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Explicar la actual condicién social de la mujer obliga a centrar el andlisis en los siglos XVAlly XIX, perfodo de la industrializacién sulvaje en que se materializan transforma- ciones radicales que traen como consecuen- cia la aparicién e institucionalizacién de una nueva forma de familia, Divisién del trabajo en esfera industrial y doméstica, genevalizacién de la separacién entre vida publica y privada, y transforma- cidn del trabajo doméstico en trabajo social- mente inexistente son los rasgos fndamen- tales que, en relacién a la mujer, pueden ob- servarseenel estado moderno. Antoine Artous analiza igualmente los problemas de método planteadosa la hora de intentar establecer el estatuto social de ta mujer y dilucidar el origen histérico de su opresion specifica. fontamara libro historia — Q 4 f 3 : € ___ los origenes de | la Opresién _ de la mujer Antoine Artous 3a Edicion fontamara | libro historia Cesae (Cosas Antoine Artous LOS ORIGENES DE LA OPRESION DE LA MUJER BAN DAO sueus FU LIBRO | (4). Pero éste no es més que wn! aspecto del problema. Cuando la mujer se proletariza, lo de Cisivo no es que tenga que elegir entre estar al «servicio pri vado de la familia» o buscar un trabajo que la hage participar en la eproduccién social». Lo decisive es el hecho de que la trabajadora es a ta vez profetaria y mujer: es decir, que no | solamente trabaja env la fabrica’ yen el hogar, sino que la | forma en que participa én Ia producciéni se ve predeterini- | nada por éu estatuto de mujer (més exactamente, por el estan, itS que’la sociedad capitalista da a la mujer) Por lo tanto, volvamos a Engels, que distingue tres ame plios perfodos en la historia de la opresion de la mujer: «la vieja economfa domésticas, es decir, las sociedades primitivas sin clases, en la que la opresién no existfa. La opresidn apse reci6 con’ sla familia patriarcals, ligada al desarrollo de las clases sociales y de la propiedad privada: a partir de entom Giferentes capas que lo componet, convient distinguir entee las capas Que" son producto directo de le division capitalists del twabajo car ia Smnpresa “ipeanes, obreras ‘cualiicados” tecnicos.) J aqacllas teas ‘apas que sufren unit opresion especifica (ovens, Aamigrades,, muje Fes), ctvo origen se basa en un funcionaniento. més. general del ss Tema, y que hace que dichos individuaz sean prolelabizados de forms. specifica como JOvencs, mmlgracgs, mujeres. Hay. que -dilerenciar fambien ta opresign to Is mujer de la de los jovenee y los inmigrados, ap solamente Forgive aquela xisa a, nich del Sapitalisme, ine gue sia, ch a propio. seno del do. de produccion capitalist Fruho mas pro{undamente arvaigada que Ts oprssion de los jovenes Bde log inmigrados G) “Engels: op. cit, p. 231 (@) Engels: op. sir ces Ia mujer se convertiria en primera sirvienta del hombre, quedando apartada de la produccién social y recluida en el trabajo doméstico, transformado en «servicio privados. El tercer perfodo se abrié con el desarrollo del capitalismo y de Ia gran industria que destruyé, al menos para las mujeres de la clase obrera, las bases de aquella opresién patriarcal, al abrir de nuevo a Ia’ mujer el camino de la produecion social Si bien esta clasificacién por periodos tiene el mérito de marear el cardcter histérico de la opresién de la mujer, exige también cierta discusin. En primer lugar, parece estar per- fectamente probado, al nivel actual de Ia investigacién antro- polégica, que han existido formas de dominacién masculina en muchas —si no en todas (precisamente esto es lo que esté en discusién)— de las sociedades primitivas sin clases Solamente trataremos esta cuestién en el anexo y, preferen- temente, en forma de notas bibliogréficas, para apuntar estos problemas, pero no como andlisis sistematico. Si bien la opresién no hace aparicién, pues, con la sociedad de clases y la propiedad privada, Engels tiene no obstante razon al observar que en este perfodo histérico se produce tun cambio decisive en dicha opresiGn, y que se inicia un pro- ceso te reclusién de Ins mujeres —aunque de manera muy Gesigual segin las clases sociales— en Ia familia y el trabajo domeéstico, entendido por la sociedad como servicio privado. En efecto, este proceso se obierva a lo largo del desarrollo de la mercancia, de Ja destruccién progresiva que ésta intro- duce en la economfa de autoabastecimiento y en las diversas formas de division del trabajo que ello implica. Por otra parte, durante todo este periodo las mujeres siguen mante- hiendo una relacién importante con la produccién social, de Ia cual todavia no estén totalmente apartadas, ‘Lo que se produce con la lcgada del capitalismo y la gran industria no es un fenémeno aislado, como pretende Engels, ‘que venga a significar Ia ruptura con el patriarcado gracias a una participacién masiva de las mujeres en la produccién social, y que siente, al menos en la clase obrera, las bases materiales de Ja igualdad entre el hombre y la mujer. El pro- ceso es més complejo, més contradictorio. El copitalismo representa. la generalizacidn def reino de 4 Ja mercancia, 0 sea la culminacién del proceso de reclusién deta midjer en las taress domésticas efitendidas como tra- bajo privado, carente de cualquier relacién con la produccién Zocial. Y con ello la generalizacién de un determinado este- tuto para la mujer: el que es geterminado por su papel de «especialista» en las tareas domésticas. Pero, al mismo tiem po, el desarrollo del capitalisié, al permitir Ia participacion dela mujer en Ia produccién social, y dadas las contradiccio- hes que atraviesan a la familia, sienta las bases para que la emancipacién de la mujer se convierta en una posibilided histérica conereta. Se trata pues, con toda evidencia, de un proceso contradic orto qué e necesario analizar: el capitalismo significa a la Yer la generalizacién de la reclusidn de Ia Tujer y, a causa de su proletarizacién, la multiplicacién de iss contradicciones sociales, con lo que por primera vez en Ia historia se hace objetivamente posible abolir una opresién que es més anti iia que la divisién clasista. Se podria hacer aqui wna analo- ia CO; OIF proceso contradictorio originado por el capita: lismo: ef antagonismo burguesia.proletariado, ¢no es acaso Ja division clasista «més purax que nos ofece la historia y, ‘al mismo tiempo, no representa también la posibilidad obje- tiva de construir una sociedad desprovista de la division en clases? Por tanto, es preciso volver 2 analizar exactamente Ia si- tuacidn que el advenimiento del capitalismo erea para Ia mujer. 7 ‘Delimitar més exactamente esta situacin exige volver a analizar la familia, para demostrar que no podemos conten- Tarnos Con” describir la existencia de una familia patriarcal | que, de una manera pricticamente uniforme, atravesarfa el Conjunto de las sociedades clasistas y que el capitalismo ha-| bria simplemente mantenido para su propio servicio. Hay que analizar el muievo tipo de familia organizado por el capitalis- mmo, y entender que determina tanto el estatuto que esta oeiedad otorga "a la miljer, coimo su participacion en ela produccidn social» (5). () No vor a cepetir en el marco de este trabajo un andlisis deta indD oo 9a Sparicign de esta nueva Tamia (vease Critigue Comin TN? S&H SRictio de Sophie Hamed), sino simplemente esborar avs 15 f eee nese SSS A La separacién entre la esjera del trabajo domeéstico y la esfera det trabajo industrial sEl moo de produccién capitalista implica, en tanto que produccién generalizada de mercaneias, una division social progresiva del trabajo... Del mismo modo que la produccion capitalisia de mereancias destruye definitivamente la unién entre ayricultura y artesanado, rompe también con toda una serie de otros lazos entre campos de produccién diferentes, que atin permanecian ligados entre sf en las sociedades preca, Pitalistas» (6), Si bien Ia separacién entre agricultura e industria ha sido analizada por los marxistas, existe atin otra division del tra. bajo que se generaliza con el modo de produccién capitalists ¥ que no ha sido objeto dé un estudio tan profundo: se trata de la division del trabajo entre la esfera industrial y Ia esfera dointéstica, La separacion entre produccién para uso domés- tico 'y produccién «para el exterior» se va profundizando desde 1a aparicién de la mercancia, y empieza a adquirir im. ortancia en Is medida en que la economfa mercantil penetra ¥ destruye Ia economia de autoabastecimiento, Como indica Engels, el trabajo doméstico se convierte cada vez mas en «servicio privado», en un lugar de simple produccién de va. ores de uso, en un mundo en que el trabajo dominante, el trabajo socialmente valorado, es cadg, vez mas la produceién destinada al mercado. De ello se deriva una primera reclusién de la mujer en la familia, convirtiéndose asf en la «criada principal del hombre». Pero antes dei surgimiento.del capitalismo no puede hablarse aiiri de separacién total entre produceién doméstica y «pro duceidn socials. Témese por ejemplo la produccién agricola: existe, por supuesto, una especializacién de tareas entre ei hombre y la mujer. Sobre el hombre recaen principalmente las tareas del trabajo en los campos, sobre la mujer las labo. res de Ia casa 0 «alrededor» de Ia casa. Y, sin embargo, no as tnds importantes. undel, Es Le troisieme dge du capitalisme, Editions Maspero, fll,» St2, Exit" punto de'aparecer Ia edicion céstellana: BY capita: smo "ardio, Baiciones Bra, Mexico, coneted a 16 existe un corte total entve el proceso de produccién en que participa el hombre y aquél en que participa la mujer, sino Is bien una «especializacions en las tareas, en el Seno del mismo proceso de produceién «familiar». Aunque une. parte de los productos de esta economia de alttosubsistencia no se consume totalmente en la familia, sino que se vende en el mercado, no se trata siempre del’ producto del teabajo del hombre; el producto del trabajo de la mujer (tejidos, bila- tura, avicultura, etc.) también se vende frecuente, en parte, en el mercado. A su vez, tampoco existe una especializacion absoluta en el proceso de produccién: también la mujer tra] baja en los campos. En realidad, la esfera del trabajo domés| tico, como esfera totalmente aislada del resto de la produc: cién, todavia no se ha constituido como tal En la produccién artesanal, la separaciSn entre trabajo doméstico y produccién esté més claramente marcada, dada la propia naturaleza de la produccién artesanal. Existe, en efecto, una produecién para el mercado y una produccidn do- méstica, que se derivan de dos diferentes procesos de traba. Jo. Lo que sucede es que la naturaleza muchas veces familiar de la produccién artesanal hace que la mujer participe tam: bign frecuentemente en la misma: por ejemplo, se cuida de Ja tienda, que en la mayoria de los casos esta situada en el mismo lugar en que ella realiza sus tareas domésticas. La no separacién radical de las mujeres de la produccién social se traduce a su vez por una desigualuad merios marcada Entre el hombre y la mujer en el seno de los propios givinios de artesanos, frente a la desigualdad ante el trabajo cualif. Gado que se desarrollard con el advenimiento del capitalismo. EY Surgimiento y la generalizacién del capitalismo n0 sig. nifican simplemente que refuercen mas el earicter privado | de} trabajo doméstico, sino que producen Ia separacion fisica | ¥ geogréfica entre los dos procesos de trabajo, «ue legan a | Ser completamente extrafios uno al otro, El trabajo. domeés ‘tico se constituye a partir de entonces como trabajo total- | mente aistado de la «produccién socials, de la produccién | industrial. ¥ este trabajo se organiza en un lugar geogréfica- | mente distinto del lugar de «la produccién socials. De forma | [parecida a la divisién del trabajo entre agricultura e indus- ‘ria, que se materializa en una separacién cada vez més rd marcada entre campo y ciudad, del mismo modo Ia division del trabajo entre esfera doméstica y esfera industrial se ma teriaiiza por la separaciOn entre la vivienda y la fabrica, y por el corte cada vex mas definido entre el hogar y 10s locales donde se organiza «la