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Chancay prehispanico: diversidad y belleza* Hans Horkheimer El proceso del descubrimiento del Pera prehispanico, intensi- ficado sobremanera en las ultimas décadas, apenas rozé un valle en el que ya antes de nuestra era florecieron intensas actividades cultu- rales y donde posteriormente el desarrollo culminé en una época de manifestaciones muy originales, alcanzando un alto nivel artistico y tecnoldgico. Nos referimos al valle de Chancay, en el cual a despe- cho de su proximidad a la capital han trabajado pocos arquedlogos. Las excavaciones se realizaron sélo cerca de la costa; el interior, cientificamente, quedé como tierra virgen. Por otro lado se produ- jo, eso sf, la explotacién en escala gigantesca por los huaqueros, los que a costa de la destruccién de huellas, residuos y monumentos fueron los principales forjadores de la fama del Chancay vetusto. Aho tras afio se vino practicando un trafico ilicito de miles de piezas de cerémica y de tejedurfa, arrancadas a los pozos funerarios sin método ni cuidado. Poco a poco se origind la moda de que re- sidentes de Lima, nacionales y “gringos”, aprovecharon los domin- gos y dias feriados para hacer sus excursioncitas de 70 a 75 kms. a los antiguos cementerios de Lauri y de otros sitios, donde alentaron los nefastos trabajos de los topos bipedos o participaron activa- mente en el saqueo. En un lugar cercano a la Carretera Panamericana prosperé una especie de “supermarket” de huacos. Cada dos o tres afios, las autoridades daban un golpecito de mano y confiscaban una fraccion * Cultura Peruana, Afio XXIII, Vol. XXIII, Nos. 175-178, pp. 62-69. Lima, 1963. 364 HANS HORKHEIMER del botin de los saqueadores. Pero, nadie intervenfa en el interior del valle para impedir que, por los trabajos de zapa, la superficie de algunas necropolis se convirtiera en paisaje Iunar. En todas partes se abrieron profundos crateres. Tiestos, fragmentos de telas, instru- mentos de madera, trozos de esteras, huesos humanos y animales Henaron las cavidades. Aqui y acullé yacfan cadaveres enteros, fre- cuentemente con la boca draméticamente abierta y a veces con ci- garrillos entre las mandfbulas, ofrecidos por los profanadores a los muertos por haber cortado la eternidad de su paz. Dante, Goya y Hitchcock hubiesen encontrado abundante inspiracién para sus crueles visiones. La intensa destruccién por los buscadores de antigiiedades y la escasa investigacién por los profesionales fueron la causa de nuestra ignorancia sobre la gente que habfa producido aquella multitud de artefactos. Desconociamos completamente las viviendas y los sitios ceremoniales de esta gente. Muy pobre quedé la contestacién a las preguntas sobre los tipos de tumbas y de paramentos o sobre la llegada y la irradiacién de influencias. Era el deseo de la Misidn Arqueoldgica Chancay, ditigida por el autor de las presentes lineas, hacer algo en beneficio de esa ceni- cienta arqueolégica. Concretamente dicho, querfamos obtener —en el sitio y mediante excavaciones en regla— datos y materiales para reconocer la vida pasada del valle. Querfamos obtenerlos antes de que el permanente desvalijamiento borrase en los cementerios las Gltimas huellas del pretérito y antes de que desaparecieran los ba- rrios y templos aniquilados por los elementos naturales, por la lampa de los huaqueros y por la maquinaria de la agricultura en expansion. De antemano esperamos encontrar. mucho y no quedamos decepcionados. El primer pozo que abrimos proporcioné no menos de 64 es- pecimenes sin contar el contenido del fardo destruido por la hume- dad del subsuelo. En total recogimos cerca de 1,200 objetos cerami- cos y 300 textiles. Setenta fardos y varios centenares de herramien- tas, quenas, mates, collares, anillos y colgajos se acumularon en el depésito-laboratorio de la Misién. En el mapa arqueolégico, anterior- mente tan vacio, del valle inferior de Chancay, pudieron inscribirse no menos de 88 sitios, entre ellos poblaciones grandes, construccio- Vasija del estilo “Lima”, Fase 6, con