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Ps D. Ehrman JESUS, EL PROFETA JUDIO APOCALIPTICO BART D. EHRMAN JESUS, EL PROFETA JUDIO APOCALIPTICO ® Barco Buenos Aires Mexico iE Titulo original: Jesus. Apocalyptic Prophet of the New Millenium Originalmente publicado en inglés, en 1999, por Oxford University Press, Inc., Nueva York This translation, originally published in English in 1999, is published by arrangement with Oxford University Press, Inc. Traduccién publicada de conformidad con Oxford University Press, Inc. Traduccién de M.* del Carmen Blanco Moreno y Ramon Alfonso Diez Aragén Cubierta de Joan Batallé (Quedanrigurosamente prohibida, sin la autorizacién escrita de los titular del copyright, bao las sanciones establecidas en ls lees, la reproducein total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la teprografia ye tratamiento informitic,y la Aistribucidn de ejemplares de ella mediante alquilero prétamo pablios. © 1999 by Oxford University Press, Inc., Nueva York © 2001 de la traduccién M.* del Carmen Blanco Moreno y Ramén Alfonso Diez Aragén © 2001 de todas las ediciones en castellano Ediciones Paidés Ibérica, S.A., no Cubi, 92 - 08021 Barcelona y Editorial Paidés, SAICR, Defensa, 599 - Buenos Aires http://vww.paidos.com ISBN: 84-493-1027-X. Depésito legal: B-5.742/2001 Impreso en A & M Grafik 08130 Sta. Perpétua de Mogoda (Barcelona) Impreso en Espafia - Printed in Spain Prélogo Los investigadores han escrito cientos de libros sobre Jestis; las obras redactadas por no especialistas ascienden a varios miles. Un buen nime- ro de aquéllos, principalmente los menos conocidos, han sido escritos por los estudiosos y para los estudiosos a fin de promover los estudios cientificos sobre Jestis; otros han sido escritos por especialistas para di- vulgar las investigaciones sobre Jests. El presente libro es un represen- tante de esta ultima clase. En realidad, no tengo mucho que decir a los especialistas que han dedicado una buena parte de su vida al estudio del complejo mundo de la Palestina del siglo 1 y al lugar que Jestis de Naza- ret ocupé en él. Y, francamente, después de haber leido decenas de libros escritos por los especialistas y para los especialistas, pienso que nadie tiene mucho que decir. Este es un camino muy trillado y muy re- corrido. Sin embargo, parece que si hay espacio para otro libro dedicado al lla- mado «gran publico». Esto no quiere decir que no haya suficientes libros de este género sobre Jestis. Lo que sucede es que no hay suficientes li- bros del #épo correcto. En realidad hay muy pocos. Por una parte, la mayoria de los estudios de divulgacién son imperdo- nablemente apagados y/o idiosincrasicos. Me he esforzado decididamente 12 JESUS, EL PROFETA JUDIO APOCALIPTICO. para que el presente no lo sea. Tui dirs si lo he conseguido o no. Pero me gustaria decir una palabra sobre la idiosincrasia. Es cierto que algunas ideas mas bien insdlitas sobre Jestis se venden bien: «esis fue un marxista», «Jess fue un feminista», dJesis fue un mago gay». Después de todo, si resulta que alguna de estas ideas es correc- ta, mereceria la pena conocerla. Ahora bien, lo que me ha impresionado a lo largo de los afios es que la opinién compartida probablemente por la mayoria de los estudiosos a lo largo de este siglo, al menos en Alemania y en América, es igualmente chocante para la mayoria de los lectores no especialistas. Y, no obstante, es escasamente conocida por el gran publico. Esta es la idea sostenida en este libro. En pocas palabras, es una tesis pre- sentada por primera vez de la forma més persuasiva nada menos que por el gran humanitario del siglo xx, Albert Schweitzer. E sostiene que el me- jor modo de entender a Jestis es considerarlo un apocaliptico judfo del si- glo 1. Esta es una forma taquigrafica de decir que Jestis esperé totalmente convencido que la historia del mundo tal como nosotros la conocemos (mejor dicho, como él la conocié) iba a experimentar una interrupcién es- tridente, que Dios iba a intervenir de un momento a otro en los asuntos de este mundo, iba a derribar a las fuerzas del mal en un acto de juicio césmico, a destruir una gran parte de la humanidad y a abolir las institu- ciones humanas, politicas y religiosas existentes. Todo esto seria el prelu- dio de la llegada de un nuevo orden sobre la tierra, el Reino de Dios. Ade- més, Jestis esperaba que este fin cataclismico de la historia iba a tener lu- gar en su propia generaci6n o, al menos, en vida de sus discipulos. En verdad es una cuestién muy chocante. Y, sin embargo, los testimo- nios que confirman que Jestis lo creyé y lo ensefid son a todas luces im- presionantes. Lo extrafio es que los estudiosos no se hayan esforzado por dar a conocer esos testimonios a nadie més. Es posible que hayan tenido sus razones para ello. La presentacién de los testimonios desempefia un papel muy destaca- do en este libro. La mayorfa de los estudios de divulgacién sobre Jestis ra- ramente analizan los testimonios. No mencionar los testimonios es una maniobra particularmente util cuando se presenta un argumento dificil de defender. Es posible que si dices a una persona lo que piensas, ella senci- Ilamente acepte lo que le dices. A mi modo de ver, sin embargo, el lector tiene derecho no sélo a saber lo que los estudiosos piensan sobre Jestis (0 sobre cualquier otra persona o acontecimiento del pasado), sino también por qué piensan lo que piensan. Es decir, los lectores tienen derecho a sa- ber cuéles son los testimonios. PROLOGO. B Pienso que el proceso de comprensién de la historia es anélogo a la rea- lizaci6n de un largo viaje en automovil. Si conoces bien al conductor, basta con que digas unicamente: «Llévame a Pensacola», dando por sen- tado que, cuando Ileguéis alli, te lo hard saber. Pero si el conductor es un desconocido, serd mejor que consigas un mapa y traces la ruta tt mismo, por si acaso. Es probable que los estudiosos que escriben libros sobre Je- stis sean desconocidos para ti. Si van a ser tus guias en un viaje a través de la historia, tienes derecho a saber qué mapa han decidido usar y qué ruta han optado por seguir. La realidad es que muchos de los conductores en esta via tan especial toman atajos que terminan por no llegar a ninguna parte y otros se limitan a pisar a fondo el acelerador (para impresionar) en callejones sin salida. Lo mas comin es que te lleven a California cuando ta querias ir, justo en sentido contrario, a Florida. Pero te dicen que es Florida y, como no te han ensefiado ningén mapa, es muy facil que lo creas. Por lo que respecta a este libro, mi deseo es no slo exponer mis ideas sobre el Jestis histérico, sino también mostrar por qué son mis ideas. Como puedes comprobar, el mapa propiamente dicho es interesante. Es una lastima que resulte tan poco familiar para aquellos que se sentirian mas fascinados que nadie por él. En cualquier caso, mi proyecto es usar este libro no sdlo para trazar un mapa de una visién de consenso sobre el Jestis histérico —un nuevo mundo desconocido para muchos de los que se adentran en él por primera vez—, sino también para trazar la ruta a tra- vés de las misteriosas vueltas y revueltas de la historia, mostrando cudles son los testimonios que se han conservado y cémo se pueden usar. Quien no sienta agrado por el lugar hasta el que nos conduciré el trayecto, estard capacitado para desandarlo, indicando dénde me he desviado, y para to- mar un camino diferente que lleve a otra parte. A quienes querdis