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Jaime Urrutia RELACIONES LABORALES Y SOCIEDAD RURAL EN CHINCHA Y HUARAL peruana; alli hay dos valles muy cercanos a la capital y que se en- cuentran entre los mas importantes del pais: Huaral y Chincha. La historia de estos dos valles se parece mucho a la del resto de valles de la costa peruana: comunidades indigenas originarias desplazadas por las gran- des haciendas coloniales, que luego dejaron paso, el siglo pasado, a otras que configuraron por cerca de un siglo una sociedad de poderosos exporta- dores de gran influencia en la vida politica nacional. Sin embargo, confor- me avanza el siglo XX su importancia decrece, y reciben el golpe definitive con la reforma agraria de 1969. En los mismos valles se encontraron siem- pre espacios de pequefia agricultura e inclusive comunidades indfgenas so- brevivientes de la expansi6n de la gran propiedad. Con la disposicién de complejos sistemas de riego, la dedicacién anti- gua de Huaral y Chincha a la cafia de azticar fue suplantada por el cultivo de algodén y, mds recientemente, por la implantacién parcial de frutales. En términcs generales, la mano de obra que sustenté esta produccién tuvo en ambos valles la misma evolucién de toda la costa peruana: el traba- jo de esclavos, de tributarios y de algunos pocos asalariados en el periodo colonial. La crisis laboral de la reptblica fue solucionada parcialmente con la inmigracién de trabajadores chinos. Estos perdieron importancia ante los «enganchados» serranos en fas tiltimas décadas def siglo XIX y Ia pri- mera mitad del presente, cuando practicamente desaparecen con el aumen- to de la venta libre de fuerza de trabajo, predominante desde los aiios se- senta. En un proceso més reciente, las migraciones golondrinas, pendula- res y estacionales, son también similares en estos valles, y pierden impor- tancia frente a la residencia definitiva de los de mano de obra ofertante, proceso paralelo al de la parcelacién de las empresas asociativas surgidas con la reforma agraria y que ha definido la actual estructura de tenencia I a region costefia es la més dindmica y moderna de la agricultura DEBATE AGRARIO / 27 7 Jaime Urrutia mayoritaria de pequefios agricultores, asf como el mercado de trabajo agri- cola basado en mano de obra residente en los valles. Este articulo revisa los procesos que nos parecen mas importantes en ambos valles para derivar de ellos algunas conclusiones generales. LA CIUDAD Y EL VALLE DE HUARAL Huaral es una ciudad que ha crecido mucho en fos tiltimos veinte aitos, como se puede observar en las cifras que, redondeadas, aparecen en el cua- dro 1. Cuadro 1 Huaral: Poblacién 1961-1993 Aiios Incremento porcentual 1961 1972 56 1981 719 1993 54 Fuente: Censos nacionales de poblacién, Para tener una idea cabal de los cambios en la propiedad de la tierra sefialemos que, hasta hace cuarenta afios, diecinueve haciendas posefan al- rededor de 15.500 Ha de un total de 21.000 Ha de todo el valle. Junto con el poder de este pufiado de hacendados se desarrollé una pujante colonia japonesa que se formé hace mis de setenta aiios con el primer contingente de okinawenses horticultores que, en las generaciones siguientes, se con- vertirfan en el importante grupo nisei del valle. Estos introdujeron técnicas de horticultura y el cultivo de productos distintos del algodén, omnipresen- te hasta entonces en el valle, Los flamantes canales que itrigan hoy la parte baja del valle son producto de fa colaboracién del gobierno japonés, que tenfa ademas instalado en Huaral un moderno centro de experimentacién agricola a cargo de expertos de ese pais. El furibundo ataque de Sendero Luminoso que condujo al asesinato de los expertos japoneses a inicios de esta década fren esta colaboraci6n e inversién, importantes para la agri- cultura del valle y que nacieron de la vieja vinculacién de Huaral con los inmigrantes japoneses. Pero la gran migracién hacia el valle corrié y