la caracteristica decoracién “entretrabada”, Valle del Chillén. Perfodo Intermedio Temprano. (Foto: Guillén). Botella del estilo Nieveria. Valle del Rimac. Horizonte Medio, Epoca 1B. (Foto: Guillén) Cantaro “Tricolor geométrico”. Valle de Chancay. Periodo Intermedio Tardio. Coleccién Museo de la Cultura Peruana, Cat. 5654. (Foto: Guillén). Olla estilo “Teatino”. Valle de Chancay. Horizonte Medio, Epoca 3. Col. Museo de la Cultura Peruana. Cat. 724. (Foto: Guillén). LOS DESARROLLOS LOCALES TEMPRANOS. COSTA CENTRAL 367 nes ceremoniales, castillos, fortalezas, cementerios, rocas cubiertas de petroglifos, etc. Felizmente, la arqueologfa poco a poco ha superado su estado anterior en que corrfa el peligro de ocuparse demasiado unilateral- mente de problemas tipolégicos y estratigraficos. Dicha labor es de gran valor, pero hoy en dia comprendemos que debe constituir so- Iamente la premisa para alcanzar fines més esenciales. En un mundo en que no se llega a satisfacer urgentes necesidades y en que exis- ten tantos pueblos subnutridos, no se justifica la inversién de consi derables fondos en una ciencia muerta, que no puede interesar a nadie, excepto a sus propios émulos. Nuestra meta ha de ser més humanista. Hay que descubrir en las tumbas la vida de antafio, hay que buscar en las formas y en los motivos reproducidos, en el ins- trumental, en el planeamiento y en la aplicacién de los inventos propios o adoptados el pulso de la trayectoria cultural. Vale la pena averiguar, por medio de las creaciones materiales, las costum- bres, los conocimientos y la organizacién de las sociedades antiguas y de restituir rasgos de la ideologia que dominaba en las diferentes etapas pasadas. Por eso apreciamos el cttmulo de objetos recogidos no sdlo como material demostrativo que debe enriquecer los estantes de un museo, sino més bien como motivo para trabajos de anilisis ¢ inter- pretacién, de los que nos ocupamos desde hace més de un afio en el depdsito y en el escritorio. Ya hemos aprendido mucho, pero, pese a todos los esfuerzos, algunas preguntas cardinales quedan has- ta ahora sin contestacién definitiva y otras posiblemente nunca ten- drén una respuesta satisfactoria. En este momento, équé podemos asegurar, si bien en algunos puntos con cierta reserva, sobre el desarrollo prehispanico en el Valle de Chancay? Después de la época precerémica de la que el arquedlogo fran- cés F. Engel ha encontrado huellas milenarias en la vecina Quebrada de Rio Seco, se hallan testimonios de la primera cultura avanzada, la del Chavin de la Costa. Algo al Este de la Hacienda Miraflores varios monticulos artificiales se revelaron oriundos de dicha época. Son monticulos formados por grandes cantidades de piedras que los campesinos antiguos recogieron en los alrededores para obtener superficies limpias y cultivables. Para que las acumuladas masas de piedras no se derrumbaran, las laderas fueron provistas de muros de 368 HANS HORKHEIMER contencién. La misma costumbre de levantar tales monticulos en conexion con la limpieza de los terrenos adyacentes, se nota tam- bién en otros valles, subsistiendo durante épocas posteriores. Se conserva atin en la actualidad. Sélo que el volumen de los monticu- los es menor, pero su nitmero mayor. No es inverosimil que en la antigiiedad los ciimulos de laderas escarpadas y apuntaladas figuren entre los antecesores de las piramides truncadas, las huacas. En los escombros de los monticulos de Miraflores —que pue- den ser lamados prehuacas, si se confirmara nuestra hipdtesis— recogimos fragmentos de un Chavin tosco, mientras que en una quebrada més adentro, en el cementerio de Caydn, encontramos tiestos muy finos del Chavin de la Costa. Conclusién: ya hace dos milenios algunos sitios del valle estaban ocupados por agricultores que para fines ceremoniales sabfan producir una cerdmica de alto valor artistico. El “Blanco sobre Rojo” es la cerdmica de la época siguiente. Su modalidad correspondiente a la zona recibié el nombre de “Ba- fios de Boza”, segin el lugar de su hallazgo cerca de la pequefia laguna