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El ojo de la ley Historia de una metdfora Michael Stolleis SSS Marcial Pons EL OJO DE LA LEY Historia de una metdafora Traduccién de Federico Ferndndez-Crehuet Lopez Marcial Pons MADRID | BARCELONA { BUENOS AIRES 2010 Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacién escrita de Jos titulares del «Copyright», bajo las sanciones establecidas en las le- yes, la reproduccién total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografia y el tratamiento informati- Co, yla distribucién de ejemplares de ella mediante alquiler o préstamo piiblicos. Titulo original: Das Auge des Gesetzes, Verlag C. H. Beck oHG, Miinchen, 2004 Michael Stolleis De la traduccién: Federico Fernandez-Crehuet Lopez MARCIAL PONS EDICIONES JURIDICAS Y SOCIALES, S. A. San Sotero, 6 - 28037 MADRID B (91) 304 33 03 www.marcialpons.es, ISBN: 978-84-9768-844-4 Depésito legal: M-51681-2010 Disefio de Ja cubierta: ene estudio grafico Fotocomposicién: JOSuR TRATAMIENTO DE TEXTOS, S. L. Impresién: Exet, Inpustaia Grarica, S. 1. Poligono El Nogal - Rio Tiétar, 24 - 28110 Algete (Madrid) MADRID, 2010 oeo © «E] ojo de la ley vela». Una maxima que esta algo pasa- da de moda. Puede sonar irénica, tranquilizadora o como advertencia, segiin sea el tono de la voz y Ja situacién. Se refiere, en la mayorfa de los casos, a la policia que protege al ciudadano del crimen: la policia vela, mientras el ciuda- dano duerme. Si se busca en los libros de consulta expre- siones o refranes que hagan alusién a ella', se encontrar solo una entrada. En el poema mas conocido, aunque a veces también ridiculizado, de Friedrich Schiller, Das Lied der Glocke (La cancién de la campana)?, impreso por pri- mera vez en el Almanaque de la Musa (1800), se alaba, entre otras cosas, el orden burgués y del Estado: «... de negro se cubre la tierra, pero a los ciudadanos, sin cuidado, la noche no aterra, 1 G, BOcHMANN, Gefliigelte Worte, Der Zitatenschatz des deutschen Vo- tkes, al cuidado de W. Hofmann, 34.° ed., Frankfurt am Main, Berlin, 1981, p. 128, También Grimm hace referencia a la «campana» de Schi- Hex, en Deutsches Wérterbuch (IV/, 1897), col. 4074, 2 N. de T: Esta es la traduccién ofrecida por Martin Zubiria en F. Scuitier, Lirica del Pensamiento, Poesia Hiperién, 2009, p. 235. En adelante, cuando se cite este verso, la expresién «ciudadano sin cuidado» ser sustifuida en el texto principal por la de «ciudadano seguro». ojo | Seve, 8 Michael Stolleis que con horror desvela a los malvados, pues de la ley el ojo vela». E] contexto al que hace alusién Schiller es claro: de un lado, el «ciudadano seguro»; de otro, el criminal perverso que, al amparo de la noche, se despierta para cometer crf- menes «horrendos». E] Estado bien ordenado3, su ley y su civilizada policia, instituida para la defensa de los peligros y como garantia de Ja seguridad, velan el suefio del ciuda- dano. Este puede permitirse confiar en las instituciones y cerrar sus ojos. La proteccién estatal lo libera*, fuera vela elojodelaley. | E] «inframundo>» activo en la oscuridad y el Estado des- pierto entablan una suerte de guerra interna. Hoy en di si el ciudadano inocente fuera victima de un hecho del tivo, puede exigir na indemmnizacion, ya que el Estado no fia cumplido con su obligacién de permanécer alerta en 3 todo miomento*, fp 2 ee Dela misma forma que resulta tan facil trasladar la me- tafora «del ojo de la ley» a la palabra policia, esta metafora se nos presenta igualmente singular si la analizamos con mas detenimiento. La palabra neutra «ley» * no es un ser vivo con ojos. Una ley es un texto normativo juridicamente vinculante, que ha sido aprobado, de acuerdo con las normas constitucio- nales, bajo las premisas de la democracia representativa, por una mayoria de parlamentarios. Sus contenidos son, 3M. Ragrr, The Well-Ordered Police-State. Social and Institutional Change through Law in the Germanies and Russia 1600-1800, New Ha- ven, 1983, +N. LuyMann, Vertrauen.- Ein Mechanismus der Reduktion sozialer Komplexitdt, segunda edicién ampliada, Stuttgart, 1973 (hay traduccién espafiola de Amanda Flores, Confianza, Barcelona, Anthropos, 2005). * Ley sobre indemnizacién para victimas de actos violentos (OEG) de 11 de mayo de 1976, Cédigo Civit aleman 1 I, 1181. Sobre este aspecto, M. Sroi.eis, «Entschadigung fiir Opfer von Gewalttaten — erste Konkre- tisierungen durch die Rechtsprechung», en Im Dienste des Sozialechts, Festschiifi fiir G. Wannagat, Kéln, etc., 1981, pp. 579-598 (pp. 583 y ss.). ° N. de T: «Das Gesetz», la palabra ley en aleman es de género neutro. El ojo de la ley 9 en principio, cualesquiera, siempre que se hayan respeta- do las formalidades para su aprobacion y no hayan sido infringidas las normas de rango superior, especialmente las constitucionales. Pero, ¢c6mo podria tal tipo de ley tener un «ojo»? ¢Qué se esconde tras esta imagen antropomérfica de una ley que ve, que no duerme, que «todo» lo vigila y que quiza esté dotada de la gracia providencial de haber anticipado ya en su texto todos los casos juridicos futuros? Si para empezar se realiza una aproximacion a las fuen- tes de los siglos xix y xx, aparecen multiples e inabarcables usos de la metdfora del ojo y de su simbologia, tanto en la literatura como en el arte figurativo y, en ocasiones, tam- bién en la ciencia. Se habla del «ojo de la critica», incluso del «ojo de la ciencia», Es verdad que se supone que el ojo de la ley podria haber llegado a ser un simbolo dominante, aplicado a la legislacién elaborada parlamentariamente, al Estado de Derecho y a la policfa sometida al imperio de la ley. Sin embargo, el «ojo de la ley», en el sentido que le atribuye Schiller, lo hallamos solo en raras ocasiones. Por lo visto, en la época de la Restauracién y del Vor- méirz, tal imagen demostré poca fuerza propagandistica a favor de las ideas motrices del movimiento constitucional, la administracién independiente de la justicia o el Estado de Derecho. De todos modos, se puede encontrar un ejemplo en la portada de la Juristische Zeitung fiir das Kénigreich Han- nover (1826). En este lugar el cetro, la rama de olivo, el cédigo y la balanza componen un conjunto sobre el que vela el «ojo de la ley», Se simboliza el mencionado Esta- do constitucional de derecho por medio del sometimiento a la legalidad, la justicia, la severidad y la clemencia. En aquel entonces, Hannover no era, a decir verdad, un Es- tado constitucional moderno. Para ello habré que esperar, al menos, hasta 1833. Pero entre las autoridades de la jus- ticia, que animaban la Gaceta Juridica, se alumbraban es- peranzas liberales sobre la instauracion de un «Estado de derecho». A caballo entre 1832 y 1833, vio la luz la notable co RR a “bas KonigreiG’ Hain oer 7 Gaceta juridica del Reino de Hannover, nim. 1, de 1 de enero de 1826, portada (Biblioteca del Max-Planck-Institut fir Europiische Rechtsgeschichte). obra de Robert von Mohl, Die Polizeiwissenschaft nach den Grundsdfzen des Rechisstaates, en la que Ja expresin de jnoda, «Estado de derecho», aparecié por primera vez en Stilo de tin bro” De este mods; €I «ojo deTa Tey», que —— 7 R. v. Mont, Die Polizeiwissenschaft, nach den Grundsiitzen des Rechtsstaates, 2 vols., Tibingen, 1832-1834. Véase mi trabajo, «Rechts- staat» en A. ERier et al. (ed.), Haitdwérterbuch zur Deutschen Rechisge- schichte, vol. 4, Berlin, 1990, cols, 366-375. A las fuentes alli recopiladas sobre el uso temprano del término «Rechtsstaat» deben afiadirse: L. Har scher VON ALMENDINGEN, «Grundziige zu einer neuen Theorie iiber Ver letzungen des guten Namen und der Ehren, en Grolmanns Magazin fiir die Philosophie und Geschichte des Rechts und der Gesetzgebung, Giessen und Darmstadt, 1800, vol. 2, pp. 63 y ss. En este caso, se usa la palabra se constituye en el simbolo de la objetivicad del cerecho. frente a la doble subjetividaddeél poder y de Ja gracia. En aste sentido sé Tuché durante ef siglo XIX por Ta juridifi- cacién de Ja monarquia constitucional; desde los «Siete de Gotinga» (1837), hasta los «conflictos constitucionales prusianos» (1862-1866); desde el intento de instauracién de un tribunal constitucional en la Paulskirche (1849), 7 hasta los inicios de la juri administrativa (1863, 1875, et). — Pero las fuentes de los siglos xx y Xx quiza sean el lugar equivocado para realizar hallazgos. La fructifera época de la emblemética barroca ya habia pasado. El programa de imagenes disefiado para edificios ptiblicos y monu- mentos habia desahuciado tanto a la Antigiiedad como a la mitologia cristiana. Con una cierta discrecionalidad iconografica, los edificios publicos y los monumentos se pusieron ahora al servicio de los objetivos nacionales, de las exigencias de libertad de los pueblos, de las autocerte- zas nacionales y de la fama de las dinastias gobernantes. Bl omnipresente estilo historicista hizo referencia a co- nocidos estilos arquitecténicos: para los parlamentos, de ordinario, la Antigiiedad ateniense; para los palacios de justicia se prefirié el neorrenacimiento 0, a partir de 1900, ‘el neobarroco 8; en tanto que, en la mayoria de los casos, los edificios de los ayuntamientos optaron por las bases del Renacimiento. Las iglesias, a partir del romanticismo, tomaron como modelo él gético, para volver a privilegiar, a partir de 1871, el romanico. En los exteriores e interiores se colocaron retratos de hombres famosos con sus correspondientes maximas; se compuesta «Rechtsstaat» en un sentido decidamente liberal. Por tanto, se ha de renunciar al hasta ahora supuesto primer uso del término en ja obra de Adam Murer, Elemente der Staatskunst (1809). * P. Lanpav, «Reichsjustizgesetze und Justizpaliste», en E. MAl, H. Por y S. Wartzo1 (eds.), Kunstpolitik und Kunstforderung im Kai- serveich. Kunst im Wandel der Sozial — und Wirtschafisgeschichte, Berlin, 1982, pp. 197-223. steno, SAUL ILLUS U Valallad VICLUTIUSaS. EN este unIverso de imagenes del estilo historicista, el «ojo de la ley» no ocupa ningtin lugar perceptible; en cualquier caso, no conquista ninguna posicién positiva y henchida del pathos de la ley y del Estado de derecho®. En cambio, si se echa un vistazo al arte menor des- tinado al entretenimiento 0 a la critica politica, aparece de nuevo, de repente, el «ojo de la ley». Los antagonis- tas sociales del siglo xrx crearon sus propios universos de imagenes, sobre todo ém las caricaturas publicadas en_la_ rensa, que entonces se organizo sistematicamente para influir sobre la opinion publica". La ironfa y vidiculiza- cién del adversario politico también se hizo extensiva a la formula del «ojo de la ley», Con el «ojo de la ley» se ridicu- liz6 al policfa incapaz e inepto a la hora de proteger al ciu- dadano. En un cuadro de Carl Kronberger (1841-1921), el «ojo de la ley», encarnado en un policia regordete, se agacha esforzadamente para controlar, a través del ojo de la cerradura, si en un restaurante se respeta el horario de cierre!!, El «ojo de la ley» era més peligroso representado como vigilante fisg6n, el soplon de la policfa secreta. Carl Spitzweg al igual que Honoré Daumier lo dibujaron de este modo. ° H, Jeppwnc et al., Hohe Kunst zwischen Biedermeier und Jugends Historismus in Hamburg und Norddeutschland, Hamburg, 1977; H. Litz (ed.), Der Traum vom Gliick.- Die Kunst des Historismus in Europa, 2 vols., Wien, 1997. © W. BRUCKNER, Popultire Druckgraphik Europas. Deutschland vom 15. bis zum 20. Jh., Miinchen, 1969; H. W. JAGER, Politische Metapho- rik im Jakobinismus und im Vormdrz, Stuttgart, 1971; K. SCHRENK, Die republikanisch-demokratischen Tendenzen in der franzésischen Druckgra- phik 1830-1852, Hamburg, 1976; K. HERDING y G. Orto (eds.), «Nervose Auffangorgane des inneren und Ausseren Lebens», Karikaturen, Giessen, 1980; O. ULricH, Die historisch -politischen Lieder und Karikaturen des Vorméirz und der Revolution von 1848/49, KéIn, 1982; F.X. VOLLMER, Der Traum von der Freiheit-. Vormérz und 48er Revolution in Siiddeutschland in zeitgendssischen Bildern, Stuttgart, 1983. "La imagen se puede encontrar en Rourici, Das grosse Lexikon der sprichwortlichen Redensarten, vol. 1, Freiburg, Basel, Wien, 1991, p. 113 } Elfisg6n, de Carl Spitzweg (arriba), y La indiscrecion, de Honoré Daumier, en Sigfried Wichmann, Carl Spitzweg und die franzosischen Zeichner, Herrsching, 1985, imagenes 119 y 120. Michael Stolleis Estas son algunas imagenes del perfodo principal de la vigilancia realizada por las autoridades puiblicas en torno a 1830. Tras la hipotética «apacibilidad» del Biedermeier, se percibe la contradiccién entre proteccién y represién. El «ciudadano seguro» desea la proteccion estatal de la libertad y de la propiedad, sobre todo frente al cuarto es- tado, que le persigue de cerca. Pero también teme al ojo emergente de la denuncia ante una autoridad pttblica que trata de reprimir las tendencias nacionales y liberales '?. Joan Miré, Mujer y pdjaro en la noche, Fundacion Joan Miré, Barcelona. © Successié Miré 2010. ” F Ross y A. LANDWERR (eds.), Denunziation und Justiz.