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Prensa, manifestaciones y oposicién politica. La protesta contra la unificacién de la deuda en julio de 1901 Inés Rojkind Inds Rojkind es integrante del Programa de Historia intelectual, Universidad Nacional de Quilmes, y doctoranda de El Cclegia de Mexico, e-mail inaroj@yahoo.com.ar Resumen A principios del mes de julio de 190°, la ciudad de Buenos Aires se vio sacudida por una inusitads protesta callejera. Los estudiantes universitarias se movilizaron para repudiar ‘uni proyecte de unificacién de la deuda externa que impu- saba el gobierno de Julio A. Roca. Lo que comenzé como una manifestacida estudiantil se transformé en un varda: dera motin cuando une multitud se lanzé a las calles para atacar la residencia del presidente, la case del senador Pellegrini y las imprentas de les érganos oficalstas. La movlizacién contd con el apoyo de los principales dia- ‘los pertefios, decididos impugnadores de un proyecto que ~segiin denunciaban- dafiaba los interesas nacionales, Ese respaldo aliment las acusaciones que se esgrimieron con- tra le wprensa opositoran, sindicada como instigadora de los desérdenes. Este articulo analiza los sucesos de jula de 1801 en funcidn de esa perspectiva, destacanda, en particular, al papel des- ‘empefiado por los diarios y la concepcién que en aquellos afios la prensa construia acerca de la protesta publica ex- presada en las calles, Summary At the beginning of July, 1901, Buenos Aires city was shaken by an unusual streat protest. University students mobilized 10 reject the bill promoted by the President Julio A. Roca that proposed to urify the external federal debt. What started ‘asa student demonstration turned into @ massive riot when ‘amulitude of people took the streats aiming to assault Rocals residence, Senator Pallegrin’s house, and the placesin which pro-government newspaners were printed. ‘Tha demonstrations were supported by the main Buenos Aires’ newspapers, which seemed determined 10 contest @ bill that -in their view- damaged the national interests, ‘This support fuelled tha government's accusations against the «opponent press», which was blamed as the mejor instigator ofthe rats ‘This article studies the events of July 1901 from that perspective, stressing the role played by the newspapers in them and the images the press bult during those years ‘about the public protests expressed in the streets. astudios sociales 31 [segundo semestre 2006] 137 |. PRESENTACION Y ALGUNAS CONSIDERACIONES PREVIAS EI jueves 4 de julio de 1901, el presidente Julio A. Roca solicité al Congreso Nacional que autorizara la declaracién del estado de sitio en la ciudad de Buenos Aires. El «orden piblico», explicd, se hallaba profundamente perturbado: «La capital de la Reptiblica acaba de ser teatro de hechos tumultuosos y sangrientos. Grupos de diversa composicién han paseado por las calles mds centrales, profiriendo gritos sediciosos, atentando contra varias imprentas y domicilios, comprendido el de un Senador de la Nacidn, lanzando piedras y otros proyectiles, dando origen a los mds graves desérdenes. Muchas personas han sido heridas o lesionadas, y entre ellas algunos agentes de policfa»' Cuatro dias después, mientras continuaban suspendidas las garantias consti- tucionales, el Poder Ejecutivo retiré de la consideracién del parlamento un pro- yecto de ley para la unificacién de la deuda externa argentina. El proyecto habia suscitado amplias resistencias, se habia convertido —afirmaba Roca— en «bandera ostensible de movimientos tumultuosos y hasta criminales» y, por lo tanto, en circunstancias tan excepcionales, se tornaba «de todos modos irrealizable»?. La ciudad recobré la calma répidamente. El 9 de julio, dia de la Independen- cia, se realizaron los tradicionales festejos patrios y «todo transcurrié tranquila, apaciblemente y en forma habitual, excepto que la aglomeracién de vecinos era mas reducida que en ocasiones anteriores, y lo que es interesante, que pocos vitores saludaron al presidente». La observacién pertenece al ministro norteame- ricano en Buenos Aires, William P. Lord. Testigo de los eventos de aquellos dias, Lord elaboré su propia interpretacién de lo acontecido: «En resumen, parece que los recientes disturbios callejeros y actos de violencia en esta ciudad fueron originados por la prensa, en sus invectivas contra la ley de unifi- cacién y produciendo en la opinién piblica la creencia de que eran un mal presagio para cl buen nombre y el crédito financiero de la Nacién»’, | Mensaje del Poder Ejecutiva al Congreso Nacional solicitando el 4 de juio de 1901 autorizacidn para dectarar el estado de sitio en la ciudad de Buenos Aires. Ver Batztin Oficial de le Repdlica Argentina, 05/07/1901. 2 Mensaje del Poder Ejecutvo pidiendo a la Camara de Diputados que no le praste su sancidn al proyecto de ley de Unifcacin de a deuda externa, Diario de Sesiones dela Cémare de Dioutados del Congreso Nacionel, 8/U7/1S01, p. 288, 3 Los fragmentos més importantes del informe redactado por Lord estén repraducides en Courtney Lerts de Esp, La segunda presideacia de Roca viste por los diolométicos norteamericenos, Buenos Aires, Paidés, 1972, pp. 130 y 131. 138. Prensa, manifestaciones y oposicién politica {Inés Rojkind) Ciertamente, fueron varios los que entonces acusaron a algunos importantes periddicos de haber promovido el desborde popular con su prédica opositora. A su vez, desde el otro lado se alzaron voces contra la obsecuencia de los érganos del oficialismo, cmpefiados en defender una medida que se crefa lesiva para los intereses nacionales. Lo que resulta claro es que los diarios en ningtin caso fueron meros testigos o cronistas de lo ocurrido. Junto con las disputas libradas en las calles, hubo también batallas discursivas desplegadas en las paginas periodisticas. Las publicaciones construyeron diversas -y contrapuestas— versiones de los he- chos, elaboraron interpretaciones y emitieron juicios acerca de los manifestantes y de sus motivos. Més atin, los diarios (sus edificios) se convirtieron en objeto de la simpatia o de la ira de la multitud. La prensa, por lo tanto, fue un actor relevante en las jornadas de julio de 1901 y su intervencidn se inscribe en el marco de la relacién por demds conflictiva que la administracién roquista posefa con un sector significativo del periodismo portefio, en particular, con los grandes matutinos, La Prensa y La Nacién. Como es sabido, el mundo periodistico experimentaba entonces, en aquellos afios de trénsito entre los dos siglos, répidas e importantes transformaciones. La existencia de un publico lector ampliado fue, a la vez, el estimulo y el objeto de un proceso de moderniza- cién de la prensa que se tradujo no sdlo en cambios cuantirarivos (como, por ejem- plo, el notable aumento de las tiradas diarias), sino asimismo en la introduccién de innovaciones formales (desde estrategias comerciales y empresariales, hasta nuevas formas de elegir, presentar y desarrollar las noticias). La Prensa y La Nacién fueron los que fijaron el ritmo de ese movimiento de expansién y de renovacién, un movi- miento que no implicé, al menos en estos afios iniciales, una ruptura de la estrecha relacién que las publicaciones periédicas mantenian con la esfera de la politica’. La Nacién conservaba su filiacién mitrista y La Prensa, sin vinculos partida- rios, era por demds propensa a intervenir en las principales contiendas politicas del momento, instalando temas y formulando de manera categérica sus parece- res y juicios®. En particular, ambos diarios se caracterizaron por ser criticos ace « Acerca de la expansidn de la prensa porteia a fines del silo XIK y durante la primeras dcadas del XX, véase: Adolc Prieto, El discursecrialsta en l formeciin de la Argentina maderna, Buenos Aires, Sudamericana, 1996; y Silvia Saitta, Alos de tinta, Ei] diario Critica en fa década de 7920, Buenos Aires, Sudamericana, 1998. Retomando el andlsis hecho por Julia Ramos, Satta marca la tensién existente entre la modernzacin periodIsica en curso y las formas de ntervencinpoltica que los darias continuaban eercitando, Julia Ramos, Diveroent Moderniies. Culture and Poities in Nineteenth Century Latina America, Outkann, Duke University Pres, 2001 5 Ezequiel Gallo, «La consolidaci6n del Estado y la reforma politica (1880-1914\n, en: Aueva Hisrovia de fa Nacién Agentina tv}, Benos Aires, Planeta, 2000, p. 620, En referencia @ Le Prensa y a La Nacién, Pavla Alonso habla de studios sociales 31 (segundo semestre 2006] 139 rrimos del segundo gobierno de Roca y activos promotores de cualquier movi- miento popular en su contra. Desde esa posicién confrontaron constantemente con los periddicos que sustentaban la polftica oficial y del partido gobernante. En el contexto de la modernizacién en marcha, Tribuna, roquista, y El Pais, fundado por Carlos Pellegrini, no dejaban de cultivar un estilo periodistico pro- pio de la prensa partidaria, de combate‘. Enfrentados con los antagonistas del gobierno y del PAN, no vacilaban en acusarlos de ser «opositores sistematicos», «perturbadores» del orden y hasta instigadores de «asonadas» y «sediciones». Por su parte, los supuestos opositores, ansiosos por diferenciarse de aquellos a los que calificaban de «oficiosos», se proclamaban drganos auténomos, imparciales y objetivos, y en consonancia con ello construfan una imagen de la protesta puibli- ca en funcién de la cual poder justificar el apoyo brindado a los movimientos populares que reclamaban o cuestionaban a las autoridades. En las paginas que siguen y teniendo en