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Revista de Sociedad,
Cultura y Politica
DOB eA a) : Abril 1997,
Asociacién de Estudios
de Cultura y Sociedada A L L E R
Revista de Sociedad, Cultura y Politica
| Vol. 2 Ne 3 Abril 1997
Asociacién de Estudios de Cultura y Sociedad
Buenos Aires ArgentinaComité Editorial
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Portada: Diego Rivera, La muerte del capitalita, Fresco (1928).
Contratapa: Diego Rivera. La orgia 0 La noche dels rico. Fresca (1928).
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ln o siINDICE
Editorial
Raphael Samuel (1934-1996) soo
Acticulos
Por qué tener esperanzas en tiempos dificiles
Howard Zinn
B
Las invenciones del México india. Nacion:
en México, 1920-1940.
Ricardo Pérez: Monsfort 0 ee sv we BD
smo y cultura
En legitima defensa. Las huellas de la Revolucién Mexicana
en Sudamérica. 1915-1930.
Pablo Yankelevch 9
Las dltimas peliculas de dibujos animados de la compatiia Disney:
Cambios de actitua?
Margara Averbach .. 2
Para el pueblo y por el pueblo:
‘TV Maxambomba y su regeneracién del cine popular
Vicki Mayer 81
TALLER Buenos Aires de cuerpo entero, Aspectos de la comunicacién
ince os sumarios de sus ediciones 20 sobre el cuerpo a principios de siglo,
ince tga Latbook (bo8 rovsts) sas cutpo a princpios desig
Disponible en INTERNET
fea siguonto dracon:
Plazas entre paréntesis, lugares del mural y Nags del cartel
it tatoook com Mabel Gentile y Susana Smulevich urs :
iLa privatizacin los trabsjadores del puerto
de Buenos Aires. (1991-1996)
Patricia M. Berrotarn . 124
La Historia en los sindicatos:zensefanra para qu
7 137
Primer Afio de Historia (FOETRA) .
[Educar para la culturizacién: Lineas para laconstrucciéa,
de un curriculum escolar plurilingiee y multicultural
Ginseppe Vatalaro y Luciana Zallo 145
Resefias
‘Angie Debo. Gerénima, el Apache. El hombre, su wibu,s tere
Jy rempa.Traduccién: Francese Gutierre. Hesperus, Biogafa, 1994
{original en la Universidad de Oklahoma, 1994), 397 péginas.
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revtia de Mingara Averbach
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Henry Giroux. Placeres Inguictantes; aprendie
Baenoe Ars, 196 emai xt pope
revi de Silvina Sila Aras
185
Carlos Miguel Herrera (bajo la direccié
a ditecién de). Le dat, le politique
de Max Weber, Ham Keen, Cal Smite Pat apaoen foes”
reseta de Olivier Jouanjan setineerne 187
Pedro Benitez Martin. E. P- Thompson y la ia is
‘police. Madsid: Tass, 1996.” ee)
restia de Hernin Camaro.
190
Antonio Tabucchi, Sastiene Pereira. Traducciss
t. luccién de Carlos Gu
y Xavier Gonzilez Rovira. Barcelona: : nnpe
vreseiia de Luciana Zollo See
198
Informaciones
‘Argentina en archivos mexicanos. Un aproximacin alas fuentes su... 201
La Hemeroteca de Biblioteca Nacional argentina. 205
Seccién de Informacién Bibliogréfica
Abstracts
217
‘Normas de publicacién
226
ii
ARTICULOS
Por qué tener esperanzas en tiempos dificiles
Howard Zinn’
‘Me habian invitado a dar una charla en Kalamazoo, Michigan. Era la noche
del ilimo debate presidencial celevisado de la campaia de 1992 y, para mi sor-
presa, habla varios ciemtos de personas en el piblico (jnecesitaban descansar de
Ja locura eleecoral tl vez). Bra el quincuagésimo afio de la llegada de Colén al
hemisferio occidental y yo iba a hablar sobre “El legsdo de Colén, 1492-1992".