que ya al principio de nuestra era atrafa a la gente. El “Bafios de Boza” fue observado primero por Max Uhle, pero su posicién cronolégica se ha determinado més exactamente gracias’ a excavaciones que el norteamericano G.R. Willey efecto 40 afios més tarde en el cerro Trinidad. En una falda de este cerro, vecino al Puerto Chancay, se revelé hace algunos afios el monumento ma- yor de la época. Cuando obreros de la entonces incipiente industria de harina de pescado quisieron sacar materiales para la construccién de sus viviendas, ocurrié un gran derrumbe y aparecieron los muros y paredes enlucidas de un extenso edificio levantado en dos fases. El curioso perfil del monumento nos permite reconocer la manera de construir de la gente de Bafios de Boza: paramentos muy escar- pados de piedras sin labrar retienen el relleno de cascajo y de bolas de tierra, subdividido por numerosos pisos. Nuestra Mision encontré el Bafios de Boza cerca de Quilca, donde yace también el mencionado cementerio de Cayan. Dicha regién ahora est escasamente poblada y es bastante drida, excepto en afios de avenidas procedentes de la sierra. Sin embargo, numero- sas poblaciones, necrdpolis y otras instalaciones circundan este para- je. éPor qué en todas las épocas prehispdnicas, inclusive en el tiem- po de la ocupacién incaica, insistié la gente en ocupar una quebra- “Chino” estilo Chancay negro en blanco. Valle de Chancay. Periodo Intermedio Tardio y Horizonte Tardio. (Foto: Guillé 370 HANS HORKHEIMER da de condiciones tan dificiles para la agricultura? Y ¢por qué establecié sus depdsitos —en contra de la sabia practica prehispd- nica— en la parte Hana de la quebrada, donde seguramente pudo ocuparlos sélo durante una fraccién del afio, pues en los meses de verano estaban expuestos al peligro de la inundacién por los huaycos? Un vistazo al mapa nos da la contestacién. Allé en Quilca con- vergen 4 6 5 rutas importantes. Al empalme con el Valle del Chi- Ilén corresponde una sinuosa trocha, muy usada hasta hace pocas décadas para el transito de Lima a la Costa norte. Ofrece panora- mas grandiosos que encantarian a los turistas si la pista hoy en dia no estuviera casi impracticable. Otra ruta baja de los altos de la Provincia de Canta, donde se agrupan varios sitios de interesantes construcciones a manera de chulpas. Hacia la costa se dirigen dos rutas més, una a Miraflores, Pasamayo y Chancay, otra a Huaral y Lachay. Muy cerca de Quilca se desvia un sendero, ahora frecuenta- do sélo por cazadores, que lega al valle superior de Chancay, ter- minando en las proximidades de las ruinas de Vilca. La convergen- cia de caminos debe haber originado en Quilca un centro de inter- cambio, donde confluian las mercancias de varias zonas distantes y quedaban depositados provisionalmente en los cercados liticos que ocuparon la vaguada. Posiblemente Ja region misma ha contribuido al intercambio con la lefia, obtenida en los huarangales cuyos mo- destos restos se presentaban todavia al principio de nuestros traba- jos y que desde entonces han disminuido cada vez més. No hay que subestimar la trascendencia y-extensién que el trueque tuvo entre poblaciones antiguas. Valvas de la concha spondylus pictorum, procedente de aguas que se encuentran més alld de la linea ecuato- rial, aparecen en numerosos sitios preincaicos de los Andes Centra- les. En las tumbas de Paracas se hallan maderas de la palmera chon- ta y plumas de los guacamayos que habfan de pasar las cordilleras. La costa importaba lana y metales de la sierra y exportaba pescado y conchas. Cadaveres de Iamas recuerdan en los cementerios de Chancay los medios de transporte de esas épocas lejana Otro estilo de los primeros siglos d.C. es el “Interlocking” en su modalidad regional llamada “Playa Grande” (1). Su cerdmica, como la de “Bafios de Boza”, fue encontrada anteriormente cerca de Ia Costa y por nosotros en el interior del valle, es decir, cerca 1. A este estilo alfarero se denomina actualmente Lima y corresponde al Pe- riodo Intermedio Temprano, entre 500 2. C. y 650 d.C. (N. del E.). LOS