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HISTORIA URUGUAYA | a APOGEO Y CRISIS ° DEL URUGUAY PASTORIL Y CAUDILLESCO JOSE PEDRO BARRAN : EDICIONES DE LA BANDA ORIENTAL MABEL MORENO de BOSCH = COO — - - Capitulo | LA GUERRA GRANDE. 1839 - 1852 INTRODUCCION Al decir de Pivel Devoto, la Guerra Grande fue un gran drama ligado a Ja configuracién de las nacionalidades en el Plata, drama en cuyo planteamiento se discuti las fronteras entre los estados, Ja aatogicion de los ris, #Tedeicnea de ‘nuestras débiles sobérantas ante Laygeallane interac nismo_franco-inglés. —2 ~Wisia desde diversos Sngulos, ha sido definida como la lucha internacional entre la América espafola y la Europa j jal; ‘pugna ioplatense, entre teqdencias nacTonalistas y autoritarias enfrentadas con tendencias extranjerizantes y Dberales; entre federales_y unitarios en Argentina; blancos_y cotorados en el Estado Oriental; intentos Tregemontcos tendientes a Ja reconstruccion def virreinato de ‘Buenos ites, y combate por sobrevivir det Uruguay y ef Paraguay. Uti Zandovun esquema tan simplista como poco cientifico, pero muy efec- tivo como arma de combate, habria sido también una contienda entre la civilizacion (la ciudad) y la rie_(la_campafia), segin uno de ee eeiagonistes Titerarios de la época: Domingo Faustino Sar- jento, LEDS ue comenzé por ser un conflicto de bandos entre Oribe y Rivera en el Estado Oriental, se transformé con la caida de Oribe (octubre de 1838) en guerra internacional. Ello tuvo una primera consecnencia: desdibujé lo que, en verdad, munca habia estado delimitado con precisién, los partides politicos prientales. Segin expresién feliz, los internacionalizo. Lo propio su~ “Pepe Ns Argentine, Los habitantes de amBas naciones se sintieron primero blancos © Tolorados, federales o unitarios, antes que orien- Yales o argentinos. De ello no debe deducirse, empero, que el senti- miento nacional no existiera, El argumento més utilizado’ por todos Tos bandos fue el de que los contrarios lo traicionaban, prueba indi cutible de su vigencia. Pero de la interniacionalizacién de los partidos cabe deducir que ese sentimiento estaba todavia en proceso de for- macién, como que los partidos Hegaron a existir primero que 1 propias naciones. La larga duracién del conflicto y la ubicacién de los colorados en 1 ciaied de Montevideo 'y los blancos en la campaia, mucho f -ooeyg SRO ep cmceree , Sage Te més fortuita que debida a una estricta légica histérica, contribuyeron, a darle a cada uno de nuestros bandos tradicionales aquello de lo que carecian: un esbozo de contenido ideolégico. A partir de ia Gue- rra Grande las dos grandes colectividades lograron perfiles mas defi- nidos de los que tenfan cuando se usaron por primera vez las divisas en Ja batalla de Carpinteria (setiembre de 1836). El Partido Colo- rado ofrecia una imagen urbanizada y aceptaba més placenteramente las corrientes liberales europeas. Se identificaba con los inmigrantes de la Europa revolucionaria, en particular franceses e italianos, y el apoyo brasilefio. El Partido Blanco, enraizado en el medio rural, habiendo hecho un timbre de honor de la resistencia a las interven- ciones franco-inglesas, nacia fiel a la tradicién hispanica de orden autoritario. Vinculado a la alianza argentina, encarnaba la defensa de lo americano y oriental. El uso del término “partido” puede llevar a confusiones al lector con- tempordneo, por lo que aceptamos Ia critica que en este sentido nos formu- lara Carlos Real de Aztia al conocer la primera edicién de esta obra. Nada més yeligroso en historia que extrapolar, es decir, asignarle al pasado signi- ficados que sdlo ¢ el presente. De tal manera se le desfigura. El uso del término “partido” es una peligrosa extrapolacién sélo admisible para que s¢ capte de inmediato el sentido general de la formacién politica aludida, ya que bastante lejos estaban los colorados y blancos del siglo XIX del concepto que hoy en dia tenemos de partido politico, Habra que esperar al siglo XX para que el Uruguay conozea, aunque sea en esbozo, el partido politico moderno, con sus autoridades, asambleas, programas ideolgicos mis o menos definidos y sus medios de comunicacién con las diversas capas sociales del pais, etc... ~ En el siglo XIX los partidos son facciones o banderias, y por ello usa- amos indistintamente las tres palabras. Es decir, agrupaciones politicas, infor- mes y tefiidas de personalisme. Grupos de. élite que amastraban a la pobla- cién rural —mas que urbana— coloreados tenuemente por diferencias sociales e ideolégicas, aunque cargados de brutales distancias emocionales que se nu- trian en diversas fuentes, en particular la propia dindmica histérica. ¢Secesién dentro de las clases altas del pais? Es posible. gEn torno a qué pautas? La Guerra Grande dejé firmes algunas de ellas, las que hemos citado. La iden- Yificacién del bando blanco con la campafia y del colorado con Ja capital fue Ja mis gravitante, aunque no cabe deducir de ello Ja exclusién de Jos colorados del campo o de los blancos de Montevideo. Son matices, diferencias de influen- cia en un medio y en el otro, no divorcios. En lo econémico-social la pugna interpartidaria se nutrié, hasta 1870 por lo menos, en aspectos mas materiales. La lucha por la propiedad de la tierra estuvo en el origen de nuestos bandos tradicionales y persistié, aunque atenuada, més alld de las dos primeras pre- sidencias constitucionales. La pugna por el gobierno fue también Ja Iucha para controlar sus menguadas finanzas y asi poder cumplir con Jos acreedores del Estado, unos de un color, otros del contrario. A menudo, como observaremos mas adelante, un solo “partido” se dividié en fracciones por este y otros temas similares, no presentando un frente coherente al adversario tradicional. Todo ello en medio de programas ideolégicos confusos, cuando no idén- ticos, que recubrian mal la apetencla de las clases altas por el poder y rea jidades més pedestres: la tierra, el cobro de la deuda piblica. Sin olvidar un elemento que introduce cierta discordia en este planteo simplificador: Ja fun- Siér distributiva de la tierra que tuvieron varios de nuestros caudillos. Em ‘ese plano, “partidos”, caudillos y guerras civiles impidieron que cristalizara Ja oligarquia territorial proveniente del coloniaje, ‘el llamado patriciado. Tal von a tnbiaron en la esencia la estructura de la propiedad de la tierra, pero Si la titularidad del grupo poseedor. Nuevos ricos e incluso una capa media deben’ su origen a los partidos y sus convulsiones. . Dado el cardcter internacional que la guerra adquirié, conviene tener una idea previa de las fuerzas no orientales que influyeron en ella: Francia, Gran Bretafia y la Confederacién Argentina. CAUSAS DE LAS INTERVENCIONES EUROPEAS La politica franco-inglesa jugs un papel preponderante en la guerra, Antes de exponerla en detalle conviene tener una idea cabal fe sus objetivos. Francia bloqued el puerto de Buenos Aires desde marzo de 1838 hasta octubre de 1840 y, aliéndose a Rivera, contri- buyé a la caida de Oribe. Gran Bretaia y Francia conjuntamente, volvieron a bloquear Buenos Aires desde 1845, auxiliaron militar y financieramente al gobierno colorado de Montevideo, y sélo cesaron en estas acciones entre 1849 y 1850. ¢Por qué? La Europa que nacié a raiz de los movimientos revolucionarios Iiberales de 1830 fue ol reverso de la Europa dominada por la Santa ‘Alianza, En politica fue el triunfo de las monarquias parlamentarias con voto censitario pero ampliado, y el retroceso del absolutismo, Contra el cual, sin embargo, se siguid Iuchando en varias naciones del Continente; en economia era el librecambio, es decir, el paulatino Strasamiento de las barreras aduaneras en la creencia de que existia an orden universal por el cual cada pais estaba més capacitado que cualquier otro para producir determinado género de mercaderias. {a transformacion europea era hija de una pujante burguesia indus trial y mercantil que utilizaba la ideologia liberal para imponerse en cus estados natives (la democracia censitaria daria el poder politico sje clases acomodadas), y para imponer sus mercaderias al resto Gel mundo, ain sumido en el anticuado régimen de la produccién Gitesanal (el librecambio permitiria invadir el mercado universal) Esto que acontecfa sobre todo en la Francia de Luis Felipe (1830-1948), ‘con su creciente desarrollo en las ramas metalirgica y principalmente teatil, hacia mas de 50 afios que venia aconteciendo y se habia afir- mado en Gran Bretafia, Francia era un recién Iegado al mundo industrial y necesitaba lo que ya Gran Bretafia habia logrado en buena medida: mercados y consumidores, 7 ~ taal 2a. oe La seduccién de la ideologia liberal Pero la influencia europea en el conflictc platense ticne varias vertientes y no se agota en lo econdmico. Los jovenes liberales mon. tevideanos y portefios no podian menos que sentir como suya la lucha de la burguesia europea contra el absolutismo monarquico. Para’ ‘ellos el escenario era el mundo, y la lucha contra el despotismo tenia algo de universal. ;Quiénes representaban en América la tirania y pretendian hacernos retroceder al “orden” colonial, por medio de la intolerancia, el terror y la negacién de los derechos individuales? La respuesta para estos jévenes intelectuales, ligados mentalment: pero también por sus intereses a los emigrantes europeos residentes en Montevideo, no podia ser otra que la que fue: Rosas y su luga:- teniente Oribe. Su triunfo significaria el retroceso, él retorno al os- cufantisnio “én que viviamos antes de liberarnos de la tutela espafola, Ja derrota de la revolucién iniciada en mayo de 1810. La lucha entre unitarios y colorados coaligados contra federales y blancos era, enton- ces, una guerra ideolégica. Pudo ser errada esta’ caracterizacién del adversario, o por exageracién, o por inadvertencia de que al tras!=- dar los esquemas europeos a la realidad americana, se cometian, eriv- res de dptica, pero el hecho es que asi fue sentida la Guerra Grande por la mayoria de los integrantes cultos del Partido Colorado y del unitario, Desde este Angulo, equivocado o no, la apreciacién que de la contienda hicieron obré como un hecho. Lo que torna complejo el panorama es que esas mismas naciv nes que tan generosamente exportaban sus ideales de libertad, expor~ taban también sus mercaderias y sus sibditos como emigrantes. La necesidad de nuevos mercados “El crecimiento industrial promovido por la burguesia se enfrenté en esta ‘década (1840-1850) & un mundo que no-estaba tan avido por consumir como esa clase social deseaba, Es mas, en muchos casos, ese era un mundo cerrado por diversos motives a la penetr cién de las potenciag que ya habian completado su ciclo de expan: sién industrial y mercantil (Gran Bretafia), o lo iniciaban (Francis y Estados Unidos) . La Confederacién Argentina al considerar el rio Parané como rio interior, ponia trabas a la comunicacién directa entre Europa Y las ricas provincias litoralefias (Entre Rios, Corrientes y Santa Fe)- También impedia el acceso a un mercado que la literatura de los pocos viajeros que habian Uegado a él describia, un tanto exagera- damente, como muy propicio, poblado y avido de-consumir: el Pars guay. No terminaba alli la politica rosista, gNo existian, acaso, fun- OM OHA ee oe t in Ia rm 1 Pp su el a Ri fri vit br du 0! Pa Jos tes ne} cor qu eq sur ten viv b dadas sospechas de que si Oribe se posesionaba de todo el Estado Oriental, Rosas Jo convertiria en una provincia mas de la Confede- racign? 'Siveso acontecia, e| rio de la Plata perderia su estatuto de retemrernacional, libremente navegable, y se convertiria, él también, tn interno de la Confederacion. Es cierto que el comercio europeo gual se desarrollaba con el Parand cerrado y se hubiera sequido de- {rollando con el Plata controlado por un solo pais. Era demasiado fuerte el cordén umbilical que nos unia a la industrializada Europa para pretender cortarlo, Pero no era conveniente que una sola na- Gin controlase la entrada del principal sistema hidrografico de ta ‘América del Sur, puerta de entrada a la regién en ese momento mas tica y prometedora de todo el continente. Por lo demés, los curopeos deseaban la negociacién directa con el litoral, el Paraguay y el Uruguay, y no estaban dispuestos a soportar la intermediacion de Buenos Aires y los elevados derechos de aduana que esta cobraria de saberse la Have del sistema mercantil en toda la cuenca platense. ‘Ademés, la guerra entre los bandos orientales y argentinos per- turbaba al comercio europeo, La lucha tornaba azarosas las mejores combinaciones de los importadores que se enfrentaban a un mercado imprevisible debido a los cambiantes acontecimientos militares y 2 las trabas que a la circulacién de las mercaderias imponian las ope- raciones. La lucha, finalmente, dislocaba el mercado mundial de cue- ros, uno. de cuyos mas importantes proveedores era el Rio de la Plata. Al comenzar el conflicto, en 1839 y 1840, el precio de estos subié a cifras nunca antes conocidas. Al generalizarse la guerra, ante el consumo desmedido que del ganado hacian los ejércitos y los sa- queadores profesionales ‘de estancias (en particular los brasilefios de Itio Grande del Sur), la baja fue brutal, En Londres y el. puerto francéa de Lo Havre, donde. se comercializaban nuestra zafras, se vivia en permanente ‘duda, Grandes casas mercantiles habian que hrado ante esas violentas oscilaciones en el precio del principal pro- dueto rioplatense. Habia Megado la hora de imponer la paz Pero no se piense que la intervencién franco-inglesa fue un epi- sodio aislado en la politica de las grandes naciones. Asi como el to Parana fue abierto ‘a cafionazos en 1843, asi también se abrieron Jos puertos de otras naciones en lugares més lejanos, pero interesan, tes desde el punto de vista cconémico. Por razones culturales, econémicas y hasta sanitarias, China se negaba a comerciar con Gran Bretafia si no era bajo un estricto control y con rigidas prohibiciones. La Compaftia inglesa de la Indic que compraba en el Imperio chino, 1é, porcelanas y sedas, busca, equilibrar su balanza comercial vendiendo a China el opie’ celtivade en sus plantaciones, a pesar de la prohibicion existente sobre el com, sumo de la droga, E] Emperador en Pekin protest y declara tenciosamente en 1838: “Este pueblo (el inglés) no teniendo de qué vivir, busca dominar a las demis naciones debilitando primero a Ing tekken the ela habitantes..." El gobierno briténico bloqueé Canton. y bombarded Nankin. En 1842 cinco. puertos de China son abiertos a todos los articulos del comercio inglés y se cede a Gran Bretafia la peninsula de Hong Kong, Fue la llamada “guerra del opio”. El Japén, otro inmenso y poblado mercado, estaba practicamente cerrado al comercio internacional. Tocé el turno esta vez a los Es- tados Unidos. Colocados los puertos japoneses sobre la ruta del té, eran vitales para los armadores y comerciantes del Este de los Esta. dos Unidos. Adelantandose por poco a Rusia y Gran Bretafia, el Comodoro Perry, al mando de una flota estadounidense, obligé al go- bierno nipén a abrir en 1854 dos puertos. De inmediato las otras grandes potencias presionaron y los principales puertos del Japén fuc- ron abiertos al comercio mundial. Todos debian convencerse: el aislamiento era un lujo de los vie- jos tiempos. Comenzaba la era de la economia a escala mundial, hija de la revolucién industrial y los paises protagonistas de ese proceso. La proteccién a los emigrantes Influencias ideolégicas, necesidad de mercados, si, pero también interés por crear islotes de residentes europeos privilegiados en las diferentes regiones del globo; lugares donde el europeo pobre pudiera emigrar, aliviando las tensiones sociales que el desarrollo econémico injusto tornaba insoportables, en particular en la Francia de Luis Felipe, y encontrara paz, orden y proteccién de su madre-patria. La emigracién europea fue otra de las causas de la intervencién franco- inglesa. BEET inmigrante puede y debe ser visto desde diferentes Spticas, todas acertadas. Poblo las regiones desiertas de estas naciones, trajo a menudo su avanzada técnica y algin pequeiio capital propio, di- fundié una cultura que a la larga seria la nuestra, mas tambien, para resolver sus multiples problemas en un medio anarquizado por las guerras civiles, recurrié a los cénsules de sus patrias de origen en busca de proteccién y no a Jas autoridades nacionales del Uruguay 0 la Argentina, Nuestros gobiernos tenian mas buena voluntad que capacidad para brindar aquello que sélo seria el fruto de la evolu- cién politica, econémico-social e incluso demogréfica: el orden y la estabilidad internos. Las reclamaciones exageradas de los inmigran- tes franceses estan en la raiz de la primera intervencién gala en 1838. El temor que suscité la posible entrada de las tropas de Oribe a Montevideo en 1843 y sus anunciadas represalias contra el elemento extranjero que hubiera combatido a favor de los colorados, esté tam” bién en la raiz de la intervencién britanica al oponerse al bloqueo del puerto de Montevideo que intent, en apoyo de Oribe, Ja escuadra argentina, a En realidad, la Repiblica Oriental 16 a un espectaéculo inu- sitado y de graves consecuencias desde 1835 hasta que la Guerra Grande comenz6 en territorio nacional en 1843. Bajo las _presidencias Ge Oribe y segunda de Rivera, la nacién conocié una relativa calma. La ganaderia se restablecis. La industria saladeril crecié y los volii- meres de exportacin de tasajo y cueros alcanzaron cifras abultadas. Comenzé la introduccién del ganado lanar de raza y la exportacién de lana logré ascender a cantidades de peso. Montevideo crecid con espectacularidad, favorecida por el bloqueo que desle 1838 hasta 1840 soportaba su rival de siempre: Buenos Aires. La economia basada en cea transitoria paz pedia brazos, Los inmigrantes llegaron. Las cifras son variables. Andrés Lamas menciona unos 48.000 en todo el periodo 1835-1842. Otros arriban a cantidades mas modestas, no inferiores empero a los 30.000. Por primera vez en la Republica (y tinica tam- bién, estudiando. las futuras corrientes migratorias en el siglo XIX y XX).la mayoria de los recién Megados eran franceses, tal vez unos 20.000, A ellos se sumaron italianos y espafioles. Los vascos de ambos lados de los Pirineos (franceses y espafioles) constituyeron el aporte mas significativo. Debe valorarse en sus debidos términos ese alud inmigratorio, pues la nacién en 1830 sélo contaba con 74.000 habitantes, y de ellos una buena proporcién eran brasilefios asentados en la zona fronte~ tiza. E] riesgo mas obvio era el de la desnacionalizacién de algo que, para peor, todavia no era una nacién acabada y formada. ni como estado ni como entidad sociolégica con cardcter propio. Salta a la vista que no es lo mismo recibir 30 6 50.000 inmigrantes cuando la nacion receptora tiene 70 6 100.000 habitantes que cuando posee un millén, como nos ocurrié a fines del siglo XIX. Los europeos iban a dar su ténica a muchas actividades econémicas, culturales e incluso politicas. Su gravitacion dentro del cjército colorado que defendia a Montevideo de los blancos oribistas sera una prueba que més tarde analizaremos, Desde este angulo, sin duda parcial pero exacto en la medida que se le valore sin exagerarlo, la Guerra Grande fue tam ‘A Bién una lucha entre inmigrantes y orientales. gIntentos de ocupaci6n territorial? Pero, los europeos slo buscaban mercados y proteger a sus emigrantes?’ Los historiadores orientales de filiacién blanca y los argentinos rosistas, sostienen que existié también un deseo de ocu- pacion territorial. La intervencién no se limitarfa a restablecer la paz, abrir los rios y proteger lo que se creia amenazado, Ia inde- pendencia oriental. De no haber hallado los interventores la enco- nada resistencia de Rosas y Oribe, el estatuto colonial nos hubiera ll ME te a sido impuesto también en materia politica, o formas solapadas de ‘proteccién” se hubieran definido, {No habian, acaso, ocupado en 1833 los ingleses las Islas Malvinas y miraban desde alli la despo- blada Patagonia con ojos codiciosos, como lo decia en un despacho su ministro ante el gobierno argentino? ;Acaso los franceses no pen- saron en algin momento en colonizar de manera semi-oficial el Es- tado Oriental o, restringiendo sus miras, el puerto de Montevideo, donde buena parte de la poblacion y el ejército era francés y el go- bierno se mantenia con el subsidio de Francia? La verdad es que leyendo los despachos de los interventores hacia sus lejanas cortes europeas se llega a la conclusion de que esta sibilidad existié; pero también un an: desapasionado de los fe: chos revela que el fracaso de tal designio se debié no sélo a la it transigencia de Rosas y Oribe sino al mismo hecho de Ja intervencion conjunta, a la vigilancia mutua gue ambas naciones ejercieron sobre sus respectivos actos. En particular Gran Bretafia, con intereses y privilegios asentados desde hacia ya tiempo en la Confederacién Ar- gentina y que’consideraba la independencia oriental como el. pivote de su politica platense, observé con malos ojos las intimidaciones y violencias, mas propias de Francia, nacién que por recién legada al reparto de las influencias comerciales, manifestaba un apetito mas incontrolado y una inteligencia imperial menos licida que la de su rival. La politica del Ministro francés en el Uruguay en la década de 1860, los ingleses la habian hecho suya veinte afios antes: “Abandonar por cualquier motivo los grandes fines de la Convencién Preliminar de Paz de 1828 que otorgé la independencia al Estado Oriental, seria probablemente un mal negocio para todo el mundo. Francia, Ingla- terra o Espafia, al buscar aqui stbditos en lugar de consumidores, solo hallarian causes de gastos, de complicaciones y de incesantes choques..."” En efecto, los sibditos terminan por rebelarse y nece~ sitan ser administrados; los consumidores legan muy tarde a adquirir ‘conciencia de su papel, y pagan sus propios gobiernos. LA CONFEDERACION ARGENTINA Y EL GOBIERNO DE ROSAS El ascenso de Rosas La vieja lucha entre unitarios y federales adquirié contornos dramiticos ene] afio 1828, el mismo en que nuestro pais se con virtié en estado independiente. El ejército que nos habia auxiliado, luego de firmada la paz con el Brasil se trasladé a Buenoy Aires ¥- baie al comando det general Lavalle tomé el poder, fusilando al gobernador federal dela capital, Manuel Dorrego. La muerte 12 ae. QM Touro ee Tegi del dat rir nos ido, sy. al de Dorrego lend de sangre el foso que separaba a los dos partidos, gimentado por diferentes concepciones sociales, econémicas y politi- cas sobre el destino de la nacién argentina, Los caudillos del interior se unieron al sucesor de Dorrego en la jefatura del nicleo federal portefio, Juan Manuel de Rosas, y de nuevo ese partido gané el poder en la provincia de Buenos Aires, siendo designado Rosas go- bernador (1829 a 1832). Durante su administracion se produjo una ‘cisién, entre los federales. Los Ilamados “lomos_ni ros", partidarios ee een federalisas dedtrinaries que, deseaban establecer bases constitucionales para organizar el pais, Rosas, préctico, no creia en las constituciones, preferia que Jas provincias vivieran libremente y que ni él ni su provincia soportaran trabas legales. La Sala de Representantes de Buenos Aires, dominada por los dorreguistas, le negé facultades extraordinarias, por lo cual no acepté un segundo periodo como gobernador. Desde 1832 a 1835 Rosas, politico consumado, ‘ dedicé a de- mostrar que mantener el ordep: sin su concurso era, imposible, Bajo las directivas de su esposa, Encarnacion Ezcurra, se organizé la “Ma- zorca’’, auténtica policia politica o grupo de presién integrado por Ciudadanos de las clases mas populares. Sembré el desorden y des- autorizé los sucesivos gobiernos de Balcarce, Viamonte y Masa. Fue una primera etapa de “terror”. Rosas en el interin emprendié la Iamada “Campaiis del De- sierto”, lucha de exterminio y acuerdos (que ambos métodos se uti- lizaron) coritra los indigenas del sur de la provincia de Buenos Aires. Por ella logré la conquista de la seguridad para tierras que, nomi nalmente, posefa el hombre blanco. Esas tierras las dio a sus adeptos, Ig inmensa ‘mayoria de los terratenientes portefios que con el grado de capitan, corone! o general, habian participado en la campajia. Por la ley colonizadora de 1839 se procedié al reparto siguiendo un cri- terio que mas tenia de feudal que de democratico: generales, 6 le- guas; ‘coroneles, 5 leguas; tenientes coroneles, 4 lepuas; mayores, 2 feguas; capitanes, una legua; cabos y soldados, 1/4 de legus. Como con esta ultima extensién era impracticable la ganaderia en la época, cabos y soldados vendieron sus boletos a los mas agraciados. que, en ‘este caso, como se habra observado, no eran los “mas infelices”, se~ gin la frase artiguista, Con el prestigio de haber restablecido el orden en la campaiia, el retorno de Rosas fue triunfal, Esta vez obtuvo-de la legislatura de fa provincia. lo que deseaba, la suma del poder publico, 0 sea, ade- mis de las faculiades ejecutivas propias del cargo de gobernador, las islati' iciales, Se completé la transformacién autoritaria del ré en provincial eligiéndosele gobernador ja vez que el man- dato concluia, es decir, cada cinco aios. Goberné de tal modo desde el 7 de marzo de 1835 hasta que cayé vencido en la batalla de Monte Caseros el 3 de febrero de 1852. Diecisiete afios. Seo Las bases del prestigio de Rosas ao fue preciso cuando caracterizé al gobernador y, por Cu ,.a la clase social que le presté su mas decidido apoyo: oat “eQuién era Rosas? Un_propietari ierras. fac. ere Re Sameer de Heras | Qué ‘dio a sus sostenedores? Tierras. | de 2Oué quits o confises a sus adversarios? Tierras”, levi un Este estanciero y saladerista, que poseia una de las més inmen- = 4 de sas fortunas territoriales de la provincia, fue el ‘sostenedor del “Par- >» Rue tido del Orden” contra la anarquia, el! que pretendié al “restaurar diab las leyes”, volver al unico orden conocido por comerciantes y terra- Jeo tenientes de su provincia natal, el viejo orden colonial. Dos garantias us exigian los grupos ricos de la sociedad portefia para prestarle su gau apoyo: paz y tierras, Se presenté como el abanderado de ambas. Las sur tierras, como hemos ‘visto, las conquisté y concedié a sus partidarios dose y a otros que Pe ese motivo Iuego Jo fueron. La paz trato de obte- erla eliminando lo que a su entender era Ja causa de la anarquia a existencia de enfoques para la vida argentina que no fueran el los particular de su faceién politics. La paz seria el resultado de, la tac Unidad en torno a su partido. En este propésito fracas6. Ello explica alr el por qué de su espectacular caida en 1852. Mientras Ja Confede- ~ ue tacién habia crecido en lo econémico y se habian modificado los a centros de poder ante el ascenso del litoral ganadero, el gobernador aes de Buenos Aires continuaba viviendo como en, 1840. Ya no era on | _ | posible mantener el orden con esquemas tan rigidos, La paz deberia f Jograrse ahora respetando Ia diversidad y aceptando cierta fachada Gna. iberal- ¢ ‘Que este representante del “Partido del Orden’, riquisimo pro- terné pietario y repartidor de espléndidos dominios recibiera el apoyo Pictartwses altas, en particular de los terratenientes de la, campaiia Las fortefia, no debe admirarnos. Lo que si conduce a una justificada Porpresa es que a la vez haya adquirido prestigio entre Ia masa sto que esto no lo logré incorpordndola al proceso a) ' popular, Por cie productive en calidad de hacendados. Hubo otros medios. El caudi- ' Pree Mos Cerrillos”, su. principal establecimiento de campo, {ue . no ie ios “aspectos un estanciero representative de aquella economia cm varios sachos bienes solo tenian todavia valor de uso y no de SB ifio (la carne, por ejemplo); en que la distancia cultural enire Catron y pen mo se advertia, sino, por el contrario, una, comitt Parle. de valores; en que los peones coreaban el rosario junto al ietario, untandoseles de dénde venian y amparandolos Fee palicha si eta eejales a cambio. lealtad ¥ Fe la policia si ésta los perseguia, ex le Ia, policka si, cats, Jos Pena’ milicia propia: los “Colorados Con ellos formé una mibich ——_ > por poyo: inmen- "Pare Saurar terra rantias ale su as, Las idarios © obte- arquia: man el de la explica conlede- ado los ernador no era dcberia fachada no pro- poyo de sampaiia stificada la masa proceso 1 caudi- po, fue sconomia y no de ral entre a comin junto al arandolos lealtad ‘dos. del Las angedotes son revelsdorais y més cuando provienen de sus enemigos. Cuenta el general Lamadrid que a pesar del rigor oon que trataba al per- sonal de sus estancias, era el hacendado que mas peones tenia porque les pagaba bien y jugaba tan groseramente como ellos. Apadrinaba a todos Jos Tacinerosos que Hegaban a sus campos y Iuego nadi¢ los sacaba de alli. En cierta oportunidad Rosas y un amigo estin de conversacién en la casa de la estancia. Rosas, de pronto, fija la vista en una nubecilla de polvo, Se Tevanta y dice: Dispense, ya vuelvo. Ha observado que un gaucho enlazaba un capén y se lo robaba, Sale en su persecucién. ‘Tiene fama y es en verdad de Jos mejores jinetes del pago. Posee excelentes caballos, Alcanza al ladrén. Ruedan ambos en un campo de vizeacheras, pero Juan Manuel cae parado y doblega al ladrin. Lo conduce a la estancia y entrega a un sirvieate para que Te aplique el castigo que él ha impuesto en estos casos: 50 azotes a -pantalén quitado y estaqueo durante dos horas, Cumplida la sentencia, Io invita al la~ dron a comer. Le pregunta el nombre, si es casado, soltero o tiene hembra. El gaucho responde: soy easado y tengo 5 hijas. Rosas le ofrece ser padrino si su mujer est4 encinta, vacas, ovejas y un Jugar por ahi, en su campo, di dose luego los procreos a medias. Agrega: Pero aqui hay que andar derecho... . La proteccién no le impedia exigir papeleta de trabajo a todos los peones, y enviar a los que no estaban empleados a cumplir tareas de defensa en los fortines de la frontera con los indios. Es, en suma, el reflejo de una situacién econdmica y social donde el hacendado puede permitirse el Iujo de repartir a medias los procreos de la hacienda con sus subordinados. En parte, porque esta estancia pri- mitiva necesita mas peones que el futuro establecimiento alambrado; en parte, porque los procreos de este ganado atin criollo valen poco en el mercado; en parte, pues también el hombre cuenta, porque. hay una cuota de generosid do de céleulo politico en ese’ maneta pa- ternalista de hacer el bien. Las caracteristicas de su politica ©) El gobierno autoritario. ‘Traté a la Argentina como si fuera una estancia y a sus habi- tantes como ganado, han dicho los historiadores unitarios. Hasta im- puso una “marca”. Una frase obsesiva se repetia en todos los do- cumentos pablicos, aun en las comunicaciones a los gobiernos ex- tranjeros, hecho que ocasiond el estupor del Presidente de los Esta- dos Unidos al recibir las cartas credenciales del embajador de Rosas. La frase decia: ;Viva la Confederacion Argentina! jMueran los sal- vajes unitarios!”” ‘En diversas oportunidades, ante cambios en la po- litiea de la Confederacién, los mueras se ampliaban y enriquecian: jMueran los salvajes unitarios, los asquerosos franceses y el par- ejon Rivera!” 15 ee - 7 La frase revela mas de lo que dice. La primera caracteristica de su politica fye la de aniquilar los partidos, en particular el uni- tario, como manera de unificar la naoién y Mevarla al orden. Orden dictatorial sin duda, siendo el terror un método que usd con escasa iscrecién. Sobre esto la més moderna historiografia argentina ha considerado innecesario himpiar de culpas a Rosas: era un sistema de gobierno. Los unitarios hacian gala del uso de la levita, el indumento de 1a clase culta y europeizada. Les fue prohibida, Era preciso usar chaqueta, poncho en lugar de chaleco y corbatin colorado, El celeste y el verde, colores del partido adversario, fueron suprimidos incluso de las casullas sacerdotales. ia Mazorca se encargaba de hacer cumplir estas disposiciones, algunas de las cuales revelaban un nacionalismo cerril, primario, que parecia tanto un der:- vado del desprecio de los espaiioles por todo lo que fuera extranjero, como de la hostilidad gaucha hacia los ciudadanos maturrangos. Cuando se_critica- ba en piblico al “ilustre restaurador de las leyes”, -unitarios “y federales omos negros” se exponian a tratamientos denigrantes (azotes, calas, lavati, vas), a la persecucién y confiscacién de los bienes. De ahi la emigracion que gané Montevideo y Santiago de Chile, 4) EL peculiar federalismo bonaerense Juan Manuel de Rosas mantuvo, al igual que todos los gober- nantes anteriores de la capital, el monopolio portusrio, pilar fun. damental del poder de Buenos ‘Aires sobre las demas provincias. De él se derivaba Ja riqueza financiera bonaerense, como que era la tinica regién con rentas aduaneras, la riqueza de. sus comerciantes, como que eran los tnicos intermediarios entre todo el norte y litoral argentinos y Europa. Buenos Aires sustituys en ese monopolio a la vieja Espafia; era y se creia su heredera, Su federalismo desde este Angulo estaba hecho del més celoso de los particularismos provin- ciales: nada de lo que correspondiera a la provincia debia vivificat la nacién. Por ello se negé a organizar constitucionalmente el pais. Ello hubiera implicado Ja limitacién del poder absoluto de Rosas y también la pérdida del monopolio y la Aduana tnica. Su relacién con las provincias, a pesar del proclamado federa- lismo, fue ambigua. El gobernador de Buenos Aires subsidiaba a los demas caudillos del interior, entregéndoles como donativo menos de lo que hubieran merecido en justicia. Les permitio a las provin- sias la autonomia politica, guardando para si el predominio econd- mico al negarse a abrir los puertos del litoral al comercio directo con Europa y a nacionalizar las rentas de la aduana portefia, Fue esa regién la que més sufrié el monopolio, Entre Rios, Corrientes y Santa Fe, con magnificos puertos sobre los riog Parana y Uruguay, debian pasar siempre por las horcas caudinas honaerenses. Cuando la paz politica permitié a esas provincias la Tecuperacion de sus economias (1843-1851), trataron de sacudirse la pesada tutela, Siem- 16 pre partian de esa regién los ataques més enconados al predominio de la capital. Alli radicaba uno de los puntos débiles de la hegemonia rosista sobre la Confederacion Argentina. Los historiadores rosistas insisten sobre otro hecho al cual con céden una enorme relevancia: el “restaurador de las leyes” concedio a las provincias la proteccién de su produccién, al igual que al ar- tesanado porteiio, amparandolas de la competencia de la mas desa- rrollada industria europea. La Ley de Aduanas de 1835 es, en efecto, proteccionista. Por ella prohibié la introduccién de algunos efectos (talabarteria, ciertos textiles) y gravo otros con un derecho del 35%. Esos historiadores van atin mas lejos. Rosas, al impulsar la industria saladeril (que era en parte la suya propia), cred una corriente de comercio de relative vigor con los fuertes compradores de tasajo de esos afios, en particular el 3ra- sil. De esta manera, sostienen, procuré la independencia econémica de la Confederacién. " Con el tasajo, la Confederacién se libraba de la dependencia de un solo producto, el cuero, y muy pocos compradores, Gran Breta- fia y Francia; con el desarrollo industrial nacional. protegido, queria sentar las bases de una economia diversificada y por ello mismo in- dependiente del control avasallante de la Europa industrializada. De seguro que hay en esta posicién extrema una extrapolacién de problemas, y soluciones que s6lo en el siglo XX se han presen- tado con tal tigor conceptual. Las industrias artesanales de la confederacién habian sido pro- tegidas ya por otras leyes aduaneras y lograron mantenerse atin des- pués de caido Rosas. En Ja ruina de la industria artesanal la actual investigacién concede mucha mas importancia a la irrupcién del fe- rrocarril britanico hasta los mas lejanos confines de la Argentina, con sus fletes baratos y sus mercaderias europeas, que a todas las Soliticas aplicadas antes de ese hecho, fueran de tendencia librecam- bista o proteccionista, En todo caso, su ley aduanera de 1835. sirvio mas al artesanado portefio que al de las provincias del interior, pues hasta alli no Negaban las mercaderfas europeas debido a lo caro del transporte terrestre. Este terrateniente bajo cuyo gobierno la exportacién de cueros| y tasajo se triplicé, mal puede haber sentado un precedente de ataque| ¥ Jos lados ya estrechos que unian a Ta Confederaoién y el mercado maundial. Por el contrario, los anudé, i ahi residié su éxito segin los Tontempordneos. La produccién ganadera fue la que progresé, ‘ues tuvo pot base los afios de paz que el dirigente del “Partido del PyGen” supo imponer en la campafa. El comercio con Gran Bretafia nunca fue tan floreciente. Por primera vez en la historia de la Con- federacién, esta pudo abonar con sus productos todo lo que sumia, ieetecesidad de exportar cantidades cuantiosas de metales preciosos, Somo debié hacerlo antes de 1830. 17 Se ¢) La defensa de la soberania argentina Al resistir la accién intimidatoria @ intervencionista de Francia primero” (1838-1840) y Francia y Gran Bretafia después (1845-1850), Roses prestigié su gobierno en lo interno, identificindose con la na Rosas Pievausenémigos con la traicién, Durante la segunda inter- cee Ay eneral José de San Martin, que vivia exiliado en Fran crete snvid de obsequio su espada por considerar que Rosas luchaba sie oes segunda. guerra de la. independencia americana. No estaba Se todo equivecado, aun cuando las intenciones europeas, como he mos visto, no fueran tan cl fi Taras como las espafiolas bajo Fernando VII. El “defensor del sistema amer ano” logré hacer respetar me- ticulosamente la independencia politica dela Confederacién ye ese sentido obtuvo dos resultados: a) La a! fianzé; b) Hizo nacer~ur eS timiento nacional mucho mas profundo y duradero del, existenic hasta ese momento. La personalidad jnternacional del estado argen- tino salié fortalecida y reconocida de estas intervenciones, y aunque esa personalidad fuera sélo politica, el logro no dejé de ser positive para estas naciones débiles enfrentadas a poderes que, de no encon- trar suficiente resistencia, nos trataban con ‘el mismo desprecio que Ui"contemporineo Imperio Turco y a las todavia no bien conocidas tribus africanas. El primer conflicto con Francia es una prueba de Jo antedicho y merece una exposicién detallada, pues entroned con el origen de Ja Guerra Grande Francia deseaba obtener del gobierno de Rosas: a) Indemniza- cién para algunos sabditos detenidos por las autoridades provinciales cm rfudicados en sus intereses por medidas adoptadas por estas; b) Exencion del servicio militar a sus emigrantes. Bor ley provincial de exer lodos log extranjeros estaban obligados a prestarlo, pero los, in- gleses habian quedado eximidos por el tratado de comercio de 1825; ‘c) Ese mismo tratado otorgé a Gran Bretafia la clausula de la na- OES ie favorecida, Francia queria también la equiparacién en es- te plano. aaa La cliusula de la nacién mas favorecida implicaba que si cualquier ven~ taja Ca “convedida a otto, estado, automaticamente entraba a gozar de elle EP ese nnds favorecida”. Es evidente que los paises latinoamericanos eo 105 Bibores “del siglo XIX tenian muchos intereses en comin y de segue haallarian conveniencia en concederse un tratamiento privilegiado reciproco en Tmuchos aspectos. Por ejemplo, los lazos histéricos con el Uruguay, que Guserba sospechosamente actualizar, podian anudarse mejor haciéndonos et deseaba soso cI cainpo econdmico, Ello era imposible si slguna nacién CMtopen gozaba de la cldusula antedicha, ya que cualquier beneficjo corde Bea testado Oriental o a los también limitrofes Chile, Bolivia y Brasil $0, 41 Eaade Coie. de inmediato a. Gran Bretafia, de acuerdo al tratado Be Uivereio de 1825, 0 a Francia, si esta obtenfa lo que pedia. 