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Ecos ORIGINAL A. de Miguel Caredeticg de Sociologt riversidad Complutense de Madd Correspondencia: Amando de Miguel Universidad Complarense de Madd e-mail tabula@mad.servicom.es El arte de envejecer The art of aging CConferencis de Clausura de 1° Congreso Iberoamericano de En- fermesla Getidtrica y Gerontologia Lagiono 11 Abril de 2000. El envejecimicnto es un proceso natural, que se asigna a los individuos y a las sociedades. En ambos casos puede ser considerado, pasivamen- se, como algo inevitable, fatalista, Pero cabe ver- lo también con un criterio voluntarista, Se ha- bla asi del “arce de envejecer”, que cs una metéfora aplicable al trinsito de una sociedad tradicional a otra compleja. Si bien se mira, la sociedad actual, diferenciada y compleja, alcan- za ese estadio porque muchas personas practican con éxito el “arte de envejecer™. Dicho de otro modo, el aspecto més distintivo de la sociedad actual es que hay més viejos que en épocas an- xcriores. Ya ese hecho revela que las edades an- seriores han sabido vivir mejor que lo hacfan en siempos pasados. No otra cosa es el progreso. El ‘deal, para el individuo y la sociedad, es que la vejez sea un estadio de plenitud, de recompen- sa. Estamos muy lejos de ese ideal utépico. Ha- bra que recobrar el estimulo del mito de la edad dorada. La edad dorada era la ensofiacién mitolégica de un pasado impreciso de abundancia y ocio donde se daba Ia ilusién de Ja eterna juventud. Para los espafioles la obligada autoridad es la de Dos Quijote en su irénico discurso a los cabre- ros, que empieza asi: “Dichosa edad y siglos di- chosos aquellos a quienes los antiguos pusicron el nombre de dorados”. Entre otras maravillas de esa feliz arcadia, aparte de las “robustas encinas”, estaba cl hecho de que “no habia el fraude, el engafio ni la malicia’. Es decir, no se daba el de- sengano de la vejez. El hermoso mito de la edad dorada tendriamos que trasladarlo, dada la vuelta l6gica, a aquel es- tadio biogréfico dispuesto a recorrer el dltimo ‘cuarto de la linea de la vida. Tendria que set un buen momento, meditado y auténtico, compen- satorio de las fatigas de la juventud y de la ma- durer, ya pasadas. Simplemente, uno empieza a darse cuenta de que envejece. De nada vale el ra- zonamicnto de que ese proceso acompana a la vida entera. No, empieza a notarse a partir de tuna estacién en el carrusel de las edades, cuando uno se siente talludo. Es una calificacién que, por ambigua, requiere el diminutive, Nora uno ese ‘estadio de empezar a ser talludito cuando los de- mas empiezan a decirle que parece que represen ta menos edad de la que realmente acumula. Asi como la adolescencia prepara la juvencud, la “ca- lude2” p lo que ni se sabe cémo lam: vejez, ancianidad, tercera edad. Cualquier eti- GEROKOMOS 20005113):119-132 9 120 De Miguel, A— FL. ARTE DE ENVEJECER queta se hace en seguida despreciativa. No basta con viejo, sino que se redobla el cardcter peyo- rativo con valetudinarto, vejancén, vefestorio 0 vie- jales, Sancho Panza decia vejore. Es extrafio que pueda tener un sentido afrentoso algo que ter- mina por afectar a todos los humanos. Si la ve- jez es un cardcter ponderativo para los vinos, los libros o las obras de arte, :por qué no puede ser lo mismo para las personas? 2En qué consiste la especificidad de esos “afios dorados” en los que el talludo prepara su vejez? Habré que distinguir aquf los recursos con que cuentan los que envejecen. Las posiciones hu- mildes, manuales o de servicios rutinarios, per- ciben Ia vejez con preocupacién. Disponen de menos ingresos y de mds tiempo libre que no sa- ben cémo llenar. En cambio, las ocupaciones que manejan papeles 0 discos informédticos contem- plan con tranquilidad esa meseta de la vida en a que se han superado las urgencias econémicas. Ya no tienen necesidad de merecer, compe agredir. No hay por qué ceder siempre a las im- posiciones de los prepotentes. Puede disponerse uno a hacerse el homenaje tantas veces pos} to. Ya no hay por qué diferir tanto las gratifica- ciones. Claro que para Hegar a esa solucién per- sonal. satisfactoria, la sociedad debe organizar muy bien los resortes que dan seguridad a la “il- tima vuelta del camino”. La expresin es de las Memorias de Pio Baroja, que empieza a escribir- las varios decenios antes de su muerte. Es sabido que durante todo este siglo se ha producido el hecho, verdaderamente excepcional en la Historia, del aumento de la esperanza de vida. Visto por el otro lado, quiere decir que, edad por edad, se van reduciendo las tasas de mortalidad. Ahi es donde hay que introducir el matiz, No todos los grupos etineos ven minorar su probabilidad de muerte con el mismo ritmo para las distintas fechas. Durante la primera mi- tad del siglo lo mas notorio ha sido el descenso de la mortalidad infantil. Sigue descendiendo la probabilidad de morir, pero con ritmo ya mas pausado, en el resto de las edades. Hace unos po- cos lustros empieza a vislumbrarse el hecho no- vedoso del avance de la longevidad, esto es, el descenso agudo de la mortalidad entre los 55 y los 75 afios. En el momento actual hemos llega~ do a.un alto en el tradicional descenso de la mor- talidad infantil; nos acercamos al limite que po- driamos