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Bd LUIS ALBERTO ROMERO BREVE HISTORIA CONTEMPORANEA DELA ARGENTINA FONDO DE CULTURA ECONOMiIcA. °°" ‘MEXICO - ARGENTINA - BRASIL - COLOMBIA - CHILE EsPANA - ESTADOS UNIDOS - PERU - VENEZUELA VII. EL PROCESO, 1976-1983 El genocidio E124 de marzo de 1976 la Junta de Comandantes en Jefe, integrada por el general Jorge Rafael Videla, el almicante Emilio Etluardo Massera y el brigadier Orlando Ramén Agosti, se hizo cargo del poder, dict6 los instrumentos le- gales del llamado Proceso de Reorganizacién Nacional y designé presidente de la Naciéa al general Videla, quien ademés continué al frente del Bjército hasta 1978... El caos econémico de 1975, la crisis de autoridad, las luchas facciosas y la muerte presente cotidianamen- te, la accién espectacular de las organizaciones guerrille- ras —que habian fracasado en dos grandes operativos contra unidades militares en el Gran Buenos Aires y Formosa—, el terror sembrado por la Triple ‘A, todo elle cieé las condiciones para la aceptacién de un golpe de Estado que prometia restablecer el orden y asegurar ‘el monopolio estatal de la fuerza. La propuesta de los snilitares —quienes poco habian hecho para impedir que el caos llegara a ese extremo— iba més. alld: consistfa en eliminaé'de’rai2 el problema, que en su diagnéstico se encontiaba en la sociedad misma-y en la naturaleza irresoluta de sus conflictos. El carécter de la solucién proyectada podia adivinarse en las metaforas empleadas —enfermedad, tumor, exticpaci6n, cirugia mayor—, re- sumidas en una més clara y contundente: cortar con la es- pada el nudo gordiano. ~. Eltajo fue en,realidad una operacién integral de repre- sién, cuidadosamenteplaneada por la conduccién de las tres armas, ensayada primero en Tucumén —donde el Ejército intervino.oficialmente desde 1975— y luego ej cutada de modo sistemético en todo el pais. Asi lo est blecié la investigacién realizada en 1984 por la Comisién 283 Nacional sobre la Desaparicién de Personas, la CONADEP, que creé el presidente Rail Alfonsin, y luego la Justicia, gue juzgé 2 los militares implicados y condené a muchos de ellos. Los mandos militares concentraron en sus ma- nos toda Ia accién y los grupos parapoliciales de distinto tipo que habjan operado en los afios anteriores se disol- vieron o se subordinaron a ellos. Las tres armas se asig- naron diferentes Zonas de responsabilidad y hasta mantu- vieron una cierta competencia para demostrar mayor cficacia, lo que dio a la operacién una fisonomia andcqui- ca y faccional que, sin embargo, no implicé acciones ca- suales, descontroladas o ircesponsables, y lo que pudo ha- ber de ello formé parte de la concepcién general de la horrenda operacién. La planificaci6n general y la supervisién téctica estuvo en manos de los més altos niveles de conduccién castren: se, y los oficialés superiores no desdefiaron participar per- sonalmente en, tareas de ejecicién, poniendo de relieve el carécter institucional de la accién y el compromiso colec- tivo. Las érdenes bajaban, por la cadena de mandos, has- ta los encargados de la ejecucién, los Grupos de Tareas —integcados principalmente por oficiales jévenes, con al- gunos suboficiales, policias y civiles—, que también te- nian una organizacién especifica. La ejecucién requitié también un complejo aparato administrativo, pues debfa darse cuenta del movimiento —entradas, traslados y sali- das— de un conjunto muy numeroso de personas. Cada detenido, desde el momento en que era considerado sos- pechoso, cra consignado en una ficha y un expediente, se hacia un seguimiento, una evaluacién de su situacién'y se tomaba una decision final que correspondia, siempre al més alto nivel militar: La sepresién fue, en suma, una ac- cidn sistemitica cealizada desde el Estado. Se traté de una accién terrorista, dividida en cuatro momentos principales: el secuestro, la tortura, la’ deten- ci6n y la ejecucidn, Pasa los'secuestros, cada grupo de operaciones —conocido como “la patota”— operaba 284 preferentemente de noche, en los domicilios de las victi- mas, a la vista de su familia, que en muchos casos eza in- cluida en la operacién: Pero también muchas-detenciones fueron realizadas em fabricas, o lugares de trabajo, en la calle, y algunas’en paises vecinos, con la colaboracién de las autoridades locales. La operacién se realizaba con autos sin patente pero bien conocidos —los fatidicos “Falcon verdes*—, mucho despliegue de hombres y ar- mamento pesado, combinando el anonimato con la 0s- tentacién, todo lo cual aumentaba el buscado efecto ate- rrorizador. Al secuestro seguia el saqueo de la vivienda, perfeccionado posteriormente cuando se oblig6 a las vie~ timas a'ceder la propiedad de sus inmuebles, con todo lo cual se conformé el botin de la horrenda operacién, El destino primero del secuestrado era Ia tortura, sistematica y prolongada. La “picana”, el “submarino” —mantener sumergida la cabeza en un recipiente con agua— y las violaciones sexuales eran las formas més co- munes; se sumaban otras que combinaban la tecnologia con el refinado sadismo del personal especializado, pues- to al servicio de una operacién institucional de la que no era raro que participaran jefes de alta responsabilidad. La tortura fisica, de duravién indefinida, se prolongaba en la psicolégica: sufrir simulacros de fusilamieato, asistir al suplicio de amigos, hijos o esposos, comprobar que todos los vinculos con ef exterior estaban cortados, que no ha- bia nadie que se interpusiera entre la victima y el victima- rio. En principio la tortura servia para arrancar informa- cién y lograr la dénuncia de compaiietos, lugares, operaciones, pero ms en general tenfa el propésito de quebrar la resistencia del detenido, anular sus defensas, desteuir su dignidad y su personalidad. Muchos morfan en'la tortura, se “quedaban”; los sobrevivientes inicia- ban una detencién mas o menos prolongada en alguno de los trescientos cuarenta centros clandestinos de detencién —los “chupaderos”— que funcionaron en esos afios j cu- ya existencia fue ceiteradamente negada por las autorida~ 285 des, Se encontraban en unidades militares —la Escuela de Mecénica de la Armada, Campo de Mayo, los Comandos de Cuerpo— pero igeneralmente en dependencias polici les, y eran conocidos con nombres de macabra fantasia: el Olimpo, el Vesubio, la Cacha, la Perla, la Escuelita, el Reformatorio, Puesto Vasco, Pozo de Banfield... La admi- nistracién y control del movimiento de este enorme ni mero de centros da idea de la complejidad de la opera- cién y de la cantidad de personas involucradas, asi como de la determinacién requerida para mantener su clandes- tinidad.-.En esta etapa final de su calvario; de duracién imprecisa, se completaba la degradacién de las victimas, a menudo mal heridas y sin atencién médica, permanen- temente’encapuchadas 0 in servicios sanitarios. Muchas deténidas émbdrazadas Cieron a luz en esas condiciones, para ser luego despoja- das de sus hijos, de los cuales en muchos casos se apro- piaban sus secuestradores. No es extrafio que, en esa si- tuacién verdaderamente limite, algunos secuestcados hayan aceptado colaborar con sus vietimarios, realizando tareas de servicio 0 acompaiiindolos-para individualizar en fa calle“a-antiguos compafieros, todavia libres. Pero para.la mayoria el destino. final era el “traslado” cir su ejecucién. _ Esta exé Ja.decisién més importante y se tomaba en el 18% alto nivel operacional, como la jefatura de cada uno dé-los ‘cuerpos de Ejército, después de un aAdlisis cuida- doso de los antecedentes, potencial utilidad o “recupera: bilidad” de los detenidos. Pesé a que li Junta Militar es- tableciéla pena de muerte, nunca la aplicé, y todas las ejecuciones fueron clandestinas. A veces los cadaveres aparecfan en la calle, como muertos en enfrentamigntos 0 intentos de fuga. En algunas ocasiones se dinamitaron pi- las enteras de cuerpos, como eépectacular cepresalia a al- guna accin guerrillera, Pero en la mayorfa de los casos los-cadaveres se ocultaban, enterrados en cementerios co- mo personas desconocidas, quemados en fosas colectivas 286 5 de- “rabicadas”, mal alimencadas,, qué eran cavadas por las propias victimas antes de ser fu- “siladas, 0 arojados al mar-con bloques de cemento, luego de ser adormecidos con una inyeccién. De ese modo, no hubo muertos sino “desaparecidos”. Las desapaticiones se produjeron masivamente entée 1976 y'1978, el trienio sombrio, y luego se redujeron a una expresin minima, Fue un verdadero genocidio. La Comisién que las investigé documenté nueve mil casos, pero indicé que podia haber muchos otros no denuncia- 2: dos; mientras que las organizaciones defensoras de los derechos humanos reclamaron pér treinta mil desapare- cidos, Se teaté en su mayoria ie jévenes, entre quince y treinta y cinco afios. Algunos pertenecian a las orgahiza- ciones armadas: el ERP fue diezmado entce 1975 y 1976, ya la muerte de Roberto Santucho, en julio de ese aiio, poco quedé de la oxganizacién. La organizacién Monto- eros, que también experimenté fuertes bajas en sus cua- dros, siguié operando, aunque tuvo que limitarse a ac- ciones terroristas,—hubo algunos asesinatos.de gran resonancia, como el del jefe de la Policia Federal— des- vincladas de la prictica politica, mientras su conduc- ci6n y-cuadros principales emigraron a México. Lo cier- + to ¢s que cuando la amenaza real de las organizaciones ces6, la represién continué su marcha. Cayeron militan- tes de organizaciones politicas y sociales, dirigentes gre~ miales de base, con actuacién en las comtisiones internas dé fabricas —algunos empresarios solian requetir ‘al efec- { la colaboracién de los responsables militares—, y jua- to ¢on ellos militantes. politicos varios, sacerdotes, inte lectuales, abogados relacionados con la defensa de presos politicos, activistas de organizaciones de derechos humanos, y muchos otros, por la sola raz6n de ser pa- rientes de alguien;-figuear en una agenda o haber: sido mencionados en una sesién de tortura. Pero més alla de los accidentes y errores, las victimas fueron las queridas: con el argumento de enfrentar y destruir en su propio te- rreno.a las organizaciones armadas, la operacion proc: 287 al Beer 19,500 raba eliminar todo activismo, toda protesta social —has- ta un modesto teclamo por ¢l boleto escolar—; toda ex- presin de pensamiento critico, toda posible direccién politica del movimiento popular que se habia desarrolla- do desde mediados de la década anterior ¥ que entonces era aniquilado. En ese sentido los resultados fueron exactamente los buscados. Las victimas fueron muchas, pero el verdadéro objeti- vo eran los vivos, el conjunto de la.séciedad que, antes de emprender su transformacién profunda, debia ser controlada y dominada por el terror y la palabra. El Es- tado se desdoblé: una parte, clandestina y tetrorista, practicé una represién sin responsables, eximida de ces- ponder a los reclamos. La otra, piblica, apoyada en un orden juridico que ella misma establecié, silengiaba cual- quier otra voz. No sélo desapatecieron las instituciones de la Repiblica, sino que fueron clausuradas autoritaria- mente la confrontacién publica de opiniones y su misma expresiéa, Los partidos y la aétividad politica toda que- daron prohibidos, asi como los sindicatos y la accién gretnial; se sometié a los medios de prensa a una explici- ta censura, que impedia cualquier mencién al terrorismo estatal y sus victimas, y artistas ¢ intelectuales fueron vi- gilados. Solo quedé la voz del Estado, dirigiéndose a un conjunto atomizado de habitaates. . Su discurso, masivo y abrumador, retomé dos moti- vos tradicionales de-la cultuéa politica argentina y tos desarrollé hasta sus iltimas y horrorosas consecuicicias. El adversario —de limites botrosos, que podia incluir a cualquier posible disidente— era el go ser, la “subbver- sién apatrida” sin derecho a vor'o a existencia, que po- dia y merecia ser exterminada. Contra la violencia no se argumenté en favor de una alternativa jurfdica y-con- sensual, propia de un’ Estado republicano y de una so- ciedad democratica, sino de un orden que era, en reali- dad, otra versién de la misma‘ ecuacién violenta y autoritaria. 