cuenta estas consideraciones, en espe- cial, la referida disputa que sostenian los diarios auto-designados «independientes» con el gobierno, procuraremos reconstruir y analizar el papel cumplido por la prensa no s6lo en la génesis sino también en el devenir de la movilizacién ocasionada por el rechao al plan de unificacién de la deuda. Antes, ser necesario hacer una breve resefia de lo acontecido durante esos agitados dias de principios de julio de 1901. Ml, LOS HECHOS Desde hacia algunos meses, se tenfan noticias de un acuerdo financiero que el gobierno argentino tramitaba con sus acreedores extranjeros. El pago de la deuda externa habja sido suspendido en 1890, con motivo de la gran crisis de aquel ao, pero hacia fines de la década el buen desempefio de las exportaciones y la mejora ciarios polftcos que experimentaban una transformacién hacia la modernitad. Ver: Paula Alonso, «€ fa primavera de la historic, El discurso poco del roquismo de fa década del ochenta a través desu prensae, en: Goletin de! Instituto de Histora Argentina y Americana Dr. Emilo Revignem, ® 16, Buenos Aires, UBA, primar samestre, 1967, pp. 42 43. ® Paula Alonso ha estudiada la prensa roquista en la décaca del ochenta, Paula Alonso, «En la primavera de la tistoria..», op. cit y también Paula Alonso, «La Tibuna Nacional y Sud América: Tensiones ideoligicas en la construcciGn de la Argentina moderna en la década da 18901, en; Paula Alonso (comp), Construccianes impresas. Panfietos, arias y revistes en la formacién de los estados nacionales en América Latina, 1820-1920, Buanos Aires, Fonda de Cultura Ecandrmica, 2008. Furdada en 1892, Zrbune actub como portavoz del segunda roquisma. En cuanto al diario £7 Pas, fue creado por Pellegrini en 1900 y mantuvo al comienzo, precisamente hasta el episodio de fa uncacin, une postura cercana al gobierno de Roca. Véase: Ezequiel Galo, Carls Peliegrinl. Orden y reforme, Buenos Aires, Fondo de Cultura Econémica, 1987, p. 67. 140 Prensa, manifestaciones y oposicién politica [Inés Rojkind] de la balanza comercial habfan permitido reanudar los desembolsos. El problema era que sobre el tesoro nacional pesaban multiples empréstitos (nacionales, pro- vinciales y municipales) a pagar en diversos plazos y a diferentes tipos de interés. Las garantias y la amortizacién de los titulos también eran distintas, todo lo cual contribufa a crear un panorama confuso que complicaba la relacién con los acree- dores. Por eso, a instancias del presidente Roca, el ministro de Hacienda Enrique Berduc confeccioné un plan de renegociacién de la deuda consistente en emitir un tinico titulo, con un mismo interés y a plazos mds largos. El monto total de la deuda se incrementaba desde el punto de vista nominal, pero en contrapartida, disminu/an los intereses y con el ello el peso del servicio total en el presupuesto nacional, Se establecfa, de cualquier modo, una cldusula de garantia segtin la cual un porcentaje de Ia recaudacién aduanera seria depositado en el Banco Nacién para que, en caso de incumplimiento de los pagos, los acreedores tuvieran la posibilidad de intervenir la entidad y cobrarse los servicios adeudados’, A comienzos de 1901, accediendo a un pedido del gobierno, el entonces sena- dor Carlos Pellegrini gestioné el arreglo en Londres y obtuvo el consentimiento de los citculos financieros europeos. Una vez cerrado el acuerdo con los banque- ros, el siguiente paso era convertir el proyecto en ley. A mediados de junio, el asunto fue tratado y aprobado en el Senado, donde nuevamente se destacdé la intervencién de Pellegrini en defensa del convenio. A continuacidn, la Cémara de Diputados debfa otorgarle la sancién definitiva pero el debate nunca llegé a realizarse. En el interin, estallé en las calles la protesta contra la unificacién, como se denominéd al contrato suscrito con los acreedores. Stibitamente, «del desorden se pasé al tumulto y del tumulto a la sublevacién popular®. Los estudiantes universitarios fucron quienes tomaron la iniciativa. El lunes 1° de julio publicaron en los principales matutinos una nota de repudio. El do- cumento, que llevaba mds de mil firmas, era una peticién dirigida a los diputa- 7 El ministro Berduc, autor del proyecto, era un hombre cercano a Pellegrin. Para una descrip de! contenido dal proyecto, ver: Jarge E. Wadel, «La ruptura de Roce-Pellegriny la division dal PAN», en: Mario Justo Lépez (h) (comp.), De fa Repiblica ofgdrquica& la Republica democrdtice. Estudio sobre le reiorma polhica de Roque Sdonz ef, Buenos hives, Lumiere, 2005, pp. 128-130. Sobre el disefo y la tremitacitn del plan financiero, véase también Roberto Cortés Conde, «Auge dela economia exportadara y vicisitudes de! régimen conservador (1680-1915), en: Ezequiel Gallo y Roberto Cortés Conde, Argentina, La Republica Conserved, Buonos Aires, Paidés, 1972, p. 203; Roberta Etchepareborda, «Las presidencias de Uriourv y Roca, en: Gustavo Ferrari y Ezequiel Gallo (comps.), 8 Argentina del Ochenta al Centenario, Buenos Aires, Sudamericana, 1$60, p. 274; Ezequiel Gallo, Carlos Pellegrini, op. cit., pp. 7 y 68. 8 La Nacién, 0510711901, p. 8 studios sociales 31 [Segundo semastre 2006) 141 dos instdndolos a que rechazaran el proyecto de ley impulsado por el Poder Eje- cutivo. Los signatarios (en su mayoria alumnos de la carrera de Derecho) decian proceder «en resguardo del decoro y de la honra nacional», y citaban en su apoyo las revelaciones hechas por el periodismo’. En efecto, tal como observaba el mi- nistro Lord en su informe, la operacién financiera era «ampliamente resistida por la prensa»; «.. con la excepcidn de El Pass, periddico del doctor Pellegrini, y la Tribuna, érgano del gobierno, toda la prensa de la ciudad, incluso La Prensa y La Nacién, .....fueron undnimes en su oposicién a la ley, que denunciaban en términos violentos y con epitetos ofensivos»!®, Los erfticos le recriminaban al gobierno argentino el haber admitido la impo- sicién de condiciones «bochornosas» que rebajaban al pais «al nivel de esas Facto- rfas confiscadas por una compafifa de prestamistas y sometidas a ella por un protectorado». Segtin denunciaban, los requerimientos formulados por el «sindi- cato de banqueros» no solamente eran usurarios y abusivos, sino que ademas —y por ello mismo-constituian un «ominoso y depresivo gravamen» que «lastima[ba] los sentimientos patriéticos y la dignidad nacional»'', Los voceros del oficialismo se apresuraron a salir en defensa del proyecto de unificacién, pero la procesta ya estaba en marcha, el movimiento de impugna- cién se habia trasladado de las paginas periodisticas a las aulas universitarias. Reunidos en asambleas, los estudiantes resolvicron iniciar una «enérgica protes- ta» y, con la colaboracién de los diarios més importantes de la ciudad, difundie- ron la convocatoria para un gran mitin que habria de efectuarse en la plaza de Mayo, La demostracién —que se esperaba imponente- debfa acompafiar la entre- ga de la solicitud que la «juventud intelectual» elevaba al Congreso”, El acto estaba previsto para el miércoles 3, los hechos —sin embargo~ se preci- pitaron el dia anterior, Por la mafiana, més de mil estudiantes se agolparon en el salén de grados de la Facultad de Derecho para oft la disertacién del profesor $ La solicitud de los estudiamies fue publcada en fa Prensa, Ov07!1901, p. 3: La Nacidn, OV/07/1901, p. 8 % Courtney Letts de Espil, op. cit., pp. 128 y 129. 1 La Macién 12/08/1901, p. 5; y 1808/1901, p. 4; La Prensa, 09/08/1901, p. 3, ® /a Prensa, 23/06/1801, p. 6. Coma veremos més adelante, los diarios criticos de fa unificacibn no ocuitaron b satisfaccién producida por el movimiento de protesta comenzado por los estudiantes, Cabe destavar, por ova parte, (ques alunos de Darecho contaron con el apcyo de representantes de otras facultades, como Medicina e Ingenieria, 142 Pronsa, manifestacionas y oposicién politica nds Rojkind] José Terry. Invitado por los organizadores del movimiento, el titular de la catedra de Finanzas habfa accedido a ofrecer una conferencia sobre el tema de la unifica- cién. Las expectativas se vieron ampliamente colmadas. Ante un auditorio que lo escuchaba sobrecogido, Terry fundamenté la opinién «radicalmente adversa» que le merecia el plan gubernamental para la renegociacién de la deuda externa. Los argumentos esgrimidos por el profesor convalidaban las denuncias de la prensa. La transaccién convenida en Londres era técnicamente deficiente y manchaba, asimismo, la reputacidn internacional del pafs. Un «estremecimiento de indigna- cidn» recorrié a los asistentes cuando el orador agité el fantasma de una interven- cién armada de los gobiernos acreedores"», Terry concluyé su exposicién entre aplausos y aclamaciones del puiblico. Lle- gado ese punto, la agicacién de los jévenes era tal que de las palabras pasaron bruscamente a Ia accién. Se lanzaron a calle y, dando fuertes gritos contra la «prensa claudicadora», atacaron con piedras y palos las imprentas de los patrocinadores de la unificacién, El Pais y Tribuna. Los desdrdenes sdlo pudie- ron ser contenidos cuando se hizo presente en el lugar un destacamento de la policfa montada"*. La tranquilidad habia sido momentaneamente restablecida, pero los disturbios se repitieron y se agravaron el mircoles. Esa tarde, tal como estaba previsto, se realizé el mitin universitario para pedir a los diputados que rechazaran la unificacién. La manifestacién partié de la Facultad de Derecho y recorrié algunas cuadras antes de desembocar en la plaza de Mayo. Los jévenes marcharon en orden, aunque de tanto en tanto se alzaban voces contra la unifi- cacién y sus promotores: el presidente Roca y el senador Pellegrini. Al pasar la columna frente al edificio del diario La Prensa, en la avenida de Mayo, se oyeron también unas cuantas ovaciones. Llegando a la plaza, se encontraron con «infi- nidad de personas que deseaban formar numero» y que los aguardaban reunidos frente al Congreso. Una «gran multitud de descontentos» (cerca de tres mil asis- tentes) acompaiié la entrega de la solicitud que los estudiantes formulaban a los legisladores'*. 