llamar genético. En cambio, continia animoso el aumento de la longevidad, que se aplica a partir de los 55 aftos. Lo verdaderamen- te nuevo es que entre los 15 y los 55 afios se estd produciendo un rebrote de la mortalidad. El suceso empezé hace una generacién en el grupo juvenil de varones. Ha ido ascendiendo por la pirimide de edades y se extiende cada vex més a Jas mujeres. Ese inesperado ascenso de la morta- lidad se debe sobre todo a las causas que afec- tan al estilo de vida: tabaco, alcohol, drogas, ve- locidad, estrés, nutricién agtesiva, sedentarismo, promiscuidad sexual. Cada una de ellas es una causa menor, liviana, pero hace que tire de las ouras hasta provocar la muerte en el caso extre- mo. Esas causas de muerte afectan mucho menos a partir de los 55 afios. De ahi que se produzca el contraste entre el sistemédtico aumento de la longevidad y la creciente letalidad en la pobla- cién de 15 a 55 afios. Es una leccién de lo que significa hoy dia el cambio de estilo vical con el comienzo de los afios dorados. Precisamente por- que el fin de la vida es inexorable (y convenien- te para la especie), las personas de una edad ta- luda empiezan a cuidarse de modo especial. Logran sobrevivir més. Es un hecho que no ha- bia ocurrido desde Matusalén, sélo que Matusa- én fue un mito compensatorio, el equivalente de la Arcadia feliz donde no existia la vejer. Ahora el aumento sistematico de la longevidad es un dato comprobado y con notables consecuencias. Un manual de higiene de mediados del siglo pa- sado, el de J. A. Salgues, leva el titulo Higiene de los viejos 0 consejos a las personas que no pa- san de 50 afos. El medio siglo no es hoy el mite de la jubilacién, pero si representa el mo- mento de empezar a practicar el arte de envejecer. Lamentablemente, es también la etapa vital en la que empieza a plantearse la “jubila- cién anticipada”. Puede que sea otra pequefia causa que tire a los factores que minan la salud. Se podria suponer que el grupo de jubilados que habré dentro de unos lustros va a tener una salud especialmente vulnerable. La razén es que no sera tan “seleccionado” por la mortalidad como lo han sido las promociones anteriores de viejos, supervivientes de muchas calamidades. Es un argumento, pero hay otros que lo contrarres- (GEROKOMOS 200011(3):119-132 tan. Fundamentalmente, se trata del avance en las ciencias de la salud, que no es rectilineo. La II Guerra Mundial supuso un verdadero “salto cudn- tico” en esa trayectoria con el descubrimiento de los antibiéticos y el desarrollo de la cirugia. Aho- ra mismo se esta produciendo otro de esos saltos que afecta al conocimiento y tratamiento gené cos, 0 mejor, con acertado neologismo, génicos. Ese nuevo impulso va a beneficiar el dominio de las enfermedades degenerativas, que son las tipi- cas de las personas ancianas. Asi pues, por este lado hay que prever un notable avance de la lon- gevidad para los primeros decenios del siglo XI, cosa de la que dudan algunos socidlogos. De to- das formas, cl balance es modesto entre los dos movimientos dichos. Es decir, tampoco esté la vista del momento en que los hombres puedan vivir més de 150 aos, como muchos suefan. Es el mito de Matusalén renovado. No es sdlo que haya mis vicjos que antafio. Lo fundamental es que esos aftos de mas que se vi- yen lo son con mejor salud fisica y sobre todo mental. Los pocos viejos que antes resistian se ha- llaban sujetos a largas enfermedades. Desde lue- 0, hace un siglo era impensable que una perso- a de 60 afios se planteara un nuevo plan de vida, con renovados intereses, afectos, dedicaciones. Al menos por el lado negativo ya sabemos lo que facilita la longevidad: reduccién de las dosis perniciosas de tabaco, alcohol, drogas, velocidad, escrés, nutricién agresiva, sedentarismo, promis- cuidad sexual. Pero eso solo alarga la vida. Lo fundamental es llenar esa vida de contenido, sin, curiosidad, quehacer. Eso es lo més dificil De abi que el envejecer sea un arte. Desborda lo gue saben los médicos 0 los nutridlogos. Parece incluso que es contradecir a la naturaleza. Mas no otra cosa ha sido el progreso general de la so- ciedad y concretamente el aumento de la espe- ranza de vida durante este siglo. ‘Ahora hay que empezar a contradecir, no ya a la naturaleza, sino a la sociedad. La dltima ten- dencia es la de adelantar cada vez mds la edad de jubilacién de hecho. Las *jubilaciones antici- padas" 0 “prejubilaciones” son una forma de paro encubierto. Habra que dar la vuelta a esta idea basta cl punto de que algunos derechos sociales pueden Hegar a convertirse en rémoras del pro- greso. De Migiel,A— EL ARTE DE ENVEJECER y Lo fundamental es introducir la nocién de que la actividad, la capacidad productiva incluso, no tiene que terminar forzosamente a una edad, El piiblico asiste confundido a la imposicién social de las “prejubilaciones". Al tiempo comprueba cémo muchas personas de mds de 70 afios sof influyentes en el mundo politico, religioso, eco- némico. Un caso llamativo, en la Espafia actual, es el de José Barea, hasta hace poco activisimo director de la Oficina de Presupuestos, bastantes afios después de jubilarse como catedritico. Ya en esa situacién de retiro forzoso dirigié un ex- haustivo informe sobre la jubilacién desde el