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Prélogo 0 también soy de esa especie de wieia leche: zas instructoras, La primera vez que lei Un sem nario en la jungla me nes... y también a muchos de los participantes «que he tenido ocasién de conocer. Fuesen emplea- dos enviados por sus empresas, 0 «voluntarios», © incluso «admiradores», las personalidades de los participantes son como un cajon de sastre, y ellos acuden movidos por expectativas muy di Para empezar, estin los perfeccionistas, los que xen realidad» tienen demasiado trabajo, que no tienen tiempo para perder, asisten al seminario nerviotos y malhumorador, y se\niegan a detco: nectar el movil econoci en tantas situacio- Fs que necesito estar localizable en todo mo- mento. Luego, los que profesan el principio de no to: _marse en serio los seminarios. ZA qué viene toda esa psicoparla? -Qué toca 1 santo EN LA INGLA hoy, bailar en corro alrededor del caldero de las brujas, 0 qué? ‘Alyunos asisten muy # gusto, aunque slo sea porque el cusillo los saca dela rutina durante un par de dias Otros adoptan un aire citico, de veteranos gue ya han ofdo infinidad de seminatos. —La cosa no es como aqui se explica. En el dl- fimo curso en que estuve, y le aseguro que quien lo dirigia era una eminencia, aprendi que. Contratias a éstos son los que estén en todo momento «pendientes de nuestros labios», como esperando la receta magica y la explicacion de todas las dificultades, 0 «cémo muiirse de caché cen tres dias». ¥ luego le piden cuentas al director de estudios porque sus problemas no se han re- suelt. No es menuclo el desafio para un instructor. Pero que alegria cuando comprobamos que todos es0s'tipos diferentes «ligan» durante el seminario y acaban por constituir un equipo. En tan poco tiempo que casi no se puede cree unas personas ue ni siquiera se conocian forman un colectivo y se rofueraan. Eto es lo mie interesante, Ahi e fun den las resistencias y germina la confianza, Ahi ‘vemos cima nace el desea de darse feedback mv tuamente, de aprender los unos de los ottos, de ‘ofrecersealtemativasintelectuales. Prilogo (Que alivio para los participantes cuando van sabiendo, por lo que dicen los demas, que todos cllos se enfrentan a los mismos acertijos y tienen problemas similares. Ciertamente lo mejor de los seminarios consste en que apreciamos en otros las rismas debilidades que hemos identificado en nosotros, y les proponemos unas soluciones que ‘a nosotros mismos pueden sernos titles. ¥ todo cea par medio de acciones y vivencias comunes: los juegos, os coloquios, los tallereso grupos de trabaio, Y qué diferente la despedida, si recordamos las cautelosas exploraciones mutuas de los comienzos: shora se intercambian direcciones, se prometen amistades duraderas, se imparten los sltimos con- jos iQue no vuelvan a tomarte el pelo! Se-auguran contactos telefonicos. Todo va a cambiar. ¥ de pronto, nos hallamos otra vez en la ‘empresa en la oficina, en la nave, a solas con nues- tros buenos propésitos, con las estrategas y los procedimientos que hemos practicado virtualmen- te. Porque, a la hora de a verdad, estamos siempre sole. Este libro puede servir de preparacién para el semninati, 0 para acampaar Ia puesta en pctica, para espolear la ambicién o para ayudar a perseve- rar. En todo caso, es una lectura amena, Sigamos a Un SeMInatto BN LA JUNGLA Aurelio en su viaje a través de Un seminario en la Jungle: SaBINE AscoDom ENTRENADORA, COACH ¥ ESCRITORA, PROPIETARIA DE ASGODOM LIVE, Mt 2 » Unas ideas personales para empezar He trabajado durante muchos afios como instruc tor y dgetior de sensinatios en un ingportante eu tidad financiera de mi pais, lo hice de muy buena ‘gana. No me importa reconocer que la separacién no me result6 nada fécl, porque ali siempre tuve la sensacién de estar haciendo algo importante y dotado de sentido. Sin embargo, en un momento dado no tuve mas remedio que tomar la decision de