You are on page 1of 130
NaoTuO TAG — NOISY. Guy Le Gaufey La eviccién del origen ‘Traduccién: Carlos Schilling Edelp ECOLE LACANIENNE DE PSYCHANALYSE Virginia Nembrini Jorge G. Sarmiento Produccién Grafica: Universitas. Eiterial Cienttica Universita Verena 15a 6a A Tara tt 25925 C2asbeAgentna © (1993) Guy Le Gaufey Gaufey, publicada originalmente en francés por Ey Hecho el depésito que previene la ley 11.723 LS.BN. N° 981-99567-4-5 Prologo Erdlogo ‘Alguna vez tuve di {A los ocho afios solfa acompafiar a mi padre en sus visitas a una vieja dama, propictaria de un aserradero situado en el medio del bosque. Se lamaba Sefiora Sinsou’ y era considerada una mujer rica, lo cual me causaba jentras discutfan sus asuntos, yo paseaba con dele! por los ojos atentos de los obreros que realmente me aprec sultades con las unidades de medidas. Un dia, mi maestro, por lo general poco chistoso, hizo una pregun- ta cuyo matiz no supe distinguir enseguida. Estébamos estudiando Jas unidades de medida cuando de repente pregunt6, como si nada, sialguno de nosotros ya habfa visto un metro cuadrado. Sin la me- nor duda acerca de la extensién de mis conocimientos, levanté un tranquilo dedo de alumno aplicado, y répidamente me di cuenta ~ no sin asombro- que yo era el tinico que habia visto semejante cosa. La situacién se tornaba desagradable, pero mis recuerdos eran claros: ;n0 habfa visto infinidad de veces a los hombres del aserra- dero apoyar sobre las tablas que cortaban una especie de instru- mento, una cosa, evidentemente cuadrada, y luego hablar de “metro cuadrado”? {No era acaso esa cosa (de pronto borrosa en. mi memoria), lo que lamaban un metro cuadrado? La voz se vol- via mas burlona. “;Y podrias decirnos donde viste eso”. Los otros mis mejillas cierta- ‘Aiin hoy no he terminado mi frase, ya que comprendi de golpe, “La pci viene de qe el aplido Sinzou, en franets es homsfono de Sans Sou, ‘que significa “sin un ges" (N, dl.) #8 _Lmeviecén del oigen imagino que con la certeza de un condenado an de caer en la trampa de una manera... magi fe, que acababa De modo que existian metros (yo tenfa uno plegable, de madera, al no existfan metros cuadrados! La vergiienza inidos al hecho de haber sido sorprendido en de medida. {Por qué habfa metros y no metros cuadrados? © mejor ~ya que existen metros cuadrados {no es cierto?-, :por qué ningtn no expuso jamas un metro-cuadrado-patrén? Por cierto, yo trataba de comprender que, dado que existe un me- tro, existe un metro cuadrado, asf como existen decimetros 0 milf- metros, pero en fin ...jUna superficie! {Por qué las superfi tienen unidades de medida propias’ Evidentement ‘metro-cuadrado”, pero problema, lo cual me dos decentes en matemi smiti6 obtener, supongo, algunos resulta- cas. los estudios técnicos de mecénica general tamente exacta. Por mas pre minuciosa que sea la medicidn, hay que ac casos existe un margen de error, qué no es “ lenguaje del matematico, no en el del téc~ calibrable, y que tiene el dulce nombre de toleran- : el metro mismo recibja ahora un golpe, no porque se dilatara 0 se contrajera en funcién de Ia temperatura (no hay misterio en eso) sino porque no se podia confiar en dupli- dolores de cabeza, tales asf que termin€ por olvidaria, Ms tarde atin, un profesor de filosofi ardiano en sus horas libres, me ensefié la existencia de la “deriva ontols concepto y la cosa que éste aprehende, © Pritogo 9 volvia una novela ‘oscuro parentesco entre esta deriva ontolégica y la tolerancia ligada a toda medida. Decididamente algo no funcionaba muy bien cuando uno trataba de saber lo que fuera, Por fin, comodamente tendido, rocé la rev Ia vuelta de no sé que reciente vergiienza, mi vieja historia del metro cuadrado se desperté; orientado hacia un nuevo saber, pude imaginarme que ahora la comprendia claramente: jLa castracién materna! ,C6mo ‘no habfa pensado en eso antes? En efecto, mi madre perdié, cuando yo tenia cuatro afios, a una prima hermana, casi una hermana para i transformado, mucho i” Pito) sin que nadie antes de mi debut en la existencia, en pensara mal. jCusntas veces habré acompafiado a mi madre Esas cosas no se inventan. Incluso un novelista larfa ante un simbolismo tan pesado, y en cuanto a ri, no recuerdo haber hecho la menor sugerencia sacrflega. Pero, cen ese falso movimiento de revelacién tardfa, al menos una especie de efecto de perspectiva me fue dado: yo intufa que esa pequefia lades de medida (métricas 0 conceptuales) teméticamente, estaba clavada al cuerpo, y de smente diferente ta m- mi opinién, caen répidamente en la arrogancia antropocéntrica, © ms generalmente, en ese relativismo soso que enuncia de una forma sentenciosa y dubitativa: “Todo es relative”, y se cree libe- rado. Desde entonces he manteni sin sorprenderme por ejemplo de a Ciencia de la Légica de Hegel s teoria que se extiende por més de sesenta paginas. Y, en el curso de Ios aiios, siempre he lefdo con curiosidad las obras de divulgacién escritas por los més grandes fis je saga de los con- ‘gresos Solvay, especialmente cuando la relatividad y la mecénica ‘cudntica hicieron su aparicién, o incluso las obras absolutamente 10. Laeviccin dl origen apasionantes de Alexandre Koyré— sintiendo constantemente que por mds que no encontrara la lave, al menos conocerfa un poco ms la cerradura. ‘Aquello que se ponfa silenciosamente en abismo en este interés pparalelo por cierta fisica y cierto psicoandlisis, recién se me aparc- cci6 claramenie cuando supe leer en é! la cuestién de la referencia. Lejos esta esa palabra de tener una univocidad natural, y cada autor {que Ja emplea enseguida 1a colorea a su gusto, Por mi parte, yo la fe como lo que excede, escapa, se rehusa a ica. En sus cuestionamientos, tan distintos tas me parecfan asediados por el mis- todo esto? Ni la afluencia de las terapéuticos con su cortejo el reconocimiento piblico, nada pod hacer callar esa interrogacién puntual, es cierto, pero perfectam: iterativa como cuando inspeccionamos sin cesar con la punta de la lengua ese diente que sabemos que nos hace doler. La muerte de mi padre no fue ajena a este ordenamiento concer- niente a la referencia. En esos reajustes que el duelo produce sin que lo sepamos, yo percibfa mejor el juego secreto que habia tejido mis lazos con él, en una vida familiar que esboza en cada uno de nosotros la forma de su rel sda “realidad” ulterior. En la urgencia de un coloquio sobre yo laneé sobre el papel una espe tun padre real, eset una época en que por otra parte me esforzaba para entender mejor las concepciones tan diferentes sobre el padre propuestas por Freud y Lacan. Las paginas que si- imonian de esa preocupacién que me ocups de la primera pero qué hay de real en todo esto? 1. G. Le Gaufey, “Pore, ne vest done que belles?" Literal N* 11-12, Tou ouse, Ets, 1984, p. 32. Introdueci6m El objetivo de este libro puede formularse en pocas palabras: mos- trar que entre Freud y Lacan, a pesar de la innegable comunidad de referencia que los coloca en la misma Iinea, hay una ruptura epis- témica considerable, que redistribuye fisura no es especifica del campo psico: ha atravesado la mayoria de los campos del saber contemporineos, de continente siglo. Pese a la extraordinaria abundancia de este largo perfodo clisico, se puede mostrar que algunos de sus axiomas més profun- ddos, que trabajaban subterréneamente pues parcefan depender més del sentido comiin que de cualquier hipétesis, han tenido un peso decisivo en la consisiencia de las teorfas elaboradas a lo largo de dicho periodo, en campos de saber por otra parte muy heterogé- eos. La ruptura con esta episteme clésica casi se confunde con el acto de aislar, reconocer y nombrar esos axiomas como tales; siendo libre cada uno de seguir aceptindolos (pues esos saberes clésicos son atin localmente validos) pero sabiendo ahora qué precio con- viene pagar por ellos, ya que tna vez, nombrados, muestran el re- verso de su poder no ocultando més las limitaciones y las contra- dicciones que originan. Esta libertad axiomética surgi6 primero en mateméticas. Durante més de dos milenios, el enunciado de Euclides que dice que por un 12__Laevieién del origen punto no se puede trazar mas que una sola linea paralela a una Ii- nea dada, fue considerado un enunciado verdadero, es decir, un teorema. Larga es la historia de todos los que han buscado en vano in. El descubrimiento de otras geometrias en el siglo rr brutalmente este enunciado, proponiendo otros dos equivalentes: ahora por un punto se podia trazar ninguna, (© una, o infinitas lineas paralelas a una linea previamente dada. ‘amente excluyentes, era