You are on page 1of 31
SENECA, GEOGRAFO POR JUSTINIANO GARCIA PRADO Lucio Anneo Séneca, el discutido filésofo cordobés, a quien Astrana Marin no vacild en situar al lado de Homero, Cervantes y Shakespeare, como uno de los mayores genios de la Humani- dad (1), es mas conocido por sus tragedias y por sus escritos, filo- séficos, que por sus trabajos geograficos y de indole cientifica. Considerado por los escritores que mejor lo han estudiado co- mo un genuino representante del ‘espiritu hispano, prototipo del genio y del temperamento espaiiol; inclufdas sus doctrinas dentro del estoicismo; pero con una original interpretacién personal en la tendencia moral y practica, de inconfundible ascendencia his- pana, y habiéndosele reconocido, igualmente como notas de firme hispanismo, el matiz sentencioso y aforistico de su estilo y la for- ma declamatoria, sorprende que haya escritores capaces de negar en él toda influencia del pais que le viera nacer (2); mas parece co- mo algo inherente a nuestros mas sdlidos y prestigiosos valores el juicio ligero a que se ven sometidos por escritores mal informa- (1) Luis Astrana Marin. «Vida genial y trigica de Séneca», Madrid 1947, pagina 655. (2) Augusto Bailly. —éLa vie de Séné que.—Paris 1929, pag. 5. 64 . REVISTA DE dos © tendenciosos, con Jo que nuestra Patria ha tenido que su- frir los ataques, més 0 menos encubiertos, de sus detractores o la solapada obra de aquéllos que si no tienen otro remedio que reconocer el valor de sus hijos, ya que no pueden arrebatarle la paternidad, como en el caso de Séneca, intentan eliminarla de la influencia en su espiritu. Por elio nacid en nosotros el propdsito de analizar la obra geografica de Séneca, a quien calificamos como gedgrafo espaiiol, no solo por la significacién de su obra cientifi- cay el valor de sus ideas geograficas, sino por corresponderle, por derecho propio, la primacia en el tiempo. Un rapido examen del concepto geografico en la época clasica nos permite colocar a Séneca como representante en Roma y en el siglo I de J. C. de Ja tendencia general o cientifica, frente a la de la Geografia descriptiva o regional que tiene como figuras principa- les a Strabén, autor de 17 libros de Geograffa y a Ptolomeo (h. el 150 d. J. C.), astrénomo muy conocido por su obra en 13 libros «Grande Sintassi», en arabe «Almagesto», e insigne cartdgrafo (3). La gran figura de Ptolomeo eclipsé ala de Séneca como geé- grafo; pero éste, en la tendencia general 0 cientifica, es ala época romana lo que Aristoteles fué a la griega (4). Los escritos de Séneca se clasifican en tres grupos: a/. Litera- rios; b/. Fisicos; c./. Morales. A nuestro objeto nos interesan tan solo los fisicos. El principal de éstos y el tinico que se conserva, aunque incompleto es el de «Questionae Naturales», atrtbuyén- dosele, no sin dadas, «De situ Indiae», «De motu terrarum», «De (3) Trazé diversos mapas del ectuneue en proyeccién rectangular, derivada de la usada por Marino de Tiro y escribid en griego una «Introduccién a la Geo- gratia» 0 catdlogo de las coorcenadas geograficas que le sivvieron para construir sus mapas (4) Aristdteles (384 322. J. C.), autor de varias obras que podriamos cata- logar como geogesficas se preocupé de cuestiones generales como el aire, Ja Hlu- via, los vientos, las aguas, etc., y en los cuatro libros de su obra «Meteorolégi- kaw traté de las materias qute Seneca se ocupard en Las Cuestiones Naturales y de otras més. LETRAS 65 situ et sacris Aegyptiorum», «De natura lapidum», «De natura pis- cium» y «De forma mnndi». La obra general del fildsofo cordobés merecié. grandes alaban- zas de la juventud de su tiempo; pero no se vié libre de censuras y criticas: Caligula decia de sus escritos que eran cual pompas de jabén, arena, sin cal, pura ficcién; Aulio Gelio y Frontén le menos- preciaban; Tacito le juzgo con severidad, y nuestro Quintiliano le atacé aun después de transcurridos 30 afins de Ja muerte especta- cular del filésofo cordobés; pero su obra no solo perduré, sino que ejercié gran influencia en escritores de la mas variada tenden- cia como Tertuliano, Lactancio, San Martin de Braga, Boecio y San Isidoro. La obra «Questionae Naturales» se estudid como manual de fisica en las escuelas medievales y sus escritos se copiaron, extrac- taron y comentaron, alcanzando gran difusién por lo que Dole ha escrito en una obra reciente: «Destellos de la sabiduria senequiana iluminan las mas altas cimas de la orografia mental europea: desde Dante, Petrarca y Erasmo, hasta