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LA.

PEREGRINACIONDE ClllLDE UAROLD


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LA PEREGRIN!CION
DE

CHILDE I-IAROLD
POEMA DE LORD BYRON

TRADUCIDO

POR DON M , DE LA PEÑA

Jlunh·crs Cllt une espeeedc llvro. dont on


~:~ 1 ~o~~oi,~~~,~~J~~~re:fi3f:u~N~~d ~~ 11~~~~
•· gmnd nombro e¡ ue j'ul trouv.; éga l emen~
m:•uvnls~!l. 0\lt extlmcn nc. m'a point. i1t6
'lnrructucux. Jo hnl!l.'l!•lo m:. patrie. 'l'out~s
lc.~~lrnpcrtlncnccs del! pcuplcs dlvcrs. parro!
luquclJ !'ni vl!eu, m'onl reconcilié M'et elle.
je
Qu•nd n'nurals retiré d'nutre bémiftcc ~e
::¡~;~l;,'¡fe~11~i ~~~la~~ n'en regrettcral:l
LE CosxoroLtu.

:_:.

NUEVA YORK
DI P ll ENTA DE LA CRONI CA
Úalle tic Lconlll'd, 11~ 112

DOS PALABRAS DEL TRADUCTOR.

El poema. cuyn. traduccion damos hoy :í. luz, pasn. comun-


mcntc por ttno de los mejores uc lord By ron. Hay q uien lo
profiere con mucho á todns sus otras producci<•nes, estimán-
dolo como el m:ís bello lioron do su corona poética. Lo cierto
os !JilC la pul.Jlicacion de los dos primeros cantos do Cldl!lc
Ilrtrold, en 1812, bastó por si sola para gmnjcarle altísima
rcputa.cion dent ro y fuera de su pais. " ~o lcvt.ntó unn mn-
" flana-dice sobro esto en una de sus cartas-y me encontré
" hecho un hombre célebre."
¿Quien es Childe llarold?
Childo Hnrold es un ente imn.giuario, puramente imagina-
rio, segun el poct.t nos asegm·a con cmpeilo, contrn la opinion
general, y al parecer bien fundada, de que, bnjo tnl nombro,
cstÍl oculta la. persona ucl propio lord llyron :-un jóvcn do
ilustro prosápia que, entregado por lar:;o tiempo :'~ una vida.
licenciosa, " hn.bicmlo recorrido ya. todo el vasto laberin to
" del pcc.tdo," acaba pot· sentir profundo, invencible has tío
h:'~cia cu:mto lo rodea, sin qucdarle para. consuelo ni un afecto,
ni unn. crccncb , ni una esperanza. Solitario en medio de ]¡~
sociedad, melandtlico, intmtable, casi fcro:r., pero con un
•, comr.on ~cnsiblc, impetuoso y nnlicntc en sumo ¡;'l'ado; no
encontrando en sí mismo fucr7.a ua-;tante para. sobreponerse
al mal que le a11ueja., rcst~ elve por último salir de su píttri:t y
darse :í. vinjat• por cxtrnno.s tic•·•·as, en busca. de olJjotos nue-
vos, :ivido de nuevas emocione~. Aquí lermina 1:1. cxpi)SÍcion
del poema, y comienza. l:\ pcrc¡;rinncion de Childo llaroltl.
No hay que busc.tr_ en esl.:t composicion las condiciones
<listinlims de una novch~-Romcwnt, como el autor In. titula
-siendo mi1s l>icn un poCimt en 1:1. nrcpcion _scnérica •lcl vo-
cablo, s iquiera por su rorma y enlona<:ion cspet·ialcs. Escrita
Yl

sin sujecion :~ ningun plan detcrminndo, solo con arreglo á In


inspirucion del momento, carece en realidad do accion, de
fi1buln. propiamente dicha. Ni unn. nventurn, ni un incidente
que pncdn justificar poco ó mucho ol titulo de tal noveln.; y
todo. allt\ consisto en varicdn.d do reflexiones, orn. sueltas y
fugitivas, orn. intercaladas con descripciones de índole vÍtria.
ta.rubien, hasto. formar una especie do caprichoso mos:'lico,
segnn van acudiendo {\ ln. mento arrebatada do Cbildo
Hnrold en el curso de su viajo. O pintn, ó declama-apenas
refiere; y esto :í. la ligera., en desórdcn, como do impro-
viso, y en un estilo desigual por extremo, alternativamente
remontado, vulgar, patético, jocoso, melifluo y empapado en
hiel. Es un panorama. de lo que el poeta pit·nsa, siente y vó
al mismo tiempo que est:í. escribiendo-todo mezclado,
confundido, al natural, sin combinacion de sombras ni de
colores, contra. todas las reglas del nt·te.
Pero, en cambio, tantas y tales bellezas lo avaloran, de tal
mi1gia. ha sabido rcvestirl~ lord llyron con s u rica y esplen-
dorosa fantasía, que desdo In. primern. hasta. la. última página
tiene vinculada inevitablemente nuestra atencion, sin permi-
tirnos suspender ni un momento su sabroso. lectura. Por eso,
aun cuando Childe Harold es una figura casi siempre hosca y
tétric.'l. por domas, no puedP. uno menos de simpatizar con él,
de identificarse en cierto modo hasta con sus propios extra-
vios, como al influjo de un poder sobt·enntural.
Vordad os tambien que, t\ vueltas de ese tédio mortal quo
cons tituye ol rasgo más cara.oto:-ístico ele lorrl llyron, ó tlc
Childo U:u·old (porque ambos se confunden efectivamente en
un solo individuo); on medio ele lo. dcsespcracion que le
abrumo. tan ií. monuelo, que le ha.co ver todos Jos objetos por
su lado poor, todavia se muestra. capaz de vivas impresiones,
de tiernos y generosos impulsos, de entusiasmo, de verdadero
entusiasmo por las grandes acciones r por lns grandes obras
de la Xaluraleza y del Arte; y si bien torlo ello suele pasar
como tllt:\ rúfaga, para dejarle caer luego en su habitual
estallo, el misme contrasto que asi rcsult.'l. nos ofrece cnbal-
tul•lllo uu :nraclivo mús. Enfermo como est:·L de la viua-quc
DEL TnADUCTOR. YH

es una enfermedad cruel y ¡,in remedio en este mundo-nó


por eso deja Childe·Harold de ostentar :'t veces la poderosa
vitnliuad, el exquisito temple de su corazon, cuando algnn
agcnle externo viene :í. herir de cierta manera sus fibras lleli-
·~ c.:ul.Ls.

Así envia un sentiúo adios á su pútria en el momento de


perderla de vista, {~aquella p!itria de que voluntariamente se
aleja, porque le parece ya "tan triste como la celda de un
" eremita; " pero húcia. la cual conserva todavía un resto de
amor, tal vez sin conocerlo y aun á pesar suyo-sentimiento
adormecido hasta entonces, nó extinto en su alma, y que
revive ahora con la ausencia ;-que tal suele avenirnos ít
todos con el amor de la páb'in, amor eotraiiable, inmortal.
Las querellas melanct.licas del pajecillo y del escudero-de
aquel por la madre carifíosa que no cesar:'L de suspirar hasta
su vuelta, de este por su mujer y sus hijos pequefiuelos, :í.
quienes ha. tenido que abandonar y que llorarnn sin consuelo
por él-conmueven más y más el ánimo de Childe Harold, al
paso que le hacen ~ entir doblementll su propia desventura ;
hasta que n.\ fin, por medio de un esfuerzo sobre sí mismo,
prueba á recobrar su fria calma, y exclama. en el nccrbo tono
que le es peculiar :
¿Quien flu de la esposa 6 de ln nmnntc,
l'o•· más quo llore, ,·iéndonos ptu·tir?
Otros hnbr:í que etl,jngucn nllnstnnlc
Sus peregrinos ojos do znlil'.
No me nfligc ln dichn yn pn~odn,
Ni del pcligro próximo ln fnz;
Lo mí•s crUel es que no dejo nnda
De nrruncnrmc nna Júgrima cnpnz.

Y, sin embargo, ¡cuanto intcres inspira en favor del adusto


Peregrino todo este canto de despedida!

Esp:t!ia, l::J. "famosa y rom:ínticu. E~paün," el heroísmo ue


sus hijos-á la sn1.on empellados en lucha desigual contra lns
invasoms huestes de Na.poleon-cxaltan en gmn mnnera 1:t
poética imaginacion de lord Byron y le sugieren todo género
de ahl.banzas. ¡Cuanta energia) cuanto fuego ateso1·a este
Vlll

apóstrofe que dirige r~ nuestro pueblo, cuyo más intimo intli-


villuo le parece •• tan orgulloso como el· dul')ue más encope-
tado!":

" ¡ Despcrlntl, hijos de F.spnfin ! ¡ Sús! ¡ .\ tlt'lnnle! La


" Caballería, ,·ucstm anti:;un dcitl:ul, e, quien os llama; no
" empufin, como entonces, la sedienta lanza, ni hace ondear
•'al viento su rojo penacho; sino que vuela. por entre el
" humo de inAnmndos bronce!:., y hnuln como el trueno por
" la bOCl\ uel cnfion rugiente, J :Í cada. cletona.cion OS grita.:
" ¡1Jc11perta<Z! ¡ alzcíos /-Pues bien, decid: ¿es por ventura.
" su voz mi~s d6bil hoy que en otro tiempo, cuando entonaba.
.' " su ca.nlo de guerrn. en lns f6rtiles riberas de Anda lucia?"

Y por cierto que, ni aun siendo espnnol, hubiera podido


lord Byron hnblnr con ml\s ndmirncion, con más carino, de la
mujer cspnfioln- la. do negros y rutilnntcs .qjos, lnongos
cabellos y hechiceras formas, cuyos labios compnr::~. ÍL "un
" nido de besos impacientes por echarse :í. volar;" á quien, en
fm, concede In pl'inmci:\ sobre to<las las demás, inclusas sus
mismas eompn triotns, con es pecialidad en materia. de senti-
miento. Oigíuuosle:
Tnnlc 11\ lnglc~n ¡, nnastro nr:nt Fe rinde,
Y. ni nuu rcndicln. s ie nte con icrnnr11;
Y si pl:1co h ln ,·lstn ~u hcrmo~urn,
"!\lucho ln~l.to KU lnhlo en clllc~llcn.
J>cro, nnchh h:tjo un sol tic rnu:,:o,
!'llcntlo el nmor ~u ley, sn tlichn ~oln,
Si el cornzon os rinde tmn c~pni\oln,
¿Quién en el mnntlo os nmnrá wu bien?

En Atenas y en otros lugares célebres de Grecia, lord


Byron cncucnlt·a. luc~o pasto nbnndnnte para. su espíritu
sombrio y mediLahuntlo, nuevo motivo para desplegar galas
poéticas de sumo ,·alor; pero donde su génio ra.ya. todavía.
;'~ utayor altum es en los cantos tercero y cuarto. del poema.
La;; estrofas dedicadas ÍL f;u hijn, In "iluica. hija, u~; s u casa
" y de su corazon," respiran un:L Lcrnum incfaule, al par
que Lod:\ In. profuml:\ lris tczn. del pntlre infeliz, pa.ra quien

li "estan onrcnen:\(lns lns fuentes de la vida." Recorriendo los

~\
DX:L TRADUCTOR. IX

campos de Wntel'ioo-" la tumba ele Francia " - nos pinta 6.


grandes rasgos, pero con perfecta verdnd de colorido, el cua-
dro desolndor que ofrecía la capital d<l BGigica. al oírse dto
improviso los primc1·os cnl1onazos di~;pnrarlos en aquella me·
mornble joma,la, mientras la. flor d<l la hermosura y de la
ca.bnlleria estaba entregada sin la menor inqui<ltud A lns deli-
cias de un baile. Y despues de rendir un homenaje de simpa-
tia á los que nllí perecieron víctimas de la. ambicion de un
solo hombre-del " m:is insigne, nó el p<lor d<l todos, del
" vencedor y el cn.utivo de la tierm "-nos conduce, por una.
de las brusc.as transiciones de su Musa. inconstante, á. las
pintorescas m{lrgenes del Rhin, para contemplar, segun él
dice, " una obra dh·ina, un conjunto de todas las bellezas :
" arroyos, v:tlles, frntos, follaje, riscos, bosques, sembrados,
" montanas y vides, como tnmbien castillos i:olitnrios que
" exhalan un triste adios desde sus pardas y frondosas al me-
" nns, clonc:le la Ruina se alberga coronada de Yerdor."

¡Qué ta·ozos descriptivos tan admirnules, nsl en esta. parle


como en todo lo rest:mte del poema! ¡Qué níuuen y lucide:r.
en el discurso 1 ¡Qué felices imágenes! ¡Cuanta. valen tia y
originalidad de expresion ! ¿Se quieren algunos otros ejem-
plos ?-La inYocacion ni Parna~o y la corrida de toros, en el
canto primero; su juicio uel héroe entonces proscripto en
Santa Elena ; sus recuerdos de Rousscau {\ la vista de Cla-
rens, " b dulce Clnrens, cuna del amor Yerdadero ; " la. tem-
pestad en medio de los Alpes; In especie de clcgia entonada Íl.
V e necia, que fué p:u-a. él desde su ninez "la ciudad en can-
.,.-~
" tuda del corazon, que se alzaba, del seno del mar como un
" templo de columms líquid:~s, la mnnsion del regocijo, el
" em[)()rio de In. 1·iqueza;" sus elogios del 'fasso, el Petrarc.,,
el Dan le y otro:; in;,ignes varones do Italia; In dcscripcion
de lt1 catarata riel Yelino, "vcnladc1·o inficruo de a:;ua, que
,) •· ruge, silba, hierve, en medio de una torlum ;:in fin;" sus
mcditn.ciones c11 las ru inas del Coliseo, en el Pnnteon, en la
.
Basílica. de San Pedro de Romn ; y por último, su saludo al
:~ mnr, con que termina majestuosamente el poema ;-todo esto
es ucllo, mn¡;níf\eo, sublime, como solo pueue concebirlo y

_.___________-- --
X DOS PALABRAS DEL TnAD UC.TOR.

expresarlo un gran poeta. ¿ Quá importan la falta de inven-


cion, la frecuente oscuridad del concepto, y otros lunares
que en él se notan, cuando est:m compensados con tantas y
tantas perfecciones?
En cuanto :í la idea que presidió :í. su crcncion, sabemos
por el mismo lord By ron que fué: "demostr:lr que 1:~. pervcr-
" sion precoz del entendimiento y de las costumbres conduce
" á la s:\cicdad de los pasados goces y al desenr.ant.o en los
" nuc•os ¡ y que nacln-salvo la ambicion, el más poderoso de
" todos los estímulos-ni aun el espectáculo de In bella Na-
" turaleza, ó el incentivo de los viajes, nada puede hacer el
" menor efecto en un alma as! constituida, 6 m:í.s bien, a sí
"extraviada."-Idcn muy acephlble sin duda; pero nosotros
pensamos que, tal como lord Dyron la puso en ejecucion,
acaso no produce otro resultado que inocular en el ánimo de
sus lectores el propio mal de que adolece Harold. A bien que
de este mn.l no es responsable el autor.• ¿No estaba. y:~. im-
pregnado, pC)r de;:irlo nsi, en In. atmósfera moral de su tiempo?

D igno ern. tnl poema de mejor intérprete, y sobre todo, de


un buen intérprete en verso castellano¡ pero nadie hasta hoy,
que sepamos, habio. tomado {\ su cargo esta en verdad nó
f:icil tarea, ni aun en modesta prosa. Nuestra version no pasa.
de un mero ensayo, comen7.ndo por vin. do entretenimiento y
continuado poco {\ poco hasta el fin, en medio de otras ocu-
paciones n6 tan ng.-adables. Valga. lo que va1iere-sobre Jo
cual nada por nuestra parte nns toen. decir-algo puede abo-
narla siquiera In circunstancia de ser única en nuestro idioma;
y si por ventura sirviese de estímulo á otros pn.ra repetir el
ensayo con éxito más feliz-como desde luego se lo augura-
mos-bien merecerá cierta excusa. nuestra osadía de trn·
ductor.
Nut:\'A Yon~-:.-Jn1o de 186-.l-.
N'i eu los climas que acabo de reconer, y cuyas bel-
dades han merecido por la1·go tiempo el título U.o sin
par; ui cutre aquellas Yisioucs que ren:~lan al coruzon
formas tales, como no existen, b i ~u ú. nuestro pesar,
sino en sueños, nunca. lu. realidad ó la imaginaciou me
ha U.eparado un solo obj eto comparable contigo.
Asf, despues ele haber te Yisto, en nmo probaría yo á.
pintar tus g racias, que brillan ti todos momentos con
distinta expresion : para- quien no te conozca, mis pala-
lí·
bras bubriau do ser hart.o débiles ; y i qué pucli<.>nm
decir (t <1uien haya tenido la dicha de contemplarte?.

¡Ah! siempre seas tú lo mismo que eres hoy dia, sin


desmentir en nada los anuncios de tu prima.Yera ; siempre
bella en las formas como tierna y á la Yez casta. en el
corazon, im:igen en la tierra del Amor sin alas, ing6nna
hasta sobrepujar fi totlas las ficciones de la Esperanza. Y
t engo por eierLo que aquella que tan solícita está. velando
por tu j uYentllll, nl verte adquirir á cada hora tm nueYo
atractiYo, te considera. como el I ris de sus aiios Yen ide-
·~
¡
ros, ante cnyos celestes colores se dcsnmcec todo pesar.

¡ J ó,·en P cri t del Occidente! Fortuna es para mí el


contar <lohlc celad que i ú : exentos ya ele amor, pne<len
mis ojos coutcmplarte serenos y atlm irar sin p cl igro .el

JJ, . " Lndy ('hndotlo Hnrley, bijn del conde tlc Oxfortl, y í• la Rllli.OII
l!i müu de unos once niios.
·:~ t Pui, especie de bada tlc In mitologin oriento!.
A IA!'> 'I'IITI,,

1 esplellllor de tus crecientes perfecc-ione:::. ¡ F eliz yo, c1uo


'· l\0 JlegnrÚ {~ >erlas tlccaCJ', y más feliz toda\Ít\, por-
rpw, Juienlrn · otroR cora7.onrR m:í>< jcín•nes e~taran ver-
¡ it'IHh• :<:111grr pur tn c·au~<a, t'lll\io ~<l' liltrar:í tic );t :<ut•rlc
qno In:-: nju~ n•:-:rrYall ÍL IJllil'll<.':< m{t:o~ lnnlt• le ha11 th•
Í: acilnirar laml•ien, pcrc) nú flin xt•nl ir la::; angustia;; in~t·pa­
raulcs hasta de }u::; llliÍ::l dnJCCH lllOIII ClllOS tld amor!
¡ Oh! permite á tus ojos que, YÍYOS como los ele la.
gacela, y ora radiantes de alth·er., ora lwrmo~;e:ulo¡.; por
la modes tia, subyugan á cualquier:\ con una fngaz mi-
l'i\(h~ y le dejan deslmubrallo si en él se fijan alguna
vez; pennítele::; que recorran esta página, y no rl'lnl>;CS
á mi~:~ verso:-: aqnc1h1. sonrisa por la. cual ::ltL<;piraria in\t-
tihnent.e 1ui corazon, si acaso un clia pmlicsc yo ser para
tí algo m(Ls que un amigo. Contúlt•me esta merced, uiiia
hermosa; no me preguutes por (j\16 tlctlico mis c.antos
á una bcltlml tanjóven COJIIO tú, pero dlojamc qno mezclo
un lirio sin igu;tl cou las fl ores de mi cor011a.
Así quetlará, unido tu nombre lí. mis nrsos; y ~icm­
pro que algmm miralla benévola. ,·cnga á fijarse en las
páginas tle H aroltl, el nombre tlc Iantbe, consagrado
aqní, !;C'ní. lo primero que llamo la. atcnciou, lo último
que caiga en ol,ido. Y si all(L cuando baya pa:-;ado
yo á mejor vida, el recuerdo tlc cst.e antiguo homenaje
te hiciese acerC'ar tus clctlos de IHltlu. {L In. lira. de aquel
c1uc :-;;tlndú el alhor de t.n hclle;r.a, ninguna recompensa
mayor ]1\l(Ul'l'il a1c:anznr mi lltcmori:J. : r~o es cicrla-
meHtr 111ás tlt! lu f[nt· u:-:aria ]Jrtl cntlrr la l:r;¡)cranza;
pero ¡, cúlllo la A1nü;tatl exigir nténos 1
T.A rmtEU ltl~ACIO.N
DI!

CHILDE HAROLD.

Y,
CANTO PRIMERO.
OANTO PRIMERO.

.. l.

¡ Oh, tú, íi. quien los H elenos atribuyen orígen dh-ino ;


1\Iusa, creacion fantástica del poeta !-'l'nnto han pro-
fanado tu nombre en este mnndo las modernas liras, qnc
no so atreve la. mía á bwocartc desde tu sagrada colina.
Yo, empero, he >agndo por las orillas de tu celchrado
manantial; sí, yo he snspiJ·ado entre las antiguas ruinas
de D<'lfos, donde solo se oye el débil murmullo de
aquella fuente; y no he de sc1· quien turbe el reposo de
]a!; nue>c IIerma.nas para engalanar tan sen<:illo canto-
esta humilde produccion mia.
ll.
f Vi\' ia en otro tiempo, n1ló. en In isla de Albiou, cierto
mancebo tan insen~;ib] e ue SllVO Ó. los atracti>OS de la
virtud, r111e pasabn todo el di~1. entregado á la crápula
nuís ~roscn1 y ah·ouaba los oillos ele la soiiolimlta Noche
con el cRtr~pito de 1'11 inmollcrada alegria. Era de cierto
nu libertino cabal, sin rdiquia de ,·ergüenza y por demás
aficionado :í orgías y profanos deleites, y pocas cosas
tenian el prinlegio llc agratlarle, salvo la compaiiía de
impúuicas meretrices é insigne~ hehcdores de alta y
haja J·nlea.
LA J'EREGRJ(I;ACION

m.
Chihlc Tiarold ora rm nombre; p0ro la, procctlenda de
este nomhrc, <'1 Jinaje á que pertcncda, e!io es lo qnc 110
me cunYil·uc tkdr; ha;~! e saber que curria por sus n•nas
la :::angr<' tlu tma f;nnil ia. ilustre y renombrada <'ll ni ra. 1.
(.poca,: (t bien qno un a sola 111:.1\H.:ha. pnellc lleslwmar
c.tHtlquicx nombre, por máH glorio:-;o qne en lo on1iguo
haya poclido ser; ni tCHlox cuantns !Jla~<nn<'s 1lcse111icne
la heriiltlk~• del polYO de la tumba, ni l:t floritla prufla,
ni las tlulccs imposlnras de la poesía, ~eráu parle :'L <'111-
bdlec:er lus malas aceion<'fl, ó :í con¡;agrar d crímcn.

IV.

Al<>gr<'mentc retozaba Ol1ildc R arohl al f;O] ele la Nlat1


juYcnil, del miswo motlo c1ne otra mosca cualquiera,
l1icn ag<'nO de pcnsat· f!Ue, antes do haber ll<'gado al
t~nni¡1u de su breYc joruada, haf;taria un solo reYt:s de
fortm1a para dar al traste con todos sus r<'gocijofi. Pero
mucho nntes de lH1bcr al ravesado siq11icm e1 tércio 1lo
sn c·amino, hubo de sobrevenir á Ohilde lo que ei> ]1l'Ol'
que la :Hhersidacl milJma.: comenzó (~ sentir el dC':;nhri-
miento lle la. ~aciedad : y ya. entonces ll<'gÓ á serie inlo-
lerahlc su re~idrncia cu el piilrio suelo, hasta el punto
ele parcc<'rlc más solitario c1ue lo. triste celda do un
eremit<t.
V.

. Porque Childe lle>aha recorrido ñ la sazon lodo el


va~to laberinto del p<'cnclo, sin importarle un m·dito los
mnlrs á quó hahia dado lugar. 1\Inc-.lHts l'nm las mujerrs
JlOr c¡uicnci> hnhin. suspirado, annqnc solo en tma tcuin.
cifrado l-11 amor; ll1il!\ ¡ah! qnc <'1-iht mttjer amalla llllllta.
J)Ourh~ llrgar {~ ser suya. ¡Feliz <'lh\, r¡nc ntC'rl ó {L
Jihrar:;c tlu qni<'n huhit•m mauc·llatlo ton :;us b<>~os tanta
caxlitlad, tic quien uo huhicra tarduclo en trocar sttx <'n-
cauto:; por vulgares deleites y en tli~ipar ::;u hnc·ic•ll!la
para sofll<'nl'J' una prodigali<l:ul iH~<'n:<ata, Hin llignur;~t'
nunNt ;~ahorear la calma tle In pa?. llcnnt:~tic·a!
DE CIIILDE IIAROLIJ. 7
VI.

Así, Childe Harold traia el corazon harto desazonado


y ~~ indinnha :í. ltuir do sus compañeros de lihertina.it';
dice:-:C' CJHC {~ YCces e:-:tabn ó. punto do kollar una Iiígrimu,
cnnndo rl Orgtlllo wnia á ltchtrla tlcnlro de sus piírpn-
llos; solia pascar :í. solas, melancólico y pcnsatiYo, hasta
quo nl fin resolvió ausentarse de su patria para ir á co-
nocer los ardientes climas de allentlc el mar; porque,
saciado como estaba de placero:>, casi apetecía el infor-
tunio, y 6. trueque de variar <le escena, no hubiera \aci-
lndo en bajar á la misma region do las tilúcblas.
YII.
Cbilde IIarold abandonó la casa paterna, vasto y
VCllOI'aole edificio, y tan YCLUStO al1emás, f[UC parecía
próximo 6. desmoronarse, dado CJUC sus macizas bóvedas
no d<>jnsen do conservar aun bastante solil1ez. ¡Oh, mo-
ntí~tico retiro, condenado 6. tan viles usos! Allí, donde
la Supersticion tenia, su guarida en otro tiemJlO, las
l1ijns de P ufos cantaban y sonrei::m hoy ::í. todo su t.a-
luntc; de modo c1uc los mo11jes podrían muy bien imagi-
nar:;e que babia ntclto ú lucir su época, ~;i son Ycrídicas
las añejas crónicas y no calumnian {l estos santo:> va-
rones.
nu .

Con todo, en m<>t1io de sns más locos arranques dí'
nlegda, 1a ücntc de Cnilde R a,.old reYclaba á menudo
ex: raii¡¡, pe&!l.tlumb.-c. r·omo si tD;·IJosc su mente el rc-
..J cuenlo do algun ódio mortt'l 6 do algnNl. lJasion malo-
1
graéla ; j>C;o nadie sabia lo que en es; o hubiese, .Pi na dio
quiztí he curaba. t!c Haberlo, <:omo C¡t•c ::;u a'lmn 110 cnt de
t~r¡ncii<J~ qt~c. natm·almc.1to ihmcas y :>coul1as, ísicn:en
aliYiO ét'ó'llUO dcsaltogan Sll dolo•; y lli tlllU l'Cem·¡·ja n
la ami:,lad en clcUJamla de con:st·jo ó de l;í:;i ima, por m{ts
hondo s <1 no f.tc:>en :>us pc11.t:;.
I X.
Y natlie le amaba-inclusos los mi:-:mos :í. quienrs
hacia ncmlil', de lejos como tle cerca, para tomar parle

..
,
S LA PEREORINACION

en los excesos ele su mesa. y de su r ct rete; miserables


aduladores durante la. fiesta, llarásitos sin corazon cld
fcslin presente. Nadie, nadie le amaba-ni siquiera sus
concuhinm:;; Yenlnd es q11e la mujer no se cuida sino de
l a pompa y delvollcrío, y solo donde estos residen pnede
el lh·in110 amor eRtar en su elemento. Las mujeres, como
las mariposas, so dejan atraer por el brillo, y Pluto
suele cantar \ictoria donde hubieran fracasado hasta lo;;
serafines.
X.
Childe Harold tenia. una. madre, y no lo babia olYi-
dntlo, pero eludió despedirse de ella ; tenia una hermana
(t quien amaba, pero t.ampoco la vi6 nnt.cs de empremlcr
su f.ristc peregri nacion ; y si tenia amigos, ninguno le
mereci6 un adio:~. Ko creais por eso que abrigaba uu
corazon de acero; los que saheis lo quó es haber cifrado
toda su pasion en un corto número de objetos queridos,
vosotros comprenclereis sin duda que tules despedidas
solo sirven ¡Jnl'a despedazar aquellos mismos corazones
en que uno quisiera. derramar el bálsamo del consuelo.
XL
Sn casa, su hogar, su patrimonio, sus t ierras, las ri-
sueñas beluacles con quienes se deleitaba, cuyos rasgados
ojos azules, rubios cabellos y nacaradas manos habrían
comprometido la santidad de m1 anacoreta, y que por
largo tiempo habia.n satisfecho sus jnvenilcs apetitos;
sns copas, r ebosando en totht clase ele costosos vinos,
cuanto el lujo puede brindar de mayor atractivo, todo lo f
dej6 de buen grado, para. entregarse ~ las olas del
Oceano y recorrer tierras de pagano!:! y trasponer la.
línea. Equinooinl.•
XII.
Tiinchadas las velas por el favorable viento queman-
samente soplaba y que parecía. complacido en alejarle

" " Antes de salir de Inglatel'l'a tenia C!Jilde liMolclln fil'llle intcncion
de ntra\'cl>:lr la. Pcrtliu, y 1-egresar ¡¡o•·lu Indlt\." (Cartas de R!JrOII.)
DE CHILDE IIAROLO. 9
de su patl'ia, fueron desapareciendo rápidas ante s u
-.;isla las blancas p eñas hasta confundirse luego con su
ceñidor de espuma ; y entonces, acaso entonces se ane-
p inti6 de su deseo de viajar, como quiera que este silen-
cioso pensamiento quedó sepultado en lo íntimo de s u
alma, sin que sus labios exhalasen ttn:l. sola qtteja;
mient.rns en torno suyo vertían otros acerbo llanto y
})Oblabnn el airo con sus cobardes lamentos .

XIII.

P ero á tiempp c¡uo el sol iba. hundiendo en el mar su


disco de oro, Chi1de H arolu t<~m6 su harpa, de la. cual
sabia anancar á Yeces no aprendidas melodias, cuando
so figuraba que ningun oido extraño poclia escucharle ;
y comenzó :í. pulsar sus cuerdas y 6. entonar su cauto ele
~ despedida en meilio dol sombl'io crep(tsculo. En tanto
que la navo volaba con sus bl•mcas alas vor la líquida
::mporlicie, alejándose gradualmente el espectáculo de la
ribera, Ohiltle Ha.roid dirigió á los elementos esto pos-
trer auio:s :
l.