necesario, por lo tanto, elegir una geometria, ya sea la de Riemann, la de Euclides, 0 la de Lobatchevsky. Cada una de esas geometrias tenfa sus ventajas y sus inconvenientes,:pero ninguna tenfa nada que envidiarle a las ‘otras dos en cuanto al rigor de sus demostraciones y la veracidad de sus teoremas. Simplemente era necesario clegir, porque el “mismo” teorema no era el mismo en cada una de igual a dos ngulos rectos, para Reimann es inferior, y para Lo- batchevsky superior. Ese alejamiento en relacién al aspecto “natural” del saber cientifico es Hevado al maximo por David bert al final del siglo XIX. Pero esta libertad no ha sido s6lo patri- ‘os; ha invadido progresivamente otros, . ciertamente en relacién a la experiencia, pero también en nde las construcciones axiomiticas, que no eran pura y simplemente dictadas por la experiencia. Y una ver que la mirada las realidades formales implica- ue posible para cada di las bautismales axiométicas, inaugurando asf la necesidad de “retornar” hacia sus momentos fundacionales para interrogarlos ~y muy a menudo para cauterizarlos. Los cuatro estudios que siguen tienen la ambiciGn de recorrer esta a de ruptura epistémica en dos campos del saber, no sélo di tos, sino también heterogéneos: la fisica y el psicoandlisis. Este enfoque inhabitual se debe a que en cada uno de ellos la problemé- tica del origen se halla subvertida de manera notoria en este siglo. Elemento indiscutible en los fundadores, Newton y Freud, y man= Inroducciin 13 EE ree Eee beeen tenido con gran cantidad de hipétesis por sus sucesores, es descar- tado casi de golpe y devuelto al olvido por Einstein y Lacan En este punto, la historia de la fisica tiene la ventaja de presentar ‘una fractura nitida en esa fecha de 1905, cuando con sus tres famo- ‘sos articulos, Einstein fundaba restropectivamente la unidad de la fisica clésica, mostrando c6mo la extrema diversidad que esta habia alcanzado con sus resultados y sus éxitos dependfa de los axiomas implicitos en Newton, y luego repetidos indefinidamente de una forma u otra, Para seguir de mas cerca la génesis de esos axiomas fundadores -a clésica, trataremos al principio de situar un de captar para el profano, mas inclinado a pensar como Kepler (inercia: tendencia al reposo, oposicién a cualquier movimiento), que sometiéndose al ces absolutamente nuevo de un Galileo o un Descar- tes (iner 6 “cantidad de movirn Pero esta inercia no llegé a integrarse tan rapido a una verdadera ciencia del movimiento, en la medida en que conducfa demasiado directamente a un relativismo completo: bastaba con que un obser- vvador estuviera fisicamente unido a un movimiento para que este lera para él “como nada”, escribia sin ambages Galileo. lonces para respetar esta propiedad fundamental de to Ia inercia~ sin caer a la Newton logra oponer, en una estricta igualdad cuantitativa, inercia ruitse una fisica efectiva, que sin embargo ferencia indispensable entre Dios que, como mostraremos, si bien concuerda con los ednones teoldgicos de Newton, sobre todo esta presente en los Principia mple razén de que sin El no podfa Muy bien, se dird, eso es historia antigua! Desde el siglo XIX, ese Lord fue seguramente evacuado del discurso racional cada vez mis 1 Laevecin de orien laico que ya predominaba en las ciencias. Aunque mas no sea para no permanecer en una visiGn tan simplista de I ciencias, nos ocuparemos de mostrar que los cambios considerables acaecidos en el discurso fisico en los siglos XVIM y XIX dejaron intactas ciertas propiedades que justificaban la presencia de ese Lord en el corazén de Ia fisica de los Principia. En efecto, con un yocabulario muy diferente, los mismos cnigmas formales perma- necieron en su lugar hasta fin del siglo XIX, s6lo que la extension ‘considerable de la fisica terminé volviendo probleméticos, e inclu- so contflic lgunos de sus axiomas que al principio habjan sido los mas importantes. Con Faraday, Maxwell, Lorentz, y muchos otros, se ve euestiona- do, junto a la nocién de éter, el modo de existencia del espacio y tiempo absolutos, en una critica cada vez mas aguda. Como sucede ‘a menudo, al acercarse a su punto de ruptura un saber revela sus verdaderos axiomas constitutivos, los cuales eran enunciados ses- gadamente en los tiempos de triunfo y de conquistas, pero se rmuestran crudamente a la luz, desde el momento en que ponen en peligro el edificio que hasta hace poco ayudaban a sostener. Luego, casi sin anunciarlo, pasaremos a Freud para seguir a través de Totem y tabi el embrolio intelectual por donde se encamina hacia esa figura del padre que cada uno cree conocer tan bien. Para ‘mantenemos en el plano formal que constituye nuestro terreno a lo largo de todo este trabajo, Freud tiene entonces que solucionar un sma importante: luego de que en 1897 abandona con su 41 conviccién en la teorfa traumética y Ia “etiologia paterna’” de la histeria, el personaje del padre, tan predominante en la clinica de la neurosis, ya no tiene estatuto te6rico para él. El Edipo, que surge claramente desde el pequefio Hans, podria hacer- nos creer que ese personaje paterno ha repintado su blas6n teérico como interdictor del acceso a la madre, y que de nuevo nos halla- mos ante un orden que asigna al padre su funci6n. Pero esta suges- tién de la vulgata freudiana, ta josa en nuestros dias, hace impasse sobre un punto notorio: Edipo mismo —esa es su tragedia~ esa la ver padre e hijo ante Yocasta, y més que evidenciar la natu- raleza del padre, la arroja al abismo: ,qué es un padre? Es un hijo, Inirotuccion 1S. ineluctablemente, invariablemente, Edipo en la cabeza, dirfamos. Y hhe aqui que el espectro de los espectros se asoma para cualquier pensamiento que se organiza: la regresi6n al infinito. {Qué hace falta para interrumpirla, para concebir que un hijo, en situacién de procrear, sea padre y nada mds que padre? Totem y Tabui responde, mediante un dédalo de dificultades, a esta pregunta de la que de- pende la consistencia de las especulaciones freudianas, diciendo que no habria padre a lo largo de la cascada de las generaciones, si no situamos uno al comienzo de la serie. Primera precisi6n, de una ‘gran importancia formal en la medida en que a continuacién trata~ wir entre el estilo que conduce a fundar una serie sobre un primer elemento dotado de un operador “sucesor”, que funda la serie sobre la clase y la ley de organizs ‘que procede para reconocer sus elementos, En esta perspeetiva se puede decir que Freud, al igual que Newton, coloca un primer elemento por encima del cual nada hay que bus- ‘ear, y que por lo tanto bloquea la regresién al infinito que absia para uno el Edipo y su imposibilidad de hallar un padre como tal, y hecho de que el respeto a la inercia, que implicaba la observadores, impedia encontrar la aparentes”. Su parentesco formal en este asunto se veré separadamente cada una de estas empresas fundacionales, punto mas delicado de cada una: no la consistencia d mento del Lord, 0 del Padre Totémico, sino la articulacién inme- diata de este toria y de la experiencia, con los elementos fisicos © histéricos que de él proceden: el espacio y el ‘vos en tanto que derivan del espacio y del tiempo ab- del Lord en Newton; el twigico” como primera “ }6n tendenciosa” del erimen primitivo en Freud. A esta bisagra -muy adémica~ donde se supo- primer elemento de la serie mundana toca el elemento jicaremos el tiempo suficiente para sefialar hasta qué punto las dificultades que terminaron por poner en peligro la obra newtoniana y la obra freudiana estaban en ‘embri6n en ese dificil pasaje del tiempo cero al tiempo uno. Sélo remonténdonos hasta ese punto de origen podremos captar la cohe- rencia formal implicada en esos campos del saber tan extrafios entre si Para acentuar ain més la ruptura epistémica presentada aquf, pasa- remos a una segunda parte en la que veremos el modo en que Einstein y Lacan emprendieron su tarea sobre bases axiométicas distintas a la de sus predecesores -0 de sus alter ego. Para ellos dos “y sin que la palabra haya pasado verdaderamente de uno a otro~ la preocupacién por el origen dejé de ser pertinente en los saberes que elaboraban. Ninguno de los dos present con fuerza y clara- mente ese rechazo durante sus primeras elaboraciones, y sin em- ‘argo, ahora podemos verlos a ambos formando parte de una dad epistémica que supera el marco especifico de sus trabajos, ast ‘como la invencién del Lord newtoniano superaba en mucho el ‘marco de la fisica inaugurado por Galileo. Por suerte para nosotros ~y al contrario de lo que sucede con la ‘sica cudntica atin encerrada en sus