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> siglo veintiuno editores, s.a. de c.v. (SERR GEL AGUA 248, DELEGACION COVOACAN, 0210. MEAD, OF ‘siglo xxi editores argentina, s.a. LAVALLE 16349360 1.4 C-1CAMAAN. BUENOS ARES, ARGENTINA El desarrollo del capitalismo en América Latina Agustin Cueva siglo vertano Premio ensayo Siglo XX! jeditores pares crap TH Woe aN SL pera dai hi mars pase rien ei 1977 Ceara, emai 1090 oe | | ‘came ise oe © siglo xxi editores, s.a. de c.v. Senses (Pp <4) derechos reservados confer ey impreso y hecho en méxico/printed and made México INDICE INTRODUCCION A LA DECIMOTERCERA EDICION 1. LAS ESTRUCTURAS PRECAPITALISTAS, ANTESALA DEL SUBDESARROLLO- 2. LA PROBLEMATICA CONFORMACION DEL ESTADO NACIONAL 3. LAS LUCHAS SOCIALES ¥ SUS PERSPECTIVAS DEMOCRATICAS 4, EL PROCESO DE ACUMULACION ORIGINARIA 5. EL DESARROLLO OLIGARQUICO DEPENDIENTE, DEL CAPITALISMO 6. LA ESTRUCTURACION DESIGUAL DEL SUBDESARROLLO 7. FL ESTADO OLIGARQUICO 8. LA LUCHA DE CLASES Y LA TRASFORMACION DE LA SOCIEDAD OLIGARQUICA 9. EL PROCESO DE INDUSTRIALIZACION Y EL PROBLEMA DE LA CRISIS 10. AUGE ¥ DECLIVE DE LA ECONOMIA DE POSGUERRA 11, ACUMULACION DE CONTRADICCIONES Y CRISIS GENERALIZADA DEL SISTEMA. 12. PROBLEMAS Y TENDENCIAS ACTUALES POSFACIO. LOS ANOS OCHENTA: UNA CRISIS DE ALTA INTENSIDAD, 65] i 3 48 65 79 101 127 144 165 184 201 219 239 INTRODUCCION A LA DECIMOTERCERA EDICION ACTUALIZADA Doce afios han pasado desde la aparicién de este libro, pero el mundo en general y América Latina en especial han sufrido tantas transformaciones que el tiempo transcurrido pareciera infinitamente mayor. Hacia mediados de 1977, cuando termi- nabamos de redactar el trabajo, probablemente nadie se hu- biera arriesgado a pronosticar el triunfo relativamente cerea- no de la revolucién sandinista, y muy pocos conocian la existencia de una nacidn llamada Granada, Menos ibamos a conjeturar que esta isla podia ser ocupada por tropas yanquis en 1983, 0 que el congreso estadunidense adquiriria el habito de deliberar, de manera abierta, sobre la cantidad de fondos disponibles para agredir militarmente a Nicaragua o sobre la conveniencia de invadir 0 no Panamé. Con absoluta impuni- dad, ademis. De igual manera era dificil asegurar, aunque la tendencia fuese ya perceptible, que hacia finales de la década siguiente Jas dictaduras militares iban a ser pricticamente barridas de Ia faz de América Latina; como imposible resultaba vaticinar, a menos que fuera en un arrebato de aparente delirio, que el modelo econdmico implantado por esas dictaduras iba a per- manecer intacto y hasta acentuar algunos de sus rasgos més negativos, bajo la égida de gobiernos de filiacién socialdemé- rata, Y tampoco era previsible la celeridad con que el espec- tro politico de a regién habria de trasnacionalizarse, a tal gra- do que el establishment del area quedase representado por tres solas corrientes: Ia que acabamos de mencionar, la demécrata- cristiana y la de la “nueva derecha’’ Pero quizas el hecho menos imaginable hace diez 0 doce afios, y que sin embargo trastrocaria por completo nuestro des- 0), 8 INTRODUCCION tino, es la profunda crisis en que se sumié América Latina a partir de 1982. Por primera vez en este siglo tenemos que ha- blar unanimemente de por lo menos un “decenio perdido par ral desarrollo” y, también por vez primera, las nuevas gene- raciones saben de antemano que el nivel de vida que les espera seri inferior al de sus padres. En el umbral de sus quinientos afios de existencia “latina”, esta América mestiza se encuen- tra ademés flotando, como nunca, ala deriva, sin un perfil his- térico claro ni un proyecto politico y econdmico que la defi- nan. Ello, en un complejo contexto internacional caracterizado ppor la despiadada recomposicidn del sistema de dominacién hegemonizado por Estados Unidos, ai como por la aguda crisis ‘en que se debate la casi totalidad del mundo socialista. Son estas preocupaciones, entre otras, las que nos han mo- tivado a escribir el posfacio que incluimos en la presente edi- cidn, con los resultados de una serie de investigaciones reali zadas a lo largo de la década de los ochenta. Agradecemos, como siempre, a la Facultad de Ciencias Politicas y Sociales de la UNAM, y muy en particular a su Centro de Estudios La- tinoamericanos, por las grandes facilidades brindadas para nues- tro trabajo; a Raquel Sosa por su colaboracién en la elabora- idn de este libro, y a los lectores por la generosa acogida dada al mismo. México, octubre de 1989 Cuando soné la trompeta, estuvo todo preparado en Ia tierra, y Jebovd repartié el mundo ‘a Coca-Cola Inc., Anaconda, Ford Motors, y otras entidades . .. Pablo Neruda: Canto general 1, LAS ESTRUCTURAS PRECAPITALISTAS, ANTESALA DEL SUBDESARROLLO; En su ensayo titulado Dialéctica de ta dependencia Ruy Mauro Marini afirma que “‘no es porque se cometieron abusos en contra de las naciones no industriales que éstas se han vuelto-econdmicamente débiles, es porque eran débiles que se abus6 de elas”? Afirmacién que contiene una dosis grande de verdad, pero a condicién de ser dialectizada y precisada. Dialectizada, para no perder de vista Ia esencia del subdesarrollo, que no es otra cosa que el resultado de un proceso en el cual las burguesias de los estados més poderosos abusan de las naciones econémicamente dé- biles, aprovechando precisamente esta condicién, a la vvez que es0s abusos perpetiian y hasta ahondan tal debi- lidad, reproduciendo en escala ampliada, aunque con mo- dalidades cambiantes, los mecanismos bésicos de explo- tacién y dominacién. Y precisada, con el fin de determinar en qué consis- ti6 esa debilidad inicial, que en nuestro caso se identi- fica con la “herencia colonial” y la configuracién que a partir de ella fueron adquiriendo las nuevas naciones en su primera etapa de vida independiente, Pues es claro que 1a plena incorporacién de América Latina al sistema capitalista mundial, cuando éste alcanza su esta- dio imperialista en el ultimo tercio del siglo 24x, no ocurre a partir de un vacio, sino sobre la base de una matriz econémico-social preexistente, ella misma moldea- 4 Ruy Mauro Marini, Dialéetica de la dependencia, México, Ed, era, p. 31. tn] 12 LAS ESTRUCTURAS PRECAPITALISTAS da en estrecha conexién con el capitalismo europeo y norteamericano en su fase protoimperialist Situacién que nos coloca ante la complejidad de un proceso en el que lo interno y lo externo, lo econémico y lo politico, van urdiendo una trama hist6rica hecha de miltiples y reciprocas determinaciones, que se expresan y desarrollan a través de una concreta lucha de clases. Nuestra independencia, bien lo sabemos, dist6 mucho de ser un alumbramiento sin dolor; aqu{ como por do- quier 1a violencia desempefié el papel de comadrona de Ia historia. Ademés del elevado costo en vidas huma- nas y de los cuantiosos gastos militares propiamente tales, el proceso de emancipacién implicé la desarticu- lacién del sistema econémico preexistente, en parte ‘como consecuencia inevitable de las acciones bélicas y en parte como consecuencia, més inevitable atin, de la ruptura de los vinculos con Ia potencia que hasta enton- ces habfa constituido el punto obligado de gravitacién de las formaciones sociales latinoamericanas en cierne. Si en la afectaci6n de los centros productivos —agricolas y mineros especialmente— el primer factor parece ha- ber pesado mds que el segundo, es claro que en el des- vertebramiento del circuito comercial los términos se invirtieron. La propia estructura colonial de la época, que tenia como je el control metropolitano del comer- Gio, determin que a rafz de In independencia se pro- dujera una suerte de “‘vacfo” en este punto, vacio que por ast decitlo venfa a consumar la desatticulacién del sistema todo. Elevado como en verdad fue, el precio pagado por Ia independencia debe ser ubicado sin embargo en su justa dimensién: esto es como un hecho coyuntural, in- herente a cualquier proceso de emancipacién, y que por Jo tanto no puede convertirse en explicacién ltima de nuestra debilidad. Aun admitiendo que ciertos “males” hayan surgido de este conflictivo momento, queda por LAS ESTRUCTURAS PRECAPITALISTAS 13 averiguar cudles fueron las causas profundas que trasfor- maron en una suerte de endemia aquello que sobre una base estructural diferente hubiera podido ser solamente tuna dolencia pasajera. Para esto hay que empezar por recuperar [a significacién exacta del hecho colonial. Si con algén movimiento fundamental de la historia ha de relacionarse la colonizacién de América Latina, es con la acumulacién originaria en escala mundial, enten- dida como un proceso que a la par que implica Ja acumulaci6n sin precedentes en uno de los polos del sis- tema, supone necesariamente la desacumulacién, también sin precedentes, en el otro extremo, Por lo tanto, y a condicién de no tomar la concentracién esclavista o feu- dal de tietras en América por un proceso de acumulacién originaria local, es evidente que el movimiento metro- politano de transicién al capitalismo frend, en lugar de impulsar, el desarrollo de este modo de produccién en las Areas coloniales. Tal como lo percibié Marx, el exce- dente econémico producido en estas areas no Ilegaba = trasformarse realmente en capital en el interior de ellas, donde se extorsionaba al productor directo por vias es: clavistas y serviles, sino que flufa hacia el exterior para convertirse, allf sf, en capital ? Resulta entonces justo concebir al perfodo colonial, desde nuestra perspectiva, en los términos en que lo hace Enrique Semo para México; esto ¢s, como un pe- riodo de ‘“‘desacumulacién originaria”: El perfodo de acumulacién otiginaria en Europa co- rresponde en América Latina a un periodo de expro- piacion de riquezas y “‘desacumulacién originaria”. Del enorme excedente generado en la Nueva Espafia, sélo una porcén se queda en el pals, El gobierno virreinal y los espafioles se encargan de trasferir la México, Siglo XXI, 1975, t. 1, vol. 3, pp. en contrario todas las citas que haga ‘mos de esta obra provendrin de 1a mencionada edicién. 14 LAS ESTRUCTURAS PRECAPITALISTAS mayor parte hacia la metrépoli. La sociedad novo- hispana se caracteriza por un excedenterelativamente grande: Jas tasas de explotacién son probablemen- te de las més altas de la epoca. Pero el excedente disponible en la Colonia es una parte relativamente modesta del total. De ah{ el contraste “inexplicable” entre la pobreza de las masas y la falta de poderio de Tas clases dominantes novohispanas, En la Nueva Espafia, 0 en el Peni, se generaba suficiente exceden- te para trasformar a estos palses en potencias (de carkctet feudal o incipientemente capitaista). Pero en realidad esta posibilidad nunca existié.* En esta éptica, la misma fuga precipitada de riquezas cocurrida en el momento de la emancipacién no es més que el punto culminante de un largo proceso de des- acumulacién: es el acto tltimo con que el colonizador concluye su “‘misién civilizadora”. Y el hecho no carece de significacién econémica. Con respecto al virreinato de Nueva Espafia, por ejemplo, sabemos que en apenas tres afios, de 1821 a 1823, emi- graron riquezas liquidas equivalentes a 20 millones de fibras esterlinas.* En cuanto al otro gran virreinato, el de Lima, se ha estimado que los solos barcos de gue- tra britdnicos exportaron metilico por un valor de 26 900 000 libras esterlinas entre 1819 y 1825. EI proceso de desacumulacién originaria quedé con- cluido de este modo y Ia “herencia colonial” reducida al pesado lastre de la matriz econémico-social confor- mada a lo largo de mds de tres siglos, @ partir de la cual tendré que reorganizarse la vida toda de Ias nuevas naciones. Si en algdn lugar hay que buscar el “secreto 3 Enrique Semo, Historia del capitalismo en México. Los origenes. 1521/1723, México, Fd. xa, 1973, pp. 232 ¥ 236. ‘ Segsin datos de Sergio de la Pefia en La formacién del co- Pitalismo en México, México, Siglo XXI, 1975, p. 96. © Datos de Tulio Halperin Donghi en Hispanoamérica des. pués de la independencia, Buenos Aires, Paidés, 1972, p. 99. LAS ESTRUCTURAS PRECAPITALISTAS 15 més recéndito” de nuestra debilidad inicial, es pues en ese plano estructural. No es del caso reabrir aqui la discusién relativa al carécter feudal o capitalista de Ia sociedad colonial, ver- dadero didlogo de sordos en la medida en que cada con- tendor camina por senderos tedricos distintos.* Sdlo conviene aclarar que cuando hablamos en términos marxistas del modo de produccién esclavista 0 feudal no estamos manejando tipos ideales construidos con los rasgos mis “‘significativos” del “modelo” europeo; lo que queremos decir, sencillamente, es que Ia estructura econémico-social heredada del perfodo colonial se ca- racterizé por un bajisimo nivel de desarrollo de las fuerzas productivas y por relaciones sociales de produc- cién basadas en In esclavitud y Ia servidumbre, hecho que constituyé un handicap, por decir lo menos, para el desarrollo posterior de nuestras sociedades. Lo cual no significa negar la conexidn evidente de las formaciones esclavistas 0 feudales de Amética Latina con el desarro- lo del capitalismo en escala mundial. Como observa Oc- tavio Tani, refiriéndose al caso brasilefio: Es verdad que la formacién social esclavécrata es de- terminada © sufre una influencia decisiva del capita- lismo mundial, a lo largo de los ie XVII y XIX, Pero también es cierto que bajo la esclavitud las relaciones de produccion, la organizac y tee nica de las fueraas productivas y las fas caanscnuse de apropiacién econémica y dominacién politica poseen un perfil cualitativamente distinto del de cualquier formacién capitalist # Algunos de los mas recientes desatrollos de esta discusién aueden verse en Assadourian ef. al.: Modos de produccién en Amé- rica Latina, Cuadernos de Pasado y Presente, nim. 40, México, 1977; asi waino cn el ntimero monogeifico consagrado al mismo tear por Ia revista mexicana Historta y Socéedad, mim. 5, pri mavera de 1975, 16 LAS ESTRUCTURAS PRECAPITALISTAS: Tndependientemente de Jos aridos y maneras de vinculaciéa y dependencia de las colonias frente a la metropoli, es innegable que en cada colonia se org: iz6 y se desarroll6 un sistema intermamente articu- lado € impulsado de poder politico y econémico. Es en ese sentido que en cada colonia se constituyé una formacién social mds 0 menos delineada, homogénea © diversificada.® Esto estd fuera de duda, y los estudios més recientes no hacen més que confirmar el caricter precapitalista de aquellas formaciones en donde incluso el salario, casi siempre nominal, no fue sino una forma de esclavizar © enfeudar al productor directo. De suerte que el pro- blema no radica en prolongar una obsoleta discusién, sino en avanzar en el estudio de las modalidades histé- rico-concretas de existencia de los modos de produccién esclavista y feudal en el continente americano, de su pro- fundizacién y extensién en cada drea, asf como de sus maneras también concretas de articulacién con los embriones capitalistas, principelmente mineros, y con modos de produccién secundarios tales como la comu- nidad campesina, la econom{a patriarcal o la pequefia produccién mercantil simple. Algunos aspectos de esta problemética retomaremos a lo largo del presente trabajo; por el momento nos interesa destacar que la primera fase de nuestra vida independiente, lejos de impulsar la inmediata disolu- cién de esta matriz precapitalista, registré un movi- miento en sentido inverso. Recordemos, aunque s6lo sea a titulo de ejemplo, algunos casos. En Brasil: Hasta cerca de 1800, los requerimientos de fuerza woe - capitalismo, México, Siglo XXI, 1976, péginas ® Al tespecto pueden consultarse los estudios publicados por ciscea en Hacienda, atfundiosy pomaions on Ambrce z ting, México, Siglo XXI, LAS ESTRUCTURAS PRECAPITALISTAS WwW de trabajo brasilefios habfan traido aproximadamente 2.25 millones de negros desde las costas oriental y occidental del Africa negra. En los siguicntes 50 afios, para abastecer a los fundos azucareros del nordeste y especialmente a los fundos cafetaleros en expansién cercanos a Rio de Jancito, se importaron 1.35 millo- nes més de negros, aproximadamente el 38% de todos los esclavos importados entre 1600 y 1800.° Y cuando surgieron obstéculos internacionales para traer esclavos africanos, el sistema supo establecer ade- cuados mecanismos de “sustitucién de importaciones”: Por mediados del siglo x1x los criaderos (de escla- vos) proliferaron en Brasil y Cuba. En la Isla exis- tieron por lo menos en Bocaranao_y Cienfuegos, siendo c{nicamente aplaudidos por el Real Consulado de Ia Isla, en el afio 1854, como un acertado “siste- ma de conservacién y reproduccién”.!