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Mie sisBortahreybein Tales trabajos, a pesar de sus oj eracik , causas, pals nie c. uencias, tienen un mérito infinito y cored talentos de este hombre ingenioso y practico, cuya voluntad tiene el mérito, do ihe de quiera que va, de hacer pensar a los hombres ... Liberadlos de i: adid esa indiferencia perezosa, sofiolienta y estupida, de esa ociosa negligencia que los encadena a los senderos trillados de sus ante- pasados, sin curiosidad, sin imaginacién y sin ambici6n, y tened la seguridad de hacer el bien. iQué serie de pensamientos, qué espiritu de lucha, qué masa de energia y esfuerzo ha brotado en cada aspecto de la vida, de las obras de hombres como Brindley, Watt Priestley, Harrison Arkwright...! gEn qué campo de la acti- vidad podriamos encontrar un hombre que no se sintiera animado €n sus ocupaciones contemplando la maquina de vapor de Watt? ARTHUR YOUNG, Tours in England and Wales‘ Desde esta sucia acequia la mayor corriente de industria hu- mana saldria para fertilizar al mundo entero. Desde esta charca corrompida brotaria oro puro. Aqui la humanidad alcanza su mas completo desarrollo. Aqui la civilizacién realiza sus milagros y el hombre civilizado se convierte casi en un salvaje. A. de TOCQUEVILLE, sobre Manchester, en 18352 wid I Serre i6n i i i Breta- Vamos a empezar con la Revolucién industrial, es decir, con Gran 3 Ap a St es un punto de partida caprichoso, pues las epoca ci icieron sentir de manera inequivoca—y menos Bes no se hicie! i ae ieee igo SS ERIC HOBSBAWM rece a esta década. Pero hasta cerca de 1840 no nt n corriente de literatura oficial y no oficial sobre he Plegg s de la Revolucion industrial: los grandes Bluebooks (Libros a e eatigaciones estadisticas en Inglaterra, el Tableau de l’étay hy 5 eats ouriers de Villermé, La situactén de la clase obrera en ‘ 1s, la obra de Ducpetiaux en Bélgica y los informes de oteery, ; inquietos u horrorizados viajeros de Alemania a Espafia y a los Esta. Unidos. Hasta 1840, el proletariado —ese hijo de la Revolu n industrial y el comunismo, unido ahora a sus movimientos sociales —el fantasma el Manifiesto comunista—, no se ponen en marcha sobre el continente. El mis. mo nombre de Revolucién industrial refleja su impacto relativamente tardig sobre Europa. La cosa existia en Inglaterra antes que el nombre. Hacia 1820, Jos socialistas ingleses y franceses —que formaban un grupo sin preceden. tes— lo inventaron probablemente por analogia con la revolucién politica de Francia? No obstante, conviene considerarla antes, por dos razones. Primero, por que en realidad «estall6» antes de la toma de la Bastilla; y segundo, porque | sin ella no podrfamos comprender el impersonal subsuelo de la historia enel que nacieron los hombres y se produjeron los sucesos més singulares de nuestro periodo; la desigual complejidad de su ritmo. _ @Qué significa la frase «estallé la Revolucion industrial»? Significa que un dia entre 1780 y 1790, y por primera vez en la historia humana, se liber6 de sus cadenas al poder productivo de las sociedades humanas, que desde en- tonces se hicieron capaces de una constante, rapida y hasta el presente ilimi- tada multiplicacién de hombres, bienes y servic’ Esto es lo que ahora de- nominan técnicamente los economistas «el despegue (take-off) hacia él crecimiento autosostenido». Ninguna sociedad anterior habia sido capaz de Tomper los muros que una estructura social preindustrial, una ciencia y U™@ técnica defectuosas, el paro, el hambre y la muerte imponian periddicamen'® eee H Bie, no fue, desde luego, uno de esos feoone we 10 los terremotos y los cometas, sorprenden al mundo no técnico. Su Pr historia en Europa puede remontarse, segiin istoriador y su clas? “de interés, al afio 1000, si no as gun el gusto del histor ¥ ; _—torpes, como los primeros pasos de re de «Revoluci6n industrial» en el siglo xin, en el xViy en SUE ‘del xv, Desde mediados del xvii, el proceso de aceleracioh ee los antiguos historiadores tendian a atribuir a la REV ha inicial de 1760. Pero un estudio més detenido et como decisiva la década de 1780 ala tea ‘i estadisticos tomaron el siibito, bee sempre aya Ae 0.22 ant laprecision ‘oanly 1800: es dec klein francesa, Spi de estos Pate lahstoria de — LAERA DE LA REVOLUCION, 1789-1848 37 " temor en presencia de conceptos incendiarios— a negar su existencia y a sustituir el término por otro mas apacible, como, por ejemplo, «evolucién jerada». Si la stibita, cualitativa y fundamental transformacion verificada hacia 1780 no fue una revolucién, la palabra carece de un significado sensa- to, Claro que la Revolucion industrial no fue un episodio con principio y fin. os Esta Preguntar cuando se completé es absurdo, pues su esencia era que, en ade- dustri 10s, Jante, nuevos cambios revolucionarios constituyeran su norma. Y asi sigue fish al siendo; a lo sumo podemos preguntarnos si las transformaciones econémicas eeE| ie dey fueron lo bastante lejos como para establecer una economia industrializada, ape capaz de producir —hablando en términos generales— todo cuanto desea, NtE tardig —__Gentro del alcance de las técnicas disponibles, una «madura economia indus- acia 1820, trial», por utilizar el término técnico, En Gran Bretafia y, por tanto, en todo Preceden. _¢| mundo, este periodo inicial de industrializacién coincide probablemente y D0litica de casi con exactitud con el periodo que abarca este libro, pues si empez6 con el take-off en la década de 1780, podemos afirmar que concluyé con la cons- nero, por- truccién del ferrocarril y la creacién de una fuerte industria pesada en Ingla- 0, porque terra en la década de 1840. Pero la revolucién en sf, el periodo de take-off, toria en el puede datarse, con la precisién posible en tales materias, en los lustros que ulares de corren entre 1780 y 1800: es decir, simult4neamente, aunque con ligera prio- ridad, a la Revolucion francesa. nifica que Sea lo que fuere de estos cémputos fue probablemente el acontecimiento se liberé més importante de la historia del mundo y, en todo caso, desde la invencién desde en- de Ja agricultura y las ciudades. Y lo inicié Gran Bretafia. Lo cual, evidente- nte ilimi- mente, no fue fortuito. Si en el siglo xvii iba a celebrarse una carrera para ahora de- iniciar la Revolucién industrial, solo hubo en realidad un corredor que se ) hacia el adelantara. Habja un gran avance industrial y comercial, impulsado por los -capaz de ministros y funcionarios inteligentes y nada candidos en el aspecto econdmi- cia y una co de cada monarquia ilustrada europea, desde Portugal hasta Rusia, todos licamente los cuales sentian tanta preocupacién por el «desarrollo econémico» como la enos que; que pueden sentir los gobernantes de hoy. Algunos pequefios estados y regio- > Su pre —_—*"*S aleanzaban una industrializacién verdaderamente impresionante, como, y su clase Por ejemplo, Sajonia y el obispado de Lieja, si bien sus complejos industri tar al aire fh Stan demasiado pequefios y localizados para ejercer la revolucionaria i do recibir ee mundial de los ingleses. Pero parece claro que, incluso antes de la n las Ulti- olucién, Gran Bretafia iba ya muy por delante de su principal competidora eracion S° ial en cuanto a produccién per capita y comercio. nei voll" Some quiera que fuere, el adelanto briténico no se debia a una superiori- a he- entifica y técnica. En las ciencias naturales, seguramente los franceses Peraban con mucho a los ingleses. La Revolucion francesa acentuaria de ‘casi ble esta ventaja, sobre todo en las matematicas y en la fisica. Mien- a) mo revolucionario francés estimulaba las investigaciones cienti- “ionari ico las consideraba peligrosas. Hasta en las cien- Y tal vez aung « més originales, coma ° dos ly superior a cualquiera de log Conog; :barcos. Los alemanes disponian iéonica como la Bergakademie prusiang i 6n francesa creé ese organismo impresig ; olitécnica. La