formalismos, la relatividad en Einstein a su més grande divulgador. Sin embargo no po a sus obras més conocidas, ya aque la relacién, hoy muy bien estudiada, entre la fisica de Einstein y la de Newton debe servirnos de vector para sefialar una ruptura epistémica Lacan/Freud que un gran mimero de psicoanalistas in- sisten en desconocer, de formas muy diversas, es cierto, Nos ocu- paremos de esa parte de la relatividad que hizo estallar en pedazos fa nocién de éter, dtima imagen del Lord newtoniano, y que la vez envié al museo de historia de las ideas a uno de los elementos més fuertes del sistema newtoniano: el patrén -medida. Con la rela de cuerpo rigido que servia para aparejar valores (simbélicos) y seres (reales) pierde su pertinencia; a quien se sienta tocado al menos un poco por esta desaparicién, el imagi- nario se le transforma. En ese st fo me esforzaré en destacar Jos puntos simb ‘sta, implican una modificacién imaginaria concemiente a la idea de un referente ‘iltimo, el cual sin embargo no desaparece siempre se lo designa fen todo pensamiento que se organiza~ pero se ve fundamentalmen- Inoduccion__17 te afectado en su individuacién. Lo que asegura y garantiza la uni- dad ya no es més un individuo (como lo eran, por més de una ra- z6n, el Lord newtoniano y el padre totémico freudiano). Una vez concluida esa etapa, nos ocuparemos de las elaboraciones de Jacques Lacan quien, en la segunda mitad de los afios cincuenta, se dedicé a reformular la cuestién del padre. Es claro desde el principio que ningiin referente histérico vendré como en Freud a sancionar y garantizar el posicionamiento de ese término indispen- sable para la subjetividad. En efecto, “Padre” para Lacan pasa por {que estudiaremos de muy cer- ante sin par ordena el juego de la estructura, especialmente cuando bajo la denominacién de “significante del Nombre-del-Padre”, interviene en un punto decisivo de la opera- cién que supuestamente produce al padre: la metifora paterna. Y como Lacan propone una escritura de dicha metéfora, nos plantea- remos Ieerla como el algoritmo que es, es decir en el detalle de su funcionamiento. Veremos entonces que la problemitica del referen- imo ~en este pensamiento riguroso del signo ~ya no busca un liscurso que permita sujetar una cadena signifi- sino desplegarse de acuerdo @ un orden ‘iones (que definen las clases de objetos) se imponen a los individuos. i alteracién de la estatura del padre que, pode- xin hoy sigue siendo ampliamente desco- ” del padre, punto de misma el alfa y omega. Si se trata de establecer en qué el padre es requerido para que un sujeto pueda mantenerse bra y en los cambios que ell iza, entonces debe preva estudio de la consistencia del sistema cn que tal elemento esté implicado, y no sélo sefialarlo como “dominante” de toda 1a estruc- tura, Se olvida demasiado répido que si Lacan invent6 la expresi6n “Nombre-del-Padre” fue, como sefialaba él con circunspeccisn, “para que aprendan a prescindir de ella”. Por lo tanto: psicoanalis~ un esfuerzo més... en este camino donde el Lord newtoniano y toda su Sefioria, donde el Padre Totémico y el goce de 18 Lacsicciin delorigen todas sus mujeres, se muestran cada vez mas como lo que son ~y ‘que no es exactamente nada: esa sombra, de noche, sobre las terra- as de Elsinor... Pero toda la fuerza poética que seguiré maravi- Hando a ese nifio grande devorador de historias que hay en noso- tros, todo ese remolino de imégenes y de emociones en que bajo el nombre de padre mezclamos deliciosamente el miedo y la adora- cin, todo eso ya no deberfa ocultaros la noticia: a ese padre le ha sucedido algo en este siglo, y en vez. de regocijamos, apiadarnos o escandalizarnos, tal vez serfa mejor saber de qué se trata. Primera parte Del Lord al éter La dificil emergencia de la inercia La palabra sin el concepto: Kepler Al revisar la enorme montafta de escritos que han dado forma a ese nuevo saber cientifico del siglo XVI y la no menos voluminosa de ‘sus comentarios eruditos, s6lo tratamos de realizar un recortido guido que deberia mostrar de qué modo y a través de qué etapas el abandono de toda referencia “natural” condujo a la teoria del es- pacio absoluto newtoniano. EI punto de partida de todo ese enjambre de ideas a menudo muy nuevas, pero que todavia circulan con nombres antiguos, se sitiia en el surgimiento progresivo de la nocién de inerci viene de Kepler, quien designaba no obst como el sentido de 1a palabra latina inducia a entenderla, pues inertia es la aversign, la repugnancia al trabajo. taba doblemente forzado a proponer esa significacién ya 1ocién de copia mate ado por densidad, ins tarde) y para él la inercia de los cuerpos estaba en proporcién directa a su cantidad de materia. A mayor cantidad de materia, mas ‘grande era la inercia, 1o que concuerda con el sentimiento que te- nemos cuando debemos poner en movimiento diferentes objetos. 22__Laevecin del origen Para Kepler la cantidad de mat ia era Jo que se oponia a la canti- vel de los cuerpos celestes por 1 Sol. De modo que en el aio 1621, fecha en la que Kepler publica su Epitome de la astronomta copernicana, el concepto de inercia ‘estaba atin en sus pilas bautismales. El concepto sin el principio: Galileo La palabra bajo la cual el concepto de inercia va a franquearse un primer pasaje en Galileo también es una palabra robada: impetus, de muy antigua tradicién, y que hasta ese momento se empleaba para designar cierta energia incorpérea, conferida al proy. los movimientos violentos, mientras que en los movimient rales, los objetos 300-1366) para que una algo sistemética de esta nocién condujera a una pri- ‘mera cesura importante. Mientras que en Aristételes, la cantidad de movimiento (en el caso de los movimientos “naturales") seguia ligada a la presencia actual de un motor en el objeto movido, Bu- ridan aisla el impetus, el impulso como aquello que se transmite desde el motor al experiencia directa nos ensefia que los objetos pesados necesitan jpulso. que los livianos para ser movidos (“violen- ‘Como ocurre a menudo, la experiencia directa era el obstéculo que hhabfa que dejar momenténeamente de lado para progresar. De he- cho, una comprensién exacta de lo que es la inercia en sentido mo- demo no podia darse més sino a condicién de pensar rigurosamente a nocién de “sistema mecénico”. Fue Giordano Bruno quien pri- Deltordal der__23. mero traté la idea de que todos los cuerpos que participan de un mismo movimiento forman un sistema: probablemente a él se debe la experiencia hipotética (1 ia de hecho recién en 1641 por Gassendi) segiin la cual una inzada desde lo alto del méstil de un barco caeré al pie de ese m vaya lo mas répidamente posible (Gasse galera muy veloz. para la época) o esté en el reposo més evidente. De allf una conclusién muy importante, que no pasard desapercibi- da para Bruno: “todas las cosas que se hallan en la Tierra se mue- ‘ven con la Tierra”. Desde esta perspectiva, por Io tanto, no se pue- de pretender demostrar en la tierra ningsin movimiento de la tierra Y tampoco (experiencia hipotética igualmente poner en evidencia que una bala lanzada hacia Occidente aterrizaré lun poco més lejos que una misma bala de cafiGn con la misma car- ga tirada hacia el Oriente. més que el barco de los objetos, sino de su solidari- decisivo para apreciar que el movimiento depende del sistema de relaciones al cual el objeto est ligado, verdadero esbozo de la relatividad sin a cual ninguna iner- cia en sentido modemno podia ver la luz. Ya no se trata de la “naturalez dad cinemitica; y eso e: Nuevamente es gracias a una experiencia hipotética muy terrestre navgura Ta cuestiGn en su Didlogo de los grandes Para las mercaderias de un bareo, CCreta y & Siri es eomo sino Una ver. planteada de este modo Ia existencia de cen los cuales todos los observadores son “equivalent ado por A. M. Tonnelat, Histoire du principe de relate, Flammarion 50. lentes” porque frente 3 un mismo movimiento en el interior de exe sis ‘ema, todos har la ma descrip, 24 __Lacviecin del ovigen cial vuelve a ser la nueva determinaci6n de la naturaleca del mo- nto; ¢5 ese punto altamente especulativo el que Galileo mo- fica como quien hace estallar una cerradura. Conservando el nombre de impetus , surge un concepto sin precedentes. Es impor- tante tenerlo en cuenta ya que es a partir de ese descentramiento que se plantea la cuesti6n de un relativismo excesivo, el cual debe- 16 esperar la brida newtoniana para dar lugar a una relatividad ca- paz de sostener una fisica efectiva. ‘Antes, el impetus era concebido como la causa del movimi sea éste violento o