Adios, ndios !-El húmedo elemento


1\Ii ribera natal oculta ya ;
1\Ingen las olns y &ni!Jlirn el Tiento,
llllentras chillando la g1wiotn \'a.
El ~ol, qne Fe a\·ecinn ni O•·ciclculc .
Nneatrn tija mit,trla lle,·a en poli-
J\clids, natal ribel-n, ~ol fulgente,
Adios, te digo, pnt•·in min, nclios !

JI.
Pronto ese sol nhunlnm·li otro dil\
Con tins ra yoe de oro y cnt·mcai,
Y veré mar y c·iclo todnvin,
l\[us no v erá In lict·rn en l)nc nnci.
Solirario mi alcío~ar 1110 lit,'lll"o,
F rio d IJognr, y la h·idtczn cu él :
Sih•estre yerba crcre por el mm-o,
Qni7.Ít OlÍ ret·ro :IIÍI!a éll Lll dintd .
. ~
10 LA PEREGnJNA C IO!X

111.
\en , pnjecíllo,• ven; ¿por 1J.n6tns oj•J.•
Arr.ts;tdos en lttgrhnne ceum 1
¿ Temes del mar 106 fílcilcs enojo~,
O cansa tu temor eli.J ttn\CI\11 ?
Eh ! ccaa de llorat·; \' Ú en un \'el cm
E~ nue8lnl mwe, y sóHrht (L In \'C7. ;
Ni el mas ltgil balcon volur pmlicra
Con mayor gall:U'Clin y tlltivez.
I V.
-Silben los vientO&, hinchcnfc las olas,
En bu<ill hom: tewilJlcs no m u son ;
Mas no extruiiei11, ECiwt·, r¡ne uciL ÍL tn1; solus
Sienta el ulma tranoid.a de :ttliccion .
Qne ú un padre d!!jé, y csloy utu;cutc
De mi madre, lu. nmllt•e de mi mnor,
Y tengo dos nmi¡,ros ROlumcntc,
Yos, aquí; y en lo~ ciclos, el Sciior!

v.
llli padre con tcrn ura mo bon di,jo,
Empero, uó con íntimo pc~m·;
1\faM mi maclt·e, yi\·icmlu sin su hijo,
No dej:u-Íl, lo ~ó, uc "n@¡>Í11tr.
-Dablu, IJa~lll, wnsihle pajecillo.
Dicusientau e!IUB lítgrimne en ti ;
Y, {t tener yo tu ror.11.on hCIII:ÍIIo,
Nnuca cesara de llorar usl.
VI .
Ven, :wét•catc ur¡ni , lmt\'0 csc\Hl<:t·c• :1
¡, Qn6 iuilic:1, •li, tu palio leY. mo•·tal '/ • !
¿ Tutuo~ hL~ JnlK tlcl l'mnc~~ ¡;n cl'l'Cl'ó 1
()l e iufnndc (lU\'Ot' cllcmpnml?
- LY picnRnB tr't r¡ne tema pot· mi vidn 1
N,·,: tan dúbil, si r (.;llil• lc, no pncJo set·;
~fa•, recordar¡, 11110. mujer qncrilln,
llace al esposo lid palidecer.

• flohcrl Hn"hton, hij'> de uno tic los nrr<'ncl:ulorcs 1le Dyrou. " 1~tc,·o
C"flllHli,:.{n it Rc,ltt·rt; )(' r¡ui~a·n hicu ¡.nr'luc, lo mir-1110 cptc yo, part:t:C Kcl"
utt animal r1111 :nni;.;u~: · f {,'ttl·lus 1/t• IJ!frtnt.)
t \\'illi:tm Flcll'het·, ¡,en ·i!lot· leal ,¡.. llyrhn por eR¡l:u·io •lt' ,·<;inl•>
:uioR eonscrntivoR, y 'lile recogió~~~ 1-.ltimo sn;;piro cn J\!issolon¡;hL
.........- - - - - - - - - -- -----·

DE C HILDE HAROLD. 11
VIl .
Ella y nús bijOi! pcqueiin<:loll momu
Junto á tu nlcúznr, quo bítcin el lago dí~;
Y ai por mi loa inocentes lloran,
¿ Ctimo ncnllnrlos ella lu¡¡ml"f~ 1
-Dnsta, hnen ~oa·,·idor. Nú ~in woth·o
Padece Mi tu conyugal virtud;
Y en tanto yo, con ánimo mfta ,·h·o,
~fe alejo, y río, libre do inquietud.

VII I.
¿Quien fia de la csposn ó de la amnntc,
l'or mús qne llore, \'itndono" pnrlit·1
Otr-os babrí• qne cnjngucn :LI instante
Sus peregrinos ojo6 de znfir.
:Ko me at\i¡¡e In dicba ya p:umda,
Ni dcl peligro próximo la fa~ ;
Lo mas crilel es (JIIC no d~jo undn
De IU'l'Uncm·mc un a lligl'iu1n cnpuz.

IX.
Y nboro. estoy nt¡uí, Rolo en el mundo,
m mm·, el nncbo ntna· l.t:\jO mi pié ;
·i
., ¿Y en qni6n peuli:lr con interé~ JII'Ofundo,
Cmul(lo it nadie un sn~piro dchca·é 1
'l'al \'CZ mi pcr1'0 ¡;imn, y ~imu. en ,·nno,
liMtn comer de nl:;un cxlraiio el pan;
Y, nnnr¡ne yo ,·neh·n en di a nú l~juno,
Su~ dientes con fnror 1110 mor•lcr:ua.

X.
Conligo iré cor'l'Ícudr¡, lmr·t·o 1uiu,
Po r c~lo imucnso, lí<¡nÍilo t:·i•tul,
D cjímrlome ll e,·nr ¡', In alltctll'io,
CouJo uo ~ea ¡, rni n•giou nrtln l.
¡ Salutl, oudu;; a~n l cs y C~[HilliOII(l8 !...
Y, cnmulo ya tlilslunlc caté do vo11,
¡ Salml, dcijier!os, cuC\'M lcnc:hro~<:m !...
-Y uliios de nue,·o, patria mía, aoliv~!

XIV.
L:\ IHWe {'o ni imm ,·olant1u, rolatH1n ¡ la 1i<·rra. SC' ha
pl't'tlitlo <lt• ri~ta y los dentos ~oplan rúciamentc l \ll la
12 LA PEUEGRINACION

turbulenta bahía de Vizcaya. Han ¡>asado así cuatro


dins, pero en el quiJJto se descubren nuevas tienas, lo
cual hace lnt.it· con júbilo todos los corazones; la montaña
de Cint.ra ·\icne á fijar desde luego la atencion general,
a í como el Tajo que, precipitándose en el Oceano, le
rinde en tributo sus arenas de oro; y bien pronto los
pilotos lusitanos abordan Ja naYe, que se desliza gallar-
llamente por entre fértiles riberas, donde algtmos sega-
dores estan dando remate á. sus rústicas faenas.
XV.

¡Oh, Cristo, y cuan grato es contemplar todo lo que


el cielo ba hecho en favor de esta deliciosa. tierra!
¡ Cuantas frutas aromt~das en todos los árboles! ¡Qué
perspecüvas tan bellas descle lo alto de sus colinas !
Pero la mano impía del hombre h_a echado á. ¡1en1er tan
r icos clones; y cuando el Omnipotente enarbole el terri-
l,lo IrtLigo contra los transgrc::;orcs de su ley soberu.na,
descargartí. su rayo, encendido por mut triple venganz:\,
sobre las hueiitcs clcvasLadoras de los Galos, purgando
• a~í ñ. la tierra. de sus más crueles enemigos.

XVI.

¡Cuantas bellezas despliega Lisboa á la primera vista!


Su imágen se refl eja en las aguas de un noble río, vana-
mente entapi1.ado por los poetas con arenas de oro, y
hoy (lía. surcado por cien y cien poderosos bajeles, desdo
que Albion, á fuer de aliada, favorece con su proteccion
:í. los Ju~itanos : :í esa nacion hinchada. de .ignorancia. y
de orgullo, c1ue lame y (~la ycz detesta. la propia mano
armada en su defensa contra la cólera del implacable
jefe de loii Galos.
XYII.

Pcro quien penetre ('n lo interior de esta ciudad, quo


hrilla <lc>stlc lPjos con una especie do celestial prestigio,
id~ yagantlo <'111 rist<•c-itlll JHII" cnl n• nmllil utl tlc ohjdos
(t cual m{t:-; ll csagrn~lable para un ext.mnjcro; porque el
palacio y lo. c:~baiio. corren allí pareja::; en lo inmumlo
DE CHfLDB HAROLD. 13

; de sn aspecto, y la gente suele andar pot· su parto asaz


desavenida oon la dcoencia, hasta. tal punto que 110 hay
nn solo personnje de alta 6 baja esfera que pare mientes
en el asco del gul)an 6 de la camisa ¡ y 6. buen .:cguro
que ni la misma plaga tle Egipto le haria. ser más aseado
6 ménos indolente.
XVIII.
¡Pobres y viles esclavos, nacidos, empero, entre los
miís nobles espectáculos!-¡ Oh, Naturaleza. ! i P 01· qué
has prodigado tus maranllas en beneficio ele tales hom-
bres 1 Ved el magnífico Eden do Cintra, que se inter-
pone como una Yariada série de montes y \alles. ¡ Ah!
i qué pluma, qué pincel seria capaz de reproducir
sic¡uiera la. mitad de lo que la 'ista abarca por aquellos
sitios, más tleslumbrantes para la mortal mil·atla que los
1 deserilos por el poeta que abrió al mull(lo atemorizado
las puertas del Eliseo 1
XIX.
Los honibles peñascos, en cuya cima se dibuja nn
com·ento ¡ los aloornoques blancos qne visten la escar-
pada pendiente ¡ el musgo de la montaña oscurecido por
un ciclo abrasador; el profundo Yalle, cuyos arbustos
llol'an la ausencia del sol ; el sua.Te azul del terso mar¡
el naranjo, que tiñe de oro el exquisito verdor de sus
ramas¡ Jos t-orrentes que desde la cúspide de la colina
:se precipitan en el llano ¡ allá. en lo alto la viña¡ actí.
.., , abajo Jos sauces-todo eso forma un co11junto tan mag-
nífico como variado.
XX.

Trepad 1nego poco :í poco por la tortuosa w~ rcdn ;


Yohctl á menudo la \isht JJúda atrás, y gozareis desde
mayor altura nue,·as galas lle pcn;pccti•a; deteneos en
el monasterio de Nuesb·a. Seüora de la Peña, cuyos
frugales monjes enseñan al extranjero sus pequeñas reli-
quias y le enh·ef.ienen con una y otra leyenda¡ aquí han
sido castigados muchos impíoR, y en una honda caverna
LA l'I::Ret;HINAC'IO~

nnu por largo tiempo el buen H onorio, con la e~pe­


ram::l. de alcanzar el Ciclo, haciemlo do la 'Tierra ru1
Tnfirruo.
XXI.

A<::í y nJl(t, segun vai::; sa 1nuHlc> los precipieius, obsrr-


vud al bordo del camino buen número ele toscas Cl·nces
de madera; pero n6 so os antojen otras tantas ofrenda~
]liadosas, cuando son en realilhHl friigilcs monumento¡.¡
llc algun asesinato; porque donde quiera c¡ue una vícti-
ma gemehumla lu\ e~pirado ú.los golpes do puñal asesu10,
allí se alza luego una cruz formada con dos carcomiuos
listones; y de ellas eslan poblados bosques y llanmas
en toda esta. ticna sanguinaria, donuo la. vida. no cst:í.
bajo el amparo de las leyes.
XXII.
En el decli\'io de las colina;;, como Cll el fon<lo tle l os
val!(';;, huy antiguas quintas, rc;;itlcncia tlc mon;u·cas en
otro 1iempo, y donde hoy solo tienen vicht las flores sil-
vestres que crecen cu torno; aunque nó por lo ruinosas
dejan tlc conservm· ciertos Yesfigios de esplendor. Allí
se cleYa el hermoso palacio llcl "Príncipe," y ullí tnm-
IJi~l' t(t, Vathck, • el hijo JJHÍ:s opnl~nto de Inglaterra,
allí tnmbien ~dificaste tu Parniso, hien ageno ele pen::~ar
c¡uc cnnn<lo la antojallizn. OpuiPni'Í;t llen. agotados ya
1odos los ~sfncrzos nosihlcs, lu hlanda. Paz rehuye siem-
pre el sciiuelo ele la Voluptnosidatl.

xxm.
ArJltÍ ~m. <lontlc tú moralHlR, aquí llondc ideabas tus
vln.rc·rcs. bajo la. cima ~i<•mprr ltt•rmosa do aquella mon-
tuiín; p<·ro ahora, como f:i ~ohrr l'lla p~~nsc la. maltlic.:iun
dl'l hcnnl•n>, t.n t•Hc·anlatla \' Í\'Ít•JHln esf:í. tan ;;olitariu.
como 1ú ! Sulo al ll'a \' ~:< tl1• llt•:-.mc•sm·¡Hlax Yerbas l'i !ves-
tres es liauu pcuetrar en lu:s dc¡¡icrlas salas, 1:11 hts pór-

•" l 'nt/¡rk fné nnn ele lo¡¡ rncntos que mns uwuiró en mil! ¡wirucroR
nüos." ( JJwrios de Bgro11.)
'
. ?

DE CHILDE HAROLD.

Hco~ abiertos de par en par; nncnt leccion para el hom-


15

bre pensador sobre la Yauitlad de lo~; placcr·cs 1crrenal<'s;


que hien pronto desaparecen en útomos á la violenta
1
oleada del Tiempo !
..... . \
XXIV.

Ved el palacio donde hubo, no h:'t mucho, una asam-


blea do j efes ! • ¡ Oh, cuan desagradable parece (t. los
ojos do un ingle~! Allí-;ecllc-c:stú senLatlo un demo-
nio, un pequeüo demonio burlon, en traje ele pergamino
y éon llll capirote por diadema; cuelga u de su costado
un sello y un rollo negro, en el cual brillan ciertos
nombres conocidos en la Oaballcria, leuit•ntlo por adorno
gran copia do firmas, que el maltli!o scüala con el dedo
riéndose i carcajadas.
XXV.

Ese demonio enano tiene por nombro OonYencion, y


es quien :>npo burlarse de lu~ C'n l!ul k•t·os reunido::; en el
!lalacio do :\Iarial nt, tra:;!urnáudulcs el seso (si acaso lo
tcniau), y cotwirtit'ntlo cu lri~lct.a la )i,·iana alegria llo
.. una uacion. Aquí la I nscnsuh;r. echó por 1ierra. ci¡Jenaeho
del \'en<.:cdor, ntienh·as l•~ l'ulít il:u. recobró lo r1ue lax
< armas hahian lJN<litlo. En ,·auo brotan laureles par:~.
'
jt-fcs com•J Jos nuc~iw~>. ¡Ay tle 1!1~ COIII)Hi;;fnuoret:, nó
tle los COlHJilisfaclos, emnulo, UJalogra<lo a:;í el T riuufu,
picnlo :;n pwsf igiu en la~ Cllsla:-. do Lusitania!
xxn.
Y dl•stlo r1uc se celebró aque l ~<Ínollo mardal, t u nom-
hro ¡ uh, Cintra ! can~;a profu11tla dt:-:uwn ú lllglatc:JTa;
y nucsfrns houtbrcs público~ ;;e t•twjau al oírlo, y hasta
le:; snldrian al rostro leos colore~. ~i fut•scn capa{;{!.· tlc
Mlll'ojarso por algo. ¡Cómo jur.g-•H·á l<t pu:-.fcridall scutc-
jan to acto ! i Xo se mufitrun ¡H·ovius y cxf raños, Yicndo

• J.:) Com·elll'IOII ole Cintra paru la C\':t('lllll'ion Jc Portn;ml roo· lu•


tro•1•aM ft~me·c·•a", fnc linua•la l'll d ¡mlm·Í•> ele la '""1'(1"'"'" ole o\lariul\'a
(30 ele ngo&to de ISU.'~).
2.
16 LA PEREGRINAC ION

á. nuestros guerreros defl'audados de su gloria por un


enemigo batido en el campo do batalla, y victorioso
luego en este lugar, donde el Desprecio nos señalará.
con el dedo al través de los tiempos futuros 1

XXVII.

Así se (htba lí ¡>cnsar Ohildc Harold, segun iba tre-


pando á. solas por aquellas montañas. Grato era el
espectáculo que ú la. vista tenia, y, con todo, no dejaba
ele impacientarse por huir, más inquieto que la golon-
clrina en la rcgion del aire. Como aquí hubiese aprenclido
f\ moralizar un tanto, porque tambien se entregaba de
cuando en cuando ú la meditacion, su conciencia le
advertía por lo bajo que despreciase su edad juvenil,
malgastada en satisft\cer los mns locos caprichos; pero,
al contemplar la rcalida<l, no podían menos de anublarse
sus ojos <loloriclos.
XXVIII.

¡A caballo ! ¡ á caballo! Dice, y se ausenta, ya pum


siempre, do aquella. tierr!t de paz, gmt.a como era :í su
corazon ; salo otra voz de su letargo; pero ya nó para
ir en pos de la mujer y del vino. Sigue corriendo, y sin
saber todavía lí. punto fijo en donde ha. de terminar su
peregrinacion ; muchos y variados espectáculos dcberan
ofrecerse á su presencia anles do haberse agotado sn
secl do viajes, antes de recobrar la tranquilidad de su
alma. 6 de aprender la corduxa que le falta en el libro
de la experiencia.
XXIX.
l\lafra, empero, le hará detenerse por nn momento-
allí, donde residió algun dio. la dcsYenturalla reina de
Lusitania, donde andtwieron mezcladas la iglesia y la
corte, alternando las misas con los festines . .Monjes y
cortesanos-¡ rnro maridaje por cierto ! P ero la nueYa
pro~titntn. clr Rahilnnin. hi7.n Nlificnr nn palado rn (jnn
~e Mtcnta rodcmla üo l(lnlo IJrillt•, tpte lvs homhre~ oh·i
DE CHIL DE HAnOLD. 17
dan la sangre que ha hecho derramar, hincando la rodilla
ante la pompa con I!Ue se engalana el crímen.

l XXX.

Al través do fértiles llanuras y pintorescas colinas,


(¡ nh! que no esten pobladas por individuos do tma raza
libre !) sabrosamente recreada la vista por donde quiera,
Chilcle H arolcl va pasando de nno on otro lugar ~cual

' mús agradable. l )cse á lo::~ holgazanes, que tildan de


nécia la aficiou á viajar, mnravilltíndo ·e de que haya
c1uicn deje su cómodo sillon para arrostrar la fatigas do
una marcha por espacio de leguas y leguas, no hay duda
que es grato respirar el ah·e de las moutaiias, como que
se adquiere así nueva vida; y eso es lo que nunca
pourú conocer la Indolencia.

XXXl.

A medida que las colinas tli$minuyen al parecer en


Ycgctacion y en tamaño, por efecto ele la. di~:~hmcia, so
despliegan ante los ojos valles más sua\·cs, ménos ricos,
á los cuales suceden planicies limitadas por un horizonte
inmenso. A lo lejo~:~, hasta donde pucllc alcanzar la
Yista, aparecen los dominios de Espaiia, con sus pastores
apacentando los ganados cuyo rico Yellon es ·tan cono-
cido cutre nuestros comer ciant-es; y por cierto qtw lwy
dia necesita el pastor antlar annauo para. Jcfender ii su:-;
c-ordct·os, porque E spaña está. iuYadida por temibles
cn e mi~os, y cada cual debe prolcjcrsc á sí ntistno, su
pena tic quedar uu<.:ido al yugo del in \'asor.

XXXII.
Y on el ron fin tle Portn~al y de Espaiia, su hermana,
i qué línea. pcnsais que tli\·ido ambo~:~ E stados rin1lc~:~1
i Bs el 'Tajo, que interpone su impetuoso raudal cutre
1 dos naciones celosas 1 i ó alguna. lóbrega sierra que se
Je,·anta en meclio cou impnnml e or¡.rullo? ¿ 1í IJi<·n una
han·ct·~~ at·l ifitial, sctut:jaut¡• :í la illllh'll:<a lllttralla •k lu
l'ltina '1 -l\ada .¡,. l':<•J : ui lwy \ nlla dh i:.-rll·i¡¡, 11i t':tllda-
18 LA l'élREGRINA CION

loso rio, ni horribles clcspeiindcros, ni tampoco somhrios


y cleYaclos montes, como los que separan el territorio
ele España del de la Galia Yccina;
xxxm.
Sino que entre cslos dos paises se desliza un arroyo
de plateadas ondas, tan humilde que apenas ticue nom-
bre que lo llistinga : y sin embargo, sus Yerclcs riberas
sirYen de frou ten!. á dos reinos rh·nles. V ecl al ocioso
pastor que, apoyándose en su cayado, contempla indife-
rente como ese r:uulal va tliscuniendo apacible por entre
dos acé rrimo:~ enemigos; porque aquí cualquier patan
es tan orgulloso como el dur1ue más encopetado, y harto
bien conoce ol cumpesiJlO espniiol la. diferencia que y{~
ele sí mis1no al esclavo lusittmo, el más ruin de los
nacidos.
XXXIV.
K ó lejos ele este l ngar corre omlisouante el c:wclaloso
y sombrio Guatli•ma, tan celebrado en los antiguos ro-
mances. Ilnbo un tiempo en que inundaron sus riberas
nnmerosas legiones de moros y caballeros armados <lr
('spléudidos arnt•ses: aquí dctu\'icron sn carrera. los
ágiles camp~oncs ¡ ar¡ní sucumbieron I<JS fu ertes; y el
turuante del ngarcnt) y el caReo del cristiano rodaron
t·onfundidos cnl re las olas, tintas en sangre y ahnll11<\das
bajo el peso de ftotnntes cadrwercs.
XXXV.

¡Oh, hermosa Espaiía! i rcgion f¡\mo~n. y romántica!


LDónde rst(~ el Cl'lan«larte qnc enarboló P ela yo cualHlo
el alcroso padre de la Ü•n·a llamó contra tí á las hordas
feroces c¡ne tiiit'ron en sangre los ramlales de tns mon-
taihts 1 i D ómle c:-;lau los ensangrentados pendones que
al impuh.1o del Yiento tremolaron victoriosos nn dia. sobre
las eahezas M t.tu; hijos, y que al fin pudieron lanzar al
lcrrillle inn\:-itH' hash\ sus propias riberas 7 Epot:t1. bri-
llante fué at ¡HPllit pnra l1t Cnt7., tant.o como de lnnuilla-
cion ~· dc~doro p11ra ln Media·lnna; mit'ntms 1:1 general
nP. Cllfi.O I> H.\ROLD. 19
plaüiuo <le las matronas infieles hacia retumbar los ecos
de la )lauritania.
xxxn.
t N o. reflejan toda esa gloria. rus cántigas populnrc:; 1
Y t·al es en realidad la suerte mejor que puede caberle
al vat·on esclarecido ! Cuando el granito se deshace en
polvo, cuando falta el tcst.imonio de b historia, la que-
rella de un humilde labl'iego suele llenar el vacio de
alguna fecha dudosa.-¡ Orgullo! aparta tu mirada del
ciclo y fíjala en el propio círculo donde giras; y veras
como la. fama del poderoso viene :í. refugiarse en una.
-vulgar tonada. i Será que el libro, la columna ó el mo-
nument<l basten á eternizar tn grandeza 1 ¿O tenclras
que recnl1'ir al sencillo lenguaje ele la traclicion cuando
la lisonja duerma contigo el último sueño y la historia
te haga blanco de injusto vituperio 1
XXXVII.

¡ Des¡Jertad, hijos ele España! ¡ Sús ! ¡Adelante ! La


.•, Caballería, vuestra antigua deidad, es quien os llama;
1 no empuña, como entonces, la sedienta lanza, ni hace
• ondear al viento su rojo penacho; sino que -.ucla por
entre el humo de inflamados bronces, y habla como el
trueno por la boca del cañon rugiente, y á cada detona-
cion os grita : " ¡Despertad ! ¡alzaos !"- P ues bien,
decid : i es por Yentura. su voz má.s dtÍbil hoy que en
otr·o tiempo, cuando entonaba su canto de guerra en l as
fér tiles riberas de Andalncia 1
XXXVIII.
.~ ¡Escuchad! i No sentís cómo resuena payorosamen te
.,¡ la tierra con las pisadas de los caballos 1 i No l1iere
vuestro oido el fragor de la batalla 1 i No veis tí. los que
caen hetidos por el sable h nmc:m1e 1 ¡Corred, corred á.
saiYar ú. vuestros hermanos antes c¡uc sucumhan al furor
de los tiranos y de sus csc]a,·os! L a. atmósfera estú.
toda inundada. de fuego, fu<'go mortal : el estrépito do
las descargas, retumbando do roca en roca, nos anuncio.
20 I.A PERI:!ORINAC' ION

suCC!-tiYnmellte c1ue han ccRado de ~iYir millares de hom-


brés : h\ Muerte Ya Yolando en alas de un Siroco sulfú-
reo, y l'l Genio de las batalla!-!, t in lo en sangre, bate
cou el pié la tierra, y hace estremecerse :í las naciones.

XXXIX.

Vea al Gigante, de pié sobre la montana, cuya roja


melena parece más y más rojn á la claridad del sol: el
myo do la. muerte centellea. en su ardiente ruano, y con
el resplandor r.le sus ojos quema. to<lo cuanto mira: ya.
giran inquietos clenh·o ele sus órbitas, ya quedan de re-
pente inm6Yiles, ya, en :fin, relampaguean bácia. lo
lejos; en tanto que á sus f~t-reas plantas está acurrucada
la Deslruccion, acechando lo que sucede; porque en
esta maiiana Yendran :í. las manos tres naciones pode-
ro~as y tctHlrá ocasion de regocijarse con la sangre que
Yau á llcrramar t:wtc sns aras.

XL.
¡ ror Dios que es un bello espectáculo (para. quien
no 1ienc allí ni amigo ni hermano) el Yer tal confusion
de bandas y bordados, tanta. nl'ietlacl de armas que
re~plnn<lccen en el aire! .Ahí estan los sabuesos de la
guerra, que se lc"'autan de ~:~us guaridas rccbi11ando los
dientes y aulhtudo con brio pot· su presa. Todos partici-
pan ele la caza, pero bien pocos del triunfo: la Tumba
<'Fl quien llcnr:í. la mejor parte, y el E strago, de puro
salisfcc:lto, apenas acierta ú. enumerar los combatientes.

XLI.
Tres C'jl-reitos se han combinndo para. el sacrificio;
tres long-u:u; clm:an á Dios extrañas plegarias; tres pcn-
don<'s onclean Yistosamentc afrentando el pálido aznl del
ci(']O; lo~ gritos son : ¡ Francia ! ¡ Espaiict ! ¡ Albion!
¡Victoria! El enemigo, la Yíclima. y el al'lallo entu-
siasta que combate por todos, y CJite combato siempre
cn Yano, so bau reunido allí-como si no huhiescn po-
ditlo morir en sus hogares- para suministrar alimento
-,

OG CIJILOB IIAROLD. 21
:í. los cuen-o~ en la ll::mnr:1. da Tul:1.\cra, v fl•rtilizar la
1icrm que cada uno tle t•llos pretendo cout!uhitar.
xr,u .
Y allí so pudriran CROH gloriosos juguetes de la Ambi-
cion! "í, porque la. Gloria enaltece el césped que cubre
su ur<:illa! ¡ Vano sofi~mal E llos no son sino instru-
mentos, quebrantados instrumentos que la tirania sncri-
tica po1· decenas de millares, cuantlo se atreve ú. ent.api-
7.ar su cauúno con corazones humanos, para llegar-t á
qué 1-A un sueüo no más. t Dónde será reconocida de
buen grado la autoridad del déspota 1 ¿ H abrá un solo
rincon de tierra 'erdadenlmente suyo. furra de a<1ucl en
que al fin caen pul Y erizados uno ú. uno sus linesos 1

XUI l.

i Oh, All.mera, campo glurio~'<o de dolor! i Quién hu-


biera podido prever, <:uamlo el Peregrino iha. espoleando
su corcel al través de t.u llanura, <JUe tan pronto serias
tea.t.t·o de euearnizatla contientla eut.rc dos huestes fine-
migas 7-¡ Paz :í los muertos! ¡ La palma del gnenern,
las lágrimas del triunfo sin-an á inmortalizar su recom-
pensa! Hasta que otros espiren donde otros sean los
jefes, tu nombre IJa. de atraer en tomo tuyo á la muche-
dumbre atónita y será. objeto del efímero cantar del
vulgo.
~LIV.

Poro basta ya de los preuilcetos de 1\Iartc. Dejad que


so entretengan en jugar á los hombres y que truequen
la vida. por la gloria-gloria. c1uc no hastaní. á reanimar
sus cenizas, por más que perezcan millares de hombres
para enaltecer el nombre de uno solo. Lástima. seria por
cierto negar una noble aspiracion {~ esos benditos mer-
cenarios que pelean y mueren ÍL su entender por el bidn
de su patria, cual1l1o tal vez la. hab¡·ian deshonrallo, si
videsen, ó estarían de;itiuados á fenecer en alg1ma ciYil
coulienda, ó {~ seguir-<ln más limitada. esfera de ac<:ion
- el áspero sendero u~ la lla.piiia.
22 LA PEHEúlll:\"ACIOX

X T.\ '.

A paso ncclcrallo continua. Harol ll su solitario Tiaje


hasta. llegar á donde • 'cyilJa le,·anta orgullosa su no
domada fn•nte : libre e~<tá totla\'ia la. codidada pre:sa del
omino~<o extranjt•ru. Mas ¡ah! que pwnto, pronto 1:.1.
Oonquist.t hollará con ruda plauta su rec·into, dejando
al pasar Jl(•grns seiüllcs e 11 sns ga ll a rdo~ ccli fi cios. ¡Hora
f¡ttnl! Vano es luchar contra el De~;tiuo donde quiera
<¡ue la Desolacion penetra con su grey ha111brieuta; como
qne, á no f:<•r af:í, todada pcnnanecerian en piú I lion y
T iro, y la \ ' irt ml saltlria. en todo triunfante, y cesaria
ele prO:S}Jcrar el Asesinato.

XL\' T.