'SEltexto complet de a conferencia fue repraducido en La Prensa, 03/07/1901, p. 8; yen La Nac, 03/07/1801, p. 3. Con el mismo entusiasmo con que acompatiaban los trabajos organizativos de le pratesta estudiantil, resefaron estos davis fa conferencia ofrcida por el profesor Terry. Jasé Terry habia sido ministra de Finaneas del gobierno de Lus Stenz Pefia y era, ademas, el autor de un famosa tratado sobre a criss financiera de 1890. 14 Para lacrénica de ins sucesns del martes 2 de julia, ver: La Prensa, 0307/1901, p. 5; y La Nacién, 03/07/1901, p. 3; tembién le versién de los diarios agredidos, &/ Pars, 03/07/1901, 0. 8; y Tribune, 02107/1901, p. 1. Ef Pais posala sus oficines en la calle Florida y Jribuna tenia las suyes cerca de ali, sobre Bartolomé Mitr. 18 Véase: La Prensa, 0407/1901, p.§; La Nacién, O407/190, p. 5; E Pas, 04/07/1901, p. 5; Tbwna, 04/07/1901, p. 1 estudios sociales $1 [segundo semestre 2005) 143 Cumplido el trémite, la comisién organizadora se apresuré a dar por concluido el acto y exhorté al ptiblico a que se desconcentrara, pero la indicacién no fue acatada. Entre vivas a la «prensa independiente» y a la libertad, «el pueblo que se encontraba alli, uniéndose a los jdvenes, organizé una nueva manifestacién»"®. Dio comienzo entonces un segundo momento que marcan las crénicas, el de los tumul- tos, los enfrentamientos y la violencia. Tal como el dia anterior, las oficinas de Tribuna y El Pais se convirtieron en el blanco de la furia popular. Luego de algunos choques, la policfa logré poner a resguardo ambas imprentas, pero la tregua durd muy poco. Alguien exclamé de pronto «jadelance muchachos! A la casa de Rocal» y unos mil manifestantes se abalanzaron hacia la residencia particular del primer mandatario. Una fuerza especial de la custodia presidencial disparé contra los que apedreaban las ventanas de la vivienda y los obligé a disolverse. Minutos después, no obstante, la escena se repitié frente al domicilio de Pellegrini. Cuando la policia arribé al lugar pudo «constatar los actos de verdadero vandalismo que se habian llevado a cabo contra el edificio, causdndole destrozos incalculables». El propio senador habia sido levemente herido mientras procuraba contener a los aracantes”, Los disturbios del miércoles dejaron decenas de detenidos y unos cuantos lesionados, El jueves 4, la ciudad amanecié intranquila, «en las veredas, en la calle, y en todo punto que permitiera cl estacionamiento de personas se discutia con calor», Con el correr de las horas, la tensidn fue en aumento. Unas dos mil personas (incluidos numerosos estudiantes) se congregaron en la plaza de Mayo pasado el mediod{a. Los animos estaban por demés agitados, los silbidos y mue- ras ala policia se mezclaban con los gritos contra la unificacién, y no tardaron en comenzar los enfrentamientos. Un grupo de manifestantes embistié el cordén de vigilancia que rodeaba la Casa de Gobierno e intenté traspasarlo. «El asalto sélo pudo ser contenido a culatazos por el cuerpo de guardian, pero en la confusién de piedras y disparos cayé muerto un agente. La represign se endurecié a partir de entonces, Policias auxiliados por bomberos cargaron contra el gentio aglomera- do en la plaza y la zona se torné un verdadero caos: los tranvias quedaron atasca- 18 La Nacién, 04/07/1901, p. 6 "7 La cita pertenece al informe elaborado por el Jefe de Policia de la capital, comisaria Francisco Beazley. El informe fue leido por el ministro del Interior arte el parlamenta, ver Diario de Sesiones de la Cémara de Senadores del Congreso Nacional, 04/07/190', p. 110. Las casas de Roca y Pellegrini se encontraban muy préximas una de la otra, éste Ultimo vivia en la calle Maipt y el presidente en la de San Martin, entre Lavalle y Tucumdn. Escoltado por varios amigos con los que pasabe le tarde en el Jockey Club, Pellegrini llagé hasta su casa para entrentar a los que la atacaban y fue entonces cuando resulté herido por una piedra que le rozé la cara. 144 Prensa, manifestaciones y oposicidn politica {inés Rojkind) dos y los caballos, espantados por los disparos, salieron en estampida, atropellan- do a los transetintes que hufan despavoridos". Entretanto, el presidente Roca habfa resuelro implancar el estado de sitio en la capital, para lo cual solicité con urgencia la autorizacién del parlamento. Mientras en el Congreso se discutfa el pedido de! Ejecutivo, afuera continuaban los choques callejeros y se producfa la segunda muerte de la jornada, un manifestante (segin algunos, simple espectador) herido de bala. Cerca de la 1 de la madrugada, la decla- racién del estado de sitio fue aprobada. De inmediato, el gobierno ordené fuertes medidas de control y prevencidn. Se dispuso que contingentes de soldados reforza- ran la custodia de la Casa Rosada y cerraran la plaza de Mayo al acceso del puiblico. Poco a poco, «da ciudad fue tomando un aspecto que hacfa pensar en una ocupa- cién militar, desolado, con patrullas recorriendo las calles», Las reuniones puiblicas fueron prohibidas y se establecieron, asimismo, restricciones a la liberta de prensa’’. El viernes se registraron todavia algunos incidentes. Las crdnicas de ese dia ya no mencionan a estudiantes, ni siquiera a «grupos de pueblo»; refieren, por el contrario, los desérdenes protagonizados por sujetos «descamisados» y «andrajo- sos» que silbaban y apedreaba a los agentes apostados en las inmediaciones de la plaza de Mayo. Los disturbios fueron r4pidamente aplacados. La policia embis- tié y disparé contra una multitud que se habia atrincherado en el atrio de la Catedral, el pdnico se apoderd de todos y se produjo una desbandada general. Una decena de heridos, algunos de ellos de gravedad, y otros tres muertos fue el saldo de aquella tiltima jornada”. MI LOS RELATOS La protesta se apagé tan repentinamente como habia empezado. Las aprensiones del gobierno, temeroso de que el 9 de julio se produjera una nueva «demostracién 18 Ja Prensa, 31/07/1901, p. 4 (el diario publicb su erdnice de lo ocurtido al jueves 4 recién cuando, varias semanas despues, fue levantedo el estado de siti); La Nacrn, 05/07/1901, p. 8. También £1 Pais, 05/07/'S01, p.§; y Trduna, 0/07/90", p. 1 18 La Nacién, O5I07I901, 9. 5, Para el texto de la decleracion de estado de sitio, vease: Soletin Otcal de la Repibica Argentina, , 06/07/1901, p. 1. Amparéndose en la vigencia de las medidas de excepcin, el gohieana ardené la clausure de La Nacidn, medida que fue levantada al dia siguiente. Implentado, incialmente, por un periado largo, de varios meses, el estado de sitio fue leventado a fines da julio. 20 £/ Pafs, 08/07/1901, p. §; Tribuna, 0607/1901, p. 1. Como consecuencia de las limitaciones impuestas a la prensa, el resto de los dios no pudo informar acerca de lo sucedido el viernes §. No hay disponibles datos oficiales sobre las victimas, por lo que no es posible saber con certeza ni lo cantidad ni als fiiaciones de los heridos y muertos estudios sociales 31 [segundo somestre 2008) 145 hostil», resultaron infundadas. Tal como indicamos, ningiin acontecimiento ex- traordinario interrumpié la celebracidn patria. La decisién presidencial de resig- nar el proyecto de unificacién de la deuda probablemente contribuyé a apaciguar los dnimos. Al mismo tiempo, sin embargo, provocé una tormenta politica que habrfa de tener importantes derivaciones. E] autor del malogrado proyecto, el ministro Berduc, presenté su renuncia, Mas importante atin, el senador Pellegri- ni, comprometido desde el comienzo en la tramitacién del arreglo financiero, consideré que el repentino cambio de rumbo lo dejaba «en una posicién falsa y ridicula», imposible de aceptar. Desde su banca en el Congreso, Pellegrini le re- proché al presidente el abandono de una iniciativa que conceptuaba benéfica para las finanzas del pats. La actitud de Roca, afirmaba el senador, constitufa una «cobardfa incalificable» ya que no solamente faltaba asi a los deberes que le impo- nia su cargo, sino que ademds pretendfa arrojar «la responsabilidad de una idea, que era propia y de su gobierno, sobre aquellos que habfan colaborado con ella»”. Pellegrini anuncié entonces que rompfa «todos los vinculos» que lo ligaban con el gobierno. En efecto, a partir de ese momento se convirtié en opositor de la administracién roquista y se alejé del partido gobernante para fundar, tiempo después, su propia agrupacién politica. La historiografia ha reparado en los suce- sos de julio de 1901 precisamente por ese motivo, en tanto fueron el factor desencadenante del cisma dentro del PAN. Se considera que el alejamiento de Pellegrini produjo un realineamiento de fuerzas al interior de la elite dirigente y abrié el proceso que, con el tiempo, habrfa de llevar a la reforma del sistema politico”. Nuestra mirada, por el contrario, es diferente. No son las consecuen- cias de la protesta contra la unificaci6n lo que aqui nos interesa, sino la moviliza- cidn en s{ misma y, en particular, los relatos que de ella hicieron los propios contempordneos. Mas concretamente, y pensando en lo que entonces se dijo sobre aquellos cuatro dias de batallas callejeras, deseamos examinar el modo en que fue inculpada la prensa opositora, los argumentos con que se la acusé de haber instigado los disturbios y las razones que por su parte exhibid para defen- derse de tales imputaciones. El papel desempefiado por los diarios es lo que nos 2 Diario de Sesiones de la Cémera de Senadores, 28/01/1901, pp. 141 y 142. 