educacién inglesa era una deficiencias se compensaban en parte con, a irbulentas y democraticas universidades cajy;. nun flujo de j6venes brillantes,laborioses yan |. Entre ellos figuraban James Watt, Thomas Telford, i jes Mill y otros. Oxford y Cambridge, las dos tinicas Univey. esas, eran inielectualmente nulas, igual que los sofolienia ge {0s 0 institutos, con la excepcidn de las academias fundadas pe luidos del sistema educativo anglicano. Incluso algunas fam). eriticas que deseaban que sus hijos adquiriesen una buena eye onfiaban a preceptores 0 los enviaban a las universidades escoces dad, no hubo un sistema de ensefianza primaria hasta que el ccudquero -(y tras él sus rivales anglicanos) obtuvo abundantisima cosecha s elementales a principios del siglo cargando incidentalmenie e de discusiones sectarias la educacién inglesa. Los temores soit la educacién de los pobres. ha, eran necesarios pocos refinamientos intelectuales para hat 6n industrial.4 Sus inventos técnicos fueron sumamente modest | sentido superaron a los experimentos de los artesanos intelige , 0 las capacidades constructivas de los carpinteros, const NOs y cerrajeros: la lanzadera volante, la maquina para hilar, co. Hasta su maquina més cientifica —la giratoria de vapor (1784)— no requirié més conocimientos fisicos de los ase del siglo —Ia verdadera teoria de las méquinas de a ex post facto por el francés Carnot en 120 raciones para su utilizacién practica, sobre tog iciones legales, las innovaciones técnicas 4 it ron realmente a si mismas, excepto quiza a ‘“ ’ quiere decir que los primeros industriales pi la ae y la bitsqueda de los beneficios s ‘se dejaban sentir mucho en ora Siglo desde que el primer Fey 7 pueblo, y desde que el bene dos como los objet os, la unica Bi LAERADELAREVOLUCION, 1780-1848 " terratenientes de mentalidad comercial monopoli: ge voultivada por arrendatarios que a su vez. ctpokaeneeiteae ietarios de pequefiisimas parcelas. Muchos residuos de la antigua econo- mia aldeana subsistian todavia para ser barridos por las Enclosure Acts (1760-1830) y transacciones privadas, pero dificilmente se puede hablar de un «campesinado britanico» en el mismo sentido en que se habla de un cam- sinado francés, aleman.o ruso. Los arrendamientos risticos eran numerosi- Fmos y los productos de las granjas dominaban los mercados; Ja manufactura . se habia difundido hacia tiempo por el campo no feudal. La agricultura esta- S calvinistag ba preparada, pues, para cumplir sus tres funciones fundamentales en una era Syambicin® de industrializacién: aumentar la produccién y la productividad para alimen- elford, covet tar a una poblacién no agraria en rapido y creciente aumento; proporcionar Biloas-universt) __uivasto’yiescendente cupoide potenciales reclutas para las ciudades laste lientos intern, " dustrias, y suministrar un mecanismo para la acumulacién de capital utiliza- indadas por | _ ble por los sectores mas modernos de la economia. (Otras dos funciones eran ‘08 probablemente menos importantes en Gran Bretafia: la de crear un mercado algunas fami. buena educa. ides escocesas, ue el cudquero suficientemente amplio entre la poblacién agraria —normalmente la gran masa del pueblo— y la de proporcionar un excedente para la exportacion que ayudase a las importaciones de capital.) Un considerable volumen de capital social —el costoso equipo general necesario para poner en marcha toda la ma cosecha de economfa— ya estaba siendo constituido, principalmente en buques, instala- cidentalmente ciones portuarias y mejoras de caminos y canales. La politica estaba ya en- temores socia- granada con los beneficios. Las peticiones especificas de los hombres de ne- gocios podian encontrar resistencia en otros grupos de intereses; y como les para hacer veremos mas adelante, los agricultores iban a alzar una ultima barrera para shte modestos, impedir el avance de los industriales entre 1795 y 1846. Sin embargo, en con- Nos inteligen- junto se aceptaba que el dinero no sdlo hablaba, sino que gobernaba. Todo lo que un industrial necesitaba adquirir para ser admitido entre los regidores de la sociedad, era bastante dinero. El hombre de negocios estaba indudablemente en un proceso de ganar més dinero, pues la mayor parte del siglo xviii fue para casi toda Europa un periodo de prosperidad y de cémoda expansion econdmica: el verdadero fon- do para el dichoso optimismo del volteriano doctor Pangloss. Se puede argilir que més pronto o mas temprano esta expansién, ayudada por una suave infla- cién, habria impulsado a otros paises a cruzar el umbral que separa a la eco Nomia preindustrial de la industrial. Pero el problema no es tan sencillo. Una gran parte de la expansién industrial del siglo xvil no condujo de hecho, in- mediatamente o dentro del futuro previsible, a la Revolucion industrial, por siemplo, a la creacién de un sistema de «talleres mecanizados» que a su vez Produjeran tan gran cantidad de articulos disminuyendo tanto su coste com? Para no depender més de la demanda existente, sino para crear su propio mer ado.° Asi, por ejemplo, la rama de la construccién, 0 las numerosas INT TOs, construc: nores que producian utensilios domésticos de a etc, — en las Midlands inglesas y en Yo tente. oduciendo mucho més que en 1750, seguia, egos Lo que necesitaban no era cualquier clase fi sino la clase especial de expansion que generaba Mancheste, mae Birmingham. te Por otra parte, | ocurrieron en una si las primeras manifestaciones de la Rey ‘tuacién hist6rica especial, en la que el ¢ mico surgia de las decisiones entrecruzé das de innumerables empres vados e inversores, regidos por el princi al imperativo de la &oca: en el mercado mas barato para vender en el mas caro. (Cémo iban a que obtendrian el maximo beneficio de una Revolucién industria Orga en vez de unas actividades mercantil es familiares, mAs provechosas a sado? gCémo iban a saber lo que nadie sabia toda a, es decir, que Ig a cién industrial produciria una aceleracion sin igual en la ex mercados? Dado que ya se habjan puesto los principales cim de una sociedad industrial —como habia ocur de ere Oluci6n Tecimienty atta rs ato con Ime angi NO Pansion des. lentos ido en la Inglate 8 SOc wes le ol Pr 7 4g en 0 Estas considerd aplicables en cierto modo a todos los paisesey | ileal ol el periodo que estudiamos. Por ejemplo, en todos ellos se pusieron ala cate | asmilsll za del crecimiento industrial los fabricantes de mercancias de consumo de | taal masas —principal, aunque no exclusivamente, textiles—,8 porque ya omni el gran mercado para tales mercancias y los negociantes pudieron vercon | salltdighy claridad sus posibilidades de expansion. No obstante, en otros aspectos slo hs omg pueden aplicarse a Inglaterra, pues los primitivos industrializadores see frentaron con los problemas mas dificiles. Una vez que Gran Bretafia empea) a industrializarse, otros paises empezaron a disfrutar de los beneficios delt rapida expansién econdmica estimulada por la vanguardia de la Revolucit industrial. Ademés, el éxito britanico demostré lo que podia consegullse: hi t€cnica briténica se podia imitar, e importarse la habilidad y los capitales!