288 janie El terror cubrié la sociedad toda. Clausuirados los es- tivos més-amplios, cada uno quedé solo ¢ indefenso ante el Estado aterrorizador, y en.una sociedad inmovilizada y sin reaccién se impuso —como ha sefialado Juan Corra- di— la cultura del miedo. Algunos no aceptaron esto cmigraron al éxterior for una combinacién variable de razones politicas y profesionales—o se réfugiaron en un exilio interior, en Ambitos recoletos, casi domésticos, practicando el mimetismo a la espera de la brecha que permitiera volver a emerger. La mayoria acepté el discur- s0 estatal, justificé lo poco que no podia ignorar de la re~ presin con el argumento del “por algo sera”, o se refu- gid en la deliberada ignorancia de lo que sucedia a la vista de todos. Lo més notable, sin embargo, fue una suerte dé asuncién ¢ intemnalizacién de la accién estatal, traducida en el propio control, en la autocensura, en la Vigilancia del vecino. La sociedad se patrull6 a si misma, se llené de kapos, ha escrito Guillermo O'Donnell, asom- brado por un conjunto de practicas que —desde la fami- lia a la vestimenta o las creencias—-, revelabai lo profun- damente arraigado que en ella estaba el autoritarismo que el discurso estatal potenciaba, El gobierno militar nunca logré-despertat entusiasmo ni adhesin explicita en el conjunto de la sociedad, pese a gue lo intent6, a mediados de'1978, cuando se celebré el Campeonato Mundial de Futbol y las maximas jerarquias asistieron a los estadios donde la Argentina obtuvo el ti- tulo, y a fines de ese afio cuando, agitando el més turbio sentimiento chauvinista, poco falté para iniciar una gue- ra con Chile, S6lo obtuvo pasividad, pero le aleanizé pa- ra encarar las transformaciones profundas que —en su prospecto— habrian de eliminar definitivamente los conflictos de la sociedad, y cuyas primeras consecuen- cias —Ia fiebre especulativa— contribuyeron por otéa via a la atomizacién de la sociedad y a la eliminacién de cualquier posible respuesta. 289 La economia imaginaria: la gran trarisformaciGr Esa transformacién fue conducida por José Alfredo Mar- tinez de Hoz, ministro de Economia durante los cinco aiios de la presidencia de Videla. Cuando asumid, debia enfrentar una crisis ciclica aguda —inflacién desatada, re- cesién, problemas en la balanza de pagos—, complicada or la crisis politica y social y el fuerte desafib de las or- ganizaciones armadas al poder del Estado. La represion inicial, que descabezé la movilizaci6n popular, sumada a una politica anticrisis clésica —més o menos similar a to= das las ejecutadas desde 1952— permitié superar la co- yuntura. Pero esta vez las Fuerzas Armadas y los sectores del. establishment que.las acompasaban habian decidido ir mis lejos. En su diagnéstico, la inestabilidad politica y social crénica nacia de la impotencia del poder politico ante los grandes grupos corporativos —los trabajadores organizados pero también los empresarios— que alterna- tivamente se enfréntaban, generando desorden y caos, 0 se combinaban, unidos por una légica peculiar, para utili- zat en beneficio mutuo las herramientas poderosas del Estado intervencionista y benefactor. Una solucion de lar- 80 plazo debia cambiar los datos basicos de la economia y asi modificar esa configuracién social y politica créni- camente inestable: No se trataba de.encontrat la formula del crecimiento —pues se jlizgaba que a meriudo alli ani- daba el desorden— sino. la del orden y de la’ seguridad: Invirtiendo lo qué-hasta entonces —de Pern a Perén— habfan sido los objetivos de las distintas formulas politi- cas,-se buseé golucionar los problemas que la economia ponia a la estabilidad politica, si era necesario a costa del propio crecimiento econémico. Segtin un balance que progresivamente se imponié, cu- yas implicaciones ha puesto en evidencia Adolfo Cani- trot, el Estado intervencionista y benefactor, tal como se 290 sateen habia constituido desde 1930, era el gran cesponsable-del desorden social; en cambio, el mercado parecfa el insteu- inento capaz de disciplinar por igual a todos los actores, premiando la eficiencia e impidiendo los malsanos com- portamientos corporativos. Este argumento, que como se veré llegd a dominar en los discursos y en el imaginario, oscurecié lo que fue, en definitiva, la soluciéa de fondo: al final de lz transformacién que condujo Martinez de Hoz, el poder econémico se concentrs de tal modo en un conjunto de grupos empresacios, tcasnacionales.y nacio- nales, que la puja corporativa y la negociaciéa ya no fue- ron siquiera posibles. Esta transformacién no fue el pro- ‘ducto de fuerzas impersonales y autométicas: requirié de una fuerte intervencién del Estado, para reprimir y désar- mar a los actores del juego corporativo, para imponer las roglas que facilitaran el crecimiento. de los vencedotes y aun para trasladar hacia ellos, por la clasica via del Esta~ dp, recursos del conjunto de la sociedad que posibilitaron su consolidacién, La ejecucién de esa transformacién planteaba un pro- blema politico, que ha expuesto Jorge Schvarzer: la con- duccién econémica debja en primer lugar durar en el po- der un tiempo suficientemente prolongado, y luego crear una situacién que, més alld de su permanencia, fuera: icre- versible. El ministro de Economia y su grupo permanccie- ron durante cinco afios: la icreversibilidad de la situacién que crearon se manifesté inmediatamente después de su salida, cuando sus sucesores intentaron cambiar-algo el rumbo.y fracasaron rotundamente. : Martinez ‘de Hoz conté inicialmente con un fuerte apoyo, casi, personal, de los organismos internacionales y los bancos éxtranjeros —que Je permitié sortear varias situaciones dificiles— y del sector més,concentrado del establishment econ6mico local. La relacién con los mili tares fue mas compleja, en parte por sus profundas divi- siones —entre las armas y aun entce facciones— que se expresaban en apoyos, ctiticas o bloqueos a su gestion, y 291 en parte por el peso que entre ellos tenian muchas ideas y-concepciones que.en el plan del ministro debjan sec cambiadas, y con las que tuvo que encontrar algin pun- to de acuerdo. Fue una relacién conflictiva, de potencia a potencia. Los militares jizgaban que el descabezamien- to del movimiento popular, la eliminacién de sus grandes instrumentos corporativos y la fuerte reduccién de los ingresos de los sectores trabajadores debia equilibrarse, por razones de seguridad, con el mantenishiesto del ple- ng empleo, de modo que la receta recesiva més clisica estaba.descartada. También tenian los militares una vi- sign més tradicional de la cuestién del Estado, o al me- nos de la parte de él que aspiraban a manejar en benefi- cio personal 6 corporativo. Pero muchos de los que aceptaron la propuesta bésica de eliminar la participaci del Estado en la teansferencia' de ingresos exigieron en cambio la supervivencia de las empresas estitales —gene- ralmente conducidas por oficiales superiores— y Ia ex- pansién del gasto piiblico, lo que también bloqueé la clasica receta secesivay supuso a la larga un fracaso en el plan del ministro. Las relaciones con los empresarios tampoco fueron féciles, debido a la cantidad de intereses sectoriales que debian ser afectados; para imponerse, fue decisiva la inflexibilidad del ministro, unida a su capaci- dad de predicador, mosteando la tierra prometida al fi- nal.de la travesia del desierto, con una seguridad mayor cuanto més la realidad parecia desmentir sus pronésti- cos. Pero su arma.de triunfo principal fue haber ‘coloca- do durante-varios afios a la economia en uria situacién de inestabilidad tal-que sélo era posible seguir avanzan- do, guiados por el mismo piloto, so riesga de una catés- trofe; cuando esto dejé de funcionar, la concentracién y el endéudamiento ya habian creado los mecanismos defi- nitivos de disciplinamiento y control. Las primeras medidas del equipo ministerial, que cu- brieron largamente el primer afio, no dieron idea del rumbo futuro, Luego de intecvenir la CGT y los principa- 292 les sindicatos, reprimir a los militantes, intervenic militar: mente muchas fébricas, suprimir las negociaciones colec- tivas-y prohibir las huelgas, se congelaron los salarios por tres meses con lo que —dada la fortisima inflacién— ca- yeron en términos reales alrededor de un 40%. El Estado pudo superar su déficit y las empresas acumular, lo que sumado a los créditos externos répidamente otorgados permitié superar la crisis cfclica sin desocupacién. Desde mediados de 1977 —y a medida que la conduc- ‘cién se afirmaba— comenzaron a plantearse las grandes refocmas, que supusieron’ trastornar las normas bisicas con que habia funcionado la Argentina desde 1930. La reforma financiera acabé con una de las hercamientas del Estado para la transferencia de ingresos entre sectores: la regulacién de la tasa de interés, la existencia de crédito a tasas negativas y la distribucién de este subsidio segin normas y ptioridades fijadas por las autoridades. Profun dizando un mecanismo que ya operaba desde 1975, se li- beré la tasa de interés, se autori2é Ia proliferacién de bbancos ¢ instituciones financieras y se diversificaron las ofertas —titulos y valores indexados de todo tipo, emiti- dos por el Estado, se sumaron a los depésites a plazo fijo, preferidos por los ahorristas— de modo que, en un clima altamente especulativo, la competencia mantuvo alta las tasas de interés, y con ella la inflacién, que el equipo éco- némjco précticimente nunca pudo o quiso reducir. En la nueva operatoria se mantuvo una norma de la vieja con- cepcién: el Estaylo garantizaba no sélo los titulos. que emitfa sino los depésitos a plazo fijo, tomados a tasa libre por entidades privadas, de modo’ que ante una eventual quiebra devolvia el depésito a los ahorristas. Esta combi- nacién de liberalizaci6n, climinacién de controles y ga- rantia gener6 un mecanismo que llev6 pronto'a todo el sistema a la ruina. La segunda gran modificacién fue la apertura econd- mica y la progresiva eliminacién de los mecanismos clési- cos de proteccién ala produccién local, vigentes desde 293 1930. Se disminuyeron los aranceles, aunque en forma despareja.y selectiva, y como posteriormente se agregé la sobrevaluacién del peso, la industria local debié enfrentar {a competencia avasallante de una masa de productos im- portados de precio infimo. La fiebre especulativa gané a toda Ia poblacién, que para defender el valor de su sala- tio debia colocarlo a plazo fijo por unos pocos dias o en- sayat alguna otra mastingala mas arriesgada; junto con el alud de productos importados de precio minimo fueron los fenémenos salientes de esta transformacién profunda ¥ profundamente destructiva. La transformacién se completé con la llamada “pauta cambiaria”, una medida de importancia adoptada en di- ciembre de 1978, poco después de que el general Videla fuera confirmado por la Junta Militar por tres afios en la presidencia, aventando amenazas sobre la estabilidad del ministro, El gobierno fij6 una tabla de devaluacién men- sual del peso, gradualmente decreciente hasta llegar en al- gin momento a cero. Se adijo que se buscaba reducie la inflacién y establecer alguna previsibilidad, pero como la inflacién subsistié, el peso se revalué considerablemente respecto' del délar. La adopcién de la pauta cambiaria “eoincidié con una gran afluencia de dinero del exterior, originado.en el reciclamiento que los bancos internacio- nales debian hacer de los délares generados por el au- mento de los precios del petréleo, que en 1979 volvieron a subir notablemente: El flujo de délares —origen del fuerte endeudamiento externo— fue comiin en toda Amé- rica Latina y en muchos paises del Tercer Mundo, pero en.la Argentina lo estimulé'laposibilidad de tomarlos y colocarlos sin riesgo aprovechando las elevadas tasas de interés internas, pues el Estado aseguraba la estabilidad del valor con que serian recomprados. Pero la “tablita” —tal el nombre popular'de:la pauta cambiaria— no bas- 6 para reducir ni las tasas de interés ni la inflacién, en buena medida por la incertidumbre creciente a medida que Ia sobrevaluacién del peso anticipaba una furura y 294 necesaria gran devaluacién. Mientras se constituia la base de la deuda externa, esta “bicicleta” se agregaba ala “plata dulce” y los “importados coreanos” para configu- rar la apariencia folelorica de una modificacién sustancial de las ceglas de juego de la economia. Su verdadero corazén se hallaba ahora en el sector fi- nanciero, donde se concentraron los beneficios. Se trata- ba de un mercado altamente inestable, pues la masa de dinero se encontraba colocada a corto plazo y los capita- les podian salir del pais sin teabas, si cambiaba la edyun- fura, de modo que, antes que Is eficiencia o el riesgo em- presario, alli se premiaba la agilidad y la especulacién. Muchas empresas compensaron sus fuertes quebrantos operativos con ganancias.en la actividad financi¢ra; mu- chos bancos se convirtieron en el centro