ser- vicio de estudios de un Banco. Un caso pare: do es el de Manuel Fraga, quién después de jubilarse como catedritico, ha ganado varias ve- ces la Presidencia del Gobierno gallego por ma- yorfa absoluta. Ademds de esa dedicacion, Fraga ha seguido publicando libros a un ritmo que para si quisieran los opositores a cétedras. ‘Otra cosa es la idea de la excedencia volunta- ria, que es a lo que vamos. Desgraciadamente s6lo puede aplicarse a la minoria de las ocupa- ciones que trabajan con piezas de informacién 0 de conocimiento. Son las llamadas profesiones li- bres en su sentido mas amplio. Simplemente al egar a una edad talluda, muchas personas con posibles, se aprestan a cambiar de vida. Se dis- ponen a seguir produciendo, pero sin tanto aje- treo, En lugar de seguir como asalariados, con jornada fija, pasan a ser una suerte de adminis- tradores de sus recursos propios. A ello puede contribuir ef ahorro que se ha hecho a lo largo de la vida, sea en vivienda, valores mobiliarios, seguros o planes de pensiones. Claro que el aho- 110 mas valioso puede ser la acumulacién de co- nocimientos, la experiencia de saberes iitiles, el sentido de la responsabilidad. Son esas las cuali- dades que se piden hoy en muchos empleos de tipo profesional o directivo y no tanto la memo- ria, la fuerza, la resistencia fisica. Por eso mismo asombra la persistencia de una legislacién laboral que puede llevar a esta contradiccién: va a haber tantos afios de vida de trabajo como de vida des- cocupada. No hay sociedad, por opulenta que sea, capaz de mantener ese esquema de seguridad so- ial, sobre todo con una naralidad minima. Esa es la preocupante situacién que corresponde a Espafia en este momento de finales del siglo XX. GEROKOMOS 2000:113):119-132 121 122 De Miguc, A-— EL ARTE DE ENVEJECER \ No hay que esperar que el circulo perezoso se resuelva por el lado de las reformas legales. Por eso mismo propugno una ruptura a través de la suma de muchas decisiones individuales. Tanto es asi que escribo estas paginas primariamence para mf mismo. Esta es la ventaja de los escritos de los *aftos dorados?. Puede introducirse en ellos la primera persona con mas naturalidad. Al aproximarse a la edad de la jubilacién, lo mejor es anticiparse con una excedencia voluntaria, a falta de mejor nombre. No se solicita a ninguna institucién. Simplemente se la aplica uno a si mismo, si es que le dejan, claro esté. El propé- sito es el de ir reduciendo la carga de crabajo, pero no la capacidad productiva. Para ello se re- quieren otras muchas condiciones de salud, cui- dado, satisfaccién afectiva, equilibrio emotivo. Todo eso no se puede tener como se desea, pero lo que se requicre es proponérselo. Basta con ‘mantener viva esa constante expectativa, aunque sélo sea para llevar la contraria al envejecimien- to natural. Como sostenia un viejo muy activo, Santiago Ramén y Cajal, la vejez es ante todo la pérdida de curiosidad. El famoso cientifico no la perdié nunca, aunque la sordera le fue haciendo naturalmente desconfiado y arisco. También es verdad que la disminucién parcial del cspiritu de curiosidad puede ser una defensa muy racional El viejo necesita administrar bien el escaso tiem- po. La dificultad mayor es que la apetencia por el conocimiento no mejora mucho con la edad. Es una de las cualidades que se genera (no se sabe por qué) en la infancia. Un efecto inmediato del envejecimiento es la reciente preocupacién por la salud de uno y de los que le rodean. El viejo se nos hace hipocon- driaco y valetudinario. Esta reaccién es muy con- veniente, puesto que, segiin se envejece, aumen- ta la probabilidad de sufrir algiin malestar crénico. Es fundamental que los viejos no vivan solos, que dispongan de teléfono y que su do- micilio no esté lejos de una farmacia, un centro de salud. Mas adelante volveré con més detalle sobre los requisitos de lo que llamo la exceden- voluntaria. De momento anotemos la excep- cional atencién que se concede a la salud. Claro que més preocupacién por la salud muestran los que escriben sobre Ia vejex. No es el aspecto mas interesante, porque no va mucho mis alld de la simpleza de que, con la vejez, el cuerpo se resiente y se acerca a la muerte, Eso no es decir mucho. Hay que conceder més aten- cién al hecho de que el envejecimiento, sobre todo el inicio de la edad dorada, es una fase dis- tinta y apasionance de la biogeafia. Hasta que no se llega a ella, no se siente que la personalidad de uno es la que dirige plenamente sus actos. Esta confianza es fundamental, por ejemplo, para redoblar la curiosidad intelectual 0 artistica. En los estadios anteriores de la biografia tenia demasiada fuerza la aceién de los demés, el qué dirén y sobre todo el qué pensarin. Desde fuera, se suecle juzgar al viejo como un egoista. Puede que sea més bien una persona (por fin) auténo- ma y responsable. Este sorprendente descubri- miento se debe a un cambio de enfoque. La ve- jez deja de ser fundamentalmente la etapa terminal (la ancianidad o senectud propiamente dichas) para considerar més bien la fase en la que se despega del estadio anterior de madurez. Este es precisamente el punto de vista que adopra cl arte de envejecer. Lo ha precipitado el hecho es- tadistico del aumento sensible de la longevidad. Esto