produccién social». La produccién se separa de Ia reproduceién (de la especie). Esta nueva division generalizada del trabajo confirma a grandes rasges la divisién entre los sexos. Por supuesto, y tal como hemos dicho, existla ya en las sociedades precapitalis- tas una division del trabajo entre los sexos que coincidia cada ‘vez més con diferentes tareas, acabando éstas por quedar to- talmente separadas, dada la divisién operada entre esfera industrial y esfera doméstica. Pero, como dice Engels, esta division del trabajo funcionaba socialmente de distinta ma- nera: no existia una separacién tan radical entre ambas esferas de produccién, Con el advenimiento del capitalismo, el trabajo doméstico no solamente se convierte en un servicio privado, sino que se ve separado totalmente de Ia produccién dominante y, de paso, se desvaloriza totalmente, hasta el punto de adesaparecer> como trabajo, y de aparecer como un notrabajo. (Sélo mas adelante —y volveremos sobre este punto— cuando el capitalismo se hace cada vez més cargo de la produccién de bienes materiales o de servicios, produ- cidos antes en el seno de la familia, llegaré a considerarse que este tipo de tareas representa también una forma de tra- bajo. O bien cuando empiezan « ser empleadas otras personas pata efectuar este tipo de tareas). La situacién de la mujer se define cada vez més por esta division del trabajo que se ha instaurado. sto afecta, en primer lugar, a sus relaciones con la pro- duccion. En los siglos xv1 y xvit asistimos a una verdadera cexpulsién de mujeres de los gremios, en los que tuvieron du- rante toda la Edad Media un estatuto més favorable del que les fue dado después en los oficios desarrollados con el adve- nimiento del capitalismo (un estatuto més favorable no sig- nifica, naturalmente, que las mujeres fuesen iguales a los hombres en la produccién durante la Edad Media, sino que su situacién era menos desigual que la que tuvieron con el advenimiento del capitalismo.) Esto no significaba que las mutjeres ya no participasen en la produccién, sino que to ha- 18 cian en condiciones macho més desfavorables, Desde el si glo xvi, pasan a formar parte Ge las eapas mas descualfca fas y desheredadas del proletariado en vies de formacion fenomeno que se gensratina en el siglo XIN. El proceso de reclusion en las taress domésticas del hoges y la especializacion de la mujer en este trobajo tiene pies Jor corolario no forzosamente la exclesién total de las ms Keres de la producein, sina Ia destalorizacisn total del tx bajo que elias efecian, Lo ue determinaré a pattir de en Tonees principalmente el estatuto de Ta mujer es el lugar jue ocupa eel trabajo doméstco. 5 nueva fomaifia que ace con el adveriicnto del capita tismo tiene sus raices en esta nueva division del trabajo, av constituye en cierto modo su base econmica, Pero ésta no ©: la nica determinacion que pesa en su origen: hemos de Considerar tambien la responsabilidad que Te correspond al tslado moderne. burgues, que se est4 constrayendo poco 8 poco {7). Estado y familia ® dicho, esto resulta imposible, a diferencia del estado feudal, que podia constituirse simplemente en torno al sefior mas poderoso» (8). La aparicién del estado moderno se articula con la lucha’ contra ciertas formas supervivientes de los estados feudales, contra las formas de poder politico feudal, que estaban es trechamente ligadas a Jas relaciones de parentesco. No se trata aqui de recordar tinicamente la imbricacién de las rela mnes de dominacién politica del sefior local con la estruc- tara de su familia, sino, de una forma més general, la imbri- cacién existente en toda la sociedad de las relaciones de pa- rentesco con el conjuato de relaciones sociales, de los meca- nismos sociales, a través de los cuales la comunidad social regia su funcionamiento. Esto se observa claramente si est diamos por ejemplo la transicién del feudalismo al capita: listo (9) En primer lugar, existe una «familia amplias, que rea- sgrupa no solamente a varias generaciones emparentadas entre si, sino también a la servidumbre, «8 la clientelas... 0 sea, una verdadera institucién socialmente abierta, que se confundia con las estructuras de poder en Ja comunidad. Hasta el punto, por ejemplo, de que chando el poder monarquico empieza a querer distanciarse de las relaciones politicas feudales, para constiuir un estado independiente de las grandes familias nobles, estas iillimas continuarén jugando un papel politico decisive; mis 0 menos el papel que los partidos politicos curmplen en la sociedad burguesa Ariés y Flandrin seflalan que hay que guardarse de creer que todas las familias del antiguo régimen respondian a este modelo de femilia esta division del trabajo, tnicamente la generatiz6. Lo mismo po- demos decir de Ia division entre trabajo doméstico y «produc: ign socials, que repite Ta separacién total entre hogar» y fabrica. ero, al propio tiempo que el capitalismo generaliza estas divisiones del trabajo, empiera a crear las condiciones obje tivas para superarias, las condiciones objetivas para ta cons truccién del socialisino y, mas alla de éste, del comunismo. Situacion contradictoria que volvemos a encontrar también en la situacién de la mujer. Veremos en el segundo capitulo Ue este trabajo que, si el eapitalismo lleva al extremo la reclt Sion de la mujer en el trabajo doméstico, crea también —a medida que avanza en su propio desarrollo— las condictones objetivas para que, por primera vez. en la historia, las maje res puedan escapar de aquella primera determinacién que Gurante tanto tiempo ha pesado sobre cllas: la determinacién Ggue las define por el lugar que ocupan en las relaciones de parentesco. (7) Mandel, E.: op, et 2. El trabajo doméstico eee Mars y la reproduccién de ta fuerza de trabajo Para caracterizar la situacién de la mujer en la familia, Engels hablaba de «esclavitud doméstica», pero ni él ni Marx estudiaron mucho Ia esfera del trabajo doméstico, las condi- clones de reproduccién de la fuerza de trabajo en el seno de Ja familia. Esta es una de Jas razones por la cual no enten. dieron toda la complejidad de la situscién a la que el capi- talismo ha sometido a la mujer. Estas insuficlencias pueden explicarse por las mismas condiciones histéricas que prest fan su elaboracién, Por otra parte, las circunstancias coyunturales que les ro- deaban cuando escribieron sus obras se caracterizaban por una «industrializaci6n salvaje», por una demanda masiva de mano de obra femenina (e infantil) por parte del capital, que legé a desmembrar totalmente Ja estructura de la fami Jia proletaria, y que se mostraba més interesada por una ex plotacién «hasta ol limite de la muertey (como dice Marx) ue por implantar unas condiciones elementales de reconsti tucién y formacién de la fuerza de trabajo. «Las circunstancias histéricas y econémicas que rodean la aparicién del capitalismo no Iegaron a plantear en un pri- mer momento el problema de la reproduccién de la fuerza de trabajo, En realidad, dado el proceso de acumulacién pri- mitiva del que surge el capitalismo, esta reproduccién estaba resuelta de antemano. Ni Marx ni los economistas conside- raron que éste fuese un problema importante> (18). De manera més general, la separacién radical introducida por el capital entre esfera de produccién y esfera de repro- duccidn permite proceder a un andlisis general de las condi- ciones de produccién sin tratar de las relaciones de reproduc- cién de Ia especie, Esto, en cambio, resulta mucho més diffcit para las sociedades precapitalistas, donde las relaciones de produccién y las relaciones de parenteseo aparecen frecuen- temente entremezcladas. Y, preocupado por los mecanismos de formacién del valor, Marx no trata, por ejemplo cuando analiza la fuerza de trabajo, de este otro aspecto de la misma: de Jas condiciones concretas de su reproduccién. Esta cuestién la aborda tan sdlo en su aspecto negativo, en breves anotaciones, cuando trata de Ins consecuencias del maquinismo y del trabajo de la mujer. Por ejemplo, cuando escribe: «Como no es posible suprimir totalmente ciertas funciones de la familia, como por ejemplo las de cuidar a los nifios, darles de mamar, etc., las madres de familia confiscadas por cl capital tienen que contratar a quien las reemplace en ma- yor 0 menor medida, Es necesario sustituir por mercancias terminadas los trabajos que cxige el consumo familiar, como coser, remendar, etc. El gasto menor de trabajo doméstico se ve acompafiado por un mayor gasto de dinero» (19). Si bien vemos aquf un reconocimiento del trabajo domés- tico y de su utilidad, no es tratado como tal, sino que tiniea- mente es tomaco en cuenta cuando el capital se hace cargo de ciertos trabajos anteriormente realizados en el hogar, 0 bien cuando se procede al empleo de personas para cumplir con algunos de dichos trabajos. En una palabra, Marx se limita a describir cémo funciona el capital en relacién con icho trabajo: no considera estas tareas como trabajo més que a partir del momento en que pierdan su carécter de trabajo doméstico, haciéndose cargo de cllas el capital para (18) Claude Meillassoux, Femmes, greniers et capiteus, Maspero, 8 is} EI Canc, lbep vol. 2p. AE, nota 12, Edicign a, cargo de fo, Seqon Siplo Nt edeores 8. Ky Maleg Siglo SOUL Ge Hpals F°Sieio SET argeaina, Maula: 1i8,"d- edie 30 I t convertirlas en produccién destinada al mercado, 0 bien cuan- do dan lugar a un trabajo asalarindo (criada, nodriza, ete.) Esta no consideracién del trabajo doméstico como trabajo +1 capitalismo no lo reconoce como tal dadas sus caracte- risticas— Ileva incluso a Marx a formulaciones aquivocas «iTrabajo femenino e infantil fue, por consiguiente, la pri mera consigna dei empleo capitalista de maquinarial Asf, este poderoso remplazante de trabajo y de obreros se convictié sin demora en medio de aumentar ef nimero de los asatario dos, sometiendo s todos los integrantes de la familia obrera, sin distincién de sexo ni edades, a la férula del capital. F trabajo forzoso en beneficio del capitalista no sélo usurpo el lugar de los juegos infantiles, sino también el del trabajo libre en Ia esfera doméstica, ejecutado dentro de limites de: centes y para la familia misma» (20). iEl trabajo doméstico considerado como «trabajo libre» y puesto al mismo nivel que los juegos de los nifios! Forzan- do un poco Ia expresién podria decirse que, segiin esta cit el trabajo domeéstico es considerado como «trabajo naturals Pero no es asf en absoluto y, si Marx habla de este modo, es para oponerlo al «trabajo forzado» impuesto por el capital Pero en todo caso, tenemos aqui Ia definicién de cémo el ca pital considera ell trabajo doméstico —precisamente como un no trabajo. Mas adelante veremos que esto se refiere no a la naturaleza «en si> de dichas tareas, sino a Ia naturalera que les ha dado el capital. ‘Asi pues, Marx no analiza las condiciones concretas de reproduccién de la fuerza de trabajo; vernos como en el ca- pitulo consagtado a la «compra y venta de la fuerza de tra bajor se plantea la cuestién siguiente «Al poseedor de dinero... no le interesa preguntar por qué ese obrero libre se le enfrenta en a esfera de la cireulacion» Qb. Pero nos remite simplemente a la historia de lo que ana- lizaré mas adetante como el proceso de acumulacién primi tiva del ‘Esta relacién en modo alguno pertenece al dibito de ta QD EL Capital, tibeo I, vol. 2, p. ABL 1) El Capua, oro 1, vol 1, 28 u historia natural, ni tampoco es una relacién social comin @ todos los periodos hist6ricos. Es en si misma, ostensiblemente, él resultado de un desarrollo histérico precedente, el producto de nuinerosos trastocamientos econémices, de la decadencia experimentada por toda una serie de formaciones més anti guas de la produccién social» (22). La fuerza de trabajo aparece por lo tanto como algo his- téricamente dado, y la preocupacin de Marx serd més bien analizar eémo funciona esta mercancia en particular en la produceién y en le creacién de plusvalia. De ‘momento, se contenta con tratar del valor de dicha fuerza de trabajo: «En la medida en que es valor, la fuerza de trabajo misma representa tinicamente una cantidad determinada de twabajo medio social