natural. Pero, una vez abandonado el primer motor aristotélico, no era digno pensar que una causa (el impetus) podfa provocar un efecto (el movimiento) sin ser ella misma altera- da. Aun sin imaginar obstéculos, el curso del tiempo, Ia conserva- cidn del efecto, debfan de un modo u otro debilitar la causa y re- sogresivamente a nada. Dicha consideracién profundamen- te metafisica, apoyandose en este caso en una experiencia cotidiana folentos acaban interrumpiéndose), apareefa como una verdad primera: el impetus debe agotarse en el movir Pero entonces cémo comprender el movimiento circular de los planetas, aparentemente eterno? Muy posee un impetus eterno, que detenta como una cual Jo recibe constantemente del sol, como sucede en Kepler. Ahora bien, Galileo habia descubierto en sus estudios sobre la caida de los ‘cuerpos, otro movimiento etemo, movimiento que, como él sabia perfectamente, nunca serfa observable, pero que él no podia dejar de plantear como tal. Sigamos de cerca el asunto. Galileo es fundame uImente arquimédico. Para él como para Ar- jiandad de un cuerpo no son cualidades vas. De eso resulta por ejemplo, que lo 1o hacen porque son empujados por otros més pesa~ Es el principio de Arqui -0 supo extraer la siguiente consecuenci Deltord ater 25, EEE EEE EE eee Het Stee Hse cte rte Career ‘cuerpos més 0 menos pesados. Sélo hay “graves”, euerpos afecta- dos por la gravedad. Galileo jams oculta que no sabe qué es esa gravedad. Le g admitir la ingeniosa teorfa de William Gilbert’ (la tierra ¢s un iman gigantesco), incluso llega a hacer experimentos en ese sentido, pero ro le parecen concluyentes piles no consigue calcular nada, De ‘modo que no sabe qué es, pero le basta con sefialar que ella mueve todos los cuerpos en Ja superficie de la tierra. Si por ejemplo se le mito a una bala de cafién, ni bien salga de Ja boca del cafién, la bala verd su trayectoria cada vez més desviada ja la tierra por accién de la gravedad y acabaré retomando a la misma, Supongamos ahora que contrarrestamos la accién perma- nente de la gravedad imaginando un plano rigido infinito y hori- un plano que preserva a nuestra bala de la acci6n de la gra- 1 Llegado a ese punto (jlo que implica una gran cantidad de escucla!), Galileo se ve obligado a movimiento a falta de obsticulos violen- de movimiento”) no seria dos dedos de un enunciado claro y riguroso del pr cia, pero en seguida lo veremos cambiar de rumbo. Icanz6 ese principio, fue los experimentos de Galileo. No. El pro vedad atrae a todos los cuerpos hacia el centro d cuerpo que rodara sin roces sobre un plano horizont ccesaria de alejarse del centro y ~como cualquier objeto que se ale~ jara de dicho centro= veria su. movimiento uniformemente retarda~ del impetus de partida y en ese punto jento uniformemente acelerado volverfa a descender en 3. Mitico 1693). autre De mage (3600) donde stable- ‘etna eri general del magnetismo terest. 26__Lecvccin del ovigen de acuerdo a la ley cuya cuantificacién sigue siendo el gran descu- brimiento de ico plano sobre el cual una bala de cafion (0 cualquier cuerpo grave que posea un impetus debido a un ‘movimiento violento distinto a la gravedad) se moverfa conservan- do dicho impetus, deberfa entonces ser el cfroulo 0 la esfera, que lo mantendrfan siempre a la misma distancia del centro. Retorno im- previsto a la perennidad del m to circular, que hace cambiar de rumbo a Galileo apenas a dos dedos antes del enunciado riguro- so del principio de inercia, Enfrentado a una especie de dilema cia, que percibe claramente como algo ligado a toda no consigue unirlas, y otorga cierta prioridad a la gravedad. Pero cl beneficio de la operacién de pensamiento es por lo menos notabl impetus ~si esta bien preservada de toda accién exterior, comen- zando por la omnipresente gravedad- debe conservarse. Y esto porque el imperus ya no es més la “causa” del movimiento sino su “cantidad”, es decir, su trayectoria y su velocidad. De este modo el movimiento ya no plantea la alteracién de un cuerpo, como “acto de un ente en potencia en tanto que est en potencia”’, sino como ‘un estado independiente del cuerpo, en eso no diferente del reposo. Eso es suficiente para acabar con ki ‘menos de una manera tan contundente Copémico. En efecto, si seguimos a Galileo en esta observacién que para nosotros es tan simple y banal ~cuando para sus contem- pordneos era de una audacia y sofisticacién extremas~ debemos poner entre paréntesis el conocimiento sensible que nos dice lo que jento. Ese conocimiento no pero es claro que ya no mas es la referencia a. La nocién de “sistema fisico” y la nueva naturaleza lean) del movimiento ya no nos permite saber directamente si tema de coordenadas del que somos tan naturalmente el centro est en movimiento o en reposo. La cuestién incluso carece de “Las expaciosrecorridos por los curpos en el ibe aumentan sein ose ‘rad de ee ire. 5 Defincin aricetlica de movimiento Del Lord alter 27 sentido si no se precisa en relacidn a qué clase de observadores esti planteada. De modo que la omnipresente gravedad le impide a Galileo al mismo tiempo elaborar un enunciado riguroso dei principio de inercia, y avanzar hacia un relativismo general que le hubiera jo afirmar que nunca se puede saber d6nde se sitia el refe- rencial gltimo, que ningén sistema de coordenadas puede asegurar Jamas que jento. Esta ultra-relatividad ahora, choca con el hecho de que Galileo no puede pensar un cuer- ‘po que no sea afectado por Ia gravedad. Y esta gravedad, ~siempre -a 0 en el sol- viene a moderar del mundo real que es la fisica de Galileo, el principio de inercia, tan claramente entrevisto, no podia ser afirmado de manera funda- isamente por una puede ver que los cuerpos caen, y nadie ha visto jams un ‘cuerpo continuar indefinidamente su trayectoria “olvidéndose” de |. ,Cémo atreverse a al algo que ¢s rigurosamente imposible en el mundo observable? Es a Descar- tes, y a su manera de toca plantear las cosas con absoluta claridad. EI principio sin su aplicacién: Descartes Seitalaremos primeramente que para sucesores inmediatos de Gali- Ja inercia parece ser algo ya ad- que sin la atracci6n de la gra- viendo ‘enunciado de Ia inercia? '6, Ensut Opera geometrcn, 1644, TI p. 156. Chado por A. M. Tomelat op eit p60 28 _Laericcin del ovigen Pero por otra parte, {qué fisica podrfa construirse “sin la atraceién de la gravedad”? Esa es toda la cuestién acerca de c6mo integrar la inercia en una concepcién coherente del movimiento. Un buen ejemplo de este delicado matiz. lo aporta Gassendi, quien por sus concepciones atomisticas s que la gravedad no era una fuer- 10 el resultado de una atraccién, y ast podfa per zarfa la pura inercia, y se liberaria de toda gravedad: Imagina que no sélo la tierra, sino el mundo entero se eduzea ata nada 1 los espacios se vacten como antes dela ereacién. Entonces, ces {e ya no habré contro y todos los espacios serdn semejantes. Imag ‘élo una piedra queda de todo eso; si se ejeree un impulso sobre ella, es probable que se desplace con un mov Estas son las condiciones reales (de hecho estrictamente imagina- rias) en que un cuerpo, esa piedra, podria ser considerado sélo desde el punto de vista de la inercia: suprimase todo el universo (y por lo tanto toda gravitacién) conservéndose nada més que un cuerpo, y asf asistiremos al movimiento inercial, “veremos” la inercia, veremos que la cantidad de movimiento se mantiene intac- (© dicho de otro modo, que la velocidad permanece constante y trayectoria recta. Pero, prudentememte, ese “veremos” esté de vis aqui, ya que en este universo no hay por definicién nada més que una piedra. Y si legamos al extremo de considerarnos esa piedra, ese cuerpo inerte en movimiento, ;c6mo podremos saber mos en movimiento en este universo donde no existe nin- cuerpo?