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Ronald Dworkin Etica privada e igualitarismo politico Introduccion de Fernando Vallespin Paidés 1.C.E.|U.A.B Pensamiento Contemporaneo 29 Ronald Dworkin Etica privada e igualitarismo politico En el presente libro, Ronald Dworkin se separa de su ya tradicional ocupacién con la filosofia del derecho, para abordar més especificamente una propuesta de “moralidad politica”: la defensa de lo que el autor califica como liberalismo igualitario, que nos presenta como alternativa al liberalismo politico de John Rawls. Para ello construye una compleja teoria filos6fica, que tendria la virtud de unir los valores de la libertad, igualdad y comunidad dentro de una visién unitaria El principio regulativo de que se vale gira en torno a una concepcién del bien, el “modelo del desafio”, que por su formalismo y generalidad serviria para afianzar tanto un principio de neutralidad capaz de integrar la disidencia en cuestiones de moralidad publica, como un firme compromiso con un esquema igualitarista de justicia distributiva. La introduccién a este libro corre a cargo de Fernando Vallespin, catedratico de Ciencia Politica en la Universidad Auténoma de Madrid, autor de Nuevas teorias del contrato social y editor de Historia de la teorta politica, en 6 volimenes, asi como de numerosos trabajos de ciencia y teoria politica. y- ISBN 84-?509-923-8 | | | i | 9 "788475099231 enna Exonan & Asooadon PENSAMIENTO CONTEMPORANEO Coleccién dirigida por Manuel Cruz 1. L. Wittgenstein, Conferencia sobre ética 2. J. Derrida, La desconstruccién en las fronteras de la filosofia 3. P.K. Feyerabend, Limites de la ciencia 4. J.F. Lyotard, ¢Por qué filosofar? 5. A.C. Danto, Historia y narracién 6. T.S. Kuhn, ¢Qué son las revoluciones cientificas? 7. M. Foucault, Tecnologtas del yo 8. N. Luhmann, Sociedad y sistema: la ambicién de la teorta 9. J. Rawls, Sobre las libertades 10. G. Vattimo, La sociedad transparente 11. R. Rorty, El giro lingiiistico 12. G. Colli, El libro de nuestra crisis 13. K.-O. Apel, Teorfa de la verdad y ética del discurso 14. J. Elster, Domar la suerte 15. H.G. Gadamer, La actualidad de lo bello 16. G.E.M. Anscombe, Intencién 17. J. Habermas, Escritos sobre moralidad y eticidad 18. T.W. Adorno, Actualidad de la filosofia 19. T. Negri, Fin de siglo 20. D. Davidson, Mente, mundo y accién 21. E. Husserl, Invitacién a la fenomenologta 22. L. Wittgenstein, Lecciones y conversaciones sobre estética, psicologta y creencia religiosa 23. R. Carnap, Autobiografia intelectual 24. N. Bobbio, [gualdad y libertad 25. G.E. Moore, Ensayos éticos 26. E. Levinas, El Tiempo y el Otro 27. W. Benjamin, La metafisica de la juventud 28. E. Jiinger y M. Heidegger, Nihilismo 29. R. Dworkin, Etica privada e igualitarismo politico Ronald Dworkin Etica privada e igualitarismo politico Introduccién de Fernando Vallespin Ediciones Paidés LC.E. de la Universidad Auténoma de Barcelona Barcelona - Buenos Aires - México Titulo original: Foundations of Liberal Equality Publicado en inglés por University of Utah Press, Salt Lake City Traduccién de Antoni Doménech Cubierta de Eskenazi & Asociados 1.° edicién, 1993 Quedan rigurasamente prohibidas, sin la autorizacién excrita de los titulares del “Copyright”, bajo las sanciones establecidas en Ins leyes, Ia ceproduccién total, © parcial de ests obra por cualquler métods o procedimlento, comprendidos la reprografia y el tratamiento informatico, y la distribucién de ejemplares de ella mediante alquiler 0 préstamo piblicos. © 1990 by University of Utah Press © 1990 by Ronald Dworkin © de la presente edicién, Ediciones Paidés Ibérica, S.A., Mariano Cubj, 92 - 08021 Barcelona, e Instituto de Ciencias de la Educacién de la Universidad Auténoma de Barcelona, 08193 Bellaterra ISBN: 84-7509-923-8 Depésito legal: B-32.959/1995 Impreso en Novagrafik, S.L., Puigcerda, 127 - 08019 Barcelona Impreso en Espajia - Printed in Spain SUMARIO Introduccién ............-.4.4. 1. En la érbitade Rawls 2... 2... 2. Principio de neutralidad y liberalismo igualitario 2... ........00. 3. Individuo y comunidad .. 2... 2. 4. El modelo de la «ética del desafio» y sus implicaciones igualitarias ...... . Etica privada e igualitarismo politico I. Introduccién y sinopsis ... 2.2... TIL. . Por qué necesita fundamentos el liberalis- mo... ee Dosejes 6 we Dos perspectivas ..........04 Dos estrategias 2... 1... 1... wee Contrato y controversial ........ Contractualismo moral .........- a promesa del consenso y la fuerza categori- la posibilidad interpretativa ....... Resumen... 2... eee ee eee ee Igualdad liberal: el esquema basico Etica filoséfica .. 2.2.2... ...2.. Intereses volitivos e intereses criticos Inquietudes y enigmas en torno de los intere- sescriticos 2... ee ee ee ee Modelos de valor critico ......... 13 19 28 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO El modelo del impacto . E] modelo del desaffo. Etica y significado . . ¢Trascendentes o indexados? . Limitaciones y parametros. La justicia como parametro . cAditiva o constructiva? . Etica y comunidad . |. De la ética a la politica Liberales éticos . : La justicia como recurso Igualdad . : ‘tica y parcialidad . Personalidad y circunstancia . La neutralidad del atractivo . La tolerancia liberal . Epflogo 113 116 118 123 128 134 140 155 159 159 172 180 182 189 193 199 INTRODUCCION 1. En la orbita de Rawls Robert Nozick, quien por lo demas ha sido un autor con una cierta propension a mirar al pasado, supo acer- tar, sin embargo, cuando —todavia en 1974- osara ele- var la categorica afirmacién de que «hoy los filésofos de la politica, o deben trabajar dentro de la teoria de Rawls, o bien explicar por qué no lo hacen».' Desde luego, nadie ha sentido la necesidad de justificarse por no entrar en la obra de Rawls, pero lo que si parece fuera de toda duda es que sus categorias y el orden con- ceptual que ha ido marcando desde su magistral Teoria de la Justicia? han sido decisivos para articular una ex- tensa y excitante reflexion sobre los temas centrales de la filosofia moral y politica. Ya se cite o no de un modo explicito, su influencia ha sido auténticamente decisiva a la hora de enhebrar la discusi6n contemporanea so- bre estos temas, en particular en el mundo anglosajon. Lo curioso es que la contribucién del mismo Rawls al acerbo de estas disciplinas no ha consistido en realidad mas que en una recomposicioén o reorganizacién —todo lo original que se quiera— de su complejo entramado conceptual. Eso si, mediante el cambio de énfasis desde un utilitarismo mas crudo a favor de una concepcién 1, Robert Nozick, Anarchy, State and Utopia, Nueva York, Basic Books, 1974. 2. A Theory of Justice, Cambridge, Harvard University Press, 1971; hay twaduccién espaiiola en México, Fondo de Cultura Econémica, 1978. 10 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO deontolégica de la personalidad moral a lo Kant. Sin por ello olvidar otras estrategias de justificacién que se apoyan a la vez tanto en la teoria de la decision racional como en el acervo de las instituciones morales de «nuestra cultura». La gran virtud de la obra rawlsiana reside, en suma, en haber sabido rehacer el complejo puzzle de la filoso- fia moral en torno a una limitada serie de conceptos basicos. A ello habria que unir también el marcado ca- racter interdisciplinar de su propuesta. Consiguio ofre- cer un mapa en el que se pueden reconocer las inquie- tudes tedricas de fildsofos morales, juristas, politologos y economistas, que gracias a él encuentran ya un foro de discusion comun. Todo el debate posterior sobre los te- mas que se abordan en su obra puede interpretarse, en consecuencia, como un intento de levantar algunas de las piezas del puzzle y reubicarlas en otro lugar, pero no de cuestionar los contornos basicos del mismo. La disci- plina y economia conceptual de Rawls, lo que cabria definir como su «gramatica moral», constituye ya el trasfondo de cualquier argumentacién sobre cuestiones tales como el problema de la legitimidad del Estado, los criterios de la justicia distributiva, la personalidad mo- ral, la fundamentacion de los derechos humanos, la difi- cil relacion y delimitacién entre individualidad y comu- nidad, etc. R. Dworkin no es una excepcion a esta regla, y me- nos atin en este trabajo que aqui presentamos. No en vano su tema central se solapa en gran medida con el nucleo basico y mas general de la obra de Rawls: la fundamentacién filosdfico-moral del liberalismo. Su propio titulo va a coincidir practicamente con el del ultimo y esperado libro del profesor de Harvard: Libera- lismo politico.’ En ambos casos se trata, ademas, de un 3. John Rawls, Political Liberalism, Nueva York, Columbia University INTRODUCCION 1 liberalismo progresista, en la mejor tradicién que parte de J. Stuart Mill y encuentra en un igualitarismo asenta- do sobre el impulso ético su mejor sefia de identidad. Aunque, como ya veremos, la estrategia de la funda- mentacion varia considerablemente. Si Rawls lleg6 a su propuesta particular a partir de un cuidadoso estudio de la tradicion clasica de la filosofia moral, tanto del utili- tarismo como del contractualismo, Dworkin lo hace desde la filosofia del derecho en un sentido estricto, ac- tividad que hasta hace poco ha venido combinando con la practica forense, bien es cierto que desde una con- cepcion de la teoria juridica donde el derecho aparece indesligablemente unido a la moral y la politica. Y es de esta unidad de donde extrae la fuerza y originali- dad de su teoria, que destaca ante todo por su inteli- gente ataque al positivismo juridico y, como corolario logico de lo anterior, por su revitalizacion de la inter- pretacion juridica desde novedosos criterios hermenéu- ticos dirigidos a ilustrar la funcién judicial. Ya desde su influyente Taking Rights Seriously“ quedo clara la de- pendencia que Dworkin otorgaba al razonamiento juri- dico respecto de principios morales, asi como la vincu- lacién de éstos a una determinada concepcion de teoria politica. Su comprensién normativa del papel que la moral juega en la interpretacién juridica le condujo asi a fijar su interés de un modo creciente en problemas de Press, 193. Este libro, donde en términos generales se recogen dentro de un hilo unitario practicamente todos los trabajos de Rawls posteriores a su Teo- ria de la Justicia, bien puede interpretarse como una «reacciGns selectiva de este autor a los innumerables comentarios y criticas que su teoria ha genera- do. En cierto sentido se puede afirmar, entonces, que su espectacular recep- cién ha tenido un efecto de feedback sobre la misma obra rawlsiana. 4. Londres, Gerald Duckworth, 1977. Hay traduccién espafiola de Marta Guastavino, Los derechos en serio, en Barcelona, Ariel, 1984, precedida de una excelente introduccién a su teoria iusfiloséfica de A. Casamiglia. 12 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO filosofia moral y politica, de los que el texto que aqui introducimos constituye un magnifico ejemplo. Comparado con otros académicos, Dworkin es un autor inquieto, permanentemente dispuesto a entrar en disputas dialécticas desde foros como el New York Re- view of Books, que ha sido testigo de sus innumerables tomas de posicion sobre temas tales como el aborto, la desobediencia civil, el patrocinio del arte, la interpreta- cién de la Primera Enmienda de la Constitucién de los EE.UU., la igualdad o los limites del liberalismo. Con razon se ha visto en él al «principal fildsofo publico» americano,’ quien, por las opciones que defiende y los medios de comunicacién a los que se asoma, encajaria perfectamente en la radical chic (Tom Wolfe).° En su enfrentamiento con esos escabrosos temas, y a pesar de su indudable impronta juridica, elude caer en los tecni- cismos del derecho, prefiriendo adoptar un enfoque mas amplio y polémico. Como bien dice Scanlon, para él «las cuestiones constitucionales fundamentales rara- mente son técnicas, y generalmente plantean cuestio- nes de moralidad politica.” En lo que sigue vamos a presentar su trabajo sobre el igualitarismo liberal precisamente desde esta perspecti- va de moralidad politica, para lo cual, y por obvias razo- nes de espacio, habremos de obviar su teoria del dere- cho, mucho mas especifica y técnica.* Y lo haremos 5. T.M. Scanlon, «Partisan for Lifes, en New’ York Review of Books, 15 de julio 1993, pag. 45. 6. Véase en R. Scruton, Thinkers of the New Left, Burnt Hill, Longman, 1985, pags. 20 y sigs. 7. Op. cit. 8. Noesuna lagunaa lamentar si consideramos el inteligente tratamien- to que hace de ella Albert Casamiglia en la introduccién ya citada a sus Derechos en serio («Ensayo sobre Dworkins), el estudio, de caracter ya mas general ~pero no por ello menos relevante-, de Francisco Laporta, «Etica y derecho en el pensamiento contemporaneo», en Victoria Camps (comp.), Historia de ta Etica, vol. WH, Barcelona, Critica, 1989. INTRODUCCION 13 dentro del contexto del debate actual de la filosofia poli- tica, que -como acabamos de decir- gira en la orbita de Rawls. Dos advertencias deben hacerse ya desde el co- mienzo: primero, que se trata de una obra que es el producto o la destilacion de otras anteriores (véase la nota 4 del texto de Dworkin); y, en segundo lugar, que constituye a su vez el borrador de otra mas extensa. No estamos, pues, ante un tratado cerrado en el que se ofrezca un detenido recorrido por cada uno de los te- mas abordados, sino ante una aproximacién mas ligera a cuestiones que requeririan quiza un desarrollo mas analitico y extenso. 