2 Roberto Etchepareborda, op. cit., p. 274; Natal Botana, £/ arden conservador, Buenos Aires, Sudamericana, 1986, p. 224; Roberto Cortés Conde, op. cit., pp. 203 y 204; Ezequiel Gallo, Carlos Pellegrini, op. cit., pp. 68 y 69; Ezequiel Gallo, «La consaldacién dal Estado ..», op. ct, pp. S26 y 827; Jorge Wadell, op. cit, pp. 137-140, También s2 considera que si bien la ruptura con Roca fue lo que, en la inmeviato, provucé el paso ve Pellegrini a fies de la ‘oposizidn, esa transicibn se venta gestando desde tiempo ards. 146 Prensa, manifestaciones y oposicién politica {Inés Rojkind) interesa rescatar aqui, sobre todo porque alrededor de esa intervencién se revela- ban miradas que, en sentido condenatorio 0, por el contrario, entusiasta, estable- cfan una ligazén casi necesaria entre el rol de la prensa y la oposicién al gobierno de Roca, tal como ésta se expresaba en las calles de la ciudad bajo la forma de manifestaciones y protestas piiblicas”. a. «El poder perturbador de la prensa» El Poder Ejecutivo y todos los que en el Congreso votaron a favor del estableci- micnto del estado de sitio aseguraron que el «orden ptiblico» sc hallaba profunda- mente perturbado. Respecto de las causas de esa conmocién, fueron varias las interpretaciones que circularon. Algunos vieron en ello el sintoma de «males nue- vos, propios de la sociedad moderna,» que comenzaban a expandirse también en Buenos Aires y no faltaron, de hecho, las referencias a «los elementos que venidos del extranjero se preparan en las sombras de la anarquia para destruir hoy con piedras y mafiana con bombas». En el contexto del sacudimiento producido por las manifestaciones extraordinarias de principios de julio, afloraron diversas ima- genes inquietantes, temibles, acerca de los peligros que encerraban «estos grandes organismos urbanos». Durante el debate parlamentario, se acumularon las refe- rencias a los multiples «gétmenes perniciosos» que incubaba la sociedad portefia, desde los «bajos fondos» y los «elementos malsanos» que proliferaban en todas las «ciudades populosas», hasta las uresacas sociales» que, expulsadas de Europa, arri- baban a la capital argentina para «destruir todo lo que es orden y libertad», Lo que nos interesa remarcar aqui es que entre esos males nuevos que segtin todos los discursos alarmados habia que apresurarse a atacar «en su rafz», figura- ba también el poder «tan grande como peligroso» de la prensa. El diputado Joa- quin V. Gonzdlez fue uno de los mds decididos sostenedores de la necesidad del estado de sitio y fue, asimismo, quien —con particular insistencia~ sefialé el po- tencial percurbador de las intervenciones periodfsticas. A propésito de la «gravi- sima situacién» creada por la protesta contra la unificacién, Gonzalez afirme 23 Es por eso que, si bien somos conscientes de laimportancia que seguramente tuvo el conflcta politico al interior del PAN en la definicién del escenario en que surgiéy se expandié la protesta, elegimos no considerar ese aspecto en el marco de este trabajo. 24 Ver las intervencianes del senador Miguel Cané, en: Diario de Sesiones de la Cémara de Senadores, 04/07/1901, pp. 106 y 107; y de los diputados Joaquin V. Gonzélez, Ponciano Vivanco y Rufino Varela Ortiz, pp. 269-271, 276-278; 280 y 231. Cabe recordar que Cané y Gonzaiez (ya como ministra de Interor| fueron quianes al afo siguiente, con motiva de ls primera huelge general declarade en Buenos Aires, impulseron la sancidn de la llamada ley de Residen- cia, destinada a reglamentar fa expulsion de supuestos agitadores axtranjeros. estudios sociales 31 [segundo seresire 2006) 147 la prensa se desborda no cs ya un misterio que es el primero y més formidable elemento de disolucién social». Por eso, sostenfa, asf como el gobierno requerfa de facultades especiales para, llegado el caso, efectuar detenciones, impedir re- uniones e incluso deportar a agitadores extranjeros, del mismo modo, precisaba poder «limitar» y «moderar» el lenguaje de los diarios. Sdlo en tales condiciones serfa posible restaurar la paz social”®. Gonzilez subrayaba de ese modo la responsabilidad que, a su entender, le correspondfa a los diarios en el surgimiento de «movimientos colectivos» como el que acaba de conmocionar a los habitantes de Buenos Aires. Esa responsabili- dad, consideraba, era una consecuencia directa de «la facilidad en que la palabra de la prensa diaria es transmitida a todas las clases mds numerosas, mds pobres y desvalidas de la sociedad», Al parecer, por lo tanto, lo que preocupaba a Gonzé- lez era la capacidad que posela el periodismo de alcanzar un puiblico amplio y, ademés, heterogéneo. Tal era, en efecto, uno de los rasgos fundamentales del mencionado proceso de expansién y modernizacién que atravesaba el mundo period{stico portefio a comienzos del siglo XX. Los diarios lanzados a la carrera de la innovacién técnica tenfan que encarar asimismo «el reclutamiento y la con- formacién del nuevo publico lector» surgido con el crecimiento demogréfico y con los avances de la instruccién publica’”. Comenzaron, entonces, a privilegiar ciertas funciones, como la informativa y la comercial, incorporaron novedosas formas discursivas y se vieron también en la necesidad de reajustar sus mecanis- mos de legitimacién. La auonomfa, un aspecto que en general las publicaciones buscaban resaltar sobre sf mismas, se torné en esas circunstancias un anhelo atin més enfitico. La prensa «moderna» debfa ser, por definicidn, objetiva®®. Objetividad, sin embargo, no significaba prescindencia. Los periédicos que lideraban el proceso de renovacién, aquellos que con mds insistencia se procla- maban «independientes» y libres de constrefimientos (como dijimos, La Prensa y La Nacién) cran, al mismo ticmpo, participantes activos en la escena politica. Y 25 Discurso de Gonzile, en: Giaria de Sesiones de la Cémara de Diputedos, OAI07!901, pp. 269-271. 25 Ibidem. Unas semanas después, cuando se votd al laventamiento del estado de sitio, Gonzalez fue el encargado de realzar el balance de lo acontecida durante la vigencia del mismo. En su opinién, a medida habia comportado grandes «benetcios sociales y polticas», entre els, el hecho de que wla prensa ha maderado su lenguaje y ha parmitido que las pasiones, que se agitan y conmueven en este estado de la socieded, se sarenen y tranquilicans. Ver: Diario de Sesiones de la Cémara de Diputados, 29/07/1901, p. 386. 7 Adolfo Prieto, op.cit.,p. 98 28 Sobre la progresivaimposicin de! ideal da independencia y de imparcalidad, propios de un poriodigmo moderno, masivo y comercial, ver Syvie Satta, op. ct, pp. 27-30. 148 Prensa, manifestaciones y opasicién poltica (Inés Rojind] esa intervencidn iba orientada en un sentido muy claro. Como bien advirrié Gonzilez, el aspecto en verdad «perturbador» de la prensa no radicaba solamente en su capacidad de «encaminar los sentimientos populares», sino en la posibili- dad de hacerlo «en contra del gobierno». Ciertamente, los diarios no parecian encontrar en ello contradiccién alguna. Por el contrario, la «independencia» era el criterio que tanto La Prensa como La Nacién esgrimian con el fin de avalar sus juicios fuertemente criticos del gobierno de Roca. Sobre todo esto volveremos més adelante, por el momento importa sefialar que, en el marco de la impugna- cién suscitada por el proyecto financiero, los exponentes de la modernizacién periodistica fueron sindicados como los promotores de una campajia politica desestabilizadora®. No casualmente, quienes asf incriminaban a la «prensa de oposicién», como la llamaba El Pais, eran Tribunay el diario fundado por Pellegrini. Respectivamente voceros del roquismo y del pellegrinismo, ambos diarios asumieron en esa coyun- tura la misién de respaldar de manera publica la transaccién planeada por el presidente y concertada por el senador. Parte de ese esfuerzo publicitario consistié en resaltar el cardcter benéfico del acuerdo logrado con los acreedores extranjetos para la renegociacién de la deuda, «No hay otro propésito que el de salvar el crédito nacional, restablecer el equilibrio financiero y facilitar el desarrollo del progreso», sostenia Tribuna"'. Al mismo tiempo, no obstante, el cje de la estrate- gia defensiva implementada por los promotores de la unificacién se basé en ata- car a quienes la objetaban, Las criticas eran por completo «vacfas» e «inconsisten- tes», aseguraba el portavoz roquista. «Los opositores a la unificacién publican articulos y mds articulos, pero ni un argumento nuevo, ni una raz6n de peso..... No encontrando argumentos serios, recurren a frases huecas y declamatorias. No se roman el trabajo de estudiar el proyecto. Sélo dicen que es malo y detestable», % Discurso de Gonzélez en: Diria de Sesiones de le Cémara de Diputados, 290711801, p. 988. (E) subrayado es nuestro.) 3 En referencia al caso de L2 acid, Julio Ramos sefala el carécter uhibrido» de un giao que, al mismo tiempo ‘que se modemizaba y apelaba @ la @utonomia coma fuente de legitimidad, no por ella desplazaba completamente las funciones politicas y partidaries que habia asumido desde su creacién. Julio Ramos, op. ct. pp. 94 y 96. especto del papel que cumplid La Nacin como canal de expresibn dela oposicion mitrista durante ls década del novecientos, véase Eduardo Zimmermann, «La prensa y la oposicién politica en la Argentina de comienzos del silo: el caso de La Wacidn y el Partido Regublcana», Documentas de Trabajo N’ 7, Buenos Aires, Universidad de San Andrés, 1997. 