P ero, bien agcno uc Sil próxima desw•nhmt, el pucl,lo


scYillauo C!<l á <·lltregado 1le lleno :í fiestas, banquetes y
cancioncs ; pasa cl tiempo r-;ulazímdoxc tlo Yarios y ~in­
gulares moclos, sin qnc lll F=nngrc qno circnhL por lns
Yen as de estos patriotas so a lte re lo mas mínimo r.ou las
heridas uc la patl'ia. N'o n·xucna allí cl toque del clarín
guerrero, sino la Yihnrl:~ del amor; allí t~crce aun la.
Locura. el nttls ahso1nto dominio; la Pro::;titncion, con
ojos ju,·euilc~, continua (l:índosc á nocturnos paseos; y
en metlio de los crímcnc~ xil<•ncit•sos rlc toda capital, <·1
Vicio sigue h asta el fin ndhcriclo ú aquellos mmos alllc-
nazados tlo rnintl.
XL\' If.

N ó a~i e1 t·m1o en.mprsino ; sino q m•, oculto con su


trémula crwsod e, ni aun osa fijar sus njos en loutamuna.
temiendo nr ¡.,us viña!< talatla:-; y marcl1itns por el alicnt.o
abrasador tlo la ~tll.'rra. l' a el faml<mgo no hace oir sus
alegres castaiiHt:las ;i 1:1 lll'Ul!ida, cluritlntl tlt:l Llamlo
crcp(•srulo Yospcrtino.- ¡ ( )h, mnnm·c·as! A pu1ler Yoxo-
tros sabon'a•· ltJX g•)c<.'s que atibarais ¡¡ los dcmas, tle
cier t:o 110 nrro~tra ríais bls pcunlitlatlc!:! <le ht glor ia; no
se ohü mús el tl'istc y hronco souü1o tlel tnmi.Jor, y el
hombre pothia. scr auu f!'liz en cste mundo!
- l

¡.,~
~
.~ DE CH JLOE UAROLO . 23
.
~ XLYlll .

¡,Qué cantares entona hoy din. el rohusto muletero 1


- i Son las coplas de amor, de ficcion 6 de piedad, con
que c·n otro tiemtJO solin. amenizar el téuio del najc, al
compas do las broncas campanillas do su récua.1-No!
lo quo va cantando es, " ¡ Vint el rey!"; y si alguna voz
interrumpe su canto es para vit.upemr ú Godoy y al
imbécil Oúl'1os, para. mahleeir el din. en que In. reina. de
Espttiia vió por primera YCZ al ojinegro mancebo, y en
que la. rl'raicion, con ol rostro ensangrentado, brotó do
su adúltero de>aneo.
XLL~

En aquella rasa. y exLcnsn. llunnra, que ostenta ú lo


lejos riscos eminentes, coronados de morunas t.orrccillas,
quccla aun seiialado el tencno con grandes sulcos abier-
tos por las herraduras ele los caballos, y el verde césped,
enucgrccido pot· las llamas, revela que el enemigo lla
pasado por A1Hlahreia. Aq uf estuvieron el campamento,
las hogueras del vivac y los pueRtos ttvanzados; aquí el
intrépido campesino tomó por asalto el nido del drng011,
y todavía lo hace notat· con aire triunfante, seiialanuo
con el dedo aquellos riscos una y otra Yez ganados y
perdiuos.
L.
Y no eucoutmreis ú njugun caminante sln que 1Jc,·o
adornado el sombrero con la escarapela roja, lo cual os
-..r
-J
advierto á quien lHtbcis de saludar y de quien dcbeis
alejaros. ¡ Ay l1e aquel que se presentase en público sin
este verdadero signo ele lealtad ! E l cuchillo cst:í afilado,
<·1 golpe es repentino; y mal lihmdo saldría el solamlo
franccs si el alcyc pnfial, oculto bajo la. capa rspañola,
pudiese cmhot.u· el filo dt•l llable, ó tli:sipa¡· el htUlJO d~l
<:afion.
LJ.

A cada revuelta del camino, las sombrías alLuras Jo


Sienn. l\foreua aparecen erizadas do bocas de fuego ; y
LA rEREORINACION

en toda la extension que puede nbarc:u· la vist.a-c1


obú. tle la montaña, el camino cortado, la enhiesta
palizatla, el fu:;o iuundatlo, las bantlas ele guerrilleros
apostadas en una y otra tlircccion, el centinela siempre
yigilaute, el pohorin oculto cutre las rocas, el corcel
ensillado bnjo el cobertizo tle paja, las balas acumuladas
en forma tlc ¡Jirámidc, las mechas constantemente encen-
didas,
LII.
Todo indica lo que n ií. succller. Pero aquel que con
una mera 11eñal de cabeza ha dcnibudo del trono á dés-
]>Oias nó tan fuertes como él, hace una bre>c pausa
nut.es M !nantar el brnzo; dfgnase otorgar un momento
do r<'spiro. Pronto sus legiones bnrrcran todo cuanto se
oponga :í. su paso, y fuerza será. que el Oc<:idCJüe dubio
la corYiz antu el a;,:oto del mmHlo. ¡ Infeliz E!~paña,
infeliz Lle tí, cuando el 13uitre rlc las Gulias t1csplieguc
sns alas y Re cierna eu los <lircs, pon¡ue l1as tle ver á tus
hijos preci}Jitados fi moutoues en el n Jismo do la muerte !

LIII.

i Y habran de pereced i Scr:t que la ju,entud, el or-


gullo, e;l \alor, ~uctm1ban sin remcclio para saciar la.
funesta nmbicion do un jefe engreído 7 (No hay término
mctlio entre la sumi1'ion y h~ tumha, entro el trilmfo de
la rupiiia y la. caitla de E~paiia 1 i Ha decretado su ¡1er-
didun <'SC Potler Snprerno qno el homhrc ndora !-;in
}!restar oitlo al clamor do lrls víctinHtR 1 i Vendrán á ser
i11útill'S el l1cróico denuedo, el COJ1scjo prudente, el celo
patl'iótico, la pericia del YCt<'rnno, el nrdor tle la ju>cn-
tud y el accrallo corazon de lu. ellatl Yiril1

LIV.
¡, Pm·.t eso f:e ha rebelado la. j6Yen espafiola, ckjan<lo
pcut1icntc de los sáuc~s la. destemplada Yihnela, y-
d<'Slllint icntlo á. su !-;Cxu-hn. entonado el c:mt.o de guerra
y hecho cara valientemente á los peligros 1 Ella, que se
DE CHILDE IIAROI..D. 25
asustaba á la Yista 1lc la. m:ís lcYo herida, qnc temhlaba
de C:>panlo al oir el grito <1<' la lechuza, esa misma cou-
tl•mpla alwra ÍHIJll'rturb;lhlr <'1 dwquo ele las rriz:ulas
lJayuuctas .r el ecntcllco de los sables de:-:nurlos, y pot·
~>lltilna de lo;:; cütláYcrc:> follaYia cali e u ll'~, ntardta con
la bir.arriu do Miucrn1. por doudo el nü:-:nto Marte no
podl'itt bt~ecdo sin t ollJor.

r.v.
Vosotros, :í. quienes eausarít maravilla la narracion de
sus hechos, ¡oh! si ht hubié;:;eis conocido en sus días
m~ apa('ihks; si huhié:;eis ,·isto l ucir aquellos ojos
m•¡;m:-~ fl U<' se Lurlan de 1':11 negro Yclo, y oitlo su \' 07.
limpia y jo,·ial en el recinto de su habitacion, y contem-
plado IHU; lnengos cahellos, quo 11ingun pincel acertaría
á ('Ophu· dcbillament<1, y su¡¡ formas hechiceras, y su
IIIIÍS tJII C fcnll'nil donosum,-mal huhiémis poditlo crN•r
que los muros de 7.arago7.n halJian de verla un dia sou-
ricu<lo nntl} la Gorgona del P<•ligro, mermando las com-
pactas filas del enemigo y conduciendo á los suyos por
la tcmilJlc senda, tle la Gloria.

'u nmanle cae en la rcfl'it•ga-clla no vierte lágrimas


importnnas : su jl'fc es muet·to-ella le reemplaza en el
pncslo Jiltal; sus <:ontpui1eros buyen- clla. se opono tí.
xn cobarde fuga; el t•ncutigo rct.t·oceue- clla se voue al
' frt•11to lle los ll llll lo pen;igucn. i Quién poclrfí. como ella
aplacar los Uhlncs de un aman Le '1 LQuién podrá. ve11gar
tan bien la muerte de un caud illo 1 i Qué otra mujer
scní. capaz tle recobrar todo lo ]lCnlido cuando ya no le
quctln al hombre 11i la menor espcranza.1 i Quién se
arrojará con tan furioso empnjo contra t•l Galo fugitivo,
qno !:lllcumhc á las manos llu una hembra valerosa de-
lante de unos muros demolidos 1•

• Ajfl••tiua Zaragoza, jú,.cn ele veinte y doe niio6, qne Utnto se dia·
tioguio pur su \'alot· cu la defenPa do.: Zur:1go~t\ conlJ'u los ú-anceses.
2G LA PEREGRIN ACIO:\

L \·n.

Y n6 porque las bijas do Espaiia constituy::tn nna


uucm raY.;\ !le amazona:>; antes han f<ido creadas para
ejercer Lotlos lo:-; artés encantadores del amor. •·¡ hoy,
manejando las ar111as, rin1lizan con lof; homlJrcs y osan
mczc:lursc en l as filas de ] ;L hurriblc falaugc, son como
la palom;\ tiernamente irritada que hiere con el pico la
ll llUIO snspcmlid•• contra su mna<lu compmicro. .Así en
dulzura como en energía, sobrepujan <.:ou mucho ú las
lllltjen·~ uc otros paises, afamadas pur su ClHijO!'\a locua-
cidad ; su alma es de cierto más noble, y !IUS gracias
qni7.;Í. de tanto precio.

LYIII.

Cuan la S<.'a la morbidez ele ~<us mejillas bien lo indican


los graciosos hoyuelos que en ollas ha dejado impresos
el dedo clcl Amor ; y sus Jahios, nitlo do besos impa-
ciet1te¡¡ por cebarse á volar, aclvjcrt eu al hombre que ha
de ser valiente para llegar á 1i1ereccrlos. ¡ Q.né miratla
la suya 1an rudamente hermoRa ! ¡ C6mo su faz ha po-
dido rC'sistir las ardientes c·aricias de }'cho, nó solo ~;in
marchitarse sino cobranuo aun moynr t<.'rsura y lozania.
bajo su amorosa influencia ! í Qui~n puede anhelar por
las insulsas beldades del 1\ortc? ¡ Qué pobres en sus
formas ! ¡ qué lánguidas, descolorida~; y cmleblcs !

LL'\:.

Climas e¡ no los poetas ~o t·omphtcen en alabm· ; haro-


nes ele e;;tn. lejana tierra c1ontlc estoy ahum • pulsando
mi limen loor do nua¡.; hclda<lc¡; q no ha>:ta para un <;Ínico
SC'rian ohjeto do franca atlmiracion ; ¡,puliríais comparar
esas holtrÍl'f; á quienes no conf;ent is " IH'na~ respirar el aire
lihr<', de mietlu que pl!n<!fre el .Amor al tra,·cs tlel viento
-pmlríai:s compararlas con las espailolas, hls tic uegrus
y rut ilanles uju~ 1 Sabed tjUC Nl eu Espaiw duutle uu!W-
tros goY-alllllS d l'arai:;o de vuestro sabio P rofeta, con
• Ese1·ito en T urquin.
UE CnJLOE HAROLO. 27
sus celestiales •ú·genes ojinegras, amables como lo:;
ángeles.
LX.

¡Oh, Parnaso,• á quien contemplo ahora, n6 entre las


vanas quimeras de tm ensueilo, n6 en el fabnJoso paisaje
tle un poema, sino elevátHloto vestido ele nieve bajo la
bóveda de tu cielo natal, y con toda la agreste pompa
de la majestad de la s moltlaiias 1 t Qué mucho que
pruebe á cantar en tu presencia 1 Yo, el más humilde
de los peregrinos que hayan pasado por aquí, yo quisiera.
d<':;pertar tus Ecos con mi canto, aunque ya ninguna
~l usa dcsplcgru·á sus alas desde tu cima.

LXI.

¡Cuantas Yeces be pensado en tf! Quien ignora tu


glorioso nombre mal puede saber lo más diYiuo que el
hombre 1icne dentro ele sí mismo. Y ahora que te ofreces
n mi vista, me sonrojo ue no poder cclebrarte sino con
acentos tau débiles como los mios. Cuando recuerdo ú.
tus antiguos atlurndor<'f; no puedo menos ele temblar, y
!SOlo me queda aliento JHira doulnr la. rodilla; ni me
lll!·c,·o ú. clenr la YOZ, ni ú. remontar inútilmente el
vuelo, sino qn~ te contemplo bnjo tu dos<>l de nubes,
cnngeuudo de silencioso júbilo, y pcmmndo que al fin to
YeO!
LXII.
l\Cús feliz en esto que tantos insignes Yates, á quienes
'\ jm·o ~~ de¡;tiuo ligallos tí h~aua¡; 1icrras, ¡, l1a.bia rle ser
yo espectador iniliferento de esto sag-rado JugaJ·, cou que
lltros so embelesan, ~in conoc<.:rlo mns qne rlc fama 1
Aunque A polo ha dejado ya de acudir á su gruta, y ]JO J'
m{i¡; que 1ú, morada <le las .h'fu¡:as, c!".jés hoy :>irriéudulcs
do sepulcro, loda,;a presWc nq11í alg11n gcuio apacible,
que :;uspira en el céliro, c¡nc manl it•uc 1:1 sil<•nr·iu en las
ca,·cmas y se de:;lizn con ligera. plaut;~ por entre cxtax
ondas melodiosas.

• Escrito cu Cu~tri (Dclfos), al pié ue:l Monto Pan1uso.


2R t.A PERP.OlliNA C ION

LXIll.

Ya Yoh·cré á pen~at· en lí.-Xo he podido menos de


inh·n·umpir 111i taui•J 1•ara I't'IHlirt~· ~:>te hOllll'JWje, uhi·
tlamhJ ]¡t ticrm a,. E~>plliht, Sti S hijiJS, sus mujeres, sn
dc:<tinu-tnn <·aro ií t•Hlus h>s (·lu·azuucH liiJ•·<•s-y te ho
saludado nó sin 1lcrrmnar tal rcz una lágrima. Alhll'<l,
.~ llli ohjelo.-Pcro séame dado llenn alguna prcmla,
:dgun recuerdo de haber cstatlo en tu angu¡.;t•~ presencia;
tl~jnmc coger una hoja del árbol inmortal dc Dufue, y
llaz que no se ntribu~·a á Yúnagloria la espcranza de
c¡uicm te in1plora. en csre momento.
LXl\'.

Pero nunca, l\fonte Ycneruhle, c·mnHln (:rec·ia cm


jó\'(•n tud:wia, ntmca Yiste en torno dl' tu ha:<a gigan·
1exea un coru de heldn<l<'S m;íx Cl'pléndida:< ; januu;,
•·uamlu la sacenlol isa, nhraxa,]a en diYiJHJ fuego, ento-
ltalnt el himno píl io, prcsl:'udó ))elfos un t·ortt·ju (\e vír·
~enes más ca]HH:es do inspirar (roYas de a111or, que lati
hijas de Anualucia, cl'iaum; en (•1 caliente r~gazo de los
1 iemo~ deseos. ¡ ()h, si tuYiescn 1m; apacihles umbrias
qne Grecia. dh•fruta aun, dado cpte la Gloria haya dcsa·
parecillo de su suelo !
LXV.

llrlla es la. orgullosa SeYilh\; <'U buen hum blasono


o}e Sil fuerza, do i'tl O]!Ulencia, ele l>U antiguo lu~tre j perO
C:íllix, fJUO se clcv<L nllií. en lu lcjUJH\ costa, r eduHIO.
~·lugios 111ús uulces, ya que nuble:> 110 sean. ¡Oh, Vicio!
i cuauto atractiYo tienen tus Yoluptuo:;os senderos!
Uuamlo hien·c en las venas la sangre de la adolcsccn-
da, i quién pnth:í. sustraerse á la fa~ciuadon de tu m(~.­
gicu mil'íllln 1 Jlíllnt y querubín ñ. la ·vez, tú nos at.racs
incsisliblementc hlicia tí, plegántlot.c ú todos los gustos
¡·on tu falaz apariencia.
LXVI.

OuntHlo Pafos quedó post.rnlla al rigor del tiempo--


1 maldito Tiempo, lt~. r<:ina que á todos ayasalia t iene
l

DE C HIL D~ HAROLD. 2!>

c¡uc rendirse {L tí- fugith·os los P laceres anchrderon ('U


busca ele un clima igun 1mente <-álido ; y V énus. constante
háth\ el mar I[UC la 1liÓ Yiil<\, hiida nada UHb, uignÓ~C
rl'fugiar~c en CáLliz, a~entallllu s11 trono dentro de sus
blaucas murallas. Y, no habh.:JHlv circunscrito su culto á
un solo templo, se le ha11 erigido allí cien y c:ien alt.nrcs,
uoudo brilla de continuo b llama de los sacrificios.
LX VIl.

Desde la mauana hasta la. noche, clcstle la. noche hasta


que el Alba atónita \icne á. iluminar, nó sin ruborizarse,
el fcst in de la alborozada. compaiiía, se pasa el tiempo
en cantar y en ceñir guirnaldas dú rosas; y otros y
otros goces y caprichos siempre nnc\os, dan incesante
pábulo al comuu entrctcuimknto. Quien allí resida. bien
puede renunciar por completo (1. totlo placer moderado.
Nada es büstaut.c á iuterrnmpir la hnHiciosa fiesta; {L
falta de vertl<\dera dovociou, o1:tle en bt iglesia el mona-
cal incienso; y el amor y el rezo andan fratema.1mento
unidos, ouaudo no preponderan cada cual 3. su turno.
¡;xnu.
Llega el domiugo, clia do piadoso descanso ; y i cómo
celelmm el domingo en esta tierra. de e;ristianos 1 Lo
dedican á. un solemne fl•stejo. i Silen<.:io ! i no oís el
l>ramido del monarca tlo las !'clvas1 Ved com') hace
saltar en pedazos ]a enrist ra!ll\ pi<.:a ; Ycd como aspira
ht sangre f[\IO estan nhorrca!Hlo <'1ginctc como el caballo,
postratlos ambos bajo sus t crrihks ctwmos ; la plaza,
' henchid<\ de gent.e, r~;~ticmbln. con el clanv)l'(~O general
qno se levanta para quu ncutlau otros li1liadMc:>; l a ,·ista
de l as entrañas palpitantes arrmwu. (L la multitud frené-
ticos alaridos; y nú por eso los ojos de ht hermosura se
apartan del especlá.t·ulv, y ni shtuiera en la. apariencia
so ent ristecen una soht vez.
LXIX.

Tal es allí el srtimo dia, (•ljnhileo del hombre. ¡ Lón-


dl'cs! tú sí que celebras bicu el di a de la oracion : vístese
30 LA PEREORINACION

con esmero el individuo de la clase media; el artesano


so laYa cuidadosamente el rostro; el aprendiz se acicala
á su vez cuanto le es J10siblo, y todus ~aJen á respirar el
airo semanal. El coche simou, el whiskey, el birlocho y
hasta la mollestísima calesa, rucduu j)Or los distintos
arrabales, en direccion ue llampstcad, Brentford y
Harrow, hasta que, fatifados los jamelgos, tienen que
dotenerse, nó sin excitar la cnYilliosa rechifla de el t.or>
petlcstre vulgo.
LXX.
Quien lleva á pascar po1· el Túmesis ú. la enciutnda
hermosura; quien prefiere, como mfis _seguro, el camino
real ; este asciende 6. la colina do Richmond; aquel
endereza el rumbo llñcia \Yarc, y mucllos hay, en íin,
que van caminando por la peudiente de Highgate.
i Umbrías tle Beocia!* preguntad: i y para qué 1 }>ara
rendir culto á aqm·l solemne Cuerno, asido vor la augusta
mano del :Misterio, y en cuyo terrible uombre se hacen
mútnos juramentos mancebos y doncellas, consagrándo-
los con scnuas libaciones y bailauuo hasta rayar el dia.t

LXXI.

Cada cual tiene sus locuras; nó, empero, como las


1uyas, hermo¡,¡a Cádiz, la ciudad fiot:mte en las ondas de
nna mar azul-oscuro! No bien da las nueve la campana.
matinal, tns santos adoradores comienzan á rezar el
rosario, y no poco importunan {i. la Vírgeu con sns 11le-
gnrias (lt~ (mic:t vírgcn que á mi Yer baya por allá), r
pam que los absuelva de sus crímenes, que son tantos

• Escrito en Tduu•, cnpihLI <le Dcocia.


1 Alusion ÍL nn:t co~tnnthre anti¡.'lmmente c~taltlcrid:~ en las po~ntlnH
y li¡:one1< rle Hi¡:h)(lLIC, \'arajc inmc<liato ÍL L<"•n•ln·s. de tomar un jnn1·
mento l.mrh·sco ¡, totln• 11;; Jl:IM:rj~ros d~:la cluac media qnc nlli ffl dete·
uia n. El indh·i!lno h:nia qn u jnrm· sobre un par de ~m:rnoa, nnidt•R
entre si, "no llc~ul· nnnc·a ;, la c.-iacla cnnuclo pucli~~c besar ul ama
" <le la raM ; no roruer nunca pan moreno cu:rndo pnriie~c ~omcrlo
" blam·o; no beber uuncn cen ·exa lloj:t cuatu.lo putlic~c llcl>el"la fuerte:;··
con ot ros mu~;hos pré<:cptos de lu uusma indole, 11 to<.los lvs <:nul~~ ella
siempre unidu. estn sulvednd: "ú mlinosque asi no os pluz~:a."
DE CHILDE II AROLD. 31
como los fieles que la imploran; y luego se van derechos
al circo, replct~ de gente, donde el jó>en como el vi<'jo,
el pobre como el rico, toman parte por igual en la. rego-
cijada. fun cion.
LXXII.

Ya esltí. abierta l!lliza. ya ~e ha dc~pl'jado la anchu-


rosa plaza : millares y milhucs do apiñados espectadores
estan sontados alrededor, y much o antes do haber sonado
el primer toque c.le t rompeta, no queda ya el menor
esvacio vacio paro. el concurrente poco puntual. Allí
abundan los hidalgos, los g randes de E spaña, y princi-
palmente las damas, asaz inteligentes en esto de manejar
con g racia los p i<:arcscos ojos, bien C
Jne siempre dispues-
t as {~ cumr las heridas que cansan. Por más que digan
ciertos poetns ven(lticos, nadie podrá quejarse de que
con su frio desden lo IIayan condcnatlo á. ser Yíctima. <.lo
~ los tiros crueles del amor.
L:XXl ll.

Todo ha quedado en silencio.- Montados en arro-


gautcl> corc<>lcs, llcnudo blancos penachos, hure as espue-
las y una ligera lanza, salen tí. la arena cuatro caballeros
y se ])reparan á. sostener la azarosa lucha, haciendo al
]lúiJlico una .humilde cortesía. Ciñen lujosas bandas, y
l>llS cot·ccles caracolean gallardamente. Si logran salir
airosos en esté peligroso juego, los aplausos tlc la. mu-
ehcdulllbre, las miradas bc11 6volas de las damas, elJllcjor
' premio debido 6. lus más insignes acciones, todo est (~

t rcserrado para ellos : ni más ui méuos que el monarca.


ó el guerrero emiuente pueden alcanzar en pago do
t.odas :ms fatigas.
LXXlV.

Ataviado cou rico t.r aje y ostentosa. capa, mas ii pió


siempre, l·l ágil nHit~ulor esi :í en el c<:ntro de la plaza,
ansioso de habérselas con el rey de las héstias mugido-
ras; pero nó sin haber tenido unt.cs la prceau cion de
re<;onoecr bien el terreno, para cerciorarse de que nada
32 LA PERE ORINAC!MI

potlr:'i estorbarlo <'ll su carrera. No tiene más :mua quo


un cl:mlo, con el cual prlca. lJc¡.;tJe lrjos; porcpte el hom-
bre no pod1·ia. a\entmarso {~ má!l sin el auxilio de su
cabnllo,-ue ese firl amigo li. quien tan freeueutemento
expone á los pade<:imicnlos y í~ las herillas.
LXXV.

Suena por tres \Oces el clnrin; v ed! ya se ha datlo la


señal; el antro queda abierto do par en par; la. mucbo-
clumhro ansiosa guarda el más profundo silencio. El
polleroso bruto se lanza. de un salto en la. axeua, y pa-
scanuo en rededor su feroz mirada, comienza á escarbar
la. 1icrra con la. resonante pezuña, pero sin arremeter á
cie~as contra su enemigo: sacudo hácia uno y otro lado
la frente amenazadora, como para tantear el primer
ataque; menea. fuertemente la irrit.ada. cola y sus ojos
inflamauos se r evuel\en y dilatan dentro <le sus órbitas.
LXXVI.

Púrase de repente: su mirada se ha fijado ya. ¡Huye,


buyo, mancebo incauto! apercibe tu lanza : ahora es
cuando te toca morir 6 poner en juego l a destrezn. con
que pouras aun tener :í. raya el furibundo empuje de tu
enemigo. DesYíanse :í. tiempo los ágiles corceles, y el
tl)rO corre echando espumarajo por la boca, pero sin
poder sustraerse á los gol pes quo lo dirigen : la sangre
brof a á raudales de sus costados : huye, se rcvucl ve,
frenético tle dolor : :í. un dardo l!igue otro dardo, á una
lanza, otra. lanza, y el animal exhala su angustia en
r oncos bramidos.
LX.XVII.

Vedlo arremeter de DUC\"O: nada basta á. contenerle,


ni los uardos, ni las lanzas, ni los rudos botes del mar-
tirizado corcel : en nmo le hostigan el hombre y sus
armas nngadoras; de nada sir\'cn sus armas, y ménos
aun su fuerza. Uno de los arrogantes caballos yace en
tierra mutilado y exánime: otro-¡ qué horror !-aparece
con el pecho desgarrado, dejando ver, al traves de la
DE CIIII.DE II A ROLO. 33
sangro que denama, los órganos palpitantes de la Yida :
aunque herido mortaltnente, . totlavia sara fuerzas do
ftaqncza para sostenerse en pié, y rlc~fallccido como
e~tú, no por eso detiene su carrero., conduciendo ileso al
giuetc.
LXXVIII.

¡tomlido, ensangrentado, sin aliento, 1n ráhia. del toro


no conoce límites : en medio de sus heridas, do los dardos
clnvatloa en sns hlj:ues, de las lanzas rotas y de los
enemigos fuera do combate, quéclase inmó>il en el centro
de la plaza; y entonces los matadores comienzan á.
- lozanear en torno suyo, agitan la roja capa y nbran el
de·nudo acero : otra r ez prueba el animal á embestir
con el ímpetu del rayo-¡ vano furor! La capa so des-
prendo de la mano pédilla y Ya á cubrir sus ojos feroces.
-1'odo acabó-y el toro cae desplomado.

Lll'lX.

.l
El fatal acero queda sepultado hasta los gavilanes en
aquella parte del cuerpo donde Yienen ú unirse la dila-
tada cerviz y h~ espina dorsal : la fiera so detiene- sufro
una. convnlsion gcuer al- <lesdeiiándoso de ceder , y >a.
cayendo lentamente, al compas de los g ritos de triunfo,
hasta que por último espira, sin exhalar un gemido, sin
,. la. menor señal do agonia. Llega. á la sazon un carro con
v istosos adornos, y en él es colocado luego el cadáver-
¡ sabroso espectáculo para los ojos vulgares !- Cuatro
cOJ·cclcs, que se burlan de las riclH1ns, tan notables por
su agilidad como por su ataYio, llevan arrastrando 1:1.
pcsatla molo con no vista. raJ)itlcz.•
LXXX.

Tal es el rudo cJcrcicio que suelo t1h·ertir á la. don-


cella. y excitar el entusiasmo del manc<'bo allá en
B spaiia. A costumbrado {L n1r sangro desde temprana

" Excnsat!o nos pnrecc seiialnr lu~ inexnctitnclcR cometicln~ cuesta


ucscripci on ele nuestras t:Orrit!us do t.oroe, por otm parte ()ellisiula.
34 LA PGRE OIUNA CIOt

edad, su corazon se deleita con ht veuganz:1, compla-


ciéndose en los p:1decimil'ntos ngcnos. ¡ Cuantas r<>n-
cillas particulares ensangricutau la tranquila aldea.!
.AmH.¡ne hoy düt constituyen los espaiioles una sola
falange an uada contra el eucm igo comun, to<la>ia c1ue-
clun I.H.lstantes en sus Lmnildcs l10gares que, por elmús
lcn·c resentimiento, meditan ú la calladt\ la muerte tlo
sus propio~:; amigos.
LXXXI.

Pero los Celos han huido : sus banas, sus cerrojos, su


escuúlitla centinela, la dueiia sesuda y gra>e,- tot1o lo
qtw RuLleva. las almas generosas, lo que la Senectud
ridícula consideraba. como precaueion más ó ménos
eficaz cont.m los peligros del mundo, todo ha desapare-
citlo con la pasada generacion. Antes de haber estallado
el ,·olean de la. guerra, ¡, qnó mujer tun libre como la
espaiiola, cuando, prendido en t renzas el cabello, se
dab<~ ú triscar sobre la. verde alfombra, mien tras ilumi-
naba el alegre baile la. Reina. de la Noche, fasorita de
las almas enamoradas 1

LXXXII.

¡ Oh ! más de una. n.'z habia. amado Childe IIarohl, ú


~;oiiatlo que amaba, puesto que el éxtasis amoroso uo
pa:;a de ser nn sueiío ; pero ahora su ·caprichoso corazon
e~;taha como inSe11si_ IJlc, porque no IJaLia. bebido aun en
1:1. fuen te ucl oJyitlo; y tlcsdo poco antes tenia prua sí
que el <lon m(ts grato del amor consisto en sus alas. P or
mny lH~llo, jóYen y dulce que parezca, siempre en el
colmo do sus inefables n'gocijos hay un dejo amargo
qnc inficiona. sn manant.iul y cflparco su ,-eneno sobre
lal! fiot·es.
LXXXIII.