18 Meee a ee ee ee ee ee =| Rosas no atendié las reclamaciones francesas, frente a lo cual cl jefe de la flota gala, Almirante Leblanc, decidio bloquear Buenos ‘Aires ¢] 28 de marzo de 1838, Esta accién intimidatoria, que para- izaba el tmico puerto de la Confederacién y detenia su comercio, hizo reflesionar a més de un argentino. Los imperios aumentaban su apetito. a medida que eran alimentados. ;No habia legado el momento de marcar un limite para que la dignidad nacional se- breviviera? 4 os LAS ETAPAS DE LA GUERRA GRANDE ‘ El fracaso de la primera ofensiva a) Los aliados contra Rosas: 1838-1840 Al renunciar Oribe a la presidencia del Estado Oriental, se em- harcé hacia Buenos Aires con mas de trescientos de sus fieles, sien do saludado por el gobernador portefio como Presidente Constitu- cional de nuestro pais. A los pocos dias, Fructuoso Rivera, el cau- dillo rebelde triunfante, entraba en la ciudad de Montevideo, sus- pendia la vigencia de la Constitucién, mandaba realizar elecciones y resultaba electo presidente por la nueva Asamblea el 1.° de marzo de 1839. Durante su segundo mandato Rivera estuvo dominado por Jos acontecimientos internacionales, Se habia comprometido a tal gra- do con las fuerzas que lo habian auxiliado a conquistar el poder (los farrapos riograndenses, los emigrados unitarios argentinos, la escua- dra francesa) que se vio forzado a declarar la guerra a Rosas el 10 de febrero de 1839, dia en que, juridicamente, comenz6 la larga contienda, 4 Pero Rivera tenia una visién del conflicto que no coincidia con la de sus aliados. Obtenido el gobierno, no le veia sentido a la lucha internacional a que Jo obligaban sus compromisos anteriores. Por javadoja 0 por conviccién, su interés personal coincidia con el del ‘ Estado que estaba rigiendo. Y aunque era tarde para nacionalizar & Jos destinos del Uruguay, Rivera deseaba despojarse de todas sus ataduras y declaraba a sus intimos: “Soy oriental liso y Mano”. Buscando que la nacién y él escaparan a Ja trama’ en que se vefan envueltos a raiz de su revolucién de 1837, comenzé por de- nunciar el tralade-de-aliauz_con, Tos Tarrapos riograndenses, envian- do a Santfago Vazquez hacia Rio de Janeiro para aproximarse al gobierno imperial. En abril de 1839, a pesar de la declaracién de guerra a Rosas, mandé a Buenos Aires a su Ministro de Hacienda, Francisco Joaquin Mufioz, para entablar de inmediato gestiones de paz y acercamiento, a 19 BOY RFR R eB ET ed Rosas se negé. Puede que en parte por respeto a Ta palabra em- pedada a Oribes. puede, y tiene sin duda més pese, porque tenia otros Prins para el Estado Oriental y sabia que ellos no tendrian, futuro Panes yaligdo tan poderoso como lo era Rivera desde la presidencia. ‘ra reconstruir e] virreinato y, creyera encon- trar en Oribe un personaje mas décil a sus designios. Las ambiciones de Rosas en este plano parecen probadas en el caso del Paraguay, cuya inde- pendencia siempre se negé a reconocer, tratando a su presidente, Carlos An- Pinio Lépez, como simple gobernador de algo, que él queria siguiera siendo una provineia, No tenemos pruebas de real entidad, en cambio, para sostener Bue Oribe compartiern los planes rosistas. Por otra parte, para Rosas, la cone Gusta de Montevideo era una necesidad, Nuestro puerto estaba suplantando ‘a su viejo rival, Buenos Aires, debido al bloqueo francés, y servia de esca- atoria a las provincias del litoral cuando estas buscaban eludir el monopolio de la capital Es factible que Rosas desea Rosas obligd a Rivera ¢ luchar. En 1839 el ejército entrerriano al mando de agiie invadié el territorio oriental, figurando entre sus jefes_ algunos orientales notables, tales como Juan Antonio La- valleya, Eugenio Garzon y Servando Gémez. Rivera los enfrenté y Gerrotd en Cagancha el 20 de diciembre de ese afio. La victoria tuvo sus consecuencias. El peligro de invasién se conjuré, el prestigio mi- iter de Rivera crecié, y, lo fundamental, el resto de las operaciones durante los afios siguientes (1840, 1841 y 1842) se desarrollé en territorio de la Confederacién, convirtiéndose el Estado Oriental en tun oasis de paz que atrajo inmigrantes y vio crecer su ganaderia ¥ comercio. Protagonista de la guerra fue ahora el cuerpo unitario de emi- grados argentinos que, embarcado desde el Estado Oriental en la flor francesa, se dedice a recorrer las provincias argentinas del toral y la propia Buenos Aires en busca de un séli bald, Lavalle lo comandeba, ido apoyo que no b) El fracas de la ofensiva: 1840-1842 No cabe duda que el simple bloqueo iniciado por i 1838 se habia ido transformando en una abierta Sate vennionca Ice asuntos internos de las dos naciones del Plata. Esto complicaba a la politica francesa en la lucha de facciones, y aunque de la derrota de Rosas podian esperarse més beneficios que Ia sola cliusula de Ia nacién més favorecida, la prolongacién de Ia resistencia argentina ¥ el mantenimiento de’una costosa escuadra, molestabah a los franc A ello se agreg® un factor dcisivo pare cambiar le politica frar- cesa: la oposicion britanica al bloqueo de Buenos Aires. Los ingleses estaban molestos por el bloqueo, pues“este les impedia comerciar com 20 ert aut tar la Confederacién a través de su principal puerto y también porque Rosas, con habilidad, suprimio cl pago de Ia deuda argentina a la gran casa bancaria Baring Brothers, visto que los recursos aduaneros habian desaparecido ante la aceién’ francesa. Los ingleses siempre se habian opuesto a los bloqueos de Buenos Aires. En 1811 influyeron para que el gobierno revolucionario bonaerense firmara cl aimisticio de octubre con el gobierno realista de Montevideo, pues Ia flo- +. tilla montevideana bloqueaba Buenos Aires e impedia la entrada de las mer- ‘ caderfas britinicas. En 1825 - 1828, durante la guerra entre las Provincias Unidas y e} Brasil por el territorio de nuestro pais, es sabido que los brasi- Jefics al bloqnear el puerto de Buenos Aires fueron los que indujeron a Canning a enviar al mediador Lord Ponsonby. Ahora, en 1840, la. situacién se epetin. Bloquear a Buenos Aires era perturbar en Jo mas hondo el comer- cio britanico en el Plata, ‘Otra razén_actud en 1840 para que Francia oyera con atencién Jas pro- testas inglesas. Las dos naciones estaban al borde de la guerra en el Medite- rrineo, enfrentadas por Id Tlamada “cuestign de Oriente”, es decir, la liqui- : dacién del viejo y enfermo Imperio Turco. Al disputar a Gran Bretafia zonas z de influencia en Egipto y Siria, Francia necesitaba el concurso de todas - sus fuerzas navales incluyendo la escuadra que bloqueaba a Buenos Aires. ; Entenderse con Rosas era, pues, nocesario. > - El nuevo almirante francés, Barén de Mackau, firmé con Felipe s Avana, Ministro de Relaciones Exteriores de la Confederacién Argen- i tina, el 29 de octubre de 1840, una convencién que liquidaba el pleito n . entre los dos Estados, El bloqueo habia durado dos afios y medio. En apariencia, la convencién era un triunfo francés, pero algu-~ 4 nas cldusulas sibilinas alertaron al gobierno de Rivera y los unitarios i Argentinos. Rosas reconocia deber ciertas indemnizaciones a algunos i Sabditos franceses que serian fijadas por una comisién mixta; Francia la obtenia la cléusula de la nacién més favorecida y sus emigrantes que- i aban eximidos del servicio militar, Por el articulo 4° se decia que to el gobierno de Buenos Aires consideraba al Uruguay en estado de ‘absoluta independencia, afiadiéndose: “Sin perjuicio de sus derechos wrecaign fda wom ae: te telamee Je jomeis. 41 boone y wamalied a Ja Confederacién Argentina”. El articulo 6. disponia que si el go- biemo de la Confederacién otorgaba a ciudadanos sudamericanos es- a r peviales derechos civiles 0 politicos, Ia cléusula de la nacién més fa 7 Vorecida no se aplicaria en esta situacién. ta Si bien Francia obtuvo lo que reclamaba en 1838, no obtuvo lo de que segiin todos deseaba en 1840: derribar a Rosas y poner en si te lugar un gobierno més décil a su influencia, Y aunque el articulo 4 y era de confusa redaceién, podia ser interpretado en el sentido de que = Rosas se reservaba el derecho de proseguir In guerra contra Rivera, = aunque reconocia nuestra plena independencia. El articulo 6.°, en Ft cambio, era peligroso. zDe qué derechos civiles 0 politicos podia’ tra- ; tarse cuando se hablaba de brindarlos a determinados ciudadanos —— en AER ' sudamericanos? gEra ello prueba de que el gobernador de Buenos Ai- res pensaba ampliar la Confederacidn incluyendo a los ciudadanos orien- tales y paraguayos, otorgandoles participacion de manera gradual? Los argentinos contemporaneos como Alberdi y Sarmiento, los orientales como Andrés Lamas y Rivera, creyeron que la Conven- cion era un triunfo rosista y no se equivocaron. Dada la correlacién de fuerza militares en 1840, el abandono de Francia significaba a corto plazo la derrota de los unitarios y colorados aliados. Kosas re- cuperaba su puerto, su aduana, sus rentas y su prestifio- Los primeros en sufrir el contragolpe del abandono francés fue- ron los unitarios. En una larga y sangrienta campafia, Oribe, nom- brado general en jefe del ejército de la Confederacion Argentina, de- rroté al general Lavalle (1840 y 1841). Al aff siguiente encaminé sus pasos hacia el litoral buscando destruir a Rivera, que se habia aliado a tres provincias argentinas (Santa Fe, Entre Rios y Corrien- tes). Se enfrentaron asi dos hombres que se titulaban presidentes constitucionales de la Republica Oriental y acaudillaban también a varias provincias argentinas, Los partidos estaban por entero inter~ nacionalizados. La batalla de Arroyo Grande el 6 de diciembre de 1842 fue el triunfo absolute de Oribe. Rivera escapé a duras penas ‘A los pocos dias Oribe invadia su pais La guerra se ensefiorea de la Republica Oriental: el sitio de Montevideo. 1843-1851 a) El sitio de Montevideo y las operaciones militares Las fuerzas de Oribe, unos 7.000 hombres. recién comenzaron el sitio de Montevideo el'16 de febrero de 1843. Este duré hasta Gue la paz se establecié entre los orientales por el pacto del & Ge octubre de 1851. Nueve largos afios en que nuestro pais fue el Gacenario de la lucha, si no tan cruenta como a menudo se piensa. jnmensamente destructiva de los bienes econémicos residentes en la Campatia, asi como paralizadora del crecimiento montevideano. ‘Oribe demord lo suficiente como para permitir la organi: eficiente de la defensa de la ciudad, El general argentino José Maria Paz y el Ministro de Guerra, Melchor Pacheco y Obes, fueron lo: responsables de la rapida respuesta militar montevideana. El pobier- no colorado logré reunir un efectivo de 5.000 hombres. Para Megat ‘esa cifra se decreté en diciembre de 1842 la abolicién de la e= clavitud pasando a integrar el ejército unos 1.490 negros libertos. Es de notar que esa abolicién, aunque provocé algunas perturbaciones en la industria saladeril, se realiz6‘con relativa facllidad. Para el "negro su SRuacién personal cambié poca cosa: de esclavo pass a soldado forzoso. La fenerosidad no llegé al extremo de liberar a las mujeres y los nitios. RE ress nen fu bee Mientras los sitiadores se. ubicaban en lo que es hoy la Unién, los colorados tendian dos lineas de defensa. La primera y mas fuerte, desde la que se tiraba por troneras en murallas zigzagueantes, iba desde la Aguada al Cementerio Central, La segunda, externa, desde el actual Palacio Legislativo hasta la calle 21 de Setiembre. Alli un arroyo servia de obstéculo natural. El Montevideo colorado, poblado y edificado, no se extendia mas al 4 de la calle Rondeau. . Montevideo pado resistir el sitio por varias razones. En primer lugar, conte con’ téenicos © ingenieros capaces en el manejo de la artilleria, asi como. con los pertrechos y a menudo la, marineria de las estaciones navales franco-inglesas. Oribe, en cambio, carecia de suficientes armas de sitio y buenos ingenieros. En segundo lugar, Mon- tevideo tuvo siempre el control del mar, y por él recibia viveres, mer” caderias, dinero y rentas para su aduana y el mantenimiento del gobierno, En ello fue factor decisive la intervencién britanica pri- mero (1843-1845) y franco-britanica después (1845-1850). La flota argentina de Rosas pretendié iniciar el bloqueo de Montevideo ‘el lo de abril de 1843. El comodoro briténico John Brett Purvis se opuso y lo deseonocié. La politica britanica en estos primeros meses fue factor fun- damental para salvar la plaza colorada, Gran Bretafia temia la hegemonia rosista sobre las dos margenes del rio de Ja Plata y. segin su entender ello sucederia si Oribe entraba en Montevideo. Ademis Oribe cometié la torpeza de anunciar que serian fusilados los extranjeros tomados con las armas en Ta mano, y precisamente ellos eran mayoria dentro del ejército colorado, La proteccién inglesa se extend{a entonces a todos los inmigrantes. Combinaba ‘con astucia los deberes de humanidad con Jos de su politica. « La resolucién del Comodoro Purvis de obstaculizar el bloqueo argen- tino tenia también otras motivaciones, segin el historiador blanco Magarifios ‘Je Mello. El interés de Purvis por proteger al Gobiemo de la Defensa (asi fue lamado el colorado) respondia, en parte, a Ja influencia de la casa pancaria Lafone en el pais. Samuel Lafone, comerciante y banquero residente ‘en Montevideo, era duefio de media ciudad y algo mas. Era uno de los prin- Gipales saladeristas y accionistas de la Hamada Sociedad Compradora de los Derechos de Aduana, que luego analizaremos. El gobierno le habia hipotecado ja Plaza Matriz: concesionario de tierras en Canelones para formar una colonia con 3.000 ingleses, gozaba del monopolio de la pesca en la Isla de Lobes por 13 afios, del dominio de Punta del Fste por 4.500 pesos, de la isla de Gorriti por 1.500 pesos. Culminando esta hegemonia Ja Asamblea Le- gislativa se disponia a concederle en 1843 el monopolio de Ta navegacién a vapor en el rio Uruguay, Todos estos negocios peligraban si entraba Oribe en la plaza... y Purvis era socio de Lafone, La ciudad escudada en las flotas europeas luché bravamente durante los primeros cuatro afios. A partir de 1847, y hasta finali- zar el conflicto en octubre de 1851, el tono de la guerra varid. {Log orientales comenzaron a preguntarsc. en, uno y, otro bando por qué combatian. La crisis de la-nacionalidad los hizo recapacita 23 ee a Oribe, apoyado por Rosas, Montevideo por los franco-ingleses, dén- de residia nuestro interés? La guerra se apacigué. En marzo de 1848 el canciller colorado, Manuel Herrera y Obes, comunicaba a ‘su ministro en Rio de Janeiro, Andrés Lamas, que en las lineas de Montevideo hacia mas de un afio que no se oia un tiro, y en agosto de 1851 el presidente Joaquin Suarez decid’ reanudar las _hostili- dades “"después de dos afios seguidos” de virtual tregua, Estas a ve- ces adquirieron carécter oficial ante las mediaciones europeas, y er otras fueron el simple fruto del cansancio de un conflicto donde am- bos empezaron a preguntarse si las influencias extrafias no eran las responsables de su prolongacién. 0 similar acontecio en la campaiia. La lucha en el interior subsistio hasta 1847, pues Rivera no cejé en sus intentos por hacer pie en.su medio preferido, el rural. Desde 1843 a 1845 merodeé con un reducido ejércite por todo el pais hasta que las tropas entre- rrianas que acudieron en apoyo de Oribe, comandadas por Justo José de Urquiza, lo derrotaron en India Muerta (27 de marzo de 1845). Rivera se refugié en el Brasil, volvié en abril de 1846 a Montevideo, y con el apoyo de la flotilla colorada al mando det italiano José Garibaldi, se apoderé de Mercedes y Paysanda. De rrotado esta vez por los propios blancos, se refugid en Maldonadc. La faccién culta colorada que dominaba Montevideo decidié el des- tierro del caudillo en octubre de 1847 por haber intentado un acuer- do directo con Oribe, A partir de ese instante, las fuerzas blancas controlaron toda la campafa. La paz, empero, no volvié a esta. Oribe se enfrenté a otro enemigo: los saqueadores riograndenses de ganado. Los efectos que sobre la economia, la demografia y la sociedad orientales tuvieron estas luchas serin analizados con posterioridad. Recuerde el lector que la campafia no conocid en esos nueve afios un orden estable sino en contadas ocasiones; iodos de estabilidad que las partidas sueltas coloradas_ primero, y lo brasilefios luego, se encargaron de inmediato en liquidar. Pero también adviértase que durante esos nueve afios el pa blanco fue el hegemonico en el medio rural. Todos estos hechos tendran importantes consecuencias pa- ra el futuro de la nacién, b) El Montevideo colorado; una ciuded tebe seid Pe anido liberal ° bibs (¥Gsgoa La ciudad sitiada era, desde muy diversos dngulos, europea. Demogr , el padrén levantado por Andrés Lamas al iniciarse ch tio en 1843, Semucstra que de los 31-000. hebitantes, solo 11.000 eran orientales. Los 20.000 restantes se distribuian de acuerdo con cifras aproximadas, asi: franceses, 5.200; italianos, 4.200; inos, 2.500; africanos, 1.300. Ingleses y ale- wvidades de’ menor relevancia, En pocas pa espafioles, 3.400; manes constituian col 24 a BeOawon ena _— = Jabras, de cada 3 habitantes motevideanos, 2 eran extranjeros, pre- Gominando los europeos y sobre todo los franceses. inando snactoristica no era mis que el reflejo de la gran coprien- te emigratoria que afluyé a nuestras costas entre 1835 y 1842, se gin fue ya descripto, alud que en el caso ‘montevideano sepulté a Ja colectividad oriental que aparecia como minoritaria. La estructura demografica se reflejé en la composicién del _cu- rioso ejército colorado que defendia nuestra capital, Los efectivos de 1843 alcanzaban una cifra cercana a 10S 5.000 hombres distri- teidos asi: 2.500 franceses al. mando de un coronel de esa nacre” nalidad, Thiebaut; 500 legionarios italianos comandados por José Ga- ribaldi; 500 emigrados argentinos; 1.400 negros libertos y 800 guar- dias nacionales orientales. Cuando el bloqueo de Buenos Aires ceso on 1848, la mayoria de los inmigrantes europeos partieron hacia esa ciudad, ‘despoblindose Montevideo, y reduciendose, en consecuencia, tl ejército, pero siguieron predominando en él los ‘extranjeros. esas y otras circunstancias, cuando se temié que Oribe aprovechara el debilitamiento militar para intentar un asalto, la marineria de las estaciones navales inglesa y francesa, surtas en nuestro puerto, de- embarcé