2. Principio de neutralidad y liberalismo igualitario Lo queramos 0 no, el fin de la guerra fria y el correla- tivo enfriamiento del debate ideologico han acabado por enfrentarnos con algo que al otro lado del Atlantico era ya un hecho: la sorprendente variedad de concep- ciones del liberalismo. Se trata, desde luego, de un libe- ralismo estrictamente «tedrico» o «académico», que no tiene su contraprestacién en movimientos o programas politicos concretos. Como es sabido, en los EE.UU. el término «liberal» alude vagamente a una posicion de izquierdas; equivale a lo que entre nosotros seria una actitud «progresista». Cuando se utiliza en el ambito académico, sin embargo, y a medida que vamos profun- dizando en su uso en las discusiones de teoria politica, nos encontramos con que va asumiendo cada vez un caracter mas plural y cargado de matices, hasta el punto de que muchas veces no es facil comprender cuales son los criterios de distincién real ni si existe realmente —por parafrasear a Habermas- un liberalismo en la plu- ralidad de sus voces. Lo unico que parece claro es que, 14 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO en el sentido estricto con que se utiliza en la Academia americana, se diferencia, por un lado, de teorias como las de R. Nozick o A. de Jasay —«neo o paleoliberales», segun se mire—, que reciben el nombre de liberalismo; y, de otro, de aquellas que se integran en el liberalismo «conservador», mas proclives a vincular la santidad de los derechos individuales a una concepcion ética tradi- cionalista. Dentro del liberalismo asi acotado, la clave para dis- tinguir entre unas y otras teorias liberales, asi como para diferenciar el liberalismo del comunitarismo, pare- ce residir mas en la estrategia de la justificacion moral de los distintos principios basicos que los informan, que en el contenido mismo de tales principios 0 en las con- secuencias de politica practica que puedan comportar.” El «corte» dentro de las teorias liberales que supuso la obra de Rawls sirvié para sacar claramente a la luz estas estrategias bien diferenciadas, que son fundamental- mente dos, aunque pueden presentarse de diferentes formas y desde tradiciones distintas de la filosofia mo- ral. Una, que es la que Rawls favorece y tiene su antece- dente en Kant, aspira a una justificacién formal de estos principios a partir de una distincién nitida entre princi- pios de la justicia y concepciones del bien, subordinan- do éstas a aquéllos; y otra, que venia siendo la clasica del utilitarismo, que extrae los principios de la justicia a partir de un criterio teleolégico de maximizacién de las distintas concepciones del bien, o —en la linea aristotéli- ca— busca imponer una determinada concepcion de la 9. Respecto de las diferencias entre liberalismo y comunitarismo, el mismo Dworkin nos dice en el texto: «Es un hecho impresionante que las politicas comunitaristas reales parecen diferenciarse muy poco de las libera- les», pag. 16, n. 6, Esto mismo viene a sostener un autor comunitarista como M. Walzer en «The Communitarian Critique of Liberalism», en Political Theory, vol. 18, 1, 1990, pags. 6 y sigs. INTRODUCCION 15 vida buena o la virtud. Para esta ultima, de lo que se trata, en definitiva, es de buscar una justificacion del Estado, no a partir de su neutralidad respecto de distin- tas concepciones del bien, sino, por el contrario, desde la afirmacion de una concepcion particular de la vida buena como la unica digna de ser protegida e impulsada por los poderes publicos. Permanezcamos en esta dis- tincién, ya que uno de los objetivos fundamentales de la obra de Dworkin que aqui estamos analizando estriba precisamente en impugnar esta diferenciacion. La for- ma en que lo hace difiere, sin embargo, en algunos pun- tos fundamentales de aquella que prefieren seguir los comunitaristas, aunque entre éstos no haya tampoco una estrategia unitaria. Como se recordara, el objetivo fundamental de Rawls residia en intentar elaborar una concepci6n pu- blica de la justicia que pudiera ser reconocida como mutuamente aceptable por todos los miembros y gru- pos de la sociedad, cualesquiera que fueren sus posicio- nes sociales o intereses particulares. Para ello pone en marcha un método que en sus tltimos trabajos gusta de calificar como constructivismo kantiano. En sintesis, consiste en especificar una determinada concepcion de la persona e intentar derivar de ella los principios de la justicia a través de un «proceso de construccién» en el que se contempla a las personas como libres e iguales a la vez; como capaces de actuar tanto racional como ra- zonablemente, y de tomar parte en un esquema de coo- peracion social. Esta capacidad para actuar tanto racio- nal como razonablemente es manifestacion del caracter moral de las personas como seres libres e iguales y se corresponde con sus dos «poderes» basicos: el poseer un efectivo sentido de la justicia («la capacidad para comprender, aplicar y actuar a partir de principios de la 16 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO justicia»'*), y la capacidad para formar, revisar y ejercer racionalmente una concepcion del bien. Para realizar y ejercitar estos poderes, aparecen movidas por dos co- rrespondientes «intereses de orden supremo», que si bien son igualmente necesarios a la personalidad, de alguna manera lo «razonable» requiere y presupone, pero subordina a la vez a lo racional. El primero equi- valdria al espacio legislativo de la personalidad, mien- tras que el segundo seria su poder ejecutivo. Sin con- cepciones del bien para mover o motivar a los ciudada- nos no solo no habria lugar para hablar de cooperacién social, sino ni siquiera de concepciones de lo justo. Pero estas distintas metas finales deben estar subordinadas a lo razonable, deben someterse a determinados limites: «A aquellos términos de la cooperacién social suscepti- bles de ser aceptados por todos». Bajo esta prioridad de lo justo sobre lo bueno y adecuadamente combinados, estos dos poderes van a «construir» los principios de la justicia: lo razonable operando como el marco de res- tricciones o limites formales que configuran la posicion original (como el discutido «velo de la ignorancia», por ejemplo), y lo racional, la busqueda instrumental del propio interés, como la principal motivacién presente a la hora de elegir los principios de la justicia, ya dentro de tal situacién heuristica. El resultado es, para sinteti- zar, que los derechos individuales no pueden ser sacrifi- cados en nombre del bienestar general, al igual que los principios de la justicia no se pueden extraer de una determinada concepcién de la vida buena. Constitui- rian mas bien el producto de un «consenso superpues- to» (overlapping consensus), en el sentido de que serian elegidos por cualquier persona razonable como el fun- 10. «Dewey Lectures: Kantian Constructivism in Moral Theory», The Journal of Philosophy, vol. 77, 1980; pag. 525. INTRODUCCION 17 damento de cualquier pretension normativa. En suma, una teoria de la justicia que se presenta a si misma como de la «imparcialidad» (fairness) no puede sino promo- ver un firme principio de neutralidad frente a las distin- tas concepciones del bien y es, por tanto, independiente de toda doctrina politica o religiosa controvertida. La concepcion del liberalismo que hasta ahora habia venido defendiendo R. Dworkin hace también del prin- cipio de neutralidad su rasgo mas caracteristico. En este sentido, el Estado liberal «debe ser, tanto como sea posi- ble, independiente respecto de cualquier concepcion del bien particular o respecto de lo que dote de valor a la vida».'' Bien es cierto que, tanto en este trabajo como. en otros posteriores,'? Dworkin afronta el desarrollo de este principio como respuesta a la pretension conserva- dora de imponer desde el Estado determinados criterios morales. Pero también con el animo de diferenciar dos sentidos del principio de neutralidad: uno, apoyado en el escepticismo moral, y que por tanto es incapaz de ofrecer criterios éticos especificos respecto a cémo or- ganizar la convivencia social -lo que, en palabras de Rawls, equivaldria a un mero modus vivendi-, y su pro- pio modelo, que se asienta sobre la necesidad de articu- lar un sistema de imparcialidad respecto de la morali- dad privada desde una concepcién normativa del principio de «igual valor» moral de toda persona, su igual derecho a ser respetado en sus convicciones, y su derecho a valerse de los recursos necesarios para poder llevar a cabo una vida digna en igualdad de condiciones 11, «Liberalism», en R. Dworkin, A Matter of Principle, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1985; pag. 191. La version original es de 1978. 12. Véase, por ejemplo, su clarificador articulo «Why Liberals Should Believe in Equality?», en New York Review of Books, 3 de febrero de 1983, 18 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO respecto a todos los demas. Este ultimo rasgo es el que Dworkin subraya con especial fruicién y se encuentra detras de su vision del liberalismo como necesariamen- te «igualitario». El trabajo que aqui nos ocupa constituye su ultima y mas sistematica elaboracién de esta propuesta, que se caracteriza por los siguientes rasgos: en primer lugar, por intentar dotar al liberalismo de una justificacién moral sustantiva. Dworkin entiende que es necesario recuperar una fundamentacion ética del liberalismo, vincularlo al trasfondo de «nuestras ideas sobre lo que sea la vida buena» (pag. 3). Se trata de afianzar, por tan- to, ese conjunto de presupuestos éticos que subyacen al liberalismo y que hacen innecesaria esa excesiva y cos- tosa tarea de tener que elaborar distinciones artificiales, como aquellas que imponen la escisién entre lo justo y el bien, o entre individuo y comunidad. La mejor forma de comprender la esencia del liberalismo radica —y aqui se aparta de su concepcién anterior— no en postu- lar de un modo aprioristico el principio de neutralidad, sino en contemplar las virtudes de la libertad, igualdad y comunidad como tres «aspectos complementarios de una unica vision politica, de modo que no podemos ase- gurar, ni siquiera comprender, ninguna de ellas inde- pendientemente de las demas» (pag. 7). En esta idea se sustenta su pretension de oponerse a una estrategia de fundamentacién del liberalismo, que califica como de «discontinuidad» entre ética y politica, y que es una de las acusaciones que dirige a la teoria rawlsiana. En segundo lugar, desarrolla su propia vision de lo que considera como la concepcion mas correcta del va- lor ético de la vida buena, que concentra en torno al modelo del desafio. Este modelo responderia mas a nuestras intuiciones morales basicas que otros alterna- tivos, como el «modelo del impacto». Y una vez desarro- INTRODUCCION 19 lado nos permitiria tener acceso a una teoria moral comprehensiva capaz de establecer los principios clasi- cos del liberalismo progresista. Al principio de neutrali- dad, por ejemplo, llegariamos después de la argumenta- cién, tras ponderar las implicaciones de nuestros valores éticos. Sin necesidad, por lo tanto, de presupo- nerlo como un axioma. Por ultimo, y para hacer honor a su impulso igualita- rista, Dworkin nos ofrece una detenida exposicion de los presupuestos de justicia distributiva que se deducen de sus presupuestos tedricos. Este es quiza el aspecto que tenia ya mas desarrollado en obras anteriores y que hace que su teoria sea, junto con la de Rawls, una de las mas atentas a vincular la preocupacion por la digni- dad y libertad del individuo con criterios de justicia so- cial. 3. Individuo y comunidad Una de las consecuencias mas inmediatas que tuvo la teoria de Rawls fue, sin duda, haber dado entradaa un fogoso debate sobre los limites del liberalismo y el papel que en él habria de corresponder a los valores indivi- duales y los comunitarios, a la conexién existente entre el problema de la identidad individual y su dimension social. Dado que en esta obra de Dworkin se entra de lleno en muchas de las cuestiones que se suscitan en este debate, conviene que nos aproximemos a algunas de sus claves. El grueso de la critica comunitarista a Rawls va diri- gido a resaltar la imposibilidad de definir lo justo como algo «anterior» al bien, ya que solo a través de nuestra inmersién en una determinada comunidad o sociedad 20 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO politica que genera una concepcién del bien especifica seria posibe adquirir un sentido de lo justo. Como ha subrayado M. Sandel, que fue el iniciador de este tipo de criticas a la obra rawlsiana," imaginar un yo moral que pueda cobrar una identidad y sea capaz de constituirse independientemente de sus fines y valores carece de sentido. El sujeto no puede ser «anterior a sus fines», ya que aparece constituido de una determinada manera por sus papeles y relaciones sociales. Por ponerlo en términos hegelianos, sin «eticidad» o contenidos nor- mativos concretos que se despliegan a lo largo de la historia y se van asentando en el acervo cultural, no hay «moralidad». En esta aritmética entre lo justo y el bien, o, si se quiere, entre la moralidad -entendida como el conjunto de reglas universales y abstractas— y la etici- dad -como los principios éticos particulares generados por una determinada comunidad- es donde se centra la mayor disputa dentro de la teoria moral contempora- nea. En cierto modo puede decirse que aqui nos encon- tramos de nuevo ante una revitalizacion de la critica hegeliana a Kant, aunque instada sobre todo por el ana- lisis de la obra de Rawls y otros «individualistas». Para simplificar, diriamos que la acusacién funda- mental incide, en