EL REY DE LAS OREJAS
DE CABALLO
(Cuento)
Habia un rey que se cortaba el cabello sdlo una vez al afio.
Nadie se habia podido explicar e| porqué de esa rara costum-
bre. Pero lo peor de todo era que no se volvia a saber nada
de los barberos que le habian cortado el pelo. Un ajio, el rey
ordené que se echara suerte entre todos los peluqueros, y el
que sacara el palillo mas corto, era al que le tocaba cortarle
el cabello.
El desafortunado fue el hijo de una viuda. Ella por poco se
desmaya del susto. Pero ni lerda ni perezosa se fue al pala-
cio a pedirle al rey clemencia para su hijo.
—jA ver! {Quién ha dejado entrar a esta bruja? —grité el rey
con voz de trueno.
—jOh, sefior! —dijo la mujer. No me quites a mi hijo, que soy
viuda y si él me faltara, no sé qué seria de mi.
—éY qué tengo yo que ver con tu hijo? +e respondié el rey
cada vez mas enojado.
64—Es el que mafiana va a cortarte el cabello, +e contestd la
mujer.
—Vete, vieja sinvergiienza. Te lo devolveré sano y salvo. Pero
si alguna vez te vuelvo a ver, lo haré colgar en un arbol —le gri-
to el rey.
Al dia siguiente fue el barbero al palacio, temblando como un
conejo.
—Bueno, hombre —le dijo el rey. Cuando me hayas cortado el
cabello te dejaré libre, siempre que me jures que jamas revela-
ras a nadie lo que vas a ver.
El muchacho juré que jamas dirja una sola palabra. Pero, cual
no seria su asombro cuando al quitarse el rey el gorro, vio a
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ambos lados de su cara dos enormes orejas de caballo, tan lar-
gas, que casi parecian de burro. Ante semejante cosa, se que-
do paralizado por unos momentos, y aunque estaba mas muer-
to que vivo, cogid las tijeras y puso manos a la obra. Cuando
termin6d, el rey, mirandolo fijamente a los ojos le dijo:
—Bueno, ya puedes irte. Pero jay de ti como digas una sola
palabra acerca de mis orejas! jMi venganza seria tan espanto-
sa que mas te valdria no haber nacido!
65El barbero se fue corriendo del palacio. Llegé a su casa y su
madre no hacia mas que preguntarle qué le habia pasado. Pe-
ro él permanecié con la boca cerrada. Ademas, se sentia tan
enfermo por el susto, que tuvo que meterse en la cama. Al ca-
bo de dos dias su madre no tuvo mas remedio que llamar al
médico. Al verlo, el mu-
chacho le dijo que era
inutil la visita porque lo
que le sucedia no te-
nia remedio. Tenia un
secreto que no se lo
podia decir a nadie.
Entonces el médico
jz. \e aconsej6 que lo me-
J es jor era irse al bosque y
hacerle un agujero al
tronco de un Arbol y,
‘ ‘ apoyando en él los la-
| bios, soltar el secreto.
Al muchacho le pare-
cid excelente aquella
4 solucion. Se fue al bos-
} @ que, escogid un arbol y
4 abrid en su tronco un
agujero. Después, po-
niendo sus labios en el
agujero, exclamo: “|EI rey tiene orejas de caballo!”. Y apenas lo
dijo, se sintio completamente aliviado, como si le hubieran qui-
tado un gran peso de encima.
Al poco tiempo, se anuncié que en el palacio iba a haber una
gran fiesta, en la que se celebraria un concurso entre los musi-
cos para ver cual de ellos tocaba mejor el violin. Sucedio enton-
ces que uno de los violinistas se fue al bosque en busca de un
arbol para hacerse un violin nuevo. Dio la casualidad que el ar-
bol elegido fue el mismo que habia utilizado el muchacho para
deshacerse de su secreto.
66Lleg6 el dia de la fiesta y del concurso de violinistas. Apenas
empez6 a tocar el violinista que habia hecho su violin, todos
quedaron maravillados. Del violin salieron melodias como ja-
mas se habian escuchado, y el pobre violinista se qued6 medio
muerto, pues vio que aun cuando quisiera detenerse, las cuer-
das seguian vibrando y vibrando como movidas por una mano
misteriosa. Cuando al fin el violin dejo de tocar, todos aplaudie-
ron entusiasmados, proclamandolo como el mejor violinista del
mundo. Entonces el rey quiso que tocara un poco mas de mu-
sica, y lo anunci6 ala gran concurrencia. Pero el pobre hombre
se hinco ante el rey y le dijo:
—Rey mio. Este violin me da miedo. No fueron mis dedos los
que arrancaron la musica que has escuchado, sino que el vio-
lin fue el que hizo mover mis dedos.
—jDéjate de tonterias y obedece lo que te he ordenado!
—exclam6 el rey.
EI violinista empezo a tocar. Pero apenas tocd las cuerdas,
éstas lanzaron un bramido que llendo a todos de angustia. Del
violin salié una voz ronca que empezo a gritar: “jEI rey tiene
orejas de caballo! jEl rey tiene orejas de caballo!”.
Todos quedaron espantados. EI rey, fuera de si, empezo a
rascarse la cabeza haciendo que se le cayera el gorro, quedan-
do al descubierto dos grandes y peludas orejas de caballo. Hu-
bo gritos, carreras de un lado a otro y hasta desmayos. Pero
paso algo curioso. Cuando el rey se dio cuenta que todos co-
nocian su secreto y que no tenia nada que ocultar, se sintio
muy aliviado. Y en adelante, aunque siguid usando su gorro,
fue un rey bondadoso y alegre.
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