corre por cuenta de campesinos provenientes de los departamentos de Ancash, Ayacucho y Cajamarca, que se ofrecen en el mercado de mano de obra mafianero como peones para las faenas cotidianas. Huainitos ancashinos, con el arpa como instrumento predominante, se escuchan en los puestos de los ambulantes junto con canciones chicha y salsa. La historia de muchas familias chacareras y comerciantes del valle nos remite a comunidades de la sierra ancashina. RELACIONES LABORALES Y SOCIEDAD RURAL EN CHINCHA Y HUARAL 3 Huaral tiene sectores desarrollados que otorgan dindmica al valle: mo- dernas granjas avicolas, plantas de alimento balanceado para aves, plantas de embutidos, envasadoras de esparragos, desmotadoras de algodén, asf como otras fabricas; ademas del puerto pesquero de Chancay. La importancia de la agricultura huaralina se puede medir en las dece- nas de tiendas agropecuarias diseminadas en el casco central de la ciudad. Asi mismo, los ingresos municipales derivados indirectamente de las g nancias obtenidas por esta agricultura han permitido, en los tiltimos aiios, la construccién de obras urbanas de «prestigio y desarrollo» (alamedas, 6évalos, parques, estatuas). La afluencia diaria a la ciudad de Huaral, centro de tramites, compras y diversi6n, se expresa en microbuses, taxis, mnibus y mototaxis —mas de 300, segtin el concejo provincial— que entran y salen permanentemente en direccién de centros poblados del valle, a Lima, a Chancay y a Huacho. Ir y volver del campo a la ciudad es en Huaral un viaje realizado diariamente por miles de personas, en algunos casos mas de una vez al dia, 1o que expli- ca la existencia de numerosos comederos de todo estatus, ademas de los vendedores ambulantes que copan el centro de la ciudad. Canastas con pan en varias esquinas, alimento del pobre, mas aun si es transetinte del campo en Ja ciudad. Los jotnaleros compran pan y con él se van a trabajar en la chacra donde los contratan dia a dia. En dos barrios casi marginales, El Cerrito y El Trébol, se concentran las viviendas de jornaleros rurales, mototaxistas y ambulantes, tres de las ocupaciones mas importantes de los migrantes recientes. El trabajo inicial como peén rural fue para algunos el punto de partida para establecer luego un puesto de comercializacién de productos alimenti- cios obtenidos por rastrojeo en sus faenas o por la compra en la chacra. En el mercado laboral, la reduccién de las dreas algodoneras y los cam- bios en la tenencia de la tierra implicaron la disminucién del nimero de jornaleros que antes eran trafdos «en mancha», provenientes sobre todo del Bajo Piura. En efecto, miles de piuranos llegaban en época de cosecha (apa- fie) de algod6n como mano de obra especializada que implicaba mil jorna- les diarios en las cinco o seis mil hectareas algodoneras de propiedad de las haciendas y, luego de la reforma agraria, de las cooperativas. Como simbolo de los cambios podemos mencionar la casa-hacienda de Caqui y sus impresionantes murales. Estos fueron encargados hace mas de medio siglo por el propietario de la hacienda, un japonés que «tompi6» Jos esquemas de la elite local con ideas mas modernas, por lo que sufrié fa agresién de esa misma elite. Hoy los murales estén en ruinas, como casi todas las casas-hacienda de] pais. Buena parte de los parceleros, actuales duefios de las tierras que fueron conducidas por ese japonés inmigrante, provienen de provincias pobres de la sierra peruana. Asi, los socios de la cooperativa agraria de usuarios Los Laureles son casi integramente migrantes © hijos de migrantes ancashinos, en su mayoria de la provincia de Huari. Las generaciones jévenes son descendientes de este encuentro de provin- 4 Jaime URRUTIA cias en Huaral. La persona que nos apoyé en esta investigacién es acopia- dora de algodén; su padre es un parcelero oriundo det departamento de Piura, y su madre ha nacido en Huamachuco, en la sierra del departamento de La Libertad. Los migrantes siguen