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1782 federales siiples, Interpretac FALLOS DE LA CORTE SUPREMA DIEGO ENRIQUE FIORENTINO URSO TRAORDINARIO: Requisitos propios. Cuestisin federal. Cuestiones iu de ta Constitucién Nacional. Procede el recurso extraordinario en ei caso en que el agravio que formula al recurrente —ilegitimidad de la diligencia policial, en Ja que se secues- W6 cierta camtidad de marihuana, por resultar violatoria de la garantia le Ia inviolabilidad del domicilio consagrada en el art, 18 de la Constitu- cién Nacional— suscita cuestién federal bastante para la apertura de ta imstancia del art. 14, de ta ley 48, pues la sustancia del planteo conduce cen definitiva @ determinar ef alcance de la referida garantia constitucional, CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garantias. Domicilio y correspondencia. CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garan EL art..18 de ta Constitucién Nacional consagra el derecho individual a Ta privacidad del domicilio de todo habitante —correlativo del principi general del art. 19— en cuyo resguardo se determina la garantia de 54 inviolabilidad, oponible a cualquier extrafio, sea particular .o funcionario piiblico. Aunque en rigor no resulta exigencia del art. 18 que la orden de allanamiento emane de tos jueces, el principio es que sélo ellos pueden ‘autorizar esa medida, sin perjuicio de algunos supuestos en que se recono- ce a los funcionarios la posibilidad de obviar tal recaudo (confr. en el ord nacional los arts, 188 y 189 del Cédigo de Procedimientos en Materia Penal). fias. Domicilio y correspondencia. Resuita ilegitimo el allanamiento efectuado por personal policial —del que result el secuestro de cierta cantidad de marihuana— si, en el cas, no se ha configurado ninguna de las excepciones previstas en el art. 189 del Cédigo de Procedimientos en Materia Penal, ni ha mediado consentimiento valido que permitiera dicha intromisién en el domicilio del procesado, dado que Ia prueba examinada revela la falta de fundamentacién —en ese punto— de fa sentencia apelada. Ello asi, pues —aun de haberse autorizado. el ingreso— este permiso careceria de efectos al haber sido el apelante aprehendido ¢ interrogado sorpresivamente por una comisién de cuatro hombres en momentos en que ingresaba con su novia en el hall del edificio Conde habitaba, quedando detenido, y resulta irrazonable lo expresado por cl a quo en el sentido de aue debié mediar al menos una resistencia verbal para que fuera ofda por los testizos, a lo que cabe agregar que esperar una le actitud de resistencia en ese caso importarfa reclamar una postura no exig con arreglo a la conducta ordinaria de tas personas. DE SUSTICIA DE LA NACION 1753 CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garantia. Defensa en juicto, Procedi miento y sentencia, Establecida Ja invalidez del registro domiciliario, igual suerte debe correr el sccuestro de marihuana pri ticudo en esas circunstancias, Ello asi, pues la incautacién del cuerpo del delito no es entonces sino el fruto de un procedimiento ilegit mo. y reconocer su idoneidad para sustentar Ja condena cquivaldria @ admitir la utilidad del empleo de medivs ifcitos en la pe secucién penal, haciendo valer contra el procesado In evidencia obtenids Gon desconocimiento de garantias constitucionales, 10 cil no s6lo es con. tradictorio con el reproche formulado, sino que compromete la buena admi. nistracién de justicia al pretender constituirla en beneficiaria del hecho ilicito, CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garantias. Domicilio y correspondencia. Ta inviolabilidad del domicilio es una de las garantias mas preciosas de la Noertad individual, consagrada en los albores del derecho piblico argentine Por el art. 4° dei Decreto de Seguridad Individual del 23 de noviembre de 1811, que fue sucesivamente recibido por los instrumentos de gobierno anteriores a la vigente Constitueién de 1853. Es en el ambito del domi cio donde se plasma una importante dimensién de la libertad personal y, Por Jo mismo, la violacién del aludido ambito traeria aparejado el menow. cabo de esa libertad, cuya realizacién plena tutela la Constitucién Nacional (Voto del doctor Enrique Santiago Petracchi), CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garantias. Domicilio y correspondencia La eminente jerarquia del derecho a la inviolabitidad del domicitio debe ser concertada, al igual que el similar derecho a la inviolabilidad de la correspondencia y de los papeles privados, con el interés social en Ia averiguaci6n de los delitos y el ejercicio adecuado del poder de poticia (Voto del doctor Enrique Santiago Petraschii. CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garantias, Domicilio y correspondencia intima conexién existente enire la inviolabilidad del domicilio, y espe- cialmente de la morada, con la dignidad de la persona y el respeto a ou libertad, imponen a ta reglamentacién condiciones més estrictas que les Feconocidlas respecto de otras garantias, pues al hallarse aquétlas entrafia. blemente vinculadas, se las debe defender con igual celo, porque ninguna cadena es més fuerte que su eslabén més debi, aunque aquélla no sea Teduclible a éste (Voto del doctor Enrique Santiago Petracchi). 1754 FALLOS DE LA CORTE SUPREMA RECURSO EXTRAORDINARIO: Requ federales simples. Interpretacién de ta Constituciin Nacional. tox propio. Cueviiin federal. Cuestiones Con respecto ai derecho a ia inviolubilidad del domieilio, las “eondicie razonables” que el legislador se encuentra autorizado a establecer para su ejercicio, deben ser consideracis con particular detenimiento y segtin pautas especialmente rigurosas, pues esti en juego una inestimable libertad personat bavicu. En consecuencia, la confrontaci6n entre dichas pautus de razonabi- lidad y las timitaciones impuestas por fas leyes reelamentarias a fa inviola- bitidad det domicilio excede con mucho io meramente procesal y constituye luna cuestién federai sustarcial que determina en ef caso la procedencia del yecurso extraordinario (Voto del doctor Enrique Suntiag Petracchi). constit fas, Domicilio » correspondenci CION NACIONAL: Derechos ¥ gar el consentimiento puede admitirse como una causa de legitimacia para invadir la intimidad de ta morada, é1 ha de ser expreso y comprobadament anterior a Ja entrada de tos representantes de ta autoridad: publica a la Vivienda, no debe mediar fuerza o intimidaciin, y a la persona que lo esta se Ye debe hacer siber que tiene derecho a negar ta antorizaciéa para el allanamiento (Voto del doctor Enrique Santiayo Petracchi). CONSTITUCION NACIONAL: Derechos ¥ guraitias, Domieitio y correspondencia. Descartada In existercia de consentimiento que puctin juzsarse como causa vilida de la presencia de fos agentes policiales en ta vivienda del imputado. se sige que los efectos secuestrados a raiz de tal intnaduccién ilegal en esfera de la intimidad de aguél no pueden ser