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En busca del paraiso JEAN DELUMEAU eS & a " re i Puna Bubkos aoe es ave PRIMERA PARTE, PARAISOS TERRENALES CaPiTULO I HISTORIA DE UN JARDIN JARDIN DE LAS DELICIAS i! Paraiso, fue durante mucho tiempo el parafso terrenal, llamado con fre- (uencia por los Padres de la Iglesia “jardin de las delicias”. Desde el princi- pio hay que destacar la importancia del texto fundador que, por lo menos en ¢| amplio espacio de las religiones del Libro, constituyé la base de la creen- cla en el paraiso terrenal. Este texto del comienzo del Génesis (2, 4-3, 24) sla constituido tal como lo conocemos hoy en dia a través de elementos es- crilos en diferentes periodos. Pero esto se ignoré durante mucho tiempo y {ue aceptado en bloque. Primero leemos (2, 8-17): E] Sefior Dios planté un jardin en el Edén, al oriente, y alli hizo germinar de la tierra toda clase de arboles agradables a la vista y apetitosos para comer; el drbol de la vida en medio del jardin y el drbol de la ciencia del bien y del mal. Un rio salfa de Edén para regar el jardin, y de alli se dividia en cuatro bra- 20s. El primero se llamaba Pisén (el que brota) y es el que rodea toda la tierra de Javilé donde hay oro —y el oro de este pais es puro—, en él hay también bedelio y piedra de 6nix. El segundo, de nombre Guijén (el saltarin) circunda toda la tierra de Kus. El tercero de nombre Tigris corre al oriente de Asiria. El cuarto, cra el Eufrates. El Seo Dios tomé al hombre y lo puso en el jardin del Edén para que lo cultivara y lo cuidara. El texto contimta (2, 18-3, 24) narrando la orden de Dios a Adan de no comer la fruta del arbol del conocimiento del bien y del mal, la denomina- cin de los animales por Adan, la creacién de Eva, la desobediencia del hom- bre y de la mujer, el descubrimiento de su desnudez, su condena al sulrimiento y a la muerte y su expulsi6n del jardin del Edén, Dios entonces colocé “los querubines al oriente del jardin con el ardor de la espada fulmi- hante para cuidar el camino del Arbol de la vida”. Los elementos mayores del mito del paraiso terrenal estaban desde entonces en su lugar: un jardin que habria alimentado a la humanidad sin tener que cultivarlo, agua en abun- dancia de un rio que se dividia en cuatro brazos, la presencia de piedras y 20 PARAISOS TERRENALES metales preciosos —6nix y oro—, de perfumes —el bedelio, resina olorosa de Jas palmeras—, y ausencia de sufrimientos y de muerte para Adan y Eva si hubieran guardado el mandamiento del Senor. Fue asf como se formulé, a la manera hebraica, el mito de una edad de oro primordial, que se encuentra tanto en las religiones que concibieron el tiempo como un ciclo, como en aquellas que lo identificaron como un vector. En las primeras, sobre todo las de India, la edad de oro debe volver periédicamente. En las religiones del Li- bro, por el contrario, la familiaridad con Dios y la ausencia de muerte deben ser conquistadas por el hombre. Si se somete a la ley divina, recobrara defini- tivamente en el paraiso escatol6gico los bienes que solo posefa de manera precaria en el jardin del Edén. Rios y lugares eran explicitamente nombrados en el Génesis: el Tigris y el Eufrates, siendo mas dificiles de identificar el Pis6n y el Guijén. Javild habria estado en Arabia, Kus en Nubia, Asiria designarfa la Alta Mesopotamia, En todo caso, el paraiso terrenal se encontraba en el Oriente, Era un jardin. La palabra “paraiso” viene del antiguo persa paradaiza que significaba huerta protegida por un muro contra los vientos ardientes del desierto. El antiguo hebreo la adopté bajo la forma pardés. Luego los Setenta que, en Alejandria, en los siglos 1m y 1 tradujeron la Biblia al griego, expresaron con el término paradeisos ala vez. pardés y la palabra hebrea, gan, més clésica para designar un jardin, Se ha asociado el paraiso del Génesis con el mito sumerio de Enki que se inicia con una descripci6n de la paz paradisiaca reinante en Dilmoun y iertos pasajes de la epopeya mesopotdmica de Gilgamesh que evocan el jar in maravilloso de los dioses. Estas asociaciones muestran el vinculo estruc- tural que en todas las civilizaciones ha unido felicidad y jardin. Observamos sin embargo una gran diferencia entre el jardin del Edén y los de las otras culturas: era el tinico en poseer un arbol del bien y del mal. La literatura judaica confirmé y enriqueci6 la evocacién paradisiaca pro- puesta por el Génesis, El segundo libro de Isafas (51, 3) anuncié a los depor- tados de Babilonia que Dios convertirfa “su desierto en un Edén y su tierra seca en el jardin del Sefior, Habra entusiasmo y jabilo, accién de gracias y mitisica”. Ezequiel, a su vez, también anunciador de la restauracién del pue- blo elegido describié “el jardin de Dios rodeado de muros de piedras precio- sas: rubi, topacio, diamante, crisélito, berilo, piedra de énix, jaspe, zafiro, carbunclo y esmeralda” (28, 13-14). Después profetiz6 que “junto al torrente (que sale del templo restaurado) crecerdn, a una y otra orilla, toda clase de Arboles frutales, cuyo follaje no se marchitaré y cuyo fruto no se agotaré nun- ca, Todos los meses darn frutos nuevos porque sus aguas manan del santua- io. Sus frutos servirdn de alimento y sus hojas de medicina” (47, 12). Muy pronto algunos escritores cristianos incorporaron al tema del paraiso elementos biblicos y evocaciones trafdas de la literatura griega y romana pues se convencieron de que algunos escritores paganos habfan conocido por cana- les, que segufan siendo misteriosos, el texto del Génesis. San Justino (+ 165), HISTORIA DE UN JARDIN a #0) Clemente de Alejandrfa (f 215), Tertuliano (+ 222), Lactancio (+ 330), en- {ie otros, compartieron esta conviccién de la mayoria de los exégetas que Ainuyes6 toda la Edad Media y que permanecia aun en el siglo xvut. El paraf- al del cristianismo se enriquece pues con el mito de la edad de oro ado en Los trabajos y los dias de Hesfodo, las Metamorfosis de Ovidio, la Pyloga w de Virgilio y el Epodo xvi donde Horacio hace emerger del oeste del ‘ceano las islas Fortuna. EL JARDIN DEL EDEN EN LA GEOGRAFIA MEDIEVAL, Hoy en dia nos cuesta trabajo concebir que, hasta el siglo xvi por lo menos, iestros antepasados creyeron la mayorfa de las veces que el jardin del Edén, prohibido a los hombres después del pecado original, subsistia todavia en al- {ina parte del Oriente. Por esta raz6n en numerosos textos teolégicos, geo- unilicos 0 poéticos que lo evocan, se habla de él en presente y no en pasado. ‘Sun Hip6lito (F235) escribfa: “Cuando uno ve con sus ojos los rios que pro- Vienen (del paraiso terrenal) y que es posible contemplar todavia hoy, cada tino debe concluir que éste no est en el cielo sino en la Creacién. Es un lugar lel Oriente y una regi6n escogida”. El obispo Epifanio (+ 403) expone el mi {no argumento: “El paratso de donde hemos sido expulsados... es el lugar de donde salen el Tigris, el Eufrates y los otros rios hasta aparecer aqui... Adan ho pudo ser expulsado del cielo sino de este paraiso que esté en Oriente” (Pair. Gr., t. 10, ¢. 583). Mosés Bar Céfas, obispo de Moussul (siglo 1x) citado a menudo por los comentadores del Génesis en los siglos xvI y xvil, confirma que el paraiso terrenal si esté en el Este, mas allé del océano, a una altitud mucho més elevada que la de cualquier lugar habitado por el ser humano; de 61 provienen todas las aguas que irrigan el resto del mundo (Pair: Gr., t. 111, c §83-602). Destaquemos de paso la légica que busca situar el paraiso terrenal 4: gran altura; si fuera de otra manera ¢cémo descenderfan las aguas del jar- din del Edén hasta nuestro nivel? Esta posicién en altura asignada al paraiso lerrenal de modo que las aguas del Diluvio no pudieron aleanzarlo, vino de la cristiandad griega y sera por lo general aceptada en Occidente. Dante, por ejemplo, situaré el parafso terrenal en la cima de la montafia del purgatorio. En la cristiandad latina las declaraciones sobre la persistencia del parai- so terrenal fueron numerosas, agregadas a la afirmacién segin la cual el re- lato del Génesis sobre al paraiso terrenal es de cardcter hist6rico y debe ser interpretado en sentido estricto, San Agustin (7 430) habfa escrito en el De Genesi ad litteram: “Debemos sentirnos advertidos de tomar al pie de la letra todo el relato de los orfgenes... Un rio nacia en el Edén, es decir en un lugar de delicias, y regaba el paraiso, es decir todos estos arboles frondosos carga- dos de frutas que cubrian con su sombra el suelo de esta comarca” (Bibl. Aug., Desclée, t. 49, pp. 11-35). Para las generaciones de cristianos occidentales, 2 PARAISOS TERRENALES esas afirmaciones constituyeron declaraciones infalibles y, puesto que el Gé nesis menciona el cierre del jardin del Edén a los hombres y no su desaparis ci6n, se deducirfa que permanece todavia en nuestro planeta. Siguiendo a san Agustin, Isidoro de Sevilla (+ 636), uno de los maestros de la Edad Media, escribi6: “El parafso es un lugar del Oriente... sembrado con todo tipo de arboles frutales, y en él también esta el arbol de la vida. Alli, el frio yla canicula se desconocen, el clima es siempre templado. En el centro broté tuna fuente que lo irriga todo y que al dividirse se forman cuatro rios. Después del pecado, el acceso a este lugar esta prohibido al hombre...por una pared de fuego con llamas que se levantan hasta el cielo” (Pair. Lat, . 83, c. 939-940). Como Isidoro de Sevilla los intelectuales més importantes de la Edad Me- defendieron la existencia permanente del paraiso terrenal. De tal suerte que Rabano Mauro (+ 856) afirm6: “No esta permitido dudar que semejante lugar (el jardin del Edén) haya sido y sea terrenal” (Patr Lat., 1. 111, c. 334), Lo constatamos en la transicién del pasado al presente. Ninguna duda es po- ible: el paraiso terrenal siempre ha existido en nuestro planeta. Honorio, lla- mado de Autun, este gran divulgador en el siglo xu, aseguré a su ver. en la obra Imagen del mundo que Asia “comienza en el Oriente con el paraiso, es decir, un lugar excepcional por tener todo tipo de comodidades, pero inacce- sible al hombre y cereado por un muro de fuego que sube hasta el cielo”. El Arbol de la vida que traerfa la inmortalidad a todo el que pueda comer de él, existe todavia all, “Ademas aqu{ nace una fuente que se divide en cuatro rfos. Estos se ocultan bajo tierra en el paraiso pero vuelven a salir a la superficie en. lugares lejanos. Entonces se convierten en el Ganges (en realidad el Pis6n), el Nilo (Guijén), el Tigris y el Eufrates. Por dltimo, el paraiso esta rodeado por un no man’s land, “vasto espacio desértico e impracticable debido a las ser- pientes y otros animales que viven allt” (Patr: Lat., t. 172, c. 121-125 y 1117). Pedro Lombardo (+ 1160) autor del Libro de Sentencias, un clasico de la teologia medieval, habla también del paraiso terrenal en presente. Segin la opinién general que aparentemente adopta, “el paraiso se encuentra en la parte oriental del mundo, separado por un extenso espacio de tierra o de mar de las regiones habitadas por los hombres y esta situado a una altitud que alcanza el circulo de la luna, tanto que las aguas del Diluvio no lo pudie- ron aleanzar” (Pair. Lat., t. 192, c. 186). Santo Tomés de Aquino dedica al paraiso terrenal el tema 102 de la