de'tina impoitan- te red de empresas, generalmente. endeudadas con ellos y compradas a bajo precio. Muchas empresas tomacon cré- ditos en délares, los emplearon en reequiparse 0 los colo- caron en el circuito financiero,-y para devolverlos recu- rrieron a riuevos créditos, una cadena de la felicidad ‘que, como era previsible, en un momento se coms. E] momento llegé a principios de 1980. Mieritras la “economia, imaginaria del mercado financiero rodaba ha- cia la voragine, la economia real agonizaba. Las altas ta- sas de interés eran inconciliables con las tasas de benefi- cio, de modo que ninguna actividad eca rentable nispodfa competir con la especulacién, Todas las empresas tuvie- ron problemas, aumtentaron las quiebras, y los acreedorés. finaucieros, que comenzaon # vex acuuularse los exédic tos incobrables, buscaron solucionar-sus problemas’ cap- tando mds depésitos, elevando asi aiin mds la tasa'de in- terés, lo que ponia en evidencia las consécuencias de garantizar los depésitos y a la ver'eliminar los controles a las instituciones financieras, En marzo de’ 1980, fidalmen- te, el Banco Central decidié la quiebra del bianco privado mis grande y de otros tres importantes, que a su vez eran cabezas de sendos grupos émpresarios: Hubo una espec- 295 tacular corrida bancaria, que el gobierno logré frenar costa de asumir todos los pasivos de los bancos quebra- dos, que en un afio Hlegaron a representar la quinta parte del sistema financiero. El problema financiero se agravé a lo largo de 1980, y desde entonces hasta el fin del gobierno militar la crisis fue una constante. En marzo de 1981 debia,asumir el nuevo presidente, general Roberto Marcelo Viola. Se vis- lumbraba que Martinez. de Hoz dejatia el ministerio, y on él cesaria la vigencia de la “tablita”, prenunciada por una masiva emigracién de divisas. El gobierno debié en- deudarse para cubrir sus obligaciones —la deuda puiblica empez6 a suinarse a la privada— y finalmente tuvo que abandonar la paridad cambiaria sostenida. A lo largo de 1981, y ya con la nueva conduccién econémica, el peso fue devaluado en un 400%, mientras la inflacién recrude? ida llegaba al 100% anual. La devaluacién fue catastré: fica para las empresas endeudadas en délares y el Estado, gue ya habia absorbido las pérdidas del sistema bancario, terminé en 1982 nacionalizando la deuda privada de las empresas, muchas de las cuales los propios empresarios ya habjan cubierto con salidas de délares rio declaradas. La era de la “plata dulce” terminaba; probablemente * muchos de sus beneficiatios no sufrieron las consccuen- cias del catestréfico final, pero la sociedad toda debié cargar con las pérdidas. La suba de las tasas de interés en Estados Unidos indicé la aparicién de un fuerte compet dor en la captacién de’fondos financiers. En 1982. Méxi- co aniincié que no podia pagar su deuda externa y decla- r6 una moratoria. Fue la sefial. Los créditos féciles para los paises latinoamericanos se cortaron,-miientras los i tereses subfan espectacularmente, y con ellos el monto de la deuda. En 1979, ésta cra de 8 500 millones de délares; en 1981 superaba los 25 000 y a principios de 1984 los 45 000. Los acreedores externos comenzaron a imponet condiciones. Deshecho el mecanismo financiero, la deuda externa ocupé su lugar como mecanismo disciplinador. 296 La economia real: destruccién y coricentracién En cuanto a la economia “real”, hubo un giro total res: pecto de'las politicas aplicadas en las décadas anteriores. Bl valor asignado al meicado interno fue cuestionado y se reclamé prioridad para las actividades en‘las que e! pais tenfa ventajas comparativas y podia competir en el mer- cado mundial. El criterio de proteger la’ industria —a la que se achacd su falta de competitividad— fue reempla~ zado por el del premio a la eficiencia, y fue abandonada la idea de que el crecimiento econémico y el bienestar de la sociedad se asociaban con la industria. Se trataba de un cuestionamiento similar al del. resto del mundo capitalis- ta, pero la respuesta local fue mucho més destructiva que constructiva. La estrategia centrada en el fortalecimiento del sector financiero, la apertura, el endeudariento y —como se veré— el crecimiento de algunos geupos instalados en distintas actividades, no beneficid particularmente a nin- guno de los grandes sectores de la economia. Por el con- tracio, Martinez de Hoz mantuvo éonflictos con todos, aunque no eacontré ninguna resistencia consistente. El sector agropeciiatié se encontraba en 1976 ef situaci6n 6ptima: culminaba su formidable éxpansién productiva en‘momentos en que se abrian'nuievos mércados, particit- larmente el de la Unién Soviética, afectada por el embar- __ ego cerealero norteamericano, al tiempo que el gobierno “eliminaba las retenciones a la exportacién. Pero la sobre- valuacién del peso llevé a los productores a una pérdida de ingresos y a una situaci6n critica, que culminé en 1980-1981. Los ingresos del sector agropecuario pam- peano, que en etapas anteriores subsidiaban a la indus- tria, en la ocasi6n se trasladaron al sector financiero y a través de'él a la compra de délares o de articulos impor- tados. Luego, cuando la debacle cambiaria los volvié a 297. selocar en buenas condiciones, la modificacin de las ‘candiciones en los mezcados inteenacionales prolongs su esiss, " Por la pérdida de su tradicional proteeciéa, la indus. 8 sultié le competencia de los articulos impoctados, fe fe sumé al encarecimiento del crédito, la supresin de 's mayoria de los mecanismos de promocion y ls reduc, cién del poder adquisitivo de la poblacién, El producto industrial cay6 en los primeros cinco aiios altededor de un 20%, y también la mano de obra ocupada, Muchas plantas fabriles cerzaron y en conjunto el sector expect ment6 una verdadera iavolucién, Lo més grave fue que la seestructuracién de la actividad, en lugar de mejorar la sficiencia supuso, como planted Jorge Katz, una verdade, ‘a regresi6n. Los sectores mas antiguos e ineficientes, co. imo el text y el de-confecciones, fueron batridos por la competencia, pero también resultaron muy golpeados saicllos nuevos, como el metalmeciinico 6 el electrinice, gue habian progresado notablémente. En momentos en que €2 €80s campos se producia en el mundo un avarice tee. bolégico notable, la brecha que separaba a la Argentina, que #¢ habia reducido en'los veinte afios anteriores, vol, Wié @ ensancharse de manera irreversible. Las rannes in, dustriaes que crecieron ys¢ beneficiaron con la recstrun, furacién fueron sobre. todo las que elabocaban bicnes inteemedios: celulosa, siderurgia, aluminio, petroquimica, Petréleo, cemento, que emplean intensamente recurso, batutales —mineral de hierro, carbén, madeta— y tienea un efecto. dinamizador interno mucho menor que las an, teriotes, Las escasas empresas dedicadas a estas activida, es, sumadas a las automottices, se beneficiaron de los fegimenes de promocién establecidas antes de 1975 ¥ que ¢lnuev6 gobierno mannuvo, y cambién de una proterclon srancelasia ad boc, en el caso del papel de diario o dé los automorores, Proyectadas en un tiempo ea que se supo. nia que el crecimiento industrial se iba a prolundizar, es, ‘a5 empresas, se encontraron limitadas por la ‘dimension tele 298 del mercado interno, y en muchos casos se convirtieron en exportadoras. Si bien el sector industrial perdid mucha mano de obra, en el conjunto de la economia la desocupacién fue escasa, tal como la conduccién militar le habia requerido al ministro. Hubo transferencias de trabajadores, en al- gunos casos de las grandes. empresas —con més posibili- dades de reducir sus costos laborales— hacia las media- nas'y pequeaas, y de la industria hacia los setvicios: hubo muchos trabajadores que cambiaron su empleo asalariado por Ia actividad por cuenta propia. La mayor expansién se produjo en la construcci6n y sobre todo en las obras piiblicas: el gobierno se embarcé en una serie de grandes proyectos; algunos relacionados con el Cam- peonato Mundial de Fatbol y otros, con el.mejoramiento de la infraestructura urbana, como las autopistas de la Capital, aprovechando'fos créditos extemnos baratos. En los primeros afios el gobierno hizo un esfuerzo sistemati- £0 para mantener los salarios bajos, pese a la escasa de- socupacién: hubo tuna fuerte caida del salario real y de la participacién del inigreso personal en el pcoducto, que asd del 45% en 1974 al 25% en 1976, paca subir al 39% en 1980. Pér entonces, el’ gobierno permitis una mayor libertad a los trabajadores para pactar sus condi- iones, pero sin la presencia sindical, lo. que estimuld cl aumento de las diferencias entre actividades y empresas. ‘A partir de 1981, la crisis, la‘inflacién y la cecesién hicie- ron descender draméticainenite ranto’la ‘ocupacién como el salario real. En visperas de dejar el poder, los gober- narites'militares no podjan exhibir en este campo ningtin logio importante , ‘Cuando la burbuja financiera se derrumbé, quedé en evidencia que la principal consecuencia de la brutal teans- forinaci6n habia sido —junté con la deuda extesna-—- una fuerte concentracién econémica. A diferencia del anterior proceso de contentracién, entre 1958 y 1963, el principal Papel nc correspondié a’ las emprésas extranjeras. No hu- 299 bo-en estos afios nuevas instalaciones de importancia, ¥ en cambio algunas grandes empresas ée retiraron, y otras vendieron sus activos, aunque s¢ reservaron el papel de proveedoras de partes y de tecnologia, como en el caso de algunas de las fébricas de automotores. A diferencia de veinte afios atrés, el mercado interno, en franca contrac- cién, celta egctainent stctv; por ote parte, pa a estas empresas cuya Ventaja residia en la posibilidad de plinificar su actividad a un plazé mediano 0 largo io era fécil manejarse ext forma eficiente en un medio altamente especulativo, en el que las decisiones diarias significaban grandes ganancias o grandes pérdidas y donde los empre- sarios locales tenfan ventaja. Lo cierto es que, junto con algunas trasnacionales, crecieron de modo espectacular unos cuantos grandes grupos locales, directamente liga- dos @ un empresirio’o una familia empresarial exitosos; comio Macri; Pérez Compane, Bulgheroni, Fortabat, 0 trasnacionales pero con fuerte base local como Bunge y Born o Techitit. Asi, el establishment econémico adquirié una fisonomia original. En algunos casos esto fue el resultado de la concentra cién en una rama de actividad, que coincidié con fa rees- tructuracién y racionalizacién de la produccién y'el cierre de plantas ideficientes. Ast ocurrié con el acero, y tam bién con los cigairillos, una actividad donde tres empre- sas exttanjeras reunieron toda la actividad. Pero los casos més espectaculares fucron los de los conglomerados em. presatiales, que cotnbinaron actividades industriales, de servicio, comerciales y financieras, tanto por una estrate- gia de largo plazo de diversificacién y reduccién del ries- g0 como —en el contéxto fiertemente espeqylativo-; por la busqueda de distintos negocios de rapido rendimiento. Los grupos que crecieron contaron habitualmente con un banco o una institucién financiera que les permitié mane- jasse en forma cépida e indepehdiente en el sector donde, [por unos afios, se Obtuvieron las miayores ganancias; pero muchos de los grupos que hicieron del banco el centro de 300 su actividad desaparecieron luego de 1980. Sobrevivie- ron los que capitalizaron sus beneficios comprando em- presas en dificiiltades, con las que constituyeron los con~ glomerados. Lo decisivo fue, sin embargo, establecer en toro. de alguna de las empresas una relacién ventajosa con el Estado. En los afios-en que Martinez de Hoz condujo la econo- mia, el Estado realizé importantes obras piblicas —desde autopistas a una queva central eléctrica atémica— para las que contraté a empresas de constructién o de ingenie~ ria, Por otra parte, las empresas del Estado adoptaroa co- mo estrategia privatizar parte de sus actividades, contra~ tando con terceros el sumiinistro de equips —como con Jos teléfonos— o la realizacién de tareas, como hizo YPF en las tareas de extracci6n, y en torno de esas actividades se constituyeron algunas de las més poderosos empresas nuevas. Las empresas contratistas del Estado se bene ron primero coni las condiciones pactadas y luego con el mecanismo de ajustar los costos al ritmo de la inflacion que, dada la magnitud de ésta y las dificultades del go- bierno para cumplit puntualmente con sus compromisos, terminaba significando un beneficio mayor atin que el de la obra misma. Otras. empresas‘aprovecharon