admitidos como elementos Probatorios en ta causa, pues el métado seguido para su obtencién ofende at sentido de justicia (Voto det doctor Enrique Santiago Petracchi) CONSTITUCLON NACIONAL: Devechos ¥ sarantias. Donitcitio y correspondencia. El solo consentimiento expreso debidamente comprobado, con conocimient del derecho a no prestarlo, y previo al ingres9 de los agentes del orden a a vivienda puede justificar, si asf to dice la ley procesal, dicho ingreso realizady sin orden de autoridad competente emitida con los recaudos pertinentes y sin mediar situaciones definibles como estado de necesidad de acuerdo con Ja fey, Asimismo, los medios probatorios incautados mediante wn allana: miento ilegal de morada no son admisibles en juicio v determinan Ja nulidad de la sentencia que se base sustancialmenie en ellos (Voto del doctor Enriaue Santiago Petracchi). CONSTITUCION NACIONAL: Derechos y garé ias. Domnicilio y correspondenci ‘Si el corpus delicti slo cabria datse por probado mediante los elementos secuestrados con quebrantamiento de la inviolabitidad del domicilio, ello DE JUSTICIN DE FA NACION 1785 fo slo sustenta le revocacisn del prontnciamiento que condei como autor del del exclusién de la condena (Voto del d 6 al imputad ‘0 de tenencia de estupefacientes, sino gue determina a jor Enrique Santiago Petracchid. DICTAMPN DEL PROCURADOR GENERAL Suprema Corte: La Sala VI de Ja Camara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional confirm6 el fallo de primera instancia por el cual se con- dené al imputado por el delito de tenencia de estupefacientes. Entendie- ton esos magistrados que el operativo policial realizado, por el cual se Procedié al secuestro de cigarrillos que contenian marihuana en el do- micilio de fos padres del procesado, no constituia un allanamiento ilegal Para llegar a esta conclusién elaboré el a quo dos fundamentos alterna vos. El primero referido a que Ia autorizacién, segtin constancias de la causa, habia sido otorgada por el propio encausado. En el segundo se- fialé que aun partiendo del supuesto de que pudiera cuestionarse el valor de ese permiso “en vista de tratarse de un menor de edad a los fines le- gales, ya que contaba diecinueve aiios al momento del hecho, y admi Uendo que los padres no la acordaron como lo expresan en sus declara- clones de fs. 113 y 114 debe reconocerse, empero, que tampoco se Cpusieron, pudiendo hacerlo, ya que estaban presentes, expresando con- cetamente su voluntad de oponerse al personal policial, consintiondo peeein se Hevara 2 cabo en la habitacién de su hijo” que la i I Contra ese ‘fallo se interpuso recurso extraordinario cuya denega- toria dio lugar a ta presente queja. El recurrente coincide en que el cardcter de menor de edad del condenado impide considerar valido su consentimiento. Pero destaca que los padres, segtin reconoce el a quo, no acordaron autorizacién al guna al personal policial. Entiende que no se puede pretender actitudes heroicas por parte de los ciudadanos para defensa de sus derechos; en um eso, Porque el heroismo se le reclama a un menor y, en el otto, Porque se le exige a quienes de improviso ven avasallado su domicilio 1756 FALLOS DE LA CORTE SUPREMA, por una comisién policial que tiene detenido a su hijo, Considera que no son los individuos quienes deben defender sus derechos por propia mano, y sefiala que la Camara acepté que al momento de ingresar al domicilio, los padres no habjan prestado ninguna clase de autorizacién, con Jo cual se habria realizado un allanamiento. Sefiala que la ley deter- mina la forma en que el personal policial puede ingresar en un domic Tio, y asi dice en forma clara el art. 188 del Cédigo de rito que cuando fuera necesario penetrar en un domicilio particular el funcionario de po- licia deberd recabar del Juez competente la respectiva orden de allana- miento. Entiende que éste es el principio al cual deben someterse las fucrzas de seguridad, sobre todo cuando tuvieron todo el tiempo nece- sario para hacerlo, pues ya se habfa efectivizado la detencién del im- putado. u A mi modo de ver, la invalidez del permiso otorgado por el encau- sado no deriva exclusivamente de su edad, como Io afirma el a quo, sino que a esa conclusién debe arribarse ponderando esa circunstancia con la restricci6n a Ja libre expresién de voluntad que implica el haber sido detenido previamente y con la presencia de ambos padres —titula~ res del derecho de exclusién— en el domiciiio en el momento del hecho. Sentada esta disidencia de fundamentos y a efectos de aclarar los hechos que la CAmara tuvo por acreditados, creo oportuno transcribir rafos de las declaraciones de los padres del imputado obrantes a fs. 113/114, citadas por el a quo. los A fs, 113 declara la madre del procesado quien sefiala que estando con su marido en Ia cocina observé que entraban dos muchachos segui- dos por el imputado y su novia y otras dos personas, quienes la saluda- ron, y ante Ja pregunta de si eran amigos, la novia del procesado respon- dié que no; que eran de la policfa, Més sorprendida todavia —prosigue Ja declarante—, recibié la manifestacién de uno de los cuatro sujetos que entraron en la casa, “quien le aclara que son de Toxicomania”, sin mostrar ninguna identificacién. “Bajan para el dormitorio de mi hijo y yo voy atrés con mi marido”. “El mayor —le digo mayor porque era el mas grande de los cuatro— nos detiene y nos dice que nosotros no DE JUSTICIA DE LA NACION 1757 Podiamos pasar, que nos quediramos tranquilos y quedé en la puerta de la habitacién y entraron todos los demas”. En forma coincidente declara a fs. 114 el padre del procesado, quien relata que estando en ta cocina dos personas entraron en ella, sorprendiéndose al verlos porque no los conocia y se ditigieron al dor. mitorio de su hijo. Detrés de ellos iban su hijo y su novia y atrés otros dos desconocidos. Transcurricron unos segundos tras lo cual el iltimo Ge los cuatro extraiios, le dijo: “Senor, no se haga problema. Somos de la Policia. “Y asf los seis se introdujeron al dormitorio, El sefior mayor de edad le impidi6 el paso a Ia habitacién diciendo que esperara hasta més tarde”, Sobre la base de estos testimonios y descartando el de fs, 115 pres- fado por la novia del procesado, el a quo entendié que de 1a falta de expresi6n de la voluntad de excluir al personal policial debia derivarse el consentimiento de Jos: padres a la inspeccién de su domicilio, sie Aclarada asi la situacién féctica que los jueces de la causa tuvieron Por acreditada corresponde analizar si Ja actuacién policial afecté 1a inviolabilidad del domicilio consagrada por el art. 18 de la Constitucién Nacional, y para el caso afirmativo, si la infraccién realizada implica la nulidad probatoria solicitada por el recurrente. * La cuestién, pues, remite a ta determinacién de la naturaleza de la garantfa constitucional cuya proteccién se requiere y de la forma que asume su menoscabo, con el objeto de establecer el alcance de la