Suma Teologica. El también lo sitéa muy lejos en el Oriente, y cree que es la fuente del agua de los grandes rios actuales. “Esta separado de nuestro habi- tat por ciertos obstaculos ya sean montafias, mares o alguna region ardiente imposible de atravesar”. Santo Tomas no piensa que esté muy préximo al globo lunar, pero se pregunta si no se encuentra en el circulo del ecuador y concluye con cautela: “Sea lo que sea, el paraiso fue situado en una zona templada, puede ser bajo la Iinea ecuatorial 0 en otra parte”. Para san Buena- ventura, comentando las Sentencias de Pedro Lombardo, el paraiso terrenal jul, Sin embargo, los elementos que uti fami ridera: “divina selva, espesa y vigorosa que (modera) a la vista el nuevo “juan variedad de fresco verdor yor en esto solo ficci6n postis mis conereta que el maravilloso par Vidad Media (siglos x1v-xv) tengo tr scl relato de viaje al Levante, India y China redactado en francés por Juan tle Mandeville, nacido hacia 1300, En realidad es menos un informe de viaje ue una compilacién de conocimientos geograficos de la época. Tratandose lel paraiso terrenal, Mandeville confiesa enfaiticamente no haber estado ahf porque es imposible, pero cuenta lo que dicen: ces que los Viajes de Mande HISTORIA DE UN JARDIN 23 Jiyeia sin duda la futura Iglesia triunfante pero ciertamente es un “lugar poral de delicias y de belleza” is revelador para nuestro propésito, bajo la pluma de Joinville, este pa- Ale la Historia de san Luis, en el capitulo sobre la séptima cruzada y el lo, rio “que viene del paraiso terrenal!” Lin el sitio donde el Nilo entra a Egipto, en la noche la gente acostumbrada a esta area, echa las redes desplegadas en el rfo; y cuando Ilega el amanecer, encuen- (nan productos valiosos que llevan a su tierra, jengibre, filoes y canela. Se dice que las especies vienen del paraiso terrenal, mecidas por «viento caen de los drboles del paraiso como lef seca que cortan en el bosque. sarbo, madera de los Lin la Divina Comedia, Dante no es muy minucioso sobre el paraiso terre- a son todos alusiones a conceptos es a la gente: posicisn en altura (en la cima del purgatorio), rios en la “aire siempre suave”, “pajarillos que cantan en las copas de los drboles”, , “campo majestuoso lleno de todas las semi- iempre es primavera y se dan todos los frutos”. Seria un error . Los contempordneos comprendian de mane- so terrenal era inaccesible, pero que ‘Aqui desaparecido. Sobre la gran aceptacién de esta geografia paradisiaca a finales de la s documentos significativos. El primero El paraiso es la tierra mas alta del mundo y esta en Oriente en el comienzo de la tierra, Y es tan alta que llega muy cerca al efrculo de la luna por donde la luna da la vuelta, Pues es tan alta que el rio de No¢ (el Diluvio) que cubrié toda la tierra del mundo por encima y por debajo, no la pudo alcanzar. El paraiso esté cercado por un muro... y solo hay una entrada que esta rodeada de fuego ardiente donde ningin hombre mortal podria entrar. En lo més alto de la tierra del paraiso, en el centro, esté la fuente donde nacen los III rios que corren por diversas tierras... Y se dice que todas las aguas dulces del mundo, arriba y abajo, tienen origen en esta fuente y de alli todas las aguas vienen y salen (ed. M. Letts, Mandevill’ Tra- vels, Londres, 1953, pp. 405-406). No hay nada original en esta geografia pero lo importante para nosotros lle tuvieron un enorme éxito. Quedan doscientos 4 PARAISOS TERRENALES cincuenta manuscritos, cincuenta y dos en francés. La imprenta divulg6 pos- teriormente ciento ochenta ediciones en una decena de lenguas y la obra fue citada por la mayorfa de los ge6grafos del Renacimiento. El segundo documento es un fragmento de ago mundi del cardenal Pierre d’Ailly (+ 1420), uno de los libros favoritos de Crist6bal Colén a juzgar por las numerosas anotaciones que hizo en un ejemplar que poseia impreso en Lovaina en 1483. Alli se repite una vez mas y siempre en presente, la evo- cacién del parafso terrenal: Hay una fuente en el parafso terrenal que riega el jardin de las delicias y que se expande en cuatro rios. El paraiso terrenal... es un lugar agradable, situado en ciertas regiones del Oriente a larga distancia por tierra y mar de nuestro mundo habitado, Esté tan alto que toca la esfera lunar y el agua del Diluvio no lo alcan- 76.. Las aguas que bajan de tan alta montafia forman un gran lago (y) de este Jago como de una fuente principal se cree provienen los cuatro rios del parafso: el Pisén, es decir el Ganges; el Guijén que no es otro que el Nilo, el Tigris y el Eufrates, aunque tal vez sus fuentes parezcan encontrarse en varios lugares (ed. E, Buron, Maisonneuve, 1930, 1, pp. 460-461). ¢Se sorprenderd el lector si le revelan que Cristbal Colén a propésito del paraiso terrenal no se apart6 de las creencias tradicionales? Para entender el pasaje siguiente hay que recordar que Cristébal Colén navegé sin duda hacia el Oeste pero para llegar al Extremo Oriente, supuesta fuente de todas las riquezas y sitio ampliamente aceptado del parafso terrenal. En su tercer’ viaje en 1498 cuando tocé el continente americano en la regién del golfo de Paria y el delta del Orinoco, creyo estar en las extremidades de Asia. En el relato de este viaje, afirmé haber llegado «a inmediaciones del paraiso terre- nal», y esto sobre todo debido a la gran cantidad de agua dulce que, saliendo del interior, batallaba para mezclarse con el agua salada en el golfo de Paria. Si fuera posible, pensaba, ir aguas arriba hasta llegar a la fuente, estariamos entonces préximos al paraiso terrenal, origen de todas las aguas fluviales del mundo. Escribia: La Sagrada Escritura afirma que el Seftor hizo el parafso terrenal y que alli plan- {6 el Arbol de la vida. De aqui sale una fuente de donde provienen los cuatro rfos, mis importantes del mundo: el Ganges en las Indias, el Tigris y el Eufrates en Asia... y el Nilo, que nace en Etiopfa y se vierte en el mar de Alejandria... Considero que si pasara por debajo de la linea ecuatorial, Ilegando al punto supuestamente mas elevado, hallaria una temperatura mas suave (que aqui), No pretendo decir con esto que se pueda ir navegando hasta esa altura... ni quiera que sea posible llegar algtin dia. Pero creo que es allf donde se encuentra el paraiso terrenal adonde solo se puede llegar por voluntad divi HISTORIA DE UN JARDIN 25 No aseguro que el paraiso tenga forma de una montafia escarpada... (Pero) creo que cuando nos dirigimos a él se comienza a subir imperceptiblemente mu- cho tiempo antes de llegar: Creo también, como lo he dicho, que nadie podria le- ra Ja cima y aunque la distancia sea muy grande pienso que esta agua podria muy bien bajar de allé para llegar donde se forma este lago (cl golfo de Paria). Todo esto nos da indicios muy claros sobre la cercan‘a del paraiso terrenal. Su situaci6n es conforme a la opinién de todos los santos y buenos tedlogos. Los sig- nos que se perciben son similares. Nunca habfa lefdo ni ofdo decir que una canti- dad tan grande de agua dulce pudiera mantenerse en medio del agua salada y en contacto con ella. La temperatura bastante suave contribuye también a esta creen- cia. ¥ si acaso ese ro (el Orinoco) no sale del paraiso, esto parecer todavia mas maravilloso pues no pienso que se haya visto en todo el mundo un rio tan grande ni tan profundo (ed. A. Cioranescu, Gallimard, 1961, pp. 233-235). De suerte que Crist6bal Colén creia firmemente en la existencia prolon- juda del parafso terrenal, al que situaba a gran altura en alguna region ecua- {orial de clima agradable y donde veia la fuente de una enorme cantidad de jyua dulce. Comentando en su Historia de la Indias estas alirmaciones de Col6n, Bartolomé de las Casas estimé que el gran navegante no habia expre- sudo allf ninguna “opinién insensata" y que “hay que concluir que el sitio del paraiso terrenal esté localizado en el lugar mas clevado de la Tierra y supera {odas las otras montanas por més altas que sean. Las aguas del Diluvio no pudieron alcanzarlo” (Historia de las Indias, Madrid, 1957, p. 379). Después del resumen hist6rico que acabamos de leer, no nos extraiemos ive hasta el final del siglo xv la cartografia occidental haya situado, la mayo- ia de las veces, el oriente arriba y no el norte. Esto por la simple razén que alli se localizaba el paraiso terrenal, lugar del comienzo de la historia huma- na, En la misma légica, se imaginaban a Jerusalén en el centro de la compo- sicion. En cambio, a partir del siglo xv1 y sobre todo de la vuelta al mundo de Magallanes, mapas y mapamundis estuvieron cada vez. més orientados hacia el norte y ya no sugirieron que el paraiso terrenal existiera todavia en la Tie- 1va en algin lugar del Oriente. Es un resultado del Renacimiento al que atin ho se le presta mucha atenci6n. Por otra parte, Lutero fue uno de los prime- Jos en afirmar en su Comentario del Génesis que las aguas del Diluvio se hi bjan tragado el paraiso terrenal y que su lugar geogrifico era Mesopotamia opinién que poco a poco gané terreno—. PARAISOS TERRENAL BIBLIOGRAFIA Para las pistas bibliograficas referirse principalmente a: Dictionnaire de la Bi ble, suplemento, t. 6, art. “Paradis"; Catholicisme, t. 10, art. “Paradis”; En cyclopedia of Religion, t. 11, art. “Paradise”. Ademas (orden alfabético): S, BuROUE DE OLANDA, Visao do Paraiso, S40 Paulo, Companha Editora Natio reed. 1969; C. DeLuz, Le Livre de Jehan de Mandeville, Lovaina la Nueva, 1990; A. DesruMEAUX y F. Scumupt, Moise géographe, Paris, Vrin, 1988; J. E. DUNCAN; Milton’s Earthly Paradise, Univ. Minnesota Press, 1972; A. B. GIAMArtt, 7) Earthly Paradise and the Renaissance Epic, Princeton Univ. Press, 1966; B. Penrose, Travel and Discovery in the Renaissance, Harvard Univ, Press, 1952; W. G. L. Ranbis, De la terre au globe terrestre, Paris, A. Colin, 1980 (En espa- fiol: De la tierra plana al globo terrestre, trad. de Angélica Martin del Campo, México, Fondo de Cultura Eeonémica, 1990). CaPiTULo II EL IMPERIO DEL PRESTE JUAN FALSIFICACION FAMOSA. Ww obstinada tendencia de creer que el paraiso terrenal atin subsistia en 410 planeta en algtin lugar, que por el pecado original se volvié inaccesi- _ con el correr de los tiempos se agregé la firme certeza de que su acceso estaba fuera del alcance de los humanos y que esas tierras sagradas con- shan, por razones de su proximidad o de insularidad 0 las dos a la vez, los «livos y privilegios del jardin del Edén. De estas tierras de ensuefio el rei- lel preste Juan era el mas famoso; su leyenda parece tener solidez en el Jy x11 y perdurara hasta el siglo xvi. »s occidentales seguramente al principio lo Hamaron “preste Juan”, so- Juno cristiano de Etiopfa que recibi6 la ordenacién diaconal el dia de su Wvenimiento, pero a partir de la segunda mitad del siglo xu Ia localizacion su reino emigré a Asia por diversas causas. 1°, La geograffa de la época Wiilizaba con frecuencia para designar el nordeste de Africa, las expresiones Ilia ultima e India Egypti. 2°. Entre India y Etiopia existfan intercambios jyaritimos, Ademas, la ocupacién de Jerusalén por los cruzados favorecié la ‘leyada de los etiopes a quienes mas adelante Saladin, nuevo dueno de la ‘siudad santa (en 1189), otorg6 un sitio en el monte de los Olivos. El arzobis- » de San Juan de Acre, Jacques de Vitry, en 1220, asienta el reino del preste ar la vez en Asia y en Africa oriental. 