los regime fnes de promocién, que aunque en general se redujecon, continuaron existiendo para proyectos ’especificos. Esos regimenes posibilitaban importantes reducciones imposi- fivas, avales pata créditos baratos, segurds de cambio pa- ra los créditos en. délaces, monopolizacién del mercado interno, decisivo en el-caso del papel de diario, o suminis- tro.de energia a bajo costo, muy importante para las ace- tias 0 la fébrica de aluminio. De ese: modo muchos gru- pos empresarios, a menudo sin experiencia importante en al campo, podian constituir su capital con minimos apor- tes propios. Esta politica implicaba notables excepciones respecto de las politicas més generales, en beneficio de empresa- rios especificos, y era el resultado de capacidades también 301 especificas para negociar con.el Estado, obtener ventajas en los-contratos, mecanismos adicionales de promocién, Concesiones en Jos acuerdos por “mayores costos”, todo lo cual.era el resultado de nuevas formas de colusion de intereses. Gracias a ellos, estos grupos pudieron crecer sin riesgos, al amparo del Estado, y en un contexto general de estancamiento, Acumularon una fuerza tal, que en el futuro resultacia muy dificil revertir las condiciones en Que actuaban, y junto con los acreedores extranjecos s¢ Coavirtieron en los nuevos tutores del Estado. Achicar el Estado y silenciar a la sociedad La reduccién’de funciones del Estado, su conversién en “subsidiario”, fue uno de los propésitos mas'firmemente Proclamados por el ministro Martinez de Hoz, recogien- do un argumento que circulaba con fuerza creciente en todo el mundo capitalista, donde estaban en plena revi- sién los principios del Estado dixigista y benefactor, cons- tituido en la Argentina, sixcesivamente, en 1930 y en 1945. Tradicionalmente defendido por los sectores rura- les, el liberalism econdimico nunca habia enconteado eco ni entre los cmpresarios —generalmente beneficiarios del apoyo estatal— ni entre los militares, en quienes pesaba mucho la improinta del estatismo y la autacquia, El minis- tro obtuvo ‘una importante victoria argumentativa cuan- do logré ensamblar la prédica de la lucha antisubversiva con el discusse contca cl Estado, ¢ incluso contra el in dustrialismo. Un Estado fuerte y regido democréticamen- te resultaba yn peligroso instrumento si estaba, aunque fuera parcialmente, en manos de los sectores populares, Come 16 mosteaba la experiencia peronista; pero aun sin ser deinoGritico, generaba inevitablemente relaciones es- Purias entre grupos’ de émpresarios y sindicatos, lo que Por otra via llevaba al mismo resultado, La historia de las Uiltimas ciatro décadas ofrecia abundantes ejemplos para 302 feces § este argumento, que implicitamente terminaba encontran- do la raiz del poder de los trabajadores —el gran obsti. culo para lo que se estimaba un funcionamiento normal de la sociedad— en el desarrollo industrial, artificial y subsidiado por la sociedad a través del Estado. La pana- cea consistia en reemplazar la direccign del Estado por la del mercado —autométicp, limpio, impersonal—, que mediante la racional asignacién de recursos, de acuerdo on Ia eficiencia de cada uno, destruiria toda posibilidad de colusién entre corporaciones. Paradéjicamente; el mi- nistro se, propuso utilizar todo el poder del Estado para imponer por la fuerza la teceta liberal y redimensionar al Estado thismo. . Asi, buena parte de la politiéa de Martinez de'Hoz en- we 1976 y 1981, cuando el gobierno militar pido operar on escasas resistencias, tuvo como propésito desmontar los instrumentos de direccién, regulacién y control de la economia que se habian constcuido desde "1930: el con. trol de cambios, la regulacidn del crédito y la tasa de inte- rés, y la politica arancelaria.‘Cuando la influencia del mhi- nistco declind, y el gobierno todo se vio sumido en una crisis, correspondié los acteedores externos la vigilancia ¥ presién sobre los gobiernos paca que mantuvieran la politica de apertura y liberalizaci6n. Como buena parte de.los militares eran reacios a que el Estado se-despren- diera de las empresas de servicios piblicos o de aquellas otras ligadas con sus criterios de autarquia, la'politica fue. €0 ese: terreno menos directa, combinando una descalifi cacién genérica ~se afirmaba que él Estado las adminis. tra ineficienitemente— con, su deliberada corrupeién y destruccién: los mejores cuadros de su administracion fueron alejados por los bajos sueldos, se tolers todo tipo de colusiones com los dirigentes sindicales, y las. bajas ta~ filas que se establecieron crearon un desastre financiers, agravado posteriormente por la recurrencia sistemdtica a créditos externos. La llamada privatizacién periférica, ‘ealizada sin control ai regulacién alguna, permitié crecer 303 etn a su costa & los competidores privados —con frecuencia sus directivos eran puestos al frente de las empresas pa- blicas—, y capacitarlos en un negocio en el cual la em- presa cstatal les transferia su larga experiencia, Asi las empresas de servicios, hasta entonces relativamente efi- cientes, se deterioraron, se endeudaron y sirvieron para hacer crecer a las contratistas privadas, mientkas que por otra parte el Estado se hacia cargo de infinidad de em- presas y: bancos quebrados por obra de su politica eco- némica. Se trataba de una manera’ paradéjica de achicar el Es~ tado. Bl ministto liberalizador ejercié una verdadera dic- tadura sobre la economia, conducida con wie unidad de ériterio, que contrastaba con la anarquica fragmentacion del poder militar. La libertad de mercado se construfa por Ja fuerza, y la violencia era la ultima ratio. Pero si ése era el verdadero objetivo, los resultados fueron no sélo ma- gros sino hasta exactamente contrarios. Antes que esti mular fa eficiencia, el Estado premié a los que sabian ob- tener de él distintos tipos de prebendas, por mecanismos no demasiado diferentes de los que se habia criticadb, aunque naturalmente-el actor sindical habia sido elimina- do. Ni siquiera mejor6 la eficiencia del Estado en el cam- po que le-era intrinseco e intransferible: la recaudaci6n y asignacién de recursos fiscales. Pese a la proclamada aspi- racion 2 lograr el equilibrio presupuestario, central desde Ie perspectiva adoptada para contener la inflacién, el gas- to puiblico crecié en forma sostenida, alimentado primero con la emisién y luego con el endeudamiento externo. Una parte importante tuvo como beneficiario directo a las Fuerzas Armadas, que se reequiparon con vistas al conflicto con Chile primero y con Gran Bretafia por las Malvinas después, y otra también considerable se destind a programas de obras puiblicas de dimensién fara6nica. Los espacios para las negociaciones espurias se multipli- caron debido a que las tres Fuerzas Armadas se repartie- ron prolijamente la administracién del Estado y la ejecu~ 304 ci6n de las obras pibticas, multiplicando las demandas de recursos. Se gastaba por varias ventanillas a la vez, sin coordinacién entre ellas —un aspecto més de la falta de unidad de conduccién politica—, lo que sumado a Ia in- flacién, que tornaba imprevisible lo que efectivamente ca- da uno recibirfa, hizo borrosa la misma existencia de un presupuesto del Estado...” : El Estado se vio afectado de forma més profunda ain. Bl llamado Proceso de Reorganizacién Nacional supuso Ja coexistencia de un Estado tesrorista clandestino, encar~ gado de la represi6n, y otro visible, sujeto a notmas, esta- blecidas por las propias autoridades revolucionarias pero que sometian sus acciones a una cierta juridicidad. En lz préctica, esta distincién no se mantuvo, y el Estado ilegal fue corrdyendo y corcompiendo al conjunto'de las institu- ciones del Estado y a su misma organizaci6n juridica. La primera cuestién oscura era dénde residia realmen- teel poder, pues pese a que la tradicién politica del pais era fuertemente presidencialista, y a que !a unidad de mando fue sienipte uno de los principios de las Fuerzas ‘Acmadas, la autoridad del presidente —al principio el primero entre sus pares,'y luego ni siquiera éso— resulté diluida y sometida @ permanente escrutinio y limitacion por los jefes de las tres armas. El Estatuto del Proceso y Jas actas institucionales complementarias —que suprimie- ron el Congreso, depuraron la Justicia y prohibieron la activided politica— crearon la Junta Militar, con atribu- ciones para designar al presidente y controlar una. parte importante de sus actos, pero las atribuciones respectivas de una y otro no quedaron totalmente deslindadas, y fue- ron més bien’el resultado del cambiante equilibrio de fuerzas. También se creé la Comisién de Asesoramieato Legislativo, para discutir las leyes, integrada por tres re- presentantes de cada arma, que obedecian érdenes de sus mandos, de modo que dicha Comisién se convirtié en una instancia mds de los acuerdos y confrontaciones. Ca- da urio de los cargos ejecutivos, desde gobemnadores a in- 305 tendentes, asf como el manejo de las empresas del Estado y demas dependencias, fue objeto del reparto entre las fuerzas, y quienes los ocupaban dependian’de una doble cadena de mandos: del Estado y de su Arma, de modo que el conjunto pudo asimijarse a Ia anarqufa feudal an- tes que a un Estado cohesionade en torno del poder. La misma anarqufa existié respecto de las normas le- gales que el propio gobierno se daba. Como demosteé Enrique Groisman, existié confusion sobre su naturaleza —se mezclacon sin criterio leyes, decretos y reglamen- tos—, sobre quién las dictaba y sobre su alcance. Hubo- ung notoria reticencia a explicitar sus fundamentos, y en ocasiones hasta se mantuvo en secreto sur misma existen- * cia, Se prefirieron las normas legales omnicomprensivas, ¥ habitualmente se otorgaron facultades amplias a los ér- ganos de aplicacién, pero ademés se toleré su permanente violacién.o incumplimiento. Contaminado por el Estado terrorista clandestino, todo el édificio juridico dela Re- publica resulté asi afectado, al punto que précticamente no hubo limites normativos paca el ejercicio del poder, que funcioné como potestad omnimoda del gobernante. La corrupcién se extendié a la administracién publica, de Ja que fueron apartados los mejores elementos: los crite- rios de arbitrariedad fueron asumidos por los funciona- rios inferiores, convertides en pequefios autécratas sin control, y a la vez sin capacidad para controlar. En suma, 1a Reorganizacién no se limit6 a suprimir los mecanismos democréticos constitucionales o a alterar profundamente las instituciones republicanas, como ha- bia ocurrido con los regimenes militares anteriores. Desde dentro mismo se realiz6 una verdadera revolucién contra el Estado, afectando la posibilidad de ejercer- incluso aquellas funciones de regulacién y control que, segrin las coricepciones liberales, le eran propias. La fragmentacién del poder, las tendencias centrifu- gas y la anarquia derivabaii de la escrupulosa division del poder entre las tres fuerzas, al puato de no existir 306 etree una instancia superior a ellas que dirimiera los conflic~ tos, pero también de la existencia de definidas facciones en el propio ejército, donde con la cepresién surgieron verdaderos sefiores de la guerra, que casi no reconocian autoridad sobre si. En torno de los generales Videla y Viola —su segundo en el Ejército—, se constituys la fac~ cién més fuerte, pero que distaba de ser dominate. Es tos jefes respaldaban a Martinez de Hox —muy criticado por los militares més riacionalistas, que abundaban entre Jos cuadros jévenes~ pero reconocfan la necésidad de encontrar en el futuro alguna salida politica; mantenian cornunicactén,coit los dirigeiites de los partidos politicos, que se ilusionabai creyendo ver en ellos al sector mas ci- vilizado y hasta progresista de los shilitares, quizé por- que reconocian la necesidad de regular de alguna manera la represin. Otro grupo, cuyas figuras mas préeminentes eran los generales Luciano Benjamin Menéndez y Carlos Sudrez Mason, comaridantes de los cuerpos ‘de Ejército.III-y 1, con sede en Cérdoba y Buenos Aires, a los que se asocia- ba el general Ramén J. Camps, jefe’ de la policia de la Provincia de Buenos Aires y figura clave en la represién, ‘afirmaban que la dictaducd debia continuar sine die, y qe la represin —que ejecuraban de manéra especial- mente sanguinaria— debia llevarse hasta sus tltimas con- secuencias. En conflicto permaniente con el comando del arina —con Videla y sobre todo con Viola— Menéndez se itsubordind de hecho varias veces —en casi6n del conflicto con Chile en 1978 estuvo a punto de iniciar la guerra por'su’cuenta— y en forma explicita una ved, en 1979, que forz6 su fetiro. EI tereer grupo lo constituyé la Marina'de Guerra, firmementé dirigida por su comandante Emilio Massera, quien confiando en sus talents politicos s& propiso en- contrar una salida que legitimara populasmente al Pro- ceso'y a'la vez lo llevataa él mismo al poder. Massera =qtie desde la Escuela'de Mecatiica de la Atinada ejecuté. 