despedime. Por aut? El que alguna vez haya tratado de escribir du rante su escato tiempo libre, sabe en qué consiste Iadificultad, Siempre ocurre algo que lo estorba, y cuando por fin consigue uno sentarse delante del ‘ordenador, la ideas no quieren acudir la lama dda, Resumiendo, que decidi convertie mi aficién —Ia de escribir—en profesion. Y viceversa:sigo dando seminarios. No tantos como en otros tiem pos, pero scum la asiduidad sufiiente para man B [UN SEMINARIO EN LA UNGLA tenerme al dia, tatar con la gente y evitar el pet sro de convertime en un ermitaio. ‘Nacuralmente las experiencias adquiridas du- rante mi actividad como insteuetor han quedado incorporadas a este libro, Los cursillistas que van apareciendo sin duda le parecerin al letor proto- tipor conocidor, aunque me he permitido carica turizar un poco algunas veces ‘También he procurado dacuimentarme, como debe hacer un escrtor serio (si es que eso existe) El tema central de este libro es «el éxito». Su fun- damento principales el conocimiento de los pro- pios puntos fuertes, unido a la disposicién para aprender. Esa es la nica base que permite progre- sar, es decit, seguir desarrollando los puntos fuer- tes y tratar de compensar tal o cual punto débil Esa regla sirve tanto para la vida profesional como para el ambito privado. Las reglas del éxito que in dco en Un seminaro en la jangla son de validez sseneral. En el fondo, no se trata de nada nuevo, € incluso diria que muchas de ellas son verdades de Perogrullo, Se preguntaré el lector critco: ¢A qué viene entonces esta fbula? ‘Alo que yo contesto: 2No son las cosas més bi sicas de la vida as verdades de Perogrullo, las que colvidamos con demasiada frecnencia entre eles ‘és cotidiano? El ejemplo mas palmario: todos sa- bemos que sélo se vive una vez, pero ;qué pocas nas ideas personales pare empecar personas emplean su tiempo conscientes de que es su activo mis valioso! Un serminario en la jungla trata de abrir los ojos a factores del éxito que por elementales muchas, veces pasan desapercibidos. Quicre dar una sacu: ida, sensbilizar¢incitar a la reflexi6n, Silo con: sigo, habré cumplid con mi propésito, Queda el lector cordialmente invitado a seguir el camino de Aurelio hacia Un seminar om la jun ala, para que... pero bah! Es mejor que lo lea usted mismo, BORIS VON SMERCEK El primer dia Como todas las matianae el sol se levants sobre el horizonte para disipar la neblina que velaba la sa- bana. La sombras de los drboles encogieron poco 1 poco y la inmensa estepa africana empers a ca lentarse como un homo. Los péiaros cantaban en Jas ramas, los antilopes y los fus pacfan la escasa hiesba, y ls jrafasestiaban hacia el cielo sus lar gos cucllos, Para la mayoria de Tos animales, una mafiana como cualquier otra No asi para Aurelio, desde luego. Normalmente, Aurelio vvia su vulgarisime vida de hormiga laboriosa, infatigable, siempre algo apresurado, pero dentro de unas normas. ;Y es0 cra o que le gustaba, y mucho, ademas! Vivia con su adorada Aurelia en una pequefia cueva del ex- tearsadiv, un pooo aparte delay galeries princi Jes del hormiguero. No era un nicho excesivamen te confortable, pero a ellos lea parceia acogedor y les bastaba. Ademés, Aurelio trabajaba tanto, que casi nunea paraba en casa. Con lo cual tena bas. [UN SEMINAHO EN LA JUNGLA tante resentida a Aurelia, que habria preferido pasar mis tiempo con su pareja. Pero qué podia hacer Aurelio, Era preciso eumplit con la ley de la comunidad, ‘Aurelio era picado, es decit, que su ofllo con sistfa en cavartinelesy galerias. Oficio nada exi- sente peso sf ny vavindo, que Te obligabe a vigjar mucho. Ademis, era un trabsjo importante. Sin salerias no funcionaba ningiin hormiguero, y lo podia funcionar bien mientras se tuviese en buen estado la complicada red de tineles y paros de ventilacién. En fin de cuenta, Aurelio ganaba una cantidad suficiente de cereales para alimentatse @ simismo