permanecer conmigo hasta el lugar de destino, tan- to a los que deciddis quedaros alli como a los que optéis por explorar otras rutas, quiero manifestaros que me siento orgulloso de teneros como compafieros de camino y espero que disfrutéis del viaje. Permiteme terminar estas breves observaciones introductorias reco- nociendo algunas de las deudas que he contraido. Me complace dar las gracias a Robert Miller, mi editor en Oxford University Press, que me in- sistié para que asumiera este proyecto y me guid en el camino con una ha- bilidad poco comun. Una vez que el trabajo estuvo concluido, pedi a va- rias personas que leyeran el manuscrito. Sus comentarios han resultado ser una ayuda inapreciable. En primer lugar, Diane Wudel, estudiante de 14 JESUS, EL PROFETA JUD{O APOCALIPTICO posgrado en la Universidad de Carolina del Norte, en Chapel Hill, una de las pocas personas sobre la faz de la tierra que parece estar mas ocupada que yo. Después, tres estudiosos relativamente jévenes (esperemos que lo sean durante muchos afios) pero maduros (esto es seguro) en el ambito de las investigaciones sobre el Jestis histérico, amigos con mentes penetran- tes, plumas dgiles y sentido comtn para estar de acuerdo conmigo en mu- chas cuestiones interpretativas: Dale Allison, del Pittsburg Theological Seminary, un erudito prolifico y experimentado; Susan Garrett, del Louis- ville Theological Seminary, una de las exegetas mas sensibles en activo, y Dale Martin, de Duke University, el exegeta del Nuevo Testamento mas agudo que conozco. En tltimo lugar, pero (y pido disculpas a los otros) en el mas destacado (por razones no relacionadas con el manuscrito) esta mi compajiera, Sarah Beckwith, una brillante medievalista en el departa- mento de inglés de Duke University, cuya mente es digna de contempla- cin. Dedico este libro a Kelly y Derek, mis hijos, tan diferentes entre si (y, afortunadamente para ellos, de mi), pero tan maravillosos y que constitu- yen una parte tan importante de lo que yo soy. Significan para mi mucho més de lo que jamas podran saber. Me gustaria darles el mundo pero, como en estos momentos mis recursos son limitados, tendran que confor- marse con este libro. Capitulo 1 EI fin de la historia tal como lo conocemos Durante casi dos mil afios ha habido cristianos que han pensado que el mundo iba a terminar antes de que ellos murieran. La tesis de este libro es que esta creencia es tan antigua como la misma religi6n cristiana, y que sus huellas se pueden seguir hasta los origenes, hasta las ensefianzas de Je- sts de Nazaret. Jestis pensé que la historia del mundo se encaminaba ha- cia una interrupci6n estridente, que Dios iba a intervenir en los asuntos de este planeta, iba a derrocar las fuerzas del mal en un acto de juicio cés- mico y a establecer su Reino utépico aqui en la tierra. Y estaba persuadi- do de que esto iba a suceder antes de que pasara la generacién a la que él pertenecia. Es una tesis atrevida y necesitaré cierto tiempo para desarrollarla co- rrectamente. Me gustaria empezar no en los origenes del cristianismo sino en un momento més préximo a nuestro tiempo, con ideas que siguen es- tando presentes en algunos de los seguidores de Jestis, visionatios con- tempordneos que contintian manteniendo que el fin de todas las cosas es inminente. A partir de aqui podemos remontarnos en el tiempo hasta lle- gar a las ideas proclamadas por el fundador del cristianismo. La cuestién que subyace en este estudio se puede expresar de una manera sencilla: zes posible que los profetas apocalipticos del siglo xx (del siglo xix, de la 16 JESUS, EL PROFETA JUD{O APOCALIPTICO Edad Media y del ctistianismo primitivo), que han proclamado el fin in- minente de su mundo, de hecho hayan suscrito las ideas de Jess, que proclam6 el fin inminente del suyo?’ EMPEZAR CERCA DEL FIN Los futuros historiadores que estudien el siglo Xx no consideraran que el afio 1988 fue excepcionalmente importante. Fue un tiempo de desastres naturales a gran escala: un huracan que dejé sin techo a medio millén de habitantes de Jamaica y un terremoto en Armenia que destruy6 ciudades enteras y ocasioné cuarenta mil muertos. Algo menos trascendentales fue- ron las noticias dentro de los Estados Unidos: en 1988 el gobierno federal salvé de la ruina a las sociedades de préstamo inmobiliarias y George Bush derroté rotundamente a Michael Dukakis en la carrera hacia la presidencia de los Estados Unidos. Mas significativos politicamente fueron los aconte- cimientos en el 4mbito internacional, en particular un namero poco co- min de iniciativas de paz internacionales: el fin de una guerra de seis afios en Nicaragua, la retirada soviética de tropas de Afganistan, la proclama- cién por el ayatollah Jomeini del fin de la guerra de Irdn con Irak, el pri- mer encuentro entre representantes de los Estados Unidos y la Organiza- cidn para la Liberacién de Palestina. Pero desde una perspectiva histérica, estos acontecimientos palidecen en comparacién con los cataclismos del afio siguiente, 1989, el afio de la plaza de Tiannamén, la caida del Muro de Berlin, las primeras elecciones libres en la Unién Soviética, la ejecucién del dictador comunista de Rumania, Nicolas Ceausescu, la victoria del Partido Solidaridad, de Lech Walesa, en Polonia. A modo de contraste, los aconte- 1, Entre los estudios més fascinantes de las expectativas milenaristas, tanto actualmente como a través de la historia, véanse especialmente los siguientes: Paul Boyer, When Time Shall Be No More: Prophecy Belief in Modern American Culture, Cambridge, Mass., Harvard Univer- sity Press, 1992; Norman Cohn, The Pursuit of the Millennium: Revolutionary Millenarians and Mystical Anarchists of the Middle Ages, 2* ed., Nueva York, Oxford University Press, 1970 (trad. cast.: En pos del milenio. Revolucionarios milenaristas y anarquistas misticos de la Edad Media, Madrid, Alianza, 6* ed., 1997); Bernard MCGINN, Visions of the End: Apocalyptic Tradi- tions in the Middle Ages, Nueva York, Columbia University Press, 1979; Stephen D. O'LEARY, Arguing the Apocalypse: A Theory of Millennial Rhetoric, Nueva York, Oxford University Press, 1994; Christopher ROWLAND, The Open Heaven: A Study of Apocalyptic in Judaism and Early Christianity, Nueva York, Crossroad, 1982, y, Timothy P. WEBER, Living in the Shadow of the Second Coming: American Premillennialism 1875-1982, ed. ampliada, Grand Rapids, Mich., Zondervan, 1983. EL FIN DE LA HISTORIA TAL COMO LO CONOCEMOS 17 cimientos més fascinantes en el ambito norteamericano en 1988 fueron historias de interés humano que tuvieron un pequefio impacto a largo pla- zo en la historia del mundo: fue el afio en que Leona Helmsley fue conde- nado por evasién de impuestos, Sonny Bono fue elegido alcalde de Palm Springs, los Chicago Cubs jugaron su primer partido en Wrigley Field y el evangelista Jimmy Swaggart confesé llorando ante millones de personas que habia Ilevado a una prostituta de la mano con fines que no eran preci- samente los de la evangelizacién. Pero se suponia que no deberia haber sucedido asi. Se suponia que 1988 debia ser el afio del siglo 0, mejor dicho, el afio mas importante de la historia humana. 