* gleses. La industria textil sajona, incapaz de hacer sus propios invents Pid los de los ingleses, a veces bajo la supervision de mecanicos bith algunos ingleses aficionados al continente, como los Cockerill, s¢ ae ron €n Bélgica'y en algunos puntos de Alemania. Entre 1789 y 1848 Ft | ¥ América se vieron inundadas de expertos, maquinas de vapor, MUN |) al “ae e inversiones de capital, todo ello britanico. nia ul e ran Bretafia no disfrutaba de tales ventajas, Por otra parte © erat? Seles i ports fuerte y un Estado lo bastante agresivo par apo a ome reados de sus competidores. En efecto, las guerras de ©” ingle tiltima y decisiva fase del d i i Francia’ “a4 #s¢ del duelo librado durante un siglo por ro terra, eliminaron virtualment i do extrac’ i i le a todos los rivales en el mun 0 con la excepcidn de los jéy, e Gran Bretay in seia una industria adn oe’ Estados Unidos. Ademés, yolucio® admirablemente equipada para acaudillar la Re "ods opi Pusieronalad fas de consi) 8 porque yaett pudieron vet ytros aspectss jializadoress* n Bretalie a « beneficist de la Reve ja com LA ERA DELA REVOLUCION, 1789-1848. dustrial en las circunstancias capitalistas, y una coyuntur Jo permitia: la industria algodonera y la expend alvalielal i La industria britanica, como todas las demds industrias algodoneras, tuvo su origen como un subproducto del comercio ultramarino, que producia su material crudo (0 mas bien uno de sus materiales crudos, pues el producto original era el fustan, mezcla de algod6n y lino), y los articulos de algodén indio 0 indianas, que ganaron los mercados, de los que los fabricantes euro- peos intentarian apoderarse con sus imitaciones. En un principio no tuvieron éxito, aunque fueran més capaces de reproducir a precios de competencia las mercancias més toscas y baratas que las finas y costosas. Sin embargo, por fortuna, los antiguos y poderosos magnates del comercio de lanas conseguian periddicamente la prohibicién de importar los calicoes 0 indiana’ (que el in- terés puramente mercantil de la East India Company —Compafiia de las In- dias Orientales— trataba de exportar desde la India en la mayor cantidad po- sible), dando asi oportunidades a los sucedaneos que producia la industria autéctona del algodén. Més baratos que la lana, el algodén y las mezclas de algod6n no tardaron en obtener en Inglaterra un mercado modesto, pero be- neficioso. Pero sus mayores posibilidades para una rapida expansi6n estaban en ultramar. El comercio colonial habia creado la industria del algodén y continuaba nutriéndola. En el siglo xviii se desarrollé en el hinterland de los mayores puertos coloniales, como Bristol, Glasgow y especialmente Liverpool, el gran centro de comercio de esclavos. Cada fase de este inhumano pero rapi- damente préspero tréfico, parecia estimular aquélla. De hecho, durante todo el periodo a que este libro se refiere, la esclavitud y el algodén marcharon juntos, Los esclavos africanos se compraban, al menos en parte, con algod6n indio; pero cuando el suministro de éste se interrumpia por guerras 0 revuel- tas en la India o en otras partes, Lancashire salia a la palestra. Las plantacio- nes de las Indias Occidentales, adonde los esclavos eran llevados, proporcio- naban la cantidad de algodén en bruto suficiente para la industria briténica, y en compensacién los plantadores compraban grandes cantidades de algodon elaborado en Manchester. Hasta poco antes del take-off, el volumen principal de exportaciones de algodén de Lancashire iba a los mercados combinados de Afticay América. Lancashire recompensaria més tarde su deuda a la escla- vitud conservandola, pues a partir de 1790 las plantaciones de esclavos de los Estados Unidos del Sur se extenderian y mantendrian por Jas insaciables “ fabulosas demandas de los telares de Lancashire, a los que proporcionaban’ is casi totalidad de sus cosechas de algodén. ne ‘De este modo, la industria del algodén fue lanzada como un planeador Por el impulso del comercio colonial al que estaba ligada; un comercio 98 Prometia no slo una grande, sino también una rapida y | mercado con sus remesas de alg ‘riesgos inherentes a las ay, enti is specialmente elde las Pobres y a onsiderada aisladamente, era pequefia rand encia de las «economias avanzadas» jo a una de éstas. Pero, como hemos visto, gun! economias avanzadas preparada, para un, tiempo \ ‘monopolizarlo todo 0 casi todo, Sus Perspectivas g Esto es precisamente Jo que consi; iguid la industria byi ted udada por el agresivo apoyo del gobierno inglés. En tem ja Revolucién industrial puede considerarse, salyo eny iniciales, hacia 1780-1790, como el triunfo del mercado, el interior: en 1814 Inglaterra exportaba cuatro yardas detela por cada tres consumidas en ella; en 1850, trece por cada ochajs e esta creciente marea de exportaciones, la importancia mayor), los mercados coloniales o semicoloniales que la metrépolite. rior. Durante las guerras napolednicas, en que los mereados z terminadas las guerras, aquellos mercados continuaron afirméndose, ), abierta Europa de nuevo a las importaciones britanicas, consumié llones de yardas de algodones ingleses, y América —excepto los Es dos—, Africa y Asia consumieron 80 millones; pero en 1840 Eun iria 200 millones de yardas, mientras las «zonas subdesarrolladast estas zonas, la industria britinica habia establecido un mon de la guerra, las revoluciones de otros paises y su propio ge al. Dos regiones merecen un examen particular. América Lalit! *pender virtualmente casi por completo de las importaciones bith guerras napolednicas, y después de su ruptura con Espafity virtié casi por completo en una dependencia econdmice de cualquier interferencia politica de los posibles eum Pais. En 1820, el empobrecido continente alu de telas de algodén inglés que Europa; en 18407 Indias Orientales habian sido, como hemos hercancias de algodén, impulsadas po tot a nuevos intereses industriales P! if antiles de las Indias Orientales 8°14 mente desindustrializada y 8 CO yc es de Lancashire: en 1820, LAERA DELAREVOLUCION, 1789-1848 _Esto suponia no sdlo una satisfactoria extensién de mer- sino también un hito importantisimo en Ja historia del alee mas remotos tiempos Europa habfa importado siem- mundo, PU mucho mas de lo que alli vendia, por ser poco lo que los mer- predeorient’ pedian a Occidente a cambio de las especias, sedas, indianas, cados over ‘se compraban alli. Por primera vez las telas de algodén para jays et» de voluctdn industrial trastrocaban esas relaciones que hasta e habian equilibrado por una mezcla de exportaciones de metal y la- ED Solamente la conservadora y autarquica China se negaba a comprar ini. SOnte o las economias controladas por Occidente le ofreefan, has- loge ete 1815 y 1842, los comerciantes occidentales, ayudados por los tages err cidentales, descubrieron un producto ideal que podria ser expor- en masa desde la India a Oriente: el opio. t fies El algodén, por todo ello, ofrecia unas perspectivas ors bie tentar a los negociantes particulares a emprender la aventura de la Revolu- cién industrial, y una expansion lo suficientemente rapida como para requerir esa revolucion. Pero, por fortuna, también ofrecia las demas condiciones que jahacian posible. Los nuevos inventos que Jo revolucionaron —las maquinas de hilar, los husos mecnicos y, un poco mas tarde, los poderosos telares— ty eran relativamente sencillos y baratos y compensaban en seguida sus gastos *S que la metigy ge instalacion con una altisima produccién. Podian ser instalados —si era . €n que losmey preciso, gradualmente— por pequefios empresarios que empezaban con unas bastante naturd) cuantas libras prestadas, pues los hombres que controlaban las grandes con- ntinuaron afiml centraciones de riqueza del siglo xvili no eran muy partidarios de invertir s britdnicas, ott cantidades importantes en la industria. La expansion de la industria pudo fi- ica —exceptol nanciarse facilmente al margen de las ganancias corrientes, pues la combina- 19408 cién de sus conquistas de vastos mercados y una continua inflacién de pre- ani ‘108 produjo fantasticos beneficios. «No fueron el cinco 0 el diez por ciento, sino centenares y millares por ciento los que hicieron las fortunas de Lanca- dou shire», dirfa mds tarde, con raz6n, un politico inglés. En 1789, un ex ayudante estableci@®™, de pafiero como Robert Owen podria empezar en Manchester con cien libras paises ¥ sural Prestadas y en 1809 adquirir la parte de sus socios en la empresa New Lanark “lag ob : Came). tes atte es; pero en ynas subdes icular. sll ue Por 84.000 libras en dinero contante y sonante, Y éste fue un episodio is mportac! ‘¢ ao modesto en la historia de los negocios