y mantener a Aurelia, Si, En lineas generale, Aurelio estaba contento consigo mismo y con la vida que Ilevaba. En lineas generale. Pero no ese dia, Aunque ardiese la arena de la cestepa, é tenia los pies ios. que tratindose de tun himen6ptero son seis pies. Porque, en vez de desayunar en buena paz y compaiia como otras ‘mananas, para acudir luego a su trabajo y regresar su casa por la tarde, iba al encuentro de un esti La mochila pesaba sobre sus espaldas. Record cl grano de trigo quc Aurelia le habia dado para cl viaje. Pero no tenia apetito, Mas bien todo lo con Elprimer dig A primera hora de la mafiana, al despedirse de ‘Aurelia, ella le dese6 mucha diversion —La tendré, jdescuida! —habia contestado él Pero lo que sentia en realidad era: «jque te crees ti eso!» Aurelio miré al sol y.se enjugé una gota de sudor de la frente, Era sudor fro, can fro comme sus pis. (Si por lo menos supiera lo que le espera- ba! La incertidumbre lo ponta nervioso, y en los “ltimos das, intranguilo y excitado; habia corrido tanto galeraeariba yabsjo que sus compatieros le preguntaban si estaba entrendindose para los Jue 2208 Olimpicos de las Hlormigns ‘Ya podian reir tranquil. Claro, como nadie {os oblisaba a deiar la obra ara. Si, epara qué, bien mirado? ‘Aurelio no lo sabia, Su jefe, el encargado de las cexeavaciones del hormiguero, no quiso decirsco. Y se habia limitado a explicate: —Uno de esta seecin tiene que asisti al semi- nario ése, Aurelio, y quiero que scat {Un seminario! Lo mismo que Aurelia, el encargado le dese6 smuchs diversion, y para colmo, pontiendo cara de estar hacigndole un gran favor. Y eso que el encar ado sabia mejor que nadie cusntos metros de gale sale faltaban a Aurelio para antes del fin de mes. ¥ cra esencial que estuviesen terminados a tiempo. Aurelio no quetia ni acordarse de que el seminario iba a durar toda una semana, ;Siete dias!, y sin nadie que lo sustituyese en el tajo, El no tenia su plentes, y bastante agobiados que andaban sus com: pafieros con lo suyo, En una semana, ademés, sezu ramente se recibirian mis érdenes de trabajo. Si se Je acumulaban las demoras, como se las arreglaria Juego? Por una vez tuvo ganas de decile su opinién al encargado, Bn qué estria pensando cuando lo cligis para el seminario? ;Seguro que no le impor taba ni pizea el compromiso en que lo pon 2O tal vez el encargedo queria darle a entender «que estaba descontento con su trabajo? Tal ver la superioridad lo consideraba demasiado lento, 0 poco euidadoso, 0 que no guardaba la precision necesaria. Esa idea, que no se le habia ocurrido antes, hizo que se le enfiasen los pies todavia mas. Aurelio trat6 de echar aun lado semejantes preo ‘cupaciones. Hasta entonces habia tenido siempre la Jmpresin de que su jefe estaba contento con é. Por supuesto, él no era un trepa como aquel colega que recién terminados los estudios de arquitectura fue nombrado a dedo director de proyectos y encarga- do de restaurar la cimara de la rina, Pero tampoco era tan perezoso y desmotivado como aquel otto compariero que todas las mananas se presencaba con los ojos llenos de legaias para tomar un trago dl licor real y luego seguir durmiendo en un rine6. 20 Elprimer de No, Aurelio era un obrero consciente, un trabaja- dor en el que se podia confiar.O, por lo menos, tal se.consideraba é a si mismo, Era posible que estuviera equivocado? Junto a esta vagas preocupaciones, ensombrecia ¢l dnimo de Aurelio otro temor macho més grande, Por cierto que l nunca habia participado en un se rinario, pero habia hablado del tema con algunos ‘compaierossuyos que hubian pasado ya por ea ex- periencia, Aunque bastante desagradables, por lo ue ellos contaban, todos los seminatiossolian de- sarrollarse de una manera bastante parecia. Tal circunstancia, en teora propia para tranqui- lizar un poco a cualquier principiante, a Aurelio no Je tranquilizaba ni poco ni mucho. Estaba enterado de que, ademés dela tateas