primer lugar, sobre el status del indi- vidualismo, la constitucion del se/f o yo moral. Esta cri- tica, que encuentra quiza su mayor poder de conviccién en la obra de Sandel ya citada y en los trabajos de Char- 13, Liberalism and the Limits of Justice, Cambridge, Cambridge Univer- sity Press, 1982. Para una vision general del debate en torno al comunitari mo, vase S, Avinieri y A. de-Shalit (comps.), Communitarianism and Indiv dualism, Oxford, Nueva York, Oxford University Press, 1992, donde se recoge buena parte de los articulos mas interesantes de este debate. Entre nosotros habria que destacar el reciente libro de Carlos Thiebaut, Los limites de la comunidad, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales, 1992. INTRODUCCION 21 les Taylor '* o A. MacIntyre,'> incide preferentemente sobre la constitucién social del yo, acusando al libera- lismo de presentar una concepcién de la individualidad totalmente solipsista, presocial, «desencarnada» del grupo social, cuando en realidad toda persona extrae los presupuestos de su autocomprensi6n de un nucleo cultural de valores compartidos intersubjetivamente. Segun Ch. Taylor, solo a través de sucesivos procesos historicos pudo afianzarse el tipo de instituciones y practicas que han permitido conceptualizar esa vision de la persona a la que se imputan determinados dere- chos o capacidades morales de modo aprioristico, lo que él denomina la «cultura de la libertad». Derivar de estos ultimos lo que deban ser los bienes sociales pare- ce, pues, un contrasentido. La segunda acusaci6n tiene ya un componente mas conflictivo, dado que tras ella se esconde un importante presupuesto normativo: la necesariedad de dotar de prioridad a los valores comunitarios y, correlativamen- te, el deber de imponerlos mediante determinadas poli- ticas publicas; que el Estado esté legitimado para impo- ner una determinada concepcién del bien dominante en una sociedad dada. Como dice A. MacIntyre, si en toda sociedad politica existe un conjunto de reglas mo- rales concretas publicamente reconocidas, toda socie- dad politica deberia entonces «estar comprometida con una concepcién del bien humano adecuadamente de- 14. Véanse sobre todo sus articulos «Alomisms y «The Idea of Negative Liberty», en ibid., Philosophy of the Human Sciences, Cambridge, Cambridge University Press, 1985; asi como también «Cross-Purposes: The Liberal- Communitarian Debate», en N. L. Rosenblum (comp.), Liberalism and the Moral Life, Cambridge, Mass., Harvard University Press, 1989. 15. Véase sobre todo After Virtue, Notre Dame, Notre Dame University Press, 1981. Hay traduccién espaiiola, Tras la virtud, en Barcelona, Critica, 1988. 22 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO terminada y racionalmente justificada».'* La realizacion de la libertad, y en esto coincidirian este autor y Ch. Taylor, debe presuponer el contexto de una comunidad social respecto de la cual el sujeto asume una serie de deberes u obligaciones que siempre ha de tener presen- tes y servirle de limites cuando organice sus planes vita- les. Reconducir los valores sociales a presupuestos de decision individual equivale a ignorar estos valores de la integracion, mutualidad y solidaridad con el grupo y, en ultimo término, acaba minando el sentimiento de responsabilidad social. Muchas de las acusaciones que se dirigian a la obra de Rawls por parte de los comunitaristas han perdido ya gran parte de su mordiente al haberse apresurado este autor a introducir algunas correcciones y matizaciones importantes en su formulacién de la teoria. La primera revision, ya presente en sus Dewey Lectures (1980), con- sistio en relativizar sus presupuestos universalistas y ra- cionalistas: los principios de la justicia no pueden en- tenderse como «verdaderos» ni «permanentes» y ser afirmados sub specie aeternitatis, sino como «validos» para nosotros a la luz de lo que constituye nuestra cons- ciencia moral y politica o las «ideas intuitivas basicas que estan arraigadas en las instituciones politicas de un régimen constitucional democratico y en las tradicio- nes publicas de su interpretacion»."” Ademas, y en la linea de Ch. Taylor, se permite ofrecer una referencia historica para explicar cémo surge el fact of pluralism propio de nuestras sociedades actuales, aunque no re- duciéndolo a una mera condicion histérica contingen- te. Es, afirma, «un rasgo permanente de las democracias 16. «The Privatization of the Good», Review: of Politics, vol. 52, 1990, 17. «Justice as Fairness: Political not Metaphysical», Philosophy ard Pu- blic Affairs, vol. 14, 1985; pag. 220. INTRODUCCION 23 modernas».'* Rawls y sus criticos comunitaristas pue- den coincidir en que un principio politico basico, como la tolerancia, por ejemplo, tiene un origen histérico es- pecifico. Pero mientras los comunitaristas consideran que su promocion y respeto no responderian, en ultima instancia, sino a una determinada vision del bien co- mun mas o menos generalizada, para Rawls habria de- venido ya la misma «condicién de posibilidad» de la vida publica. Por eso declara que «cualquier concep- cién de la justicia politica para un régimen democratico debe ser efectivamente, en un sentido apropiado, libe- ral»; esto es, independiente de las distintas concepcio- nes del bien. Como senala Amy Gutmann en su defensa de Rawls frente a sus criticos comunitaristas, el hecho de que el derrumbamiento de las visiones del mundo tradicionales fuera acompafiado por la pérdida de visio- nes unitarias y ampliamente compartidas de la vida bue- na, hace imprescindible que nos amparemos en una vi- sion de la justicia o en la idea de los derechos iguales, como la «virtud» central del orden politico. Una visién comunitarista es perfectamente compatible con la idea de una «politica de derechos, no ya porque la justicia sea anterior al bien, sino porque nuestra busqueda del bien requiere que la sociedad proteja nuestro derechoa determinadas libertades basicas y provisiones de bie- nestar».'” Por otra parte, solo en una teoria de este tipo pueden asegurarse la unidad y la estabilidad social. En una sociedad plural estas virtudes no podrian estar salvaguardadas por una concepcion del bien concreta, ni apoyarse exclusivamente —como pretenden las teo- rias inspiradas en el modelo hobbesiano- en la conver- 18. «The Idea of an Overlapping Consensus», en Oxford Journal of Legal Studies, vol. 7, 1987; pag. 4. 19, «The Communitarian Critics of Liberalism», en Philosophy & Public Affairs, vol. 14, 1985, pag. 311. 24 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO gencia del interés individual o los intereses de grupo; este fundamento de la justificacion no seria lo suficien- temente estable. Pero tampoco puede ser aceptable una teoria moral general y comprehensiva, como las de Kant o J. Stuart Mill, por su incapacidad para generar el suficiente acuerdo. El liberalismo rawlsiano se separa, pues, tanto del modus vivendi hobbesiano como de las teorias morales comprehensivas, y reclama para si una concepcion politica de la justicia que, apoyada en las convicciones morales de los ciudadanos sobre la socie- dad y el lugar que ocupan en ella, esté en condiciones de ofrecer un «consenso superpuesto»: un acuerdo a partir del cual doctrinas distintas e incluso opuestas puedan afirmar las bases publicas compartidas de los asuntos publicos. Si hemos traido a colacién estas consideraciones es porque conectan directamente con el nucleo del plan- teamiento de Dworkin, que se encuentra a medio cami- no entre la critica comunitarista y algunos de los presu- puestos «individualistas» de Rawls. Ya sefalamos arriba como la pretension fundamental de su teoria residia en conseguir integrar «las virtudes de la libertad, igualdad y comunidad» en una unica vision ético-politica unita- ria. A pesar de sus «confusas» pretensiones sobre «la epistemologia y los misterios de la identidad personal» (pag. 15), Dworkin simpatiza con el comunitarismo en lo que tiene de critica de aquellos rasgos del liberalismo politico que lo presentan como una ideologia «austera, neutral y fria», alejada de la perspectiva ética personal, mas pasional y comprometida. El objeto de su critica es, desde luego, el liberalismo que se asienta sobre la fria distincion entre lo justo y el bien, que se alza sobre una «esquizofrenia moral» y escinde al individuo entre una ética politica publica y la persecucién de intereses y fines privados, ignorando una perspectiva ética mas an- INTRODUCCION 25 clada en la inmediatez de los sentimientos morales, asi como en la vinculacion entre esos mismos sentimientos y las convicciones morales del medio comunitario en el que encuentran su asiento. Por otra parte, Dworkin se siente participe de un «republicanismo civico-liberal»,” en el sentido de que busca conjugar el bienestar moral individual con las cualidades de la comunidad politico- social en la que se haya inmerso. El bien de uno y otrase encuentran entrelazados de tal manera, que no es posi- ble desligar el éxito de la vida personal de los logros comunitarios. «Los ciudadanos se identifican con su co- munidad politica cuando reconocen que la comunidad posee una vida comunitaria, y que el éxito o el fracaso de sus propias vidas es éticamente dependiente del éxi- to o fracaso de esa vida comunal.»” Y ello porque -como afirma en nuestro texto— «la integracion ética proporciona la motivacion necesaria para la racionali- dad colectiva» (pag. 88). Es decir, no es posible susten- tar la accion cooperativa y comunitaria a partir de me- ros criterios de decision racional agregativos de preferencias o intereses individuales ajenos a conside- raciones éticas —como en el «dilema de los prisione- ros», por ejemplo- sin una previa integracion ética co- munitaria. El hecho de que el individuo aparezca vinculado con otras personas en una variedad de comu- nidades constituye una parte importantisima de la vida buena, que nunca puede ser plena si se produce una escision entre intereses morales individuales y colecti- vos (véanse pags. 86-88). Ahora bien —y aqui entraria el rasgo «liberal» de esta forma de republicanismo-, «aceptar la primacia ética 20. «Liberal Community», en California Law Review, vol. 77, 3, 1989; pags. 479-504, 21. Ibid., pag. 499. Comparese con la misma idea recogida en el texto, pags. 51-53, 26 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO de la vida de la comunidad» no implica necesariamente «abandonar o comprometer con ello la tolerancia libe- ral y la neutralidad respecto a cual sea la vida buena».”” De alguna manera tiene que ser posible establecer los limites entre la dimension ética de nuestra integracion colectiva, de nuestra identidad comunitaria, y los dere- chos derivados de nuestra capacidad moral individual. Llegamos asi al clasico conflicto entre los valores de la autonomia y la integracién social. Dworkin sigue aqui una idea no exenta de problemas al diferenciar de un modo poco nitido los contornos de lo que sean los fines colectivos. Como no puede ser de otra forma, se separa claramente de la vision liberal tradicional, en tanto que evita reconocer en éstos el resultado o la sumatoria de preferencias individuales. El simi] de que se vale para caracterizarlos seria mas bien el de una orquesta, unida por un fin comun y por la comtn responsabilidad de que cada unidad individual contribuya al todo de modo concertado. Pero, por seguir con sus ejemplos, no hay nada colectivo en las preferencias o habitos sexuales de los individuos.?' Estos pertenecen claramente al ambito de las decisiones individuales «autonomas», y los pode- res publicos no tienen derecho alguno a imponer sobre los individuos una pauta moral convencional so- bre estos temas, aun cuando éstas respondan al sentir de la mayoria. Dworkin se enfrenta a un problema que no tiene una facil soluci6n si previamente no establece- mos una «discontinuidad» entre principios de justicia y concepciones del bien, como es el de, por una parte, reconocer legitimidad del Estado para interferir en la vida privada de sus ciudadanos (mediante una politica 22. fbid., pag. 500. 23, Véase ibid., pag. 497. En este articulo Dworkin comenta criticamen- te la sentencia del caso Bower vs. Harvick (1986), favorable al mantenimien- to de la ley penal de Georgia que tipifica el delito de sodomia INTRODUCCION 27 fiscal, por ejemplo), pero, por otra, establecer unos li- mites a estas intervenciones cuando afecten al ambito de lo que, seguin su concepcion de la vida buena, com- pete exclusivamente a cada individuo. El problema resi- de, por lo demas, en esa estilizacion y unidad entre prin- cipios morales, juridicos y politicos. Como luego veremos, la respuesta se encuentra en el disefio de su modelo de la «ética del desafio». Previa- mente podemos concluir que parece fuera de toda duda que Dworkin se opone frontalmente a una concepcién comunitarista holista de la subjetividad moral y que de- fiende, por el contrario, un elemento de autonomia en el individuo, que sigue gozando de un ejercicio de sus derechos como «triunfos» frente a la mayoria. Pero la aspiracion y la existencia de una sociedad justa constitu- yen, a su vez, la condicién de posibilidad de la vida bue- na y exigen, en consecuencia —como un imperativo mo- ral mas— un permanente compromiso publico de cada individuo dirigido a sustentar los valores de la libertad, tolerancia, igualdad, solidaridad y transparencia politi- ca —los valores «republicanos» (véase pag. 58). Del mis- mo modo, creemos que esto le tiene que llevar a reco- nocer necesariamente la existencia de una «multipli- cidad de esferas» dentro de la sociedad, que hacen que pierdan fuerza, como ocurria en la teoria de Rawls, las acusaciones mas moderadas procedentes del comuni- tarismo. Si, en definitiva, nuestra «eticidad» nos impo- nc los valores del universalismo, la tolerancia y la auto- nomia, a la par que los valores de la solidaridad y la integracion social, en ultimo término «la unica comu- nidad que todos conocen en realidad es esta unién de uniones liberal, siempre precaria y siempre en peli- gro». La cuestion estriba en ver hasta qué punto una 24. M. Walzer, op. cit., pag. 22. 