1988 estaba llamado a ser el afio del fin del mundo. LA PECULIAR ARGUMENTACION DE EDGAR WHISENANT Las pruebas en las que se basaba la conviccién de que 1988 iba a ser el afio del fin del mundo se ofrecieron en un folleto ampliamente distribui- do y muy influyente titulado 88 Reasons Why the Rapture Will Be in 1988. Escrito por Edgar Whisenant, ingeniero de cohetes de la NASA re- tirado —y que presumiblemente, por tanto, debja ser una persona inteli- gente—, el libro, fiel a su titulo, enumeraba razones biblicas y légicas por las que 1988 iba a ser el afio en que tendria lugar el comienzo del fin de la historia. En algtin momento durante la fiesta judia de Rosh Hashanah (Afio Nuevo), del 11 al 13 de septiembre, Jesucristo regresaria del cielo para arrebatar a sus seguidores de la tierra (el «rapto»), antes de que co- menzara un periodo de siete afios de tragicos desastres sobre la tierra (la «tribulacién»). La tribulacién comenzaria «al ponerse el sol el 3 de octu- bre de 1988», cuando la Uni6én Soviética invadiera Israel y con ello desen- cadenara la tercera Guerra Mundial (pag. 47). Las crisis que seguirian conducirian a la aparicién de un agente personal de Satan, el Anticristo, que alejaria de Dios a millones de personas y, en medio de la ruina y la de- sesperacion universales, declararia su condicién divina. Después el Anti- cristo trataria de conseguir el gobierno del mundo, dando origen, el 4 de octubre de 1995, a una guerra termonuclear que devastaria los Estados Unidos («sdlo se podra caminar sobre cenizas desde Little Rocks hasta Dallas»), sumiéndolos en un invierno nuclear (con temperaturas que nun- 2. Edgar WHISENANT, 88 Reasons Why the Rapture Will Be in 1988, Nashville, Tenn., World Bible Society, 1988. 18 JESUS, EL PROFETA JUD{O APOCAL{PTICO ca subirfan por encima de 83° centigrados bajo cero) y eliminado sus re- servas de comida y agua. No seria un espectaculo agradable. Puede parecer que el libro es ciencia ficcién, pero fue leido como pa- labra de Dios por un niimero sorprendente de cristianos sinceros y devo- tos e hizo que fueran muchos miles de personas los que se apresuraran a leer sus Biblias para ver si esas cosas podian ser asi. Después de unos me- ses de su publicacién, se habian vendido mas de dos millones de ejemplares. Naturalmente, muchos cristianos apuntaron que la misma Biblia indi- ca que nadie puede saber cuando va a tener lugar el fin del mundo. El mismo Jestis afirma en el Evangelio de Mateo: «Mas de aquel dia y hora, nadie sabe nada, ni los angeles de los cielos, ni el Hijo, sino s6lo el Padre» (Mateo 24,36). El propio Whisenant se sentia perturbado por las palabras de Jestis. Después de todo, él no habia predicho «el dia y la hora» del fin, sino inicamente la semana: «No podemos saber el dia ni la hora, Pero yo me encuentro igualmente feliz por conocer la semana. No necesito saber ei diay la liores (pag, 8. La mayoria de las «88 razones» que Whisenant proporciona a sus lec- tores son presentadas como profecias biblicamente ciertas que otros mu- chos intérpretes literalistas dificilmente ponen en tela de juicio. Por ejem- plo, en el mismo capitulo de Mateo, después de detallar los desastres c6s- micos que tendran lugar al final de los tiempos antes de la Ilegada del Reino, Jesis dice: De la higuera aprended esta parabola: cuando ya sus ramas estan tiernas y brotan las hojas, sabéis que el verano esté cerca. Asi también vosotros, cuando vedis todo esto, sabed que E] esta cerca, a las puertas. Yo os aseguro que no pasard esta generacién hasta que todo esto suceda (Mateo 24,32-34). Ahora bien, ¢qué significa esto? Whisenant sefiala que en la Biblia chiguera» se aplica con frecuencia a la nacién de Israel. Asi pues, la hi- guera que «echa sus hojas» es obviamente una referencia a Israel que vuelve a la vida después de una larga interrupcién. Por tanto, el fin tendra lugar antes de la muerte de la generacién que ser testigo del restableci- miento de Israel como nacién. Dado que el moderno Estado de Israel fue wrablediae ex. 1940, y dado que en. Ja Biblia unw generackin comprende cuarenta afios... jahi esta!, el afio del fin tiene que ser 1988. Whisenant sostenia que otras docenas de predicciones biblicas sefiala- ban exactamente el mismo tiempo. La mayoria de ellas son muy complica- das, Pongamos uno de los ejemplos mas sencillos: en Lv 26,28 Dios anun- EL FIN DE LA HISTORIA TAL COMO LO CONOCEMOS 19 cia al pueblo de Israel que, si desobedecen, seran castigados «siete veces» por sus pecados. Whisenant interpreta que esto significa un castigo que dura siete «afios» y observa que en el calendario lunar judio un aiio tiene 360 dias. Ademés, en varios textos biblicos (por ejemplo, Nm 14,34) se afirma que para Dios un dia es un afio. Ahora bien, esto significa que el castigo de Israel, antes de que pudiera recibir su recompensa, iba a durar 7 por 360 aiios, 0 sea, 2.520 afios en total. Seguin el libro de Daniel, el cas- tigo de Israel comenzaria el septuagésimo ajio de la opresién de Israel por los babilonios que empez6, segtin Whisenant, con el reinado del monarca Nabucodonosor en 602 AEC y termin6, por tanto, en 532 AEC. Si el tiem- po del castigo de Israel tiene que durar otros 2.520 afios, esto nos lleva hasta... ;sorpresa!... 1988. A pesar de la impresionante y detallada argumentacién —a lo largo de interminables paginas—, no todos, ni siquiera entre los seguidores mas cercanos de Whisenant, estaban convencidos. Una carta escrita por Nor- vell L. Olive, director ejecutivo de la World Bible Society, el grupo res- ponsable de la distribucién del libro, sirve como prélogo y, extrafiamente, proporciona una especie de proteccién para cubrir la retirada: «Si por al- guna raz6n estos acontecimientos no tuvieran lugar, no puedo entender cémo una persona honrada puede decir algo que no sea bueno sobre al- guien que hace sonar la alarma cuando huele el humo». El propio Whisenant, naturalmente, estaba mucho més seguro de su tesis. De las ochenta y ocho razones «por las que parece que 1988 serd el afio del rapto» (pag. 3), destaca que la «raz6n 17, unida a las razones 10 y 11 més la razén 4, proporciona cuatro testimonios divinos de que el pe- riodo que va de 1988 a 1995 son las setenta semanas de Daniel [es decir, el periodo de la gran tribulacién que seguird al regreso de Jestis para to- dos sus verdaderos seguidores]. Todo ello encaja perfectamente y no se puede descartar en modo alguno. Aunque hubiera querido ocultarlo, no habria podido hacerlo» (pag. 2). Muchos lectores estuvieron de acuerdo con Whisenant. En el sur de los Estados Unidos, especialmente en algunos lugares de la regién de los 3. En el presente libro emplearé las abreviaturas para las fechas que emplean ya comiin- mente los historiadores. Usaré AEC (= Antes de la Era Comin) y Ec (=de la Era Comtin), que corresponden a las abreviaturas més familiares a.C. (= antes de Cristo) y d.C. (= después de Cristo) 0 AD (= anno Domini, expresi6n latina que significa «en el afio de nuestro Sefior»). Los investigadores prefieren las abreviaturas més recientes para ser més inclusivos, pues nuestro ca- Iendario occidental no es usado sélo por los cristianos —para los cuales tiene sentido hablar so- bre Jestis como Cristo y Sefior—, sino también por los judios, los musulmanes y otros. 20 JESUS, EL PROFETA JUDIO APOCALIPTICO Appalaches, hubo lectores que interpretaron con la mayor seriedad el li- bro de Whisenant. Algunas noticias publicadas en la prensa y la televisi6n informaban que algunos abandonaban sus trabajos, vendian sus casas y se dedicaban totalmente a la oracién en el tiempo inmediatamente anterior a la semana predestinada del 11 de septiembre. Cuando resulté que el fin no lleg6, tuvieron que recoger los platos ro- tos lo mejor que pudieron. Pero Whisenant siguié fiel a sus convicciones. Cuando el tiempo con- tinud alegremente después de la fecha predicha por él, publicé otro folle- to, The Final Shout Rapture Report: 1989, que explicaba el pequefio error de calculo.