quiere decis, entre otras cosas, que queda por delante un gran trozo de la vida en la que el sujeto no tiene obligacién de cuidar a los hijos. Hace un siglo, y en los anteriores, ese lapso era mucho mas reducido. Las biografias de entonces, a los ojos de hoy, nos parecen sumamente cortas. Hace un siglo era muy corriente que las personas murieran antes de ver criados a todos los hijos y sobrinos. Aunque parezca ocioso decirlo, conviene sefi lar que lo que se llama envejecimiento de las po blaciones es el resultado de dos Fuerzas principa- les: 1) Bl descenso continuado de la nacalidad (reforzado por el factor migratorio, por ejemplo, el retoro de antiguos emigrantes); 2) El hecho de que las cohortes de distintas edades logren so- brevivir cada vez mas. Las dos circunstancias al unisono determinan que “cada ver haya una pro- porcién mayor de viejos en la poblacién”. Pero esa verificacién estadistica no equivale al enveje- cimiento. Fl cual es més bien el segundo proce- so antes dicho. © sea, el envejecimiento propi mente dicho no se predica de una poblacién, sino de una cohorte (personas de la misma edad) ¢ in- cluso de personas concretas, En rigurosa teorla, (GEROKOMOS 2000111(3}:119-132 De Miguel, A-— EL ARTE DE ENVEJECER tuna persona empieza a envejecer desde el mo- nento que nace. En la préctica se trata de un sen- simiento que sélo paulatinamente se va aprecian- do hacia el final del estadio de la madurez. Los ralludos son conscientes de esa sensacién hasta gue se instala con fuerza en la mentalidad de los cjos. Es curioso que se muestre con caracteris- ricas negativas, cuando realmente significa que se fe mas que las cohortes anteriores de la misma ad. Es decir, se dilata la longevidad. La expli- caci6n de esa paradoja es que esa comparacién au- ica la hace el observador. En cambio, las per- sonas que envejecen no se comparan con las que aban en ese mismo estadio en fechas anterio- La comparacién la establece cada persona que vyejece con ella misma unos afios antes. De esa ma, cl envejecimiento no sc ve como el au- 0 de la longevidad y la mejora de las con- ciones de vida respecto al pasado, sino como un ioro fisico y mental. Puesto que contintia, la sacién va siendo la de decadencia, decrepicud. Tanca es la inversién de los dos significados de envejecimiento que una sociedad donde cada vex bay més viejos se juzga como triste © problemé- rica. Es comtin la manida referencia al "reto” que supone todo esto. Se habla incluso de *amenaz: Tan dificil es imaginar que lo que habia antes | envejecimiento era una alta mortalidad? Eso si que era un castigo. No se quiere ver que nues- ‘ociedad es un éxito porque ha logrado que s habitantes vivan mas afios que sus antepasa- dos. Suele suceder, ademas, que el hecho de vi- nds afos signifique mejores condiciones de da. La falta de ese reconocimiento se extiende 1a observacién de las personas sobre si mismas, hecho de envejecer no lo consideran como lo significa primariamente un éxito. Nacural- , para calibrar ese éxito, no pueden dialo- con las personas de la misma cohorte que fallecido. Eso es también envejecer, la im- sible conversacién con las personas que nacie- n por las mismas fechas y que han fallecido. Ia ancianidad la proporcién de esos “ausen- empieza a ser ran alta que la falta de la ci- a “conversacién” con los pares difuntos pue- llegar a atribular. Claro que los atribulados A los expertos que andan agobiados con el © la “amenaza” del envejecimiento les de- berfa preocupar otro problema demografico del cual nunca se habla. Es la easa creciente de mor- talidad en el estadio de la juventud y de la ma- durez, Precisamente sobre ese fondo destaca el envejecimiento en su sentido estricto. Es un lu- gar comiin el dicho de que los viejos, para serlo menos, deben imitar el estilo de vida de los ma- duros. Mas bien habria que recomendar lo con- trario, que los maduros trataran de copiar el es- tilo de vida de las personas de més edad (“mas mayores", como se dice puerilmente). Lo que tiene que preocupar a la sociedad no es tanto las muerces sin mas como las muertes evitables que son las que inciden sobre la pobla- cin antes de envejecer. Otra cosa es que a los viejos les preocupe su propia muerte, que la ven mas cerca que los jévenes. Pero esa muerte re- (GEROKOMOS 2000;116):119-132 De Miguel, A-— EL ARTE DE ENVEJECER sulta inevitable. Bastante es que se logre retrasar ‘ese momento sin perder mucha curiosidad por el mundo. Para los que hablamos una lengua romance la muerte es femeninz. Nos la representamos como tuna mujer, lo que supone un morboso atractivo si somos varones. Ante estos caprichos del len- guaje, al pensamiento le cuesta scr equitativo res- pecto a la igualdad de los sexos. Por fuerza tic- he que ser distinta la idea de la muerte que tiene un alemén 0 un sueco, puesto que para ellos es tuna criatura del género masculino, es un caba- ero, También en la mitologia clésica se produ- cia la imaginacidn de un joven dios, Tanato, que no era propiamente la muerte, sino el mensajero que a ella conducia. Otra figura masculina era Caronte, el barbudo barquero que ayudaba a las almas difuntas a atravesar los canales que sepa- ran este mundo del reino de Hades. Ese paraje, vagamente subterrneo, era el de los muertos. To- das