lo mejor posible pero desde Iejos, desde alli donde desempefiaba sus tareas alimentarias para les dos. El estudio encarnizado ¢ trata de ene] British Muscum corre parejo con la eorrespondeneia y fa lucha politic reagrupar a les combatientes disperses esperando tiempos mejores. Los aftos 1857-1858 £ aZu den Sachen selbst» [retornar a las cosas mismes|; ésta era, bastante antes de Husserl, con- signa de Fouctbach. MOU 4Proudhoa no escribe simplemente en interés de lus proletarios: él mismo es proletario, byero. Su obra, «Qué es la propiedad’, es un manifesto cientifice del proletariados: La Sattue Furat- He, en Ouuvres philosophignes, Paris, Costes, 1927, 61, p. TH fed. cast: La sagrada furrlia, Madrid Ecliciones Akal, L81, p. 56] 44 son de intenso trabajo; la redaccién del manuscrito (inédito: iy al leerlo, hasta qué punto se comprende y al mismo tiempo se lamenta que Marx no le haya publicado!) Hamado de los Grundrisse (Marx no habia, y con motives", dado ese titulo a esos cuadernos de notas®®X¥Tl), El afio 1859 ve aparceer Ja Contribucion a la evttica de la economia politica. Zur Kritik... La critica estd en el centro, ya, siempre. Un escrito laboriose. Una vez mas, pero con la gran distancia tomada tras 1850, cuando considers que debfa «recomenzar por el principio. *X8¥ y retomar todo desde cero tras el impasse de La idenlogia alema- nay el fracaso de las revoluciones de 1848, Marx puede pensar que ha llegado; pero sabemos (por sus notes inacabadas de la Introduccién*', tan extrafa en alguno de sus capitulos) que cuanto menos le dudaba: y tenia buenas razones para ello, visto el carse- ter aproximativo haste la caricaturs de su mediocre prefacio. Al] mismo tiempo Marx colabora en periédicos para ganar algiin dinero: estadouni- denses, ingleses, alemanes: esta tarea alimenticia le convierte en cronista y analista politica de todos los sucesas de la historia mundial contemporénea. En la prictica del anilisis de los acontecimientos politicos y econdémicos de numertosos pafses del mundo, al acecho de todo, desde el estancamienta indio hasta las crisis ciclicas inglesas —de algodén u otras-, Merx aplica y verifica, y rectifica también, su concepcién de las cosas. Cada vez més, afianza la relacién entre [a lucha de clases y lo gue llama sus condicio- nes materiales y sociales y sus efectos cecondmicos» e ideolégicos -y su sdialéeticay a menudo paraddjica-. También ahi la Kritik de la economia politica esta en accion, y naturalmente a Ja Taz de la lucha de clases. © Los Grundrisse son en realidad notas que, aunque desarrolladas en parte, constituyen an simple horrador; cuando Marx se refiere ellos (sopesands la posihilidad de su pablicaciin} durante 1858 los llama simplemente +e! trabajo» o «la materia», y considera que les falta mucha etaboracién, hasta el extreme de pensar que silo podrfan publicagse en «cuadems sin plazo fijo» {ea realidad, fa Caneri- bucitmn a la critica de la econemi politica. de 1859. vena a sex, precisamente, el primer de e508 «cus dernos-). XAXVIT K, Marx, Manuscrits de 1857-1858, Paris, Editions Sociales, 198¢ Jed. cast.: Lércas ferda- montales de la eviicet de le economia politica (Grindrisse}, cit.] SN K, MARX, Contribution a la critique de lécemomie poltigue, cit le enitca de la economia politica, cits p. 3]- +! Enel eprilogos de la Contribuciin es donde Marx ofrece la explicacidn de esa necesidil de pare tir de cero: alude a la variaciin de la situacisn despues del fracaso de Las revoluciones de 1848, y cam- bién a los nuevos descubrimientos de oto en California y Australia, como circunstancias pricticas que p65 [ed. cast.: Contibuctine a hatfan precisa in nueve planteamiento de la cuestidn. SU Ibid., pp. 149-175 [N, del T; se trata de una referencia a la llamada Introdacciin de 1857 (la sintroduccidn+ de los Grundrisse, cit), en la que aparecen impurtintisimns (y muy discutidas) refe- reneias al emétode. 45 Después, en 1864, la fundacién de [a Intemacional, donde Marx desemperia enseguida el papel dirigence, hasta la Comuna y 1872, fecha de su disolucidn. Entonces, tinalmente, Ja salida del desicrto: en 1867. Aparece el Libro I de El cupital, cuya seccién | (la del «flirreo con Hegel»), reescrita una buena docena de veces, porque a Marx le hacfa falta un comicnzo «cientifico» y él mismo sc hacia «cierta» Idea de ese comienz: desafortunadamente para nosotros, una idea més bien desafortunada, a menos que Cengamos el coraje yles medios pata decir que esa Idea de comienzo no se sostiene ¢ inclu impide a El cafatal producie todos los efectos que pueden esperarse de él. Alegria de Marx al ver a los burgueses inteligentes y sobre todo a los dirigentes mis avanzados*U! de la clase cibrer fe por st libro, Los Libres II y I, inacabades, pero eseritos antes del Libro I, serdn publicados por Engels, y después, tras su muerte, por Kautsky. Exttafio. Hay toda una historia de El >» interes capitai por escribir, Esta obra a largo plazo, de la que sslo el primer libro aparecié en vida de Marx, ha jugado un papel singular: retratdo infinitamente en relicién al Manifiesto e incluso en relacién al Anti-Diiring de Engels, y también en telacién a Zur Kritik (isu famoso prefacio!}. Este libro del que Engels, exagerando, dice que fue la «Biblia de la clase obrera»™“" no ha penetrado mas que cn Alemania, y mas tarde en Rusia: en Fran- cia y en Italia no ha entrado mas que después de... iveinte aitos! Después se produjo el gran silencio del final, agobiado por tareas politicas y por enfermedades, antes del coletazo de la Critica (iotra mas!) del programa de Gotha, donde Marx, exterior al partido socialdemocrata aleman (Engels: «Marx y yo no hemos inter- venide nunea en el partido més que para rectificar errores tedricose...), toma la pluma para reducir a cenizas formulas estipidas, ajenas al comunismo, y comprobar, sin impre- sionarse por ello en exceso: 1) que la direccién del «partido» rechazaba publicar su MUI pero al precio de astucias y chantajes) folleto (Engels lo hizo quince afios después ¥ 2) que las gentes, periodistas burgueses ¢ incluso obreres, habian tomado esas sint- Plezas ajenas al comunismo por declaraciones... icomunistas! Es lamentable que Marx XU Cyc. epitago a la segunda edicin atemana, Le Capital, cit. I, p. 23 led. cast: Eleapiia, Libro 1, t.Leit, p.2 rculos de la Case cbrera alemtanna recibie~ ron El capizal es la mejor recompensa por mi trabajo. Xull Prélogo de Engels a la ediciGn inglesa de Le Capital, cit. p. 36 [ed caste El capital, Libro t, 1, cit, p. 42} © Unificados en Gotha: lussallianos + marxistas = Partido-social-dembcrata. No babii que «dafiar a unidad del partido». iLa formula de Mireille Bertrand [miembro del comité politico del par- tido comunista francés en el momento de la redaceiGn de Mura dans ses limites] ha sido empleada cone tra Marx por la diteccisn del partido en 1875! XU Escrita por Marx en 1875, la Critica del programa de Ciotha five publicada por Engels el 31 de enero de 1991 en la Neue Zeit, La répida comprensin con que amplios 46 no desarrollase mas el anzlisis de esos dos extrafios sucesos, de una inmensa importan- cia pese a su aparente insignificancia, Sucedia cuatro afios después de la Comuna, en unos pensamientos esclarecidos por la Comuna. Marx, sorprendido por la revuelta de los parisinos, en el entusiasmo, les habia dado pronto apoyo y consejos con los fulgurantes memoriales recogidas en La guerra civil en Francia (1871). Habia que recordar estos hechos y estas fechas, como también el fondo politico de esos escritos, para mostrar hasta qué punto el pensamiento tedrico de Marx hace cuerpo con su pensamiento politico, y su pensamiento politico con su accién, su lucha politica, toda ella al servicio de la lucha de clases obrera intemacional. Podemos ya decirlo con claridad: en sus obras teéricas, como en sus combates politicos, Marx munca ha abandonado, desde sus pri- ‘meros compromisos de 1843, el terreno de la hucha de clases obrera. No resulta entonces dificil rechazar las (Grmukas de Kautsky, desgraciadamente retomadas palabra por palabra por Lenin (su defensa por el «contexto», en el fondo, no es sostenible: Lenin no tenfa realmen- te nevesidad de citar a Kautsky; él poctia hablar en su propio nombre, y hacerlo de otro modo), ¢ incluso avanzar una tesis més ajustada a la realidad histérica y politica que la suya. Puede entonces decirse aproximadamente esto: el pensamiento de Marx se hat forma- do y desarrollado no en el exterior del movimiento obrero, sino en el interior del movimiento obrero existente, sobre su base politica y sobre sus posiciones teéricas rectficadas. Que esa base y esas posiciones no estaban antes dadas, o mejor, que tuvieron que ser modifica- das sin cesar, es algo totalmente claro para quien conozca, aunque sea poco, la historia del pensamiento de Marx. Esta teorfa no ha sido, de ningtin modo, «introducida desde el exterior en el movimiento obrero», es del interior del movimiento abrero de donde se ha extendido, desde los primeros efrculos comunistas, ial precio de qué luchas y de qué contradicciones!, a los grandes partidos de masas. Siesta tesis es aceptable, entonces toda la literatura sobre los wintelectuales burgueses poseedores de la ciencia», «importada desde fuera al movimiento cbrero», esa literatura inaugurada por Kautsky y explotada por los criticos de Marx y Lenin, esa critica que es el pasto de los mequetrefes de lujo contemporsneos que todos conocemos bien, se desmaror na, Entendémonos bien: los intelectuales burgueses existen, y los encontramos incluso, situados en todos los niveles, en los partidos comunistas, donde realizan, en calidad de res- ponsables, su trabajo de intelectuales burgueses en una organizaci6n que los sufte, [los] tolera, los adula o los produce a medida. Pero Marx, y gracias a Dios él no es el nico, no cera de esa calatia. Tenfa demasiado «espititu» de contradicciGn 0, como dice Brecht, nada le gustaba «tanto como la contradicciGn», como para no expulsar al personaje del tual burgués y a su alma una ver reconocida personalmente la realidad de la clase obrera y elec de su lucha, En cuanto a saber si era un «intelectual orgénico» de la clase obrera, habra primero que aclarar esa formula demasiado transparente de Gramsci para pronunciarse. 