de grupo y las conferen cias del jefe de estudios, le tocara interven en los lamados «juegos de rol y presentaciones. Perspec- tiva que con sélo pensato le enfiaba los pies hasta dejarlos convertidos en auténticos carimbanos de hielo, En aquellos momentos nose podia hacer nada, excepto rezarfervorosamente para que pasara de él ‘se ciz durante los dias venideros De nuevo ditigié Aurelio Ia mirada al ciclo, La altura del sol le indic6 que Ilevaba retraso. Con tantas cavilaciones y angustia, habia olvidado la hora. Apreté el paso, lo que habitualmente le ser via para desahogar un poco cl estrés. Ademés, no a tenia ningiin deseo de presentarse cuando el semi natio hubiese comenzado ya. Por una part, le ha bria azorado mucho notar las miradas de los asi tentesfijas en el, En segundo lugar (lo que era ‘mucho mis importante), por nada del mundo que ria que el instructor se fijase en su persona. Por due tan pronto como le tomaban a uno en su ppunto de mira, inmediatamente quedaba uno mar ‘ado como «voluntario» para toda clase de activ: dades. ¥ esto era precisamente lo que convenia cvitar a tox costa En consecuencia, Aurelio se cifé la mochila con fueraa y aceleré todavia més. No hay nada como ir sobre seguro, se dijo. Mis vale presentar: se demand prnta que demasiada tarde Media hora mis tarde seguia caminando con cele ridad por la estepa cada vez mas castigada por el sol. Poco despues, sin embargo, el puisaje cambi6 repentinamente. Paso a paso las dunas iban ce diendo a la tierra huimeda y blands, y las hierbas agostadas a las mata, los helechos y os arbustos de lozano verdor. Hasta los arboles, antes nudosos y retorcidos, presentaban otro aspecto, ms tal dos y coronaclos por abundante y vigoroso follaje. El dosel verde tamizaba la luz del so, ya préximo su cenit en aquellos momentos. En otras circuns 2 El primer dis tancias, Aurelio seguramente habria juzgado muy agradable el cambio y poder acogersea a sombra. Su camino le levaba a erwza la selva Esta sees pesaba cada vez mis, y tanto asf que Aurelio empeas a sentirse un poco sobrecogido, Mis de una vez ‘emi equivocar la ruta, Cuando ya casi desesperaba de haber acestado con la dreccion, se vo en su hugar de destino, Muerto de fatiga, pero ain a tiempo Mejor atin llegaba el primero. Ni siquiera se habia presentado todavia el director del seminari. , Aurelio creyé entender ‘que el agradecimiento era sincero, —Acaso no aprendimos ayer que todas las cosas estin en el rio? —prosiguié Modesto diri- siéndose a todos—. Pues vamos a seguir la co- rriente y vamos a intentar algo nuevo. Yo no pro- pondria lo del polipasto si se nos hubiese ocurrido tuna solucién mejor. Un remedio conocido y mil veces probado. Pero si existe una solucién as, yo por desgraca no la recuerdo Elpidio, King Edward, Lea y el seior Quelonio callaban un poco avergonzados. En efecto, los re medios que habian propuesto ellos acababan de fracasarestrepitosamente Or lo siege —insistié el mono. Hagaimos al menos el intento de ensayar un nuevo camino, iPuesto que no tenemos nad que perder! Y sexo fracas, siempre nos queda el camino por tiera, 0 ‘esperar alla préxima crecida Aurelio se dio cuenta de que las mentes de los ceseépticos empezaban a claudicar —2T6 nos garantizas cl éxito de tu polipas- 10? Fue el équila quien hizo la pregunta, y aprené cen seguida: —Quiero decir sila miquina estan buena que puede levantarel peso de una balsa —No puedo dar ninguna garantia —replicé Modesto—. Pero si no hacemos la prueba, no lo averiguaremos nunca Sino se ensaya lo nuevo, nunca se sabra si habria funcionado. Lea dijo que no tenia ganas de perder més tiempo sin hacer nada. Elpidio tenia hambre y no ‘estaba para sepuir cavilando en busca de solucio- nes. El partido de los detractores del polipasto se deshacfa como un azucarllo. Finalmente, ineluso el seior Qu —Esta bien, Podemos probar. No ereo que fancione, pero si todos esti a favor no quiero ser yo