- Historische Dimensionen eines sozialen Phéinomens, Tiibingen, 2000. El ojo de la ley 15 En la obra de Wilhelm Raabe Abu Telfan (1867), el poli- cia sobornable, el «hombre de la seguridad ptiblica», hace guifios con el «ojo de la ley», mientras que furtivamente se introduce una moneda en el bolsillo'. A partir de este momento parece que, a pesar de su ca- racter proverbial, el «ojo de la ley» ha desaparecido como imagen simbdélica y metdafora lingitistica. Es verdad que, como se ha mencionado, seguiran existiendo en el arte fi- gurativo del simbolismo, en el dadaismo y en el surrealis- mo (Man Ray, Bufiuel, Dali, Miré, Max Ernst), renovados usos del ojo enigmatico, gélidamente absorto, lacrimoso 0 ciego; pero su relacion con la ley parece haberse perdido. Solo en un sentido critico-subversivo 0 irénico encon- tramos los ojos de Dios en caricaturas. También todas las representaciones criticas de las instituciones de vigilancia de los regimenes dictatoriales del si i Sin embargo, el «ojo de Ia le 3 W. Raape, Abu Telfan oder Die Heimkehr vom Mondgebirge, 3 vols., Stuttgart, 1868, cap. 29. Recorramos el otro camino y dirijamonos, pues, a las fuentes anteriores a 1800. Estas se remontan hasta los ini- cios de la historia de la humanidad. La emblematica y el uso metaférico de los ojos son inagotables'. Todos los an- tiguos textos religiosos y poéticos aluden a los ojos de los dioses, de los héroes y de los hombres. El ojo del hombre siempre se present6 como un érgano misterioso. Nadie dudé de su significado existencial, incluso cuando, una y otra vez, surgieron disputas acerca de cual de los cinco sentidos podia reivindicar una posicién preeminente. El hombre abre los ojos, percibe el mundo y se orienta vi- sualmente en él. En la mayorfa de las culturas el ojo es considerado superior, si se lo compara con la oreja, acas anteriormente desarrollada pero atrofiada, con la nariz, la lengua o con el 6rgano del tacto, que reside en la piel. Si bien la pérdida de la audicién puede conducir al a miento y a dafios psicoldgicos, la experiencia nos mu que la mayoria de los hombres temen la ceguera como la mayor desgracia. El miedo a la oscuridad ahonda en las mas profundas regiones del alma. Poder ver es para el hombre, tal y como se nos presenta en el nivel actual de su desarrollo, una «gracia divina». ! W. Deonna, Le symbolisme de l'oeil, Paris, 1965. 18 Michael Stolleis Por muy convincentes que sean las explicaciones de las ciencias naturales (a saber, que en el caso de la funcién del ojo se trata de un proceso neurofisiolégico explicable gracias al cristalino, la retina, el nervio éptico y el proce- samiento de la informacién llevado a cabo por el cerebro), ver sigue siendo un «milagro». Tales ideas milagrosas giran en torno al ojo como 6r- gano que asimila las imagenes y la luz y, tal vez, como se supuso durante mucho tiempo, incluso emite rayos. En nuestro ambito cultural, las metdforas y los giros idiomaticos referentes al ojo comienzan en el Antiguo y Nuevo Testamento?. Allf se habla de «hallar la gracia ante Tus ojos divinos», «todos los ojos Te estan esperando»; de la «paja» o de la «viga en el ojo». El ojo de Dios, muchas veces identificado con el sol 0 con aquello que se hace vi- sible gracias a él («el ojo del dia»)3, constituye el simbolo de la capacidad de verlo todo. El ojo de Dios vela. Dios es omnisciente porque no duerme. No olvida nada, ve todo lo sente y contempla el futuro (providentia Dei). Protege Esa pueblo como un pastar culdadeso, Su cjg svelabe e s judios mas ancianos» (Esdras, 5: 5). «El ojo del amo engorda el caballo»*; «se dirige contra los que le temen» (Salmos, 33: 18). Pero el Dios vengativo del Antiguo Tes- tamento dirige también su ojo contra el enemigo: «Mira, los ojos de Jehova que recorren toda la tierra» (Zacarias, 4: 10). Asi, Dios es todo un ojo; un ojo vigilante, amoroso, amenazante, omnipresente. ? Véase, por ejemplo, una compilacién en la obra de L. ROHRICH, op. cit., pp. 112-118. > En la literatura medieval el sol y la luna son designados como los ojos del mundo (durante el dia y la noche). Los ojos son ventanas desde las cuales se irradia la luz (activamente) 0 se introducen impre- siones (pasivamente) (amor, pecado, etc.). Sobre esto, ampliamente, G. ScHLEUSENER - ElcHHo1z, Das Auge im Mittelalter, 2 vols., Minster, 1980 * ROMRICH, op. cit., 113; J. R. Kuma, «Auge», en Enzyklopddie des Méirchens, vol. 1, Berlin, New York, 1977, cols. 994-998; G. PETSCHE «Herr sieht mehr als der Knecht. Fabel aus dem Uberlieferungskreis der Asopika», en Enzyklopddie des Marchens, vol. 6, Berlin, New York, 1990, cols. 863-866. El ojo de la ley 19 En el Islam no es distinto. No obstante, ver y oir son percibidos con mayor igualdad y citados a la par. Ala, el que todo lo sabe, todo lo oye y ve, «ve y sabe todo». El es «omnipotencia que todo lo oye y lo ve» (Sura 31: 17, 29). Para el propio Ala, el Coran, asi como también el Anti- guo Testamento, emplean la formula «su faz», en la cual el todo incluye la parte: la faz, esto es, la cara, supone la capacidad de ver. Los creyentes veran la faz divina; he aqui la esperanza de la salvacion. Ellos estarén en la luz que emana de su ojos y, de este modo, alcanzaran la eternidad. El ojo siempre abierto y que todo lo ve es la propia eter nidad, es la supresion de la historia y de cualquier limita- cién humana y terrenal. «Todas las cosas pereceran», reza el Coran, «solo su faz no perecerd» (Sura 28: 88). En el mundo metaforico de las religiones monoteistas, el ojo que todo lo ve constituye para la percepcién hum: na la imagen mas usual de los excepcionales atributos di vinos. En las «religiones con dios observador» >, Dios per- manece siempre despierto: «Jamas duerme ni se adormece el que cuida de Israel» (Salmos, 121-4), y se constituye en «un» Solo ojo; pues a Dios no se le aplican las dualida- des humanas de exterior e interior, izquierda (falso, malo) y_derecha (correcto, bueno). El ojo ‘Exterior del hombre —como, por ejemplo, el del mistico Meister Eckhart— se dirige hacia el mundo; el interior esta al servicio del cono- cimiento divino®. Al respecto, en la mistica del Barroco, se habla de los dos ojos del alma; uno mira al tiempo, el otro hacia la eternidad’. La mirada de Dios, en cambio, es sobrehumana, inmévil y eterna. Este extremo es ilustrado con ejemplos en la literatura cabalistica. El ojo de Dios no * N. LUHMANN, Die Religion der Gesellschaft, editado por A. Kieser- ling, Frankfurt, 2000 (hay traduccién espafiola de Luciano Elizaicin Madrid, Trotta, 2007). * Para el conocimiento de las ensefianzas de Eckhart, véase K. FLascu, Das philosopische Denken im Mittelalter, 2.* ed., Stuttgart, 2000, pp. 464 ss. 7 A. Sitestus, Geistreiche Sinn -und Schlussreime (1657, seit 1675 «Cherubinischer Wandersmann»), editado por H. L. Held, vol. 3, 3." ed., Miinchen, 1999, tercer libro, versos 228 (103): «El alma tiene dos ojos: uno mira al tiempo, el otro se orienta hacia la eternidad». | FH Sbifeh und Similifeh Mysterrea we VS Si 35 Misterio celestial y terrenal, en Jacob Bohme, Alle Theosophischen Werke, Amsterdam, 1682, en Christoph Geismar (dir.), Das Auge Gottes, Bilder zu Jakob Bohme, Wiesbaden, 1993, imagen 41 y vigila todo, es decir, no existe instancia alguna superior. Constituye el «punto mas elevado». En Jacob Béhme («el ojo del Sefior lo ve todo»), en Christian Knorr von Rosen- roth, Friedrich Christoph Ottinger, incluso en Schelling se encuentran, por tanto, huellas de la m{stica cabalistica. Asi pues, el simbolo de la omnipotencia de Dios, de su omnisciencia y previsién, la Providentia Dei, presente de diversas maneras®, era especialmente apropiado para la iconografia cristiana de la Trinidad: un ojo radiante cir- cundado por un tridngulo equilatero. Desde el Concilio de Nicea del afio 325, la formula de la Trinidad forma parte de la ortodoxia cristiana e incluso en el Codex de Justiniano (529-534) fue proclamada con solemnidad (Lib. I, Tit. D; sin embargo, la combinacién Trinidad y ojo no pertenece a la época medieval sino a la modernidad. El ojo y la luz estuvieron muy unidos en la mistica medieval '; a pesar de ello, en el arte grafico de aquella época es inutil buscar la combinacion del triangulo con el ojo de forma almendrada y de brillo radiante. Por el contrario, tal combinaci6n pare- ce haberse difundido por primera vez a partir del siglo xv. Esto podria guardar relacién con el redescubrimiento de la Cabala en la mistica barroca'', con el apogeo de la orden de los jesuitas y con la iconografia politica del absolutis- mo". Evidentemente, se dieron cita otros factores. 8 J. BOUME, Morgenréte im Aufgang das ist: die Wurzel oder Mutter der Philosophiae, Astrologiae und Theologiae aus rechtem Grunde oder Bes- chreibung der Natur..., Gorlitz, 1612, aqui citado por la edicién de Berlin, Leipzig, 1780, cap. 25, ntim. 49: «Ya que Dios no es un lugar para dete- nerse, por ello el ojo del Sefior lo ve todo». Sobre esto, ampliamente, Chr. Geissmar, Das Auge Gottes. Bilder zu Jakob Bohme, Wiesbaden, 1993. ° G. SCHLEUSENER - EICHHOLZz, Auge, en Lexikon des Mittelalters, vol. 1, Miinchen, cols., 1207-1209. 10D. C. LINDBERG, Auge und Licht im Mittelalter, Frankfurt am Main, 1987. 1! W.A. ScHULZE, «Das Auge Gottes», en Zeitschr. f. Kirchengeschichte, 68 (1957), pp. 149-152 (p. 149); K. Reicuerr, «Zur Geschichte der christ- lichen Kabbala», en E. GoopMAN - THAU, G. MATTENKLOTT y Ch, SCHULTE (eds.), Kabbala und die Literatur der Romantik, Titbingen, 1999, pp. 1-16. 2°G. STUHLFAUTH, «Auge Gottes», en Reallexikon zur Deutschen Kunstgeschichie, vol. 1, Stuttgart, 1937, cols. 1243-1248; H. SCHIPPERGES, 2 Michael Stolleis En el seno de la Iglesia, tras el Concilio de Trento, la reespiritualizacién de la imagen de Dios favoreci6 la ten- dencia a la abstraccién. Para este fin sirvi6 el tridngulo. Era abstracto, respetaba la prohibicién del decdlogo de emplear imagenes y era facilmente traducible, gracias a las tres esquinas, a la triada «Padre, Hijo y Espiritu Santo» 3 Ademés coadyuv6, especialmente, el espfritu matematico Previsién divina, Cetro con ojo de Dios y telescoy i ina, ¥ telescopio, detalle emblematic F. J. Holzinger, alrededor de 1790, Biblioteca de la Abadia de Menen,, ag Welt des Auges.- Zur Theorie des Sehens und Ki S. : t des Schauens, Frei- burg, Basel, Wien, 1978; W. JAEGER, Angenvotive, Vouk ivbil Rare Base Wien, 1978; W. JAEGER, Augenvovive, Votivgaben, Votivbilder ' De modo anélogo se comporta ! porta la «mano de Dios», usada Antigitedad tardfa, en el arte eclesidstico de la Edad Media’ onal neh zantino y en el barroco occident se R. KIEFFER y J. BERGMAN La Main de Dieu. Die Hand Gottes, Tiibingen, 1997, martes) Elojo de la ley 2 de la época. En la perfecta forma triangular de la figura, combinada con la igualmente perfecta forma circular del iris y de la pupila, se podran apreciar, a la par, la Santa Tri- nidad, lo Absoluto y el Supremo Amparo y Vigilancia". El arte barroco de las iglesias, la emblematica y la pie- dad popular hicieron un uso intensivo del canonizado «ojo de Dios». Este vela desde la parte mas elevada del altar, sobre el pulpito, junto a las partituras de 6rgano y en las portadas de los libros de cantos y devocionarios eclesids- ticos. Vela sobre la comunidad en el espacio de la iglesia, pero también se encuentra presente en todas las acciones humanas'>. En el arte popular se encuentra el simbolo de la Trinidad junto con el ojo de Dios «fuera del edificio de la iglesia, sobre todo en lapidas mortuorias de madera, en sepulturas, en imAgenes votivas, en versos biblicos y en imagenes de devocién o de cardacter edificante»'*. En el arte eclesidstico, por ejemplo en los ornamentos sacerdo- tales, la tradicién del «ojo de Dios» se extiende hasta los diferentes movimientos de reforma del arte eclesidstico del siglo xx. 4G, SruHLFAUTH, Das Dreieck. Die Geschichte eines religiésen Sym- bols, Stuttgart, 1937; L. KAuTE, «Auge, Auge Gottes», en Lexikon der Christlichen Ikonographie, editado por E. Kirschbaum SJ, vol. 1, Frei- burg, 1968 (edicién de bolsillo, 1990), cols. 222-224. 