aptitud Protectora de esas garantias, aptitud que la ley sélo instrumenta. Por ello, si bien la solucién del problema requiere el tratamiento de aspectos procesales regidos por Ia ley del rito, toda vez que ellos se encuentran enraizados en la garantia consagrada por el art. 18 de la Constitucién Nacional, entiendo que la cuestién resulta formalmente pro- cedente, pues afecta a instituciones fundamentales que el recurso extrac ordinario se propone salvaguardar, ya que hacen al mantenimiento de Ja supremacia constitucional (Doctrina de Fallos: 95:133; 134; 99: 158; 104:284; 105:183; 17:99; 246:132; 256:94; 259:307; 262.178: 300:921) 1758 FALLOS DE LA CORTE SUPREMA La posicin contraria expuesta en Fallos: 301:676, implica vaciar de todo contenido a la garantia constitucional subordinéndola a lo que se establece en las leyes de procedimiento, vulnerando asi lo dispuesto arts, 28 y 31 de ta Constitucién Nacional. par los En apoyo de fa tesis que sostengo, cabe recordar la sentencia de esta Corte en cl memorable caso “Siri” (Fallos: 239:459) en la que se reconocié poMprimera vez la procedencia de la accién de amparo. Se establecié en ese precedente que las garantias individuales existen y protegen a los ciudadanos por el solo hecho de estar consagradas por Ja Constitucin e independientemente de las leyes reglamentarias. Re- firiéndose precisamente a la inviolabilidad del domicilio expres6 el Tri bunal en esa ocasion, que esas leyes sélo son requeridas para establecer “en qué casos y con qué justificatives podra procederse a su allar to y ocupacién”, amien- En el mismo fallo se recordaba que a fines del siglo pasado sefiala~ ba Joaquin V. Gonzalez que las declaraciones, derechos y garantias, no son como puede creerse simples férmulas teéricas: “cada uno de los ar- ticulos y cléusulas que las contienen poseen fuerza obligatoria, para los individuos, para las autoridades y para toda la Nacién. Los jueces deben aplicarlas en la plenitud de su sentido, sin alterar o debilitar con vagas interpretaciones 0 ambigticdades ia expresa significacién de su texto. Porque son la defensa personal, el patrimonio inalterable que hace de cada hombre, ciudadano © no, un ser libre ¢ independiente dentro de la Nacién Argentina”, Iv Creo oportune referirme, con cardcter previo, al aleance que debe buirse a la expresion “ iros constituyentes. La garantia asi consagrada, no surgié del mero vo- luntarismo de esos congresales sino que reconocia hondas raices hist6- Hicas desde tos orfgenes mismos de la patria. Quiziis con mayor claridad y rigor, Ia idea ya se expres6 en el De- creto de Seguridad Individual firmado el 23 de noviembre de 1811, que integraba el Estatuto Provisional dictado en ese ao, sancionado por el Triunvirato constituido por Feliciano Chiclana, Manuel de Sarratea, Juan ate ‘el domicilio es inviolable” utilizada por nues- CIA DEL NacION 1759 José Paso y Bernardino Rivadavia como Seeretario, Establecta art. 49: “La casa de un ciudad en su 80 es un (lugar) sagrado, cuya viola- cin es un crimen; sélo en el caso de resistirse el reo, refugiado a la convocal Won del Juez podré allanarse, Su allanamiento se hard con Ia moderacién debida, y personalmente por el Juez de la causa, Si algiin motivo urgente impide su asistencia, dara al delegado una orden por escrito y con la especificacién que contiene ef antecedente articulo, dan- do copia de ella al aprehendido, y al dueio de ia casa si la pide” Normas de similar tenor se incluian en el Estatuto Provisional de 1815, Seccién VII, Cap. 1, art. XV y las Constituciones de 1819 Se. 2 V, Capitulo Hy arts, CXIX y CXX y de 1826, Seccién VET, arts. Refiriéndose a Ja actual redaccién Joaquin V. Gonzalez (“Man 208) ensehia que el domicilio es el centro de las acciones privadas de tos hombres que la Constitucién Nacional declara reservadas a Dios ¥ exentas de fa autoridad de los magistrados, alli donde se realizan la soberania del individuo y Jos actos y sagrados misterios de la vida fa- far. Aflade que, es el espacio en ef cual un hombre tiene poder su: perior al del Estado mismo, mil Al recordar una antigua frase reterida al sistema juridico briténico, segtin la cual la autoridad del rey debe detenerse ante la puerta de la casa del mas humilde labriego ingiés, Gonzdlez Caideron, en su “Dere cho Constitucional”, Tomo I, pig. 172, sefiala que a nada quedarian reducidas la libertad y Ia seguridad de las personas si pudiera el poder pablico violer el hogar impunemente. v Tomando en consideracién las ensefianzas de Joaquin V. Gonzalez ya expuestas, segdn las cuales las garantias constitucionales deben aplicar- se en la plenitud de su sentido, sin alterar o debilitar con vagas interpre- taciones y ambigliedades la expresa significacién de su texto y establ cido en el sub lite que Ja autorizacién dada por el menor result6 inv: lida, no cabe duda que el obrar de los funcionatios policiales vulneré el derecho a Ia inviolabitidad del domicilio al que me vengo refiriendo. Asi lo pienso, pues de las constancias citadas por el a quo en apoyo de su 1760 FALLOS DE LA CORTE SUPREMA scisién, resulta que no existié permiso va trodujeran en el departamento. ido alguno antes de que se Aunque por via de hipstesis fuera compartible lo expuesto por la Camara, en el sentido de adjudicar a Ja falta de oposicién expresa de los padres del imputado el cardcter de un consentimiento tacito a la actuz cién policial, no advierto raz6n —ni el a quo suministra alguna por Ja cual deba concluirse que esa supuesta autorizacién, prestada al encontrarse con Ia comisién policial en el interior del domicilio, justifique el allanamento ya consumado. Toda vez. que no se ha invocado ninguna de las causales en las que el Cédigo de Procedimientos en Materia Penal para la Justicia Federal autoriza a prescindir de Ja orden judicial para realizar un allanamiento, consider que el procedimiento policial fue ilegitimo. VI Dado que los jueces de la causa supeditaron el valor probatorio del secuestro realizado a la legitimidad de 1a inspeccién domiciliaria, estimo que, de acuerdo a Io resuelto por esos mismos magistrados, la ilegali- dad del procedimiento determina la invalidez del referido secuestro, que no puede, en consecuencia, servir de fundamento a la sentencia con- denatoria, No dejo de advertir que de esta solucién puede devenir la impu- nidad del ilicito que se investigé en Ia causa, y que de tal modo se po- dria ver afectado el legitimo interés de 1a sociedad toda en reprimir el delito. in embargo, que por un imperativo legal arraigado en un principio ético, para cumplir su misién de reprimir el delito, el Estado no puede aprovechar de acciones ilicitas. Es que entiendo que el éxito de una investigacién penal no puede ni debe basarse en Ia realizacién de conductas antijuridicas, ya que de tal modo para evitar un dafio realiza otro, con el agravante de que sus autores son precisamente, quie- nes fueron comisionados por la sociedad para custodiar la