el dnico que diga lo contraro, oni concediés Etsequndo ia Pusierou manos a la obra después del slmuerzo, Elpidio dersibé una palmera por el procedimiento de empujacla con su podcrosa cabezota. El éguila tmple6 su afilado pico a manera de escoplo,y tall has piezas de madera necesarias com arreglo a las indicaciones que iba dindole el mono Modesto. Lea. con sus afilados colmillos hizo riras nn gran nimero de hojas de palma, y Aurelio ls ren- 26 para hacer sogas. El sefior Quelonio se encaraé del control de calidad. Su mirada severa no des- cuidaba ningin detalle, ya que el menor defecto podia significar no slo la ruina de la idea, sino el fracaso de toda la expedicién y del seminar, Sise rompiesen las cuerdas y la balsa cayera con dem: siada violencia, tal vez se quedarian sin embar con para continuat Y nadie deseaba correr semejante riesgo. La méquina qued6 a punto eranscurridas ape- nas dos horas de trabajo. Los cursllistas ataron sogas a las cuatro exquinas de la balsa, anudlaron los extremos libres y los fijaron a una soga larga ‘que el mono Modesto pas6 pot las poleas. —Si mis cileulosaciertan, ahora Elpicio debe ria sacar la balsa del agua sin demasiado esferz0 —anuncié Modesto, Entreg6 el extremo de la soga al elefunte yéste, agarréndola con su trompa, empez6 a tirar con precaucién. UN SEAUNARUO EN LAJUNGLA Y hete aqui que, para asombro de todos los participantes, la balsa empez6 a moverse. La tortuga, sobre todo, no daba crédito a sus ojos —jHabsise visto el mono ése! —exclam est ppefacta yen tono de involuntaria admiracion, Sélo entonces se atrevid Modesto a dar tienda suelta a su jabilo: {jHurrat Despuge de escuchar tantas crtieas, yo mismo descontiaba del resultado de la empresa Pero ya vis que ha funcionado! —Y terminé con ‘tro «huera» triunfal Sin embargo. no era el tnico que se habfa qui- tado un peso de encima. Los demés animales tam- bin estaban contentos. Mis tarde, y mientras la balsa reanudaba su nave. szacién empujada por una suave corriente, el grupo ccoment6 el suceso. Minerva dijo: —Yo conocia ese banco de arena. Para vo- sotros, en cambio, ha sido un impedimento que tno pouiais prever. No un peligro, pero sf una dif ccultad nueva para vosotros, que no tenfais una so- lucién ensayada de antemano. Intentemos recapi- tular ahora eémo os enfrentasteis a la situaci6n, Quin lo recuerda? El segundo dia —Empezamos por reunir ideas —comenzé King Edward. —Algunas ideas fueron rechazadas en seguida, y otras las pusimos a prueba y nos vimos obligados 4a descartarlas después —dijo Elpidio, ha sido, exactamente —asinti6 Miner: va. ¥ decidme, equé clase de ideas fucron sas? Ideas initiles, evidentemente —murmuré el , Atl fin Aurelio se esconis devi de wa ‘oreja de Elpiio mientras todos los demés cerraban Jos ojo. Entonceshabl6 King Edward y 6st apunis ala orejaizquierda. Como era alli donde se habia ocukado Aurelio, quedé clegido e brazo inquierdo Gel rio sein habian convenido previamente a direccién elepida los lev6 hacia el su, al principio, a tenar de la posicin de sl. Pero el vio seadentraba en la selva siauiendo un curso serpen- tino. Al poco result imposible decir qué dieccion levaban. Después de doblar un par de secodos mis el ramal fluvial se extinguia repentinamente en un banco de arena. Dees nose dvisaba sin la espes 1a dela selva. Si alguna vere io habia conducido a alguna parte por sli, debio ser hacia muchos aos. —jCallejin sin salida! —constat6 el sefior ‘Quelonio en tono de imparciaidad Por primera vez fue preciso utilizar los remos praca remonta la ligera corricate, Nadi despeedi cig una sola palabra, hasta que se hallaron de tnevo en a bifurcacin Una vee se vieron en el camino que indudable mente debia ser el correcta, los pasajeras de la balsa volvieron a animarse, Avanzaban con rapidez 4 favor de la corsiente. y luca el sol en un cielo perfectamente kimpido. Quedaba casi olvidada la excursin a tierra de nadie Elsexto die La