3°. Algunas comunidades de cristia- ios nestorianos existfan desde hacia tiempo, las unas en las costas del De- en, las otras diseminadas en Asia Central y hasta en China, (Los nestorianos julmitian en Jess la conjuncién de una naturaleza humana y de una perso- hw divina y no la de dos personas). Una tradicién atribufa ai apéstol Tomas Jy evangelizaci6n de Persia y de las costas de Malabar y Coromandel, ast como el establecimiento de la cristiandad en esta regién. Su tumba fue vene- yada en Madras. Por tltimo, segtin la tradicién, los Reyes Magos vinieron de in Oriente fabuloso por su riqueza. preste Juan por lo tanto tomé forma en el imaginario occidental, de soberano cristiano reinante en algin lugar de “Asia’, cerca del paraiso terre- 11. Los latinos instalados en Oriente después de la primera cruzada y al sentir la fragilidad de su situacién se inclinaron naturalmente a confiar en 28 PARAISOS TERRENALES que un poderoso principe cristiano de la lejana “Asia” seria capaz de tomar el Islam por la retaguardia. Asf nacié la leyenda del preste Juan cuya impor tancia en la historia medieval no hay que subestimar. Aqui interviene una famosa falsificacién: una carta que el preste Juan habria enviado hacia 1165 al emperador bizantino Manuel I Comneno. El arzobispo de Maguncia que vivia en Constantinopla en 1170 la habria tradu- cido del griego al latin para que Federico Barbarroja la leyera a su regreso. El erudito aleman Friedrich Zarncke edité en los afos 1880 la version mas antigua conocida de esta carta atribuyéndola a un clérigo latino de Oriente. Este sugirié que la carta habria servido de modelo a otras derivadas de esta tiltima y que habrfan sido dirigidas al rey de Francia, al papa y al emperador. alemén respectivamente. Hace poco la historiadora Jacqueline Pirenne, atropellada por un chofer imprudente justo antes de la publicaci6n de su trabajo sobre este tema, expl 6 de manera diferente la historia de esta falsificaci6n. Segin ella, la carta original habria sido redactada por “un judio letrado que viajé al Oriente, en busca de informacién sobre las comunidades judias y que al mismo tiempo se informs sobre los nestorianos y el comercio con India”. Ese judio (de Proven- za) habria redactado un original en hebreo y después, solo 0 con amigos, la habria traducido al francés para el rey de Francia, al italiano para el papa y al latin para Manuel Comneno (con “helenismos de pacotilla”). El arzobispo de Maguncia habria enviado esta iltima a Federico Barbarroja. Mas prolija que las otras, esta carta tuvo un enorme éxito y en ella me voy a detener. Nadie en la venta y tres manuscritos. Fue traducida a la mayo Su influencia fue pues profunda e ininterrumpida. “Yo, el preste Juan, se lee en el texto en latin, soy el soberano de los sobe- ranos y supero a los reyes de toda la Tierra en riquezas, virtud y poder: Se- tenta y dos reyes me obedecen. Soy devoto cristiano, dondequiera que sea defendemos y socorremos con nuestras limosnas a los cristianos pobres am- parados bajo el poder de nuestra clemencia... Nuestra magnificencia domi- na las tres Indias y nuestro territorio se extiende desde la India ulterior donde reposa el cuerpo de santo Tomés hasta el desierto de Babilonia cerca de la torre de Babel”. Sigue con la enumeraci6n de los seres vivos de este ex- traordinario pais: elefantes, dromedarios, camellos, hipopétamos, cocodri- los, panteras, tigres, leones blancos y rojos, osos blancos, cigarras mudas, hombres salvajes, hombres con cuernos, faunos, pigmeos, ciclopes, gigantes, grifos, cinocéfalos y el “ave llamada fénix” que renace de sus cenizas. Esta tierra, donde corre leche y miel, esta atravesada por un rio que vie- ne del paraiso terrenal y trae esmeraldas, zafiros, topacios, amatistas y otras piedras preciosas. Tiene, entre otros, un bosque al pie de una montana desde donde baja un agua cuyo nacimiento esti en el paraiso terrenal y su perfume se mezcla con el de todas las especies. El que beba de esta agua tres veces en Edad Media puso en duda su autenticidad. Zarncke habfa identificado no- de las lenguas europeas. EL IMPERIO DEL PRESTE JUAN 29 yunas no se enfermara nunea mas y permanecerd toda la vida como si tu- viera treinta y dos afios. Mas adelante, el preste Juan afirma: “Nuestra mansedumbre acoge a to- los los hugspedes y peregrinos extranjeros. Entre nosotros no hay pobres. No sabemos qué es el robo, ni la adulacién, ni la codicia, ni divisiones... nin- io reina entre nosotros’. En la guerra, las tropas van precedidas de ywee grandes cruces de oro y piedras preciosas, cada una seguida de diez mil soldados y cien mil hombres a pie. El palacio del soberano sacerdote tiene Jechos y vigas de madera incorruptible. En la parte superior del edificio se ilivisan dos manzanas de oro, cada una rematada con un cristal de tal suerte jue el oro brilla durante el dia y los cristales durante la noche, Las mesas juira las comidas de la corte son de oro unas y otras de amatista. Las colum- us van sostenidas en mesas de marfil. Ireinta mil hombres, entre ellos siete reyes, sesenta y dos duques, tres- tlentos sesenta y cinco condes, doce arzobispos, veinte obispos mas “el pa- {larea de santo Tomas” comen todos los dias en el palacio. En ésie la aleoba wal esté adornada con oro y piedras preciosas, resinas perfumadas que ar- len sin interrupcién. La cama es de zafiro, piedra propicia para la castidad. “enemos mujeres muy bellas pero solo nos encontramos cuatro veces al afio y inicamente para la procreacién de los hijos. Luego, una