28 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO teoria ética comprehensiva como la que Dworkin de- fiende -por muy abstracta que esté formulada en sus principios basicos— esta o no en condiciones de generar el necesario consenso y, sobre todo, la necesaria estabi- lidad en una sociedad desgarrada en formas y planes de vida tan plurales. Ya vimos que para el ultimo Rawls éste es precisamente el problema fundamental que se presenta a la hora de formular una teoria de Ia justicia para sociedades «bajo condiciones modernas»; proble- mas que no encuentran una satisfactoria solucion en las teorias éticas comprehensivas, entre las que ubica a la de Dworkin.” Pero dejemos aqui esta cuestidén para vol- ver sobre ella al final, una vez que estemos ya mas fami- liarizados con la propuesta filoséfica de este autor. 4. EI modelo de la «ética del desafio» y sus implicaciones igualitaristas Como ya hemos hecho mencién, el objetivo de Dworkin consiste en intentar ofrecer una teoria ética filoséfica capaz de sustentar los principios de un libera- lismo igualitarista; una teoria que para alcanzar este fin no requiera escindir nuestra ética personal de nuestra dimension politica. Frente a las propuestas liberales alo Rawls, Dworkin propugna entonces una continuidad entre la «perspectiva personal» y la «perspectiva politi- ca»: que nuestras convicciones respecto a cémo hayan de vivir las personas en la vida privada «encajen» en los ideales y principios que debemos aceptar como funda- mento de nuestra.accion colectiva. La «esquizofrénica» estrategia del contractualismo, dirigida a disefiar un punto de vista moral artificial que, por imperativo me- 25. Political Liberalism, pag. 211, n. 42. INTRODUCCION 29 todoldégico, nos obliga a renunciar a nuestros senti- mientos y convicciones en la dimensién politica, se opondria ademas frontalmente a nuestras intuiciones morales mas evidentes. En vez de aspirar a una pulida edificacion de principios de la justicia con independen- cia de cualquier consideraci6n de las diferentes con- cepciones del bien, ¢no tendria mas sentido —se pregun- ta Dworkin- partir de una ética filosdfica en la que cristalicen nuestros instintos y convicciones sobre el caracter y los fines de la vida humana que puedan en- contrar un eco en la vida politica? En vez de apoyarnos en presupuestos racionalistas que nos convierten en se- res cuasinoumenales, una concepcion del valor ético hace suya la estrategia aristotélica de afirmar los con- tornos de una vida buena desde las convicciones filosé- ticas mas comprehensivas disponibles en el acervo de la comunidad. Desde esta perspectiva, ética y politica es- tan «entrelazadas de tal modo que algunas de las mas trascendentes cuestiones sobre la vida buena son tam- bién cuestiones politicas» (pag. 21). De otro lado, Dwor- kin busca también contravenir el argumento rawlsiano de que, en definitiva, el recurso a una situacién heuristi- ca para poner a prueba nuestras intuiciones morales no hace sino remitir a concepciones morales que «de he- cho» estan /atentes en nuestra cultura. Si esto fuera asi, nos dice, ello presupondria que ya disponemos de algu- na concepcién de la justicia «cuya fuerza categérica po- demos defender de alguna otra manera, como no de- pendiente ni derivada de su congruencia con las tradiciones de la comunidad» (pag. 34; véase la argu- mentacion completa, pags. 31-35). Como es légico, a Dworkin no se le escapa que su concepcion de la ética liberal debe ser abstracta: «Debe- ra tener un caracter estructural y filosofico mas que sus- tantivo» si ha de ser capaz de responder al desafio de 30 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO sostener un comprometido principio de neutralidad, apto para moderar en las controversias sociales. Esto no excluye su capacidad de evaluacion critica de distintos modos de vida. Tiene que pasar, pues, una doble prue- ba: «La prueba negativa de la abstraccién y la prueba positiva del poder de discriminacién» (pag. 21). ¢Qué rasgos debe reunir una teoria ética capaz de hacer fren- te a tan formidable tarea? La respuesta nos la ofrece a través del disefio de un modelo conceptual novedoso, que —por lo que nosotros sabemos— introduce aqui por vez primera y que muestra bien a las claras las asombro- sas dotes analiticas y la capacidad de sorprender que tiene este autor. Se trata del recurso a una concepcion del bien y el valor humano que denomina modelo del desafio, y le sirve para enfrentarse a su antagonista, el modelo del impacto. En una apresurada sintesis, el «modelo del impacto» se caracterizaria por ofrecer una vision de la vida buena a partir de la evaluacion de las «consecuencias», el im- pacto que aquélla tiene sobre el mundo. «El impacto de Ja vida de una persona es la diferencia que su vida intro- duce en el valor objetivo del mundo» (pag. 55). Una vida seria Asi, pues, sobre la base de esta interpretacion acaso natural, la exigencia de que las personas actuen sdlo sobre la base de principios que ellos crean que seria irrazonable que otros rechazaran tiene demasiado poco contenido independiente como para aguantar el peso de la estrategia de la discontinuidad. Alguien que piense que una vida solitaria es una vida desperdiciada puede aceptar el principio de razonabilidad, asi entendido, y, sin embargo, hacer de ello campafia para obligar a vivir comunitariamente porque piensa que no es razonable que otros nieguen su concepto de buena vida. Pero Scanlon tiene en mente una nocién mas estricta de ra- zonabilidad, segun la cual el juicio de razonabilidad re- sultaria lo suficientemente independiente de las convic- 15. Thomas Nagel sostiene que yo no puedo pensar que sea irrazonable que la gente rechace lo que yo acepto si no tiene acceso a la evidencia sobre la que esta fundada mi opinién. Véase su «Moral Conflict and Political Legiti- macy», Philosophy and Public Affairs, n. 16 (primavera 1987); pags. 215-240. Pero, a pesar de que esto puede explicar por qué alguien cuyas convicciones religiosas se fundan en una revelacién no accesible a todo el mundo no deberia pensar que ser pagano es irrazonable, Nagel es incapaz ~al menos en ese articulo~ de extender su argumento de manera que abarque a otras creencias que alguien pueda tener, pero que otros rechacen sin que poda- mos decir que tienen totalmente vedado el acceso a las fuentes de evidencia. Sea cual fuere el sentido de que yo piense que otros no tienen acceso a todas las fuentes que me permiten pensar que la homosexualidad es incorrecta, por ejemplo, también debo pensar que los demis no tienen acceso a la evi- dencia que me permite pensar que el prejuicio racial o la herencia no graba- da Fiscalmente son incorrectos. CONTRATO Y CONTROVERSIA 77 ciones éticas y morales como para dotar de fuerza cate- gorica a una estrategia de la discontinuidad. Su idea cla- ve, tal como yo la entiendo, es ésta: hay una dimension especial de razonabilidad, de acuerdo con la cual si es razonable o no para alguien rechazar una decision o una estructura politica, depende sdlo de la desventaja que esa decision o estructura le impone en relacién con la desventaja que puede imponerle a algun otro una so- lucién diferente. De modo que yo puedo razonablemen- te poner reparos a una decisién econémica que me cau- sa una desventaja especial si una decisién distinta no creara una desventaja equivalente a cualquier otro. Pero yo no podria razonablemente poner reparos si cualquier otra decision resultara, para alguna otra per- sona, peor que lo que la decision propuesta. resulta para mi. Esta version en términos de balance-de-cargas del test de razonabilidad podria no parecer sensible a todo el mundo, porque su test compara solamente la carga relativa de distintos individuos, de modo que ignora los efectos de agregacion. Niega que una decisién econo- mica pueda ser nunca justificada aduciendo que la car- ga agregada que para algun grupo pueda suponer cual- quier decision seria mayor, aunque no lo fuera para algun individuo singular.'* Pero, incluso aceptando la version en términos de balance-de-cargas individualiza- do que Scanlon propone como test de razonabilidad, tampoco nos hariamos con el patron moralmente inde- pendiente que la estrategia de la discontinuidad necesi- 16. Podria parecernos equitativo, por ejemplo, evitar preventivamente que una empresa contamine la atmésfera aun si la carga de la prohibicién fuera mayor para la empresa de lo que lo seria, para cualquier otra persona particular, la carga de permitir la contaminacién, siempre que la carga agre- gada de la contaminacién fuera mayor. 78 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO ta. Pues el defecto que registramos en la interpretacién natural del test de razonabilidad resulta transferido, en esta version, del concepto de razonabilidad al concepto de carga o desventaja. Nuestra nocion de tal carga, y la de cuando una carga es mayor que otra, no son indepen- dientes de nuestras convicciones éticas, sino sensibles a ellas. Si yo creo que la homosexualidad es una forma deseable de vida para aquellos a los que parece natural, entonces pensaré que las leyes que proscriben los actos homosexuales imponen a los homosexuales una gran carga, y que las leyes que permiten tales actos no impo- nen a nadie una carga que se le pueda comparar. Pero si yo pienso que la homosexualidad es detestable, y asi una grave desdicha para los homosexuales y para todos aquellos que se preocupan por ellos, entonces pensaré que las desventajas de permitir la homosexualidad son muy grandes para la mayoria de la gente, y que las car- gas de prohibirlas son relativamente ligeras. Si estoy comprometido con una fe religiosa que prescribe ritua- les peligrosos, pensaré que las desventajas impuestas por leyes que prohiban esos rituales son eternas y enor- mes. Pero si soy un ateo, pensaré de otro modo.” Asi pues, de nuevo, el principio moral que supuestamente tenia que proporcionar fuerza categorica a la estrategia contractualista parece fallar. Puesto que nuestra valora- 17. No podria superarse este problema usando un test subjetivo de la magnitud de una desventaja o de una carga, porque la versién del balance de cargas del principio de razonabilidad resultaria muy inverosimil si lo combi- ndramos con un test subjetivo. El principio me exigiria entonces que acepta- ra grandes desventajas, bajo un régimen econémico dado, siempre que, bajo cualquier otro régimen, alguien se sintiera peor de lo que yo me siento aho- ra, esté yo 0 no de acuerdo con ello. Si yo tengo una vida minimamente decente, no podria abogar por una distribucién mas igualitaria si alguien que €s rico ahora piensa que su vida se ensombrecerfa si no pudiera seguir colec- cionando obras maestras del Renacimiento. CONTRATO Y CONTROVERSIA 79 cién de la carga y del beneficio es sensible a las convic- ciones éticas expresadas en primera persona, el princi- pio no da razon alguna para que dejemos de lado nues- tras convicciones éticas al actuar politicamente."* La posibilidad interpretativa La descripcion rawlsiana de una concepcion politica sugiere un tipo de argumento diferente en favor de la fuerza categorica. Rawls subraya que una interpreta- cin politica debe derivarse de -y respetar— institucio- nes, principios e ideales «implicitos o latentes en la cul- tura publica de una sociedad democratica». «Lo que hacemos es —prosigue— agrupar convicciones estable- cidas, tales como la creencia en la tolerancia religiosa y el rechazo de la esclavitud, e intentar organizar las ideas y los principios basicos implicitos en esas convicciones hasta conseguir una concepcién coherente de la justi- cia... Es de esperar que esas ideas y principios puedan formularse con la suficiente claridad como para que, combindndolas, consigamos formar una concepcién de 18. Podria pensarse que el uso que hace el mismo Scanlon del principio de las cargas comparativas es menos vulnerable a esta objecién, pues él afia- de que la gente ansiosa de encontrar una base comtin para la toma de deci- siones politicas intentaria definir las cargas y los beneficios de tal manera que pudieran llegar a un acuerdo sobre la magnitud de las cargas que una decision infligiria a ambos. Pero no se ve muy bien como habrian de ponerse de acuerdo al respecto gentes de convicciones éticas muy distintas, a no ser que estipularan para la nocién de carga algun sentido especial que converti- ria el principio de las cargas comparativas en un principio arbitrario y poco atractivo. En cualquier caso, no deja de resultar extrafio pensar que yo tengo la obligacion de tratar a los demas como si estuvieran deseosos de llegar aun acuerdo conmigo sobre los términos fundamentales del gobierno, aunque sea manifiesto que no es éste el caso. Y de eso es precisamente de lo que se trata si la estrategia contractual debe mantener la promesa consensual sin perder fuerza categorica. 