DESARROLLOS LOCALES TEMPRANOS. COSTA CENTRAL 371 de Quilca y ademés en un lugar situado algunos kilémetros més al oeste, en Horcén, que quizds ha sido el sitio més poblado de la época. La arqueologfa usa el término inglés “Interlocking”, porque sefiala bien los motivos tipicos del estilo, que son “peces entrela- zados” o “serpientes enganchadas”. Por lo general, se considera el “Playa Grande” més reciente que el “Bafios de Boza”, pero tam- bién existe la opinién de que algunas fases de ambos son contem- pordneas. Defensor principal de dicha opinién es Lorenzo Rosellé. Pertenece a un noble tipo de personas que felizmente se ha multipli- cado en los tiltimos afios. Se trata de notables expertos, que no ejer- cen la arqueologfa como profesién y que invierten generosamente parte de sus rentas en sus propios estudios o en los de otros aman- tes del pasado. Llegamos a la época titulada “Horizonte Medio” u “Horizonte Tiahuanacoide”, porque durante los siglos de su florecimiento en gran parte de la regién andina central, predominan caracteristicas relacionadas con la cultura de Tiahuanaco. Sin embargo, en la mis- ma época influyen tambiém estilos de otra ascendencia. Sobre todo avanzan hacia la Costa septentrional y central algunos estilos serra- nos que anteriormente conocfan sélo difusién limitada. En el Valle de Chancay contamos con el “Teatino” (2), denominado asi por J.C. Tello, por la quebrada de este nombre, situada cerca de La- chay, donde el estilo surgié con mayor intensidad. La ceramica del Teatino es algo descolorida, monocroma y decorada principalmente con sencillos motivos geométricos incisos. Se la encuentra en tum- bas de forma “pata de burro”, con un largo y estrecho tubo vertical que da acceso a una cavidad lateral de piso mas profundo que el terminal del tubo. En esta cavidad estdn depositados el fardo de la momia y las ofrendas. Varias razones hacen pensar que estamos frente a tumbas de una poblacién de pastores oriundos de la Sierra que en los meses de invierno bajaron de las alturas secas a la zona de vegetacién de lomas, donde sus lamas hallaron pastos. El Tia- huanacoide propiamente dicho sdlo lo obtuvimos en nimero relati- vamente pequefio, pero en algunos ejemplares de gran vigor expresi- vo. Més frecuentes son los hallazgos de los estilos de la época. 2. El estilo Teatino corresponde a la Epoca 3 del Horizonte Medio. Para una descripcién, del estilo véase: Duccio Bonavia. “Sobre el estilo Teatino”. Revista del Museo Nacional, T. XXXI, pp. 43-94. Lima, 1961. 372 HANS HORKHEIMER Aqui tenemos las copas y cdntaros de cuatro colores y los trico- lores con fondo rojo y blanco. Aparece el “Estampado”, que viene del Norte y es muy poco estudiado pese a sus variadas ¢ interesan- tes escenas en relieve, aplicado por molde al cuerpo del recipiente. Finalmente, pertenece a esta época la alfarerfa utilitaria “Canta”. Sus tiestos pueden ser recogidos en algunos lugares cercanos al limite inferior de la provincia del mismo nombre y en conexién con particulares construcciones de piedra en las que —de manera decadente— se repiten elementos arquitecténicos de las chulpas en las crestas de Canta. Dicha alfarerfa estd en proceso de estudio y hasta ahora no sabemos bien si existen suficientes caracteristicas para justificar definitivamente una denominacién especial. Ya estamos en el “Intermedio Tardio”, que se interpone entre los tiempos del Tiahuanaco y los del Incanato. Al comienzo del pe- rfodo surge un estilo que, hasta hace poco, debido a la escasez de hallazgos de ejemplares enteros, fue pasado por alto 0 considerado como componente del Teatino. Sin embargo, las excavaciones de- mostraron que el auge del Teatino y el del nuevo estilo estén sepa- rados por siglos y que existen notables diferencias en la decoracién y confeccién. Al nuevo conjunto se ha bautizado “Lauri impreso”; Lauri, por haber sido descubierto en el gran cementerio de Chan- cay ; impreso. por su decorado hecho a base de impresiones, princi- palmente con cafias. Curioso es el perfil de la pasta del Lauri im- preso: comienza grueso en el gollete y se adelgaza hacia el ecuador del recipiente (perjudicando asf la solidez). A veces aparece en el gollete del c4ntaro una cara humana, cuyas partes salientes estan marcadas por postillaje. Tan primitivo es el aspecto de este tipo que al hallar el primer ejemplar pensamos haber descubierto algo muy arcaico, que por casualidad se habia introducido en un estrato superior. Pero pronto la multiplicacién de los hallazgos en asocia- cién con objetos relativamente recientes revelé la verdadera cronolo- gia. Poco a poco encontramos especimenes de transicién del Teati- no al Lauri impreso, que dieron a conocer una linea evolutiva sepa- rada de la evolucién de los estilos principales de la Costa Central. El Lauri impreso, como el Teatino, debid ser producto de los pas- tores visitantes de la vegetacién de lomas, que durante el Interme- dio Tardfo tenfan estrecho contacto comercial con los habitantes permanentes de la regién sin asimilarse al nivel cultural mas desarro- Iado de su ambiente temporal. LOS DESARROLLOS LOCALES TEMPRANOS. COSTA CENTRAL 373 Todos los estilos anteriormente mencionados no son originados en el Valle de Chancay, sino poderosamente influenciados desde el Norte, el Sur y la Sierra. Pero entonces se manifiesta el estilo y la cultura en que por primera vez el valle expresa su propia personali- dad. Es el “Chancay propio” que pudimos subdividir en tres fases, el preliminar (conservando en numerosos objetos todavia tres colo- res), el clésico (con predominio de la esmerada pintura de negro sobre blanco) y el final (de descuidada confeccién). El piblico y también algunos colegas a veces miran con cierto desprecio esta ce- ramica. Realmente, no ocupa un altfsimo nivel artfstico como por ejemplo el de la ceraémica Chavin, Mochica o Nazca. Por otro lado revela una considerable variedad de motivos y formas que quizds son subestimadas porque, debido a la enorme produccién de los alfareros de Chancay, necesariamente resultan muchas las repeticio- nes. Entre las representaciones figurativas que siempre tienden a lo realistico, prevalecen las de hombres y de animales. El jardin zool6- gico escultérico © pintado de Chancay abarca més de veinte espe- cies reproducidas en muchas variantes. El interés especial de los an- tiguos se concentré en las aves, volando, nadando, devorando al pez o luchando por el botin, y también en el mono, que —cosa curio- sa— aparece tantas veces en el arte costefio. Quien revisara mas detenidamente estas imdgenes encontrarfa muchos especimenes Ile- nos de gracia y de vez en cuando de fino humor. Numerosas deco- raciones geométricas se destacan por su gran elegancia. En sus apli- caciones se hace patente el innato sentido equilibrado y ritmico del artesano chancayano. Frecuentemente el alfarero trabajé con sor- prendente descuido, pero no hay un solo huaco cuya decoracién sea pesada o tiesa. El artesano de Chancay tampoco incurrié en el error de complicar demasiado los contornos o de sobrecargar el de- corado. Notamos una sencillez muy noble en la serie de las vasijas uniformemente blancuzcas, que ostentan su forma pura sin interrup- cién alguna por aditamentos plisticos o pintados. Entre los tipos mas populares de los huacos de Chancay figura el “Chino”. A primera vista, quizés todos los Chinos parecen ser muy similares. Sin embargo, el centenar de ejemplares enteros o fragmentados que Ilena los estantes de nuestro depésito contiene solo seis pares de Chinos idénticos. Los demas llevan tocados, oreje- ras y pinturas en la cara o los brazos diferentes en cada caso. iExaminense las piernas! En este cantaro estan presentadas en re- 374 HANS HORKHEIMER lieve, en otro en pintura y en el tercero faltan completamente. Este gordo se ha puesto un pectoral inciso, en la espalda del vecino cuelga una quena, la milenaria flauta de los indigenas peruanos, y la parte trasera de otro esta dotada de un asa, “Chino” es el nom- bre introducido por los huaqueros, porque las rayas sesgadas, que a veces salen de los ojos, les da un semblante mogélico. “Cuchimil- co”, es