® No hay modo (en ese estadio) de registrar un ico” del movimiento; por lo tanto, para comprobar el efecto 7. td 4. BrestebroveapSlogo, me sitio evidentemente ene punto de vita maemo p= | que ao puede haber cenocimieno de los cverpos sino es 2 parti de 0 ‘Cup Ni Casson ni Descartes compantan est puso de visa, y no era absurdo ie. NO. pte pareci coherent para sus autres, (Debo esa precisién 2 Michel Paty, a len sgradezeo por st observaciones en Toque concieme a toss estas piginstclativas a a historia del iia, Y como rez la formula consagrad: si ‘hn petite eres oaproximaciones, los hago mio) DelLordaldter 20 movimiento de lo que sea, ¢s necesario al menos otro cuerpo, ¥ en ese caso la gravedad (atraceién) estarfa ausente de ese uni- verso cuya experimentacién (hipotética) es imposibl ‘Se mire por donde se mire, esta inercia fundamental tropieza con el hecho de que es completamente inintegrable. Que no se Ia encuen- tue en estado puro, vaya y pase, pero que no se pueda ni siquicra pponerla imaginariamente en escena en el cuadro de una fisica efec~ tiva, es muy molesto. Precisamente a eso apuesta Descartes desde Tratado acerca del Hombre. En el dos por un “Discurso”, que ter pero la condena sufrida por Galileo impresion6 tanto a Descartes que sélo publicé el Discurso en 1637, dejando de lado su Mundo, cl ser publicado posimortem a partir de 1662 (Descartes muere en 1650). ido 0 Tratado de ta luz, cuyos cinco in Ia cuestién de la luz (y del vacio, do no como inso: ‘sino como imposible), y es recién itulo VI donde Descartes fija el decorado, pero iqué deco- | mundo “real” al que Galileo se dirigia con tanta curiosidad (confiando, grosso modo, en sus sentidos) ya no tiene aqui carta de de la duda metédica, de la segunda Medi- hhaza el lazo natural que usvalmente nos hace a las ideas que tenemos de ellos. Pucs aunque todos ereen por lo general que las ideas que tenemos en hnuestma mente son completamente semejantes a los objetos de donde pproceden, yo no veo ninguna raz6n que nos asegure que Sea as; al con- Trario, puedo sefalar muchisimes experimentos que deberia, hacemos dar de esa ereenci. Por lo tanto: exit al mun .quel que nos ofrecen nuestros sentidos, y el capitulo VI insiste presentando qué clase de mundo va a ser descrito en las paginas que siguen. Primeras Ifneas de ese capitulo: 9, René Descartes, Euores philsophigues, Ed. Ali, Pars, Oamir, 1963.71, pals. 50__Lanevieion de origen _Descripcién de un nuevo mundo; y de tas cualidades de ka materia de la Permitid por un momento que vuesira mente salga fuera de este Mundo 3 venga Yer or que yo hard mace en su presencia en Ins espacis imagi- imagina- cién del lector, sino una expresién escolistica que designaba los espacios situados més all de la esfera de las estrellas fijas, 0 para decirlo de otro modo, aquello que en el saber escoléstico podta presentarse como el espacio ocupado por ningin cuerpo, el espacio puro (cuidémonos de dec de reducir la importancia cidn, para no tropezar demasiado répidamente con los problemas de la infinitud, porque ese atributo para él s6lo corresponde a Dios y a nadie més; asf propone pensar ese espacio como algo no mas grande “que la distancia que hay entre la tierra y las principales estrellas del firmamento” (como nuestro mundo sensible, en suma). Pero lo més curioso sigue siendo la materia con que lo puebla: fos tomamos la libertad de fingir esta materia @ nvesra fania~ buys lace, una naturaleza en la que no haya nada {que no podamos conocer tan perfectamente como sea pos Esta materia, que ya no guarda ningtin misterio para el espiritu que asi la ha creado, es perfectamente homogénea y 1o cual de- cididamente no concuerda en nada con nuestras sensaciones que no cesan de mostramos un mundo fundamentalmente heterogéneo. Sigamos de cerca el texto, pues sélo él ahora puede guiarnos: {..] concibémostas como un verdadero cuerpo perfectamente slide que Colma por igual todo lo ancho, largo y profunde de ese enorme espacio ‘en medio del cual hemos detenido nuestra mente"™ En suma, este espacio que ignora el vacto esté perfectamente col- mado de esa extrafia materia que “Dios divide verdaderamente en muchas partes [...]” de las cuales “cada una es capaz de recibir bid, p 343, bid. 5. en Desestes, op. cit 35, Dettordat tier 3 todos los movimientos que podemos concebir. No [...] que haya tinciones icluye se deben a la diversidad de movimientos que le Segtin estas palabras y consideraciones, Ja materia es casi estrictamente equivalente al esp: ‘como siendo en principio (sino esen Alli donde la materia prima aristoté cca antes de adquirir cualquier forma, antes de cualquier ps de representarla como tal cartesiana se inscribe t ‘mente en el dominio de la representaci6n, ya que en principio ido, aunque sus partes pueden estar en pecto de otras. Descartes insiste en ese punto hho pone nada en esa materia que de algin modo pudiera exceder la imaginacién y nuestra capacidad de repre- sentarla: “Pues, respecto a las cualidades que les ateibuyo, habrén notado que sélo las he puesto de manera que la pudieran imagi He allf el decorado: espacio, tanto como se quiera (pero no tuna materia que colma dicho espacio al punto de confundirse con 41", y un Dios que divide este espacio y pone en movimiento las as {qué actores va a hacer desfilar Descartes aho: ra frente a nosotros? imponga sui presencia opa~ dad Para empezar, una precisiGn limitativa: ya no se interrogard a la "para explicar cualquier cosa referida a esta ma- a, perfectamente clara en si misma. Asf la materia ya no tendra ningtin poder propi palabra no designaré més un reservorio de fuerzas oscuras, solo sera un nombre para denominar el conjui to de las reglas “de acuerdo a las cual provenientes de la cantidad de mo mundo. Primera consecuencia de este ordenami inmutable —“como todos deben saber"=, esa ¢ movimiento en el mundo debe permanecer igual. Consideracién “metafisica” (es Descartes quien emplea esa palabra) que induce, cn resumidas cuentas, a considerar a la totalidad del movimiento como una constante. Una vez planteado esto, Descartes se dedica a Lp. 38 22__Laevicién del ovigen ‘enunciar las “dos o tres reglas principales segtin las cuales hay que pensar que Dios hace funcionar la naturaleza de ese nuevo mundo Y que bastardn, creo yo, para hacer conocer todas las demas”. Y kes aqui donde surge, por primera vez, el enunciado del principio inercia, ya sin ninguna clase de duda, como un verdadero princi (Que cada parte de la materia en panicular permanece siempre en el ‘mismo estado mientia el encuentro con otras no la oblige a cambiar. Es decir: si iene doterminado tamafo, no se hard més pequefia hasta que las otras no la dividan, si es redonda 0 cvadrada, no cambiar jams esta figora sin que las otras la hayan obligado; si se detiene en algun sitio no partrd jamds hasta que las ‘mencado a moverse. s hasta que las otras la detengan o la retarden' Este es el contexto donde dicho principio reduce todo cambio (de estado, de forma o de movi entonces, ningt imiento son asi considerados en un mismo nivel de igualdad, Io cual era un motivo mas que suficiente para asombrar a la época. Descartes no puede hacer otra cosa que insistir sobre ese punto, precisando que lo que dice en relacién a los tres primeros términos ya era bien conocido en el “Mundo antiguo”(el mundo fisico efec- tivo), pero que siempre se exclufa el movimiento, “que es sin em- yo deseo més especfficamente’ conocer”. ;Cual es a la que Descartes agrega su nuevo principio’ Mientras tamaiio, figura, reposo y movimiento ain eran concebidos como accidentes que carecian de cualquier clase de existencia in- dependientemente de los entes en los que se manifestaban, no habia ninguna homoger en tanto que propiedades, eran te diferentes y era i las en serie ya que ninguna podia fundar su existencia més que en cl ser de la cosa donde residia. Si la Tierra, por ejemplo, era pensa- da como redonda y en reposo, es porque estaba en su ser, en su. 14, René Descartes. op. cit p. 351, 13. tb, p 351. Bl subeayado es mio, Del Lord alter 33 naturaleza, ofrecer esas cualidades. Es eso lo que la consideracién liminar y altamente metafisica de Descartes ataca a fondo: la mate- ria carece de misterio. Por sf misma, no presenta mas ningiin apeti- idad u otra, y ya no es tampoco un reservorio de cualidades. Esas cualidades son como cosas; al menos deben ser ideradas en sf mismas, y a partir de eso ~pero el paso es deci- sivo- como toda cosa también tienden a permanecer en su estado (ley, en efecto, muy bien conocida en el “Mundo antiguo”). Y co- ‘mo ocurre con todas las cosas, se va a poder estudiar sus variacio- nes, las cuales no tendrén otra opcin mas que seguir ciertas regu- . vale para todos los nive- Descartes llama a esas regularidades “eyes de la Naturale: pero como sefiala Koyré!®, no hay que equivocarse respecto al "de". Ge ser ~sujeto . sino que ellas organizan esa Naturaleza a la que pertenecen; de modo que no nos esté prohibido descubrirlas, porque nosotros también somos parte de esa misma naturaleza. se cl cambio de clima producido por la atméfera totalmente nueva que Descartes segrega bajo el manto de esos “espacios imaginar ‘en una frase: ya no hay cosas que se mueve determinada de movi hacer a las cosas méviles'™. Si no las precede en dignidad ontolégi- ca, el movimiento al menos es estrictamente contemporineo a la creacién de todas las cosas. Ya no afecta a cosas estéticas preexis- | todos fs puntos, sn que uber vac en tro elas” René Descatar, op eit, p 350. 