legalidad. Aun analizindolo desde un punto de vista utilitario, en orden a la eficiencia de la represién, creo que los mejores resultados se obtienen DE JUSTICIA DE LA NACION 1761 cuando se respetan escrupulosamente las formas legales prescriptas, pues €n esos casos no sélo es posible detectar a los culpable mediante la acti- vidad policial, sino que no se presentan obsticulos para su posterior condena en sede judicial. En este orden de ideas creo oportuno destacar que la particular situacién historica que ha vivido nuestro pais recientemente —que, por conocida suficientemente, no es necesario describir aqui—, contribuyé # la creacién de un clima poco propicio en orden al respeto de lo: limites constitucionales a la investigacién penal por parte de las fuerzas de seguridad, a quienes la ley atribuye la prevencién sumarial, La circunstancia apuntada obliga a fijar con claridad las pautas de imterpretaci6n y alcance de las garantias constitucionales, a efectos de Gue las fuerzas policiales puedan encauzar su accionar por los carriles de Ia legalidad, Por todo To cual, sin que ello implique emitir opinién sobre el sen- lo final del decisorio, opino que corresponde anular el fallo y mandar emitir por quien corresponda un nuevo pronun nos Aires, 21 de mayo de 1984. Juan Octavio Gauna. FALLO DE LA CORTE SUPREMA Buenos Aires, 27 de noviembre de 1984. Vistos los autos: “Recurso de hecho deducido por el abogado de- fensor en la causa Fiorentino, Diego Enrique s/tenencia ilegitima de es tupefacientes”, para decidir sobre su procedencia. Considerando: 12) Que segin surge de los autos principales (a cuyas fojas se re- feriran las citas siguientes), Diego Enrique Fiorentino fue detenido por una comisiGn policial el 24 de noviembre de 1981 cuando ingresaba con su novia en el hall del edificio de departamentos de la calle Junin 1276 de esta Capital, y al ser interrogado reconocié espontineamente ser po- seedor de marihuana que guardaba para consumo propio en Ia unidad C del primer piso de dicho inmueble, donde vivia con sus padres, por 1762 FALLOS bE 1A CORTE, SUPREMA lo que habria autorizado el registro domiciliario. De exe modo se se- cuestraron en su dormitorio cinco cigartillos y cinco colillas de picadu Ge cannabis sativa (marihuana) y 38 semillas de la misma especie (confr. fs. 1/5) 2') Que durante el juicio (fs. 94/96) Ia defensa inpuges el aludido procedimicnto por ser contrario a la garantia de la inviolabilidad del do- micilio ¢ importar un allanamiento ilegitimo, toda vez que se efectud sin autorizacién valida. Con ese objeto depuso a fs. 112 Fiorentino, quien sostuvo que al ser detenido le sacaron las Haves del departamento con las que ingresaron en él los cuatro integrantes de Ja brigada y dos testigos, junto con cl declarante y su novia. Los progenitores det encau- sado declararon a fs. 113 y 114, coincidiendo en que fueron sorprendi dos en la cocina de la vivienda por la presencia de los extraitos, qui nes pasaron para el dormitorio de su hijo —donde no los dejaron en- tvar— limiténdose a anunciar que eran de Ia poliefa. Olalla Diana Mira, novia del procesado, ofrecié a fs. 115 una version andloga a la de éste en el sentido de que la comisi6n policial lo detuvo y con sus Haves acce- did al domicilio donde Ievaron a cabo el secuestro. La testigo de la di ligencia, Tomasa Catalina Zanoni, s6lo declaré ante Ja autoridad de pre- venci6n, sin que en sus dichos exista referencia alguna a la existencia 0 inexistencia de autorizacién (fs. 11/12). El otro testigo, Omar Daniel Antonelli, en sede policial dijo que se procedié “con Ia autorizacién pertinente” (fs. 13/14), mas al deponer en el plenario manifest no recordar si existio 0 no autorizacién, cémo se produjo el acceso y dén- de se encontraban cn ese momento los padres de Fiorentino (fs. 104), vale decir, las circunstancias estructurantes del consentimiento 0 auto- rizacion 2 que habia hecho referencia 3°) Que en 41 instancia Fiorentino fue condenado como autor del delito de tenencia de estupefacientes (art. 6° de Ia ley 20.771), a la pena de un afio de prisién en suspenso y multa de un millén de pesos (denominacién de la ley 18.188), mas cl pago de las costas, Las alegaciones de la defensa fueron desechadas por presumirse la autoriza- cién de los padres del condenado para el ingreso en Ia vivienda (fs. 121/125). Apelada esta decision, se mantuvieron a fs, 131/135 los argumentos contra la ilegitimidad del secuestro y la pertinente reserva del caso federal. La Camara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y ime DE JUSTICIA DE LA NACION 1763 Correccional, Sala VI, contirn alli, el caso ninguna garantia constitucional, pues el procedimiento policial resultaba legitimo. Ello habria sido asi, por haber autorizado Fiorentino la entrada en el departamento, segin el testimonio del oficial que inter- © y levanté el acta —tnico policia que presté declaracién (fs. 1/2)—, el acta de fs. 3/4 y los dichos del testigo Antonelli ante ta pre- vencién, Descarté en tal sentido la declaracién de Mira (fs. 115) por su vinculacién con el procesado, y también lo expuesto por éste a fs. 112, porque “si la autorizaci6n no hubiera existido. la légica mas elemental in a fs. 137/139 la condena, Sosiuvo para desechar los agravios del apelante, que no se habia violado en ica que Fiorentino alguna resistencia verbal habria opues- to a que se llevara a cabo 1a diligencia aunque més no fuera para que Ja oyeran los testigos que acompaitaban a la comisién policial y asi lo manifestaran en el proceso”. Afirmé, asimismo, que aun cuando pudiera cuestionarse la validez de tal permiso por ser el imputado menor de edad, y admitiendo que Jos padres no lo acordaron expresamente segtin Jo expusieran a fs, 113/114, “debe reconocerse empero que tampoco se opusieron, pudiendo hacerlo, ya que estaban presentes, expresando coneretamente su voluntad de excluir al personal policial, consintiendo que Ia inspeccién se Hevara a cabo en ta habitacién de su hijo Diego”. 4°) Que contra el referido pronunciamiento se dedujo el recurso extraordinario de fs, 148/154, cuya denegacion (fs, 159) origina la pre- sente queja. El apelante mantiene el cuestionamiento de la validez de ta diligencia poticial, sostenienco su ilegitimidad por resultar violatoria de fa garantia de la inviolabilidad del domicilio consagrada en el art. 18 de la Constitucién Nacional. Establecidas las circunstancias facticas del caso tal como han sido admitidas por el a quo, el agravio que formula cl recurrente suscita cuestién federal bastante para Ia apertura de la instanela prevista en el art. 14 de Ia ley 48 pues, como lo destaca el se~ for Procurador General en su dictamen, ta sustancia del planteo con- duce en definitiva a determinar el aleance de la referida garantia cons- titccional (doc. de Fallos: 46:36 y 177:390). La dicho importa apar- del criterio sustentado por el Tribunal —en su anterior composi- al decidir fa causa que se registra en Fallos: 301:676. 