Ko estaba, sin embargo, ciego :'L las g racias do la.


hcrmosnm: sen tia. su inttnjo, pt•ro tal como suele !';Cil-
tirlo el homhre cuerdo y furmal. Y nó porque la. Filoso-
DE CHILDE HAROLD. 35

fia. se hubiese digna-do nunca fijar su casta. 6 imponente


miraua. eu una cabeza como la suya; sino porque la.
.. l>m~iou, ó sucumbe en fuerza uo sus propios extra,ios, ó
desaparece do uua vez; porque el Vicio, que por sí
mismo cava su tumba voluptuosa, había enterrado mu-
cho tiempo antes y para siempre, todas sus esperanzas.
Víctima ele malogrados placeres, uua negra aver:sion
hácia ltt vil1o1 habia impreso en su marchita frente la
fatal sentencia de Oain elmaltlito.

LXXXlV.

i 1
ConLentábase con obscn·ar, sin mezclarse :í la muche-
dumbre, siquiera. no nese ú. los hombres con el óilio uo
un misántropo. Hasta hubiera. tomado parte tle bucn:J.
voluntad en el baile ó en el cauto ; pero, i quien potlr{L
..... sonrcir:;e cuando se sieute abrnmatlo bajo el peso de su
destino 7 Nttlla de cuant.o Tcia. en torno suyo poc1ia miti-
gar su tristeza; y con wtlo, cierto <lia, probó Cltiltlc :í.
t~acudi r <le sí al demonio qne le aeO:)ttbn., y scutatlo con
aire ponsati ro en ol retrete tlc unv. hcrmosn. clama, se
en t.rctn \'O en improvisar e:~to canto, tkdicado :í. unos
atraclinls t;\n inll.'rOl;ant.es como los •tuc le haiJian cau-
1i nHiv l·ll 1iumpos ma:) felices :

A IN ES.•

Noí, nu B<mt·iu.~, Yiemlo mi tétrico ~cmlilanle.


¡Ay! Nnnca yo de tHtc,·o po•l,.ú ri~nciío estar;
1\[aa no p<mnitn el ciclo r¡tte llot·cs nlgun tlin,
Y IJ.IIC uiugnnt> Cttjngnc lus l (t¡¡t·i mu~ qni7.ÍL

• J.::•tn rnmpo~ition, 'Jite rc~¡tim !:111 t.owlrt v lcrrilJlc lllclmwnlia


ocupa el luh'llr ¡Jt·imiri,·:uucntu olc~tiundu ¡oo r el poeta ;, las :uljuuu•;
.-strvrab, tam\>ien escritas en alalian~11 de nncelras c•paitOht~<:
J.
¡ Ob! nnno me h.&lJh.+t )"!\ del tr\"tte cUm:1
He mi Ucrr.1 u:tl41. üc ,u..s bdJ:~dta.
¿~llll,toCh ,·tstn, t·u~l rn. 1~ 1u.•nuo"" G:ul~
r sus h!j:4 d ., 3..~Jll"CI O t':lC::\nlt\dOr ?
36 LA P BREO RI:VACIO:V

n.
En Ynno me pregnntae qnó torcedor oculto,
Quo asi YO. corroyendo placer y jn,·entud;
En vano, pues conozco IJ 'le en esta pena mhl
Ni aun puedes consohu·me tú miama, con ser llí.

111.
No es el nmor ni el ódio; ni turban mi memorin
H onores mulogrados de ftítil nmbiciou;
No es eso lo qne siento, lo q nc Íl llejur me obli¡¡n
Lne prendas c¡ne mi almn lcuin en múe valor.

IV.
Es ellt:-dio qne brota cuanto á mi pni!O encuentro,
Cuan lo en mi oído tiiiCDil, cuanto mis ojos \'Cn,
Ya para m1 no tiene prestigio hl bcrmoaunL,
A peuae tus miradas me inspiran iutercs.

No tiene, n6, b gadlllln:> "lr¡¡en


Ojos ntulc.. ni cnucllos rojos;
Mo.s ¡cuánto ous C\bellos y sus ojos
J...os liUpcr:m e o grnc1t\ y en C()lur!
JI.
Ell:> al elel" rob6, eu•l Prometeo,
L:\ \'h":\ luz. que, {L eu pc.snr ae:\tiO,
Lntre JK-~l!lilns mi"wltes de r:L$0
Dc-tclb ~~~ ~upll~ •In cel!:\r.
1· al \"C.r como reilt:llan por su (rente
!iu8 lll'hl'f'Oif rito~ eon rton:\lrc tnnto,
l'"arccc. qn~. scn:~iblcs ü. au encnnto.
J>n:-tcnltcn e."'.\ frcutc tlC.'\rlcinr. 1
111.
T arde In ln¡:lcs.~ 1\ nucttro or••n :!C rinde,
Y, ul :m u rcndhl.:t, Miento con temu~;
Y :o~t ¡Jt:tcc (~ la ,-L.;ta. au hcrmtun1r.1.
~r uctw iu_,.J:..tc MI l:lh1o cu l'l 'leSthm .
l'~.·ro, luu•l,l:\ t.aju u 11 sol tlo fucgr.,
8it.•tulu t-1 ;unur 1'11 h:y, :-11 iUcla:\ R•t1a,
SI e l C'Jtlt7.un os rinde ttO:l c..,p:tiíola.•
¿ Quli:n en el munt1o os •m:u:, l:m hlen?
n·.
Nn ~ahr r¡u~ t!' flrC'lnn: no,~ 1h ld1:1
\ "i,mlo h.:llahbr ;, tlui,·u :olllf•r 1.\ urr...,-c;
1-"i :11u11r ,.l··ule Ít ''1 \'\'1., t. t-l u h•,rn•l.'\',
='n n-...cr\"1\ tl hllJJlll ... •t natnr.•l.
DE CHI LDE HAROLO. 37

v.
Ee In moruu tristeza, sin tr~fl\Ul, ~in nlh·io,
Que del Jt1tlio errante pnnzabu el corazon.
No lmepondrii. conllllgo los lindes de lu muerte,
?úus antes¡ ay! no espero que aplaque su rigor.
VI.
¿Cómo huir de sí mismo quien dcster1-ndo pcnn. 1
D o quicr que vaya-lejos-del mundo en el contin-
Aili wmllicn me aigues, azote tle lu vidnl
Demonio·peueamiento, tuml!it:n te sufro ulli !
VIl .
Otroe npnran ébrios la copa del deleite,
Copa que yo desecho, caurodo ele gozar.
¡Oh! puedan en l!uen boro seguir u.11i 80Ünndo
Y, como yo á lo ménos, no despertar jumus.

Y tiene. un eorar.on que, cuando lt\te,


Es lu¡¡énuo y cordial cu 8\1 lnttdn ;
Y nuoque al vU interés nunca vandh1q,
¡Os ~ron tanto y con nrmeu tnlt
V.
Jlll nnncn In c.spnflnta cOAmomd~
t'ou fingida ~,uh•e7. os a~ tormento ;
Que solo :mheJn critico momen\o
En que pro\l:lros 5U cutr•il•blc r~.
¿ A mrmu."\ á su ¡mtri:a tl cn~mtgo?
Ella 31 peligro con \olor &e l>nt.•.
Y :1rm:ub lurb. !tosta lop:~r vtns!lnr.•.
Cuando morir á qulen !ldun ,.~.
VI.
Que ¡. In lut del crepúsculo thuln<:\
Muestre su ¡:nrbo cu el jo••l3l bolero,
Que n1 C$pañol ó n.l {lr3bc. guerrero
Celebro 5. in. gullnrm en &u c:\nelon;
y,. recorra las cucu tM del ros~rlo
Con au• dcdOil tornitt\lcs de nieve :
Yn en ~1 t•mplo de Dio•, á Dio• eleve
E l blnmo virginal de In omdon.
YJl.
Siempre bcehic""' más y m{,, no C:! d)do
Vcrl:> un!l ,... sin au•plnr por flln.-
C:olle. puo.., la mlijcr que, m~o"" bcll:~.
Juzp delirio su :omoro!O l\fon.
Pnt\J!n." y rneh11K cnt)'.:tr\·. f\1\ ,.,,.('n
11('U \,t•\ll.h1C"' \' th:n: IO:t'f-Yi t fu ft•.r-
Nltt!..-11H., ••U t.·li.,:¡. J•U(";I"" l•ft t.~l rulu,
_.,,n I:L" th· Ci\•111. (1•UJJ•C:Hr Jlf•tlmn'
38 LA PEREORINACJON

VIII.
De un clima en otro clima vagnr es mi destino,
:II•irtir tic mil recuerdos con quu luchando voy;
X qnédame, entre 11lnto, pur riuico consnelo
Saber que ya no cabe mus intimo dolor.
IX.
¡ Y qné dolor· es e~e 1-)l'o mírs me lo prcgunteij;
Deja po1· O ios que ocuiLo p<H·pótnamcntc 11~tó.
Sonríe-no de•cubras el cor111.0n del !Jombre,
l'ort¡ue ,·e rus hirviendo todo un inlicrno e n 61!

LXXXV.

¡ Auios, bella. Cátliz ; un prolongado arlios! i Quicu


potlrtí. ol ddar b gloriosa tlefcusa qnc ha,n hccbo tus
mnrallas 1 CLtantlo la. mmhtnza. penetró en todos l os
ánimos, tú sola. permancci:sto fid: la. primera en sc.r
libre, ht última en ser dominada. Y si en mctlio <le tanto
mal, tlc tan duro conflicto, so ha <lonamado en tus calle~:~
sangro cspaiiula, un traitlor • fné la. únict1. víctima llel
mot in : ar1ní t.otlos fttcrun noble¡.¡, ménos la Noblcza. ;
nadie aceptó <le buen gmdo la:s úatlcna:> tlcl Yenccdor,
Cxúcplo la. tl<'gencratla Uaballcrin..
L XXXVI.

'l'aleH, 8spañ•t, son t.us hijos; y ¡ IJHÓ destino tan sin-


¡;nlar el tnyo! H omhrcs que nnnra. fncron 1ihreR, com-
baten por la. liberta•!; un pneblo :í. quien han privado de
:m rey, combate por u11 Estado sin vigor, cx{Luimc;
miontra~> los magmttcs huyen, los vasn.llos esgrimen la:s
armas, li.cl c:-; ñ. los mismos esúhwos de la 'l' raicion;
am¡ultc:; lle nn pa.i:; á. qnion no dubon mal'! que la. vida,
<•l Orgullo les enseñad camino ele la Libei-tad; venci-
dos, cmpcimn de nnevo ht lid, y "¡ Gucrm !"- g ritan
lothvia- " ¡ Uucrm á úttchillo! "t

" n .,n l•'nnwi<ro ~ohmo, rapiran¡.rcn('r.ll ele ¡\ ndalncia, ase.>inado cu


Cádit., 1"'" ~u~pccha de lruiciuu, d :!'J tl..o IIIU}'<l de ll'lolJ.
1 ¡' (} ,,~,.,·u rí ,..,cl<ttlfl! Palalo r,\>1 d el ¡¡enemi l'alafox en respuesta ú.
lw• olt• " l'a~ .1· ~·upirnlal'ion" '(11<: 1.., cliri~j(, el fnntrC:,; LcfulJnt', t'U
rnrclrc) ele la~ rumn~ de 1:1. inm<mal Zar~g-01.:1.

l
-----------~....

DE CHILDE HAROLD. 3!)


LXXXV U.

Vosotros, los que querais conocer mejor á. España y


6. los españoles, leed la historia do su saogrieut.a lucha:
todo aque1Jo de que es ca.pa:G la implacable Venganza
para. tlauar á un enemigo extraño, todo está allí ¡mesto
en accion contra la vida del hombr~. D eslle la brillante
cimitarra ha-sta el alevoso puñal, no hay arma de que la
Guerra no eche mano para acomodarla á sus necesidades.
¡ Así pueda el español salvar del peligro á la hermana y
á la esposa ! ¡Así baga correr la sangro <le su mal<Ulo
opresor ! ¡ Así reciban tales enemigos el más atroz
escarmiento!

LXXXVIII.

L Hay una lágrima de piedad para los muertos 1 Pues


t ended la vista por la asolada y humeante llanura; mi-
rad esas manos tintas en sangre do mujeres asesinadas;
abandonad ú. los perros la dc!ima insupult.a, para que
su cauúvor quede luego ú. merced do los buitres; y aun-
<lliC sea indigno cebo para la:¡ rapaces :n•es, <l<.'jad que
los emblanquecidos huesos y lns manchas indelehh•s do
la sangre indiquen por largo tiempo á los ojos espanta-
dos el lugnt· del campo tle batalla. Solo así pollran con-
cebir nuestros hijos los horrores que hemos presenciado.

LXXXJX:.

P ero ¡ ay ! que la terrible obra no ha llegado todavía


á su término; los Pil'ineos vomitan uuovas legiones; el
horizonte se encapota más y mús; la. lucha no estú.
apenas comenzada ; nadie e~:~ capaz cl«l traslucir su fiu.
Las naciones abatidas fijan sus ojos en Espaiia; si Es-
paña recobra su libertad, potlrá. libertar tamhien ú. más
pueblos que los que un din. estu ,·ieron sometitlos al do-
minio lle sus crueles Pizarros. ¡ Bxtruiia relribnc:ion! El
presente bienestar tle Colomhia csl ,¡ repar:uulo las veja-
ciones sufrit1as por los hijos de Quito, mientras el Ase-
sinato desgarra sin piedad el seno de la madre patria.
3.
40 LA PEREGR IKACION

xc.
Ni toda la sangre vertida. en Talavera, ni todos los
prodigios de la batalla de Barrosa, ni los cadáveres de
que quedó sembrado el campo ele .Albuera, han podido J
asegurar:~ E spaña la conquista de sus derechos. ¡,Cuan-
do volverá. n ftorecer en su suelo la OliYa de la paz 1
t Cuando poclrú. respirar de sus mortales fatigas 1 ¡Cuan-
tos dias de incertidumbre habran de sepultarse aun en
las tinieblas do la uocbe, antes que el francés usurpador
abandono su presa y que el árbol exótico de la Libertad
se aclimate en la Península !

XC I.

Y tú, amigo mio,•-ya que tm inútil dolor brota de mi


corazon en esto momento y viene (~ mezchwse con mi
canto-si tú hubieses caitlo honrosamente en el campo
de ln\talla, el Orgullo podria contener el llanto basta ele
la misma Amistad ; pero ¡ mol'ir así, oscuro y sin gloria,
·' olvidado de todos, excepto de mi corazon solitario; mez-
clarse tus incruentos despojos con los del ostentoso
guenero, cuando la Gloria corona tantas frentes m6nos
digna,<:; ! i Qué bas hecho tú para descender tan pacífi-
camente á. la tumba 1
XCII.
¡Oh, el mó.s antiguo y más estimado de mis amigos,
querido á un corazon en que ningun afecto babia que-
dado tan viYo como el tuyo ! Aunque perdido ya
para todo el resto do mis aciagos días, <léjame verte
aquí al trnvcs de mis ensueños! L a. Mañana. renovará
en secreto el llanto mio al despert.ar el sentimiento de
mis dolores; y la Imaginacion se cernerá sobre tu tran-
quilo féretro, hasta que mi frágil cuerpo vuelYa a] polvo
de que salió y descansen unidos en la huesa el amigo
llorado y el que le Hora.

• El honomble ,Joun Wioglield, oficial o.J e gmtrdias, que falleció de


una calentnrll en Coimbl'a.
DE CHILDE HAROLD. 41
xcm.
He aquí una parte de la pcregrinacion de Harold.
Al que deseare saber más de nuestro Peregrino, no han
de faltar! e noticias suyas en lo adelante, si acaso el autor
de estas rimas puede scgnir emborronando papel. t So-
bra ya con esto 1 No digas tal, crítico severo! '!'en
}H\Ciencia, y ya llegaras á enterarte de lo que Harold ha.
vjsto en otros pnjses á donde lo condujo su destino,
paises quo contienen los monumentos de otra época
remota, allá cuando Grecia y las artes g1·iegas no ba-
bian sufrido aun la presion de bárbaras manos.

FIN DEL CANTO PniMERO.


"'"' -

CANTO SEGUNDO.
OANTO SEGUNDO.

T.

¡Ven, bija del Cielo, l a de los ojos azules !-Mas


¡ ay ! que nunca has inspirado tú los cantos de ningun
mortal.-¡ Diosa ele la Sabiduría! Aquí fné tu templo,•
y aquí subsiste to<lavia, pese i la guerra y sus estra-
gos, y á. despecho tambien del 'l'iempo, que ha hecho
cesar tu culto. P ero aun peor que el hierro, las llamas y
el trabajo lento de los siglos es el tenible cetro, la do-
minacion horrenda de hombres que nunca. han sentido el
sagrado entusiasmo en que se encienden las almas cultas
al pensar en tí y en tus escogidos.
H.
'
¡ Atonas, ciudad nntigun. y veneranda ! i Qué se hicie-
ron tus hombres fuertes, tus hombres do grande alma 1
Han desaparecido como ténue resplandor al través do
los ensueños de lo pasado. Los primeros en recon er el
camino do la."Gloria, sobrepujaron á todos los domas,

• El AcrópoHs-uno de !011 siete bm·rios principales en que estaba


dividida lu rmtigua Atenus-fué destruido por In cxplosion de w1 pol-
vorín duronte el asedio de aqneHn ciiHind por los venedanos, eu 168i.
Alli es donde yace en ruinas el célebre tcn•plo de!Hcndo ú :Miner\·n cou
el nombre de PartltcJto~t.
46 LA PERI::OIH ... ACIVN

pam humUrse tlespues en In nndn. i Y á eso se reduce


totlo 1 ¡,á 1m cuento <le niño de esencia, r~ una hora de
admiration 1 En Yano se lmsca aquí l a. espada. del
guerrero, la Yesticlura del sotista; y por encima. de las
t1cmolit1as torres, lmmeclecillas por la n iebln tlc los años,
está vagando pálida la. sombra del Pucle1·.

m.
¡ Ilombre de un tUa, lcYántnte ! ¡Acércate aquí, Yen!
-pero respeta esa urua indefensa. Contempla este
lugru· -sepulcro de una naeion, moracla de unos dioses,
en cuyos altares no brilla ya ni una sola luz ! P orque,
· basta los dioses tienen que sucumbir tarde 6 temprano.
A cntla r cligion le llrga. su vez : nycr la. de Júpiter-
hoy la de Mahoma- y otros t.i empos trneran consigo
ot ras creencias, hasta. que el hombro llegue á entender
que en va!lo hace lmmear el incienso y correr la sangre
do lus víctimas ; pobre hijo tlo ln Dnlla y de la Muerto,
cuya esperanza tiene por cimiento tlóhiles cañas.'~'

IV.

Atado i la tierra, l eYanta sus ojo. al cielo. -i Pues


no te hasta, desgraciado, 110 te ba:;ta saber que tú eres?
¿ P or v<:ntma es la villa un don tan preciado que te
hnga desea r una Yitla nueva. mas all:l. ue la tumba, y
tlirig ido Rin saher á tlóulle, no impcwta. tí. qué r egion,
huycmlo así tle la. ti ~rrn. y rcmontftndote hasta. los
ciclos ? ¡,Y mm soñaras con penas y regocijos futmo!l 7
Contempla esas ccuizm;, pésn.Jas en tu propia mano
nul cR que vuelc11 arrebatadns por el Yiento : esa urna
mezquina es por sí sola más elocurn te que cien y cien
homilías.

~ " En l:Hte •íglo de hípocr<'~ín, rnnndo el pnrilnno ,. el sacerdote bnn


cambímlo •le lu¡:ar, cn<uulo cltl~s,·entunuln t·:\titlít·o ·tiene c¡ne ¡>lll'I-'Rr
ltWI ¡ocl1HluM de"h' padres bUI!tn ¡.ccnl'ntríoncs nuwho mlís remohll! de lo
1111c n~ •lírc 1:l ;\(and.'lmicnto, la opiníont·tooítícl:~ en estas elstrltfas será
ímlu•lnltlcllu:mc uhjcto de tuíllt tic 1111 th'~ltrt:dntÍ\·o Jlltlltema. P e ro t6n ·
f.~tec ¡n·('~ctttc que sn fondo reByira el t:xceptíciQuto del almtinlicuto, uó
íld Cot:nrnio.'· ( Byro11.)
OE CHILDE HAROLO. 47
V.
Abre si nó el augusto sarcófago del Héroe desvane-
cido, que duerme el último sueño all6. en la ribera soli-
taria: cayó, y las naciones n. quienes arrastró en su
caiua, vinieron 6. llorar en torno de su cadáver; pero de
tantos y tantos seres entristecidos no queda ya ninguno
para consagrarle siquiera una lágrima; ni hay un solo
guerrero amigo que vele por él en este paraje, donde se
apat·ccieron semidiosas, como nos cuenta la traclicion.
Ooje ese cráneo de entl'e los hacinados escombros : t es
eso un templo digno de todo un Dios 1 ¡Y qué mucho,
cuando hasta el gusano desdeña al fin su carcomida
vivienda 1

VI.

Contempla la destrozada bóveda, los muros ruinosos,


las cámaras desiertas, el inmundo pórtico : pues bien,
esto fué eu otro tiempo la. aérea morada do la Ambicion,
el pináculo del Pensamiento, el alcázar del Alma: lo
quo divisas al través de uno y otro agujero, de esos ojos
vacíos y sin lustre, fué donde un dia tuvieron regocijado
asilo la Sabiduría, el Ingenio, las Pasiones que no han
tolerado freno jamas. i Y puede acaso >olver ñ poblar
esta solitaria. torre, restaurar esta mausion, todo lo qne
escribieron los santos, los doctos y los sofietas 1

VII.
Dieu decías tú, sabio ateniense :•-"Todo lo que sabe·
hemos es que no sabemos nacla."-i Por qué rct.rocedcr
ante lo que no podemos evil:ar1 Cada cual t.iene sus
penas; pero el hombre pusilánime suelo lamentarse de
males que solo existen en su imaginacion. Eh! busque-
mos lo que el Acaso 6 el Dest.ino pregona como lo mejor:
la Paz nos aguarda en las márgenes del Aqueronte;
allf, ninglln ahito huésped tiene que tomar parte en el
banquete cont.ra su voluntad, sino que el Silencio nos

• Sócrntee.
.- - . -- ·- ··- .. .

48 LA PEHEGRINACION

prepara un lecho en r¡ue podemos dormir blandamente


por los siglos de los siglos.
VIII.

·Empero, si-como han pensado los más santos varo-


nes-hay al otro lado de la negra ribera una mansion
para las almas, v;niendo así por tierra ln. doctrina de los
Saduceos y de los Sofistas locamente engreídos con su
exce{Jticismo, ¡ cuan dulce seria entrcgan;c á la adora-
cion, de concierto con aquellos que han atenuado nues-
,, tras mortales fatigas, oir una y otra voz que ya temíamos
no poder oir más, ver de nuevo las sombras venerandas
del sabio de Bactriana, • del fiJ6sofo de Samos, t de
cuantos, ·en fin, se han dedicado en este mundo á enseñar
la verdad!
IX.
Allí tambien tú- cuya vida y cuyo cariño, perdidos
á la vez, me han dejado acá en la tierra para vivir y
querer en vano- tú, hermano gemelo de mi corazon ; iY
podré con>cnccrme de que ya no existes cuando tu imá-
gen está perennemente fija en mi memoria 1 P ues bien,
yo me imaginaré que a lgun dia hemos tle r eunirnos otra
vez, ilusion que necesito acariciar en la presente sol eclad
de mi alma. Con t.al que sobreviva en nosotros alguna.
parte de los recuerdos juveniles, no impor ta lo que sea
ol porvenir: en cuanto ó. mí, me bastaría el consuelo de
sabor que tu espíritu está en la Gloria.! t
,1
X.

Sentémonos en esta maciza piedra, base no qucbrnu-


t.ncla aun de una columna de mármol ; aquí estuvo, hijo
de Saturno, tu h·ono favorit-o, el m:is grandioso de cuan-
tos se erigieron en t.n honor! V eamos lo que resta de
tolla esa httent.e g rancliosidacl. T al vez no sea tu t emplo :
¡' • Zoroaatro.
t Pitú¡¡orns.
~Escrtto en Newstead (octubre de 1811 ), al saber el poeta el f•tlleci·
miento del jóven Eddleston, su amigo y condiscípulo de Can1britlge.
DE CHI LOE HAROLO. 49
ni aun la Imaginacion puede restaurar lo que el Tiempo
no ha bon-atlo siuo á, fuerza de trabajo. Verdad es que
estas altivas columnas merecen algo más que un suspiro
fu gitivo; y, sin embargo, el Musulman suele apoyarse
en ellas con la mayor indiferencia y el Griego frívolo
pasa. por aquí cantando tí todo su placer.
XI.

P ero ¡,quién fué el último y el peor de to<los los expo-


liadores del templo que se cJivisa en aquella altura,
donde Palas prolongó su residencia, como si no hubiese
podido resolversll :í. dejar esta postrera reliquia de su
antiguo poder 1 Ruborízate, Caledonia ! Fué un hijo
tuyo ! • - Inglaterra, yo me felicito de que no le bayas
dado cnna. Tu gente, criada á los pechos de la Libertad,
debía respetar lo ((Ue fué libre cu otro tiempo; y ¡pullo,
sin embargo, profanar el templo entristecido y llevarse
sus altares al trM·és de las olas, que por mucho tiempo
la obedecieron como á. pesar suyo ! t
XII.

Y el moderno Picto hace innoble alarde de haber des-


ti·uido lo que los mismos Godos, los 'l'urcos y el Tiempo
respetaron. 'l'an frio como las peiias de su costa. natal,
tan estél"il de entendimiento y tan duro de corazon, debe
ser aquel cuya cabeza ha concebido y cuyas manos han
preparacJo la obra. uc remover los tristes despojos uc
Atonas. Sus hijos, har to débiles para defender el sagrauo
templo, no pudieron menos de tomar parte en los dolo-
res ele su madre, y por la vez ptimera. conocieron enton-
ces lo que pesan las catlcnas del Despotismo.
XIII.
Y qué! i diran los labios de un inglés que Albion se
ha regocijado con las lágrimas de Atenas 1 Como quiera

" Lord E lgin.


t Alusion al templo de Júpiter Olimr,ico, del cunl subsisten aun diez
y seis rolnmnae, tOdas de mármoL-El buque que conducía aua des·
pojos á Inglaterra, naufragó en el .A,rcbipiéfago.
50 LA PEREGRINACION

t¡ue <'11 tu nombxe hubiese cleRgnrrado su seno la Yí1 1


caten·n, no seas tú quien <16 cuenta del suceso á. la Eu-
ropa rnhoriza<la; la 1·eina clrl Oceano, la libre Ingla~ 1
terra, ha podillo arrebatar :í un pnis <¡ue toclada está 1
maunnclo sangre, sus últitnos 1rh;tcs despojos; sí, la
nncion cuya generosidad hácia .el drsYalido tanto enea· 1
' '
rece la fama, es quien cm1 mano tle harpía ha echado
por tierra unos restos que ni la envidiosa Vej(lz habia.
osado turlJar y <tne hasta los tiranos llnbiau dejado
¡
aubsistir en pié.
1
XlV. '

t lJóndo, oh Palas, cstnba tu égida, qitc hizo tencrso


ú. ¡·aya al feroz Alarico y su grey devastadora 7* i Dónde
estaba el hijo de Peleo, á qnien el Iufieruo tenia esclavi-
zauo en aquel fum~sto <lia, y cuya sombra terrible logró,
sin embargo, abrirse pal'o hasta el mundo de los Yivos 1
¡ Pues qué 1 i no podría Plut.on dejar que el héroe se
apareciel:ic de nue\·o, para obligar al scgumlo expoliador
{~soltar su presa~ Y nó que el ocioso Aquiles continuó
vngnlHlo por Ja E stigia rihera, en YCZ de acudir á la
defensa de unos muros que nntiguamcnte se complaciD
en })roteger.

XV.

Solo un corazon de hielo podrñ contemplarte, ¡oh


Grecia llermosn! y no s<>nlirlo que l'!icnte el enamorado
junto tí las cenizas llel objeto de su amor; solo unos ojos
csl(tpidm; poclrún >er sin derramnr lrtgl'imas tus muroP
tllHIIOiitlos, lul'! antiguos t.<>mplos tle~pojatlos por manos
ing-)c!;a¡;, c:nnndo debieran haber proh·gido tan preciosas
rcliquiUl!, cuya pérdida es incpnrahlc. ¡ ;)lal haya la hora
eu que salieron tlc sn isla pnm hacer s;mgrar de nueYO
1n st·no mala ,·entttratlu, para arreiJa tar á tus desolados
tlio~es y trasladarlos al otlio~>o <:limt~ del Xorte!

• CuíinhtFe que In presencia de Miner\'U y A<¡uilee hizo nleJnr;;e del


,\c·rópoliv al rey godo AJarico.

J
01'1 CHILOI'l HAHOLD. 61
XVI.
Pero, i qué fué de Harold 1 ¡, podria olvidarme de
guiar á nuestro taciturno viajero al través de los mares 1
No participaba á. la sazon g1·an cosa ue
cuant{) aflige á
los dcmas hombres; ninguna mujer querida elthaló en
su presencia fingiuos lamentos ; ningun amigo tendió la
mano, en sei1al de despedida, al frio extranjero que iba
á partir para otras tierras. Duro debe ser el corazon que
resiste al influjo de la hermosura; pero Harold ya no
sentía como en otro tiempo, y así no le costó ni un sus-
piro el ausentarse de aquel pais tan ailigido por la guerra
y el <:rfmou.
XVII.

Todo el que haya surcado la azul superficie del mar


debe haber presenciado alguna vez un delicioso cspec-
t.ítculo : cnando sopla favorablemente la fresca bl'isa,
hínchaso el blanco velámen y la gallanla fragat-a niende
con ímpetu las olas ; e~ la derecha, un bosque de mástiles,
las tones y la playa de c]ue uno se va apartando; :í. la
izquierda, el pi61ago Lcuditlo y majestuoso ; las naves
del convoy extienden su vllelo 'á modo de cisnes &ilvM-
tres, y hasta la ménos velera marcha con toda r apidez,
tan dócilmente ae riza el agua bajo las cmt.Mtea proas.
XVIII. '

Y abordo no parece Rino que eRtamo¡; dentro de una


ciudadela. Los cañonc8 bieu guarnido~. la rctl de com-
l¡ate • :i punto, la ronca voz de mamlo, el fuerte zmn-
hido de la maniobra cuando, n una sciial dada, !'C llenan
do gente las altas cofas. Escucllatl el alegre damor<:o
con que lo· marineros contestan al silbido del contra-
l'naestt·o, t'll tanto que el cablo ya dcsliznndose do mano
en mano ; y Yeu en :m puc.!sto al imberbe guardiamarina,
que grita. con tot11~ la fuerza de l!us pulmones para

• "Red d~ cnm¿ntc: h< quo se tirndo hol'i7.0Hhllmente ~nhre ti :olci•-


~ar, snjclu oí luA joín·inH de nntyo•· y mePaua ÍL una :llrura rt:J:!IIIar, y
bin·c ¡n1ra detoner lo8 rnotoncH 6 cuulquicru otra co~u quu caign de
nrriba en u u coml>ute." ( 1Jiccionario mar·i lww.)
52 LA PEREGRI~ACIO~

aprobar 6 reprentler, y que n6 por ser tan mozo deja de


guiar con acierto á la dócil tripulaciou.