34 __Laevecin del origen No obstante, si bien la intervencién de la metafisica es de aqui serd necesario proponer una diante consideraciones locales sobre Descartes emprende dicha taea a parti de ese mismo capitulo VIL, enunciando su tercera regla: ‘Afauliré en tereer ugar que cuando un cuerpo se mueve, por més que su ‘movimiento sea generalmente curvilineo, y que nunea pueda tener otro ‘que no sea en cierto modo circul ‘cada una de sus partes en part linea recta. ¥ de este modo su accibn, es decir la tendencia que tiene a rmoverse, es diferente a su movimiento! pues el vacio esté abolido- y I miento que tendria lugar si de pronto no hubiera nada alrededor; suposiciéa que para Descartes no tiene ninguna posibilidad de rea- (en el estilo de Gassendi). De lar como siempre lo hal rueda animada de un m ular, todas las partes giran en redondo, “porque al estar todas juntas no podrian hacerlo de otro modo”. ,Pero qué pasarfa si una se desprende? La mas simple de las observaciones nos lo muestra: “ni bien queda libre, su movi- miento deja de ser circular y continua en linea recta”. Por lo tanto de cada una de las partes es “ir derecho”, como lo smente en el funcionamiento de la honda. Pero esta consideracién fisica conocida por todos, recién adquiere un relieve singular cuando Descartes la complem tafisica, la tinica que puede dar cuenta de la naturaleza del movi- ya que Dios conscrva a cada cosa mediante una .. “no como pudo haber sido en cualqt 1p precedente, sino justamente como es en el mismo instante en que la 19, René Descartes, op. ci. 358. Delordat ter 35. to circular: s6lo que, salvo excepcién, la unin con ias otras partes que giran conjuntamente se lo impide, y asf se ve forzada, un instante después (tan breve como se quiera) a proseguir su movimiento circular. Para que est nada de movimiento (pues para Descartes, el Mpo Y no un tiempo infinitamente bre el movimiento recto, atin si esta inclinacién es regularmente con- trarrestada por los lazos preexis nto recto es el més simple de todos debi- za se comprende en basta un punto tes términos en lugar de dos. Pero cémo sostener que en. todo momento cada parte de Ja materia animada por un movimiento circular se “inclina” a seguit la tangente? Debemos tener en cuenta aqui el ac: fuerza centrifuga, esa fuerza que incl miento circular a huir en la soledad inerci puesto por Descartes en la presenta al ‘en su accién fisica definida, mostréndose ésta en el mismo movi- miento circular, es decir en ito que hasta entonces era considerado el petuo, como lo testimonia la danza de los planetas. Por esa razén, 20, Pronto vemos que Newton, ante el mismo fendmeno, va a destacs ‘certrpeta aque eine, gual pero en sentido opueso sf cero cone on fo mismo en 35 Lacvieciin del origen Wvimiento circular encamaba la figura clave de lo que se basta smo, y obstaculizaba cualquier enuunciado preciso del prin- jo de inercia, como se Desde ahora la inercia es la propiedad que tiene cualquier parte de la materia de conservarse, , en el estado en que se encuentra: reposo 0 velocidad constante y trayectoria rectilinea. No habria nada més que agregar a semejante claridad, y casi se podria cerrar si no supiéramos que este principio tan bien percibido, tan bien enunciado, no es aplicado por Descartes en su fisica. Cosa curiosa en un espiritu tan preocupado por la coherencia, y casi chocante. Ciertamente no es este extrafio abandono la tinica causa por la cual la.gravedad por todos lados (escapéndosele asf la inercia masiado ge6metra Descartes no la ve en ninguna ') y su concepcidn de movimiento -tan exacta como 10 inercial— lo conduce a un relativismo del que tam- rios (publicados en 1644) fa vez, lo que ya fuerza (0 mejor, finge saber qué esté en reposo y qué en movimiento. El ejemplo tomado por Descartes es éste: el marino sentado en la popa del barco se considera “en reposo porque no siente ninguna accién en as que su barco se halla ostensiblemente en movimiento al muelle. Razonamiento que a decir verdad, ya no se ‘basa en el movimiento independiente de la causa que lo mueve, que a partir de es0, 21, Rand Descartes. op cit, TIP 168 22. hid, p68. DelLordabéier 37 en tltima instancia no es otra cosa que Dios. Hay que adr 10 no es mas que “el desplazami ‘una parte de la materia desde la vecindad de aquellos que la tocan inmediatamente, y que nosotros consideramos en reposo, hacia la vecindad de otros”. La noci6n de vecindad es importante (una consccuencia directa de Ja imposil del vacio), pero a lo que debemos prestar toda muestra atencién es a la expresién “que consideramos como en reposo”. Esto no es nada mas que una consideracién, ya que yo podria también considerar que todos los cuerpos de Ia vecindad se permanece en reposo. Como ya lo la nocién de movimiento es 1", Descartes escribe “depende de [los , podemos decir que una misma cosa al mismo Enunciado que demuestra hasta qué punto Descartes penetré en la naturaleza 2 pero también como quedé atrapado en ‘que los desplazamientos son recfprocos, y que es igual decir que A se aleja de B como que B se aleja de A. En cambio, para citar el ejemplo dado por Alquié, si un automévil va desde Paris a Dijon, no diremos que aleja del auto y que Dijon se aceres ‘mos que el auto se aleja de Paris y se acerca a Dijon. Al decir esto, iquedamos atrapados a la vez en la concepeiGn vulgar del movi- miento que Descartes critica 0 estamos més cerca de una verdad fisica (ya que en el plano geométrico, la reciprocidad de los enun- ciados es irreprochable)? Es aqui donde vemos a Descartes tratar de restringir su relativismo integral para aproximarlo a una relatividad més acorde con el orden fisico. Claro que carece de una de en el asunto (por eso pudo mejor que cia); jqué camino va a seguir entonces? Veamos por tiltima vez en detalle su argumentacién. Articulo 30: 23. tb p. 158 38 Laevecién det ovigen eatin detoriges “@Por qué al movimiento que separa los cuerpos que se tocan es atribuido a uno y no al otro?”. Sean dos ‘cuerpos préximos A y B en la superficie de la tierra, mas cl principio general y fécil de aceptar segin el cual: “un cuerpo no se mucve si no se mueve todo entero”. Ahora hagamos desplazar el cuerpo hacia el oeste; es lo mismo que de vevindad terrestre de ese cuerpo se despla- za hacia el est mpo, desplacemos el cuerpo B hacia el este, de nuevo serd lo mismo decir que la vecindad terrestre de ese cuerpo B se deplaza hacia el oeste; s6lo que el decir esas dos cosas al mismo tiempo, “serfa demasiado embarazoso” (quae duo inter se Pugnant)*, concluye Descartes; y asf en este experimento conside- Tamos que la tierra no se mueve contradictoriam tiempo, a dif imo punto sigue siendo, una vez més, una “consideracién”, un habito, es de- ara terminar, nada muy real fisicamente hablando. El fin del ilo 30 es en este punto una verdadera indicacién contradicto- Sin embargo recordaremos que todo lo que hay de real en los euerpos ‘que se mueven, en virtad de lo cual decimos que se mucven, se halla también en aquellos que os tocan, aunque nosotros los considetamos en tanto al relat fen cuenta més que la naturaleza geométrica del movimiento, como lo hace Descartes, independientemente de toda dinmica, de toda intervencién de cualquier fuerza que sea Ash pese @ su rigor ~o mis exactamente a causa de su rigor Des- cartes no consigue sostener la inercia y una teorfa fisica del movi- mmiento, siendo que Ia primera es indispensable para elaborar la segunda. En este lugar, es mds que tentador trazar un paralelo entre Galileo y Descartes, como ya lo indiqué brevemente. Para respetar una verdaderafisica de los graves, Galileo cambia de rumbo frente un enunciado radical del pris tes, sin retroceder ante la formal i6n de dicho principio, no en- 24. René Descartes, Obras lesea, op. ct, p 175 25 tid DelLordal er 39 cuentra la forma de darle limites fisicos, y deja asf a ese principio en una abstracci6n geométrica que conduce a la ruina de su fisica Més grave atin: cuando enuncia las leyes de choques entre los ‘cuerpos (leyes fundamentales para su fisica del contacto) ya no emplea mas el relativismo que antes profesaba enérgicamente. Estos pocos episodios claves en el descubrimiento del principio de inercia manifiestan bastante claramente que, en los primeros tiem- pos, ese principio esencial para toda la nueva fisica, no ha podido surgi més que originando esta relatividad total que hace imposible ‘,jC6mo dominar ese rel “7 {COmo explicar el los aristotéti- cos) que sin embargo responda a nuestra experiencia