y cubrié las brechas que la desercién dejaba. Disde el punto de vista de las finanzas, también el Montevideo colorado solo sobrevivié gracias al aporte extranjero, particularmen- te europeo. El gobierno de Joaquin Suarex atravesd graves penurias para el pago de un presupuesto abultado ante la necesidad de man- paver ese mumeroso ejército que ocupaba a, la mayor parte de la poblacién activa montevideana. La compra de viveres, vestimenta y Rrmamentos, se convirtié en la, pesadilla de los sucesivos Ministros armimicienda del gabinete de Suérer, No basté la imaginacién de Melchor Pacheco y Obes con su impuesto de un peso mensual a las puertas y ventanas, para solucionar el grave problema de los gastos. Hubo que hipotecar todos los bienes publicos a los fuertes comercian- tes de la ciudad, desde el Cabildo, donde sesionaban las Camaras, € hasta los cuarteles y la Plaza Matriz. Pero estos eran recursos de circunstancia, La auténtica fuente del dinero de la ciudad se hallaba en su enta aduanera, Al seguir Montevideo abierto al comercio de- bido a la proteccién de las flotas europeas, la renta no disminuyé pero tampoco basté en los dos primeros afios del sitio para solucionar PrOablema financiero. Debido a esto, el gobierno procedié a entregar Ja ‘administracién y recaudacion de los impuestos aduanerog a una Been denominada “Sociedad compradora de los Derechos de Adua- na", creada en 1843, la que se encargé de adelantar de un aifo para a na 2 Gl importe de ia mitad de la renta. El bloqueo de Buenos Aires por la flota franco-inglesa primero (1845-1847) y francesa luego (1847-1848) concentré en Montevideo todo el comercio del Plata y convirtid en pingiie el negocio de la sociedad citada, Esta estaba dominada por los mas ricos comerciantes importadores, en sus tres te ay Sen ae cuartas partes europeos. Obsérvese la ditribucién del capital accio- fario: franceses, 86 acciones; espafioles, 64; alemanes, 35; ingleses, 76; orientales, 80, En un total aproximado de 180 comerciantes, 140 eran europeos. Luego de levantado el bloqueo de Buenos Aires por la flota fran- esa en 1848, la situacién financiera del gobierno se hubiera tornado desesperada de no haber contribuido Francia con un subsidio mensual de 40.000 pesos. Esa fuente de recursos era Ja tmica segura e impor- tante ante el debilitamiento del comercio montevideano al reaparecer el rival bonaerense. Hasta 1850 el subsidio francés fue la piedra angu- lar de las finanzas del gobierno de Joaquin Suarez. Manuel Herrera y Obes, el canciller colorado, escribié a Andrés Lamas en mayo de 1849, "... si no fuera por los 40 mil pesos del subsidio yo te divin 8 Ud, que ef diabio'nos Hlevaba,..” Al gobierno no se lo Mevé el diablo. Gero si Francia y su cénsul, M. Devoize, eneargado de abonar el subsidio. El gobiemo no tard en comprender que’ su total dependencia del subsidio To volvia vulnerable y Jo convertia en xsi una caticatura administrativa de un aid, Shera. Fl aetndor mandaba, ntatern. EL eénsal Devoize permitia “insoleneias” que Manuel Herrera y Obes soportaba para que Jn ciudad no cayera en poder de los déspotas del Plata ve nos aavintien fn provincia augentina, (eegin el punto de vista colorado). El eénsul esperar al eanaiiler del Fstado Orlental en I antesala de su despacho para abonar el sulsidio, entraba sin lamar al despacho del presidente, Suite hacia cerar poidiens que Jo ‘rliesban, obligando al gobierno colorado a violar ‘onstitucion de Ta. Repilica. wee leant ella Cuando en enero de 1650, Mel- feproché al Ministro de Relaciones Exteriores dela Ropablien F eee ge Bese aoe ol tcpicacite de gues Lew Peis iat hom fads eminestes no tenian In pretension de. ser inviolables para la prensa.” tivo que olf wn legitime argumento del orgulloso europeo: “A Francia na gas esto Loe dostores iberaee Slo Montesiies que hablag cade 5 oe rence dely Gucnea Grande que solo en la spuds de lovciviiorets Bae Radia in ealvacién: frente ala “bnrbarie” rosisty comenzaron a pense ee ‘ndemis de la cultura francesa existia el imperialismo francés, Pocos. eisodios sour pies Milanese gers pooce fore slg W lerlatily ile ly oars Fe ee ee ereg en peciee oe e e fembarzo. son la altima expresién de la mezquindad, del egofsino. personal, do in ebiltdad y dela dosmoralizactin ‘mls rclinads, Altivas‘e mrelentes cee fe tee, ees, berm meter ou fr fn ceed Se eo Ab! Rosas! {Por todo lo que nos hace pasar!* smtpd ‘prometen? Manuel Hervera 'y Obes xplictan el Sesencanto que sutton Tow colerades fo a intervencién eruopea. ilesriaterasy eat deriar at dene! pea. Como observaremos, para detrotar” el despe~ tismo rosista.tuvieron irse™ i se! que “convertirse” al americanismo, y aliatse con Entre Ss andi sidi iuspendido el pago del subsidio por Francia, el gobierno colo- tado recibié casi de inmediato (fines de 1850) un empréstito ava- wee mawsnanenae 4 Rar TReROe Je 28 o- re - jade por el Brasil y luego, por tratado que se analizard, un subsidio prasilefio de 60.000 patacones mensuales. Si demografica, militar y financieramente la ciudad dependia de Europa y era como una extension de esta en tierras americanas, lo propio sucedia en el dmbito cultural. Habitos, costumbres, idioma, literatura, misica, técnica, todo era recibido puntualmente por la ciudad a través de sus magnificas co- vromicaciones con Paris y Londres (las flotas extranjeras se encarga- ban de ellas). Cuando Sarmiento la visité quedo asombrado: la cul- tara europea se expandia, la prensa era variada y de un alto nivel {Mtelectual: diarios bien escritos y mejor informados donde .colabo- Yaban el oriental culto y la brillante emigracién argentina; se oian Mlodas las. lengua del mundo y parece una Babel”. Las | compafiias Miricas italianas estrenaban casi al unisono con la peninsula las épe- ras del siglo. La poesia romantica hacia furor con Lamartine y Victor Hugo, El movimiento intelectual fue tan intenso que se dieron las bases para establecer la Universidad. El gobierno colorado, sitia- do y en medio de las dificiles cireunstancias financieras que hemos relatado, abrid las puertas de nuestra primera Facultad, la de Dere- cho, en 1849. En este ambiente era natural que el Partido Colorado de Rivera ce transformara, perdiera alguna de sus aristas, las debidas al funda- dor, y ganara otras, las debidas al nuevo medio con el que estaba consustanciado. Rivera habia basado su poder en la campafia, Esta, ahora, estaba en manos del adversario, Rivera, en su natural generoso y bonda- SPeo. habia acosido con bonhomia las corrientes liberales, pero en su Foe’ intimo era demasiada la apetencia de poder como para que hi- ciera del respeto a la constitucion un dogma, y confesaba a Carlos ‘Anaya que, si la ConstituciOn_molestaba demasiado “habria que que- nat ese librito”, Rivera, por fin, aunque se aliara a los unitarios, los farrapos y 10s franceses (y al mismo diablo si las circunstancias lo requerian) se seguia sintiendo “oriental liso y Mano”, como la ma- yoria de sus paisanos. Por ello buscd en 1847 entenderse con Oribe Yrectamente, pasando. por encima de las influencias extranjeras que oy entender, profundo en verdad, desdibujaban nuestra nacionalidad ¥ estaban a punto de hacerla zozobrar. En "El Constitucional”, or- zano periodistico que respondia a sus principios politicos, se escribia: i Permaneceremos frente a frente sitiados y sitiadores, sin animo para dope am colo tira? Vamos, orientales, a entendernos y abrazarns!” ‘Para el nuevo partido colorado ambientado en la ciudad euro pea que acabamos de describir, integrado por una pléyade brillante Be igvenes cultos (Manuel Herrera y Obes, Andrés Lamas, Melchor Prhoee*® Stes, Juan Carlos Gomez), la guerra no era entre bandos eens ep rn = rioplatenses sino entre principios con validez universal. La lucha con- tra Rosas era para ellos un fenémeno especial dentro de otra lucha tundial contra el despotismo que en estas tierras encarnaban los cau- dillos y sus ambiciones de poder personal. Si la lucha no tenia fron- teras, era licito pedir el auxilio de las naciones que representaban el progreso y Ia civilizacién: Francia y Gran Bretafia. El liberalismo europeo tefido con un toque roméntico nutria su pensamiento po- litico y le daba sentido a la guerra. Esta cra una empresa contra la titania y la hegemonia rosista sobre el Estado Oriental. En ellos, la idea brotada en Europa se hermanaba con el sentimiento nacional, pero los hechos tienden a demostrar que en su caso era mayor él peso de la idea que del sentimiento, Poco cuidadosos de la dignidad nacional, Jo fueron en extremo —dadas las circunstancias— de los principios liberales. Partido urbano, de inmigrantes y consustanciado con una ideo- logia que no por ajena era menos generosa para el individuo, el colorado quedaré marcado para el futuro por estas tendencias. yRespet6 el partido, en medio de la contienda, las ideas de que hacia’ gala? Puede afirmarse que si, dado el hecho de vivir en “a ciudad sitiada y en plena guerra. ‘Las instituciones politicas funcionaron de acuerdo con la, Cons- titueién de 1830 y cuando hubo que adaptarlas, el espiritu de esta no fue desconocido. EI poder ejecutivo quedé en manos del presidente del Senado, Joaquin Suarez, quien permaneci a su frente hasta el fin de le guerra, ante la imposibilidad de realizar elecciones por la anormal situacién_que la nacin vivia. El Poder Legislativo habia_sido renovado por dltima vez en las elecciones de 1841 y 1842, En 1846, al concluir el mandato de todos los legisladores, estos desearon continuar en sus cargos pero el Ejecutivo disolvié las Camaras y cred un régimen de emergencia. Por decreto del 14 de febrero de 1846 surgieron la ‘Asamblea de No- tables y el Consejo. de Estado. Este ultimo organismo, integrado por 7 miembros, tenia por funcién asesorar al presidente. La Asamblea de Notables se integré con la mayoria de los le- gisladores cesantes, ministros, jefes militares, autoridades eclesidsti: eos, magistrados del Poder Judicial y otras personas a juicio del Poder Ejecutivo. Su funcién consistia en velar sobre 1a observancia de as eyes y la Constitucién, actuando a la vez como Poder Legis: lativo. Se debe sefalar que en este régimen juridicamente semi-dicta- torial, los contralores de los Poderes Legislative y Judicial sobre el Ejecutivo eran més que una ficcién. Hubo una. oposicién permitida, una prensa que disintié en mas de una oportunidad con las medidas del gobierno, voces que se levantaron en la Asamblea de Notables para condenar el destierro de Rivera en 1847, E] episodio més intere- 28 — sante ocurrié en abril de 1848 cuando se hablo de declarar el estado same ey la Asamblea se opuso pues ello eliminaria las, garantins ine dividuales y restaria ‘sentido a una guerra hecha para luchar contra ‘poder alisoluto. El gobierno lego a temer tanto la independencia de criterio de la Asamblea, que al firmarse en 185) los tratados con el Gineil’ (luego. analizados), la disolvié pues pens6 que no serian apro- bados. : FL partido que ast se definia, gno tenfa otras ataduras? Era una idea y un programa liberal en estado de pureza? Rara vez ocurse tllo y esta no era ocasion ‘para excepciones. Los jévenes colorados en su deseo de continuar Ia guerra hasta el fin y concluir con Rosas y Oribe no slo querian el triunfo de Ja Jibertad. Esa opinion de los jntelectuales de la hora fue apo: ada in- turesadamente por! a) Los inmigrantes européos que temian entra- vrei Oribe @ la plaza y confiaban en las promesas de reparto de tierras que el gobierno de la Defensa les habia hecho; b) Los unita- rios argentinos, a quienes Montevideo era et iiltimo refugio y Ja gran esperanza del retorno triunfal a la patria y @ sus, bienes confis Srjoss ©) Los comerciantes y los capitalistas de la Sociedad ‘Com- pradora de los Derechos de Aduana, para quienes el bloqueo de Bue- prac ires por las escuadras europeas significaba un espléndido ne- gocio. Montevideo se convertia en el ‘inico puerto de! Plata, el abas- Bedor, por medio del contrabando, de las provincias del litoral ar- gentino, ei exportador de sus cueros, el recaudador de las rentas Bguana’ gue todo ese movimiento intenso implicaba. La libre navega- sande los rios era para el comercio de Montevideo un principio que valia tanto como la libertad individual para los colorados doc- que Hos, Si Buenos Aires mantenia el monopolio portuario, y Rosas Tatts asegurando, el comercio de Montevideo perderia de seguro sus mercados del litoral argentino. Esta alianza tan estrecha entre comerciantes y jovenes liberales colorados, demostraba que la liber- fad tenia varias caras. Esa alianza, por fin, le dio al naciente grupo politico, asidero social entre un elemento fuerte y préspero: grandes pe nerciantes y acreedores del Estado, en su mayoria extranjeros. c) La campaiia blanca: la influencia rosista. El partid del orden y el americanismo gat. dee aud El partido blanco controlé la campafia y establecié la sede deb gobierno en los actuales barrios montevideanos de la Unién y el Ce- Beto, El apoyo de Rosas se concreté de diversas formas. El ejércita {que Oribe comandaba estuvo integrado en un comienzo por un efec~ tivo de 7.000 hombres, de los cuales por lo menos 3.000 eran soldados de la Confederacién, En el campo financiero, como el gobierno ca- recia de Ja aduana montevideana, recur también a expedientes ex- fraordinarios, En julio de 1845 embargé y declaré propiedad del 29 ee 7. Se TU * re ~— Estado los bienes de los enemigos politicos, medida que justificé como réplica a similar decreto de fos colorados. Pero los colorados sélo habian podido embargar rentas y casas; los blancos embargaron y se apoderaron de campos. La diferencia era demasiado grande como para que dejara de tener repercusiones en el futuro. Las dos aduanas que establecié Oribe (la del Buceo, en Montevideo, y la de Nueva Pal- mira, en Colonia) funcionaron con escasa fortuna hasta que la flota franco-britanica oblig6 a su clausura bloqueando ambos puertos. En los hechos, Rosas financiaba a Oribe. | La homogeneidad politica que presentaba el partido blanco era més real que la ofrecida por sus adversarios, pero ello no significd la ausencia de discrepancias, Asi como en Montevideo lo que separé el ala culta de la caudillista fue la valoracién de la intervencién franco-inglesa, en el campo blanco del Cerrito, lo que separé al. ele- mento intelectual y aun a ciertos militares orientales, de Oribe, fue go tan estricto del caudillo oriental a su alianza con Rosas. Existié un grupo de oposicién que vinculaba este problema a la cri- tica hacia formas autoritarias de gobierno a las que Oribe parecia mas y més proclive. Formaron en él, Juan Francisco Giré, Bernardo Berro y Eduardo Acevedo. Para ellos la subordinacién de Ori” a Rosas era Hevada més alld de las conveniencias nacionales. Dos factores aglutinaban a los blancos: se sentian el partido del orden legal y los representantes de la genuina americanidad contra Jas peligrosas intervenciones europeas. ‘Aqui también, empero, y aun cuando la figura de Oribe fuera siempre la dominante, el grupo que lo habia elegido en 1835 cre- yendo asegurar la paz interna y la orientalizacion de los destinos del pais (que en esos afios eran una misma cosa), se estaba modi- ficando a si mismo y al programa, El partido de “los defensores de Jas Ieyes” se fue convirtiendo en el “partido del orden”, que no es Yo mismo, El partido que habia sabido reunir a las clases altas de toda Ia nacién en 1836, en 1845 se habia consustanciado con una parte de ellas, las que residian en la campaiia. Si bien en el campo del Cerrito hubo también un gobierno e jnstituciones, jeudn’ diferente fueron su funcionamiento y fines a los de la Defensa! | ‘Oribe ejercera la presidencia considerando nula su renuncia de 1838. Estableciendo el sitio en febrero de 1843, los otros poderes del Estado recién se organizaron en 1845. Tenemos derecho a suponer ‘que ello fue debido a la necesidad de ofrecer una imagen de lega- Fdad e independencia en relacién a Rosas, que las potencias inter~ ventoras debian aquilatar; de otra forma la autoridad personal y exclusiva de Oribe hubiera dejado demasiado descarnado el poder, J los franco-ingleses hubieran creido lo que sostenian los colorados: Que Oribe era sélo un lugarteniente del gobernador de Buénos Aires. El Poder Lezislative convocado en 1845 también se consideré una continuacién de las Cémaras derrocadas por Rivera en 1838. Los 30 cargos vacantes por falta de titular o suplente fueron Ilenados me- Giante elecciones. Las Camaras renococieron como “excepcional” el tiempo transcurrido desde 1838 y de inmediato otorgaron facultades extraordinarias al presidente, quien siguid constituyendo la autoridad esencial, El Poder Judicial, también reorganizado en 1845, funcioné con su clasico Tribunal de Apelaciones. En los departamentos, la autoridad militar, sustituyé a la civil, Las érdenes partian desde el Cerrito a los Comandantes Militares de los departamentos, y el pais se dividié en dos grandes. regiones militares, el norte y el sur del rio Negro. El tono autoritario era manifiesto. La separacién de poderes una ficeién, El “defensor de las leyes” se habia confundido con el restau- rador del orden. Orden que la campaiia y sus terratenientes necesita- ban, obviamente, pero que la misma situacién bélica impedia. He ahi una contradiccién insalvable del régimen, la misma en que incu- rrié Rosas, y la que tal vez explique el derrumbe del gobierno del Cerrito en el crucial afio 1851. La otra nota del partido aparecia en el propio titulo del diario que se editaba en el campo blanco: “El Defensor de la Independencia Americana”. El gobierno se manifesté hostil a los europeos, en par- ticular debido al apoyo de los inmigrantes al partido colorado. Mu- chos estancieros de origen francés e inglés fueron expulsados de sus establecimientos y concentrados en Durazno, La actuacién de las es- cuadras curopeas sélo sirvid para exacerbar ese nacionalismo algo pri- mitivo y tal vez brutal, pero justificado si se atendian las caracteris- ticas de la intervenci6n. La orientalidad fue defendida en otro aspecto més concreto, La riqueza ganadera, muy menguada por Ja guerra y a punto de exti quirse, debia mantenerse a toda costa. El gobierno prohibio en_ ju fe 1848 la exportacion de ganado en pie fasta el vecino Rio Grande del Sur. Tamafia ofensa no la perdonarian saladeristas y hacendados prasilefios. Se inicié una campafia de saqueos perfectamente organi- zada, recibiendo cada una de esas entradas el nombre de “califor- nias”. En efecto, lo eran, Asi como en 1848 hacia esa zona de los Fstados Unidos se producia la gran “corrida’ en busca de oro, aqui Jos riograndenses venian en busca de nuestras "minas de cuero”. Oribe encomendé a sus tropas una vigilancia rigurosa de la frontera y la persecucién implacable de los ladrones, algunos de los cuales e1 P’como el Barén de Jacuhy— ladrones de ganado y caudillos politi- cos riograndenses, a los cuales debia proteccién ¢l gobierno impe- rial de Rio de Janeiro. Por lo demés, Oribe no cejaba en las pre- tensiones territoriales tradicionales de la Repiblica Oriental en re- Jacién a los limites con el Brasil. Todo ello, y su alianza con Rosas, lo tornaban muy peligroso para nuestro vecino del Norte. 