* Por inadvertencia, no habia observado que cuando el calen- dario gregoriano que usamos actualmente fue creado en el siglo vi, se es- tablecié el afio 1 d.C. como el primero de la primera década de la nueva era. No hubo afio 0 y, como consecuencia, la primera década después de Cristo sdlo tuvo nueve afios. Asi pues, todos sus clculos anteriores se ha- bfan equivocado en un afio. Una vez que se habia advertido este error, se podia afirmar con seguridad que el fin Ilegaria en los dias 11-13 de sep- tiembre de 1989. Sin embargo, en algunos lugares la bravata de esta segunda edicién em- pezo a sonar a hueco, porque el autor proponia algunas probabilidades es- tadisticas: «Jestis esta llegando y yo diria que al menos el 50 % de las posi- bilidades indican que vendra en 1989; si no llegara ese aiio, son muchos los pasajes biblicos que apuntan a 1992. Con toda, si la fecha del nacimiento de Cristo esta equivocada en uno 0 dos afios, entonces podria venir en 1990 0 1991, Parece que son muchos mis los testimonios que apuntan como mo- mento del rapto a los afios 1989 0 1992 que a cualquier otra fecha». ‘TOMAR EL MUNDO POR ASALTO: EL ANTIGUO Y GRAN PLANETA TIERRA DE HAL LINDSEY Pero el fin no lleg6 nunca y los millones de ejemplares de los folletos de Whisenant han quedado relegados a los montones de basura de las cu- tiosidades histéricas. Y alli siguen junto a otros montones de libros, no menos curiosos. La prediccién del tiempo del fin tiene una larga y noble historia; y aunque 4, Edgar WHISENANT y Greg BREWER, The Final Shout Rapture Report: 1989, Nashville, Tenn., World Bible Society, 1989. EL FIN DE LA HISTORIA TAL COMO LO CONOCEMOS 21 todo intento de precisar el momento del fin ha resultado ser desde el principio incontrovertiblemente erréneo, la empresa sigue bien viva entre nosotros. Los libros proféticos que predicen los cataclismos de nuestro futuro inmediato, basados en interpretaciones de la Biblia no menos ex- trafias que la de Whisenant, se cuentan entre los actuales best-sellers reli- giosos. De hecho, es probable que el libro religioso mas leido de los tiem- pos modernos sea un escrito que, si bien de una manera més cautelosa que Whisenant, predijo en 1970 que un holocausto termonuclear engulli- ria el planeta a finales de la década de los ochenta. El autor es Hal Lind- sey, y su libro The Late Great Planet Earth fue el best-seller de la década de los setenta por lo que a la literatura de no ficcién (en el sentido amplio del término) se refiere. Actualmente el ntimero de ejemplares vendidos asciende a mas de 28 millones.’ Lindsey no se dedicé a manejar ntiimeros como Whisenant. Fue un observador sagaz de los tiempos con una maiia insélita para fascinar, e in- cluso hipnotizar, al lector medio ligeramente interesado —especialmente a los colegas universitarios—. Su libro se lee como una novela policiaca (donde sabemos quién lo hizo —o, mejor dicho, quién lo haré—, pero queremos saber cuando y cémo) y esta Ileno de anécdotas, series de esce- nas hist6ricas plausibles y predicciones de destruccién y miseria masivas creadas especialmente para destinatarios que ya (el libro fue publicado en 1970) disfrutaban de thrillers como El exorcista y La profecia. Lindsey ve el mundo como el teatro de las actividades histéricas de Dios y la Biblia como su anteproyecto. Empieza insistiendo en que la Biblia nos marca la trayectoria: al igual que las antiguas profecias del Mesfas se hicieron reali- dad con la llegada de Jestis, asi también las profecias del fin se cumpliran en su segunda venida. Estas profecias no son predicciones sencillas en si, ya que los antiguos profetas no pudieron percatarse de lo que Dios les mostraba: sus revelaciones presuponian tecnologias militares avanzadas inimaginables para un mundo de lanzas y espadas. Y asi, cuando el profe- ta Zacarias dijo que cuando Dios haga la guerra contra sus enemigos, «pu- drira su carne aun estando en pie, sus ojos se pudriran en sus cuencas, y su lengua se pudrira en su boca» (Zacarias 14,12), esto, segtin Lindsey, es «exactamente lo que sucede en una explosién termonuclear». El pro- feta escribié lo que habia visto; sencillamente no comprendia qué era aquello. 5. Hall Linpsey, con C. C. Cartson, The Late Great Planet Earth, Grand Rapids, Mich., Zondervan, 1970. 22 JESUS, EL PROFETA JUD[O APOCALIPTICO Particularmente Ilamativo es el cdlculo preciso de Lindsey a propésito de lo que sucederé al fin de la historia del mundo. Los actores principales en el escenario profético son los siguientes: la restaurada nacién de Israel; Rusia, sedienta de petrdleo y hambrienta de poder, y sus aliados del blo- que oriental; una alianza de Estados arabes encabezada por Egipto y de- terminada a restablecer el control palestino sobre Tierra Santa; China con un ejército de doscientos millones de soldados; y una Comunidad Euro- pea de diez naciones (con la que los Estados Unidos pueden estar vaga- mente alineados, aunque Lindsey piensa que para entonces los Estados Unidos pueden haber sido ya destruidos por una guerra nuclear o estar bajo el dominio de los comunistas), capitaneada por un hombre de Esta- do carismatico y muy adorado que, sin que el mundo en general lo sepa, es en realidad el Anticristo. Los acontecimientos cataclismicos descritos por los antiguos profetas empiezan en algtin momento de la década de los ochenta. Israel, una vez logrado el control de Jerusalén, reconstruye el Templo (que estaba en rui- nas desde que los romanos lo destruyeron en 70 EC),° creando enormes tensiones con los Estados arabes limitrofes. Preocupado por su creciente sensacién de aislamiento en una era de amenaza nuclear, Israel firma un tratado de paz con el soberano de la Comunidad Europea, que a través de extrafias habilidades diplomaticas es capaz de mantener la paz. Pero des- pués de tres afios y medio revela su verdadera personalidad: entra en el Templo de Jerusalén, se declara Dios ¢ instituye un cruento Reino de te- rror decidido a hacer que el mundo se incline ante él por ser el que deten- ta todo el poder econédmico. Como respuesta, la confederacién araboafri- cana invade Israel desde el sur. Rusia, empujada por su necesidad de los recursos naturales de Oriente Medio, aprovecha la ocasién para lanzar una invasién por mar y por tierra desde el norte, derrocando a Israel y aplastando también la alianza meridional. Después se dirige hacia Egipto para controlarlo. Como respuesta, la Comunidad Europea lanza un ata- que nuclear tactico contra el ejército ruso y destruye no sdlo el ejército sino también toda la nacién rusa. Esto deja, pues, sobre el escenario dos fuerzas mundiales principales: la Comunidad Europea, acaudillada por el Anticristo, y China, cuyo ejército de doscientos millones de soldados se enfrentara en Tierra Santa contra los europeos en la batalla final. Se usa- ran las armas de los arsenales nucleares y las ciudades mas populosas de la tierra seran destruidas. Y después, cuando parezca que ya no hay ninguna 6, Sobre esta abreviatura, véase la nota 3 al pie de la pagina 19. EL FIN DE LA HISTORIA TAL COMO LO CONOCEMOS 23 posibilidad de esperanza, Dios intervendra de una vez para siempre. Cris- to aparecerd en el cielo para detrocar las fuerzas del mal y establecer su Reino bueno sobre la tierra. Lindsey repite reiteradamente al