Montaigne, Diderot, Schiller, Goethe y Schopenhauer, pasando por los mayores tragicos de Renacimiento» (5) y las obras de Séneca figuran en todos los ca- talogos de las bibliotecas antiguas». La significaci6n dela obra de Séneca dentro de las literataras hispénicas ha sido expuesta por el mismo Sr. Dolc, en sintesis elo- cuente, como sigue: «Espaiia, sobre todo, ha sido siempre clima propicio a su doctrina. Juzgado por algunos como genio represen- tativo de nuestra estirpe, se ha estudiado el senequismo como un fendémeno indeclinable del temperamento espafiol. Con su espiri- tu y su estilo guarda evidentemente ocultos puntos de contacto el sentido practico de la raza hispana y el genio aforistico de la (5) Sobre todo los franceses Jodelle, Grevin, de la Teille, Garnier, Corneille y Racine, (6) Miguel Dole «Literatura Hispanorromana» en la obra que dirige don Guillermo Diaz Plaja «Historia General de las literaturas_hispanicas».—Barcelo-~ na, 1949, pag. 33 6 REVISTA DE lengua, amante de sentencias y proverbios, concisos y transparen- tes. Y, bien por inconsciente ascendencia senequista, bien por na- tural tendencia de nuestro espiritu, la ética ha sido casi siempre la aficién preferente, sobre todas las demas ramas de la Filosofia, de los filésofos espafioles: Luis Vives, Gracian, Huarte de San Juan, el Brocense, Quevedo, Feijéo, Balmes. Aun hoy es en Espafia el que goza de mayor popularidad, convertido en simbolo y sinénimo de sabio» (7). «La pervivencia de Séneca, prosigue, en la literatura espafiola, es evidente desde la «Celestina» y las «Copias» de Jorge Manri- que hasta el «Idearium> de Ganivet y las «Cartas Marruecas» de Cadalso. Ya en los siglos XIV y XV, desde los tiempos de Juan Il fué Séneca objeto de un verdadero culto: lo posefan en sus biblio- tecas todos los magnates y hombres de letras, como la infante Maria de Castilla, Rodrigo Alonso Pimentel y el Marqués de San- tillana. Claras y a veces largas resonancias de Séneca acusan don Juan Manuel, Fernan Pérez de Guzman, Antonio de Guevara, el epistolario de Antonio Pérez, Lope de Vega, Francisco Sanchez de Brozas, Baltasar Gracién, Diego Saavedra Fajardo y, por encima de todos, Francisco de Quevedo, el mas ilustre senequista en su tiem- po, no sélo por su doctrina, sino también por su estilo. Con la actitud quevediana ante Ja vida, estrictamente annea, se entronca el género mas peculiar de la literatura espafiola, la novela picares- ca. La influencia senequiana penetra, bajo muchos aspectos, en los ascetas y misticos, Fr. Hernando de Talavera, Fr. Francisco de Osuna, Fr. Hernando de Zarate, Fr. Diego de Estella, Fr. Juan de los Angeles, Fr. Luis de Granada, el P. Juan Eusebio Nieremberg, el P. Pedro de Rivadeneira y el P. Alonso de Andrade. Desde el si- glo XVII se forjé un grupo de senequistas consagrados al estudio y revalorizacién doctrinal de nuestro fildsofo: Pablo Martir Rizo, Fernando Alvaro Diez de Aux, Juan Baftos de Velasco y Acebe- do, Alonso Niifiez de Castro, Diego Ramirez de Abelda, Francisco (7) Mas sabio que Séneca dice un proverbio espafiol. LETRAS 7 de Zarraga, Manuel Rodriguez Brabo de Hoyos, Salvador Jacinto Polo de Medina, el P. Francisco Garau» (8). Este interesante aspecto de la obra de Séneca, sa pervivencia y reflejo a través de los tiempos, ocupa la atencién preferente del sefior Astrana Marin, quien anuncia un nuevo estudio, titulado «Sé- neca a través de los siglos», al que seguiré la edicidn critica, en la- tin y castellano, de sus obras completas: «Lucii Annaei Senecae Opera omnia» (9). La informacién bibliografica sobre L. Anneo Séneca, aunque abundante, no corresponde a la importancia del fildsofo, literato y gedgrafo, nia la difusidn de sus escritos, siendo mas extensa la de- dicada a los estudios literarios y filosdficos, y muy escasa la de los fisicos. Laméntase Astrana Marin de !a escasez de estudios biogréficos sobre Séneca, diciendo que se da el caso peregrino de que «sien- do toda nuestra literatura senequiana no tenfamos una biografia de Séneca» (10). Sin hacer distingos ni salvedades sobre tal afirmacién y toman- dola de un sentido amplio y general, hay que reconocer la ironia de dicha paradoja. ‘ Al hacer an ligero examen, en el prdlogo de su obra, sobre Sé- neca, ya que la bibliografia con fines exhaustivos la reserva para su trabajo sobre el influjo de Séneca en Ia Literatura universal, re- cuerda el breve trabajo de Juan Pablo Martir Rizo, «Historia de la vida de Lucio Anneo Séneca, espafiol», publicada en Madrid en 1625 que es de escaso