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disa ee editoria LA SEMIOSIS SOCIAL Fragmeéntos de una teoria de la discursividad . r neontré wna vez en casa de unos amigos un chjein que, mas tarde, me pa- yeeid’ que podria sor to-. mado’ emo una suerte de materializacién, de una imagen (ciertaz mente simplificada): no de una fundacién, sing mas bien de la natura- Jeca de los textos que formar parte de un pro- cosa de fundacién. Se trataba de un cuarro cuya superficie vitrea, aparentemente lisa, no (eigue en contratepa} reer que los “ob- jetos” estudiados véase diayrama dela paging 131 por la sintaxis y por la semdntica son Jos “mismos” que los sajetos hablantes “utili- zan” en un plano pre- tendidamente pragma- tico, es un error episte- |’ mulogico fundado en el desconecimiento de la naturaleza construi- da de los objetos cien- tificoa, Esto error, co. mo se ve, esté en la base de Ja teorfa de los coueccionEL MAMIFERO PARLANTE_ | *°s# les LA SEMIOSIS SOCIAL Fragmentos de una teorta de la discursividad por Eliseo Verén gedisa www.esnips.com/web/Lalia 1. Lo ideoldgico y la cientificidad Me propongo bosquejar aquf Io esencial de una perspectiva en relacién a una antigua cuestion, cuya insistencia en nuestra tradicién in- telectual ya plantea un problema: la de !as semejanzas y diferencias entre ciencia e ideologfa. En esta insistencia surge como obstdculo un supuesto del que no escapan las teorfas m4s sofisticadas: el que dice que, de una manera u otra, la ciencia estd del lado de la verdad, y la ideologfa del lado del error, de la ilusién, de 1a deformaci6n y del enmascaramiento. Qui- Siera sugerir que nos hace falta lo que llamaré una teorfa de las fundacio- nes, que difiera a la vez de las perspectivas inspiradas por la nocién de “ruptura epistemolégica” y de los puntos de vista “progresivos” o “continuistas” acerca del surgimiento y el desarrollo del conocimiento cientffico.[1} EI principal defecto de los enfoques continuistas es su carencia de Criterios te6ricos especificos para definir el car&cter histérico del obje- to cuya historia dichos enfoques pretenden tratar: el conocimiento cien- tifico. Al no ser relacionada con ninguna dimensién estructural de lo social, la actividad cientffica permanece ligada a los actores que son los agentes: los “hombres de ciencia”. La forma pura de una historia conti- nuista de las ciencias es la de una sucesi6n de biograffas, relacionadas entre sf por lazos de anterioridad, de inspiracién o de ignorancia recfpro- cas. El espacio seudohistérico asf creado no tiene otras marcas que las de- terminadas por el talento individual, cuyos avatares se traducen en esa vieja metéfora, tan cara a los esfuerzos de vulgarizaci6n cientffica: “La aventura de las ideas”. El espesor temporal de esta historia es, por lo tan- to, siempre y necesariamente anecddtico. En el mejor de los casos, los incidentes-accidentes de las biograffas son recolocados en el contexto de Ja historia social y polftica general (cuyas determinaciones son otras), siendo entonces esta historia una especie de decorado. Una historia de las ciencias de inspiracién continuista no puede sino construirse alrededor de nombres propios. Este aspecto, que me parece el m4s importante para una critica de Jos enfoques continuistas, debe ser cuidadosamente distinguido de aquél concemiente a la naturaleza (continua o discontinua) del tiempo propio www.esnips.com/web/Lalia 13 de la produccién de conocimientos y al principio de unidad de este Ultimo. Las razones son muy simples. Ante todo, porque es posible afir- mar Ja naturaleza discontinua del proceso histérico de produccién de conocimientos (como lo han hecho los partidarios de la tcorfa de 1a “rup- tura”) sin abandonar por ello el modelo biografico. Ya volveremos a este punto. En segundo lugar, porque se puede ser simulténeamente discon- tinuista y “progresivo”. En efecto, las criticas dirigidas a los enfoques continuistas por los partidarios de la “ruptura’” a propésito de la idea racionalista (y por lo tanto, idealista) de un progreso lineal y necesario de Ja raz6n cientffica hacia la verdad y el conocimiento, no me parece que Neguen a tocar Jo esencial de la diferencia entre estos dos puntos de vista: Jas descripciones en términos de “ruptura” estén asu vez muy fuertemen- te marcadas por la conviccién profunda de que lo que se encuentra des- pués de la “ruptura” es, a la vez, radicalmente diferente y mejor que lo que habfa antes. El progresismo racionalista puede, en consecuencia, acomodarse muy bien con una concepcién discontinua. No hay que olvi- dar, en tercer lugar, que las aproximaciones que se dicen continuistas suponen una concepcién profundamente discontinua del tiempo hist6- rico. En efecto, la distancia que separa dos biograffas, el espacio que define dos individualidades como distintas, es infranqueable. Es por ello que el principio del Saber, que permite al continuismo investir de un sentido homogéneo, y dar una significacién comparable, a las individua- lidades desparramadas sobre Ja superficie de Ja historia, aparece ne- cesariamente como un principio exterior al desarrollo que se trata de describir. En oposici6n a las perspectivas