307 una parte importante de la represién y gané sus méritos en esa tenebrosa competencia— desarrollé siempre un juego propio; jaqued a Videla, para acotar su poder, y to- mé distancia de Martinez. de Hoz. Se preocupé. por en- contrar banderas para lograr alguna adhesi6n popular al gobierno: el. Campeonato Mundial de Fétbol —disputado en el pais en 1978, y cuya organizacién fue presidida por el alnirante Lacoste— y luego el conflicto coii'Chile, que preludié la guerra de Malvinas, también promovida por a Armada. Cuando pas6 a retiro, Massera mont una fundaci6n de estudios politicos, un diario propio, un cea- tro de promocién internacional en Parfs, un partido —de Ja democracia social— y hasta.un fantastico staff inte- grado por miembros de las organizaciones armadas se- cuestrados en la Escuela de'Mecénica y que, en lugar de ser ejecutados, accedfan a colaborar en los proyectos po- liticos del almirante. La puja era sin duda mucho més compleja, pero po- co manifiesta, El grupo de Videla y. Viola fue avanzan- do geadualmente en el control del poder, pero en mayo de 1978 Massera se anot6 un triunfo cuando logré que se separatan las funciones de presidente. de la.Nacién y de comandante en jefe del Ejército, pese a que-Videla fue confirmado como presidente hasta 1981 y Viola lo sucedié como jefe del Ejército. El.desplazamiento de Menéndez fue un triunfo importante de Videla,-aunque poco después Viola pasé a.retico y lo reemplazé en el mando del Ejército el general Leopoldo Fortunato Gal- tieri. En septiembre de 1980 Videla pudo imponer en la Junta de Comandantes la designacién de Viola como su sucesor, pero a costa de una compleja negociacién, que auguré el prolongado jaqueo a que seria sometido el se- gundo presidente del Proceso. En suma, podria decirse que la politica, de’ orden em- pezé fracasando con las propias Fuerzas Armadas, pues la corporacién militar se comporté de manera indiscipli- nada y facciosa, y poco hizo para mantener el orden que 308 ella misma pietendia imponer ala sociedad. A.pesar de eso, durante cinco afios lograron asegurar una paz relati- va, como la de los sepuleros, debido a la escasa capacidad de respuesta del conjunto de la-sociedad, en parte golpea~ da.o amenazada por la represién y en parte dispuesta a tolerar mucho de'tin gobierno que, luego del caos, asegu- raba un orden minimo. Sélo hacia el fin del periodo de Videla, estimulados por el descontento que generé la cxi- sis econémica, asi como por las crecientes dificultades {gue encontraba el gobierno militar y sus fuertes disensio nes intestinas, las voces de protesta, todavia timidas y confusas, comenzaron a elevarse. Esta transicidn del silencio a la palabra vari6 segiin los casos. Los empresatios apoyaron al Proceso desde el co- mienzo, pero a la distancia. Pese a las coincidencias gene- rales —sobre todo en lo relativo @ la politica laboral— habia desconfianzas reciprocas: los militares atribufan a los empresarios parte de la responsabilidad del caos so- cial que se babfan propuesto modificar, y éstos, por su parte, divididos en sus intereses, no eran capaces de for- mular orientaciones o reclamos claros y homogéneos. ‘Aquellos empresatios.especificamente beneficiados toda- via nd constituian un grupo orgénico, institucionalizado . y con vor propia. Las voces corporativas,—la Sociedad Rural, la Unién Industrial— criticaban aspectos especifi- cos de las politicas econémicas que los afectaban, y algu- nos generales como la elevada inflacién, pero més alld de ‘eso carecian de unidad y fuerza para presionar corporati- vamente, y s6lo empezaron.a hacerlo cuando el régimen militar dio, a la vez, signos de debilidad y de disposici6n ala apertura. El general Viola, buscando tomar distancia de la’ politica de Martinez de Hoz, convocé especifica- mente a los vaceros de los grandes sectores empresarios y los integré en su gabinete, pero la participacién concluyé con su caida, y desde entonces los empresarios, muy gol- peados por la crisis, fueron integrando con creciente en- tusiasmo el frente opositor. 309 _El movimiento sindical recibié duros golpes. La repre- sién.afecté a los-activistas de base y a muchos dirigentes de primer nivel, que fueron encarcelados.' Las principales fabrieas fueron ocupadas militarmente, hubo “listas ne- gras", para mantener alejados a los activistas, y control ‘deolégico para los aspitantes a empleo, La CGT y la ma- yorfa de los grandes sindicatos fueron intervenidos, se su- primieron el derecho de huelga y las negociaciones colec. tivas y los sindicatos fueron separados del manejo de las obras sociales. Privados casi de funciones, reducidos co- mo consecuencia de los cambios en el empleo, que afecté sobre todo a los industriales, los sindicatos hicieron oft poco su voz, El gobierno mantuvo una minima comunicacién con {os sindicalistas, casi limitada a'la conformacién de la delegacién que anualmente debia concurrie ala asamblea de fa Organizacién Internacional del Trabajo en Gine- bra. Esto les permitié una cierta actividad y algiin espa- gio para denunciar en el exterior las duras condiciones de los trabajadores y, por esa via, para plantear al gobier. No cuestiones acerca de salarios, convenios y huelgas Los sindicalistas se agruparon, de manera cambiante, en dos tendencias: los dialoguistas y los combativos. En abril de 1979, cuando la represién habia menguado algo, fos combativos realizaron un paro general de protesta, que los dialoguistas no acataron, y que concluyé con luna fuerte cepresién y prisién para la mayoria de los di- rigentes que lo encabezaron. A fines de 1980, los di gentes mds cumbativos reconstituyeron la. CGT y eligie- ron.como secretario general a un miembéo poco Conocido' de un pequeiio sindicato: Sad] Ubaldini. En 1981, aprovéchando la mayor tolerancia del gobierno, la CoT realiz6 uma nueva huelga general, con consecuencia’ similares a la de 1979, y en el mes de noviembre una marcha obréra hacia la Iglesia de San Cayetano —patro- no de los desocupados—, reclamando.“pan, paz y traba- jo”. Por entonces, sus quejas se unfan a las de otros sec: 310 sath ae tofes, como los estudiantes o algunos geupos de empré- sarios regionales. Las huelgas parciales se hicieron més frecuentes ¢ intensas; el 30 de marzo de 1982 la CGT con- voc, por primera vex desde 1975, a una movilizacién én la Plaza de Mayo, que el gobierno reprimié con violencia: hubo.2 000 detenidos en Buenos Aires y un muerto en Mendoza. También la Iglesia modificé su comportamiento a me- dida que el régimen militar empezaba 4 dar muestras de debilidad. Inicialmente tuvo una actitud complaciente, y a la vez el gobierno establecié una asociacién muy estre- * cha con los obispos, asegurandoles importantes ventajas personales. La jeracquia eclesiastica —con algunas cons- picuas excepciones, coino el obispo de La Rioja, Angele- Ili, probablemente asesinado— aprobé la asociacién que en sus expresiones piblicas los militares: hacfan entre te- rrorismo de Estado y virtudes cristianas, callé cualquier stitica, justificé de manera poco velada la llamada erra- dicacién de la subversién atea, y hasta toleré que algu- nos de sus miembros participaran dicectamente en ella, segiin denuncié y probé la CONADEP. Pero:progresiva- mente esta respuesta inicial, que revelaba el triunfo del * sector local mas tradicional, fue dejando paso a otra més elaborada, influida por le orientacién conservadora im- puesta a la Iglesia romana por el nuevo papa Juan Pablo Il. Revisando sus anteriores posiciones, que haben alenta- do el desarrollo de los sectores progresistas y particular. mente de los tercermundistas, la Iglesia se propusa re- nunciar a la injerencia directa en las cuestiones sociales 0 politicas y congagrarse a evangelizar y volver_a sacralizar una sociedad que se habia tornado excesivamente laica. En 1979%el Arzobispado constituyé el equipo de pastoral social, para ceconstruir el vinculo entre Iglesia y trabaja- dores, siguiendo el ejemplo del sindicato polaco Solida- ridad, y estreché relaciones con sindicalistas como Ubal- También se ocupé de los-jévenes, para captar y ofganizar los brotes de nueva religiosidad, manifiestos aul en 1as concurridas peregrinaciones'a ‘pie a Lujai el lugar racante por la desaparicién dle los tet tan intensamente lo habjan ocupads en los afios entero, res, Las preocupaciones por las cuestiones morales 0 por {a familia se extendian hacia los derechos de’ las perso. nas, desde la vida hasta el trabajo, y también por las po. Niticas: el documento “Iglesia y comunidad nacional”. de 1981, afimm6 los peincipios republicanos, indieé la op. Ci6n de la Iglesia por la democracia, su apartamiento del régimen militar y su vinculacién con los erecientes recle- mos de la sociedad, El mfs notable de ellos fue el de los derechos huma- nos. En medio de lo més terrible de la represién, un gra, Po de madres de desaparecidos —forma con la que co. menz6 a denominarse alas victimas del terrorismo de Estado— empez6 a reuniree.todas las semanas en la Pla, 2a ‘de Mayo, marchando con la cabeza cubierta por tn Pafiuelo blanco, reclamando por la aparicion de vos hic jos. Al pedir cuentas, combinando lo dolorosamente tes. ‘timenial con.to ético, en nombre de prineipios como le maternidad, que los militares-no podian cuestionar ai englobar en'la Ssubversi6a”, atacaron el centro mismo del discurso represivo y empezaron a conmover le indife: encia de la sociedad. Pronto, las Madves de. Plava de Mayo.—victimas éllas mismas de la represiOn— $e eon virtieron en la referencia de un movimiento cada ver més ainplio y fueron instalando una discusién publica, forts. lecida desde el exterior por la prensa, los gobiccnes y les okganizaciones defensoras de los derechos huinance Desde fineé de 1981 los militares se vieron obligados « der alguna respuesta a un tema que pretendian archiver sin discusién, y aunque en general coineidiegan en que la cuestién debia darse por concluids, mostraron difeeen cias y conttadicciones que agudizaron sus anteriores di. igesiones yampliaon un poco més a brecha pot ls que a opinién publica, largamente acallads I opie p pamente acallada, comenzaba a 312 Este clinia émpezé a insuflar algo de vida a los pacti- dos politicos, a los que el régimen militar habia prohibido el funcionamiento piblico. La veda politica, impuesta en 1976, congelé la actividad partidaria y a la vez prosrogé las dirigencias que, cazentes de impulsos vitales, cuvieron una actitud escasamente critica. La prohibici6n politica terminé de hecho en 1981. Los dispersos grupos de dere- cha fueron convocados para constituir una fuerza politica oficialista por el propio gobierno, que ensayé su apertura politica, mientras peronistas y radicales entablaban con- versaciones con otros partidos menores que culminaron, a mediados de 1981, con la constitucién de la Multipacti daria, integrada por el radicalismo, el peronismo,’y otros partidos: el desarrollisino, la democracia cristiana y los intcansigentes. Esta organizaci6n no tenia mayor vitali- dad que la escasa de los partidos que la integraban. Se trataba de organizaciones anquilosadas y escasamente re- presentativas, cuyos dirigentes eran los mismos de 1975 Ricardo Balbin, el veterano politico radical qué animé este intento, murié en 1981 —su enticrro convocé la pri- mera gran manifestacién callejera de esos aiios—, po- niendo més en evidencia la vacancia de direccién del in- cipiente movimiento. Los partidos se comprometian a no colaborar con el gobierno eit una salida electoral condi- cionada ni a aceptar una democracia sometida a la tutela militar. Se trataba de un acuerdo minimo, revelador de las dificultades para plantear alternativas politicas que movilizaran la opinién. Pero también ellos, progiesiva~ mente, fueron elevando su tono, se reclamaron los tinicos depositarios de la legitimidad politica, e incorporaron las protestas de empresarios y sindicalistas o las vinculadas con los derechos humanos, aunque cuidando de dejar abierta la puerta para una salida concertada. Junto con las otras voces —sindicalistas, empresarios, estudiantes, rcligiosos, intelectuales, y sobre todo defensores de.dere- hos humanos— fueron formando un coro que a princi- pios de 1982 era dificil de ignorar. 