80 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO la justicia politica congenial con nuestras convicciones mas firmes.» '° Si una concepcién politica consigue captar las ideas fundamentales de la cultura politica de una na- cion, no hay duda de que ese rasgo contribuira decisiva- mente a dotarle de atractivo para conseguir el consen- so. La gente reconocera en esa concepcion ideas y retorica a las que ellos mismos estan inclinados por he- rencia cultural, incluso en el caso de que, como Rawls sugiere, esas ideas estén ordenadas de un modo diferen- te, de manera que viejos conflictos sean superados al poder contemplarse de una manera nueva. ¢Puede una concepcion politica de la justicia ganar fuerza categori- ca y prometer consenso si sus principios centrales estan «latentes» en la historia politica? «Latente» es una meta- fora, claro esta, y todo depende de cémo se entienda. Una lectura de ella dira que los principios «latentes» en las tradiciones de una comunidad son aquellos que pro- procionan la mejor interpretacién de los acontecimien- tos que constituyen su historia, y la mejor interpreta- cion es la que, considerandolo todo, ofrece la mejor justificacion politica de esos acontecimientos.” Que los miembros de una comunidad politica tienen obligacio- nes en virtud de los principios latentes, en ese sentido, en las tradiciones politicas de su comunidad es una idea atractiva y, desde mi punto de vista, convincente. Esa idea ofrece una explicacion de lo que el derecho de una comunidad es, y de por qué el derecho, asi entendido, tiene fuerza categorica en circunstancias normales pre- cisamente por ser derecho.”' ¢Podemos adaptar esa idea 19, Rawls, «Justice as Fairness», pag. 228. 20. Véase Ronald Dworkin, Law's Empire (Cambridge, Mass.: Harvard University Press, 1986). 21. Véase ibid. CONTRATO Y CONTROVERSIA 81 ~la de que los principios tienen fuerza categérica si for- man parte de la mejor interpretacién de la historia poli- tica— para dotar de fuerza categorica a una concepcion politica de la justicia construida de tal forma que incor- pore principios con tal pedigri? Lo dudo. Ningun conjunto de principios politicos construido por un fildsofo puede cuadrar perfectamen- te con todas las partes de las tradiciones y de la historia de una comunidad politica porque, como Rawls mismo no puede menos de reconocer, la historia de toda comu- nidad incluye tanto la controversia como la tradicion. Dos concepciones politicas muy distintas, que podrian justificar ahora decisiones politicas controvertidas muy diferentes, podrian, sin embargo, cuadrar con el regis- tro y con la retérica de la historia politica de una comu- nidad de una forma igualmente satisfactoria ambas. Quiza sea cierto, por ejemplo, que la teoria rawlsiana de la justicia como equidad ofrece una justificacién de «convicciones establecidas (en la tradicién politica americana) tales como la creencia en la tolerancia reli- giosa y el rechazo de la esclavitud». Pero no es menos cierto que alguna forma de utilitarismo ofreceria tam- bién una justificacion de las mismas convicciones esta- blecidas. La justicia como equidad puede, ciertamente, encajar mejor que el utilitarismo con algunas partes de la tradicion politica americana. Puede justificar mejor, pongamos por caso, algunas partes perdurables estable- las por el New Deal, como la seguridad social. Pero el utilitarismo puede cuadrar mejor que la justicia como equidad con otras partes de esa tradicion. Puede justifi- car mejor, por ejemplo, la gran desigualdad que la ma- yoria de los americanos siguen dispuestos a aceptar como tolerable. Rawls sugiere que si dos concepciones politicas 82 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO competitivas de la justicia estan disponibles como inter- pretaciones porque cada una de ellas encaja bien, aun- que no perfectamente, con la historia y la retorica poli- tica de la comunidad, entonces debemos decidir organizando un «torneo» entre ellas. Rawls esta pensan- do en un torneo politico en el que los partidarios de ambas concepciones luchen para ganar adeptos hasta que la balanza se incline decisivamente en favor de una de ellas y la otra parte reconozca su derrota y se unaa los triunfadores. Esta imagen de un torneo con victoria final se construye teniendo en mente la promesa del consenso; se ofrece como una descripcién de como la sociedad decidiria entre dos concepciones que empie- zan prometiendo un consenso aproximadamente igual. Pero no tiene nada que ver con la fuerza categorica; no proporciona la menor pista indicativa al senador o al ciudadano obligado a elegir entre concepciones compe- titivas que cuadren de un modo aproximadamente satis- factorio con la tradicion y con la retérica. Supongamos que aconsejamos al senador o al ciuda- dano -o a la senadora 0 a la ciudadana- en tal posicion que elija la concepcién que, en su opinion, proporcio- ne, después de considerar todos los elementos en juego, la mejor justificacion de la historia de la comunidad. «Mejor», en este contexto, solo puede querer decir una cosa: una concepcion es mejor que su rival si la justifica- cin que ofrece es superior desde el punto de vista de la moralidad politica; si hace de la retérica y de la historia por ella interpretada una narracion politica mas atracti- va. Pero, evidentemente, la cuestion de qué interpreta- cion es mejor en este sentido resultara polémica. No obstante, los jueces puedén decidir casos dificiles en el ejercicio del derecho planteandose esta cuestién: cada juez elige la interpretacion que haga, globalmente, mas CONTRATO Y CONTROVERSIA 83 atractivos los antecedentes y las condiciones legales de su juicio. Yo también daria este consejo a un senador si pensara que debe actuar para preservar la integridad juridica de su nacion. Yo le aconsejaria elegir la inter- pretacion de la historia de la nacién que la hiciera lo mejor y més justa posible, y que extrapolara esa inter- pretacion al presente y al futuro mediante sus votos. Pero, evidentemente, este consejo supone que el juez o el senador tiene ya, o sabe como cultivar, alguna idea de cual de las dos interpretaciones es mas justa, 0 mas atractiva en alguna rama de la moralidad politica. Pero él no puede decidir esta cuestién de la misma for- ma. El no puede preguntar cual de las dos teorias gene- rales de la justicia —la justicia como equidad, pongamos por caso, y el utilitarismo- proporciona la interpreta- cin mas justa de la historia de su comunidad, porque para ello necesitaria otra teoria de la justicia, mas abs- tracta, que le ayudara a dirimir esta cuestion, y asi su- cesivamente, remontandose a niveles cada vez mas ele- vados. En algun momento tenemos que confiar en lo que (segun creemos) es verdadero respecto de la justi- cia para poder decidir qué interpretacion de nuestras propias tradiciones —qué manera de narrar nuestra historia— es mejor. De modo que la atractiva idea de que la «latencia» puede ser una fuente de fuerza politi- ca categorica no ofrece el argumento que necesitamos para mostrar como una concepcion politica de la justi- cia, confeccionada y defendida de acuerdo con la es- trategia contractualista de la discontinuidad, puede poseer este tipo de fuerza. Sdlo podemos decidir qué principios estan latentes cuando ya disponemos de al- guna concepcion de la justicia cuya fuerza categorica pueda ser defendida de alguna otra forma, indepen- diente o no, derivada de su congruencia con las tradi- 84 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO ciones de la comunidad.” Estamos de nuevo en el pun- to de partida.?? Resumen La estrategia de la discontinuidad espera reconciliar la perspectiva politica liberal con la perspectiva perso- nal de la mayoria de la gente configurando la perspecti- va liberal como lo que Rawls llama una concepcién po- litica de la justicia. El liberalismo, de acuerdo con esta version, se construye no para extender a la politica la perspectiva personal completa o global de cada uno, sino para prescindir al menos de una parte de la pers- pectiva personal en las ocasiones politicas. Quiza los filésofos que se adhieren al proyecto descrito por Rawls (de construir una filosofia politica en la que puedan confluir personas de convicciones éticas diversas) ha- 22. Véase A Maiter of Principle, cap. 10. 23. ¢Podemos usar la estrategia interpretativa para defender de otra manera la fuerza categérica de una concepcién politica de la justicia? Pode- mos intentar mostrar que alguna version de la tesis misma de la discontinui- dad -el principio de que una teoria de la justicia debe ser una concepcién politica en el sentido de Rawls, por ejemplo~ proporciona una interpreta- cién mejor de nuestras practicas politicas que cualquier metateoria rival acerca de la Filosofia politica. Entonces, sentada tal conclusién, podemos intentar decidir qué concepeién politica, entre aquellas que estan disponi- bles, proporciona la mejor interpretacién. Pero la tesis de la discontinuidad no cuadra demasiado bien con la historia o con las practicas de los Estados Unidos (por ejemplo). No puede justificar, pongamos por caso, las leyes de la mitad de los Estados, que criminalizan sexualmente la homosexualidad adul- ta y mutuamente consentida. Sdlo podriamos sostener que el principio de discontinuidad proporciona una interpretacién mejor o una mejor descrip- cién de nuestra historia argumentando, o suponiendo, que, a pesar de esas dificultades de adecuacién, se necesita la discontinuidad para conseguir una mejor teoria abstracta de la justicia. Y asi, una vez mas, la version interpreta- tiva del argumento concluye regresando al principio: necesitando un argu- mento independiente, no interpretativo, que dé fuerza categérica a la con- cepcién politica de la justicia. CONTRATO Y CONTROVERSIA 85 rian bien en limitarse a construir perspectivas politicas. Pero la estrategia de la discontinuidad no puede recon- ciliar las dos perspectivas a menos que pueda también fundar la fuerza categérica que el liberalismo se arroga de alguna manera que respete esa estrategia. No puede hacer eso de la manera que pareceria mas natural, esto es, mostrando que los principios ordinarios de la mora- lidad nos exigen que adoptemos una perspectiva espe- cial, austera, para la politica, porque la moralidad ordi- naria no es independiente de la ética en sentido lato, sino que esta integrada con ella. Ni puede sacar fuerza categorica de algun principio moral especial de razona- bilidad que aguante el peso de una perspectiva disconti- nua en las ocasiones politicas. Ni argumentar que los principios de una concepcion politica son, por su dise- fio, principios latentes en la historia y en las tradiciones de la comunidad. Iv IGUALDAD LIBERAL: EL ESQUEMA BASICO La igualdad liberal, que difiere de la justicia como equidad en varios respectos, puede empezar a describir- se de diferentes maneras. Creo que la exposicién mas eficaz comienza por la descripcién que esa concepcién del liberalismo da de la justa distribucién de la propie- dad, esto es, del control de los recursos. La igualdad liberal sostiene que sdlo se consigue una distribucién ideal cuando los recursos que controlan las diferentes personas son iguales en los costes de oportunidad de esos recursos, es decir, en el valor que tendrian en ma- nos de otras personas. El test de la envidia utilizado por los economistas seria, pues, un test para la igualdad ideal: la igualdad es perfecta cuando ningun miembro de la comunidad envidia el conjunto total de recursos que esta bajo el control de cualquier otro miembro. La envidia, tal como figura en ese test, no es un concepto psicolégico, sino econdmico. Alguien envidia el conjun- to de recursos de otra persona en el caso de preferir que ese conjunto de recursos fuera el suyo propio, de modo que cambiaria gustoso el suyo por aquél. Este test de la envidia puede ser pasado con éxito, evidentemente, de modo que nos permita decir que hay igualdad de recur- sos, aun si la felicidad o el bienestar conseguidos por la gente mediante la igualacion de los recursos por ellos controlados resultaran desiguales. Si sus metas, ambi- 88 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO ciones o proyectos son mas faciles de satisfacer que los mios, o si su personalidad es distinta en algun aspecto pertinente, ustedes pueden ser mucho mas felices 0 es- tar mas satisfechos con su vida de lo que yo lo estoy, a pesar de que yo no cambiaria mis recursos por los su- yos. La igualdad liberal es igualdad de recursos, no de bienestar. Bajo determinados supuestos, que describiré a con- tinuacion, el test de la envidia podria ser pasado con éxito, asegurando una igualdad distributiva perfecta, mediante una subasta walrasiana de todos los recursos entre personas que comenzaran con un numero idénti- co de fichas de subasta que no interesaran a nadie salvo para el propésito mismo de participar en la subasta. Si la subasta se repitiera hasta que nadie deseara seguir, momento en el que se diera por concluida la misma, el test de la envidia habria sido pasado con éxito. Nadie preferiria la cesta de recursos que algun otro hubiera conseguido merced a la subasta; si hubiera preferido otra cesta, la habria adquirido ya pujando por ella. Pero esta situacion ideal no puede darse por la razon siguiente: Los recursos controlados por la gente son de dos tipos: personales e impersonales. Los recursos persona- les estan constituidos por cualidades de la mente y del cuerpo que influyen en el éxito de las personas a la hora de realizar sus planes y proyectos: salud fisica y mental, fortaleza y talento. Los recursos impersonales, por su parte, son componentes del ambierte que podemos apropiarnos y transferir: tierra, materias primas, casas, aparatos de television, ordenadores y diversos derechos legales e intereses en ellos. La subasta que acabamos de imaginar es solo una subasta de bienes impersonales, y puesto que los recursos personales seguiran siendo de- siguales después de terminarse la subasta, no podemos decir que el test de la envidia haya sido superado con IGUALDAD LIBERAL: EL ESQUEMA BASICO 89 éxito, Aunque mis recursos impersonales, materiales, sean los mismos que los de ustedes, yo seguiré envidian- do su conjunto total de recursos, que incluye su talento y su salud. Una vez finalizada la subasta, y cuando empe- cemos a producir y a intercambiar a partir de nuestros recursos iniciales, sus ventajas en talento y en salud no tardaran en destruir incluso nuestra inicial igualdad de recursos materiales. Lo mismo ocurrira con nuestras diferencias de suerte: sus inversiones pueden prospe- rar, y las mias ir de mal en peor; por ejemplo, por razo- nes que ninguno de nosotros podria haber anticipado. Por eso, la igualdad liberal insiste en estrategias com- pensatorias que reparen, hasta donde sea posible, las desigualdadades de recursos personales y de suerte. No podemos compensar perfectamente esas desigualda- des, y, de hecho, es muy dificil defender los esquemas compensatorios que poseen el mayor atractivo igualita- rio inicial.