47 El marxismo éseria un rio con tres fuentes? Y puesto que estamos en el terreno de las herencias de equivocos, pedemos volver a encontrar la misma ximprecisiéns (por no decir otra cosa) en la célebre tesis de Engels, retamada sisteméticamente por Kautsky en us folleto que lleva ese titulo, € invocada por Lenin, también en esto muy aclisicon, sobre Las tres fuentes del mutrxis- mo™V, Otra manera de reflexionar sobre la historia de] penssmiento de Marx, esta vez desde el punto de vista de sus origenes. Ciervamente, el pensamiento marxista no ha nacido de la nada, Gene ancestros y ancestros iamediatos de los que, por etra parte, no estamos seguros que sean los mas importantes, pero éste es otro asunto gue pondrfa en cuestién ciertas certidumbres de la ideologia de las «fuentes de un pensamiento cualquiera. Ciertamente, Marx y Engels, por su formacién universitaria y después por la cultura que entonces reina- ba en Europa occidental, se habfan convertida en intelectuales inscruidos en «filo- sofia alemana», en «economia politica inglesa» y en «socialismo francés»: puesto que ahi estan nuestras «tres fuentes» y que hay que volverias a encontrar, y de las fuen- tes sale el riv. Téngase en cuenta que «sacialismo francés» es algo bastante vago, si no incluimos en él las resonancias de las luchas de clases de [a Revolucion France- say que Marx estudid con pasién, y de las corrientes revolucionarias radicales que se UY Karl KAUTSRY, Les Trois Sources che marsime, Locus historique de Mure (1907), trad. francesa Eadie tions Spartacus (sin fecha}; LENIN, «Les Trois Sources et les ois parties du marxismes (1913) en Oewures choisies cv dete woluares, Editions de Mosca, 1948, t. U, op. 63-68 ed casts ‘Ties fuentes y tres partes ‘ncegranres del marxismas, en Obras completes, Moscti, Editorial Progress, 1964. vol. 23, pp. 41-43]. 49 prolongarian con Babeuf o se afirmarfan con Blanqui?. Poco importa. Lo que cuen- ta es la pretensién tedrica e histética de reducit el pensamiento de Marx a la con- fluencia vaga, al tiempo necesaria (para terminar el «cuadro») e imprecisa, de estas tres corrientes, y dar cuenta asf del pensamiento de Marx. Se afirma de ese modo abiertamente un principio de seguridad que ofrece sin duda las credenctales mora- les necesarias acerca de los titulos y de la identidad de Marx (hijo de Hegel, y de Smith-Ricardo, y de Saint-Simon y Proudhon... éo Babeuf y Blanquit). Pero, al mismo tiempo, se cae en ta banalidad de Tas verdades de tres al cuarto heredadas de las genealogfas biblicas (Abraham hijo de Isaac, hijo de Jacob [sie], etc., por lo tanto, Abraham mismo, en persona) o, en el mejor casy, de una historia de las ideas incapaz de pensar la base socio-politico-tedrica que impuso la necesidad del encuen- tro de esas Tres grandes corrientes constituyentes, procedentes de esas Tres fuentes, en un pensamiento Uefinido: el de Karl Marx y consortes. Y sobre todo, incapaz de transformar ese «encuentro» en «critica revolucionaria» de sus propios clementos constituyentes. Nadie negara que Hegel (y tras él la filosofia alemana), Ricardo (y tras él Smith y los fisiScratas, ellos mismos, por otra parte, de Smith y Ricardo, en tanto que tedricas de la reproduccién) y Proudhon (itras dl Saint-Simon!; pero hay personajes igualmente imteresantes para comprender a ingularmente avanzados respecto Marx) hayan constituido el horizonte histérico de Marx. Representaban su cultu- ta obligada, aquella de fa que todo intelectual de su clase, con curiosidad por comprender su tiempo, debia partir, la materia prima que él debia trabajar, ete. Pero nada en esta enumeracién tranguilizadora impone que Marx debiera dar ta vuel- ta a su fachada ideoligica y revolver sus principios, para percibir eso que Hegel Ia- maba (a propésito de la conciencia de sf) «la espalda», «el reverso», el reverso 2 En Ia dpoca de la Revolucién Francesa, Bakeuf encabez6 una de las lincas més radicales, pre- tendiendo claramente poner en primer término el componente social del movimiento revoluciana- rio. Asi, reclamé come medidas imprescindibles la aboliciGn de la propiedad privada y la colectiviza- cid de Ta tierra, siendo conoeida su pretension de fondar una ~Repdblica de los Tguales». Blanqui supone ef momento de continuidad de esta tendeneia revolucionaria, en fa que hay que enmarcer st actividad en los motines obreras de 1831-1834 y su famaso lamamiento de mayo de 1839 a la ven- ganza contra la sociedad que optime a los explotados (sabre la imporcancia de Blanqui en el movi- miento obrero puede consultarse la obra de Samuel BERNSTEMS, Blan y ef blarguismo, Madrid, Siglo XX1, 1975). Como se apreciard, inmediatamente en el texto, Althusser sugiere que, si de esta- blecer filiaciones se tratase, seria en esta tendencia (y no en la dle Saint-Simon/Proudhon) del socia- lismo francés donde habria que buscar precedentes (no sdlo teéricos, sino fundamentalmente précti- cos) de Ia opeién comada por Marx. 50 oculto®™, Ja reulidad escondida. Ahora bien, dar Ja vuelta es precisamente «cam- biar de terreno» y adoprar una posicién totalmente distinta, una posicién «criti- ca revolucionaria», esa famosa «critica que... representa al proletariado-. Y reducir la historia de esta revolucidn en el pensamiento de Marx a la simple con- fluencia googeéfico-fluvial de «tres fuentes», entonces, en al limite, significaba ver en Marx a un sautor= que habilmenre supo {isu «genio!) combinar los elementos en los que se encontrsba (pero ipor qué?, £edma?) el punto de encuentro. Es asf como se sostuve continvamente, fuera de ia tradicién comunista, por supues- to, pero ocasionalmente también en su seno, que Marx no era sino «Hegel aplicado a Ricurdo» para hacer de la economia politica una «metafisica~ (Croce, Aron, ete.). Es asi comy, en la tradicién marxista, y en ptimer lupar en las frmulus de Marx, se prefi- tid pensar Ja revolucidn operada por Marx sobre los autores de sus , Demasiado a menudo, Marx concebia con este mismo espiritu revolucionador e idea- lista el problema de la «transiciéns, es decir, Zen qué condiciones puede operarse el paso de un modo de producci6n a otro (al siguiente...)? Marx pronunciaba entonces las gran- des frases sagradas que tanto gustaban a Gramsci, esas frases que queriéndolo decir todo, en definitiva, no quieren decir nada, salvo expresar perfectamente el «deseo» de Marx de ver a la historia real proceder como él lo quiere o lo querria; ejemplo: «una formacién social no desaparece nunca {I} antes de que sean deserrolladas todas las fuer- 2as productivas que es capaz de contenet..». Ahora bien, qué es lo que eso puede que- rer decir? Ejemplo: a Humanidad {!) no se propone nunca més que las rareas que puede acometerL,,.., Pero el mismo idealismo asedia, en una forma infinitamente més sutil, El capital mismo, Porque nosotros, unos y ottos, y al precio de un largo y minuciogo trabajo de anélisis desarrollado contra las ideas reinantes en Ia materia, hemos tenido que apren- der a reconocer que algo no marchaba en lo que se tefiere a su «orden de exposiciénr. Por muy impresionante que sea, la unidad de !a exposicién de El capital ios ha pareci- do entonces como lo que es: ficticia. Pero ipor qué esta unidad ficticia? Porque Marx se ctela obligado, como buen «semihegeliano», es decir, como el hegeliano «invertidox en materialista que eta, a aftontar en una disciplina de caricter cientifico la cuestin pura- mente filasdfica del comienzo de una cbra filosdfica. Este tipo de malentendido puede comprenderse. - Noes un azar que Marx haya reescrito una buena docena de veces la seccién | de Fl capital, su comienzo; que haya debido comencar por «lo mas simple» y «lo abstrac- to», la mercancia, y asi, por el valor; que se haya sentido obligado, de ese modo, a # Sabemus que en esta «linea» la Segunda Internacional defendia la tesis de que la colonizacién imperialista era, desde el punto de vista de la Historia Universal, naturalmente, algo bueno, porque aportaba a los ind’genas el capitalismo, via de paso obligeda hacia el socialismo. MU K, Mare, Contribution d la entique de l'économie bobitique, cit. peofacio, p. 5 fed. east: Contr Arcitin aa extica de ta ecrmennia pica, eit. p. 5 55 comenzar por la absiracciin del valor, lo que ha dado una fuerza impresionante a sus demostraciones pero, al mismo tiempo, las ha «encundrado» en un campo teético muy incémodo cuando se trata de «deducir» la moneda, la explotacisin capitalista y todo lo dems. Sin hablar de lo que se presupone en la abstraccién del valor, el «trabajo abs- tractom, es decir, In existencia de un campo homogéneo en el que reina, pues ya ha triunfado, el reparto equitativo de Ja duracién del trabajo social para la ecuzcién tlti- ma del valor (¢ mercanefa A = mercancfa 