primera que nous el cambio en el ambiente fue la sensible leoparda. Sentada a proa, miraba hacia el frente al poco murmurs —Esti cayendo la nibla En efecto, no tardaron en verse rodeador de volutas de tn vaho que se espesaron ripidamente hasta convertitse en un calda tras de color lechoso que flotaba sabre la superficie del agua como una especie de alfombraingravida, —Apenas veo ni dénde tengo la punta de la trompa —se quejé el elefante. Exageraba un poco, pues Aurelio ain lograba distinguir las dos riberas. Aungue a manera de desfile tantasmagorico y poco mis. El colorido de quel paraiso quedaba reducido a unos velos te 1merosos, en diferentes matices de gi. En aquel entorno ni siquiera les vali la aguda vista de King Edward, —Menos mal que es imposible salise del cami no—graznd, El mono versifies —No importa si hay nieblao Ilueve, que el rio 1 destino nos lieve —Conviene andar com lox ojos abietos, sn em argo —dijo la leoparda—. Si no me equivoco, ta es una neblina baia Con estas palabras se encaram6 sobre las an chas espaldas de Elpiio. LUNSEMINATI EN LAJUNGLA ~Y con eso, qué? —abjet6 el sefior Quelo- nio—. ¢Acaso ves mejor desde ahi? —iMucho mejor! —replicé la leopards, aun- que se veia obligada a empinarsey estirar el cuello para asomar la cabeza por encima del cendl de niebla. En seguida coment: — Fey! Calulo que vamos tener un probleme ‘Como la niebla se espesaba un poco més, Lea sc vio obligada a empinarse de puntillae para se- suit mirando, En seguida se demostré que habia sido un ere —iOye! iQue eso pica! —barrité Elpidio—. {No saques las uitas! . So ‘taba mis bien a elogi. ‘Minerva mir6 en derredor y retomé el hilo de su argumentacin: —Por tanto si pretendéls una meta concreta y no valen todos los caminos, seria la hormiga ciesa cl mejor sistema para aleancar una decisin? —Quieres decir, incluso suponiendo que El- \pidio taviers seis ore? pregunts el guile con ‘eseepticismo. ‘ Si w LUNSEMINAMIO EN TA JUNGLA King Edward e puso a reflexionar y su semblante acus6 el visible esfuerzo, hasta que por fin admits -—Tenes taz6n, naruralmente. Ha sido un error por nuestra parte eltratar de echar la decision a suertes, Esta mafiana dejamos que el azar deciie se nuestros destinos. Y el azar, evidentemente, nos envi6 por el camino equivocado, Pero ahora que las alternativas son seis, el acierto en la eleecin sleatoria todavia results mis improbable (Caray! 1Cémo no se me habsa ocurrido ances! Pero qué otra cosa podiamos hacer para acerta con el buen camino? —pregunts el perple jo Aurelio—. Los dos brazos del rio parecfan igua- les. eCémo ibamos a prever que el izquierdo ter~ rminaba en las dunas? —iPor cl mismo procedimiento que vamos @ utilizar para cruzar este delta! —replicé King E ‘ward, Sélo es cuestién de no perder el objetivo de vista, jEn eso consiste todo el secreto! No pierdas nunca de vista tu objetivo. Con estas palabras desplegs las ala, dio unos saltitos para comprobar que se hallaba en condi: ciones de emprender el vuelo,y luego bati las alas 130 El aes dia ‘con poderio y desaparecis, Se hizo un silencio que parecié eterno a todos los circunstantes. Nadie dijo una sola palabra. King Edward parecia haber desaparecido sin dejar rastro. Como si se lo hubie- se wagado la nicbla De pronto se oy6 en las altras el grito imperio so del dguila, y la vox anuncis deede el sie: —iHe visto el camino! Lego resoné un grita de espanta no menos re pentino, més bien un graznido, cuando King Ed- ward se dio cuenta de que no conseguia frenar su velo en picado, Un segundo mas tarde hubo un chapuzén en el agua, justo al lado de la bala, —No quiero escuchar el més minimo comenta io —amenazé6 cuando hubo conseguido izarse a bordo. —Nise nos ocurre —Ie tranguiliz6 la tortuga—. Vale mis que nos digas por dénde hemos de tomar para continuat Por el tercer brazo contand desde el lado tz aquierdo —contest6 el éguila eC lo sabes? —Primero sub muy alto, La niebla tiene