33 La guerra de Malvinas y la crisis del réginwen militar Desde 1980 los di e rigentes del Proceso discutfan la cues tidn de la salida politica. Les preocupaba la crisis eco. RGmica, ¢l aislamiento, la adversa opinién internacional Fee ate Pesaban cada vez mas los reclamos por los es fachéndolos de “campaita antiargentina”-—. y sobre waa {es enfeentamientos intestinos, que a la ver dificalabas los acueidos necesarios para la salida busceda. Lar diet denclas se habian manifestado puiblicamente ¢on Is desig- acién de Viola —a la que se opuso la’ Marina, se age. dizaron en el largo perioda que medié hasta su aun a, gn marzo de 1981, y maduraron cuando fue evidence le decision del nuevo presidente de modificar el rumbe de Io politica econémica. . Viola procuré alviarlasituacin de los empresarios lo cales, golpeados por la ctisisfinanciera y la vislenrs dav, luaciéh de la moneda —el Estado se hizo cargo de parte de sus deudas— y a la vez traté de concerta la politica Sconémica, incorporéndolos al gabinete: Tomé contacto on distintos politicos los “amigos” del Proceso-—y di GANG con ellos las altemativas para una eventual y keane Hensicién, pero no logeé organizar ningin apoyo consis. fente; ni:tampoco atenuar la crisis econémica desencade nada por ta violenta devaluacién del pesa y la’ acelerada inflacién. Lo hostigaban los sectores que habian rodeada 2 Martinez de.Hoz, y distintos grupos militares lo acuen, ban de falta’ de firmeza en la conduceién, A fines de 1981, una enfermedad de Viola dio la ocasin para su de, Frocamiento y icemplazo por el genefal Leopoldo Fortu- Gare, Galtieri, que retuvo su cargo de comandante en jefe del Ejército, modificando asi la precaria institucionaligad que los misunios jefes militares habian establecido 314 5 Hn nas bee Galtieri, un general que a diferencia de Viola'era poco ducho en politica, se presenté como el salvador del Proce- so, el dirigente vigoroso capaz de conducirlo a una victo- ria que por entonces parecia temota. En la formacién de esa imagen habia sido decisiva su reciente estancia en -Es- tados Unidos, donde fue asiduamente cultivado por miembros de la administracién de Reagan —que en 1981 habia sucedido a Carter—, preocupados por enconttar aliados para su compleja politica exterior. Galtieri se ma- nifest6 dispuesto a alinear categoricamente al pais con Estados Unidos, y a apoyarlo en la guerra'encubierta que libraba en Amiérica Central. El pais contribuyé por en- tonces con asesores y armamentos y obtuvo de Estados Unidos, junto con una célida adhesin personal, el levan- tamiento de las sanciones que la administeacign anterior habia impuesto al pais por las violaciomes a los derechos humanos. Probablemente fue allf cuando, Galtieri con bid su destino de conductor de la Argentina hacia el mun- do de las grandes potencias, el Primer Mundo, donde el pais —protegido por su poderoso aliado— podria jugar el juego de los grandes. Designado presidente, Galtieri se lanzé a la’ politica vactiva e intentd, en forma més enérgica y personal que Viola, atmar un movimiento en'el que los “amigos politi: cos” sustentaran sui propio liderazgo, mientras anunciaba vagamente, sin fechas ni plazos precisos, la futura institu cionalizacién. Encargé la conduccién de la economia a Roberto: Alemann, destacado economista del, establish- ment, quien rodeado de buena parte del equipo de Macti- nez.de Hoz retorné a la senda inicial, y de acuerdo, con las nuevgs circunstacias creadas por la crisis y la. déuda, defini6. sys prioridades en tocno de “la, desinflacién [sic), la desregulacién y la desestatizacién”. En lo inmediato, la tecesién se-agudiz6, y con ella las protestas de sindicatos y empresarios; para el largo plazo, anuncié un. plan. dé privatizaciones, particularmente del subsuelo, due suscité resistencias incluso en sectores del gobierno. Asi; el impe- 31s ae ‘ de Galtieri chocé pronto con resistencias cada vex mis enconadas, con voces cada vez més altisoriantes, y hasta con movilizaciones callejeras, el 30 de mirzo de 1982. Fue eri ese contexto ctiando se’concibié-y lanzé el plan de ocupar las islas Malvinas, que aparecfa como la solu- cién para los miuchos problemas del gobierno. La Argenti- na reclamnabi infructuosamente a Inglaterra esasislas desde 1833, cuando fueron ocupadas por los britdnicos. En 1965 las Nacionés. Unidas habian dispuesto que: ambos paises debian negociar sus diferencias, pero los briténicos poco hhabian hecho pata avanzar en el sentido de los reclamos argentinds, coiricidentes con Jas tendencias generales de! mundo Bacia la déscolonizacign. Existia, pies, un réclamo nacional unénime en. su fondo, aunque no en las formas y medids pate lograrlo. Desde la perspectiva de los militares, tina accién militar que condujera a la reeuperacién de Ing islas pecmitirfa unificar a las Fuerzas Armadas tras tin ob- jetivo comin y ganar, de un golpe, la’cuestionada legitimi- ‘dad dite una sociedad visiblemente disconforme. Una accién militar tendria una segunda ventaja: pési- bilitarfa encontrar una salida al atolladero que habia creado la cuestién con Chile por el canal del Beagle. En 1971, los presidesites Lanusse y Allende habia acordado someter. arbitraje la cuestin de la posesidn de tres islo- tes que'dominan el paso por aquel canal, qué une los ‘océanos:Atlintico y Pacifico. En 1977, el laudo arbitral los otorgé a Chile, y ef gobierno argentino lo rechazd. En 1978, ambos paises pareciai dispuestos'a ditimir la cues- tién por las armas cuando, casi en é! iltimno minuto, deci- dieron aceptar la thediaciéa del Papa, por intermedio del cardenal Samoré. A fines de 1980, el Vatieano:eomiinicé teservadamente su propuesta, que en lo sustantivo man- tenia lo establecido en el laudo, y el gobierno argentino simprbiliado tanto de rechazirla como de’ aceptarla— opté por dilatar la respuesta a situaci6i = ava ortldad con Chiles mat Suacion de ac come la lanzada por la CGT "316 ee Por entonces habia cobrado forma definida entre los militares y sus amigos una corriente de opinién belicista, que arcaigaba en una veta del nacionalismo argentino y se alimentaba con vigorosos sentimientos chauvinistas, Diversas fantasias largamente acufiadas en el imagit histérico de la sociedad —la “patria grande”, los “despo- jos” de los qué el pais habia sido victima—se sumaban a a nueva fantasia de “entrar en el Primer Mundo” median- te una politica exterior “fuerte”. Todo ello se sumaba al ya tradicional mesianismo militar y a la ingenuidad de sus esteategas, ignorantes de los datos iés elementales de la politica internacional. La agcesién a Chile, bloqueada por la mediacién papal, fue desplazada hacia Gran Bretafia, cl tradicional imperio, que se suponia viejo y achacoso. Ya en 1977, la. Marina habia planteado la propuesta de cocupar las islas, vetada por Videla y Viola, que retomé apenas Galtieri asumié la presidencia, La idea era sencilla y atractiva. Luego del golpe de mano, que presentaba po- ‘cas dificultades, se contaba con el apoyo norteamericano y la reluctante reacci6n de Gran Bretafig, que finalmente admitiria la ocupacién, a cambio de todas las concesiones y compensaciones necesarias, En ninguna de las hipétesis entraba la posibilidad de una guerra El 2 de abril de 1982, las Fuerzas Armadas desembar- caron y ocuparon las Malvinas, luego de vencer la débil resistencia de las escasas tropas britanicas. El hecho, sor- prendente para casi todos, suscitd un amplio apoyo: la gente se reunié esponténeamente en la Plaza de Mayo, y volvié a hacerlo, en forma multitudinaria, alli y en las ca~ pitales provineiales, cuando fue convocada, una semana después, en ocasién de la visita del secretario de Estado norteamericano Alexander Haigh. Ese dia el presidente Galtieri tuvo la satisfaccién de arengar a la multitud de de el histérico balcén. Todas las instituciones de la soci dad —colectividades-extranjeras, clubes deportivos, aso- ciaciones culturales, sindicatos, partidos politicos: manifestaron su adhesién sin reserva. Los dirigentes poli- 317 ticos viajaron, junto con los jefes militares, para asistic a 's asuncién del queva gobetnador militar de las islas, ge- neral Mario Benjamin Menéndez, y a la imposicién de su nuevo nombre a su capital, Puerto Stanley, rebautizada come Puerto Argentino, Los dirigentes de la CGT, que ha- bian sido fuertemente reprimidos apenas tres dias atras, trataron de diferenciar su adhesin a la accién de un eventual apoyo al gobierno, pero esta distincién no era facil de explicar. El gobiecno militar habia obtenidé una cabal victoria politica al identificarse con una reivindica- Cién de la sociedad qie arraigaba.en un profundo senti- micato, alimientado por una tradicional cultura’ politica nacionalista y antiimperialista, que ya parecia archivada pero resurgid vigorosamente. También habta captado las formas puerilés y superficiales en que esos sentimictitos se manifestaban, el torpe chauvinismo con que se mezclaba, asi como el facil triunfalismo y el belicismo actitico —fue sorprendente que précticaménte nadie discutiera la licinud de los medios—, revelador de una desintegeacién de con- vicciones politicas que otrora habian sido mas sélidas y profundas. La sociedad que habia festejado el tciunfo ar- gentino en el Campeonato Mundial de Fiitbol ahora se alegraba de haber ganado una batalla, y con la misma in- conciencia se disponia a avanzar, si era necesario, hacia una guerra, Si triunfaban, los militares habrian saldado sus deudas con la sociedad, al solo precio de’ conceder uria mayor libertad para que se expresaran voces no regi mentadas, que sin embargo, cuando se apartabain“del li-* breto oficial —-por ejemplo reclamando el abandono de la politica econémica liberal y la adopcién de una’ “econo- ‘fa de guerra*— eran fécilmente descartadas, La reaccién fue sorprendeniéiticiite dura en Gran Bre- tala, donde los pacifistas perdieron la discusién y triun- faron los sectores mas coinservadores, encabezados por la primera ministra Margaret Thatchér, que al igual que los militares aspiraba a utilizar una victoria militar para-con- solidarse internamente..De inmediato se alisté una fuerza 318 aval de importancia, que incluia dos portaaviones y con: tingentes para el desembarcos el 17 de abril la Fuerza de Tareas se habia reunido en la isla Ascensién, en el Atlin tico,¢ iniciaba su marcha hacia las Malvinas; en tomo de las islas se declaré una zona de exclusién, dentro de la cual se atacarfa a cualquier fuerza enciiga. Gran Bretaéa obtavo répidamente la solidacidad de la Comunidad Europea, que se sumé a las sanciones econé- " micas dispuestas por el Commonwealth, y el apoyo del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, que’ voté una resolucién declarando a la Argentina flacin agtesora y obligando al cese de las hostilidades y al retico de las tropas. El podetoso bloque que apoyaba a los briténicos apenas era contcapesado por el latinoamericano, amplia- mente solidario'en lo declarativo pero de poto peso mili- tar, por una distante simpatia de la Unién Soviética y por {a actitud relativamente equidistante del gobierno nortea- mericano, que intentaba mediar entre sus-dos aliados, Sin respaldos consistentes,'y aun ignorando sus reglas, el gobierno militar se lanzé al juego, grande det Primer Mundo, suponiendo que, luego del hecho consumado, la cucstiOn se resolverfa por medio de una negaciacish, de modo que la reaccién inglesa no'sélo result6 inesperada sino improcedente. Estados Unidos, por medio del gene- ral Haigh, secretario de Estado, trat6-de encontrar una salida negociada y una {Srmula transaccional. Propuso una retirada militar argentina y una administraciéa’tripar- ‘ita conjunta con Estados Unidos, que permitiera restable- cer las negociaciones. Ambas condiciones etan aceptables para el gobierno argentino si'se le agregaba el comprom 0.2 plazo fijo de reconocimiento briténico de le sobe- Fania sobre las islas cosa inaceptable pata los britanti- cos—, pues el gobierno militar, dispuesto a transar en cualquier otro tema, no podia aparecer resignando aque- lo que kabfa proclamado como su objetive fundamental. Sélo.asi la operacién podia ser presentads como una vic~ toria ante la’ sociedad y ante la multitud que se,ceunicta 5 319 en la plaza, cuya magia ya-habfan experimentado lob mi- licares. En [os térmings en-que-ellos mismos habfan plan- teado la operacién, cualquier otco resultado equivalia a sina, decrota. Asi, los gobernantes argentinos quedaron “ apzesados por la movilizaci6n patriética que ellos mismos habjan lanzado, y los mis prudentes