31 Tribune, 20/08/1801, 9.1 % Trtuna, 29/08/1901, 9.1 estudins sociales 31 [segundo semesire 2006) 149 Habia, empero, algo todavia mds grave que la inconsistencia de los reparos con quese pretendia cuestionar el arreglo financiero, Las supuestas prevenciones de aque- llos que «se presenean ante la multicud como los salvadores del decoro y el erédico nacional», escondian otra finalidad: dos que combaren la unificacién hacen de ella un arma politica», declaré El Pais. Por eso ea imprescindible develar la intenciona- lidad oculta en la profusién de «injurias» lanzadas por los eopositores», porque: «Combatir la unificacién equivale para ellos a combatir al gobierno, y para eso se sabe que no es necesario demostrar nada, Basta con afirmar rotundamente lo peor, lo mds inverosimil y descabellado y repetirlo todos los dias, pucs estd demostrado que no faltan los crédulos de enormidades, sobre todo si se imputan a los gobernantess®* En este caso, los crédulos habjan resultado ser los estudiantes. La ingenuidad y el arrebato de los «muchachos» los convertian en presa facil de los «hipnotiza- dores». En la versién de los érganos oficialistas, los universitarios iniciadores de la protesta contra la unificacién, no eran sino unos «chicos» atolondrados que Iejos estaban de comprender cabalmente ¢l contenido de la complicada opera- cidn financiera que con tanta vehemencia censuraban. «Los jévenes no entien- den y para no trabajar en el andlisis, prefieren aceptar la clasificacién que los opositores profesionales les dan hecha»", Ansiosos de algtin pretexto que les per- mitiera armar un poco de «bulla», habfan salido a repudiar una medida que no entendian ni tampoco les interesaba entender, pero, una vez en la calle y conta- giados de la ufiebre de intoxicacién» que les transmitfan sus instigadores de la prensa, los «nifios terribles» como los denominaba Tribuna— habian realizado algo més que una simple travesura, habfan arremetido contra «tipografias inde- fensas», «lnspiraba lstima el desenfreno de turba universitaria», observaba el diario pellegrinista, mientras su colega roquista lamentaba comprobar que aque- llos «de los que se esperaria lo mejor, los estudiantes, habjan sido ~sin embargo— los protagonistas de actos de intolerancia y de violencia que dafiaban «la cultura y la tranquilidad de la capital y aun el decoro de toda la nacién»’>. 3 & Poi, 7108/1901, p. 6 ¥ Tribune, 210811901, p. % Hf Pals, 02107901, p. 6; 03/07/1807, p. 6; Tribune, O2IO7/1901, p. 1; 03/07/01, p. 1. Los diarcs criticaan igualmente fa wlta financiera» suministreda por el profesor Terry durente su conferencia en I facutad de Derecho: «Admirables efectos de fa palabra del doctor Tarry! Sus chicos, entusiasmados, caliontes, nos han apedreado la imprenta, nos hen rora agin vidri....». Tribune, 02/07/1301, p. 1 150 Prensa, manifestaciones y oposicidn politica {Inés Rojkind] Vemos, por lo tanto, que cuando el rechazo contra la unificacién tomé la forma de manifestaciones callejeras y la «prensa claudicadora» se transformé en blanco de lamultitud, Zrtbuna y El Pais, elevaron el tono de sus denuncias. Ya no era sélo una campajia malintencionada, era un plan elaborado por «agitadores malsanos» que pretendfan «enardecer a la opinién, provocando odios y resistencias»**, No vacila- ron en afirmar que las escenas de «barbarie» presenciadas por los portefios durante aquellos dias habian sido inspiradas (y hasta organizadas) por los «opositores siste- maticos». Las crénicas de lo sucedido a partir del miércoles 3 estzban saturadas de terribles visiones: «huestes agresivas» lanzadas a cometer todo tipo de excesos, «mi- serables» y «forajidos» mezclados en la demostracién estudiantil, explosiones de la «chusma infesta», etcétera. Seguin los defensores del proyecto, el clima de agitacién generado por la propaganda «incendiaria» de los criticos habia congregado esas apariciones amenazantes. Més atin, conscientemente, se habia buscado sugestionar a las masas —cignorantes y excitables»— para arrastrarlas a «los mayores extremos». Segtin El Pats, los actos de «pillaje» cometidos en su contra habfan sido obra de agentes de La Prensa», Los atacantes habian arrancado chapas y letreros, habian roto puertas y vidrieras, y se habian robado el dinero de la caja registradora. «Los restos de esos destrozos fueron luego exhibidos como trofeos en el hall de La Prensa». Aunque hubo algunas referencias hechas al pasar a «los anarquistas, que no han de haber faltado en sus filas», no era ése el espectro que més parecfa turbar a los voceros del oficialismo: «Las manifestaciones que han hecho los socialistas y los anarquistas, en las que to- maron parte obreros pero también elementos peligrosos, no pueden ni compararse con los manifestantes de ayer. En aquellas se prociamé la revolucién social y se grité contra la propiedad, pero nunca se asalté ni saqueé la propiedad» La observacién de Tribuna sorprende, en principio, si se la compara con los alegatos alarmados pronunciados en el Congreso. De hecho, el propio presidente aludié a los sintomas de una «enfermedad oculta» y a la intervencién, durante los disturbios, de «elementos mal avenidos con el orden social, Sin embargo, no % E1 Pais, QUOTING, p. 5 1 &1 Pais, 07/901, p.§; 08/07/1901, p. 6; 06/07/1901, p. §; Zrbuna, 05I07/101, p. 1; OB/07190, p. 1. 38 Tribune, OAl07I'901, p. |. 3 Mensaje del Poder Ejacutivo requiriando del Congreso la autorizacién para decirar el estado de sitio, ver Bolecin Obicel de la Repiiblea Angentna., 08/07/1901 estudios sociales 31 (segundo samestre 2008] 151 creemos que haya que ver en ello una incongruencia. ©, mejor dicho, si tal in- congruencia existfa era, en realidad, el reflejo de la relacién contradictoria que los miembros de la elite mantenian con el ansiado y, a la vez, temible progreso. Por un lado, se alzaban las voces inquietas que advertian los efectos imprevistos 0 no queridos de la modernizacién (entre ellos, la irrupcién del conflicto social), y, por cl otro, emergian las miradas recelosas de los obstaculos que pod{an retrasar su avance, por ejemplo, el retroceso a los tiempos de la «asonada»*. «Lo que se buscaba era un sacudimiento revolucionario, el choque de elemen- tos de las fuerzas populares con los oficiales, el derrocamiento de los poderes actuales», declaré El Pass. Si bien el diario pellegrinista no llegé a ser tan explicito como el senador, quien en el parlamento exhorté a «prevenir el mal antes de tener que renovar las tristes escenas de la plaza Libertad y la plaza Lavalle», el recuerdo de la Revolucién del Noventa impregnaba sus editoriales y también las de Tribuna, Toda alteracién del orden piblico merecfa la mds estricta condena, pues los «sacudimientos anormales» detenfan el progreso y desmentian el grado de civilizacién alcanzado"'. Al abogar por el establecimiento del estado de sitio, ambas publicaciones describfan una situacién en la cual la ciudad parecfa hallar- se al borde de la insurreccién. Las muchedumbres habian sido empujadas a las calles «para asaltar y destruir imprentas, apedrear a los representantes de la na- cién y dar gricos de muerte contra el presidente de la reptiblica». No habfa detras de esos movimientos subversivos un «partido politico organizado», reconocié El Pais, pero -en cambio- se percibfa con claridad el influjo de la «prensa oposito- ra», Segiin esta aseveracién, los diarios no sélo incitaban al desorden y la revuel- “© Muchos de los integrantes de a elit drigente, decididos imaulsores de la modernizecién, eran también quienes abserveban con desconfianga y tamar ls efectos no deseados 0 impravistos que comportaban los cambios. Oscar Tern, Vd intelectual en el Buenos Aires tn-de-sglo (1860-1910). Devas de la ecultura cienttica», Buenos Airs, Fondo de Cultura Econbmica, 2000, pp. 19 v 20. 4 &/ Pais, 0/07/1001, p, 6; tarmbién 040711901, p. 4; Tribune, O2107/901,p. 1; 05/07/1901, p. 7. «La rovolucén esta an la calles, afm Pellegrini en el Congreso. Por su parte, y en implica referencia ala préxima conmemoracidn de la Revolucién de 28 de julio de 1890, el Poder Ejecutivo cludib a los sanversaris luctuoscs, sobre las cuales deberta entenderse més bien un piadoso olidon. Véase, respectivamente, Daria de Sesiones de fa Lémara do Senadhres, ‘407/190, p. 108; y Boletin Ofcial de la Repuice Argentina, 08/07/1901. Como es sabido, los hombres del partido aobernante valoraban especialmente el cancepto de orden pico, al que consideraban le garanta necesaria para el avance del proceso maderizador y, por lo mismo, la prueba de que se habia superado un pasado de atraso y de 20s politico. De ahi fa connotacién que poseia el hecho de que los ciariosoficialstas utiizaran también términos como wmazorea», umontaneray o eindiadan para referirse a las manifestaciones contra f unificacién. Sobre fa importancia de la nacién de orden publica, ver Eduardo Zimmermann, Las dberales reformistes. La cuestin social ‘an le Argentina. 1890-1916, Buenos Aires, Sudamericana, 1864, p. 135. 