5 M. WINKLER, «Das nichtschlafende Auge», en Hochland, 47 (1954- 1955), pp. 294-296; L. KRETZENBACHER, «Das Nichtschlafende Auge», en id., Bilder und Legenden: Erwandertes und erlebies Bilder-Denken und Bild-Erzdhlen zwischen Byzanz und dem Abendlande, Klagenfurt, Bonn, 1971, pp. 43-48. 6 L. HANSMANN y L. Kriss-RETTENBECK, Amulett und Talisman: Er- scheinungsform und Geschichte, 2° ed., Miinchen, 1977, 247; W. JAEGER, Augenvotive, Votivgaben, Votivbilder, Amulette, Sigmaringen, 1979. Las fuentes aqui citadas causan la impresién de que en el caso del «ojo de Dios» se trata de una corriente pro- cedente de la tradici6n judeocristiana e isl4mica, la cual, posteriormente, en el Barroco, se combin6 con el triangulo de la Trinidad, para desembocar finalmente en el siglo xx. Pero volvamos otra vez a la Antigitedad precristiana grecorromana. Alli se hallan metaforas muy parecidas. Se- gun Jenofanes de Colofén', la divinidad es «todo ojo, todo espiritu, todo ofdo». Con Platoén se inicia la contraposi- cion, rica en consecuencias para la historia de la filosoffa, entre el «ojo del espiritu» y el «ojo del cuerpo»; entre, por un lado, la percepcién fisiologica sometida a todos los de- fectos fisicos y posibilidades de engafio del hombre, y, por el otro, el verdadero conocimiento del «espiritu», la «ra- zn» y el «alma». El ojo del cuerpo es considerado como el mas agudo de los sentidos, sobre todo entre los griegos, pero no es util para el conocimiento de la sabiduria, de Ja esencia de las cosas (Fedro). Dado que el conocimiento ' Xenophanes von CoLoFon, Fragments. Text and Translation, editado por J. H. Lesher, Toronto, 1992, fragmento 24. El comentario remite a La Odisea XX, 73, asi como a Hesiodo, Works, 267: «The eye of Zeus, seeing all things and nothing all things». Véase Chr. ScHAFER, Xenophanes von Kolophon. Ein Vorsokratiker zwischen Mythos und Philosophie, Stuttgart, 1996. ven solo el ropaje exterior de las cosas, mientras que el «ojo del espiritu» (oculus rationis) esta capacitado para el conocimiento espiritual. Asi, durante siglos y casi de modo unanime, Aristételes, Marco Aurelio, Lucrecio y muchos otros han sostenido que la verdad se percibe por el ojo del espfritu y solo a su través. En el pensamiento de Plo- tino, el ojo es un ente animado luminosamente, es la luz en sf; ya que, en general, los neoplaténicos no aceptaron la separacién, de uso corriente entre los modernos, entre cuerpo y espiritu. Con la trfada cuerpo, espiritu y alma nace también una triada de los ojos en orden jerarquico ascendente. En el nivel inferior, se sittta el ojo corporal, el «esttipido» conocimiento corporal-sensorial. A él le sigue el ojo del espiritu, orientado hacia el reino de la racionali- dad filos6fica, capacitado para el conocimiento de la esen- cia de las cosas. En el nivel mas elevado, se sittia el ojo del alma. Se emplea para el conocimiento divino y constituye, en cierto sentido, una ventana hacia la eternidad. Todas estas distinciones te6rico-cognoscitivas, metafo- ras y maximas proverbiales de la Antigitedad, que se en- cuentran en las colecciones de sentencias? y en la antigua literatura teatral3, son acompafiadas, hasta el dia de hoy, en el Ambito del arte popular de los paises mediterraneos, por el querido amuleto del ojo: «ojos en los letreros, en las embarcaciones, en los coches, en puertas y pisos, etc.; el objetivo de estos ojos esta muy claro: han de detener las malas influencias y, especialmente, exorcizar las mira- das maléficas» +, Poseen caracter apotropaico’. Con todo, la metafora del ojo es omnipresente y muy variable. Ex- 2 R, STROMBERG, Griechische Sprichworter, Gottemburg, 1961. > Tragicorum Graecorum fragmenta Euripidea et Adespota apud scrip- tores veteres reperta, rec. A. Nauck, reimpresion Hildesheim, 1964, 2-2. 4 HANSMANN y Kriss-RETTENBECK, op. cit., p. 178. 5S. SELIGMANN, Der bése Blick und Verwandies. Ein Beitrag zur Ges- chichte des Aberglaubens aller Zeiten und Volker, 2 vols., Berlin, 1910 (reimpresion Hildesheim, 1985); K. MEISEN, «Der bése Blick und seine Abwehr in der Antike und im friihchristentum», en Rhein. Jahrb. f, Volk- skunde, I (1950), pp. 144-177, 3 (1952), pp. 169-225; A. DUNDES (ed.), The Evil Eye. A Casebook, Madison, 1992; Th. Hauscui.n, Der bése Blick. rior, Dios y hombre, mas aca y mas alla, lo empirico y lo normativo. Es un signo comprensible para cualquiera y que plasma contenidos de fe y percepciones misticas, sor- tilegios de amor o defensivos. Para los filésofos, el ojo es la metafora general para la percepcion y el conocimiento, tanto en el sentido fisioldgico como en el espiritual. No sorprende, a la vista de tan deslumbrante y colorida metaférica en los Ambitos empirico, normativo, religioso, mistico o cientifico®, hallar también en la tradicién de la Antigtiedad un «ojo de la justicia». La imagen griega del «ojo de la justicia» (dikes ophtal- més), aparentemente muy antigua, fue incorporada en el siglo 1v d. de C. por Ammianus Marcellinus, quien hablé de un ojo eternamente vigilante de la justicia (Quia vigila- vit Justitiae oculus sempiternus)’. Esta metdfora fue usada para designar al juez justo o a su sentencia. Pero, en un sentido general, también sig- nific6 que, en ultima instancia, al ojo de la justicia (terre- nal) no se le oculta nada, 0, dicho de otro modo, que la reptiblica debera custodiar la justicia como si se tratara de «su ojo derecho». En este caso, se deja notar el trasfondo inmanentemente religioso de todo el derecho anterior; la Ideengeschichtliche und sozialpsychologische Untersuchungen, 2. ed., Berlin, 1982. © Véase, por ejemplo, a modo de tentativa, los siguientes pasajes compilados, sin aspiracién de exhaustividad, de la filosofia de los siglos XVIII y XIX: «ojo interno» (Locke), «ojo espiritual» y «ojo de la fe» (Hume), «ojo critico» (Kant), «ojo de una raz6n excelsa y en calidad de juez» (Kant), «ojo del alma» (Jacobi, Schelling, Schleiermacher), «ojo del prin- cipe», «el ojo corriente» (Herder), «el ojo religioso», «el ojo eterno», «el ojo empirico», el «ojo de la mera percepcién interna», «ojo del cuerpo» (Fichte), «el ojo posee naturaleza celestial», «por ello solo se eleva el hombre por encima de la tierra con el ojo, por ello la teorfa comienza con la mirada hacia el cielo» (L. Feuerbach), «el ojo de la investigacion», «el ojo de la ciencia» (Buchner). 7 Ammianus MaRcELLINus, Rerum Gestarum, lib. 28, 6, 25: «..quia vigilavit Justitiae oculus sempiternus ultimaeque legatorum et praesidis diae». Véase también lib. 29, 2, 20: «Justitiae oculus, arbiter et vindex perpetuus rerum vigilavit». al que nada se le escapa y que, por tanto, puede juzgar justamente. La decision es «justa» cuando se fundamenta en un conocimiento que penetra mas alla de la superficie del ente y cuando responde a la epieikeia y a la aequitas. Mas no abordaremos aqui con detenimiento la iconogra- fia griega de la justicia (Zeus, Themis, su hija, Diké, con su fea contendiente, Adikia, acompafiados de figuras se- cundarias mas dificilmente definibles, tales como Astraia, Dikaiosyne y Nemesis)*. En todo caso, se ha de destacar la consideracion de la figura de Diké, de la que se predica una mirada penetrante, brillante, abarcadora de todo’. En el lenguaje juridico romano, debido a la influencia griega, se empleé la formula del «ojo de la ley» VJustitiae oculus), pero sin desempefiar un papel significativo en la paremiografia del derecho romano". La raz6n de ello puede residir en que el parco mundo juridico romano no era receptivo a aquellas formulas éticas y cargadas de pa- thos. Cuando Erasmo de Rotterdam, el eminente experto de la literatura antigua, edit6 su coleccién de proverbios y refranes «de los antiguos», escribié bajo la ribrica «Dikes opthalmos i.e. Justitiae oculus»: asi es nombrado un serio e insobornable juez o bien, igualmente, la decision justa. La Suda menciona como fuente una cita de Crisipo revelada en Aulo Gellio, en la que el ojo de la justicia es caracteriza- do como riguroso, dispuesto en Ifnea recta e inmévil, por- * O. R. Kisse1, Die Justitia. Reflexionen tiber ein Symbol und seine Darstellung in der bildenden Kunst, 2.* ed., Miinchen, 1997, pp. 20-23. ° K. Ph. Dierscu, Die Hymnen des Orpheus, griech u. deutsch, Erlan- gen, 1822, nim. 62; 0. Gruppe, «Orpheus», en W. H. Roscuer (ed.), Aus- futhrliches Lexikon der griechischen und rémischen Mythologie, Leipzig, 1902 (reimpresion Hildesheim, 1965), III, 1, 1058 hasta 1207; G. FRoMM- HOLD, Die Idee der Gerechtigkeit in der bildenden Kunst. Eine ikonologi- sche Studie, Greifswald, 1925. ‘© A. Orto, Die Sprichworter und sprichworilichen Redensarten der R6- mer, Leipzig, 1890, 180, donde se remite a Ammianus Marcellinus (supra n. 7). Ni en H. G. HEUMANN, Handlexikon zu den Quellen des rémischen Rechts, 3.* ed., Jena, 1857, ni en R. LIEBERWIRTH, Latein im Recht, 4." ed., Berlin, 1996, o D. Liens, Lateinische Rechtsregeln und Rechtssprichworter, 6.*ed., Miinchen, 1998, se encuentra la «Justitiae oculus» ni una formula andloga. Ayuntamiento de Litneburg, artista desconocido, comienzos iglo xvuli, en Otto Rudolf Kissel, Die Justitia. Reflektionen iiber ein Symbol und seine Darstellung in der bildenden Kiinst, Minchen, 1984, imagen 85. que es aquel que ha de juzgar correctamente, sin desviarse aqui o alla de la linea recta, esto es, de la contemplacién de Jo honorable. Igualmente popular es el verso de seis pies: «Est oculus aequitatis omnia intuens El ojo de la Justicia atiende a todo» "' La metafora se corresponde completamente con las religiones monoteistas. La justicia es, en primer lugar, la virtud de la atencién a las circunstancias de lo que acaece. Por tanto, es la virtud de la rectitud e insobornabilidad a "Erasmus, Collectanea Adagiorum Veterum, Strassburg, 1517, escri- be en la columna 973: «Dikes opthalmés i.e justitiae oculus dicitur & in- Michael Stolleis La Partialité, 1791, segtin Gravelot Cochin, en Otto Rudolf Kissel, Die Justitia. Reflektionen iiber ein Symbol und seine Darstellung in der bildenden Kiinsi, Miinchen, 1984, imagen 67. la hora de tomar decisiones. Por ello, las representaciones posteriores de la justicia muestran tanto los ojos abiertos y que lo ven todo como también aquellos otros vendados En este ultimo caso, la Justitia se concentra, «sin ver a las personas», en la ponderacién de los argumentos. Solo mas tarde aparece la Justitia con los ojos vendados, como la Justicia ciega e impredecible !2, , ; corruptus judex, aut ipsum etiam judicium. Adagii meminit Suidas. Sum tum apparet ex illa Chrysippi descriptione apud Aulurm Gelliuin fib, XIV cap. IV in qua justitiae oculos tribuit acreis, rectos atque eum, qui recte sit judicaturus deflectere. Celebratur hic senar omnia intuens» 12 KISSEL, op. cit., p. 82 ss. immotos: quod non oporteat huc aut illuc ab honesto oculo ius proverbialis:...ie. Est oculus aequitatis El ojo de la ley 3 También Schiller, con el que nos volvemos a encontrar, habla en Die Rauber (Los bandidos), de «que un malan- drin entretanto, obnubila al ojo de la justicia» (acto se- gundo, escena segunda); y en otro lugar que la justicia «a veces se ciega por el oro» (1784) !