® En otras dreas del continente los sefiores feudales no hicieron més que consolidarse a costa de las masas campesinas. En el Peri, esctibe Maridtegui: La antigua clase feudal —camuflada o disfrazada de burguesia republicana— ha conservado sus posiciones. La politica de desamortizacién de la propiedad agrar iniciada por la revolucién de Independencia... no condujo al desenvolvimiento de la pequeiia propic- dad... Sabido es que la desamortizacién atacé més bien a Ia comunidad. Y el hecho es que durante un siglo de reptblica, la gran propiedad agraria se ha reforzado y engrandecido a despecho de! liberalismo tedrico de nuestra Constitucién y de las necesidades Bricticas del desarrollo de nuestra exonomia. capi talista. ® Stanley J. y Barbara H. Stein: La herencia colonial de Amé- rica Latina, 88. ¢4., México, Siglo XXT, 1975, p. 146. 10 Rolando Mellafe, Breve historia de la esclavitud en Amé- rica Latina, México, SepSetentas, 1973, p. 161 41 José Carlos Maridtegui, 7 ensayos de interpretacién de la realided peruana, 19a. ed., Lima, Peré, Biblioteca Amauta, p. 51. 18 LAS ESTRUCTURAS PRECAPITALISTAS Es posible que una parte de esta concentracién de tierras corresponda ya al proceso de acumulacién ori- ginaria propiamente dicho, sobre todo en el momento en que Maridtegui escribe las reflexiones precedentes; atin asi, es claro que la linea general del proceso deci- monénico va en el sentido de reforzar la propiedad feudal y eventualmente las unidades semiesclavistas ali- mentadas por los famosos ‘“coolfes”. Un movimiento bastante similar al peruano se registra en Bolivia, en particular durante el régimen de Melgarejo, mientras en México el latifundio extiende sus tentdculos desde el momento mismo de la Independencia Por via de Ja compra de haciendas de espafioles expul- sados, de extorsionar a las comunidades indigenas y por Ia ocupacién ilegal de tietras nacionales 5, se expandfan las haciendas, incluyendo las del clero, se desalojaba a los campesinos de sus tierras y se les incorporaba al sistema de peonaje. El clero iba am- Pliando sus propiedades, por donaciones, compra de fierres con. su abundante excedente disponible y rescate por hipotecas. De esta manera aumenté consi- derablemente el ntimero total de haciendas entre 1810 y 1854 (y es de suponer que también la produccién), cuando pasaron de 3749 a 6953, Se estimaba que tuna guinta parte de éstas eran propiedad de la Tgle- sia. En Centroamérica el fortalecimiento de las institu- ciones feudales fue igualmente claro, con la sola excep- Gién de Costa Rica, Edelberto Torres-Rivas afirma que en Ia regién: «Se restablecieron los diezmos, primicias y mayo- razgos, recobrando Ja Iglesia su poder econémico 1 Mellafe estima que entre 1850 y 1874 legaron a Peri cerca de 90 mil “coolfes”, Op. city p. 167. 18 De la Pefia, op. cit, p. 119. C&,, también Alonso Aguilar Disléctica de la economla mexicana, 8a. ed., México, Nuestro Tiempo, 1976, p. 72. LAS ESTRUCTURAS PRECAPITALISTAS 19 territorial; volvieron a regir las antiguas Ordenanzas de Bilbao en la organizacién del comercio; en Hon- duras, por ejemplo, se restablecieron como leyes de la Repiblica la Novisima Recopilacién y las Siete Partidas; y en Guatemala se volvié al régimen de estancos y alcabalas territoriales, se fortalecié el sis- tema de vinculaciones y manos’ muertas y especial- mente negativa fue Ia inmovilidad social y econémica de una estructura rural i intactas las tierras ejidales y a las baldfas las colocé bajo el régimen censitario que tiene orfgenes en el derecho civil ro- mano y medieval.}* No es cuestién de discutir aqui si lo “negativo” residfa realmente en la subsistencia de terrenos ejida Jes, que no constituyen més que un elemento de una estructura social més amplia; lo que importa es retener el sentido hist6rico global de lo apuntado por el inves- tigador centroamericano. En fin —y el caso es significativo por tratarse de ‘un pafs cuyo proceso de emancipacién tuvo hondas raf- ces populares— sabemos que en Haiti: Desputs de la Independencia, el Estado confises as tenecientes al reino de Francia y a poalonce ances Aah de ta G64 un 9086" de las tierras cultivadas pasaton_a constituir propieda- des estatales, hecho quizé tinico en Amética Latina, Sin embargo, empezaron a surgir nuevas estructuras ue dieron Te custn aprcihaidana ou caacte tica propia. Los gobiernos adoptaron una politica de constitucién de grandes propiedades privadas a partir de las tierras estatales. Grandes extensiones de tierra fueron distribuidas a los jefes militares de alto rango y a los principales funcionarios civiles negros y mulatos... As{ se fue generando una aristocracia 14 E, TorresRivas ef al, Centroamérica hoy, México, Siglo XXI, 1975, p. 46. 20 LAS ESTRUCTURAS PRECAPITALISTAS terrateniente —negra y mulata—, constituida y con- solidada gracias al poder politico. Sin que el caso rioplatense sea equiparable a los anteriores (no lo es en la medida en que alli las rela- ciones esclavistas 0 feudales carecen de peso histérico), conviene sefialar que el proceso de concentracién de tierras producido inmediatamente después de la Inde- pendencia fue también notable en dicha drea: Hacia 1853, la herencia colonial de las grandes estan- cias ganaderas habfa sido repetidamente reforzada por la renta y posterior venta de tierras piblicas y por francas concesiones. En 1828, cerca de 538 atrenda- tarios recibieron un promedio de 14 800 hectéreas por posesién, y entre 1857 y 1862 otros 233 arren- datarios recibieron 9 051 hectéreas por cabeza... En 1840, en la céntrica provincia de Buenos Aires, 825 haciendas controlaban més de 13 millones de hecté- reas...” Sélo Paraguay, con su atenuado régimen feudal-pa- triarcal, parece haber escapado hasta 1870 al movimi to general de expansién de la propiedad latifundiaria. De un total de 15000 leguas cuadradas registradas en esa fecha, Gnicamente el 17% era propiedad de parti- culates; el resto estaba constituido por tierras estatales que se atrendaban a los campesinos.” La indole feudal-esclavista de la sociedad latinoame- ricana de entonces, con pocas dreas de excepcién, parece pues dificil de cuestionat, ¢ incluso el cardcter “abierto” y monetario de su economia debe ser ubicado en su precisa dimensién. Es verdad que existe un comercio 38 Suzy Castor, Le ocupacién norteamericana de Haitt y sus consecuencias (1915-1934), México, Siglo XXI, 1971, pp. 56. 18 Stein, op. cit, p. 143. 31 Leén Pomer, La guerra de Paraguay jgran negocio!, Buenos Aires, Ed. Caldén, 1968, p. 351. LAS ESTRUCTURAS PRECAPITALISTAS 21 exportador ¢ importador de regular magnitud y que el proyecto burgués de ampliarlo leva hasta a escribir ‘odas a la agricultura de la zona t6rrida, como el famoso poema de don Andrés Bello. Sin embargo, su ritmo de desarrollo es extremadamente lento: en casi todas par- tes los niveles de comercio internacional de 1850 no exceden demasiado a los de 1825.8 Y en lo interno subsisten situaciones como la descrita en la cita que sigue —referente a Nicaragua— que estén lejos de ofre- cernos un ejemplo de economia por lo menos mone- tarizada: Es sorptendente que el cacao, como una moneda de tipo divisionario y como patrdn para representar los valores, no se haya dejado de usar hasta 1900; duran- te el petiodo “‘republicano” se continuaron usando re- gularmente las medidas indigenas “cinco”, “mano”, “quince”; Jos propietarios ricos a cuenta de su cré dito acufiaban monedas particulares a falta de un signo monetario nacional, 0 mejor dicho, a falta de una verdadera economia de intercambio, Por influ- jos dei comercio exterior siempre débil ¢ inconstante, circulaban en Nicaragua monedss de otros pafses: peso de plata espaol, soles del Pen’, pesos chilenos; posteriormente, a raiz del comercio y el trfico abier- to por el San Juan para comunicar el este con el oes- te de los Estados Unidos, circulan délares y moneca divisionaria norteamericana.:® A partir de este tipo de ejemplos uno puede imagi- nar sin dificultad los limites de la “‘economfa de mer- cado” en la primera etapa de nuestra vida independiente. Tesis como las de Gunder Frank no han hecho més que entorpecer la investigacién a fondo de la cuestién, aun- 38 Tulic Halperin Donghi, Historia contemporines de Amé- rica Latina, 32. ed., Madtid, ‘Alianza Editorial, 1972, p. 158. 39 Jaime Wheelock R., Imperialismo y dictadura. Crisis di una formacién social, Mexico, Siglo XXI, 1973, pp. 6061. 22 LAS ESTRUCTURAS PRECAPITALISTAS que parece claro que situaciones similares a la de Nica- ragua se dieton en casi toda Centroamérica, en muchos paises del Caribe, en el altiplano andino y no se diga en el Paraguay francista. Sin mayor riesgo de error se puede pues afirmar que una economfa premonetaria persistié en inmensas por- ciones del cuerpo social Iatinoamericano del siglo 21%, al mismo tiempo que su segmento més desazrollado iba monetarizindose y ampliando sus circuitos de cir- culacién simple. Para este nivel regia efectivamente | formula mercancfa-dinero-mercancfa, ya que, como afir ma Carmagnani, en un trabajo por lo demés controver- tible, ‘‘son las mercancfas anticipadas las que dan vida a Ia circulacién de mercancias”.*® Férmula que sélo se quebrard de manera significativa, aunque no homo- génea, hacia 1870-80, es decir, al iniciarse el desarrollo ya propiamente capitalista. De lo dicho hasta aqu{ conviene destacar el hecho de que las estructuras precapitalistas dominantes, en el agro especialmente, constituyeron un serio escollo para el répido desarrollo de las nuevas naciones. Aun acep- tdndola con beneficio de inventario, recordemos la tesis de Bairoch sobre la importancia que tuvo el desarrollo de la agricultura para el “despegue” de los. pafses industrializados hasta el siglo xix: En definitiva, escribe Bairoch, el acrecentamiento de la produccién del trabajador agricola parece ser el elemento esencial entre los factores que conducen a Ia iniciacién del despegue. Es ésta una comprobacién, que se desprende tanto de la observacién de los rechos como de una necesidad Idgica, determinada pot los diferentes elementos estructurales que han caracterizado a las economias no , ane 20 Marcello Carmagnani; Formacién y crisis de un sistema feudal, América Latina del siglo XVI a nuestros dias, México, Siglo XXI, 1976, p. 71. LAS ESTRUCTURAS PRECAPITALISTAS 23 tes de que los efectos de ese despegue hayan modi- ficado los datos del problema.** Ahora bien, en el caso de Ja América Latina poscolo- nial In productividad de la agricultura precapitalista es tan baja, que en muchos paises ni siquiera permite el au- toabastecimiento de la poblacién. En Brasil, por ejemplo, Ja importacién de alimentos representa a lo largo de todo el siglo x1x por lo menos Ia quinta parte del valor total de las importaciones;*? para Pert, Maridtegui pro- porciona cifras no menos importantes," el idilico Pa- raguay, en pleno periodo de desarrollo “auténomo”, tiene también que importar comestibles;2 encarama- dos en su terca feudalidad andina, los terratenientes de la sierra ecuatoriana son incapaces de producir la harina necesaria para alimentar al reducido micleo po- blacional de la costa. En algunos de estos casos ni si- quiera puede decirse que los déficit obedezcan al hecho de haberse dedicado la mayor parte de las tierras a cultivos de exportacién. De todas maneras es incuestionable que esta situa- cién limita incluso las incipientes posibilidades de acumulacién surgidas de Ia actividad primario expor- tadora, frenada también en su desarrollo por multiples relaciones precapitalistas de produccién. La misma ne- cesidad de dedicar tantas tierras y brazos a los cultivos de exportacién, allf donde éstos van cobrando impor- tancia, es més un efecto que una causa de Ja situacién de atraso; es, si se quiere, la expresién palpable de un 31 Paul Bairoch, Revolucién industrial y subdeserrollo, 3a. ed., México, Siglo XXT, 1975, p. 91. "22 CL. Nelson Wemeck Sodré, Formato bistérica do Brasil, Editora Brasiliense, 1964, . 28Op. cit., pp. 2829 y 98. 24 En 1860, por ejemplo, las importaciones de comestibles representaban el 18% del valor total de las importaciones pars guayas. Cf, Pomer, op. cit., p. 67, cuadro 11. 3a, 24 LAS ESTRUCTURAS PRECAPITALISTAS “desarrollo” que se efecttia més en extensién que en profundidad. Tal tipo de desarrollo, presente hasta en sectores “de punta” como la minerfa, se manifiesta sobre todo en aquellas reas en que el modo de produccién feudal se ha implantado firmemente. Es el caso de Peri, por ejemplo, donde: -hasta tal punto abunda el trabajo indio que sélo Jas mayores haciendas de amalgama del mineral uti- lizan mulas para pisar la meacla de éste y mercutio; los bolicheros que practican esa actividad en {nfima escala emplean indios “que durante horas pisotean el mercurio para mezclarlo con la masa mineral”, y —pese a que estos bolicheros utilizan para financiar estas actividades dinero tomado a crédito con interés elevado— logran, “explotando a los indios en todas Jas formas posibles... hacer considerable fortuna en oces aiios Algo similar ocurre en Bolivia, donde la matriz pre- capitalista permite establecer un valor de la fuerza de trabajo reducido a Iimites apenas vegetativos: . ..a mediados del siglo x1x los salarios de los jorna- eros son de cuatro reales diarios, iguales por lo tanto a os de Jos mitayos de 1606, ¢ inferiores, a Jos de los trabsiadores libres convocidos en aquell remoia elope de, pr complementar el trabalode'Tos inate dm a Sobre el telén de fondo de las estructuras precapita- listas imperantes a lo largo y ancho del continente, uno entiende mejor el propio ensefioramiento del capital comercial y del usuratio, que, como Marx no dejé de sefialarlo, reinan en raz6n estrictamente inversa del 28 Halperin: Hispanoamérica..., p. 115. 28 Halperin, loc. cit. LAS ESTRUCTURAS PRECAPITALISTAS 25 desarrollo del modo de produccién capitalista y sin siquiera impulsar, por sf solos, la transicién hacia é1.2* Expresién del grado casi nulo de desarrollo local de este régimen de produccién, el predominio de tales formas “‘antediluvianas” de capital se convirti6 a su tur- no, por un proceso de reversién dialéctica, en serio obstéculo para la implantacién del modo de produccién especificamente capitalista. En Venezuela por ejemplo: El capital usurario embargaba la explotacién agraria ai capital sin alterar el régimen de produedén en que aquélla se fundamentaba, La tirania que ejercian los prestamistas sobre los prestatarios a través del di nero encarecido era trasmitida por éstos a la mano de obra esclava mediante la violencia de la explota- cién... La usura, en cierto modo, ejercia una doble depredacién, puesto que con sus usurpaciones dine- tatlas expropiaba a los terratenientes del valor exce- dentgro producido por la fuerza de trabajo diceca, y a ésta la sumfa, por intermedio de los productores indirectos, en una extenuacién deplorable. Como el ba riqueza, sino que consumia las fuentes de su directa y sustrala el capital del propi tario hasta absorberlo totalmente, su constante cién depredadora terminaba carcomiendo la produc- tividad del trabajo y Ia rentabilidad de Ja tierna hasta Iimites de absoluto empobrecimiento* Y no se trataba de una cuestién marginal o episédica. El mismo Malavé Mata, a quien pertenece la cita ante- rior, epunta que: 21 Marx llega @ hablar de una “ley de que desarrollo au- alls is 26 LAS ESTRUCTURAS PRECAPITALISTAS ‘Toda la politica venezolana —desde 1830 hasta muy avanzado el siglo xtx-— estuvo condicionada por el problema de fa usura, Cualguier medida adoptada ¢ los gobiernos sobre ‘Materia se relaciona- Pitdirecta o indirectamente con la excesiva espect- Iasén del dinero, Sin embargo, estaban an aria raciones: agio en la repiiblica y tan foraleclos nis beneficttson que’ a’pesur de las re teradas opiniones de reproche y ‘descontento por la Guiebra de la agricultura, los pocos ensayos legislati- os que se hicieron para remediar la desastrosa situa- ién mas bien contribuyeron a empeotarla.