31 SN TI Ss F Las intervenciones europeas: 1845-1850 Ya hemos sefialado las causas principales que Hevaron a ingle- ses y franceses a intervenir durante la Guerra Grande y aun antes de que ésta estallara. . . Cabe recordar, sin embargo, que si bien la gran intervenci6n franco-inglesa se inicié en 1845, la politica europea fue un factor que hizo sentir su influencia durante toda la Guerra Grande, El primer bloqueo francés de Buenos Aires (1838-1840) se hella en los origenes mismos del conflicto. A renglén seguido, cuando las fuerzas de Oribe comenaaron el sitio de Montevideo en febrero de 1843, fue la escuadra briténica la que se opuso a que la argentina bloqueara la ciudad colorada. Esa proteccién sobre nuestra capital se mantuvo hasta casi el final del conflicto. a) Los americanos pedimos la intervencién Fue el gobierno colorado el primero en demandar Ja interven- ¢ién en agosto de 1843, Envié al unitario argentino Florencio Va- rela hacia Gran Bretatia. Las instrucciones lo instaban a lograr que Inglaterra sola o con Francia adoptase medidas para concluir Ia « rra, “sin menoscabo de la independencia absoluta de nuestro pa Debia hacer notar que el gobierno oriental, a diferencia de Rosa: apoyaba la libre navegacion de los rios. Pero la misién Florencio Varela fracasé, pues Inglaterra no se hallaba dispuesta en ese mo- mento a comprometerse oficialmente. eWerseguia otros fines el emisario del gobierno de la Defensa? El gene- ral argentino José Maria Paz relata en sus Memorias que Varela debia suge- rir a los ingleses Ia creacién de un estado independiente en las mirgenes del Parand, formado por las provincias de Corrientes y Entre Rios. De esta forma el Parané quedaria internacionalizado y su navegacién seria tan libre como lo fue la del rio de la Plata al constituirse nuestro pais en 1828. Segiin el historiador Magarifios de Mello lo que en realidad solicits Va- rela para el Estado Oriental fue el protectorado britinico con la finalidad de obtener: a) La paz interna, amenazada siempre por la lucha de facciones, Jo que impedia la prosperidad econdmica de la nacién y sus clases altas; b) El fin del riesgo rosista, si Oribe ocupaba Montevideo. Lo cierto es que este plan ya habia sido planteado a Gran Bretaiia en 1841 y 1842 por el gobiemo de Rivera a través de Francisco Joaquin Mufoz y Santiago Viz- quez. El riesgo que el pafs asumia, de seguro no fue lido en toda su amplitud por estos hombres, 0 consideraron que ese riesgo valia Ia pena con tal de asegurar un bien que para ellos era mas inquietante que la indepen- cia: la paz y el orden. __ En 1844 tocé el turno al Imperio del Brasil. Su enviado, el Mar- qués de Abrantes, gestioné en Europa una accién conjunta de Fran- 32 | SS SY ls, SSS SSS oo 1 cia, Gran Bretafia y Brasil “para defender la independencia del Ura- guay y el Paraguay”. El Brasil observaba con temor las tendencias expansionistas de Rosas y estaba dispuesto, como luego se vera, a fuchar coh tal de impedir lo que creia segura reconstruccién del viejo virreinato de Buenos Aires. Fue la misién Abrantes la que trajo la intervencién. Francia y Gran Bretafia sospecharon de las intenciones brasilefias y decidieron Ta accién por su exclusiva cuenta. b) El Bloqueo de Buenos Aires y la apertura del Parand: 1845 y En abril de 1845 Megaron al Plata los diplomaticos Guillermo Gore Ouseley (por Gran Bretafia) y el Baron Deffaudis (por Fran- cia), Importantes navios de guerra los seguian y mas de cien barcos mercantes espetaban en Montevideo el resultado de las negociaciones con Rosas. En lag instrucciones recibidas por el representante inglés se men- cionaba como punto crucial el conservar la independencia del Uru- guay; se sostenia al gobierno de la Defensa, debiendo Oribe y Ri- vera salir del pais; y se mencionaba la apertura de los rios. La ‘inica medida coercitiva prevista si Rosas no aceptaba estas propuestas, era el bloqueo de Buenos Aires. Las instrucciones dadas por Francia a su enviado insistian con mas vigor en la necesidad de abrir a la navegacién europea todos los afluentes del rio de la Plata, sin ninguna clase de restricciones. Rosas rechazé las propuestas. exigid la participacién de Oribe en las negociaciones, y despidié a los diplomaticos. De inmediato Ia flota franco-inglesa bloques el puerto de Bue- nos Aires. Las ideas del enviado inglés se aclararon al contacto con la realidad. Observd que el bloqueo del tinico puerto argentino era un arma que también heria los intereses comerciales britanicos. Se in- clind, por lo tanto, a una accién militar eficaz en el Parana, fo- mentando en sus orillas la creacién de un Estado independiente (En- fre Rios y Corrientes) para asegurar la libre navegacion, el contacto directo con el litoral argentino y el Paraguay, reconociéndose de in- mediato la independencia de este. Y poniendo el dedo en su llaga, agregé: "Podria asi evitarse la dificultad de insistir sobre la libre na- Segecion que nosotros hemos rechazado en el caso del rio San Lo- renzo". gCual era el problema de la libre navegacién desde el punto de vista del derecho internacional? Pivel Devoto ha sefialado que existen dos enfoques que no conviene mezclar, Una era la posicién de la provincia de Buenos Aires, fren- és argentinas y el Paraguay; otra, muy distinta, era la’ posicién +e a mts eee Go Tas Relaciones Eatoriores de la Confederacion.Argen- Yina, frente a las demandas europeas. ee én a las naciones europeas, Rosas podia aplicar a los rios internos oa ky Comancs’ con el consentimiento de los colindantes, el régimen de a exclusion. Es cierto que en el Congreso de Viena (1814 - 1815) se habia esti- pulado que los rios que separaban 0 atravesaban dos o més estados eran libre- mente navegables por todas las naciones, Pero ningiin pais amerlcano habia concurrido a Viena, y este punto del derecho intemacional era negado en ‘América por dos naciones muy celosas de sus propios rfos: a) El Brasil im- pedia al riberefio superior y a todas las naciones Ia navegacién del Ama- , zonas, abierto recién en 1866; b) La propia Gran Bretafia controlaba, en su Aominio canadiense, el curso y la desembocadura del rfo San Lorenzo. Este, que nacia en los Grandes Lagos, era Ia légica salida para Ia produccién de una zona ya muy rica de los Estados Unidos. Pues bien, Inglaterra se oponia a que los estadounidenses —riberefios superiores— utilizaran el rio San Lorenzo De ahi la idea del diplomético britinico para solucionar el problema en el Parana: crear un estado era, automiticamente, intemacionalizar el rio, ya que en una de sus costas flamedria una bandera que no seria Ja argentina. En cambio, el problema de los rios era distinto desde el punto de vista rioplatense, Rosas no tenia derecho a cerrar el Paraguay al trafieo con Ev ropa, si este lo deseaba, ¥ menos derecho tenfa la provincia de Buenos Aires 2 imponer a las del litoral su idea sobre la materia, tanto mis cuanto que a ‘estas convenia romper €l monopolio portuario y, aduanero bonaerense y entrar en contacto directo con los mercados europeos, Si desde el primer angulo Rosas defendia la soberanfa argentina, desde el segundo defendia el viejo monopolio de Buenos Aires, haciendo de la capi- tal la intermediaria forzosa entre el litoral y el resto del mundo, con todo 10 que ello significaba de utilidades para sus comerciantes y de aumento en los derechos de aduana recaudados. La escuadra francoinglesa resolvié abrir a Ja fuerza el Parané. Rosas, en la Hamada vuelta de Obligado —donde el rio se estrecha ‘ecolocé baterias y una trinchera flotante compuesta de 24 barcos gados con cadenas, materializacién de su doble deseo: defender. la soberania y el monopolio de Buenos Aires. La resistencia argentina ante las fuerzas navales y de desembarco, muy superiores en arma~ mento y mimero, fue sangrienta y heroica pero fracasé, El paso fue forzado, Detrés de los batcos de guerra seguian los 100. mereantes que habjan estado esperando en la rada montevideana, _ Sin embargo, las consecuencias para los interventores fueron ne- gativas. Ese combate exacerbé el sentimiento nacional argentino. La operacion mercantil fracasé ante las escasas ventas hechas en medio de poblaciones hostiles Yqmis_pobres de lo que se habia supuesto Inglaterra, que no deseaba la guerra con Rosas, jefe del partido del orden que amparaba a los comerciantes britanicos residentes en 1a Confederacién, ordené el retiro de su escuadra del Parana. Francia inué el bloqueo de Buenos Aires, debié seguirla. Sélo conti 34 o) Las dificultades de la intervencién y la desinteligencia franco-inglesa . Todo el impetu con que Ia intervencién se inicié se vio para- Jizado ante la resistencia de Rosas y Oribe, y las disputas entre las dos naciones interventoras. . Gran Bretafia tenia intereses en Buenos Aires, Francia, . por el contrario, habiendo Iegado tarde al Plata, sélo habia hecho pie en Montevideo. El bloqueo de Buenos Aires era una medida que los ingleses estaban dispuestos a aplicar de obtener resultados inme- diatos, pero no a persistir en ella, pues haciéndolo se bloqueaban a See abe, Buenos Aires era el puerto por donde penetraban las mer- caderias britanicas y salian los cueros para su manufactura; era, tam pién la ciudad donde més ricos y numerosos eran. los comerciantes de nacionalidad inglesa. Ademas Gran Bretafia temia que Ia influen- cia preponderante que los residentes franceses habian alcanzado en el Mortevideo colorado y su ejército, diera pic a que Francia preten- diera la ocupacién definitiva de Montevideo y aun de todo el Estado Oriental, Por ello la misién que arribd en mayo de 1847 culminé con la casi total ruptura entre los interventores. El emisario de Francia, et Conde Colonna Walesky, y el britanico, Lord Howden, se distancia- ronal grado de que el inglés decidié que su escuadra levantara el “bloqueo de Buenos Aires (1847). Lord Howden justified tal medida en términos de una singular claridad. “Como considero en primer Iugar, que los orientales de Montevideo no son en extee momentos agentes libres, sino enteramente dominados por una guarni- ién.extranjera; en segundo lugar, que este bloqueo, habiendo perdido ente- cevente su caricter original de una medida coercitiva contra el general Rosas, jer Nonido @ ser exclusivamente un modo de proveer con dinero, parte al go" Bierno de Montevideo y parte a ciertos individuos extranjeros, en detrimento del extenso y valioso comercio de la Inglaterra, os ruego sefior, por Ta presen- to, levantéls el bloqueo...” ‘Al aifo. siguiente, en 1848, los franceses imitaron la resolucién inglesa, y el bloqueo de Buenos Aires finaliz6. Presionados por Gran Beeiana, no les qued6 otro camino. En compensacién otorgaron al gobierno de la Defensa, como hemos relatado, un subsidio de 40.000 pesos mensuales. " a) EL fracaso final _ Observados estos hechos, nada tiene de extrafio que la interven- ¢ién conjunta fracasase, Inglaterra, con la sabidurfa que ya le daban largos afios de dominio imperial, fue la primera en advertirlo y ex- 35 traer de la nueva situacién una leccién. Su nuevo enviado, Enrique Southern, firma con el Ministro de Relaciones Exteriores de la Con- Federacion, Felipe Arana, una convencién definitiva el 24 de noviem- bre de 1849, Por ella Inglaterra se comprometia a devolver los barcos de gue- ra argentinos que hubiera apresado, desocupar la isla de Martin Gar- ia, y saludar al pabellén argentino, Reconocia al rio Parané como de ‘navegacién interior y sujeto a las leyes y reglamentos que dictara la Confederacion. Rosas, de su parte, se obligaba a retirar las fuerzas argentinas del Uruguay... luego que fueran desarmadas las tropas extranjeras en Montevideo, Rosas triunfaba. La personalidad internacional de la Confedera~ cién ‘Argentina se consolide, Las negociaciones con Francia fueron més dificiles. Los comerciantes galos deseaban reanudar sus vinculos con la Confederacién. La mayoria de los residentes franceses en Montevideo habian abandonado nuestra capital para trasladarse a Buenos Aires al finalizar el bloqueo de 1848, Gran Bretafia presionaba. E] nuevo y débil gobierno de la Repablica Francesa encomendé a su Almirante, Le Predour, firmara un conyenio con Rosas. EI 31 de agosto de 1850 este fue rubricado en términos similares al suscripto con Inglaterra. Francia incluso Iegé a reconocer a Oribe como Presidente decal del Estado Oriental. El gobiemo de la Defensa procuré impedir que el parlamento francés aprobera el convenio y para ello envié a Metchor Pacheco y, Obes a Paris. Este desplegs en la capital gala una intensa actividad. Hizo escribir a Dumas tuna obra de propaganda de la causa colorada y unitatia, “Montevideo o la nueva Trova"? entrevisté todos los diputados que pudo, ‘al Ministro de Re- Ikciones Exteriores y al propio Presidente do la novel Repiblica, el futuro Napoleén IIT. Logro que el convenio original fuera modificado, alterindose fen ol texto en francés In frase en que se reconocia a Oribe como Presidente constitucional del Uruguay. Renegociado, el convenio fue de nuevo suscripto por Rosas, quedando los montevideanos abandonados por Francia. Si bien 2 cierto que cl Parlamento francés no egé jamés a ratificar el nuevo conve- niio, ello se debid a los cambios politicos acaecidos en el Plata en 1851, que Tuego resefiaremos. ‘La misién de Pacheco y Obes merece destacarse por lo que revela del per- sonaje y el ambiente montevideano que encarné. La teatralidad y el gesto 10- mintico To acompafaion durante su estadia, Su barba merovingia, su cabello Tabio, su apostura, la aureola heroica, su séquito y. su uniforme rutilantes, im- Dresionaron a los parisinos. El momento culminante de su actuacién fue cuan- do algunos periddicos de Paris ~en particular el “Journal des Debats”— ridi- eulizaron al gobiemo colorado. Pacheco llevé el caso al jurado de imprenta, ‘obligé a los redactores a retractarse y a pagar los costes del juicig. Durante este, el abogado del periédico lo habia casi vencido con sus ironfas, cuando Pacheoo se levanté y asumié directamente 1a defensa de su causa, en Un francés fluido que conquisté el favor del publico. Dijo: “Os habdis burlado de Co nuestr, quefia: grands I al go. vencié nuel | La of Entre Cc homb; secret! presci acuer lizaro: Entre ‘André ” aA nuestras guerras y batallas y de nuestra pequefiez. En esas batallas tan pe- quefias de que se acaba de hacer mofa, se muere, sefiores, ges que en vuestras grandes batallas se hace otra cosa?”, Pero los triunfos oratorios de Pacheco no pudieron hacer olvidar al gobierno colorado Ia amarga situacién en que lo dejara la inter- vencién europea. ‘Se necesitaba una nueva politica internacional. Ma- nuel Herrera y Obes fue su artifice, La ofensiva final contra Rosas. La triple alianza: Entre Rios, Brasil y Montevideo: 1851 - 1852 Desilusionados de la prepotencia y el abandono europeos, los hombres de la Defensa buscaron aliados americanos. Ya en acuerdo secrete del 10 de setiembre de 1847, el gobierno colorado resolvié prescindir de la ‘intervencién franco-inglesa y protegerse mediante el acuerdo con las provineias y estados iimitrofes! del ‘Oriental. Se rea- Tizaron gestiones ante Urquiza, el gobernador dela rica provincia de Entre Rios, y ante el gobierno imperial envidndose como ministro a ‘Andrés Lamas. @) El Entre Rios de Urquiza ‘A. raiz de la paz que las ‘provineias del litoral conocieron luego de 1843, cuando Ja guerra asol3 nuestro pais, la ganaderia se desa- frollg en la region. Entre. Rios con 6 millones de ganado vacuno 2 millones de lanares y 17 saladeros, era una potencia econdmica que habia surgido ante los ojos mas ‘bien asombrados de Buenos Aires y su gobernador. Fra el litoral, ahora rico_y ‘poderoso, el que soportaba el mo- nopolio portuario bonaerense. Si alguna esperanza de que este cesa habian tenido estas provincias durante ‘la intervencién europea, la perdieron ante el fracaso franco-inglés. Buenos Aires cerré mas el ce- Frojo. La libre navegacién fue ‘en esa region el redlamo de todos sus habitantes, en particular de los terratenientes, obligados a pagar la imurmediaetin captaina, Retirada le, intervencion, "ademas, os lito- ralefios podian desconocer la autoridad rosista si mn til hig pn sta sin que fueran tildados En el levantamiento entrerriano juegan sin duda ess la ambicign personal de Urquiza por suplantar’ o. Ree ee jefatura de la Confederacién y el deseo de organizar de una buen vez, constitucionalmente ‘al. pais argentino, Era exacto. que Rosas per recia creer que nada habia cambiado desde 1835, mas las provinc, ya habian hecho su experimento d i i i ya habian hecho su exp 10 de gobierno propio 'y era tiempo de 37 rT Justo José de Urquiza fue en su provincia natal un caudillo patriarcal y riquisimo, Su feudo de “San José” lo convertia en el primer estanciero entre- Triano, Sus 4 saladeros en el mayor exportador de tasajo. Con posterioridad a estos afios, construyé en “San José” un suntuoso palacio con 38 habitaciones, dependencias, cocheras, palomares, grandes patios y jardines con estatuas de marmol. A ello afiadié una capilla que decord Juan Manuel Blanes. El historiador argentino rosista, José Maria Rosa, ha creido detectar en la conducta de Urquiza frente a Rosas, motivaciones meramente materiales, El secreto del enriquecimiento de Urquiza radicaba en el abasto del Monte- video sitiado, Desde 1847 sus barcos no s6lo levaban carne a Montevideo, sino que traian de retorno mercaderias europeas, Jas que pasando por Entre Rios, reexpedia a Buenos Aires, Asi, eludia ol pago de Jos derechos de Aduana, pues estos s6lo se cobraban a las mercancias provenientes del exterior de la confederacidn. La salida de oro hacia Europa formaba el tercer rubro de su fortuna, Rosas habia prohibido en 1837 la salida del oro hacia el exterior pero no a las provincias. Urquiza se hacia pagar Jas mercaderias europeas levadas ‘a Buenos Aires en oro que, previo paso por Entre Rios vendia en Montevideo, donde el metal se cotizaba mis alto, En 1849 Rosas interrumpié este trafico que hacia dafio a la confederacién (evasién de oro y, libre entrada de mer- caderias europeas) y también a su querida aduana portefia. Ordené negar la carga de oro en buques con destino a Entre Rfos y desembarcar mercaderias europeas de la misma procedencia, Urquiza protesté mencionando sus glorias militares al servicio del partido federal. Fue en vano. Con estos elementos la fina diplomacia del gobierno colorado urdié la rama. Sabiendo que contaria con un fuerte subsidio bra- siledo y el eventual apoyo militar del Imperio, Urquiza se decidio a desconocer Ia autoridad de Rosas. El 1° de mayo de 1851, como Jo hacia todos los afios, Rosas presenté renuncia a la direccién de as relaciones exteriores de la Confederacién, Era una {érmula que Urquiza convirtié en hecho, acepténdola, Juridicamente, Entre Rios se convertia en Estado soberano al asumir la jefatura de sus propias felaciones internacionales. Eso significé la guerra. b) La intervencién brasileita y sus causas El Imperio del Brasil ya habia sefialado cuél era su politica en Ja Guerra Grande al enviar la misién del Marqués de Abrantes a Europa, Ahora, retirada la intervencién franco-inglesa que no ha- ia querido asociarlo, el escenario estaba despejado, Brasil esperd In devisién de Urquiza pues se sabia militarmente débil. Contando con ese aliado y el concurso —en verdad escaso— que podia ofrecer Montevideo, Brasil so decidié a integrar la Hamada Triple Alianza, tratado que se firms el 29 de mayo de 1851, y mediante el cual Jos aliados se comprometian a derribar al gobierno del Cersito y al de la Confederacién rosista. Qué factores Hevaron al Imperio a adoptar esta actitud? 