XIX.

En el puente, <1ue cst:í. limpio :í. mtís no poder y lu-


ciente como m1 espejo, so pasea gravemente el oficial
do guardia. Allí lo. primera cámara, sagrado y exclusivo
alojamiento del capitau, quien se adC'lanta con majos-
tuu:;o continente, sin desplegar sus labios, é imponiendo
temor á totlos : rat·a "ez dirigirá la palabra ó. los que
estan (L sus ún1cnes, si 'luierc conservar en pié aquella.
rfgida l;Ubordinaciou sin la cual nuncl\ será posible el
triunfo, la gloria marcial; á. bien que los Bretones no
suelen eludir las leyes, por duras que sean, cuando
tienden á aumentar su fuerza.

XX.

Vuela, vuela, ráudo viento; lleva adelante nuestra


quilla, hasta que el sol l1aya ocultado en el horizonte
sns últimos rayos : entonces tendrá que amaú1ar sus
velas la capitana para que los bajeles rezagatlos puedan ·
sal vo.r el espacio c1ue les lleva de rentaja. ¡ Triste afan !
¡enojoso retardo ! ¡ D esperdiciar así la excelente brisa
Y.lle corre solo por unos cuant~s barcos perezosos,
cuando hubiéramos podfdo avanzar tantas leguas antes
de htcir el nuevo dia.! ¡ Flotar inactivos en una mar tan
propicia, aguardando ~Ll pairo ó. Remejantes leños !

XXI. 1

LtL luna lH~ salido : ¡hermosa noche por cierto! Lar-


'1
l
gos nuHlalcs de luz se ~xtienucn sobre las trémulas
ondas : ahora es cuantlo en tierra se dó. ó. suspirar el'
manceho y á creer en el amor la doncella : ¡ tal nos está
rescrntdo :í. nosotros para el dia en que allá volvamos!
Entro tanto, la impaciento mano do algun rudo Arion
despierta la vigorosa armonía. con que se complace el
marinero ¡ en torno suyo forman un círculo los alboro-
zados oyentes, 6 bien se ponen á bailar al compas de
DE CH ILOE IIAROLO. 53
alguu tono conocido, y con tanto desenfado como si
todavía estuviesen en ticna, dueños de moverse :í. sus
anchas.
XXLI.

Obserrad, al tra,·és del famoso estrecho de Calpe, las


escarpadas riberas que lo ciñen: Europa y Africa se
contemplan una á otra; la patria. de las vírgenes ojine-
gras y la del atezado moro aparecen iluminadas á la
vez pot· la pálida Recate. ¡Cuan suavemente juguetean
sus rayos en la ribera española ! Al opaco resplandor
de su menguante disco se distinguen por completo las
rocas, los ribazos y las pardas selvas; en tanto que las
gigantescas sombras do la 1\famitania. descienden tene-
brosas desdo lo alto de las montañas hasta la misma
costa.
XXIII.
Es de noche, cuando la l\fcditacion nos hace sentir
que h emos amado en otro tiempo, aunque n uestro amor
baya dejado do existir: cuando el corazou, lamentán-
dose á solas de sus malogrados afectos, sin amigos ya,
sueña, empero, que tuvo un amigo. i Quien desearia
encorvar la cet·viz bajo el peso de los años, cuando la
misma J uventud sobrevive ú su amor, i sus regocijos 1
¡Ay de las almas que dejan romperse el vínculo que
las unia, porque la .Muerte tendrá ya bien poco que
destruir! ¡Feliz edatl! t quién no querria volver á ser
niño ? •
XXIV.

Así-reclinado sobre lo. b4ho. del bajel, qtle el mar


baña con sus ola);, fija In. mirada en el astro de Diana,
cuya lu7. viene á rcftcj<lr~:>e en el líquido espejo-así
olvidn. el alma sus designios de Esperanza y ele Orgullo,
y retrocede insenl'lihlcmentll hácia los aiios que fueron.
No hay cornzon tan llesconsolndo en quien a1gnn objeto
ttuerido, más qucritlo que sí mismo, no haya. posei<lo ó
posca un pensamiento y no r eclame el tributo de uua
54 LA PEREGRINACION

lágrima; relámpago de dolor que en vano trat.aríamos


de \er desvanecido.
XXV.

Sentarse en la cima de una roca; meditar en presen- •,


cia. de las aguas ó de los campos ; reconer lentamente
un bosque espeso y umbrío, donde tienen su albergue
seres no sujelos al dominio del hombre, nunca 6 rara vez
bolla.tlo pot· mortales pla11ias; trepar sin ser >istos de
uadio por la montaña intransit.aule con el salvaje rebaño
que nunca necesita redil; asomarse al bortle de un
precipicio 6 de una espumosa catarata :-eso no es la
soledad: es conversar con los encantos de la. Naturaleza,
es ver desarrollados sus magníficos tesoros.

XXVI.

Pero, en medio de la multitud, del ruido, uel contacto


ele! hombre,-oir, ver, sentir y poseer; ir vagando,
<Jiudadano hastiado del muudo, sin nadie crue nos ben-
diga, sin nadie á quien bendecir, mient.ras los favoritos
de In Suerte vuelven la espalda al Infortunio; y ue
tantos seres como nos han buscado, seguido, adulado y
solicitatlo algun día, no haber ninguno que, si nos
viese muertos, pareciese ménos risucfio que antes ;-eso
es vh·ir solo : eso sí que es soledad 1

X.XVll.

M:\s feliz es 1le cierto el piadoso cenobita, tai como el


<¡u e allií. en el desierto Athos * so suele ver, tí. la caidn.
do In. tarde, ent.regado ~ la contcmplacion soln·e el
gigautc~>CO mont.c, desde~ cual so descubren unas olas
tan azules, un ciclo tan ¡;ercno, qno no ]Hletlc uno menos
rle detenerse absorto en nquel sagrado lugar; y lu<'go,
segun va ap:1rtándose lentamente del encantador cspec-

- Mnntoiia célcllre de 1\Iacedonin, aitundu ni extremo de la renineulu


euJcidicu, cnlrc los golfos de Cooleua y ;\loole-Santo. Elé,·ase como
uoos 1,9!'>0 meU'OS aobre el nivel del mur. ( Be•cherelle.)
DE CH ILDE I:IAROLD. 55
ttí.culo, siente que no le baya cabido una suerte seme-
jante, y vuelve ti. entrar, para aborrecerle, en un mundo
que casi babia olvidado ya.

xxvm.
Pasemos por alto lo dilatado y monótono del viaje•
la via tan á menudo surcada, y que nunca deja tras de
sí la. menor señal ; no hablemos de la calma, del tempo-
ral, do los cambios atmosféricos, de las bordadas del
buque, de tantos y tan conocidos capric~os á que son
ocasionadas las olas y el viento; ni tampoco de los rego-
cijos y pesares que alternativamente suele experimentar
el mtninero d<mtro de su alada ciudadela estrechamente
ceñida por el mar; ni del tiempo, bueno ó malo, prós-
pero 6 adverso, segun la brisa arrécia 6 se calma y las
olas se embravecen, hasta que llega una mañana, y se
oye el grito de-" ¡Tierra!", y todos los ánimos reco-
bran su alegria.

XXlX.

Pero no dejamos de mencionar las islas de Oalipso,


que en fra.t.ernal union se levantan en medio del Oceano:
allí le sonríe aun al fatigado navegante un surgidero
propicio, siquiera la hermosa deiuad haya ce~auo de
llorar hace largo tiempo, esperando inútilmente en lo
alto tle sus colinas la vuelta de aquel que babia osado
abandonarla por una mortal preferida: aquf tambien
está el lugar desde donde el hijo de Ulises, inducido por
el severo Mentor, se precipitó con espantoso arranque
en medio do las olas, dejando así á la. ninfa-reina una.
cloble pérdiua que lamentar.

XXX.

Su reinado pasó, y pasuron con él sus dulces glorias;


pero no to fítJ:! de ello, jóven imprudente : ¡ cuidado !
que una mort..'\1 ~jerce aquí su peligrosa soberanía, y
pudiera set· para tí una nuevt\ Oalipso.-¡ .Amable Plo-
5G LA PEREORINAC'ION

rencia! • Si este c01·azon capricboRo y yacío de amor


pudiese entregarse alguna Yez, tí. tí !leria, solamente :í. •
H; pero, ligado por tantos vinculo~. no seré yo quien
oso tributar una indigna ofrenda en tus altares, ni pre-
tcudei· que un corazon tan hermoso como el tuyo sienta
por mi causa el más leve dolor.

X}.."Xi.

Así discurría Haroltl al fijar su atcncion en los ojos


de aquella interesante mujer, cuyo brillo no le hizo
sentir otra cosa que una atlmiraci011 momentánea. El
.Amor se mantuYo aparte, si no muy lejos: bien sabia
que su adorador habi:~. sido no pocas veces conquistado
y perdido; pero sabiendo tambien que ya no le rendía
culto, nunca probó el ciego niño á infundir en su alma.
nuevas emociones. Y cuando en este caso fué inútil todo \
su ahinco para vencerle, con razon llegó i entender el
diosecillo que su antiguo predominio sobre Harold esta-
ba desvanecido por completo.

XXXII.

Y en verdad que debió pa.rcccrle nlgo extraño á la


hermosa Florencia encontrar un hombre que, con fama.
tle suspirar aun por cuantas mujeres ...-eia, era capaz de
resistir impasible el brillo de su mirada, cuando en ella
cifraban otros, 6 aparentaban cifrar su esperanza, su
destino, su sentencia, su ley, todo aquello, en fin, que la
l3cltlu-tl pretende merecer de RUS esclavos; y grande
maro.Yilla pudo causarle que un mancebo de tan pocos
años no sintiese ó, ó.lo méuos, uo fingiese sentir aquellos
l-iei"UOS impulsos que la mujer puedo á. veces descleña1·,
pero que difícilmente excitan su enojo.

"Misfriss Spencer Smitb, cuya vidn, ni decir de Byron, fué unn con·
tinun eérie de ncontecinuentos singulures, npenns creibles en una
non:lu. l:fnbin nacido en Colllllanúuopln, donde su padre, el liaron
Hcrbcrt, em ;, In sazon embajudor de Au!tria.-" Yo be encont.mdo en
cllu una dama muy linda, muy cabal y muy excéntrica." (Carta de
Byro11 cí su madre.)
-------------------------------------=~~~--~---

DE CHILOE HA ROLO. 57
XXXI U.

Ella ignoraba que aquel corazon, al parecer de már-


mol, y á la sazon oculto ba.jo el manto del silencio 6
contenido por el orgullo, no era nO\'el en el arte de la
seduccion ; que solía tender por donde quiera las redes
de su liviandad, y que si babia dado de mano á ruinas
conquistas, solamente consistía en no poder encontrar
ninguno otro objeto digno de ser conquistado. Pero ya
no confiaba Harold en tales medios de triunfo, y aun
cuando le hubiesen fascinado aquellos ojos tan azttles,
nunca se habría asociado á la turba de sus dolientes
amadores.
L'<XIV.
~bl conoce, á. lo que yo entiendo, el corazon de la
mujer, quien se imagine que un ser tan liviano de suyo
.· ., puede rendirse 6. los suspil"os de ningnn hombre. i Qué
le importa un corazon desde el momento en que llega
á poseerlo 1-Rincle, pues, el debido homenaje al ídolo
do tus ojos, pero no te hmnilles demasiado, so pena de
servir de blanco á su- desprecio, tú y tu homenaje, por
sentidas que fu01·cn las metáforas con que te hayas
expresado : procura disimular basta la ternura, si eres
discreto : una brusca confianza es lo que más aproYecha
en el trato con la mujer: si alternativamente la enojas
y la calmas, ten por seguro que no tardaras en ver col-
mados tus deseos.
XX..'\.V.

Es una verdad antigua, confirmada por el Tiempo,-


y cuanto más uno la conoce tanto más la deplora-que,
cuando se ha llegado ú. conseguir aquello que apetecen
todos, lejos está. el galardon de corresponder á lo que ha
costado merecerlo: la ruina do la ju>entud, la c1cgrada-
cion del alma, la pérdida dí'l honor-tales son los únicos
frulos de la pasion satisfecha. Y si acaso, por un fa;or
cruel de la sueL-te, quec1an burladas nuestras primeras
esperanzas, es como uua herilla qnc se va enconamlo tlo
dia en clia y sin curarse nunca, ni auu cuando el mismo
Amor ha tlt'jado ya de halagnrnos.
58 LA PEHE ORI NACTON

XXXV I.
¡Adelante! K o malgastemos el tiempo en vanas di-
gresiones, porque aun tenemos más de un monte c1ue
t rasponer, más de una vistosa ribera que costear, guiados
11ó por la Ficcion, sino por la llf elancolia meditabunda :
aun tenemos que recorrer climas tan deliciosos como
j amas los baya .soñado la imaginacion de un mortal, ó
como ninguno de los descritos en las modernas utopías
que enseñan al hombro lo que pudiera y debiera ser, si
un ente tan corrompido supiese alguna vez aprovecharse
ele tal enseñaHza.
xxxvn.
La Naturaleza es, en medio de todo, la mejor de las
madres; á vueltas de su continua mudanza, siempre se
ostenta con semblante halagüeño. ¡.Así pudiese yo \
saciarme á su desnudo seno-yo, criatura por despechar
todavía, dado que no sea su criatura predilecta!-¡ Oh 1
nunca aparece tan rica ele hermosura como en su estado
saln1je, cuando el Arte no ha osaqo profanar sus obras.
De mí sé decir que siempre la he encontrado risueña,
así de noche como de ilia, y eso que me be dado á con-
templarla cuando ningun otro lo hacia, buscándola una
y otra vez, y ~mándola con el más intenso amor cabal-
mente en sus momentos de cólera.
XXXVIII.

Tierra. de Albania, donde floreció un I skander, •


ejemplo de jóvenes y lumbrera ele sabios : cnna. tambien
de ot.ro I skanclor,t cuyas hcróicas proezas tan á. me-
nudo hicieron huir á. sus aterrados enemigos ! Tierra do

.. Ln Albania comp1·cnde una parte de 1\.faccdonin, de Iliria, de


Cbttonin y de Epiro. Iskamler es el nombre turco de Alejandro.
(Byro11.)
t ,Jor¡;o Cru:trioln, ci R<-aniler'llei'J( (tljrfc Al~jmulro), hijo de Jnnn
CaHtt·icllo, print'ipe ele A llJ:mia. E stuvo por nlgnn tiempo ni servicio
cl€:1 ~nllnn AmuraL n ; pero tlespncR, hnlmmdo ~thjnrndo el iPiam ismo y
ahrnz;uln IH rcli~cC!nn cristinnn, se hizo imlepen<licute y llegó ú ser un
eueLHt¡I'O t nn teuuhlc pnc·n los turco~, que esto~ le dieron el sobrenombre
de "DinlJio 1Jhmco de \ 'uluquiu." .Murió en 14&7.
DB CHILD B IIAROLD. 59
Albania, déjame contemplarte-tú, ruda. nutriz de un
pueblo bárbaro ! La Cruz viene por tierra, levántanse
tus minaretes, y la. pálida Media-luna respl andece en
el tendido llano al traves de las alamedas de cipreses
que ciñen en t-oruo tus ciudades.
XXXIX.
Childe Harold continuó navegando, y pasó por en-
frente de aquel árido paraje • desde donde la triste
Penélope se entretenía en contemplar las olas : y más
adelante columbró el promontorio, aun hoy dia. célebre,
que sirvió de refugio á. tantos enamorados y de sepulcro
á. la inspimda. poetisa de Lésbos. ¡Morena Safo ! t Cómo
unos versos inmortales como los tuyos no han podido
salvar un corazon encendido en inmortal fuego 1 t Cómo
no ha podido vivir quien fué capaz ele infunclir vida eter-
na, si es que la eternidad est(~ t·eservada á las prolluc-
oiones de la lira, único Cielo á que pueden aspirar los
hijos de la Tierra 1
XL.
En una apacible tarde de otoño, del otoño do Grecia,
fué cuando Chllde Harold llegó á divisar en lontananza
ol cabo de Léucades, objeto que deseaba con ánsia. ver,
tanto como sintió l uego dejarlo. Más de una. vez babia
visitado lugares famosos por haber sido teatro de pasa-
das guerras : Accio, Lepa.nto, el funesto Trafalgar-y
ninguno de ellos había causado la menor impresion en
su ánimo; porque, nacido bajo la influencia de algun
astro remoto y sin esplendor, no so complacía. con la
nanaoion de sangrientos conflictos, de a1rimosas lides,
antes bien sentía. avers!on luícia el oficio de soldado
y se mofaba cordialmente del m::trcial aparato.
XL T.
Pero cuando vió la. estrella do la tarde remontándose
por encima. ele la fatal roca do Léucaucs, ·que se proyec-
• La i&la de Ithaca.
60 LA PEREGRINACION

taba á lo lejos, cuando fijó la. atencion en esto último


recurso de un amor sin esperanza, • Rarold se sintió ó
creyó sentirse profundamente conmovido ; y en tanto
que el gallardo bajel se deslizaba lentamente bajo la.
sombra de aquel antiguo peñasco, él seguia. con la vista
el melancólico movimiento ele las olas, y por más que
anduviese absorto, como de costumbre, en sus meditacio-
nes, parecía que su mirada se tornaba más apacible y
que so iba serenando su pálida frente.
XLII.
R aya lo. aurora, y con ella se dejan ver las colinas de
la agreste Albania¡ dibújanse en lo alto las sombrias
rocas de Su1i, la cumbre distante del Pindo, medio ocul-
ta on la neblina, rociada por nevados riachuelos y ata-
viada con multitud de franjas morenas y purpírreas: y
á medida que se disipan las nubes va haciéndose igual-
mento \isible la. vivienda del rústico montañas. Por allí
anda errante el lobo y aguza su pico el águila i allí
viven tnmbion aves y béstias de rapiña, y unos hombres
más cerriles aun: y en derredor se engendra,n las tem-
pestades que suelen conturbar la última estaciou del año.

XLIII.
Entonces por fin se sintió Rarold realmente solo, y
dando un prolongado adios á la,ts lenguas cristianas,
pudo ya internarse en aquel país desconocido, que á.
iodos causaba admiracion, pero que muchos temian re-
conocer. Tenia un alma bien armada contra los golpes
del destino : sus necesidades eran escasas; no buscaba
el peligro, pero tampoco 1o eludia. nunca. El espectáculo
que estaba presenciando era de cierto salvaje, péro en
cambio era un espectáculo nuevo, y esto le hacia sobre-
1le'\'ar con agrado las incesantes fatigas del naje y arros-
trar con igual entereza el soplo glacial del invierno y el
intenso calor del Yerano.

• El pa'r•montOI'io de L<ínl'ndes, rlcs«c rlonde ~e dice que Safo bC pre·


cipitó en el mna·, llevn el noanhre de Sallo dtl Amor.
DE CHlLDE HAROLD. 61
XLIV .
.Aquí la cruz roja-porque aquí subsiste todavía, bien
que sufriendo el escarnio cruel del circtmoidado-la.
cruz ha perdido aquel orgullo tan peculiar del mimado
clero; aquí son por igual despreciados eclesiásticos y
seglares. ¡ Supersticion impura! Sea cual fuere el disfraz
con que te revistas-ídolo, santo, vfrgen, profeta, media-
luna ó cruz- sea cual fuere el símbolo que adoptes,
beneficio individual para el sacerdote, pérdida general
para el género humano: i quién podrá. separar tu esco-
ria del oro puro de la verdadera religion 1
XLV.

Ved allá el golfo de Ambracia, donde un dia se per-


dió todo un mundo por causa ele la mujer, criatura her-
mosa, inofonsiva! Aquella babia de rizada superficie es
á. donde más de un caudillo romano, más de un rey
asiático • vinieron con sus fuerzas navales para empe-
ñarlas en llll combato dudoso, en una matanza. positiva;
aquel es el lugar en que so alzaron los trofeos del se-
gundo César, trofeos hoy deslucidos como la mano que
los erigió : t imperiales anarquistas, que 110 hacian siJ1o
doblar la suma de las calamidades humanas! ¡Oh, Dios l
i Has creado por ventura este globo para. que sirra de
ganancia 6 <le pérdida :í. semejantes juga<lorcs 1
XLVI.
Desde las negruzcas barreras de aquel escabroso país
hasta el mismo centro de los valles de Iliria, Childe
Ho.rold fn6 salvando uno y otro monte sublime al travcs
de comarcas apenas conocidas por la historia; y sin
embargo, rara vez se encuentran, ni aun en el afamado
suelo de Atica, unas cañadas tan pintorescas ; el mismo
valle de Tempe, con todos sus primores, es ménos digno
de admiracion, y basta la tierra clásica y consagrada

" Ln ,-¡~pe1-v. del diu en I]UC se diú la hntnlh1 ele Aedo, Mnrco Anlo·
nio !Jnhia.tcn1do 1i su mesa uo ménos c1ue lrece reyet~.
t Nicópolis, boy en ¡·uiMs, poco distam11 fle Accio.
62 LA PEREGR INACION

del Parnaso no poclria rivalizar con algunos sitios que


entraña aquella baja y sombria costa.
XLVIL
'.rraspuso luego las fdas alturas del Pindo y el lago
de Aquerusia; y, saliendo de la. capital del pais, volvió
á. emprender su marcha para ir 6. saludar al jefe de Al-
bania, • cuyas terribles órdenes constituyen allí la su-
prema ley, porque rige con sangrienta mano tí. un pueblo
turbulento y audaz ¡ nó, empero, sin que alguna banda
de bravos montañeses desprecie en tal 6 cual parte todo
su poder, llegando á veces hasta provocarle, al amparo
de formidables rocas, y no dándose á partido sino á
fuerza de oro.
XLVIll.

¡ :h[ontistica Zit.za! t D esde tu cumbre sombda, pe-


queña porcion ele tierra, pero de una. tierra favorecida y
santa, por donde quiera que tencl11mos la vista, há.ciu.
arriba, hú.cia abajo, al rededor ue tí : ¡ qué tintas de arco
íris ! ¡cuantos y cuan mágicos ¡J.tracti vos ofreces ! P e-
ñascos, rios, florestas, montañas, todo abunda allí, y un
ciclo del más ahul color armoniza el conjunto ue tm
modo cabal : mientras por abajo, el tumultuoso rugido
del torrente lejano nos indica el lugar por donde rueda
la espaciosa catarata, entre aquellas rocas pendientes
cuya vi:>ta asombra y embelesa juntamente el alma.
XLIX.

P or entre los árboles que coronan aquella. frondosa.


colina, cuya olevacion parec<n·ia considerable 6. no sor
por las muchas montaiias vecinas que so van desple-
gando en hileras más y más elevadas, brillan con sin-
gular hermosura. las blancas murallas del convento. Allí
es donde habita el caloyer, t hombre uada tosco en ver-

~El fa.moso tiruno Alí·Bnj ú.


t "El con,·ento y la ulden de Zitza cstltn á cuub'o horas de comino
rlc J 11nina, capital ael Bajalato." (Byron.)
f 11Ionje STiego.
DE CHILDE HAROLD. 63
dad, y que no rehusa. á nadie un asiento á su mesa; el
viajero recibe siempre la mt>jor hospitalidad Pn tales
sitios, y difícilmente se dará prisa ñ de-jarlos, si es de los
que go7.an contemplo.uuo los priu10res de la bella Natu-
raleza.
L.
Descansad allí en el propio corazou del verano, y
disfrutare.is grata frescura bajo la sombra de aquellos
árboles seculares; los c6firos más suaves 011 abanicaran
con sus alas, y podrcis aspirar la brisa del mismo ciclo :
la llanura queda allá abajo, y ó. bnena distancia.-¡ Oh 1
saboread tan pura delicia mientras os fuere posible;
aqtú no penetran los rayos abraRadores del sol, inficio-
nados por la epidemia; aquí debiera Yenir el indolente
peregrino para extem1cr á la larga sus fatigados miem-
bros, y ver con toda calma. trascurriT la mañana, el
medioclia y la tarde.
LI.

De izquierda 6. dered1a se extienden los .Alpes de la


Chimera, anfiteatro volcánico de la Naturaleza, cuya
mole oRcura. y formidable Ya engrandeciéndose más y
más {~la vista. : allá nunjo lJnreco como que so agito. uu
va11e Yiviente; triscan los rebaños, méce11so los árboles,
circulan los arroyos y el abeto t1o la mo11taiia inclina.
pausadamente su rabeza. 11liracl-allí está el negro
.Aqueronte, rio en otro tiempo <:oni'a~rado {~la t.umha 1
¡ Oh, Pluton ! si eso que <:t;tny prNwHciaudo es el infier-
no, bien pue1les torrar anrgon:.mtlo laS }11\CJ"tas uel
Elíseo, que ciertamente no ·er{L mi :-:ombm Ja que pre-
tenda entrar en él.
Lit.

Ninguna. ciudad afcll con stti' Iones ('s(a magnífica


perspccli-rn.; Janina, aunq11~ (J<Icu llisfautc, no f'c hace
Yisihlc ann, t>culta como está detrás de las colinas inter-
medias : los homhn·s son en corto número, eRcaRas lns
aldeas, raras las chozas solitaria~> ; pero las cabras pa-
cen al borde de Jos precipicios, y el pastor<:illo, rebozado
4.
64 LA PEREG RI NAC ION

en su blanca capota y apoyado contra alguna peña, ob·


serva con aire pensativo su diseminado r ebaño, ó bien
aguarda dentro de su cueva á. que se calme la pasajera
tormenta.
Lill.

t Qu6 so hicieron, oh Dodona, • tu antiguo bosque,


tu fuente profética, tu oráculo divino 1 i En qué valle
r epiten ahora los ecos la respuesta. de Júpiter 7 i Qué
huellas quedan del templo del dios Tonante 1 Todo,
todo yac9 en profundo olvido. ¡Y aun el hombre se que-
jará. de cómo se rompen los frágiles lazos que le unen á.
su fugaz existencia ! Calla, insensato, calla !- que bien
puede caberte igual destino que á los dioses : i 6 quer-
rías sobrevivir al mármol y {L la encimJ., cuando es for-
zoso que perezcan bajo una ley comun las naciones, las
l enguas y los mundos 1
LIY.

Alcjáutlose van las fronteras del E piTo; los montes


desaparecen; y fatigados ya los ojos de vex grant1es
elevaciones, descansan agradablemente en lJrcsencia del
más hermoso valle que la. Prima.vcra haya esmaltado
jamas con sus verdores. llasta en las llanuras hay be-
llezas dignas do admiracion : ya el soberbio rio, que
interrumpo 1:\ monolonia del inmenso espacio : ya los
árboles eminentes, que agitan sus ramas en tma y otra
márgen, y cuya sombra juguetea en el cristal de las
agua.s, ó bien se aclormecc á la luz de la luna en la. hora
solemne de la media nocltc.
J.Y.
Acababa el sol llc esconderse tlclr:ís del vasto T ome-
rit, en cuya cercani<\ serpeaba rugiendo el anchuroso y
~ Dntl,,ta, chulntl del l!:pirn, rodeacla de cxten$08 hosc¡ues, era el
Pnnlnario del •·nlto pclíL~~icu y 1cuia nn orúcnlo de Jcipilcr de los má11
•·(:lol.res y nnliguos de Orccin. Lu~¡•rofccias erun comunicadas por nnn
t!Htina, 1lenominndn "el ÍLrbol fati< ico ;" y la saccrdoti~a interpretab"
, ... el su~ur•·o do In,¡ •·nmns, ya el cruJ!icln ele laR \'asijas de cobre pen-
dientes dcllirbol en¡trndo, )'a el m·mllo de l:ts palomas ocnltns entre su
follnj~. tBo·lillct \
DE CHILDE HAROLD. 65
terrible La os: las sombras nocturnas comenzaban á
extenderse por todas partes, cuando Cbilde Harold, se-
gun iba orillando, nó sin precaucion, la escabrosa ribera,
columbró do improviso y á manera de celestes meteo-
ros, los brillantes minaretes de T epalen, cuyas murallas
dominan el rio; y algo más adelanto llegó á sus oidos
confuso estrépito de armas y guerreros, en alas de la
brisa que vagaba suspirando por la extensa llanura.
LVI.

Pasó por delante de la silenciosa torre del harem sa-


grado ; y al encontrru·se bajo la. espaciosa arcada de la.
puerta., so detuvo á examinar la morada de aquel jefe
poderoso, cuya elevada esfera se daba á conocer en todo
cuanto babia á S\l alrededor.· Sentado estaba. á la sazon
el déspota en medio de una pompa nada comtm, mien-
tras el patio retemblaba. con el estrépito de acelerados
preparativos : esclavos, eunucos, soldados, forasteros y
santones aguardaban á que les comunicase sus órdenes.
Por dentro, un palacio; por fuera, una fortaleza : no
paroco sino que acnden allf de concierto gentes c.le todos
los climas.
LVII.

Abajo, el anchuroso patio, en torno del cual babia.


una hilera de corceles ricamente enjaezados y gran copia
de armas y utensilios de guerra; arriba, grupos extraños
que servían de adorno al corredor; y de cuando en
cuando algun tártaro, cubierto cou su alta gorra, salia
espoleando su caballo por en medio do h\ sonora puerta.
El Turco, el Griego, el A.lhanes y el Moro con sus
abigarrados trajes, andaban nllí vistosamente mezclados;
en tanto que el solemne crugido del timbal guerrero
anunciaba el término del <.lia.
·LVIII.

Por un lado, el tosco .Albnnes, con su ropaje que no


le pasaba do la rotlilla, ccüilla la cabeza con un chal,
empuñando un fnsil ele primorosa labor y luciendo ricos
66 LA PEREGRINACION

bordados de oro ; por otro lado, el Macedonio, cruzado el


pcch~ por una. banda. roja. ; el D elbi, con su imponente
gorro y su corva. cuchilla ; el Griego, notable por su
vivacidad y soltura; el hijo mutilado de la at<lzada.
Nubia, así como el barbudo Turco, qne no se digna
hablar sino rara vez, dueño de cuanto le rodea, sobrado
poderoso para ser tratable;
LL"\:.