lector que los profetas describen con todo lujo de detalles estos acontecimientos y, por supuesto, es preciso creerlos. Y afirma repetidamente que todas las piezas estan ya en su sitio, de modo que el mundo no tiene que esperar ya mucho tiempo. China (ha- cia 1970) hizo alarde de poder presentar un ejército de doscientos millo- nes de soldados; la Comunidad Europea estaba ya formada casi por diez miembros; la Unidn Soviética estaba flexionando sus misculos expansio- nistas, los enfrentamientos entre israelies y palestinos habian alcanzado una tensién sin precedentes. Y, aunque nadie puede saber exactamente cuando el Anticristo va a hacer su primer movimiento, cualquiera que lea la Biblia puede saberlo con gran seguridad. Basandose en Mateo 24, como Edgar Whisenant haria algunos afios mas tarde con numerosas pruebas numéricas, Lindsey dijo a sus lectores que iba a suceder en algtin momen- to «en un periodo de aproximadamente cuarenta afios después de 1948» y les aseguré que «muchos exegetas que han estudiado la profecia biblica durante toda su vida creen que esto es asi». De hecho, algunos lo hicieron asi: durante varias décadas John Wal- voord, profesor (y presidente) del a/ma mater de Lindsey, el Dallas Theo- logical Seminary, se ha dedicado a escribir libros sobre el fin inminente del mundo, Algunos de los condiscipulos de Lindsey sostienen que The Late Great Planet Earth es poco mas que una sintesis de notas de lectura.’ ¢Qué sucedié cuando el momento sefialado se acercaba y los aconte- cimientos histéricos ponian en duda los detalles de las predicciones de Lindsey? Como era de esperar, él escribié otro libro, The 1980’s: Count- down to Armageddon, en el que sostenia que todo estaba sucediendo de acuerdo con el plan.* Y ciertamente esto se podia decir de algunas cosas: el libro estuvo en la lista de best-sellers del New York Times durante vein- tiuna semanas. Por supuesto, surgferon problemas con la caida del comunismo —ya que gran parte de la reconstruccién de Lindsey se basaba en las tendencias expan- sionistas de la hoy difunta Unidn Soviética y en los miedos norteamericanos ante la difusién del comunismo—. La primera reaccién de Lindsey revel6é 7. Véase Paul BoyER, When Time Shall Be No More, op. cit, pag. 126. 8. Hal Linpsey, The 1980's: Countdown to Armageddon, Nueva York, Bantam Books, 1980. 24 JESUS, EL PROFETA JUDIO APOCALIPTICO, que tenia personalidad de conspirador: «La realidad», argumenta, «es que la “ruina” del comunismo es parte de un magistral juego de engafio promovido por Mijail Gorbachov y la KGB soviética. Forma parte de una planificada es- trategia para asegurarse la ayuda y la tecnologia occidentales, ganar tiempo, persuadir a Occidente para que se desarme unilateralmente y, al mismo tiem- po, continuar por su parte, un rearme militar encubierto, pero espectacular.’ Cuando result6 que incluso al propio Lindsey su reconstruccién le parecia demasiado dificil de creer, cambié nuevamente de idea: la batalla final de Ar- magedén no estarfa provocada por una conquista del comunismo soviético, sino por insurrecciones causadas por fundamentalistas musulmanes. Y asi sucesivamente... Lindsey siguis introduciendo cambios basados en las tendencias cambiantes de los acontecimientos hist6ricos, columnas de humo dispersas por el viento pero que, a su juicio, significaban la des- truccién inminente. Evidentemente la reputacién de Lindsey no se vio empaiiada lo mas minimo ni por el fracaso de sus interpretaciones ni por sus afirmaciones mas recientes segtin las cuales los ovnis son estratagemas engafiosas de los demonios, que pronto llevarén a cabo un aterrizaje de naves extraterrestres para engaiiar a los terricolas a fin de que crean en la existencia de vida en otros planetas."° Sus libros y sus videos siguen sien- do enormemente populares. Y EL FIN SIGUE LLEGANDO El hecho de que estas predicciones del pasado no se hayan cumplido ha contribuido poco a arruinar la industria de los libros que contienen profecias. De hecho, si millones de fieles creyentes en la Biblia en Norte- américa pensaban que los tltimos afios de la década de los ochenta eran los sefialados para el cumplimiento de las antiguas profecias, el final de la década de los noventa ha producido un interés mundial atin mayor en el posible fin de los tiempos, incluso fuera de los circulos evangélicos. El fi- nal del milenio es el catalizador principal, un momento que para mi, mientras escribo estas palabras, esta atin en el futuro, pero que ya ha pasa- do para muchos de los lectores de este libro (jexcepto si, de hecho, el fin ha llegado!). No deja de resultar extraiio que las gentes hayan estado inte- 9. Hal Linpsey, «Soviets Still Masters of Deceit», Countdown (1990), pag. 1. 10. Véase Timothy P. WeBeR, Living in the Shadow of the Second Coming, op. cit., . 218, citando a Hal LINDSEY, The 1980's: Countdown to Armageddon, op. ct., pag. 146. EL FIN DE LA HISTORIA TAL COMO LO CONOCEMOS, 25 resadas en este periodo concreto —el tiempo del aito 2000— durante va- rios siglos. Y también en este caso dicho interés tiene rafces biblicas. Tradicionalmente el célculo se ha realizado mas 0 menos del modo si- guiente:" el relato de la creacién del libro del Génesis indica que Dios creé el mundo en seis dias y el séptimo descans6; por otra parte, en el Nuevo Testamento, en la Segunda carta de Pedro, se afirma que «ante el Sefior, un dia es como mil afios, y mil afios, como un dia» (2 Pedro 3,8, véase Salmo 90,4). En un antiguo escrito cristiano titulado Epistola de Bernabé (que al- gunos cristianos primitivos incluian entre los libros del Nuevo Testamento; actualmente se puede encontrar en la compilacién de obras conocida como Padres apostélicos), compuesto hacia el afio 130 EC, encontramos el primer caso de un cristiano que mantiene el corolario recogido por los cro- nélogos cristianos: la creacién de Dios durara seis mil afios y después se- guird un periodo de descanso de mil afios, el llamado milenio. Pero gqué tiene que ver esto con el afio 2000? Para los puristas, nada. Como he indicado, cuando en el siglo vi se establecié el calendario usado actualmente —por obra de un monje llamado Dionysius Exiguus [Dioni- sio el Exiguo] (cuyo nombre es traducido «Dionisio el Corto» por el inge- nioso Stephen Jay Gould), se marcé el afio 1 d.C. como el primero de la primera década de la nueva era—. No hubo afio 0. Esto significa, técnica- mente, o bien que la primera década de la era comin sdlo tuvo nueve afios, no diez (ésta es la posicién de Edgar Whisenant) 0 que cada nueva década, centuria y milenio empieza, como la primera, con afios que termi- nan en 1 (1981, 1991, 2001, etc.). Si esto es asi, entonces todas las décadas y centurias pasadas terminan con un afio acabado en 0, no en 9 (de forma que el ultimo afio de la década de los ochenta seria 1990 y el final del se- gundo milenio seria el afio 2000, etc.). Los puristas tienden a preferir esta segunda opci6n, ya que matematicamente una «década» —incluida la pri- mera— requiere diez afios, de manera que el afio 2000 marca el final del segundo milenio, no el comienzo del tercero. Pero volvamos a la cuestién. ¢Qué tiene que ver el afio 2001 (0 el afio 2000, para los que prefieren simplificar las cosas) con el célculo de la anti- gua creencia cristiana segtin la cual el mundo iba a durar 6000 afios? Desde el siglo xvii, muchos cristianos han creido que el mundo fue creado en tor- no al afio 4000 AEC. 11, Véase el terrible librito de Stephen Jay GOULD, Questioning the Millennium: A Ration- alist’s Guide to a Precisely Arbitrary Countdown, Nueva York, Harmony Books, 1997, especial- mente el capitulo 1. 