afluyendo hasta hoy, aunque en distintas condi- ciones a las de hace dos décadas. Es el caso de nuestro informante, un car- gador ancashino que espera el camién que trae corontas de maiz y que via- jaa Lima en el dfa para entregar su carga y traer guano. El jornal acordado con el «contratista» es de 5 soles por todo el dia (dos délares aproximada- mente) para cada uno de los cinco trabajadores contratados, todos ancashi- nos casi «recién Iegados». A las plantaciones de frutales se suman cultivos de panllevar con ci- clos cortos, que funcionan como alcancia y caracterizan la agricultura par- celaria, mientras que el algodén, el mafz, junto con algo del panllevar, mar- can el ritmo de los agricultores de origen «yanacona». El denominador co- miin es la falta de crédito, los bajos precios de las cosechas y la dolariza- cién de los insumos, que no pueden ser contrarrestados con éxito por la mayoria de pequeiios agricultores. S6lo los comerciantes mayoristas inter- mediarios parecen sacar provecho de Ja situacién actual. En resumen, Huaral es un valle aparentemente mas activo que la gran mayoria de valles similares de la costa. Por algo tiene un club de futbol profesional y una colonia japonesa de capitales y presencia importante. DE LA HACIENDA A LAS PARCELAS, DEL ALGODON A LOS FRUTALES, DE GOLONDRINOS A RESIDENTES Nuestra interpretacién de la dindmica huaralina de las relaciones laborales recurre a tres procesos fundamentales ocurridos no s6lo en el valle, con mayor intensidad en los tiltimos diez afios, sino también distinguibles en los otros valles de la costa: —El cambio del régimen de propiedad de la tierra de cooperativas agra- rias de producci6n (a su vez, ex haciendas), en manos ahora de parceleros independientes; a éstos se suman los ex yanaconas, los propietarios media- nos y las empresas agrarias para completar el universo de propiedad de la tierra del valle. — El desplazamiento parcial del cultivo de algod6n por otros cultivos, sobre todo frutales, de alta demanda en el mercado limeiio e incluso inter- nacional. — La residencia definitiva de los migrantes que antes «volanteaban» como golondrinos entre sus comunidades de origen y Hwaral, y ahora se han establecido definitivamente en el valle. Incluso la historia se ha in- vertido en la migracién interna del valle pues si antes «bajaban» jornale- ros de la parte alta del valle, ahora los jornaleros residentes en la costa «suben» a fa sierra del valle, despoblada precisamente por la migracién definitiva. RELACIONES LABORALES Y SOCIEDAD RURAL EN CHINCHA Y HUARAL a Ademis de estas caracteristicas, casi generalizables a otros valles de la costa, debemos recordar algunos otros rasgos particulares de Huaral: Huaral es uno de los valles donde la tierra agricola es la mas cara del Pert (en promedio alrededor de 10.000 délares por Ha). La calidad de las tierras, la red de riego, la demanda de productos del valle, la cercania al mercado de Lima, tienen influencia decisiva en la formacién de estos pre- cios de la tierra. La cercania a Lima también convierte a Huaral parcialmente en ciu- dad-dormitorio para muchos que van a la capital diariamente a trabajar y vuelven en la noche a sus parcelas. Desde el punto de vista socio-cultural, tres comportamientos colecti- vos —que explicaremos en el texto— se entrecruzan en la actitud de parcele- ros y cooperativistas del valle. Ordenados cronolégicamente, estos com- portamientos se explican en: ~La «cultura del sobre»: es decir, el pago del jornal semanal, con do- minical incluido, entregado en un sobre, por las tareas puntuales cumpli- das, caracterfstico en el mundo de la hacienda y también en la primera épo- ca de las cooperativas. El trabajador de entorices, ahora parcelero, estaba imposibilitado de manejar el ciclo entero de los cultivos, su comercializa- cién final, la previsién de la futura campaiia, etcetera. ~—La percepcién de la «cooperativa mama», pues para los socios de las cooperativas, éstas significaron