objetivada en ella. La fuerza de trabajo solo exis. te como facultad del individuo vive. Su produceién, pues Presupone la existencia de éste, Una vez dada dicha existen- ia, Ia produccién de la fuerza de trabajo consiste en su pro. pia reproduccién 0 conservacién. Para su conservacién el Individuo vivo requiere cierta cantidad de medios de subsis- tencia. Por tanto, el tiempo de trabajo necesario para la pro. duccién de la fuerza de trabajo se resuelve en el tiempo de trabajo necesario para Ja produtccién de dichos medios de subsistencia, 0, dicho de otra manera, el valor de la fuerza de trabajo es el valor de los medios de subsistencia necesarios para la conservacién del poseedor de aquélla» (23) Se presupone por lo ianto que el individue produce su fuerza vital reproduciéndose 0 conservandose a’ si mismo Marx introduce ciertamente en este capitulo alguna correc: cién, afadiende que para determinar el valor de la fuerza de abajo hay que tener en cuenta los gastos de educacién, © el hecho de que: «La suma de los medios de subsistencia necesarios para la produccién de la fuerza de trabajo, pues, ineluye los medios de subsistencia de los sustitutos, esto es, de los hijos de los obreros, de tal modo que pueda perpe- tuarse en el mercado esa raza de peculiares poseedores de snereancias» (24). Pero, al parecer, supone que todos los bienes y servicios 1) EI Capitay,tibro f, vol. T, p. 206 (3) EI Capital, libre 1 vol 4b. 207 (2) Er Capital bre 1, Vol 1, B28 2 necesarios para la reproduccin de la fuerza de trabajo pasan a través del mercado, y que el trabajador se los puede pro- curar a cambio de su salario. En aquella época, ésto no co- rrespondia masivamente a la realidad, dado que dichos bie~ nes y servicios se producian principalmente en la familia, E incluso cuando la evolucién del capitalismo hace que se encuentren dichos bicnes y servicios cada dia en mayor me- dida en el mercado, queda atin lugar para un trabajo domés- tico, pues no todas las tareas que componen el trabajo do- méstico han sido sustituidas atin por bienes o servicios que puedan adquirirse en el mercado, y ademas, para que deter- minadas mercancias hoy existentes en el mercado puedan ser consumidas, se necesita también cierto trabajo, En otra parte, Marx escribe: «El valor de Ia fuerza de trabajo no estaba determinado por el tiempo de trabajo necesario para mantener al obrero adulto individual, sino por el necesario para mantener a Ja familia obrera. Al arrojar a todos los miembros de la familia obrera al mercado de trabajo, la maquinaria distribuye el valor de la fuerza de trabajo del hombre entre su fami lia entera, Desvaloriza, por ende, la fuerza de trabajo de aquél...» (25), Las consideraciones que siguen acerca del trabajo domés- tico que las mujeres ya no pueden realizar, permiten suponer que Marx incluye en el valor de dicha fuerza de trabajo los medios para mantener a una familia, como lugar donde la misma se reproduce. Esto se acerea mucho mas a la reali- dad, y si bien, como veremos mas adelante, la reproduccién de la fuerza de trabajo se realiza en nuestros dies cada vez menos en la familia (Io cual es, por otra parte, una de las causas de su crisis), esta Ultima sigue teniendo no obstante tun papel en dicha reproduccién. Lo cual nos remite a la ne- cesidad de observar mds detenidamente la naturaleza de este trabajo doméstico, 25 EI Capital, oco 1, vol. 2, p. $81 3 La naturaleza del trabajo doméstico En la sociedad capitalista cs donde Ja produccién mercan- Ail, Ia produccién de valores de cambio, ha experimentado su més amplia difusién, Bs la primera forma social en la histo- ria humana en que la mayor parte de la produccién est com puesta por mercancias. Sin embargo, no puede decirse que toda Ia produccién sea ya una produccién de mercancias: quedan atin dos categorias de productos que siguen siendo simples valores de uso. Por una parte, tenemos todo lo que se produce para el propio consumo de los campesinos, todo lo que es consumido irectaniente“en las granjas donde se obtienen dichos pro- ductos. Nos encontramos con este tipo de produccién para el autoconsumo de los agricultores incluso en Jos paises capita- listas més avanzados, como los Estados Unidos, pero de todos modos esto no constituye mis que una pequefia patte de Ia produccién agricola total. Cuanto més atrasada es Ia agricul. tura de un pafs y mayor es, en general, la parte de la pro- duccisn agricola que se destina al autoconsumo, mayores dificultades sc crean para calcular de una manera exacta el producto nacional de dichos paises. Una segunda categoria de productos que son todavia sim- ples valores de uso y no mercancias, en régimen capitalista, gs todo lo que se produce en el interior del hogar. Aunque exige mucha inversién en trabajo humano, toda esta produc- ion doméstica.constituye una produccién de valores de uso, ¥ no una produccién de mercancias. Cuando se prepara una comida, cuando se cose un botén, se produce, pero no se produce para el mercado» (26), 28) Mandel, Iniciacion a Ja ceorla econémica marzista, Cahiers dx ool) sebrerosiaea' ae ial "ee otis marie, Cabs du rodulelén ‘sgricoln iustran lo que se desarrolla ‘en el artculo ‘dal Apartado 3: Ei una produccidn suricoln Gominada por la’ produecion para it” autesubslstencis, existe por supuesto, tng disteeeton ae {ets gale ombaesy halen ere Cus, Senco etic, Missi owl Sue acca aan fheremaneconigue sitte jon en que la produceién pare el mercado. penetra: ya ampllarhente el odo ‘de produccson aericol Pee Fas joveeracloney sobre las lfcullades para, contabilizar aquella parte de ia produccion agricola que produce’ valores Ge Uso, sou ast thismo aplicables af trabajo doméstico, 34 } I f Esta caracterizacién del trabajo doméstico como produc- cidn de simples valores de uso se esta discutiendo actualmen- te con bastante insistencia. La primera pregunta a contestar serfa la de si el trabajo doméstico es productivo (27). Cl. Alzon se indigna de que al- (Z Claude Alzon: La ferme potiche et la femme bonniche, Mes of : Hon al ity Sen nme, nl de oes ve ngee Dale Oat Sc ome Aree de les sacar si, ten aN As, ote Soa “Bi "Hina de Rein, Une approche global du teva des femmes mp Re te, eet, tea as Gad Wseeoaie aoe lereat at a, as wunseet lies hc Ele 2 ee Sa ERO bce Aa der ase Ree ERGs, SPIN ME ea aN Sg Mes hears Balle a Ct EE ee re ean sei i ean i, erat (alee feel pss sell epi Enon sn Sere dha el-cagta ge suboraina a tux modo de taba tal co babls a ae inser Eat af didi niceal rk boc splat SRE re oneal oneal a aes as Se Baatht a conc aig Woes tenn Feb legate ada Sea tro a wana cog na ce Hei cai Sy Nags os a lio Se Ee ete Si a Ieee EG, Ghee nee ee te Bete Bee ac ne Sareea Ye Sales Sevarice a con amar ER Es a a PORE Gree) ees ese COLRRSH area east estiques (,_ cree fetsa nf at esptrita de Tos a te tite elta af ejem jo del capitalismo mereantil «que pasa pedido a un determina Riméto de produciocesdirectos,‘recoge deapues aus prodtctor 9 los Feyonde, suagzando A weeew In rntein primi oe ho, ee. Atk lisls que ‘visiblemente bo torresponde 4 la. realidad del trabajo do. esto. El ama de ease no produce pata el mercado por un pedo en Fo Maine 1, Be cuanto a la dlstgcis,extablecida of hary sire uinetn fmt y Smiston rea, vease’ Un epilo Bilate"det Copieal Las ita proceden se este nist 35 guien pueda firmar que el trabajo de Jas amas de casa no es productivo, cuando dicho trabajo existe y es perfectamen- te conocido. Pero esta actitud significa no comprender que Ja nocién de trabajo productive no es para los marxistas una categoria que intente delimitar Ia utilidad de dicho trabajo, © su caricier parasitario 0 no, en relacién a un proyecto de sociedad racionalmente organizado. Esta nocién pretende de- Iiitar simplemente Io que es un trabajo produetivo para el sistema capitalista, delimitando las esferas de la produccién social que es creadora de valor para el capital, es decir, crea irscio det capital, como hacen por ejemplo, las trabajadoras (0 ta bajadores) a domicilio (en cambio, puede aplicarse dliche comparacion ata comer fas ralts de un fendmend cot cle los jorateros De todos modos, este ejemplo de explotacién por parte, del capital smercantl op covtesponde hi siguiera para Narn, alo que di deaoiaisa ESumisisn formal: ef smpoco ail tenemos todavia. sumision formal del trabaic al capital. En eleeto, el productor inmediato continia tanto Vendiengo su mgreancia’como wilzsnda su propio trabajos bi daae contin no spaente et tabalo domésien eon, pro luceiém artesana, sino que desvictis un tanto a Mart para Sustrar Gig {esis politica de lo mis diseuibie Go veremos en ta Segunda parte oe ste trabajo; ‘él patriareado ‘no existe en la clase obreta. porque las jnuletes de ios proletaries (qe permanczen eu cl hogar) som expiota Gs por ef capital De todos mados. antes de_ querer demostrar que el uabajo domustico representa lo que Mare denomina sumision fore fal al capita, habsia que Gemostrar que dicho trabajo produce vara ei'mercado, como el del'artesano, lo que ademés hemos Visto ¥a"que So" Speteais tapoco una Sondicign wulene pare considecero tne ero jcratos al andliss conceto que hace Macs, de 1a suinison formal det trabajo al capital. No es por_gusto, sino pordue esta per Rallid Comprender como funciona ef trabajo ‘domestica, Para Marx, ai proceso de produceidn formalmente sometido al capital se diferencia, oF suptesto, Wel proceso de produccian tal como ler encontramos Pot Elemib'en ld produceidn industrial, Pero se earacteriza por En ptioter iugat, una Telacion econdraca de. dominacién, y de sutjoidinadlon, por & Becho de que el capitalisms consume en 1a. su isi fa ori’ de trabajo, edi vii a due gn serundo fuger, una gran contiouldad y una tatensidad acrocentads. del traba\o, ssf coma shore mis sngndo en ef empleo de as condiconer ds Gabaio, poraue se hace” todo To neceserto, pata aue el producto ite chiye solamente ef tempo de trabajo. soctalmante mecesarion ‘cia bien, sucede fustamente que el trabajo domestico ni esta sights nf es divigido por el capitalism, ni ex rentsoiizado para oipocat tinicamente ef tiempo de (abajo sovjalmente necesario. Al Rise de una produecciin ‘priads de valores de to, es por To eanto fstemente ajena.a las normas que’ rigen cl trabajo ch el sistema jtslsia. He agel por qué, en sentido estricto, el ama de-casa mo esti exploiads por dt capital 36 dora de plusvalia. Desde este punto de vista, Maria Rosa Dalla Costa esté en un error.cuando afirma que el trabajo doméstico €8 productivo en el sentido marxista del.término. Porque tna de las condiciones (aunque no la tinica) para que un trabajo sea considerado productive es que dicho trabajo pueda intercambiarse por capital: esto sucede cuando toma la forma de trabajo asalariado. Ademés hay que demostrar también que dicho trabajo produce plusvalia, EI Colectivo de Reims, por su parte, no pretende que el trabajo doméstico sea productivo, pero si afirma que produce valor. «De ta misma forma en que el producto del trabajo de un artesano, sin ser productive —en\ el sentido capitalista del término—, produce una mercancfa, un valor de cambio. Del mismo modo que cualquier mercancia, Ia fuerza de trabajo debe tener ante todo una utilidad para tener valor. El trabe- jo doméstico, al contribuir al mantenimiento de a utilidad jde"Ta fuerza de trabajo (para los capitalistas), conserva el valor de dicha fuerza para el obrero. Nosotros dirfamos, con W. Seccombe, que el ama de casa crea valor porque «cual: qiller trabajo producé valor ciiando produce una parte cual quiera de una-mercancia, que tiene su equivalencia con otras mercancias que existen en el'mercado. Elcardcter de valor de la fuerza de trabajo del obrero joven existe con anterio- ridad a la venta de la misma y, por lo tanto, se ha producido un valor de cambio en el seno del hogar.» Esto es un juego malabar: que la produccién de bie- nes y servicios por mettio del trabajo doinéstico sea titi! para Ia Feconstitucién de 1a fuerza de trabajo como mercancla no-implica en. absoluto que dicha produccién. sea creadora de valor. Porque Ja mujer en el hogar ho produce una mer- caneia (la fuerza’ de trabajo), sino bienes y servicios que, consumidos por un