continuistas, los enfoques que se inspiraron en la noci6n de “ruptura epistemolégica” tratando de incorpo- rarla a un cierto discurso marxista, propusieron criterios estructurales sobre la naturaleza del conocimiento. Aquf, evidentemente, es la cues- i6n ciencia/ideologfa la que se vuelve decisiva. Sin duda alguna corres- ponde a los partidarios de Ia “ruptura”, hacia fines de los afios sesenta, el mérito de haber recolocado el problema del surgimiento de las practicas cientfficas sobre el terreno que le corresponde: el de una teorfa de la pro- duccién de conocimientos, el de la diferencia (y las articulaciones) en- tre 1a cientificidad y lo idcol6gico. Pero en la medida en que la proble- miatica de la “ruptura” ha definido su eje de pertinencia en relaci6n ala cuestin de la continuidad/discontinuidad, ella misma, parad6jicamen- te, no ha sido otra cosa que una inversién de Jos enfoques continuis‘as. Estos tiltimos han buscado siempre constituir una continuidad (un “pro- greso”) a partir de la pluralidad discontinua de las vidas individuales de Jos agentes de la “actividad cientffica”. Los partidarios de la “ruptura”, en cambio, salicron en busca de una Ifnea de demarcacién, de una fron- 14 www.esnips.com/web/Lalia tera entre un “antes” y un “después”, de 1a demarcacién de un punto “sin retorno”, lo cual evidencia sus esfuerzos por cortar una materia conce- bida originalmente como continua. Un modelo que habla de “rupturas”, que se propone describir una historia que avanza “a saltos”, no es por ello menos unidimensional que otro modelo que, por medio de una con- cepcién trascentental del Saber, dibuja la “linea” de Ja historia de una ciencia. Dicho de otra manera: la teorfa de la “ruptura” s6lo ha sido, de hecho, la contra-ideologfa de los enfoques continuistas. Para plantear correctamente el problema ciencia-ideologfa, resulta indispensable abandonar el campo cerrado delimitado por Ja polémica filos6fica continuismo/discontinuismo, progresismo/ruptura. Se intenta responder a la pregunta: {cudl es la diferencia entre ciencia e ideologfa? Ahora bien, como ya veremos, semejante pregunta, asf planteada, no ad- mite respuesta. Digamos por el momento que habrfa que descomponer- ta: ella debe recibir respuestas diferentes segin el nivel del proceso de produccién de sentido en el cual nos colocamos al formularla, Estamos completamente de acuerdo con los partidarios de la “ruptura” en un pun- to esencial: hace falta darse los medios para concebir el “conocimiento” y su historia como un sistema productivo.[2] Pero para ello no basta con apelar a metdforas inspiradas del Capital. El “‘conocimiento cientffico” y su historia conciernen a la produccién de una cosa muy particular: ef sentido. Ahora bien, el sentido sélo existe en sus manifestaciones mate- Tiales, en las materias significantes que contienen las marcas que permi- ten localizarlo. El sentido producido que tradicionalmente se lama “conocimiento cientifico” aparece, ya bajo una forma prdctica (“efectos practicos”: tecnologfas y operaciones sobre lo real), ya bajo una forma te6rica (los discursos de las ciencias). La primera forma implica la trans- formacién de operaciones discursivas en operaciones no-discursivas de naturaleza pr4ctica; ella supone, por lo tanto, et “conocimiento” (“apli- caciones” del conocimiento cientffico). Este wltimo, bajo su forma tedtica, es discurso. En otras palabras: hay que comenzar por concep- tualizar el “conocimiento” (nocién cuyos orfgenes son irremediable- mente idealistas) como un sistema de efectos de sentido discursivos. Este principio, que relaciona la nocién de “conocimiento cientf- fico” con la noci6n de efectos de sentido discursivos, nos Neva de inme- diato a una observaci6n: la cuestién ciencia-ideologfa s6lo concierne a un muy pequefio fragmento del universo de funcionamiento de lo ideo- légico. En otras palabras, lo ideolégico existe fuera del discurso de las ciencias y fuera de los discursos sociales en general. Lo ideoldgico pue- de investir cualquier materia significante.[3] Al leer a ciertos autores, pa~ reciera que la teorfa de lo ideoldgico se juega entera en la cuesti6n dela diferencia ciencia-ideologfa: reduccién del campo de pertinencia de lo www-.esnips.com/web/Lalia 15 idzolégico que no hace sino reflejar las inquietudes profesionales de los intelectuales, productores de discurso. La cuesti6n ciencia-ideologfa es- 14 muy lejos de agotar la problematica propia a una teorfa general de lo ideolégico. Asf{ delimitado, el problema del “conocimiento” se plantea enel contexto de una cuestién mucho més amplia, a saber, la cuestién del sistema productivo de los discursos sociales, siendo este sistema, a su vez, un fragmento del campo de produccién social de sentido. Siempre ha sido mucho mds fécil afirmar una diferencia absoluta entre “ciencia” e “ideologfa” que comprender las relaciones necesarias entre lo ideolégico y la cientificidad. Para llevar a término (bien o mal) la primera tarea (producir una diferencia) tenemos toda la epistemologfa modema al alcance de la mano. Et punto de vista segtin el cual hay dos instancias (“‘ciencia” e “ideologfa”) cuya diferencia absoluta hace