* Pero disponemos de los programas com- pensatorios configurados de acuerdo con hipotéticos mercados de seguros, y aunque esos programas no con- siguen nada parecido a una igualdad liberal perfecta, si garantizan mejoras substanciales en esa direccién. Po- demos disefhar esquemas redistributivos financiados mediante impuestos generales para imitar esos progra- mas guiados por la idea de los seguros.”> Este anialisis de la justicia distributiva sugiere como la igualdad liberal vincula igualdad y libertad. Puesto que la igualdad liberal depende de mecanismos econo- micos y politicos que revelan los verdaderos costes de oportunidad de los recursos impersonales, una socie- dad igualitaria debe ser una sociedad libre.** Invasiones 24. Dworkin, inna Is Equality?», parte 2. 26. Véase iti parte 3. 90 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO de la libertad -leyes penales que prohiban actividades o estilos de vida que algunas personas quieran emprender o desarrollar, por ejemplo— constituyen también inva- siones de la igualdad, a no ser que pueda justificarse su necesidad —para proteger una distribucion igualitaria de recursos y oportunidades— porque proporcionan se- guridad a la persona 0 a la propiedad, o por algun otro motivo.” Ninguna ley que prohiba actividades basando- se en cuestiones de moralidad personal podria pasar el test, de modo que la igualdad liberal implica uno de los mas solidos principios instintivos del liberalismo que identificdbamos al comienzo: su tolerancia en cuestio- nes de moralidad personal.”* Puesto que la igualdad liberal considera al poder po- litico como un recurso privado, la igualdad politica li- beral no es una cuestion de igualdad de impacto o de influencia en las decisiones colectivas de la comuni- dad.” Es mas bien una cuestion de distribucion del voto y de proteccion de las libertades politicas del modo que mejor sirvan a los otros objetivos de la igualdad liberal. La democracia, para la igualdad liberal, se juzga por su producto final, no por su input. Esos otros objetivos, sin embargo, incluyen mas que los objetivos distributivos ya mencionados, por importantes que éstos sean. Tam- bién incluyen objetivos participatorios: la igualdad libe- ral supone, por ejemplo, que una vida que merezca la pena incluye la actividad politica como una extension de la experiencia moral, e insiste en que todos los que estén dispuestos a afrontarlo tengan oportunidades de tener un compromiso politico. Eso significa mas que una oportunidad formal de votar; significa que la politi- 27. Véase ibid. 29. Véase ibid., parte 4. IGUALDAD LIBERAL: EL ESQUEMA BASICO 91 ca debe organizarse de tal modo que pueda convertirse en un escenario para el argumento y el compromiso moral basado en las responsabilidades de la comuni- dad, mas que en otro mercado capaz de descubrir prefe- rencias reveladas pasivas.” Los conocidos derechos po- liticos liberales, incardinados en una cultura politica de la expresion y de la raz6n, son al menos tan importantes como el sufragio universal.”' Mas adelante habremos de ampliar este breve esbo- zo en algunos extremos, pero por el momento nos pro- porciona una nocion suficiente de la manera en que la igualdad liberal concibe la igualdad, la libertad y la co- munidad: fundidas una con otra en un ideal politico glo- bal. (Lo mismo hubiera podido decirse empezando no por la igualdad distributiva, como he hecho, sino por la libertad o por la comunidad.) Esa descripcion es tam- bién lo suficientemente compleja como para permitir- nos identificar las ideas principales y mas controverti- das de la igualdad liberal, que, segun yo creo, son cuatro. En primer lugar, la igualdad liberal depende de una distincién nitida y llamativa entre personalidad y circunstancia. Las personas tienen que ser iguales, has- ta donde sea posible, respecto de los recursos que con- trolan, los cuales incluyen tanto los recursos personales como los impersonales. Pero no tienen por qué ser igua- les respecto de su bienestar. Tienen que ser ellas mis- mas responsables de sus gustos y sus proyectos y ambi- ciones y de los demas rasgos de personalidad en virtud de los cuales una persona puede juzgar su vida mejor o pcor que otra que dispone de idénticos recursos. Asi, nadie puede considerarse legitimado para tener mas re- cursos s6lo porque sus gustos sean mas caros, 0 sus am- 30. Véase Dworkin, «Liberal Community». 31. Véase Dworkin, «What Is Equality?» parte 4, 92 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO biciones mas peligrosas, o porque las exigencias que se plantee a si mismo sean mas arduas de cumplir. La dis- tincion que la igualdad liberal realiza entre personali- dad y circunstancia es, por lo tanto, de capital importan- cia para la teoria globalmente considerada. Hay una obvia objecién a esa distincién. No contro- lamos mas nuestros gustos y nuestras convicciones que nuestros talentos o nuestra suerte. Puesto que la igual- dad liberal considera a estos ultimos parte de nuestras circunstancias, y asi, en principio, una cuestion respec- to de la cual la gente deberia ser igual, seria incon- gruente, de acuerdo con esa objecion, no considerar del mismo modo a los primeros. No podemos replicar a esa seria objecion argumentando que la gente elige sus gus- tos. Es verdad que podemos cultivar nuestros gustos hasta cierto punto. Podemos intentar convertirnos en el tipo de persona que ama la musica clasica, o a la que le gusta esquiar. Pero si decidimos adquirir esos gustos, lo hacemos sélo merced a alguna conviccion que ya tene- mos de que es deseable ser una persona con los gustos en cuestion, y no elegimos tener esa conviccién, o cual- quier otra de las convicciones que constituyen nuestra personalidad, del mismo modo que tampoco decidimos adquirir creencias distintas de las que tenemos. De modo que la igualdad liberal tiene que responder a esa objecion de algun otro modo.” 32. Estas objeciones, evidentemente, no agotan siquiera las mas familia- res objeciones que ahora suelen hacer los politicos a los programas igualita- rios, Los politicos tienden mas bien a sostener que la igualdad es ineficiente, ‘que socava la iniciativa y el caracter de los pobres porque los pobres tienen menos incentivos para mejorar su situacion en un régimen igualitario. Estas Ultimas objeciones son menos pertinentes como objeciones a la igualdad liberal de lo que lo serian dirigidas a otras teorias igualitarias, porque (aun- que no trataré este punto ahora) la igualdad de recursos, fundada en un test de costes de oportunidad y basada en una nitida distincién entre personali- dad y circunstancia, puede no ser ineficiente, y no se prestaa la critica de que IGUALDAD LIBERAL: EL ESQUEMA BASICO. 93 La segunda idea principal de la igualdad liberal va cstrechamente unida a la primera, pero puesto que es objeto de una objecién distinta, la trataré independien- temente. La igualdad liberal, como ya se ha sefialado, rechaza el bienestar como métrica de la justicia, en fa- vor de los recursos. Considera ideal una situacion en la que las personas son iguales respecto de los recursos aunque sean muy desiguales respecto de su bienestar. Entonces, los criticos objetan que la igualdad liberal confunde medios con fines. Las personas sanas se preo- cupan por sus recursos solo como instrumentos para conseguir su bienestar; alguien que se preocupe de los recursos por si mismos, solo por conseguirlos, es un fetichista patoldgico. Asi, parece irracional intentar ha- cer iguales a las personas respecto de los recursos, que solo son deseados de modo derivado, e ignorar la distri- bucién del bienestar, que es intrinsecamente deseado. Podemos reestructurar esta objecioén para mostrar como se relaciona con el choque entre las perspectivas personal y politica. Desde la perspectiva personal, evi- dentemente nos preocupamos ante todo del bienestar nuestro o de otras personas, y de los recursos que pro- ducen tal bienestar, sdlo derivadamente. Nos preocupa- mos de si estamos contentos o tristes, de si nuestros planes prosperan o van mal, de si aquellos que amamos son felices 0 desdichados. Nos preocupamos por nues- tra salud solo cuando —y porque— afecta a estas cuestio- nes realmente importantes. ¢Por qué deberiamos preo- benelicia a los perezosos. En cualquier caso, he escogido las dos objeciones consignadas a la igualdad liberal porque son objeciones distintivamente enraizadas en la ética y en la supuesta incompatibilidad entre el liberalismo \ una perspectiva personal atractiva. De modo que, lo mismo que otras objeciones en nuestro creciente catdlogo, son objeciones a las que debo hacer frente si quiero dotar de fundamentos éticos a esa concepcién del li- beralismo. 94 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO cuparnos s6lo de los recursos materiales y no de la feli- cidad o del éxito o del dolor cuando adoptamos la pers- pectiva politica? La tercera idea principal de la igualdad liberal es el complemento de la segunda. Insiste no sdlo en que la justicia es una cuestién de recursos, sino en que es una cuestién de recursos iguales. La igualdad parece un ideal politico dudoso, visto desde la perspectiva perso- nal, por una multitud de razones. Para empezar, la igualdad ignora el impacto de las virtudes. En nuestras vidas personales, pensariamos que es incorrecto tratar a todo el mundo de la misma manera sin distinguir entre aquellos que son generosos y aquellos que son mezquinos, entre aquellos que nos han ayudado, gran- jeandose asi nuestra gratitud y nuestra lealtad, y aque- llos que nos han sido indiferentes u hostiles. Por qué deberiamos adherimos a una concepcién politica in- sensible a esas virtudes? Ademas, la igualdad ignora compromisos y vinculos. En la vida privada favorece- mos a aquellos que amamos o a aquellos con quienes nos sentimos ligados por parentesco 0 por otros vincu- los: favorecemos a nuestra familia, a nuestros vecinos, a nuestros amigos o a nuestros colegas. Este tipo de favo- ritismo expresa impulsos naturales: si no hay nada malo en el favoritismo en la vida cotidiana -si hay algo malo en excluir el favoritismo aqui-, ¢por qué exigir una austera igualdad en politica? ¢Por qué la austeridad no es también inhumana aqui? La cuarta idea principal de la igualdad liberal es la tolerancia: insiste en que el gobierno debe ser neutral éticamente en el siguiente sentido. No debe prohibir o premiar actividad privada alguna basandose en que una clase de valores éticos substantivos, una clase de opinio- nes acerca de cual sea el mejor modo de vivir, es supe- rior o inferior a otras. Esta version de la neutralidad IGUALDAD LIBERAL: EL ESQUEMA BASICO 95 parece particularmente problematica para la perspecti- va ética; ya he adelantado la objecién obvia. ¢Por qué la gente no habria de usar cualquier poder politico de que dispusiera en una sociedad democratica para mejorar sus propias vidas y las de otros de acuerdo con su mejor juicio de lo que es una buena vida? Después de todo, no podemos renunciar a la idea de que algunas vidas son mejores que otras. No podriamos renunciar a esa idea y continuar viviendo de la misma manera como si nada. Y todos nosotros tenemos al menos la certeza de que algu- nas vidas particulares son inferiores. Algunos de noso- tros sabemos que la homosexualidad es degradante, por ejemplo. Otros piensan que saben que una vida de con- sumismo de objetos es ruin y despreciable. ¢Por qué no habria de ser capaz una mayoria de dar fuerza coercitiva a su ética a través del derecho penal del mismo modo que da fuerza coercitiva a sus otras convicciones politi- cas? Y si hay razones para que no deba usar el derecho penal de esta manera, ¢por qué no poner en marcha una legislacién que mejore la consciencia ética por otras vias, menos coercitivas? Esta ultima objecion a la igualdad liberal plantea un problema particularmente dificil para la estrategia de la continuidad. La estrategia contractualista resulta muy adecuada para explicar la neutralidad: no hay conflicto, tal como ella plantea las cosas, entre el compromiso en la perspectiva personal propia y la neutralidad como parte de una perspectiva politica distinta y discontinua. Pero la estrategia de la continuidad rechaza tal distin- ion, de modo que esta obligada a explicar por qué la neutralidad politica surge del compromiso ético