Diz afios ances, en las primeras pSginas de mi libro A Peoples History ofthe
United States, (Una historia del pueblo de los Estados Unidos) habia escrito s0-
bre Colén de una manera que asusté alos letores. Ells, como yo, habfan apren-
dido en fa escuela primaria que Coldn fue uno de los grandes héroes de la histo-
via universal, un héroe admirable por su osada proeza, ena de imaginacin y
corajely nunca nadie habia cuestionado este relat, aunque hubieran seguido
educindose hasta la universidad). En mi relato, yo admitta que Col6n era un ma-
rinero intrépido pero ademés sentalaba (en base a su propio diario y al testimo-
rio de varios testigos) que habia sido perverso en la manera de tratar a los genti-
Jes arahuacos que lo recibieron a su llegada a este hemisferio. Los esclaviz6,
tortur, asesin6; todo en pos de la riqueza. Sugest que él representabs los peores
valores de la civilizaciOn occidental: codici, violencia, explotacién, racismo, con-
quist,hipocresa (afirmaba que era un cristiano devoro).
El Grito de A Peoples History nos tomé por sorpresa, a mf y a mi editor. En
su primera década tuvo veinticuatro reimpresiones, vendié trescientas mil copia,
* Profesor emdrito de Ciencias Poca, Boxton Univers.
Taller Vel 263 - Abit 199714 Howarl Zinn
fue nominado al American Book Award y se publics en Gran Bretaia y Jap6n.
Empece a recibir cartas de todo el pais y una gran parte de esas cartas represen
taba una reacci6n arrebatada contra el primer capitulo sobre Colén.
La mayorta de las carta eran de agradecimiento por haberles contado una
historia que no se ha contado antes. Unas pocas eran de indignacién y esoepti-
cismo. Un estudiante secundario de Oregon, a quien la profesora habia asignado
libro, me escribié: “Usted dijo que saed pean parte de esta informacin del pro
pio diario de Colén, Me pregunto si existe ese diario , ies ast, por qué 1 for-
mma parte de nuestra historia. gPor qué nada de fo que usted dice figura en mili
bro de historia?". Una madre de California se puso feriosa cuando miraba un
cjemplar de A Peoples History que su hija habfa craido del colegio y exigié que la
junta escolar investgase al profesor que usaba et libro en las clases.
Se hizo evidence que el problema (si, yo representaba un problema) no era
Ainicamente mi ireverencia para con Colén, sino también todo mi enfoque de la
historia estadounidense. En A Peoples lixory insist, como lo expres6 un crtico,
‘en “una perspectiva completamente distinc, un barajar y dar de nuevo con res-
pecto a quienes son héroes y quienes, vllanos’. Los Padres Fundadores estadou-
nidenses no fueron solamente ingeniosos organizadores de una nueva nacién
(aunque fueron eso por cierto) adems, eran hombres blancos que posefan rique-
ray esclavos, comerciantes, poseedores de acciones y bons, remerosos de una re-
belién de las clases més bajas, 0 como lo expresé James Madison, de “una divi-
siOn equitativa de la propiedad”, Nuestros héroes militares —Andrew Jackson,
‘Theodore Roosevelt— eran racistas, asesinos de aborigenes, amantes de la gue-
tra, imperiaistas, Nuestros presidentes més liberales —Jefferson, Lincoln, Wil-
son, Roosevelt, Kennedy-— estaban més interesados en el poder politico y el en-
grandecimiento nacional que en los derechos de las personas que no pertenecen
ala raza blanca,
Mis héroes ran los granjeros de la rebelién de Shay, los abolicionistas negros
‘que violaban la ley para liberara sus hermanos y hermanas, los que fueron a la
cfrcel por oponerse a la Primera Guerra Mundial, los trabajadores que hacfan
hhuelga en contra de las corporaciones podeross, desafiando a la poiciay a los
civiles armados, los veteranos de Vietnam que se pronunciaron en contra de la
guerra, las mujeres que exigieron igualdad en todos los aspectos de la vida.
Hubo historiadores y profesores que se alegraron de contar con mi libro. Va-
Taller Vol 2.Ne 3 Abn 197
Por gu tver prncas en tempo dfs — 15
ras personas, sin embargo, estaban molestas; para ellos yo estaba fuera de lugar,
era irreverente. Si hubiera sanciones penales por eso, tal vez me habrfan acusado
de “ataque con arma mortal un libro” o de “alteracién del orden pblico por ha-
ber hecho ruidos indecentesen un club exclusiva” o de “haber irrumpido ilegal
mente en el dominio sagrado de la tradicién historiogrdfica”.