vez. santificada por nosotros como Betsabé por David, cada una regresa a su apartamento”. El techo del palacio se parece al cielo pues esta tachonado de zafiros y topa- ¢ios tan luminosos como Jas estrellas. El piso es de cristal. Cincuenta columnas atilizadas en el extremo superior y adosadas a los muros interiores terminan ‘una gema tan grande como un anfora, de manera que el palacio no necesita yentanas puesto que las piedras preciosas lo iluminan tanto como el sol. Frente al edificio real se levanta un espejo a gran altura al que se accede por ciento veinticinco escalones de piedr sas. El espejo esta incrus- {aslo en lo alto de una arquitectura asombrosamente complicada, constr sobre bases y columnas superpuestas. Permite ver todo lo que pasa “a favor y en contra de nosotros” en el reino y en las regiones aledafias. La carta termi- \ con una arrogante afirmaci6n: “Nuestro territorio se extiende por un lado Justa casi cuatro meses a pie y por otro hasta una distancia que nadie puede suber: Si puedes contar las estrellas del cielo y la arena del mar puedes tam- bien medir nuestro imperio y nuestro poderio”. Era necesario presentar en detalle este falso documento para reconstru ol imaginario oriental de los letrados de Occidente en el siglo xu, En un lugar ho muy conocido, en alguna parte de “Asia”, éstos situaban desordenada- Mente una potencia militar cristiana capaz de tomar el Islam por asalto, un reino inmenso y rico cercano al paraiso terrenal —de ahf la importancia que Je damos aqui—, la fuente de la juventud, especies de toda clase, una enorme cantidad de animales raros, etc. El preste Juan aparenta ser a la vez Creso y santo, y en su imperio solo hay lugar para la virtud. 30 PARAISOS TERRENALE! EL PERDURABLE EXITO DE UN MITO En los siglos xt y x1v algunos viajeros legados de Occidente a Asia —Marco Polo, Odorico de Pordenone, Guillermo de Rubrouck— degradaron en parte el mito del preste Juan y dijeron que al haber perdido algo de su grandeza pasada se habia convertido en vasallo y pariente por alianza del gran kan mongol. Pero la leyenda propagada gracias a la carta de 1165 segufa prospe- rando pues en el siglo xtv circularon en Francia unas Noticias de la tierra del preste Juan donde se recupera lo esencial de la carta de 1165. Especialmente en los Viajes de Mandeville (cap. xxx-xxx11) en el siglo xiv se descubre la mas fantastica evocacién del reino cristiano oriental, rico en nobles ciudades, nu- merosas y grandes islas, “regadas por rios que vienen del paraiso terrenal”” EI mismo preste Juan reside en una isla de dificil acceso debido a las piedras imantadas esparcidas por el mar a su alrededor y que atraen elementos de hierro de las embarcaciones. Unica restriccién evocada por Mandeville, de- ducida de los viajes por el Asia arriba mencionados: el preste Juan es menos poderoso que el gran kan mongol, pero “siempre toma por mujer a la hija del gran kan y el gran kan a la hija del preste Juan”, por lo cual ambos son los soberanos mas poderosos de la Tierra En todo caso el pais del preste Juan “encierra muchas maravillas”. Una de ellas es “la mar gravelle (mar de arena) sin gota de agua”, Tiene sin em- bargo “grandes ondas” (dunas) y muy buenos peces. Pero ninguna embarca- ci6n la puede atravesar. “En el centro hay montafias elevadas de donde salen grandes rfos de piedras preciosas que vienen del paraiso terrenal”. Mas alla del rio, en direcci6n de los desiertos nacen arboles que crecen hasta el me- diodfa y dan frutos que nadie se atreve a comer pues estén embrujados; de- crecen después por la tarde y vuelven a la tierra por la noche. En los desiertos viven hombres salvajes con cuernos, horribles a la vista; perros salvajes y numerosos loros que hablan a los viajeros. El reino del preste Juan tiene de ancho cuatro meses a pie y el largo esta fuera de toda medida. Es imposible enumerar todas las riquezas y la enorme cantidad de piedras que pos Entre los detalles recuperados en la carta de 1165, esté la abundancia de piedras preciosas en la decoracién del palacio real, las cruces de oro levanta- das delante de las tropas para el combate, los reyes, duques, condes, arzobis- pos, obispos que viven permanentemente con el soberano, “el patriarca de santo Tomas, (estando) aqui como nuestro papa”. Se precisa ademas que el rey solo hace el amor cuatro veces al aio —para la procreacién— y que los habitantes del reino son “de buena fe y de buenas costumbres”. No obstante, aparece una originalidad relacionada con la historia inicial: los oficios rel giosos se celebran a la manera de los griegos, son mas sencillos que los de los latinos, mientras que “nosotros tenemos varias adiciones que los papas han hecho desde entonces y agregado a la misa, de las que ellos no saben nada” EL IMPERIO DEL PRESTE JUAN 1 una critica velada a las liturgias romanas—. Nada mejor que el texto de Mandeville demuestra la perenne supervivencia de los temas tratados en la carta apécrifa de 1165. Varios mapas y “mapamundis” de finales de la Edad Media siguen \uando el territorio del preste Juan en Asia, principalmente el famoso globo le Martin Behaim elaborado en 1492, Ademés, un relato castellano de prin- cipios del siglo xv1, redactado por Gémez de Santisteban que cuenta los via- jes de don Pedro de Portugal, hermano de Enrique el Navegante “en las siete partes del mundo”, conserva la leyenda. Don Pedro y sus compaiieros atra viesan “el rio Pis6n que viene del paraiso terrenal”, visitan el pats de los gi- gantes, entran a la Indias y llegan a Alves, la capital del preste Juan. Con una poblacién de novecientos mil habitantes es inexpugnable debido a un cintu- jn