ape pas unos metros de eapesor. Cubre las aguas evan do se mira desde arsiba, pero en las partes de tierra desaparece tragada por las copas de los ie. boles. De este modo pude distingur fcilmente los seis brazos del tio, que se abren como varillas de LUNSEAINAIO BN A UNGLA 1m abanico en distinas diecciones. Entonees subi tun poco més, volé en cfrculo sobre el delta y pude vcr nuestro punto de destino a lo lejos. Pore tee ser canal de la izquierda legaremos a él Bao si es tener vista de iguila —barvité Elpi- dio—. Realmente, no sé cémo me las habs blado para hacerme con euatte orejas mis. La travesiarequitié grandes dosis de paciencia Mas de una vez se tropezaron con nuevas bifurcacio ns del delta, y King Edward tavo que remontar el ‘vuelo para un reconocimiento del teritorio. Pero la orientacén era buena y nunca se vieron bligados rehacer camino. A itima hora de la tarde se rompi6 cl maro de niebla. Los visieros recibieron de nuevo los rayos del oly supieron que las dos palmeras eru- zadas no podian hallarse demasiado lejos, Mis tarde comentaron las revelaciones de la jomnada, Por primera vez King Edward se avino @ hablar de su vida fuera del seminario, Minerva le invit6 a manifestar cules eran sus puntos fuertes. —Tengo la misién de dibujar majestuosos ci culos en el cielo, principalmente. Como rey de los aires, es lo que se espera de mi. Y mi meta consiste en llegar a la perfeccidn en ello, para que se diga que llevo el titulo con dignidad. Lo cual no siem. pre es fcil. A veces me distraigo buscando alimen: to, ocuidando de mis jovenes principitos y prince sitas, y ocurre que se me olvida ese objetivo. Por ELexto die poco tiempo, sin embargo, Pues asf que levanto el vyuelo hacia las nubes, y veo el mundo tan peque: fo, esas preocupaciones tessenales desaparecen, quedan lejanisimas. Y yo recuerdo entonces la dad de mi exietencia, que es mi arte, mi do no del aire. Cifro mi punto fuerte més significat yo en no perder esa dle vista nunca —y guifiando tun ojo agtegs—: O casi munca, Al anochecer attacaron en la olla, El mono en cendié una pequefia hoguera, truco que habfa aptendido de los humanos segiin cont6. No de los turistasvistantes de la reserva, los de piel cla sino de los aborigenes de piel oscura que vivian cerca della colonia de los simios. Sentados alrededor del fuego, los animales pa- saron buena parte de la noche recordando con cierta melancolia las aventuras dela pasada sema- na, Aurelio se dio cuenta de que € uo era el Gnico «que esperaba la jornada siguiente eon sentimientos mezclados. La alegria, porque contaba con estrechar a Au: relia entee sus hravos. El alivio, después de haber superado tantos pe ligros La pena, porque dejaba atris un periodo mara- villos, [UN SEMINARIO EN LAJUNGLA ‘A todo esto se sumaban la incertidumbre y la ccomezén, porque élera el inico que ain no hal ‘icho su punto fuerte. Indudablemente le tocaba la vez. Cuando amanecise, tendria que confesas a los demis (y confesarse a si mismo) que no tenia ningiin punto fuerte digno de mencién. Lament ‘ble final para tn seminar tan interesante ‘Apesadumbrado, procuré dejar a un lado esa idea yseretit6,Estaba tan cunsado que por unos ins tantes dud si sacar la hoja de palma como hacia todas las noches,y guc estaba ya casi completamente Tena. Pero luego comprendi6 que habria sido un cerrun, que debia ceguir aprendiendo de los demas ‘cuanto fuese posible, tal como habia decidido el pi ret dia. Y tal como venta haciendo desde entonces, para teanquilidad de su conciencia, Asi que no era ‘cuestin de fallar cuando slo faltaba un dia — :Quiéleccién he aprendido hoy? —murmuré ‘en vor ba, hablando consigo mismo—. ih, sit Y garabateé en st hoja de palma: 14 Elaesto die ‘Guando hay niebla y muchas vies \. que toman diferentes direcciones, . haz como el aguila: No pierdas de vista 155 El séptimo dia Lo que mis temia Auielio sucedi6 realmente aquel domingo: que salié a debate la cuestion