Para algunas personas, no sblo mi libro estaba fuera de lugar: toda mi vida
estaba fuera de lugar. Haba algo antipatriético, subversivo, peligroso en mi ex
tica de tantas cosas que pasan en esta sociedad. Durante la Guerra del Golfo de
1991, di una charlaa una asamblea de una escuela secundaria de Masachuserts,
tuna escuela privada en la que los alumnos provenian de familias adineradas y de
los que se decta que ‘el 95 por ciento estaba a favor de a guerra. Dije lo que
pensaba y, sorprendentemente, me aplaudieron mucho. Peto después, en un au-
Ia donde se ralizaba una reunién con un pequefio grupo de alumnos, una chica
que me habfa estado mirando con obvia hostilidad durante todo el debate hablé
con enojo en fa vor:
—zEnonces, por qué vive usted en este pas.
‘enti una punzada de dolor. Era algo que yo sabfa que la gente se pregunta
baa menudo, aunque no lo dijera. Era la cuestién del patriotismo, dela lealtad
al pals, que surge una y otra ver, cuando alguien critica la politica exterior, eva-
del servicio militar 0 se niega a jurar lealtad a la bandera.
Traté de explicar que yo amaba el pats el pueblo, no el gobierno de turno.
Greer en Ja democracia era creer en los principios de la Declaracién de la Inde-
pendencia: creer que el gobierno es una ereacién artificial, estableida por el pue-
blo para defender el derecho que todos tenemos a la vida, la libertad y la bisque
dade la felicidad. Yo interpretaba que “todos” comprendia a hombres, mujeres y
nittos de todo el mundo, que tienen derecho « la vida, un derecho que no pue-
den quitales ni nuesto gobierno ni el de ellos.
Cuando un gobierno taiciona esos principios democrdtios, ee gobierno es
antipatriético, En ese caso, el amor por la democracia requerirfa oponerse a ese
gobierno. Requeritia estar fuera de lugar.
La publicacién de A Peoples History trajo consigo pedidos de todo el mundo
para que hablara, Ast que allt estaba yo, en Kalamazoo, aquella noche de 1992
hablando de la importancia que tiene para nosotros decir la verdad sobre Colén.
En realidad, yo no estaba interesado en Colén sino en ls euestiones que surgen
Tiler Vk. 2 Ne3- Abd 19971G Howard Zinn
de su interaccién con fos nativos: es posible que hoy en dia la gente supere la
historia y conviva con igualdad, con dignidad?
‘Al final dela chara, alguien me hizo una pregunta que escuché muchas ve-
ces en distintas palabras
—Teniendo en cuenta ls noticias deprimentes del mundo, usted parece sor
prendentemente optimista. Qué le da esperanzas?
TIntenté dar una respuesta. Dije que entendfa que el estado del mundo era
deprimente pero que era cierto que yo era optimista: el que me hizo la pregunta
habia caprado muy bien mi estado de énimo. Para él y para otras, el mio era un
enfoque absurdamente alegre de un mundo injusto y violento, Pero para tn, lo
que a menudo tildan con desprecio de idealismo roméntico, de pensamiento lle-
no de esperanzas estéjstfcado si incita a la acciém para cumplir esos deseos,
darle vida a esos ideales,
La voluncad para llevar a cabo tal acién no puede basarse en certezas sino
en las posbilidades que se vislumbran en una lectura de la historia distinta del
usual relato penoso de las crueldades humanas. En una lectura asi, podemos en
contra resistencia ala guerra y no s6lo guerra, rebelién contra la injusticia y no
sélo injusticia, sacificio y no sdlo egoismo, desafio, no sblo silencio frente a la
tiranfa, compasién, no sélo indiferencia.
Los seres humanos muestran una amplia gama de cualidades pero habitual-
mente se pone énfiss en las peotesy, con demasiada frecuencia, el resultado de
exe énfasis es que nos descorazonamos. Y, sin embargo, si pensamos en toda la
historia vemos que ese espiricu se niega a renditse. La historia est lena de «jem
plos de momentos en que la gente se uni6, superando obstéculos enormes, para
luchar por la libertad y la justicia y gand, No con demasiada frecuencia, por su-
puesto, pero sf lo suiciente como para sugerircudnto més es posible
Los ingredientes esencales de esas hichas por la justicia son seres humanos
‘que, aunque fuera por un momento, aunque escuvieran acosados por el micdo,
rompieron con lo establecido e hicieron algo, por pequefio que fuera. Y aun los
actos més pequefio, més antiheroicos se suman a esa reserva de lefia que puede
cencenderse por alguna circunstancia sorprendente y empezar el incendio de un
cambio tumultuoso.