protegido, a sus seiscientas murallas interiores, iguales en mimero a sus calles, y a sus multiples subterréneos. Los viajeros saludan al rey preste, ro- deado de reyes y obispos. Es claro que el palacio es de una gran riqueza. De- \ulle original: cuando come, el soberano siempre tiene al frente cuatro urnas. La primera contiene la cabeza de un muerto (memento mori); la segund: lierra (“acuérdate que eres polvo"); la tercera, brasas (jcuidado con el infier hol); la cuarta, frutos traidos de Mesopotamia que cualquiera sea la manera de cortarlas, muestran por dentro una imagen de la cruz. En este reino los sacerdotes tienen mujer e hijos pero ya viudos no pue den volver a casarse; esta misma regla rige para sus viudas. Los fieles deben confesarse cada quince dias. El clero estrictamente sometido al soberano tie- he ingresos modestos, no utiliza ningiin animal para llevar la mercancfa y la montura, no cargan ni oro ni plata, En Alves se conserva el cuerpo de santo Tomas. El brazo y la mano que el apéstol metié en el costado del Seftor pei manecen como miembros vivos. La vispera de la fiesta de este santo ponen en su mano una rama de vid marchita de donde salen después los racimos para extraer el vino de la misa con la que el rey celebra la fiesta de santo To- ids, la del Corpus Christi y la del 15 de agosto. Antes de volver a Occidente, don Pedro y sus compaferos manifiestan su intencién de emprender camino hacia el paraiso terrenal. El rey les da gui y dromedarios. Durante diecisiete dias atraviesan un desierto sin caminos hasta que por fin alcanzan a ver montanas. Los gufas no les aconsejan segu adelante, entonces continian “hacia el Tigris, el Buf son... En el Tigris flotan ramas de olivo y de cipré dos. otros rios”. Después de esta expedicion don Pedro y su equipo regresaron donde el preste Juan, se quedaron treinta dias mas con él y luego volvieron a. Occidente con vidticos de nueve mil piezas de oro donados por el soberano. Js asi como finalmente a comienzos del siglo xv1 se presenta la leyenda iética del preste Juan, matizada aqui con una cierta desconfianza respecto 32 PARAISOS TERRENALES del clero latino, el del reino cristiano de la India no tenfa la restriccion del celibato y no posefa riquezas. Los ingredientes usuales de la leyenda se reto- man en este relato: rareza de hombres y de cosas, riquezas fabulosas, tumba de santo Tomés en la capital del reino, cercanfa inaccesible del jardin del Edén pero evidencia de su realidad por los rfos que nacen alli, llevando uno de ellos nidos de loros —estas aves del paraiso capaces de hablar y fascinan- es por sus colores—. Si me empené en el relato de Gomez de Santisteban es porque a principios del siglo xvt se hicieron no menos de once ediciones a partir de su publicacién, cincuenta y nueve en castellano. Sin embargo, al final de la Edad Media y en el siglo xvi el reino del preste Juan se localiza mas que todo en Africa ya que las relaciones entre Occidente y Etiopfa se habfan intensificado. Un enviado papal afirma a mediados del siglo xv que el Guijén rodea el territorio de Etiopfa “donde los hombres son negros y se conoce como la tierra del preste Juan’. En el siglo xv varias em- bajadas abisinias vinieron a Occidente, particularmente a Venecia, a Roma y ala corte de Aragon. La cartograffa reflejé esta localizaci6n africana. El céle- bre atlas catalan elaborado entre 1375-1378 para Carlos V, menciona a “los cristianos de Nubia que estan bajo la dominacién del emperador de Etiopia del pafs del preste Johan”. El “mapamundi” del veneciano fray Mauro (1459) sittia en Africa el imperio del preste Juan, precisa que el soberano “tiene mas de ciento veinte reinos” bajo su dominio y que su “poder es grandisimo”. Otro “mapamundi” levantado en 1500 por el piloto vizcaino Juan de la Cosa quien habfa acompatiado a Crist6bal Colén en su segundo viaje, localiza a su vez, el dominio del preste Juan en Africa pues el soberano aparece con una’ mitra. En particular, los portugueses ahora instalados en Africa, multiplica- ron los contactos con el Negus, cada vez. mas identificado como el preste Juan. En 1535, ante la invasion de Etiopfa por musulmanes, el Negus pidi6 ayuda militar a Portugal pero debido a la lentitud de las comunicaciones ésta solo lleg6 en 1542; no obstante, logran salvar al soberano. Desde enton- ces Etiopfa se desmitifics. El reino del preste Juan es el ejemplo mas notable de una tendencia muy mareada de la Edad Media de plantear a la vez. la permanencia en la Tierra del jardin del Edén, desde entonces prohibido, y la existencia de tierras biena- venturadas, accesibles a los mas audaces, conservando remanentes atracti- vos del parafso perdido. Ahora bien, “si existen esos lugares tan apreciados por el imaginario, escribe Claude Kappler, éstos son islas”. Entre los territo- rios magicos del imaginario medieval, destaquemos ante todo las islas For- tuna y la isla de San Brandan. Las primeras habfan sido confirmadas por Homero, Hesfodo, Plutarco y Horacio quienes habfan situado, mas alla del gigantesco Atlas, unas islas de jardines encantados, de clima templado, brisas perfumadas donde los hom- bres no tenfan necesidad de trabajar: Isidoro de Sevilla les atribuyé un nuevo activo a las islas Fortuna al describirlas en sus Etimologias. Aseguré que EL IMPERIO DEL PRESTE JUAN 3 deen toda clase de bienes, gozan de un cuasi encanto y disfrutan de ‘Wi prospera abundancia” de frutas, vifiedos y cosechas. Esta creencia se janluvo durante largo tiempo. Es principalmente en el atlas catalan encar- J por Carlos V que, valiéndose de las Etimologias de Isidoro, el comenta- sobre las islas