°. Andlogamente encon- tramos representaciones alegéricas de la «parcialidad» con un ojo cubierto, adelantandose ante la asustada jus- ticia. La consideracién de que el ojo de la justicia es un des- cendiente directo del ojo omnividente de Dios es, cierta- mente, mas importante que sus variantes criticas, a saber, aquellas que representan su ceguera 0 a una justicia tuer- ta. E] juez justo halla, al igual que Dios, el «verdadero ca- mino» a la cosa que hay que decidir, como Dios extrae las conclusiones correctas y toma la decisién adecuada. Si es correcto sefialar que el «ojo de la justicia» y las ale- gorias de la justicia (sean con los ojos abiertos o vendados) estrechamente relacionadas con él muestran conexiones retrospectivas con las imagenes monoteistas de Dios o del cielo politefsta de las divinidades, entonces estamos cerca de apreciar la mixtura no casual del lenguaje politico y del lenguaje teolégico existente en el mundo simbélico de los siglos europeos Xvi y xvi: el Dios cristiano aparece en esta época como «principe celestial» 0 como Jupiter con su séquito celestial. En sentido contrario, también existe una intensa carga teolégica en la imagen del prin- cipe terrenal: los principes del absolutismo son «dioses de la tierra» 4, Consecuentemente, también se produce esta mixtura en las metaforas de los ojos. Como se ha mencio- nado, en las iglesias del siglo xvu se propagé el triangulo con el «ojo de Dios» como simbolo de la omnisciencia de la Trinidad. Al mismo tiempo, fue usual en la emblematica de los principados que el «ojo del principe», similar al de Dios, velara sobre el bienestar del pafs y de la gente. Tam- 8 [bid., p. 84 M J, J. Berns et al. (eds.), ErdenGétter. Fiirst und Hofstaat in der Frithen Neuzeit im Spiegel von Marburger Bibliotheks — und Archivbestiin- den, Marburg, 1997 Giovanni Andrea de i, Alegorfa de la Justicia, alrededor de 1620; Palazzo nco, Génova, Inv. PB 966. bién la Justitia posee ahora un ojo vigilante en el pecho, tal y como, por ejemplo, en la obra de Giovanni Andrea de Ferrari, en torno a 1620. ! Lo que aqui hemos llamado «mixtura» apunta a la complejidad del mundo teologico, cientifico y politico del siglo xvu. En aquel entonces, la teologia y la ciencia natu- ral «moderna» no eran tan incompatibles como quisiera la teorfa de la ciencia del siglo xx. La mayoria de los cien- tificos (Copérnico, Brahe, Kepler, Newton) estaban, como cristianos, convencidos de que las verdades de la teologiay las cientifico-naturales se compadecian; el derecho natural ; ylas leyes de la naturaleza serfan frutos del mismo orden divino, de igual modo que en el «libro de la naturalezax— * deberian consiar las mismas verdades que en el libro de la i a Kircher SJ, Ars Magna Arbor Philosophica de Raimundo Lulio, en Athanasius gna Sciendi, Lib. x Amsterdam, 1669 (Biblioteca del Max-Planck-Institut fiir Europiiische Rechtsgeschichte). Michael Stolleis 'S_ Dios era el principe celestial omnisciente con «ejércitos celestiales», sus leyes domefiaban por igual al mundo de los hombres y el de la naturaleza. E] jesuita ale- man, residente en Roma, Athanasius Kircher, el historia- dor polifacético del Barroco por antonomasia, proyect6, junto al genial catalan Raimundo Lulio (1232/1233-1316), un sistema cientifico general '*. En el tercer libro de suArs~ Magna Sciendi sive Combinatoria (Amsterdam, 1669), el Arbol biblico del saber universal (Arbre de ciéncia) esta coronado-por-el triangulo de la Trinidad (Spiritus, Pater, Filius), inserto en la perfecta figura circular, acompafiado_ todo por el ojo de Dios "’. Sobre la portada de su Gran Arte de la Ciencia aparece una representacion de esta, tras cuya cabeza, a modo de imitacion del halo de la santidad, resplandece una secci6n de la esfera solar, y sobre ella el ojo de Dios. La ciencia sos- tiene en su mano el cetro coronado con un ojo de Osiris, con el que sefiala hacia el alfabeto del arte combinatorio. Este arte, situado bajo el simbolo de la omnisciente Trinidad, cede al hombre la clave del nexo de todos los saberes, lo hace semejante a Dios. No es una casualidad que el cetro de Osiris evoque un motivo egipcio. Al igual que muchos de sus contemporaneos, Athanasius Kircher estaba fascinado por el gran arcano del saber egipcio. Se ocupé6, con celo, de descifrar jeroglificos. 15 C. ALUNNI, «Codex Naturae et Libro della Natura chez Campanella et Galilée», en Annali della Scuola Normale Superiore di Pisa, Serie TI, vol. 12 I, Pisa, 1982, pp. 189-239; K. Reicuerr, «Von der Wissenschaft zur Magie: John Dee», en N. HAMMERSTEIN y G. WALTHER (eds.), Spaithiu- manismus. Studien tiber das Ende einer kulturhistorischen Epoche, Gét- tingen, 2000, pp. 245-262. El libro de R. PANEK, Seeing and Believing — How the Telescope Opened Our Eyes and Minds to the Heavens, New York, London, 1998, aparecié en aleman bajo el titulo Das Auge Gottes. Das Teleskop und die lange Endeckung der Unendlichkeit, Stuttgart, 2001. '© Con més referencias, H. RIEDLINGER y R. LuLLUs (Ramon Lull), en Lexikon des Mittelalters, VII, Miinchen, 1995, cols. 490-493. "7 Athanasius KincHER, Ars Magna Sciendi, in XII Libros Digesta, qua Nova & Universali Methodo per artificiosum Combinationum contextum de oni re proposita plurimis & prope infinitis rationibus disputari, omniumque suntmaria quaedam cognitio comparari potest, Amsterdam, 1669. El ojo de la ley Ate ~ARS MAGNA SCIENDE Athanasius Kircher SJ, Ars Magna Sciendi, Amsterdam, 1669, portada interior (Biblioteca del Max-Planck-Institut fiir Europaische Rechtsgeschichte). Michael Stolleis Ubique inspiciendum, en Ottavio Scarlattina, Homo et eius partes Figuratus & Symbolicus [...], Ausgburg, Dillingen, 1695, p. 56, en Wolfgang Harms (ed.), SirnbilderWelten: emblematische Medien in der Frithen Neuzeit. Katalog der Ausstellung in der Bayerischen Staatsbibliothek Miinchen 11.8.-1.10.1999 (Catélogo de la exposici6n en la Biblioteca Bavara de Mtinich), Mtinich, 1999, imagen num. 13. El ojo sobre el cetro, un simbolo algo extrafio desde el punto de vista anatémico, se halla con especial frecuen- cia en el siglo xvu. Es la divisa del gobierno prudente y justo. El ojo representa la vigilancia y el control total; el cetro, el poder que dicta mandatos. El cetro es sostenido, principalmente, entre las manos de aquellos gobernantes cuya justicia es elogiada. El rey-dios egipcio Osiris, cuyo signo jeroglifico es un ojo, era considerado un modelo de la justicia. Elojo de la ley Osiris en grabado jeroglifico egipcio, tumba dela reina Nefertari, 19.* dinastia, Archivo de Arte e Historia, Berlin. Segtin los griegos, que se ocuparon de los jeroglificos, el ojo es tal y como nos da noticia Diodoro, el «guardian de la justicia y el vigilante del cuerpo» '*. Los creadores de simbolos del siglo xvii se apoyaron en Plutarco, que hace menci6n del ojo sobre el cetro como simbolo de Osiris’. Nadie fue mas justo que Osiris, reza una aclaracién de la emblemiatica. Su cetro significa justicia, y este es un sim- bolo sagrado del intelecto siempre activo y alerta?’. El ojo- 18 J, AssMaN, Weisheit und Mysterium. Das Bild der Griechen von Agypten, Miinchen, 2000, p. 67. 19 A. HENKEL y A. SCHONE, Emblemata. Handbuch zur Sinnbildkunst des 16. und 17. Jahrhunderts, Stuttgart, 1976, col. 1266. Con mas refe- rencias, W. HarMs, G. Hess y D. Pei (eds.), Sinnbilder-Welten. Emblema- tische Medien in der Frithen Neuzeit. Ausstellungskatalog, Miinchen, 1999, p. 16 2 Véase HENKEL y SCHONE, op. cit., col. 1266, que remite a Plutarco, De Iside y Osiride, 10 (edicién de G. Parthey, Berlin, 1850, 14) y Diodoro 38 Michael Stolleis cetro o el cetro asido con las palmas de las manos abier- tas y escondiendo un ojo constituyeron en el absolutismo ilustrado uno de los més apreciados emblemas, sobre todo por aquellos que buscaban la fama como legisladores. (también llamado Diodorus Siculus), Bibliotheca historica I, II, donde afirma que los egipcios caracterizaban a Osiris mediante un ojo y un bast6n de mando, o bien que Osiris se llama el de los «muchos ojos» pues tanto él como Helios lo ven todo. ; . Por tanto, la simbologia de la justicia y de los gober- nantes de los siglos xvm y xvi empleo el vocabulario tan- to judeocristiano como egipcio y grecorromano. De estas vastas corrientes de tradicion adapto el ojo del soberano omnisciente, preocupado por todos y que todo lo controla. En el transito de la Edad Media a la temprana Edad Mo- derna, es decir, alrededor de la segunda mitad del siglo xv, el monarca atrajo sobre si, a modo de iman, toda la aten- cién. Su corte y él se constituyeron en los centros de poder de los grandes Estados en formaci6n o de los territorios concretos!. Las antiguas estructuras se desvanecieron. En Ale- mania, en las décadas que separan la Paz de Augsburgo (1555) del final de la Guerra de los Treinta Afios (1648), los centros de poder de las ciudades, los burgos de la nobleza y las iglesias, por razones de diversa {ndole, fueron a pa- rar al lado de los perdedores, mientras que los soberanos, el monarca (Princeps), descollaron como figuras politicas centrales. Las ciudades, sobre todo por causas econémi- , Die héfische Gesellschaft, Neuwied y Berlin 1965 (hay tra- duccién al castellano de Guillermo Hirata, La sociedad cortesana, Fondo de Cultura Econémica de Espaiia, 1993); J. VON KRUEDENER, Die Rolle des Hofes im Absolutismus, Stuttgart, 1973 40 Michael Stolleis cas, perdieron su rango*. La nobleza ya no pudo cumplir con su funcién medieval militar, propia del sistema feu- dal. Tras la Reforma, la Iglesia estaba escindida y ahora sus miembros de rango inferior, en sus distintas formas, se acercaron a los sefiores feudales, siempre y cuando no existiera ya una coincidencia en las personas entre el principe y la autoridad espiritual. En otras palabras: el sol central de los principes comenzé a eclipsar todo lo demas. Al abrigo de su luz se formaron raépidamente cortes, las administraciones centrales del Estado, las autoridades de mediano e inferior rango, la defensa territorial; la admi- nistracion financiera del territorio. Todo esto se Combind conduciendo hacia el «Estado moderno»?; su concepto clave, a finales del siglo xvi, fue la «soberanfa», con-suco- rrespondiente latina majestas*. Pues bien, es mucho lo que se condensa en estos con- ceptos. La soberania se constituy6 en el nuevo concepto juridico superior, situada por encima de todos los dere- chos individuales del gobernante. La soberania debia ser indivisible, intransferible y ubicarse en el cénit. Con ella se representa, sobre todo, la aplicacién y secularizacion, en la figura del «soberano», de la imagen teolégica de Dios, que era el gobernante supremo y todopoderoso. El princi- pe es el representante terrenal de Dios. Su ojo vela por los stbditos de igual modo que el ojo de Dios lo hace con los hombres. En el emblema solar de Luis XIV, el principe y Dios se fusionan 0, para ser mas precisos, Dios, de manera casi rayana_en Ja blasfemia, es suprimido. = De este modo se recoge una antigua y cultivada tradi- cién, sobre todo bizantina, que identifica al gobernante con el dios solar Helios. El gobernante emana brillo, be- 2 M. Srotteis (ed.), Recht, Verfassung und Verwaltung in der frith- neuzeitlichen Stadt, Koln, Wien, 1991 > W. REINHARD, Geschichte der Staatsgewalt. Eine vergleichende Ver fassungsgeschichte Europas von den Anftingen bis zur Gegenwart, Min- chen, 1999. “H. Quaritscn, Souverdinitdt. Entstehung und Entwicklung des Begriffs in Frankreich und Deutschland vom 13. Jahrhundert bis 1806, Berlin, 1986. El ojo de la ley Medalla de Jean Warin sobre la divisa real de Luis XIV, 1663, Col nacional de monedas, Mtinich. Ileza y fuerza vital. El Emperador no duerme igual que el resto de los hombres; vigila con los ojos abiertos sobre el Imperio. Su insomnio, posiblemente de caracter natural, es estilizado, con fines de propaganda, como si fuera una eterna vigilancia. Su pretensién de querer regularlo todo se fundamenta igualmente en el presupuesto de conocer- lo todo gracias a esta vigilancia. Mientras otros hombres ceden a su necesidad de dormir, el incansable gobernan- te, semejante a la divinidad, vigila y trabaja. Su retirada a sus iluminados aposentos en palacio, observada por los vasallos desde cierta distancia, lo demuestra>. Uno de los ultimos ejemplos literarios, en la larga secuencia de elo- gios al gobernante, se encuentra en uno de los poemas de 5B. RuBIN, Das Zeitalter Justinians, Berlin 1960, 94; H. HUNGER, Prooimien, Wien, 1964, 77. La alusién al lugar comin del «insomnio» (que, por cierto, también se puede encontrar en E1NHARD, Vita Karoli Magni, caps. 24-25) se la agradezco a mi colega Peter E. Pieler de Viena 42 Michael Stolleis Erich Weinert, de estilo agit-prop, titulado «Aun hay luz en el Kremlin», En el derecho romano también se empleé como fun- damento ideolégico la pretensién del gobernante, incre- mentada sobremanera en los siglos xvi y xvi, de ocupar una posicién semejante a la de Dios y distanciada de los siervos. La maiestas (absoluta) o la soberanfa eran des- cendientes directas de Ia antigua formula princeps legibus solutus, quod principi placuit, legis habet vigorem, que ser- via, en-principio, como legitimacién a los poderes monar- quicos ilimitados. Ciertamente, no hubo casi en ninguna parte un absolutismo «puro»’, y se acentuaron igualmen-— te las ataduras religiosas y juridicas del gobernante; pero estas fueron las excepciones a un principio aceptado. El principio y sus limitaciones constituyeron un tema capital de la emblematica europea’. El ojo de Dios? resplandecié sobre los principes como si fueran dioses terrenales'° en un campo soleado y alum- brado con el signo de Yahvé!', 0 una seccion circular de luz con la cruz y las iniciales de Cristo!2. Que el Altisimo se sittia sobre los principes no solo era evidente para una ® «Tarde suelto de mi mano la pluma,/ cuando el atardecer quiebra entre las nubes./ Miro al Kremlin. El pais duerme apaciblemente./ Su coraz6n permanece despierto. En el Kremlin atin hay luz», E. WEINERT, Gesammelte Gedichte, vol. 5, Berlin, Weimar, 1975, p. 473. 