otro término de los huaqueros. Denominan asi a los peque- fos figurines con manos levantadas en actitud de adoracién. ¢Qué es un “Pinocho”? Bueno, la jerga de los buscadores de tesoros llama asi las cabezas humanas de madera, hechas para fines cere- moniales, cuya nariz muy saliente recuerda la famosa figura de la narracion infantil Un interesante problema plantean las “marcas”, trazadas con rapida pincelada en color negruzco sobre todo blanco y evidente- mente sin funcién decorativa. Las encontramos en 33 variedades, sean lineas simples, paralelas, quebradas o curvas. El observador somero podria opinar que se trata de firmas de los artistas-olleros. Sin embargo, en Chancay las marcas se presentan casi exclusivamen- te en recipientes sencillos, mientras que en las excavaciones de Arturo Jiménez Borja en la Huaca Huallamarca de San Isidro seme- jantes sefiales aparecen en mates sin decoracién alguna y por eso sin oportunidad para agregar la firma de un artista. Mas bien debe- mos pensar en emblemas de las personas que ofrecieron estos platos y tazas, a veces Ilenos de alimentos, al muerto para su uso en la otra vida. De cierto modo sustituyen las tarjetas que acompafian en la actualidad las coronas y cruces. Los hombres prehispénicos no conocian la escritura, pero sf sefiales polimorfas. A la cerdémica de Chancay atribuimos notables calidades, sin que queramos exagerar su valor artistico. Los superlativos deben reservarse para la textileria. Enorme es la variedad de técnicas y de su aplicacién. Distinguimos telas de algodén y de lana, mallas de pelos, bolsas de tapicerfa, pafios de brocado, franjas, calados, guar- dillas de kelim, cintas bordadas, flecos, tramas suplementarias, teji- dos de reps, pintura por anillado, combinaciones de planos ralos y cerrados, decoraciones con plumitas aplicadas y otras més. Las gasas y los trabajos reticulares bordados figuran probablemente entre lo més bello que ha producido un grupo humano en todo el mundo y en época alguna. En contraste con la cerdmica, la textileria de Chancay propio ha conservado en numerosos ejemplares Ia policro- LOS DESARROLLOS LOCALES TEMPRANOS. COSTA CENTRAL 375 mia del Horizonte Medio, aunque en general predomina un colorido menos vistoso. En los turbantes que circundan los craneos de las momias brilla un carmesi muy vivo. En las cintas se nota la tonali- dad preferida del arte de Chancay: el negro sobre el blanco. Una vez més, a la fauna corresponde la mayoria de los temas figurati- vos: aves, felinos y monos. Pero, también la voluta y los listones hacen gran papel. No: falta en el abundante muestrario el disefio escocés, tan familiar en los tiempos modernos. Precision y descuido se avecinan en la artesania de Chancay. Frecuentemente podemos admirar la intachable precisién en la con- feccién de paiios y cintas, mientras que su unién muestra increfble despreocupacion, aunque suficientes pruebas confirman que los anti- guos sabfan coser bien, cuando querfan. Siempre sorprenden el telar simple y las agujas relativamente gruesas, con que los hombres prehispdnicos realizaron las maravillas de su tejedurfa. Las herramientas para tejer sélo excepcionalmente llevan decoraciones, pero el instrumental para hilar, es decir, los husos y sus pesas (“piruros”), estd lindamente adornado. Las pesas presentan incisiones con relleno de color. En otros husos, el piruro estd sustituido por carretes pintados de madera o totora o por figu- ras en miniatura que cubren el centro del palito. La materia prima mas frecuente, el algodén, a veces esta prensado en forma de conos bien configurados. Algunos hilos fueron depositados en palitos cuyos terminales Ilevan figuras talladas o discos de moluscos, entre los que se hallan incrustaciones de turquesas. iQué sentido de gra- ciosa belleza emana de estas decoraciones diminutas. Un arte especial de Chancay es la confeccién de figurines que estén compuestos en parte por trapos, en parte por hilos amarrados alrededor de un armazén de paja, palitos o ramos. Los mufiecos de esta clase tienen aspecto grotesco, algunos recuerdan a brujas. La mejor coleccién limefia de objetos de Chancay abarca dos casitas en cuyo interior una multitud de mufiecos se retine en fiestas con bai- les y bebidas. La misma coleccién contiene plantas artificiales he- chas de la misma manera. Pajaros y su nido ocupan las ramas de los Arboles, flores embellecen las plantas, algunas de estas fueron halladas en sus floreros. La mayor parte de los mencionados artefactos se encuentran en los fardos funerarios, excepto las piezas mas voluminosas que Ile- nan el pozo de la tumba. 