Las individuos son los elementos necesarios,y mi vida siempre estuvo llena
de exe tipo de individuos, comunes y extraordinatios,cuya existencia me dio es-
Taller Vol 2 N63 Abit 1997
Por gub tener prance temp dfs — 47
peranzas. De hecho, el pablico, en Kalamazoo, evidentemente preocupado por
‘el mundo al margen de os resultados electoraes, era la prueba viviente de las po-
sibilidades de cambio en este mundo dificil
‘Aunque no se lo dije a la persona que me hizo la pregunta, yo habia conoci
do gente ast aquella noche, en aquella misma ciudad, Durante la cena, antes de
la chara, estuve con el cura de la parroquia de la universidad, un hombre con la
contextura de un jugador de fitbol americano, deporte que habla jugado afios
ances. Le hice la pregunta que le hago a menudo a la gente que me cae bien: “;De
dine sacé la ideas singulares que tiene?”
La de él fue una respuesta de una sola palabra, fa misma que dan tantos:
“Vienam”. Muy a menudo las respuestas a preguntas esenciales sobre la vida s6-
lo tienen una palabra: Auschwitz. Hungra.. Attica... Vietnam. El cura habla
estado ahi en eardcter de capellén. Su comandante en jefe era el Coronel George
Patton IIL, Como digno hijo de su padre, a Patton le gustaba decir de sus solda-
dos que eran “asesinos de la gran siete” y no queria usar “la gran puta” pero no
ddudaba en decir la palabra “asesinos”, Patton ordené al capellin llevar una pisto-
la mientras estuviera en zona de combate. El capellin se negé y, a pesar de las
amenazas, siguié negindose, Salié de Vietnam con convicciones fuertes no sélo
‘en contra de esa guerra sino de todas. Y cuando habl6 conmigo, viajaba conti-
rngamente a El Salvador para ayudar a la gente que luchaba contra los escuadro-
nes de la muerte y la pobreza.
En la cena también conoct aun joven profesor de sociologia de la Univer-
sidad Estaral de Michigan. Criado en Ohio por padres de la clase wabajadora,
4 también habia terminado oponiéndose a la guerra de Vietnam. Ahora ense-
fiaba criminologia y no realizaba investigaciones sobre asaltantes y carterstas:
investigaba el crimen de guante blanco, los funcionarios de gobierno y ejecuti-
vos de corporaciones cuyas victimas no eran individuos sino la sociedad en su
conjunto,
Esnotable la cantdad de historia que puede haber en un grupo pequefio. En
‘muestra mesa, también habia una mujer joven, recientemente graduada de la uni-
versidad, que estaba ingresando ala escuela de enfermeria para poder ser til en
pucblos de Centroaméria. La envidiaba. Como muchos de los que escriben, ha-
blan, ensefian, cjercen ef derecho, predican, gente cuya contribucién a la socie-
dd es tan indirect, tan incierta, pensé en los que brindan ayuda inmediata: los
Tale V2 N63 - Abril 198718 Howard Zinn
catpinteios, las enfermeras, los granjeros, los choferes de autobusesescolares, las
madres. Me scordé del poeta chileno Pablo Neruda, que escribi6 un poema so-
bre su desoo de toda la vida de poder hacer algo ctl con las manos, hacer una es-
coba, nada més que una escoba.
'No le dije todo eso ala persona que me hizo la pregunta en Kalamazoo. En
realidad, para contestare hubieratenido que decirle mucho més sobre por qué
tenia rantasesperanzas aparentemente inexplicabes frente al mundo de la mane~
raen que lo conocemos. Hubiera tenido que repasar mi vida entera.
Hubiera tenido que contarle que fui a trabajar ena un astllro a los diecio-
cho afis y que pasé tres afios trabajando en las dérsenas, con fro y calor, en me-
dio de ruidos ensordecedores y emanaciones peligrosas, que construl buques de
guerra y botes de desembarco en los primeros afios de la Segunda Guerra Mun-
dial.
Hubiera tenido que contarle que me alistéen la Fuerza Aétea a los veintiu-
ro y me entrené como bombardero y volé en misiones de combate en Europa y
nds tarde me hice preguntas dficiles de contestar sobre lo que habia hecho en la
guerra
YY que me cast fui padce, fui ala facultad por el GL. Bill(Ley de Veteranos)
mientras trabajaba cargando camiones en un galp6n, y mi esposa trabajaba tam-
bign y nuestros dos hijos estaban en una guarderia estatal de caridad y todos vi-
viamos en departamentos para gente de bajos recursos en el Lower East Side de
Manhattan,
Y¥ que obtuve mi doctorado de Columbia y mi primer tabajo verdadero de
profesor (tuve varios trabajos no del todo verdaderos como profesor) y tuve que
vivir y enseftar en una comunidad de negros en un estados surefio durante siete
affos.¥ tendrfa que hablar sobre los alumnos de Spelman College que un dia de-
cidieron trepar el muro de piedra simblicoy real que rodea la ciudad universi-
taria para sentar precedences en los primeros afios del movimiento por los dere-
chos cviles,
Y sobre mis experiencia en aquel movimiento, en Atlanta, en Albany, Geor-
Bay Selma, Alabama, en Hattiesburg y Jackson y Greenwood, Mississippi.