26 JESUS, L PROFETA JUD{O APOCALIPTICO En realidad, se puede precisar atin més la fecha. En 1650 EC, un arzo- bispo y estudioso irlandés, James Ussher, Ilevé a cabo un estudio minucio- so para averiguar cuando comenzé el mundo. Ussher basé sus calculos en las genealogias de la Biblia (que no sélo establecen quién engendré a quién, sino que en muchos casos también indican cuantos afios vivieron los engendrados) y en un estudio pormenorizado de otras fuentes anti- gtias, como la historia babilénica y la romana. Apoyandose en estos fun- damentos, afirmé que el mundo fue creado el afio 4004 AEC —exactamen- te el 23 de octubre a mediodia—. Esta cronologia se hizo predominante en toda la cristiandad occidental. Fue impresa en muchas ediciones de la King James Version y actualmente siguen creyendo en ella muchos cristia- nos contrarios a la teoria de la evolucién. Mas, epor qué el arzobispo Ussher no quiso redondear un poco la ci- fra y optar por el afio 4000 AEC, por ejemplo, al atardecer? Sencillamente porque se percaté perfectamente bien de que Dionisio el Exiguo no sélo se equivocé porque no empezé la era con el afio 0 —un error del que no se le puede culpar, porque el concepto de 0 no habia sido atin introducido en las matemiticas en el siglo vI—, sino que también erré al calcular la fe- cha del nacimiento de Jesiis, que marcaba el inicio de la era. Porque si, en efecto, Jestis era un nifio durante el reinado de Herodes —como relatan Mateo y Lucas en el Nuevo Testamento—, entonces tuvo que nacer en un afio no posterior al 4 AEC, el afio de la muerte de Herodes. Naturalmente, esto plantea un problema a los que continéan empleando las abreviaturas AD (anno Domini: expresién latina que significa «en el afio del Sefior») y BC (antes de Cristo), ya que, como algunas veces se ha indicado, segtin el calendario que usamos, Jestis nacié cuatro afios antes de Cristo. No obstante, el problema mayor es que si la duracién del mundo es exactamente de 6000 afios —como muchos lectores de la Biblia han man- tenido practicamente desde los origenes de la religién cristiana—, ya ten- dria que haber terminado, exactamente al mediod{a del 23 de octubre de 1997. Sin embargo, el reloj del mundo sigue funcionando. Obviamente, yo no quiero precisar todos los momentos en que los cristianos han pensado que el mundo se acercaba a su fin. Esto requeriria un libro de unos dos mil capitulos. Lo que si quiero es mostrar que éste no es en modo alguno un fenémeno reciente. Por ello, desearia decir unas palabras sobre algunos de los momentos culminantes (0, dependiendo de la actitud de cada uno, los momentos mas bajos) de la tradicién, remon- tandome hasta la Iglesia cristiana primitiva, pasando por el siglo XIX y la Edad Media. EL FIN DE LA HISTORIA TAL COMO LO CONOCEMOS 27 LA GRAN DECEPCION DE WILLIAM MILLER Probablemente el mas célebre crondlogo de la historia americana sea William Miller, una especie de Edgar Whisenant del siglo xx." A diferen- cia de su fatidico sucesor, Miller no pudo ni siquiera imaginar la publica- cién de dos millones de ejemplares de sus escritos; pero la influencia que ejercié en la historia norteamericana fue mucho mayor. No supo con tanta precision como Whisenant cual seria la semana concreta en que tendria lugar el retorno de Jestis, pero supo cual seria exactamente el afio. Basan- dose en un estudio pormenorizado de las profecias biblicas, Miller soste- nia que Jesiis retornaria a la tierra en un resplandor césmico de gloria en el afio 1843. William Miller, un sencillo granjero sin formacién, originario del nor- te del Estado de Nueva York, se habia criado en un hogar religioso, pero se rebelé contra su herencia cristiana mientras luchaba como soldado en la guerra americana de 1812. Después de la guerra, abrumado por las du- das y turbado por sus costumbres irreligiosas, volvié a la Biblia para en- contrar la Verdad. Y de hecho la encontré, de forma clara y segura: no sélo la Verdad de la existencia de Dios y de la importancia de la fe en Cristo, sino también la verdad del fin del mundo. Durante dos afios Mil- ler estudié detalladamente los textos de los profetas. En particular se sen- tia fascinado por el libro de Daniel, donde se afirma: «Dos mil trescientas tardes y mafianas; después el santuario sera rehabilitado» (Daniel 8,14). Su interpretacién del pasaje se basaba en algunos presupuestos, a su jui- cio, bastante obvios: 1. Que «santuario» indicaba la santa creacién de Dios. 2. Que la rehabilitacién indicaba la purificacién de la creacién al fin de los tiempos. 3. Que, como en otros lugares de la Biblia, un dia del tiempo de Dios indica un afio humano. 4. Ques! tieminae gua el momento on sguose! ealof del enmda em pezo a funcionar— fue la reconstruccién del santuario judio terre- no, el Templo de Jerusalén, en 457 AEC. 12, Las memorias de Miller proporcionan una lectura fascinante. Véase Sylvester BLISS, Memoirs of William Miller, Boston, Joshua V. Himes, 1853, y la apologia, de terrible titulo, de Francis D. NicHoL, The Midnight Cry: A Defense of the Character and Conduct of William Mil- ler and the Millerites, Who Mistakenly Believed that the Second Coming of Christ Would Take Place in the Year 1844, Washington, D.C., Review and Herald, 1944. 28 JESUS, EL PROFETA JUD{O APOCAL{PTICO Después Miller sacé la inevitable conclusién: 2.300 afios después del afio 457 AEC era 1843 EC. El mismo lo expresa con estas palabras: «En 1818, al término de mis dos afios de estudio de las Escrituras, me vi abo- cado a la solemne conclusién de que, aproximadamente al cabo de veinti- cinco afios desde aquel momento, todos los asuntos de nuestro estado ac- tual llegarian a término».” Fue una conclusién a la que se mantuvo fiel durante el resto de su vida, incluso después que hubo pasado aque! petiodo.de veinticinco aiios. Al principio Miller no consiguié ningtin adepto. En realidad, no con- t6 a casi nadie su descubrimiento. Pero después —al cabo de cinco aitos més de estudio dedicado a cerciorarse de que no habia cometido un etror— empez6 a comunicarselo a vecinos y amigos, y también a algunos ministros evangélicos. Hacia 1831 empez6 a recibir invitaciones para que dirigiera la palabra a pequefias comunidades de la Nueva Inglaterra rural, después en conferencias de ministros y mas tarde, cuando empez6 a con- seguir un ntimero cada vez mayor de adeptos, en reuniones muy numero- sas en algunas de las principales ciudades del Noreste. A diferencia del propio Miller, algunos de los recién convertidos estaban interesados en organizarse y tenfan mentalidad empresarial (sin embargo, en contraste con algunos de sus sucesores de la segunda mitad del siglo xx, ninguno de ellos obtuvo ningiin dinero de su compromiso). Cuando la fecha anuncia- da se acercaba, se prepararon enormes tiendas y campamentos; miles de personas acudieron para escuchar la buena noticia y muchos de ellos se convirtieron. Pronto el movimiento, con elocuentes pastores convertidos que atrajeron a las muchedumbres, empez6 a tener vida propia. Aunque Miller siguié siendo un humilde baptista hasta el final, se hablaba de crear una nueva confesién religiosa. Miller no establecié nunca ninguna fecha especifica para el fin —aparte de la vaga afirmacion de que tendria lugar «en algtin momento en torno a 1843»—. En enero de aquel aii, clarificé que era preciso calcu- lar la fecha segtin el «antiguo cémputo judio», de forma que de hecho se extendia desde el 21 de marzo de 1843 hasta el 21 de marzo de 1844. Los que habian esperado que el retorno de Cristo tuviera lugar el tiltimo dia de 1843 se sintieron decepcionados cuando empezé el nuevo aiio, pero pusieron sus esperanzas en el nuevo término ante quem en primavera. El movimiento continud floreciendo y ganando miles de adeptos hasta que también aquella fecha llegé y pas6. 