Y todos ellos mezclados sin confundirse. Algunos est.an


recostados en grupos, contemplando atentos aquella va-
riada escena, que so cambia á cada instante en torno
suyo; aquí reza humildemente un grave musulman;
estos fuman; esotros juegan; y mientras el Albanés se
pasea con arrogancia, el Griego locuaz se entretiene en
conversar por lo bajo.-¡ Silencio ! i No oís el sol emne
tañido nocturno ele la mezquita 1 Es la voz del Muezzin, \
que hace retembln.t· el minarete :-"¡ No ha.y más Dios
que Dios ! ¡ R ezad 1 ¡Dios es gramle ! "
LX.

Era. cahnlmente el tiempo del Ramazan; todo el dia


esi.nha tlctlicatlo at ayuno y n la penitencia; pero no bien
habia. pasa<1o In hora del crepúsculo, cuando volvinn á
pretlominar cxclm;ivnmentc lo• banquetes y regocijos.
•r otlo era entonces nnimncion y bullicio, y la. senil
catcn'n. andaba por dentro ocupada. en preparar y dis-
tribuir lo!! copiosos manjarc~; la. galería est.a.ba. desierta,
como si para. nada sirviese; pero de las cámaras inte-
riores vcnh\ á herir los oitlos una. confusa algazara,
conforme salhm ó entraban de cuando en cuando los
pajes y los escla>os.
LXI.

Nunca so oye nc¡uí la voz de la mujer: condenada á


no rigoroso nit;lamit'nto, no pudiendo apenas salir á nin-
guna ¡Hu·tc, y l:lirmpro bajo cnstolUn y cuhlerta. <.:on un
velo, la mujer entrega. {L un amo sn persona. y sn coiazon,
se aro~tumbrn {\ ,·iyir en su cárcel y no siente el deseo
DE CHILDE HAROLD. 67
de darse al mundo. Porque, feliz con el amor de su
esposo, cifrando su placer en los dulces cwdados mater-
nales-¡ cuidauos preciosos y que superan con mucho ú
todos los demas sentimientos !-ella misma sirve de
nutriz, con mayor solicitud y sin fatigarse nunca, al
tierno infante que ha llorado en sus entrañas, agena en
tm todo ú. ménos dignas pasiones.
LXII.

En un pabellon enlosado de mármol, desdo cuyo


centro so elevaba un raudal de agua viva, que con sus
bórbotones esparcía en torno la más grata frescura, y
donde mullidos y voluptuosos canapés estaban convi-
dando al reposo, aparecía. reclinado Al,.I, hombre de
guerra y calamidades. Y, sin embargo, en las facciones
de aquel anciano, en aquel rostro venerable, que rúdia.
una aparente blandura, mal podríais traslucir la perver-
sidad de su alma, los crímenes con que ha mancillado
su nombre.
LXlli.

Y n6 porque aquella blanca y lueuga barba se avenga


mal con las pasiones de la juventud; el amor triunfa de
la edad-tal nos lo asegma Hafiz, • y lo propio canta,
y es verdad, el famoso barclo de T eos; t pero los cl·íme-
nes que ensordecen i la sentida voz de la Piedad,
reprobados en qualquier hombre, pero sobre touo en el
de edad provecta, le han marcado con el diente de un
tigre. La sangre pide sangre, y fuerza es que de nn
modo sangriento termine su carrera quien de un modo
sangriento la ha comenzado.
LXIV.

Allí detuvo sus pasos el fatigado P eregrino, en me-


dio de cien y cien objetos, ú cual mús nueYo, que veninn
á herir su visto. y su oillo, y so entretuvo en ol>servar el

" Poetn lírico de Perein.


1 Aoncreonte.
68 LA PEREGRINACl ON

lujo de lo::; musuluumes; pero bien pr onto llegó á. cau-


sarle tétlio aquel espacioso albergue de la Opulencin y
la Molicie, aqncl selecto retiro de la Grandeza estr agada.
qne huye uel bullicio ue las ciudades; y en verdad que,
á ser ménos lujoso, bubiern parecido más agradable,
porque la paz del alma está. reüida con los goces artifi-
ciales, y cuando el Placer se combina con el Fausto,
uno y otro pierden su sabor.
LXV.

Feroces son los hijos de Albauja; pero no carecen de


virtudes, solo que estas virtudes no han sitlo bien culti-
vadas. i Cuál enemigo los vió jamas vol ver la espalda 1
t Quién puede aobrellevar con tanto brio las penalidades
do la guerra 1 No mayor seguridad ofrecen los ásperos
riscos de su país, que aquellos hombres leales cuando
algun trance crítico !lace necesaria su ayuda. ~[ortal es "·
en ellos la cúlrrn; lH'ro ¡ fl né firme su amistad ! Y cuan-
do h1 Gratittul ó el Valnr demanda su sangre, ·lúnzanse
denodado~> á. tlunJc quicr•t <!UO ::;u caudillo los lleve.

LXVI.

Childe Harold los vió primero en el alcázar de su


señor, aglomerados en son de guerra, con espléndido
atavio y llenos do confianza eu la victoria; y volvió (L
verlos más tarde, esttmdo él mismo en su poder, víctima
tlo un infortunio. pasajero - en una de esas ocasiones
dolorosas que aprovecha el malintencionado para hosti-
gamos con mayor afan ; pero ellos le dieron abrigo bajo
su techo y lo agasajaron mejor quo cualquiera otra
gente ménos bárbara, cuando sus mismos compatriotas
le habrían tratado con desvío-y ¡ cuan pocos hombres
salen airosos en algo que pruebe un buen eorazon !

L:\.'VII.

H ubo un dia en quo contrarios vientos arrojaron su


nave contra. In escarpada costa de Suli: todo era en
derredor desolacion y tinieblas; peligroso el desembarco,
DE C HILDE HAR OLD. 69
y mús peligroso toda,·ia. permanecer cu tal estallo. Vaci-
laban al pronto los marineros, sospechando que hubiese
1 en acecho algtm enemigo traidor, hasta que al fin se
aven tu raron ú. saltar en ticna, nó sin formal t emor de
~ que unos bomlJres igualmente maló\·olos hácia el Franco
y el Turco, renoYaseu ahora. las sangrientas atrocidades
de otro tiempo.

L.'(Vlfl.

¡ Vano temor! Los Suliotas les tendieron amigahle-


mentc la mano y, más humanos, si n6 tan atentos como
Jos esclavos de la civilizacion, les sirvieron de guia. para
trasponer las rocas y los peligrosos pantanos; y luego
reanimaron el fuego del bogar, hicieron secarse sus
húmedos vestidos, llenaron los vasos, despabilaron las
aleg•·cs luces y compartieron con ellos su alimento,
frugal en verdad, pero que así como así era lo único <¡no
ofrecer podían. Semejante proceder lleva el sello de m1a
rara filantropia- dar descam;o al peregrino y consolnr
al tl'iste, eso es una buena loccion para el hombre más
fovoreciclo de ht fortuna, y que, cuando méno!., hará
ruborizarse al malo.

LXIX.

Sucedió tambien que, cuando Cbildc llar old estaba


disponiéndose (L dejar al fin aquellas monlaüas, infesta-
ban la comarca diversas gavillas de banuoleros que lo
llevaban todo á. sru1gre y fuego ; y así, l o que hizo fué
tomar una escolta do hombres do confianza, avezados á.
lo. guerra y endurecidos en las fatigas, para atraYesar
con seguridad las dilatadas florestas de Aeamania, basta
donde el Aqucloo va agitando sus hlancas ondas y desde
cuya opuest<t márgeu se tlescubre ya la campiila de
Etolia.
LXX.

Allí, domle el solitario Uh·aikey forma su ensenada


circular, dontlc las causadaH olas van á retirar:-;o ]Jara
70 LA PEREGRINACION

brillar en paz, ¡cuan sombrío es el follaje de los árboles


que coronan la Yt:rdo colina, qne se mecen :í. meilia
noche sobre el ~0110 ÜC la traiHplil:\ había, mientras la
urisa qne mmnwrn hlanllumcnte de la Jlal'tc tlcl Oeste
viene á besar, sin allcmrla, empero, In tersa Nnpcrficio
tlo un mar azul! Allí tamhien J'CCiuiú U aroltllwspitalaria.
acogilla, y uo tlt'jÓ de conmoYerse en Jl{escncia do tan
agraciada pers¡JC•ctiYa, porque la. noche y sn calmn eran
para. ~1 copiosa fuente do puro regocijo.

LXXI.

Los fuegos do la noche re~plaJHl ecian en la llana


ribera. : el banquete hnhi<L lkgado fl su término; los
vaso~. llenos de purpúreo Yino, circulaban con rapidez
de mano en mano, y cualquiera que á la sazon hubiese
llegado allí de repente se habría. quedado atónito junta-
mente de sorpresa y e:-:pant.o; porque antes de haber "·
pasado la llora pac:íñcn tic la mctlia noche, di6se princi-
pio :í. nna tli\'(•rsion peculiar tlc1 ptüs: cada Palilwr •
echó :'1 un lado sn :.;aiJl c, y cogidos uno ú otro tlo las
manos, eslahonatlos hmnbre C(ln homhrc, so pusieron á
bailar thmtntc buen eS})acio, aullando todos á la vez un
cántico sah'ajc.

LXXll.

Ohiltlo H arold se mnutcnia, cutre tanto, á eierta. llis-


tancia, pr<'s<•ncimulo, y 11ó con tlmmgrado, la era¡mlost\
fiest·a, el rntlo. p(•ro inofcnsi\'O alhorozo 1-'Cncral; como
<tilO ciertamente rrn. lle Yer una dh·crsion semejante,
bárbara de suyo, :-:in llt•jar por eso tle ser decente; eran
de wr aqndlos rostros iluminntlos por las llamas,
aquellos ge:stos Yiraces, lns ucgro:s y brillantes ojos, las
prolongadas y áspera:.; melenas, cayctHlo en bucles basta
la ciutura; mientras el airo resonaba oon estos acentos

• Nnmhr·c .acncral do (l)<ln~ los ¡¡ol,l:ulll~ entre los ¡,-ric)(o~ v all>ancse11


<¡uc lml>lau el r·om[rico. 1::1 \'Cr-.laucr'O ~iguilicauo tfu Pulikar es mu.
cbacbo.
DB CHILDE HAROLD. 71
entonados en coro, término medio entre el ca.nto y el
alarido :
1

l, J.

¡Tambo!'! ¡tambor 1 tu redoble


Crugiendo allí~ en lontananza,
Llena al bravo de espenlutn,
P or que le anuncia la lid.
Al sentido en sus montaiins
El Ilirio, el Cbim:lriotn,
El atezado Suliota,
¿ C6mo su snngro no ben·ir 1

11.
¡Oh ! que el Suliotn atezado
Ea de valientes modelo,
Con su capota de pelo,
1"' Con su nevado ropon.
Veclle, á merced do las fieros
Su ganado nl.mudonnudo ,
Y {~ la Uamu·n bnjnndo
Como torrente veloz.

lll.

Q uien ni nl amigo perdona


Le\'"e ofensa recibida,
¿Pudiera ucnso con vida
Al enetuigo dejar 1
No depondr[• tnl venganz:•
1\Ii fusil , sicm¡ll'C certero;
Que el blanco que yo prefiero

1'
1
:Ea el pecbo de un r ivu l.

IV.

Tnmuien Macedonia en,·io.


! Sn nnnca vencido rut.'l,
! Que i1 los bOf!<¡ues y IÍ In cnzn
R enuncia por esta \'"ez.
Antes que el suble se embote
Y cese la litl sangricnlll,
Laa rojus bandas que ostenta
Mí1s rojas se hnn de volver
72 LA PEREGRJNACION

V.
Y de 1&3 costrul de Pargn
Acude el pirata osado,
Qu e fl cautivar avezado
Al pfllido 1-~ranco • está.
En la ribera dejando
L os romos y lae galeras,
A sue propina madrigueras
Irú í1 buscarlo de hoy mús.

V.
¿ Qu6 li mi el placer, In riqueza 7-
Yo (,'llnaró por valiente
Lo quo el débil solamcnt~
Puedo con oro n.lcuuzar.
Y mía se•·{¡ la virgen
Con 811 luenga caliellera;
Y ¡ cuí1ntua por vez postrera
A sus madrea dcjarun !

Vil.

Yo adoro en sus verdesaüoa


A la uoldnd. ¡ Qu6 delicia
Si con paeion me acaricia. !
¡ Cuan dulce euenn su voz 1
Vengtl, pues, ú mi presencio,
Y on sn lira liicu templada
Cnnto la fnwl jornndn
D o su pndro feneció.

VIIJ.

Uceorwul cuando Prevcsa


Sucumllió, y cl grito llc•·ido
D el vencedor, y el gemido
Do cien v1eúmns y cien.
Fuego y eangre y exterminio
Por donde quiera sembramos;
Pero nó, qno respetamos
Las grncias de la mujer.

• Frn11co, nombre genérico do todos los CUI'Opeos en el Oriento, y


aun en In Occ:mia.
DE C IIILI>E IIAROLO. 73

IX.
LQui('n dijo mii!Cricordio. 1

¡, ¿A qcién el temor arredra 1


Duro lm de ser como picclru
El s•íudito del Vi~ir.
Desde el tiempo ele! Profeta
¡ Nunca vió lt< Mcditt·lttnl\
Jefe que eu glori:l y forluno.
Hin1lice con Alí.

x.
Partió Monctnr, • y ,·clocce
G-alo¡utl>au sus corceles;
Y teml>lamn Jos infieles
Ante su enseña marcinJ,
Cu:mdo :wancen RUS Dclbies t
Luchando uiznrmmeutc,
D e !u. moscovita gente
¡ Cuo.u pocos se sahut·uu!

XI.
Sclictar, t muestra elnlflmgc
D e nuc~tro príncipe no ule;
'famuor, tu uronco redolJic
D el comuntc señal ce.
Mont<tiio.s, de donde uhom
llácia el llano clei!CCndcmos,
O triunfante~ voh·eremos,
O nunca má1111011 ,·et·<:is!

LXXIII.

¡Hermosa Grecia, ! ¡ triste re]Í(jllia de una gloria que


y·a pasó-anouauacla, pero iumortttl; gramle aun en
meuio de tu pos traeion ! ¿ QuiÓll S<.'rvirá hoy ele caudillo
á Lus diseminados hijos, para (1ucbrantar el yugo ele la
esclavitud á que por largo tiempo estuvieron avezados 1
· No ¡¡on ellos, nó, como los Griegos de otra época, como

• Tiijo de Ali·Dnjá.
t Soldados de cab:llleria ligera clel <:j~rcito tarco, que comienzan
eiemprc el ntuque.
~ Nombre delsaule del sultan, y taml¡ióln del ofidnl qlllllO conduce.
74 LA PEREORINAClON

aquellos que, ele su })!'opio. voluntad, dci'if·. if.uitlos de totla


esperanza, supieron mante11ersc firmes hasta morir en el
clcsfiladero sepulcral de las frias T ermúpilas. ¡ Oh !
i quién inflamará de nue\O tHJnel Yalor ~ene roso y, prc-
cípitándol>e de las ribera¡¡ del Eurotas, te hará leYantar-
te de la tuml><\ 1
LXXIV.

¡ Génio ele ln libertad ! 'nanclo tú te asentabas en lo.


cumJJre de Filea • con Tra!>íbnlo y su genfc i cómo ba-
bias de proYer estos aciagos tlias que cont'n, que Yan
empañamlo las Yercles galas ele tu llanura de Atico.1 No
son troil1ta los tiranos ií. que hoy está somt!f.itlo tn pue-
blo; cua lqui(•r patan puotlo tiranizarlo á su antojo. En
vez de r<.'behu-se, tus hijos no hacen sino maldecir en
vano sn sucrle, temblando bajo el látigo con que el
Turco los castiga : nacen y mueren esclaxizados : en
sus palabras como en sus acciones han dejado yo. de ser
..
1

hombres. l
LXXV.

i Cuan mudados en tollo, salYo la. forma. exterior!


i Quiéu al ver el fnego que aun centellea en sus ojos, no
so figurnria qnc su corazon arde de mle,·o con tu no
extinta llama, ¡ oh, Lihortad perdida ! 1\luehos do ellos
dan en soiiar fJile :;o acerca la hora do recuperar la. he-
rencia. t1c !;US padrrs; suspiran con afan por el auxilio
de las armas C'xtmnjeralol, y no tienen ánimo bastante
para confrnr<':-lar por ¡.:f mismos lo. ¡;nii:l tle sus enemigos
y borrar su mancillado nombre do] libro fúnoure ele la
E¡;cl!wilud.
hX.\ :YJ.

¡ Sirn·os hereditarios ! i Por vcntnra ignorais que el


hombre, l'i quiere ser libre, tiene tJUO deberlo á. sus
propios e::;fucrzos 1 La libertad es uno. conquista que

• Fil~n. d~~tlc <Ion•le so di~f1111n nn1\ hermo~a \"Í~In de Atrnn~. T odn·


\"ÍI\ t¡ucutut en pió muchas ruiuuij de CK!ít cioulml. Puó tomndn por 'l'ra·
~ibnlo notes \le In cxpulsion do i•lfltrci!tfn 'firnnoll.
l

DE C IIIL DE II A ROLD. 75
Yuestro brazo, y solo vuestro brnzo, debe llevar á cima.
i Vendrau á redimil'Os el Galo 6 el l\IoscoYita 1-¡ N ó !
T al ,·ez ellos logren abatir á vuestros opresores; J)ero
ni aun entonces se iluminaran para vosotros los altares
do la L ibertad. ¡ Sombras de los n otas, triunfad de
vuestros tiranos!-¡ Grecia! por más que tú cambies
de dueños, nunca varia tu situacion : pasaron tus dias
de gloria, pero nó tus años ele Yergüenza.
LXA\TII.

L a. ciudad ganada. al Giaour • por los sectarios de


Al:\, puede caer otra vez, rendida por la raza otomana,
en manos .del Giaour; la impenetrable torre de Serai
]medo abrirse todavía al l.<"'r nnco belicoso, su anterior
huésped; la grey rebelde de W ahab, que osó despojar
l a tumba del P rofeta de t.odos sus píos tesoros, puede
abrirse un <:amino de sangre hasta el Occidente ; })Oro
mm ca la Libortatl so dejará ver más en este malbadndo
suelo, silw que el esclavo sucederá al esclavo durante
aiios y uiios de penalillades sin cuento.
LXXVIII.

Observad, empero, cómo se regocijan al aproximarse


los dins ele penit{!ncin. E'n qne la religion prepara al
hombre tí dcf.lcargarse tlcl peso de F;HS pecndos mortales
por 111cuio de diaria alJstiucncia. y de nocturnas orado-
ncs; pero antes qne el Arrepentimiento se revist.a de :;u
cilitio, un manclato especial l1aco dedü:ar Yarios dias ó.
públicos regocijos, y en ellos toma parte cada CHal á
medida ele su deseo, pudiendo wstirse de máseara. y
acutlir :í los hailcs y nnin;e al séquito burlesco del fes-
tivo Carnaval.
L..'I:XJX.
t Y en dóntlo se celebra con m:Ll:l entusiasmo qnc df'n-
tro tlc lus muro~. ¡oh, Stambul !- tú, la antigua metró-

• Oimmr. nomlwc <·ou t¡uo los mu~ulwnnes tl~~<iynan í•los cristianos,


y c¡ue ,·u le tauto como " in lid.'.
76 LA PEREGR IXACION

poli de su imperio, dado que los turbantes profanen


ahora el templo de Santa Sofia, y que el Griego con-
temple en vano sus propios altares 1 ( ¡ Ay ! el dolor que
le agouia. totlavia. prevalece en mi canto!) FestiYOS
ernu sus antiguos tro.-allores, porque entonces ''iYia
Grecia en liucrtad; tollo el pueblo sentin. de veras esa
alegria general que hoy clia so ve ohligatlo ú. fingir; y
rwr mi parte, r ara vez habio. embelcs:.ulo mis ojos un
cspe~túculo semejante ; rara vez había oitlo nnos cantos
como los que entonces bacian retemblar las riberas del
Bó:sforo.

LXXX.

Estrepitoso júbilo reinaba tí la sazon en la playa; la.


música era asaz variada, pero incesante, y el eco r epetía
couccrtadamentc el unüonne batir de los remos y el
grato gemido do las móviles aguas. La Reina de las
mareas brillaba propicia en el fi r m<tmonto; y cuando una
briHa pasajera barría el líquido cristal, diJ·íasc que su
imú.gen, reverberada en él, brotaba una ráfaga de luz
más brillante dcsprenditla de su celeste sólio, haciendo
parecer que las oentellantes olas iluminaban la. ribera
por ellas mismas bañada.

r.xx.n.
Multitud de ligeros caiques • iba cortando velozmente
las espumosas aguas; las doncellas do la comarca se
solazaban bailando en la ribera.; hombres y mujeres ha-
hian olvi!lallo de todo punto el sueüo y el hogar, en
tant·o rp10 muchos ojos lá.nguiclos cambiaban entre sí
miradas tales como pocos corazones aciertan :.í. resistirlas,
y la trémula mano correspondía ú. la mano que blanda-
mento lo. estrechaba. ¡ Oh, Amor! ¡ jó,·cn Amor! Ceñi-
rlo con tu guirnalda de rosas, deja que los doctos y los
cíniros chm·len y cllarlen cuanto l<'s venga. á. cuento ;
que al fin y al caho, tales horas, y solo tales horas, pue-
den r cuimir ucl mal los aiios de la Vida !

• Cniqut, lo mismo que chalupa.


DE CH ILDB IIAROL O. 77
LXllll.

P ero, en medio de esa multitud de alegres máscaras


t no hay más de un corazou que late con íntimo dolor,
mcuio revelado al travcs do Jas contraidas facciones 1
Para tales corazones, el dulce murmullo del mar no
viene á ser sino el eco de sus inútiles gemidos; el albo-
rozo ele los demás no les inspim sino desazon y profun-
do desden ; y ¡ cuan odiosas les parecen sus estrepitosas
carcajadas ! ¡ cuan vivamente desean cambiar su ropaje
de fiesta por una mortaja !
LXX.'=JII.
Tal es lo que deberia sentir todo buen hijo de Grecia,
si acaso Grecia puede aun lisonjeat·se de tener algun
verdadero patriota; nó de esos que se dan á charlar de
guemt, mientras toman por refugio la paz, la paz del
esclavo, que suspira por todo lo que ha perdido, que se
acerca ú. su tixauo con la sonrisa en los labios, que em-
puña la hoz servil, en vez ele la espada. ¡ Ah, Grecia !
Cabalmente los que ménos te aman son aquellos que
más te deben, que te deben su nacimimiento, su sangre,
y la sublime genealogia de heróicos ascendientes, que
hace sonrojarse á. tu g rey degenerada de hoy c1ia.

LXXX IV.

Cuando renazca la iutrepidez de Lacedemonia, cuan-


do T obas produzca otro Epaminondas, cuando los hijos
de Atenas esten dotados de corazon, cuando las matro-
nas g t·iegas déu 6, luz verdaderos hombres, entonces y
l'lolo entonces, llegarás ú. vert.e restaurada. Mil años son
1 apenas bastantes para establecer mt imperio, mientras
1 una hora solamente puede convertirlo en J?Olvo; y
1 ¡,cuando podrá el hombre renovar su esplendor desva-
1 necido, recobrar sus Yirtuclcs y triunfar del Tiempo y
del D estino 1
1
L..'tX.'I;V.
Y. con todo, ¡ cuan bella te ostentas aun en tu postra.-
cion dolorosa, patria desheredada de los c1ioses y de los
78 LA PEREOR I:'<ACION

héroes ! El perpétuo verdor de tus valles, la nieve quo


corona tus montañas, indican la variedad do tu suelo
ftworecido por la Naturaleza. Tus altares, tus templos
se inclinan hií.cia tu superficie, mezclándose lentamente
á. una tiena heróica, surcada por la roja del rústico ara-
do : así perecen los monumentos erigidos por mortales
manos; todos van cayendo sucesivamente, salvo el re-
cuerdo de las grandes acciones consignado en las obras
del ingenio.

LXXXVI.

':l'odos. ménos tal 6 cual solitaria columna que llora


por sus hermanas, procedentes ue la misma cantera y
abatidas hoy á. sus pies; ménos el aéreo templo de 'l'ri-
toniu. que engalana el peñasco de Oolonna y resplandece
en las aguas del mar; m6nos el medio olvidado sepul-
cro del guerrero, cuyas pardas losas y espesa yerba.
desafian aun débilmente á los siglos, pero nó al olvido,
atrayendo cuando más la atencion de algun extranjero
que, tal vez como yo, se detiene por un instante, lo con-
templa y suspira.

LXXXVII.

Y, sin embargo, tu cielo es hoy tan azul, y tus rocas


son tan agrestes como antes ; deliciosas sou tus alame-
das, y vcnles tus campos, y tus olivos dan sazonados
frutos, como allá cuando ~1inerva te miraba con risueño ,
scml.>lanto; totlavia produce el llymeto copiosa y rega-
lada miel ; y allí la regocijada abeja, libre viajera del
aire de las montañas, construye su aromada ciudadela ;
y Apolo dora aun tu prolongado verano, y sus myos
hacen resplandecer los mármoles tle Mcnde!Ji. • Las
Artes, la. Gloria, la Libertud, han desaparecido; pero la.
Naturaleza conserva todft su hermosura.

• l\foute, que en lo nntiguo se llam,lh:t Prntélico, y del cual se sacó


e l mímuol pura construir Tos ediflcioR p1íblicos do AtcnnR.
DG CH ILD E HAROLD. 79
LXXXVIII.

D onde quiera. que fijemos el pié, la tierra. es fecunda


en recuerdos, una tierra santa; no hay parte alguna de
tu suelo que presente un aspecto vulgar, antes bien á
cada paso se encuentra uno rodeado de maravillas: todas
las ficciones de la .Musa parecen otras tantas verdades,
hasta el punto do fatigarse los ojos con la contempla-
cion <lo esta patria de nuestros primeros ensueños. L a
colina como el n\lle, la profunda cañada como la exten-
sa llanura, desafian cada una de por sí al poder que ha
derribado tus antiguos templos; el Tiempo hace tem-
blar las torres de Atenas, pero respeta el cano 1\faraton.

LXXXIX.

E s el mismo sol, la propia tierra; pero el esclavo, n6:


invariable on todo, excepto en el extranjer o dominador,
aquel campo de batalla donde la borda de los Persas
dobló por primera vez la cerviz bajo la espada de los
Helenos, toclnvia consorvL{sus límites al par que su in-
mensa fttma, tal como en un lejano y glorioso día, cuan-
do el nombre do ~:I:araton llegó á convertirse en una
palahra. mágica; paJabra que, no bien oida, refieja á. lo
vivo en la imaginacion, el campo, las huestes enemigas,
el combate, la victoria.

XC.

Aquí, el 1\Iedo fugitivo, con el arco despedazado y


sin flechas : allá, el furibundo Griego, que le persigue
blandiendo su lanza ensangrentada : en lo alto, las mon-
tañas : por ahajo, la llanura y el Oceano : en frente, la
.Muerte: la D eslruccion á retaguardia! Tal fué aquel
cuadro; y t qué es lo <JUO resta ahora 1 i qué trofeo
señala este consagrado lugar, en memor ia de la Libertad
riente, del Asia llorosa 1 Urnas despojadas, sepulcros
violados, y el polvo que levanto. con sus pisnllas el
corcel de un tosco extranjero.
so LA PBREGRT~ACI ON

XCI.

Y nó por eso dejará ele ncuuir el meditabundo, pero


uó cansado peregrino, 6. contemplar los restos de t u
pasado esplendor ; todavía por largo tiempo saludar á el
viajero, impelido por el n ento de J onia, la brillante
patria de los guerreros y de los poetas; todavía por
largo tiempo y en más de una region, se inflamará. en tu
gloria la juventud con tus anales y tu l cngu:J. inmortal :
orgullo del ancia110, euseñanz:l. del mancebo ; tú, á quien
Yeucra el sabio y el bardo adora, cuando Palas y la Musa
nos rc>elan su augusta doctrina.

XCII.

No hay corazou que, lejos de su patria, deje de suspi-


ra r por ella, cuando algun vínculo de amor lo liga :í ~.
sns hoga.l'es. Vosotros, los que os encontra.is melancó-
licos y aislados, venid á vivir aquí, y no podreis ménos
de embelesaros contemplando una tiena tan simpát.ica
con vuest.ra situacion. Si no es Grecia la placentera
morada del regocijo social, en cambio, todo aquel que
goce con su propia. melancolía puede vivir allí con
agrado, y apenas echará de ménos el país natal cuando
r ecorra lentamonte la sagrada ribera do D elfos, ó fije
su atcncion en las llanuras que vieron fenecer al Griego
y al I)ersa.

XCIII. ,

V enid, pues. li esta region consagrada ; cruzad en


paz este mágico desierto ; pero r espetad sus r eliquias-
no haya alguna mano incliscreta. quo desfignre semt>jante
cuadro, tan de:;figurado ya! Otro fu6 el objeto á. que se
habían dedicado estos altares : venera unas ruinas antes
veneradas por otras naciones: quedo así limpio de
mancilla. el nombre de mi patria, y así puedas á. tu yez
prosperar en aquellos lugares donde trascurrieron los
años de tu ju>entud, lisonjeado por todos los goces
legítimos del amor y de la vida!
DE CÍHLDE HAROLD. 81
XCIV.
En cuanto á t.í, que has podido entretener así tus ócios
con las modestns rimas <le este ya prolijo ca.nto, bi<'n
pronto quedará conf uudjda tu voz entre la turba do
modernos cantores más bulliciosos que tú : déjalos luchar
en buen hora. para obtener perecederos láuros, que mal
puede semejante lucha conmover un alma tan indiferente
á la amarga censura 'como al parcial elogio, cuando
estan yertos todos los corazones benévolos que podrian
lisonjearte con su aplauso; y t á quién tratarias de
complacer cuando nadie te queda á quien amar 1

XCV.

Y tú tambien has desaparechlo, tú, mujer adorada y


tan digna de serlo 1 • iú, ligada á mí por l:l. j uventud y
.· sus afectos, que hiciste por mí lo qne ninguna otra per-
sona hizo jamás, que me trataste sin esquivez, por n1as
que yo no to merecia. t Qué soy al presente 1 Tú has
cesado c.lo existir, sin aguarclar la vuelta de quien andaba
errante lejos de tí, y que boy llora por unos dias q~te ya
no volverán para nosotros! ¡ Ojalíi. no hubiesen lucido
tales dias, 6 que estuviesen aun por venir! ¡Ojalá nunca
hubiera yo vuelto, ya que solo habia do encontrar aquí
nuevos motivos de afliccion!
XCVI.