5) Que el art, 18 de la Constitucién Nacional establece que “el domicilio es inviolable...; y una ley determi ren qué casos y con 1764 PALLOS DE LA CORTE SUPREMA qué justificativos podri procederse a su allanamiento y ocupacién”. Se nsagra asi el derecho individual a la privacidad del domicilio de to- do habitante —eorrelativo del principio general del art. 19— en cuyo resguardo se determina la garantia de su inviolabilidad, oponible a cual- quier extrano, sea particular o funcionario piblico. Si bien Ia cléusula Constitucional previé la reglamentacién del tema por via de una ley, son diversas las leyes especiales que contienen disposiciones sobre el modo en que puede efectuarse cl allanamiento en determinadas materias, y en particular es en algunas constituciones y en Ios cédigos de procedimicn- tos locales donde se regulan las excepciones a la inmunidad del domi- cilio. Aunque en rigor no resulta exigencia del art. 18 que la orden de allanamiento emane de los jueces, el principio es que sdlo ellos pueden autorizar esa medida, sin perjuicio de algunos supuestos en que se re- conoce a los funcionarios la posibilidad de obviar tal recaudo (contr. en el orden nacional los arts. 188 y 189 del Cédigo de Procedimientos en Materia Penal). En cuanto al aleance del concepto “domicilio”, es innecesario aqui ahondar sobre su contenido pues estd fuera de discu- sion que la diligencia policial se Ilev a cabo en la residencia particular del imputado, donde vvia de modo permanente con su familia, 6°) Que en la especie no se ha configurado ninguna de tas excep- ciones previstas en el art, 189 del Cédigo de Procedimientos en Materia Penal, ni ha mediado consentimiento valido que permiticra la intro- misiGn del personal policial en el domicilio del procesado, dado que la Prueba examinada revela la falta de fundamentacién —en ese punto— de la sentencia del a quo. En efecto, aun de haber autorizado éste el ingreso como se sefiala en los testimonios del oficial subinspector Ver- dini (Is. 1/2) y de Omar D. Antonelli (fs. 13) y en el acta de fs. 3/4; y hasta dejando de lado las declaraciones vertidas en el plenario por Antonelli, Fiorentino y Mira (fs. 104, 112 y 115), el permiso que po- dria haber otorgado carecerfa de efectos por las circunstancias en que Se presté, al haber sido Fiorentino aprehendido e interrogado sorpresi- vamente por una comisién de cuatro hombres en momentos en que in- gresaba con su novia en el hall del edificio donde habitaba, quedando detenido, En tales condiciones, lo expresado por cl a quo en el sentido de que debié mediar al menos una resistencia verbal para que fuera oida Por los testigos, resulta irrazonable dada la situacién referida, a fo que se suma la inexperiencia del imputado en trances de ese tipo, factor que DE JUSTICIA DE LA NACION 1765 puede presumirse en raz6n de su edad y de la falta de antecedentes ju- diciales. Por otra parte, admitido como fue en la sentencia que los pro- genitores no autorizaron el allanamiento, aparece carente de légica de- rivar la existencin de un supuesto consentimiento ticito por ausencia de oposicién expresa al registro, cuando ya se habia consumado el ingreso de Jos extrafios en la vivienda, méxime si se tiene en cuenta el modo co- mo se desarrollaron Jos hechos segtin surge de los testimonios de fs. 104 y 115, Esperar una actitud de resistencia en ese caso importaria reclamar una postura no exigible con arregio a la conducta ordinaria de las per- sonas. Lo expuesto, y la falta de extremos de necesidad que impidieran Proceder de acuerdo a la ley recabando Ia pertinente orden judicial, Ile- va a concluir en la ilegitimidad del allanamiento. 79) Que, en consccuencia, establecida en el sub lite la invalidez, del registro domiciliario, igual suerte debe correr ef secuestro practica- do en esas circunstancias Ello es asi porque la incautacién del cuerpo del delito no es entonces sino ef fruto de un procedimiento ilegitimo, y reconocer su idoneidad para sustentar la condena equivaldria a admitir 'a utilidad del empleo de medios ilicitos en la persecucién penal, ha- ciendo valet contra el procesado Ia evidencia obtenida con desconoci- miento de garantias constitucionales (doc. de Fallos: 46:36) io cual “no sélo es contradictorio con el reproche formulido, sino que compro- mete la buena administracién de justicia al pretender constituirla en be- neficiaria del hecho ilicito” (Fallos: 303:1938) Por ello, y de conformidad con lo di taminado por el sefior Procu- rador General, se declara procedente el recurso deducido y se deja sin efecto la sentencia apelada. Reintégrese el depdsito de fs. 26, acumiilese Ia queja al principal y devuélvanse al tribunal de origen a fin de que, por quien corresponda, se dicte un nuevo pronunciamiento con arreglo a la presente. José SEVERO CABALLERO — CarLos S. FAyT — Aucusro César BELLUscio — ENRI- QUE SANTIAGO PETRACCHI (segtin su voto). FALLOS DE LA CORTE 8 Voto DEL SESoR MINISTRO DOCTOR DON ENRIQUE SANTIAGO PETRACCHE iderando: 1) Que segiin surge de los autos principales (a cuyas fojas se referiran Jas citas siguientes), Diego Enrique Fiorentino fue detenido por una comisién policial el 24 de noviembre de 1981 cuando ingresaba con su novia en el hall del edificio de departamentos de Ia calle Junin N° 1276 de esta Capital, y al ser interrogado reconocié espontdneamente ser poseedor de marihuana que guardaba para consumo propio en la unidad C del primer piso de dicho inmueble, donde vivia con sus pa- dres, autorizando el registro domiciliario, De ese modo se secuestraron dormitorio cinco cigarrillos y cinco colillas de picadura de canna- bis sctiva (marihuana) y 38 semillas de la misma especie (confr. fs. 1/5) 22) Que durante el juicio ta defensa impugné el aludido proce miento por ser contrario a Ia garantia de la inviolabilidad del domicilio ¢ importar un allanamiento ilegi rizacién vali imo, toda vez que se cfvctus sin auto- da. Con ese objeto depuso a fs. 112 Fiorentino, quien sos tuvo que al ser detenido le sac: s Haves del departamento con las que ingresaron en é1 los cuatro integrantes de Ia brigada y dos testigos, junto con el declarante y su novia. Los progenitores del encausado de- clararon a fs. 113 y 114, coincidiendo en que fueron sorprendidos en a cocina de la vivienda por la presencia de los extrafios, quienes pasa ron para el dormitorio de su hijo —donde no los dejaron entrar— li- mitindose a anunciar que eran de la policia, Olalla Diana Mira, novia del procesado, ofrecié a fs. 115 una versién andloga a la de éste en sen- tido de que la comisién policial to detuvo y con sus Haves accedié al domicitio donde Hlevaron a cabo el sccuestro. La testigo de la diligencia, Tomasa Catalina Zanoni, s6lo declaré ante la autoridad de prevencién, sin que en sus dichos exista referencia alguna a la existencia de autori zacin (fs, 11/12). El otro testigo, Omar Daniel Antonelli, en sede policial dijo que se procedié “con la autorizacidn pertinente” (fs. 13/ 14), mas al deponer en el plenario manifesté no recordar si existié dicho permiso (fs. 104). 