® La configuracién estructural que venimos analizando cs Ia que permitié también que las burguesias de los paises més desarrollados cometieran abusos contra nues- tras débiles naciones y determind, en gran medida, la forma de tales “abusos”, es decir, la modelidad con- creta de vinculacién de América Latina con el capita- lismo metropolitano. Punto que ¢s necesario aclarar para evitar interpretaciones distorsionadas del problema, como ésta que busca explicar el atraso de los pafses Jatinoamericanos por 1a falta de comercio internacional © de una oportuna ayuda técnica y financiera del exte- Hor: Después de 1783, fue de dntrolo de Brees Har la economfa de la se Por contraste, las liberadas colonias espafiolas no encontraron ni co: mercio ni asistencia técnica o financiera en: sus sub- desarrolladas ex metrépolis.*” Es verdad que, a estas alturas de Ia historia, ni Es- pafia ni Portugal estaban ya en condiciones de “ayu- 2 Op. cit., p. 141. #0 Stein, op. cts p. 126. LAS ESTRUCTURAS PRECAPITALISTAS 27 darnos”; tres siglos de “‘sacrificios” eran, por lo demés, suficientes. Pero también es verdad que si de algo no podemos quejarnos es de no haber recibido la inmediata “ayuda” de otros centros metropolitanos, Gran Bretaiia en particular. Este imperio nos brindé tempranamente su asistencia técnica y financiera y abrié de par en par Jas puertas de nuestro comercio, por la fuerza cuando fue menester. Sélo que lo hizo de acuerdo con su indole capitalista, sabiamente adaptada a las condiciones ¢s- tructurales y hasta coyunturales de América Latina. La presencia de la primera potencia industrial del planeta en tierras latinoamericanas fue por eso no solamente una presencia comercial, mas también especuladora y usuraria, encaminada a succionarnos excedente sin si- quiera intervenir directamente en su generacién. ‘Comencemos por recordar algo que es més que una simple anécdota: los famosos préstamos briténicos para Ja emancipacién, de los cuales recibimos, descontadas las “‘comisiones” de rigor, a lo mucho un 60%, com- prometiéndonos a pagar ademds abultados intereses so- bre su valor nominal. Sistema desembozado de usura ove se prolonga durante toda 1a primera fase de nuestra vida independiente y que explica, por su misma renta- bilidad para el agiotista, la estructura de las “inversio- nes” extranjeras de entonces, volcadas muchfsimo més hacia la obtencién de faciles réditos que hacia cual- quiera érbita productiva, Recuérdese que los préstamos ‘a los gobiernos locales constituyen el 76.4% del total de inversiones inglesas en América Latina en 1865, el 74.1% del total en 1875 y el 65.3% en 1885.54 Ademés, buena parte del capital extranjero acta des- de el interior mismo de nuestras formaciones sociales, a través de sibditos metropolitanos que por el solo hecho de serlo gozan de privilegios que fécilmente se 1 Datos tomados del citado libro de Carmagnani, p. 96. 28 LAS ESTRUCTURAS PRECAPITALISTAS convierten en reales patentes de corso. Su accién con tribuye a monetarizar muchas veces por vez primera Ja economfa local, mas no en vista de una implantacién inmediata del modo de produccién capitalista sino con el fin de perpetrar aquellos actos de pillaje tfpicos del capital comercial.™* De todas maneras el capital fordneo no deja de captar jugosos excedentes por la via del intercambio desigual, en el contexto de formaciones precapitalistas cuyas cla- ses dominantes identifican el progreso con el consumo suntuario antes que con el desarrollo de Ia produccién. Como sugiere Halperin i con una expresiva me- téfora, la creciente importacién de relojes no es precisa- mente el simbolo de una nueva concepcién del tiempo.*? E pur si mucve: el engranaje no es estético. Llega un momento en que la esfera tradicional de accién del capital comercial resulta estrecha para éste, que tiene que ampliar su émbito no slo en virtud de su particu- lar movimiento, mas también en aras de una cabal rea- lizacién del plusvalor del sector industrial metropolitano. Los Stein afirman, con razén, que “para Ia década de 1840 los comerciantes ingleses reconocieron que se ha- Bian alcanzado los Imites de la demanda latinoameri- cana y que cl era incrementar las ventas, mediante el desarrollo de los recursos no utilizados 0 mal aprovechados en el interior mediante Ia construc- cién de ferrocarriles”.™ Este nuevo campo de inversi6n no anula por supuesto 4 los anteriores, sino que es su natural complemento. Con el apoyo logistico de las ferrovias el capital metro- politano amplia considerablemente su radio de sccién, 32 Ejemplos de estos fenémenos pueden encontrarse en Hal- perig, Donghis Hispenceméice....p. 9. Op. ie, pp. 152153 LAS ESTRUCTURAS PRECAPITALISTAS 29 que le permite captar nuevos excedentes por los més di- versos métodos: El marasmo feudal, esclavista 0 peque- focampesino va rompiéndose sin duda, aunque no preci- samente por caminos revolucionarios. La economia la- tincamericana tomada en conjunto esté ya bastante monetarizada hacia 1870, cuando los primeros bancos comienzan a aparecer; sin embargo, en mds de un pas estas instituciones, naturalmente extranjeras, se hacen presentes antes de que exista un signo monetario uni- ficado a nivel nacional. Es evidente que algo nuevo se anuncia en nuestro horizonte histérico, forzando y a la vez distorsionando los ritmos locales de desarrollo. Las formas de imbricacién de la América Latina precapitalista con la Europa y los Estados Unidos pro- toimperialistas difieren desde luego, cualitativamente, de las que se establecerin en In fase siguiente. Mas esto no significa una desconexién o discontinuidad absolute entre etapas: la que concluye hacia 1870 no sélo cons- tituye el piso estructural sobre el que se levantard la préxima, sino que ademés lega toda una serie de vincu- los concretos de dependencia que facilitardn el trénsito en el momento oportuno. Recuérdese, aunque s6lo fuese a titulo de circunstancial ejemplo, que en una situacién como la de Peré basté con que el acreedor briténico apretara la soga al cuello de su deudor local, para que de la etapa del control denominado indirecta (por medio del comercio y el crédito principalmente) se pasara a la del control directo, ya con apropiacién, de los principales sectores productivos. Nos referimos al conocido contrato Grace, por el cual el estado pe- ruano, a cambio de la extincién de su deuda externa, entregé a los antiguos tenedores de bonos, convertidos en accionistas de la Peruvian Corporation, ferrocarriles, guano, tierras y gran parte de las rentas aduanales.*° 85 Cf, Heraclio Bonilla, Guano y burguesta en el Perd, Tnsti- 30 LAS ESTRUCTURAS PRECAPITALISTAS No por azar este oxnineto contrato se firmé en 1889, cuando el capitalismo metropolitano haba entrado ya en su fase imperialista y nuestras naciones dejaban de ser pafses simplemente precapitalistas para convertirse en reales sociedades subdesarrolladas, con toda la pro- blemética especifica que ello implica, tuto de Estudios Peruanos, Col, Peni im. 11, Lis fps de Ean eri Problema, nim, 11, Lima, 2. LA PROBLEMATICA CONFORMACION DEL ESTADO NACIONAL Desde Ia perspectiva ideolégica del colonizador todo pueblo colonizado carece de historia; por definicién no Ja posee, ya que tal categorfa es un atributo de la “civi- lizacién” y no de la “‘barbarie”. Los procesos de eman- cipacién son int a su turno como un triunfo de éta sobre aquélla: derrotados los portadores de Ia “civilizacién”, las antiguas colonias no hacen més que recobrar el estado “natural” que les es propio. Se mue- ven, ciertamente, pero con movimientos caprichosos € inconexos, irreductibles a las categorfas conceptuales con que normalmente se captan las leyes del devenir histérico. El arbitrio y el azar que ahora imperan a lo sumo pueden ser representados metaféricamente (son pafses “‘surrealistas”) 0 saboreados por paladares ex- quisitos, évidos de exotismo. EI propio intelectual criollo se adhiere a menudo a esta perspectiva, Convencido de pertenecer a sociedades sin historia, termina por claborar un ersatz de la misma, configurando la imagen de un mundo gelatinoso cuyas dilataciones 0 contracciones no obedecen a otra Iégica que la de los movimientos veleidosos de caudillos bér- baros y soldados de pacotilla, caciques atrabiliarios y déspotas de pretencién iluminista. Buena parte de la historia politica de América Latina, al menos en Jo que concierne al siglo xrx, aparece per cibida de esta manera, no sélo en el clisé vulgar o el regodeo literario sino incluso en el ensayo histérico, sociolégico © politico, Desde el momento en que el perfodo denominado de “anarquia” queda huérfano de (31) 32 CONFORMACION DEL ESTADO NACIONAL tuna explicacién que vaya més allé de la simple descrip- cién de fenémenos como el “caciquismo”, el “caudi- Hismo”, el “militarismo”, los “localismos” y “regiona- lismos”, convertidos en datos iltimos ¢ irreductibles, es un hecho que se dejan las puertas abiertas a inter- pretaciones incluso racistas. No en vano J. Lambert se siente obligado a precisar que “el caudillismo es el resultado de Ja ausencia de madurez politica de las sociedades latincamericanas del siglo 21x, antes que la consecuencia de una incapacidad congénita de sus po- blaciones”» Por esto se vuelve indispensable formular algunas reflexiones sobre la problemética constitucién de los estados latinoamericanos en el siglo pasado, aun a ries- go de insistir en algo que deberla darse por sentado al menos desde el punto de vista de una concepcién mate- rialista de la historia. En efecto, conviene recordar que a edificacién de un estado nacional no se realiza jamés en el vaclo, ni a partir de un mand que se amaria “madurez. politica”, sino sobre la base de una estruc- tura econémico-social histéricamente dada y dentro de un contexto internacional concreto, factores que no s6lo determinan Jas modalidades hist6ricas de cada entidad estatal mas también la mayor o menor tortuosidad del camino que conduce a su constitucién. No es lo mismo construir un estado sobre el cimiento relativamente fir- me del modo de produccién capitalista implantado en toda Ia extensin de un cuerpo social, que edificarlo sobre la anfractuosa topograffa de estructuras precapita- listas que por su misma indole son incapaces de propor- cionar el fundamento objetivo de cualquier unidad na- clonal, esto es, un mercado interior de amplia enver- gadura, Como atinadamente observa Lukécs: 4 Jacques Lambert, Amérique Latine, Structures sociales et institutions politiques, Presses Universitaires de France, 1968, P. 214, subrayado nuestro. [Hay trad. esp.} CONFORMACION DEL ESTADO NACIONAL 33 La diferencia més importante para nosotros, y muy Hamativa en sf, consiste en que toda sociedad preca- pitalista presenta econémicamente una unidad mucho menos coberente que la capitalista: en que en ella la independencia de Jas partes es mucho mayor, su inter- dependencia econémica menor y més unilateral que en el capitalismo. Cuanto menor es la importancia del tréfico de mercancias para Ia vida de la sociedad entera, cuanto mds casi aut4rquicas son las diversas partes de Ia sociedad en lo econdmico... 0 cuanto menos importante es su funcién en la vida propis- mente econémica de In sociedad, en ef proceso. de produccién... tanto menor es la forma unitaria, la coherencia organizativa de Ia sociedad, del estado, y tanto menos realmente fundada en Ia vida real de Ia sociedad? En dl capftulo precedente mostramos ya los limites de Ia economfa de mercado en la primera fase de nues- tra vida independiente, asi como el caricter de las for- mas productivas determinantes de este hecho. No es de cextrafiar entonces que la marcada autonomfa de los dis- tintos segmentos econémicos, modalidad inevitable de existencia de esa abigarrada matriz precapitalista, se ha- ya traducido por la poca “coherencia orgénica” de Ja sociedad en conjunto y de su sobreestructura politica en particular, En el Iimite aquella autonomfa se expre- saba por una acentuacién tan grande de ‘‘regionalismos”” y “localismos”, que hasta tomaba dificil la fijacién de tuna capital nacional, en un contexto como el de Bolivia por ejemplo, donde incluso el reducido comercio exte- rior desempefiaba un papel desintegrador. En efecto: Hasta entonces predominaba una economia rural dis- persa, coronada por micleos locales de terratenientes influyentes, El estado, débil y sin cohesién, recogié hasta donde fue posible, la ia colonial asimi- 2 Georg Lukécs, Historia y conciencia de clase, México, Gri- jalbo, 1969, p. 60. 34 CONFORMACION DEL ESTADO NACIONAL lando a tradicién administrativa y politica dela Audiencia de Charcas. El pequefio comercio exterior de tipo regional, ejercia influencia negativa: el sur del pais dependia tanto de Ja Argentina como el norte buscaba asimilarse comercialmente al Peri. Ninguna actividad tendia a la integracién y al reforzamiento del aparato estatal, En este quictismo feudal, sélo interrumpido por los que jugaban a la politica con motines militares, la sociedad local apoyaba su segu- tidad econémica sobre una masa explotada de cam- pesinos quechuas y aymaras... Ni la sede de los poderes piblicos pudo definirse porque si Bolivar mencioné Cochabamba como posible capital, Santa Cruz establecié su gobierno donde sus desplazamien- tos se lo permitian, lo mismo que Belzu para quien “el punto donde se encuentra el gobiemo durante su marcha” seré la capital. Melgarejo quiso levarse la capital a Tarata, y Baptista, mds consecuente con los nuevos tiempos, creyé que La Paz era la mejor ele ‘Aun en Brasil, que por razones histéricas particulares (Independencia por una via pacifica que hasta le permi- tié conservar el aparato politico-administrativo preexi tente) logré escapar a un eventual proceso de “balcani- zacién”, las fuerzas centrifugas precapitalistas no dejaron de hacerse presentes por lo menos durante toda la pri- mera mitad del siglo xrx. Y es que aquf también: La dispersién de las zonas productoras, la ausencia de circulacién interna, el declinamiento ‘del mercado colonial que siguié al declinamiento de la minerfa, 1a variedad de las actividades, la extensién ica, son factores negativos que la crisis posterior a la autonomfa vino @ agravar. En extensas dreas el modo esclavista continia intacto; en otras se implantard el 8 Sergio Almaraz Paz, El poder 9 la caida. El estafio en la historia de Bolivia, La PaxCochabamba, Ed. Amigos del Libro, 1969, pp. 66-67. CONFORMACION DEL ESTADO NACIONAL 35 mode feudal o semifeudal que las aislaba o debili- taba* En tales condiciones la misma lucha de clases adqui- rfa necesariamente una fisonomia “regional” o “provin- cial”, de acuerdo con la “moldura fisica” en que se asentaba cada forma productiva, con la infinita gama de peculiaridades propia de todo modo de produccién pre- capitalista, Por eso: Parece ocurrit una lucha entre el poder central y Jas provincias. Ocurre en verdad una lucha dentro de la clase dominante, motivada por sus antagonismos y contradicciones, entre Ja que despunta a veces una lucha de clases de claridad tan singular como la de Cabanagem. Cuando tales luchas se producen, estan Tigadas al marco provincial: si suceden en la zona azucarera, parece tratarse de la provincia de Per- ‘ambuco; si ocurre en la zona pastoril, parece que se tratara de la provincia de Rfo Grande del Sur; si suce- de en un drea de recoleccién, parece tratarse de la provincia de Paré. Las provincias son, sin embargo, meras abstracciones, que dan 1a idea de lo general, de su moldura fisica. Lo esencial no esté en las provin- cias, sino en las clases, como consecuencia del modo local de produccién.* En el caso de Argentina, pafs convulsionado por me- dio siglo de guerras civiles, parece igualmente claro que la oposicién entre el “interior” y el “litoral” no hace mds que remitir a molduras espaciales en que se asientan © van configurindose modos de produccién distintos, cuyo conflictivo desarrollo se expresa, aunque con in- numerables sinuosidades y recovecos, en Ia encarnizada lucha polftica de “‘unitarios” y “federales’”’. Los intereses del “litoral” corresponden a un inequivoco despuntar del 4 Wemeck Sodré, op. cit, p. 192 © Werneck Sodré, op. cit, p. 197. 36 ‘CONFORMACION DEL ESTADO NACIONAL modo de produccién capitalista, que estrechamente de- pendiente del comercio internacional comienza a artaigar temprano en esta drea, “vacia” de estructuras esclavistas © feudales. Aqui: Hacia mediados del siglo xxx ya no quedaban préc- ticamente niicleos importantes de ién-que no produjesen para vender o que no tuviesen parte sig- nificativa de su consumo compuesto por productos adquitidos del exterior o del resto de la economia nacional, La relacién existente entre el empresatio y el trabajador era netamente capitalista y Ia fuerza de trabajo recibfa un precio en salario que, aunque fuera an paste en especie como wquramente Io ee en I ién pecuaria, no ocult: cardcter basico de la relacién existente.