individuo, contribuyen a reproducir su fuerza de trabajo. Decir que el trabajo doméstico produce fuerza de trabajo, 0 sea, una mercancfa, significa eludir este matic importante. Lo que determina el proceso de trabajo domeéstico es que representa una produccién privada, No'so- lamente porque se efectia dentro de un marco privado (en comparacién con el resto de la produccién social; “que se efectia en el marco de relaciones capitalistas), sino también a7 porque se realiza para un uso privado. Este sltimo aspecto Ib diferencia de la produccion del arteseno, que produce para, el mereado Una de las razones expuestas por el Colectivo de Reims © W. Seccombe para justificar que el trabajo doméstico crea valor, € que muchos otros trabajos tampoco producen dt rectamente una mercancia sino que participan en la pro- ducci6n de una mercancia. Es verdad que la procduccién de luna mercancia no es generalmente producto de un solo trabajo, sino de un proceso general que se distribuye en varios trabajos: un automévil es el resultado de un proceso de produccién muy complejo, y cada uno de los trabajos que constituyen dicho proceso de produccién no produce inme- diatamente la mercaneia. En resumen, la produccién capi talista tiene un aspecto cooperativo, Peto significa establecer uuba analogia superficial eseribir: @Dé la mismia forma que un obrero empleado en la pro- duccién capitalista no produce directamente una mercancia destinada a ser vendida, sino solamente una parte de la mis- ma, diremos que cada uno de estos trabajos (domésticos) es separado de su origen concreto cuando se le hace aparecer como produccién intermedia en la produccién de una mer- canefa: In fuerza de trabajo» La descripcién de la realidad concreta, totalmente diferen- te en el caso del proceso de trabajo realizado por el ama de casa o por un obrero que participa sindirectamentes en la produccién de una mercancfa, bastarfa para demostrar que dicha comparacién no tiene sentido. Simplemente porque to que determina el trabajo del obrero no es fundamental- mente el hecho de que esté mas o menos cetcano, dentro del proceso de produccién, al momento en que se produce la totalidad de la mercancia. Es la nafuraleza social del pro- ceso de produccién en el cual participa dentro del marco de tin proceso cooperative de trabajo, en el cual efectéa un trabajo concreto. ¥ Ia naturaleza social de dicho trabajo es que se trata de una productién para el mercado (y no pro- duccién para uso privado), en el marco de unas relaciones de produccién capitalistas, que controlan directamente cl proceso de trabajo (y no produccién realizada en un marco 38 privado), Nos volvemos encontrar, pues, con las caracte- Fistieas que distinguen el trabajo doméstico del trabajo det artesano y del trabajo del protetario. Naturalmente, el servicio privado, no, pagado que repre senta el trabajo del ama de casa proporciona a la mereancia fuerza de trabajo, un valor superior al que tendria si no contara con este servicio, Incluso podemos decir, con Man del, que su trabajo incrementa indirectamente ia masa de plusvalfa, Pero el debate no gira en torno a fa evidencia de que el capital se beneficia en cierto modo, aunque muy indi recto, del trabajo gratuito prestado por el ama de casa. La CuestiOn reside en que, por la naturaleza de su trabajo, ef dunia de casa no participa, como lo hace el obrero 0 el arte Sano, directamente en ta produccidn social, Su trabajo no es tin trabajo social, y esto tiene consecuencias importantes para comprender la diferencia radical que distingue este trabajo de 10s demas trabajos. Un trabajo que eno existen Sabemos que, para Marx, un trabajo concreto no puede convertirse ent trabajo social abstracto —es decir, en un tra- bajo socialmente comparable a otros trabajos, un trabajo que sexistes para la sociedad-- més que a través del mercado. produciendo una mereancia que le permite obtener, por el jercicio del intercambio, su equivalente y compararlo asi con otros trabajos. En pocas palabras, es tan s6lo el mercado Jo gue permite homologar los diferentes trabajos en el sis tema capitalista. El trabajo doméstico, como simple produccién de valores de us0, no puede superar por tanto sus caracteristicas par- tieulares de trabajo concreto, para convertirse en trabajo humano, tomandolo en el sentido abstracto del texmino; para convertitse en lo que la sociedad capitalista considera como trabajo. Las reglas que rigen el trabajo en el modo de pro: duccién capitalista no se aplican pues al trabajo doméstico: la ley del valor no tiene un efecto directo sobre el mismo. He aqui una diferencia fundamental frente ai trabajo det artesano que, si bien ofrece formalmente aspectos comunes 39 con el trabajo doméstico (caracteristicas precapitalistas del proceso del trabajo), sufre también los efectos directos de Ia ley del valor. Las consccuencias de esta exterioridad del trabajo domés- tico a los efectos directos de Ia ley de? valor son miltiples; examinemos algunas. a) La ley del valor determina, en iiltima instancia, cuén- to trabajo debe invertir Ia sociedad en cada producto, en funcién del tiempo de trabajo socialmente necesario para su produccién, Hemos visto, en el ejemplo ofrecido anterior- mente de In sumisién formal al capital, una de las con cuencias: sontar todas las premisas necesarias «para que el producto no incorpore més que el tiempo de trabajo social- mente necesario». Esta légica no existe en el trabajo do- inéstico, a diferencia del trabajo realizado por el artesano. Este iiltimo se ve obligado, puesto que produce para el mercado, a poner todo su esfuerzo en que su producto no incorpore mas que el tiempo de trabajo necesario, en «ren- tabilizars su trabajo; sino Jo hace, tendré que cerrar el taller. Por supuesio, el propio cardcter del proceso de tra- bajo artesano hace que dicha rentabilizacién no pucda adop- tar Ia forma que toma la rentabilizacién del trabajo indus- trial, y el desarrollo desigual y combinado det capitalismo permite comprender la autonomia relativa que puede os- tentar la evolucién de 1a produccién artesanal, en compa- racién con la produccién industrial. Pero en altimo término, © bien el artesano ve que su trabajo es reconocide como socialmente necesario, 0 bien moriré como artesano para convertirse en proletario, Y si se convierte en proletario es porque su trabajo, que puede ser comparado con los demas trabajos a través de la venta de su producto en el mercado, ya no es socialmente rentable para el sistema; ésta es una consecuencia directa de los efectos de la ley del valor (28). (28) No puede introdueirse Ia misma correlacién autométicn para gormoregter ig necesiond que pyede tency un afta de, casa de tre Eefar. Sin embergo, esto of praclsamente fo que hace el Colectivo ds Relmg at querer Ciermiar fas rezones que empujan a la mujer al favaloefatna poy tna mcenica gid ebay” mates ‘waualardt Kigra Si ei‘ deine’ de trabajo gus’ dedican,o product Tos modes de SubsisGnsia en el interior del hogar es més éxtenso que el ave gas ian en produc cl equivalente del salor de dichos productos Yendietdo 40 } | Si la mujer que trabaja en el hogar acepta trabajar fue- a, Hoes porque su trabajo doméstico deje de ser. de re. penie, sociaimente rentable, en comparacién con otros tra: bajos (Por otra parte, hemos visto ya que si trabajo no puede ser comparado con los demés), sino por razones ex. Yernas a Ja légica propia de las tareas que ha estado efec. tuando hasta ahora. Ella se pondra a trabajar cuando un solo salario no sea suficiente. En cambio, intentar «rentabi- lizar+ el trabajo doméstico —como el artesano puede inten. far, en un primer momento, rentabilizar su trabajo— no signifiea que la mujer consiga hacer entrar més dinero en casa. Por otra parte, el hecho de que ella trabaje fuera tam- poco significa automdticamente una reducci6n una modi ficacion importante en. su trabajo doméstico. Naturalmente, Ia ley del valor pesa mucho en ta evolu cién de Ja situacién de la mujer, dado que el salario de su marido depende de dicha ley, pero pesade una manera tnd. recta Hay otros ejemplos que demuestran perfectamente ‘uc, si bien el trabajo doméstico no evoliciona directamente segiin el dictado de la ley del valor, si lo hace en cambio Indirectamente. Simplemente porque, si bien este trabajo no esté ligado directamente-al~mereado; en cambio la so. Giedad que 10 rodea pesa sobre él a través de miiltiples canales, M. Coulson, B. Magas, H. Wainwright sefialan, en La Jemme au foyer et son travail dans le systeme capitaliste, tres SS ta en, cand « Secombe is bens Pie ecattatn ans aM Seems te Sens fpieigtits RRSP mine EN Oca a ett o ee ares aragle oan, Sae ero tan pronto como han enunciado esta ley», dichas compateras og EUG SO? Ee de, te cpmtoe siglo aux, Tas mujeres casadas se vetan obligadas a ventas’ a cause By hla UGS tigen See atta & Si Boba Mc aeces abe eeabar aa cee Sola Peake pa "st Patch acat te sets tattle ai ty Geta tae rh eis Brcacnciedaly Me Gs megs Le ie Bele is Lc, ee Shei Su WS SMR aes Tas’ mujeres a trabajar. ie sies at mediaciones esenciales a través de las cuales influye la ley del valor en la evolucién del trabajo doméstico: — la necesidad que tiene el capital de disponer de mano de obra, A la vez, observan con mucho acierto: «Precisamente porque et trabajo doméstico no es un tra- bajo cualificado, porque su ritmo y su organizacién no se ven afectados radicalmente por la ley del valor, posee un margen significative de elasticldad, que permite al capital en sus fases de expansién utilizar a los obreros afectados de una forma més productivay — Ia introduecién de muievas tecnologias en et hogar, a través de Ia produccion de mercancias como los aparates electrodomésticos. Si bien estas compafieras tienen razén en insistir en cuanto a las posibilidades objetivas que ello abre una reduccion del tiempo de! trabajo doméstico, no. hay que subestimar el hecho de que —justamente en vista de la naturaleza de dicho trabajo— en la mayoria de los casos no te traducido por una mejora de las condiciones de trabajo fel ama de casa, — «el hecho de que existan empresas capitalistas, o bien el estado burgués mismo, que se hagan cargo de muchas de Jas tareas que hasta ahora estaban tradicionalmente reserva- das a 1a mujer en el hogar, La alimentacién, la vivienda, Ia limpieca, 1a educacién y el cuidado de los nifios...» (28). ») Como no se trata de una produccién para el merca- do, el trabajo doméstico no posee las caracieristicas de un trabajo social, sino de un servicio privado, personal, que presta el ama de casa. He aqui por qué «sus motivacioncss no son de orden cconémico (trabajar para ganar dinero), ni de orden «profesional» (realizar su personalidad en dicha actividad), sino que han de buscarse incluso fuera de dicho trabajo: prestar un servicio a su marido y a sus hijos, ocu- parse de tos demas, dedicarse a ellos. He aqui por qué el ama de casa no se sfealiza» en su trabajo, por qué este trabajo es en si mismo algo secundario, frente a la funcién 2D Critique Cowmuniste n° 4 En su conjunto, et articulo me parece que desarrolfe posicones globsimente’orteins sobre el taba- 2 principal, que le permite asumir dicho servicio: el ama de casa se «realiza> a través del servicio prestado al marido 0 a los hijos. En otras palabras, clla no tiene un destino propio, enraizado en sus actividades. 