7 REINHARD, op. cit., pp. 47 ss. \ * HENKEL y SCHONE, op. cit.; B. F. ScHoLz (ed.), Symbola et Emble- mata. Studies in Renaissance and Baroque Symbolism, Leiden, 1989 s: W. HarMs y M. SCHILLING (eds.), Emblematisches Cabinet (reimpresi6n), |Hildesheim, 1977 ss. ~ Franciscus Ph. FLORINUS, Oeconomus prudens et legalis: Oder allge- meiner Klug - und Rechts-verstéindiger Haus-Vatter, Nuremberg, Frank- furt am Main, Leipzig, 1722. Aqui se muestra como alegoria del gobierno principesco un trono irradiado por el ojo de Di ' J. J. Berns et al. (eds.), ErdenGétter, op. cit "' La edicién de Tomas pe AQuiNo, De Rebus publicis et Principum institutione Libri IV, Leiden, 1651, muestra sobre el principe el ojo de Dios con el signo de Yahvé. ® Athanasius Kircuer SJ, Principis Christiani Archetypon Politicum, Amsterdam, 1672, muestra en la portada al principe sosteniendo dos columnas, sobre él una seccié ular de luz con.un monograma de El ojo de la ley igara y bohemia de Leopoldo 1 (1640-1705) en el de la divisa «Consilio et na; Cod. NA 2, fol. 6a. Lamina de la coronaci6n hii le ¢ escudo de armas de Hungria y Bohemia, asf comc Industria», 1657. Archivo de la Universidad de Vi 44 Michael Stolleis Frank Philipp Florin, Oeconomes prudens et legalis continuatus (0 para asiento del sefior'y padre de la casa real), Niimberg, Frankfurt am Main y Leipzig 1751, grabado en cobre del titulo, Biblioteca de la Universidad de Marburgo. El ojo de la ley 45 emperatriz piadosa como Maria Teresa, sino también en el mundo politico-teolégico del luteranismo. La imagen pudo ser utilizada, a modo de propaganda, para la exaltacion del principe, pues muestra que sobre él solo estaria Dios. Es decir, el principe, por tanto, quedaba eximido de la responsabilidad humana. Se advierte tam-~ bién que el principe no ha de olvidar que un dia tendra que rendir cuentas ante Dios'’. EI ojo de Dios también se encuentra en monedas de co- ronacién* y en muchas otras representaciones de la justi- cia soberana y de su administraci6n. Era evidente que el derecho se hallaba bajo la vigilancia de Dios, en tanto que ‘el principe, el juez y el propio derecho estan rodeados de un cosmos de valores cristianos. El ojo de Dios se situa sobre el derecho. Asi se plasma en la portada del Syntagma I Siruves de Georg Adam o en una de Jas importantes alego: Tas del derecho de 1737: la Justitia como figura central, “flanqueada por él consejero Aulico del Imperio y el tribu- nal de la camara real. La justicia preserva de la desgracia e incrementa el bienestar. Sobre ella vela el ojo de Dios, semejante al sol. Sin embargo, se trata de un ojo carente del tridangulo de la Trinidad, ciertamente para evitar una inter- pretacién demasiado unilateral y catélica de la imagen. Asi, antes de 1789, existen tres corrientes de tradicion del «ojo» entreveradas entre si: la procedente de la Anti- gitedad, la egipcia y la judeocristiana'®. Todas convergen 18 |, ScHEUERMANN (ed.), Frieden durch Recht. Das Reichkammergeri- cht von 1495 bis 1806, Mainz, 1994, pp. 119 a la izquierda y 250: I Schwendtner, Dios sobre la Justitia, 1592; alli igualmente p. 12: Caspar HOCKNER, grabado en cobre de 1635, el ojo de Dios (con el s lo de Yahvé) sobre el juez 40. NeuBEcKER (ed.), Heraldik. Wappen — ihr Ursprung, Sinn und Wert, Augsburg, 1990, p. 182. ‘5 Combinado, de modo especialmente Iamativo, en la obra dey Francois Boucuer, La muerte de Adonis (Paris, coleccién Matthieu Gaud- chaux). Igualmente recogido en la alegoria de un artista anénimo donde se representa la muerte del principe heredero de un palatinado. Esta muestra una antigua columna funeraria de Chronos con el ojo de Dios y la providentia. Imagen en Lebenlust und Frommigkeit. Kurftirst Carl Theodor (1724-1799). Zwischen Barock und Aufkkirung. Handbuch und Ausstellungskatalog, Mannheim, 1999, vol. 2, p. 33. 46 Michael Stolleis oS SeLenDoR eH GLORIA > DOMUS JOANNIA Deferiptaab ATHANASIO KIRCHERO Soc. Jes Amftelodami..4yud Soannem Fanflenian i Waefbense size. enn De De rh i SS Athanasius KincHER SJ, Principis Christiani Archetypon Politicum, Amster- dam, 1672, grabado en cobre del titulo, Biblioteca de la Universidad de = Marburgo. El ojo de la ley 47 en la idea de la omnisciencia y en la justicia de un ser excelso, que atina providencia y vigilancia, es decir, una benevolente autoridad asistencial, asf como la necesaria y provechosa «vigilancia» '®, Una vez mas, esta imagen del gobernante divino siempre vigilante, en la medida en que el gobernante es idealizado como un dios terrenal, se abre paso en la metaf6rica mundana. Deteng4monos un momento en la mitad del siglo xvi. En esta época la tendencia a la referencia retrospecti- va y trascendente de la omnisciencia de Dios esta aun presente, pero claramente debilitada por tendencias dé sentido contrario dirigidas a una secularizacién de la politica..A partir del siglo xvi, se debatio acaloradamen- ie acerca de la legitimidad de una politica de la razon de Estado, liberada de los vinculos religiosos y morales. Tras la Guerra de los Treinta Afios, el concepto de «po- litica cristiana» o de un «Estado cristiano», que subsis- tiera al amparo del ojo de Dios, fue defendido solo en casos determinados. En lugar de las cadenas de argu- mentos genuinamente bfblicos, ahora se incorporaron principios mas abstractos y metaconfesionales de dere cho natural. Al mismo tiempo, la tradicion de las ima__ genes del mundo antiguo, atin poderosa en un Barroco ‘a evanescente, trasmitié un ideal de justicia material, por el que quedaban comprometidos tanto el principe” soberano como el juez. Finalmente existié —tal y como~ se ilustra con el ejemplo de Osiris— un mundo de refe- rencial egipcio no cristiano, por el cual la Ilustracién se sintié atraida. Este era un campo ignoto y metaconfesio- nal, cuyo atractivo hacia referencia a que el repertorio metaférico de la luz propio de la Iustracién requeria de un mundo opuesto, a saber, un mundo de los misterios. A partir de este presupuesto se instituyeron los rituales masones, Egipto se representé como tierra de la sabi- duria, de las virtudes del gobernante y, ciertamente, de acién con las alegorfas sobre el buen gobierno, la excelente y condensada exposicién de H. Hormann, Bilder des Friedens oder Die vergessene Gerechtigkeit, Munchen, 1997. Michael Stolleis El ojo de la ley ane Se? ve de Georg Adam, Syntagma iuris prudentiae, pars prima, ed. sec. Frankfurt y Leipzig, 1718, portada (Biblioteca del Max-Planck-Institut far 1 Europaische Rechtsgeschichte). reysler, aclo en cobre, 1727, Museo de la Ciudad ‘de Ratisboné 1a sed Ciudad de Ratisbona). 50 Michael Stolleis la tolerancia!’. Los jeroglificos, que atin seguian siendo ilegibles, ofrecieron un abundante material que se podia utilizar para la metaférica y la emblematica de los ojos. Sin embargo, es tan solo a partir de 1772 cuando se en- cuentra con frecuencia el triangulo con el «ojo radiante» en monedas y medallas conmemorativas masénicas '*. Por ello, en principio, los motivos judeocristianos, los grecorromanos y los egipcios se deben mantener sepa- rados, para, de este modo, poder apreciar cémo el topos de la omnisciencia y la vigilancia de Dios transita hacia una instancia terrenal, y cémo también esta instancia mundana, en sentido inverso, adquiere semejanza di- vina. J. AssMANN, «Agypten in der Gedichinisgeschichte des Abendlan- des», en Jahrbuch des Historischen Kollegs, 1999, Miinchen, 2000, pp. 25- 40 (p. 35): «Los francomasones e iluminados se concibieron a si mismos como los descendientes legitimos de todos aquellos iniciados egipcios»; ciertamente, este autor habla en relacién con la «flauta magica», que constituye la cumbre de este «segundo regreso de Egipto en la historia de la memoria de Occidente» (p. 37) "8 STUHLFAUTH, op. cif., cita el ojo radiante de 1772, sin triéngulo y sobre un leén descansando, como el ejemplo més antiguo tanto en Ale- mania como en general (Abbildungen freimaurerischer Denkmiinzen und Medaillen, 8 vols., Hamburg, 1898-1906, vol. 8, nota 33). A lo largo del tiltimo cambio de esta cadena de motivos iconogrAficos, se hacen especialmente palmarias la cre ciente secularizacion y la consecuente despersonalizaci6n vinculada a esta e, igualmente, la insolencia. Mucho antes de que la formula de «el ojo de la ley» surgiera, se puede apreciar cémo se imponen dos importantes tendencias en la historia del derecho europeo. Una de ellas consiste en una objetivacién del gobierno muy desarrollada, expresada en la famosa formula abre- viada government by law and not by men'. La otra se podria designar como el largo camino de Ia justicia, fundamenta- da metafisicamente, hacia un orden juridico formal. Una formula igualmente conocida lo expresa por medio de las palabras «auctoritas, non veritas facit lege». ! Constitucién de Massachusset de 2 marzo de 1780, art. XXX: «it may be a government of law, and not of men» 2 Th. Hossts, Leviathan, sive de Materia, Forma et Potestate Civita- tis Ecclesiasticae et Civilis, 1651 (Oxford, reprinted edition, 1909 ss.) Chap. 26. En la traduccién alemana de Dorothee Tidow publicada en 1965 (Rowohlts Klassiker), Cornelius Mayer-Tasch comenta (p. 197): «sobre todas las inclinaciones sociales vigila incansablemente el ojo del dios mortal. Su voluntad es ley, su legitimacién no puede ser im- pugnada. Como criatura y destinatario de todas las transferencias ju- ridicas de todos, el Leviatén es moldeador y portador de la volonté générale». Michael Stolleis Ambas tendencias convergen en que el elemento funda- mental de la sacralidad, sobre el que descansan el gobier- no real y la justicia, se debilité en la Edad Moderna. En su lugar se introdujo la legitimacion por medio de la idea de bien comun, a través del titulo formal de la soberanja, es decir, el poder de dictar mandatos. En la Edad Media, el derecho era valido esencialmente porque era tradicional, viejo, reconocido, util y adecuado. Ahora, a partir del si- glo xvni, es valido por Ja fuerza de la orden del gobernante. Segtin Bodin, soberano es aquel a quien le esta permitido dictar 6rdenes; y al que es'soberano le esta permitido dar ordenes. En primer término, estas no dependedel conte- nido ni de su verdad. De modo sorprendente o irénico, Blaise Pascal apunta que la verdad se habria vuelto una cuestién de geografia: «Vérité au dessus Pyrenées, vérité audela». Finalmente, segtin Thomas Hobbes, para la va- lidez del derecho es suficiente la voluntad del gobernante reconocido. ~> CF0 CoN ANS Ze De este modo, el Estado de la temprana Edad Moderna se convierte en Estado legislador. Este conforma la socie- dad por medio de la ley, y se transforma solo en Estado, en tanto que, como «sistema de aprendizaje», forma la: instituciones y el personal que requiere para la ejecucién de la norma. El Estado desplaza al antiguo derecho, se- gun la regla revolucionaria de qué él derecho mas reciente deroga al anterior (/ex posterior derogat legi priori). Esta quiebra de la tradicién puede ejercerla solo la voluntad del gobernante que crea su (nueva) ley como medio cons- titutivo. Innegablemente, con esta opcién totalizante de la tem- prana Edad Moderna a favor de la legislacién, también penetra un vaciamiento del criterio de verdad. El siglo xv opta por la paz y el orden, ya que no es de esperar un acuerdo sobre el tema de la verdad a la vista de las rifias entre tedlogos y fildsofos. Los ciudadanos pueden razonar como quieran, mas deben obediencia a la ley. El ojo de Dios y/o el del principe velan en forma de ley. Ciertamente, esto tambiér significa para el principe que se elimine la creciente arbitrariedad. La ley, sancionada por el sobera- El ojo de la ley no, objetiva la dominacion y disciplina igualmente el apa- rato institucional que nace con la ley. El soberano de la Edad Moderna emplea la ley como medio de dominacién, pero esta técnica de dominacion también estrangula pro- gresivamente sus posibilidades de accién. Quien gobierna por medio de la ley, también se vincula —queriéndolo o no—a la ley. En el mismo momento en que con el movimiento cons- titucional americano, a partir de 1776, fueron establecidos nuevos fundamentos teéricos