direc- tamente, sin mediacién de un contrato o de una cons- truccion social conjunta. Ya he sugerido las lineas prin- cipales de la explicacién que ofreceré: se basa en una distincion entre el nivel filoséfico de la ética, por el que 96 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO el liberalismo toma partido, y niveles mas substantivos de ella en los que, precisamente, el partido tomado en el nivel filosofico dicta la neutralidad. Pero debo preparar el camino para esta respuesta y para las réplicas que daré a las objeciones que acabo de describir a la igual- dad liberal. Dejaré, pues, de lado por el momento los asuntos politicos para estudiar directamente determi- nados asuntos ético-filoséficos. Vv ETICA FILOSOFICA Intereses volitivos e intereses criticos Consideraré no los detalles, sino la idea de una buena vida. ¢Qué clase de bondad ha de tener una vida? Los filésofos de tradicién utilitarista parten siempre del su- puesto de que cualquier respuesta correcta a esa pregun- ta tendria que reducir todos los elementos del bienestar a un nico comun denominador. Debaten sobre los méri- tos de dos tesis en competicidén: la primera vendria a decir que el bienestar consiste en experiencias desea- bles, como el placer; mientras que la segunda sostendria que consiste en haber satisfecho los propios deseos. En nuestros dias, parece suficientemente claro que, aunque cada una de estas tesis —la de la experiencia placentera y la de la satisfaccion de los fines y los deseos— debe hallar acomodo en una descripcion filosofica global del bienes- tar, ninguna de ellas cuenta toda la historia, ni siquiera la parte mas interesante de ella. Tenemos que suprimir el impulso reduccionista y aceptar no sélo que la idea de bienestar es compleja, sino que tiene estructura. Tenemos que distinguir, por lo pronto, entre lo que Ilamaré bienestar volitivo, de una parte, y bienestar critico, de otra. El bienestar voliti- vo de alguien resulta mejorado —y precisamente por esa razon— cuando tiene o consigue lo que, de hecho, de- 98 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO sea. Su bienestar critico resulta mejorado por tener o por conseguir lo que deberia desear, es decir, los logros o experiencias no querer los cuales haria su vida peor.® Evitar el dentista y navegar bien son parte de mi bienes- tar volitivo: deseo ambas cosas, y mi vida va mejor, en el sentido volitivo, cuando las tengo. Adopto otro punto de vista respecto de otras cosas: tener una relacién intima con mis hijos, por ejemplo, asegurarme algun éxito en mi trabajo y -lo que a duras penas consigo— alguna idea del avanzado estado de la ciencia de mi época. Conside- ro estas cosas importantes para mi bienestar critico de un modo en que no considero que lo sean las del primer grupo. Mi vida no es una vida peor —no tengo nada que lamentar, y mucho menos nada de qué avergonzarme- porque haya sufrido en la silla del dentista.¥ Y aunque deseo navegar bien, y me decepciona no conseguirlo, no puedo pensar que mi vida seria peor si jamas hubiera concebido tal deseo. Para mi es importante navegar bien porque deseo navegar bien, no al revés. Pero todo esto se invierte cundo considero la importancia de te- ner intimidad con mis hijos. Pienso que mi vida habria sido peor si nunca hubiera entendido la importancia de esto, si no me hubiera dolido la distancia respecto de 33, Enna exposicién mas compleja, distinguiria una tercera categoria de bienestar que es mas elemental o biolégica, como la salud y la ausencia de dolor y de frustracién sexual o de otro tipo. La vida de alguien puede ir peor cuando esta enfermo, aunque él no desee particularmente la salud y aunque su enfermedad no le impida desarrollar la vida que é! considera valiosa. Pero, para el argumento que trato de construir aqui, bastara con sefialar que esos intereses biologicos pueden figurar entre las dos categorias que he men- cionado. Evitar el dolor es algo que deseo, de manera que se cuenta entre mis intereses volitivos. También creo que evitar el dolor cuenta, \ismo, como parte de mi interés critico, aunque de una manera diferente y, en general, mas det 34, Esto puede probarlo, entre otros, el hecho de que mi actitud ante el sufrimiento en el dentista es espectacularmente sensible al tiempo: soy indi- ferente al dolor sufrido en la consulta del dentista una ver. ha pasado. ETICA FILOSOFICA 99 ellos. No pienso que tener una relacion intima con mis hijos sea importante porque, de hecho, lo desee; al con- trario, lo deseo porque creo que una vida sin esas rela- ciones es una vida peor. Esta distincién entre bienestar volitivo y bienestar critico no coincide con la distincién entre lo que a ve- ces se llama bienestar subjetivo y bienestar objetivo. Es cierto que el interés critico tiene una dimensién objeti- va de la que carece el interés volitivo: tiene sentido su- poner que he cometido un error respecto de mi interés critico, pero no, al menos en el mismo sentido directo, que yo podria haberme equivocado en mis intereses vo- litivos. Pero eso no quiere decir que mis intereses voliti- vos coincidan tan solo con mis juicios actuales —juicios que yo luego puedo considerar equivocados— acerca de cuales sean mis intereses criticos. Los dos tipos de inte- rés, los dos modos de bienestar, son distintos: puedo limitarme a desear inteligiblemente algo sin pensar si ese algo hace mi vida mejor; en realidad, una vida en la que alguien solo deseara lo que pensara que esta en su interés critico tener seria una vida triste, una vida as- querosamente prepostera. Los intereses criticos y los volitivos estan interrela- cionados de varias maneras. El interés critico normal- mente sigue la senda del interés volitivo. Una vez que he albergado algun deseo — navegar bien-, lo normal es que esté en mi interés critico el tener éxito, no porque navegar bien sea criticamente importante, sino porque lo es el tener una buena medida del éxito en la realiza- cion de lo que yo, de hecho, deseo. Y el interés volitivo normalmente sigue la senda del interés critico: la gente desea en general lo que piensa que esta en sus intereses criticos tener. Si alguien cree que esta en su interés cri- tico tener relaciones de intimidad con sus hijos, deseara 100 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO tenerlas. Pero esto no es inevitablemente asi. Al menos parte del complejo problema que los filésofos Ilaman akrasia surge porque la gente no desea realmente lo que ellos mismos creen que esta en su interés critico tener. Yo puedo, por ejemplo, pensar que mi vida seria una vida mejor, en el sentido critico, si trabajara menos y dedicara algun tiempo a estar con mi familia, y, sin embargo, me doy cuenta de que no lo deseo realmente, o al menos de que no lo deseo suficientemente. ¢Son las categorias de bienestar volitivo y critico me- ros componentes de un concepto de bienestar mas am- plio, mas inclusivo, que podriamos llamar bienestar- después-de-considerarlo-todo? Podriamos pensar que el bienestar, considerando todos los aspectos, consiste en la mezcla o en el equilibrio correctos entre los inte- reses volitivos y los intereses criticos. Es ésta una idea tentadora, porque supone que hay un patrén para resol- ver posibles conflictos entre los dos modos de bienes- tar. Pero, por tentadora que sea, la idea carece de senti- do. No puede haber patrones adecuados que sirvan para juzgar si se ha llegado a la mezcla 0 al equilibrio correc- tos entre el bienestar volitivo y el critico, a excepcién de los patrones que proporcionan precisamente esos dos modos de bienestar distintos. Podemos preguntar qué deberiamos hacer para conseguir el tipo de vida correc- to. Y entonces la respuesta la dard la mera reflexion acerca de nuestros intereses criticos. OQ podemos pre- guntar qué deseamos hacer, y entonces la respuesta se obtiene consultando (si ésta es la palabra correcta) a nuestros intereses volitivos. Pero si los dos entran en conflicto, como cuando yo deseo hacer algo que sé que 35. El supuesto comin entre los fildsofos, segin el cual yo no puedo considerar que algo sea 6ptimo, tras considerar todos los aspectos, sin de- searlo, parece ignorar la distincién entre los dos tipos de bienestar. ETICA FILOSOFICA 101 esta en contra de mi interés critico, no hay un concepto mas alto, de tercer orden, al que yo pueda apelar. Lo que deberia hacer en tales circunstancias, para vivir una buena vida, es seguir mis intereses criticos, y no hay otro sentido, mas elevado jerarquicamente, de mis me- jores intereses que pueda exigirme o permitirme dejar de lado mis intereses criticos. Debemos, pues, aceptar cl dualismo de perspectivas, reconociendo que los con- flictos practicos entre las dos perspectivas pueden ser frecuentes y vivos. Puesto que la moralidad proporcio- na patrones de conducta diferentes de los patrones ofre- cidos por el bienestar, proporciona también una pers- pectiva diferente. Pero la moralidad, obvio es decirlo, no es una categoria mas abarcante que el bienestar, una categoria que incluya los intereses volitivos y los intereses criticos como componentes a equilibrar uno con otro. Asi que tenemos intereses volitivos e intereses criti- cos, y no hay ningun concepto inclusivo de bienestar que pueda dirimir los conflictos entre esos dos tipos de intereses. Partiré de ahora en adelante del supuesto de que nuestro proyecto de hallar una ética liberal que sir- va de fundamento a la politica liberal tiene que concen- trarse en el bienestar critico, no en el volitivo. Necesita- mos una descripcion adecuada de lo que sean los intereses criticos de las personas, una descripcién que muestre por qué las personas que la acepten y que se preocupen por su propio bienestar critico y por el de otras personas se deslizaran de un modo natural hacia alguna forma de politica y de practica liberal. No quiero con ello decir, evidentemente, que los politicamente li- berales deberian preocuparse sélo por mejorar las vidas de las personas en el sentido critico, y no en el volitivo (o biolégico) -luchar contra el dolor y la enfermedad es importante independientemente de la categoria en la 102 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO que encajen-, ni estoy cometiendo el error contra el que previne hace un momento, a saber, suponer que la gente solo se preocupa de sus intereses criticos, o supo- ner que piensa muy a menudo en ellos. Sdlo pretendo distinguir nuestro proyecto de otros que plantean cues- tiones diferentes acerca del vinculo entre el liberalismo y los motivos que la gente incorpora a la politica. Evidentemente, la cuestidn de si los principios poli- ticos liberales servirian o noa los intereses volitivos que tiene la mayoria de la gente en una democracia (y si es asi, como convencerian los politicos liberales a la ma- yoria de que es asi) es una cuestion sensible —y politica- mente crucial—. Pero nuestra cuestion es motivacional en otro sentido, no tan inmediatamente politico, aun- que quiza revista una importancia politica de mayor al- cance. Los principios politicos son normativos a la ma- nera en que lo son los intereses criticos: unos definen la comunidad politica que deberiamos tener; los otros, cémo deberiamos vivir en ella. Nuestra busqueda de fundamentos es, pues, una busqueda de integridad nor- mativa. Preguntamos si las personas que se toman en serio sus intereses criticos tendrian este motivo para adoptar la perspectiva politica liberal. A largo plazo, esta cuestién es, como acabo de sugerir, una cuestién practica, porque a largo plazo los programas politicos fracasan si no hallan espacio en la imagen de si que la gente anhela, y en los modelos que admira, no mera- mente en lo que, de hecho, desea. Inquietudes y enigmas en torno de los intereses eriticos La mayoria de las personas creen tener intereses cri- ticos. Piensan que es importante hacer algo con sus vi- ETICA FILOSOFICA 103 das, tanto si esta conviccién influye en el modo en que realmente vive, como si no influye en él para nada. Pero la mayoria de nosotros también somos conscientes de cuan problematica y oscura es la idea de los intereses criticos, y mucha gente teme que se trate de una com- pleta ilusién. Las personas que creen en una vida des- pués de la muerte no se dejan inquietar por este proble- ma, evidentemente, porque el cielo y el infierno con- vierten a la ética en un asunto de prudencia. Pero mu- chos de nosotros carecemos de este comodo consuelo, y aunque nos las arreglamos para superar los momentos de escepticismo y recuperar las convicciones éticas que teniamos, no conseguimos eliminar nuestras ansieda- des, sino meramente posponerlas. En las paginas que siguen ofreceré una suerte de catdlogo de esas ansieda- des en forma de asuntos filoséficos concernientes al ca- racter de la ética. Comenzaré con el conocido problema del silencio de la noche -la pregunta por el sentido de la vida—, y luego afiadiré una serie de asuntos 0 enigmas ulteriores acerca de la ética, que, aunque no tan intimi- dantes o conocidos, tienen, sin embargo, dimension fi- loséfica porque también ponen en entredicho o captan el nucleo de la idea del valor ético critico. Significado. Las personas con autoconsciencia acerca del problema de vivir bien lo consideran una cuesti6n de importancia capital; piensan que es muy importante no solo la cuestion de si sus vidas son disfru- tables, sino la de si hay vidas buenas o malas que vivir. ¢En qué sentido o desde qué perspectiva podria ser esto importante? ¢Como puede importar lo que ocurra en el espacio y en el tiempo, absurdamente diminutos, que ocupa una vida humana, o aun en el diminuto