debieton ceder ante las voces de los mis exaltados. ; Persiguiendo un objetivo imposible, el gobiefno argen- tino fue victima de un aislamiento diplomético creciente, que sesultaba agravado por sus antiguos pecados; pues Quienes le, habian reprochado las violaciones a los dere- chos humanos consideraron, con razén, que esta aventu- _ ra bélica; si resultaba triunfante, significarfa convalidar todo su desempefio anterior. El envio de empresarios, dicalistas y politicos al exterior para explicar la posicién atgentia no’sirvié para modificar esto, y en miuchos ca~ s05 le dio a sus opositores una tribuna donde, defendien- do Jos intereses nacionales, hacian conocér sus eriticas al gobierno. El gobiéino militar babja intentado presionar a Esta- dos Unidos utilizando los mecanismos de la Organizacién de Estados Americanos, y sobre todo el Tratado Intera- meticano de Asistencia Reciproca, que’ anteriormente Es- tados Unidos habia empleado para alinear tras de sf a sus Yecinos en sus conflicts contra el Bje 0 contra Cuba. Los paises Jatinoamericanos mantuvieron su espaldo a la Ar- gentina, pero la resolucién que-votaron.a fines de-abril fue lo suficientemente.amplia'y general como para no im- plicar un. compromiso militar. Luego de un mes de inten- tar infructuosamente convencer a la Junta Militar,'y en momentos en que empezaba el ataque briténico alas is- las,, Estados Unidos abandoné su mediacién; el Senado vots sanciones econémicas a la Argentina y ofrecié a Gran Bretaiia apoyo logistico: Cada vez més solo, el go- bierno argentino bused aliados imposibles —-los.paises del Tercer Mundo, la Unién Soviéticay: hasta Cubi— que fo alejaban definitivamente de la ilusién de entrar al 320 shy naw Primet Mundo, Mientras tanto, la batalla militar se’ acer- caba inexorablemente. En los diltimos dias de abril la Fuerza de Tazeas brité~ nica, que habja Ilegado a Ja'zona de Malvinas, recuper6 las islas Georgias: El 1° de mayo comenzaron los ataques aéreos a las Malvinas, y al dia siguiente un submarine briténico hundié al ctucero argentino General Belgrano, ubicado lejos de la linea de batalla, con lo que la flota ar- gentina opt6 por alejarse definitivamente del frence de combate. Siguié luego un largo combate aeronaval: a aviacién argentina bombardeé la flota briténica y le cau 56 importantes. dafios, incuyendo uni blanco perfecto de tun misil teledirigide sobre el ericero Sheffield, que de al- guna manera compens6 el hundimiento del Belgrano, pe- ro no la detuvo ni logré impedir que las islas quedaran aisladas del territorio continental. En ellas, los jefes mili- tares habjan ubicado cerca de 10 000 soldados, en su ma- _yoria bisofios por algtin motivo, se preficié destinar la tropa mas entrenada a la frontera con Chile—, escasos de. abastecimientos, sin equipos ni medios de movilidad, y Sobre todo sin planes, salvo resistir. En Buenos Aires, la figura del Alcizar de Toledo, su heroica-resistencia y Ia posibilidad de que se produjera algin cambio.en el equi- librio de fuerzas en el mundo, ocupé el imaginario de. los militares. En las islas, en cambio, soinetidas a un demole- dor ataque de autilleria y'aviones, las dudas fueron tro- candose en desmoralizacion. ‘Un cambio similar se dio en la opinién publica, demo- rado en parte por la total manipulacién de las informa~ ciones, que ademids Ilegaban a un piblico dispuesto a creer que la Argentina estaba ganando la guerra. En me- dio del clima triunfalista empezaron a aparecer voces exi- ticas: algunos hablaban en nombre de Estados Unidos y reclamaban contra una guerra y un alineamiento imposi- bles; otros, desde Ia izquierda, exigian, profundizar los as- pectos antiimperialistas del conflicto y atacat a los repre~ sentantes locales de los agresores. En los actos de la CGT 324 por el 1° de Mayo volviecon a alzarse las voces agrias, mientras que dentro del radicalismo, cuya conduccién oficial habia aceptado mansamente los términos de la cuestin puestos por el gobierno, Rail Alfonsin, que diri- gia.el sector opositor, propuso la constitucién de un go- bierno civil de transicidn, que encabezaria el ex presiden- te Illia. Asi, entre pratestas crecientes por la falta de infocmacién, el tema del pais luego de la guerra se instal6 en la opinién publica, y refirmé a los militares en su con- viecién inicial: no habia otra salida que la victoria. El 24 de mayo los ingleses desembarcacon y establecie- ton una cabecera de puente en San Carlos. El 29 se librd un Combate importante en el Prado del Ganso, donde va. tio cientos de argentinos se rindieron. El 10 de junio Galtieti pudo ditigirse por iltima vez a la gente reunida en ta Plaza de Mayo, y dos dias después liege el Papa Juan Pablo Il, en parte para compensar su anterior visita a Inglaterra, en parte, quia, para preparar los énimos ant in nminente derroa. Antes de que fnalizaca su bre- ve estadia, comenzé el ataque final a Puerto Argentino donde se habia atrincherado la masa de las ne ca desbandada fue répida y la rendicin, précticamente in- condicional, se produjo el 14 de junio, 74 dias después de iniciado el eonflicto, que dejé mas de 700 muertos o de. saparecidos y casi 1/300 heridos. Los gobernantes convo. caron al'dia siguiente al pueblo a la Plaza de Mayo, solo para teprimic en forma extremadamente violenta a aque. llos que, convencidos por los medios de difusi6n de que la victoria estaba cercana, no podfan ni entender ni admi. tir [a rendicién. Por entonces, los generales exigian a Gal teri su renuncia. La vuelta de la democracia La derrota, agudizé la crisis del régimen militar, planteada desde el descalabro fintanciero de 1981, e hie pablicos 322 beni ne sriweaitas los conflictos hasta entonces disimulados. La cuestién de la responsabilidad de la derrota ~-que unos a otros se atribuian— se resolvié provisionalmente achacindola a los jefes operativos, aunque fuego salieron a la luz fallas més sustanciales, que involucraban a los altos mandos; fi- nalmente, el informe de una comisién investigadora, pre- sidida por un general muy prestigioso, responsabilizé a la propia Junta Militar y la Hevé a un juicio que; posterior- mente, concluyé en [a condena a los comandantes. En lo inmediato, las tres fuerzas no se pusieton de acuerdo so- bre el sucesor de Galtieri, y aunque el Ejército pudo im- poner a su candidato, el general Reinaldo’ Bignone, la Marina y la-Aeronéutica se retiraton de la Junta Militar, creando una situacién institucional insélita: un prc” dente designado por el comandante en jefé del Ejército. Quiza hubiera sido el: momento para’ que un Vigoroso movi- miento-civil desplazara a las Fuerzas Armadas, pero tal movimiento estaba’ lejos de existic, y el designado, presi- dente logré afirmarse gracias @ un conseriso minimo de las fuerzas politicas para un programa de reinstituciénali- zacién sin plazos definidos. Pasado el momiento mas agu- do de la crisis, se produjo una recomposicién interna, se “ renovaron los comandos-de la Armada y la Aeronautica y se reconstituyé la Junta. La salida electoral propuesta sirvié para calmar fos re- clamos de las fuerzas politicas. Pero el gobiernd se propo- nia negociarla y asegurar que su retirada’ no Seria un des- bande. Se intenté lograr‘el acuerdo'dé los partidos para una serie de cuestiones, futuras y pasadas: la politica eco- némica, la presencia institucional de las Fuerzas Atmiadas en el nuevo gobierno, y sobre todo una garantia de que nna se investigarian ni actos de corrupcién 0 enéiqueci- mientos ilicitos ni gésponsabilidades en lo que los milita- res empezaban a llamar la “guerfa sucia”, con'uni eufe- mismo comparable al de “desaparecidos”. Por entoinces, todo ello empezaba a ser hecho piiblico de manera casi sensacionalista por una prensa.que habia decidido olvidar 323 la censurd. Las aspiraciones militares’se incluyeron en na. propuesta, presentada en noviembre de 1982 y re= chazada por-la opinién pablica en general y por los parti- dos, que convocaron poco después a una marcha civil en defensa de la democracia, La asistencia fue masiva,-y casi de inmediato, el gobierno fijé la fecha de elecciones, para fines de 1983, aunque siguié buscando lo que’ constituia su objetivo fundamental: clausurar cualquier ‘cuestiona- mieato futuro al desempeiio pasado de los militares. Un documento final debia clausurar el debate sobre los desa- parecidos, con la afirmacién de que no habia sobrevivien- fes.yde que todos los muertos habfan caido combatien- do; una ley establecié una autoamnistia, eximiendo a los responsables de cualquier eventual acusacién. Quizé la dirigencia politics se hubiera avenido a un acuerdo que implicare correc un tel6n sobre el pasado y asegurar una transformacién no traumética del régimen militar ea otro civil, pero Lo impidié tanto la moviliza- ci6n cada vez més intensa de la sociedad como la propia debilidad de las Fuerzas Armadas, corroidas por la ere- ciente conciencia de su ilegitimidad y“por sus propios conflictos internos. Quienes estaban al frente del gobier- no y negociaban Ia reinstitucionalizacién eran incapaces . de controlar el aparato represivo que habfan montado « sel que cobré algunas nuevas victimas, que la socie- dad, seasibilizada, registré.con horror— y aun de asegu- rar que no serian-derrocados por algtin grupo de oficia- les, porque de hecho las Fuerzas Armadas habian entcado en estado deliberativo, tanto acerca del- pasado como de! futuro. Los militares debian enfrentarse con la evidencia de su fracaso como administradores de un pais desquiciado y como conductores de una guerra ab- surda, que los habia llevado a lucha contra los que querian sis aliados y a unirse con un Tercer Mundo del que siempre habjan desconfiado. Debian contemplar c6- mo sus antiguos aliados —los grandes empresarios, la Iglesia, Estados Unidos—, ganados por una nueva fe de- 324 mocrética, renegaban de los antigios acuerdos, 0 cémo los otrora disciplinados jueces Ilevaban a los tribunales'a oficiales acusados de distintos actos de corrupcién. So- bre todo, debfan enfrentarse con una sociedad que, des- pués de aijos de ceguera, se enteraba de la existencia de vastos enterramientos de personas desconocidas, con se- guridad victimas de la represi6n, de centros clandestinos de detencién, de denuncias realizadas por ex-agentes, to- do lo cual revelaba una historia siniestra, de la que hasta entonces pocos habfan querido enterarse. En esas condi- ciones, el intento de cecomponer las antiguas alianzas, que habfa guiado al Gltimo gobierno de las Fuerzas Ar- madas, dificilmente hubiera podido fructificar. Después de un largo letargo, la sociedad despertaba, y encontraban nueva resonancia voces que nunca se habian acallado, como la de los'militantes de las organizaciones defensoras de los derechos humanos, ¥ muy especialmen- te las Madres de Plaza de Mayo. Su incontrastable mane- ta de desafiar el poder militar se combinaba con una for~ ‘ma original de activismo, més laxa y menos facciosa que las tradicionales, que no inhibfa otras pertenencias. Las marchas de los jueves, con escasa concurrencia en los afios duros de la represi6n, se convirtieron luego de la guerra de Malvinas en outridas “marchas por la vida”, que identificaban con eficacia al enemigo con la muerte. Las organizaciones de derechos humanos no, sélo coloca- ron la cuestién de los desaparecidos en el centco mismo del debats, poniendo a los'militares a la defensiva, sino qué impusieron a toda la préctica politica una dimiensién &tica, un sentido del compromiso y una valoracién de los acuerdos basicos de la sociedad por encima de las afilia- ciones partidarias que, en el contexto de las experiencias anteriores, era verdaderamente original. : ‘A medida que la represién retrocedia y perdia legitimi- dad el discurso represivo —tan eficaz para la autocensu- ra—, empezaign a constituirse protagonistas sociales de distinto tipo, algunos nuevos y otros que habian-podido 3as sobrevivir oculténdose. La crisis econémica generé moti- vos legitimos y movilizadores: los impuestos elevados, los clectos de Ia indexacién, la elevacién de los alquileres, o las deudas impagas dejadas por una quiebra bancariay y al reclamar y movilizarse cuestionaban tanto la politica ccondmica como la clausura de lo piiblico. En otros casos cra todo un pequetio fragmento de sociedad —un barrio, tun pueblo— el que se organizaba sobre'la base de solida. ridades amplias tanto para reclamar —quiza con violen. Cia, como en los “vecinazos” del Gran Buenos Aires a fi- nes de'1982— como para buscar una solucién a sus Problemas al margen de las autoridades, bajo la forma de Cooperativas, asociaciones