13. Francis D. NicHot, The Midnight Cry, op. cit., pag. 33. EL FIN DE LA HISTORIA TAL COMO LO CONOCEMOS, 29 Era de esperar que este fracaso supusiera el fin del movimiento. Pero, al igual que ha sucedido con Whisenant y Lindsey y sus innumerables mi- Jes de seguidores en nuestro tiempo, lo mismo pasé entonces. Se divulgé Ja noticia de que un breve retraso era parte del plan divino; entre otras co- sas, permitia que mas convertidos se unieran al rebafio y de esta forma es- caparan de la futura cdlera de Dios. El movimiento siguié propagandose y tuvo su punto culminante cuando uno de sus miembros més elocuentes insistié en que la fecha definitiva iba a ser el 22 de octubre de aquel afio. Miller y sus colegas mas proximos se resistian a aceptar aquella fecha, pero el considerable apoyo que recibié hizo que resultara imposible hacer caso omiso de ella. Hacia el 6 de octubre de 1844 admitieron que al mun- do sélo le quedaban dos semanas de vida. En esta ocasién el fracaso de la prediccién creé especiales dificulta- des. Sus fervientes esperanzas se apagaron por completo, los creyentes milleritas se vieron ridiculizados vilmente y, en algunos casos maltratados fisicamente; algunos de los creyentes habian abandonado su trabajo para dedicarse a la misién de difundir la palabra; algunos campesinos no cose- charon sus mieses; otros adeptos abandonaron todas sus posesiones (al menos uno de ellos acudié después a los tribunales con intencién de recu- perar algunos de sus bienes).'* Algunos de ellos nunca se recuperaron del no acontecimiento que los historiadores han llamado «la gran decep- cién». Aquello fue suficiente para que la mayoria de los cristianos no vol- vieran a predecir el dia y la hora del regreso de Jestis: aparte del caso poco frecuente de Edgar Whisenant, la mayoria se ha contentado con afirmar que iba a suceder en «nuestra generacién». Pero el movimiento millerita no carecia de un importante precedente hist6rico. Si retrasamos seis siglos el reloj histérico, podemos encontrar, #u- tatis mutandis, un movimiento similar presente en el continente europeo. LA NUEVA ERA DEL ESP{RITU SEGUN JOAQUIN DE FIORE Joaquin de Fiore es hoy un nombre poco familiar, pero durante varios siglos fue muy célebre.”” Joaquin nacié en Calabria (la punta de Italia) en 1135 Ec. En su juventud sirvid como funcionario en Sicilia, en la corte de 14. Véase Stephen D. O'LEARY, Arguing the Apocalypse, op. cit., pig. 264, n. 61. 15. También en este caso los estudios parecen innumerables. Véanse buenas introduccio- nes en Norman COHN, The Pursuit of the Millennium, op. cit., pags. 108-112; Bernard MCGINN, Visions of the End, op. city su breve articulo «Apocalyptic Traditions and Spiritual Identity in 30 JESUS, EL PROFETA JUDIO APOCALIPTICO Palermo. Pero en 1171 ingres6 en el monasterio benedictino de Corazzo y pronto fue nombrado abad del mismo. En un viaje que realizé en 1183 a otro monasterio situado al sur de Roma tuvo una serie de visiones en las que Dios le revels directamente, segiin sostenia, los misterios que iban a desvelar el significado de la Biblia y la evolucién de la historia humana. Du- rante un periodo de dieciocho aftos escribié y debatié sobre dichos miste- rios, al mismo tiempo que intervenia activamente en los asuntos politicos, como una especie de enlace entre autoridades del Estado y de la Iglesia. Joaquin crefa que cuando Dios, la Santisima Trinidad, cred el mundo, puso algo de su propia esencia en él. Por consiguiente, habia que enten- der, en clave trinitaria, que el mundo tenia que pasar a través de una serie de tres edades o eras. En primer lugar la era de Dios Padre, en la que los humanos se encontraban bajo la dura y restrictiva, pero justa, Ley de Dios. Esta era duré desde el tiempo de la llamada de Abrahén, el padre de los judios, hasta Jestis. Este introdujo un nuevo periods, la era del Hijo, en la que a los humanos se les dio el evangelio de Dios y fueron libe- rados de la esclavitud de la Ley. Al final de esta era, la segunda del mun- do, se levantarfa el Anticristo, tendria como aliado a una figura polftica destacada (probablemente un infiel musulman) y se enfrentaria a la oposi- cién de un papa santo y poderoso junto con los dos grupos de «varones espirituales» cristianos. Esto Ilevaria a la era tercera, la mas gloriosa de to- das, la era del espiritu, en la que las gentes serian liberadas de las limita- ciones humanas de esta era relativamente mala y serian libres para adorar a Dios por completo con una vida totalmente dedicada a la meditacién contemplativa. Es posible que hoy a la gente le parezca que esto es una utopia, pero para un monje del siglo XI seria como el paraiso. Joaquin estaba convencido de que el fin de la era estaba a las puertas: «Esta [crisis de la segunda era] no tendra lugar en los dias de vuestros nietos o en la ancianidad de vuestros hijos, sino en vuestros propios dias, que son pocos y malos».'* El abad calabrés observé que el tiempo de la primera era, la del Padre, duré, segtin Mateo 1,17, desde Abrahan a Jest, es decir, cuarenta y dos generaciones. Dado que Joaquin creia que los Thirteenth-Century Religious Life», en Apocalypticism in the Western Tradition, Brookfield, Vt., Variorum, 1994, pags. 293-300. Para estudios més completos, véanse especialmente Ber- nard MCGINN, The Calabrian Abbot: Joachim of Fiore in the History of Western Thought, Nueva York, Macmillan, 1985, y Marjorie REEVES, The Influence of Prophecy in the Later Middle Ages: A Study in Joachimism, Nueva York, Oxford University Press, 1969. 16. Citado de la Carta a todos los creyentes, 138, de JOAQUIN DE FIORE; véase también Ber- nard MCGINN, The Calabrian Abbot, op. cit., pig. 191. EL FIN DE LA HISTORIA TAL COMO LO CONOCEMOS 31 acontecimientos de cada era estaban anunciados en los eventos de la era precedente, sostenia que la segunda era duraria también cuarenta y dos generaciones; ademés, como para él una generacién duraba por término medio treinta afios, mantenfa que la generacién cuadragesimoprimera ha- bia comenzado en el afio 1201. Entonces, gcuando llegaria el fin de la his- toria de esta era? Basta con echar las cuentas. Con todo, Joaquin se negé a precisar el tiempo especifico del fin y fue capaz de esquivar la cuestién afirmando que, a diferencia de las genera- ciones precedentes, la cuadragesimoprimera y la cuadragesimosegunda podian durar un poco mas. Pero, como sucede a menudo, a sus seguido- res no les satisficieron en modo alguno sus predicciones vagas y generales y trabajaron para precisar el tiempo del fin. Un par de décadas después de la muerte de Joaquin algunos monjes franciscanos desenterraron sus es- critos (que no habjan causado mucha sensacién en vida del abad cala- brés), compusieron algunos escritos que firmaron con el nombre de Joa- quin de Fiore, afirmaron que tenian autorizacién divina para difundir sus ensefianzas (ya que supuestamente tenian su origen en una revelacién de lo alto) e insistieron en que el mundo tal como lo conocian se encaminaba hacia su fin, que tendria lugar en el afio 1260. Naturalmente, tampoco sucedié asi. Pero después, durante varios si- glos, hombres de Iglesia reinterpretaron los escritos de Joaquin, convenci- dos de que el Anticristo iba a aparecer al final de la segunda era del mun- do, antes de que llegara la nueva era de paz, armonia y libertad. MONTANO Y LA NUEVA JERUSALEN Nos hemos desplazado, de una manera un tanto rapida, desde el si- glo Xx, pasando por mediados del siglo xIx, hasta finales del xi. Pero nuestro saltito, brinco y salto a través de la historia de los profetas apoca- lipticos cristianos de calamidades no se ha acercado atin a su punto de ori- gen. Si decidimos ahora remontarnos otros mil afios, hasta finales del si- glo 11, seguimos encontrando destacados grupos cristianos que proclaman el inminente fin de la historia tal como lo conocemos. Aunque conocemos varios grupos de este jaez en aquella época, voy a mencionar sélo uno. Se trata de un grupo de cristianos llamados montanistas porque seguian a un tal Montano, que se habia otorgado a si mismo la condicién de profeta.” 