la inesperada posibilidad de obtener, casi sin costo inmediato, no sélo jornales altos sino también diversos servicios como alimentaci6n, transporte y educacién. De hecho, la quiebra de las cooperativas se debe, entre otras razones, al pasivo acumulado de benefi- cios excesivos que superaron largamente la capacidad de reparto de benefi- cios por la empresa. —La actitud del «cabezazo», es decir el incumplimiento de compromi- sos adquiridos. La obtenci6n de préstamos no reembolsados fue incentiva- da por la politica del Banco Agrario, generando una actitud crediticia entre los agricultores lejos de la eficiencia y muy cerca del engaiio sistematico ante los acreedores. DE PEONES DE HACIENDA A PARCELEROS Y DEL ALGODON A LOS FRUTALES, EN LA AGONIA DE LAS COOPERATIVAS Una historia familiar puede sintetizar los cambios ocurridos en el valle (y en otros valles de la costa). Para ello resumimos los avatares laborales de la familia Temoche -el nombre es ficticio-, de Huando: El sefior Temoche, nacido en Huando —otrora hacienda modelo del va- Ile~ tiene como ocupacién principal la labor de jornalero libre que casi to- das las madrugadas ofrece su trabajo a contratistas en «la esquina de El Cerrito», lugar de concentracién urbana -como veremos luego con deteni- miento- de la mano de obra rural. Su padre era migrante de Carac, una de las numerosas comunidades de a parte alta del valle quien, como muchos 6 Jaime Urrutia otros comuneros, pasé de ser un migrante golondrino en los afios cincuenta a ser jomnalero permanente de la hacienda Huando, sindicalista en los afios sesenta, luego cooperativista entusiasta en los setenta y los ochenta. Hoy dia es parcelero propietario; junto a su esposa, también beneficiada con la parcelacién, posee alrededor de 6 Ha, una parte de las cuales esté cultivada con naranjas. Uno de sus hijos, el sefior Temoche, trabaja como jornalero independiente y vive en el barrio de El Trébol, en la periferia de la ciudad de Huaral, al igual que uno de sus hermanos; otros dos hermanos conducen la panaderfa que el padre de nuestro jornalero ha instalado en Huando; un quinto hijo es trompetista y vive en Lima de su profesién de miisico; la tinica hermana es enfermera en el Hospital del Nifio en Lima. 4Cuantas historias como la de fa familia Temoche podriamos recoger en Huaral? Con seguridad muchas nos harian recorrer, en los tiltimos trein- ta o cuarenta afios de su vida, estas fases de migraci6n estacional, jornalero en la hacienda, sindicalista, cooperativista, parcelero y, finalmente, des- campesinizacién de los j6venes de la familia. El modelo cooperativo, que caracterizé ta reforma agraria peruana, ya no existe mas. Incluso las tierras de Huando, uno de los simbolos del éxito de la reforma mis utilizados en la época del gobierno del general Velasco Alvarado, se encuentra hoy parcelada casi en su totalidad. El tiltimo bastién de la eficiencia grupal en el valle, Huerto Margaret, también esté en crisis: su conversién en sociedad anénima no parece haber contrarrestado la creciente demanda de sus socios por la parcelacién titula~ da definitiva. La disolucién de las cooperativas hace que la Central de Cooperativas del valle, creada en 1970, realmente ya no funcione como un organismo de integracién de segundo grado. Segiin sus informes, s6lo queda un grupo de ocho cooperativas de servicios en actividad y al dia con sus aportaciones y la designacién de sus delegados. Pero la Central ha perdido mucha impor- tancia, ¢ intenta ahora un nuevo perfil de trabajo para adecuarse a la reali- dad; mientras tanto, se limita a prestar un minimo de servicios de tramita- ci6n a los agricultores, cooperativistas 0 no. La Central ha mantenido siempre la idea de generar empresas que ofrez- can puestos de trabajo, pero todos sus ensayos han fracasado. Los silos instalados en Torre Blanca, por ejemplo, concebidos para comprar el maiz. himedo, secarlo y luego comercializarlo, utilizando para ello mano de obra