152 Prensa, manifestaciones y oposicién politica {Inés Rojkind} ta, todavia més grave era la apologia que de ello hacian. Tribunavela con particu- lar desagrado «la excusa que tales actos encuentran en la prensa de esta capital». Las «atenuaciones o justificaciones», consideraba, eran tanto o més peligrosas que la provocacién, ya que «convierten en asonada y sedicién los actos tumultuosos»*, b. «La propaganda enérgica, pero razonada y culta de la prensa independiente» Nuevos y antiguos temores se entremezclaban en las representaciones de una ciudad arrastrada a la conmocién interna, atravesada por profundas perturbacio- nes que hacfan zozobrar el orden publico. Y ya fuera que se advirtiera la presencia de inéditas «pasiones colectivas» nutridas por el desarrollo de la gran urbe, como hizo Joaquin V. Gonzalez, 0 que se denunciaran instigaciones revolucionarias de los «opositores sistematicos», como alegaron los érganos del oficialismo, lo cierto €s que gran parte de las miradas acusadoras apuntaban en una misma direccién: la influencia de la prensa. Pero, gcudl fue la posicién asumida desde el otro lado?, gcémo interpretaron y explicaron los acontecimientos de principios de julio aque- Ilos que eran sindicados como responsables de la explosién popular? Tal como vimos, la batalla contra la unificacién no comenzé en las calles, sino en las paginas de los periddicos. Las criticas surgieron junto con las prime- tas noticias acerca del acuerdo financiero que Pellegrini gestionaba en Londres por encargo del presidente Roca. Desde un principio, los diarios més importan- tes de Bucnos Aires se pronunciaron contrarios al «negociado», como lo deno- minaba La Prensa, Segiin consideraban, la operacién que el gobierno anunciaba como una medida de utilidad publica era, sin embargo, notoriamente desacertada desde el punto de vista técnico y, sobre todo, alramente denigrante para cl ho- nor nacional. En particular, les preacupaban las condiciones ~a su juicio— usurarias requeridas por los banqueros, el «enfeudamiento de las rentas aduane- ras», como denominaban a la cldusula de garantia. Afirmaban comprender las exigencias planteadas por los acreedores, quienes, conocedores de la inestable sicuacién de la economia y de las finanzas del pais, deseaban preservarse, pero esas cargas ~aceptadas sin discusién por la parte argentina» constitufan una «lé- pida colocada sobre los despojos del crédito publico». Por eso, sostenian los ctiticos, y porque significaba otorgarle demasiada capacidad de presién a los ® Tribune, 4107/1901, p. 1. estudios sociales 31 [segundo semestve 2005) 153 intereses extranjeros, el plan de renegociacién de la deuda resultaba «vejatorio y humnillante»®, Las «invectivas» de la prensa, como las llamé el ministro Lord, se acumulaban dia tras dia. La Nacién asegurd que las concesiones hechas a los acreedores supo- nian una claudicacién que ninguna autoridad verdaderamente soberana podia to- lerar, Las aseveraciones de los «diatios opositores» dieron pie para que los defenso- res de la unificacién denunciaran la existencia de una campafia maliciosa montada por los «enemigos declatados» del gobierno. La Prensa y Ta Nacién fueron acusa- dos de manipular la cuestién financiera con propésitos ocultos. No obstante, lo que desde un lado era presentado como animosidad politica, desde el otro aparecia como la necesaria distancia respecto del poder, como la autonomia que el petiodis- mo requerfa para efectuar apreciaciones objetivas e imparciales acerca de los actos gubernamentales. En ese sentido era que La Nacién se autodefinia como «un étga- no de propaganda tolerante, conservadora, ....que cumple con el deber de aplaudir las buenas iniciativas con la misma franqueza y austeridad con que impugna las observaciones que, como en el caso presente, divorcian al gobierno de la opinién»“, La Prensa, por su parte, fue todavia mas allé. No se trataba tan s6lo de dife- renciarse de aquellos que tinicamente cfectuaban «insidiosa y palaciega defensa de los actos gubernativos». La citcunstancia de que su tinico mévil fuera el pa- triotismo del que carecian sus adversarios (atados, ellos sf, por sus lealtades polf- ticas), legitimaba sus razonamientos y sus apreciaciones, pero también la autori- zaba a intervenir para orientar con su «propaganda seria e higienizadorav el pa- recer de esa vopinién publica» cuyas «palpitaciones» decia reflejar“’. Por eso, podia apropiarse del «desagrado undnime producido por el concordato finan- ‘9 La Prensa, 0908/1801, p. 3; 12/06/1901, p. 3; 1908/1901, p. 6; y a Macibn; 1207/1901, p. 5; 14/06/1901, p. 8; 18h 08/1901, p. 4. Recordemos que, tal como explicamas, una dsposicin del contrata destinaba un porcentaje de la renta aduanera para gerantizar ol cabro del empréstito y los otorgaba a les acroedores la posiilldad de intervene Baneu Nacidn con ese fin La Necién, 18/08/1901, p.4. Como explca Eduardo Zimmermann, desde diferentes posiciones se sostenian interpre- taciones iqualmente disimiles acerca de cémo detinir a la auténtica wopinién piblizo. Asi, mintras el cficilismo ‘denurciaba los dictémenes sectarios e interesados presuntemente promovidos desde la prensa politica, los darios ‘pesitores hacian dela wopinién pibican ! tnbunal ante el cual cable jurgera un gobierno calfcada de carupta. Ver: Eduarda Zmmarmann, «Lo prensa y a opasicin paitica ...», op. cit, pp. 8. Como dims, el diario mantenia en esta etapa su filacion partidaria, actuanda coma instrumento de los partidos mitristas. En ese sentido el afan de autanomia no se traducia todavia, como ocurria algunas afias més tarde, en una clara voluntad de wascender la identficacién con ura determinada posicibn politica, Sobre este Gitimo aspecto véase: Ricardo Sidicara, La pattica mirada desde arrita. Las ideas det ara \a Nacion. 7209-1986, Buenos Aires, Sudamericana, 1883, p, 19. 4 La Prensa, 26/06/1901, 9. 3 154 Prensa, manifestaciones y oposicién politica (Ines Rojkind} ciero», fundamentarlo con su andlisis presumiblemente serio y pormenorizado y,a continuacién, declarar su desconcierto ante la ausencia de «explosiones rui- dosas de la indignacién publica» que tradujeran ese desagrado en acciones con- cretas, «enérgicas» De ahi la satisfaccién con que el diario saludé el advenimiento de la «protesta de la juventud», como en seguida la denoming; «parece una réfaga de aire puro que viniera a sanear el ambiente», afirmé. Tampoco La Nacién oculté su confor- midad ante el inicio de la movilizacin uniyersitaria, «nos complace que la ju- ventud tome participacién en las grandes cuestiones vinculadas al interés piibli- co», expresd. Desde el punto de vista de quienes venian insistiendo en el repudio a la unificacién, la iniciativa de los estudiantes constituia un «acontecimiento moral y politico» en todo sentido encomiable, «por la espontaneidad y la rapidez de la explosidn, por la actitud desinteresada de sus promotores y por la nobleza del propésito»’”. Evidentemente, la referencia al cardcter espontineo del movi miento iniciado en la Facultad de Derecho tenia por objeto refutar las denuncias sobre la fluencia perniciosa, agitadora, que los discursos periodisticos habian efectuado en el dnimo juvenil. No obstante, cra la confluencia con sus propias titicas y razones lo que, a los ojos de los diarios, hacfa del reclamo elevado por los jovenes una causa digna de apoyo. Ya en la calle, reunidos en manifestacién, los universitarios retribuyeron con aclamaciones y otras muestras de simpatfa el respaldo que les brindaba la «prensa independiente», pero, gen qué consistid exactamente tal sostén? Como ya indica- mos, La Prensa y La Nacién publicaron en primera plana la solicitud dirigida a los diputados para que rechazaran el proyecto que contaba con la media sancidn del Senado. Comunicaron, asimismo, las resoluciones de la comisién organiza- dora y los detalles de cada una de las convocatorias que efectud: la conferencia del profesor Terry y el mitin del migrcoles 3 para la entrega de la peticién. A propésito de este segundo evento, el mds importante, La Prensa efectué un elo- cuente llamado a fin de que la concurrencia al «grande y solemne meeting» que preparaba la «juventud intelectual» sirviera para demostrar la magnicud de la impugnacién suscitada por el plan financiero del gobierno", Acompaitar la pro- testa suponfa también defender a sus promotores de las «acusaciones infunda- das» que para desacreditarlos formulaban el «oficialismo» y sus voceros: € La Prensa, 13/06/1901, p. 3; 23/06/1901, p. 6; 24/06/1901, p. 4. *) La Prensa, 23/06/1901, p. 6; también La Nacién, 25/08/19 #8 La Prensa, 03/07/1901, p. 5. estudios sociales 31 [segunda semestie 2008] 155 «Esa juventud, que viene a ponerse en la vanguardia del movimiento de opinién contra aquel proyecto desastroso, y en cuyas filas figuran alumnos sobresalientes ..s No constituye una turba ignorante a la cual pueda inferirscle el agravio de lan- zarle al rostro la incapacidad y la inconsciencia»®, Claro que esos mismos estudiantes distinguidos que, segtin La Prensa, objeta- ban la unificacién no por capricho ni por arrebato, sino porque antes ~aplicada- mente~se habian informado c instruido sobre sus inconvenientes, fueron quienes luego dedicaron wostensibles muestras de condenacidny a los sostenedores puibli- cos de la negociacién®, Aun cuando no omitieron referir con detalle las agresiones suftidas por sus colegas, ni La Nacién ni La Prensa acompafiaron esos relatos por- menorizados con algo més que tibias expresiones de censura que contrastaban con las crfticas al proceder policial. Los wexcesos» habfan sido obra de «grupos aisla- dos», aseguraba La Nacién, pero los agentes, «olvidando toda contemplacién», habfan cargado contra los manifestantes obligdndolos a disolverse. Los estudiantes acudieron entonces al amparo (muy concreto, esta vez) que les ofrecieron sus pa- trocinadotes periodisticos. Perseguidos por las fuerzas del orden, muchos busca- ron refugio en el edificio de La Prensa, «cuyas puertas les fueron abiertas, vista la situacién critica en que la policia habfa colocado a ese grupo selecto de jévenes»™. A partir del miércoles 3, cuando el acto para la entrega de la solicitud a los diputados derivé en importantes disturbios callejeros, result6 claro que la demos- tracién universitaria se transformaba en algo mas grande, en una «sublevacién popular», definié La Nacién. Sin embargo, la prensa critica de la unificacién no modificé el tono ni el contenido de sus opiniones. En ningtin momento se em- plearon términos como «turbas» 0 «bajos fondos». No se hizo alusién alguna a asonadas, sediciones ni, mucho menos, explosiones anarquistas. Por el contrario, se celebré la incorporacién del «pueblo» a la protesta iniciada por los estudiantes: 48 La Pronsa, 0310711901, p. §. 