estas imagenes miticas, por variadas que sean, eoinciden en que el hecho de morir es un viaje, un transito. Hay una figura corporal que hace de intermediaria 0 acompafante en ese proceso. Los ritos catdlicos del vidtico y la extremauncidn tie- nen ese mismo sentido. Con todo ello se da un sentido a la vida, que es un viaje, un camino, en el doble sentido de la via y el hecho de reco- rretla. Desde la tiltima vuelta del camino, titula Pio Baroja los tomos de recuerdos y memorias. Otro octogenario, Norberto Bobbio, transmite la impresi6n de que la vejez es la sensacién de que ya no queda tiempo de superar Ia iltima etapa del camino de la vida. Lo que se impone enton- ces es el recuerdo. Seguramente es esa operacién de la memoria donde se Aja la imagen vial con que se interpreta la vida. A pesar de las varia- ciones del cuerpo y sus circunstancias, la unidad de la conciencia es tal que queda la biografia como una especie de peregrinacién. Lo caracteristico del hombre no ¢s que sea mortal, sino su indeclinable deseo de inmortali- dad, por imposible que pueda parecer. El cual se cumple analdgicamente de mil modos. Hay quien se hace levantar un magnifico mausoleo, Los més se conforman con el sencillo expediente de iden- tificarse con una religién que les promete reu- nirse en el otro mundo con los seres queridos. Por cierto, no esti dicho qué pasaré cuando en el otto mundo uno se encuentre también (seri inevitable) con los seres menos queridos o inclu- so los odiados. Aparte de la religién, hay algu- nos otros dispositivos para lograr Ia ilusién de inmortalidad. El mas corriente es tener hijos, que engendren nietos, y asi sucesivamente. Un pro- cedimiento menos frecuente, mas simbélico, es el de producir obras identificables que sobrevivan a cesta generacién y a poder ser a algunas més. Es Jo que intenta el artista, el escritor, el empresa- io, el politico. En mi caso particular, la super- vivencia simbélica se logra mediante algunos ¢s- ctitos mfos que servirén para que alguien pueda conocer el pasado que para mi ha sido el. pre- sente, Decian mis maestros de la Columbia Uni- versity que la justificacion del socidlogo es la de proveedor de datos para los historiadores o los arquedlogos de! futuro. Esa invisible solidaridad a través del tiempo, superior a varias gencra- ciones, es una forma complaciente de acercarse humildemente a la nocién de inmortalidad. Asi se entiende mejor lo de la “religién de Ia cien- cia", que decian los positivistas de antaio. Algunos socidlogos entienden que el estableci- miento de grupos de edad, con limites conven- cionales, supone crear “barreras ficticias” y, por canto, perjudiciales Paparruchas, los limites cté- nneos tienen que ser convencionales, pero acaban siendo reales. La ensefanza obligaroria acostum- bra pronto a los ninos a saber en qué curso es- tan, lo que se corresponde mecanicamente con su edad. La fiesta de cumpleafios, que antes no exis- sia en Espafia, es ahora un rito obligado. Los com- pafieros de curso cumplen los mismos afios. Cual- quiera le dice a un nifio que el dia de su cumpleafios ¢s un dia “ficticio”. Tampoco lo ¢s el paso a la mayoria de edad (18 aos) o a la jubi- lacién (65 anos normalmente). Esos u otros limi- tes tienen un sentido real porque durante mucho impo ha sido asi. La convencién de la edad es, junto al sexo y al nombre, el dato fundamental de la identidad de una persona. No es ningin ca- pricho, y si algo muy util, la agrupacién de las personas por la edad que tienen. Obsérvese que todo el mundo (incluso las personas mis radica- les en contra del aborto) calcula la edad desde el momento del nacimiento, no de la concepcisn. Aunque la esperanza de vida ha variado mu- cho durante el tiltimo siglo y medio, desde muy GEROKOMOS 200041 1(3}:119-132 antiguo se conserva una idea estable de lo que significa la sucesién de los grupos eténcos. Di- g#mos que, aunque el tiempo es un continuo, si medida se hace con unidades discretas. El proce- dimiento se proyecta sobre las etapas de la bio- grafia. Veamos algunas muesteas. En el Libro de los Salmos se canta este verso: “La duracién de nuestros aos es de setenta, y echenta en los més robustos” (Salmos 4,90:10). Por ahi se entrevé lo que nuestros antepasados consideraban que era el limite prictico de la It- fsca de la vida. Las historias sobre la extrema lon- gevidad de Matusalén y otros patriarcas eran sélo piadosas leyendas. Las han asimilado otros mu- hos pueblos. Aristételes establece que a los 49 afios de edad se encuentra la plenitud mental (Revérica, 1390 5). Era un juego pitagérico de establecer la sc- esencia del ciclo vital a través de miltiplos de sicte (49 = 7 x 7). Seguin ese juego a los 56 anos 7 x 8) empezaria la declinacién vital. La vejez podria entrar a los 63 afios (7 x 9). Bien es ver- ad que en la epoca de Aristételes (como hasta Sace poco mas de un siglo) la esperanza de al nacer no pasaba seguramente de los 40 afios somo promedio. Es decir, el estadio de la vejez serrespondfa a un elenco reducidisimo de perso- ss. Fl cual gozaba de gran predicamento. S crates se enfrenta al episodio definitivo del jui- So 2 los 70 afos. Shakespeare recoge la tradicién de las “7 eda- 4° en que consiste cada uno de los “actos” del seatro de la vida. No era una