® En el interior en cambio: La producci6n de cada regién se siguié utilizando fandumentalments dentro mercado interno y, una parte sustancial de la poblacién activa con- tinué ocupada en actividades de subsistencia, fuera ‘Saporaconcs delinaron on cease se ae exportaciones en el curso ‘etapa, segu- ramente se produjo un retroceso desde ios niveles alcanzados a mediados del siglo xvii y un aumento de la proporcién de Ja fuerza de trabajo ocupada las actividedes de subsistencia? “ Es cierto que este estancamiento del “interior” est condicionado en buena medida por la hegemonfa que el “itoral” ejerce valiéndose de la férmula federalista; mas tal constatacién no hace més que destacar el momento dialéctico en que lo politico repercute sobre el desarro- lo econémico, sin dejar de estar determinado en iltima instancia por 4. © Aldo Ferrer, La economia argentina. Las etepas de sw desarrollo y sus problemas ectuales, México, Fondo de Cultura ‘Econémica, 1963, p. 72. CONFORMACION DEL ESTADO NACIONAL 37 La dificultad de encontrar el sustrato econémico-so- cial necesario para la instauracién de un estado nacional determina incluso el surgimiento de las més aberrantes tendencias anexionistas, en aquellas situaciones en que ni siquiera existe una constelacién esclavista o feudal suficientemente sélida como para imponer su hegemo- nia al conjunto del cuerpo social. Es el caso de la Republica Dominicana, por ejemplo, donde el caudillo Buenaventura Béez, cinco veces presidente del pafs, parece no incubar otro suefio que el de entregar su patria ala metr6poli que fuese. En palabras de Juan Bosch: Béez pertenecia al sector de la pequefia burguesfa doeninicana que no tenia secciraleritoe patsi6coes. Ast se explica que desde antes del 27 de febrero de 1844 se pusiera a gestionar el protectorado francés; que fuera el primero de los politicos nacionales que propuso la anexién a Espafia —antes que Santana—, y,gjue al final, en su gobierno de los sci aos 7 7, gestionara y negociara la anexi a los Estados Unidos. En el fondo de esas actividades anexionistas del caudillo rojo habia una idea predo- minante: Santo Domingo no podia Megar a ser una sociedad arguesa por sf misma, pero podia serlo somo parte de un pais europeo o de los Estados Uni- los: Secularmente hundida en “la ciénaga del precapita- lismo” —la expresién es del mismo Bosch— la Repébli- ca Dominicana fue efectivamente anexada a Espafia entre 1861 y 1865. Podrlamos seguir abundando en ejemplos que demues- tran fehacientemente que el problema de la construccién de los estados nacionales latinoamericanos no puede ser ® Composicién social dominicana. Historia e interpretacién, 7a. ed., Santo Domingo, Rep. Dominicana, Ed. Amigo del Hogar, 1976, pp. 232.233, 38 CONFORMACION DEL ESTADO NACIONAL tratado de otro modo que a partir de la matriz econé- mico-social que genera las condiciones concretas de con- formacién de la superestructura juridico-politica y por supuesto determina la constelacién especifica de fuerzas que intervienen en su complejo proceso de constitucién. Para cerrar esta parte de nuestra reflexién nos limita remos sin embargo a evocar el “contraejemplo” de Chile, pafs que ¢s el primero en conformar un estado relativamente sdlido y estable, mas no por meto azar ni por razones de “idiosincrasia”, sino porque en la “sociedad civil” que lo sustenta no existe la esclavitud ° y el feudalismo no va més alld de su débil expresion en el “inquilinato”, mientras el capitalismo gana te- rreno con bastante celeridad incluso en el agro. En opi- nién de Sunkel y Paz: La estructura social en que se apoya la nueva nacién se basa fundamentalmente sobre Ia actividad de los exportadores agricolas del centro, los exportadores mineros del norte y los comerciantes, particularmente Jos ingleses de Valparaiso, asi como la burocracia y el aparatg estat contrlado por los sectores eonserva- res.2? Zemelman, por su parte, afirma que en Chile: .+.Jos propietarios agricolas nunca han revestido el carfcter de una oligarqu{a agricola, en sentido estric- to, pues mantienen estrechas vinculaciones con las actividades comerciales, que van acentuindose a me- dida que avanza el siglo xx. ® El problema de Ja esclavitud en Chile qued6 definitivamente liquidado en 1823, cuando fueron mamumitidos los 4.000 escla- ‘vos que habfa en el pafs. Cf. Mellafe, op. cit, p. 154. 38 Osvaldo Sunkel y Pedro Paz, El subdesarrollo latinoame- ricano y la teoria del desarrollo, México, Siglo XXI, 1970, p. 305. 31 "ET movimiento popular chileno y el sistema de alianzas gn la década de 1930", en Enzo Faletto, Eduardo Ruiz y Hugo Zemelman, Génesis bistérica del proceso cbileno, Santiago de Chile, Quimanté, 1971, p. 37. CONFORMACION DEL ESTADO NACIONAL 39 En fin, segiin Ignacio Sotelo: Ta falta de metales pivsiocds y la escaser de mano de obra —el indio es rebelde y belicoso— canaliza los esfuerzos hacia la agriculrura, que logra considerable expansién, al contar con un mercado seguro: la re- gion minera del Peri y el ejército fronterizo que subvenciona la Corona. La originalidad de Chile ra- dica en haber constituido desde fecha temprana una economia agraria, lo que la diferencia de la coloni- zacién minera del altiplano, con un mercado interno no dependiente de Europa, lo que Ia diferencia de la colonizacién de plantacién. le desarrolla desde fecha muy temprana una clase terrateniente nacional, que constituye Ja columna vertebral de su estabilidad politica en el siglo xrx.* Férmulas no siempre precisas, pero que en su tras- fondo comiin sefialan 1a peculiaridad de una economfa que, ante la imposibilidad de asentarse en el trabajo esclavo o en Ia abundancia de mano de obra indigena servil, adquiere desde In época colonial una dinemia susceptible de incubar los gérmenes de un desarrollo relativamente precoz del capitalismo, No porque el autor lleve demasiado el agua a su molino dejan de tener validez los abundantes datos de Vitale sobre el tempra- no aparecimiento de este modo de produccién en Chic 1,88 hecho que constituye la base objetiva de la igual- mente temprana constitucién de un estado nacional, al que Ja subsistencia de elementos precapitalistas, débil como ya se vio, logré imprimir sin embargo un carécter “conservador”, Lo dicho hasta aquf permite abordar un aspecto més 32 Sociologia de América Latina, Estructuras 9 problemas, Madrid, Tecnos, 1972, p. 58. 38°Cé, su libro Interpretacién marsista de la bistoria de Chile, tm, La independencia politics, 1a rebeliin de las provincias y los. deceros de la burguesia comercial y terrateniente, Santiago de Caile, Prensa Latinoamericans, 1971. 40 CONFORMACION DEL ESTADO NACIONAL de la cuestién, que podria resumirse diciendo que la po- sibilidad de conformacién de estados nacionales verdade- ramente unificados y relativamente estables en América Latina varié en funcidn directa de la existencia de una burguesfa orginica de envergadura nacional. El desarro- lo de tal burguesia estuvo naturalmente determinado por el grado de evolucién de la base econémica de cada formacién social, evolucién que en Ja primera mitad del siglo xtx no puede medirse de otra manera que por su menor o mayor tendencia general de desa- rrollo Aacia el capitalism. Mariétegui supo formular con toda claridad este problema al escribir: En Jos primeros tiempos de la Independencia, la lu- cha entre facciones y jefes militares aparece como una consecuencia de Ja falta de una burguesta or En el Perd, la zevolucién hallaba menos definidos, mis retrasados que en otros pueblos hispanoameri- anos, los elementos de un orden liberal burgues, Para que este orden funcionase més o menos embrionaria- mente tenfa que constituirse una clase organ vie gorosa. Mientras esta clase se organizaba, el poder estaba a merced de caudillos militares.!* Concebido de esta manera el problema uno llega a ubicar mejor la propia cuestién del “‘militarismo”, que a estas alturas de Ja historia latinoamericana no puede ser interpretado como causa de la inestabilidad politica (“ambiciones” de los jefes militares), sino més bien como un reflejo, con grados variables de autonomfa, de Ia dispersin de fuentes de poder derivada de la hete- rogeneidad estructural de las macientes formaciones sociales. En tal sentido parece justa esta apreciacién de Halperin Donghi para quien: . - la militarizacién, elemento esencial del orden pos- 4 Op. cit, p. 22. CONFORMACION DEL ESTADO NACIONAL 41 revolucionario, refleja la complejidad —rica en tensio- pes y contudiciones— que caractering te. De fender a fuentes del poder estén pata 9 6 han hala atin el modo de entrela- zarse, y mucho menos de institucionalizar sus alian- zas.... no es sin duda tarea fécl; io es todavia menos cuando el ejército destinado a este fin refleja de- masiado bien, en sus propias ‘yailaciones y contra dicciones, las Iineas indecisas de este orden que no ha alcanzado su madurez.!® El enfoque que venimos realizando permite ademés reformular el problema de la periodizacién de la histo- ria de América Latina, en rigor irresoluble en términos puramente cronolégicos. La fase denominada de “‘anar- quia”, que no es otra cosa que el tormentoso camino que nuestras formaciones sociales tienen que recorrer hasta constituir sus estados nacionales, corresponde en térmi- nos generales al desarrollo de una estructura que par- tiendo de una situacién de equilibrio inestable de di- versas formas productivas Mega a una situacién de predominio telativamente consolidado del modo de pro- duccidn capitalista. Pero esto no es todo. Queda por analizar en cada caso concreto la forma de tal predomi- nio, que no necesariamente es sinénimo de una extensién del modo de produccién capitalista en la totalidad del cuerpo social 0 por lo menos en una vasta porcién de A, Cuando esta extensién ocurre, el estado se estabiliza, adoptando por regla general Ja forma “liberal-oligét- quica” que en posteriores capftulos analizaremos;, si 18 Hispanoamérica. .., pp. 52:53. Resulta por lo dems inte- resante Ia observaciGn de J. Lambert en el sentido de que: “Con- trariamente « lo que a menudo se imagina, el caudillo no es necesariamente un militar y hasta es raro que sea un militar de profesién. En cambio, cualquiera que fuese su origen, el cae Aillo debla set capar de conducir sus fieles al combate;”por esta razén, més de un gran propietario, un abogado o también un bandolero llegé al poder con el titulo de general conquistado en. las revoluciones.” Op. cit., p. 215. 42 CONFORMACION DEL ESTADO NACIONAL no, Ia situacién de extrema precatiedad se prolonga indefinidamente, expresada en una permanente crisis de hegemonia. En el primer caso podsfa decirse, for- zando un tanto la conceptualizacién de Marx; que el estado burgués-oligérquico supedita realmente al con- junto de una formaci6n dada, mientras el segundo caso pudiera ser pensado en términos de una supeditacién todavia formal de importantes segmentos del cuerpo social. Esta iiltima serfa Ja situacién de Ecuador a lo largo de todo el siglo x1x, o aquella que Almaraz des- cribe para Bolivia en el siguiente texto: En 1870 no se puede hablar con, propiedad de une minera en el sentido de una clase social que constituya un ntceo de poder aglutinante como Jo son para esta époce ls oligarguias de Lima, San- tiago 0 Ia. provincia, de Buenos, Aires, verdaderos tnblores de fe Toricign del ctedo nacional Bo Be- liva posiblemente Jo que falté a su tiempo fue una igarquia capaz de construir una estructura nacional subordinada a sus intereses. La cohesién del Estado solamente podfa ser lograda en funcién del dominio directo de un fuerte niicleo de intereses econémicos y en esa misma medida se habrfan operado los procesos de integracién de los que resulta la formacién del estado moderno, En el siglo pasado tuvimos mineros ricos, muy ricos, pero no fueron més que eso: hom- bres ‘enormemente ricos, no la expresién de una oli- garqufa, no el centro dirigente de un estrato domi- nante.!® Se trata desde luego de casos ltmites, entre los que cabe toda una gama de situaciones intermedias: los mis- mos ejemplos que cita Almaraz, de las “oligarqufas” de Lima, Santiago y Buenos Aires, no son en modo alguno equiparables. Ademfs, no podemos olvidar que la pro- blemdtica que venimos examinando se entrelaza con la 44 Op. cit., pp. 89-90, CONFORMACION DEL ESTADO NACIONAL 43 de la constante intervencién extranjera, que en ocasio- nes deviene decisiva para la configuracién de una en- tidad nacional como Ia uruguaya"™ 0 aparece indisolu- blemente ligada a todos los avatares de 1a conformacién de estados como el mexicano, que cual pocos fraguard su fisonomia al calor de las luchas contra el ocupante y sobre la base fisica de un territorio finalmente cerce- nado en més de 1a mitad por Jas voraces usurpaciones yanquis. E] caso de México sirve por esto de puente para el planteamiento de una nueva cuestién, Hasta ahora he- mos tomado ejemplos casi exclusives de formaciones que a Ia postre lograron consolidar su unidad nacional sobre Ia base geogrifica inicial, mas no cabe perder de vista los procesos de desintegracién que se iniciaron con Ja division de la Gran Colombia y culminaron con Ia “balcanizacién” de América Central. Sobre este se- gundo caso vamos a formular algunas reflexiones, dada Ja proyeccién histérica que reviste en escala continental. Comencemos por recordar que Guatemala, Belice, EL Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica ingresaron a la vida independiente como una entidad politica uni- ficada que se denominé Federacién Centroamericana, y cuyas “dificultades hubieran debido ser acaso menores”, puesto que “esta tierra no conocié revolucién ni resis- tencia realista.*® Sin embargo: La federacién no tuvo tiempo pata crear una inte- gracién econémica. Cada Estado vivié por su cuenta y aun dentro de cada uno de ellos —sin caminos, 17“ frente al conflicto argentino-brasilefio, Inglaterra puso una solucién..., creando un estado-tapén, y sus dirigentes no dejaron entonces de tomar en cuenta las ventajas que derivarian paca sus intereses en cl Rio de la Plata, imposible desde entorsces de clausurar por voluntad unilateral de una potencia”, Halperin, Historia contemporinea..., p. 156. 18 Halperin, ibid, pp. 192-193. 44 CONFORMACION DEL ESTADO NACIONAL con muy pobre comercio exterior, atraso feudal en la ricultura— tampoco se formé jamds una entidad real ligada por intereses comunes.’* Carente de una base econémica verdaderamente uni- ficadora, la Federacién fue naturalmente victima de toda suerte de manifestaciones “‘regionalistas” y “caudillis- tas”, a través de las cuales se expresaba la heterogenei- dad de una matriz estructural que comprendia desde el sélido niéicleo feudal guatemalteco hasta el islote de produccién mercantil simple localizado en Costa Rica, pasando por los embriones de capitalismo que empe- zaban a incubarse en El Salvador, “rincén que propor- iona la mayor parte de las exportaciones ultramarinas de Centromérica”.” La diversidad de situaciones ¢ intereses que esta abi- garrada base objetiva generaba, y sobre la cual actuaron desde los inicios fuerzas exteriores, se expres6, aunque muy grosso modo, en la pugna permanente entre libe- rales y conservadores, que alcanzé su climax en la cuarta década dol siglo x1x. En 1834 cl liberal Morazén se vio obligado a trasladar la capital federal de Gua- temala a San Salvador, en una suerte de exilio interno que no dejaba de ser premonitorio: estdbamos asistien- do ya a los estertores de la Federacién, que poco tiem- po después se desintegraria a través de una serie de dolorosas paradojas. En efecto, con el ulterior triunfo de las huestes guatemaltecas de Rafael Carrera, ese “‘rey de indios” que segtin Cardoza y Aragén no fue mds que “un ave presa incubada y sostenida para su servicio por el cle- 10, los ingleses y la aristocracia de parroquia”,2* la Fede- 28 Luis Cardoza y Aragén, Guatemala, las lineas de su mano, 2a, ed., México, Fondo de Cultura Econémica, 1965, p. 312. 