falta establecer para poder fundar un cierto concepto de Conocimiento, no s6- lo ha sido el patrimonio de todas las formas de positivismo, empirismo y cientificismo, buen mimero de interpretaciones formuladas en nombre del marxismo cayeron en Ja misma trampa: denunciando Ja naturaleza “jdeolégica” de los discursos sociales y funddndose a s{ mismos como el discurso de la Ciencia, cada uno de estos “marxismos vulgares” repro- dujo la ideologfa de la diferencia absoluta entre el Error (las ideologfas de las clases dominantes) y la Ciencia, Ja Verdad (del lado de la clase obrera revolucionaria). Todas las perspectivas (a derecha e izquierda) que plantean ek problema en témminos de una diferencia absoluta entre dos instancias, siguen el mismo camino y Ilegan al mismo resultado: se- parar el producto del conocimiento del sistema productivo, esconder la verdadera naturaleza de lo que se llama una “ciencia” (a saber, ser un sis- tema productivo) ¢ ignorar, en consecuencia, que lo ideoldgico es una di- mension constitutiva de todo sistema social de produccion de sentido. Puede ser que ya se vea por qué, en definitiva, la cuestidn acerca de la diferencia entre “ciencia” e “ideologfa” no admite una respuesta: es una pregunta radicalmente mal planteada. No puede uno preguntarse so- bre esta diferencia por la sencilla raz6n de que estas dos nociones no se refieren a “objetos” comparables. Por lo tanto, si dos cosas no son com- parables, no se puede hablar de su diferencia. La noci6n de “ciencia” o de “actividad cientffica” designa un conjunto de instituciones y de siste- mas de acciones y de normas (lo que llamamos un sistema productivo), que se encuentra en el interior de lo social. Es por ello que 1a nocién de “ciencia” puede ser asociada a la de un tipo de discurso: el reconocido socialmente como discurso producido por estas instituciones. Se puede hablar entonces, en un nivel puramente descriptivo, del “discurso cien- t{fico”, como de un tipo de discurso cuyas propiedades deben ser exami- nadas. En cambio, no existe, hablando con propiedad, algo que sea el 16 www.esnips.com/web/Lalia “discurso ideolégico”. “Discurso cientffico”, “discurso politico”, “dis- curso publicitario”, “discurso de la prensa”, etcétera: he aquf tipos (puramente descriptivos) de discurso. Lo ideoldgico no es el nombre de un tipo de discurso (ni aun en un nivel descriptivo), sino el nombre de una dimensi6n presente en todos los discursos producidos en el interior de una formacion social, en la medida en que el hecho de ser producidos en esta formacién social ha dejado sus “huellas’ en el discurso (y también, como ya lo he dicho, dimensién presente en toda materia significante cuyo sentido est4 determinado socialmente). Se debe, por lo tanto, reemplazar la cuestién, mal planteada, rela- tiva ala diferencia entre “ciencia” e“ideolog{a’”, por otras relativas a pro- cesos que se sittian en un mismo nivel de funcionamiento. Si se plantea ja pregunta de saber en qué consiste la “cientificidad” del discurso cien- tffico (en términos de propiedades discursivas), ya se prepara el terreno para una interrogacién valida: la que indaga las diferencias y las relacio- nes entre la cientificidad (0 si se prefiere, el “efecto de conocimiento”) y lo ideoldgico. Esta interrogacién, en efecto, busca definir las relacio- nes tedricas entre conceptos que, en un cierto nivel de andlisis, se refie- ren ambos a fendmenos de orden discursivo. En un primer nivel, donde se trata de identificar objetos empiricos, podemos hablar de textos. En Ja superficie de lo social nos encontramos, en efecto, con “paquetes” textuales, conjuntos compuestos en su mayor parte de una pluralidad de materias significantes: escritura-imagen; escritura-imagen-sonido; imagen-palabra, etcétera. Ellos son textos, término que para nosotros no se restringe ala escritura. Reservaremos la famitia de términos discurso, discursividad, discursivo, para sefialar un cierto modo de aproximaci6n a los textos. En efecto, un texto puede ser 9 puede no ser tratado desde un punto de vista discursivo: se puede, por ejemplo, dividirlo en “enunciados canénicos” (“normalizarlo”) destru- yendo de esa manera sus propiedades discursivas, La nocién de discur- so corresponde por {o tanto a un cierto enfoque teérico en relacién con un conjunto significante dado. Como ya lo veremos, esta nocién de dis- curso es inseparable de un conjunto de hipétesis relativas a elementos extra-textuales, Cualquiera sea el nivel de pertinencia elegido para la lectura de un. conjunto textual dado, el enfoque orientado por la nocién de discurso consiste en describirlo como un sistema de operaciones discursivas. Este concepto de operaciones discursivas “atraviesa” la clasificacién tradi- cional de los niveles “sint4ctico”, “‘semantico” y “pragmatico”. El siste- ma de operaciones que define el nivel de lectura de la produccidn de un paquete textual determinado atafie alo que yo Hamaré el proceso de pro- duccion de) discurso considerado. En otras palabras, el proceso de pro- www-.esnips.com/web/Lalia 17 ducci6n de un discurso o de un tipo determinado de discurso tiene siempre Ia forma de una descripcién de un conjunto