novedad. El genial eamaturgo respiraba por una larga tradicién, Podemos recomponer la tabla de las 7 edades de Se tabla pitagérica de la forma que indica el cua- eo adjunto. Los limites entre uno y otro esca- Se quedan, a veces, deliberadamente solapados para indicar que no son comportamientos dis- s=st0s, sino que se solapan para establecer la con- Seuidad biogrifica. Como puede verse, los in- servalos no son iguales. Los dos primeros ssadios comprenden un médulo de 7 aos cada seo. Luego integran 2. Esta caracteristica es con- secucnte con la nocién vital de que el tiempo co- s= mis despacio durante la etapa de crecimien- se (los “anos de cera”). Se sucle decir que, en la escala de las edades, hay ‘sees grupos “dependientes” de los otros. Serian de- De Miguel. A-— EL ARTE DE ENVEJECER Las siete edades pitagéricas intervalos septenales (afios desde el nacimiento) edades estadios 0-71. infancia aftos de cera 7-14 2. adolescencia (dependientes 14-213, juventud de los padres) 21-28 28-35 4. madurez —_afios de hierro 35-42 (activos y 42-49 5. talludez reproductivos) 49-56 56-63 6. vejez anos de oro 63-70 (dependientes 70-77 de los hijos) 77-final 7. ancianidad pendientes los estadios que llamamos “de cera” 0 “de oro” porque su subsistencia necesita la ayuda del geupo central més activo, el de los “afios de hie- 110”. Hay socidlogos que consideran improcedente esa nocién de dependencia, al menos para los jubi- lados, puesto que han cotizado antes para recibir ahora las pensiones. Sin embargo, procede hablar de dependencia porque lo que en su dia pagaron los jubilados actuales se lo comié el Fisco. Es més tealista la presuncidn de que los impuestos actuae les, que pagan fundamentalmente los activos, sirven para pagar los gastos sociales de la “edad de cera” y la “edad dorada”. Tampoco estamos en un siste- ma socialista, asi que, a titulo privado, los hogares suelen pagar muchos gastos de la “edad de cera” y la “edad dorada”, La relacién de dependencia no ¢s sélo dinero, sino afecto y todo lo demis que da la familia, aunque aqui las relaciones son més bien re- eiprocas. Pero esa regla es la normal en la vida so- cial. No es ningiin desdoro que los viejos dependan de la “edad de hierro”. Los estadios dependientes se pueden ver tam- bién como egoistas, mientras que la “edad de hie- tro” es la sacrificada y altruista, “La ancianidad da derecho al egoismo”, clama Don Rodrigo, el protagonista de Fl abuelo, de Galdés (escena Il). Para justificar ese egoismo, el autor lo describe como un anciano decrépito, grufén, medio cie- ‘GEROKOMOS 2000:1(3):119:132 125 126 go. Nos hacemos a la idea de un personaje vale- tudinario, pero, al Hegar a la escena IV, nos per- catamos de que sélo tiene 60 afios. Para la men- calidad actual seria una edad sospechosa como para convivir con una chica de 15 aos, que cree ser su_nieta. Hoy, que hablamos de “parejas de hecho”, seria diffcil encontrar una tan extrava- gante. Ese es el privilegio de la literatura. Podemos aiadir una versién psicoanalitica de las siete edades pitagéricas a través de los traba- jos sobre el “ciclo vital” de Erik H. Erikson. (Ma- nejo la altima obra, en colaboracién con Joan M. Erikson, The Life Cycle Compled, New York: W. W. Norton, 1982.) Se trata de una adapracién, més que una traduccién, dado el carécter hermé- tico de la terminologia original. Intento mantener el espiritu de Erikson, realmente imaginativo. Las siete edades son ahora 8 (por lo mismo que los 3 mosqueteros eran 4). El punto de vista psicoana- litico hace que la clasificacién amplic el ntimero de estratos en las primeras edades de la vida. Lo sugestivo es que cada una de ellas aporta un ras- g0 positivo y otro patoldgico. La realizacién de la Biografia consiste en aprovechar el impulso posi- tivo que tiene cada edad y superar fécilmente el lado patolégico. Cuando no se logra esa opera- cién, se produce una fijacién en la edad corres- pondiente, que sirve de refugio. La biogral detiene, por ast decirlo, en una especie de cri de personalidad, aunque avance el tiempo objet vo. Es un suceso anormal que en definitiva pro- duce sufrimiento. Por cierto, una de esas crisis €5 Ia de la “adolescencia”, que originariamente quie- re decir “empezar a sentir dolor’. El cuadro de las 8 cdades 0 etapas del ciclo vital de Erikson, con libérrima adaptacién, quedaria asi: De Miguel, A— EL ARTE DE ENVEJECER La pateja de conceptos para cada etapa vital significa que por uno se avanza y por el otro se retrocede. La vejex. se caracteriza por la polari- dad. “conocimiento-desengafio”. Dice el refrén castellano que “més sabe el diablo por viejo que por diablo”. Esa sabiduria es doble. Es la que da la experiencia, el haber conocido cl mundo, pero también la malicia que supone la acumulacién de desengafios. Se puede llegar a una sintesis de las distincas clasificaciones al aceptar una més operativa. De nuevo son 7 grupos, aunque no estricramente los pitagéricos. La clasificacién aceptada se adapra tanto a la sociedad tradicional (hasta la segunda mitad del siglo XX) como a la actual. Estos son los 7 grupos que resulcan: edad intervalo primera infani 0-6 infancia escolar 73 adolescencia 14-17 juvencud 18-29 madurez 30-44 talludez 45-64 vejez 65+ El cambio basico de la sociedad actual es que los afios escolares califican también a casi todos los adolescentes y a una buena parte de los jé- venes, Se podria hablar, incluso, de una “ju- ventud madura”, entrando ya en la treintena, La talludez vendria a coincidir con los “anos do- rados”, por cuanto incluye a un numero cre- rasge positive rasgo patolégico intervalos aproximados exapas 0. 