8). Este reparto equitative no es mas que tendencial, aunque para razonar con la forma de rigor que él ha elegide o debido elegir, Marx parte de él como de un dato, que no es tomado como et resultado de un proceso historico terriblemente complicado, sino como el estado originario «ms simple». Y, en. fin, sin hablar del hecho de que este «orden de exposicidn» deja necesariamente fuera aquello de lo que es necesario que Marx hable, aunque fuera del orden de exposicién, para poder ofrecer una teorfa de la explotacién que no pueda reducirse a la teorfa del plusvalor (como diferencia de valor)**. Porque entonces, paraddjicamente, hay que tener en cuenta aquello de lo que el orden de exposicién exige hacer abstraccién: la pro- ductividad del trabajo en vodas sus formas, la fuerza de trabajo como algo distinto de una simple mercancfa y, simplemente, Is historia de las condiciones del advenimiento del capitalismo, que entre otras cosas reenvia a la acumulacidn primitiva. De abf los tres largos capttulos sobre la jornada de trabajo, sobre el proceso de trabajo, la manu- factura y la gran industria y el extracrdinario capitulo sobre la acumulacién primitiva. Esos capfzulos! estén fuera del «orden de exposicién» y han planteado un setio pro- blema a los intéepretes: ipor qué saltar de ese modo de la teoria a la historia, de la abs- 25 Para Alehusser, como se ve, considerar la teorin del plusvalor como na teorin de la diferencia de valor (de la diferencia entre el valor de la Fuerza de erakajo -su salario y el valor de lt producids por ella} no puede, por sf mismo, dar cuenta de la explotactén (tan soko, en todo casa, de sus efectos «econémicos»), La explotacidn, por lo tanto, seria entendida de manera parcial si fnera considerada como «metar exphotacién econémica: sim fas condicicnes de fa kucha cle clases, sus variaciones y sus efectos, lo que constituye el objeto central de un anilisis que «al margen del orden de expusicisn» remite a algo més amplio que [as formulas «econdmicas» de la medida del valor, y en cuyo sero (pero sélo en él} tienen sentido kos cilculos de sus diferencias. En este punto (y desde una perspectiva, aun- que colateral, cercana) puede verse en parafelo el trabajo sobre la ley del valor despiegade desde cl oberaismo icalisno de las décadas de 1960 y 1970, cuyo hilo conduce, on nuestros dios, a las reiters- das aftrmaciones de autores que, como Antonio Negri insisten en la «caida de la ley del valor» como evidencia desde la que afroncar el analisis de les estrategias posibles para la acruacisn polttica, | Marx mismo aconsejata a la mujer de Kugelmann leer sélo escs capitulos: en rigor podia dejar Jos otros para comprender Ip esencial; lo esenciat «incluse un nif ko comprenderian, escribe Marx en una carta a su matido [earta de 30 de noviembre de 1867 de Marx a Kugelmann, en K. Marx y F Engels, Cartas sobre Bl capital, cit, p. 148] 56 taccién a lo conereto, y ello sin ninguna justificacién? Y en el limite écudl es entonces: el objeto del que se ocupa Marx: el «modo de produccidn y de cambio capitalista en su media ideal», como sin cesar repite El capital, o la historia concreta de las condiciones de Is fucha de clases que han precipitado a la burguesfa vecidental al capitalisme? Pero entonces estamos de eno en Jo «concreto», pues la acumulacién primitiva, le despo- sesién de los trabajadores (agraries y urbanos) de sus medios de produccién y de sus condiciones de reproduccién, que ha preducide el mado de produccién capitalista, no. tiene nada que ver con ninguna abstraccién, con ninguna «medida ideal», sea la que sea. /Cémo, entonces, mantener juntos esos elementos discordantes y desconcertantes de un pensamiento que, por su parte, no cesa de proclamar su unidad y de imponerla en el pretendido orden de exposicién de El capital? Mejor atin, équé pensar de una teoria come la que se propone por objeto demostrar la produccién de les precios de produccién a partir del valor y no lo consigue sino al precio de un error, de una omisidn en el célculo? Sraffa, el viejo amigo de Gramsci emi- grado a Inglaterra, Sratfa y su escuela han tenido cl mérite de controlar de cerca la demostracin de Marx a propasito de esta cuestién y han descubierto, para su gran sor- presa, que la demostracién era falsa®, Un error que viene de lejos: justamente del prin- cipic segtin el cual hay que comenzar por lo mas simple, el elemento primero, a saber, la mercancia o el vaior, mientras que lo simple ni es simple ni lo mas simple; también igualmente del principio segin el cual es absolutamente necesario comenzar por el modo del «andlisis», que tiene por misién descubrir en lo simple su esencia y les efectos de esta esencia, efectos adecuados para reenconcar, finalmente, por deduccién sinretizante, lo concreto mismo. Ahora bien, el propio Marx rompe con esta exigencia, no sélo en los capftulos concretos que inserta en el orden de exposicién de Ei capital, sino también mediante la introduccién de conceptos abstractos que no cesa de insertar en el campo tesrico del orden de exposicién abstracto, para ampliarlo, mostrandose asf, a Dios gracias, tan poco hegeliane cume es posible. % Pier Sraffa, economista italiano «exiliados en Inglaterra en 1927, ha sido el origen de toda una corriente de pensamient econdmico que se ha dedicado al anailisis de la «competencis imperfecta» G. Robinson, E. Chamberlain): a diferencia de kos marginalistas, Sraffa sostuvo que el anslisis de las restricciones que ef mercado intraduce en el comportamiente de las empresas ha de reslizarse no desde el supueste de la competencia eperfecta», stro desde el supaesto del «monopolio». Su obra mas importante (Produceiin de mareancias por medio de mercanetas, de 1960} elabora ciertos elementos en les que, dice, debe apoyarse la revisi6n de la teoria econémica en clave sticardianomarxistas. En cuanto al problema (ya clasico} de fa transformacidn de valores en precios, puede consultarse el [aun- que antiguo, claro) likro de Paul M. Swiitey, Teoria del desarvallo capitalista, Méxiea DE, FCE, 1945, cuyo capitulo VII esta dedicado a la cuestiGn, 57 Hay entonces que preguntarse por qué la cuestién del comienzo ha representado esta exigencia y esta «cruz» para Marx: «En toda ciencia el comienzo es dificil», escri- be al principio de El cupital. Y ipor qué Marx, entonces, se ha impuesto la idea de um comienzp obligado por la abstraccién riiima del valor! Nadie que entienda bien a Marx duda de que en uno u otro momento haya que pasar por algo que tiene que ver con «el valor»: pero nada obliga a comenzar por él, salvo para llenarlo de sentidos dificilmente controlables. En realidad, parece que todas estas exigencias, y las dificultades que pro- vocan, eran impuestas a Marx por cierta [dea que tenfa (nadie escapa a eso, sea el tiem- po que sea, aunque la idea cambie) de la ciencia (Wissenschafi), es decir, de las condi- ciones formales imprescindibles a las que debe someterse todo Proceso de Pensamiento (Denkprozep) para ser «Verdadero».. El texto en el gue se capta con gran claridad el contenido de esta Idea es el capt- tulo consagrado [a la cuestién] por la introduecién (también permaneci6 sin publicar por Marx) a la Contribucién (1858): «El método de la economia political. Marx desa- rrolla alli, ante todo, que el proceso de pensamiento verdadero, materialista, comien- za necesatiamente, y contrariamente al prejuicio habitual, por la abstraccién. El pensa- miento verdadero, la ciencia, va no de lo concreto a lo abstracto, sino de lo abstracto a lo concreto: debe, entonces, comenzar por la abstracciGn, es decir, lo mas simple o lo simple (lo mas general, etc.) (Por qué esta exigencia? Marx enuncia este principio, y es su obra la que debe proporcionar su prueba, pues el método no existe al margen de su realizacién, es decir, fuera de los conocimientos que son producidos con ocasién de su actividad", Pero como El capital (acabamos de sefialarlo) no suministra esa prucba, sino, més bien, su dificultad, debemos, por nuestra parte, plantearnos la cuestién: ‘Por qué Marx se hacia esa Idea del Proceso de Pensamiento Verdadero y la sometia a esas exi- gencias precisas? Marx, seguramente, miraba a las ciencias de la naturaleza, tomando la mayor parte de las veces cjemplos del andlisis quimico, pero también de la fisica ¢ incluso de las suponer el problema resuelto y en sanalizar» \s referencias pura- matematicas (el anélisis consiste alli e las condiciones, entonces desvelables, de su solucién). Pero tras ¢: En K. Marx, Contribution a la critique de économie politique, cit pp. 164-172 (ed. cast: Lineas fundamentales de la critica de la economia politica (Grundrisse), cit., pp. 5-36]. Recordemos que la teo- tia de la «prdctica teérica» desarrollada en 1963 por Althusser en el articulo «sobre la dialéctica mar- xista» retomado en Pour Marx led. cast. La revolucién teica de Mara cit.) se apoyaba en lo esencial ‘en este rexto de Marx. * Volvemos a encontrar aquf la nota del [prefacio de la Contnibucin. de haber demostrado el resultado «puede ser perturbadors J: exponer el método antes 58 mente cientificas no hay duda de que Marx estaba guiado, incluso en su interpreta- cién al servicio de sus demostraciones, por una Idea de la Verdad que, en gran parte, procedia de Hegel y de més all4 de él. De hecho, la Légica de Hegel, y toda la deduc- cién «dialéctica» de la Naturaleza y del Espiritu, sugiere perfectamente que hay que «comenzar, pero en filosoffa, y no en las «ciencias», por la abstraccién