de cual era su punto fuerte principal ‘Durante toda la mafana le atorments una perple- fidad: ¢qué stuacin le reservaba Minerva? Porque, hhasta entonces, cada aventura se habia ajustado al punto fuerte individual de uno de los asistenes. El bbanco de arena a caida de agua, el drbol herido por lay el deta neblnoso... cada uno de aquellos in- ‘grupo la cristlizacin de ss facultades ‘Ahora bien, ¢qué situacién podia esperar Aure- lio, convencido como estaba de no tener ningsin don especial? Al fin y al eabo, él no era mis que tun parisito, uno que se habia propuesto emular lo {ue hiciesen los dems, sin ambicionar nada mas y sin mirar més leis. No importaba lo que hubiese discurrido Minerva para él. Tenfa la sensacién de que se le iba a exigi demasiado de todas maneras [UN SEMENARIO EN LA JUNGLA Y porotra parte, éeémo conoceria Minerva el punto fuerte de Aurelio, cuando no lo sabia ni él mismo? Por mis que se machacabe la neurona no hallaba la respuesta, Lo tinico que podia hacer era resignarse a sufrirsu destino y esperar a ver qué le deparaba. Confiaba en que, al menos, no decep- siowatia demasiado a los dems Enfrascado en tan melaneélicos pensamientos, Aurelio ni sguicra se dio cuenta de eémo iba eam biando el paisaje. En la selva la riberas parecian zelativamente Ilanas, pero en aquellos momentos Ia expedicién atravesaba una garganta rocosa. Grandes pefas se alzaban a uno y otro lado. mas altas incluso que lacatarata del miércoles. Todo in dlcaba que el rio se habia abierto paso excavando un lecho profundo durante millones de ais. El valle entre las altas montaias coronadas de espeso arbolado era obra de las aguas. Aurelio no se fij6 en lo que le rodeaba hasta que oyé la repentina y excitada exclamacién del sul —iAht esta la meta! {La veo perfectamente! iEn seguida habremos llegado! 1¥ en efecto ali estaban las ds pabineras! For smaban un especticulo impresionante. Los fuertes vientos habjan inlinado los troncos, partiendo de tuna y otra olla, hasta que se cruzaron formando tun arco ofival muy alto sobre lat aguas del so, Una be El sdpimo dis +X% gigante que, tl como habia anunciado Miner. va, marcaba el punto final del viaje comin, Poco después sacaban la almadia a tierra, y ‘cuando todos hubieron desembarcado, la lechiza —Nuestro viaje casi toca a su fin, Sélo nos falta sctouar al punto de partida ;Seguidme! ‘Con estas palabras ech6 a anda y enfilé «paso vivo un sendero estrecho gue se intesinaba en la selva, Elpidio, Modesto, King Edward, Lea y Au relio la siguieron, El sefior Quelonio se quedé rezagado. —aPretendes que regresemas apie? —jndes, in dignado—. Después de sete dias de viaje quieres oblizarnos « andar? iEs0 no es lo que habiamos convenido! Prometiste que te ocuparias de nuestro regreso, jeso Fue lo que jst el primer dia! —No te preocupes —dijo Minerva—. Nuestra marcha no serd demasiado larga. Sélo hay que subir esta cuesta, —2¥ que? ¢Ahi arriba nos espera un albatros Bigante para transportarnos y regresaremos por los aires? Minerva suspit. —Acompafianos y lo vers. Ten un rato de pa- ‘iencia. Un poco de ejetsicio nv lice dio a nad El sefiot Quelonio obedecié de mala gana, —De acuerdo, pero i una ver legados arriba no 9 Us SEMINARIO EN LAJUNGLA 20 ningéin albatros gigante dispuesto a recogemos, {me van a oft! —iba repitiendo una y otra vez Aunque Minerva no tenfa ning albatses barter disponible, la tortuga no tuvo nada que decir para que la oyeran. Porque, con gran asombro de todos, el punto de partida se encontrabs justo des- puss dela cuesta. All estaba el calvero dela selva ‘con los tocones dispuestos en semicirculo y, en el centro y un poco mas elevado, el asiento del con- ferenciante..nofaltaba deal. —2Cémo es posible esto? —presunt6 King Edward—. ¢Hemos navegado rio abajo durante tuna semana... yretornamos al mismo lugar desde donde zarpamos? ‘Minerva sonti. —Le sé, lo sé —

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