3) Que en primera instancia Fiorentino fue condenado como au- tor del delito de tenencia de estupefacientes (art. 6° de la ley 20.771), a la pena de un ano de prisién en suspenso y multa de un millén de pe- DE JUSTICIA DE LA NaclON 1767 sos (denominacién de ta ley 18.188), mis el pago de las costas. Las alegaciones de la defensa fueron desechadas por presumirse autorizacién de los padres del condenado para el ingreso en la vivienda (fs. 121/125) Apelada esta decisién, sc mantuvieron a [s, 131/135 los argumentos con- tra Ia ilegitimidad del sccuestro y 1a pertinente reserva del caso federal. La Camara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, Sa- la VI confirmé a fs. 137/139 fa condena, Sostuvo alli, para desechar los avios del apelante, que no se habia violado en el caso ninguna garan- ia constitucional, pues el procedimiento policial resultaba legitimo. Ello habria sido asf por haber autorizado Fiorentino la entrada en el depar- tamento, segtin el testimonio del oficial que intervino (fs, 1/2), el acta de fs. 3/4 y las declaraciones del testigo Antonelli ante la prevencién, Descarté en tat sentido cl aserto de Mira (fs, 115) por su vinculacién con el procesado y también lo expuesto por éste a fs. 112, porque Ja autorizacién no hubiera existido... la légica mas elemental indica que Fiorentino alguna resistencia verbal habria opuesto a que se llevara a cabo la diligencia aunque mas no fuera para que la oyeran los testigos que acompamaban a fa comisién policial y asi lo manifestaran en el pro ceso”. Afirmé el a quo, asimismo, que aun cuando pudiera cuestionarse ta validez de tal permiso por ser cl imputado menor de edad, y admi- tiendo que Jos padres no lo acordaron expresamente segiin lo expusie ron a fs. 113 y 114, “debe reconocerse empero que tampoco se opusic- ron, pudiendo hacerlo, ya que estaban presentes, expresando concreta- mente su voluntad de excluir al personal policial, consintiendo que la inspeccién se Hevara a cabo en la habitacién de su hijo Diego” 4°) Que contra el referido pronunciamiento se dedujo el recurso extraordinario de fs. 148/154, cuya denegacién (fs. 159) origina Ia pre sente queja, El apelante cuestiona la diligencia policial, sosteniendo su ilegitimidad por resultar lesiva de la garantia de la inviolabilidad del do- consagrada en el art, 18 de la Constitucién Nacional. 5°) Que esta Corte, en su actual composicién, no comparte el cri- erio expuesto sobre Ia materia en pronunciamientos anteriores, segin el cual lo atinente a las condiciones del allanamiento y a su validez. solo reviste cardcter procesal y no resulta susceptible de examen en la ins- tancia extraordinaria del art. 14 de ta ley 48 (Fallos: 275:454; 277 467; 301:676; 303: 1593; 304:105, entre otros). 1768 FALLOS DE LA CORTE SUPREMA Esta caracterizacién del tema es incorrecta, pues la inviolabilidad del domicilio es una de as garantias mas preciosas de la libertad indi- vidual, consagrada en los albores del derecho piblico argentino por el art. 4° del Decreto de Seguridad Individual del 23 de noviembre de I8L1, que fue sucesivamente recibido por los instruments de gobierno anteriores a ia vigente Constitucién de 1853. Respecto de dicha garantia, como de otras fundamentales, afirma Alberdi que “.. .escritos 0 no, hollados 0 respetados, se pueden repu- tar principios conquistador para siempre por la revolucién republicana y esculpidos en Ia conciencia de los pobladores los siguientes. . . la invic~ labilidad de Ia vida, de la casa, de ta dignidad...” (Juan Bautista Al- berdi, Obras Completas, Tomo V, Elementos de! Derecho Puiblico Pro- vineiel Argentino, Edic. de 1886, pags. 44 y 45, pardgr, V). La vinculacién directa que estas palabras del prdcer establecen en- tre la vida y Ia dignidad de la persona y Ia inviolabilidad de su habita- cin se encuentra expresada con vigor en el citado art. 4° del Decreto de Seguridad Individual del 23 de noviembre de 1811, segiin el cual “La casa de todo habitante es un (lugar) sagrado, que no puede violarse sin © men y s6lo podra allanarse en caso de resistencia a la autoridad legitima” En tal orden de ideas Joaquin V. Gonzalez expresa: “Si la perso na es inviolable y esté protegida tan ampliamente por la Constitucidn, €s porque ha sido considerada en toda Ia extensin de sus atributos, asi comprende la conciencia, el cuerpo, la propiedad y la residencia u ho- gar de cada hombre. La palabra domicilio abraza estos dos titimos sen- tidos. Hogar es la vivienda y por excelencia el centro de las acciones privadas que la Constitucién declara reservadas a Dios y exenta de la autoridad de Jos magistrados (art. 19), alli donde se realizan la sobera: nia y los actos y sagrados misterios de la vida de la familia...” (Ma- nual de la Constitucién, N° 193) EI segundo argumento transcripto pone de manifiesto el fundamen to tltimo de Ia inviolabilidad del domicilio: el de garantizar la libertad personal. En efecto, es precisamente en el ambito de aquél donde se plasma una importante dimensién de ella, y, por lo mismo, 1a violacién del aludido ambito traeria aparejado el menoscabo de esa libertad, cu ya realizacién plena tutela la Constitucién Nacional, DE JUSTICIA DE LA NACION 1769 62) Que Ia eminente jerarquia del derecho a la inviolabilidad del domicilio debe ser concertada, al igual que el similar derecho a la in- violabilidad de la correspondencia y de Ios papeles privados, con el in- terés social en la averiguacién de los delitos poder de policia. La propia Constitucién Io prevé cuando autoriza en Ja misma clausula de su art. 18, referente a Ja inviolabilidad del domicilio a reglamentacién de tal derecho mediante ley que determine en qué casos y con qué justificativos podré procederse a su allanamiento u ocu- pacién. Sin embargo, a intima conexién existente entre la inviolabilidad del domicilio, y especialmente de 1a morada, con la dignidad de la per- Sona y el respeto a su libertad, imponen a Ja reglamentacién condiciones mas estrictas que las reconocidas respecio de otras garantias, pues al hallarse aquéllas entrafablemente vinculadas, se las debe defender con igual celo, porque ninguna cadena es mas fuerte que su eslabon més Gebil, aunque aquélla no sea reductible a éste, Por consiguiente, cuando se trata del derecho a Ja inviolabilidad de la morada, al igual que de otros del mismo rango, resulta inapropiada Ia latitud con la cual admi- {on Festricciones reglamentarias los dicta que se encuentran en los. pre- cedentes de Fallos: 171:366 y 177:390. y cl ejercicio adecuado del La dificultad para acotar de antemano el ambito de Ia libertad de cada individuo no autoriza a concluir que el legislador se encuentra habilitado para efectuar discrecionalmente dicha acotacién, Si ast fuera careceria de sentido la elevada misién de los jueces de preservar la su- Premacia de la Constitucién. Respecto de éstos, ademés, la indetermina- ion intrinseca que cabe reconocer al aludido imbito no les impide sa- ber en cada caso conereto, 1o que desde el exterior conforma a la liber- tad, cuando se la quebranta En la materia en examen, las “condiciones razonables” que el Ie- sislador se encuentra autorizado a establecer para el ejercicio del dére- cho constitucionalmente reconocido (Fallos: 117:432, pig. 435) de- ben ser consideradas con particular detenimiento y segiin pautas espe- cialmente rigurosas, pues esté en juego una inestimable libertad perso- nal bisica (v. como ejemplo de tal doctrina, lo expresado por el juez Black al emitir su voto en el caso Morey v. Doud 354 U.S. 457, p. 471). 