mérito y redactada con olvido de los tra- aulus Pompilius, Volterra, Ambrosio bajos de sus predecesores: de Morales, Alciato, Schott, Lipsio y otros y nos ofrece las fuen- tes esenciales para toda obra seria: «La tragedia pretexta «Octa- via», atribuida por unos a Curiato Materno, y por otros a Floro o (8) Astrana Marin, Ibid., pags. 33-34 (9) Astrana Marin. Ibid. XVI. (10) Astrana Marin, Ibid. pag. IX. 68 REVISTA DE a Scaevo Memor; de los poetas: Marcial, Javenal y Stacio; de los historiadores del primer siglo que han servido de fuente a Tacito Clavio Rufo, Plinio el Viejo y Fabio Riistico; de Plinio el Joven y de Columela; de los bidgrafos: Plutarco y Suetonio; de Tacito; de los detractores: Quintiliano, Frontén, Aulo-Gelio, Didn Cassio y el escoliasta de Juvenal; de los apologistas cristianos Tertuliano y Lactancio; de los Padres de la Iglesia, San Jerdnimo y San Agustin, etc., ete.» (11) Aparte de los primeros ensayos biograficos de Secco Polento- ne (del s. XIII y XIV) y de los compendios de Pedro Crinito, Ra- fal de Volterra y Lilio Giraldo, el primer intento de biografia cri- tica fué la obra «Vita Senecae», de Paalus Pompilius, publicada en Roma en el afio 1490. Elemento esencial para el estudio de las obras de Séneca son las «Castigaciones» 0 correcciones que en 1536 publics Hernan Niiiiez, «el Comendador Griego»; la edicién critica de Justo Lip- sio que publicd en Amberes en 1605 y por segunda vez en 1615 y la de Gronovio, editada en Amsterdam, el 1672. Las primeras traducciones de Séneca son las catalanas de An- toni de Vilaragut y Antoni Canals; entre las castellanas, recorde- mos los voltimenes 66, 67 y 70 de la «Biblioteca clésica», obra en su mayor parte de Francisco Navarro y Calvo, y la antigua ver- sidn de Pedro Fernandez de Navarrete, y por tiltimo, en el aio 1943, L. Riber ha publicado la versién de las «Obras completas» de Séneca (12). Para no hacer excesivamente extensa esta nota bibliografica, remitimos a nuestros lectores alas resefias que de las obras de Gelpke, Jonas, Martens, Hochart, Diepenbrock, Friedlaender, Fa- vel, Pascal, Martha, Waltz, Holland, Marchesi, E. Albertini, A. Bour- gery, A. Pittet, L. Herrmann, L. Lévy Brahl, F. von Hagen, C. Bur- nier, ID. Bass, M. Gentiles, Menéndez y Pelayo, Bonilla San Martin (11) Astrana Marin. Ibid. pag. XIV. (12) 1, Riber.—Séneca. Obras completas. Aguilar. Madrid 1943. LETRAS 6 y otros muchos se contienen en la introduccién de Ia obra ya ci- tada de Luis Astrana Marin, (13) en la de don Juan Francisco Yela, «Séneca», Barcelona 1947 (14) y en la Historia General de las Lite- raturas hispanicas que dirige don Guillermo Diaz-Plaja (15). Entre las obras que de modo especial interesan a nuestro fin de estudiar a Séneca como gedgrafo, tenemos la edicidn critica que de las «QuestionesNaturales» se publicé en Leipzig en 1907, en la biblioteca Teubneriana, bajo la direccién de Alfred Gercke, cuyo prefacio es de excepcional interés, e igualmente a las obras de di- cho escritor «Séneca-Studien», Leipzig 1895 y «Studia Annaeana», Leipzig 1900; la traduccidn francesa de Paul Oltremare de la Co- leccidn «Les belles lettres», editada en Paris el afto 1929; la traduc- cién inglesa de “John Clarke», de 1910, editada en Londres y ano- tada por el gedlogo A. Geikie, y la versidn reciente en castellano de J. L. Izquierdo Hernandez, con notas de Aldo Mieli, publicada en Buenos Aires, el afio 1948. Bajo un punto de vista geografico el nombre de Séneca era co- nocido por la parte que a él pudo caberle en la expedicién que Nerén envio para el descubrimiento de las fuentes del Nilo y mas atin por su famosa profecia en la tragedia «Medea» (acto II): Venient annis saecula seris Quibus oceanus vincula rerum Laxet et ingens patet tellus Tethisque novos detegat orbes Nec sit terris ultima Thule Y la dudosa inflauencia que tales versos pudieron tener en la de- cisién de Cristébal Coldn para el descubrimiento de América. Una interesante ratificacién de esta profecia se halla contenida (13) Astrana Marin.—Ibid. pag. XV y XVI. (14) Bibliografia de los escritos de Séneca y de los estudios sobre el mismo, pags. 270 a 272, (15) Miguel Dole —Literatura Hispanorromana.—Notas, pags. 74-76.—Bi- bliografia pags. 80-81. 70 REVISTA DE en el libro VIII de las Cuestiones Naturales, en el parrafo 1.