constitucionales, la mirada y/ » sobre la ley, como medio principal de dominaci6n, se con- ior centra, pues, completamente en aquel vinculo. El pueblo libre, sobre un fundamento libre, se convirtié en el inico soberano. Se gobernaba a si por si mismo, sobre todo a t través de la «ley» establecida por todos. Ahora ya no habia a \) o¢ mas Dios ni principe que mantuviera la vigilancia sobre la sociedad. La ley se convirtié en una guardiana que ni i duerme ni dormita. En la secuencia de Dios hacia él'so- berano, y de este a la ley, se confirma la famosa maxima de Car] Schmitt segtin Ja cual todos los conceptos signifi- cativos de la moderna Teoria del Estado son «conceptos_ teolégicos secularizados» * P 6 P-TNQT 2 eu Efectivamente, el Dios de la Alta y Baja Edad Media, situado en el centro, el Dios que todo lo cre6, del cual todo depende y que todo lo ve, se ubicaré en el transito hacia la Modernidad en una nueva trama de relaciones. Cierta- mente, no pierde su lugar en el cénit, pero las relaciones terrenales incrementan su peso siguiendo el modelo de las analogias celestiales. El mundo divino y el terrenal se es- cinden. De esto da testimonio no solo la teoria de Lutero sobre los dos reinos, sino también la mundanizacién de la politica que sigue al pensamiento de Maquiavelo. Aho- ra, los dioses terrenales se convierten en principes. Ambi- cionan la «omnipotencia» en sus territorios, eliminan los estamentos, tratan de reducir la variedad de ambitos de > C. Scumrrt, Politische Theologie. Vier Kapitel zur Lehre von der Souveranitdi, 3. ed., Berlin, 1979 (hay traduccion espafiola de Francisco Javier Conde y Jorge Navarro Pérez, Trotta, 2009) S 54 Michael Stolleis influencia juridica medievales a un derecho estatal uni- tario valido para todos, disuelven los lazos personales y hacen (a pesar del orden estamental atin vigente) a los hombres siervos potencialmente iguales. El aparato esta- tal ordenado desde la cumbre del principe ha de acopiar todo el saber disponible en un centro, es decir, ha de crear la «omnisciencia». Implicitamente estos «dioses terrenales» se aferran al monotefsmo: en la medida de lo posible, disuelven los vin- culos feudales con sefiores extrafios. El servidor publico no debe servir a otros dioses. En el lugar del todopoderoso y omnipotente Dios se sittia el todopoderoso principe so- berano. La orden es su modo de actuacién. El simbolo de la soberanfa es poder dictar érdenes en la guerra y en los tiempos de paz; es igual si se dan érdenes a individuos, a grupos 0 a todos los subditos. La orden se denomina «ley» cuando se produce este ultimo supuesto. Por ello la ley, de hecho, es un elemento teoldgico secularizado.La ley, siendo una norma abstracta impuesta por él sOberano para un-ntimero indeterminado de casos, es uiprototipo del modo de actuar divinoEn el momento en que la Tey se desplaza al Centro de la teoria del Estado de la tempra- na Modernidad, trae consigo, desde su origen teolégico, el aura del mas elevado poder y de la suprema sabiduria del orden establecido. Debido a las guerras de religién y al endurecimien- to de los frentes confesionales, ya en la segunda mitad del siglo xvi se desvanece la autoridad de la teologia. En Francia, en Inglaterra, en los Paises Bajo: en los te- rritorios alemanes, el Estado reivindicé su derecho. Las nacientes autoridades espirituales se integraron en la constitucién del Estado. Aunque Dios, ciertamente, es todavia la formula de legitimacién para la accion guber- nativa, y el ojo de Dios vigila al gobernante, las normas aprobadas estatalmente y su ejecucién por el brazo se- cular se hacen paulatinamente mas determinantes para el transcurrir de la vida tanto a diario como a lo largo del afio. E] ojo de Dios migra al principe, vicario terrenal de Dios. ‘Su «omnisciencia», por muy ficticia qu El ojo de la ley convierte en el fundamento esencial de la legitimacion en aras de un contenido justo de la ley. Pues solo cuando se puede presuponer que aquel que dicta las normas lo sabe todo y ha reflexionado sobre todo, la ley se consti- tuye en justa emanacién de la voluntad del padre (y del Con el transcurrir de los siglos xvi y xvill se desvanece también esta imagen paterna del principe. El gobernante, que, por ejemplo, en la teorfa del Estado alemana de ini- cios del siglo xvi, solo era imaginable como un piadoso cristiano, se despoja, en sucesivos ataques de desencanto de su cristiandad, de su piedad y de sus pretéritas vincu- laciones retrospectivas. En la devastadora «Gran Guerra» del siglo xvi los hombres padecen una estéril politica de intereses y de poder; de vez en cuando, se ven obligados a cambiar de confesién religiosa; en_aquel entonces, la orientacion religiosa es declarada categéricamente como. ima funcion del gobierno territorial’ y, de esta suerte, de- vatuada teologicamente. No se cree que en estas guerras se trate de la religién verdadera. En algunos escritos po- pulares se afirma que el «amor religionis» se ha converti- do en un «amor regionis». Cada vez que el soberano mas reciente dicta su ley y exige su cumplimiento, este ya no se basa en la consonancia con la voluntad divina 0 con una verdad fundamentada en cualquier circunstancia, sino que solo se justifica por raz6n de la autoridad del gobernante. De este modo no solo desaparece Dios, sino, también, aquel principe similar a Dios y con virtudes cris- tianas. De este cambio de énfasis se desprende de nuevo la consecuencia de que ahora la ley solo se forma en el seno del rol del gobernante. Los gobernantes se retiran tras el Estado, ya sea porque son personalmente insignificantes, ya sea porque se definen a si mismos como «servidores del Estado» 0 como «6rganos» de una persona estatal (perso- * Sobre la maxima «cuius regio -eiuis religio» véase M. HECKEL, Stat und Kirche nach den Lehren der evangelischen Juristen Deutschlands in der ersten Hiilfte des 17. Jahrhunderts, Minchen, 1968, pp. 227 y ss. 56 Michael Stolleis na moralis). En este procedimiento de despersonalizacion se forma la ley. Légicamente, al final, se reclama el cese total del gobierno personal y nos encaminamos hacia el gobierno de la ley. VI Si nos dominan las leyes, estas han de ser igualmente dominadas. Ya que para ello, el hombre, a causa de sus debilidades, no vale como soluci6n, se idea en el siglo xvi una suerte de superley: la constitucién escrita. Esta pro- clama sobre qué principios descansa el gobierno y tiene que contener los preceptos esenciales segtin los cuales han de orientarse las leyes'. De esta manera las tendencias de la secularizacién, la despersonalizacién y la objetivacién del gobierno de Dios plasmada en el dios terrenal del prin- cipe, conducen hacia el dios mortal del Leviatan y, de este, a su vez, a la deificacién de la ley que, por su parte, en- cuentra su coronacién en la constitucion. No es sorpren- dente, por tanto, que, en ultimo término, la constitucién, producto de una construccién racional intramundana para la realizacion de la paz y la libertad, esté al amparo de la providencia de un dios desconfesionalizado y acep- table por todos. La emblematica obedece a este cambio fundamental de perspectiva. Desde 1935, el billete de un délar de los Esta- dos Unidos muestra «el Gran Sello de los Estados Unidos» (que, tras largos debates en tres comisiones, se acufié en ' H. Mounaavrt y D. Grim, Verfassung. Zur Geschichte des Begrif]s von der Antike bis zur Gegenwart, 2." ed., Berlin, 2002. 6) 2 Ku rei The Great Seal of the United States of America, billete de un délar. 1782); en su reverso, una pirdmide de cuatro lados, reali- zada con sillares, pero truncada, cuyo vértice esta disefia- do a modo de ojo rodeado por una corona radiante. La pirdmide, fechada en 1776, simboliza la constitu- ae Ss ~ ee cion, el nuevo inicio, que es aprobado favorablemente por el ojo de Dios (Annuit-Coeptis = He has Favoured Our Un- deriakings). Dios bendice el nuevo inicio, el Novus Ordo. Seciilorum?. Se trata indudablemente atin del Dios cristia- 2 Esta ségunda parte de la escritura circular del sello hace referencia a la época de oro anunciada en la cuarta Egloga de Virgilio. canta Emblema de la Asamblea Constituyente hasta 1791, en Wolfgang Kemp, «Das Revolutionstheater des Jacques-Louis David. Eine neue Interpretation des “Schwurs im Ballhaus"», en Marburger Jahrbuch fiir Kunstwissenschaft, 21 (1986), no, pero es un dios supraconfesional, ya que el sello ha de ser contextualizado teniendo en cuenta a aquellos nue- vos americanos que habian abandonado Europa debido a la intolerancia religiosa. Y la cita de la piramide egipcia, realizada con sillares, alude a la masonerfa y a los ilumi- ; nados, es decir, a la Iustracién*. ) 3 La combinacién de los simbolos ha dado pie a aventuradas espe- culaciones. «Hay una teoria —escribe Thomas Pynchon en su novela Gravity’s Rainbow— segtin la cual los Estados Unidos no serian ni son otra cosa que un gigante complot masénico, cuyo control final estaria en manos de un grupo, que se llama los iluminados. Resulta dificil aguantar la mirada fija en el enigmatico y solitario ojo sobre la cispide de la pird- mide, que puede verse en cada billete de délar, sin comenzar a otorgar a esta historia un poco de crédito». Sobre esto, H. KunN, Konspiration Emblema de la Asamblea Nacional hasta 1795, en Wolfgang Kemp, op. cit. Dicho de otro modo: en las tres tiltimas décadas del si- glo xvi, el ojo vigilante se convierte en el simbolo central de una Corriente que atin evoca la Trinidad cristiana, pero” que ha de presérvar un nuevo orden, un orden autocons- und Inspiration. Europdisch-literarische Wurzeln der amerikanischen Pa- ranoia, Frankfurt Rundschau, 31 de marzo de 2001 Michael Siolleis El ojo de la ley ee (he Mic 3 aneull 4 ly : | i Trumeslre a ; bye? : " Vir , i 4 Feil : | 4 Ss, Byes Vy a ppb ty; _ ay. cont Sccwlaire a Foss 92 292999 13:99: 999RP 3 Carné de miembro del Club Cordelliers, después de febrero de 1791, en Woll- gang Kemp, op. cit. truido. En primer plano se colocan una sucesién de sim- bolos que en el lugar de la Trinidad sittian el conocimien- to cientifico, la disposicin piramidal de la sociedad y la unidad de los tres estamentos de la «nacién». En Francia, donde precisamente la sociedad estamental se refunda en la nacion, el ojo de la ley llega al lugar mas elevado. En un importante trabajo sobre el cuadro de Jacques-Louis Da- vid El juramento del juego de pelota, el historiador del arte Wolfgang Kemp escribe que «el ojo y el triangulo constitu- yen, respecto al total de todas las formas de la simbologia de la luz (por ejemplo, el sol naciente, el rayo, la expulsion de las tinieblas), la mas exitosa imagen de las dos grandes revoluciones burguesas del siglo xvi y de la Ilustracion» *. 4 W. Kemp, Das Revolutionstheater des Jacques-Louis-David. Una nueva interpretacion del «Schwur im Ballhaus», en Marburger Jahrbuch fiir Kunstwissenschaft, 21 (1986), pp. 165-185 (p. 178). Emblema de la Comision de Bienestar 1793/1794, en Wolfgang Kemp, op. cit. Este autor lo demuestra del siguiente modo: hasta 1791, el emblema de la Asamblée Constituante portaba, junto a los simbolos tradicionales de los tres estamentos (eclesi co, nobleza y burguesfa), la divisa «La loi et le Roi». En 1792, la Convencién Nacional reemplazé esta divisa por un ojo radiante, circundado por una corona de laurel; en el fondo,«un haz de varillas (fasces) y gorros jacobinos. Indudablemente esto ya no significaba una alusién al ojo TRANS to Michael Stolleis El ojo de la ley Code militaire, en August Boppe y Raoul Bonnet, Vignettes Emblématiques sous la Révolution, Paris, 1911 (reproducido en Wolfgang Kemp, op. cit.) de Dios 0 al del rey, sino al ojo vigilante de la ley, la Survei- lance. Los diputados que tomaron acuerdos bajo este sim- bolo «reprodujeron», hasta cierto punto, segtin Wolfgang Kemp, «con cada ley, el ojo que todo lo ve» >. Igualmente el carné de socio del Club radical de los Cordeliers, de 1792, recoge el motivo de la Surveillance. La Revolucion observa por medio de este ojo vigilante a sus enemigos. En el simbolo del Comité de Salvacién Publica (1793-1794) est impresa la Reptiblica, guerrera y justa, dotada con la espada y la balanza. La inscripcion al pie es palmaria: «Activité, Pureté, Surveillance.