pura que, al mismo tiempo, en Hegel, no es una abstraccién determinada2’ (Della Volpe se ha dado cuenta muy bien), sino una abstraccién indeterminada. Con la resetva de esta dife- rencia capital, podemos sostener que también en Hegel la Idea de la Ciencia (Wis- senschaft) impone comenzar por la abstraccién, y que el proceso de pensamiento va de lo abstracto a lo concreto, de lo mas abstracto a lo mds concreto; y que la misma Idea impone analizar cada contenido (el Ser, la Nada, el devenir, ete.), para descubrir en él el nacimiento del siguiente. Ahora bien, en la practica de El capital, en sus capitulos fuera del orden de exposicién, pero también y sobre todo con ocasién de las inserciones conceptua- les en el espacio te6rico conquistado por el andlisis, Marx tompia, de hecho, con la idea hegeliana de la Ciencia y, por lo tanto, del método y, por lo tanto, de la dia- léctica. Pero al mismo tiempo se sometia a esta [dea lo suficiente como para impo- nerse el comienzo por el valor como algo obligado, para reconocerse en la dialécti- ca hegeliana «invertida» y para pensar lo que habfa descubierto en la impresionante unidad, pero unidad ficticia, del orden de exposicién dnico (de derecho) de El capital. Que Hegel, conocido desde la adolescencia, después olvidado 0 combatido, reencontrado en 1858 por el azar de un libro (La Gran Légica) que le habia sido legado por Bakunin, esté presente en el pensamiento de Marx, incluido también El capital, y que la filosofia de la alienacién de Feuerbach esté también en accién en su interior, una vez insertado Hegel en esta filosoffa, es algo que podemos decir ahora con certidumbre y con serenidad, porque esas cuestiones han agitado un poco las polémicas de los marxisants desde hace veinte aitos (el mismo fenémeno se habia 2 Es bien conocido el texto: se trata del principio de La ciencia de la ligica (Buenos Aires, Edi- a planteando el problema del «comienzo~ ciones Solar, 1968, 2 vols.) que, precisamente, com (Libro 1, Seccion 1, cap. I, pp. 87-103) 4 Louis Althusser posefa un ejemplar dedicado del libro de Galvano della Vou?E, La Liberta comu- nista, Milén, Edizioni Avanti, 1963, en el que habia leido con particular atencidn el articulo Sulla dialettica» en gran parte dedicado a la Introduccion... [N. del T: una de las iltimas reelaboraciones de ese texto de Della Volpe puede encontrarse en castellano con el titulo «Clave de la dialéetiea his- torica» en AA.VV, Problemas actuales de la dialéctica, cit., pp. 107-140] 59 producido ya de manera un tante general en Europa en fos afies 1920-1930)", Pero debemos también sacar las conelusiones de ello para una mejor comprensin de El capizal y det propésito politico de Mars. Si, Marx, fy cémo habria podido ser de otto modo?, ha experimentado los limites que fe imponfan, a peser de toda su voluntad de ruptura, las ideas dominantes de su propio tiempo. Lo extraio no es gue los haya experimentado, sino que a pesar de su peso, y de esos limites, nos haya abierto el conocimiento de una realidad que nadie, o casi nadie, habia entrevista antes que él. Con esta precaucién, podemos velvernos hacia El capital. Y descubriremos sin gran dificultad los efectos que ha producido sobre el pensamiento de Marx esa concepcién filosética atin idealista del Proceso de Pensamiento Verdadera. Por ejemplo en la presentacién (Darstellung) de apariencia contable (apariencia: no se trata de precios, sino de valores) del plusvalor! como diferencia entre el valor pro- ducide y el valor-salario. fmpuesta bajo esta forma por el orden de expasicién y su deduccién conceptual, esta presentacidn puede conducir a una interpretacion. «economicista» de la explotacién. Parque en realidad, y Marx es muy claro al res- pecto, la exploracién no se reduce a esta retencidn de un excedente de valor; Gnicamente puede ser comprendida si se considera el conjunco de sus formas y condiciones concretas como determinantes. Ahora bien, conjunco de esas formas concretas incluye la retencidn de valor, pero, igualmente, las coacciones implaca- bles del proces de urabajo prendido en el procese de produccién y, por lo tanto, de explotacicn: divisidn y orga ica del trabajo, duracién de la sjornada de trabajo nocién de intensificacién de los ritmos de trabajo, pro- pia del sistema capitalista y por ese inencontrable antes de 6], parcelacién de jon de los puestos de trahajo, condiciones acidn socio-téei es tareas, sobrecualificacién y descualifica materiales de la concentracidn del trabajo (fabtica, taller), accidentes de trabajo, * Cf las reflextones al respecta (cast stemmpre frente «una «dialgetica» doemadcicamente eselero- ticada) de autores como Karl Korsch, en la d&cada de 1920, 0 Ado, Lukes o Kosik, on Ta de 1930, que, con indepeadencia de Is vals as a los que, en la década de 1960, se enfrenta G. della Volpe », por otra parte, el mismo Jean-Paul Sacre. En tudo caso, es clae que Alchusser no hace una exitica de la consideracidn diakéctica «por cidn que se haga de eu incervencién, plantearon va fos proble- su iesilizaciGms, cemo si hacen buena parte de los autores alulides "Jean-Pierre Lefebvre y Etienne Balibar, recientemente, y con raz6n, han propuesro traducir Mehrwert por «sobrevslore (en lugar de «plusvalia-). («Plus-value ou survaleur?>, La Pensce, ndim, 197, 1978). [N. del T: Se rats de respeeto de phisuulia, Por ln demas, verumes traductendo plus-value come plusuitor, lo cual, por otra parce, es ya halsitual.] js misma diferencia que en castellano representa phasealar 60 enfermedades profesionales, ete. Y el proceso mismo de produccién debe set con- cebido (pata no permanecer abstracto) como momento decisive del proceso de reproduccién: reproduccién de los medivs de produccién, pero también repreduc- cién de la fuerza de trabajo (familia, alojamiento, hijos, educacién, escuela, salud, problemas de pareja, de los j6venes, cte.), sin hablar del otro momento del proce- so de reproduccién de la fuerza de trabajo que hace intervenit al Estado, asus apa- ratos (represivos, ideoldgicos, ete). Ahora bien, estas cuestiones, de las que la simple ecuacién def plusvalor debe hacer abstraccién para mostrar la explotacién en la retencién del valor, las ha trata- do Marx en los famosos capftulos «coneretos» de El capital que chocan con el orden de exposicién abstracto de El capital. Esto hace que la teoria de la explotacién se encuentra en El capital, pero «expuesta» en varios lugares, en la teorfa del plusvalor en una forma de apariencia contable, y también explicada en los otros capitulos sobre Ja jornada de trabajo (plusvalot absoluto) y la cransformacién capitalisea del proceso de trabajo (plusvalor relacivo), por no habler del capitals sobre ia acumulacin pri- mitiva. Esta distribucién de una cuestidn clave en su «exposicién» abstracta y en sus explicaciones concretas no esti exenta de consecuencias tedricas, que empiezan a percibirse en las insuficiencias de la teoria de la fuerza de trabajo o incluso del sala- tie, y en hastantes otras cuestiones, por ejemplo, hoy, la cuestidn de la transforma- cién de la clase obrera bajo los efectos de las formas «técnicas» de Ia lucha de clases imperialista a escala mundial (trabajo inmigrado, recomposicién de tareas, nueva competencia de la fuerza de trabajo por la «politica» de inversiones de las multina- cionales, etc.)?". Se podrfan dar muchos otros ejemplos de las dificultades y contradicciones en las que Marx se ha embrollade por haberse impuesto ei comienzo obligade por la abstrac- cion del valor Por ejemplo, la cuestién espinosa de la «transmisién» del valor (Zqué valor exactamente?) de los medios de produccion al producto por el «uso» de la fuerza de trabajo, y el Zamoso caso limite sobre el que Marx razona suponiendo que C, capital constante -medios de produccién-, pueda ser nulo (= 0)", Por ejemplo, la transfor- ® Sobee las modificaciones acaccidas respects de esos clementes a finales de la déca- da de 1960, véanse los libros de Erast Mandel (por ejemplo, El capitalismo turdio, México, Era, 1979) 0, en otta linea, fos trabajos ile Mario Tronti (por ejemplo, sus arti meros nimeros de los (Quademni Rossi, al principio de la década de 1960) y del operaismo italia no; véanse Mario TRONTI, Obrerus 9 capital, y Antonio NEGRI, Marx més alld de Murs, Madrid, Ediciones Akal, 2001. UK, Marx, Le Capital, cit.. tI pp. 211 ss. fed. casts EP capital, cit., Libro I, ¢. 