° del prefacio cuando al preguntarse por la distancia entre Jas costas de Hispania y las de la India, dice que es una longitud que se puede recorrer en pocos dias si la travesia se hace con vientos favorables, idea esta del viaje maritimo a las Indias por Occidentales con la cual se anticipa a Marino de Tiro, a Ptolomeo y en muchos siglos a Toscanelli. El hecho de que este ultimo la expusiera en una car- ta al canénigo lisboeta Pablo Martins, una copia de la cual se ase- gara fué leida por Colén, se concepttia como una de las _principa- les causas que reafirmaron la fe de Coldn para el logro de su te- meraria empresa. Estas palabras de Séneca no solo predicen el des- cubrimiento de América, sino que cree posible una feliz navega- cidn por el Atlantico y un rapido arribo a la India, con vientos fa- vorables. En el orden general de los estudios geograficos los conocimien- tos de Séneca identifican a esta clase de hechos con los propios de la Ciencia del Universo, es decir, el concepto geografico de Séne- ca tiene un caracter enciclopédico, aspecto por el que tanto hoy se censura a nuestra Ciencia; pero recordamos alos detractores que la independencia de la Geografia no radica solo en su conte- nido u objeto material, sino en su objeto formal, especificado por los principios de colectividad, actualidad e identidad que no con- vienen a ninguna otra de las ciencias, cuyo campo tiene alguna co- nexién con la Geografia. En él hallamos igualmente tres de los caracteres que més dis- tinguen en Ja actualidad a la Geografia como ciencia moderna, la localizacién, el conocimiento por Ja observacidn directa y el prin- cipio de causalidad, atilizado por Séneca muchos siglos antes que lo aplicara Humboldt y lo expusiera Ritter. Su cenfianza en la investigacién y en el progreso de las Cien- cias es igualmente notoria: «Llegard un dia, dice, en que el hom- bre demostrard por cuales regiones corren los Planetas, por qué se desvian de los otros astros, cual es su tamafio y su naturaleza” y més adelante dice: «La generacién futura sabré mychas cosas LETRAS 7 que nosotros ignoramos. Muchos descubrimientos estén reserva dos a los siglos futuros, a edades en las que todo el recuerdo de nosotros seré borrado. El mundo seria bien pobre cosa si los tiem- pos que han de venir no encontrasen materias para su investiga- cién (16). La mente privilegiada de Séneca alcanzé a comprender los mas trascendentales problemas, interpretando los hechos fisicos, terres- tres y celestes que él observaba, segiin los medios de observacién de que disponia, el alcance de los conocimientos'de su época y las laces de su razén; pero sobre todo nos sorprende Ia idea que él manifiesta de la existencia de un creador todopoderoso, cuya ma- no se ve al contemplar la inmensidad y grandeza del Universo co- mo diria Flammarion muchos siglos después... Las palabras de Sé- neca son: «Aqui es donde el alma comienza a conocer a Dios que es la mente de todo el Universo y autor de cuanto vemos y no vemos» (17). Entre los afios 62 y 63 escribid Séneca su obra cientifica «Ques- tionae Naturales». Acaso la preparara durante los ocho afios que vivid desterrado en Cércega; pero no Ia termind sino dos afos antes de su muerte, cuando, alejado de la vida publica, se dedicd preferentemente al estudio ya la publicacién de algunos de sus trabajos, viviendo con el consuelo de la amistad de sus intimos y el afecto de su esposa Paulina. Cual sea su propdsito y Ja dificultad de su empresa ni lo igno- ra nile desanima, antes por el contrario lo reconoce al dirigirse a Lucilo en el prefacio general de la obra diciéndole: «No se me ocul- ta Lucilio, varén éptimo, cuan vasta es, para lo viejo que soy, la empresa cuyos cimientos pongo; pues me he propuesto dar la vuel- ta al mundo, descubrir las causas y los secretos y ofrecerle todo el conocimiento de los demas». Tal pretensidn coloca a Séneca en- tre los gedgrafos conscientes y hace su obra eminentemente cien- (16) L, Anneo Séneca,—«Questionae Naturale», L. Vill, Cap. XXX, parr. 5. (17) L, Anneo Séneca.—«Questionae Naturale», L, VIII, pref. parr. 13. 