0 més bien su destino propio consiste en vigilar que 2 los demés no les falte nunca nada, y si ella se «realiza» como individuo es tan slo a través de las actividades de! marido y de los hijos, de su desarrollo, para contribuir al cual trabaja ella en Ia sombra, multiplt cando sus «pequetos servicios». El destino de madre y esposa es prestar un servicio, por que sociaimente su trabajo no es tin trabajo sino un ser- vicio privado. Y las catacterfsticas de esta relacién Inboral no abandonan al alma de casa ni siquiera cuando trabi fuera: sabemos cémo Ia patronal se apoya en estas scualida. des» para reforzar Ia explotacién de la mujer en el, trabajo, para difuminar las relaciones de explotacién, desarrollando toda clase de manipulaciones para hacer aparecer dicho tra bajo como un servicio personal. Bl ejemplo de las secreta- , mecanégrafas, etc., se cita frecuentemente para ilustrar dicha situacién; estos ejemplos podrian multiplicarse, sobre todo en los empleos denominados «femeninose. ¢) En comparacién con el trabajo industrial, con el tra bajo directamente organizado por las relaciones’ capitalistas de produccién, el trabajo doméstico parece tener algunos puntos en comin con el trabajo artesano, Incluso limitén- donos a una descripcién externa, algunos aspectos podrian ser muy similares, A diferencia del trabajo industrial, com- pletamente «racionalizado», monétono, hiperespectalizado, €tc., gacaso no ofrece el trabajo doméstico todas tas carac- teristicas de ser un trabajo diferente? Una tarea mucho mas ligada al ritmo del propio individuo y no sometica a la ley ya la organizacién del capital, y que por tanto permite rea- lizar multiples funciones y no es en absoluto hiperespecia- fizada. En resumen, un trabajo que podria considerarse mu- cho més susceptible de creatividad. Y, en cambio, la realidad nos dice todo to contrario. El trabajo ‘doméstico no solamente es un conjunto de tareas penosas, sino que se trata, por encima de todo, de un enca- denamiento sin fin de tareas, de un sentiiiento total de yaclo que deja dicho trabajo. Lo que puede quedarle a la 43 aguel que produce para el mercado. Es un trabajo que fun- ciona fuera de todos los criterios de racionalidad que presi- den el trabajo que produce para el mercado, Cémo sorpren- derse al verio acompatiado por este vacio absoluto descrito anteriormente y, como contrapartida, de un tipo especifico de comportamiento frente al mismo: «La mujer ha desa- rollado tn tipo particular de resistencia dentro de Ia orga- nizacién de su vida tal y como es: cortar amarras con el mundo circundante, flotar en un mundo irreal, las barreras construidas en torno suyo y Ia enfermedad. Fatiga, histeria, trastornos nerviosos, agorafobia. Tranquilizantes, somniferos y alcohol de supermercado son los remedios ‘que se uti mujer en la conciencia as una especie de sensacién de irrea- lidad (20). La racionalidad que preside el trabajo en general parece estar totalmente ausente en la organizacién de las tareas domésticas. {Cémo trazar limites para la limpieza del hogar entre lo que responde a una necesidad real y lo que se deriva de la «neurosis de la limpieza>? gCémo juzgar, en funcién de criterios de racionalidad, el comportamlento de la mujer en el trabajo doméstico? Por ejemplo «esta costum- bre que tienen las amas de casa de hacer, en cualquier mo- mento de la jornada, una salida a la tienda més préxima, puede parecer absurda, el tiempo que se pasa comprando podria reducirse considerablemente» (31), Por lo tanto, aunque el trabajo doméstico parezca revelar Tizan> (33). en alga caso ‘un criterio de racionalidad, ésta poco tiene ‘Analizar el trabajo doméstico no solamente por el caréc- {gue ver con el tipo de racionalidad que preside et trabajo ter ingrato de determinadas tareas, 0 por el aislamiento que que es realizado por el resto de la sociedad, y esto no sola- significa para la mujer, y demostrar ademés que socialmente mente es asi porgue no se trata de una produccién organi- no es un-trabajorsino tin servicio privado, es no solamente zada segin el modo de produccién capitalists. En todo caso, decisive para dar cuenta de la condicion especttica de la esta observacién serfa aplicable al modo de produécién arte. mujer en el hogar y de sla ideologlar que acompaiia esta sanal, Pero es que ademds se trata de ta produccién de un situacién, También ‘nos permite comprender por qué una valor de sso, que escapa por lo tanto también a la determi- mejora, introducida en las condiciones técnicas del proceso hnactén con que pesa el desarrollo de las mercancias sobre el de trabajo doméstico, no modifica fundamentalmente Ia: si trabajo humano. Bp efecto eana de las consecuenclas de la tuacion del ama de casa, Desde una vision objetiva, la apa- apaticién y de la generalizacin progresiva de la produccién icién de aparatos clectrodomésticos permite racionalizar de mercancias, es que el trabajo mismo empieza a conver dicho trabajo, sea aumentando Ja produccién doméstica, sea titse en algo regular, en algo medido, es decir, que el trabajo arrancandole horas libres, como aspecto mas importante. doja de ser una actividad integrada en el ritmo de Ia natu- Ahora bien, se ha demostrado miltipies veces que para la raleza que siga los ritmos fisiolégicos propios del ser hu gran masa dle amas de casa, la adquisiin de aparatos elec G2. trodomésticos puede reducit clertamente en medida consi El trabajo doméstico es, como hemos dicho, un trabajo derable determinados trabajos, sin disminuir en cambio fun que sociatmente no existe, porque solamente se reconoce Gamentalmente el tiempo consagrado al trabajo doméstico Some trabajo humano (comparable a los dems trabajos) (en el sentido amplio del término) y sin cambiar las relacio- nes que mantiene la mujer con este trabajo. Y esto preck samente, como hemos detallado antes, porque el trabajo do- midstico no obedece a Ia racionalidad del trabajo que pro- duce una mercancia; porque es Ia vez irreal y representa 110 obstanie toda la jornada de una mujer. ¥ porque el tiempo, ganado # una tarea se dedica entonces a otra. Aunque no (00) Véase Mundo de hombre, conclencia de mujer de Shela Row boifem, “fod ‘el "eapitlo. 3 eB teabala. de, una tur raunca, se 2oiber” eue’Babate/Hernande Torres Halter, Col” Tebuna. Ceminisio, Sass, Gi)’ Shei Rowbothay, op, it. 38 Mindat Incl 6iaeorta ccomoca marie, . Sin exfiruot ienios WiSto ates Gue eweapar alas daterminacigoes al Ffavale°apstmmcio Yo igri ‘gue este trabajo esta wintogrado en el HinaMce We Savalas vestgis paraaistaco de flempos shiigios GH. S. Rowbothas, op. it, p. 125. “4 deben negarse desde | il del tiempo dedicado al trabe _ ie odes neuen clusién inacabable del ama de casa en dicha tarea. 46 | | . El nuevo destine de la mujer —_— Una situacién contradictoria Nada nos haré comprender mejor la imagen de la mujer producida por el capitalismo que los comentarios de los bur: zucses ilustrados de finales del siglo xv1it y principlos det Siglo xx sobre la condicién de las mujeres campesinas. Mien tras se escandalizan de Io que, desde su punto de vista, Ha tan la brutalidad de las campesinas y de la poca diferencia que frecuentemente observaban entre éstas y los animales Gomésticos, se dedican por otra parte a sofar en ela mujer», fespetada y amada pot su esp0so, pero naturalmente tant bien tierna y dulce, ocupada totalmente en et hoger, en. el fque se encierra para no exponer st fragilided a ningdn ri fo'y para dedicarse a lo que se supone es su verdadera ne furaleza: la educacién de los hijos. La situaciOn asignada a la miijer por Ia burguesia naciente es por tanto contradictoria, y sirve para ilustramnos sobre Sémo hay que guardarse de tener una visién lineal, unilate- Sei en cuanto al proceso aportado por la sociedad capita. Tia respecto de la vieja sociedad. Seftelemos dos interpre: Tauiones contrapuestas del estatuto otorgado a Ta mujer por Gite itievo periodo histérico, y que representan’ en clerto modo los dos extremos de esta contradiccién. =. Shorter insiste esencialmente en un aspecto (34). El adveninimiento de la familia moderna rompe con todos los Gh _E. Shorter: La naiscance de ta famille moderne (Ed, du Seu oe peeet! pour “Emile et par. Emile, Sophie, ov Tinvention ds Bietieen en Les Temps Modernes, no 358, toeyo 196 a taaos de dependencta que regian a la hora de contract matt monio en lz antigua sociedad, que obligaban a seeptar que Primaran en el sistsimonio los intereses de la. comunided Eobre los intereses de los individuos, Tanto si se trataba de Concertar un matrimonio entre familias nobles 0 ricts pot Smtcreses de allanza familar. potilea 0 financiers, como fe trataba, entre los clases populores, del hecho de que Ia tleccion mds libre de los esposos permanecerfa sometida en feclided au control muy estrleto por parte de fa comunidad 6 de los padres, prevaletiendo los’ proyectos de las familias de la pequefa comunidad rural. La familia moderna confor mada pot cl eapitalismo seria entonces la base a partir de 1a ual habrign podido desorrollarse unas relactones més bres entre los inditidos, desembocando en los feiémenos que co focemos hoy: la crisis de esta familia, en benefclo de una tmayor movilided de las relaciones entre hombres y mujeres, que cain dip mas esiaUlecen us 1kz05 respondiendo tinlea fhente 0 su deseo, " lisabeth de Fontenay explica lo contraro, ‘Los matrimanios concertados, las alianzas entre las fa malign, sentarian indudablemente’ una igualdad de hecho y de derecho entre hombres y mujeres, siendo tnicamente el fmatrimonlo morganstico, ian temido, el que amenazatia con romper dicho equilibrio, puesto que la equivaleneia de las familias garantionrla una especie de simetria entre los es: poss, El matrimonio de conveniencias (se trata de «conve: rencia de os covazovess, es decir, de un matrimonio. por mon promocionado, segin lo. veremos, por 108 iustrados dk so svttr Nota de AA) sujetaria en cambio a la mer, al transtormar el eontrato de tipo. patriareal entre famillas Gh tm lazo convo interindividual J desprovisto de toda dl Mnensién soclopolitica, Al privatizar este lazo, 4e merging. in'mujer do la vida pica y se la condena exciusivamente 1 la vida domestica. El benelicio sicoldgico aparente habria fvidar eon frecuencia que dicha privatizacion consti die una privacign eapltal El equivoco enervante que ence Fra la palabra hoger proviene sin dada de este momento de- Tivo dala stoma de las costummbres: atadura entre pareja B | | | marital y cuidados del hogar, entre sicologia de los senti- mientos y xeconomfa de subsistencia» ‘Se nos ofrecen con ello unos problemas reales, que se opo- nen a toda visién lineal de un progreso en la situaetén de la mujer en el capitalismo. Porque si, como hemos visto, se pro- duce en el plano econémico un doble movimiento contradic. torio (especializacién y reclusién de la mujer en el trabajo do- méstico, ¥, participacién cada vez més numerosa en el tra- bajo asalariado), volvemos a encontrar este doble movi miento también a nivel del estatuto otorgado por la socie dad a la mujer. Con el proceso de reclusién en la nueva famni- Jia se combina una cierta pérdida de poder «sociopolitico» por parte de Ia mujer. En la vieja sociedad, la opresion exis Wa, pero las relaciones de parenteseo y st ligazén con las relaciones de produccién y las relaciones politicas mantenfan a las mujeres en una situacién socialmente diferente. La mujer del campesino tenia «un poder social» que rebasaba ampliamente sel interior» de la casa, por la sencilla razén de ue su trabajo no se limitaba a las tareas domésticas (en el sentido moderne de la palabra), sino que controlaba también toda una serie de actividades econdmicas, indispensables para la supervivencia de la familia campesina, Del_ mismo modo, y en vista del papel que jugaban las grandes familias nobles en la vida politica, el peso politico de las mujeres de las clases superiores era bastante mas importante en el an- tiguo régimen de lo que Tlegaria a ser en la futura sociedad burguesa: véase el ejemplo de la Fronda, ultima confronta- cidn de las familias nobles contra le instatracién de una mo- narquia centralizada. Tanto si se trata de un matrimonio de alianza politica, de interés (por Ia dote), 0 «razonable» (lo 4que significaba'para el campesino enconirar una mujer ro busta, capaz de realizar su trabajo), elo exigia siempre man- tener una relacién de fuerzas sociopolllicas entre ef hombre y la mujer. Pero lo que E. de Fontenay no alcanza a ver es que ia transformacién del matrimonio «en un lazo. conyngal inte-, individuals introduce y traduce na ruplura fundamental en Ja situacién de la miujer. So trata muy sencillamente de ‘su acceso al rango de individuo, de st: reconocimilento como individuo por parte de la sociedad y por parte del hombre. 