afortunados. Téngase en rupture con Pre pe hacia 1800, menos del 15 por 100 de las familias briténicas te- acid Tenta superior a cincuenta libras anuales, y de ellas sélo una cuarta dene” pl Parpetaba las doscientas libras por afio.!! ee ent? ‘tha ie !a fabricacién del algodén tenia otras ventajas. Toda la materia pri- pn 1s) dhisicns de fuera, por lo cual su abastecimiento podia aumentarse con los ropas tud y, ee utilizados por los blancos en las colonias —esclavi- Mocedimientos ‘Nuevas areas de cultivo— mas bien que con los lentisimos "ational nen agricultura europea. Tampoco se vefa estorbado por los ni de los agricultores europeos.!? Desde 1790 la industria % contré su suministro, al cual permanecié ligada su : . ecién abiertos estados del sur de los Estados Uni- os | algodén, adolecié a Ia |, zada produccién pudo extende, le ly. (principalmente en Europa TSE op ecia sobre todo. Pues el camin dana el siglo xVill, tanto en Sajonia y Normand’ | truir talleres, sino extender el llamado sist ia en el que los trabajadores —unag feo dong, ntes, otras, campesinos con tiempo libre ene el material en bruto en sus casas, con sus tien recibiéndolo de y entregandolo de nuevo a log ment a punto de convertirse en empresarios.'3 Claro est4 cule a como en el resto del mundo econémicamente propre sién en el periodo inicial de industrializacién coninug Incluso en la industria del algodén, esos procedimieniossgat ediante la creacién de grupos de tejedores manuales domésicg fan a los niicleos de los telares mecanicos, por ser el trabajo ‘Mana ) mas eficiente que el de las maquinas. En todas partes, e| teense bo de una generaci6n, y en todas partes los tejedores manual j lentamente, a veces rebelandose contra su terrible destino, cuaniy | MY ustria no los necesitaba para nada. Ill i pues, la opinién tradicional que ha visto en el algodén el primer pas ion industrial inglesa es acertada. El algodén fue la primera ionada y no es facil ver qué otra hubiera podido impulsar® ipresas privadas a una revolucién. En 1830 la ailgodonert ia briténica en la que predominaba el taller 0 «titania ivado de los diferentes establecimientos preindi sas Maquinaria). Al principio (1780-1815) et cardar y realizar algunas otras operaciones aa vel ampliaron también para el tejido. Las fabricas ¢ gob es legales —Factory Acts— se referian, fueroDs’ o delostt € talleres textiles, con absoluto predomil? it | fabril en las otras ramas textiles S° esa co mn las demas manufacturas era casi inqustis or, utilizadas ya por numerosas 0% de la de la minerfa. Puede & en su sentido moderno se a?" odén en el Reino aki lend prosper ‘anon, Sus oscilaciones de ‘cucowcion, S6lo la agricultura ‘cnt isblemente, Progresivo, |; ontinud siendy mientos se ex. €s domésticos rabajo manual tes, el tejer se ores manuales stino, cuando +1 primer pas? la primera if impulsar a 105 sdonera era !8 aderia» (nom dustriales 4° stas maquin®® : secundarias: LAERA DE LA REVOLUCION, 1789-1848 Esto no es subestimar los esfuerzos realizados para la bath trial en otras ramas de la produccién, sobre todo Ei las, dcindarete gee as de la alimentacién y bebidas, en la construccién de utensilios domeésticos, muy estimuladas por el rapido crecimiento de las ciudades, Pero, en primer jugar, todas ellas empleaban a muy poca gente: ninguna de ellas se acercaba ni remotamente al millén y medio de personas directa o indirectamente em- pleadas en la industria del algod6n en 1833.5 En segundo lugar, su poder de transformacién era mucho mas pequefio; la industria cervecera, que en mu- chos aspectos técnicos y cientificos estaba mds avanzada y mecanizada, y hasta revolucionada antes que la del algodén, escasamente afecté a la econo- mia general, como lo demuestra la gran cervecera Guinness de Dublin, que dejé al resto de la economia dublinesa ¢ irlandesa (aunque no los gustos loca- es) lo mismo que estaba antes de su creacién.'6 La demanda derivada del al- godén—en cuanto a la construccién y demas actividades en las nuevas zonas industriales, en cuanto a maquinas, adelantos quimicos, alumbrado industrial, buques, etc.— contribuyé en cambio en gran parte al progreso econémico de Gran Bretafia hasta 1830. En tercer lugar, la expansién de la industria algodo- nera fue tan grande y su peso en el comercio exterior britanico tan decisivo, que dominé los movimientos de la economia total del pais. La cantidad de algodén en bruto importado en Gran Bretafia pas6 de 11 millones de libras en 1785 a 588 millones en 1850; la produccién total de telas, de 40 millones a 2.025 millones de yardas.'? Las manufacturas de algod6n representaron entre el 40 y el 50 por 100 del valor de todas las exportaciones britanicas entre 1816 y 1848. Si el algodén prosperaba, prosperaba la economia; si decafa, languide- ofa esa economia. Sus oscilaciones de precios determinaban el equilibrio del comercio nacional. Sdlo la agricultura tenia una fuerza comparable, aunque declinaba visiblemente. No obstante, aunque la expansién de la industria algodonera y de la econo- mia industrial dominada por el algodén «superaba todo cuanto la imaginacién nds roméntica hubiera podido considerar posible en cualquier circunstancia»,! Su progreso distaba mucho de ser uniforme, y en la década 1830-1840 suscit6 los mayores problemas de crecimiento, sin mencionar el desasosiego revolu- cionario sin igual en ningun periodo de la historia moderna de Gran Bretafia. Primeros tropiezos de la economia industrial capitalista se reflejaron en una marcada lentitud en el crecimiento y quiza incluso en una disminucién de larenta nacional britanica en dicho periodo.! Pero esta primera crisis general Sapitalista no fue un fendmeno puramente inglés. xo més graves consecuencias fueron sociales: la transicién a la nueva cred miseria y descontento, materiales primordiales de la revolu- ial. Y en efecto, la revolucién social estallé en la forma de levanta- \taneos de los pobres en las zonas urbanas € industriales, y dio revoluciones de 1848 en el continent y al vasto movimiento ca- Eldescontento no se limitaba'a*0s bajs AR) lores sencillos ¢ in, ando las maquinas q 9 también una cantidad —g, 10s y granjeros simpatizaron yr considerarse también Victimas ‘ovadores egoistas. La explotacién de} rake ‘obrero a un nivel de subsistencia, Permitiongy tt cios que financiaban la industrializacién y aly ba el antagonismo del proletariado, Pery tam acion de la renta nacional del pobre al Tico, del a sontrariaba al pequefio empresario. Los grandes ia omunidad de los rentistas nacionales y extranjeros ios los demds pagaban de impuestos —alrededor de ‘renta nacional—,”° eran quiza mas impopulares todayig s negociantes, granjeros y demés que entre los braceros s sabian de sobra lo que eran el dinero y el crédito para no seniy | por sus perjuicios. Todo iba muy bien para los ricos, cuanto erédito necesitaran para superar la rigida defacény todoxia monetaria de la economia después de las guerrasna cambio, el hombre medio era quien sufria y quien en ods las épocas del siglo xix solicitaba, sin obtenerlos, un fitil ibilidad financiera.2! Los obreros y los pequefios burguests encontraban al borde de un abismo y por ello mostraban¢) to, que les uniria en los movimientos de masas del «radice acia» o el «republicanismo», entre los cuales el radical it 10 francés y el demécrata j niano norteamericano se idables entre 1815 y 1848. . desde el punto de vista de los capitalistas, esos problems aban al progreso de la economia si, por algtin horrible acc el orden social establecido, Por otra parte, parecia habe al proceso econémico que amenazaban a su pri ancia. Si los réditos del capital se reduci ace 1ombres producfan s6lo por la ganancia vol temido por los economistas. baja? dentes fueron el ciclo comercial de al28) Mi. ‘linar y (lo que venia a ser lo mismo) i all’ inversiones provechosas. El prime” fue oF los criticos del capitalismo e" 5 ° ¥ considerarlo como parte integ™™ intoma de sus inherentes ©"), para no sentiy los ricos, que da deflaciény as guerras na. juien en todas erlos, un facil fios burgueses » mostraban el s del «radica s el radical in- americano se 30s problemas horrible acct parecia habet a su princl in a cero, cia volveria® LAERA DELA REVOLUCION, 1789-1848 "i riodo que estudiamos. También eran frecuentes en Inglaterra, al mei 1793, las crisis periddicas en los pequefios Destiny fabriles ineteeel Después de las guerras napoleénicas, el drama periddico de las grandes alzas caidas —en 1825-1826, en 1836-1837, en 1839-1842, en 1846-1848— do- minaba claramente la vida econémica de una nacién en paz. En la década 1830-1840, la verdaderamente crucial en la época que estudiamos, ya se re- conocia vagamente que eran un fenémeno periddico y regular, al menos en el comercio y en las finanzas.