episodio que es la existencia de toda la materia viva considerada globalmente? El universo es tan grande y ha durado ya 104 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO tanto tiempo que nuestros mejores cientificos luchan incluso por dar sentido a la cuestién de cudn grande es o cuanto tiempo lleva existiendo. Algin dia -en algun momento de la historia del tiempo- el sol estallara y entonces no quedara nada que pueda dar siquiera un indicio de como viviamos. ¢Como podemos reconciliar estas dos ideas: que la vida no es nada y que el modo en que la vivamos lo es todo? ¢Trascendentes o indexados? Es parte de la idea de que alguien tiene intereses criticos el que éstos no sean sdlo cuestién de lo que facticamente desea, sino de lo que deberia desear, y que puede estar gravemente equi- vocado respecto de sus intereses criticos. Esto parece sugerir que los valores éticos son trascendentes, esto es, que los componentes de una vida buena son siempre y en cualquier parte los mismos. Pero esto entra en con- flicto con el segundo supuesto que a muchos de noso- tros nos parece irresistiblemente razonable: que no hay algo asi como una unica buena vida para todo el mundo, que los patrones éticos estan, de alguna forma, indexa- dos en funcién de la cultura, la habilidad, los recursos y otros aspectos de la circunstancia propia, de manera que la mejor vida para una persona en una situaci6n determinada puede ser muy distinta de la mejor vida para otra persona en otra situacion. ¢Cual de estos dos puntos de vista, apoyados ambos en intuiciones y con- vicciones sdlidas, es correcto? ¢Cual debe abandonar- se? ¢Podemos rechazar el punto de vista trascendental del valor ético, pero mantener nuestra conviccién de que la ética no es meramente subjetiva, que no es mera cuestion de descubrir lo que realmente queremos? Etica y moralidad. Consideremos el problema de Platén. ¢Cual es el vinculo entre el interés propio y la ETICA FILOSOFICA 105 moralidad? Cuando tenemos en mente intereses voli- cionales es manifiesto que mis propios intereses y la moralidad son cuestiones muy diferentes. A menudo entran en conflicto; a menudo puedo conseguir mas de aquello que deseo por medio del chantaje, del robo o de la mentira. Pero la cosa se complica cuando tomamos el interés propio en el sentido critico, mas que en el voli- cional. Entonces hay tres concepciones que parecen po- sibles. Primero, podriamos pensar que vivir bien, inclu- so en el sentido critico, es totalmente independiente de vivir justamente. Alguien que crea que la auténtica bue- na vida es una vida consagrada a obtener un gran poder, por ejemplo, muy bien podria pensar que sus intereses criticos estan en conflicto con la justicia porque podria incrementar su poder mintiendo o robando. Segundo, podriamos pensar que la justicia es un componente del bienestar critico, pero que eso no es todo. Nadie vive realmente bien si no es, al menos, razonablemente justo (podriamos decir), de modo que una persona forzada a elegir entre aumentar su poder y actuar justamente tie- ne que realizar una eleccién dentro del marco de la éti- ca, y no entre la ética y la moralidad. Tiene que decidir si, considerandolo todo, su vida va mejor con mas poder al precio de alguna injusticia, o al revés. Tercero, podria- mos adoptar el punto de vista de Platon: que nunca hay un conflicto entre la justicia y el interés propio porque nunca puede vivirse una vida criticamente buena por medio de actos injustos. Es necesario actuar injustamen- te para conseguir mas poder, luego conseguir mas poder no puede considerarse, ni siquiera pro tanto, como una mejora en el valor critico de la propia vida.” 36. Hay dos versiones de esta tercera concepcién. La primera sostiene que la justicia es s6lo un componente de la buena vida, exactamente igual que la segunda concepcién, pero insiste en que es preponderantemente mas importante que cualquier otro componente, de manera que ningun benefi- 106 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO La mayoria de las intuiciones parecen favorecer a uno de los dos primeros puntos de vista mas que al ter- cero. Paul Cézanne desert no por objecion de concien- cia, sino por deseo de pintar, y mucha gente piensa que aunque actuara incorrectamente el resultado fue una vida mejor.’ Supongamos que alguien hace una fortuna gracias a una carrera empresarial despiadada e inmoral, y luego usa esa fortuna para financiar una deslumbrante vida al estilo renacentista, con experiencias exdticas y refinadas de creacién y mecenazgo artisticos, de explo- racién y descubrimientos. Diremos que procedio inco- rrectamente, que una persona moralmente mejor habria resistido las oportunidades que él aprovecho. Pero casi todo el mundo diria que su deslumbrante vida fue una vida mejor que la que hubiera tenido una persona mas honrada. Platén lo negé, sin embargo, y algunas de nuestras intuiciones dan pabulo a su punto de vista, pues los intereses criticos son normativos —son los inte- reses que uno deberia tener-, y por eso parece extrafio que deban entrar en conflicto con otra exigencia nor- mativa. ¢Por qué deberia yo desear poder, o logros artis- ticos, o una vida deslumbrante, si yo u otros deberiamos abstenernos de hacer aquello que los procura? ¢No se- ria mas adecuado decir que deberiamos desear el tipo de poder, o de logros, o de vida que pueden conseguirse de un modo consistente con la justicia? ¢Como deberia- mos, en algun sentido, desear mas poder que ése? Una vez mas, nuestras intuiciones andan a la grefia. cio conseguido en términos de cualquier otro componente podria compen- sar el menor sacrificio en términos de justicia. La segunda versién sostiene que el vinculo entre la justicia y la buena vida es atin mds intimo. Pero no puedo explicar en qué sentido hasta que haya desarrollado lo que !lamaré el modelo del desafio. Véase, més adelante, la subseccién «El modelo del desa- fio. 37. Debo este ejemplo a A. J. Ayer, que rechaz6 enféticamente la tercera concepcién. ETICA FILOSOFICA 107 ¢Aditiva o constitutiva? Podemos reflexionar sobre la vida de alguien con dos cuestiones en mente. Pode- mos preguntar, primero, hasta qué punto su vida inclu- ye cualesquiera experiencias, relaciones o acontec mientos, que consideramos componentes de una vida buena o decente. Podemos preguntar, segundo, hasta qué punto percibe él cualesquiera componentes de la buena vida como componentes de su propia vida, si los persiguid, si los consideré valiosos, en una palabra, si los percibid como servidores de sus intereses criticos. Pero, gcomo deberiamos combinar esos dos tipos de cuestiones? Hay dos concepciones posibles. La concep- cion aditiva sostiene que nosotros podemos juzgar su vida como una vida buena o mala sin consultarle su opinién al respecto. Si su vida tiene los componentes de una buena vida, entonces es buena por esa misma ra- z0n. Si él percibe esos componentes, entonces eso in- crementa la bondad de su vida; es miel sobre hojuelas. Pero, si no los percibe, el valor ético de los componen- tes no desaparece. Puede tener una vida muy buena en virtud de experiencias y de logros que él no perciba, aunque no sea una vida tan buena, quiza, como la que habria tenido si se hubiera apercibido de ello. La concepci6n constitutiva, por otro lado, sostiene que ningun componente puede contribuir al valor de la vida de una persona a menos que sea percibido como tal. Asi, si un misantropo es muy querido pero desprecia el amor de los demas cono si no valiera la pena, su vida no es mas valiosa por ser querido. La concepcién cons- titutiva no es la concepcion escéptica, segun la cual la vida de alguien es buena o mala en el sentido critico solo si -y porque- él piensa que es buena o mala. Al- guien podria estar equivocado al considerar que su vida es buena, y equivocado porque cuenta como bueno un componente que no lo es. Y podria estar equivocado al 108 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO no reconocer y percibir algun rasgo de su vida que, de haberlo reconocido, habria hecho su vida mejor. La concepcion constitutiva niega sélo que algun aconteci- miento o logro pueda mejorar la vida de alguien a pesar de la opinion contraria del interesado. ¢Cual de esas convicciones deberiamos adoptar? Una vez mas, ambas parecen apoyarse en intuiciones y convicciones muy comunes. Nuestra percepcién de que el valor critico no es meramente subjetivo, percep- cion que parece avalar al punto de vista trascendental de los patrones éticos, también parece avalar a la con- cepcion aditiva del valor ético. Si no me compete a mi decidir qué clase de vida es buena, entonces ¢por qué deberia importar, en lo atinente al valor de mi vida, lo que yo piense de ella? En algunos extremos, el sentido comun confirma este argumento. ¢No habria vivido Hit- ler una vida mejor si hubiera sido encarcelado desde la adolescencia, aun si hubiera consumido el resto de su vida sonando con el horror que habria podido causar? Pero otros ejemplos, menos espectaculares, despiertan intuiciones contrarias. Aunque pensemos que la reli- gion debe ser parte de la buena vida, ;puede mejorar la vida de alguien el forzarle a observar una vida religiosa si él considera que no merece la pena? ¢Tiene sentido decir que la vida del misantropo result6 mejor por ser objeto de un amor que él no deseaba? En ninguno de estos casos sentimos que el valor de algo bueno —la reli- gion, o el amor de los amigos- disminuya sdlo por no ser apreciado. Sentimos que su valor es obliterado, que no hay valor alguno a no ser que ese valor sea, de algun modo, avalado por el reconocimiento. Una vez mas, al- gunas de nuestras intuiciones parecen estar en conflic- to con otras, y el resultado de ello es que la ética parece mas misteriosa. ETICA FILOSOFICA 109 Etica y comunidad. El ultimo conjunto de rompeca- bezas que voy a describir plantea la cuestién de la uni- dad del valor ético, esto es, de la entidad cuya vida pre- tende mejorar la ética. Por un lado, sentimos que la ética es enteramente personal. Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad ultima de decidir qué clase de vida es la correcta para él; incluso una persona que irre- flexivamente se deja llevar por los cauces sociales exis- tentes es responsable de su falta de elecciones si vidas menos conformistas fueran posibles para él. Y cada uno de nosotros hace una apuesta personal con la vida que vive, lo ono. Es mi vida lo que esta en juego cuando decido donde vivir, o qué carrera realizar, o si mentir para conseguir una ventaja. Y aunque pueda ser muy solicito con las vidas de los demas —mi familia y mis amigos, por ejemplo—, no puedo menos de distinguir entre lo que yo hago por mor de mi propia vida, para hacerla mas exitosa, y lo que yo hago por sus vidas. No obstante, en determinadas ocasiones y en determinadas circunstancias, esta clara division del mundo ético en- tre nuestra vida y las vidas de los demas falla. Sentimos que la unidad ética mas fundamental es colectiva, no individual, que la cuestion de si mi vida va bien esta subordinada a la cuestion de si, para algun grupo al que pertenezco, nuestra vida va bien. Debemos cuidarnos de disipar este aparente conflic- to confundiéndolo con otras tensiones entre las solici- tudes personales y sociales, tensiones que, por impor- tantes que sean, no constituyen un desafio al cardcter distintivamente individual de la ética. Claro es que las vidas de otras personas son importantes para mi; sé que una buena vida no puede ser una vida egoista 0 egocén- trica. Y evidentemente sé que mis convicciones éticas estan socialmente condicionadas y restringidas, que ni siquiera puedo imaginar vidas que parezcan naturales 110 ETICA PRIVADA E IGUALITARISMO POLITICO en otras culturas. Si creo que la ética esta indexada, que no es trascendente, pensaré, ademas, que el vinculo en- tre conviccion y cultura no es meramente psicoldgico o conceptual, sino ético también, porque la vida para mi correcta depende en parte de la época, de la nacién y de la cultura en las que yo vivo. No hay conflicto entre creer que mi vida ética es plena y exclusivamente res- ponsabilidad mia y que esta vinculada a la comunidad de todos esos modos. Al plantearlo como un enigma ético, lo que tengo en mente es otra cosa: un modo diferente y mas radical de vincular mi vida ética y mi continuidad. Un modo que supone que una comunidad tiene una vida ética propia y que el éxito critico de cualquier vida individual depen- de hasta cierto punto del éxito critico de la vida de su comunidad. Este supuesto es, para mucha gente, una parte comun de su sensibilidad politica. Sienten como un fallo personal la actuacion injusta o aviesa de su pais, incluso cuando no han participado para nada en la in- justicia o aun han tratado de prevenirla, y eso no les ocurre cuando algun otro pais actua de la misma forma. El ejemplo mas notorio y contundente de esa actitud en nuestros dias es la responsabilidad que los alemanes que no participaron en el Holocausto sienten por los pecados de su comunidad politica; algunos alemanes que aun no habian nacido cuando la época nazi era ya un pedazo triste de la historia, sienten esa responsabili- dad. De manera paralela, la mayoria de la gente funde sus vidas con comunidades no politicas. Camaradas en proyectos comunes —personas que colaboran en una operacién de salvamento, por ejemplo— no distinguen entre su éxito personal y el éxito de la empresa. Si la empresa falla, ellos han fallado aun si su propia tarea fue un éxito. Hervidero de misterios. ;Acaso este tipo de priori-

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