de operaciones dis- cursivas, que constituyen las operaciones por las cuales 1a (0 las) mate- Tias significantes que componen el paquete textual analizado han sido investidas de sentido. Esta formulacién me parece valida para cualquier combinatoria de materias significantes, aunque aqu{ nuestro interés se dirige especfficamente a la materia lingiifstica, que es la materia del dis- curso producido por la préctica cientifica. No se puede describir el proceso de produccién de un discurso, ode un tipo de discurso, sino en relacién con un conjunto de hipotesis acer- ca de elementos extra-textuales. En otras palabras: sélo se puede definir el nivel de pertinencia de una lectura relativa al proceso de produccién de un discurso en relaci6n con sus condiciones de produccién. Los con- ceptos relativos a las condiciones de produccién son indispensables pa- ra poder establecer el nivel de pertinencia en el que nos vamos a colocar a fin de identificar, en la superficie textual, las marcas que remiten a las operaciones discursivas. “Proceso de produccién” no es mds que el nom- bre del conjunto de huellas que las condiciones de produccién han deja- do en lo textual, bajo la forma de operaciones discursivas. Es esencial subrayar que este principio nos da un criterio que permite determinar, en el universo de lo extra-textual, qué es lo que puede ser considerado co- mo formando parte de las condiciones de producci6n de un discurso: un fenémeno extra-textual merece el nombre de condici6n de producciénsi, y s6lo si, ha dejado sus huellas en el discurso en cuestién. Agreguemos de inmediato que la noci6n de extra-textual debe ser siempre definida en relacién con un conjunto textual dado, sometido al andlisis: esta obser- vaci6n es importante en la medida en que una buena parte de las condi- ciones de producci6n de un conjunto textual dado consiste en otros tex- tos, ya producidos. En otras palabras: una parte de jo extra-textual, que se vuelve pertinente para el andlisis discursivo de un conjunto textual da- do, también es textual. Siempre existen varias lecturas posibles de Ios conjuntos textuales que circulan en el interior de una sociedad, desde el punto de vista de su produccién. Un mismo texto puede ser sometido a diversas lecturas. Cada tipo de lectura alude a una conceptualizacién especffica de las con- diciones de producci6n. Para tomar el ejemplo més simple: un texto li- terario cualquiera puede ser objeto de una lectura ideolégica. Me pare- ce evidente que una lectura tal no agota la discursividad presente en ese texto: la “literariedad” no puede ser reducida a lo ideoldgico, aunque por cierto 1a lectura ideolégica de una obra literaria resulte, desde mi punto de vista, no sdlo posible y legftima, sino necesaria para un andlisis com- pleto de la obra como fenémeno literario. Lo mismo se puede aplicar a 18 www.esnips.com/web/Lalia una posible lectura psicoanalitica dela misma obra. En cada caso, la teo- tia por medio de Ja cual conceptualizamos las condiciones de produccién es diferente: teorfa de lo ideoldgico, teorfa de la literatura, psicoandlisis. En el estado actual de nuestro saber, por lo menos, me parece evidente que dichas lecturas no coinciden exactamente (por m4s que puedan ha- ber superposiciones e interferencias parciales). Esta misma idea puede enunciarse considerando el texto como objeto empfrico. Esta nocién de texto no supone principio alguno de unidad u homogeneidad de tal ob- jeto; por el contrario, un “paquete textual” cualquiera identificado en lo social es, desde este punto de vista, el lugar de manifestacién de una mul- tiplicidad de huellas que dependen de niveles de determinacién dife- rentes. Una teorfa de lo ideolégico forma parte, como ya lo hemos dicho, de una teorfa general de 1a produccién social de sentido. Por lo tanto, si tratamos de tomar en serio 1a idea de constituir una teorfa del sentido co- mo dependiente de un sistema productivo, no debemos olvidar que un sistema productivo esta constituido por una articulaci6n entre produc- cion, circulacién y consumo. Una teorfa de la produccién social de los discursos no puede reducirse ala constituci6n de modelos concernientes a las reglas de generacién de} discurso, no puede limitarse a un estudio de la produccién. En este punto ha de considerarse un problema particu- Jarmente decisivo. Hemos hablado de “lecturas”, lo que muestra a las claras que el punto de partida de una descripcién de Jas operaciones dis- cursivas se encuentra siempre y necesariamente del lado de la recepcidn, aun aquella descripcién que se propone reconstituir el proceso de pro- duccidn, El que analiza un conjunto textual para identificar en él opera- ciones discursivas es, evidentemente, él también, un receptor. Esta po- sicién de “lectura”, definida en el contexto de una teorfa de los discursos, no coincide con la posicién de Jos consumidores quienes, en el interior de la sociedad, son los receptores de estos mismos conjuntos textuales sometidos a andlisis. Barthes sefial6 muy claramente este problema a propésito de lo que Hamaba el “mito”: el analista del mito ocupa una posicién radicaimente diferente de la del consumidor del mito. El analis- ta que describe los mecanismos constitutivos del efecto mitolégico no hace sino destruir este efecto por el movimiento mismo de su descrip- ci6n.