1, primera infancia 23 2. nifiex 4-6 3. aftos de juego 7-13 4, afios escolares 1417 5. adolescencia 18-29 6. juventud 30-64 7. adultez 654 8. vejez gozo extrafiera deseo vergiienza, impulso culpa aplicacién fracaso buisqueda confusién carifio soledad dedicacién agotamiento conocimiento desengaio GEROKOMOS 2000;11(3):119-182 ciente de personas que se jubilan de manera an- ticipada. La razén demogréfica hace que el grupo de los viejos 0 mayores amplie sus efectivos e invite @ que culmina los “afios dorados” y una “anciani- dad” propiamente dicha, por completo depen- dicate. Es muy cortiente que los socidlogos, cuando acometen el estudio particular de un grupo so- cial, por ejemplo el de los viejos, empiccen di- siendo que “no es un grupo homogéneo”. Claro gue no; ningin grupo humano lo es, aunque se sate de un conjunto musical o un equipo de- portivo. El grupo analizado ser4 mas bien ho- mogéneo cuando lo comparemos con otro. Por cierto, otra estulticia sociolégica es decir que, entre 2 conjuntos que tienen algdn parecido, no bay comparacién posible, son incomparables, et- cetera, Esa es la negacién de la légica cientifica, 1 cual fuerza la comparacién de lo que para la visién comin resulta “incomparable”, Anticipe que la opinién dominance en la doc- sina sociolégica respecto a la vejez es suma- mente pesimista. Es un rasgo del oficio, puesto gue, si no resaltaran los aspectos probleméticos de Ia vida social, los sociélogos tendrian menos trabajo. Ya se sabe que lo primero es la defensa del empleo. Pero en este caso de la vejez los la- mentos de los socidlogos adquieren conos jere- siacos, apocalipticos. Algunos de los sociélogos mis duchos en gerontologia han Ilegado a soste- ser que el estadio de jubilacién es “una pena de muerte social”. La metdfora es asaz desgraciada 2Cémo se puede hablar de “pena de muerte” cuando el avance sanitario y social ha logrado que sobrevivan més viejos que nunca? No sélo so; casi todo el mundo esté de acuerdo con que el reciente aumento de la longevidad ha supera- do todas las expectativas. Orra cosa es que se dis- cata la conveniencia de la jubilacién forzosa, como queda dicho. Por lo menos se me per ri que califique de taciturna a esa sociologia que con can mala cara examina Ia sociedad actual. Es un lugar comtin la idea de que los viejos seciben menos ingresos que las personas madu- vas, las que estén plenamente activas. Eso es asi cuando consideramos s6lo los ingresos de los asa- lariados. Si se contabilizan las rentas del patei- De Miguel A-— EL ARTE DE ENVEJECER y ‘monio, la relacién indicada no es tan clara y pue- de que se invierta en el caso de las clases medias y acomodadas. Es cierto que las pensiones supo- rnen menos dinero que los salarios, pero los vi jos suelen ser propictarios de sus viviendas y cada vez mas de ahorros y valores mobiliarios. En cambio, las personas activas deben més dinero, 5 decir, tienen muchas veces un ahorro negati- yo. Es fundamental que la preparacién de la ve- jez incluya una estudiada acumulacién de ahorro © patrimonio. En el caso de algunos profesiona- les y artistas hay una propiedad inmaterial (y ge- neralmente intransferible) que es la suma de sus conocimientos y experiencias. Por asombroso que pueda parecer, ese patrimonio invisible lo es también para el Fisco, aunque no las rentas que pueda generar. Los socidlogos hablamos de rol (papel) y esta tus (rango). A partir de las cuales, concluimos que los viejos no tienen un papel definido, que tienden a ser un grupo marginado o excluido. Es tuna simplificacién y una venganza de los con- ceptos. El rol y el estatus son ideas “producti- vas". Se adapran bien a la actividad econémica, a la vida competitiva, aunque sea la de los estu- diantes. Asi que no se avienen bien a la des- cripcién del estrato de los jubilados, pero es por definicién, porque asf lo decidimos los socidlo- g0s, al proponer la famosa pareja de conceptos. Pero podriamos recurrir a otros mas convenien- tes para el propésivo de conocer las circunstan- cias de la vejez. Por ejemplo, algo asi como la seguridad moral, que Wogicamente califica mas a tun viejo que a un maduro. Se traduce en una suerte de tranquilidad para saber lo que se quie- te, lo que estd bien o lo que esté mal. Seria una cualidad ideal para los jueces, que por €s0 mi mo no se tendrfan que jubilar forzosamente. Pondré un ejemplo mis cercano. A partir de la talludez, un catedritico de sociologia no tiene por qué obsesionarse, cuando escribe, por citar © no citar a los colegas segtin convenga a su ca- rrera. Esa obsesién competitiva es tipica de los afios de la madurez, cuando hay que merecer en la profesién. Las citas muy estudiadas (en los agradecimientos, en las notas bibliograficas), hasta Ilegar al eseriipulo, son tipicas de los ios de la carrera, Naturalmente, hay personas ta- lludas que siguen manteniendo esa mania de los GEROKOMOS 2000)11(3):119-132 17 De Miguel, A— EL