- Comité de Salut Public». En aquellos afios Pureté no significa simplemente la pureza de la teoria revolucionaria, sino, también, si fue- ra necesario, «Epuration», es decir, exterminio de los ene- 5 Kemp, op. cit., p. 179 Michael Stolleis Moneda de 2 sous, 1793, Museo Estatal de Berlin, Patrimonio Cultural Pru- siano, Gabinete de Monedas. migos®. La Surveillance, gracias al ojo vigilante’, ya no es la providencia divina ni el control del buen principe, sino que se trata de una vigilancia perspicaz sobre aquello que a la Reptiblica le parece peligroso. Y ello puede ser la desigualdad, y con ella todas las tendencias a favor de los antiguos poderes politicos que se habian beneficiado de la desigualdad, como también la criminalidad, contra la que la ley fue utilizada como una vigilante minuciosa de la sociedad civil. Finalmente, el mensaje de la atenta Survei- llance sobre el Code militaire, las armas y las banderas de la Republica reza como sigue: «la lucha contra el enemigo exterior ha de estar sometida a la ley». De todos modos, se observa que del lazo que rodea todo cuelga una medalla con la inscripcién «la Loi». | La propuesta del gramatico Domergue de sustituir ‘el término «reino», «gobierno real», Royaume, por el de «imperio de la ley», introduciendo este ultimo a través del neologismo Loyaume, muestra, también, con qué es- fuerzo se intenté cambiar el gobierno del principe, basa- © R. SCHNUR, «Staatssicherheit. Ein Aspekt der Franzésischen Revo- lution», en Verfassung und Verwaltung. Festschrift fiir Kurt G. A. Jeserich z. 90. Geburtstag, Weimar, Wien, 1994, pp. 125-143. 7 Véase én italiano «occhiuto» (con muchos ojos) para designar a alguien «atento». El ojo de la ley 65 do en la vinculaci6n personal, por la vinculaci6n abstrac- ta a la ley. Esta propuesta obtuvo el aplauso de Camille Desmoulins que, en 1791, la alab6, pues se habia logrado, «par le changement d'une lettre», acufiar una expresién que «représente un grand état, soumis au seul empire de la loi’. Un desfile organizado para el 10 de agosto de 1793 en el Boulevard de Paris, llev6 en la cabecera «un estan- darte, en el que se representaba el adusto ojo mirando a través de una espesa nube» °. Como muy tarde, por tanto, desde 1793, el ojo posee un nombre: el ojo de la ley. En este afio aparecié también la nueva moneda de dos sous. Esta muestra en una de sus caras la Liberté y Egalité con la corona de laurel y la balanza acompafiadas del gorro frigio; por la otra, la République Francoise en su Segundo Afio (Lan IT) con los antiguos simbolos cristianos de la vid y la espiga de trigo. En el centro, la tabla de la ley: «Les hommes sont égaux devant la loi». Sobre esta, el ojo de la ley. «Los miembros de los tribunales de justicia civiles —este es el tenor de la orden del afio 1795 relativa al uni- forme— han de llevar un ojo argénteo sobre el pecho en una banda con franjas blancas, rojas y azules», y los jue- ces de paz, que debian portar una rama de olivo sobre el pecho, manejaban «un baston blanco de la altura de una persona, con un botén de marfil, sobre el que se engasta un ojo negro» '°, He aqui, otra vez, el ojo vigilante de Osiris sobre el cetro: solo mediante una exacta observaci6n de la Jey igual para todos, asi reza la maxima, la igualdad de los hombres puede ser establecida y garantizada por la ley. Por ello se ha afirmado que en la Francia revolucionaria * WB E y F. DouGNAC, Francois-Urbain Domergue. Le grammairien patriote (1745-1810), Tubinga, 1992, pp. 98 ss ° KEMP, op. cit., p. 180. '© J. GRASSET-SAINT-SAUVEUR, Amtskleidungen der Stellvertreter des franzésischen Volks und der iibrigen Staatsbeamten der Republik Frank- reich, nach den Originalzeichnungen, Paris, 1795 (nueva impresién Wol- fenbiittel, 1989). Esta advertencia se la debo a la profesora Sybille Hofer de Ratisbona Michael Stolleis El ojo de la ley existe una «divinizacién de la ley» ''. Esta es la realizaci6n, mas explicita, de la volonté générale rousseauniana. De este modo, no solo se incrementa la transcendencia de la ley. Este es un proceso que puede observarse desde el siglo xvi. En cualquier caso, adquiere tres cualidades completamente nuevas a raiz de su teérica atribucién a la voluntad popular: la ley es el nuevo gobernante que susti- tuye al monarca, se constituye en el pastor vigilante frente al persistente poder mon4rquico y, finalmente, es el térmi- no totalizador de la codificacién nacional. Por ello, la «ley» se convierte en un nuevo Dios, por- que esta es ahora la tinica expresion visible y que confor ma la vida del nuevo orden jerarquico politico. El Dios de los tedlogos y su representante sobre la tierra, el monarca del absolutismo, han desaparecido igualmente. El tercer estamento se ha convertide en nacién y ahora gobierna solamente por medio de la ley. Puesto que ahora, ideal- mente, gobierna por si mismo y sobre sf mismo, la ley se convierte en gobernante abstracto. Este giro esencial se avivard por medio de la esperanza de que todas las opresiones de los gobernantes tiranicos y administracio- nes corruptas, jueces sobornables y militares sin ley, se podran redimir con la ayuda de la augusta igualdad «ante Ja ley»; por medio de la exactitud lingiifstica de la ley, que excluye la arbitrariedad, gracias a la inquebrantabilidad del texto publicado en las gacetas oficiales, que posibilita que cualquiera apele a ella. De este modo se reemplaza el «government of men», como nos muestra la experien- cia, penoso y siempre quebradizo, por el «government of law»? Asi, la «ley», como nuevo gobernante, adquiere todas las cualidades que antes fueron atribuidas a Dios y, pos- teriormente, al principe. La ley adquiere la cualidad de la vigilancia permanente, ya que existe el derecho valido tan- Etienne Jeaurat, Jean-Jacques Rousseau y los stmbolos de la Revolucién, Mu- seo Carnavalet, Paris. J, M, Correrer, Le pouvoir legislative en France, Paris, 1962, pp. 12s. ~ 22 Véase cap. V, n. 1. Michael Stolleis to de dia como de noche". El derecho valido no duerme jamés, es valido siempre y en todas partes, hasta donde alcance su mandato de validez. La ley también ve en el futuro. Su texto debe estar formulado de tal manera que prevea todos los casos juridicos que acontezcan en el futu- ro y ofrezca una solucion para ellos. En principio el juez del siglo xix —todavia bouche de la loi, en el sentido de Montesquieu define ademas su papel como «servidor de Ja ley». Como intérprete obedece no solo mecanicamente sino de modo reflexive y, de ordinario, logra de un texto con lagunas, defectuoso o simplemente que guarda silen- cio, extraer una solucién que corresponda a la literalidad o, en todo caso, al espiritu de la ley. Es solo en la segunda mitad del siglo x1x cuando empieza a quebrarse progresi- vamente este ideal. Los elementos constitutivos y decisio- nistas de la labor jurisdiccional se pasan decididamente al primer plano". Los marcos legales son ampliados debido a la revolucién industrial. Sus lagunas se hacen mas visi- bles alli donde surgen nuevas cuestiones o técnicas socia- Pero, desde la Revolucién Francesa, la ley no solo es el nuevo gobernante que nunca duerme. Como segunda funci6n se constituye en el farallén defensivo parlamen- tario contra la superviviente violencia monarquica y de su aparato. Tras las turbulencias de la Revolucién y del Im- perio napoleénico, que se habian vinculado a las «legiti- mas» dinastfas prerrevolucionarias, volvieron al trono las antiguas dinastias de gobernantes. Ya no se trataba de las antiguas familias, pues eran, en todo caso, homines novi, con la voluntad de amoldarse a la legitimidad (como, por ejemplo, en el caso de Ja casa real de Bernadotte). Las constituciones europeas nacidas en aquel entonces, es de- ‘3 Esto no significa sencillamente una descarga de los ciudadanos que, desde antiguo, han sido advertidos de preocuparse por sus derechos: Jitra vigilantibus: el derecho est4 para Jos despiertos, Quien pierde o desaprove- cha un plazo u olvida defenderse ante los tribunales pierce su derecho. RR. OcoreK, Richterkinig oder Subsumtionsautomat? Zur Justiz- theorie int 19. Jahrhundert, Frankfurt am Main, 1986. { El ojo de la ley 69 cir, a partir de la Carta Constitucional Francesa (1814), buscaban establecer un compromiso entre el neoabsolu- tismo y el republicanismo. El! principio monarquico se consagré en Alemania en el articulo 13 del Acta Federal Alemana (1815) y en el artfculo 57 del Acta Final Vienesa (Wiener Schlussakte) (1820), y se traté de negar o sofocar, hasta donde fuera posible, los peligrosos principios de la soberania popular y del gobierno parlamentario. Si debia procederse a la graduacién de los derechos de soberanfa, entonces, y asf lo recomendaba encarecidamente el articu- lo 57 del Acta Final Vienesa, los nuevos poderes tendrian que recibir aquéllos solo para su «ejercicio», hasta cierto punto a titulo de préstamo, pero no para detentarlos en propiedad. En tal configuracion de la monarqufa constitu- cional, que permanecié asi a lo largo de todo el siglo xIx, la ley adquirid la ya mencionada funcion de constituirse en el faralloén defensivo a cuyo resguardo se aseguraban los «derechos del pueblo» garantizados constitucionalmente. A partir de 1814, en todas las constituciones se prescribe, invariablemente, que los derechos humanos y de los ciu- dadanos garantizados constitucionalmente, los derechos fundamentales o las libertades fundamentales solo pue- den ser intervenidos a través de la «ley», es decir, con apro- bacién del parlamento y por medio de un procedimien- to reglamentado. La libertad y Ja propiedad, la libertad profesional e industrial, la libertad religiosa, la libertad de asociacién y de reunion estarian protegidas frente a inje- rencias arbitrarias cuando los requisitos de tal interven- cién administrativa estuviesen regulados legalmente. En el marco de esta funcién protectora de la ley, el «ojo» se constituye, nuevamente, en la metafora aplicada al pastor siempre insomne. Los derechos del pueblo son las ovejas custodiadas, y el poder mondrquico, el lobo amenazante. Finalmente, la ley adquiere un lugar analogo al divino, porque, en términos generales, se convierte en codificacién nacional. La superacién, propagada a partir del siglo xvr, de Ja heterogeneidad de los derechos consuetudinarios, de los derechos de diversos territorios y ciudades, asi como de la jurisprudencia relativa al derecho comtin, que era Michael Stolleis dificilmente comprensible, se convierte ahora, gracias ala codificacién aglutinadora, en un objetivo alcanzable bajo el simbolo del Estado-nacién. En este sentido, Dinamar- ca fue a la vanguardia (1683), después vinieron Baviera (1756), Prusia (1794) Francia (1804) y Austria (1811). El texto de la ley, cuidadosamente preparado en todos estos paises, habria de garantizar ia inmutable unidad, com- prender todos los casos concebibles y tener disponibles sus soluciones. En Alemania, la ley deberia garantizar no solo la unidad, sino crearla's. De este modo, la codifica- cién, como superley, adquiere atributos 9s divinios y aviva alas espéranzas politicas de la "£0 “mar como la voluntad ‘popila¥ personificada; tendria que limitar al gobierno monarquico en. aras de la proteccion al pueblo y, al mismo tiempo, garantizar la unidad interna. Desde el vértice de la piramide, su ojo abierto vigilé sobre lo bueno y lo malo. E] leén y el cordero tendrian que des- cansar el uno junto al otro. Sin duda, desde el principio afloraban también, y abier- tamente, los rasgos represivos de la «omnisciencia». Ver todo significa también querer influir sobre todo, ya sea por medio de la pedagogia, ya por medio de las penas. Para recordarlo, ahi est4 la arquitectura revolucionaria de un > Claude- Nicolas Ledoux (1736- 1806), quien_se imagi Igualmente es la época en la que Jeremy Bentham idea un Panopticon or Inspection House con forma circular’, En tal institucién los individuos privados de libertad pue- den ser controlados por un «ojo» central. El modelo se ‘8 ALF. J. Tupaur, Ueber die Nothwendigkeit eines allgemeinen bitrger- lichen Rechts fiir Deutschland, Heidelberg, 1814 (hay traduccion espafiola de José Diaz Garcia, Thibaut y Savigny-La codificacion: una controversia progrématica basada en sus obras, Madrid, Aguilar, 1970). %6 J, BENTHAM, «Panopticon; or the Inspection-House: containing the idea of a new principle of Construction applicable to any sort of Establishment, in wich persons of any description are to be kept under Inspection...», 1791, en Works, vol. IV, London, 1843, pp. 37-172 (hay traduccién espafiola de Ramon Salas, El Pandptico, Madrid, La piqueta, 1979). El ojo de la ley Claude-Nicolas Ledoux, Disefio para un teatro de la Revolucion, publicado en 1804, en Wolfgang Kemp, op. cit. convirtié