7°) Que, en consecuencia, Ia confrontacién entre dichas pautas de razonabilidad y las limitaciones impuestas por las leyes reglamenta- 1770 FALLOS DE LA CORTE SUPREMA a la inviolabilidad del don procesal y constituye una cuestién federal sustancial que determina en el caso la procedencia del recurso extraordinario, que ha sido, por lo tanto, mal denegado por el a quo. 9 excede con mucho lo meramente 8°) Que, de acuerdo con Io expuesto, el punto constitucional a resolver se refiere a la determinacién de las condiciones minimas que debe reunir el consentimiento del interesado para que quepa admitirlo como justificante valido del ingreso de agentes de policfa en Ia morada sin orden escrita de autoridad competente, y sin que se den las situa- ciones de emergencia contempladas por las leyes procesales, Tal articulo debe ser meditado en el marco de las reglas principa- les del allanamiento de morada, a las que no cabe entender totalmente deferidas por el art, 18 de la Constitucién al solo criterio del legislador. En efecto, no serfa razonable pensar que los constituyentes de 1853, al no reproducir las normas que sobre la materia fueron consa- gradas en el derecho piblico argentino a partir del Decreto de Segu- ridad Individual de 1811, hayan querido despojar de su jerarquia cons- titucional al micleo elemental de recaudos enunciados en dichas normas, los que consisten en la necesidad de una orden escrita emanada de auto- ridad competente en la que se delimite el objeto de la medida. No hace falta una inteligencia muy trabajada del asunto para com- prender que, a fin de que la libertad no muera de imprecisin, han de interpretarse de manera particularmente estricta las excepciones que quepa introducir, en Jos casos de allanamiento de morada, a la exigencia de orden escrita de autoridad competente que contenga indicaciones pun- tuales sobre el Tugar y objeto de la providencia, En este sentido, no parece que el Cédigo de Procedimientos en materia penal para los tribunales nacionales faculte a prescindir de tal orden escrita de allanamiento, fuera de los casos de estado de necesidad contemplados por el art. 189 de ese cuerpo legal, y que otorgue al con sentimiento un aleance mayor que el previsto en el art. 400, inc. 49, 0 sea, el asignarle valor a Ios fines de que el allanamiento debidamente autorizado se realice de noche, cuando ello por regla esta prohibido. Los arts. 188 y 189 del Cédigo de Procedimientos en materia pe- nal disponen: “188. - Cuando con el mismo objeto de la investigacién DE JUSTICIA DE LA NACION m7 criminal 0 aprehensién del delincuente, fuere necesario penetrar en el domicilio de algdn particular, el funcionario de Policia deberd recabar del Juez competente la respectiva orden de allanamiento, 189. - Se excepttia de lo dispuesto en el articulo anterior los casos siguientes: 1°) Cuando se denuncie por uno 0 mis testigos, haber visto per- sonas que han asaltado una casa, introduciéndose en ella, con indicios manifiestos de ir a cometer algiin delito, 2) Cuando se introduzca en la casa un reo de delito grave a quien se persigue para su aprehensié: 3°) Cuando se oigan voces dentro de la casa que anuncien estarse cometiendo algtin dclito, 0 cuando se pida socorro.” La eleccién de posibilidades interpretativas de la mencionada Jey procesal debe orientarse a Ja luz de los valores que animan las palabras de la Constitucién. También el legislador, nacional o provincial, deberd ajustar su funcién reglamentaria al contorno asi iluminado. Pero, al de- terminar el intérprete las condiciones minimas para la validez del allana- miento que se desprenden de la propia cliusula constitucional, se halla ré que el consentimiento revestido de suficientes garantias de autentici- dad no es incompatible por definicién con el amparo de Ia inviolabilidad de la morada Es decir, que el legislador nacional o provincial esté autotizado, de lege ferenda, a dar efectos al consentimiento en esta materia, siendo misin de la jurisprudencia constitucional establecer los requisitos y al- cances que debe reunir a los fines de no sobrepasar los limites impues- tos por el art. 18, Ahora bien, si la determinacién de esos aspectos de indole direc tamente constitucional termina arrojando resultados adversos al crite- rio propiciado por el a quo en punto al consentimiento legitimante de la actitud policial, ello bastaré para resolver la causa sin necesidad de erigir en ratio decidendi la interpretacién de la ley procesal Sobre el particular, cabe poner de relieve que el a quo deduce Ia existencia de tal consentimiento justificante de la falta de resistencia 1772 FALLOS DE LA CORTE SUPREMA verbal del imputado, cuando ya se hallaba detenido, a la entrada de los policiales y, especialmente, de la falta de oposicién expresa de agente: sus padres cuando los agentes ya se encontraban en el interior de la mo- rada, cuyo ingreso no les habfa sido franqueado por los progenitores del aprehendido, a quienes no se les permitié presenciar el registro prac- ticado en 1a habitacién de aquél. O sea que s6lo Ia activa protesta fren- te al hecho consumado excluiria 1a posibilidad de entender que ha me- diado un consentimiento ticito que, ademés, tendria el efecto de excu- sat a posteriori la entrada no consentida de los agentes policiales. Con tal inteligencia, hija de otras épocas y de otra inspiracién, el a quo establece, en realidad, una presuncién de renuncia a un derecho fundamental basada en la omisién de una protesta expresa que, en 1a situacién conereta y en el contexto social y cultural de nuestro pais, aparece como una exigencia demedida e inmune a la razén, desdice al entendimiento comin, el del Ambito de la doxa que, al fin y al cabo, es el de la imaginacién, Si el consentimiento puede admitirse como una causa de legitima- cién para invadir la intimidad de a morada, él ha de ser expreso y com- probadamente anterior a la entrada de los representantes de Ia autot dad publica a Ia vivienda, no debe mediar fuerza o intimidacién, y a la persona que lo presta se le debe hacer saber que tiene derecho a negar Ta autorizacién para el allanamiento. A este iltimo respecto, la Corte Suprema de los Estados Unidos en un caso del afio 1973 se incliné a considerar vatido el consentimiento aunque no estuviese probado que