del mundo? Y todo eso, por supuesto, tiene como fondo la angustiante interroga- cidn provocada por Copémico: jcudl es, en verdad, el sistema del mundo? {La Tierra gira alrededor del Sol, o esta representacién no es, en el fondo, mas que una manera cémoda de “salvar los fend- menos”, de explicar lo que observamos sin pretender decir la ver- dad? Osiander, en su prefacio a De Revolutionibus Orbium Caeles- ‘um de Copérnico presentaba el sistema astronémico expuesto en la jo que de ninguna manera implicaba la macién de un movimiento real y act tema de Copémico como el tinico aceptable, se servia de su relativismo para sostener que también se podia decir en el marco insiransferible del sistema copernicano- que la Tierra era inmévil. Una simple cuestién de punto de vista que le permiti- maliciosamente Bossuet, trabajar en su rinc6n y segiin sus ideas sin temer demasiado la censura romana, .Cémo sostener a la vez este princi indispensable i para dejar atrés la concepcién aristolélica del movimiento, y sentar las bases de una fisica que no cayera en las aporias de un relati 4__Lneviccion det crigen oats vig mo integral? Fue Newton quien realizé esa delicada union”, precio de poner todo verdaderamente patas para arriba en relacién a sus dos prestigiosos predecesores, no sdlo formulando nuevas consideraciones sobre la naturaleza del espacio (y por lo tanto, ipso facto, del movimiento), sino también forjando la herramienta ma- temética ad hoc para respetar la geometrizacién cartesiana y Gali- leana; y a la vez. integrar la dimensin que siempre le faité a la geometrfa: el tiempo. Vamos a seguir en detalle alguna de esas operaciones, ya que ahora se trata de percibir més nitidame vias jones mediante las cuales -sobre la base epistémi- .— un relativismo excesivo puede ser reducido a una rela~ ico del mundo y esto mediante la apari- absoluto, Newton y el rechazo del relativismo EI movimiento “verdadero” El punto de partida de la permanente oposicién de Newton a Des- -s no es mas que un rechazo puro y simple a la definicién rela- ta del movimiento tal como acabamos de verla en detal a como Newton por su parte podfa leerla en los Principios primero (publicado en 1644) y luego en el Tratado del Mundo (publicado tras la muerte de Descartes en 1662)". En un texto escrito en 1670, pero recién publicado en 196; Sravitatione et aequipondio fluidorum’*, y sobre el cual A. Koyré to decir mada de ese piace dea historia id de su trabajos nos de fica, Christian demasiado demasiado anacronisms: Newton nace en 1642, sus alos ms fe- ndos en el plano intelectual son 1665-1666. pubes sit Principia em 1687 rmuare en 1727 28, Scientific Papers of Isuac Newton, Cambridge, Cambridge University Press, 1962, Del Lordabéter 41 tnt ct tert, ha llamado inmediatamente la atencién®, Newton ataca ya las io, aquella que Descartes su- onfa mds cercana a la verdad que la vulgar. Aqui, las preferencias de Newton estan inneg. 6 ida porque no di movimientos que roducen efectos (y que hay que juzgar “reales") y los que no los Producen -y que son, ellos y solo ellos, estrictamente relativos, La prueba crucial -una vez més una experiencia hipotética~ retorna al movimiento circular, pero con un valor completamente diferente al dado por los aristotélicos. Sea un balde leno de agua al que ha- 80 girar como un trompo; observo que a partir de cierta velocidad de rotacién, la superficie del liquido se ahueca en tanto que el bor- de asciende, creando una superficie encava. Dejemos ahora repo- sar el balde, con el nivel de agua perfectamente horizontal y encon- {remos el modo de desplazarnos circularmente alrededor de él. Relativamente hablando, no hay ninguna diferencia con la situa. cién precedente, salvo que el nivel del agua no se ahueca mas, tmientras que yo por el contratio me siento proyectado hacia afuera del citculo que describo. El efecto cent Newton qué es mévil y qué n: que habfan introducido las cot * del movimiento (tan cer- cano a la oscura nocién de fuerza de la que se sirve la opinién vul- gar y que Descartes rechazaba) hace la diferencia. Todos los mo- Yimientos son relativos, pero algunos de ellos son absolutos y “fisicos”. El edificio de ta fisica cartesiana es derribado por esta 28. A. Koy, “Newion y Descartes, Bnuder Newoniennes, Pals, Gallimard, 1968, p. 106 y not 73,9. 145 2__Laevicién de origon consideracién que tampoco se sostiene sin el arsenal te6rico que ‘Newton desplicga muy répidamente y que es el mticleo vivo de lo ‘que vamos a analizar. Podrfa creerse que con este experimento del balde de agua, Newton sigue la via de sus predecesores, como Descartes, que antepone la fuerza centrifuga que tiende a di del agua en un movimiento circular y las obl de cada parte de un cuerpo en movi seguir la tangente, pero este razonamiento sobre trasladado inmediatamente por él a la danza de los planetas. En nes metodol6gicas sobre Io que debe levan a hacer poderosas asimilaciones, y la marca del genio esté en sefialar lo que se pierde si s6lo se pien- sa en una honda en un balde de agua: a saber, que esos planetas que, al girar, no cesan de tender hacia su tangente inercial.... no eesan de no alcanzarla... en la ausencia sin embargo de todo lazo material observable, Hay que admitir, entonces, que son retenidos por una fuerza exactamente contraria a Ia inercia, una fuerza cen- tripeta en la que Newton reconoce admirablemente la accisn de la gravedad. De golpe, a consecuencia de una inversién, la inercia y Ja gravedad se hallan ahora unidas de la manera més explicita po- sible, mientras que en Galileo ciertamente una y otra entraban en composicién en un mismo movimiento (como en la cafda de la bala Newton une los dos elementos que han abierto conjuntamen- ibilidad de la nueva fisica, pero que hasta ese momento reflec dela uz en la eta yen tes pla- fuego de cocina yl del sl Ide los “axioms del movimiento” en los Principia “ha reaccin siempre a acc Dellord alter _ 42 esperaban ser articuladas la una con Ja otra de forma rigurosa y, sobre todo, cuantitativamente determinada de una manera simple: la inercia y la gravedad se oponen y se igualan. La cantidad de materia —cuya definicién abre los Prit medida que extrae a la vez de la densidad y del volumen- dice al més tarde se llamard masa inerte y masa gr: perfecta igualdad™, He aqué una primera vu ya no es integrada a una fisica efectiva. “movimiento verdadero”, que acopla la hacer resurgir la cuestién de los “espaci inercia lo hemos visto con Gassendi- slo podia entrar en escena gravedad, pero ahora es la nocién de espacio Ia que va a ser redefinida. Elespacio y el tiempo absolutos que desde Galileo y sobre todo Descartes, ha puesto en ici6n aristolélica del movimiento como “acto de un fencia en tanto esta en potencia”. Ambos incluyen el espacio y el tiempo que sirven para calificar Ia trayectoria y velo- cidad, eso que entonces se convino en llamar, teniendo en cuenta la ‘masa del mévil (Volumen por densidad), la “cantidad de movimien- to. Pero como el movimiento rotatorio (0 circular) para ser com- probado no tiene necesidad de ningtin otro cuerpo exterior a él, es te apreciarlo y medirlo en relacién a un espacio que ya no sea definido como un orden de conexién entre cuerpos, como un 32, Agu tambien hab que esperar Einstein para a de un exestio- ramiento se proyecte sobre sia iguadsd,pefectamenteinsirada hasta exe mo- ‘mento po el movimiento de los planets en el que a vendenci nescial x seguir Ia lungente es exaciamente contatestada (fn de! 0), verificndowe ‘h exactuden la extraorinaria estaba de as bis, que la eof cartesian ‘elo "rbellinos no poia expla. 