% Sin embargo, se atribuian generalmente por los hombres de negocios a errores particulares —como, por ejemplo, la superes- peculacién en los depésitos americanos— o a interferencias extrafias en las placidas operaciones de la economia capitalista sin creer que reflejaran algu- na dificultad fundamental del sistema. No asi la disminucién del margen de beneficios, como lo ilustra clara- mente la industria del algodon. Inicialmente, esta industria disfrutaba de in- mensas ventajas. La mecanizacién aumenté mucho la productividad (por ejemplo, al reducir el costo por unidad producida) de los trabajadores, muy mal pagados en todo caso, y en gran parte mujeres y nifios.25 De los 12.000 operarios de las fabricas de algodén de Glasgow en 1833, solo 2.000 perci- bian un jornal de 11 chelines semanales. En 131 fabricas de Manchester los jornales eran inferiores a 12 chelines, y s6lo en 21 superiores.2 Y la cons- truccién de fabricas era relativamente barata: en 1846 una nave para 410 ma- quinas, incluido el coste del suelo y las edificaciones, podia construirse por unas 11,000 libras esterlinas.2’ Pero, por encima de todo, el mayor costo —el del material en bruto— fue drdsticamente rebajado por la rapida expansién del cultivo del algodén en el sur de los Estados Unidos después de inventar Eli Whitney en 1793 el almarrd. Si se afiade que los empresarios gozaban de la bonificacién de una provechosa inflacién (es decir, la tendencia general de los precios a ser mds altos cuando vendian sus productos que cuando los ha- cian), se comprendera por qué los fabricantes se sentian boyantes. Después de 1815 estas ventajas se vieron cada vez mas neutralizadas por lareducci6n del margen de ganancias. En primer lugar, la Revolucién indus- trial y la competencia causaron una constante y dramatica caida en el precio del articulo terminado, pero no en los diferentes costos de la produccién.** En segundo lugar, después de 1815, el ambiente general de los precios era de deflacién y no de inflacién, o sea, que las ganancias, lejos de gozar de un alza, padecian una ligera baja. Asi, mientras en 1784 el precio de venta de una libra de hilaza era de 10 chelines con 11 peniques, y el costo de la mate- tia bruta de dos chelines, dejando un margen de ganancia de 8 chelines y 11 Peniques, en 1812 su precio de venta era de 2 chelines con 6 peniques, el. cos- 10 del material bruto de 1 con 6 (margen de un chelin) y en 1832 su precio de Venta 11 peniques y cuarto, el de adquisicién de material en bruto de 7 peni- el de beneficio no llegaba a los 4 peni . y el margen fi » Hegaba + ) ERICHOBSBAWM ~ , itir una gran acumulacién de capital en la manufacty : Jas ventas totales seguian ascendiendo, el total de ingresos as, ‘también, aunque la unidad de ganancias fuera menor. Todo lo que a necesitaba era continuar adelante hasta llegar a una expansion astronémics ‘Sin embargo, parecia que el retroceso de las ganancias tenia que detenerse g al menos atenuarse. Esto s6lo podia lograrse reduciendo los costos. Y de t ; dos los costos, el de los jornales —que McCulloch calculaba en tres veces A importe anual del material en bruto— era el que mas se podia comprimir. a — Podia comprimirse por una reduccién directa de jornales, por la sustit cidn de los caros obreros expertos por mecanicos mas baratos, y por la coy a petencia de la maquina. Esta iltima redujo el promedio semanal del jornal ie fostejedores manuales en Bolton de 33 chelines en 1795 y 14 en 1815. * chelines y 6 peniques (0, mds practicamente, un ingreso neto de 4 chelines ; un penique y medio), en 1829-1834.3! Y los jornales en dinero siguieron dis minuyendo en el periodo posnapolednico. Pero habia un limite fisiolégico a tales reducciones, sino se queria que los trabajadores murieran de hambi como les ocurrié a 500.000 tejedores manuales. Sdlo si el c di ida Sekitcced os Ria mas alla de ese punto los yoni ae mn Opin ii ificialn 3 BU Miathect tenses rorco mee mendas tarifas protectoras con las que un Parlan See eae enyuelto a la agricultura britanica después te ee Seemann leyes de cereales. Lo cual tenfa ademas | eee iene one imiento esencial de as exportaciones inglesas. Pues ot SOE Sar MSG lesioactetinncdia vendersus reedustee co cren non idea Rete teciictdcinariutsctaradoe ler sus productos agrarios, ,cémo als jue proporcionarle? Manchester se eG vi ere ee Tada ereciente oposicién militante al eee Cor sen particular y en la espina dorsal eh ientismo en general y a las 8-1846, fecha en que dichas | al de la Liga Anti-Corn Law entre abolicion anllievs prince, Cereales se abolieron, aunque su ue antes de apes des Perea ul? del coste de ta vida, y es dude > ASI uso la libre importacion de sere i ceablerehpodidalala idustria se vefa obligada a ea caicias a eencse (lo que reduciria los ializarse y a aumentar su pro mente mas bien | aa tise i ien la forma de una ‘aquinaria ya existente que la de una abso pidiondueiaypresiine ; = 18001820 esta innovacion réonic® 9 patentes nuevas de te ‘en 1820-1830, 86 en 1830-1840 y 156 en la décas? yr est, pain Fries aca sie qu, en las C raiecostosa— de fnente por las mi insmereancias de “Hate sea en pot ‘uls0s evan cami ‘Sacllamente. of tue 06 ‘pag oS bri 19S jomal 2 ania iq 08, a i nto tenn sUerras: las, : ‘on taja de amenes S Si al resto delmy yroductos agra Gran Bretaiait el centro dels tismo — eal jiga Anti-Com se abo ste de lam i hubie teen 1830. Por otra parte, aunque la a periodo posnapolednico, no lo hizo con una ampli _ np mummy teet mitad del siglo. or : i ‘Una presion parecida habia sobre el tipo de interés Sienioirto taal 5 ria contempordnea asimilaba al beneficio. Pero su oraneagcceae jente fase del desarrollo industrial: la construecién de una i eee de bienes de produccién. industria basica IV Es evidente que ninguna economia industrial puede desenvolverse mas alla de cierto punto hasta que posee una adecuada capacidad de bienes de roduccién. Por esto, todavia hoy el indice més seguro del poderio industrial de un pais es la cantidad de su produccién de hierro y acero. Pero también es evidente que, en las condiciones de la empresa privada, la inversion —suma- mente costosa— de capital necesario para ese desarrollo no puede hacerse facilmente, por las mismas razones que la industrializacién del algod6n o de otras mercancias de mayor consumo. Para estas tiltimas, siempre existe —aunque sea en potencia— un mercado masivo: incluso los hombres mas modestos llevan camisa, usan ropa de casa y muebles, y comen. El problema es, sencillamente, c6mo encontrar con rapidez buenos y vastos mercados al alcance de los fabricantes. Pero semejantes mercados no existen, por ejem- plo, para la industria pesada del hierro, pues solo empiezan a existir en el transcurso de una Revolucion industrial (y no siempre), por lo que aquellos que emplean su dinero en las grandes inversiones requeridas incluso para montar fundiciones modestas comparadas con las grandes fabricas de algo- dén), antes de que ese dinero sea visible, mas parecen especuladores, aventu- reros 0 sofiadores que verdaderos hombres de negocios. En