50 /a Prensa, (3/07/1901, p. 8. De las crdnicas surge daramente que las atropellas efectuados conta ls imprentas de los diario oficialistas fueron conducidos por estudiantes que verian de asistr @ la conferencia dada por el profesor Terry en la facuitad de Derecho. La participacicn de los jévenes en fos hechos violontos se reiterd duranto los dias siguientes 5) Ja Prensa, 0307/1801, p. 5; La Nacién, 03/07/1801, p. 3. Especialmenteinteresade en subrayar la tendencia del gobiemo a empiear a ccactin, La Prensa relat6 una supuesta reuridn en la que el presidente, sirtadisimo por la viva oposiciin que desde fs calles el pueblo hace a su gobiernoy, habria cancertada con el lefe de Policia que las mmanifestaciones serian disueltas «sin omitr ls formas més violentos», La Prense, CS/07/1901, p. 5. Ningun otra crénia, sin embergo, dio cuenta de esas drdenes de Roca. 156 Pronsa, manifestaciones y oposicién politica [Inés Rojcind] «Lo que al principio se pensé que era simplemente una manifestacién estudiantil motivada por cuestiones de cardcter moral, result6 ser el punto de partida de un movimiento nacional de protesta»’*, Los jévenes no reclamaban en soledad. La «intuicién patriéticay contraria a la transaccién convenida por el gobierno se apoderaba también de las «mmasas popu- lares» y las llevaba a sumarse a la protesta, con el «calor de sus sentimientos» y la cenergia de sus impulsos». Los hechos violentos se encadenaron el mi¢rcoles y el jueves: los ataques reno- vados a las imprentas oficialiscas, el asalto a las residencias del presidente y del senador Pellegrini, los choques en la plaza de Mayo, los heridos y los muertos. La Nacién lamenté que hubiera quienes se dejaban «arrastrar por las pasiones», pero se ocupé asimismo de aclarar que «esos arrebatos de la mulritud» eran, en reali- dad, «un sintoma exagerado y tumultuoso del estado de la opiniénm, La existen- cia de ese estado de opinion compartido, de ese «clamor de provesta» que flotaba en la ciudad, era lo que permitéa entender (y explicar) el desborde popular. Nue- vamente, con mayor énfasis atin, se sefialé la espontaneidad de los estallidos registrados en aquel «ambiente caldeado». Mientras arreciaban las acusaciones en su contra, los supuestos predicadores se ocupaban de recalcar la «rapidez ¢ intensidad sorprendentes» con que el epueblo enfurecido» habfa tomado las ca- Iles «en forma espontinea, sin la direccidn de jefe alguno»’. Y una vez mas, también, fue la «actitud fiera y agresiva» de la policia lo que las crénicas de los combates callejeros buscaron resaltar. Agentes armados «con sus mausers (sic) y carabinas» recorrfan los alrededores de la plaza Mayo, «despejan- do las veredas», pero cada nueva embestida de los guardias a caballo ~se quejaba La Prensa~ provocaba que «un sinntimero de personas rodaran por cl suclo y fueran atropelladas»’S. Las objeciones al uso de la fuerza para reprimir la protesta se incrementaron cuando el Poder Ejecutivo solicité y obtuvo del parlamento la autorizacién para instaurar el estado de sitio en Buenos Aires, el jueves 4 por la noche. La medida, consideraban los diarios, era «abusiva ¢ infundada», pues nila paz social ni el orden politico se hallaban en verdad amenazados. No existia una £ La Nacidn, 0510711901, p. 5. De modo irénico, el dari le restd crédito @ las aseveraciones sequin las cuales, wa ciudad habria estado durmiendo tranquila sin darse cuenta que lo hacia sobre el volcan del anarquismon $3 La Pransa, 0307/1901, p. §; 0407/1901, p. §. La Prensa, 0s/07/1901, p. §; 31/07/1901, p. 4. 55 La Prensa, 08/07/1801, p. §; 31/07/1901, p. 4. estudios sociales 31 [segunda semesire 2008) 157 situacién de conmocién interna que ameritara la adopcidn de disposiciones ex- cepcionales, sélo «la rotura de algunos vidrios, la algaraza levantada por el pueblo en las calles como protesta contra proyectos en debate, la propaganda enérgica, pero razonada y culta, de la prensa independiente», El gobierno no habfa querido ofr ni la una ni la otra, habla permanecido insensible a las advertencias periodisticas, primero, y a las demandas de los mani- festantes, después. Ese desdén era lo que se le reprochaba. «Los diarios criticaban el descuido de la voluntad del pueblo y la falta de confianza en su buen juicion™, Segiin La Prensa, el presidente «se desesperd al verse demandando por la opi- nidn» y opté por recurtir a la coaccién. El estado de sitio podia servir para «im- poner cl orden material en las calles», observaba La Nacidn, pero el sentimiento «aplaudible y resperable» que alimentaba la protesta continuaba lacente y preten- der acallarlo por la fuerza revelaba una actitud antidemocratica y autoritaria. Se acusaba a la prensa, se la sefialaba como supuesta instigadora de los desérdenes, y, sin embargo, una gran cuora de responsabilidad por lo sucedido les correspon dia, en realidad, a las autoridades, porque «la violencia se desaté cuando se com- probé que las esferas oficiales se mantenian indiferentes frente a una resistencia que intenté ser moderada y ordenada»”, IV. AMODO DE CONCLUSION: LA PRENSA Y EL PUEBLO CONTRA LA INDIFERENCIA DE LOS GOBERNANTES Dijimos en la presentacin que junto con las contiendas libradas en la calle hubo también batallas periodisticas, pugnas en las que se contraponfan interpretaciones y juicios: muchachos hipnotizados o jévenes patriotas, turbas desenfrenadas o el pueblo indignado, la prédica incendiaria de la prensa opositora la propaganda ecudnime y benéfica de los érganos independientes. Un aspecto en particular de 58 La Prensa, 31/07/1801, p. 4. Segin La Nacién, el estado de sitio ere una «medida indtl y contraproducenten, pues implicaba «apretar las valvulas cuando la tension aumentan tornando {a situacién ain mas inestable. También en a Congreso hubo algunas voces -minoritarias- que consideraban que las tircunstancias creadas por unos cuants sini dentes callejeros» no ameritaban \a adopcidn de recursos extraordinarios. Quienes asi opinaban criticar on la estrategia ‘epresiva implementada por el gobierno, consideraban que se habia procedida con «demasiada lenidad» al principio y con un wexceso de energian luego, cuando s2 pretendia imponer et astado de stia. Véasa, por ejemplo, el ciscurso del dlipurzdo Joaquin Castellanos, en: Diario ce Sesiones ue ls Cimara de Dioutedos, 04/07/1801, pp. 271 y 272. 5 Le observacidn pertenece al ministro norteamericeno, ver: Courtney Letts de Espil, op. cit., p. 123. 5 La Pronsa, 3407/1901, p. 4; 4a Macién, 05/07/1901, p. 5. La referencia hecha por La Maeda at vautonter'smo» del gobierno fue lo que probablemente mativé la medida de clausura que se fe impuso al ciao. 158 Prensa, manifestaciones y oposicin politica {Inés Rojkind} esa controversia discursiva es el que nos interesa subrayar ahora, a modo de conclu- sién, para a partir de ello rescatar ciercas imagenes que de la protesta ptiblica cons- trufan los petiddicos que, como La Prensa, se proclamaban portavoces del pueblo. Ofuscado por las demostraciones contrarias a la unificacién, El Pais senten- cid: «es hora de decidirse entre el gobierno tumultuatio de la calle o el gobierno institucional y organizado, entre la muchedumbre inconsciente e irreflexiva o los representantes publicos». Por el contrario, cuando todavia se aguardaba el dicta- men de la Cémara de Diputados (antes del estado de sitio y del retito del proyec- to), La Prensa no dudé en instar a «todos los factores sociales» para que en un «gtandioso movimiento» y con «el incontrastable empuje de los designios sobe- ranos», obligaran al gobierno a «retroceder en sus intenciones». No alcanzaba con que los diputados discutieran el proyecto, «la opinién debe deliberar al mis- mo tiempo que delibere el Parlamento», reunida frente al Congreso. Por eso también, cuando —en efecto- el presidente resolvié suspender el tratamiento de la ley financiera, el diario pudo afirmar, entusiasmado, que felicitaba al pueblo triunfador y que se enorgullecia de «pertenecer a sus filas y servirle de érgano»”. Los periddicos desde sus colurnnas y el pueblo en la calle, tal era -en la concep- cién de La Prensa—la manera en que se expresaba esa cuota de la soberanfa popu- lar no delegada en las autoridades ni cedida a los representantes. El problema, no obstante, era que asf como el gobierno del presidente Roca violentaba, por medio del fraude electoral, la voluntad popular tal como se pronunciaba en las urnas, de la misma manera desofa las voces que se manifestaban en las paginas de los diarios en las plazas y calles de la ciudad. Esa resistencia de las autoridades a escuchar los intereses, pareceres y necesidades de la «voluntad soberana del pueblo» era lo que los diarios que se anunciaban «independientes» (La Prensa, sobre todo, pero también La Nacién) le reprochaban a Roca y a sus funcionarios. No hay que alvidar que La Nadién tesponsabilizalza al gobieino par haber provacado con su indiferencia el estallido de una protesta inicialmente moderada. La Prensa fue todavia més alld y hablé de una etevolucién sin armas ni legiones» llevada a cabo por cel pueblo» en aquellos dfas de julio de 1901 «que deberdn ser memorables»®. Indicamos con anterioridad que los diarios que lideraban el proceso de mo- 58 £/ Pais, 03/07/1901, p. 5; La Prensa, 04/07/1901, p. 5 y 3/07/1901, p. 4. 