44 taevecdn del oigen sistema de relaciones entre objetos que comparten 0 no el mismo movimiento, de modo que no hay que pensar més en un espacio relativo, sino en un espacio absoluto, un espacio que presente las tres dimensiones (longitud, altura y profundidad) independiente- mente de todo cuerpo, un espacio vacio por definicién y ocupado, cen proporcién a sus dimensiones, por los diferentes cuerpos que podemos observar. El vacfo, que Descartes excluia por definicién, hace auf un retorno forzado ya que es la propiedad constitutiva de este espacio”, que se vuelve una especie de vacuum infinito donde ‘se mueven los objetos terrestres y celestes, y en relacién al cual se dan los movimientos verdaderos, sean los que sean. Asf, todo cuer- po es capaz, en un momento determinado, de infinidad de movi- Imientos aparentes y relativos (basta con cambiar el cuerpo de refe- rencia), pero s6lo habré uno y s6lo uno relativo al espacio absoluto, je la sucesién lineal de Leibniz) sino a la inversa, como lo expresan las det Newton offece al comienzo del escolio que cierra la seccién “Definiciones” de los P? toda medida sensible y externa la nos servimos corientemente en lugar del tiempo verdadero. Tales Jbsoluto, que no tiene relacidn con nada exterior, peema- = toda sa situacion respecto rrientemente por el espacio inmévi ‘cuerpos. y que tomamos co- por ejempio, la dimensién del 133. A deve verdad, esta concep newaoniana de espacio se ha vuelto tan banal ara nosoiroe que fil eoncebi que pda eine evideniar lo iil que pusde ser watar de no ceder as faciidades del Del Lord alter 45 SEEPS ESSEC Eerie eters espacio subterrineo, aéreo 0 celeste definido por su situacién respecto a la tier. Citaré més brevemente las definiciones inmediatamente posteriores de lugar y de movimiento absoluto: gar es una parte del espacio que el cuerpo ocupa, yes relativo 0 come el espacio. IV El movimiento absoluto es Ia traslaci cuerpo de un lugar absoluto aun by - de un lugar rela- tivo aun lugar Con esos cuatro items se instala un orden que va a reinar casi sin competencia en el mundo cientffico y filoséfico durante dos siglos (al punto de transformarse en un articulo de fe del sentido comin), desarrollando un extrafio [azo entre absoluto y relativo. Puesto que lo ab-soluto, como su nombre lo indica y como Newton nos re- cuerda, es Io que no tiene relacién con ninguna alteridad. Los cuerpos, para exist, necesitan de un espacio profundamente dife- rente a ellos (dado que éste carece de materi pacio absol cen cambio, no necesita ningdn cuerpo para existir. En ese caso {jedmo pensar las relaciones de ese espacio absoluto con los cuer- todos ellos relativos? {Cémo articular la pareja absolu- /0 sobre la cual Newton bas6 toda su fisica? to/rel Para Descartes, también existe un absoluto, sentidos del término, pero justamente por ser El asi, €8 inc ble tener relaciones con El. Entre lo finito (las creaturas) y 1 Creador) no hay relacién. Por supuesto, Descartes hizo lo que pudo para evitar semejante agnosticismo (que no hubiera res- petado, por ejemplo, la pasién de Cristo); pero de todos modos sostuvo hasta donde pudo dicha posicién, y nunca dejé de repren- der a aquellos que crefan poder establecer relaciones con cualquier clase de infinito (aunque fuera como dimensién). Newton, en cambio, ~y de una manera mucho més provocadora en lo que res~ pecta a la consistencia del pensamiento- define el movimiento circular de un cuerpo, forzosamente relativo, en referencia al espa~ cio absoluto. Ahora bien, qué relacién puede haber entre algo relativo y sensible, como el movimiento de un objeto, y un espacio ab-soluto, “que no tiene relacién con nada exterior”? 45 __tnevicccn del orien Estamos en presencia aquf de un verdadero monstruo Iégico que Jules Vuillemin™, hablando del primer motor de Aristételes, c caba con justeza de “relacién sin conversién’, dicho de otro modo una relaci6n donde, dado dos términos a y b, yo sostendria que a un relacidn (cualquiera) con by pero que al mismo tiempo y en la misma funcién, 6 no tiene estrictamente ninguna relacion con a. La conversién, en efecto, no es la recfproca: hay una infinidad de relaciones que de ninguna manera implican su reciproca. En cambio, es dificil entender emo una relacién no aceptarfa ser lefda en los dos sentidos; para dar un ejemplo gramatical de esta mons- truosidad I6gica, si es verdad que Pierre golpea a Paul geémo ne- garse a sostener que Paul es al mismo tempo Ipeado por Pierre? Una pulgada de espiritu de sutileza podri hacer la diferen- Cia, pero todo el espiritu de geometria del ‘planeta no lo pod. La de toda relacién, es aquello sin lo cual el término mismo “relacién” esta amenazado. Sin embargo Newton ~y esto es un punto decisivo~ tiene la espe- ranza de medir los movimientos verdaderos en relacién a este es- icado por él como algo “que no tiene relacién con nada, Por supuesto, sabe muy bien hasta qué punto nuestras medidas de espacio y de tiempo son relativas a los cuerpos, pues sts son seaibles por defini, poo exe dato sige an pasos incontestable. He aqui lo que escribe respecto a eso al ‘Newton va a explicar entonces cémo dinémicamente (por la obser- é (os verdaderos) y cine- méticamente (eligiendo como referente cuerpos muy Iejanos como las estrellas fijas), podremos acercanos a este espacio absoluto ¢ inmévil. Pero se buscaré en vano en este texto una metéfora de la 34.1. Vullemin, De la logique& le Thlogie, Cig études sur Aristote, Pat, Del Lord alter 47 asintota que diga que s6lo es posible aproximamnos indefinidamente este espacio absoluto -mediante mediciones cada vez més sutiles, ppor ejemplo~ sin alcanzarlo nunca. El final de este texto es particu- larmente claro: Se hard ver ms ampliamente a continuacién la manera de descubrirto- {dos los movimientos verdaderos a pant de sus causas, de sus efectos y de sus diferencias aparentes; y reefprocamente, c6mo descubrir a partir ‘de los movimientos veidaderos 0 aparentes sus causas y sus efectos. Pues con es Fin compuse el presente tratado. ‘Como sefiala lacénicamente Koyré al respecto™*: ‘Las difcultades que le entorpecfan el camino no eran, como él pensaba, simplemente muy grandes. Eran insuperable Es en ese mismo punto donde Newton debfa unir, a su manera, fisica y metafisica, pues necesitaba urgentemente un Dios para sostener la existencia de un espacio y de un tiempo que por sf mis- tro mundo sensible. Y no el dios de los fildsofos y de los sabios que Pascal supo hallar en Descartes; nada que ver tampoco con un dios del tipo que aparece en Leibniz. Necesita un Lord, un sefior para quien el mundo es el dominium, e| dominio. Es de esta forma que la impo- sible relacién de lo absoluto con Io relativo encuentra ubicacién forzando una conversién. Entre Dios (absolut) y el mundo (relative) hay una relacién de dominacién que Newton describe bastante minuciosamente al final de los Principia ~y esta minucio- sidad no debe ser ibuda a sus intereses teolégicos sino al hecho de que, como en el caso de Descartes, consituye una base dinario del fuente que 36. laze Newton, De Philos ‘0, 1985, p. 113 ys. Citado con el tla de simplemente "Principia". 48 __Laeviceién del origen 30”. “Ese Ser” (aqui con maytiscula) “gobierna todo, no en tanto alma del mundo, sino como Sefior de todo lo que es”. A partir de aqui, hay que ¢ especialmente a las maytisculas. “A causa de su sefioria, se tiene la costumbre de llamar al Sefior Dios: Pantocrator”. En “Sefior Dios”, una breve nota del mismo Newton viene en cierto modo a subrayar las maytisculas: “Es decir quien ‘manda universalmente”. “Pues dios -prosigue sin mayscula~ es ‘una palabra relativa y co sefioria que sefialar que no hay sefioria, 0 dicho de “servidores”, que se sientan como tale ber ser necesariamente concebido en S: responde sin hesitar Newton, en una st mentacién: Seiior. {Pero Dios de- ismo como un Sefior? Si, casi humoristica argu- for de los sefores, pero no decimos mi Eterno, su eterno, el Ete Israel, el Btemo de los diases; no decimos mi Infnito © mi Perfecto. Pues esas denominaciones no tienen ninguna relacién con los servio- Audaz jno es cierto? Ese Dios desde infinito, luego de un breve recorrid “constituido” por su seftorfa; dicho de otro modo, Dios solo es verdaderamente Dios (es decir “Sefior Dios”) porque tiene el mun do. Newton sabe demasiada teologfa como para afirmar semejantes ‘cosas, que no hubieran carecido de peligrosas consecuencias ain a principios del siglo XVIII; y sin embargo es lo que dice. Su nocién de un lazo denomina conversién, pues admi sin sefior, pero Dos paginas después lo dice directament ‘un Dios sin sefioria, sin provi- dencia y sin causas finales no es otra cosa que destino y naturale- Det bord alder _ 49 > es, no inconmensu- ituye evidentemente dn. A partir de semejante unidn, el espacio y el tiempo absolutos ya no estén completam sensible, y parece razonable confiar en m en relacién a su vara, dando asf una base s6lida a la diferencia entre movimiento verdadero y movimiento aparente, sobre la cual se ha alzado la fisica newtoniana, La hazafa ya esté cumplida, incluso si ain faltan solucionar algunos delicados problemas teolégicos. ‘A deci verdad, los problemas que de aqu‘ se derivan parecen me- sélo en la segunda cin de responder. En 1710, en efecto, el obispo Berkeley, en sus incipios del conocimiento humano, conmovido pot este espacio po absolutos, seflalaba el dilema creado por tos princ newtonianos. [1.0 que el espacio real es el mismo Dios, o que de lo contrario, fuera de Dios hay algo eterno, inereado, infinite, indivisible, inmutable, No-

You might also like