38 sw Sus propios ministros lo expusieron con meridiana claridad. Lo esencial era oponer una barrera a la ambicién rosista, la que con- cluiria por romper el equilibrio platense a favor de la Confederacién Argentina, si esta absorbia al Paraguay v al Uruguay, También le interesaba garantizar la libre navegacion de los rios ‘atluentes del Pla- ta, pues desde el Parana y el Paraguay se legaba a su rica provincia del Mato Grosso, enclaustrada por tierra, abierta al progreso eco- némico sélo por la via fluvial. Era obvio, igualmeme, que la inter- vencion brasilefia, al debilitar a la Confederacion, dejaria un Uru- guay inerme y sin aliados frente al. poderoso Imperio, La_influencia politica en nuestro pais podia conducir, si las circunstancias ayuda- ban, a una nueva Cisplatina. Por fin, el Brasil esperaba de la intér- vencion la solucién a su viejo y espinoso problema de los limites con el Estado Oriental. Problema tanto més dificil, cuanto se temia que vez entrado Oribe a Montevideo, el presidente oriental y Rosas aran una campafia militar contra el Imperio para reclamarle el respeto al viejo tratado de San Ildefonso de 1777. El gobierno colorado se mostré complaciente en este punto. Su ministro en Ia corte imperial, Andrés Lamas, dio Ia medida al firmar el 12 de octubre de 1851 los cinco tratados que consolidarian ain mas el acuerdo entre Montevideo y el Brasil. r su trascendencia en el futuro del pais, ya que uno de ellos decidié lo esencial de nuestros limites hasta el dia de hoy, merecen un anilisis detallado, Tratado de alianza. — Los dos Estados establecian una alianza perpetua, comprometiéndose mutuamente a defender sus independen- cias. Para “fortificar la nacio1 id oriental por medio de la paz interna y de los habitos constitucionales”, el Brasil prometia apoyo al pobierno legal inmediato pudiéndose prolongar ese apoyo por cua- tro afios mas. El Uruguay, a su vez se comprometia a auxiliar al Imperio si se producian movimientos revolucionarios en Rio Grande jel Sur. Este Tratado consagraba el derecho de intervencién brasilefia en nuestros asuntos internos, mediatizando nuestra soberania, Tratado de extradicién, — Se pact6 la extradicién por delitos comunes, y el Estado Oriental se comprometia a devolver los esclos Vos brazilesios que buscaran refugio en nuestro territorio, donde ia tsclavitud habia sido abolida, Se violaba el precepto constitucional que imponta la proteccin de ls leyes a Yodo habitane. de la Rep blica y contrariaba el principio praclamado por el mismo Estado she- endo la esclavitud, Tratado de prestacién de socorros. — El Imperio se co i a dar un subsidio mensual de 60.000 patacones, El Uruguay se dae tlaraba deudor por préstamos anteriores realizados por el Baron de Maua al gobierno colorado ($ 288.791), con lo que'le deuda con we 39 r | see YORE RFE " 2 =< particular recibia la proteccién del Brasil. Estos préstamos quedaban garantizados con todas las rentas orientales, en especial las de Adua- na. En sintesis, se hipotecaba la tinica renta fuerte de Ja nacién, la de Aduana, y se iba a depender en el futuro del subsidio brasiletio para’ el pago del presupuesto del Estado, Podia argumentarse que no existia otra salida dada la calamitosa situacion financiera y eco- némica de la Republica. También era obvio que esa salida era pe- igrosa, pues implicaba la influencia politica a través de la. dependen. cia financiera. Tratado de comercio y navegacién. — Ademas de declararse comin la navegacion del rio Uruguay y sus afluentes, las dos naciones se concedian la clausula de la nacién més favorecida, Por 10 afios se mantendria libre del derecho de “consumo” el tasajo enviado por la frontera terrestre riograndense solamente; en compensacién nues- tro pais debia abolir los derechos que cobrase por la exportacin de ganado en pie para aguella provincia, Tal circunstancia nos conver- tia en la reserva ganadera el Imperio y perjudicaba el desarrollo de nuestra principal industria, la Saladeril, ‘desde el momento que la materia prima, el ganado, seria manufacturada por la competencia riograndense. El de mayor trascendencia fue el trarado de limites. Se estable- cia la linea divisoria norte por el rio Cuareim, reconociéndose al Brasil la navegacién exclusiva de la Laguna Merin y el rio Yaguarén. Cediamos también ‘dos medias leguas en la margen de los rios Cebo- I Tacuari, pudiendo el Brasil levantar alli fortificaciones. Esto ifcaba 1a renuncia definitiva a los derechos que nos cotrespon- ian de acuerdo con cl ultimo tratadg de limites firmado_ entre Espatia y Portugal para sus dominios americanos, el de 1777 en San Ildefonso. La facultad de construir fortalezas en las costas de los rios orientales que desembocaban en la Laguna Merin no sélo alienaba nuestra soberania, sirio que también facilitaba dos cabeceras de puente al Im- perio para cualquier invasion militar desde Rio Grande. Los blancos argumentaron Tuego que este precio pago, por el gobierno de Ja Defensa al Imperio fue demasiado elevado; que el partido colorado sacrificé 3a Delerién con tal de obtener su triunfo politico. Los colorados sefialaron, que Pian ioe tratados eran desfavorables, debla recordarse: a) que el Brasil ya vitofa de hecho el territorio situado al’ norte del Cuareim, y b) que la alianza despotismo de Rosas triunfara y con Prasilofia era vital para impedir que el ello la posibilidad de convertiraos en parte de la confederacién argentina. ¢) La paz entre Ios orientales: 8 de octubre de 1851 De acuerdo con lo estipulado entre los gobiernos aliados, en julio de 1851 el ejército entrerriano al mando nominal del ori | Eugenio terrl Garzén, y comandado en los hechos por Urquiza, invadi 40 5 J -_* torio nacional, Las fuerzas de Oribe depusieron las armas sin com- batir. Varios motivos lo explican. La campafia se hallaba destruida y arruinada por el largo conflicto y el deseo de paz del medio rural gravitd. El cese de la intervencion europea habia restado sentido a una lucha que se inicié para combatirla y defender la independencia ame- ricana. La invasion, finalmente, no era protagonizada por log tradi- cionalmente odiados brasilenos, sino por los, hasta ltimo momento, fleles federales urquicistas, ex-aliados del propio Oribe, Mal podian pensar los generales de Oribe que Urquiza, que tami batido a los franco-ingleses, fuese un traidor, Urquiza, por su parte, see con habilidad. Negocio una paz que concedia mucho mis de lo esperado por el partido blanco. Urquiza estuvo dispuesto a suscribir un convenio por el cual: a) Se reconocia que la lucha contra las jntervenciones europeas se sostuvo para defender la independencia de la Republica Oriental; b) Los servicios militares y civiles del gobierno del Gerrito se consi- deraban como hechos a la nacién y se declaraban legales todos los actos gubernativos y judiciales de Oribe, Urquiza no pudo olvidar su pasado. Al fin y al cabo se conside- raba el heredero de Rosas en la jefatura del partido federal. EI canciller del gobierno colorado, Manuel Herrera y Obes, dis- ‘Asperamente con Urquiza este convenio y logré su modificacién parcial. El nuevo pacto, firmado el le octubre, ratificado en prin- cipio por Montevideo el 8 y en definitiva el 10 de octubre,, contenia Jos siguientes principios en base a los cuales los bandos orientales deponian las armas y la paz se restablecia en la Repiblica: a) Se reconocia que la resistencia que se habia hecho a la intervencién franco-inglesa lo fue en la creencia de que con ella se defendia la independencia oriental; b) Se reconocia como deuda nacional la con- traida por el gobierno del Cerrito; c) Todos los ciudadanos orientales pozarian de iguales derechos, procediéndose a elegir oportunamente senadores y diputados para que estos designaran el futuro presidente. Las elecciones las organizaria el gobierno de la Defensa; 5 Se de- claré que “entre las diferentes opiniones en que han estado divididos los orientales, no a vencidos ai vencedores, pues todos deben reunirse bajo el estadandarte nacional, para el bien de la patri Slender as leyes e independencie”. ote peina'y. Pars Lo que se convirtié en la famosa clausula “no habra vencidos ni vencedores”, inauguré en la nacién la llamada politica de fusién que dominé ‘el escenario politico oriental en los 10 afios siguientes al fin del conflicto. cuti Relata Pivel Devoto que al despuntar el alba del 8 de octul entié al walope en Montevideo el capitin urquiclsta Rloardo ae 15), ‘Traia para el gobierno la noticia del ajuste de la paz. Los boletines extraordi- narios difundieron el acontecimiento y al instante la ciudad camblé su fiso~ C nomia. En las azoteas se enarbolaron banderas de todas las naciones, las cx: panas fueron echadas a vuelo y mientras parte de la poblacién festejaba « las calles, los senderos que bajaban de] Cerrito y Paso del Molino se cubrian de carruajes y comerciantes en busca de Ia ciudad, al tiempo que de esta salian numerosos habitantes hacia l campo sitiador. Cada uno buscaba al pa- tiente, al amigo, o al compatriota. Confratemnizaron blancos y colorados con una espontaneidad que asombré a los viajeros extranjeros que sélo sabian de un sitio de 9 aitos, Durante los 6 dias de festejas decretados por el gobiemo to hubo gegin In prensa “ona sola violenci, un insulto, un grfo de provo- Coie El espfritu de fusién dominé al gobiemno de la Defensa. El Ministro de Guerra, general Lorenzo Batlle, dividié la campafia en 4 grandes jefaturas militares y dos fueron confiadas a hombres que habian militado en el bando adversario: Juan Antonio Lavalleja y Servando Gémez. “Villa Restauracién”, como habia denominado Oribe al centro poblado que cred, fue rebautizada con el nombre bien significativo de “Villa de la Unién”, Sélo se hablaba de extincién_absoluta de todos los partidos, levantindose incluso el destierro a Rivera. Oribe permanecié libre en su quinta del Paso del Molino. El cénsul francés relata que los soldados y oficiales de su ejército le ofrecieron al general blanco unos $ 20.000, dinero que rechaz6 al igual que la pensién de Urquiza. “Vive en las mas grandes privaciones y sigue en su casa de campo a media legua_de Montevideo”, afiadia el representante extranjero. El candidato en que todos se habian puesto de acuerdo para que ocu- para la presidencia era el general Eugenio Garzén, Su prestigio bien ganado en las guerras de la independencia, la circunstancia de haber apoyado a Oribe al comienzo y luego haberle restado su concurso por considerar demasiado gravitante la inf'sencia rosista, lo hacian apto para el rol de pacificador. Muy intensa fue la conmocién que caus su muerte en diciembre de 1851. Las au- toridades retiraron su titulo al doctor Pedro Capdehourat, que lo habia tratado, Boe considerar que habia equivocado el diagnéstico y, precipitado el falle- cimiento. La guerra que estuvo a punto de culminar en la construccién de as dos naciones, una blanca, otra colorada, habia terminado.’ El sen- timiento de la orientalidad ée habia demostrado, por primera vez tal vez, mas fuerte que el del partido. Pero no habia vencido con facilidad ‘a este, Eso era una hipoteca que pesaba sobre “la fusion”. d) La derrota de Rosas: 3 de febrero de 1852 El 21 de noviembre de 1851 se firmé en Montevideo un nuevo tratado entre Uruguay, Brasil, Entre Rios y Corrientes, por el cual Jas dos provincias argentinas dirigirian la guerra contra Rosas, reci- hiendo un auxilio brasilefio de 4.000 hombres (y, més importante, un préstamo de $ 400.000) y oriental de 2.000. El ejército aliado integrado por unos 28.000 efectivos (22.000 argentinos) derroté por completo a Rosas en Monte Caseros el 3 de febrero de 1852. 42 vy “~ * “ Urquiza hizo su entrada triunfal a Buenos Aires seguido de una joven generacion argentina (Bartolomé Mitre, Sarmiento) imbuida de ciertas viejas ideas unitarias que deseaba remozar. La represién so- bre el grupo rosista fue sangrienta, y en el camino a Palermo, donde habia sentado su cuartel general el vencedor, muchos observaron ca- daveres colgando de los arboles. El 20 de febrero de 1852 los brasi- Jeios desfilaron por las calles de la capital en medio de una multi- tnd silenciosa, cuando no hostil. Brasil habia insistido en esa fecha. La consideraba una revancha de su derrota en Ttuzaingé (20 de febre- ro de 1827). También la Argentina vivid su momento fusionista, pues oe uni- tarios y los federales urquicistas procuraron un acuerdo. El fue, em- pero, frégil, como luego observaremos. Juan Manuel de Rosas y su hija Manuela se refugiaron en. Ja casa del Ministro inglés, Luego se embarcaron con destino a Gran Bretafia. Antes de ue los unitarios le confiscaran todos sus bienes, Rosas logré vender una estan- ia y con ello pasd sus primeros afios en el exilio. Iba a le campifia inglesa, buscaba sus lugares mas solitarios, pretendia revivir un imposible: su visién de la inmensa pampa platense. Nunca abandoné Ja indumentaria criolla, Li- quidado el dinero que habia traido, alquilé una _granja, Urquiza, a su_pedido, Te envié 1.000 libras esterlinas, Fallecié en 1877 con mis de 80 afios. Sus restos atin descansan en suelo inglés. Capitulo Il EL URUGUAY DE LA FUSION. 1852 - 1860 LAS CONSECUENCIAS DE LA GUERRA GRANDE La Guerra Grande dejé una pesada herencia: ruina de la gana- deria y la industria saladeril en lo econémico; peligroso endeuda- miento del estado con acreedores.internos y naciones extranjeras, en lo financiero; descenso de la poblacién, decadencia de las principaies fortunas del patriciado oriental, y acentuacién de la pobreza entre Jas clases populares del medio rural, en lo social, una grave tutela gall Ol Soca lof Lon! su dummende nanan aeolian are Jo internacional. in embargo, no todo era negativo. El resentimiento nacional se habia impuesto al partidario y su fortaleza derroté a la larga los intentos brasilefios de absorcién. La fusién de los partidos tradiciona- les, que todos vefan como la unica garantia de la paz interna ¢ in- ternacional, fue la materializacién de ese nacionalismo. Primacia de lo oriental sobre lo colorado y lo blanco era sinénimo de paz. Pero blancos y_colorados habian salido del conflicto mucho mas definidos que cuando entraron en él, Los politicos de la fusién al pretender Gliminar los partidos no advirtieron que el pasado no se olvida por decreto. En lo demografico y social Hacia 1840, cuando la nacién todavia no conocia los efectos de la guerra en su territorio, la poblacién del pais fue estimada en 140.000 habitantes, de los cuales cerca de 40.000 en Montevideo. Finalizado el conflicto, el gobierno del presidente Juan Francisco Giré resolvié hacer nuestro primer censo, a fines de 1852. Aunque imperfecto, es una guia. La poblacién total de la nacién habia des- cendido a 132.000 y la de Montevideo a 34.000. Una porcién consi- derable de los inmigrantes europeos habia abandonado la campajia ante los efectos de Ia guerra. Luego del levantamiento del bloqueo de Buenos Aires por los franceses en 1848, los sigt 5 triotas en Montevideo. Muchos orientales también habian huido hacia las regiones fronterizas, en particular el Brasil. Si bien luego de la “4 ~ ° ° 8 r r ie guerra se produjo un retorno importante de nacionales, lo cierto es que el vacio demografico volvié a ser la caracteristica del Uruguay. Vacio de importantes consecuencias. En lo econémico provocaba di cultades para obtener mano de obra si se deseaba reiniciar el trabajo en las estancias y los saladeros. En lo politico, nos debilitaba aun mas frente al voraz imperio vecino. Socialmente la guerra tuvo efectos mds duraderos. En apretada sintesis, aunque no cambié la estructura de la propiedad de la tierra —siguié predominando el latifundio—, este ya no quedé en las mis- mas manos que antes. Al grupo de los ricos terratenientes orientales se afiadié otro, integrado en su mayoria por también fuertes hacen- dados de origen brasilefio y europeo. Domingo Ordofiana, uno de los protagonistas del proceso, lo ex- plicé asi: ‘Las numerosas familias obligadas después del Arroyo Gran- de (la batalla que produjo la. invasion blanca de 1843) a retirarse a Montevideo y los pueblos que constituian focos de poblacién, en- contréronse pronto en el camino de la miseria, La gran propiedad y la riqueza pastoril representada por los Ramirez que en 1842 mar- caron 40 mil terncros, Sayago que Hlegé a 35 mil y Porrta a 22 mil, viose en el caso de irse empefiando gradualmente para atender a las necesidades diarias, por cuya citcunstancia se precipité el cambio total de posiciones sociales en todas las esferas de la vida nacional”. La guerra civil al destruir la ganaderia, arruiné al antiguo grupo de terratenientes. Cuando el conflicto concluyé, los campos, despoblados, no valian mas de 0,60 centésimos la hectarea. Una suerte de estancia, 2.000 hectareas aproximadas, podia comprarse en $ 1.200, incluso ‘en el bien ubicado y feraz litoral sobre el rio Uruguay. El descenso era catastréfico para los antiguos propietarios que ademas habian visto desaparecer sus vacunos. La baja puede ser estimada pues sabemos que hacia 1840 una suerte de estancia se vendia por lo menos en $ 3.000. Los campos descendieron a un tercio de su valor de pre-guerra. jQué magnificas oportunidades para el comprador brasileno de Rio Grande del Sur y el inmigrante europeo con capital! El primero en aprovechar la coyuntura fue el vecino. Hacia 1857 se estimé que los brasilefios poseian un total de 428 estancias sobre la frontera, ocu- pando 1.782 leguas cuadradas, o sea un 30% de todo el territorio nacional. Los departamentos, desde el Chuy al Cuareim, les perte- negian casi por entero, Llegaron a adentrarse hasta Salto, Tacu: rembé y Durazno. El norte del rio Negro estaba a punto de ser ocu- pado por la emigracién proveniente del Imperio. ‘Los repartos que hizo el dominador luso-brasilefio bajo la adini- nistracion de Lecor (1820-1825), eran una palida ocupacién frente 2 este otro alud riograndense que sobrevino durante y en los aiios inmediatamente posteriores a la Guerra Grande. ‘Al brasilefio siguié el inmigrante inglés, aleman, francés y espafiol con capital suficiente como para poder comprar las ‘tierras del oriental 45 arruinado. No estamos en este caso en condiciones de valorar cuan- titativamente la transferencia operada, pero ella debié ser importa; '> ya que los principales terratenientes de origen europeo obtuviern sus bienes en la misma época de la “segunda invasin” brasileia re- sefiada. La composicién de la clase alta rural, por tanto, cambid. EI peso de los orientales disminuyé y el de los extranjeros crecié. De ello derivan graves hechos, interesndonos destacar ahora los mis obvios. Los grandes estancieros orientales que resistieron la tormenta, siguieron divididos en lo politico entre los dos bandos, Y aunque la lucha por la tierra persistié hasta 1870, perdié acritud ya que el dominio blanco de la campafia, que duré nueve afios, logré que cris- talizara en el medio rural un grupo mayoritario de. propietarios de esa tendencia. La mayoria de los hacendados orientales de ahora en adelante no seguiran a la divisa para ascgurarse la posesién de su campo, como lo habian hecho en tiempos de Rivera y Oribe. En cuanto a los extranjeros, demas esté decir que su interés por la politica nacional era remoto, a no ser que esta los obligara a in- intervenir, No podian sentir a la divisa con el mismo fervor que los orientales, y no encontraban en las guerras civiles nada que ganar, pues la propiedad la tenian asegurada mediante: a) Titulos mucho mas perfectos de los que gozaban los orientales, desde el momento que la habjar comprado a estos mediante escritura péblica, y b) La proteccién de sus gobiernos ante cualquier medida que conside- raran lesiva para sus bienes, Desde este dngulo, la Guerra Grande contribuyé a la posterior pacificacin del medio rural. Disminuyé una de las fuentes en que se nutria el odio de los bandos, la lucha por la tierra, y al extranje- rizar a muchos grandes propietarios, los aparté de los partidos tradi- cionales. Pero existian riesgos en esa transferencia de buena parle del te- rritorio nacional a brasilefios y europeos, Ambos recurrieron a sus gobiernos respectivos cuando la politica uruguaya se torné levantisca © Jos hirié en sus intereses. La influencia brasilefia fue, desde este Angulo la mas peligrosa. Por la vecindad del Imperio y su afén ex- pansivo, los estancieros de esa nacionalidad se convirtieron en la pun- ta de lanza de las intervenciones brasilefias, pidiéndolas o apoyan- dolas. Eran el caballo de Troya imperial. La extranjerizacién también ocurrié en el dmbito urbano con el sector de los fuertes comerciantes importadores y exportadores. Este cambio, empero, era de mas antigua data y no puede atribuirse sélo a los efectos de la Guerra Grande, sino también a la i europea que la precedié. En 1853, de los 2.200 comerciamtes © in- dustriales patentados, 1.700 eran extranjeros, casi el 80 7. 