72 REVISTA DE tifica, al pretender no solo exponer y describir, sino averigaar las causas, donde hallamos la raz6n para sefialar estos propésitos co- mo un precedente del principio de causalidad, comtin a todas fas ciencias y utilizado por Humboldt, con quien adquirié este carac- ter la Geografia Moderna. EI valor educativo de esta clase de estudios y su importancia en la formacién humana, objeto de una obra reciente de D. Eloy Bulldn (18) fué ya advertido con caracter general por Séneca para gaien fa observacion de la naturaleza no solamente elevard el alma sobre el cuerpo, conservandola sana y grande, haciéndole com- prender el alcance de la condicién humana y evitandole el ser es- clavo de si mismo, sino que la aplicacién del espiritu a la penetra- cién de la naturaleza le preparard, para obtener mayores éxitos en lo suyo propio (19). Los viajes de Séneca le permitieron conocer directamente los paises del Mediterraneo, desde Espana hasta Egipto, y si hemos de creer a algunos autores, mas allé de este mar, incluso hasta la India. El gran nimero de hechos geofisicos observados por él en dichos viajes fueron aprovechados para la redaccién de sus escri- tos cientificos y particularmente en ellos descansa la experiencia y abundancia de conocimientos geograficos de que hace alarde en las «Questionae Naturales». Es muy corriente considerar esta obra de investigacién sobre la Naturaleza como un estudio mixto, filoséfico, cientifico y lite- rario. El fin esencial ya lo hemos manifestado con un texto literal de Séneca. No podemos negar que la obra contiene consejos y pre- ceptos morales y que desarrolla algunos principios de indole filo- s6fica, «Cudnto mejor es combatir los vicios propios que no trans- mitir a la posteridad el recuerdo de los ajenos» (20). Sobre lo eff- (18) Eloy Bullén y Ferndndez.—«Valor educativo de los estudios geogrif- cos», R. Velasco, Madrid 1930, (19) Séneca. ~«Questionae Naturales».—Libro I, Prefacio, pdrrafo 18, (20) _L. Anneo Séneca.—«Questionae Naturale». Prefacio general, par. 5. LETRAS, B mero de Ja fortuna y de la adversidad en la vida humana (21). El valor de la observacidn de la naturaleza para la perfeccién huma- na (22). Sus ataques contra la adulacién, la vanidad y la soberbia; la critica de fa sensualidad, su fustigacién de la desesperacién y del terror a la muerte; la culpabilidad de los propios hombres en cuanto ellos mismos son fuente de desgracias mayores que las de las fuerzas ciegas de la naturaleza; como la muerte es ley de la naturaleza, el tributo y la obligacién de todo mortal y el remedio de todos los males; sobre lo limitado de los conocimientos huma- nos, y los males del lujo y aberraciones a que conduce la concu- piscencia, entre ellos; pero no es menos cierto que el autor los presenta como incisos, divagaciones y apartes dentro de la trama general de la obra cientifica, usando con frecuencia términos co- mo éstos: «Vuelvo a nuestro tema» (23). «Volvamos a nuestro propésito» (24) y otros por el estilo, justificandolo con las siguien- tes palabras: «Es necesario, en efecto, entremezclar una ensefian- za saludable‘a lo que hacemos y decimos» (25) con lo cual inclu- so da satisfaccién a los deseos de Lucilio. La finalidad docente y su matiz pedagdgico, no pueden dismi- nuir el cardcter cientifico, més concretamente geografico de la obra de Séneca, asi como es natural que en ella hallemos los méritos li- terarios inherentes a un escritor de su categoria, genio y fecundi- dad; pero en ningtin modo, insistimos, se puede desvirtuar el ver- dadero objeto, contenido y método de esta obra, que es, eviden- temente geogrdfica. El llorado maestro Yela Utrilla en su reciente obra sobre nues- tro fildsofo (26) manifiesta que aun cuando no fuese extrafio al estudio de la naturaleza, Séneca es ante todo y sobre todo filéso- (21) _L. Anneo Séneca...«Questionae Naturales, Pref. gral., par. 14. (22) _L. Anneo Séneca.—«Questionae Naturale», Pref. gral. pdr. (8, (23) _L, Anneo Séneca.—«Questionae Naturale», Libro Ill, cap. XI, par. 1. (24) L. Anneo Séneca.—«Questionae Naturales. Libro I. cap; XVII, par. 1+ (25) L. Anneo Séneca.—«Questionae Naturales. Lib. IV, cap, LIX, parr. 2. (26) Juan Francisco Yela.—«Séneca»,~Barcelona 1947. 74 REVISTA DE fo, mas que literario y que su aficidn al estudio de la nataraleza y atin su preparacién a las cuestiones cientificas, se entiende, «no basta ni mucho menos para explicar el casi enigma de los «Siete Libros de cuestiones naturales» (27). «Hay quien decididamente niega a Séneca el titulo de natura- lista 0 cientifico, dice, dejandolo, aun dentro de dicha obra, en el de dialéctico y moralista. La dialéctica es la directriz del trabajo en cuestidn, dialéctica cuyo contenido es la filosofia moral. Fuera de esto resulta imposible hallar una estructura sistematica del con- tenido cientifico de la obra, la cual aparece, por tanto, sin osatura o hilo director. Para otros, en cambio, Séneca, sin dejar de ser hombre de ciencia, se muestra en dicho trazado mas bien como literato que como cientifico; literato siempre con el matiz desta- cado de moralista. Persigue el mismo fin que Lucrecio: dar expli- caciones propias