1p. 2871 slos en los pri- 61 macién del valor en precio de produccién, donde Marx ha sido sorprendidy ea un error de razonamiento™, etcétera. Es obvio: la evidencia de tener que «cambiar de terreno», de tener que adoptar una nosicién que -tepresente al proletariade», por muy consciente que fuera {ly treinta y dos aftos separan las dos formulas!), no ha podido, por sf sola, y de golpe, «ajustar cuen- tas con [i cériciencia filoséfica anterior» de Marx. El materialismo que Marx profesabs se aplica también a él: su conciencia no podia agotar su préctica; su conciencia no podfa siquiera agotar su pensamiento en sus formas reales; y su pensamiento, atin some- tido a las mais sutiles de las formas filoséticas e ideolégicas dominantes, no podia hacer- se cargo y teytular las contradicciones en las que, por esa circiinstancia, se intraducia. ‘Un materialista concluiré de ello que habia mas en la préctica, en el pensamienta yen las contradicciones de su problemsitica que en la conciencia de Marx. Podrd tambien comelir que los limites del bensamiento de Marx no han dejade de prodwcir efectos sobre su accion 0 ta de los otras, Podemos apreciar como un signo de este extravfo ineludible el que, aparte de la breve declaracién, atin enignrdtica, de las Tesis sobre Fenerhuch, Marx nunca se haya explicady claramente sobre sus nuevas posiciones, esta es, en detinitiva, sobre su filo- soffa, Ia que debis abrazar tres romper con su vieja conciencia filosGfica. Marx casi faléetica ssi encuentro ef tiempos habia prometido a Engels veinte paginas sobre ke nunca las escribis. (Falta de tiempo? ¥ la inttoduccion de 1857, lu mis elaborada desde el punto de vista flosdtico (sobre Lodo, el capitulo sobre el mérito de la economia poli: fica, que ha fascinado a tantos marxistus, pero que finalmente es, al mismo tiempo, sor- prendente y muy ambiguo), Marx la ha suprimide alegando que «anticipar acerca de los resultados que hay que demostrar antes silo puede set perturbador». Sf, pero, {por qué ese silencio despuds? Esto no quiere decir que Marx no se haya ocupado. y sin cesar, de la filosoffa, com el objetivo de intentar dar cuerpo a la nueva filosofia que animaba su pensamienro, desde el «momento» cn que percibi6 con claridad que habfa que romper con la vieja, dema- * Para la cuestién (ya clasica) del «error» en la transformacién clel valor en precie de produccién: temitimos al texto de 2 M. Sweezy citado ms arriba (n. 26). En dleimo término, el «error» deriva de una consideraci6n fo justificada de le exigencia de una igualdad suscancial en ia tasa media de ganancia en los distintes sectores productives (y tambien, por lo tanto, de una similar composicién, orgénica del capital) que aparece en el deszrtallo de la cuestiOn que hace el libro Ill de El capital: en la realidad, fa exigencia de igualdad en ta tasa de ganancia ne se cumple (en situaciones en las que hay monopolins, por ejemplo), ¥ elle ha side inrerpretado como una confirmacién de la inutilidad o inoperancia explicativa de la «dey del valor; pueste que el «precio» no puede ser determinade en. fancién del -valor-, de alguna munera, se hace «autsnonio~ respecto de su considerucin, 62 stado ocupada en: «glorificar las cosas existentes», demasiado ligada a los inteteses ideo- Isgicos y politicos de 1a clase dominante. Es un hecho: itodo ese proceso de autoctfti- ca y de rectificacisn se ha desarrollado en Ja obra de Marx, en su practica polftica y teé- Tica, a costa de grandes dificultades!; para ver un poco mds claro: en su obra cientifica, evidentemence, pero también y en primer lugar en la lucha por Ja restauracién del movimiento obrere, durante [os afs terribles que van desde la derrota de las revolu- cioney de 1848 a fa Comuna, [pasando] por la fundacion de la primera Internacional. Coubate interminable en las covtradicciones, en la conuadiccién, para asegurar las Combate siempre dudo- 20, incluso cuando parecia ganado: combate para encontrar palabras y conceptos que nuevas posiciones contra el retorno y la evancha de las vie no existian todayfa, para pensar lo que, hasta exe momento, habfa side ocultade por palabras y conceptos todopoderosos. Porque, y es notmal, el combate se libra también sobre conceptos e incluso sobre palabras cuando condensan el juego de grandes con- flictos, de grandes incertidumbres o de sordas contradicciones no aclaradas. Lo testi- monian, lo sabemos, las més profundas indecisiones de El cupital, donde la palabra, el tema, la nocidn o el concepto de alienacién continda apareciendo no sélo en la teorfa, (feuerbachiuna al cien por cien) del fetichismo, sino también en fa oposicién deamati- zadu del trabajo muerto y el trabajo vivo, en el dominio de lus condiciones de trabajo sobre el trabajador y en la figura del comunisma, esa libre asociacién de «individuos» que tienen por tinica relacién social su libertad: 1a alienacién, vieja palabra, viejo con- cepto idealista que vale para toda (rambisn para hacer sentic lo que atin esté mal pen- sade) y abf, manifiesramente, para pensar otra cosa: un impensado, que le es burtado. ePor qué te es hurtade? Es preciso busear la respuesta en la historia de Is lucha de clases obrera, en sus «limites», y en la idea filosdfica que Marx tenfa sobre el orden de exposicién que debfa seguir para pensar Jo verdadero. 63 ¢Y la «omnipotencia de las ideas»? A continuacién, otro ejemplo, en buen materialista, de que la historia ha sorpren- dido y sobrepasado de ese mov el pensamiento de Marx. Marx se distingue, en efecto, de toda La filosoffa politic idealista (en ese asunto est de acuerdo con un solo pensador: Maquiavelo) en que nunea se ha hecho ilusiones sobre la «omnipotencia de las ideas», incluidas sus propias ideas, Fue Lenin quien, en el fragor y el juego implacable de la polémica, escrihis imprudentemente: «las ideas de Marx son todopoderosas porque son verdaderas»!, Ciertamente, son verdaderas, pero no son etodopoderosas», porque ninguna idea es «todapoderosa» simplemente por ser una idea verdadera. Desde ¢l Manifiesto, y no cambi6 nunca, la posiciin de Marx es clara: no son las ideas comunistas, sino el movimiento general de fa lucha de clase de los proletarios contra los capitalistas, lo que abre y abrird fa via al comunismo, «movi- miento real», La influencia de las ideas no se ejerce mas que bajo condiciones ideolé- gicas y politicas que expresat) una determinada relacién de fuerzas entre las clases: son. esta relacién y sus efectos politicus ¢ deolégicus los que son determinantes «en Ultima instancia» para la eficacia de fas «ideas» Ahora bien, Jo extraordinario es que Marx, consecuente con sus propias tesis, coma en cuenta su propia teria cn ka posicién politica y en la vaposiciin de sus propies ideas, es decir, isu funcionamiento en el dispositive de la sociedad! Podemas verlo tanto en el Manifieste come cn el prefacio de 1859. La presentacién de los grandes principios ted- MTV. T, Lenin, «Lus Tris Sources et les trois parties du marxismer, cit, p. 63 fed. cast.: -Tres faentes y tres partes inteprantes del marvismos, cit, p. A). 65 ricos toma alli la forma de una stépica~, de una figura dispuesta en el espacio, en el que se definen lugares (opoi) y sus eelaciones, para «hacer ver» relaciones de exterioridad relaciva, de determinacién, etc., y asi, de eficacin entre «instancias»: la inftaestructura (produccién-explotacién, por lo tanto, lucha de clases «econémica>) y los elementos (Derecho, Estado, ideologias) de la «superestructura». Esto quiere decir, y eso es lo decisive, que Marx adopta la disposicién tdbica para presentar dos veces sus propias ideas tedricas, y bajo dos formas diferentes, en dos «lugares» diferentes de un mismo espacio. Marx presenta en ptimer lugar sus ideas tedricas como principios de andlisis del con- Junto de su objeto: ya sea este objeto una coyuntura politica prerrevolucionaria sobre el trasfondo de la lucha de clases entre los capitaliscas y sus explotadas (el Manifiesta). ya sea este objeto la estructura de una formacién social en general (el prefacio de 1859). Las ideas tedricas de Marx estan entonces presentes por todas partes, acupan todo el espacio y, asf, el lugar de ese objeto, puesto que se trata de facilitar con ellas la com- prensién del conjunto de este objeto. Al mismo tiempo, sin embargo, Marx hace aparecer sus mismas ideas tedric: segunda vez, pero situdndolas entonces en un «lugar» determinado y extremadamente limitado del espacio ocupado por la misma realidad de conjunto. Digamos, para reto- tar la farmula del prefacie de 1859, que Marx sitda entonces sus propias ideas redricas entre las «formas ideoldgicas en las que los hombres toman conciencia del conflicto (de clase} y las llevan hasta el final+. Situando de este modo una segunda ver sus ideas, en s und un lugar definide a la vez por las relaciones de clase y sus efectos ideoldgicos {en la «superestructura», al lado del Estado), Marx trata y presenta sus ideas teéricas no ya come los principios explicativos del todo dado, sino teniendo dnicamente en cuenta su acci6n posible en la lucha de clases ideoldgica y, por lo tanto, politica, que domina ese atoda», tal formacidn social, tal coyuntura, etc. En realidad, cambiando de lugar (y de funcitn), las ideas teéricas cambian de forma: pasan de la forma-teoria a la forma-ideo- logia. El materialismo de Marx, del que Lenin decia que era «consecuente», no con- siste solamente en la reduccién de toda ilusidn ante la objetividad de to real exis- tenre y al conocimiento de este real, sino cambign, y al mismo tiempo, a la aguda y prictica conciencia de las condiciones, tas formas y los limites en los que sus ideas pueden convertirse en activas. De ahf su doble inscripcion en la tépica. De ahi la dis- tancia (considerable al principio) que existe entre la verdad de las ideas, que recubren la totalidad de su objeto, y la eficacia de las ideas, que s6lo estén situadas en una pequeiia parte del , e inevitablemente con retraso porque pasan deliberadamente el tiempo evitando estos asunios demasiade molesios pera ellos, a los sinaples militantes revolucionarios, sean o no miembros de esos partidos, Con todo, es preciso al menos sefalar que los defectos tedricos de Marx, a veces, al igual que sus méritas, han venido acompaiiados de singulares silencios. Sélo me referi- 36, a modo de ejemplo, a dos. La extrafia recopilaciGn que fue publicada por Marx sobre La guerna civil en Francie (la Comuna) constituye un anélisis continuo de la historia politica de la Comuna, bis- {U Spinoza, un autor crucial en be evolucién def pensamiento althusseriano, decfa respecte ue esta misma