20 Halperin, Historia contempordnea...., p. 193. % Cardoza y Aragén, op. cit, p. 316. CONFORMACION DEL ESTADO NACIONAL, 45 racién qued6 definitivamente desintegrada y, lo que es mis grave atin, librada a los voraces apetitos del colo- nialismo inglés. Los briténicos no tardaron en instalarse en el supucsto reino de los Mosquitos, ocuparon parte de las costas de Nicaragua, Costa Rica y Jo que ahora es Panamé, y el propio Carrera se encargé de entregarles, en 1859, el territorio de Belice ocupado hasta hoy. Y no eran s6lo los ingleses quienes iban a ensefio- rearse en esta desventurada regién. Atomizada y por lo tanto més débil que nunca, América Central serfa en adelante fécil presa de todas las ambiciones imperia- listas, estadounidenses en particular. El hecho politico de Ia ruptura de la Federacién, determinado por una compleja constelacién de causas internas sobre las que ja- més dejaron de actuar elementos exteriores, devino, a su turno y por sf mismo, una condicién propicia para al afianzamiento de un grado tal de dependencia que prdcticamente convirtié a toda el area en una semicolo~ nia norteamericana. Incluso la nacién que més distante parece estar de esta situacién, y que efectivamente se desarrolla mejor que sus vecinos en todos los planos por carecer de un sustrato esclavista o feudal de envergadura, es decir Costa Rica,*® no deja de suftir las consecuencias de una atomizacién regional que a la postre la reducira también a la condicién de sociedad “cafetalera-bananera” algo més avanzada que las demés. El cuadro doloroso de Centroamérica se completa con la independencia formal de Panamé (1903), a través de tun proceso que en parte al menos corresponde a una dindmica interna, que no es més que la determinada por la sutonomizacién que el capital comercial ha al- 22 CE, por ejemplo Ciro Flamation Santana Cardoso, “La for- maci6n de la hacienda cafetalera costarricense en el siglo xix’, en la publicacién de cLacso, ya citada, p. 658. 46 CONFORMACION DEL ESTADO NACIONAL canzado en esta area geogréfica, hasta entonces integra- da politicamente « Colombia. Segiin Ricaurte Soler: EL proyecto (independentista, ac) es indesligable de los intereses de In burguesfa comercial que espera, en su propio provecho, ver el Istmo convertido en em- porio universal. Este es también el proyecto de la Petuelia bunmuesa —en especial lg capas medias, profesional liberals, la burocracia— que preyén mejores posibilidades en la autonom{a o independen- cia politica. En el caso particular de Panamd el proceso de ‘identificacién y afirmacién nacionales no encontré, como en otros paises hispanoamericanos, Ios obstdculos de un poder social antinacional ( trabajo gsclavo y/o servl, mayorazgos, propiedad amortized, fuero eclesidstico,, familiar, ete.), Pero, desde muy temprano, se revel6 que si la posicién geogréfica Iegitimaba un’ proyecto de comunidad politica, esa misma posicién geogréfica desencadenaba fuerzas absorbentes que podrfan desnaturalizarlo.2* Tal vez habrla que decir que esta desnaturalizacién estaba inscrita en el curso mismo del proceso, y no sélo en razén de Ia voracidad de las potencias capitalistas que habfan puesto sus ojos en el Istmo desde por lo menos 1846, mas también por la indole de la fuerza social interna que impuls6 y dirigié el movimiento in- dependentista. En efecto gen qué consistfa el proyecto fundamental de clase de esta burguesta comercial, sino en vender la principal mercancfa que danzaba ante sus ojos y que no era otra que esa arteria de Ia patria que pronto adquiriria la forma de un canal? No por casuali- dad la Constitucién de 1904 consagré el estatuto semico- Tonial de la flamante reptiblica al sancionar el “derecho” de intervencién del gobierno norteamericano cuando io estimate conveniente para “restablecer la paz publica 28 Ricaurte Soler, Panama: nacién y oligarquia. 1925-1975, Panamé, Ediciones de la Revista Tareas, pp. 21-22. CONFORMAGION DEL ESTADO NACIONAL 47 y el orden constitucional, si hubieren sido turbados”. Ademés de Jos ottos mecanismos de succién de ex- cedente econémico, el imperialismo aseguraba en esta forma una perpetua renta colonial y estratégicamente remachaba el cinturén de seguridad centroamericano- antillés que pasaba por Cuba y Puerto Rico. Pero esto corresponde ya a una nueva fase de nuestra historia, que analizaremos més adelante. Aqui sdlo nos intere- saba destacar algunas Iineas fundamentales de un pro- ceso que, al menos cuando uno lo ve con ojos latino- americanos, poco tiene de “mégico” 0 “surreal”. 3. LAS LUCHAS SOCIALES Y SUS PERSPECTIVAS DEMOCRATICAS Las masas hacen la historia, pero no son ellas las que Ia esctiben. Hasta el momento en que el proletariado logra constituir su partido, y por tanto organizar su propia “‘memoria”, ésta constituye el patrimonio exclu- sivo de las clases dominadoras, que atin después de rota esta exclusividad siguen imponiéndonos, como Iinea he- geménica, su representacién del devenir histérico. Ins- talados en el gran hotel del abismo —como solia decir el viejo Lukécs— los propios intelectuales progresistas terminamos a menudo por hacer nuestra esta represen- tacién, impregnéndola, cuando més, de un dejo amargo y catastréfico. Para la ultraizquierda, la verdadera Iu- cha de clases comienza recién con su presencia; lo ante- rior es una suerte de prehistoria tejida de inercias y de errores, de comy y manipulaciones; en ol mejor de los casos las clases subordinadas aparecen en Ia escena como sujeto de graciosas “concesiones”. Hastia- dos de la mitologia oficial, autoconvencidos de que el propio marxismo no ha hecho més que prolongar los perfiles de 1a visién liberal, ciertas cotrientes revisionis- tas intentan a su turno forjar una nueva historia exhu- mando algunas reliquias de la iconografia Desde ese momento uno ya no sabe si estd asistiendo aun proceso de revolucién o de restauracién cultural. Para el perfodo que venimos analizando es un hecho que predomina esa visién que Manfred Kossok ha cali- ficado de fatalista, puesto que “hace caso omiso de las posibilidades alternativas que desde 1830 se hallaban (48) LUCHAS SOCIALES ¥ SUS PERSPECTIVAS 49 en embrién en las inntimeras acciones revolucionarias”.* Y, como ese fatalismo no es sino el rostro del elitismo, el conocimiento de la historia de los movimientos revo- Jucionarios y las alternativas democriticas de la América Latina decimonénica resulta todavia el “hijastro de la historia”? En tales circunstancias se toma extremada mente dificil Ja reconstitucién de las perspectivas pro- gresistas de este perfodo, que sin embargo no estuvo exento de una aguda lucha de clases en Ia que se hicieron presentes los anhelos y reivindicaciones populares. Las de entonces no fueron desde Iuego bregas en pro del socialismo, ni podian serlo en un contexto precapi- talista, consiguientemente carente de un proletariado moderno. Se enmarcaban, pues, en un horizonte cuyos Iimites objetivos eran los de una revolucién democrético- burguesa, perspectiva en la que hay que ubicarlas eva- Tuando Ja profundidad de cada movimiento en fancién del predominio del elemento democrético —es decir popular— sobre el elemento propiamente burgués, y sin olvidar que su posterior derrota o desvirtuamiento no los reduce a Ia condicién de simple “‘astucia” de una via reaccionaria trazada de antemano. EI mismo proceso independentista fue bastante com- plejo en sus contenidos de clase. Se inicié en Hait{ con tuna rebelién popular que no sélo culminé con la eman- cipacién del pais sino también con Ia cancelacién del modo de produccién esclavista hasta entonces vigente. La sociedad haitiana conocié en todo caso una fase de- mocritica que no dejé de tener repercusiones en escala continental. Tras el conocido temor de Ios criollos “moderados” a la “‘pardocracia” estuvo durante mucho tiempo presente la imagen de un Toussaint Louverture 1 “E] contenido burgués de las revoluciones de independencia ‘en América Latina”, revista Historia y Sociedad, México, segunda 6poca, mim. 4, invierno de 1974, p. 77. + Expresidn utilizada por Kossok en ibid. 50 LUCHAS SOCIALES ¥ SUS PERSPECTIVAS y del propio Dessalines; las aguas sélo volvieron a su curso “normal” desde el momento en que ese pequefio pais, acosado por el cerco extranjero y las nuevas con- tradicciones intestinas, se enrumbé por otra via. Y en cierto sentido al menos, Haitf no fue un caso de excepcién. Aunque en los demés paises la emanci- pacién. se realiz6 bajo una correlacién de fuerzas final- mente adversa a los sectores populares, éstos no dejaron de hacer sentir su peso especifico en varias fases del proceso independentista. En México, por ejemplo: ._., Ja guerrilla revolucionaria social, ditigida por Hi- daigo y Morelos, se volvié punto de partida y porta: dora de una concepcién del estado revolucionatio, es decir, hizo saltar en pedazos tanto el contenido como el aparato institucional del marco de emancipacién trazado por el ala republicana y liberal del partido criollo de la revolucién.* Incluso legaron a perfilarse, aunque sin éxito, los primeros atisbos de una justicia agraria: En 1810, Hidalgo inicia el movimiento de rebelién ordena’a los jueces que devuelvan a los indigenas lag tierras que se les hablan quitado, Esas vierras, se- grin su proyecto, que no fue aplicado, no podrfan ser rentadas por los beneficiarios de esta restitucién. En 1815, José Marfa Morelos y Severo Maldonado propusieron sin resultados medidas del mismo tipo. En este mismo afio, en la Banda Oriental del Rfo de Ja Plata, Artigas logré incoar un proceso de reforma del agro que Eduardo Galeano evalia en los siguientes tér- minos: 8 Kossok, op. cif, p77. 4 Michel Gutelman, Capitalismo y reforma agraria en México, México, Ed. pra, 1974, p. 57. LUGHAS SOCIALES ¥ SUS PERSPECTIVAS 51 El cédigo agrario de 1815 —ticrra libre, hombres libres— fue “Ia més avanzada y gloriosa constitucién” de cuantas Hegarian a conocer fos uruguayos ... Se decretaba 1a expropiacién y el reparto de las tierras de los “malos europeos y peores americanos” emigra- dos a raiz de la revolucién y no indultados por ella. Se decomisaba la tictza de los enemigos sin indem- nizacién alguna, y a los enemigos pertenecia, dato importante, la inmensa mayorfa de los latifundios. Las tierras’ se repartian de acuerdo con el principio de que “los més infelices serdn los més pri dos”. Los indios tenfan, en la concepcién de Artigas, “el principal derecho. ..”.2 Es verdad que a la postre todas estas tendencias progresistas fueron derrotadas y que Ia sociedad posin- dependentista se consolidé en la direccién reaccionaria analizada en el capitulo primero de este trabajo, Aun asf, no es menos cierto que las masas no dejaron de estar presentes en el escenario de Ia lucha de clases 4 Jo largo de todo el siglo xix. La cronologia de rebeliones y levantamientos popu- lares en Brasil dice todo sobre esta cuestién, Entre 1813 y 1832 hubo continuas insurrecciones de la plebe urbana; de 1822 a 1835 se registré una agitacién casi permanente en el sertén de Pernambuco y Alagoas; entre 1833 y 1836 tuvo lugar la rebelién de los “caba- nos” en Pard; 1835 estuvo marcado por la guerra de los “farrapos” en Rio Grande del Sur y sobre todo por los levantamientos de esclavos en Bahfa; en este aiio se implanté la pena de muerte para los esclavos insu- mectos 0 que cometieran cualquier “grave ofensa fisi- ca”. En 1836 hubo levantamientos en Laranjeiras, Cai- tite, Nazaré y Santo Amaro; entre 1838 y 1841 produjéronse continuas revueltas en Marafién y Piauf (revuelta de los “balaios”); mientras a partir de 1842 © Eduardo Galeano, Las venas abiertas de América Latina, 16a, ed., México, Siglo XXI, 1977, pp. 180-181. 52 LUCHAS SOCIALES ¥ SUS PERSPECTIVAS fue creciendo Ia agitacién “playera” en Pemambuco, con todas las caracteristicas de un movimiento demo- cxitico dirigido contra los “‘sefiores de ingenio” y los grandes comerciantes. Los afios de 1848 y 1849 fueron el momento culminante de este proceso, con levanta- mientos como los de Olinda e IgaraSu y la marcha de los “playeros” sobre la capital del estado.* La dialéctica de estos movimientos es sin duda harto compleja, puesto que en ellos el contenido popular munca aparece en estado “puro”, con perfiles de clara autonomia; por el contrario, siempre esté inmerso en el marco de esas oposiciones “‘regionales” y “locales” cuya indole tratamos de esclarecer en los capftulos pre- cedentes. Lo cual quieze decir que la contradiccién so- cial principal se expresé y disolvié, a la vez, en la enmarafiada red de contradicciones secundarias. Caio Prado ha tratado de reconstituir Ia légica de este in- trineado proceso: Toda esta agitacién, todos estos movimientos, aun- que inconexos, que ora aquf, ora alld, conmueven al pafs, tienen entre sf sin embargo un trazo comin de evolucién. La presién revolucionaria comienza en Jas capas de abajo, inmediatas de la clase dominante. De ahf se generaliza por toda la masa, descendiendo ‘sucesivamente de una a otra capa inferior. Esto pro- voca una contramarcha de las propias clases inicia- doras del movimiento, las cuales, de revolucionarias, bajo Ja presién que las arrastra por donde no quieren ir, pasan a reaccionarias, 0 por lo menos abandonan el movimiento. Dejan asf a su suerte a los dltimos pee entraron en Ia lucha, quienes de esta manera iitados, ‘son aplastados por la reaccién del poder Prado apunta ademis algunos de los limites objetivos © Los datos han sido tomados de Caio Prado Junior, Evolu- cin politica del Brasil, Buenos Aires Montevideo, Palestra, 1964. TOp. cits p. 76. LUCHAS SOCIALES ¥ SUS PERSPECTIVAS 53 de In base popular de estos movimientos, limites que impedian su articulacién en una escala realmente ne- ional: Privados de todos los derechos, aislados en los gran- des dominios turls, donde van sonido 2 na cuye tiger no conocia Iimises 9 un medio que les era extrafio, faltaban a los esclavos brasilefios todos los elementos para constituirse, a pena det considerable cantiad en facores de Pe en el equilibrio politico nacional Bp cuanto Is pobicion ibre de es apes medias ¢ inferiores, no actuaban sobre ellos factores capaces de darles cohesién social re silo fectones capaces ‘lente accién politica, pela 1 mayor dope ridad de intereses, y més n{tidamente cons- tituidas, tus blen simples conglomensdos de individuos.* Reflexiones con las que el autor registra algunos de los efectos de segmentacién y aislamiento propios de to- da matriz cconémica precepitalista, ‘Una matriz de este tipo produce ademés complejos sistemas de diferenciaciones étnico-culturales capaces de conferir a la estructura clasista una dimensién de “‘cas- tas”, hecho que a su tumo repercute sobre Ja lucha de clases mediante la frecuente “deformacién 0 desplaza- miento de los frentes de combates reales”, En el érea andina, por ejemplo, éste es uno de los factores deter- minantes de que las rebeliones indigenas, constantes por lo demés, rara vez superen ef nivel de la clisica jacquerie. All donde estos limites estructurales tienen un peso menor, el campesinado logra hacerse sin embargo pre- sente, “estampando su signo social” a movimientos que por su envergadura superan el marco meramente local 8 Op. city pp. 77-78. ® Expresién utilizada por Kossok, op. cit., p. 67. 54 LUCHAS SOCIALES Y SUS P7RSPECTIVAS © regional. Tal parece ser lo ocurrido durante la “guerra federal” 0 “guerra larga” en Venezuela, entre 1859 y 1863: El movimiento federalista, alzado en armas contra el gobierno de la oligarquia, fue una explosién po- pular que estampé un signo social a la guerra con la incorporacién de masas campesinas que reivindi el reparto de tierras y la eliminacidn del derecho de propiedad sobre grandes fundos rurales. Pronuncia- miento que fue guerra de clase contra clase, que avanz6 contra la oligarquia terrateniente, contra la aristocracia esclavista, contra la tirania de fos godos.}° Sabemos, ademés, que las agitaciones urbanas, sobre todo las protagonizadas por los artesanos, constituyeron uno de los ingredientes mfs dinémicos de Ja vida polf- tica de mediados del siglo pasado. Halperin sefala que los artesanos irrumpen en la escena continental en la década de los cuarenta y comenta que: las agitaciones urbanas que, hacia mediados de siglo, constituyen uno de los signos del fin del pe- rfodo aqui exami se extienden —aunque en ‘caso con signo distinto— desde Caracas y Bo- got hasta Santiago de Chile y Buenos Aires, si bien n sentir aun mds vivamente la presencia en campo politico de grupos plebeyos sjenos a esa lite, no son, suficientes para quebrar el cerrado pre- dominio de ésta. . Es verdad que en ninguna parte el movimiento arte- sanal logra quebrar definitivamente el sistema contra el cual insurge, mas no por esto hay que menospre- ciarlo. Derrotado a la postre como los dems, ¢l movi- miento colombiano por ejemplo deja una impronta indelcble en la historia de su pats. 10 Malavé Mata, op. cit,, p. 169. 