efecto, una secta de tales aventureros especuladores técnicos franceses —los sansimonianos— actuaban como principales propagandistas de la clase de industrializacion ne- cesitada de inversiones fuertes y de largo alcance. Estas desventajas concernian particularmente a la metalurgia, sobre todoa la del hierro, Su capacidad aument6, gracias a unas pocas ¥ sencillas innova- ciones, como la pudelacion y el laminado en la década de 1780-1790, pero la demanda no militar era relativamente modesta, y la militar, aungue abundante gracias a una sucesion de guerras entre 1756 y 1815, remitié mucho después de Waterloo, Desde luego no era lo bastante grande para convertir a Gran Bre- tafa en un pais que descollara en la produccion de hierro. En 1790 superaba a Francia sélo en un 40 por 100, sobre poco mas 0 menos, © incluso en su produccién total era menos de la mitad de toda la conta junta, y no ba del cuarto de millén de toneladas. La participacion wglesa en la produc- cién mundial de hierro oe oe isminuit en is proximas déeadas: ia lo mismo con la mineria, que era Principay. lic ‘tenia la ventaja de ser no s6lo la mayor ial del siglo xix, sino también el mas importante combust, ‘eracias sobre todo a la relativa escasez de bosques en Gray, ‘crecimiento de las ciudades (y especialmente el de Londres) hg. que la explotacién de las minas de carbon se extendiera répidamen. asde el siglo xvi. A principios del siglo xviii, era sustancialmente una pr. jndustria moderna, empleando incluso las mas antiguas maquinas de (inventadas para fines similares en la mineria de metales no ferrosos, _ principalmente en Cornualles) para sondeos y extracciones. De aqui que Ig industria carbonifera apenas necesitara 0 experimentara una gran revolucién, técnica en el periodo a que nos referimos. Sus innovaciones fueron mas bien mejoras que verdaderas transformaciones en la producci6n. Pero su capaci- dad era ya inmensa y, a escala mundial, astrondmica. En 1800, Gran Bretafia produjo unos diez millones de toneladas de carbon, casi el 90 por 100 de la produccién mundial. Su mas proximo competidor —Francia— produjo me- nos de un mill6n. Esta inmensa industria, aunque probablemente no lo bastante desarrolla- da para una verdadera industrializacién masiva a moderna la, era lo sufi- cientemente amplia para estimular la invencién basica que iba a transformar a las principales industrias de mercancias: el ferrocarril. Las minas no sélo requerian maquinas de vapor en grandes cantidades y de gran potencia para su explotacion, sino también unos eficientes medios de transporte para trasla- dar las grandes cantidades de carbén desde las galerias a la bocamina y espe- cialmente desde ésta al punto de embarque. El «tranvia» o «ferrocarril» por el que corrieran las vagonetas era una respuesta evidente. Impulsar esas va- gonetas por maquinas fijas era tentador; impulsarlas por maquinas moviles ‘no parecia demasiado impracticable. Por otra parte, el coste de los transportes por tierra de mercancias voluminosas era tan alto, que resultaba facilisimo convencer a los propietarios de minas carboniferas en el interior de que la utilizacion de esos rpidos medios de transporte seria enormemente ventajos4 ‘para ellos. La linea férrea desde la zona minera interior de Durham hasta la costa (Stockton-Darlington, 1825) fue la primera de los modernos ferrocarti- ‘Técnicamente, el ferrocarril es el hijo de la mina, y especialmente de las de carbén del norte de Inglaterra. George Stephenson empez6 a gana ‘maquinista en Tyneside, y durante varios afios todos los com as se reclutaban virtualmente en sus respectivas 20n@s Pastante Scala, eralay © iba a tranioy Las minasmj gran potentisp \sporte para tal bocaminay® ) «ferrocartltt Impulsaress! ndquinas de los tran? ultaba fl nterion 2% emente ws Durham ep en 1827, en Francia en 1828 y 1835, en Alemania y Bélgica en 1835 y en Ru- sia en 1837. La razén era indudablemente que ningtin otro invento revelaba tan dramaticamente al hombre profano la fuerza y la velocidad de la nueva ; revelacion atin mas sorprendente por la notable madurez técnica que demostraban incluso los primeros ferrocarriles. (Velocidades de sesenta mi- las a la hora, por ejemplo, eran perfectamente alcanzables en 1830-1840 y no fueron superadas pot los ferrocarriles de vapor posteriores.) La locomoto- ra lanzando al viento sus penachos de humo a través de paises y continentes, Jos terraplenes y tiineles, los puentes y estaciones, formaban un colosal con- junto, al lado del cual las pirdmides, los acueductos romanos ¢ incluso la Gran Muralla de la China resultaban pdlidos y provincianos. El ferrocarril constitufa el gran triunfo del hombre por medio de la técnica. Desde un punto de vista econdmico, su gran coste era su principal venta- ja. Sin duda su capacidad para abrir caminos hacia paises antes separados del ‘comercio mundial por el alto precio de los transportes, el gran aumento en la yelocidad y el volumen de las comunicaciones terrestres, tanto para personas como para mercancias, iban a ser a la larga de la mayor importancia. Antes de 1848 eran menos importantes econdmicamente: fuera de Gran Bretafia porque los ferrocarriles eran escasos: en Gran Bretafia, porque por razones geogrificas los problemas de transporte eran menores que en los paises con grandes extensiones de tierras interiores.5? Pero desde el punto de vista del que estudia el desarrollo econdmico, el inmenso apetito de los ferrocarriles, apetito de hierro y acero, de carbén y maquinaria pesada, de trabajo e inver- siones de capital, fue mas importante en esta etapa. Aquella enorme demanda era necesaria para que las grandes industrias se transformaran tan profunda- mente como lo habia hecho la del algod6n. En las dos primeras décadas del ferrocarril (1830-1850), la produccién de hierro en Gran Bretafia ascendié de 680.000 a 2.250.000 toneladas, es decir, se triplicé. También se triplicé en aquellos veinte afios —de 15 a 49 millones de toneladas— la produccién de carbén, Este impresionante aumento se debia principalmente al tendido de las vias, pues cada milla de linea requeria unas 300 toneladas de hierro sélo para los railes.*4 Los avances industriales que por primera vez hicieron posible Er “sane produccién de acero prosiguieron naturalmente en las sucesivas LAERA DE LA REVOLUCION, 1789-1848 _ Laraz6n de esta stibita, inmensa y esencial expansién estriba en la pa- sién, aparentemente irracional, con la que los hombres de negocios y los in Versionistas se lanzaron a la construccion de ferrocarriles. En 1830 habia es- Sean unas decenas de millas de vias férreas en todo el mundo, casi = 7" en la linea de Liverpool a Manchester. En 1840 pasaban de las 4.500 y : 50 de las 23.500. La mayor parte de ellas fueron proyectadas en unas manta de frenesi especulativo, conocidas por las «locuras del de 1835-1837, y especialmente de 1844-1847; casi todas se cons- parte con capital britanico, hierro britanico y mAquinas y téc- 25 Inversiones tan descomunales parecen it s hes jos o empresas; lama 5 0 gunos absolutamente mayor parte proporci peDIbs! jutamente ninguno: en | Porcionaba en los ferrocarriles britanic 855 el interés noes omotor s, especuladores, etc. Bsn era de un 3,7 i inversionista corriente no pasaba di im beneficios ye. 100. | 0, en 1840'se habian invertido i Jereic\peried tht See : i F jan invertid é iefio tant mn mes de libras esterlinas, y 240 tido ilusionadament: tO por ei Baul lect St ecraieihgeieney lave © en Foal ciones de la Revolucion industri inglaterra en las a iS c een say en tan grandes ‘a que las clases = Primeras genera. Noes Peiiiircs El Precoriinven ible eer OnE le libras esterli it invertible en 18. osibilida lanzaron erlinas.)” Sin d 40-1850 e nizaron a malgastar luda las socied se calcula en ds {ijostdimas jgastar una gran part iedades feud ula en 60 mi construcci fe de esas lal y aristocratic 4 di ieciones ee rentas A locratic ai a iietexiyaenns iitfasdcniintiedn sitesi libertnge heredero, a medi , cuya renta normal tiecondmicas.