Hlubiera tenido que contar que me mud al norte para dar clases en Boston
Y que me unt als protestas contra la guerra de Vietnam y que me arestaron me-
dia docena de veces (el lenguaje oficial de los cargos ra siempre inceresance: "va-
Tale Vol. 2.963 Abit 197
Por qué tener oprancas en temps diftilea — [9
gancia y vagabundco”, “alteracin del onden piiblico”, “resistencia a desalojar un
cea’. ¥ que viajé a Japon y a Viemnam del Norte y que hablé en cientos de en
cuentros y de reuniones politicas y que ayudé a un cura catblico buscado por la
licfa a pasar ala clandestinidad.
Hubiera tenido que recordar las escenas en varios tribunales en los que de-
claré en las déeadas de 1970 y 1980. Hubiera tendo que hablar de los presidia-
rios que conoct, con condenas cortas y perpetuas, y de eémo influyeron en mi
copinién sobre la cfrcel,
‘Cuando me transformé en profesor, me fue imposible dejar mis propias ex-
periencias fuera del aula, Con frecuencia, me preguntaba eémo hacfan tantos
;profesores para pasar un afio con un grupo de alumnos y no revelar nunca quié-
nes eran, qué dase de vida levaban, de dénde provenian sus ideas, en qué
crefan o qué querfan para ellos, para sus alumnos y para ef mundo.
~Acaso el hecho mismo de que esconden todo ¢s0 no nos dice algo terrible:
{que se puede separar el estudio de la literatura, historia, filosofia, politics, las ar-
tes de nuestra propia vida, nuestras convicciones més profundas sobre el bien y
el mal?
‘Cuando daba clases, nunca oculté mis opiniones politicas: mi odio contra la
guerra el militarismo, mi furia cuando veo la desigualdad racial, mi creencia en
‘un socialismo democratico, en una distibucién justa y racional de k riqueza del
‘mundo. Dejé bien claro mi odio a cualquier tipo de intimidaciOn, ya sea de pal-
ses podlerosos a paises mis debiles, de gobiernos a ciudadanos, de empleadores &
cmpleados, o de cualquiera, de laizquicrda o la derecha, que piensa que tiene el
monopolio de la verdad,
Esca mezcla de activismo y ensefanza, esta insistencia en que la educacién
no puede ser neutral en cuestiones cruciales de nuestros tiempos, este movi-
:iento de ida y vuelta encre el aula y las luchas externas por parte de profesores
{que esperan que sus alumnos hagan lo mismo siempre asusté a los guandianes
de la educacidn tradicional. Ellos prefieren que la educacién simplemente pre-
pare al nueva generacién para ubiearseen un lugar adecuado en el viejo orden,
ro para que ponga en tela de juicio ese orden.
‘Cuando empezaban ls clases, yo siempre dejaba en claro a mis alumnos que
ian a recibir mi punto de vista, pero que iba a tratar de ser justo con otros pun-
tos de vista. Alentaba a mis alumnos a disentir conmigo.
Taller Vo. 2 3-Abrt 198720 Heard Zinn
No afirmaba ser duefio de una objetividad que no era ni posible ni deseable.
“No se puede ser neutral en un tren en movimiento”, les decia. Algunos se des-
concertaban con la metéfora, en especial si la interpretaban literalmente y traa-
ban de disecar su significado. Otros captaban de inmediato lo que queria dec
que las circunstancias ya se estén moviendo en ciertas direcciones mortales y que
ser neutral significa aceptar eso,
‘Nunca cref que estuviera imponiendo mi punto de visa a hojas en blanco,
a mentes inocentes. Mis alumnos hablan tenido un largo perfodo de adoctrina-
miento politico antes de llegar a mi clase. En la familia, en la escuela secundaria,
en los medios masivos de comunicacién. En un mercado dominado por tanto
tiempo por la ortodoxia, que lo nico que yo queria hacer era ofrecer mis mer-
caderfas en un cartito pequefio, entre los demés y dejar que los alumnos eligie-
ran entre ella.