376 HANS HORKHZIMER ¢Y cémo es un fardo? No hay receta tinica, nuevamente des- cubrimos aqui la abigarrada diversidad, que caracteriza al Chancay. El fardo, por lo general, est4 en posicién parada y tiene forma lige- ramente cénica y achatada. Pero, hallamos también dos fardos echados y circulares que se asemejan a una gruesa salchicha, Las “salchichas” estaban colocadas sobre una base de adobes. Quitando la cubierta textil exterior se observa la primera capa de proteccién, que puede ser de hojas de pacae o de grama salada, mientras las capas interiores estén formadas por dichos materiales o por gravilla o por algodén crudo o desmotado. La mayoria de los fardos leva una. cabeza falsa y algunos Ilevan dos, una exterior, separada del bulto principal, y la otra cosida sobre el nicleo del fardo. Normalmente dicha cabeza se compone de un centro de hojas rodeado por gasa y turbantes; a veces sobre la parte delantera estan cosidas plaquitas de cobre que marcan el rostro. En algunas cabezas falsas, un plato invertido hace el papel de tocado. Abriendo el micleo del fardo, topamos con algunos palos fuer- tes, que dan estabilidad al paquete. Aparecen telas burdas o finas, cuyas puntas estén unidas por una costura o que estén amarradas por cintas. A menudo cuelgan de las cintas bolsitas o crucetas. Mas al interior se observan muchos trapos, uncus rotos, saquitos, tejidos arrugados, fragmentos de gasas, hondas y sogas, todos puestos tni- camente para dar forma al bulto. En medio de esta masa amorfa salen objetos que determinan bien la profesién del muerto, que ha vivido en una sociedad ya subdividida en especialistas. Docenas de husos y ovillos de hilo caracterizan a la tejedora, palos para cavar y talegas (chuspas) con semillas de algodén al agricultor, el mtisico tiene consigo sus flautas terminadas 0 en proceso de elaboracién y el pescador sus redes y flotadores. Muy ilustrativo es el contenido de una uma, que excavamos en el cementerio de Lauri, pero sin conexién con tumba determinada. He aqui un verdadero ropero, pues en el recipiente estaban depositados 23 gasas, 15 fajas, 3 un- cus (especie de camisones) y 2 telas. Este y otro hallazgo nos permiten deducir que la comunidad almacenaba objetos preparados para la dotacién de los fardos de sus miembros. Finalmente quitamos la Ultima envoltura y nos hallamos ante el cadaver con las manos cruzadas delante del abdomen o sostenien- do las mandfbulas y con las piernas cruzadas o —menos frecuente- mente— en cuclillas. Casi siempre se encuentran plaquitas metilicas, LOS DESARROLLOS LOCALES TEMPRANOS. COSTA CENTRAL 377 envueltas en algodén, en la boca o en un puiio, cuyos dedos estén sujetos con pitas. La‘plaquita en Ia boca recuerda la costumbre de los griegos que provefan a sus muertos de una moneda para que pudieran pagar el pasaje del rio Styx en el tértaro. éCudl era el correspondiente concepto de los chancayanos? éPor qué tenia uno de ellos el “rescate” entre los dedos del pie? Otras excepciones: la mascara de cobre que cubria enteramente la cara de un individuo y el precioso par de orejeras con miltiples incrustaciones montadas sobre un mate. Y ahora yace ante nosotros el cadaver desnudo. El rostro a veces estaba pintado de rojo. Casi todos los craneos muestran la de- formacién occipital por cufta, tipico del “Chancay propio”. Parece que se Ie sacaron los intestinos a la mayoria de los cadaveres, para obtener mejor preservacién. También otros factores ayudaron a lo- grar el sorprendente estado de conservacién de