[4] En segundo lugar, la “lectura” (es decir el “efecto de sentido”) siendo necesariamente el punto de acceso al andlisis de las operaciones discursivas, se encuentra frente a dos vfas diferentes, que conducen a dos modelos: un modelo de la produccién del discurso y un modelo del con- sumo del discurso. Estos dos modelos jam4s coinciden exactamente. En otras palabras: en relaci6n con un conjunto textual dado, y para un nivel determinado de pertinencia, siempre existen dos lecturas posibles: la del www-.esnips.com/web/Lalia 19 proceso de produccién (de generacién) del discurso y 1a del consumo, de Ja recepci6n de ese mismo discurso. Tomando prestada una férmula de la lingiifstica, podemos decir que el funcionamiento de todo discurso depende no de una, sino de dos tipos de “graméticas”: de produccién y de reconocimiento. Estos dos tipos de gramdticas jamds son idénticos. El principio que acabamos de proponer tiene, en el nivel teérico, consecuencias extremadamente importantes. Aun si fuéseos capaces de constituir una descripcién completa de las reglas de generacién de un tipo dado de discurso a la luz de sus condiciones espectficas de produc- cién (de lo que en la actualidad estamos atin muy lejos), no podrfamos inferir, de una manera directa y lineal, sobre la sola base de esta descrip- ci6n, un efecto de sentido que estuviese enteramente determinado en el nivel de la recepcién. El concepto de circulacién designa precisamente el proceso a través de cual el sistema de relaciones entre condiciones de producci6n y condiciones de recepcién es, a su vez, producido social- mente. “Circulaci6n” es pues el nombre del conjunto de mecanismos que forman parte del sistema productivo, que definen las relaciones entre “gramética” de produccién y “gramatica” de reconocimiento, para un discurso 0 un tipo de discurso dado. De esta manera resulta posible conceptualizar simulténeamente la diferencia entre estos tres momentos del sistema productivo de discursos y sus relaciones sistematicas. El andlisis discursivo de un conjunto tex- tual dado deberfa permitir, por un lado, Ja descripcién de un campo de efectos de sentido, campo determinado por las operaciones discursivas que operan en el material textual (las que definen el proceso de produc- ci6n). La teorfa del sistema de produccién de los discursos sociales debe- ria permitir por lo tanto entender el conjunto de variaciones del efecto de sentido, enel nivel de la recepci6n, para un tipo de discurso dado. Porotra parte, las condiciones de constitucién de este campo de efectos de senti- do varia precisamente segtin la naturaleza de la circulaci6n; en otras pala- bras, segun el tipo de intercambio significante de que se trata, Ain estamos muy lejos, por supuesto, de poseer una teorfa semejante: apenas comenzamos a disponer de los medios necesarios para describir opera- ciones discursivas, Limitémonos al dominio de los discursos sociales que circulan en cl interior de cada formacién social en el nivel colectivo. Diversos tipos de discursos pertenecientes a este dominio estan sometidos a condicio- nes de circulaci6n-consumo muy diferentes. Los diseursos de las llama- das “‘comunicaciones masivas” se caracterizan por un proceso de circu- Jacién-consumo que se podria Jlamar instantdneo: la distancia hist6rica entre produccién y consumo es prdcticamente nula. Para los discursos “masivos” definidos por la sociedad como “servicios” (como el discur- 20 www.esnips.com/web/Lalia so de 1a informacién), el acto social de consumo sélo se produce una vez. 1 5s discursos asociados institucionalmente a la ideologtia “del arte” y de Ja “creaci6n” (cine, literatura, etcétera), pueden ser objeto de un consu- mo diferido, en un perfodo de tiempo mucho mayor. Este es ej caso, tam- bién, de los discursos de las ciencias. Por lo tanto, para el caso de los discursos cuya circulaci6n-consumo es diferida o, por decir asf, de ar- ga duracién, no se debe olvidar una asimetria crucial entre condiciones de produccién y condiciones de recepciGn: en el discurso, una vez pro- ducido en deterzinadas condiciones, éstas ultimas permanecen y perma- necerin siempre las mismas, La recepcién, el consumo, por el contrario, estan “condenados” a modificarse indefinidamente. El Cours de Lin- guistique Générale, por ejemplo, habiendo sido producido a principios del siglo XX, sigue y seguiri siendo lefdo (y por lo tanto sigue y segui- 14 formando parte de las condiciones de producci6n de otros textos). Es- te desfasaje no es otra cosa que el principio de constituci6n de 1a histo- ria de los textos. La historia de un texto, o de un conjunto de ellos, consiste en un proceso de aiteraciones sistemdticas, a lo largo del tiem- po histérico, del sistema de relaciones entre “gramdtica” de produccién y “gramdtica” de reconacimiento. Ha legado cl momento de extraer un cierto mimero de conclusio- nes relacionadas con Ia cuestién que nos preocupa aquf, la cuestién “ciencia-ideologfa”. Ante todo, insistamos: lo ideoldgico no es el nombre de un tipo de discurso, sino