49 Porque la forma del matrimonio moderno, impuesto por la bburguesia, es el contrato entre dos individuos a quienes se presupone libres en su eleccidn. El problema esté, por tanto, cen Ia dependencia milenaria de la mujer en relacién al hom- bre. Veremos que tendré que transcurrir atin cierto tiempo para que se desarrollen sus efectos, para que las contradic- ciones estallen con toda su fuerza. Veremos también que el reconocimiento de la mujer como individuo aparece, en su Conjunto, mistificedo, «alienados: la mujer es Teconocida como un individuo diferente-por sw raturaleza al hombre ciu- dadano: se la reconoce como mujer-madre. Esta situacién contradictoria vuelve a manifestarse en ol plano juridico. La Constitucién de 1791 habia establecido In distincién entre ciudadano activo y ciudano pasivo, y la mu- jer entraba claramente en la segunda categoria. La Constitu: in de 1793 abundaba en el mismo sentido. El informe de Lanjuinais, en nombre del Comité Legislativo, intenta res- ponder a la cuestiOn fundamental: «cqué es el ciudadano francés?» del modo siguiente: ‘La idea general que suscita el vocablo «ciudadano» es el de un miembro de la ciudad, de la sociedad civil y de la na- ci6n. “En un sentido estricto, designa solamente a tos que son iamados a ejercer los derechos politicos, avotar en las asam- bleas del pueblo, y a los que pueden elegir y ser clegidos para desempefar cargos publicas; en una palabra, a los membres du souverain. sAsi pues, los nifios, los deficientes mentaies, los menores, de edad, las mujeres, los condenados a pena aflictiva o infa- mante, y estos ltimos hasta su completa rehabilitacién, ho podrian ser considerados como ciudadanos.» (35). La Constitucion del 93 excluye pues definitivamente a la mujer de los derechos politicos. Una vez fueron apartadas del G3) Gitado en Lee femmes et ta Revolution, 17821794, pregentado pot Paul:Marie Dubet: (Raiete edicion cgetelana de esta, obra: Las mu Fores la Revolucts, 1188-764, id. Beninsula, Barceiona, 1914, Ver Se so jee aan seinen, gunn eres, fnjan derecho BSoior set teudalismo fo, gaba a la propiedad, y mo a la persona, Sinaner on esto derzho's cect Rinciones oblafes nf Poder set Siege Se as citas siguientes, vase Ia misma obra, pp. 167168 50 I \ servicio militar, perdlieron el derecho de asociarse (quedando suprimidas las ‘sociedades de mujeres que se habjan consti tuido). La Convencién Thermidoriana pasé después a deere tar que las mujeres no porn asistir« las asambleas po: jiticas En cambio, a nivel de derecho privado, sf ha habido un cierto progreso, «Los privilegios de masculinidad desapare- ieron con la abolicién de los derechos feudales, lo cual per mifié que las mujeres no se vieran ya excluidas de los dere- chios de sucesidns, Em cuanto al divorcio, se reconocié como tun derecho, y las disposiciones pertinentes fueron tomadas por la Asamblea en el 92, de modo que «la reciprocidad pa- rece ser total y, en consecuencia, puede considerarse que 1a Asamblea Legislativa ha otorgado cierta forma de indepen- dencia a la mujer», El Cédigo de Napolcén (1804) no se atre ver a anular totalmente esta conquista de Ia. Revolucién. ¥ finalmente, se plantea ya el problema de Ia educactin de la mujer. La exclusi6n total de los derecho’ politicos, junto con un ley de divorcio relativamente igualitaria, ilustran a las mil matavillas esta doble determinacién que pesaré a partir de ahora sobre la mujer: se Ia reconoce como individuo y hasta cierto punto como un ser igual al hombre (véase por ej plo él mairimonio-contrato), pero como individue de otro orden gue ol hombreciudadano. Fl hecho de que este cor cepio es consustancial a la jormiacién de la ideotogta burgue- sa se demuestra ampliamente al haber acuerdo sobre esi cwestion entre todas las corrientes politicas ¢ ideolégicas de ta burguesia, que en atras cuestiones se mostrahart profunda mente divididas. ¥ por supuesto la burguesia revoincionaria de Robespierre, que en este sentido se situaba a la vanguardia tratando de imponer este nuevo estatuio de Ia mujer, los movimientos populares més radicales, los esonsculottes» ¥ Jos amigos de Babeuf, iban en el mismo sentido, Podemos afir mar ademas que ya durante la Revolucion inglesa las frac nes més avanzadias desde el punto de vista social eran tam bien muy rigidas a la hora de afirmar que el puesto de ts mujer estaba en el hogar y en la familia. En Francia, las po: siciones muy progresistas de un Condorcet —que, por otra st parte, era sélo un burgués liberal— sobre Ia igualdad entre hombre y mujer quedaron muy aisladas. Mujer-madre Le ruptura con la vieja sociedad y con la forma en que ésia tr a a a la ‘mujer, no se traducia simplemente en la ‘eulpnation' ae estos burgueses que comentdbamos al princk aa ee cocuenclas devon orien a un prigelplo de trans- wea eicinde ins Telaciones interindividuales en el moderno Nigel naciome La familia del antiguo Xégimen se caracteri ree uy fresientemente,en cuanto a relacfones entre. hom Fee ae esor una sindiferencia» en las relaciones afectivas ereee toe esporos (indiferencia en comparacion con 1a. 00- cién moderna de amor), y por unas relaciones de dominacién tettal del horabre sobre be mujer i ‘Poskee cvidents que entre el siglo xv1 y finales del siglo cuit in familia ha cambiado ee cargcter y se ha gestado una Nava oral famiiar.. La solidaridad de vecindario se ha Wie Gitumnande progresivamente en benefilo de la solidar see aearar al seutige del inajey del se daa aastadss ya pot la legislacion de Ia Revolueién y del Cee sr evesy dlda alguna, ya antes de 1789 por el surg Mie dy aucvos valores, que_dan pie 2 dlcha leyislacion; see atuccmredie ba ido tomando, poco a poco sus 2 etre Pictate a los demas parientes y sivientes, que f0r- cerns todavia as «familias» de antes, en 10s cfreulos adine gees he adgulrido, mayor solider desde que ya no es cov rates en tas fanilag entregar a los niios para. quo. sean TROIS for Otros 9 expulser a los adolescentes, como era ha- Gituat eR otros tiempos. La, moral doméstica se ha vuelto ae atincatal a Rnaies del siglo XIN de To que era a niet del siglo evr, ha ido exigiendo progresivamente al arate ana acti menos brutal, mds cortes frente a su ray esta cortesia consttuye paca tos burguese de princk Fe de sigho 318 una prueba fundamental de la civillzacién iota couuubres; esta moral insiste cada vex mds en los Aenea Se" ios padres para con su hijos, lo cual ha. perm teres ‘los padres deantroli tanto el sentido de responsa- 52 | | | | bilidad que adquieren al procrear, como el deseo de evadirse de ella, no procreando> (36). En este contexto, una de las batallas que librarén los ilus- trados serd la idea de! «matrimonio por amor», del amor en el matrimonio, cn oposicién al matrimonio de alianzas o de interés; lo cual supone una libre eleccion por parte de.los individuos. Flandrin observa que, en Inglaterra, esta idea del samor conyugals, que se haba desarrollado antes alli que en- tre las clases privilegiadas francesas, se tradujo en una me jora del estatuto otorgsdo a la mujer y en una mayor liber tad de eleccién para las jévenes inglesas. Pademos observar también, desde un punto de vista mas general, que la Refor- ma, ileologia que sabemos més ligada al auge del capitalismo que el catolicismo, insitfa {recuentemente en la felicidad que debe reinar en el matrimonio, en la igualdad entre Ios espo- sos, ete. Flandrin también nos sefiala que, con lo que él de- nomina la introduccién de las erelaciones corteses» para con la esposa, aparecié tal vez un comienzo de cambio en las rela- ciones sexuales, y un primer reconocimiento de la mujer como compafera. Aunque no diese de momento otro resul- tado que la posibilidad de un rechazo del «deber conyugale (es decir, det derecho consuctudinario —cuando no escrito— que permitfa al hombre exigir relaciones sexuales sin tomar en consideracién los deseos de la mujer, ni siquiera —en aquella época particularmente— el temor de ésta a quedar encinta), 0 la mayor aceptacién por parte del esposo del medio de contracepcién mas conocido en aquél entonces; el coito interrumpido. Estas observaciones nos permiten a la vez desconfiar del esquematismo de clertos andlisis que enlazan la aparicién de Ja burguesia con el proceso de reglamentacién sexual, de limi- tacién de sexualidad y del amor al marco de la familia. No queremos afirmar que estas consideraciones sean siempre ine- xactas, Pero a veces nos da la impresién, al leer ciertos textos, que la antigua sociedad emanaba sexualidad «libre» y amor por tados los poros, y que la burguesia se apresurd encerrar cstas manifestaciones en la familia, como se en: cierra a los locos en un asilo. Es esta visién, que idealiza los 86) Flandria, op. cit, p. 208 «tiempos pasados», que también es una vision masculia, que Confunde la sexualidad fibre con cl libre curso de los deseos mnasculinos. Para reforzar un andlisis asi habria que demos- trar primero que en el antiguo régimen las relaclones sexta- Jes gozaban de una libertad, aunque sélo fuese relativamente mayor, que en In época del desarrollo del capitalismo (37). ‘Hay quien se opone a estas observaciones (ver las criticas de E. Shorter a los anilisis sobre Los anores campesinos, de Flandrin), explicando que las prohibiciones comuniteriss eran muy estricias y Muy convincentes, y gue, en condicion hos de vida dilfciles, las relaciones sexuales padecian res frieclones importantes, Las fiestas de las comunidades cam- pesinas y ciudadanas, donde Ia eestion de Ins relactones Sexuales jugaba un papel importante, eran més bien un ins rumento de niormalizacién y de regulacién may estrictos Sobre dichas relaciones por parte de la comunidad, y no una explosign de unas pervivencias paganas excesivamente. It berales en estas cuestiones, ‘De todos mados, lo importante aqui es subrayar que, en esas sociedades, las pricticas sexuales que podian desarro: Hlarse fuera del matrimonio, y por otra parte también dentra G1) Solé tempoco eseana siempre de esta vision en Neissence de variour dans TOscident & Tepoque, woderne. De hecho cabria. distin sett enue dos cosass Ia eueation de aplomiscutdad y ee un deter Bihado Sonsasto del everpo ye ty carne. y fa cuestion de Tas relacio Fas GSuales "La promisctidad. @abltacion’o cama. abierta & os fo Pee eee atiag: fersomas. gue duermen en In mmsma. habitacion.) FUSIOY ie Rladiones ‘humasas en el antigo regimen, En compara Eign-gon murs teas gnerotchn acrea de eu, roi Sm gO” Fea eela gut de cm mayor Telioarsiento Ge muesizo® sen Set%6 & tusstro pur, es decir, una Intesracion” profunda, "de feanieiones de las. ue. apenae comes Sonscientes?.. Debemos adh robyPcionss ie poniigaa ae que el dormir en coma haya soy Ste log campesinos ¥ demés gente pobre de otros tempos, una de ies inptstaionce yaa ifereses gesentimii, nmggl Te ieecomun Tuese uno de fos fugarea priviievados de fa vida Fisithe"Sptes que, cnet cxpmelo de tree siglos © poco rads, 108 16 fama apts’, a\tjoe" por ‘el pecado dela arte, copsiguieran su de Eiatlclon sndrin, opel. 100) ; ton raingcuidad To sigmiteaba.autométicamente que exis. tier tn Heetatome, mus, acwsada en materia sexal, relacones fers ite sdekarrollatare. Porgue exe desarrollo ticne, dos, presupues. TESTIS proceso de invidaaleacion en jas elociones interhumanss, ¥ toe ere cntre sewualidad v procreacion, La sexualidad ex un hecho rae .Ga"ltice querer buscar una sexualidad naturals, sunt Ga balo in cortern de 1a cilizacion 34 del matrimonio, estaban directamente determinadas por estas relaciones de dominacién brutal sobre las mujeres. La vio- Iacién colectiva de la mujer sospechosa de tener «costum. bres ligeras» era una prdctica socialmente reconocidn; del mismo modo que los amos no se avergonzaban en absoluto de dejar embarazadas 2 sus criadas. ‘Ya hemos sefialado que esta evolucién en las relaciones entre hombres y mujeres se realiza a través del reconoci- miento de la mujer como individuo que, aunque reconocida como tal, lo es sin embargo de una mancra mistificada y salicnada». Si la Republica naciente no otorga los mismos derechos politicos a la mujer que al hombre, es porque con- jera a Ja primera como de otra categoria que el hombre ciudadano: a é le corresponde Ia esfera publica, a la mujer la esfera privada de la familia, Como explica Mirabeau en un discurso sobre la educacién de Ja mujer’ «La frégil constitucidn fisica de las mujeres esté perfec tamente acorde con su fin principal, el de