¡ Oh, mujer amante, y no ménos amable y amada!


¡ Cómo el Dolor cgoista consagra toda su atencion 6. lo
pasado y se adhiero á pensamientos que del)eria más
bien alejar de sí! Pero tu imágen seríi. lo último que el
tiempo logre arrancar de mi alma. ¡ Ol1, Muerte cruel !
'l'ú me has arrebatado cuanto arrebatarme podias : pri-
mero una madre, dcspues un amigo, y al presente más
todavía que un amigo; nunca bas descargado i nadie
tantos golpes en tan breve tiempo, y acumulados sucesi-
vamente sobro mí un dolor y otro dolot·, me han privado
de los escasos goces que la vida podia ofrecerme aun.

• J\Inriu Cbnworti.J.
82 LA PEREORTNA CION DE CIIILD E HAR OLD.

XCVH .

i Será, pues, forzoso que me lance otra vez entro la


muchctlumbre, en pos uc todo aquello qUG un cornzon
p:1eítico desdeña 1 Allí, donde la. OrápuhL ejerce su im-
pl:'t·io, doude hL l lisu, con inútil estrépito y desmintiendo
lo que siente el cornzon, unce contraerse la hundiua
IDC'jilla, para. dejar luego el débil ánimo doblemente
a.Lalido; todavla hay a.llf sonrisas que reaniman con
violencia las facciones, pura fingir el deleito 6 disimular
e] despecho, formando en ollas el surco de una futura
lágrima, ó moYicndo el angustiado labio con mal encu-
bierto desden.
XCVIII.
¡, Cuál es el peor de los males que nos aguar dan ú la
vejez 1 t Qué es lo que imprime la arruga. más h onda en ...
nuestra frente 1 El ver cómo van sucesivamcmte borrán-
dose ucl libro ue la vida todos los objetos de uuostro
cariiío, mientras nos quedamo::; solos en l a. tierra, tal
como yo lo estoy ahora. Yo me inclino humildemente
ante el Dios que castiga, en medio de corazones desgar-
rados y de esperanzas fallidas. i Corred, corred, dias
inútiles! Natla me importa que paseis, ya que el Tiempo
ba c1uorido arrebatarme tollo cuanto regocijaba mi alma,
mczclanllo mis juveniles años con las penalidades t1c la
scnectut1.

FIN DEL CAN'l'O SEGUNDO.


CANTO TERCERO.
OANTO TEROERO.

l.
Es tu rostro como el de tu madre, hermosa mua
mia l Ada, bija única de mi casa y de mi corazon ! La
última vez que ví tus juveniles ojos de cielo, ellos
mo halagaron con una sonrisa, y luego nos separa-
mos -n6 como nos separamos ahora, sino con una
cspernnza.-
D cspierto sobresn.ltado; las olas se en-
crespan en torno mio, y los vientos alzan su voz por
encima de mi cabeza: yo parto; á donde voy, eso es
lo que ignoro; pero ya pasó aquel tiempo en que, viendo
alejaTse de mí )as playas de Albion, podían entristecerse
ó alegrarse mis ojos. •
II.

¡ Otra voz en medio ele las agnal$! ¡ touaYia otra vez !


Y la~;
olas andan saltando por debajo <le mí á la manera
ue un corcel que conoce á. su gineta. ¡ Salud, rugientes
olas ! Llevadme con toda rapiuoz, sea. cual fuere el tér-
mino de mi Yiajo! Aunque llegue t\ ver el agobiado

• Lord Drron s.'\lió de lnglaterm, \10r In sewmdn y •ill.inm vez, el 25


tle alu·il do ·r8Jti, ncomraHa<lo ole \Vi li:uu l!'ll::to-hcr y Roberto Ru~.htou
-el buen sen·idor y e paje del Canto primero-de en médico el doc·
tor Polidori y de un criado suizo.
86 LA PEREGR l:-IAClO:'II

mástil cimbreándose como una débil caña y flameando


á merced del viento la desgarrada lona, fuerza es que yo
vaya adelante¡ porr1ue soy como la yerba lanzada de lo
alto de una roca cutre la espuma <lel Oceano, para bogar
arrebatada por el oleaje, 6 por el aliento de la tempestad.

rrr.
En el estío do mi ju•entud díme :í cant.ar á cierto
proscripto que anclaba huyendo do las tinieblas do su
propio corazon. Vuelvo ahora 6. mi historia, que no
hice sino comenzar entonces, y que llevo siempre con-
migo, nó de otro modo que el viento impetuoso llenl.
la nube bácia adelante; en él encuentro las huellas de
mis h ondos pensamientos, de mis enjutas lágrimas, cuyo
refl ujo deja tras do sf un surco estéril, sobre el cual
ruedan pesadamente nuest.ros últimos años, haciendo do
la vida un desierto, donde no brota ni una sola flor. '
,lV.
D esde mis verdes años de pnsion, alegres 6 penosos,
tal vez mi .corazon y mi harpa hayan perdido alguna
cuerda, drjando de es lar tmíl>onos; tal vez en vano pro-
baria yo á cantar como en otro tiempo; y, con toclo,
por más triste que sea pum mí cst.e asunto, no puedo
111énos ,]e fijarme en él; y :í trueque de que me sustraiga.
al fa! igoso en!iuciio ele mis penas y de mis regocijos
c~ois ta~, con tal r¡ ue esparza. el oh·itlo en clcrrellor de
tllí, lti<'n porlnt pnr<'ct•rmc un tanto agradable, siquiera
no hay:t de S<'rlo para nadie más.

V.
Quien en este mundo do mjscrias haya envejecido por
sus acciones, nó por su cdncl; qne haya p·c netrallo l as
profumlil1a<les de la ,.itla ha~ta <•1 JlUn to da no asom-
brarse por nada; cuyo corazon <'st6 i prueba de lns
heridas <¡ue el amor, el pesar, h1. gloria, la. ambicion {¡
la discnnlia. suele causarnos cnu el afilado puñal de
DE CHILOE JI AltOLD. 87
~ilon ciosoy agudo padecimiento¡ eso podrá decir por
r1ué el pensamiento bu:;ca refugio en las ca,·ernas soli-
tarias, pobladas llc imágenes aéreas, lle esas formas que,
á pesar de los años, permanecen inalterables en el má-
gico retiro uel alma.
VI.

No es sino el tlesco 1lo 01·ear, y de viYir por este medio


una. vit1a ruá;; int.cJJsa, lo <¡ue nos !Jaec reYestir do forma
nue~;lra::; id~as, npropiándono:-~, al tlarla, esa misma vida.
que inventamos, tal como ú. mí me sucede en este mo-
mento. L Qué soy yo 1 Nada; pero t Dt) eres tú lo mi:smo,
alm1l tle mi peusamiento! Contigo recorro yo la tierra,
obserYatlor invisible, cmbobülo eu tu e::;píritn, asociado
á tu órigen, y contigo puedo sentir aun, cnnutlo se ha.
agotado en mí mi:illlO tollo sentimiento.
VIL

P ero será bien pensar con más calma. -IIarto tiempo


anduve entregado ó. lúgubres pensamientos, hasta con-
Yertirso mi ardicnlo ~· extenuado cerebro en 1m golfo
proceloso do ficciones y de llamas; y a:¡f fuó como, no
lmbiemlo aprendido en mi juYenhtd á contener Jofl ímpe-
tus del corazon, han llegado á. enn:ncnarso las fuentes
de mi Yida. i Ya. es tardo! Y, siu embargo, no dejo ele
estar mudado; aulHJnO tothtvia In(· c¡netl<~ la fuer;m nece-
saria para ~ohrellcvar lo c¡ue no ¡n1edc euranst' ecm ol
tiempo, para nutrirme de amargos frutos, sin acu~ar por
1 ' eso al Destino.
1 VIII.
1 E nsta do esto :-abnt'a ya pasó, y <'1 encanto :-;e des-
vanece hajo el sello del :<ilendo. llarold, dellpnes de una.
larga ausencia, vuelve á aparecer por fin ¡ él, cuyo com-
í!On hubiera querido llejar ya tlc :-:e11l ir, doliente como
está. do herida¡; que no matau, ¡¡ero que no r-;e curan
jamas. , 'in embargo, el tiempo, c¡uo todo lo <·;ímhia,
habia alterado :iU alma y s u semblante <kl mi:suto uw<lo
que su edad ; porr¡nc los <liios amortiguau el fuego do la
!).
88 LA P EREGRINAC ION

mente no méuos que el vigor de los miembros, y la


copa encantada de la vida no espumen. sino cerca de su
bonle.
IX.
Harold babia apurado la suya más aprisa de lo que
fuera menester, y halló que en el fond o no habia sino
hiel ; vol\·ió á llenarla en una fuente más pura, en una
tierra m:ís santa, y llegó á. creer que el manantial era
inagotable; pero, ¡ en vano ! To<l:.w ia estaba como
amarrado á una cadena que-aunque imisible-le mar-
tirizaba sin cesar con su 1·udo contacto, y-aunque sin
ruido-le t.mia abru mado con su peso : padecimiento
mudo, pero cada vez más intenso, que le seguía á donde
quiera que dirigiese sus pasos.

X.

y
Al amparo de una fria reserva, como si no corriese
ningun })Cligro, babia r eanudado su trato con los demas
hombres. Parecíale que su carácter había adquiri<lo ya
tal fijeza, tan resguardado se creia por un espíritu in-
vulnerable que, si bien no acariciaba ninguna esperanza
halagüeña, tampoco temía que le es tu viese r eser vado
ningun pesar; teniendo p or cier to que podría, como
cualquier otro, pasar inathert.ido entre la muchedumbre
y hallar en ella com·cnientc pasto tí su imag inacion, tal
como en cxt raiios paises lo habia hallado antes presen-
ciando las maravillosas obras de Dios y de la Naturaleza.

XI.

P ero t qnién podrá ' er la rosa en toda sn lozanía y


no scnt.ir deseo de cogerla 1 t Q.uién podrá fijar la cmiosa
mirada en la mórbida y brillan te mt•J illa de una beldad
sin conocer q uc mm ca el cornr.on env<'jece por completo 1
1 Qnién podrá. contemplar la escarpada rmincncia sobro
la cual resplandece entro m1bes el astro do la Gloria, sin
probar á subir hasta <'lla. 1 A:>í llaroltl, hmzauo ot.ra voz
<.:n el torbellino del mundo, se dejó arrash'ar por él,
f DE CBILDE HAROLD. 89
ansioso de matar el tiempo, pero con m~s noble objeto
que allá. eu los dias ele su loca mocedad.

:xu.
No tardó, empero, en conocer que nadie babia tan
incapaz como él de asociarse ó. los otros hombres, con
quienes apenas tenia nada de comun. No habiendo
aprendido á subordinar sus pensamientos ú. los de otro
alguno, si bien en la edad juvenil babia estado su alma
subyugada por s1.1s propios sentimientos, libre como so
conservaba todavia, mal pudiera ceder el predominio de
su entendimiento 6.1os extraños, cuando vivia en pugna
con ellos; altivo, en meclio de su t ribulacion, sen tia en
sí mismo bastante vida. para poder pasarse sin el trato
del género humano.

Xlii.

Donde quiera que se elevaba una montaña, allí en-


contraba amigos; donde quiera que se agitaba el Oceano,
allí estaba su patria.;_ doncle quiera que hubiese un cielo
azul, un an1ieuto clima, allí podía andar errante á todo
su placer; el desierto, la selva, la grut-a, la rompiente
espumosa, eran para. él bastante compañía.; su múluo
lenguaje le pnrecia. mús claro que el mismo pñtrio
idioma, del cual ú menudo no querio. acordarse para. leer
en el libro de la Naturaleza, iluminado por el sol eu la
tersa superficie do un lago.
' XI V

A semejanza ele los Caldeos, sabia ob1-tervar las estre-


llas, poblándolas do seres tan luminosos como ellas
mismas; y la tierra y las discordias y fragilidades bn-
manas, quedaban entonces oh"idadas por completo. Y :í
haber pocliuo mantener tan alto el vuelo de su espíritu,
habría sido feliz; pero nue::¡tra arcillo. sofoca su chispa
inmortal, envidiosa de las claridades 6. que se c]c,·a,
como p:mt quebrantar C!] la;w c1uc nos retiene lt·jo:; de
aquel cielo, cuya sonrisa nos llama hácia sf.
90 LA PEREORINACIO~

XV.

Pero en las viviendas del hombre andaba. siempre in-


quieto y fatigado, siempre taeitmuo y enojoso para los
c1cmas, y con ac1uel decaimiento do ánimo que siente el
halcon cuando le han cortado las alas, él que no poclia
vivir sino en la inmensa. region del aire; entonces
voh·ia. ú. caer en su paroxismo, y para dominarlo, así
como el ave aprisionada bate con afan el pecho y el pico
contra los hierros de su jaula, hasta tcñírscle en sangro
todo el plumaje,- así el ardor de su alma comprimilla.
trataba de abrirse paso al travcs de su corazon .

}.'"VI.

D cstcnado de sn propia. voluntad, vuelve Ha.roltl á


emprender su pcrcgrinaeion, ageno üe to<la. esperanz<~,
pero con méuos tri:>teza. El mií;mo convencimiento que
abrigaba tle viYir sin objeto, de no quedarle ya nada de
este lado de la tumba, l1abia comunicado á. su desespe-
racion una sonrisa que, si uicn dcscompue.'!ta, no dejaba
de inspirarle cierta alegria, que él se abstenía de repri-
mir; semejante al marinero CJIIC, vicudo su naYe á punto
ele irse :\ piftne, se entrega frenét ico á la embriaguez,
para arrostrar así con m~nos sentimi<'Ilto el destino quo
le aguarda.

XVJI.

¡ Dctcnt.c,-porque Yas hol lantlo las ceniza,':! de un


Impcrit)! ¡Aquí yacen los despojos ele un terremoto! t Y
no est:í seualaclo tal paraje con algun busto colosal? i no
O!o;Lcnta ninguna. columna como trofeo de victorh~ ?-
Ninguna; pero la. lcccion moral nos dice así con mayor
st>ndllcz : "sea esta tierra lo mismo que fué antes."-
-¡ Cómo ba hecho crecer las mieses aquella llúvia do
sangre! ¿Y nada má:> te ha tlcbitlo el mnmlo-tú, el pri-
lTil'rt> y el último ele los campos de batalla- Victoria
gl'IIC:ntlriz tia n•yt>s 1

J
. --- - --- -' --- ·----· _.. _... --- ~ ------,

DE C HILDE HAROLD. 91
XVIII.

Y Harold está ele pié en este lugar de osamentas, la.


tumLa de Francia, el terrible \ Vatcrloo! ¡Cuán cierto
es que la Fortuna puede arrebatarnos en Ull solo instante
los dones que ella misma nos ha concedido, trasmitiendo
la Gloria de mano en mano-la Gloria, tan voluble
como ella ! Aquí fué donde el águila remontó por última
vez su vuelo á. la mayor altura, para romper luego con
1 sus s:Ulgrientas garras la devastada llanura, llevando
clavado en su corazon el dardo de las naciones extl·an-
l jeras conb·a ella combinadas; aquí vino á anonadarse
una nda ue ambician con todo el fruto de sus árcluos
trabajos, arrastrando en pos de sí los quebrantados

l eslabones de la cadena del mundo.

XIX.
¡ J usta recompensa ! Puede el Galo tascar el freno y
espnmear en las cadenas ; pero i es la tierra más libre
por eso 1 LNo han combat.iclo las naciones mas que para.
derrocar á. nn solo hombre 1 i ó se han coligado para
enseiiar á todos los reyes donde resido la verdadera.
soberanía 1 ¡Pues qué l i habrá de renacer la Esclavit.nu,
ídolo abigarrado de un siglo de ilustracion 1 Nosotros,
que hemos postrado al Lcon, i habremos de rendir
homenaje al Lobo, bajando humildemente Jos ojos y
doblando ante los tronos la servil rodilla 1 Nó; probad,
antes de alabar!

XX.

Y si n6, dejad de engreíros con la caída de un dés-


v.ota! En vano ban conido durante largo tiempo ar-
dientes lúgrimas por las mejillas <le la beldad, cuando
las flores ele Europa. caian arrancadas de raiz bajo los
piés de su fiero conquiFitador: en ...-ano, tras años y años
de matanza y despoblacion, do serYitlumbre y espanto,
so han lcYantado de concierto millones de hombres y
han podido sacudir su yugo ; porque la Gloria no es
apreciada en todo su valor sino cuando el mirto corona.
92 LA PEREORINAC!ON

una espada tal como la que esgrimió el ínclito Harmodio


contra el tirano de Atenas.
XXI.

Era de noche, y el espacio repetía el bullicio de una


fiesta ; la flor de la hermosura y de la. caballería estaba
á. la. sazon congregada en la capital de Bélgica; el res-
plandor de las bujías iluminaba multitud do bellas
damas y valientes militares; mil corazones palpitaban
entusiasmados y felices; y cuando la música h:icia. oir
sus voluptuosos acentos, muchos ojos lánguidos cam-
biaban entre sí amorosas miradas, y todo respiraba
alegria, como la campana que anuncia una boda.-
P ero ¡ silencio ! ¡escuchad! porque suena á lo lejos uu
ruido bronco, semejante al doblar do unos funerales.
XXII.

t No habcis oitlo 1-Nó; fné solo el viento, ó el carro


(1ue v:\ rodmHlo por 'la ompellrnua. calle. ¡ Siga. el baile !
No tenga fin o! regocijo; nadie piense en do1111ir hasta.
la mañana cuamlo In. J uvcutu<l y el Placer estau reuni-
dos para matar el t iempo con todo afan.-Pero ¡ escu-
chad !-Ota·a vez el mismo estruendo; y no parece sino
que su ceo retumba. en las nubes; :í. cada momento se
acerca mús y se hace más distinto y pavoroso! ¡ Sús!
¡ á. las armas! Eso es-es-el caüon que comienza á
r ugir!
L'Uli. 1

Sentado estaba. el malhadado jefe de Brunswick en el 1


alfeizar de una ventana del vasto salon; él sintió antes
que nadie aquel estruendo con el oido profético de la
.Muerte, y aunque los <lemas acogieron el siniestro
anuncio con una somisa de incredulidad, su corazou
reconoció demasiado bien el ceo del bronce que bahía
denibado á. su padre en uu ensangrentado féretro • y

~ El pndro del dut¡ue de Rrunswick, ú. quien aludo Dyron, ha.uin


recit..iuo uun herida wortal en lu. 1mtalla de J en a.
r-
i
DE CH ILDE IIAROLD.

excitado una venganza que solo con sangre era <lado


93

~ extinguit·. Lánzase al campo, y, combatiendo en primer:~.


línea, recibe el golpe mortal.

r XXIV.

Y entonces hubo allí general confusion, y lágrimas


vertidas, y convulsiones de angustia, y mejillas todas
pálidas, las mismas que una hora antes se teñiau do

!
carmín al elogio de sn hermosura; y hubo separaciones
repentinas, que arrancaban la ,·ida á más de un jó,·en
corazon, y suspiros ahogados-tal Ycz ¡ ay! los postre-
ros; porque ¡ quién sabe si ya no voln~ran á Ycrse

l
jamas aquellos enamorados, cuando á. una noche tan
deliciosa puede suceder tan funesta mañana !
XXV.

f M6ntase acelern.dameute ó. caballo : el ordenado es-


cuadran y el resonante carro de la artilleria corren á.
escape á. ocupar su puesto en el campo de batalla; truena
el ca ñon en lontananza; el tambor de alarma despierta
en la ciudad al soldado antes ele haber lucido la estrena
de la mañana; mientras los ciudadanos se a.gmpan,
mudos de terror , 6 se dicen unos :i otros en voz baja y
con pálido labio :-" ¡ El enemigo ! ¡ Ya llega! ¡ya
llega.!"
XXVI.

La "llamada de Cameron " llena el nire con sus rudas


armonías; es el canto guerrero de Lochicl, que tantas
veces oyer on las colinas de Albyn, y sus enemigos los
Sajones tambien. ¡Cuan agudo y terrible Jlarece el son
de la pihrocl¿ 4 en medio de las tinieblas de la noche!
P ero el mismo aliento que hinche la. rústica gaita rea-
nima el natural denuedo de los montañeses, trayendo á
su memoria gloriosos recuerdos y haciendo resonar en
sus oidot~ la.s proezas de E,·an y de Donalu. t

• PiLroch, múBica especial de los montnücKea de Escocia.


t Sir Evnn Cameroo y su descendicole D onald, el bizarro Lochiel
de 1745.
94 LA PEREGR IXACIOI"

XXYJI.

Y la RelYa de Ardennes • agitn ~obre sus cabezas el


wrde follaje, lmmc,lrchlo ann con las lágrimas <le l:l.
N othc, como en señal de aftit<:ion por t.ulios Yalicn tes
que ya. 110 YO]Yeran- !:i uca~>o Jos ohjctos inamiluH1os
pueden afligiTso alguna vez. ¡Ay! que antes de llegar
la. tarde, sus cuerpos serán pi~;oleal.los, á modo de la
yerba sobro la cual van marcbamlo ahora, y r1ue á su
vez ha de cubrixlos cuando esta tcniblo masa de Yalor
vi,iento que, anliemlo en esperanza, so pJccipita conh·a
el enemigo, est6 puJriéndoso en su helada sepultura:
:xxnn.
Ayer, los vi6 el mellioclia, llenos tle salud y vigor; la
noche los encontró á cual más orgulloso y regoeijaclo
entre un círculo tle bcldat1e¡¡, y ú la mitad do esa, mh;ma
nocl1o vino á sorprenderlos el estruendoso anuncio de la
comenzada pelea. Hoy, al amrmeccr, estaban apen:i-
bien<lo sus armas, y el nuoYO ~;ol ha iluminatlo sus filas
clesplcgadas en mag1üfico é imponente órdcu ele batalla.
Nubcll preñadas de rayos los cnYneh·c.n ahora, y cuando
revientan esas nubes, b llanura. se cubre toda do cierta
m·eilla, que mañana. <JUcdnrá á su Ycz cubierta. por la
arcilla. del propio suelo, amontonánllose en tma fosa
sangrienta el cauallero y el caballo, el amigo y el adver-
sario, tollos rcnwHos y confuutlillos.
XXIX.

Harpas mejor templadas quo lo. min l1nn celebrado su


glo1·ia; pero hay llllO que yo quisicrn. e~;coger ent.re esto
cúmulo do muertos ilustres ; porqno hice á su padre
cierto agraYio, y, en fin, porque loll nombres gloriosos
consagran los canto::~ tlel poeta. Y nadie rayaba más alto
por su >alentia; en lo más récio del combate, cuando un
dihtTio de balas caia con mayor estrago sobre las mer-

" C~cse qne ell·o~f¡uc de Soit:nicF t-11 un ni'tO de la sch·n de ,\ rdeu-


nee, c~lciJro en el Orlaoulo de Buiardo, G iuwortaliz:ulo en ln comedia
de !)bnkcspe~tro, As you likc it.
1 DE CHILDE HAROLD.

madas filas, no pudo, n6, herir un corazon más noble


95

q uo el tuyo, jóven y bizarro R oward !


XXX.
Por tí so han vertido lágrimas y ha quedado lleno de
angustia. más de un corazo11; y t qué valdría mi llanto,
si acaso mis ojos pudiesen JI orar 1 l~cro cuando yo estu-
ve al pi6 del árbol verde y lozano quo balancea sus ra-
mas por encima del paraje en que tú caiste sin \ida;
cuando vf en torno mio la dilatada eampiüa cubierta do
fr utos y dando copiosas muestras de mayor fertilidad, y
ví luego á. la Primavera comenzando otra \ez su alegre
obra, con su cortejo de inquietos y vivaces pajarillos,
no pude menos de apartar la vista de cuantos objetos
me ofrecía, para fijarla en los que no podía concederme.
XXXI.

Yo pensaba en tí y en otros mil que bau dejado con


su muerte tm vacío doloroso entre sus deudos y amigos,
para quienes seria un bien la facultad de ohidar; la
trompeta del Arcángel, n6 la de la Gloria, será la c1ue
despietto nlgun clia á esos objetos do su ternura. Puelle
la voz de la },ama calmar por un momento la fiebre de
inútiles afanes, peto no es capaz de extinguirla; y el
nombre, así glorificado, no hace sino adquirir mayor de-
r echo á nuestro cariño y á nuestra. pesadumbre.
XXXII.
Lloramos, p oro al cnbo nuestras hígTimas eorreran
mezcladas con tma sonrisa. El árbol se marchita.
mucho t iempo antes de caer; la n:n·e s igue su rumho,
. aun(J ue lleve deslTozados mástiles y n las ; la viga va
hundiéndose, pero so p ttdre en ol techo á fuerza de
Yejez ; el muro ruinoso ¡Jermaneco en pié ann cuando
no lo quede ya ni trua sola almena; los grillos sobt·c-
v i\·eu al cauth·o que los ha llevado; el dia se acaha
aun cuando la tormcuta haga ocultat·so al sol; así el
corazon, por <1uebrantado (rue esté, conlinua, sin em-
bargo, viviendo.
96 LA PEREOR INACION

X..UUJl.

Como un espejo despedazado cuyo cristal se multi-


plica en cada uno de sus fragmentos, reproduciendo mil
y mil veces la misma imágen, tal parece todo aquel
corazon que no acierta tí. desechar sus recuerdos tristes;
existencia pulverizada, silenciosa, fria, sin sangre en
las venas, desvelada por sus dolores, que sigue mar-
chitándose basta. la vejez, pero sin ningun signo visible
de padecimiento, porque tales cosas no son para reve-
ladas.
XXXIV.
Hay siempre cierta. vida en nuestra desesperacion,
vitalidad ponzoñosa.,-raiz activa que nutre el muerto
ramaje; porque nada importaría m01·ir, pero la Vida.
fecundiza el detestado fruto del Dolor, :í modo de
aquellas manzanas que crecen á. las orillas del Mar
Muerto, y se convierten en ceniza al comerlas. * Si el
homllre cont.ase los años de su existencia por s11s dias
de felicidad, i podría llegar basta la edad de sesenta 1

XXXV.

El Salmista. ha enumerado los aüos del hombre, y


ellos son en verdad bastantes, y aun de sobra, si hemos
ele atenemos á. tí, que le has envidiado basta esa dura-
¡. cion tan bre>e, i oh, Waterloo 1 Tu nombre anda en
millones ele bocas, y nuestros hijos lo repetiran un dia,
1· tliciemlo :-"Aquí fué doncle las naciones confederadas
desnudaron el acero; esta fné la jornada. en que pe-
learon nuestros compatriotas!" Y este recuerdo es todo
lo c1uo ha de sobrevivir ó. tan graude suceso.
XXXVI.

Allí sucumbió el más insigne, n6 el peor tle Jos


hombres, cuya mente->erdadera antítesis cle sí misma.

• En lus riberns del Aspbaltite <"t·ccian, &CIJllD 'l'úcito, unos ÍU'boles


cuyos ft'Lttoe no eran sino aire por fuera y ccuitas por dentro.
r

DE CHILOE HAROL O. 97
1 -podía fijarse con igual perseverancia en los objetos

i más elevados como en los más íntimos ! ¡Ah l si tú


hubieses sabido mantenerte en una. línea. intermedia,
tu reinarías aun, ó nunca. hubieras ceiiido C•>rona;
¡i ... porque la audacia fu é quien causó tu elevaciou como
\ tu caída; y aun hoy mismo recobrarías de buen grado
tu imperial categoría y-cual otro J úpiter tonante-
volverías á. dar la ley al mundo estremecido.
X.UVII.
¡Vencedor y cautivo de la tierra! Tú la haces tem-
blar todavía, y nunca tu temido nombro bu. dado tanto
en qué pensar como ahora, cuando nada. eres, nada más
que el juguete do la. l!' ama,- la misma que un día. te
agasajó como vasalla y lisonjeó tu feroz ambicion hasta
diviniza¡·te á tus propios ojos,-no ménos que á los
ojos de las naciones asombradas, quienes dieron por
algun tiempo en creer do tí todo lo que tú querías
parecerles.
XL'\.VllL

Siempre más ó ménos que hombro, as{ en la próspera


como en la adversa foduna; haciendo guerra ó. las
naciones, y huyentlo del campo de batalln.; ya usando
como escaiJel las testas coronadas, ya forzado á ct>jar
en tu camino antes que el último ele tus soldados, tú
scrvias para demolet·, para gobernar, pura reconstruir
un estado, y no sabias, empero, dominar la menor de
tus pasiones ! Diestro en el arto de conocer li. los
hombres, no acertabas á conocea-te :í. tí mismo, ni á
moderar tu sed de combates, ignorando que no se
puede t.entar al D estino sin que sea al fin abandonada
por él hasta la estrella mtis eminente.
XXXIX.
Y, sin embargo, tu alma ha sobrellevado los reveses
con aquella filosofia natural é innata que, fruto de la.
cordura, de la indiferencia y del orgullo, es amarga.
como hiel para cualquier enemigo. Cuando toda la
98 LA l'EREGRINACJON

grey de malas •oluntades ncuilió en tropel á gozarse


en tu abatimiento, tú no hiciste sino sollt'cir; tus ojos
permanecieron tranquilos y serenos :-cuando la l!, nr-
tuna Yol•ió el rostro á su niiio nñm:H1o y pretlilccto, ~~
no por eso dobló la. cerdz al peso de la dc~:~graéia.

XL.
:Más discreto que en tus clias de prosperidad ; porque
ent.onces la ambieiou te hizo lleva.r demasiado kjo~:~ tu
habitual y no disimulado desden báci:dos hombres y sus
pensamientos; desden j usto, sin duda, pero que no era
cuerdo lleYUr siempre impreso en los labios y en la
frente; ni debías tampoco haber humillado 6. los mismos
de quienes tenias que valerte como instmmento de Lu
elevacion, y que al fin se han vuelto contra. tí para aym1ar
:í. derribarle. Ko vale e:ote mundo la p ena de ganm·lo 6
p erderlo ; y bien lo h as experimentado tú mismo, como
todos aquellos que han escogido un destino semejante.