local, no pudieron nunca cumplir con esos objetivos. Igual sucede con la desmotadora de algod6n, que apenas funciona y no puede mostrar la mis- ma eficiencia que las otras desmotadoras privadas del valle. Destaquemos -en el modelo cooperative a gestacin de una vision que podemos designar, como dijimos, «la cooperativa mam». Para expli- car esta actitud de los socios hacia sus cooperativas, es necesario explicar la realidad anterior. Las relaciones laborales en el régimen de haciendas gestaron una «cultura del sobre» generalizada; es decir, el cobro del jornal semanal, incluyendo dominical, asegurado por el empleador durante la RELACIONES LABORALES Y SOCIEDAD RURAL EN CHINCHA Y HUARAL 7 mayor parte del afto, sin necesidad de responsabilizarse por la produccién final -sobre todo algodén en Huaral-, ni por la variacién de precios. El objetivo, en la «cultura del sobre», era ascender en la jerarquia laboral exis- tente a fin de lograr mayores niveles de ahorro. En otras palabras, la seguri- dad en el trabajo era bésica en el comportamiento de los jornaleros. El mo- delo cooperativo transformé estos comportamientos en pasividad frente a la gestidn de los ex jornaleros convertidos en socios de las cooperativas. EI «sobre» de la hacienda se transform6, en la visién de la cooperativa, en la «mamé» derrochadora de recursos y distribuidora de servicios. El aumento de jornales, el recambio en las jerarquias de trabajo cn el campo, las escue- las, la alimentacién y la movilidad, fueron concebidos por los socios de las cooperativas como muchos conciben al Estado, es decir, la institucién te- nia la obligacién de atender estas necesidades sin que los socios alteraran su baja productividad. En buena medida, el colapso del modelo cooperativo une las dos limi- taciones sefialadas: desconocimiento gerencial de parte de los cooperati- vistas y utilizacién de los recursos empresariales en inversiones no produc- tivas més alld de lastreales posibilidades financieras. Asi Ilegamos a la realidad parcelera actual del valle. Muchos de los parceleros son migrantes serranos 0 hijos de migrantes; algunos de ellos fueron ademés activos dirigentes sindicales, luego miembros ce las directi- vas de las cooperativas y, por tiltimo, defensores a ultranza de la parcela- cin. Pero administrar una parcela (0 varias, como es el caso de algunas familias) representa dejar de lado los comportamientos que sefialamos de la «cultura del sobre», de la «cooperativa mama», de la actitud del «cabe- zazo», de tal manera que el éxito 0 fracaso se convierten en responsabili- dad directa de Ja familia parcelera Precisamente, una de las consecuencias mas importantes del cierre del Banco Agrario y de la dificultad para obtener créditos de otras fuentes es el aumento del trabajo familiar de los parceleros, pues ahora no disponen de los créditos blandos que dicho banco facilitaba para la contrataci6n de jor- naleros asalariados. Si bien la mayor parte de los hijos de parceleros optan por estudiar o se retiran progresivamente del valle para radicar en Lima, algunos se quedan para atender, junto con sus padres, la parcela, cuya ex- tensién promedio se sittia entre 3 y 5 hectéreas. El contrato de asalariados se reduce entonces a los periodos «punta» de los cultivos, sobre todo para la cosecha de frutales y hortalizas o apaiie de algodén. Si maneja exitosamente sus cultivos, un parcelero necesita de tres 0 cuatro trabajadores casi permanentemente. En Huaral el jornal promedio de estos peones (casi estables) es de 4 a 7 soles diarios (de 1,50 a 2,60 délares). Como veremos luego, estos jornaleros residen en barrios surgidos en los nticleos urbanos de las ex cooperativas. A estos trabajadores se su- man los eventuales, contratados sobre todo para la cosecha. Las expectativas de los agricultores del valle giran ahora en torno a las posibilidades de los productos no tradicionales destinados a la exportacién. 