una dimensién de los discursos socialmente determinados; si Se quiere, c] nombre de una Iectura, que siempre es en principio posi- ble hacer, de todo discurso socialmente determinado (por lo tanto, tam- bién del discurso de las ciencias). Digo “en principio” para distinguir el criterio tedrico de nuestra capacidad de satisfacer en la hora actual las exigencias de tal lectura: atin estamos muy lejos de poder aplicar, de una manera sistemtica y completa, la lectura ideolégica de los discursos so- ciales. (En qué consiste esta “dimensién’”? Concieme al conjunto de de- terminaciones sociales que han marcado los discursos, En este nivel de andlisis, en consecuencia, “ideoldgico” es el nombre del sistema de re- laciones entre los discursos y sus condiciones de produccién, siendo estos tiltimos definidos cn el contexto de una sociedad determinada. Co- mo ya lo he dicho, las condiciones de produccién no son tales sino en la medida en que se trata de un conjunto de determinaciones que han mar- cado el discurso, que han dejado sus huellas en é1. En consecuencia, la forma concreta que reviste la identificaci6n de lo ideolégico-en-los-dis- cursos es la de la descripcién de un conjunto de operaciones discursivas que constituyen el proceso de produccién. Desde este punto de vista, no www.esnips.com/web/Lalia 21 existe discurso socialmente producido que sea privilegiado: todo discur- so est4 sometido a condiciones de produccién determinadas. C:2ndo estas condiciones conciernen a las determinaciones sociales que proce- den de los mecanismos de base de la formaci6n social, estamos en el dominio de lo ideoldgico. En este nivel, por lo tanto, no es posible dis- tincién alguna entre una instancia “ciencia” y una instancia “ideologfa”. E] discurso de las ciencias est4 tan socialmente determinado en su pro- duccién como el discurso polftico (aunque ello no implica que lo estén a través de los mismos mecanismos). Los viejos problemas acerca de 1a cuestién ciencia-ideologfa son entonces reemplazados por cuestiones completamente diferentes. Ante todo, reseryemos el término “ciencia” para designar el conjunto produc- tivo cuyo producto es el “‘conocimiento cientffico”. Con este uso, “cien- cia” serfa entonces sinénimo de expresiones tales como “practica de produccién de conocimientos”: estas expresiones designan un conjunto de instituciones, de infraestructuras tecnolégicas, de relaciones sociales, de normas, etcétera... Este conjunto productivo produce conocimientos, cuya forma tedrica es la de un sistema de efectos de sentido discursivos. Con mayor precisién: este conjunto productivo produce discursos que pueden ser el lugar de manifestacién de un efecto de sentido particular que se llama el “conocimiento cientffico”. Doy a este efecto de sentido el nombre de cientificidad. Es precisamente en el nivel de los efectos de sentido, es decir, en el nivel de las condiciones de recepcién (0 de “reco- nocimiento”) donde es no sélo posible sino necesario introducir una distincién con respecto a dos tipos de efectos: el que se puede llamar cien- tificidad y el que se puede llamar efecto ideoldgico. Para resumir lo esencial, podemos decir lo siguiente: /a “cientifici- dad” es el efecto de sentido por medio del cual se instaura, enrelaciéncon un dominio determinado de lo real, lo que se llama el “conocimiento cientifico” ; puede tener lugar en el interior de un cierto tipo de discurso (el de la ciencia o de las ciencias) que esta (como todo discurso social- mente producido) determinado ideolégicamente en el nivel de sus con- diciones de producci6n. La modalidad con que hemos afectado la afirmacién sobre la cien- tificidad en el interior de los discursos producidos por las ciencias nos pa- rece crucial: el efecto de conocimiento que Lamamos “cientificidad” puede aparecer en los discursos que son producto de la practica llamada cientifica, pero no es fatal ni necesario que ello ocurra. En otras palabras: serfa ingenuo creer que todo discurso producido por los “hombres de ciencia” es conocimiento cientifico (lejos de ello). A la inversa, el efec- to de sentido “cientificidad” puede aparecer en discursos que no fueron producidos por el sistema productivo de las ciencias. 22 www.esnips.com/web/Lalia iEn qué consiste este efecto de sentido que Hamamos “cientifici- dad”? La descripcion de las operaciones discursivas que fundan la posi- bilidad de un tal efecto de sentido, en relacién a dominios diferentes de objetos, queda avin por realizar. Me limitaré a subrayar aqui lo que me parece el principio teérico de base. El efecto de sentido Hamado “cien- tificidad” puede producirse cuando un discurso que describe un dominio de lo real, discurso sometido a condiciones de produccién determinadas, Se tematiza a st mismo, precisamente, como estando sometido a condi- ciones de producci6n determinadas. Resulta claro entonces que esta pro- piedad que define la cientificidad de un discurso (y por lo tanto el “‘cono- cimiento cientffico”) consiste en instaurar un desdoblamiento en las re- Jaciones del discurso con lo extra-discursivo. La cientificidad no es mas que la relacién del discurso con su relaci6n con lo real; si se quiere, una relaci6n de “segundo grado”. Por el contrario, el efecto de sentido que se puede llamar “ideolégico” es precisamente la anulaci6n de toda posibli- dad de desdoblamiento: bajo el efecto ideoldgico, el discurso aparece como teniendo una relaci6n directa, simple y lineal, con lo real; dicho de otra forma: aparece como siendo el tinico discurso posible sobre su ob- jeto, como si fuese absoluto.