80 La Prensa, 31/07/1901, p. 4. El control sobre el sufragio era el aspecto que concentraba todas las abjeciones y reclamos que les ciarics «opositores» dirgian al gobierne. El fraude engendraba un sistema politico poco represen tativo y corrupto que, a su ver, conducia esa administracion «funesta» que denunciaba La Prensa, En particular en las afirmaciones de La Prensa repercutian el tono y el sentido de los discursos impugnadores del «régiens que, en studios sociales 31 (segundo semestre 2006] 159) dernizacién periodistica no parecfan dispuestos a ceder una decidida voluntad de intervenir en la escena politica, en nombre de la objetividad con la que pre- endian diferenciarse de los voceros del «oficialismon. La tensién que de allf po- dia surgir se resolvia haciendo de la postulada autonoméa la credencial que auto- rizaba la critica abierta y tenaz de la gestién roquista. El eje de esa critica, el error del que se derivaban todos los demas, era cl desinterés, incluso el desprecio, con que los gobernantes «obcecados» rehusaban atender los dictamenes de la «opi- nién puiblicas, El plan de unificacién de la deuda era el ejemplo més acabado de los desaciertos en los que incurria un gobierno divorciado de la opinion. A pesar de las advertencias de los petiédicos y de las expresiones piiblicas de desacuerdo, el presidente se habia empefiado en sostener hasta iltimo momento ese proyecto «nefasto» que, como tantos otros planes «a cual més desatentado», ponta en ries- go «la fortuna y los destinos presentes y futuros de la Reptiblica»®". Evidentemente, continuaba operando la relacién entre prensa y politica que, tal como ha sido estudiado, fue uno de los rasgos caracterfsticos de la formacién de una esfera publica en Buenos Aires, en la segunda mitad del siglo XIX. Los diarios actuaban como «foros» donde se desplegaban los discursos politicos y, ademéds, lejos estaban de querer desprenderse de la funcién de representar y for- mar ala «opinién ptiblica». Y, sin embargo, en el momento aqui analizado, en- contramos tensiones nuevas, que modificaban los términos de esa relacién: por un lado, y mds que antes, la bisqueda de autonomfa resultaba una prioridad aun cuando los periddicos no abandonasen sus funciones politicas; por el otro, la interlocucién con unos gobernantes acusados de desoir a la opinién se tornaba un motivo de conflicto y no de legitimacién®, El afin fiscalizador que oientaba las crénicas y las interpretaciones de los periddicos autoritulados «independientes», era el argumento del que se valfan quienes los acusaban de opositores «sistemdticos» y wagitadores». Pero, era ese nombre dela Constituciin vuinerada, avelaban las acciones reparadora, incluida ~como habia sido fa aspiacidn en 1890- la posibildad de una revolucin que Viera a resttuir el orden de cosas violentado. Sobre esto ditimo véase: Paula Alonso, «Los origanes ideolégicas de la Unin Civica Radical», Qocumentos de Trabajo N° 12, Buenos Aires, Universidad Tarcuato Di Tella, 1294; Natalio Botana y Ezequiel Galo, Qe fa Repiiiica posible a fa Replica verde. era (1680-1910), Buenos Aires, Ariel, 1997, pp. 35:41. 61 La Prensa, 12/06/1901, p. 3; 13/08/1901, p. 3; La Nacién, 18/06/1901, p. 4. € Sobre la prensa, la poltica, la conformacin y al funcionernignto de ura esferaprblica@ part de a mitad del siglo IX, ver: Hilda Sabato, La politica en las calles. Entre el voto y la movilaciin. Buenos Aires, 1862-1860, Buenos Aires, Sudamericana, 1996, pp. 64-71, 275-281. Acerca de la relaci6n entre los diarios y cl sistoma politico a fines de! siglo, véase: Tim Duncan, «La prensa politica: Sud-América, 1884-18979, en Gustavo Feary Ezequiel Gallo (comps), op. ct 160 Prensa, manifestaciones y oposicién politica (Inés ojkind] papel, asimismo, el que el puiblico reconocia, aprobaba y celebraba. Los manifes- tantes que gritaban contra la «prensa claudicadora» y apedreaban sus imprentas, al mismo tiempo «saludaban en su trayecto a los diarios que combaten la unifica- cidn», Los as! favorecidos por la adhesién popular, comentaban complacidos las muestras de simpatfa que cosechaban. «El pueblo se congregé frente a los diarios independientes para formar columnas numerosas, que prorrumpfan en gritos de {Abajo la unificacidn!». Aquellos cuya protesta el gobierno desdefiaba o reprimia, recurrian entonces al amparo de quienes si los escuchaban: los redactores de La Prensa y de La Nacién que los recibian en sus edificios, les permitfan exhibir allf sus consignas, les dirigfan palabras de aliento y les ratificaban su apoyo". Ese vinculo estrecho entre la prensa y los manifestantes se fundaba en la disputa comin que libraban contra unas autoridades demasiado propensas a la indiferen- cia. De tal concepcién se derivaba una representacién de la movilizacién puiblica que la mostraba, ante todo, como la instancia en la cual los portefios (el pueblo) ocupaban el espacio urbano con el propésito fundamental de hacerse escuchar. La imagen del reclamo popular alzado contra un gobierno sordo y, a la vez, autorita- tio era lo suficientemente amplia como para incluir causas muy disimiles, desde la protesta de los estudiantes contra el proyecto de unificacidn en julio de 1901 has- ta, por cjemplo, las rcivindicaciones obreras que cobraban fuerza a comienzos de! novecientos“. Durante los afios de la segunda presidencia de Roca y en el marco del tono por demés critico con que juzgaba su gestién, La Prensa fue quien explo- t6 sa imagen con mayor consistencia, Pero también La Nacién muchas veces interpreté las protestas callejeras desde una perspectiva semejante, al igual que lo hizo E/ Pais cuando, luego del cisma en el PAN y del giro dado por Pellegrini, se sumé al coro de los censores del «oficialismo roquista», como pasé a denominarlo. Las manifestaciones, fenémeno caracteristico de la metrépoli moderna que era Buenos Aires a comienzos del siglo, motivaban en quienes las contemplaban sensaciones variadas, por momentos contradictorias. La inquietud que causaba El miércoles 3 por la nache, «una columna compuesta por miles de ciudadancs» sa presenté en el edifco de La Prensa requirienda que un redacior les diigiera algunas palabras. El personal del diac wrecibi al pueblo can ‘aplausose y con felicitaciones parla eprueba de virlidad civica» que estaban ofteciendo. Una escena similar habia ‘enido lugar mis ternprano en La Wecrdn. Ver La Prense, OMO7NSO!, p. 8; y La Nacidn, 04/07/1901, p. 5. 6 En ese sentido, si bien continuabs operando ‘a dindmica de una vcultura de fa movilizecién» en fa que los darios fposefan un papel fundamental en tanta formacares y activadores de la «opinidn pblican, se evidenciaban en ese momento elementos que en el periodo estusiado por Hilda Sabato, y tal como ela misma seal, no habian estado prasentes, principalment: la emergencia de cuestionamientos ala autoridad y ‘a expresién en fa calle de anteganis ‘mos sociales y politicos. Véase: Hilda Scharo, op. cit, pp. 273-282. estudios sociales 31 [segundo semestre 2006] 161 la irrupcién de nuevas presencias comportadas por el progreso (presencias andni- mas, extranjeras, trabajadoras), se mezclaba con la preocupacién por la supuesta pervivencia de resabios de un pasado que se crefa y queria superado (la asonada, la sedicién, las huestes movilizadas con fines subversivos). El mitin engendraba también miradas curiosas, admiradas del espectéculo que brindaban las multicu- des desfilando por las calles céntricas de la ciudad®. A la par de estas imagenes, conviviendo ambiguamente con ellas, se desplegaba la representacidn del pucblo que demandaba ser escuchado y tenido en cuenta por los «sefiores poderosos», como en alguna ocasién los lamé La Prensa, Los diarios que se proclamaban cindependientes» (y eran acusados de «opositores») se convirtieron en los princi- pales constructores y propagadores de esa concepcién que los involucraba direc- tamente, en tanto se presentaban como la caja de resonancia de las voces desot- das en las esferas gubernamentales. Registro bibliografico Descriptores - Describers ROUKIND, INES ‘gobierno de Roca / unificacién de la deude externa / mani «Pransa, manitestacicnes y oposicin politica. Le protesta festaciones / prensa / oposicin politica / imagenes de la contra [a unificacién de ta deuda en julio de 1901», ESTU- protesta publica. DIOS SOCIALES. Avista Universitaria Semestral, Afi XV\,N° 41, Santa Fe, Universidad Nacional del Litoral, sagundo se- Roca Government / external debt unitication / manifestation mestre, 2006 (pp. 137-162). / press | political opposition { public pratest images 65 En el caso de las manifestaciones abreras, por ejemplo, fa carga amenazante qua comportaa la presencia dela protesta sorial en la calle se combinaba con en entusiasmo que despertata la demostracién en tanto espectécuio. Advién Gorelk, La grila y ef porque. Espacio publica y cultura urbane en Buenos Aires, 1887-1996, Buencs Aires, Universidad Nacional da Quilmes, 1998, p. 197. 162 Prensa, manifestaciones y oposicion politica (inés Rojkin¢]

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