SOBRE LA PAZ (VIII) 43
los primeros la democracia no se alteré ni se trans-
formé durante muchos afios y bajo los segundos en
poco ticmpo fue destruida dos veces *, Los destierros
decretados por los tiranos y por los Treinta no acaba-
ron gracias a los sicofantas, sino por medio de los que
odiaban a éstos y gozaban de la mejor fama por su
virtud. Al mismo tiempo que se nos olvidan tales 124
recuerdos y eémy actud la ciudad baju el gobiernu de
cada uno de ellos, tanto nos agradan las malicias de
los oradores que, a pesar de ver que gracias a la
guerra y revueltas por ellos producidas, han sido
privados muchos ciudadanos de sus herencias pater-
nas *, y éstos, en cambio, han pasado de pobres a ricos,
no nos indignamos ni envidiamos sus éxitos. Por el 125
contrario, soportamos que se calumnie a la ciudad de
injuriar e imponer tributos a los griegos, mientras que
esta gente recibe el provecho, y de que el pueblo, que
segun dicen ellos debe mandar a otros, esté en peor
situacién que los esclavos de la oligarquia. Entretanto,
ellos, que no tienen bien alguno, han Ilegado a ser los
més présperos desde una situacién modesta gracias
a nuestra estupidez. Pericles, que fue jefe popular
antes que éstos, recibié una ciudad cuya manera de
pensar era peor que antes de tener el imperio, pero con
una politica atin soportable”, y no acrecenté su for-
tuna particular, sino que dejé una ‘hacienda inferior a
la que heredé de su padre, pero Ilevé a la acrépolis
ocho mil talentos, ademas de los tesoros de los tem-
L
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plos, En cambio éstos tanto se diferencian de aquél 127
% En los aiios 4{1 (gobierno de los Cuatrocientos) y 404
a, C, (derrota de Atenas en la guerra del Peloponeso).
% Puede ser una referencia a la pérdida del patrimonio del
propio Isécrates.
Si No se trata de un elogio entusiasta de Pericles, pero si
de su probidad y desinterés. Un juicio parecido sobre Pericles
en ARisT6T., Const. de Aten. 28, 7.