[5] Agreguemos que el efecto de sentido “{deolégico” es la forma “esponténea” de todo discurso; en su “estado natural de funcionamiento”, si se puede decir, todo discurso es, en el ni- vel de su efecto de sentido, ideolégico. La instauraci6n de una doble rela- cién del discurso con su conexién con lo real es el producto de un largo trabajo histdrico, el mismo que condujo al modo de produccién capita- lista. El capitalismo ha “inventado” Jo que hoy conocemos como ciencias modernas y ha producido, simulténeamente, el discurso destinado a proveerles la fundamentacién deontoldgica: la “epistemologia” y la “metodologia” de la ciencia. En otras palabras, el efecto de sentido “cien- tificidad” ha sido a la vez producido histéricamente y pensado bajo formas idealistas, en un tinico y mismo movimiento. El nicleo esencial de estas formas idealistas es el siguiente: hay algo que pertenece al orden. de la Verdad (la ciencia) y algo que pertenece al orden del Error (la ide- ologia). Modelo que borra la naturaleza misma del “conocimiento” co- mo producto de un sistema productivo. Resulta imitil subrayar una vez més que una teorfa de 1a “ruptura” responde exactamente a este modelo deontolégico destinado a trazar, a cualquier precio, una frontera absolu- ta entre dos instancias irreductibles. La cuestién de la cientificidad como efecto de sentido diferente del efecto ideolégico se plantea, sobre esta base, como una cuestién de he- cho y no de derecho: se trata de describir las propiedades discursivas que pueden dar lugar, en el nivel de los efectos de sentido, bajo circunstan- cias determinadas, a lo que se llama “conocimiento cientffice”, en re- www.esnips.com/web/Lalia 23 lacién a dominios de lo real. No veo otra altemativa posible para un enfoque que pretenda ser histérico. La “epistemologia” como discurso normativo sobre la verdad y el error, se nos aparece irremediablemente como la tiltima coartada del idealismo, Un enfoque histérico, por el con- trario, elimina de un golpe todas las paradojas filos6ficas, como aquella segun la cual, si yo afirmo que todo “conocimiento” esté socialmente determinado, mi afirmacién misma esté también socialmente determina- da y no resulta, por lo tanto, universalmente valida, etc. .. Dejemos este juego de palabras a los fildsofos. El punto de vista expuesto en este tra- bajo est4 sin duda alguna, él también, marcado por lo ideolégico. Una teorfa de la produccién de los “conocimientos cientificos” (en la medi- da en que ella misma es un discurso con pretensiones cientfficas) es a su vez producida bajo condiciones determinadas. Es en consecuencia susceptible de ser lefda segiin los principios que ella misma ha definido. Este cfreulo no tiene nada de vicioso: se trata de un regressus ad infi- nitum, un proceso abierto, que no tiene nada de paraddjico ni contradic- torio. Es preciso arrancar la cuestién del efecto de cientificidad y de sus relaciones con lo ideoldégico del terreno del discurso puramente filo- s6fico, donde ha estado sumergida desde hace milenios. Acabo de pro- poner lo que me parece ser el principio teérico fundamental para llegar a caracterizar el efecto de sentido “cientificidad” y, en consecuencia, el “conocimiento cientffico”. Mas alld de este principio todo el trabajo que- da por hacer, ya que se trata de un enfoque empirico, es decir hist6rico, tanto sobre los conocimientos cientfficos cuanto sobre las ideologfas. Existe un cientificismo anti-empfrico que no es por ello menos cientificista. En su forma clésica, el cientificismo concibe la ciencia como una actividad (y no como una practica) orientada racionalmente por un valor (el conocimiento), actividad cuyos resultados son sustan- cialmente auténomos en relaci6n a Jo que ella misma define como “con- dicionamientos” exteriores. Estos factores exteriores pueden ser “‘favo- tables” o “‘desfavorables” en la busqueda del conocimiento cientifico como finalidad; pueden incluso hacerlo imposible. Pero en la medida en que se logra el resultado (el conocimiento), éste no conserva rastro algu- no de las condiciones en las cuales fue obtenido. La exigencia absoluta para todo cientificismo es la de trazar una frontera entre <1 conocimien- to y lo otro-que-el conocimiento. Los medios para lograrlo son secunda- rios: sea a partir de una concepci6n de lo real-en-sf, siempre alli, que sim- plemente espera ser descrito (forma empirista), sea bajo la forma de una autonomizacién de la esfera de los conceptos (forma teoricista). La teo- rfa de la “ruptura” es una versi6n reciente de esta ultima forma. De cual- quier manera, existe siempre un sintoma irrecusable del cientificismo, 24 www.esnips.com/web/Lalia que manifiesta simulténeamente su rechazo y su fascinacién: la tenden- cia irresistible a considerar lo ideol6gico