Los miles de j6venes que pasaron por mis clases durante afios me dieron es-
peranzas para el futuro, En las décadas de 1970 y 1980, todos las que estaban del
‘otro lado parecan quejarse de la “ignorancia” y “pasividad” de esa generacién ac-
tual de estudiantes. Pero cuando yo los escuchaba, lia sus diaros y trabajos, y
sus informes sobre la actividad comunitaria que formaba parte de su tarea asig-
‘nada, me conmovian la sensibilidad frente la injustcia que veta en ellos, l afin
que tenfan de formar parte de alguna buena causa, su potencial para cambiar el
‘mundo.
El activismo estudiantil de los ochenta fue chico en proporcién pero en ese
‘momento no habfa ningiin movimiento nacional importante al que vinculase,
y habia grandes presiones econémicas de todos lados para “hacer dinero”, “tener
éxito", sumarse al mundo de los profesionales présperos. Sin embargo, muchos
jdvenes querian otra cosa, asi que yo no me desesperé. Me acordé de que en la
década de 1950 habia observadores arrogantes que hablaban de la “generacin si-
Jencisa” como un hecho indiscutible,y luego, como para hacer estallar ese con-
cepto, empeub la década de 1970,
Hay algo més, de lo cual es més diftcl hablar, que fue crucial para mi espi-
ritu: mi vida privada. Qué suerte he tenido de vivir mi vida con una mujer no-
table de una belleza de cuerpo y alma, que veo repetida en nuestros hijos y nie-
tos, Roz compartié y ayud6, trabajé como asistente social y docente, después
desartolé su talento como pintora y miisica. Ama la literatura y se convittié en
Taler Vol 2 Ne 3 Abi 1997
Por gutter epranca en tempo difla 2
la primera correctora de todo lo que yo escribia. Vivir con ella me dio una idea
ids intensa de lo que ses posible en este mundo.
Y, sin embargo, soy completamente consciente de las malas noticias con que
os enfrentamos constantemente. Me rodean, me inundan, me deprimen inter
mitentemente, me enfurecen.
Pienso en los pobres de hoy en dia: muchos viven en los ghetor de los que
no son blancos, con frecuencia a pocas cuadras de fabulosas riquezas, Pienso en
Ja hipocresfa de los eres politcns,en el control de Ia informacién por medio
del engafio, de la omisiOn. Y en eémo, en todo el mundo, los gobierios explo-
tan e odio émico y nacional
Soy consciente de la violencia cotidiana que se ejerce contra la mayor parte
de la raza humana. Toda esa violencia representada por imégenes de nifios. Ni-
fos hambrientos. Nifos invalidos y tullidos. El bombardeo de nifios oficialmen-
te declarado como “dafio colateral”
“Mientras escribo esto, en el invierno de 1996, el énimo general es de deses-
peracin. Bl fin de la guerra fila entre los Estados Unidos y la Unién Soviétca
no signficé la paz mundial. En los paises del bloque soviético hay desesperacién
y desorden. Hay una contienda brutal en fos Balcanes y més violencia en Africa
La dlte préspera del mundo considera convenience ignorar el hambre y las en-
fermedades en pais azotados por la pobreza. Los Estados Unidos y otras poten-
clas siguen vendiendo armas a cualquier pals que los compre a precios reditua-
bles. El costo humano no import
En este pals, a euforia que acompati [a eleccién ce un joven presidente pre-
suntamente progresista en 1992 se ha evaporado. Al parecer, el nuevo liderazgo
politico del pats carece de a visin, la audacia, a voluntad, de romper con el pax
sado, al igual que el anterior. Mantiene un enorme presupuesto militar que dis-
torsiona la economia y solo hace posible esfuerzos insignificantes para compen
sar la inmensa brecha entre los rics y los pobres. Sin esa compensacién, is
cudades siguen flageladas por la violencia y la desesperacién.
Y no hay sefales de un movimiento nacional que pueda cambiar esta situa-
«ion,
Unicamente el correctivo de la perspectiva histérica puede iluminar nuestra
penumbra. Nétese con qué frecuencia nos sorprendimos en este siglo. Por el re-
pentino surgimiento de un movimiento popular, el repentino derrocamiento de
Tiler Vol. 2.N03- Abril 199722 Howard Zinn
tuna titania la repentina aparici6n de una llama que crelamos extinguida. Nos
sorprendemos porque no percibimos lo que se cocina a fuego lento: Ia indigna-