ARTE DE ENVEJECER afios mozos. Puede que la conserven en la vejez. Es un ejemplo de lo dificil que es el arte de en= vejecer. La sociedad actual ya no esté tan organizada en torno al trabajo como lo estaba la de hace slo unos decenios. Por eso no se puede decir on justicia que la situacién del jubilado sea marginal, Se ha legado a decir incluso que se halla estigmatizada. No hay tal si la relaciona- mos con otras edades. Ni siquiera empieza a ha- ber ninguna sancién social contra el parado in- colocable o el escudiante que tarda 10 afios en terminar la carrera. En términos numéricos, res- pecto al conjunto de los habitantes, los que tie- hen una ocupacién fija empiezan a ser una au- téntica. minoria. No tan. privilegiada como parece; es la que le toca pagar los impuestos. Los socidlogos que han estudiado la situacién de la vejex cometen a veces el siguiente sesgo me- tédico. Le preguntan a las personas mayores algo asi como ";De esta lista de problemas que le voy a leer, digame cudl afecta més a los jubilados?”, Naturalmente, sale que la soledad, el sentimien- to de inutilidad, los conflictos familiares, etc., son los. problemas que afectan a los vicjos. De ahi derivan los socidlogos que la vejez acarrea tuna especie de “estigma”. Pero es més bien el ins- trumento de observacién (la pregunta) lo que in- troduce ese estigma. La verdad es que el pesi- mismo es un signo caracteristico de las personas mayores, pero lo es atin mas de algunos socidlo- gos en plena actividad. En lugar de la pregunta anterior, lo que hay que hacer es una bateria de sensaciones o senti mientos, unos positivos y otros negativos, para que los viejos entrevistados contesten su impre- sién sobre cada uno. Esto es lo que ha hecho Mi- guel S. Valles en ef estudio La sociedad espanola 1993-94 que yo he coordinado. El resultado arroja un perfil mas bien negativo o pesimista, pero no porque lo ponga el socidlogo. Lo fun- damental es que el perfil negativo alcanza valo- res muy distintos segiin sea uno u otro el ¢s- timulo. Asi, el 58% niegan que sean felices como cuando eran jévenes a los que se afiade un 18% que sienten que “la vida no merece la pena ser vivida’. Es decir, hay una fraccién variable de viejos que se encuentra muy lejos del polo pesi- mista, Es interesante anotar que, segiin la obser- vacién de Miguel S. Valles, el 33% de los viejos sefialan que “segiin me voy haciendo mayor, me siento mas solo”. Es preocupante ese tercio, pero los 2 tercios restantes no manifiestan ese senti- miento, Este resultado contradice el del método anterior con el que los viejos se sentian solos has- ta la desesperacién. El estudio de Miguel S. Valles nos sirve para diagnosticar la supuesta soledad de los viejos. Realmente sélo el 20% de los entreviscados vi ven solos; por lo general son mujeres viudas. El testo viven con el cényuge o con algdn pariente (generalmente una hija). Son muy pocos los que estén en una residencia. Esa estructura dista mu- cho de la que se da en otros paises “avanzados” donde predomina la soledad o el internado para los viejos. La verdad es que cuesta lamarlos “avanzados" si han Ilegado a esa solucién tan des- personalizada. La sicuacién espafola significa una mayor integracién familiar de los viejos, puesto ques incluso cuando viven solos, suclen recibir mucha atencién por parte del servicio doméscico © de algunos parientes y vecinos. Otra cosa cs que en Espaia, como en todas partes, haya casos de extrema desatencién, de abandono. Son po- cos, pero da la casualidad de que son los que ve- mos en los reportajes de la televisién. Tampoco hay que idealizar la compafifa. Como dice el pue- blo, “mejor solo que mal acompafiado” Otro lugar comtin en la literatura sobre el pa- pel de los vicjos es que se erosiona su funcién transmisora de saberes y de influencia sobre los nietos. Se supone que es un corolario del prin- cipio mas general de la pérdida de la funcién so- cializadora de la familia, sustituida en esto por la escuela y quiza por la televisién. El argumen- to es impecable por la légica, pero desgraciada- ‘mente no le asiste lz prueba empirica. Hoy como ayer la familia es el gran artefacto para ir colo- cando a los jévenes en la vida. Precisamente en un momento de gran complejidad laboral, la educacién por si misma sirve de poco para situar a los jévenes en sus respectivos nichos laborales, ‘Aunque de algo sirviera el titulo escolar, el em= pleo se logra primordialmente través de la me- diacién familiar. La cual interviene directamen- te para proporcionar a los hijos el “ambiente” propicio que les va a permitir colocarse. Dentro de la parentela, los abuelos cuentan hoy espe- GEROKOMOS 2000411(3):119-132 sialmente para esa fancién por una elemental ra- s6n estadistica, Por primera vez en la Historia hay un suficiente niimero de abuelos que ticnen selacién con los nietos ya crecidos. No s6lo pue- de haber mds interacci6n, sino que la hay nor- malmente, puesto que los abuelos pueden hacer las veces de “canguros”. No es tanto la influen- sia directa de la relacién de los abuelos con los sictos. Los abuelos representan la posicién de la Smilia de origen. Los nietos utilizan esa orien- sacién como la mejor brojula para navegar por ~

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