46 Tee En relacién a Ja masa rural, la guerra acentué su pobreza y Ja indole nomadica de sus habitos de vida, Los ejércitos rrebataban Jas peonadas por el sistema de la leva. Los que no deseaban participa ‘en la contienda se refugiaron en los montes o huyeron a Entre Rios y el Brasil. Cuando volvié la paz, la falta de mano de obra se hizo zentir, Peones y agregados, habituados a la vida militar, no se con- chavaban con facilidad, prefiriendo errar de un campo a otro, tropear ganado hacia Rio Grande o hacer cuereadas de ganado robado y vender el producto a los pulperos. La miseria cundia en una campafia donde el ganado escaseaba al grado de no encontrarse carne fresca en mu- chas leguas a la redonda, ni siquiera “con el dinero en la mano”, como anoté el presidente Giré durante su recorrida por el interior de 1852 y 1853. En lo econémico y financiero La guerra estuvo al borde de eliminar Ja riqueza ganadera orien- tal, Puede estimarse la existencia de vacunos al comenzar el conflicto en nuestro territorio (1843) en 6 6 7 millones de cabezas. Segin el censo de 1852 la cifra se redujo a unos 2 millones, de los cuales la tercera parte estaban “alzados”, es decir, no sijetos al control del hombre, perdiéndose por consiguiente las erfas, sin conocer. el aman- samiento provocado por el rodeo, ni Ia castracién que mejora las carnes. El lanar, que habia comenzado un desarrollo notable en la década anterior a la guerra, detuvo su crecimiento. En 1852 no habia mas de 1 millén de cabezas, La industria saladeril se arruind. De los 24 establecimientos que funcionaban en 1842, en 1854 no quedaban mas de 3 6 4. La falta de materia prima cra el motivo principal de la disminucién. A ella se agregé el tratado de comercio con el Imperio del Brasil, ya a zado, que permitiendo la libre entrada de nuestros escasos vacunos a Rio Grande, arrebataba a los industriales orientales el ganado, favore- ciendo al competidor riograndence. 2Qué hechos debidos a la guerra habian provocado esta situa- cién? En primer lugar el consumo de los ejércitos, Rivera y sus par- das sueltas, blancos del Cerrito, abasto de las marinerias europe Ese consumo puede estimarse en alrededor de 1:800.000 cabezas rante los 9 afios del sitio, En segundo lugar, las arreadas brasileni Sus famosas “californias” se acentuaron a partir de 1845, cuando la guerra civil en Rio Grande concluyé y los hacendados de esa region debieron repoblar sus estancias. Los sdladeristas brasilefios, de su par- te, financiaban sus propias expediciones. Fue contra estos saqueos que 47 ditigié Oribe su politica, pero no pudo impedir nos arrebataran algo mas de 1 millén de cabezas 7 La ganaderia oriental retornd, ante los efectos de la guerra, a la €poca de las vaquerias coloniales. Colorados, blancos, europeos y bra- silefios, cuereaban lo que encontraban a su paso, provocando © apro- vechando el abandono de las estancias por sus propietarios y la huida de tas peonadas. Uns tipica plaga colonial reaparecio con fuerza inu- sitada: los perros cimarrones. Sin control humano, reproduciéndose libremente, atacaban tanto al ganado lanar como al vacuno, en par- ticular las crias, “En el solo Rincén de Tacuari, departamento de Ce- rro Largo, fueron sacrificados en 1852, trece mil perros cimarrones". En lo financiero, la guerra dejé una carga tragica que tuvieron que soportar los gobierngs de Gitd, Flores y Pereira, Todos los recur sos del Estado estaban hipotecados, o a los particulares que habian financiado el esfuerzo bélico colorado (caso de la Sociedad Compra- dora de los Derechos de Aduana) o a los gobiernos de Francia y el Brasil que nos exigieron esa garantia para dar sus subsidios. Las propiedades publicas del estado en Montevideo también se hallaban hipotecadas: el Cabildo a Samuel Lafone, la actual Plaza Independencia y el cuartel de Dragones a Francisco Hocquard, Ja actual Plaza Cagancha a Ma- tilde Rafia de Montero, Los gastos, en cambio, se habian multiplicado. El estado mayor del ejército resulté. muy ampliado a raiz de la guerra. Mientras el ejército de linea se redujo a no mas de 700 plazas, los cargos de subtenientes a general comprendian 500 hombres. La deuda publica dio un salto en el vacio, En julio de 1853 el gobierno de Giré reconocié a los particulares, perjudicados por el Conflicto en sus haciendas, propiedades, etc., el derecho a pedir in- demnizaciones ante las autoridades judiciales. En diciembre de 1856 se habian presentado reclamaciones por un monto ‘de 100 millones de pesos, cuando Jas entradas anuales del estado apenas se elevaban a 4 millones. Las posibilidades de abonar esta inmensa carga eran nulas. La deuda externa (con Francia y el Brasil) era peligrosa por las presiones politicas que se iban a ejercer sobre el estado deudor; la interna también, pues el gobierno fue obligado a reconocer en 1855 que los residentes franco-ingleses recibirfan un tratamiento pre- ferencial, ante lo cual los inmigrantes recurrian a la presién de sus cénsules para lograr el pago de lo adeudado. 7 Si este era el capitulo de los gastos. jcual era el de los recursos? La Aduana, hipotecada, escapaba al control del gobierno. A este solo Te quedaba para el pago a funcionarios, soldados, diputados, senado- res, presidente, maestros, policias, etc. el subsidio brasileiio de 60.00 patacones mensuales. Nueva deuda a largo plazo, fuente de presion politica indignante a muy corto. 48 so1l0% En lo internacional: la tutela brasilefia Dependencia del Brasil en lo financiero, tutela del Brasil en lo politico, facilitada no sdlo por la presién del subsidio sino también por los tratados de octubre de 1851. El Imperio tenia el derecho de Mitervenir en el Estado Oriental para restablecer Ja paz interna si, esta se veia perturbada por la lucha de facciones, auxiliando al gobierno Tegal. Pero el Brasil utilizo al arma de la intervencién con otros fines, Su Ministro en Montevideo, apoyando en unos casos al gobierno y en otros a la oposicién, fue el auténtico arbitro de nuestra vida po- Titica hasta por lo menos 1856. En 1854 un ejército de 5.000 hom- bres nos ocupé hasta noviembre de 1855. Habia venido para imponer el orden: fue el elemento mas notable en la promocién del desorden. Estaba en’ el interés del Brasil demostrar a las potencias europeas ga- rantes de nuestra independencia, en particular Gran Bretafia y Francia, Ia incapacidad oriental para gobernarse. Los inmigrantes no halle~ rian la ansiada seguridad bajo el gobierno de los orientales. Con todos sus instrumentos de presién (subsidio, ejército y po- blacién brasilefia al norte del rio Negro) el Imperio envié a Europa en 1854 al Vizconde del Uruguay, Paulino Soarez de Souza, con el fin secreto de plantear la transformacién de nuestro Estado en nueva Cisplatina, La situacién internacional favorecia los designivs del Brasil. Ar- gentina, la potencia que siempre habia hecho contrapeso a su_in- fluencia, estaba debilitada y vivia su propia guerra de secesién. Bue- nus Aires no acepto la jefatura del caudillo Urquiza, Este impuso en 1853 la libre navegacién de log rios pero no logro someter a la capital. La Aduana quedé en manos bonaerenses. Los portefios se negaron a participar de un Congreso Constituyente que hubiera federalizado el territorio de Buenos Aires. En setiembre de 1852 Buenos Aires se separé de la Confederacién. Esta, en mayo de 1853, promulgé una Constitucién republicana y federal, La prolongada secesién argentina (1852-1861) dejé el campo libre a la influencia brasilefia en el Uru- aay. 89; ancia_y Gran Bretaila, por su parte, luego de su desgraciada experiencia intervencionista, se tornaron més cautelosas aunque no menos exigentes. Cautelosas en relacién a posibles intervenciones mi- litares, en parte debido al anterior fracaso, en parte a que se halla- ban entregadas en Europa a la sangrienta guerra contra Rusia, la Hamada de Crimea (1854-1856). Aunque sus ministros en Montevideo apoyaban la independencia oriental y advertian al Brasil sobre los Tiesgos de una incorporacion, la influencia de Europa sufria un eclip- se. Exigentes, en cambio, cuando trataban con el gobierno oriental al que llegaron a amenazar en 1855 y 1862 si no concedia un trato preferencial a sus sabditos al abonarles los perjuicios ocasionados por la Guerra Grande. 40 En Io politico: la fusién y los acuerdos __ Despoblado, extranjerizadas sus clases altas, arruinada su dnica riqueza, la ganaderia, soportando una tutela fi iera y {politica Brasil, cémo el Uruguay sobrevivié como nacién en ¢sos diez cruciales afios que siguen a la Guerra Grande? De algunos de esos males derivaban remedios. Estaricierbs y_co- merciantes reclamaban la paz para que la riqueza retornara, Esos repos sociales eran demasiado poderosos e influyentes en los dos andos tradicionales para dejar de oirlos. El propio sentimiento nacional, fortalecido al concluir Ja guerra, exigia que la frase estampada en el pacto del 8 de octubre, “Ni vencidos ni vencedores”, se transformara en hechos politicos con- cretos y se alejara el espectro del revanchismo. La paz interna, lo sabian todos los orientales, era la condicién indispensable para que la nacién siguiera subsistiendo. De seguir la anarquia, el apetito brasilefio creceria y las clases altas extranjerizadas abandonarian una nacionalidad que no les entregaba la garantia de su présperidad: la estabilidad interna. Hubo dos maneras de concebir Ia paz: Ia politica de fusién que predicé el elemento culto de los dos partidos tradicionales, y la Ila- mada politica de pactos, que practicaron los caudillos de ambas fac- ciones. El resultado era identico, pero los fundamentos ideoldgicos es- grimidos diferian. Ambas politicas, on fin, reproducian el viejo dua- lismo cultural del que el pais no habia logrado atin salir. La fusion tenia sus bases en la ciudad, la politica de padtos hallaba mas eco en la campaiia. Dentro del antiguo partido blanco fue Bernardo P. Berro quien expuso con més nitidez las ideas fusionistas. En el colorado lo hizo Andrés Lamas. El ala doctoral de los dos bandos hallé el programa ideolégico de la fusién en el Manifiesto que Andrés Lamas dirigié a sus compatriotas desde el Brasil en julio de 1855. El Manifiesto era un alegato contra el caudillismo y las divisas tradicionales a los que acusaba de causar el desorden del pais. La nica solucién consistia en crear un partido nuevo, con un programa definido que agrupara a todos los orientales, olvidandose por sin sentido los rencores del pasado. Lamas se preguntaba: {Qué es lo que hoy divide a un blanco de un colgrado? Lo pregunto al mas apasionado, y el més apasio- nado no podrd mostrarme un solo interés nacional, una sola idea social, una sola idea moral, un solo pensamiento de gobierno en es division... Cerremos el libro del pasado; ese libro no sirve sino para dividirnos. ..”” i ‘Un nuevo partido en el que debia fundirse todo lo qué habia de bueno y honesto en los antiguos, debia sustituii E yt ir a las divi “Rompo publica y solemnemente esa divisa colorada, que hace mv" 50 j chos afios que no es-la mia, que no volveré a ser la mia jams. No tomo, no, la divisa blanca, que no fue la mia, que no sera la mia jamés. Repudiando las divisas, repudio todas las tradiciones odio- samente personales y de guerra civil representadas por ellas...” Hasta aqui era un programa de concordia. Pero Lamas de in- mediato atribuia al caudillismo el mantenimiento de los viejos odios y trataba a los dirigentes rurales de “buitres y vndalos”. Para con- cluir con ellos la nacién debia no sélo crear un partido de ideas sino también cambiar su estructura econémica. Las bases del caudi- ismo estaban en la monoproduccién ganadera y el régimen de ex- plotacién extensiva, Debia colonizarse la campaia, oblarla con ex- tranjeros y promover e] desarrollo agricola. Todo ello sobre la base de una alianza con el Brasil “dignamente entendida”, “fnico sostén”, a su entender, de nuestra estabilidad. Repudio de la tradicién y el caudillismo y alianza brasilefia eran la triada conceptual de Lamas. Los doctores blancos y colorados de Montevideo aceptaron con beneplacito los dos primeros principios, desconfiando en cambio, y con razén, de las intenciones brasileias. Para les ciudadanos cultos de los dos partidos tradicionales la police preconizada por el Manifiesto permitiria: a) Lograr la esta- jlidad interna; b) La alianza de las dos facciones doctorales de ambos partidos tradicionales mediante un programa de ideas: c) For- talecer de esta manera al nicleo dirigente urbano en detrimento del rural, a quien acusaban de clevarse sobre la “sangre de los gauchos” para imponer una tirania semi-barbara a los Gnicos capacitados para gobernar la nacién: los doctores. Del lado blanco participaron de es- tas opiniones, Atanasio Aguirre, Bernardo P, Betro, Francisco So- Jano Antufia, Luis de Herrera; del colorado: Luis Lamas (padre de Andrés), José Maria Mufioz, Manuel Herrera y Obes y Lorenzo Bat. lle. En una palabra, lo més notable en cultura y lo més urbanizado de los dos partidos ‘tradicionales. La politica de fusién asi entendida era no sélo un reclamo de la orientalidad sino también un freno para el caudillismo; la posi bilidad de que la ciudad recuperara el cetro de la direvcién politica oriental. alo ePelticg, de pasos, en cambios illos, E] mas famoso, el de la Unidn, firmado i entre Manuel Oribe, el caudillo blanco, y ‘Venancio ines, oy 2e2° rado, fue su materializacion mas destacada. Los caudillos no rene. gaban de sus divisas. El pacto, por definicién, era un acuerdo cnive bandos diferentes que dejaban’ de lado lo que los distanciaba. Fi Ja contrapartida de la fusién, la respuesta ‘que dio al mickey aoe gente rural al urbano cuando ‘este pretendié desplazarlo. del fede _ En ambos casos, sin embargo, e] resultado era el mismo' le, interna. Por ello creemos en la singular fuerza que tayo en el origen de estas politicas la posicién de las clases altas de la nacion: be fue promovida por los cau- 51 la tando o fusiondndose, se trataba en iltima instancia de que no hu- biera “bulla en la campafia”, al decir de un estanciero del periodo. El sentimiento de la nacionalidad fortalecido ante el peligro brasilefio, la desastrosa situacién econdmica, y el deseo de las clases altas, se conjugaron para imponer un alto a las guerras civiles, LA POLITICA DE FUSION Y SUS TROPIEZOS El gobierno de Juan F. Gird (1852-1853) En las elecciones que se hicieron a fines de 1851 para designar diputados y senadores predominé un clima de concordia preconizado por los doctores, ya que los caudillos permanecian en un ostracismo politico (Rivera y Oribe), Manuel Herrera y Obes, Eugenio Garzon ¥ Eduardo Acevedo, formaron listas tinicas, En ciertos departamen- Yos donde no hubo acuerdo, triunfaron los blancos, que habian do- minado la campafia nueve largos afios. Muerto Eugenio Garzén, el candidato a Ja pr todos cifraban sus esperanzas, la Asamblea se dividid. Los colorados apoyaron a Manuel Hererray Obes, quien también recibié el be- Beplicito de Urquiza y Brasil. Los blancos a uno de los suyos, algo Jesdibujado, Juan Francisco Giré. La escasa mayoria blanca (2 vo- toc) decidi a los colorados a desistir de su empefo y brindar su apoyo a Gitd, quien result6 clecto casi por unanimidad. La fusion daba sus primeros frutos. idencia en que Joan Francisco Giré pertenecia a una acaudalada familia de origen colo- nial, Habja nacido en 1791 y estudiado en Buenos Aires. Luego hizo viajes FRc de Janeiro, Espaiia y Estados Unidos. Retorné en 1815 a Montevideo. $l drama de la revolucién artiguista no le alcanzé sino en sus postrimerias. Participé en los movimientos de 1623 y de 1825, pero por sus ideas unitarias (admirador y amigo de Rivadavia) so distancié de Lavalleja. Opositor Rie {era aunque no revolucionario, apoyd, como casi toda la clase culta y. ret wort evideana, el ascenso de Oribe en 1835, Caido Oribe, Giré permanecié tn Montevideo hasta que en 1844, cerca. ya la intervencién franco-inglesa, 9° Incorporé al eampo sitiador. En el Cerrito no intervino en politica sino aye formé parte de la Comisién de Instruccién Publica. Hombre de derecho y de orden, era un mesurado. Carecia, tal vez, de la energia suficiente para dificiles momentos que Je tocarfan vivir desde la presidencia. En sus primeros actos el nuevo presidente intenté una politics de pacificacién, siendo la integracién de su Ministerio una prueba, ya que César Diaz, de fuerte filiacién colorada, fue Ministro, Guerra, y Venancio Flores, jefe politico de Montevideo. De setien 52 Bweooe THAT AL RTP e bre de 1852 a enero de 1853 recorrié la campafia, interiorizindosé do su estado y necesidades. En apariencia, la paz y un gobierno no Muy ejecutivo pero tampoco molesto, se habian afirmade. Pero los escollos comenzaron. La dramética situacion cie cbligs al presidente a adoptar medidas de excepcién. Las policias cee isles por falta cc pago y la inseguridad reinaba, en el medio Sralt en las puertas de ia Tesoreria clamaban los pensionistas y los Gupléades publices; nadie queria smainistrar nada al Estado. La Senta, aduanera estaba administrada por un Directorio mixto com- puesto de representantes del Estado y capitalistas acroedores del mis” Pi Era el “anico recurso importante, fuera del subsidio brasilefio ‘que no bastaba, E] 30 de marzo de 1852, Giré decretd que el Estado ‘Uministraria solo la Aduana. De esta manera arrebaté a los acree- ores particulares la garantia que el gobierno colorado de Ja De- fensa les habia otorgado. Esos comerciantes-capitalistas no se lo per~ donarian, ‘Enemistado con la base financiera del partido colorado, conclu- y6 por enemistarse con todo el grupo politico, El Brasil exigié en marzo de 1852 el nombramiento de un co- misario para fijar conjuntamente Jos limites de acuerdo con el tra- serie Pociubre de 1851, Gir6 decidio que previamente el tratado Yebia ser aprobado por las Cémaras_de acuerdo con los preceptos Constitucionales. No cabe duda que Giré fue guiado por auténticas preocupaciones nacionalistas, ya que esperaba del Pacion sustancial si se ponian ciertas trabas a la ratificaci {actién es factible que el presidente buscara “hacer estado piblico” er ledos los tratados y demostrar con ello el escaso cuidado con que. los colorados habian manejado los relaciones entre el pais y a imperio. Por cierto que el Partido de la Defensa recogié este guante, En cuanto al Brasil, actué con celeridad