14 Hispanoamérica...., p. 199. LUGHAS SOCIALES ¥ SUS PERSPECTIVAS 55 Desde 1847 los artesanos bogotanos arruinados por Ja importacién de manufacturas extranjeras comienzan a intetvenir activamente en la vida politica, dirigidos por Jas Sociedades Democriticas en las que participan tam- bién los estudiantes de la Universidad de Nueva Grana- da; dos afios mis tarde su peso es suficiente para inclinar la balanza en favor del candidato liberal José Hilario Lépez, con cuyo triunfo “el sistema colonial llega a su término”, segin el decir de Diego Montaiia Cuéllar.!? En efecto, bajo la presidencia de este Lépez se suprimen los censos, diezmos y mayorazgos, Ja es- dlavitud es abolida, se cancelan algunos estancos y los impuestos de consumo “coloniales” son sustituidos por un sistema de contribucién directa. Mas esto, con todo Jo progresista que pueda ser, no resuelve la deprimida situacién de los artesanos, quienes en 1853 deciden presentar al Congreso una solicitud de alza de las tarifas aduanales, nica forma de proteger a las manufacturas nacionales. Ante la respuesta negativa de un parlamen- to controlado por los grandes comerciantes y terrate- nientes, la lucha callejera arrecia y las fuerzas populares crecen apoyadas por los sectores progresistas del ejés- cito que encabeza el general José Marfa Melo. Final- mente, al grito de “jPan, trabajo o muerte; viva el gjército y Jos artesanos, abajo los monopolistas!”, los soldados de Melo unidos a las milicias artesanales to- man el poder el 17 de abril de 1854. Es el apogeo de un movimiento popular que no tarda en elevar las tarifas aduanales e imponer empréstitos a la clase alta bogotana para sanear Ia situacién fiscal. Contra tales medidas se Jevantan de inmediato liberales y conserva- dores, con Ia abierta ayuda de las misiones norteame- ricana, inglesa y francesa; es la sagrada “entente” del 42 Diego Montafia Cuéllar, Colombia: pais formal y pets reat, Buenos Aires, Ed. Platina, 1963, p. 75. 56 LUCHAS SOCIALES ¥ SUS PERSPECTIVAS comerciante con el agiotista, del terrateniente sefforial y el capitalismo extranjero, a partir de la cual la con- trarrevolucién se pone en marcha. La “repiblica arte- sanal”, por su parte, no logra —tal vez ni lo intenta— sellar una alianza con la tinica clase que hubiera podido consolidatla, es decir, con el campesinado. Socialmente aislada, arrinconada incluso fisicamente en Bogoté, tie- ne sus dias contados a medida que el enemigo avanza. El 4 de diciembre esta experiencia progresista termina ahogada en sangre y su jefe, José Maria Melo, em- prende el camino del exilio. Simbolo del carécter con- tinental de la lucha, el general colombiano morir4 seis afios més tarde en otro frente latinoamericano, comba- tiendo como simple raso en las tropas de Benito Juérez.* YY es que, entre tanto, las aguas de Ja historia mexi- cana tampoco han permanecido estancedas. Con el triunfo de las huestes populares de Juan Alvarez, vete- rano general que combatiera junto a Morelos en las guerras de independencia, México acababa de entrar en el turbulento perfodo de la Reforma, que en sus lineas més generales aparece como una fase “jacobina”™ du- rante la cual Ia naciente burguesta local arreglé cuentas con sus enemigos feudales, apoyindose en una prolon- gada lucha de masas. En opinién de Alonso Aguilar: La Reforma fue sin duda un movimiento revolucio- nario, como Jo fueron los que en Inglaterra, Francia, Estados Unidos y otros pases misién hiistérica de imponer el capitalismo. El gobierno li- beral fue autor de medidas que, inuestionablemente, ayudaron a acelerar la trasformacién social; pero 38 Cf, la obra de Montafia Cuéllar, ya cit., asf como Ia de Gustavo. Vargus Marines, Colombie 1854: Meio bos etesanor y el socialismo, Bogoté, Ed. La Oveja Negra, 197: 14 sf la conceptiia, por ejemplo, Adolfo “ily en La revolw cin interrumpida, 2a, ed,, México, El Caballito, 1972, pp. 89. LUCHAS SOCIALES Y SUS PERSPECTIVAS 59 El propésito de los liberales era crear una masa de pequefios propietarios emprendedores que sirvieran Ge base a\la formaciéa del mercedo nacional y al desarrollo del capitalismo, Los resultados, sin em- argo, fueron otros: las tierras de la Iglesia naciona- Tatas por el gobierno de Juarez fueron malbaratedas fen momentos de urgencia'y acaparadas por unos po- cos especuladores; en las antiguas comunidades ind- genas, los comuneros atin no acababan de recibir las tierras en propiedad individual, cuando ya aquellos mismos especuladores las estaban adquiriendo a bajf- simo costo, frustrando los propésitos originales de la Reforma, que eran los de movilizar la riqueza y for- mar una amplia clase de pequefios propietarios. Este proceso dio origen a un nuevo tipo de latifundistas que constituyé el primero y el més importante de los sectores sociales en que se apoys el porfirismo."® eSimple prédromo del porfiriato o también ensayo frustrado de la revolucién que estallaré en 1910? En su contradictoria unidad dialéctica la Reforma contiene sin duda los gérmenes de estas dos etapas posteriores, con las que apareceré més 0 menos ligada segiin los aspectos en que el historiador haga énfasis. Aquf, més que en ningiin otro momento, cabe recordar que Ia his- toria no es un movimiento feleolégico, con un camino trazado de antemano, sino un escenario en el que se enfrentan las clases, bajo condiciones objetivas cierta- mente dadas, pero no sélo como intérpretes sino tam- bién como autores de un complejo drama. El fracaso de la alternativa democrético-burguesa durante el perfodo de la Reforma consolida, de todas maneras, el encaminamiento de América Latina entera por la via reaccionaria —“oligirquica”— de desarrollo del capitalismo, que perfectamente ensamblada con la fase imperialista en que habia entrado el sistema mun- 19 I ideologis de te revolucién mexicana. Formacién det nuevo régimen, México, Ed. ex, 1973, p. 41. 60 LUCHAS SOCIALES ¥ SUS PERSPECTIVAS dial definiré un nuevo perfodo de nuestra historia, Pero aun ast el siglo xIx no se cierra sin més alternativas. En Chile, por ejemplo, Ilega a esbozarse un proyecto de desarrollo nacional auténomo, que Balmaceda inten- ta poner en prictica a través de medidas como las que resume el historiador Ramfrez Necochea: en 1888 Balmaceda proclamé la necesidad de industrializar a Chile con recursos que deberian obte Tarapaci iar log ferrocarriles mine- atte Ga eee ites La altemativa nacionalista de Balmaceda fue derro- tada en 1891 mediante una sangtienta guerra civil que terminé con el triunfo de las fuerzas olighrquicas y Droimperialistas; mas eato no signifies Ja cancelacién de las Iuchas progresistas en el continente. En Cuba, donde Ja prolongacién de la situacién colonial habia determinado una acumulacién particular de contradic- clones, venfa desarrolléndose desde 1868 un proceso revolucionario que serfa de los més avanzados de Amé- ttica Latina en el siglo pasado. Los perfiles de este proceso son ahora bastante co- nocidos ¥ uno no tiene dificultad en ver en él una prefiguracién de las luchas que culminarén en 1959 con Ia liberacién definitiva de Cuba: el propio proleta- tiado de este pais lo ha recuperado como tal en su 20 Hernfn Ramirez Necochea, Historia det imperialismo en Chile, Santiago de Chile, Ed. Austral, 1960, pp. 134 y 136. LUCHAS SOCIALES ¥ SUS PERSPECTIVAS 61 memoria de clase. Desde esta perspectiva es posible descubrir cémo el movimiento independentista adquiere aqui, desde un comienzo, hondas raices populares: de independencia £21868, aunque Ieidada yt or patriotas cubanos que proce- dfan de ‘amiss ricas, poseedoras de la cultura po- litica, relaciones y recursos econémicos para una empresa de aquella indole, no comenz6, sin embargo, ni alcanz6 su fuerza explosiva y de 'masas en las provincias donde estaba ms arraigada, era més po- derosa y contaba con mayores intereses la clase esclavista, es decir, el occidente de Cuba, sino en las provincias y regiones del pais donde los campesinos independientes eran més numerosos y el trabajo es- clavo tenfa un peso ccondmico incomparablemente menor.”* En este sector social prendié Ia ama de un movi- miento liberador que no tardé en robustecerse con el concurso del pueblo todo: esclavos, artesanos, profe- sionales ¢ intelectuales patriotas, que aunados lograron conformar una base suficientemente sdlida como para sostener una guerra prolongada de diez afios. De esta guerra surgié, como sfmbolo de una voluntad popular de lucha no quebrantada por la derrota de 1878, la figura del héroe nacional Antonio Maceo;*® y de ella se derivé también, como secuela inevitable, la abolicién de la esclavitud en 1886. Ademés la pacticipacién de la clase obtera fue notable a To largo del proceso independentista: 21 ‘Tomado del informe central del Primer Congreso del Patide,Comunista de Cuba, material de estudio mdm, 1, febrero 22 Sobre Maceo cf. EI pensamiento vivo de Maceo, La He bana, Tercer Festival del Libro Cubano, nim, 27, 1959, prélogo de José Antonio Portuondo. 62 LUCHAS SOCIALES ¥ SUS PERSPECTIVAS Esta participacién, que comienza en la guerra del 68 —apenas nacido el proletariado cubano—, crece pau- atinamente desde entonces, hasta hacerse decisiva en el 95. Durante ese perfodo, se crean, sélo en Tam- pa y Cayo Hueso, mis de 150 clubes revolucionarios, a través de los cuales se canaliza lo esencial de la actividad revolucionaria de la clase obrera.** Cuando Marti logra organizar el Partido Revolucio- nario Cubano el proletariado se vincula {ntimamente a Gte. Cada trabajador contribuye a la causa liberadora con el 10% de su jornal y llega hasta a ofrecer el sala- tio de un dia a la semana, que es denominado el dia de la patria, Los obteros patticipan ademés directa- mente en las diversas acciones militares: la expedicién de julio de 1895, por ejemplo, dirigida por los gene- rales Serafin Sanchez y Carlos Roloff, esta compuesta fen su gran mayoria por trabajadores tabacaleros. Y el papel histérico de éstos es tan importante en todos los érdenes, que puede considerdrselo como el cimiento mis sélido del ideario y la accién de José Marti. Como se subraya en este texto: Se ha escrito mucho acerca del papel que jugaron Jos tabaqueros en la is lencia nacional, pero algo que no se ha dicho, y si se ha dicho, no se ha destacado suficientemente. Es el hecho de que José Marti pudo imponer su concepto de la tictica y la estrategia de Ja revolucién a los viejos caudillos, por Ja base'de mases, por el esfuerzo econémicoy pot el ideol6gico que le proporcionaron los taba- eros. Sin los tabaqueres, Marti hubiera sido, indu- ts tun gran Ider} pero con los tabaqueros, 28 José Cantén Navarro, “José Mart{, la clase obrera y el socialismo”, en El movimiento obrero cubeno. Documentos y articulos, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, Instituto Cubano del Libro, 1975, p. 121 LUCHAS SOCIALES Y SUS PERSPECTIVAS 63 con los trabajadores organizados de entonces, respal- dindole, Marti fue el lider nacional indiscutible* De estos obreros, que empiezan a librar sus primeras batallas en todos los frentes, surgié ademas una nueva concepcién de la cultura, que nada tiene que ver con la de los ‘“‘modernistas” (con quienes resulta errado iden- tificar formalmente a Marti) ni con la de los “‘cient{- ficos”” positivistas. Mientras los primeros destilaban sus jeremiadas contra el “materialismo” capitalista sin de- jar de mostrar que “sus posaderas estaban ornadas con el viejo blasén feudal” —como dirfa Marx— y los segundos desempefiaban sin tapujos el papel de intelec- tuales orginicos de la oligarqufa, en Cuba se desarro- Ilaba la concepcién cultural més democritica del conti- nente. Y no sin razén: De Ia experiencia cultural de la clase obrera Mart extrajo conclusiones que enriquecieron su visién de tuna cultura democrética, adecuada a la naturaleza de a nueva repiblica; de’ modo que lo que comenzé siendo la vaga aspiracién del proletariado colonial, acabé convirtiéndose en un proyecto revolucionario, patrimonio cultural de la nacién.2® Sélo a partir del contenido popular, amplio y multi- facético del movimiento revolucionario cubano es po- sible comprender la naturaleza de a etapa de lucha que se inicia en 1895, durante la cual una pequefia pobla- ién carente de mayores recursos, sin suministros ade- cuados ni una base logistica comparable a la del ejército colonial espafiol, logra enfrentérsele exitosamente y co- % Texto de Garefa Gall6, trasctito por Cantén Navarro en op. cit., pp. 122123, 28 Ambrosio Foret: “La lectuta: proletariado y cultura na- ional”, revista Casa de las Américas, afio xvt, nim, 93, noviem- brediciembre de 1975, p. 32. El autor analiza el proceso histérico-social que condujo al desarrollo del capitalismo en América Latina, como prolongacién y parte inseparable de la acumulacién originaria en escala mundial. Entrelazando en una vision dialéctica y totalizadora los elementos que llevaron a la formacién de un capitalismo dependiente de los paises centrales, con las luchas sociales con que los pueblos latinoamericanos han combatido persistentemente la dominacion imperialista, Cueva nos presenta bajo una nueva faz la historia de América Latina, desde la “antesala del subdesarrollo" en la época colonial hasta los problemas y tendencias actuales, incluyendo un detenido andlisis de la crisis que parece caracterizar a la fase final de este milenio. Agustin Cueva es profesor e investigador del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) de la Facultad de Ciencias Politicas y Sociales de la UNAM. Ha publicado, ‘entre otros libros, E/ proceso de dominacién politica en el Ecuador, Teoria social y procesos poitticos en América Latina, La teoria marxista: categorias de base y problemas actuales y Las democracias restringidas de América Latina. ISBN 968-23-1592-1 xe Il a SOCIALES ¥ SUS PERSPECTIVAS 49 3, LAS LUCHAS SOCIALES Y¥ SUS PERSPECTIVAS DEMOCRATICAS sbrién en as inniimeras acciones revolucionarias”+ ‘ese fatalismo no es sino el rosiro del elitism, el peimiento de 1a historia de los movimientos revo- ios y las alternativas democréticas de la América ina decimonSnica resulta todavia el “hijastio de In otis”? En tales ciscunstancias se torna extr nte dificil la reconstitucién de las perspectivas pro- tas de este perfodo, que sin embargo no estuvo nto de una aguda lucha de clases ea Ia que se hicieron. entes los anhclos y reivindicaciones populares. Tas de entonces no fueron desde luego bregas en pro { socialismo, ni podian seslo en un contexto precapi- fsta, consiguientemente carente de un proletariado demo. Se enmarcaban, pues, en un horizonte cuyos nites objetivos eran los de una revolucién democritico- mucsa, perspective en la que hay que ubicatlas eva la profundidad de cada movimiento en funeién ppredominio del elemento democritico —es decir ppula— sobre cl elemento proplamente burgués, y n olvidar que su posterior detrota o desvirtuamiento fos reduce a la condicién de simple “astucia” de una Las masas hacen Ja historia, pero no son ellas las que Ja esctiben, Hasta ef momento en que el moll Jogra constituir su partido, y por tanto organizar su \ propia “memoria”, ésta constituye el pattimonio exclu: | sivo de las clases dominadoras, que atin después de rota esta exclusividad siguen imponiéndonos, como linea he: ‘geménice, su representacién del devenit histérico. Ins: talados en el gran hotel del abismo —eomo solfa decie al viejo Lukécs— los propios intelectuales progresistas terminamos a menudo por hacer nuestra esta represen taciGn, impregnéndola, cuando més, de un dejo amatgo y catastréfico. Para la ultaizquierda, la verdadera lu: cha de clases comienza recién con su presencia; lo ante rior es una suerte de prehistoria tejida de inercias y de errores, de componendas y menipulaciones; en el mejor de fos’ casos les clases subordinadas aparecen en Ja ‘escena como sujeto de graciosas “concesiones”. Hastia- dos de la mitologta oficial, autoconvencidos de que el Propio marxismo no ha hecho més que prolongar los perfiles de 1a visién liberal, ciertas eines sebloais tus intentan a su tumno forjar una nueva historia exh mando algunas teliquiss de la iconografia conservadora. ‘Desde ese momento uno ya no sabe si esté asistiendo aun proceso de revohicién o de restauracién culturel, ara el petiodo que venimos snalizando es un hecho que predomina esa visién que Manfred Kossok ha cali- ficado de fatalista, puesto que “hace caso oiiso de las posibilidades alternatives que desde 1830 se hallaban £481 El mismo proceso independentista fue bastante com- lejo en sus contenidos de clase. Se inicié en Haitf con na rebelidn popular que no sélo culminé con la eman- én del pais sino también con Ia cancelacién del de produccién esclavista haste entonces vigente, sociedad haitiana conocié en todo caso una fase de- sética que no dejé de tenet repetcusiones en escala tinental, Tras el conocido temor de los ctiollos Hmoderados” a la ‘“‘pardocracia” estuvo durante mucho tiempo presente la imagen de un Toussaint Louverture 1 “E] contenido bungués de las revoluciones de independencia Latina, revista Historia y Sociedad, México, egonda nim, 4, invlerno de 1974, p. 77. ‘Expresign utlizada por Kossokc en ibid 50 LLUCHAS SOCTALES ¥ SUS PERSPECTIVAS | ycHAS SOCIALES ¥ SUS PERSPECTIVAS ot Bl cédigo agrario de 1815 —tierra libre, hombres “ibtes-— fue “la més avanzada y plotiosa constitucién” ‘de cuantas Hlegarfan a conocer los uruguayos... . Se ‘decretaba la expropisciGn y el repatto de las tierras Ge los “‘malos europeos y peozes ameticanos” emigra- dos 2 talz de la revolucidn y no indultados por ella ‘Se decomisaba la tierra de los enemigos sin indem. Hhizacién algona, y a los enemigos, pertenecla, dato importante, Ia inmensa mayorfa de los latifundios, .. ‘Las ticrras’ se repartian de acuerdo con el principio de que "los mas infelices serin los més privilesia- dos”, Los indios tenfan, en Ia concepcidn de Artigas, “el principal dezecho...."