cuestion (Etica, 1 prop. |, escolis) que «las imaginaciones no se desvanecen ante La presen- cia de lo verdadera en euanta verdadero, sino porque se presentan otras imaginaciones mis fuertes, que exctuyan la uxiscencia presente de las cosas que imaginamos», 67 in de las toria interior al movimiento de It Comuna misma, al tiempo que una teorica inyenciones pliticas populares de la Comuna, en la gue Marx ha reconocido la fuerza actuante de In dictadura del proletariado, Es sabido que en un primer momento Marx se opuso a la revuelta, pero que una vez desencadenade el movimiento no le regated su ayuda Kieida y entusiasta. Sin embargo, algo en este andlisis nus sabe a poco: el cuasi silencio sobre el anélisis de fas relaciones de clases en Francia, y en particular sobre las condiciones y las formas de fu lucha de clase burguesa y, por consiguiente, sobre las condi- ciones de clase de ta dertota de los communards. Frecisemos: se puede considerar que Marx habia ya aclarado la cuestién en Lus fuchas de clases en Francia; pero la Francia de 1871, que conocié en veinte afios un gran desarrollo econémico y el triunfo de la burguesta industrial y financiera sobre los grandes propictarios hacendados y el crecimiento del proletariado, no era ya la Francia de 1890. Aun asi, pase. Pero ic6mo es posible que Marx no haya sabido utitizar esta experiencia, extraordinaria en su género, para anali- zat mejor el funcionamiento del Estado burgues y de la ideologia burguesa, y cxtraer ast de ella unas nociones mis ricas que las excesivamente pobres que habla enunciado ya desde 1852? ¥, mis aun, icémo es que Marx no ha inrentade comprender lo que suce- dia en el ambito de la deologia de los communards y en el ambito de la politica, cuya rea- ay dra- lidad ellos habfan renovade? Le guerra civil en Fruncia nos olrece una prodigi niitica crénica de detalle de los sucesos, y una teorizncién que se proyecta sobre el porvenir acerca de las formas politicas de Ja dictadura del proletariado, pero no nos dice nada que haga avangar el conocimiento del Estado burgués, de la idevlogia (de la bur nuesta y de los communurds) y de ka politica opuesta de los unos y los otros. Sobre estos temas, Estado, ideologfa, politica, es como si Marx no experimentara la necesidad de ver mis de cere, ya sea porque esus materias le parecieran evidentes, ya sea porque no Viera en ellas ningtin mistetio particular. Vuelvo al episodio de la Critica al programa de Gotha, ese extraiio asunto, Para sefialar, en primer lugar, que Marx no era entonces verdaderamente un militante perteneciente a un partido. Para sefialar, a continuaci6n, que Marx no saca ninguna conclusisn de st con- tratiempo. El congreso de Gotha, que unifica al partide marxista y al partido Tassalliano, se celebra y vota un programa, Estupefacto, Marx somete a una critica rigurosa sus tesis esen- cidles, que no tienen nada que ver con las tesis comunistas: lo demuestra brillantemente®. » He aqui el primero de los limites que Althusser sertala en el pensamiento de Marx: en stt obra, plagada de snilisis «econimicese, falea kt explicacién de las condiciones =politicar en las que se mueve (y que inciden directamente en) fa hucha de clases. 2 La Critica al prugrnne de Gotha puede encontrarse en K. Makx y F. ENGELS, Obras vok., Maid, Ediciones Akal, 1975, vol. 2. pp. $-42. escoxtdes, 2 68 La direcciin del nuevo partido unificade y, en ella, los mismos ditigentes marxistas, que estén informados, iprohfben a Marx publicar su critica! Marx deja pasar alin tiempo y des- cubre, para su estupor, que «los periodistas burgueses... ¢ incluso los obrercs» han «lefdo~ en el programa de Gotha lo que no estaba. Alf donde se les daban tesis reformistas, ihan ecreido» que se trataba de comunismo! Marx y Engels insisten: si Marx no ha frublicado su oritica, contra la prohibicién del Partido Socialdeméerata (el partido unificado), «es [..] slo porque los periodistas burgueses...¢ incluso los obreras mismos> han encontrado allio que no habia!” Resultado: Marx se calla. El, que he escrito tantas veces que eno hay que sacri- ficar los intereses de futuro del movimiento obrero a sus intereses inmeiatas», que eso es oportunismo, no pienss en el futuro, no se pregunta sien unos meses o afios las formulas habrén actuado, el mal estard hecho y no ser§ posible repararlo. Diecisiete afios después usando el chantaje contra fa direccién del Partida Sacialdemécrata Alemén, Engels termi- naré por hacer ptiblica la Critica. {Por qué tan tarde? Y, entonces, icon qué intencién? iMerecia esta Critica ser publicada entonces? En ese momento Marx esté muerta, pera en el tiempo transcurrido no ha hecho nada para dar a conocer su critica. Pienso en esa frase singular de Engels: «Marx y yo mismo nunca hemos intervenido en el partido por razones peliticas, sino sla para corregir errores te6ricos»!”, Puede ser. Pero es una distincién muy dificil de mantener. Y aparentemente la Critica prohibida por fa direceién del partido y no publicada por Marx «s6lo porque...» tenia que ver totalmente con los «errores» tedricos del programa de Gotha. Un partido, su direccidn, a su cabeza los amigos mas proximos de Marx, una Critica radical de un programa prohibida «para no dafiar la unidad del partido» (siempre la misma razén invocada por las direcciones, de 1875 a 1978), la extrafieza de Marx al ver que se producia sobre el texto del programa un error fancistico que reunfa a «los perio- discas burgueses... ¢ incluse los abreros» en Ja conviccidn (emménea) de que en él habia tesis comunistas; el que Marx se contente con ese malentendide y se calle es le que da que pensay, canto como las ikimas palabras de la Critica: «lixiet salvavi animam mean, UV Egcke, carta a August Bebel de 12 de octubre de 1879, en K, Maax y TE ENGELS, Crlticee des programmes de Gotha et Erfuat, Editions Sociales, coleccién Clasiques du Marxisme, 1966, p. 68. 1 Engels a Bohol, 18-28 de marzo de 1875, ibid., p. 60 fed. east: K. MARx y E ENGELS, Obras exer Bidas, 3 vols., Moscii, Editorial Progreso, 1974, vol. 3, pp. 28-341. WL Dije y salvé mi alma», Con esta formula empieza un. cexte escrito por Louis Althusser en 1982 ¢ integrado con la obra parcialmente publicada en este volumen con el tituls Le eourant soutervain die rmanériatisme de la renemuire, pp. 31-71, Publicado con el titulo edicida, lo son, evidentemente, al volumen de 69 De hecho, puede que, por primera vez en su vida, Marx se encuentra frente a un par tido, que es el suyo pero que él no dirige, en une posicién, por lo tanto, bastante abje~ tiva: lade un milicante o un cuasi militants. ¥ ese partide hace lo que sabemos. Y Marx s periodistas hurgueses... ¢ incluso los se contenta con el fnfimo consuclo que le dan «lL obreros~ al haber visto en ef programa lo que no habia en él. iQué experiencia! Sobre el partido, sobre fa maneta de conducirse en materia politica y teérica y también sobre la ilusién idecldgica producida por un texto reformiste, Marx se calla. Sin duda, esta enfermo, y como si estuviera desarmado, impotente, y admitiendo la primera excusa para aceptar la prohibicién de la diteccién def partido, y sin preguntarse ni sobre la naturaleza del partido ni sobre la extraiia naturaleza de esas tesis que dan lugar a error, ni sobre su aceptacién de oeultar su critica a cambio de una ilusi6n ni sobre lo que suce- de en dl entonces, atrapado en ese contexto en el que juegan a la vez el partido y sus objetivos de unién, y de compromiso por lo tanto (pero a condicién de que Marx se calle), la ideologia que hay en la cabeza de los «periodistas burgueses... y de los obreras» y que les hace a todos confundir Roma con Santiago: todo sin que el fututo le preocupe Jo ms minimo, puesto que Marx sale con el alma pura: «Dije y salvé mi alma...». Una cosa es que Marx se haya callade, Dada su personalidad, podia hablar y tam. tién, por lo tanto, callar’’, Sin dua, ottos militantes han criticado el programa de Gotha en el partido. Pero como no tenfan la autoridad de Marx, han debido valver al orden y su protesta ha ido a parar al fondo de los cajones de la direccisn. Que en todo esto, como en ninguna otra citcunstancia, Marx ne haya intentado reflexionar sobre ef hecho de su propia personalidad es, al menos, sorprendente. Debio de sentirse obligado por la modestia («yo no soy marxista», etc.}, lo cual es otra forma de «salvar su alma», haciendo, a su manera, como si no fuera lo que objetivamente eta, pese a codes sus escrapulos: una personalidad de gran envergadura y, lo que es atin mas imporrante, una personalidad tetirica codas cuyas palabras pesan y cuencan, cuyas frases y formulas son tomadas como dinero contante, y en serio, en ese equiveco que une la seriedad polid- cay la sumisidn religiusa o cuasi religiosa. Ahora bicn, el «cfecto de personalidad teé- rica’ es, incontestablemente, un efecto politico ¢ idcoldgico imporeante, no sélo en la historia burguesa, sino también en fa historia del movimiento cbrero, incluida en él la los Ecrits philosophiques et politiques en el que figura el texto que agut se traduce. Tanto «Sobre el pen- sarmiento marxistay como «La corriente subterrinea del inaterialismo del encuenteo» han sido tra- ducidos formando parte de la recopilacién Louis ALTHUSSER, Pasa ti muierialisme aleatorio, Madrid, Arena Libros, 2002. El primero de estos articulos fue publicado, ademas, en la revista Riff Raff, niim. 6, Zaragoza, otofio de (995, pp. 4-10] ICY rambién por lo tanto callate es tn afindide manuscrita. 