** Asi aS Peeelerc! iados del sigl era principe si, el sexto plotar Patiaavhrrpidlendot Eepuiimilionde librased cee i Fsus fincas. Pero ‘otk cae Biiiciayn librastdésdeudas i 4 ini deve sh de la clase Se y dedicéndose a eaarnlotinssinte faitredtivormés:bien-qu que formaba el nii oo ie riko erica ae 2 or los man S jujeres em) icientemente ri andi S Beis s de etiqueta rs peaati convertirse ed nel er intedosy acelebi sus capillas en pom maltiplicaron en aque namietes ites ee su gloria Feletiivarosul y costosos estilos, ei ae eee struosidades civil construyendo esos hoibles wunicipales.*° cto y napoledni iles, imitaci i halal oraeet polednico registraban Rate goticas 0 rent algunas moderna n orgullo los cronis- de aquellas Re listens habs eieSaiastondinhaban: probable. Vi iisitonesvocal ddudado en em brienta, inuaban le. Virtual i sociales. Pero en yest facurn Im nu _brienta, cuya hambre era | iimnde et libres de impuestos, asl te la Ce bi en i a ee medio de una poblacién ham aran quella 5 : tenfan con empleai acumulacion. Y como i gue encontrar ea a pices en medias de lam v tues . stino: dom fit disponil 20, pero insufici para ellos. Pero dt ‘oral oils para pecans para absorber & ase Ee inedocpelice aun suponiendo que el capital necesario apsotte” ponja oO LA ERA DE LA REVOLUCION, 1789-1848 53 2 “icy! de 1820-1830, y los norteamericanos en la siguiente, no tardaron en conver- tirse en papeles mojados: de veinticinco empréstitos a gobiernos extranjeros Men concertados entre 1818 y 1831, dieciséis (que representaban més de la mitad 36 ey By de los 42 millones de libras esterlinas invertidos en ellos) resultaron un fraca- so. En teoria, dichos empréstitos deberian haber rentado a los inversionistas dos ne del 7 al 9 por 100, pero en 1831 sdlo percibieron un 3,1 por 100. {Quién no “a8 ag ea, se desanimaria con experiencias como la de los empréstitos griegos al 5 por Uy 100 de 1824 y 1825 que no empezaron a pagar intereses hasta 187074 Por lo Pri tanto, es natural que el capital invertido en el extranjero en los auges especu- Ose Caleta lativos de 1825 y 1835-1837 buscara un empleo menos decepcionante. ‘udal Vari Mt John Francis, reflexionando sobre el frenesi de 1815, hablaba del hombre Na Vida de rico «que vislumbraba la acumulacién de riqueza —la cual, con una pobla- micas. Ale cién industrial, siempre supera los modos ordinarios de inversién— emplea- i da legitima y justamente ... Veia el dinero que en su juventud habia sido em- Si nae : Sta llegbatia, pleado en empréstitos de guerra y en su madurez malgastado en las minas aS de deudisqe, _ suramericanas, construyendo caminos, empleando trabajadores y aumentan- \0 y dedicéndag do los negocios. La absorcién de capital (por los ferrocarriles) fue una absor- que formed cin. aunque infructuosa, al menos dentro del pais que lo producia. A diferen- e derrochad a cia de las minas y los empréstitos extranjeros (los ferrocarriles), no podian + .ontementetith gastarse o desvalorizarse absolutamente».4 ficient Si ese capital hubiese podido encontrar otras formas de inversién dentro sonvertirse 4 del pais —por ejemplo, en ‘edificaciones—, es una pregunta puramente acadé- licaron et age, mica, cuya respuesta es dudosa. En realidad encontré-los ferrocarriles, cuya ost0s08 ail! creacion rapidisima y en gran escala no hubiera sido posible sin ese torrente de yo n@ dinero invertido en ellos, especialmente a mediados de la década 1830-1840. ruven 0 Lo cual fue una feliz. coyuntura, ya que los ferrocarrles lograron resolver vir- aciones ‘ ol tualmente y de una vez todos los problemas del crecimiento econémico. ors 1 con O af jo pri aie oA cial ee Investigar el impulso para la industrializacién constituye s6lo una parte dei id, aie latarea del historiador. La otra o . s, la adaptacion de la economia y la Para mantener la nueva y revolucionaria ruta. eid El primer factor, y quizé el mas crucial que hubo de movilizarse y desple- ans una economia industrial significa una violent ¥ en la poblacién agricola un nte (como ocurri Vv 54 ERIC HOBSBAWM. una pequefia atencién racional a la crianza de animales, vos, abonos, instalacién de granjas o siembra de nuevas se ecu, producir resultados insospechadbos. ~ Dll REVOIMGIGMNAUSHHID! haciendo posibles los primeros pasos dele mento de poblacién, por lo que el impulso siguié adelante, aunque ya britdnico padeciera mucho con la baja que se prod ca se produjo en los precios anon as mente elevados durante las guerras napoleénicas. Tal. i GinversionMereapitales, !os cambios del perfodo aqui estudiado fueron p y P y i 7 rt ‘ bablemente de una razonable modestia hasta , década en laculg ‘4 os a . El gray aumento de produccién que permitié a la agricultura britanica en 1830-1849 proporcionar el 98 por 100 de la alimentacion a una poblacién entre tres vec mayor que la de mediados del siglo xvi, ‘@BRNCaRTGRBSD), (2 4 GQGPEIGA general cométodos descubiertos a principios del siglo anterior pie stl Gin edd la racionalizacién y expansion de las areas de cultivo. i os Te {0 C0! F os pure. De Pero todo ello se logré por una transformacién social més bien que éeni- mail i Fe ca: por la liquidacién de los cultivos comunales medievales con su campo jaaaliansminie! abierto y pastos comunes (el «movimiento de cercados»), de la petulancia de PaOMNallae tampesing ¥ la agricultura campesina y de las caducas actitudes anticomerciales respecto uli amen de ado a la tierra. Gragias/ala'evolucién preparatoria de los sighos xvia xvilhest ee bt ‘(BlomsolueionradicaleprODIEMABAAR. gue hizo ce Inglaterra un pase Yay MMi escasos grandes terratenientes, de un moderado numero de arrendatarios Nr Ma) hy Ne [ily la tales y de muchos labradores jornaleros, se consiguié con un minimumé® Tiga Siggy perturbaciones, aunque intermitentemente se opusieran a ella no sélo las des i dichadas clases pobres del.campo, sino también la tradicionalista clasemed® Mig, Til rural. El «sistema Speenhamland» de modestos socorros, adoptado espon™ neamente por los hacendados en varios condados durante y después 414" de hambre de 1795, ha sido considerado como el ultimo intento sistem salvaguardar a la vieja sociedad rural del desgaste de los pagos al comes Las Corn Laws con las que los intereses agrarios trataban de prouee™ branza contra la crisis que siguié a 1815, a despecho de toda ortodo nomica, fueron también en parte un manifiesto contra la tend agricultura como una industria cualquiera y ju: lucro; Pero no pasaron de ser acciones de retaguardia contra la in final del capitalismo en el campo y acabaron siendo derrotadas por ep avance de la ola de la clase media a partir de 1830, por la nueva IY" de 1834 y por la abolicién de las Corn Laws en 1846. social En términos de productividad econdmica, esta transformaciO’ sume un éxito inmenso; en términos de sufrimiento humano, una age yal alt tada por la depresién agricola que después de 1815 redujo al pelt tan hg miseria més desmoralizadora. A partir de 1800, incluso UM Pat yp You asta del movimiento de cercados y el progreso agricola com? Gea Sus efectos sociales.47 Pero también Otacign mil LA ERA DE LA REVOLUCION, 1789-1848 Oty in Milla: bia ON antes no industrial ‘La poblacién rural en el pais 0, en forma de inmigracién . Pree (sobre todo irlandesa), en el extranjero, fueron las principales fuentes abiertas O§ dar ty % de} sos pequiefios productores y trabajadores pobres.8 Los hombres por los diver debieron de vel mis probable- poco propicios aceptarlas. El afan de libera mulo més efectivo, al que se z libertad de las ciudades. Por diferentes razones, la rse atraidos hacia las nuevas ocupaciones, 0, si—como es lo se mantuvieron en un principio inmunes a esa atracci6n y a abandonar sus tradicionales medios de vida, obligados a arse de la injusticia econdmica y social era el esti dian los altos salarios en dinero y la mayor eran