Fortuna alcanza su mayor dimensi6n. Una leyenda exp! Jos paganos suponen que alli se encuentra el parafso gracias a la suave Weperatura del sol y a la fertilidad del suelo... Isidoro dice también que los Holes crecen al menos hasta ciento cuarenta pies y tienen muchos frutos y ‘Wes, Podemos encontrar leche y miel’. Aqui no hay ninguna necesidad de ‘senibrar ni de plantar. Es asf como uno de los mapas mas elaborados del si- lp Av seguia afirmando la existencia en el Oeste de islas paradisiacas “ricas ) fecursos”. Pero la instalacién de colonos espafoles en las Canarias a par- {iy de 1405 hizo que una realidad mas prosaica se impusiera poco a poco. En J) geogralia occidental, las Canarias remplazaron de manera progresiva las elas Fortuna. Pero el suefio de una isla 0 archipiélago paradisiaco tenfa siete vidas. Se {antuvo hasta el siglo xvi, incluida la leyenda del viaje de san Brandan (un Hhispo muerto a finales del siglo vi), que habfa fundado monasterios en In- wlaterra y habria emprendido un viaje a Escocia que se transforms en leyen- thy, la Navegacion de san Brandan. El relato de esta peregrinacién se convirtié na de las novelas de aventura més conocidas de la Edad Media. Se trata dle \wn periplo del santo y sus compafieros a las islas Hamadas “Llanura del plucer”, “Tierra de felicidad”, “Tierra de los bienaventurados”, respectiva- Mente. Esta altima, en una versién anglo-normanda del poema fechado ha- #40 1200, es descrita segtin el esquema de Isidoro, como una tierra bendita ‘iiyos habitantes disfrutan de felicidad y no conocen el hambre, la sed, el Ivf, el calor, la enfermedad ni el sufrimiento. Se cuentan por lo menos ochenta versiones diferentes de la Navegacion de san Brandan, prueba de su amplia difusi6n. La cartografia incorporé lisa y llanamente la isla de los Bienaventurados (con el nombre del santo) muchas veces relegandola més al sur. El globo de Martin Behaim (1492) conservado ) Nuremberg —‘un gran monumento de la historia del descubrimiento del twundo”— la sittia en las proximidades de la Iinea ecuatorial a mitad de ca- inino entre las islas de Cabo Verde y Cipango, futuro Japon. En el siglo xv1, {igurard en un cierto ntimero de atlas y aun todavia se lee su nombre en un inapa de 1587 del gran viajero holandés Linschoten. Entre 1526 y 1721, cua- {10 expediciones maritimas partieron de las islas Canarias en busca de la “Viera prometida” donde san Brandan y sus compaiieros habrian desembar- culo —tltimos testimonios de una larga creencia en la existencia perpetu: del paraiso terrenal—, u PARAISOS TERRENALES BIBLIOGRAFIA L. Hanis, “La légende du Prétre Jean”, La Tour Saint-Jacques, ene.-feb. 1957, n° 8, pp. 31-46; J. RicHaRp, “LExtréme-Orient légendaire au Moyen! Age: Roi David et Prétre Jean”, Annales d'Ethiopie, 1957, 11, pp. 225-242; C. KAPPLER, Monstres, démons et merveilles a la fin du Moyen Age, Paris, Payot, 1980 (En espanol: Monstruos, demonios y maravillas a fines de la Edad Media, trad. de Julio Rodriguez Puértolas, Madrid, Akal, 1986); J. LeLeweL, Géogra- phie du Moyen Age, Bruselas, 1852-1857, t. 1v; M. PELLETIER, Géographie du monde au Moyen Age, Parts, ed. Comité des travaux hist. et géogr:, 1989; J. PIRENNE, La Légende du Prétre Jean, Presses Univ. Strasbourg, 1992; F. ZARNC- ke, “Der Priester Johannes”, Abhandlungen der Stichsischen Kon. Gesellschaft der Wissenschaften, n° 7 (1879) y n° 8 (1883). CapiTULo I OLVIDAR EL PRESENTE La EDAD DE ORO 1 nostalgia de épocas pasadas es parte de los estratos mas profundos de la ‘onciencia humana. En la civilizaci6n occidental, se aliment6 una fusion del Inilo grecorromano de la edad de oro con el del paraiso terrenal, Hesfodo en Los trabajos y los dias, habia descrito el tiempo en que “los hombres vivian ‘como dioses, el corazén libre de preocupaciones y amparado de dolores y iniscrias. La vejez no les pesaba... Todos los bienes les pertenecfan” (ed. Be- Iles Lettres, 1928, p. 90). Después Platén, en su obra Politica, evocé el reino dle Cronos, durante el cual los hombres “tenfan abundantes frutos de arboles y una vegetacién exuberante”. Vivian desnudos pues la temperatura era mo- derada (ed. Belles Lettres, 1935, p. 25). Las Metamorfosis de Ovidio reforzaron los modelos anteriores, pintando Jina época donde no existian leyes, ni represién, ni jueces, ni soldados, ni impuestos. La tierra producfa en abundancia sin ser cultivada. “La eterna primavera y los apacibles céfiros acariciaban con su tibio aliento las flores hacidas sin semilla” (ed, Belles Lettres, 1928, pp. 10-11), Esa mirada entristecida hacia un pasado de paz y de felicidad reaparecié on la Edad Media y atin mas en el Renacimiento. La segunda parte de El libro de la rosa empieza evocando aquellos tiem- pos (tr: esp. de Carlos Alvar y Julién Muela, ed. Siruela, 1986, pp. 165-166): En aquel tiempo, nunca se labraba la tierra; tal como Dios la habia preparado, ella sola producfa lo suficiente para mantener a cada cual... Y cuando el aire se calmaba y el tiempo se tornaba dulce y sereno, y el viento suave y deleitoso, como en una eterna primavera... Sin codicia ni rapifia, se abrazaban y se besaban los ‘que se complacian en el juego del amor. En aquellos boscajes los frondosos rbo- les extendian sobre ellos cortinas y toldos con sus ramas, protegiéndolos del sol. En el Renacimiento, periodo llamado apresuradamente tiempo de ale- pria, la nostalgia por la edad de oro cobré una nueva dimensién, lo que es un hecho hist6rico. En 1377 el canciller de Florencia Coluccio Salutati, uno de los primeros humanistas, exclamaba: “;Oh tiempo feliz, oh verdadero siglo

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