17. Véase R. E, HEINE, The Montanist Oracles and Testimonies, North American Patristic Society Monograph Series, 14, Macon, Ga., Mercer University Press, 1989. 32 JESUS, EL PROFETA JUDIO APOCALIPTICO Una de las razones por las que los montanistas han sido considerados tan importantes desde el punto de vista histérico es que uno de los tedlo- gos mas sobresalientes en la historia de la Iglesia se unié a ellos cuando se encontraba en la cima de su carrera. Fue el apasionado y prolifico autor norteafricano llamado Tertuliano, tenido ordinariamente por padre de la teologia latina. Tertuliano escribié la mayor parte sus obras conservadas en las primeras décadas del siglo 111. Montano habja actuado unos treinta afios antes. Al igual que sucede con muchas figuras de la antigiiedad, no conoce- mos a Montano tan bien como desearfamos. Segtin informaciones poste- riores, eta originario de la ciudad de Pepuza, un lugar pequefio e insigni- ficante en la provincia de Frigia, situada en lo que actualmente correspon- de a la regin occidental central de Turquia. Estaba convencido de que era un profeta inspirado por Dios para proclamar la verdad divina direc- tamente a los creyentes en Jestis. Muy pronto Montano tuvo como segui- doras a dos profetisas, Maximila y Prisca. Algunas de sus declaraciones proféticas se han conservado en los escritos de otros escritores de los pri- meros siglos cristianos. Algunas de las proclamaciones montanistas tenian cardcter moral. Como grupo practicaban una ética muy estricta: insistian, por ejemplo, en que un cristiano no debia volver a casarse después de la muerte de su cén- yuge y que, en cambio, debia entregarse completamente a la Iglesia (a Ter- tuliano le entusiasmaba esta idea y, de hecho, escribié una carta a su espo- sa prohibiéndole que se volviera a casar en caso de que él muriera antes que ella). Es posible que estas ideas éticas estrictas se derivaran de su vi- sién del fin de los tiempos, segiin la cual éste estaba préximo y las gentes tenian que prepararse para él. En particular Montano crefa que la nueva Jerusalén, para reemplazar a la antigua, caracterizada por la increencia de los judios, tenia que descender del cielo hasta Pepuza. En este lugar era donde el Reino de Dios Ilegaria y Cristo reinarfa. Los cristianos tenfan que entregarse a su venida, resistiendo por su fe, hasta el punto de ser martirizados si era necesario. : Mas, ¢cuando iba a ocurrir este fin de los tiempos? La profetisa Maximila aseguraba: «Después de mi no habra més profecia, sino el fin».!8 18. Segiin la cita de EPIFANIO, cazador de herejfas que vivis en el siglo 1v, en su obra Pana- rion, libro 48, capitulo 11. EL FIN DE LA HISTORIA TAL COMO LO CONOCEMOS 33 SEGUIMOS REMONTANDONOS EN EL TIEMPO: HASTA LLEGAR AL NUEVO TESTAMENTO Parece que todas las generaciones desde los origenes del cristianismo hasta hoy han tenido sus visionarios apocalipticos —bien gente integra y honrada o sinvergiienzas ansiosos de poder y avaros de dinero— que han predicho el fin de la historia tal como la conocemos. Pero, ghasta dénde se puede remontar la creencia en que el fin iba a tener lugar en la genera- cién presente? El autor cristiano mas antiguo cuya obra se ha conservado es el apés- tol Pablo, cuyas cartas son anteriores incluso a los Evangelios neotesta- mentarios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan. No deja de asombrar el hecho de que, al igual que muchos cristianos que vivieron en los siglos posterio- res a él, Pablo estaba convencido de que el fin llegaria en su propia gene- racién. De hecho, en su escrito mds antiguo Pablo habla sobre el inminen- te fin de los tiempos que tendré lugar con el retorno de Jestis. Nos referi- mos a la Primera carta a los Tesalonicenses, escrita probablemente en el aio 49 EC, ni siquiera veinte aiios después de la muerte de Jestis: Os decimos esto como palabra del Sefior: Nosotros, los que vivamos, los que quedemos hasta la venida del Sefior no nos adelantaremos a los que mu- rieron. El mismo Seftor bajara del cielo con clamor, en voz de arcangel y trompeta de Dios, y los que murieron en Cristo resucitardn en primer lugar. Después nosotros, los que vivamos, los que quedemos, seremos arrebata- dos en nubes, junto con ellos, al encuentro del Sefior en los aires (1 Tesalo- nicenses 4,15-17). Lo que ha impresionado durante mucho tiempo a los estudiosos del Nuevo Testamento es que, como se ve en las palabras escritas en cursiva, parece que Pablo piensa que él mismo seguird vivo cuando Jestis vuelva. Le habria resultado bastante facil referirse a «los que» seguirian vivos si no hubiera pensado que él seria uno de ellos. cEs posible, por tanto, que los cristianos que a través de las edades han hecho hincapié en la inmediatez del regreso de Jestis y el fin de los tiempos hayan insistido en ello por causa de Pablo? ¢Es posible que Pablo diera origen a esta forma de pensar y que los milenaristas que han pensado como él desde entonces se hayan visto influidos por sus palabras? En realidad, nuestra investigacién no esta atin completa. Antes de Pa- blo vivié Jesiis, maestro y profeta de Israel, que ejercié un ministerio iti- 34 JESUS, EL PROFETA JUDIO APOCALIPTICO nerante de predicacién en la regién de Galilea, en el actual norte de Is- rael. Jestis reunié a sus discfpulos, les dio su mensaje y les convencié de la interpretacién que él hacia de la Escritura (Ia Biblia hebrea). Realizé he- chos impresionantes que pervivieron mucho tiempo después de su muer- te. En una fecha cercana al afio 30 EC subié a Jerusalén durante la fiesta de Pascua y fue arrestado, juzgado y crucificado. ¢Cual era sw visién del fin de los tiempos? ¢Predijo también Jesis el fin de los tiempos? Algunos cristianos se han resistido a entender las ensefianzas de Jestis en sentido literal y han negado que sus palabras pudieran significar lo que en realidad dicen. Porque ya en los Evangelios del Nuevo Testamento Jesiis dice a sus discipulos: «Yo os aseguro que entre los aqui presentes hay algunos que no gustaran la muerte hasta que vean el Reino de Dios venir con poder» (Marcos 9,1); «Yo os aseguro que no pasard esta generacion [es decir, presumiblemente la generacién a la que Jestis se esta dirigiendo} hasta que todo esto suceda» (Marcos 13,30); «Si, yo soy, y vosotros veréis al Hijo del hombre [...] y venir entre las nubes del cielo» (Marcos 14,62).

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