de fomento o ligas de amas de casa. La’ nueva actividad de la sociedad’ se manifestaba también én los campos mds diversas: los grupos cultura. les, como los que en Teatro Abierto organizaron desde 1980 la demostracién de una vital cultura no oficial, con. Vertida en verdadero acto politico, fos jSvenes que anima. ban grupos de trabajo en lis parcoquias, los que tutrian {as multitudinarias peregrinaciones a Lujén o los gigan- tescos recitales de rock nacional, que a su manera tam- bign résultaban actos politicos. El activismo renacié en las universidades, al calor de los reclamos contra los cu~ os de inigreso o el arancelamiento, y en las fabricas y lus gares de trabajo, donde empezaron a feconstituirse las comisiones interas y a reaparecer la préctica de la parti- cipacién sindical. De alguna manera, la sociedad experimientaba una nueva primavera: el enemigo comin, algo menos peligeo- 30 pero aiin temible, estimulaba la solidaridad y alentaba “una organizacisa y una accién de la que se esperaban re. sultados concretos. Nuevameitte; fo Boiiflictos de le rea. lidad aparecian transparentes, y posible la solucian de los problemas, si los hombres y mujeres de buena volun. tad se organizaban’en una fuerza consistente. Pero a di. Ferencia de la anterior primavera, no sélo habia un repu- dio total de'la violencia ‘© de cualquier forma velada de 326 ren tac fe tes guerra, sino también menos confianza en la posibilidad de encontrar una gran solucién, tnica, radical y definitiva,-y menos seguridad de que el amplio conjunto de demandas planteadas definieran un gran protagonista, un actor Gni co de_la gesta, como lo habia sido, por inucho tiempo, el “pueblo peronista”. Precisamente los limites deveste. des- pertar de la sociedad se encontraron en {a dificultad para agregar las demandas, integrarlas, darles continuidad y teaducirlas en términos especificamente politicos. . En alguna medida, su integraci6n debia darse también en la movilizacién sindical, que fue intensa: los sindica- listas sacaron la gente a ta calle para reclamar contra la crisis econémica.y en favor de la democratia. A lo largo de 1982 y 1983 hubo una serie de paros-genérales y abun- dantes huelgas parciales, en las que se-destacaron, por su niveva y aguerrida militanca, los gremios estatales. Pero en verdad, los sindicalistas pusieron sus esfuerzos en la recuperacién del control de los sindicatos initervenidos, la *normalizacién”, que negociaron con el gobiecno com. binando la presién y el acuerdo. En esa‘estrategia coneu- rrieron los dos grandes nucleamientos en que se encon- traban divididos, més bien por cazones tacticas, la * combativa CGT de la calle Brasil, que:encabezaba Sati Ubaldini, y a negociadora cot Azopardo: Su nccién mo- vilizadora fue petdiendo especificidad y confluyd'en la lucha més general por aquello qué concentréba las ma- yores ilusiones: la recuperacién de la democracia, . La'democracia fue en primer lugaritina illsién: la tie ra. prometida, aleanzada sin-esfuerzo por una sociedad que, muy poco antes, adheria a los términos y opciones planteados por los militazes. Luego del doble sacudén de la, crisis econémica y ta ‘derrota militar, la demiocracia aparecia como la llave para superar desencuentros y frustraciones, no sélo creando una férmilla de conviven- cia politica sino también solucionando cada uno de los problemas concretos. Varias décadas-sin una pedctica real hacfan necesario un nuevo aprendizaje de las-reglas 327 del juego, también de sus valores principios més ge- nerales, incluyendo los que tenian que ver, més allé de la democracia, con la misma repiblica, Fue precisamente 88, conosimiento vago y aproximativo el que permitié que se. encabalgaran en la nuéva ilusi6n quienes nunca habian creido en ella, sobre todo los quid estaben aban donando répidameate el barco del Proceso’ Pero se la aprendi con intensidad, y se a puso en prictica pronto. {a afiliaci6n a los pattidos politicos —luego de que el gobierno levanté definitivamente la veda fue tan masi- .Ya, que uno de enda tres electores pertenecia a un part do. Las movilizaciones en defensa de la democracts te. fordaron por su jasmero a-tas de diez afios atrés, pero diferencia de aquellas na eran ti fiestas ni ejescieis para {a toma del poder sino la expresion de una voluntad co. lectiva, el mostrarse y el reconocerse como integrantes de 's ciyilidad® Esa diferencia se express también en los hu, gates de concentracién elegidos: junto con la tradicional Plaza de‘ Mayo, lade la Repiiblica, el Cabildo o los Tri bunales, indicador éste del papel central que, segin se ex: Peraba, debia cumnplic la justicia, La afiliacion masiva transforms a los partidos politi és. Hubo un amplio deseo de participacin yse anima, ron los comités © unidades bésicas, donde empezaron a wolearse las demandas de [a sociedad. También se fence Varon los cuadcos dirigentes, y se incorporaron lov que en los.sltimos aaos habian militado en organizacioves juveniles o estudiantiles, como cn el caso de la Coordina- dora radical, asi como muchos intelectual, que trajeron a la politica nuevos temas —miuchos surgidos de las in. quietudes que estaba planteando la sociedad, y otros de 'a experiencia de las sociedades democraticas mas evan, zadas— y también formas més modernas de plantearlos, Los: vicias cuadros ditigentes se vieron desafiados por otcos.que desde los margenes habian planteado:posicis, ns discrepantes, de modo que la renovacién fue amplie ¢ integral. 328 4 bitten bat inane anes Las transformaciones del peronismo fueron notables, pues el viejo movimiento, siempre en tensién con la demo- cracia, se convirtié en iin aceptable partido. La cuestién del verticalismo, que habia signado su existencia, qued6 superada por la notoria falentia del vértice —Isabel Perén s6lo ocupé simbélicamente la: presidencia—, y la estructu- ra partidaria pudo también absorber a los sectores con fuerte organizaci6n corporativa, como los sindicalistas. Las formas participativas fueron adoptadas para regular Ja competencia interna, y los modernos temas y preocupa- ciones demoéréticas, que nunca habjan sido ef fuerte del movimiento, aparecieron eu forma razonable. La renova- cidn, sin embargo, no fue completa: los viejos caudillos provincianos siguiecon manteniendo un lugar importante, al igual que los dirigentes sindicales. El metaliirgico Lo- renz6 Miguel ~el sucesor de Vandor, a quien los militares rebabilitaron a principios de 1983— yolvié a conducir las 62 Organizaciones, rama gremial del peroniisino, y gracias a su control de las afiliaciones lleg6 a ocupar la presiden- cia real del partido. Detrés de él ganaron espacios impor- tantes caudillos sindicales de trayectoria poco clara, como Herminio Iglesias, que alcanzé la candidatura a goberna- dor dela provincia de Buenos Aires. La candidatura a pre- sidente recayé en {talo Ludés,.un jurista de prestigio pero coi escaso poder real en el partido, que debja expresar el equilibrio entre las nuevas y vicjas tendencias internas, pe- 0 qué no pudo disipar Ja desconfianza que el peronismo despertaba en sectores importantes de la sociedad. El radicalismo se renové por impulso de Rail-Alfon-. sin, que en 1972 habfa creado el Movimiento de Renova- cién y Cambio para disputar el liderazgo a Ricardo Bal- bin. Durante el Proceso se distinguié del resto de los politicos, pues criticé a los militares con mucha energia, asumi6 la defensa de detenidos politicos y el reclamo por los desaparecidos y evité envolverse en la euforia de la guerra de Malvinas. Desde el fin de la guerra su ascenso fue vertiginoso, derrotando en la puja interna a los bere- 329 deros de Balbin. Hizo de la democracia su bandera, yla combiné con un conj aspectos éticos de la politica y un discurso ganador, rms distinto del tradicional radical, que atrajeron al parr uuna masa de afiliados y simpatizantes 7 Radicales y peronistas cosechaton amplios apoyos y dsiaron poco espacio para ottos partidos, A la lorcche siguié siendo dificil.unificar fuerzas diversas, muchss de las cuales se habian comprometido demasiade con cl Pees eso como para resultaratractivas. El ingeniero Alsop, 2Y constituy6 un nuevo partido, la Unidn del Centro Be, mocritico, que empezé a beneticiarse con el impulso mundial hacia las concepciones ortodoxamente libecales fro su cosecha mayor la hacia aos después. La inquier da padecié tanto por la dura represién de los ace dal ee muchas de las cuales fueron tomadas por el radicalism alfonsinista, auitque el Partido Intransigente logrs teunis un amplio espectro de simpatizanies, en buena medida ‘iostilgicos de la politica de 1973, Alimencados por la movilizacién de la sociedad y por esta segunda y apacible primavera de los pueblos, sin mbargo los partidos ruvieron dificultades para dar ple- ba cabida a las maltiples demandas y al deseo de partic Pacién, que fue diluyéndose lentamente o se manvave al Iargen de ellos, como en las organizaciones de dereche humanos, cada vez mas intransigentes en una demend, due los partidos intentaban tradueir en términos accpta, bles pata el juego politico. La misma dificultad se ment fest respectorde los intereses sociales mis estructuraden como los sindicales o los emprésatios:"éiivas demandes discussieron por los cauces corporativos y prescindiccoy de los partidos para su expresion 0 negociacion. De ese modo, el crecimiento de los partidos no supuso tins «ht az intermediacién y negociacién de las demanda: bet ine Y negociacién de las demandas de la 330 nl a eed ios Tal situacién, sin embargo, 90 preocupaba demasiado, pues la sociedad estaba adhiriendo con entusiasmo a una democracia que entendia como la primacia de la civil dad. Las formas de hacer politica del pasado reciente la intcansigencia de las facciones, la subordinacién de los medios a los fines, Ja exclusién del adversario, el conflicto entendido como guerra— dejaban paso a otras en las que se afirmaba cl pluralismo, los acuerdos sobre formas una subordinacién de la précticé politica a la ética. Cele- brando la novedad —en rigor, hacia seis décadas que se habia dejado de lado este juego democritico— se valoré y hasta'sobrevaloré la eficacia de este instrumento. Para Cuidarlo, autrirlo y fortalecerlo, se puso sobre todo el acento en el consenso alrededor de las reglas yen la ac- cién conjunta para la defensa del sistema. Quizd por eso se postergé una dimensién eséncial de la préctica politica la discusién —civilizada y plural— de programas y, opcio- ines, que necesariamente:implican conilictos, ganadores y perdedores. y se confid-en el: poder y la capacidad de la civilidad unida para solucionar cualquier problema. Esta combinacién de la valoracién de la ‘civilidad con un fuer te voluntarismo detivé en uin cierto facilismo, en una es- pecie de “democracia boba”, aséptica y conformista. Los problemas derivados de esto se verian mas adelan- te, De momento, la civilidad vivié plenamente su ilusién, y acompaiié al candidato que mejor capré ese estado de Znimo colectivo: El peronismo encaré su campaiia con mucho del viejo estilo, convocando a la liberacién contra Ja dependencia con tan poca conviccién que uno de sus candidatos, en un.cevelddor lapsus, equivocé en un dis- ‘curso piiblico la’opcién positiva— y apelé a lo peor del folclore de! movimiento para denostar a su adversario. Rail Alfonsin, en cambio, gané su candidatura en la UCR primero, y las elecciones presidenciales luego, apelando en primer lugar a la Constitucién, cuyo Preambulo —se~ guramente escuchado’ por pritnera vez por muchos de sus jovenes adherentes— era un “sézo Jaico”. Agregé una 331 apelacién a fa transformaciéa de la sociedad, que definia como moderna, laica, justa y colaborativa. Estigmatiz6 al régimen, aseguré que se haria justicia con los responsa- bles y denuncié en sus adversarios sus posibles-continua- dores, por'obra del pacto entre militares y sindicalistas. Sobre todo aseguré que la democracia podfa resolver no s6lo los problemas de largo plazo —los cincuentta afios de decadencia— sino satisfacer la enorme masa de deman- das acumuladas y prestas a plantearse. La sociedad le cre- ¥6 y el radicalismo, con mas de la mitad de los votos, su- peré holgadamente al peronismo, que por primera vez en ‘su historia perdfa una elécci6n nacional. Uns alegria pro- funda y sustantiva, aunque un poco inconsciente, envol- vi6 a sud éeguidores y en alguna medida a toda la civi dad, que por un motnento olvidé cudntos problemas quedaban pendientes y qué poco margen de maniobra te: nia el nuevo gobierno. 332 Sb ton é

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