70 historia del movimiento obrero marxista. Marx lo sabia bien, él que no podia soportar «la personalidad» de Bakunin y de Lassalle, estando obligado a tener en cuenta los efec- tos de sus personalidades. Aparentemente, no queria saberlo respecto de sf mismo. Y como en todo este asunto no sdlo estaba él, sino también las personalidades dirigen- tes del partido (Liebknecht, Bebel, etc.), y también el partido y su direccin, que le prohibjan publicar su critica, y toda la ideologfa de los «periodistas... e incluso los obre- ros», hay que creer que era demasiado complicado o que pensé que el partido, después de estos episodios, volveria a su «esencia», o que de cualquier forma era secundario y que le era bastante con escribir y «salvar su alma»... en el fondo de un cajén!™".,. También en esto nos encontramos reducidos a las hipstesis negativas, pero levan- tando acta de que Marx se sentia desarmado ante realidades como el partido, su estruc- tura, su mecanismo, sus efectos, sus decisiones, y posiblemente més desarmado atin ante ciertos efectos ideologicos errsneos y sobre todo ante el estatuto ideologico de su pro- ia personalidad tedrica, etcétera. EL Estado, la ideologia, la politica, el partido, la personalidad tedrica y politica en el movimiento obreto: otros tantos «lfmites absolutos» de Marx, de los que es necesario tomar buena nota para reflexionar sobre ellos seriamente. 1st «En el fondo de un cajéne es un afiadido manuscrito. 7\ VI Il Un limite absolut la superestructura Debemos, por lo tanto, con la distancia del tiempo y tras reflexionay, establecer un dato. El asunto consiste en evaluar tan exactamente como sea posible lo que Marx nos ha dejado a modo de indicaciones «tedricas» sobre «la superestructura y las ideologias» Sobre esta relacién, una vez sopesado todo, debemos decir que Marx nos ha dejado indicaciones importantes y esenciales desde el punto de vista politico, pero que, por el contrarin, desde el prunto de vista tedrico, nos ha dejado com las ganas Volvemos a ese prefacio de 1859 que ha servido de referencia a generaciones de comunistas y que Lenin y Gramsci han tomado como punto de arrangue de su refle- xién. (Qué dice Marx alli? Volviendo sobre su propia historia, declara*: En lugar de la Introduecién proyectada, de la que prescindo porque me parece perjudicial para la reflexi6n toda anticipacién de unos resultados que.hay que demostrar antes, pueden tener aqui cabida algunas indicaciones sobre la via seguida por mis estudis politico-ecanémices. Miespecialidad fue la jurisprudencia, que, sin embargo, no practiqué més que como disciplina secundaria, al Indo de la filosoffa y de la historia. En los afios 1842-1843, como redactor de ta Gacera Renana, me encontré en el compromiso de tener que decir, también yo, mi opinién sobre 30 que se llama los intereses materiales. Los debates del Landtag renano sobre la cuestién del robo de lef y la parcelacién de la propiedad del suelo, fa polémica oficial que Von Schaper, % Althusser realiza aqui su propia traduccidn, dejando de lado las traduceiones habituales. En castellano, la traduccion mas adecuada (olvidando, pues, las que proceden, por una w otra via, de la traduceién intentando buscar en ellas el fundamento de una filoso- fia historicista imprudentemente atribuida a Marx}. De hecho, al margen de estas y algunas otras frases, Marx no hu sostenido nunca el primado de las fuerzas productivas sobre las relaciones de produccidn, como tampoco ha sastenido el primado del proceso de trabajo sobre el proceso de produccién. Ha sos- tenido, simplemente, fa tesis del primado del sujeto a los fildsofos del derecho natural*?. Intentaba demos- trarles que habfan equivecado el camino porque nunca es posible Hegar a deducir of derecho publico, el Estado por ejemplo, a partit del derecho privado yue pone en juego sujetos de derecho atomizados: écdmo vais a recomponer el todo si tomdis como punto de partida e] elemento atémico del sujeto humano individual? (Mediante qué contra- to, por muy malo que sea, pero realmente estipulado entre los individuos, vais nunca a llegar a reconstruit esa Realidad primera, fuera de su alcance, que es el Estado? Y Hegel reconvefa los méritos de Hobbes, que hubta side lo bastante diestro® para concebir'§ un conirato subalterno de todo hombre con todo hombre («a covenant from one with, another»} para «aceptar no resistirse» al Principe, contrato absurdo entre los hombres. que estin de acuerdo y el Principe, pues e! Principe quedaba fuera del contrato iy ellos le cedfan todo sin ninguna contrapartida! Basta con un poco de trabajo sobre la historia de esta concepeién para darse cuen- ta de que los filésofos del derecho natural no hacian otra cosa que intentar resolver [el mismo problemal, apologéticamente, y cada mo a sti manera, semin la relacidn de las fuerzas cambiantes y lo decible (entonces no se bromeaba con kos escritos de politica): encontrar en ef derecho mercantil (que es la realidad de eso que los juristas llaman dere- cho privado) elementos para pensar el derecho piiblica (el Estado) + Ja instauracién del mismo derecho mercantil en su garantia. Insertos en las evidencias de la practica mer- canul, que tenia suficiente con el derecho mercantil, y deseando un Estado que les garantizase ese derecho mercantil y lo respetase él mismo en su practica polftica, ima- ginaron gue podfan fundamentar el Estade sobre el derecho mercantil y se empenaron, en una tarea absunda cuyos beneficies politicos no eran desdefiables. Evidentemente, ellos no pensaron Ja separaciin de] Estado: al contrario, deseaban a cualquier precio 3) Comviene no olvidar que Hogel elabora sus concepciones en la perspectiva de la Restauracisn del orden tras la Revolucién Feancesa: garantizar of orden social implica entonces pensar la sociedad cones un sorganismo» (la sociedad civil: algo mis, para Hegel, que un simple agregado de individuos y sle intereses privados; la sociedad civil es, entonces, la exigencia de su matetializacién en las for- mas de un Estado «politico») cuya buena marcha corresporde garantizar al Estado. LX Priniera redacciin: lo bastante astute. 3 En Ta concepcién expucsta por Hobbes, ademds del contrate por el que los bimbres acuerdan formar Is saciedad, reslizan otro en viread del cual deciden entreyar el poder de todos a un individu que Io ejercerd en su nombre y al que (sin exigirle coneraparridas: nadie podta «pedicle cuentas» de su actuavién) ninguno podri descbedeccr. Hegel ve agui un recenocimiente de la prioridad del Esta- dy (de Ta Razén) frente a In simple agrupacisn de individualidades 82 que e! Estado no fuera separado, sino fundado en el derecho metcantil mismo, en el derecho del propietario que es propietario de sus bienes, esto es, puede consumirlos, venderlos, utilisarlos para comprar fuerza de trabajo y acrecentar sus bienes, etc., pero a condicién de que ese derecho de propiedad le sea garantizado, ipor quién? iPor el Estado, por supuesto! Y para tener del Estado Ja garantia de que el Estado no seria arbi- trariu, de que no sélo no le quitaria las ventajas del derecho mercantil sino que se las garantizaria, el propietario tenfa a Grotius, y después a Locke, en el siglo XVI, que hicie- ton su trabajo de idedlogos fundamentando pablicamente (aquellu se difundia terrible- mente y, por lo tanto, s¢ leia} el Estado sobre e] derecho privado, el Estado sobre el derecho mercantil, el Estado sobre la libertad del sujeto humano. Qué escandalo cuan- do Rousseau, radical en su manera de plantear los problemas y de tomar de revés las problemiticas y otras posiciones de favor, intenté demostrar en El contrato social que el Estado no silo era codo sing un todo, el toda de la suma de las volunrades particulares que, por un extrafio sistema, expresan una voluntad general que nunca yerra, una e indivisible, una y apremiante (we le obligard a ser libre»), A Kans, que salia adelante invocando [a lejana «linea azul» de la moralidad y de la reconciliacién como Idea de la historia humana, de la Naturaleza y de la Libercad, pero que, entreranto, tenfa una visiGn bastante materialista del derecho como woaccida», Hegel Je respondfa con una teorfa del Estado enrendido come la mas alta realidad ética, a la que aspiran todas las anticipaciones, bloqueadas en su finitud, del derecho abs- tractoy de la moralidad, asf come de la familia y de la asociedad civile (eistema de nece- sidades = economfa polftica). El Estado era asf colocado por encima de todo, por enci- ma de la moralidad (golucién kantiana) y por encima del atomismo subjetivista de la filosoffa del derecho natural. Era el Fin y el Sentide de todo Io demas. Pera no ere «separado», porque en Hegel la separacién la capta e] entendimiento, y el entendi- miento «es asi» y «no estd biens-”, Este hombre era ecumenista para todos, resalvien- do de este modo el problema del derecho natural mismo, mostrando que bastaba «dar la vuelta» a las cosas y no pensar el Estado a partir det sujeto libre para pensar el suie- to libre y el derecho abstracto (mercantil), ete., a partir del Estado: éste es el Fin que guurda en su seno el sentido del comienzo y de las etapas intermedias. » En Hegel, ol Entendimiento, que capta la realidad en su singularidad, es superado por la Razsn, aque «integra en su Senda lo que el Encendimiento capea dnicamence comes ceal-finito. La Raa6n, ast y no al Entendimienso, capta el Concepto que esti al mismo tiempo presente y ausente en Ip finito: ‘capta la privridad de] Estaclo como encamacién suprema de la