8 Jaime URRUTIA Los frutales, y en menor medida los cultivos como el esparrago, van acapa- rando por ello los esfuerzos de los parceleros que buscan alternativas a la dependencia de otros cultivos menos rentables en las condiciones actuales, como el algodén o el maiz. Asi, los intentos de los parceleros se remiten a la observacién de ejemplos exitosos entre algunos de ellos o de los fundos de los medianos agricultores del valle. Los parceleros de una de las cooperativas, en su mayor parte migrantes ancashinos, pagan 5 soles a los jornaleros eventuales: «depende de lo que necesitemos y del dinero que tengamos». La empresa lechera, base de la cooperativa, ofrece salarios de 6,50 a 8 soles diarios como lampero, y en casos de especializacién -como por ejemplo los choferes-, el jornal diario asciende a 10 soles. En resumen, la parcelacién y el cambio de cultivos han diseminado ef mercado laboral rural a lo largo del afto agricola y en el espacio del valle. Si antes, con el algodén, los miles de apafiadores que «invadian» el valle modificaban el paisaje rural durante tres meses, hoy los jornaleros, que re- siden definitivamente en el valle, son contratados «de a puchitos» por em- presas, medianos propietarios y parceleros. DE GOLONDRINOS A RESIDENTES: JORNALEROS DEL CAMPO Y DE LA CIUDAD A LA VEZ Uno de los cambios demograficos mas importantes en el pais en las tiltimas décadas ha sido el crecimiento de las ciudades intermedias. En los valles costefios, el aumento poblacional de las ciudades que son cabecera de valle incluye el surgimiento de barriadas que concentran la oferta de mano de obra que sostiene la produccién agricola. Es decir, el proceso de urbaniza- cién involucraa miles de migrantes que representan dos opciones comple- mentarias: dejar de ser estacionales y golondrinos como lo habfan sido sus padres, y a la vez dejar de ser exclusivamente peones rurales Los asalariados agricolas del valle pueden ser clasificados en tres tipos, que no se excluyen entre sf: a) los asalariados asentados localmente en el Area rural, que pueden, a su vez, ser permanentes en territorio parcelero o estacionales viviendo en agrupaciones rurales; b) los asalariados que habitan Jos barrios de la ciudad de Huaral; y c) los migrantes estacionales de Ia sierra. Asalariados asentados localmente Veamos en primer lugar el caso de los trabajadores asentados localmente en el drea rural, algunos de ellos «permanentes» (0 camino a serlo) en las propiedades de los parceleros, y otros estacionales que rotan de propietario en propietario y que, de alguna manera, tienen trabajo permanente aunque éste se reparta en diferentes chacras. A lo largo de Ja costa peruana es co- min observar concentraciones de trabajadores rurales, migrantes recientes, que desde la precariedad de su vivienda cumplen jornales en las chacras de RELACIONES LABORALES Y SOCIEDAD RURAL EN CHINCHA Y HUARAL, 9 la zona. Algunos de estos poblados humildes se han convertido en grandes concentraciones de vivienda, como San Clemente, en el valle de Pisco, 0 California, en el de Vird, por citar s6lo dos casos representativos de esta urbanizacién rural relativamente reciente. En Huaral, un buen ejemplo es el barrio Tres Estrellas, en los linderos del micleo poblacional de Caqui. Pero en casi todas las ex cooperativas hay mano de obra asentada lo- calmente, con la cual trabajan los parceleros: La Candelaria, Caqui, Palpa, Huerto Margaret, tienen en su periferia un asentamiento humano donde habitan precariamente migrantes recientes convertidos en jornaleros asala- riados en una o més parcelas. Aqui Ilegan ademds algunos familiares de las comunidades de origen que en ciertas épocas punta, sobre todo en la cose- cha, todavia migran estacionalmente. Estos barrios rurales, cuyos servicios colectivos y calidad de vivienda son absolutamente deficientes, retienen la mano de obra minima necesaria para la produccién de los parceleros. Digamos que la demanda de mano de obra esta en funcién a los tipos de cultivo que los parceleros