en el arquetipo perfecto de las instituciones de control. A su través, Michel Foucault ha demostrado cémo de los optimistas y «bien intencionados» controles | de edu- cacién, pu pesadilla de la vigilancia sistema disciplin: 7 En su extremo se encuentran no ~ sold lasutopias viewativas del control de Huxley y Orwell, sino también las camaras de vigilancia electrénica situa- das en los espacios publicos de las ciudades'*, los ojos ce- | lestiales de los satélites y, sobre todo, los servicios secretos + mundiales que todo lo ven, oyen y graban. —}) ope En 1792 a Friedrich Schiller le fue concedida la ciuda- danfa ad honorem por la Asamblea Francesa, aunque el titulo no Hegarfa a sus manos hasta 1798. En 1799, cuan- do compuso La cancién de la campana, \a interpretacién 1 M. Foucautr, Sirveiller et punir: La naissance de Ia prison, Paris, 1975 (hay traducci6n espafiola de Aurelio Garzén del Camino, Vigilar castigar. El nacimiento de la prisién, Madrid, Siglo XX1, 1994). WE. Kaunrz, Das Auge des Geselzes. En Renania-Palatinado los ve- hiculos de la policia estan equipados con videocdmaras, en FAZ, 20 de noviembre de 2000. Blea) 72 Michael Stolleis francesa del ojo de la ley le era, sin duda, conocida. Quiza también le era conocida la afirmacién de Fichte en 1796, segtin la cual los ciudadanos leales a la ley no tenian por qué temer al «ojo de la vigilancia» '°. Segun este, la ley es el propio orden burgués. Es i by Gi y digna™ de confanva; ell ella es la @uardiana sect de isiae ‘qué ni duerme 1 ni dormita..El Schiller de revolucionario ardiente del pathos de la libertad, el de los bandidos in tirannos, sino el kantiano traumatizado por al (que la acotacion jn resiproce lo ‘epnera caracteriza la actitud ae expectacién de la bur guesia frente al Estado de derecho, que, en Alemania, no solo precedié temporalmente al Estado de derecho consti- tucional sino que, también, en lo esencial, aparecié como la consumacién de aquél. El Estado se concibid, sobre todo, como garante juri- dico de la tranquilidad y el orden. Por ello la tranquilidad no solo fue la «primera obligacién del ciudadano», sino que la tranquilidad del ciudadano fue también una obliga- cién estatal. Tales obligaciones se condicionaban entre si y el garante era, en uno y otro caso, la «ley». El ciudadano debia cumplir con esta, pero igualmente el Estado, si es que queria denominarse Estado de derecho. Las medidas de «policfa» se redujeron, de modo programati¢ ala ga- rant dud d, Por 656, Schiller también Bree acerca dela revolucionaria autodefensa: «si los pueblos se liberan a sf mismos, entonces no puede prosperar el bienestar»; y sefialé la revolucién como el desencadena- miento de la perversidad (allf las hembras se convierten en hienas), contra la cual al «pacifico ciudadano» le esta permitido tomar las armas. © J, G. Ficure, «Grundlage des Naturrechts nach Prinzipien der Wissenschaftslehre (1796), en Werke, vol. 3, 1971, p. 303 (hay traduccién espafiola de José Luis Villacafias, Manuel Ramos y Faustino Oncina, Fundamento$ del derecho natural segtin los principios de la dactrina de la ciencia, Madrid, Centro de Estudios Politicos y Constitucionales, 1994). ab Foc tl { En el transcurso del siglo x1x desaparecié la imagen del «ojo de la ley», y lo hizo en la medida en que se desvanecié su etafisico. De modo irénico el ojo de la ley se convirtié en una expresiOn que designaba la «policia», la vigilancia y el espionaje. En la época de Metternich, dés- acertadamenté denominada Biedermeier, y sus persecucio- nes de demagogos, la Surveillance avanza como simbolo de la contrarrevolucién, Era su tarea: «Surveiller et punir» (Foucault). De ahora en adelante, los ojos de la Revolucién y de la Contrarrevolucién se vigilan, con recelo, unos a otros. En el siglo xx, tras desaparecer de la politica la reli- gién y el legitimismo, solo subsistié la funcién de vigilan- cia del ojo. El Objeto indestructible de Man Ray de 1923' puede que sea el simbolo no aclarado e inaclarable del arte surrealista del vacfo mecanismo del mirat. Aqui no mira ningtin buen Dios ideado antropomérfi- camente. El ojo animado por medio de una mdquina ya no simboliza a una persona, no simboliza nada. Es solo un érgano desconcertante, desasosegadamente estimulado, al que el mecanismo otorga un componente de «persona» que, sin embargo, al mismo tiempo, se le deniega. 1 A. Scuwarz, Man Ray. The rigour of imagination, London, New York, 1977 (edicién alemana, Miinchen, 1980), imagen en la pp. 329-332. Michael Stolleis El ojo dela ley 5 Hace mucho tiempo que ha pasado el optimismo con el que la Revolucién Francesa celebré la ley como redencién frente a Ja tirania y como camino ideal hacia la libertad y la igualdad. Ya en el curso del siglo xix, la ley modificé, de modo fundamental, su papel. No encarné ya la idea de la justicia revolucionaria, sino que estuvo en manos de Jos parlamentos nacionales como instrumento de la politi- ca burguesa, que se orient6 tanto contra el pasado feudal como también contra Ja naciente y amenazante «cuestién social». Fue, expresado brevemente, un instrumento de di- reccién de Ja sociedad. Un siglo después, este pensamien- to devino tan evidente que provocaba irritaciones la mera cuestién de que la ley pudiera ser otra cosa que un man- dato polftico dirigido a la sociedad, relativamente efimero y determinado por su finalidad. En cuanto al contenido, Man Ray ytd Man Ray, Unzerstérbares Objekt (Objeto indestructible}, 1932 en Christian W. Thomsen y Hans Holliinder (eds.), Augenblick und Zeitpunkt. Studien zur Zeitstruktur und Zeitinetaphorik in Kunst, Darmstadt, 1984. la ley se presenta vacia; puede adoptar cualesquiera con- tenidos y asignarles un determinado rango en la jerarquia normativa, siempre y cuando se eviten las colisiones con el derecho constitucional formal y material. Este vaciamiento de contenido reside en la logica de las sociedades modernas. En ellas han de poder vivir, bajo el régimen del derecho, grupos muy diferentes, con distintas orientaciones de valor, practicas culturales y comprensio- nes histdricas propias. El derecho debe evitar los conflic- tos o indicar caminos procedimentales reglados para su solucién. Debe repartir, de modo pacifico, los bienes y los recursos. Se han de arbitrar los medios necesarios para ello, teniendo en consideracién las distintas normas (fi- jadas legalmente) y asignandoles objetivos ptiblicos. To- dos estos procesos de gobierno altamente complejos son estructurados por medio de leyes parlamentariamente aprobadas. La sintonizacién fina la llevan a cabo la ad- ministraci6n y Ia justicia, en tanto que ambas se dirigen siempre por medio de la ley. Tales leyes son votadas por los representantes elegidos, una seleccién de personas motivadas polfticamente y organizadas en partidos, De- bido a la composicién del parlamento se han volatilizado todas las ilusiones elitistas del siglo xix. Nadie cree ya que alli se hallen las mejores soluciones posibles, por medio de un discurso libre e ilustrado guiado por la voz de la conciencia. Aquello que se reproduce en la | cosa que.el. dia] mediocridades. | Cideg No puede ser de otro modo. La sociedad moderna ya no posee reyes filésofos, ni seleccién de los mejores, ni positi- vizacién del derecho como idea trascendente de la justicia. Lo que.esta conoce y practica es.el-examen de sus resul- tados parlamentatios por medio del Tribunal Conéti nal, un gremio rela: = pequ alejado dela politica, pero-si-relatiy: esta. Todo esto puede entenderse coi de un derecho material, descodifi lingtifstico de un texto.constitucional Ja parte referente a los derechos fundamentale acervo de ideas de la Revolucion Francesa. Mas influyente es, sin embargo, su funcion: liberar de los fallos mas grue- sos a los productos de la siempre activa maquinaria legis- ladora, devolver a la factorfa los productos defectuosos y exigir su reparacién. La moderna ley parlamentaria ya no presupone metaffsica alguna. Es un texto regulador de la sociedad, un impulso normative cuyos creadores nunca saben exactamente qué efecto surtira y cémo modificara la sociedad. Por eso la ley se ha quedado ciega. Ya no pue- de seguir siendo simbolizada por medio de un ojo abierto dia y noche. Por eso el «ojo de la ley» ha desaparecido para siempre como una imagen valida para el presente y de una fuerza persuasiva optimista. Al final solo queda la lébrega cara de las dictaduras del siglo xx. El «ojo de la ley», que no solo implicé la égalité devant la loi, sino también Ja autovinculacién del poder del Estado, fue indeseado en todos aquellos lugares don- de los partidos tinicos oprimieron a los que pensaban de otro modo o a las minorfas. La violencia y la opresién del pensamiento libre no requieren de ley alguna, mas bien, detestan instintivamente cualquier atadura. Lo que necesitan son informaciones acerca de los que quieren dominar. La violencia y la opresién tienden a querer la «omnisciencia». Por ello ahora aparece el ojo del omnis- ciente y todopoderoso Partido-Estado que «siempre tie- ne raz6n»; que es cuasiparticipe de la providencia divina, pues él conoce el curso de la historia y, por ello, gracias a su excelso conocimiento, puede exigir obediencia. El Partido-Estado nunca duerme ni dormita. Los servicios secretos formados por él, ya se llamen Surveillance, Se- curitate, Geheime Staatspolizei [Gestapo], Staatssicherheit {Stasi], Checé o KGB, son el ojo y el oido del aparato del gobierno. Coloquialmente, en la RDA, a la Stasi se le lla- m6 «Escucha y Mira». Como es sabido, esta registro, las veinticuatro horas del dia, conversaciones telefénicas, faxes, movimientos sospechosos, visitantes, compras, via- jes o transferencias de dinero. Los informes mas recientes de Wolf Biermann, Reiner Kunze, Jiirgen Fuchs, Erich Loest o Stefan Heym lo prueban, asi como los protocolos 5 Q de las Namadas Gauck-Behérde*. Ciertamente la procla- ma del Ministro de Seguridad del Estado, Erich Mielke (1908-2000), se perdié entre la carcajada general de los diputados de la Camara del Pueblo; Mielke, al borde del abismo, exclamé: «pero os quiero a todos» 3, Esto no fue un desliz divertido, sino la expresién de espanto de un omnisciente y omnipotente, cuyo amor putativo de pron- to se vio no correspondido*. Los sistemas politicos con un excesivo elemento utd- pico, cuya fuerza emana de la seguridad de «saberes mas elevados», reivindican para sila omnisciencia y providen- cia divina5. Puesto que creen conocer el recto camino a la salvacion, también quieren vigilar —con cien ojos, al igual que Argus— a sus ciudadanos por su propio bien y obligar- los a tomar el camino recto. El dios mortal del Leviatan ha adoptado todos los atributos de la omnisciencia, La seme- janza entre Dios y la deshumanizacién es peligrosamente cercana, El ojo radiante de Dios y el situado en la frente de Polifemo®, aquel devorador de hombres carente de ley, son, en igual medida, proyecciones de los hombres, que viven en el mundo temerosos y débiles, y buscan, lo mejor que pueden, seguridad por medio del derecho frente a las catastrofes. 2 C. Vismann, Akten, Medientechiik und Recht, Frankfurt am Main, 2000. 3H. Baumann y Chr. Links, Wir sind das Volk. Die DDR im Aufbruch. Eine Chronik, Berlin, Weimar, 1990, p. 103. 4 A. Mirter y S. WoLLE (eds.), ich liebe Euch alle! Befehle und La- geberichte des MJS, Januar-November 1989, Berlin, 1990, La cita de la alocucién de Mielke de 13 de noviembre de 1989, dice textualmente: pero os quiero, pero a todos los hombres». Véase W. Orr, Erich Mielke. Biographie. Aufstieg und Fall eines Tschekisten, Berlin, 2000, pp. 699 y ss. Documento nim. 62. 5B, Toritscii, «Marxismus und Gnosis», en id., Sozialphilosophie awischen Ideologie und Wissenschaft, 2.* ed., Neuwied, 1966, pp. 261 ss. © Odisea, Canto IX, 106, 112, 215, 275, 276. En este caso, la palabra griega para «sin ley» es «atheitistos» 0 bien «ou themistos». «El ojo de la ley vela». Una maxima que esta algo pasada de moda. Puede resultar irénica, tranquiliza- dora o una advertencia, segtin sean el tono de la voz y el contexto. ¢Qué se oculta tras esta extrafia metéfora antropo- mérfica de la ley con ojos, que todo lo ve y nunca duerme? Michael Stolleis rastrea en este ensayo el intrincado devenir de una imagen cuya historia ilustra espléndidamente los cambios de nuestra mentalidad juridica desde la antigiiedad hasta el siglo xx. IN: 978-84.9768-844-4 SSS Marcial ‘| | Pons 4 788497" 688444

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