las momias enterra- das hace de 5 a 7 siglos. En algunas cabezas estén intactos las cejas, los parpados y los lébulos de las orejas. Analizando la edad de los muertos se descubre un altisimo porcentaje de mortalidad infantil. Pese a esta mortalidad, los tiem- pos del Chancay propio vieron un poblamiento muy denso en el valle. En varios kilémetros cuadrados, donde hoy en dia viven sdlo algunas familias, existfan cincuenta y aun cien veces més habitantes. Se notan todavia los restos de tres grandes poblaciones, cada una de 2 a 3,000 almas, y la cuarta, “Huaral Viejo”, ha desaparecido bajo el riego. En la arquitectura de antafio vuelve a manifestarse la diversidad tan caracterfstica del Chancay propio, que al lado de la creada independientemente tiene como base las reminiscencias de tantos perfodos anteriores y la convergencia de miltiples poblacio- nes. El paramento de los muros es de adobén y de piedra, de amorfas bolitas de tierra y de adobes rectangulares, colocados hori- zontal o verticalmente, en hileras de soga o de cabeza. Existen ni- chos, ventanas y repisas de contornos muy particulares. Lo impre- sionante alterna con lo absurdo. Muchos muros han sido levantados en contra de las leyes de la estatica, son delgados, altos, perpendi- culares, sin amarre en las esquinas. Sin embargo, tenemos que admi- tir la realidad, pese a la construccién irrazonable, kilémetros de muros actuales estén todavia en pie. ¢Cudntos muros actuales segui- ran esténdolo el aio 2600? El arquitecto urbanista criticard la agrupacién de las viviendas, que la mayorfa de las veces esté hecha 378 HANS HORKHEIMER al azar. Pero en Pisquillo Chico —una de las tres “super poblacio- nes” mencionadas— se descubre la planificacién, se observa el trazo de algunas calles y la separacién del conjunto en sede de la élite, barrio popular, sector sagrado y cementerio. La enorme densidad de la poblacién obligé al hombre del Chancay propio a buscar el mdximo rendimiento agricola para pro- ducir suficiente cantidad no sdlo de alimentos (maiz, yuca, camote, haba, mani, zapallo, aji, pacae, licuma, etc.) sino también de plan- tas industriales como el algodén y la calabaza. En muchos lugares quedan todavia los restos de acequias, reservorios, diques y terrazas de cultivo. El exponente mds impresionante de esta ingenieria agri- cola es Lumbra, donde se invirtié inmenso trabajo para aumentar el suelo fértil en una fraccién de kilometro cuadrado. Hasta la tiltima gota de agua fue utilizada para regar la ultima parcela de tierra cultivable. En aquellos tiempos, el Valle de Chancay constituy6 el centro de gravedad del dominio de la dinastia del Cuismancu, que segin Garcilaso de la Vega gobemaba desde Barranca hasta Pachacdmac. Sin embargo, la dominacién al sur de Chillén nunca puede haber sido muy intensa, por otro lado, hallazgos de vasijas de porte nor- tefio prueban el contacto con las regiones al Norte de Barranca. All4 se extendié el reino Chimt, que probablemente arrebatd al Cuismancu los valles vecinos a Paramonga. La reaccién légica fue la alianza del sefior de Chancay con los Incas en su campaiia contra los Chimis. De esta manera —siempre segin Garcilaso— el Cuisman- cu quedé més aliado que stibdito del soberano del Cuzco. El exa- men arqueolégico lo confirma. La influencia incaica en el Valle de Chancay es minima. Hemos encontrado un solo cementerio con cierta cantidad de ceramica inca y en todos los sitios recorridos observamos un solo nicho trapezoidal, como corresponde a la arqui- tectura cuzquefa. Medio siglo después Iegaron los conquistadores espafioles. Al lado de las tumbas prehispdnicas topamos con tiestos vidriados, con telas de lana recortadas y aun con la hoja de un libro teolégico, todos ellos testimonios de la nueva era, en que se extinguié la anti- gua cultura, Cuatro siglos hicieron olvidar lo perdido. Nos sentimos felices de que en nuestras décadas se haga justicia al recuerdo de los espléndidos artesanos y agricultores que vivian en un pasado Meno de admiracién.

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