RazGn cn cl mundo y come raz6n tilti- sma de todas y cada una de sus manifestaciones finitas (que son capzadus por el Entendimiento -par- cialmente, por fo Ganto— como singularidades plenas} 83 Marx partié de Hegel a propésito del Estado: el Estado es la Razén, nada hay que sea tan racional como el Estado, que esté por encima del Estado. En ef Estado se da el reino de lo universal; como prueba, un ciudadano: es libre, igual a los demas, incluido el Principe, y decide libremente lo que le atafie a él, a la constitucidn, a la voluntad general y a su delegacién. Ciudadano, no es ya ese miserable zapatero reducido a sus chancletas y 2 su negocio, a las penas de su pareja y a las preocupaciones de sus hijos: él habita lo universal y lo decreta 0, mejor, lo concreta (al menos en principio). Partiendo de esta fuerte seguridad, muy pronto, Marx tuvo la oeasién, bajo Federi- co-Guillermo IV, ese principe prusiano muy liberal en lo privade que se revelé como un tirano en lo publico, de descubrir que el Estado, que era en sila Razén, Hevaba una exis- tencia tristemente poco razcnable ¢ incluso, en los hechos, itacional. Durante un tiempo, ingenuamente, concluyo de ello que «la Razin existe siempre, pero no siempre en la forma racional»: basta con esperar, en suma. Marx esperaba, cuando Feuerbach hizo su entrada en la escena filos6fica alemana. Este hombre, que predujo en todos sus contempordneos una verdadera revelaciin, habfa cenido la idea simple de plantearse la cuescién: pero {por qué la Razin existe necesariamene en formas iracionules? Fue et reconocimiento de esta necesidad 1o que cambié todo: antes, era accidental. El subtitula de La esencia del cviscianisme (por- que entonces, en Alemania, todo se jugaba en tomo a la cuesticn desviada de la reli- gidn) era Critica de la sinvazén pura!®'. Una verdadera provocacién cuando se la anun- cia abiertamente frente a la Critica de ka razon pura de Emmanuel Kant. Es conocida la tesis principal (todas las demas dependen de ella) de Feuerbach: es por la alienacién de In Razin por lo que la Razén existe ne esariamente en la forma de Ia Sinraziin pura (o impura: en el limite, en Feuerbach, no existe la impureza; todo es puro, transparente: lo opaco, la noche no existen). (Alienacién de qué? Alienacién de la Esencia del Hombre, que es el alfa y ef omega no de toda existencia (una libélu- Ia y una estrella ne son fa alienacién de la esencia del hombre), sino de toda significa. cidn, incluida la significacién de Ja libélula (su extrema libertad) y la signifieacién de la estrella (la luz de la contemplacién}. Ahora bien, catre las significaciones, las hay que son del todo culturales-histéricas, producidas totalmente (a diferencia de la libé- lula y de la estrella) por el crabajo, la lucha, la historia de la humanidad; las significa- ciones individuales (Feuerbach escribia extreordinarias cartas de amor a su novia de # Es en esta clave como hay que entender la Critica de la Filosufe del Esuake de Hegel, de 1843 (véase K. Mar, Manuscritos de Paris. Anuatios francoalemanes. 1844, OME-5, cit., pp. 1-157}, texto. manuscrito que 16 fue publicado hasta 1927. “0 Coneribucién a ke cra de la strain prera era el subcitalo inicialmente previsto por Feuerbach. a las Porcelanas), pero sobre todo las significaciones culturales colectivas, sociales, genéricas en suma, son aquellas en las que el género humano (del que todo individue €5 «abstraides) se reconoce porque se expresa en ellas, Estas grandes significaciones humanas genéricas son, en primes lugar, la religidn, después la filosofia, luego el Esta- do, y la cnumeracién termina en la produccién arcesanal ¢ industrial y el comercio. La religién oftece el caso mds puro de la alienacién de la Esencia humana: los hom- bres adoran, aman y temen en Dios su propia esencia genérica infinita, omnipotente, omnisciente, infinitamente buena y salvadora (todos esos atributos son, para Feuer- bach, [os atributos del gSnero humano no imaginatio sino de carne y hueso: el Jo «demues- tra»). El género humane se contempla, se ve (Hsicamente), se toca, se siente, se ama, ama su propia potencia, su ciencia infinita, en Dios. Ha proyectado y alienado su pro- pia esencia en Dios, ha fabricado con su propia came y alma ese Doble al que reza y adora: sin saber que es él. Una gigantesca ilusién, asi, ha creado a Dies, que no es la imagen sino la esencia del hombre. Y Ja distancia es tan grande entre el pequeiio indi- viduo que soy y el Géneto humano cuyos limites infinitos ignoro, que no hay nada extrafio en que yo esté abrumado por lz omnipotencia del Género (= de Dios), su cien- cia infinita, su amor infinito y su bondad y su perdén sin limites. Tan grande es este abis- mo que el pequeno individuo nunca Ilegara a reconocer que ese Dios que adora es él, no en tanto que individuo limitado «con esa nariz chata» (sic)X™ sino en tanto que miembro de] Género humano. iCémo han sucedide las cosas al principio? ¢Cémo ha entrado la alienacién en la escena de Ja historia? Por un primer abismo: entre la naturaleza omnipotente y espan- tosa {y al mismo tiempo bastante generosa para su supervivencia) y los pequetios hom- bres. Estos han identificado su naturaleza con la naturaleza de la Naturaleza, y después, con el paso de la historia, ban cransformado su Dios segan las modificaciones histéricas de su historia (contrariamente a lo que dice Marx“®, que necesitaba de este errox, la historia existe terrible mente para Feuerbach, aunque, eso sf, ana historia suya}: esté el Dios de los Judios, ese pueblo «practico» (= egoista, cfc la primera tesis sobre Feuerbach"*”), 4201 Ludwig Feuerbach se cas6 en 1836 con Bertha Low, coheredera del czstillo de Brucherg y de una manufactura de porcelana instalada en {sll EL (sic) es de Louis Althusser. LW CF. sexta tesis sobre Feuethach: «Feuerbach (..) estd cbligado [J a hacer abseraccién del curso de ta historias, o también MARX-ENGHLS, [dfoiogieallemande, Paris, Editions Sociales, 1968, p. $7 fed. cast: La ideologia alemana, Barcelona, Gnialbo, 1970, p. 491: “En fa medida en que Heuerbach es materialista, ‘og aparece en él a historia, y en la medida en que toma la historia en consideracién, no es matcrialistay. LXV [Feuerbach] sélo considera auténticamente humana la actividad tesrica, mientras que concibe y fia la pedctica sGlo en su forma suciamente judaica de manifestarse» 85 est el Dios del Nuevo Testamento y otros Dioses que devuelven al Genero humane his- toricamente determinado (y limitado) su propia esencia especular. Después ha estado la filosofia, subproducco de Ia teologta, ella mismo subproducto de la religion (con una excepcidm: los yriegos, materialistas, que adoraban su Esencia en la helleza del cosmos, el cuerpo del mundo estrellado y cl cuerpo de] hombre amado, y fildsofos, que tenfan la filosoftz por religién). Después fue el Estado, forma considerable de la alienacién, puesto que el Estado es el Dios profano sobre la tierra. Después fueron los grandes des- cubrimientos cientificos, la gran revolucién cientifica y técnica de los tiempos moder- nos (iya!), la Revolucién Francesa en Ia que el Género humano se reconocié en la Razdn, adcrada como tal y al alcance de la mano. El largo trabajo de alumbramiento de la historia, la industria, [a maquina de vapor, la gran crisis de la Restaucacién tras la Revolucion Francesa, la crisis religiosa, todo esto muestra que se puede salir de ella, que las cosas estan maduras, que la religion esta en cuesti6n, quebrantada, en crisis, proxi- ma a entregar su secreto, y que han Hegado los tiempos en que un hombre podra, al fin, decir Ja Verdad. La Verdad tiene un nombre: «el Hombre». El hombre que dice la ver- dad tiene un nombre: «el Hombre», y un nobie filésofo barhudo de cuarenta aiios que vive en el campo en una pequeia manufactura de porcelana con cuya hija se ha casa- do* [sic]. Engels, pasado e! tiempo de los grandes amores feuerbachianas, el tiempo de darse cuenta de que el gran hombte no ha levantade cl dedo meiique en 1848, escri- bird: ieso es lo que le pasa a un gran espiritu cuando vive en el campo! Marx retiene una cusa de Feuerbach: que «la raiz del hombre es el Hombre» y ‘que la sinrazén del Estado es el efocto de su alienacisn, Le anadiré (en 1843) que hay que Tbuscat las razones de le alienacién en un lugar distinto que en la diferencia entre el individuo y la especie: en las condiciones alienadas de vida de la sociedad, después, de Jos trabajadores y finalmente, untes de terminar con esta explotacién furiosa del tema de la alienacién (que no le sbandona totalmente nunca, al menos en El capital), en el «trabajo alienado» (Manuscritos de 1844). Morx apticé el esquema de la alienacién al Estado, exactamente como Feuerbach le habia aplicado a Dics, y 5 aqui donde, por primera vez, interviene la nocién de sepa tacién. Como el hombre religioso en Feuerbach, el hombre vive una existencia doble. Su vida genérica, universal, In contempla en el Estado, que es la Razin y el Bien. Su Bertha Léw, camo se ha indicado on fa nota Lat, era heredera de una manufactura de poxce- lana (con «euys hija», la anovia de fas Porvelanas», Feuerbach se cass}. Feuerbach, tras su boda, fue a vivir a sus Srupiedades [«al campo-): ése es el motivo de las bromas de Engels sobre su «descone- xiGn de los asunsos sociales y politicos; eft: Ludwig Feuerbach y e fin de la flosoflaeldsca alerana, en K, Max y B ENGELS, Obras escogtlas, 2 vols., Madeid, Ediciones Akal, 1975, vol. 2, pp. 377-425. 86

You might also like