de los fenémenos para evitar que nos intimide o aterre, y también, como el autor del poema «Sobre la Naturaleza», sustituye por ésta a la divinidad» (28). Estos parrafos justificarian nuestra contraria opinidn, de que se trata preferentemente de una obra enciclopédica sobre los co- nocimientos que en su época se tenian de los hechos y fenémenos que hoy incluimos en la Geografia General, aun cuando falten par- te de ellos y exista esa falta de unidad, de hilo director, de osatu- ra a que se refiere el Sr. Yela Utrilla, que nace en nuestra opinién, del desorden con que los libros han sido presentados, los cuales no obedecen a la clasificacidn tradicional que Aristételes utilizé en su «Meteoroldgica», ni a la divisién que el propio Séneca hace en el libro IV (segtin la ordenacién propuesta por Gercke, tradi- cionalmente tenido por el segundo y que yo pienso debiera ir a continuacion del prefacio general del libro I.), cuando dice: «To- da la ciencia del Universo se divide en «caelestia, subliminia, te- rrena®, es decir, celestes, sublimes y terrestres; que en una no- (27) Juan Francisco Yela.—«Séneca».—Barcelona 1947, pag. 188. (28) Juan Francisco Yela. - «Séneca».—Barcelona 1947, pags. 183-189. LETRAS 75 menclatura mas moderna podemos y debemes traducir por «As- tronomia», «Meteorologia» y «Geofisica» (29). He aqui cual es para Séneca el contenido de cada una de estas ramas de la ciencia del Universo: «La primera parte abarca la na- turaleza de los cuerpos celestes, el tamafio y forma de los fuegos en los cuales se incluye a nuestro mundo. Se pregunta si el Cielo es sdlido y compacto, o si su sustancia es stitil y ligera; si_ origina o si recibe el movimiento; si los astros se hallan debajo de él o si estan fijos en su contextura; cémo mantiene la sucesién de las es- taciones, hace mover el Sol en sentido inverso y todas las cuestio- nes semejantes» (30). La segunda parte contintia Séneca, trata de lo que se encuen- tra entre el Cielo y la Tierra: nubes, lluvias, nieves (vientos, terre- motos y rayos) y los truenos, y finalmente, lo que el aire origina y padece. A todo esto llamamos meteoros, porque se producen en una regién més elevada que nuestra Tierra» (31). «La tercera parte trata de las aguas, de las tierras, arboles, plantas y, para emplear el lenguaje de los jurisconsultos, de todo fo que atafie al suelo» (32). Légicamente pensando a este orden debiera obedecer Ia obra de Séneca en sus distintos libros, siendo el desorden que actual- mente observamos obra probablemente de los copistas e interpo- ladores. , Lo corriente era admitir siete libros en las y se manifiesta favorable a las teorias de los atomistas. Lo distingue del éter, diciendo que es mis espeso y pesado que éste y expresa ideas relacionadas con la presion del aire, atin cuando haya que entenderlo en otro sentido que el expuesto por él y reconoce que el aire es el medio por el cual se propaga el sonido. La fulguracién, el rayo y el trueno son fendmenos celestes que atraen su atencién y después de examinar las opiniones de diver- sos autores como Anaxagoras, Empedokles, Aristételes, Diego de Apolonio, etc., expone sus pensamientos que se hallan en manifies- ta discordancia con el concepto, origen y causa de los rayos y truenos después de las experiencias de Franklin y Volta. Esa curiosidad necesaria, ese espiritu de investigacién, esa aten- cién aplicada a observar todos los fenémenos que se producen en la superficie de la Tierra, consideradas como esenciales a un buen gedgrafo, por los tratadistas modernos, se advierten por doquier en Séneca y asi en e) capitulo LVIII de este libro trata de dar sa- tisfaccién a las siguientes preocupaciones: “¢Por qué el rayo apa- rece stibitamente y no arrastra un fuego continuo? ¢Por qué el re- (48) L. Anneo Séneca.—«Questionae Naturale». Libro Ill, cap. XI, LETRAS, 85 lémpago zigzaguea? Y ¢por qué las cumbres de las montafias son frecuentemente fulminadas? ¢Se puede dudar de Ia aplicacién por Séneca del principio de causalidad, después de lo que Ilevamos dicho? El libro V esta dedicado a los vientos, que define como aire que se mueve en una sola direccién. Explica la formacién de los mismos en los siguientes términos: «Unas veces es la tierra la que lanza una gran cantidad de aire de su seno; otras, cuando una evaporacién considerable y continua ha lanzado a lo alto las particulas, este impulso mezclado con el aire se traduce en viento; otras veces la potente naturaleza lanza también los vientos cuando transforma aquello que sirve de