mantienen y que en Huaral se relaciona con el mercado de frutas. Esta demanda se satisface en primera instancia con el trabajo de la misma familia parcelera, que se ha visto obligada a aumentar su dedicacién a la parcela para evitar, hasta donde sea posible, contratar a un trabajador por un jornal diario promedio de 5 soles. Evidentemente, la familia no es suficiente para manejar adecuadamente 3 0 4 hectdreas de frutales, por ello se recurre a trabajadores que viven en estos barrios cerca- nos a los micleos de las ex cooperativas, es decir, los cascos «urbanos» de las ex haciendas. Finalmente, cuando esta mano de obra localizada no lo- gra cubrir los requerimicntos, los agricultores se ven obligados a buscar jornaleros en Huaral por montos mayores. Asalariados que habitan los barrios de la ciudad de Huaral Las oleadas de trabajadores piuranos contratados como eventuales para apafiar algod6n son ahora parte del recuerdo colectivo en el valle pues, desde fines de los setenta, la mano de obra comenzé a ofrecerse en el valle mismo, reteniendo migrantes serranos o hijos de agricultores nacidos en el valle. Esta oferta de mano de obra para trabajo asalariado rural proviene también de la ciudad. En Huaral, dos barrios marginales, El Cerrito y El Trébol, proveen de jornaleros diariamente al valle, sobre todo para las empresas y los media- nos propietarios. En «la esquina de El Cerrito», en plena ciudad de Huaral, y en el cruce de El Trébol, donde se encuentra otro barrio en expansién, se concentran todas las madrugadas cientos de hombres y mujeres esperando ser contratados por los «jaladores» o los mismos propietarios para uno 0 dos dfas de trabajo agricola!. 1. Ver el ejemplo similar arequiperio en el trabajo de Alipio Montes: «Mercado laboral y asalariados agricolas en la region Arequipa». Lima: SEPIA, 1994. 10 Jaime Urrutia El jalador es un personaje especializado en este mercado laboral. Inter- mediario entre el trabajador y el propietario, el jalador es una suerte de enganchador puntual que, contratado por el propietario 0 la empresa que necesita de peones, alquila una camioneta, un camién e incluso a veces un microbtis, y saca provecho del conocimiento que tiene de los montos de los jornales por épocas, cultivos y especialidades. El peén arregla con é1 el jornal a recibir por un dfa de labor, mientras que el jalador recibe del pro- pietario el dinero que acuerde por la cantidad de jornales solicitado. Este «contratista intermediario» tiene, la mayorfa de veces, otras ocupaciones, incluyendo su propia parcela. En «la esquina de EI Cerrito» se encuentran los jaladores con cientos de trabajadores potenciales que aumentan o disminuyen de acuerdo al momento del calendario en que se encuentren los cultivos, aunque de manera general, podemos decir que la demanda de peones es més o me- nos sostenida. Apaiie de vainita, tomate, algod6n, 0 cosecha de frutales: el valle re- quiere de la utilizacién permanente de trabajadores, y en «la esquina de EI} Certito» se puede incluso encontrar por especialidades: lamperos, manza- neros, apafiador de pelusa de algodén, regador, etcétera. Diariamente, segtin nuestras observaciones, se concentran en esta calle alrededor de 400 personas que salen a diferentes sitios, practicamente todo el valle bajo y medio de Huaral ¢ incluso zonas mas alejadas... EI salario es sumamente variable: de 4 soles para trabajos ligeros en &poca de baja actividad agricola a 12 soles por un quintal de algodén apa- fiado en época final de cosecha. En comparacién con las otras zonas de nuestra investigacién, incluso con el valle esparraguero de Vir, no sdlo el salario promedio en Huaral es mas alto, sino que hay més oferta de salarios turales. Las quejas sobre las limitaciones econémicas de la produccién agrico- la son compartidas por agricultores y trabajadores asalariados, pero por ra- zones inversas: mientras que para los primeros, la mano de obra es suma- mente cara y los productos han