traer hijos al mundo, ef de velar con solicitud sobre Jos primeros afos de su infancia, y con ese propésito, tan caro a la autora de nuestra existencia, de tener encadenadas a sus pies todas las fucrzas del varén por arte y gracia de su misma debi- lidad... Sin ninguna clase de duda, la mujer debe reinar dentro de su hogar, pero no debe hacerlo mas que alli: en cualquier otro sitio esté como fuera de lugar; Ia nica forma come puede permitirse atraer la atencién sobre ella fuera de sui ceéa es a través de un porte que recuerde el de una madre de familia, © que dé realce @ las virtudes propias para comertirse en tal La vida hogarefia es el verdadero sino de las muje- resi resulta, pues, conveniente educarlas dentro de tas cos: tumbres que deberdn labrar su dicha y su plenitud; y quiza fuese muy de desear que no abandonasen jamés el amparo vigilante de sus madres; no obstante, no pido en forma alguna 1s supresién de toda clase de instituciones de cduca- cin piblica femeninas...» (38) La burguesia emprende una auténtica empresa ideoldgica ¥ politica para recluir a la mujer en le familia y crear-a (38) Citado on Las mujeres y a Revolucion... pp. 1828 imagen de la mujermadre. Al igual que en otros terrenos, Rousseau fue también ent esto un hombre de vanguardia: tras exhoriar ala mujer a una sumisidn absoluta a su esposo, Tega incluso a negarle Ia misma educacién y a crear la imagen de la mujernifia, Aunque existen evidentemente en el razo- jamiento de Rousseau vexageraciones» nacidas de sus propios fantasmas, en el fondo sienta también en este aspecto las bases para tina nueva imagen de la mujer. La burguesfa ha asedo siempre el dominio sobre la mujer ew un nuevo ra- zonaiiento sobre una diferencia entre el hombre y la mujer fusdamentada en la propia naturaleza: la mujer esté hecha para ser madre, para el hogar, del qué debe salir sélo el fnininio posible, el hombre esté hecho para ser ciudadano, El contrato social no era un contrato entre individuos sino, de hecho, entre hombres «cabezas de familia». Las corrien- tes més progresistas de la burguesia en cuanto a la igualdad de la mujer consiguieron atenuar la misoginia de las pro- puestas de Rousseau, pero no cuestionaron el fondo de sus Mirmaciones; el nico lugar donde la mujer puede realizarse, donde puede existir como individuo, o sea, como ciudadana, es la fasillia, en oposicién al lugar donde se realiza el hom- bre, que es el exterior, Ia esfera publica. Parece como si la burguesia, portadora de una ideologia igualitaria entre los individuos, se hubiese visto obligada a producir una teorfa sobre Ja naturaleza femenina para justi- ficar la opresién en nombre de la diferencia entre hombre y mujer, La jeminidad Mujermadre, mujernifia, el siglo xvrmt inventé asi ta fe- lad tal como ha tomado cuerpo en nuestra cultiira mo- . Todo esto forma parte de una trama mas amplia; Ja burguesia ascendente inventa también Ja felicidad, el amor cofijugal y el amor de los hijos, siendo portadora de todo. ello la nueva familia, Ariés ha mostrado cémo se estruc- tura poco a poco el sentimiento moderno sobre Ia infancia, Este sentimiento no es un producto puro de la sevolucién de las mentalidades» sino el resultado del establecimiento de 56 una doble red institucional (Ia escuela y Ia familia moderna), que dan una especificidad a la infancia, dentro de la misma realidad, como una categoria particular. El colegio empieza a sustituir al aprendizaje, es decir, a Ia educacién del nifio en el mismo mundo que los adultos, y con la escolarizacién se desarrollan como tiempos distintos el de la-infancia y el de la adolescencia. De ello se deriva Ia configuracién de la vida privada en la nueva familia, de su «intimidads, en gran parte estructurada en torno al nifio, A partir de ahi, la infan- cia se construye con unas caracteristicas propias, que la distinguen de los demés individuos, con su «mundo propio» (juegos, costumbres...). Por otra parte, resulta interesante observar que, en su libro, Ariés argumenta esta aparicién det sentimiento sobre la infancia casi exclusivamente en base a la educacién de los muchachos. La razén de ello es que ha habido que esperar hasta mas tarde (la Revolucién del 89) para que se planteara la cuestion de la educacion de las muchachas, para que, una vez fijado el destino de la mujer madre, pudiesen definirse las Instituciones especificas donde lg nia aprenderfa su futuro papel de madre, Lo mismo que Arits hizo respecto de la infancia, habria que hacerlo en relacién a la aparicién del sentimiento de Ia feminidad. La reclusién en la intimidad de la nueva familia forma el marco institucional principal a través del cual se especilica la mujer como individuo en relacién a las demas categorias (hombres, nifios). Tan solo a través de este marco institucional accede la mujer a su existencia como sujeto, a miantenér relaciones con log demas individuos (marido, hijos) y con’el exterior. Se constituye el mundo de la mujer, que ho solamente estara determinado por el aislamiento en Ta familia y Ia especializacién en determinadas tareas (trabajo doméstico, crianza de los hijos) sino fundamentalmente por el lugar que ocupa la nueva familia en relacién a las demés esferas sociales. El mundo de la mujer se convierte en. el mundo de lo privade frente a lo piiblico, en el mundo de un trabajo que produce ‘simples valores de uso frente a la produccién de mercancias, que se generaliza cada vex més. Los papeles masculino y femenino tal como se distribuyen desde entonces en el terreno de Ia cultura nos temiten por lo tanto a dos practicas sociales diferentes. El mundo del hombre es.el mundo del reino de la mer- cancfa: Se ha descrito frecuentemente como los hombres hha Ilegado a convertirse en portadores de valores propios del capitalismo (espiritu de iniciativa, de competencia, agre. sividad)... por contraposicion a la sdulzuras, Ia «pasividad>, de las mujeres. Cabe afiadir que la mercancia es el mundo de Ia universalidad y de la racionalidad frente al valor de Uso, que pertenece al mundo de lo particular; pero también es el mundo en el cual las relaciones humanas se difuminan a causa de la reificacién producida por el desarrollo mercanefa. No resulta sorprendente en estas condi a la esfera de lo femenino se le atribuya la intuicis oposicién a la racionalidad masculina y capitalista, y asimis- ‘mo el sentimiento y la afectividad como oposicién a la uni: versalidad abstracta, reificada, del mundo del hombve y de la ‘mercancia (39). Por fo demés hemos intentado, aprovechando el andlisis del trabajo doméstico, mostrar las'caracteristicas propias de este trabajo doméstico en relacion al trabajo que Se produce para el mercado ¥ las relaciones de la ruujer con este trabajo. Podriamos continuar describiendo tos efectos de dicha reclusién de la mujer en la familia, lugar donde se producen valores de uso y servicios privados, para demos. trar que en cierto modo ésta determina wna «relacién con el mundo» especifica y determinada por Ins caracterfsticas que originan una produccién de valores de uso, en una suciedad en que 1a produccién de valores de cambio domine sobre todos los demas. sectores. Observemos de paso que es agué donde se encuentra: In raiz de los razonamientos que escuchamos en determinados ambientes sobre la potencialidad, subversiva en si misma, de la conguista por parte de la mujer, de la palabra, que bastarfa con liberar para hacer peligrar los fundamentos de la ra- cionalidad burguesa y masculina, instrumento de control y de dominacién, Excluidas de la cultura masculina y burguesa dominante, las mujeres estarian en situacién de subvertirla imponiendo su propia emencipactén y afirmando sus propias 29) Véage nota bibliogyéfica a propésito de los libros de Marie gest Rr acerca sll pat me par fen (FL vero y in pala ida por a mercancla.). B. Bel SHE cn Grttgue Commaniste, eT 58 relaciones con el mundo, susceptibles de hallar una relacién directa, anaturals, con Tas cosas, con la temporalidad, con el cuerpo, més allé de las «perversiones» aporiadas por el reino de 1a mercancia. Fl error no consistiria en Ia alirma. cion de una posible y determinada relacién diferente con cl mundo, y las formas especificas de expresién a las cuales puede dar lugar, sino en las conclusiones que de ello se sacan, Desde este punto de vista, estas corrientes manan de la misma fuente que un determinado irracionalismo rene- jente, que confunde Ia critica de las formas de racionalidad esa con la critica del propio pensamiento racional. Lo mismo que aquellos que, rechazando las relaciones humanas reificadas por el reino de la mercancfa, vuelven a sofiar en comunidades precapitalistas come si fueran el parafso per dido. 'No existe por un lado una relacién casi natural con el mundo, que pudiera ser aportada por las mujeres situadas de algtin modo fuera (0 por debajo) del reino de la mer cancfa y, por otro lado, el mundo de las relaciones reificadas. Porque la familia se constituye como uno de Ios aspectos de Ia sociedad burguesa y, en consecuencia, sunguie fas refaciones mercantiles no reitien directamente dentro de ta misma, he cen que el fnimdo de Ja familia y el estatuto oforgado a Ia mujer sean también una realidad «alienaday. Pero volvames ala imagen de la mujer que se desarrolla cen ef siglo xvitt; veremos que la imagen que domina es la idea de Ia riujermadre, Es cierto que el clumbramiento de os nifios por las mujeres, y sobre todo Ia determinacién pri: mera de fa mujer por el lugar que ocupa en las relaciones de reproduccién de la especie, en las relaciones de parentes: 0, no san un invento del capitalismo. Lo que si es nuevo, segin hemos pedide ver, es In forma en que el advenimiento dé} capitalismo articula’ estas relaciones de parentesco con Jas demas relaciones sociales, separando los lugares de pro- duccién y el iugat de reproduccién de la especie. La funcién social de Ja. mujer resulta ser principalmente la de ser ma- ais, porque ella se especializa totalmente (y se encierra) on la eélera de la teproduccién y del trabajo doméstico, como una esfera aislada de las demas relaciones sociales. Desde este punto de vista, sefialar que el tema de la mater 59 nidad es tan viejo como el mundo para decir que el adveni- miento de la burguesia no ha inventado nada, tiene muy poco interés, Pero as{ se ha dicho muchas veces. Pueden incluso enumerarse otras caracteristicas de la mujer que se reencuentran a través de las épocas. Lo importante no es enumerar, sino intentar discernir cémo ef una séciedad d terminada se articula la imagen dominante de la mujer, lo que se convierte en su destino como mujer. La consecuencia de esto es que no nos contentamos con afirmar la existencia de una opresién, que atravesaria de forma diferenciada el conjunto de las sociedades de clases (y por otra parte tam- bign de las otras), sino que tratamos de estudiar la forma en que una sociedad dada se reapropia, transformAndola, de la opresién milenaria, para hacerla funcionar a su servicio. Un ejemplo sobre la imagen de la madre. La que se desa- rrolla en Montaillou, pueblo occitano a principios del si- glo x1v, poco tiene que ver con la que surge en el siglo xvi. «EI festimonio de numerosos textos es suficientemente jplicito para indicar que en Montailiou se operé, hacia 1300- 1320, Ia transicién clasica, tal cara a las civilizaciones me: diterréneas: la que nos leva desde Ja joven oprimida por su maridg, de bastante mds edad, a la madre madura o vieja, respetada o venerada por sus hijos varones.» (40) Esta vision de la vieja madre matrona no puede compa rarse en nada a la de Ja mujer-madre, de la mujer-nifia, nia todo el sistema de valores que las acompafian. (0), 8 Le Roy Ladurie, Montalloy, village occitan, Gallimard, pi sot 209, Vesase Tari Tap: observacionce sobre las Vigdas, By ite Bebate compatar sslae indcaciones con lag que pos ofrece Mella. Sous La mucn de mujer fenate en fr sociedad domdsticn tunciones brovisss, pero variables segin la edad’, Caseda, 09 dcir, potencial Irene Tongs, ‘su condilon eld sbordnadi a ek'aormas We fran Melis de sa progente:-Menondustea yea, se libra en gamblo de tits TaitlonS edge i aud gue Te erm nad en tonto Shue espora y madves opus ey ‘ais? als "se tn iversad. de"altuationes las que pos remiten, ests do) ictnolos. tenet en comune hacer surgi claramente 1a SUL PMs sitaclonimpuenta «le guler por el eaplalimo istamene en" tanto. que eapese y-madre cuando lla se) des Fotis uciaiesten, cuando. adgulere’ wim autoriad, yuna func SSS que ne er recooci como Tnuhdinidag'v'g, un ee ‘sociedad. doméstcs, °o bien’s. haves de una actividad que nga que ver con au funelon de madre, Una Gltima critica, Esta imagen de Ja feminidad es la imagen de la mujer generada en el seno de la burguesfa, y poco tiene que ver Con la realidad de Ia situacién de las mujeres de las clases populares en los siglos xviIt y xrx. Aho- ra bien, el objeto de este trabajo no es intentar trazar un cua- dro de las situaciones de las diferentes mujeres en una co- yuntura dada, sino comprender st imagen configurada por la revolucin burguesa. Porque un siglo después, seré ésta la imagen dominante en el conjunto de las clases sociales. Y sera asi no simplemente porque la burguesia difunda extensa- mente sus ideas, sino porque la institucién portadora de esta imagen de 12 mujer, la familia moderna, habra penetra- do en el conjunto de ias clases sociales. Ciertamente, la imagen de la feminidad en la clase obrera no reproducira, un siglo después, punto por punto Ia visién elaborada en el siglo-xvitt, porque esta imagen misma ya se habra transfor: mado en el seno de Ja burguesfa y porque la situacién social dé las mujeres de Ia clase obrera no es la misma que la de las mujeres de la burguesia. Pero lo esencial permanece: la mujer-madre, la. mujer-nifia, cuyo logar natural de reali- zicién como individuo es la intimidad del hogar. 