* y del propio Dessalines; las aguas s6lo volvieron a su ‘curso “notmal” desde el momento en que ese pequeiio pals, acosado por el cerco extranjero y las nuevas com tradicciones intestinas, se enrumbé por otra via. Y en clerto sentido al menos, Haiti no fue un caso de excepeién, Aunque en los demas paises la emanci- ppacign se realiz6 bajo una correlacién de fucrzas final mente adversa 4 los sectores populares, éstos no dejaron de hacer sentir su peso especifico en varias fases del proceso independentiste, In México, por ejemplo: | ...-]a guerilla revolucionaria social, isigida por Hi- shigo y'Moclos, se vor punto de Sai Por TE TIS. verdad que a la postre todas estes tendencias dora de, una concepcin del eso revolucinatio, os | J proyresisins fucron derotadas y que la sociedad pose desir, hizo taltar ep pesos tanto el contenido como [Uidependentsta se consol en Ia dicen reaceona trazado por el ala republicena y liberal del mantle nalizada en el capitulo primero de este trabajo. Aun criollo de la revolucién® {, no es menos cierto que Jas masas no dejaron de star presentes en el escenario de 1a lucha de clases To largo de todo el siglo x08. La cronologia de rebeliones y levantamientos popu- en Brasil dice todo sobre esta cuestién, Entre 4813 y 1832 hubo continuas insurrecciones de la plebe Drbana; de 1822 a 1835 se registrd una agitacin casi permanente en el sertén de Pernambuco y Alagoas; ‘entre 1833 y 1836 tuvo lugar la rebelién de los, "‘caba- y5” en Pard; 1835 estuvo marcado por la guerra de los apos” en Rfo Grande del Sur y sobre todo por Jevantamientos de esclavos en Bahfa; en este afio implanté Ia pena de muerte pata los esclavos insu- ectos 0 que cometieran cualquier “grave ofensa 9. En 1836 hiubo levantamientos en Laranjciras, Cai- tite, Nazaré y Santo Amazo; entre 1838 y 1841 “produjéronse continuas revueltas en Marafén y Piauf frevuclta de los “balaios”); mientras a partir de 1842 Tncluso Hegaron a perfilarse, aunque sin éxito, los priaeros atisbos de una justicia agearia: En 1810, Hidalgo inicia el movimiento de rebelién yr ordena'a los jueces que devacivan a Tos indigenas ee que se les pei ceihae ese tierras, se- su proyecto, que no aplicado, no. rian fer rentals por lon bencficintios de esta sesttucién, En 1815, José Maria’ Morelos y Severo Maldonado propusiezon sin resultados medidas del mismo tipo En cste mismo afio, en la Benda Oriental del Rfo de Ja Plata, Artigas logré incoar un proceso de reforma del agro que Eduardo Galeano evalia en los siguientes té- miinos: 4 Kossole, op. cif, p. 77. 4 Miche! Gatelman, Capitaliswo y reforme agraria en México, México, Ed. na, 1874, p37, 5 Eduardo Galeano, Lar venas eblerias de Sovticw Latina, ‘6a. ed, México, Siglo 2X1, 1977, pp. 180-181, 52 [LUCHAS SOCIALES ¥ SUS PERSPECTIVAS fue creciendo la agitaciGn “playera” en Peenambuco, con todas las catacteristicas de un movimiento demo. ctitico ditigido contra los “‘sedotes de ingenio” y los grandes comerciantes. Los afos de 1848 y 1849 fueron el momento culminante de este proceso, con levanta- ‘ientos como Jos de Olinda e Tgarasu y It matcha de los “playeros” sobre Ta capital del estado.* In dialéctica de estos movimientos es sin duda hacto complcja, puesto que en ellos el contenido popular fnunea aparece en estado “puro”, con perfiles de clara autonomfa; por jinado por les condiciones histérico-coneretas en, ene lugar su desarrollo, Estas condiciones, a ya nos referimos brevemente en el capitulo flor, estén constituidas en lo esencial por dos he- el de que ef capitalismo no se implance aqut me: tuna revolucién democriticoburguesa que destru manera radical los cimientos del antiguo orden, y que aazea y so desarrolle subosdinado a la fase lista del capitalismo, Los dos hechos guardan relacién entre sf y se determinan mutuamente, lemos en primer lugar que en el sector agra- junto con el minero constituye el principal de desarrollo” del capitalismo latinoamericano, la cién se realiza de manera bastante similar a la que Culifics de “via junker” y que nosotros denomi- vis reaccionaria u “oligérquica" En su libto allo del capitalismo en Rusia Lenin plantea este en los siguientes tétminos: Y el mismo autor describe situaciones tan eberrantet| como le siguiente: «Jes grandes empresas capitalistas recurtian al ex: pediente de comprar o alquilar tierras —en donde 1 mantienen relaciones de produccién no capitalista para explicita y expresamente obligar a los colono pongos, etc., a ira trabajar a las grandes empresi agroexportadores ** Se trata de uno de esos casos limites en Jos que, falta de un proceso completo de acumulacién otiginat cl modo de producciéa capitalista se implanta por Ij solos impulsos externos y tnicamente en contados "' Totes” de una formacién social que en su conjunto sig siendo fandamentalmente precapitalista (feudal en caso peruano). Lo cual remite al problema de esa ticular articulacién de modos de produccién que dl crigen a las situaciones denominadas de de las que nos ocuparemos en capitulos posteriores. ee pa nt poe la antigua economia terrateniente, ligeda por de lazos con el detecho de servidumbre, se fa, trasformindose lentamente en una econo- tamente capitalista, de tipo “ base del transito definitivo del ty 2 Emesto Yepes del Castillo, Peri 1820-1920. Un siglo Aesarrollo eaptalista, Lima, lostivato de Estudios Peruanos, Ci podinioo Balcones §. A.,'1972, p. 208. 2 Ibid, p. 208, 7B PROCESO DE ACUMULACIGN ORIGINARIA EL DESARROLLO OLIGARQUICO mente tard{a y limitada, fenémeno que también ocurre Reocnmre oe eeu cen el drca andina. Con respecto al pertodo de la historia peroana que abares la ima década del siglo xix y Ja primera del xx, Exnesto Yepes apunta que: ala mano de obra, al reclutarse en un contexto isi Sn mereado de inca, go news a cia de dispestivos cxttacconémicos capaces 6 ars ‘ett Ja mina y en la hacienda a una poblacién Trabajadora susceptible de retornar a st lugar de ori- gen en donde probiblemente la tierra atin ea capaz de proporcionarle un mejor sustento que en Ja ha- cienda cafiera o en la mina.*4 ta realizacién de la acumulacién originaria se ia en América Latina un complejo proceso de tran- én a través del cual el modo de produccién capitalista ( supeditando a las formas productivas anteriores sponiendo su Iegalidad en las formas sociales corres- pdientes, pero sin dejar de estar, a su vez, sobrede- nado por las condiciones histérico-concretas. en tiene lugar su desarrollo. Estas condiciones, a “que ya nos referimos brevemente en cl capitulo sion, esein constituidas en lo esencial por dos he- z el de que el capitalismo no se implante aqui me- uaa revolucién democrético-burguesa que deste mancra radical Jos cimientos del antiguo orden, y le que nazca y se desarzolle subordinado a fa fase perilista del capitalismo. Los dos hechos guardan ha relacién entre sf y se determinan muruamente. demos en primer lugar que en el sector agra. que junto con el miner constituye el principal fo. de desarrollo” del capitalismo latinoamericano, a iicién se realiza de manera bastante similar a la que in calificé de “via junker” y que nosotros. denomi- mos via reaccionatia u “oligérquica”. En su libro alto del capitalismo en Rusia Lenin plantea este sna en los sigulences términos: YY ef mismo autor describe situaciones tan abertantes como la siguiente: + vlas giandes cmpresas capitelistas recurrfan al ex: padieneé de comprar 9 alqulartertas en donde 20 Inantienen relaciones de producci6n no capitalistas— para explicita y exptesamente oblizar a los colonos, ongos, etc., a iz a trabajar a las grandes empresa agroexportadoras.”™ Se trata de uno de esos casos limites en los que, falta de un proceso completo de acumulacién originaria, 1 modo de producsién capitalisia se implanta por lot solos impulsos extemos y Gnicamente en coatedos “ie: Totes” de una formacién social que en su conjunto sigue siendo fundamentalmente precapicalista (feudal en ‘caso peruano). Lo cual remite al problema de esa pa ticular articulacién de modes de produccién que dy otigen a las situaciones denominadas de “enclave! de las que nos ocupazemos en capftalos posteriores. bien la antigua economfa terrateniente, ligada por de laos cone deco de sald misery, trasforméndose lentamente en una econo- Biramente capitalist, de tipo "junker". En este Ola base del trinsito definitivo del sistema de pago lace] 1 Emesto Yepes del Cesilo, Perd 1820-1920. Un siglo Adesertolo capitalist, Lia, Intivato de Estudios Peruanos, ppodénico Ediciones 8. A.,'1972, p. 20%. 2 bid, p. 208, 80 rsanroto oLtokquico DEPENDIENTE ROLLO oLiekaquico DEPENDIENTE aL en trabajo al capitalists es la trasformacién interna de a economia terrateniente basada en la servidum- bre; y todo el régimen agtario del Estado, al tras: formarse en capitalista, consetva atin por mucho tiem po los fasgos de la servidumbre, O bien la revolucion rompe la antigua economia terrateniente, destruyen: do todas los restos de Ja servidumbre y, ante todo, Ja gran propiedad terrateniente... Con otras brat 0, bet fa conservacon de ia masa principal de Ja propiedad de los terratenientes y de los principales pilares de a vieja “superestructura”; de agul el papel preponderante del burgués liberal-mondrquico Y ce! teriteniente, et nipido paso a su lado de los Campesinos acomodados, la degradacién de la mast de campesinos que no sélo es expropiada en enorine fescala, Sino que, ademés, es exclavizada por los distin tose dessa pons, or fs Nader ¥ optimida y embrutecida por el dominio de Ia reac ‘cidn... O bien la destruccién de la propiedad de Jos terrarenientes y de todos los pilares principales de Ia vieja “‘superestructura” correspondiente. . .* feudo —aniftesis y negacién del espisitu del bur la creacién de una economia capitalista” Roger , pot su parte, sostiene que toda Ja primera Hapa de desarrollo del capitalismo ageario mexicano se 9 pot un camino que puede identficarse como Ia fa junker en su versién “porfisiana’™® En ottas situa- ics nacionales Ia incorporaciéa de elementos de miesclavitud 0 semiservidumbre es de tal magnitud, e hasta ha dado pébalo para que el mismo punto atranque del modo de producciéa capitalista sea ibido como una especie de retorno a los peotes tes del régimen colonial. Este “retorno” no es tal no en apariencia, pero el mantenimiento y hasta la scién de formas semieclaisas 0 semiservdes a Jo proceso es un hecho muy seal, que por st cst definiendo ona modalidad eopectticn de des pllo, Wheelock escribe que en Nicaragua: TAI plantador capitalists Je fue ventsjoso conservar Para su empresa aquellos atributos. de las relactones Drccepitalistas que le representaban una mayor extroc de ganancia. Dividid el trabajo, inttodujo. su mnizacion empresatal, pero conserva las fosrans de lacn colonial no” tujetes nia_salasiado nia gulacién de la jomeda de trabajo. En el apro nica ense precisamente, csid bastante genecalizado ef ned slain ipaene o asgnal care @o por el hecho de que el trabajo no origina pagos fidinero, o cuando més, una parte en dinero y ota fe en ‘clecios u ottas 'gtacas™ alimentos, uso Hubitacln,asentamiento en parcelse,suministco de els deiner necndad yeni, ot cambio de especies por trabajo puede aparecet ficislmente como una telacion de tipo feudal 0 mifeudal”, pero en. relidad, tanto por la estruc EI propio Lenin advierte que hay en esto cvestiones muy peculiares y complicadas que resolver, pucsto due son posibles las més variadas combinaciones. de lot elementos de tal o cual tipo de evolucién capitalist obsecyacién perfectamente valida para el caso de Amé rica Latina, en donde Ia misma acumulaciéa originesia reviste particularidades como las ya analizadas, Sin em» ‘argo, parece claro que en el desarrollo de nuestra capitalismo agrario existe una especie de unided ea diversidad daca por el hecho de que este desa:role ‘ecurre —salvo. en contados puntos de excepcis: de acuerdo con una modalidad que lejos de ebolit Intifindio tradicional lo conserva como je de toda evolucién. José Carlos Mariéiegui sefalé, hace ya cul medio siglo, que “en el Pent, contra el sentido de I emaneipacién republiema, se ha encargado al explt TD ensayos..., p34. Estructura agraria clases: sociales en México, Ed. usa, » Op. city pp. 1213, co, 1974, p 12. 82 DESARROLLO OLIGARQUICO DEPENDIENYE a a ‘tra social en Ja que se inscribe, como por ef destino ‘ de la produccidn a la que valora con el trabajo, no es tho de que el punto de gravitacién de esta evolucién ‘otra cosa que Ja envolture de una explotacién capita #é constituido por la extraccién de plusvalot absoluto lista desvergonzada.