ali- mento a la tierra» (49). Una idea original sobre la formacién de los vientos, propia de Séneca es la que los atribuye a las evaporaciones de la tierra y del agua, de las cuales procede la pesantez del aire, después pierde su impetu al rarificarse, y por tiltimo, el aire posee en si mismo y por naturaleza fuerza para moverse. Por observacidn personal llega a dintinguir los vientos que so- plan antes del nacimiento del dia y que provienen de los rios, de los valles o de algtin golfo, sin que sospeche la existencia de mini- mos y maximos barométricos, pues atribuye las brisas a las ema- naciones de los pantanos y de los rios que provoca el Sol durante el dia, pero que por la noche dejan de ser aspiradas y, aprisiona- das entre las montafas, se acumalan en el mismo lugar que al ser lenado totalmente es rebasado hacia afuera, dirigiéndose en una direccién y originando asi el viento. Admite los llamados «vientos de nubes» y explica como se for- man, dando como causa del origen de los ciclones la presencia de algtin obstaculo que se opone a una corriente de aire, la cual es rechazada y no teniendo una salida se revuelven en s{ mismos pro- (49) L. Anneo Séneca.~«Questionae Naturale». Libro V, cap. IV, parr. ty 2. 86 REVISTA DE duciendo un movimiento de retacidn, origen del torbeil:no (50). Tan ingenuas como las precedentes son otras explicaciones mas sobre la causa de los vientos y las diversas opiniones que él recoge. Clasifica los vientos segtin Jos cuatro puntos cardinales en: Le vante, Poniente, Norte y Sar y cita el Euro, el glacial Boreas, el lluvioso Austro, ef Noto y el Africano, frecuente en borrascas, y el Aquildn. Reconoce fa divisién que otros hacen en doce vientos, aten- diendo a la direccién de donde proceden para lo cual dividen en tres partes cada una de Jas cuatro regiones 0 cuadrantes del cielo y aftaden dos vientos subalternos a cada uno de los principales, segtin la clasificacién de Varrén, pues Aristdteles distingue diez vientos principales (51). Los romanos conocian los siguientes vientos: Subsolano, Vol- turno, Céfiro, Coro, Africano, Aquildn, Septentridn, Trasquias, Euro, Noto y otros dos con denominacidn griega que no tienen correspondencia latina. Se sefialan como vientos locales el: Atébalo que devasta la Apu- lia; el lapys, de la Calabria; el Escirén, de Atenas; el Grageo, de la Panfilia; el Circio, de la Galia y reconoce que no acabaria nunca si tratara de enumerar los vientos locales, puesto que no existe re- gi6n en la que no haya algtin viento que alli nazca o que alli sople, cuando debié decir que no tenga una denominacién propia y lo- cal (52). He aqui los beneficios que reportan los vientos, segtin la cien- cia romana, expuesta por Séneca: «Misién de los vientos es atraer y rechazar Jas nubes, de modo que gracias a él las aguas de Ia llu- via pueden repartirse por todo el globo»; ellos desembarazan los sembrados de todo lo supérfluo, excitan a las plantas en su vitali- dad, ayudéndolas a romper su envoltura o foliculo y son ademas (50) L. Anneo Séneca. «Questionae Naturale». Libro V, cap. XIIL. pare. 1 (51) AristOteles.—Meteorolégica, lib. I, caps. IV, V y LV. (52) L. Anneo Séneca.—«Questionae Naturale». Libro V, cap. XVIII, parr. 5. LETRAS 87 un medio que ha permitido la comunicacién de los pueblos entre si y la union de las naciones. El libro VI juzgamos que debe ir a continuacién del V por el hecho de que atribuyendo al viento la causa de los’ terremotos, cl estudio de éstos debe seguir al de aquél. El examen de un fendmeno ocurrido en su tiempo, o sea el te- rremoto que turbé las ciudades de Pompeya, Herculano, Nocera yNapoles el 5 de febrero del afio 63, le induce a averiguar las cau- sas de los terremotos y, como no existe lugar ni regién privilegia- da libre de esta clase de peligros o de otros, llega a la conclusion ética de que debemos fortificar nuestro animo contra cualquier ca- tastrofe que no pueda ser evitada ni prevista (53). Las causas de las conmociones terrestres, dice Séneca, unos las han colocado en el agua, en el fuego, en la tierra, en el aire; otros en varios de estos elementos, y algunos, en el conjunto de todos ellos; pero, segtin él, las opiniones de sus antecesores eran poco verdaderas y poco ingeniosas (54), suponiendo como causa méxi- ma de los temblores de tierra, el aire, elemento movil por natu- raleza y circulante de lugar a lugar, que si encuentra obstdculos para ello los hace desaparecer, apoyando su opinién en el testi- monio de Asclepiodoto, discipulo de Posidonio, y de Metrodoro de Cios. Un algo hay de cierto en sus teorias sobre las causas de los te- rremotos y es el atribuir ciertos movimientos sismicos 0 sacudidas a derrumbamientos internos 0 a las trepidaciones experimentadas en una pequefia zona de la tierra por desplomes de grandes masas de rocas,como refiere Asclepiodoto (55). Son los que hoy llamamos «terremotos tectdnicos». Un acierto en las observaciones de Séneca es el admitir la ex- cisién de las montafias y aun de grandes zonas de la tierra, con lo (53) L. Anneo Séneca.