y, prepotencia. Su Ministro Car- neiro Leao, dio un plazo de 3 dias para que el Uruguay cumpliera, amenaza Tanto mag efectiva cuanto que el ejército brasileio que habia luchado contra Hosss todavia se hallaba en nuestro territorio, Gird pidié a Urquiza que me- Gine Jste poco pudo hacer, dadas as dificultades intemas porque estaba gestido la Confederacién Argentina. Envié a Luis José de la Pefia hacia Mon- Paieo para aconeeiae al gobierno Ta aceptacién de los tratados con la prome- te'Ge que el Brasil haria algunas modificaciones, Giré acepté los hechos co Sumados, firmindose un nuevo tratado de limites el 15 de mayo de 1852 por fl cual gansbamos algo en el Choy y se anulaba la coneesién de dos medias Jeguas en las desembocaduras del Cebollats y el Tacuari. Este nyevo convenio fae ratifieado por ambas Cimaras, agregando la de diputados: “con la espe ranza de ulteriores modifieaciones’ que lo pongan de ‘acuerdo con los verda- Aeros intereses de la Repiblica”. Brasil llegé a presionar ofreciendo su ayuda alos colorados para sostener una revolucién, Estos, aunque apoyaron el cum Dlimlento del tratado, rechazaron con dignidad la’ oferta imperial. - 53 El debate politico se reabria con motivo de cualquier episodio que hiciera referencia al pasado inmediato. El gobierno comptendié que bajo esas circunstancias debia proceder con enetgia. Existia un dualismo peligroso que lo debilitaba, Mientras ejército y policia eran colorados, el gobierno adoptaba medidas que herian a los colorados. Por ello el presidente resolvié organizar la Guardia Nacional, acor dando a los soldados entolados la eleccién de sus jefes. En la cam- pasa esto significaba que al ejército colorado se opondria una guar- Gia nacional blanca, Los ministros colorados renunciaron. La tevo- lucién se preparé. El 18 de julio de 1853 estallé el motin colorado, ‘eapitaneado por Melchor Pacheco y Obes y apoyado por los acreedores del gobierno que se creyeron despojados por el decreto de Giré al arrebatarles la ‘Aduana. Ese dia, aniver- sario de la Jura de la Constitucién, la Guardia Nacional aparecié formada aunque sin municiones. Fue dispersada en Ia Plaza Matriz por el 20 hatallén de Cazadores. Hubo muertos, La guardia fue perseguida en todas direcciones por los soldados desenfrenados, a quienes, segiin parece, Pacheco habia hecho creer que se les despediria. El presidente con sus ministros y los representantes extranjeros oyé el tiroteo desde el Cabildo. Tuvo que confiar el mantenimiento del orden a los propios revoltosos. Sus dias estaban contados. Fue el llamado Partido Conservador el protagonista de este_le- vantamiento, como de los futuros que estudiaremos en estos ajios. Este grupo politico, integrado por, algunos militares de nota y civiles cultos colorados, decia tratar de “conservar”, de ahi el nombre, las tradiciones liberales del viejo nacleo de la Defensa. Para ellos no podia haber fusién entregando el poder a los seguidores de. Oribe. Evan'una minoria, pero potente, dado el apoyo militar y el financiero de los capitalistas_desplazados por las medidas financieras de Giré GI recuperar la Aduana para el Estado. Sus lideres fueron José Ma- tia Mufioz y Juan Carlos Gomez. Gird vid, entre julio y setiembre, en total incertidumbre. Sus ministros le fueron impuestos por los rebeldes. Observando que no podia dominar la situacién, se asilé en la Legacién de Francia el 54 de setiembre de 1853. Los dos bandos pidieron la ayuda extranjera aunque de diferente manera Giré y su ‘ministro Berro, buscaron la tutela colectiva de Francia,, Inglaterra, Estados Unidos, Ia Confederacién Argentina y el Brasil. Esta debia Timitarse ‘a cuidar nuestra independencia y asegurar Ia estabilidad de los gobiernos cons titucionales, Los colorados, de su parte, obtuvieron la mediacién brasilefia que se'transformé en abierto apoyo. Cuando Giré pidié al Brasil el 17 de julio ‘fen visperas del motin—- la ayuda militar que este estaba obligado a prestat Al gobierno legal de acuerdo a uno de los tratados de 1851, la nota recién fue contestada 4 dias después del motin del 18 de julio. El primer intento acuerdista habia fracasado. 54 El gobierno de Venancio Flores: doctores y caudillos se enfrentan. (1854-1855) La revolucién hecha por los colorados cultos llevé al poder a un caudillo de esa filiacién. Esa contradiccion aparejarta nuevos dis- turbios. . Venancio Flores integré primero un triunvirato que pretendid fuera representativo de las principales corrientes del pais (Rivera y Lavalleja fueron los otros dos miembros). Pero esa forma de go- bierno {ue nominal. En octubre de 1853 fallecié Lavalleja, y en enero de 1854, Rivera. No fue un gobierno facil. Los blancos buscaron reaccionar y lo hicieron en noviembre de 1853. Su revolucién fracasé. El Partido Conservador era hostil a Flores por ser este un caudillo y haber vuelto a arrebatar la Aduana a los comereiantes colorados que la adminis- traban. En esas circunstancias, Flores pidié la intervencién brasilefia, enero de 1854, y luego traté de evitarla pues ya no la necesitaba al haber derrotado a los blancos. El Ministro brasilefio la impuso con la amenaza de retirar el subsidio, En marzo de 1854 una asamblea clegida bajo coacciones y amenazas, designé a Venancio Flores para que ocupara la primera magistratura de a nacién hasta completar el periodo de Giré, que vencia el 1.° de marzo de 1856. El elemento culto de los dos partidos tradicionales no queria ceder el poder al caudillo, a quien acusaban de autoritario y perso- nalista. En agosto de 1855 se sublevaron los doctores. El 28 de agosto e! Partido Conservador Hevando a su frente a José Maria Muioz y Lorenzo Batlle, ocupé el Fuerte, residencia del Poder Ejecutivo, obli- gando a Flores a huir hacia Las Piedras. E] movimiento jado por los con- servadores recibié la adhesién de los doctores blancos Luis de Herrera, Am- brosio Velazco, Francisco Solano Antufia y Antonio de las Carreras, Forma- fon vn gobierno provisorio presidido por Luis Lamas y contaron con el apoyo el Brasil. Flores doming la campafia y recibié el auxilio de"Ignacio Oril equivalia al de su hermano Manuel. En setiembre se lleg6 a tin acuerdo. Flavee Fenuneid y, Je sucedié uno de sus fieles, el presidente del Senado, Manuel Basilio Bustamante. ’ En los seis meses finales de 1855 las fuerzas politicas se re paron en unidades inimaginables unos afios ‘tras, Blancos colors. dos se desdihujaron. Ahora se trataba de doctores y caudillos. Los doctores se fusionaron en octubre de 1855 en torno al esperado anunciado partido de Lamas: la Unién Liberal. Los blances, Agu rre, Berro, Antufia, Herrera y Errazquin, se hermanaron a los colo- rados, Lamas, Mufoz, Lorenzo Batlle y Herrera y Obes. El programa de la Unién Liberal ‘recomendaba extinguir los odios de partido, re- 55 nunciando a toda recriminacién pot el pasado. Se complet con prin- cipios extraidos de la ideologia liberal europea en materia politica y econémica. En ese sentido pudo ser apoyado por las clases altas del pais, si hubiera contado con fuerza suficiente para imponerse y man- tener el orden, ‘Los caudillos respondieron al mes siguiente. El 11 de noviembre de 1855, Oribe, recien desembarcado de su viaje a Europa, firmé con Venancio Flores el llamado “Pacto de la Union". Oribe, viejo defensor de los gobiernos legales, no podia ver con buenos ojos a los que los derribaban —el Partido Conservador, en parti ular— aliados, para peor, a Ia.influencia brasilefia. El acuerdo incluia un compromiso por el cual ninguno de los dos caudillos seria candidato a la presi- dencia, Aseguraban su apoyo en las futuras elecciones a Gabriel An- tonio Pereira. El Pacto de la Unién significaba el triunfo del caudillismo pues los ele- mentos cultos eran como “un estado mayor sin ejército”, es decir, carecian do Votos y Prestigio popular. Por ello, el mis intolerante y anticaudillista de los grupos cultos el partido conservador— decidié una_nueva revolucién. Esta ‘estallé el 25 de noviembre de 1855 en Montevideo. Dirigidos por José Maria Muioz se apoderaron del Fuerte. Flores y Oribe pudieron, al cabo de 5 dias dominar la situacién, La pasé momentos de angustia, pues los gu- ‘bemistas tiraban desde las torres de la Iglesia Matriz sobre el Fuerte (actual Plaza Zabala), donde se asilaron los rebeldes. Un suceso curioso ocurrié el dia 26. El combate se suspendié para permitir a las colectividades extranjeras festejar con un banquete de 1.500 cubiertos el triunfo franco-inglés-italiano de Sebastopol (en la guerra contra Rusia). Buena demostracién del inmenso peso de los inmigrantes era esa. Los orientales habian tenido que. deponer Temporariamente su querella para permitir la celebracién de un hecho que no tenia la menor vineulacién con nuestra politica i fueron vencides y se embercaron el 29 de noviembre Los revolucionarios ‘en mimero de 200 hacia Buenos Aires. Se decfa, jocosamente, que habia emi- grado “todo” el partido conservador. La oposicign entre doctores y caudillos ha tenido larga fortuna en nuestra historiografia para explicar este periodo y algunos otros episodios politicos de nuestro pasado. Es posible que ella se filie en la vieja tesis de Sarmiento del Guslismo entre barbarie (campafia) y civilizacién (ciudad). Fue remozada y da en una explicacién menos -cargada de juicios valorativos y mis Hisgos sociolégicos por uno de nuestros mejores ensayistas: Alberto Zum Felde. Envel presente ha sido aceptada, aunque con matices y apoyos documentac Bo gran ceriedad, por el mis grande de nuestros historiadores: Juan E. Pivel Devoto. ‘No cabe duda que los hechos demuestran a lo largo del siglo XIX y aio ex kos albores del XX la vigencia de este planteo. Que el elemento culto de Ia cindad-puerto, muy vinculsdo al sector mercantil, buscara gobernar coutrase Ia oposicién del otro centro de poder, el radicado en ‘candillo, prestigiado al comlenzo por su participacién mili yo Ta campaia, et litar en Iss guerras de la independencia, es una_hipét de nuestro pasado politico. Ella se en particular el divorcio cultural, social y hasta econémico, que separaba a la eared de la campa‘ia. Esta separacién tenderd a desaparecer cuando el pals se unifique con los gobiernos militares de Latorre y Santos, no antes, Las Formas de vivir y de producir urbanas triuofarén con todo lo que implicaban: cultura europea, la estancia empresa sustituyendo a la estancla patriarcal o precapitalista, la mano de obra rural disciplinada eliminando el seminomadis- mo del gaucho. Pero la dicotomia no debe conducimos a juicios de valor. Suponer, por ejemplo, que los doctores representaron una cultura importada, que violentaba ‘el “ser nacional”, es tan absurdo como pensar que los caudillos representa- ron a las clases ‘populares autéctonas y fueron algo asi como, segin expre- sién de wn historiador argentino, “el sindicato del gaucho”. Nada de ello. En primer lugar, cuando doctores y caudillos se vieron a Sus programas. politicos, la coincidencia fue asombrosa. En este sentido nada Jo revela mejor que los episodios aqui resefiados. Entre et programa de Is “Unién Liberal” y el bosqueindo por Flores y Oribe no hay diferencias. Los caudillos no trasmtaron mayor arraigo a la tradicién nacional por la sencilla razén de que esta era todavia vaga e imprecisa y se estaba formando con aportes de la cultura europea. En segundo lugar, si bien es indiscutible que las masas rurales daban su voto a los caudillos —y su , no Io es menos que recibieron beneficios sdlo en contadas ocasiones de estos. Pudo ser Rivera un distribuidor de tierras —aunque no entre los mis necesitados—; podrfa incluirse en esta categoria, forzando un tanto las yealidades, a Venancio Flores, ya de ninguna manera a Aparicio Saravia. Los caudillos hasta 1875 procedieron a poblar el pais andrquicamente, dando a sus - “fieles” la tierra fiscal o la de sus personales enemigos politicos, sin’ establecer planes orgénicos como el Reglamento Provisorio artiguista de 1815, y a menudo la contrapartida del donativo: la integracién del novel . © del viejo que recuperaba lo que el partido adversario le habia arrebatado, a su formacién militar. En tercer lugar, a veces los doctores hicieron un diagnéstico mis preciso de la realidad nacional que los propios caudillos, demasiado dependientes de ella. En el “Manifiesto” de Andrés Lamas, por ejemplo, el lector prevenido en- cuentra un andlisis de nuestras dificultades econémicas y sociales que no pado menos que desagradar a las clases poseedoras de la tierrs. Las criticas a la monoproduccién ganadera y al caricter extensivo de la explotacién pecuaria; cl estudio de Jas consecuencias de estos hechos, la economia regresiva v la despoblacién, son el resultado de una postura intelectual mucho més libre de ataduras materiales de la que jamés tuvieron los caiudillos. En cuarto lugar, Ia oposicién entre doctores y caudillos —que fue real, lo repetimos, en muchos periodos de nuestra historia— no debe hacemos olvidar ‘que también existié colaboracién, como ya lo denunciara uno de los intelec- tales en 1870: José Pedro Varela. Llegando al poder el caudillo, instalado en la Presidencia de la Republica. por ejemplo, ¢cSmo gobemar sin un apa- rato de ideas y de técnicas que sélo el elemento culto urbano posela? Desde doctores abrasilerados que acompaiiaron a Fructuoso Rivera, hasta la se- cretaria de Venancio Flores ejercida por Julio Herrera y Obes, la colabora- cién coexiste con la oposicién. 57 yyy eee | El gobierno de Gabriel A. Pereira (1856-1860) Gabriel Antonio Pereira nacid en 1794, Tenia al llegar a Ia presiden i una Jarga actuacién piiblica, Milité junto a Artigas, intervino en el movimien- to de 1823, integrd la Asamblea de li Florida y Ia Constituyente de 1830, Senador bajo Rivera y Oribe, estuvo en el canpo colorado ya que fue Minist » f de Hacienda de Joaquin Suarez y formé parle de la Asamblea de Notables Segiin el ministro de Francia en el Uruguay, cuyvs juicios siempre despedi i cierto tonillo despectivo, el principal mérito de Pereira era ser rico, “tal v : el mis rico del Uruguay en tierras, casas y ganado”, Integro, firme y ain obcecado, renuncié a su sucldo como presidente. Bajo el gobierno de Percita se produjo el mas prolongado i tento de gobernar de acuerdo con las ideas de fusién y extincién de : Jos antiguos partidos. El presidente explicé en su programa qu : “Mande ‘quien mande, la mitad del pueblo oriental no puede ni debe conservar en eterna tutela.a la otra mitad”. De ello dedujo que Jas Viejas banderias tradicionales no debian volver a levantarse, ante lo : cual prohibié todos los actos piblicos en que se pretendiera rrorga- J nizar_a cualquiera de los dos partidos. Buscé crear una gran fuerza oficialista propia, Para ello nece- sité librarse de las ataduras que le crearon sus progenitores politicos: Flores y Orib.. Tuvo suerte y habilidad. Flores emigré. Oribe, fallecido en 1857, dejé a sus seguidores una tradicién de respeto al orden cons- titucional que no podia menos que aprovechar el presidente, Con ellos y los colorados legalistas formé el “Club de la Union". El partido conservador quiso volver a la vida. Dirigido por .Cé& sar Diaz y Juan Carlos Gémez, hizo una violenta campaiia periodistica contra el gobiemo. Este grupo fue el primero en oponerse con tena- cidad a la idea de fusion, La consideraban contraria a la esencia del pensamiento liberal, pues “negaba la soberania del pueblo” al admitir un solo partido: el oficial. : EI choque era inevitable. El presidente estaba decidido a impedir ‘ Ja propaganda blanca o colorada. Para los conservadores, Pereira es q taba entregando el gobierno a los blancos y adquiriendo el tono auto- \ ritario caracteristico del viejo partido del Cerrito. ! Al prohibir una reunién de los conservadores en el Teatro de San aaeeueet Felipe, estos comenzaron a conspirar y Pereira los desterré a Buenos i { Aires. Los conservadores se abstuvieron en las elecciones de noviembre de 1857 © iniciaron los preparativos revolucionarios. La revolucién de enero de 1858 estuvo a punto de envolvernos otra vez en un conflicto internacional. Los conservadores lograron el apoyo del gobierno de Buenos Aires (utilizaron una. goleta pro- i porcionada por los portefios para desembarcar en Montevideo), y Pe- reira pidié el apoyo de Urquiza, Los acontecimientos, sin embargo, se desarrollaron con vertiginosa rapidez, y la temida.internacionali- zacién de los partidos no se produjo. Al mando de César Diaz los a 58 ballero. En et curso de los dias siguien conservadores fracasaron en su intento por tomar Montevideo. Se di- Gigieron al interior, donde la derrota era segura ante la ausencia, de Jaye caudillista colorado, Flores permanecio neutral si no hostil a quienes tantas veces lo habian querido derribar a él. El 28 de enero de 1858 fueron derrotados por el general Anacleto Medina en el Paso de Quinteros. E] 2'de febrero, Medina, obedeciendo érdenes superiores, fusilé a los jefes de la revolucién: los generales César Diaz y Manuel Freire (uno de ios 33 orientales), y los coroneles Tajes, Abella y Ca- tes los fusilamientos continuaron, ‘Tal fue la conocida luego por “hecatombe de Quinteros”, drama que el partitlo colorado no tardé en convertir en su propio martirologio. El gobierno habia provocado el primer crimen politico en la his- toria oriental, Fue este el gran tropiezo de la fusién, su derrota mas visible. Luego de Quinteros hay sangre que separa de nuevo a los orientales. En descargo del gobierno cabria decir que el ejecutado era el partido que habia protagonizado todos los desordenes desde julio de 1853, derribando a Giré y Flores, sublevandose contra Bustamante y ahora, Pereire. ‘A partir de ese i instante no hubo mas revoluciones y el presidente concluyé su mandato, Era el primero en lograrlo luego de Ja Guerra Grande. Muchos en el pais creyeron que una nucva era de paz se jniciaba. Se equivecaron. Quinteros fue una mala semilla. El episodio de Quinteros ha sido objeto de una controversia muy apa~ sionada entre historiadores blancos y colorados. Estos tltimos parecen prol que existié una’ capitulacién formal entre el ejército conservador y el guber- nista por Ja cual se prometié respetar la vida a todos los rebeldes. César Diaz en carta a su hermana y su esposa, Eugenio Abella en carta a su esposa, lo mismo que el General Martinez, suegro de César Diaz, en representacién que dirigié al Cuerpo Diplomético, mencionaron esta capitulacién, Ello fue ‘de inmediato desmentido por el Ministro de Relaciones Exteriores de Pereira, ‘Antonio de las Carreras, notificando a los representantes extranjeros que el sometimiento de los revolucionarios habia sido sin condiciones. Con posterio- fidad hubo una orden del presidente de no fusilar a nadie, y otra del Ministro de Guerra, Andrés Gomez, de hacerlo de inmediato. Es posible que haya existido capitulacién, y que esta haya sido desco- nocida, Lo que no resulta historicamente veraz, en cambio, es que el Partido Colorado culpe al Blanco de ese crimen, pues en 1858 los dos bandos estaban desorganizados, en plen fusién. Pero... si los fusiladores no eran hlancos ‘0 no se consideraban tales... lo cierto es que los fusilados eran colorados, aunque se Hamasen conservadores. De este relato podria deducirse equivocadamente que el periodo 1852-1860 estuvo signado por la anarquia. No fue asi, 0 en todo caso clla tuvo caracteristicas tan peculiares que afirmaron la impresién de conjunto que tuvieron los contempordneos de él: la paz se habia afian- zade, 59

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