todavia das con las de la segunda relativamente débiles en nuestro periodo compara mitad del siglo xix i (GiiiollaMellhambretenelanda. para pro y medio de habitantes de una poblacién total que se hizo corriente después de Sin embargo. ir una emigracion en masa (mill6n de ocho y medio en 1835-1850) | Ncanz6 grad , el desarrollo in- fe la pequefia burguesia, mas bien quel ae dustrial britanica ales conse % jist GUMMBB relativo bienestar de su clase campesinagy pet ap requerido.s? ificiente de trabajadores, y otra adqui- a del siglo xx ha demos- resolver. En primer lu- Una cosa era adquirir un namero tir una mano de obra experta y eficaz. La experienc trado que este problema es tan crucial como dificil de gar 1 omertia fa; por ejemplo, con arreglo a un ritmo diario ininterrumpido, completamente diferente del de las estaciones en el campo, o el del taller ma- nual del artesano independiente. También tiene que aprender a adaptarse a los estimulos pecuniarios. Los patronos ingleses entonces, como ahora los surafricanos, se quejaban constantemente de la «indolencia» del trabajador 0 de su tendencia a trabajar hasta alcanzar el tradicional salario semanal y lue- g0 detenerse. La soluci6n se encontré estableciendo una disciplina laboral draconiana (en un cédigo de patronos y obreros que inclinaba la ley del lado daly Primeros, etc.), pero sobre todo en la practica —donde era posible— de Ttribuir tan eseasamente al trabajador que éste necesitaba trabajar intensa~ Tite toda la semana para alcanzar unos salarios minimos (véanse pp. 190- eta algodoneros di hasta el punto de que en los telares 0s de Inglaterra, entre 1834 y 1847, una cuarta parte de los trabaja- dor . eS eran varones adultos, mas de la mitad mujeres y chicas y el resto mu- thos menores de dieciocho afios.5! Otro procedimien a. roceso de Tai que refleja la pequefia escala y el lento pi la practica de! wiali * slizaciop en aquella primera 15S ERY hacer — Tiare’ a los verdader sus inexpertos auxi- - En la industria del afgodén, por ejemplo, unos dos tercios de mucha- che : '°S Y un tercio de muchachas estaban «a las ordenes directas de otros obre- ERIC HOBSBAWM ros» y, por tanto, mas estrechamente vigilados, y, fuera de las fabricas Dh, piamente dichas, esta modalidad estaba todavia mas extendida, Ey «Subp, trono» tenia, desde luego, un interés financiero directo en que sus operan, i alquilados no flaqueasen. Mn 3 8 Era ms bien dificil reclutar o entrenar a un numero suficiente de Obreros expertos 0 preparados técnicamente, pues pocos de los procedimientos Prein. dustriales eran utilizados en la moderna industria, aunque muchos Oficiog, como el de la construccién, seguian en la practica sin cambiar. Por fortuna, 3 lenta industrializacién de Gran Bretafia en los siglos anteriores a 1789 habia conseguido un considerable progreso mecanico tanto en la técnica texti, como en la metaliirgica. Del mismo modo que en el continente el Cerrajero, uno de los pocos artesanos que realizaban un trabajo de precisién con los me. tales, se convirtié ene antepasado del constructor de maquinas al que algu. nas veces dio nombre, en Inglaterra, el constructor de molinos lo fue del «in. geniero» u «hombre de ingenios» (frecuente en la mineria). No es casualidad que la palabra inglesa «ingeniero» se aplique lo mismo al metaliirgico exper- to que al inventor y al proyectista, ya que la mayor parte de los altos técnicos fueron reclutados entre aquellos hombres seguros y expertos en mecdnica. De hecho, la industrializacién britanica descansé sobre aquella inesperada apor- tacién de los grandes expertos, con los que no contaba el industrialismo con- tinental. Lo cual explica el sorprendente desdén britanico por la educacién general y técnica, que habria de pagar caro mas tarde. Junto a tales problemas de provisién de mano de obra, el de la provisién de capital carecia de importancia. A diferencia de la mayor parte de los otros paises europeos, no hubo en Inglaterra una disminucion de pital inmediata- mente invertible. La gran dificultad consistia en que la mayor parte de quie- nes poseian riquezas en el siglo xvill —terratenientes, mercaderes, armado- tes, financieros, etc.— eran reacios a invertirlas en las nuevas industrias, que Por eso empezaron a menudo con pequefios ahorros 0 préstamos y se dese volvieron con la utilizacién de los beneficios. Lo exiguo del capital local hizo alos Primeros industriales —en especial a los autoformados— més duros, & Cafios y codiciosos, y, por tanto; més explotados a sus obreros; pero est0 1 fleja el imperfecto fluir de las inversiones nacionales y no su insuficienc!® Por otra parte, el rico siglo xvii estaba preparado para emplear su dinero Ciertas empresas beneficiosas para la industrializacion, sobre todo en tals Portes (canales, muelles, caminos y més tarde también ferrocarriles) y € on las que los propietarios obtenian rentas incluso cuando no las explo! directamente. sas, pemPeco habia dficultades respecto a la técnica del comercio y as nt” © piiblicas. Los bancos, los billetes de banco, las letras 4¢ or Sy Obligaciones, las modalidades del comercio exterior ¥ ‘eran cosas bien conocidas y numero: ote bi a hacerlo, Adem adibodiinidhes.cna (ide calls en sus asters de tla ¢ ‘smecnions extra ea enpraba to ‘tlhe | ire Compe LA ERA DE LA REVOLUCION, 1789-1848 a hacia tiempo que habian cafdo en desuso, siendo al fin abolidas —excepto en lo que concernia a la agricultura— en 1813-1835. En teoria, las leyes e insti- tuciones financieras 0 comerciales de Inglaterra eran torpes y parecian dicta- das mas para dificultar que para favorecer el desarrollo econdmico; por ejem- plo, exigia costosas «actas privadas» del Parlamento cada vez que un grupo de personas deseaba constituir una sociedad 0 compafiia andnima. lgageyoump i i —y a través de su influencia, al resto del continente—@iiaimaquin: De esta manera casual s siénco) | @SSRGRAIEREMSER |. Segin los patrones modernos era pequefia y arcaica, y su irias al que arcaismo 1e imperando hoy en Gran Bretafia. Para los de 1848 era monu- 0 10 fut mental, aunque sorprendente y desagradable, pues sus nuevas ciudades eran mds feas, su proletariado menos feliz que el de otras partes," y la niebla y el humo que enviciaban la atmésfera respirada por aquellas pélidas muchedum- bres disgustaban a los visitantes extranjeros. Pero suponia la fuerza de un mi- {lon de caballos en sus maquinas de vapor, se convertia en mas de dos millo- nes de yardas de tela de sod6n por afio, en mas de diecisiete millones de husos mecdnicos, extraia casi cincuenta millones de toneladas de carbon, im- portaba y exportaba toda clase de productos por valor de ciento setenta millo- nes de libras esterlinas anuales. Su comercio era el doble que el de Francia, su més préxima competidora: ya en 1780 la habia superado. Su consumo de algodén era dos veces el de los Estados Unidos y cuatro el de Francia. Produ- cia mas de la mitad del total de lingotes de hierro del mundo desarrollado econémicamente, y utilizaba dos veces mas por habitante que el pais proximo mas industrializado (Bélgica), tres veces mas que los Estados Unidos y sobre cuatro veces mas que Francia. Entre los doscientos y trescientos millones de capital britanico invertido —una cuarta parte en los Estados Unidos, casi una quinta parte en América Latina—, le devolvian dividendos e intereses de todas las partes del mundo.*4 Gran Bretafia era, en efecto, «el taller del mundo». Y tanto Gran Bretafia como el mundo sabian que la Revolucién industrial, iniciada en aquellas islas por y a través de los comerciantes y empresarios cuya Unica ley era comprar en el mercado mas barato y vender sin restricci6n en el més caro, estaba transformando al mundo. Nadie podia detenerla en este camino, Los dioses y los reyes del pasado estaban inermes ante los hombres } de negocios y las maquinas de vapor del presente.

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