* Nos encontramos con seguridad ante un caso de ex plotacién capitalista, pero resulta dudoso que todo el ‘ejido social en que ella iene lugar pueda ser reducido a la condiciéa de simple “envottura”, que cuando mis cconfiguraria una situacién de “desvergiienza”. Refic ‘Héndose al terrateniente que trasforma a sus trabajado- res en asdlariados y produce con vistas a la ganancia y rno al ingreso, Marx insiste en que no se trata de un cambio ‘aicamente formal: amente progresista, que distingue de manera de- ‘Gsiva a Ja produccién capftalista de formas de explo- cién anteriores, es ante todo Ia plusvalfa relativa, explotacign voraz basada en el glazamiento de Ja jrnada ce trabajo es de otro modo la misina en el Fabricante capitalista que en el bovardo feudal: via “oligérquica”’ seguida por nuestro capitalismo conduce desde luego 2 un estancamiento total de las as productivas, pero sf ¢s tina de las eausas princi- les do su desartolio lento y leno de tortuosidades, ayor en extensién que en profundidad. Resulta claro, Jo dems, que en América Latina el ritmo de este rollo varfa en razén inversa del gredo de “hibri- ® de las relaciones sociales de produccién. Alf don- Jos elementos semiesclavistas 0 semifeudales siguen lviendo” por Iargo tiempo el movimiento del mo, las fuctzas productivas se desarrollan de en extremo morosa y desigual; en las éreas en el trabajo libre se impone como regla, ese desarrollo sparablemente més acelerado y homogénco. Un aplo de Ia primera situacidn podemos encontrar Que Ia forma que percibe su renta se modifique, 0 Ta forma en que se al trabajador, no ¢s por cier- to una diferencia i, sino que supone un fras- trocemiento total det nado mismo de produccton (de Ja seeultara)) tiene, pues, supuestos que sc basan cn determinado desarrollo de la industria, del comer do y de la ciencia, en sima, de las fueraas produc. tivas Ja produccién fundada en el capital y el trabajo asalariado no sélo es formalmente distinta de otros modos de prodaccion, sino que presupone igntal- mente una tevolucién total y el desarrollo de la pro- vceién. material” Ahora bien, Ia peculiaridad de una via de desarrollo cargada de “envolturas” como las mencionadas consis: te en que no cfectia ese “trastorno completo del modo: de produccién” del que habla Marx, o sea que no rea liza una trasformacida radical de las relaciones hombre- naturaleza mediante la introduccién de conocimientos, técnicas ¢ instrumentos verdaderamente modernos, sino que més bien asienta su evolucién en un redoblamiento de Ia explotacién de los productores directos. EI solo, 5 anette Jaodarentles pare le cri de ta ecnamla pelea Nice, Se Ee sh l rp B Lackls, Fits de Moscon, Bars Soc, Paty i. De Frangoise Bess ‘en, Litre yseeteded Latina: ef modernismo, México, Sigh XXT, 1976, --ea a amensa mayors de os ces los méiodos plotcia’ ao dfertan de tow de a época coll evo io y con la misma soil af tar ao; aril epi, Pits de Spe 9 tai iat ds ps9 pera puto gue no cendaise progress on madera In explo de es Sc, de onto a4 DESARROLLO OLIGKRQUICO DEPENDIENTE SARROLLO OLIGARQUICO DEFENDIENTE 85 Y el cardcter reaccionario de Ja via seguida por el italismo latinoamericano no se expresa xinicamente Jos obstaculos directamente impuestos al desarrollo Jas foerzas productivas, mas también por los efec producidos en Ja estructura social. Entre éstos me- destacarse, cn. primer término, el de la rémora la constitucién de un proletariado modesno, Como 6 Jicidamente Matidtegui: guada situscién pudiera ilustrarse con Ia estancia rio- platense, donde las fuerzas productivas se desatzollan ‘con bastante celeridad hasta of limite permitido por la estructura latifundiaria de la propiedad ® 'Y hemos suibrayado este limite para dejar en claro ue aun en el area del Rio de Ia Plata, donde los ele- rmentos precapitalistas s6lo tienen una incidenea mar ginal, el capitalismo tampoco se desarrolla ‘desde aba- jo", por una vfa que pudicra calificarse de “farmer”, sing sobre la base de las cnormes “‘estancias”. Por esto, autores como Rodney Arismendi* y Julio Godio® hhablan del “prusianismo capitalista agratio” de Uruguay y Argentina, a la vez que Sunkel y Paz llaman la aten- ign sobre el contraste entre esta via y Ia “farmer” propiamente dicha: «si a disolueién y expropiacién de (la comunidad , ella se increment6 en un 84%." Ademds: decir que, incluso con un “enclave” extranjero fen su seno, la econom{a chilena sigui do mds vigor que una economfa “nacionalmente olaéa” como la ecuatoriana. Comparado con la lidad empedernida del aliplano, Chile hasta podta Ubi. pp. 72 y 75. CE Ricardo Lagos, La industria en Chile: antecedenter rales, Instivato de Eeonomfs, Universidad de Chile, 1966, bap Faeto y Eduardo Ros, “La cra de Je dome ~~ (ACION DESIGUAL DEL SUBDESARROLLO 109 108 ESTRUGTURAGIGN DESIGUAL DEL SUBDESARROLLA) parecer en la mitologla burguesa como “le Tnglater sudamericana””,, aun cuando ya slo zepresentabs ul grado de subdesarrollo diferente del de sus vecinos strasados. Si por un lado no hay razén para incluir en misma categoria Jos casos que acabamos de anal ‘el otro tampoco se justifice que paises estructur Prente fan afines como Ecuador, Bolivia y Perl pl rezean en categorias distintas, pot mas que este titi Ihaya sido en su momento un centro virreinal, ese a que Eousdor inicié su transicién al capitalisn por Ja via de la actividad agroexportadora, sient Bolivia lo hizo por medio de una actividad exclusiy mente minera y Peri por une via més compleja q combiné la secoleecién del guano con la actividad piamente,ninera y agricola de exportacién, parece cl ‘que en ic” tres pafses hay una problemética comén, dl terminada por Ia insercién de un sector ptimatio exp tador en una matriz domineda por el régimen de vidumbre y consiguiestemente caracterizada pot bajisimo nivel de desarrollo de sus fuerzas producti En condiciones como éstas, se dan a nuestro ju dos situsciones que a la postre producen los efectos atraso mis aberzantes: a] el mismo sectot export se impregna hasta Ja médula de rasgos precapitali como en el caso ecuatoriano o el de las primeras taciones de algodén y cafia de anicar en el Pend 0 b] configura simplemente una situacién de “enclave”, con independencis del caricter nacional o extranjero sector exportador, que en este caso es etamente pitalista. El ejemplo de Bolivia en fa era del estafio es ol ilustrativo al respecto, En efecto, resulta bastante di afitmar que en este pais y en esta época no hull ‘habido acumulseién de capital 0 que hiciera faltw zeal “espitiea empresarial”: al momento de su mi fio habfa acumulado una de las fortunas mds cuan= a3 del mundo y era un verdadero prototipo del weois conguérant”. Bi secreto de su inesistible 9 no encietra, por fo demés, misterio alguno: Pa- sup combinar adccuadamente los niveles. mis 8 de Ta tecnologfa de su tiempo con los niveles bajos de salacios, para Jo cual ni siquiera necesité el valor de la fuerza de trabajo: Je basté con varlo en el nivel vegetative en que “‘normalmen: He reprodace e! siervo de la gleba. ‘embargo, las fabulosas superganancias obtenidas manera distaron mucho de contribuie a la scumu- fnterna en su pais; a la postre no hicieron més osar la masa del capital monopélico interna ¥ no porque Patifio estuviera dominado por fio porque se le incomporé en pie de igualdad, minetia del estatio pas6 a constituir en Bolivia islove de capital monopélico incrustado en una in coondmica de base precapitalists, que a cam- Proporcionar mano de obra barata no recibia ‘minimo impulso “dinamizador” por parte del ero. Y es que, al no encontrar algén produc- ial” que por serlo gerantizara una inversién fi Patifio ni los otros dos magnates del fan rezén. alguna para reinvertir en el binter- livisno, que en rigor comenzaba ea las fronte- mas del enclave estafifero, Fomentar el desa- ola ¢ industrial de este enorme cuerpo feudal sivalido a incoar una revolucién burguesa gue cieriamente no estaba en Jas miras de ates que habfan acumulado su fortuna preci- costa de la tiseria de las masas de su pats. como es lérico, incorporarse al movi- capital imperialita en escala mundial, y n0 de ‘“patziotismo”, sino porque le patria del ——e eee 112 EsTRUGTURACION DESIGUAL DEL SUBDESARROLLO WUgraucruRActON DesiGUAL DEL suBpusARROLLO 113 Ja economia peruana aumentaron. Tercamente, Jot perceptores de este dinero optaron por convertirse En rentistas y no en schumpetetianos de los Andes Por qué? Slide mercado interno hubicta exigido, en defi. nitiva, el incremento de la divisién social del trabajo, ( forislecimiento del sistema econSmico, la elevacién Ts productividad de los sectores ccondmicos. Pero do esto, a su ver, exigia erradicar las bases colonia es de la ‘economia peruana del siglo xix, emancipar Tos siervos, romper el poder politico de los grupos ovals raciconales corat Tor nexos de unt feulacién ssimétrica de Ta economfa peruana con inereado internacional”® Antes de sefislar la posible respuesta a esta interno) gamte, conviene retomar otra reflexién del mismo aut ton respecto al papel de los ferrocarriles en Pec, 4 interesa en Ia medida en que pone en evidencia que & tos portadores casi mitol6gicos del “progreso” madi significan en abstracto, es decir, si uno no analiza Ii raturaleza de le formacién secial en que se ubican: Hn ores términos, habfa que empezar por romper fesiniciura todavia feudal de Peri, Como esto no Drié, 1 mismo desarrollo del capitalismo adquitié bf Ix forma de un “enclave” 0, pata decirlo con pax ‘del investigadot Ernesto Yepes, de tsna penetra- de freguientos capitalistas que no implicé la liqui- ida de las relaciones no. capitalistas hora bien, la misma rsaén que torna imposible abo- el regimen de sezvidumbre y sus consecuencias ob- 5 con un simple acto de logomaquia. (evitando marlo feudal por ejemplo), impide también realizar Spovimiento inverso gue consiste en instaurse por feto politico el modo de produccién feudal allt en realidad jam4s existi6, con un mfnimo de tenela al menos, Tal es, a nuestro juicio, el case 12 tioplatence 2 la que ahora nos refetixemos. Gi ales sentido teérico quiere datse a 1a socorrida sién ‘éteas vacias”, que vaya més allé de la pura La construccién de los ferrocatriles —escribe Bo nilla—— no es buena ni mala en sf; ef problema. ‘es que 1a construccién de los ferrocarriles no preced fl nacimiento del capitalismo industrial sino ‘para que su tol sea decisivo, responde a la i Be una economfs ya en movimiento. En el caso Peni... estos fertocartiles no se atticularon a la tructuta interna de la economfa peruana, sing que bien fueron los vehiculos de, desincegracién de ‘economfa campesina y los canales a través de los {es se teforz6 Ta dependencia del Pend." i CObservacién, que se completa con la aseveraciOn guiente, que a nuestro parecer responde plename ‘a todas Jas interrogaciones del autor: Ibid, 0. 62. Op. cit, p. 208. (Quiero dzfar en claro que esto alude a certs simp! Mle ditigentes politicos que no ban profundizado on el Hemme. Moy distinto cs el oxo de un Rodney Arismend!, por i, cuyos andlsis del devarrollo del capitalismo en el agro json de una sdmiesble riqueza. CE, entre otos, su tra: Ppeluido en el libra 12 cuestidn agrara y el movimiento de in nacional (vatios autores), Praga, Editorial Paz y Sov 9, 1964, Uineas férreas, tanto més que el mercado interno, Pers, débil y fsagmentado, cra desde la primera di da posterior a Ia Independencia cada ver menos Clonal. Este mercado servfa sobte todo para Ia vs de mercancias britdnicas y europeas. El desarrollo 44 Ibid, pp, 14618. 28 Ibid, p. 61. Re M4 EsTRUCTURAGIGN DESIGUAL DEL SUBDESARROLLO LUCTURACION DESIGUAL DBL SUBDESABROLLO. 115 descripcién empfrica, hay que insistir entonces en que este “vacfo” implica la ausencia de una matriz econé mico-social de caricter esclavista o feudal, hecho que tiene que ver, incluso con las modalidades concretas de establecimiento de los vinculos de dependencia, y por supuesto cap los efectos espectticos de ésta en el desa- rrollo intemo de las sociedades respectivas. Como at gumenta un equipo de investigadores uraguayos para explicar el desarrollo particular de st pafs: en al hecho de que no se trata de una importacién ‘exclavos 0 siervos sino de mano de obra asalarinda, lo implica el establecimiento de relaciones sociales ca- listas de produccién, Aun les situaciones mfs “pre- ins” que puedan derectarse aquf, como serian Ia reerfa_y algunas formas de arrendamiento, nada tie- que ver con instituciones como ef “huasipungaje” latoriano o cl “pongaje” boliviano o peruano, e in- sive repretentan un momento mis avanzado que el “inguilinaje” chileno” La dicotomin éreas dominantes-iteas dependientes suc one una conceptualizacién quiz4 demasiado gruesa pes dar cuenta de una realidad compleja. La evo: lucién del sistema capitalista en su conjunto durante el siglo xrx y comienzos del siglo xx abre un abanico de situaciones cn materia de niveles de desarrollo y ibilidades de detcrminacién, que se relacionan con los recursos naturales, Ja capacidad de respuesta de la sociedad, ell modo de produceién precxistente y el adelanto o retraso con que las distintas Areas se incom potan al proceso, circunstancias todas éstas que ine ciden en la forma y dinamismo que el modo de producciGn capitalista adquiere en cada rea, En este abanico de situaciones el Uruguay estaba sttusda @ tun nivel en que las relaciones de dependencia no se daban en sus formas més rigurosas. Esta sittacién se basaba en una estructura econémica difcrente de da de los paises semicoloniales, que inclufa un cierto desarrollo industrial ¢ implicaba asimismo ciertos ni- de autonomfa,”” se establezca sobre Ja base del velor de la fuerza de sbajo en las éreas precapitalistas de América Latina, no a partir de su valor en los pafses europeos de don- se importa mano de obra. Por ello: Tos salarios ea In pampe eran, al parecer, supetiores Tes de alguns civades europea. Une compatasn fenite las tesas de salarios por hora correspondients ‘al Tapso 1911-14 en Buenos Aires y Paris y Marsella especto de siete categorias diferentes muestra. que fs tasas salariales de Buenos Aires eran superiores ‘alas de Marsella en todas las categorias (alrededor de 80%}, y superiores a casi todas las de Petis (elre- lor del! 25%), Un informe de 1921 del Departa- Apes si merece 6 pen detente arefutr ls Damanis de Carnagna (op, at) sobre el “feadlism” argentino iio ax Tos referiones ya formulae soe ls tlaionss dr producion ened feck en cusin sla convene walt ice tlre ool de ae pesos ap stpntng:". l eqins, oe vcs y 00s edi cosa lo 8% dk de cae op 1900, pero ma atlcaién se cle al 247 en 1919 9 en 13D. El vale sal de xo tr abes,cosierando 0, sends 371 en 1914 y a 1400 ef 1529, Es 0 la gctina cola mde dela mtd dnd de ep lads eaten en Latados Unidos, donde fa eaidad ales era mayor" Alcundro Dien op. cit 3. 6h. En el Area tioplatense esa estructura espeettica va conforméndose, como es sabido, mediante Ia. affencia de sucesivas co:rientes migratorias, cuya significacién sociolégica no tadica en cuestiones émaico-culturales, 38 Julio Millot, Carlos Silva y Lindor Silva, El desarall tndustial del Uruguay de la eriss de 1929 a le potencrre, Monte: video, Universidad de la Repiblice,Institoto de Economia, Depat- ‘tamento de Publicaciones, 1973, pp. 3132. 116 ESTRUCTURACIGN DESIGUAL DEL SURDESARROLLO mento Briténico de Comercio de Ultsamar afitmaba ue los salarios argentinos antes de la primera guc- rm mundial etan superiores a los de los palses eu ropeos, aunque no habfan ido cxeciendo al. mismo rico. Abota bien, no hace falte suseribir In totalidad de Jos razonamientos de un Arghiri Emmanuel, por ejem- plo pera percibir la enorme importancia que esta cucs- tin tiene en ef desarrollo econémico de una sociedad, No compattimos su idea de considerar a Ios salarios como una ‘‘vatlable independiente” y venimos esfor- zndonos, justamente, por mostrar Ia determinacién de tos por una artieulacién espectfica de modos de pro- ducciéa, en el seno de une constelacién histérica que desde luego rebasa Jos contextos estrictamente nacfona- Jes, Pero lo que sf quisigramos retener de su reflexién ¢s cf hecho de que ningin aspecto bisico del desarrollo de una formacién social, comenzando por las condi- cones de construccién d¢ su mercado interno y termi- nando por ef flujo de excedentes, puede plantearse al ‘margen de aquella cuestisn, Mis atin, creemos que ni siquiera es legitimo afitmar, como frecuentemente se hace en América Latina, que cl principal mecanismo de articulaci6n entre los “cncla- ves” capitalistas y las dreas precapitalistas consiste en que éstas se encargoen de reproducis a menor costo Ia fuerza de trabajo de aguéllos: afirmacién empftica- ‘mente falsa, como lo prucban las “tiendas de raya” abastecidas con articulos importados en infinidad de enclaves,” y ademés tedricamente absurda en la medida 2 Akjndso Dix sand Dig op et, 32, intercambio desigual, México, Siglo XXI, 1h ae fl 8h {Hace falta recordar que inchiso Patifo importaba lates dde conserva para Jos mineres del akiplano Boliviano? No hay ino que ler Metal del diablo, {UCTURACION DESIGUAL DEL SUBDESARROLLO LIT n que cl valor de cada bien producido en el sector ecapitalista es mis elevado que el del sector eapita- (sobre todo exttanjero), aun en el supuesto de ‘méxima “superexplotacién” de los trabajadores del imer sector, Ea auestra opinién, la funcionalidad de reas precapitalistas con respecto 4 Tes capitalistas ste primordialmente en fijar ua valor de Ja fuerza trabajo reducido a su limite estrictamente vegetativo, torkas Jas consecuencias que de ello se derivan. A tir de ese dato uno puede discutir si ese valor es ‘ves més internacionalizado. El hecho es que el sma capitalista, no se rige por las leyes de la jus- cin ni por el mayor © menor sentido teético, sino que, Jo que a este punto concieme, se limita a establecer régimen de salatios scorde con el valor local de Ia yerea de trabajo (en torno al cual tales sclarios fluc- m, como es natural), En el caso del avea sioplatense, Ia peculiaridad est F que ese valor locel es un “vacio”, que histérica- te serd Uenado, agai si, al menos en ef periodo que imos examizando, por wn valor de tipo iaternacio- fl, concretamente europeo. Fs éste el elemento “‘his- moral” que fija el nivel de salarios en un punto sparablemente superior al de otras eas latino- cants, marcando diferencias con el. propio proceso Ia luz de las reflexiones que hemos formulado se plica le relativamente precoz constitucién de un mer- interior de bastante amplitud en 1a zona riopla- , Ia répida integracién nacional que aqui se da contingentes humanos parsdéjicamente “extranje- P, ta funcién integradora de las vias de comunica- que en este caso cumplen un papel bastante dis- @ del que Bonilla indicaba para Peri:

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