bajado en precio y en margen de ganancia, los trabajadores resaltan los riesgos por cuenta propia en el trabajo y el nivel de supervivencia del jornal. En esas condiciones, por carencia absoluta de cualquier tipo de orga- nizaci6n, se da una situacién donde el jornal varfa estacionalmente, gene- ralmente al destajo, no incluye ningién otro compromiso (alimentacién, atencién en caso de accidente y otros) y no permite ningiin tipo de ahorro significativo para el trabajador. Todas son condiciones aceptadas en la medida de la posibilidad disponer de otras fuentes de ingreso, sea a tra- vés de ocupaciones urbanas o del complemento alimenticio, sobre todo el rastrojeo de las chacras y la comercializacién en pequefia escala de pro- ductos agricolas. Los jornaleros rurales radicados en Ja ciudad son en realidad persona- jes de «mil oficios», pues ser lampero o apafiador por épocas no excluye RELACIONES LABORALES Y SOCIEDAD RURAL EN CHINCHA Y HUARAL, 11 otras ocupaciones que la ciudad ofrece: mototaxista, ambulante, ayudante de albaiiil, etcétera. Asi, resulta hasta cierto punto arbitrario separar obre- ros rurales de ocupaciones urbanas. Valdria la pena conocer més en detalle esta dindmica, similar en todos los valles de la costa, donde lo urbano y lo rural se entremezclan en las actividades ocupacionales de sectores asalaria- dos de residencia reciente en la ciudad. La migracion estacional La migraci6n estacional que caracterizé la mano de obra empleada en la agricultora costefia hasta la reforma agraria es ahora mucho més re- ducida, persistiendo algunos circuitos de ida y vuelta temporal. Como ya vimos, un alto porcentaje de los actuales parceleros huaralinos son nacidos en otros lugares, fundamentalmente en la sierra. Algunos ap: fiadores estacionales nortefios también optaron por asentarse en el va- lle. Libertefios, cajamarquinos, ayacuchanos, pero sobre todo ancashi- nos, constituyen la mayor parte de este. contingente que reside ahora en el valle. : La presencia ancashina es importante en Huaral, sobre todo en El Ce- rrito y entre los jornaleros rurales. Las cuadrillas informales que se consti- tuyen para cubrir la demanda de trabajo agricola tienen mucho que ver con log lugares de origen de los migrantes: amigos ¢ incluso familiares estable- cen grupos que se emplean colectivamente en Huaral, ademas, su residen- cia es también la misma, El Cerrito y El Trébol. i VAMOS PA’ CHINCHA, FAMILIA! Pasemos de Huaral a Chincha. Como signo de los tiempos, el restaurante Italia y su reputado café exprés, hasta hace una década centro de reunion de hacendados del valle de Chincha, ya no existen mas. En la misma Pla- za de Armas, ocupada por palmeras ~absurdos signos de «progreso y es- tatus»—, la «china de la esquina» ha construido un moderno edificio de cuatro pisos, en el cual funciona su hotel, pero sigue su venta de panes, pasteles y dulces con gran éxito en el micromercado que reemplaza a la antigua tienda. Chincha es ahora una ciudad donde abundan las tiendas de artefactos, Ilamadas invariablemente «comerciales», y las «bodegas» de toda envergadura. A este paisaje urbano se suman varios locales don- de los nintendos y los pinbols hipnotizan a usuarios infantiles y juveniles acualquier hora del dia. La ciudad retine a cerca de 100.000 habitantes que han sido testigos ~y beneficiarios— del llamativo movimiento de capitales que originé la parce- lacién de las cooperativas: el Banco Agrario, al igual que los otros bancos, hervia de clientes. Sucursales de diferentes mutuales y cooperativas de aho- rro completaban el activo sector de servicios financieros de la ciudad. Con la liquidacién de casi todas estas instituciones en los primeros afios de los Jaime Urrutia Huaral del valle del Chancay Propiedad de la tierra antes de la RA en 12 SEE -< LLG away g Map z8 WYTWOOW vg e 382 2 wworwon LG me EEE Le & gGh<2 3 6 E8355 EReeS , : oe 7 = ghhSe 8 sruouvenn a Bea

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