—«Questionae Naturale», Libro VI cap. I, parr. 10 (54)_L. Anneo Séneca.—«Questionae Naturale». Libro VI cap. V parr. 1y 2. (55) L. Anneo Séneca.—rQuantionae Naturale». Libro VI, cap. XXII, parr. 1, 88 REVISTA DE cual hallamos una ligera referencia a los movimientos que hoy dia denominamos epirogénicos y epiroforésicos, atribuyendo al mar la separacidn entre Espafia y Africa y entre Sicilia ¢ Italia. Aun cuando el libro VII se titule «De los cometas» se ocupa en él también del Sol y de las estrellas. En relacién al primero sus ideas esenciales son: «El Sol da tantos pasos como dias y en un afio cierra su circuito, Desde el solsticio cambia de ruta y los dias disminuyen. Desde el equinocio, se inclina en el horizonte, y las noches tienen mayor espacio. Oculta a las estrellas (se comprende con su luz més intensa), y siendo mucho mayor que la tierra no la abrasa, sino que Ja calienta, regulando su temperatura alternativa- mente con mayor o menor intensidad de calor. No Ilena Ia luna con su luz a no ser que aquélla esté cara al Sol y solamente queda oscura cuando se halla de costado (56). Tales conocimientos pue- den figurar en cualquier tratado moderno de Astronomia. En relacién con las estrellas se plantea, igual que los escritores de su €poca, algunas cuestiones como éstas: ¢Son llamas concentra- das como lo aseguran nuestra vista, la Juz que de ellas emanay el calor que nos irradian? no da la interpretacién real de la descomposicin de la luz solar a través de las gotas de agua y su reflexion en la at- mosfera. Por dos veces hace referencia al poder aumentativo de las len- tes (65) y Plinio escribe de una esmeralda que llevaba Nerén, la cual se supone utilizaba el emperador para corregir su_miopia. Se (62). Anneo Séneca.—«Questionae Naturale». Libro VII, cap. Il, pare. 2. (68) _L. Anneo Séneca.—«Questionae Naturales. Libro VIII, cap, Ill, parr. 9. (64) _L. Anneo Séneca.—«Questionae Naturale». Libro VIII, cap. VIII, parr. 1 (65) _L, Anneo Seneca. «Questionae Naturale». Libro Vill, cap. III, parr. 9 y cap. VI, parr. 5. 92 REVISTA DE ignora si Séneca pudo influir en el énimo imperial para que usara coma lente dicha esmeralda, siendo un hecho significativo sus pa- labras: «Los caracteres de la escritura, aunque sean pequefios y confusos, aparecen mayores y més legibles cuando se les mira a través de un globo de vidrio Ileno de agua». Hasta el siglo XII no se utilizaron las lentes para corregir los defectos de la vista. Se ocupa de las «varas», parhelios y pasa revista dice a otros fuegos que se presentan bajo formas diferentes como los «pozos» © sea un reborde luminoso que rodeaen el dad profunda y circular; los «pisciai y kasmato» de los griegos; las estrellas fugaces, los fulgores, etc. De los parhelios dice que la ielo una vasta cavi- imagen del Sol puede representarse en el Cielo, lo mismo que en la tierra, si la materia es apta para reflejarla, o sea que las imagenes del Sol y de la Luna, podemos verlas en el aire, si éste es estable, denso y limpido para que el sol se refleje en él, y que también pueden reflejarse en las nubes (66), y en cuanto a «¢Cémo son proyectados estos meteoros? contesta. «El frotamiento de a at- médsfera origina un fuego que el viento acrecienta con violencia», causa cierta para las estrellas fugaces, bolidos y aerolitos, si bien se aleja de ella a renglén seguido parque dice que no siempre se producen por causa del frontamiento del aire o de! viento, sino que algunas veces también nacen a causa de un estado favorable de ja atmésfera porque en las altas regiones hay muchos elemen- tos secos, célidos, terrosos, entre los cuales se origina un fuego y éste desciende en busca de aquello que le alimenta (debe referirse al aire), de aqaf la gran velocidad de su curso» (67). El caudal de conocimientos de Séneca en que se funda la opi- nin general de su sabiduria y que ha llegado hasta nuestros dias ha de robustecerse al analizar la extraordinaria erudicién de que da muestra en esta obra

You might also like