quien lo presté conociese su derecho a no darlo, empero, reconocié que No podia determinarse Ia voluntariedad del acto sin tomar en conside- racién ta aludida (Schneckloth v, Bustamante, 412 United States Reports 218, pig. 249). La Corte es consciente de que la mayor efectividad del sistema de represin del delito, que puede derivar de la renuncia al derecho a permanecer callado, no es un argumento constitu- cionalmente vilido para alentar la confusién o la ignorancia (de los de- techos) que posibiliten “renuncias” de esa naturaleza, En un contexto mas bien relativo al derecho de ser asistido por un defensor, que al de- negarse a consentir un allanamiento domiciliario, el alto tribunal nor- teamericano recordé con justeza Ia experiencia histérica de que “ningdin tema de justicia criminal puede o podria sobrevivir si dependiese, DE JUSFICIA DE LA NACION 1773 para mantener su efectividad, de la abdicacién que los ciudadanos ha- gan, por ignorancia, de sus derechos constitucionales” (Escobedo v. Ili nois, 378 U.S. 478, pag. 490). Si esos requisitos no se respetaran, la garantia de la inviolabilidad del domicilio valdria apenas nada, seria un puro verbalismo, 0 una ex- Presién propia del mundo del “como si”, 0 segtin dicen los nifios “de mentira”. La interpretacién del asunto no puede formularse sin un claro dis cernimiento de las condiciones hist6ricas de nuestra Patria, de su novel reingreso en el camino del estado de derecho, del débil grado de con- Ciencia praictica de los principios basicos del gobierno republicano, pese a la creencia ideal en ellos, que Alberdi sefialaba agudamente al comi 20 del pasaje citado en el considerando 5°, Hay que enderezar la espal- da y sacudirse ese triste hébito de Ja sumisidn, para evitar que se per- Pettien los usos viciados en Jos que aparecen unidos, en extrafio mari daje, el reconocimiento formal de 1os principios constitucionales y su reiterada violacién en los hechos, Es interesante transcribir un pérrafo del juez Frankfurter: “Por medio de la declaracién de Derechos, los fundadores de este pais subor- dlinaron Ia accién judicial a restricciones legates, no para conveniene! de los culpables sino para proteccién de los inocentes, No di pusieron ‘ampoco que slo los inocentes podian recurrir a esta proteccién, Sabian muy bien que para tener éxito en el castigo de los culpables no era ne- Pane due se juzgara a los inocentes. La frecuencia con que se golpea- Frr—r—“—i—essses——C st venial, no les era desconocida... Hasta en nuestros dias tenemos tristes recuerdos de esta experiencia... La accién policial, sin el con. trol judicial, puede evar a toda clase de extremos, Los fundadores de huestra nacionalidad volcaron en la Constitucién su conviccién de que Para reforzar la ley no era conveniente recurrir al facil pero peligroso camino de dejar que los policias determinen cuando era necesario 0 no un allanamiento, sin orden de autoridad competente. El desarrollo de la historia les ha dado 1a raz6n, Podemos afirmar, con certeza, que el de- lito se combate con mayor eficacia cuando se cumplen rigurosamente los Principios que han inspirado las restricciones constitucionales sobre ia 1774 FALLOS DE LA CORTE SUPREMA accién de la policfa” (Estados Unidos v. Rabinowitz, 339 U.S. 56, aiio 1950). El miicleo del desconocimiento del fenémeno de 1a delincuencia: el ‘aquello’ temido de 1a personalidad del perseguidor que se proyecta en el perseguido, se tradujo tradicionalmente en un miedo irracional a los delincuentes (0 a los calificados como tales por las autoridades de turno) y a lo que pudiesen esconder en Ia esfera de su intimidad. Ello condujo a los hombres a Jo largo de la historia universal, que es también Ja de los errores humanos, a irrumpir y a escarbar en dicha esfera —como perros de presa de entrampado olfato— en busca de una imperiosamente necesaria materializacién sustitutiva del inasible ‘aque- Ho’. Imperiosamente necesaria, porque frente a a comunidad expectan- te debia funcionar como justificadora de Ja accién, y s6lo se puede cum- plir este cometido si con Ja aludida materializacién sustitutiva se man- tiene el esoterismo, lo innominado del ‘aquello’ correlativamente propio de esa misma comunidad, para la cual es igualmente inefable. De tal manera se violé y sacrifices durante siglos Ja libertad de millones de hombres y mujeres, muchos de los cuales, seguramente, no sufrian un deterioro psiquico superior al de sus victimarios. Es finalidad comtin, y titima, de todas las ciencias y disciplinas so- ciales, la de Jograr un mejor entendimiento comunitario a partir de un conocimiento profundo de las dimensiones més oscuras de la persona- idad del hombre que, generalmente, funcionan como fuertes obstéculos para su desarrollo e impiden, asi, una buena convivencia, Por eso es deseable que Ia jurisprudencia constitucional no se de- sentienda de los conceptos de larga elaboracién, por Ia psicologia y la sociologia, que resulten auxiliares relevantes en la tarea compartida por cientificos y jueces de procurar el aludido mejor entendimiento comu- nitario. En Io que a este punto concierne, no parece que el criterio adop- tado por los magistrados de las instancias anteriores ayude a la consecu- cidn de los trascendentes propésitos mencionados. 9°) Que descartada la existencia de consentimiento que pueda juz- garse como causa vilida de la presencia de los agentes policiales en la DE JUSTICIA DE LA NACION 1775 vivienda del imputado, se sigue que los efectos secuestrados a raiz de tal introducci6n ilegal en Ia esfera de la intimidad de aquél no pueden ser admitidos como elementos probatorios en la causa, pues el método seguido para su obtencién ofende al sentido de justicia, Esta Corte, en su actual integracin, comparte, pues, el criterio de xclusiGn establecido en el precedente de Fallos: 303:1938, que en ese caso se refiere a la confesién obtenida mediante medios coercitivos, pero que sienta un principio general, enunciado en su considerando ter- cero con palabras extraidas de la jurisprudencia de la Corte Suprema de los Estados Unidos, al expresar que: “...e] conflicto entre dos in- tereses fundamentales de Ia sociedad: su interés en una répida y efi- iente ejecucién de ta ley y su interés en prevenir que los derechos de sus miembros individuales resulten menoscabados por métodos incon: Gtucionales de ejecucién de la ley...”, debe dirimirse eliminando del Proceso penal los elementos de conviccién asi obtenidos, Proceder de otro modo.comprometerfa “la buena administracién de justicia al pre- fender constituirla en beneficiatia del hecho ilicito” (caso citado, con- siderando 49), Por otra parte, al efectuar el balance entre In seguridad y Ia iber- tad individual, debe atenderse al valor de la supervivencia de esta Nax cién como tierra de hombres libres (Conf. Warren, “The Bill of Rights and the Military” 36 N.Y.U.L. Rev. 761, 196, cit. por Oakes James L,

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