4. El nacimiento de la familia obrera De la industrializacién salvaje a la construccién de ta famitia Es dificil imaginar hasta qué punto la industrializacisn salvaje, que se produjo en varios paises a finales del siglo xvii y en la primera mitad del x1X, pudo literalmente des truir ias viejas formas de vida y de sociabilidad de las clases populares. Sea por el desarraigo masivo que supuso para hombres y mujeres del campo y por su insereién en la citt dad, sea en al interior de los propios pueblos por Ia destruc cion del entramado social que se habia ido tejiendo en torno al habitat popular, los gremios, etc... Esta situacién ha s descrita muchas veces con todo detalle; nosotros haremos solamente mencién de las consecuencias que tuvo el trabajo ngsivo de mujeres y nifios. De un pais como Inglaterra que, pot supliest6, conocié en este sentido una situacion extreme, Engels nos ofrece descripeiones sobrecogedoras en Le sifu cién de fa clase obrera en Inglaterra. Sus palabras, incluso cuando son equivocas, nos muestran perfectamente el tratt matismo que debié padecer esta clase obrera en vias de for macién. SAL tcabajar la mujer on In {abriea, se desorganiza inevi- tablemente Ia familia, y esta desorganizacion tiene, en Ia situacién imperante en le sociedad, que descansa sobre Ix familia, las consecuencias mis desmoralizantes tanto para los esposos como para los hijos... En algunos casos, Ia fa milia no se ve desintegrada del todo por el trabajo, pero st queda trastornada, La mujer es la que procura el alimento a la familia, y el hombre quien se queda en casa cuidando de los hijas, limpiando el suelo y cocinando. Este caso es muy frecuente; tan s6lo en Manchester podriamos enumerar a varios centenares de estos hombres condenados a Ios tra- bajos domésticos. Podemos imaginar ficilmente la legitima indignacién que suscita esta castracién entre los obreros, qué trastorno se deriva de ello para toda la vida familiar, mientras las demds relaciones sociales permanecen igua: les» (41) En Francia, a mediados del siglo x1x, se produce un cam- bio en la actitud de la burguesfa: tanto cuando, bajo el efecto de las primeras movilizaciones populares (revolucién del 48), se ve en la necesidad de volver a una situacién de normalidad al proletariado naciente, que empieza a ponerse en el primer plano de Ia escena, como, a la vez, por motivos econémicos que la abligan a tener minimamente en cuenta las condiciones de reproduccién de la fuerza de trabajo. J. Dongelot caracteriza bien lo que habia producido la indus. wiallzacién salvaje: «Las antiguas costumbres desaparecen, dejando a obreros y aprendices en libertad de alquilar habitaciones amuebla- ‘as, comer en las fondas y reanudar el trabajo segtin su gusto, cambiar de oficio, de ciudad y de pais. Son estas masas sprcindustriales» las que realizan las grandes revueltas del siglo 1x; las que construyen Ia teoria popular de Ia asociaciéa... Para ellas, el aplastamiento de la Comuna sig- nifica una derroia politicay (42) Asi pues, se inicia la gran empresa de moralizacién y de «familizacion» de la clase obrera, con un objetivo claramen te sefialado por la burguesia: crear de pies a cabeza la familia obrera, Ciertamente, es un proceso apenas iniciedo, pero continuard va pasado el fin del siglo xix. Esta politica de «familizeciéns cristaliza en torno a la cuestién de! habitat. Por una razin simple, «las primeras manufacturas reagrupan a los obreros en un mismo lugar, concentrando alli las maguinas; asi se abre una de las fisuras principales en el modo de vida de la clase dominada: Fs ba situacion de ta clase obrera en Inglaterra, Fel tise! Ge Ed. Akal Ta police des families, Ed. de Minuit, p. 79 el lugar de trabajo y ef lugar de vivienda se separan funda- mentalmente. A causa de este fenémeno y del desgarramiento que ello provoca, gran parte de los primneros proletarios son vagabundos, gente sin empleo... marginados», dando lugar al tenémeno de hacinamiento que es caracteristico en las condiciones de vida de las clases populares en aquella épo- ca (43). Normalizar ta situacién de la clase obrera para estabili- zar el modo de vida de este protetariado vagabundo, pero también para romper el entramado de comunicacién’ y so- ciabilidad existentes en las clases dominadas a través del habitat popular, significa pues reestructurar todo este sis- toma de habitat «Las ciudades obreras del siglo x1x demostrarén el tra- baje paciente y obstinado de destruccién de las caracteris- ticas del viejo habitat, que datan del propio origen del hAbitat popular, hasta donde nosotros 1o conocemos. La for- macién del habitat no es separable de Ja del hogar: nace como secuela de las grandes campafias de moralizacién del pueblo y del proletariado, que intentan suprimir el conc binato y difundir las obligaciones de Ia conyugalidad legi tima. Por otra parte, al reservar la habitacién para su fun clon residencial exclusiva, sacando de ella cualquier actividad laboral, es como las ciudades obreras (y los higienistas) han constituida un espacio doméstico dance: a) no viven de ahora en adelante mas que los miembros de la familia res- tringida y sustancial, y 5) el hombre ya no trabaja, La mayor novedad, el acto de nacimiento del habitat, es ésta: Ja f6r- mula conyugalidad legitima-+exclusividad de uso residencial. EL habitat se convierte pues en tina maquina social encar- gada de estabilizar 1a combinacién de estas dos funciones, que son ahora exclusivas del espacio doméstico, y de dirigir 2 toda Ia poblacién en este sentido, A este respecto, las ciudades obreras, particularmente las orgenizadas por las compafiias mineras, fueron pione- ras: Ta separacién entre los lugares de residencia y el lugar de trabajo fue, en efecto, el mismo movimiento que condujo 43}, Remw Butler, Patrice Noisotte, De la cité ouvriive au grand ensemble, Maspero, bo 3B 65 fala formacién del hébitat y a la constitucién de un espacio Cetrado de trabajo en la fabrica. Las ciudades obreras ini can perfectamente hasta qué punto el habitat se ha consti fuido en dependencia de la forma de trabajo adoptada en el siglo xix: reservado exclusivamente a lugar de residencia, Gescualificado como lugar de trabajo, el habitat queda con- formado totalmente bajo el signo de la dependencia, bajo Ja misma ley de la industria...» (44) ‘Asi empieza a construirse pues el hogar obrero. Es carac- teristico que encontremos en él los mismos rasgos que un siglo antes se manifiestan en Ia aparicién de Ia familia bur guess. ‘Tenemos en primer lugar la forma del habitat. En esto, cen los afios alrededor del 1860, las companias mineras se muestran undnimes: SEI casero esté condenado. A la vivienda colectiva —cuerpos. de construceién alineados perpendicularmente 2 la carretera, y que agrupan de 10 2 20 familias— debe suce detle Ia casa individeal, destinada a una sola familia, o para Gecirlo en otras palabras, “la casa habitada burguesamente” Del caserio al pabelldn aislado, de Ia promiscuidad a la in- dependencia del hoger, el salto’ es inmenso. Ciertamente cos: toro, pero altamente provechoso: [como dijo un idedlogo de je gpaca] “la tiniea solucion aceptable es una ciudad de hronitas viviendas obreras, de las cuales cada obrero hard su palacio y de su jardin un parque, en un 90%... Et obrero, Figado a la casa que habita, seguira trabajando para noso- fos, aquélla hard su felicidad y In tranquilidad de quien Te explota..”.» ‘i bien en las ciudades ya existentes no es posible cons. truir estas ciudades obreras en pabeliones, siempre es post ble, como lo hizo Haussmann en Paris después de la Coruna, arrasar Ios barrios populares para trazar amplias avenices flanqueadas de construcciones burguesas, y sobre todo para mantener la misma politica de creacion de la familia obre ta, disociando et nticleo parejahhijos del resto de la misma, (4s) Lion Murard, Patrick Zylberman: «Le petit, travaillewr inte gGhie dure, proketaire resenérés (cdades-fabrica, Rabitet & Intinn YEEDIS oF clans nin), Recherches, 2-25, nov. 1976, Bs 196 Latta siuiente ha sido steada de te. 66 sont, Puese char fuera del hogar sos gue no son ros de la familia restringida, J nistia la tra icon de slejar con la familias namerosoetrabajadoce sue estaban de paso, solteros 0 no. Esto se hacia por razon fnancgy, ol fro ma runic ti po oma vieja tradicién; como un eco de los tiempos en que el macs tro alojaba en s'casa # Toe aprenaioes ya voces 2 fos oficiales. Una do las obsesiones de Ia. patronal fue. hichar contra esta piesencia de elementos extrafios al nvicleo con- yugel. En particular Ia de los solteras, casta de obreros que era tumerosa en aquella época alin de formacién dela Glase obrera y de inestabilidad del proletariado, Estos solte ros eran una verdadera plaga para los patronas, Obreros desn rraigados, que emigraban sin cesar cambiando de lugar de trahajo, eran portadores de «inmoralidnds a las familias, encontraban a sus compaiieras entre las mujeres igualmente solteras »-arrojadas a la produccidn: aquel fue un momento en que el coneubinato se extendié ampliamente entre la clase obrera, imponiendo desde cierto punto de vista una mayor igualdad entre hombres y mujeres, en determinadas sectores de la clase obrera (45). Potencialmente, estos salteros eran también portadores de un germen de subversign, eran le enios actives en la constitucién del movimiento obrero gracias a sus experiencias de lucha, ligadas a sus asses periencias de lucha, ligads trasla La instauracién de la familia obrera a través del habitat significa también poner a punto un espacio interior en el hogar, que Ariés describe como caracteristico del paso de la antigua familia a la familia burguesa, Todos los observadores ft, Besde certo punto de vista, porque incluso en este vous aay Baie Ses ve ig 2 ps eas toyed tavde de ln ioigen ue producto secfoiad fea estat FER dhe Htlasones teats dn lerdal de ete estat Genre nuevas condiciones de su tadenendencia mater. "= ™* PHt® PS SOR) on ip tponcign de ie arma Doiguesa, de el, sont se UePcircio: arian’ Ea lucia coven la Sresencla de Tow estitados cyst mismo papel tn fa corsttucion We la fama gbrora: Tachi qa hrera. Inlieo i forma en gue se atibuven a lor sauder comericat o°a ‘eotqulados Jos Gelgron de la promfscuded de ia srvigue farts Se HD nmoraldad supuestsmente alimentada por eetapromacuidad ol de la primera mitad del siglo xtx han hecho constat el haci namiento en que vive Ia familia obrera; entre otros detalles, Ja

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