como algo malo: ilusiOn, error, deformacién de clase, prehistoria u obstéculo. De lo aue se trata, por el contrario, es de recuperar lo ideolégico como dimensién estructural de toda prdctica. Hablar de “ideoldgico” es tratar de hablar de la naturaleza productiva de todo fenédmeno de senti- do, ya que esta nocién de “ideolégico” no es ni m4s ni menos que el nom- bre del sistema de las relaciones entre el sentido (siempre discursivo) y el sistema productivo que rinde cuenta de su generacién. Se ve con clari- dad c6mo el reconocimiento del sentido como producto de un sistema productivo excluye toda posibilidad de hacer valer una concepcién peyorativa de lo ideoldgico: lejos de ser un obst4culo para el conocimien- to, lejos de definirse como su contrario, lo ideoldgico es el nombre de las condiciones que hacen posible el conocimiento. Pero en este caso, el cientificismo y toda la epistemologfa de 1a “modemidad” no deben sor- prendemos. Ya hemos sefialado que es un solo y mismo movimiento his- térico el que produjo el principio del efecto de sentido cientificidad y la teorfa idealista sobre este efecto. Dicho de otra manera: es un solo y mis- mo movimiento histérico el que produjo un cierto efecto de sentido (la cientificidad) y la teoria que, sin dar cuenta de la naturaleza de este efec- to, era al mismo tiempo, en el nivel deontoldgico, su condicién de pro- ducci6n. Sinteticemos lo esencial. Lo que hace que un discurso que se supo- ne describe lo real sea un discurso cientifico no es una pretendida ausen- cia de ideologia. Lo ideoldgico esta siempre necesariamente presente en el discurso de la ciencia: estd presente en la medida en que este wiltimo, como todo discurso, est4 sometido a condiciones de produccién determi- nadas. La distincidn entre la cientificidad y el efecto ideolégico es un asunto de reconocimiento y no de produccién. Lo que hace de un discur- so un discurso cientffico es la neutralizaci6n del efecto ideolégico como resultado de Ja relaci6n gue el discurso establece con sus relaciones con lo real, desdoblamiento que define el efecto de cientificidad. Por lo tan- to este desdoblamiento no implica en absoluto un “desprendimiento” del discurso en relacidn con lo ideoldgico; instaurando una relacién con sus relaciones con lo real, el discurso no se libera de no sé qué “prisi6n” ala que habsfa estado sometido hasta ese momento, puesto que este des- doblamiento no es otra cosa que la puesta en evidencia, por el discurso, de su sujecién a determinadas condiciones de produccién. En otras pa- labras: en un discurso, es la exhibicién de su ideoldgico lo que produce la cientificidad. Nuestro camino no prejuzga nada acerca de un cierto nimero de cuestiones: la posibilidad de uescribir et efecto de cientificic-d en el www.esnips.com/web/Lalia 25 discurso producido porel sistema productivo de ia ciencia no implica que todo discurso producido por este sistema deba contener siempre y nece- sariamente dicho efecto. El concepto de un desdoblamiento de Ja relaci6n del discurso con lo extradiscursivo (instauraci6n de una relaci6n del dis- curso con su relaciéna lo extradiscursivo) concierne eneste caso aun tipo de discurso que se presenta como describiendo lo real, y es cuando este desdoblamiento esté ausente de un discurso en funcién referencial, que hablamos de efecto ideolégico. Ahora bien, el desdoblamiento puede producirse en discursos que no se presentan como “descriptivos” de Jo real. La operaci6n por Ja cual un discurso tematiza sus propias condiciones de produccién puede tener lugar en el interior de diversos tipos de discursos. Julia Kristeva, por ejemplo, ha hecho 1a teorfa de esta operaci6n en el discurso poético.[6] 2A qué llevarfa esta investigaci6n empfrica, necesaria a una teorfa de Ja cientificidad? A muchos problemas que en la hora actual per- manecen abiertos y conducen a un territorio casi enteramente descono- cido. ,Cudles son las operaciones discursivas que producen el efecto de sentido cientificidad?-Es posible (y aun probable) que existan varios con- juntos de operaciones discursivas que pueden llegar, bajo condiciones de produccién diferentes, al mismo resultado, es decir, a producir este des- doblamiento de la relacién del discurso con su objeto. Lo que quiere decir que este efecto ha sido producido, en situaciones histéricas diferentes, por medios diferentes. ¢En qué condiciones el efecto ideolégico se impone sobre el efecto de cientificidad? (Lo que vuelve a plantear la cuestiOn del uso ideoldgico del discurso producido por una ciencia dada.) Responder a estas preguntas exige tener en cuenta simulténeamente las condiciones de producci6n, de circulacién y de recepcién de los discur- sos de una ciencia. {Como se explica que, en relacién con un determinado dominio de loreal, se instaure, en un momento dado y por primera vez de una manera sistematica, el desdoblamiento de la relacién del discurso a dicho dominio? Esta cuestién nos lleva nuevamente a nuestra problematica inicial, la del surgimiento de las précticas cientfficas en la historia. Enlo que sigue, trataré de bosquejar el principio de una respuesta. 26

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