XLI.
Si, á semejanza de una torre qne se eleva. en l a cima
de escarpada roca, hubieses tenido por suerte reinar ó
caer solo, ese desprecio tuyo hácia los demas hubiera
podido ayudarte ÍL r esistir el choque lle la. adversithul;
pero los p cn:,;amientos do los l10mbrcs ~e rYian Jo gradas
:í. tu trono, y sn a<lmiracion era cabalmente tu armo.
más :poderoHa. T ocánclote representar el papel de
Alejaudro, no clebias haber escogido el de Diógenes
para. hact•r mofa. del g~n cro humano, :í. menos que antes
hulJieses abtlicado la. púrpura. Para cíuicos coronado~:~,
la tierra seria un to11el demasiado c1!p;tcioso.

XLII.

P ero la quietud es un infierno para. las a. lmas activas,


y tal fué lo que ocasiouó tu ruina.. H ay en el alma nu
fuego, una agitaciou, que no puedo contcuer:oo tlen tro
de 1>ns estrechos límite:;, sino que aspira (l traspasar los
umbrales lle la mouerac:ion : una. >ez cnceudido este
DE CHIL DE RAROLD. 99
fuego, ya no se extingue jamas; necesita el pábulo de
ñnluas empresas, y solo d r eposo le cansa; fiebre in-
t erna, que Yiene ó. ser fatal ó. todo el que la padece, i
todo el que la ha. padecido alguna vez.

XLlll.

P or eso ha habido tantos locos que han enloquecido


ñ los hombres con su contagio-conquistadores y
r eyes, f1mdadores de sectas y de sistema:;, ú los cuales
hay que añMUr los sofistas, los poetas y los hombres ele
estado: todos ellos entes inquietos que, haciendo vibrar
con demasiada fnerza Jos secretos reso1·tes del alma,
llegan :í. convertirse en juguetes de los mismos á
quienes han engañado. El vulgo los eJnri<lia, y ¡ ct1an
poco euvidiables son ! ¡cuantos dolores los atormen-
tan! Tino de esos corazones, visto en toda su desnudez,
sumhlistraria. al género humano una excelente lecciou
sobre el desprecio que merecen la gloria y el poderío.

XLIV.

La ngitadon es su elemento; sn vida es una tormenta


en que Yan en\ ueltos, para caer dcRplomnclos al fin ; y
sin embargo, m1l ridos en tales lnchns, tanta llega á ser
su afieiou hácia ellas que si, sobrcYiYicn<lo (~los peligros
pasados, YC'n lucir un crepú:cnlo t.ranquilo, siéntense
dominados por la. intlolencia. y hl> mclancolia, y así t•s
como snelen morir; á modo de mm llama sin alim<'nlo
que vacila y YaciJa hasta. commmirsc, ó bien como unn
espada que, falta de uso, se corroo por ~;í misma y se
t>nmohcce sin gloria.

XLV.

El <1ue suba (~la. cumbre de una. montaua potlrá YCr


que Jos puntos más elc\·ados son Jos m:ís cubierto~; tlc
nie,·c y ele 11ubes. Todo aquel qnc sobrC'pnjc á los de-
mas por su inteligencia ó por !;H l)l)ucr, dchc tlo c:oular
con el ódio de los que le son iufc:riorcs. Allá muy aniba
u
resplandece el sol e la glol'ia; acá muy abajo se cxtien-
100 LA PEREGRINACIOI\'

deR la t.ierra. y el Oceano; pero en torno suyo no hay


sino rocas de hielo; mientras una y otra tempestad
chocan y rugen sobre su cabeza desnuda. Tal es la
recompensa do los trabaj os que cuesta remontarse tan
alto.
xr~vr.

¡ Lejos de mí totlo eso ! El mundo de la verdadera


Sabitluria osttí. en sus propias creaciones, ó bien en las
tuyas, ¡ oh, madre Naturaleza! ¡, Quién produciria un
cuadro como el que tú ostentas en las márgenes del
Rhin majestuoso1 Allí se recrea H arold contemplando
una obra divina, un conjunto de todas las bellezas: ar-
royos, valles, frutos, follaje, riscos, bosques, sembrados,
montaüas y vides, como tambien castillos solitarios, que
exhalan un tl·iste adios desde sus pat·das y frondosas
almenas, donde la Rniua se alberga coronada de verdor. ...

XLVII.
Totlavia subsisten en pié, á semejanza del ánimo
fuerte minado por el infortunio, pero incapaz de doble-
garse ante el vulgo mezquino; sus únicos moradores
son los vientos que penetran por sus hendiduras, y las
nubes forman su exclusiva y lúgubre soledad. Un tiem-
po fué en que todos ellos rebosaban ju\'entud y ano-
gancia.; en lo alto de sus almenas tremolaban vistosas
banderas, y á sus piés tcnian lugar árduas batallas ;
pe1·o los combatientes yacen hoy envueltos en sangrien-
ta mortaja, las banderas desgarradas Be han convertido
en polvo y sus muros envejecidos no soswndran ya nin
guu ataque.
XLVIII.

Bajo estas almenas, en el recinto de estos muros,


habitaba el Poder con todas las pasioues que le son
inherentes; cada uno de aquellos jefes de bandidos
comcLia á mansaha cuantos dcsafuct·os la dictaba su
Yoluutad, no ménos engreido que cualquier ltéroe más
poderoso y de mis remota época. t Y qué faltaba {í.
DE Clii LDE HAROLO. 101
estos hombres fuera ele la ley para figurar entre -los
conquistadores 1 Historiadores venales que los hubiesen
calificado de grandes, un teatro más espacioso y un
sepulcro adornado de trofeos. Ni eran méuos valientes
1 ~
ni ménos ambiciosos.
XLIX.

En sus luchas feudales y aun en su limitada esfera


de accion, ¡cuantas proezas quedaron sepultadas en el
olvido ! Y el Amor, que prestó un blason tí sus escudos
de annas, con emblemas bien trazados por un tierno
orgullo, el Amor penetraba en aquellos corazones de
hierro al traves de todas las armaduras; pero tales
pasiones eran feroces y no causaban sino discordias y
estragos, y mis de una torre, ganada á viva fu erza por
culpa de alguna beldad, vió correr bajo sus escombros
~
1
las aguas descoloridas del Rhin.
L.
Pero tú, rio soberbio y poderoso, tú llevas la fer~ili­
dad por donde quiera q ne pasas, y tus riberas senan
perennemente hermosas si el hombre supiese respetar
tus brillantes creaciones, y no las segase en flor con l a
hoz cortante de las batallas: - entonces tu valle do
plácidas ondas ofrecería en la tierra una viva imágen
del cielo; y aun ahora mismo, i qué le falta :í. tu rautbl
para hacérmelo imaginar así 1-La viliud del Leteo!
LI.

Mil batallas han asaltado tus riberas, pero de todas


ellas no queda yn. el menor recuerdo, y ni subsiste
siquiera la mitall ele su gloria. La carnicería amon-
tonó allí cadáveres y cadáveres; y i en dónde estan1-
Hasta sus tumbas desaparecieron. 'fus aguas lavaron
por completo la sangre de ayer, y en tu cristalino
espejo reverberó luego el sol su~ trémulos rayos; pero,
por más veloces q 11e cotTies<m, tu~ aguas no pot1rian
borrar de mi memoria los penosos cnsuciios que la
ennegrecen .
102 LA PEREGRI NAC!ON

LIL

Así discnnia Harold, mientras iba siguiendo el curso


uel fum oso rio, dado qne no fu ese indiferente hácialos
encantos que despertaban el alegre can to mat.inal de
las aves en unos valles donde hasta el destierro hubiera
siüo apetecible. Su frente llevaba impreso el sello de
sérios cuidados y una tranquila austeridad habia reem-
plazado (\ sentimientos mucho más vivos, pero ménos
gm ve~>; y, con totlo, no siempre la. alegria estabR des-
terrada de su semblante, antes bien, en presencia ue
t.aJes cuadros, solía animarlo con un rayo pa:ajero.
LIII.

Ni todo afecto estaba en él extinguido, aunque sus


pasiones ~·chcmentcs se hubiesen consmnillo ya por sí
mi:>mas. En Yauo querríamos ver con indiferencia á.
cualctnicra que nos dirige una sou.-isa; el corazon no
puede meuos do volrcr simpaLia por simpatía, aun
cmmtlo el pesar hay!L aJlojado. los vínculos que le unen
al mundo, y tal es lo que Harold eX}JCrimcutaba á. la
sazou. I>on¡ue había un c01·azon que le consagraba un
grato r<>cuerclo y una dulce confianza, que interesaba
por igual al suyo; y ese corazon era l o que absorbía
tollas sus horas de coLernecimiento.
LIV.
Y H:wohl habia cobrado aficion-yo no sé por qué,
y en 1111 h1>mhrc como él no deja do ser extrn.iio-habin
cobrado aficim1 ú las miradas inocentes do la infanda, /

aun la m:Íli tiema. Lo que hubiese podido modificar así


un ánimo tan impregnado del desprecio bácia los hom-
hres, bien poco importa saberlo, pero tal era la vcnl:ul
Difícilnwnte se reaniman en la soledad los afectos
desnmccidus; y, si.u embargo, este babia sobrevivitlo
eu t:l á totlos los domas.
LY.
Y habia, s<>gun ya queda tlicho, un alma. tierna, nnill:~
ñ. la suya por lazos más íuthuo~:> q uo los formados al pió
DE CH1LOE HAROLD. 103
de los altares. Aunque no consagrado por el himeneo,
era esto un amor puro y sincero; babia resistido ·dc-
toriosamcnto á enemistades mortales, y m:ít~ de un
peligro t.crrible, sobre todo :\ los ojos do una mujer, lo
habian cimentado. Firmo se conservaba todavía, y un
oorazon sem<'janto bien merecía este canto lastimero
que H nrol<l le ilirigió desde una tierra extraña:

l.

Al pié de ni mennuo ri~co •


Que aduata tu sien eleva,
P or entro I07.>mns vides
El nncho Rbin serpenteo.
A quí un <'erro, cngulnnndo
D e floreciente Hrholcdu;
Allí un vistoso p!Mtio,
Que tmuncin pingUe coscchn;
Y <'iutltuYes esptu·<·iclns
E n una y oll·n. •·iheru,
Cuyos muros ít 'o lejos
Galnnumcntc Llnnr¡uean.-
i llcllo cuuuJ'O! Solo fnllu
Para colnoar su bellczn,
Que lo uuitnus~~. bien mio,
Con In adoral.olo prescnciu!

11.

Zugnlns de ojos nzulee


Que este nu c,·o Eclcn nlbct·gn,
Templ'lmts Dores me l.n·indnn
Con 1ilz pláciclu y risuciin.
Allá en In nlturn, y en medio
De Jr·ondoeidntl espcsn,
Cien y ci en lot'I'CS l'e ndu les
Tmz.'\u sus moles de picdrn.
R oras pcntlienlc~<, y nrrndns
En nlth·a cle~mlcnt·in,
D ominan eslu llnnnrtl
D e verdes parros cul.oiertu.

• El cn~tillo ele Dt-akenfcls, Loy en rninns, tlomina ti pico mita eJe-


vatio de " las siete ntoutañus," ít lab orillus tlel Hbin.
104 LA PHREOUINACION

Pero lo que mús deseo,


Eso en el Rbin no se encuentra,
Y ea tu mano entre los mina
Para catrccl.uU'h~ cou ellas!

111.

Unos lirios que me han dado


Te envio, mi dulce prenda,
Y aunque y1\ esturan marchitos
Aotea q ne uí loa poscua,
No los desdeñes por eso,
Que, si admití tnl finew,
Solo fué porque pensaba
A tus plantas ofrecerla;
Poo-quc só l.oicn que, al mirarlos,
Y cuondo por dicha entiendas
Que nq ui esos lirios nacieron
A sol de la Primavera,
Qu e de un nlma en ti cnutiva
La fidelidnd expo·esan,
Qnizúa tt'o por mí suspires
Tnml.oien nmorosa y tierna!
IV.
Coro·icndo vn el nol.ole rio,
O loril\ de cata hermosa tierra,
Y en suB m(oltiples rodeos
l\liis y míosf:!ulns despliega.
¿Q uién ambicionar podría
Felicidod noíl8 completa
Que pasar aquí tl'llnquilo
Los clins de su existencia 1
Ni hahrin en el mundo todo /
Rcgion pura mo tan l.oellaj
Ni NI que tunto ro gloriase
La mudre nnturale7.3,
Si tus oj08 con los mios
El curso del Ubin siguier.m,
Preetnndo n&i nuc,·o encnnto
A &us miorgenes umenas !

LVI.
No lejos de Coblentz y en un terreno ligeramente
eleyado, hay una pequeña y sencilla pil'ámide que
DE CHILDE HAROLD. 105
corona la cumbre de la verde colina. Su base oculta
las cenizas de nu héroe, do un enemigo nuestro,-
pero no por eso dejemos de honrar la memoria de l\Iar-
ccau! En la tumba de este jóvcn insigne ha derramado
copiosas lágrimas más do un soldado feroz , deplorando
y envidiando á. la vez un destino semejante- haber
muerto por Francia, combatiendo para revindicar los
fueros de su naciou.
LVII.
Dreve y gloriosa. fué su carre1·a ;-dos ejércitos le
1lora.1·on por igual,-el ad>ersario como el amigo. Todo
extranjero que aquí se detenga debe rogar por el des-
causo de su alma valerosa ; porque fué en vida el

'j ,
ca.mpeon de la Libertad, uno de aquellos pocos que
no abusan del terrible poder conferido ii los que manejan
sus armas ; conservóse puro hasta el fin, y por eso fu6
tan sentida su muerte.
LVIII.

' Ahí est:í Ehrenbreitstein,• con sus muros ruinosos


ennegrecidos en la. explosion de la mina; bien da {\
conocer todavía lo que era cuando las bombas y las
balas iban :1. estrellarse inúlilmente contra aquella
formidable masa de piedra, torre predilecta de la Vic-
toria, que tanta veces vi6 huir por la llanura. al enemigo
1 rechazado. Pero la. paz destruyó lo que la. guerra no
! habin. podido nunca conseguir, abriendo {~la llúvia del
1 Estío aquellas bóvedas soberbias que habían r csistitlo
por aüos y aüos á una llúvia de hiorro.

LJX.

¡Adios, hermoso Rhin ! ¡ Ouan á su pesar se aleja. do


tus orillas el extranjero embelesado! Tu aspecto es
igualruente grato para dos almas unidas que pan\ la

• Ebrenbreitstein cm. unn. ele las ciududdua más fuertes de Europa.


J-os fruneeses la desmanlclllrou y la hicieron volar durauk: la lréguu
de Leoben.
106 LA PEREURINACION

Contomplaciou solitaria; y si el buitre insaciable de


Jos remordimientos pudiese alguna >cz dE-jar de encar-
nizarse en su presa, no seria sino aquí, donde la
Katuraleza, ni demasiado sombría, ni demasiado
risuE-ña, agreste sin rudeza, imponente sin severidad,
Yiene á ser pam la tierra fectmda lo que el otoño para
el rt!sto del año.
LX.
¡ .A.dios otra vez! Pero, ¡vano adios! Ual puede uno
despedirse ele sitios tan deliciosos. La mente se reYiste
de todos tus colores, y si los ojos se aparta de tí á
duras penas, ¡oh, rio encantador! t.ambien te dirigen una.
mirada de gratitud y a.dmiracion. Puede haber lugares
mó.s grandiosos, más deslumbrantes; pero en ninguno
cstan nclunatlos con tanto atractivo eomo aquí lo
brillante, lo bello, lo npacil>le,-los gloriosos r ecuerdos
de l a antigüedad,
LXI.

La sencil lez y la grandeza, la lujosa vegetacion pre-


cursoro. do uno. próxima fecundidad, lo. luciente blan-
cura de las ciudades, el tortuoso rio, el precipicio
lóbrego, la frontloso. selva, los castillos góticos aquí y
allí csparciuos, las salvajes rocas talladas á. modo de
torrecilla!;, como paro. mofal'se de las obras del arte; y
á vueltas ue todo esto, uno. poblacion tan risueña
siempre como la Nat.uralcza que la rodea y cuyos ricos
doul's alcanzan ú. todos por igual, brota. todavia en tus
r iberas, mientras cien desplomados vecinos imperios.
LXII.
P ero todo esto CJncda ya muy atrás. Por encima de
mí se clc~plicgan ahora los Alpes, palacio de la K atu-
raleza, cu,·os Ynsfos muros eRcondcn en las nubes sus
blancas aimcnns, t1oncle el lticlo es eterno y de apa-
riencia sublime; y allf se fMmn. y comienza ú. rodar el
alutl, rayo do la. uievc 1 'l'otlo lo que engrandece y
aterra juntamente el ánimo, está. rcunitlo en torno do
..------------------------- ···-··. -

DE CH ILDE IIAROLD. 107


aquellas eminencias, como p~r~ demostrar que la T ierra
puede acercarse al Cielo, dt>jando acá abajo al vano
mortal.
LX Uf.
Pero, antes de atreverme tí. mc<lir estas alturas in-
eompm·ablcs, j usto es det.cnorso en otro lugar no mrnos
digno de atcnciou: en nloraL, campo de batalla. con-
sagrado por el patriotismo! Bien puede el homhre <:on-
tomplar los hórridos trofeos de In matanza sin tener
que ruborizarse de la. ...-iotoria. obtenida. eu esta llanura.
Aquí ucj6 Borgoñ~ insepulto un ejército ent-ero, monton
de osamentas que duraran por siglos y siglos, sirviendo
á sí mismas de monumento ;-las sombras de estos
guerreros privados de los honores fúnebres, andan
errantes por la Stigia ribera, huciéudol~ retumbar con
sus gemitlos.
LXIV.

Así como 'Vnter~oo compito con la sangric:1t.a jor-


nada do Cannas, así Mc>rat y M ami hon lloYaran siem-
pre unidos sus nombres gemelos; victorias sin tacha,
vcnladeramonto gloriosas, ganadas por brazos y cora-
zoHes agonos tí. t.otla ambicion cgoista, por una. bizarra
falange ue patriotas y hermnnos,-nú por servidores
mercenarios do al;;nu príncipe Yicioso y corrompido.
Ji ningnn puehlo hicieron ellos sufri1· la prcsion do esas
leyes draconianaH, que proclaman la. bla..">fcmia llel
l' derecho divino de los reyes.
¡
LX\'

Corea. uo uu muro solitario so levanta. una coluruoa


más solitaria todavía, de color pálido y como gastada
por el dolor y la. vejez: es lo último que qt1ctla. del
naufragio ele los años, y semeja (~ una pen;ona q11e, con
el semblante tle:;compucsto por el terror, hubiese (!Ue-
datlo petrificatla lle rc¡wnlc, an11que sin pcnler el u~o
uc sus sentitlos : aHí permanece inalterable, siendo
108 LA PEREGRINACION

maravilloso que tal suceda cuando Aventicum,• orgullo


de "Qna generacion coetánea, ha Ycnido por tierra, sem-
brando con sus escombros toda aquella de que fué
antiguamente señora.
LXVI.

Aquí fuá donde J ulia-¡ oh ! ¡bendito sea tan dulce


nombre !-aquí fué donde Julia, yfctima del amor filial,
entregó s11 juventud al cielo ; porque su corazon,
cecliendo al afecto más santo, despues del que al cielo
es debido, siutióse desgarrado ante la tumba de un
padre. Nada pueden las lágrimas contra la Jns~cia,
y las suyas demandaban con encarecimiento una vida
eu que e1la. misma vivía; pero eljuez fuójusto, y J ulia
feneció sobre el cadáver del amado objeto á quien no
babia podido salvar. Un modesto sepulcro, sin el menor
adorno, tieno reunidos hoy al padre y 6. la hija, guar- '
dando 'en la misma urna una voluntad, un corazon, una
ceniza comun.t
LX\'11.

Acciones son estas dignas de eterna memoria, y


nombr~;>s tales no deberían morir jamas, aunque la
tierra oh·ida los imperios justamente abatidos, al tirano
y al esoltwo, y su nacimiento y su muerte. La sublime
majestad de la Virtud debería sobrevivir y sobreviYirá
de cierto á sus ucsventuras, resplandeciendo con su in-
mortalidad 6. la faz del so], del mismo modo que l a
nieve de los Alpe:-;, cuya perpétua blancura eclipsa con
su brillo todo cuanto los rodea.
LXVIII.

Pláceme ver el lago L éman t y su frente de cristal,

• A r¡o11ticmn, hoy Aveochel!, cerca de l\Iorat, cm la cnpitul de la


lleh·erin romann.
t Jnlin. Alpmnl11. jóYcn ~nrcrrlnri~n ele Avcnticum, murió do clolor
por no hnher· poclirlo sal ''ar los cliu~ ue su p:ulre, condenado ú muerto
por r\nluR <.:U:cina.
+ Jo:llngo Léman. <Í ele GénoYn, Pntrc loA cnntones enizos ele Vaod y
V11lais. Trene 70 kilómetros de largo y uno~ 1:.1 de ancho.
DE CIJILDE HA ROLD . 109
espejo que reverbera la tranquila imágen de las estrellas
y las montañas, con todas sus formas y colores, en el
fondo de un agua l ímpida y trasparente. Pero hay aquí
demasiadas huellas del hombre para poder contemplar
con el recogimiento necesario la grandiosidad de esta.
perspectiva; á. bien que muy pronto la soledad desper-
tará. en mí pensamientos recónditos, aunque no ménos
halagüeños que en otro tiempo, antes que mi vueUa al
rebaño de los hombres me hubiese hecho vivir encerrado
en su redil.
LXI X.

Huir de los hombres no es aborrecerlos; no toclos


somos idóneos para la actividad, para las fatigas. Ni
significa desabrimiento reservar el alma en el fondo de
su manantial, de miedo que su ebullicion la haga
rebosar al ponerse en contacto con la agitada muche-
dumbre, y vengamos así á. ser víctimas de nuestra
infcccion, para arrepentimos tarde y por mucho tiempo
y gastar nuestras fuerzas en una lucha deplorable, vol-
viendo mal por mal en medio do un mundo turbulento,
donde rodos somos débiles.

LXX.

Allí, un solo momento, puede acarrcarnos años y


años de fatal penitencia, y, esterilizándonos el alma,
convertir toda nuestra sangro en lágrimas ele dolor,
tiñendo el porvenir ele los colores de la Noche. J:>ara
aquellos que caminan en medio de las tinieblas, la
carrera ele la vida llega á ser una fuga desesperada:
en el mar, ni aun los mñs audaces enderezan el rumbo
sino b:ícia algun puerto conocido; pero hay navegantes
extraviados en el Oceano de la Eternidad cuya nave
avanza y aYanza contumamento, sin arrojar el ancla en
par te alguna.
L XXI.

tNo es mejor, pues, encontrarse solo y aprechu· la


Tierra por lo que ella. vale, y ual1a más, ya cabe la
110 LA PEREORINACION

azul corriente del Ródano undoso, ya en el puro seno


del lago (!UO lo alimenta como una madre, como una
madre sobrado tierna para acallar cou sus caricias los
gritos del bello, pero indócil niño 1 i No es mejor pasar
así nuestra vida que lanzarse en el torbellino del mundo
para ser inevitablemente, bien opresor, 6 bien oprimido 1
LXXII.
Yo no vh·o en mí mismo, pero sé indentificarme con
todo lo que me rodea. Las altas montañas inspiran en
mí cierta simpatía, al paso que el bullicio de las ciudades
no me sirve sino de tormento. Nada veo en la Natu-
raleza verdaderamente ocUoso mas que la necesidad de
formar, á pesar mio, uno de tantos eslabones de una
cadena carnal, de estar clasificado entre las criaturas,
cuando el alma puedo rcmontat· su vuelo hasta confun-
dit·se, y nó en vano, con el til·mamento, con la montaña,
con la uudulante llanura del Oceano ó con el inmenso
coro de las estrellas.
LXXIII.
Tal es lo quo absorbe mi ánimo, tal es la vida para
mí. Yo considero el poblado desierto de lo que pasó
como un lugar de agonia y de penalidades, en donde
me lanzó mi mala suerte para purgar algun pecado :í.
fuerza de amargut·as ; pero aJ fin puedo remontar el
vuelo provisto de nuevas alas; jóvenes como ellas son,
conozco que ya van teniendo vigor bastante para luchar
vonlajosameñte con los contrarios vientos, despreciando ,
los lazos de arcilla que tienen 6. nuestro ser cautivo.
LXXIV.
Y cuando el alma esté por fin libre de todo lo que
aborrece en esta degradada forma, despojada de su vida
camal, salvo lo que haya de sobrevivir en las moscas y
en los gusanot>,-cuando los elementos se reunan :í. los
elementos homogóueos, y el polvo no sea mas que
polvo, ¿no sentiré entonces COJJ mayor intensidad, ruó-
nos dcslumbra.tlo, todo lo que se ofrece á mi vista- el
OB CIJILOI:: IIAR OLU. 111
pcnsamien to incorpóreo, el Gt•nil) do ea <la lugar, cuya
inmort al esencia suelo compartir aun ahora 1

LXX\'.

i No son las montauns , las olas, los ricios, una. pm·te


do mí mismo y de mi alma, a~í como yo SQ)" una parto
c1o todo eso1 (~\o ama mi com7.on tales objetos con uu
amor ínfimo y puro? ( Xo tlcllrria yo lle~p reciat· por
ellos todos los dcmas? i X o debería. anostrar mal e:; y
malc:s antes que renuuf·iat· á mis sentimientos, en cam-
bio dl• J.\ durar mundana intlifcrencia. de aquellos hom-
bre:; <.:uyas miradas eslan conshmtcmcnte fijas en el bajo
suelo, cuyos pcnsamieulos no e at rcYcn í~ exaltarse
jamaR?

LXX. V(.

Pero estoy clintgando, y será bien rranmlar ya el hilo


de mi asunto. Quien goce eJJ me¡lilnr sohre las tumbas,
YCnga á contemplar conn1igo la ¡)e un hombre f¡ue fuó
en Yitla todo fuego, naéidll en esb~ misma. tiena donde
yo, hué~ped pasajero, estoy ahora. re:-:pirantlo el airo
puro-de un hombre ¡1nc apctc<-h\ In. ~Iori a, pero con
afan lan insensato, que todo lo :<acrificó pam obtenerla.
y consetTnrla.

LXXVII.

Ar1uí comenzó Roussean una. Yitln. de inforttmios- el


aclusto ltousseau, sofista. ingenioso en atormentarse tí :<í
mismo, el apóstol de ht aflicdon, que comunicaba ú la.
pasiou nu encanto m:ígiro y ha<·ia. hnhlat· ni dolor cun
ine ·i:slihle elocuencia. Poseyó, sin emi.Jargo, el clo11 M
embellecer ha.·ta la. locura, y f>liJlO encubrir acdour:< y
pensamientos enóncos con un colorhlu 1·ch•stial clt: pala-
liras deslumbrantes COilltl los ray0s del sol, y que arrau-
can in>oluutariarnente lágrimas ele ternnra.
G.
112 LA PEREGRI NA C IO~

LXXVIII.

Su amor era la esencia de la. pasiou : como el árbol


inccmliac.lo por nn rayo, así su corazon se inflamó con
una llama etérea, y acabó por marchitarse: no supo
amar de otro motlo. l"ero su amor no tenia por objeto á
ninguna mujer ,·h·icnte, ni tampoco á ninguna do las
flUI', nutcrtas ya, ~olemos evocar en nuestros sueños :
era un amor hiic:ia una bclllatl ideal, que llegó á encar-
nar:-:e en él, y qnc rebosa en sus anUentes páginas, pot·
más im;emmlo que este amor sea al pate<:er.

LXXIX.

E sto fuó lo que cli6 vida á J nlia, lo qne la útfundió


todo el clc.-6rden y loua la dulzura do la. pasion. Esto
fué tamhien lo que sant.ificó aquel hoso memorable*
que todns lns mañanas tlepositabft una mnjor en sus
febril es labios, In que no correspondía. 6. su ternura sino
con tma. mera. nmist.ncl; pero este sua;-c contaeto abra-
snhn !'n corazon y su cerebro con la. llama devoradora
dr.l amor, tlifnnlliendo 11ur todo su ::;er una felicidad in-
clecihlc, como tal vez no puedan tHsfrutarla. los amantes
vulgarN> con h~ poscsion del objeto amado.

LXXX.

Su Yitla fué una prolongada. lucha contra. enemigos


qnr l-1 mismo se había creallo, ó contra amigos que no
hahia. sahitlo <:onservar; porque su alma llegó á ser el
santuario ele la. D ellconfianza, escogiendo para. nctimas
do su extraiio y ci<>go furor cabalmente á las personas
que le Nan queridas. Pero estaba. demente- iY por
el né 1 X adie lo sabe, pues el moti Yo era. tal vez de
aquellos que nunca es dado penetrar. D e cualquier
modo, enfermedad ó c1esgrncia, sn clemencia hahia tocado

• AlnRion ni pn~nje ele l11a Cmifc•ioiiN de .Tnnn .Jncobo Ronsscnn, en


i el cnal lmlthl CKLC de Rn ¡ m ~illn húc·in In ronrlc":l de lloudetot, con c¡uien
¡ d1tlm uu lat·¡¡o pnsco to•la~ las mnfuu"t6, pam recibir, por única rccom·
pcnsa, un bc~o con que ella biemprc le saluduba.

l
DE CHILOE llAROLO. 113
el peor de los extremos, el de ofrecerse re>estida con las
apariencias de la razon.
LX.TII.
Porque entonces estaba él inspirado, y ele su ins]Jira-
cion, como del místico retiro do una. pitonisa, brotaban
aquellos oráculos que pusieron en combustion á todo el
muntlo, y que no cesaron de abrasarlo sino con la. desa-
paricion de reinos <'nteros. D ígalo Francia, que durante
siglos y siglos cstn YO postrada á los piés de m1 de:c;po-
tismo hcredilario, temblando bajo el yugo que la oprimía,
basta que tí. la >oz de Roussca.u y de sus colegas osó
un di a erguir lu. cen·iz, pasando, como siempre acontece,
ele lUla abyeccion cobarde á un tlesapoderado furor.

.. LXXXII.
Ellos se erigieron 6. sf mismos un terrible monumento
~>obre la. tnmb1~ do ai\~jas opiniones, de creencias pre-
dominantes dostlo tiempo inmemorial: rasgaron el Yelo,
y pusieron de manifiesto á los ojos del mundo todo lo
que aquel velo hahia tenido oculto hash1 entonces. Pero
tlestruycron el bien al mismo tiempo f!Ue el mal, no
llrjando sino ruinas, con las cuale~; se volvió luego tí.
edificar sobro los propios cimientos; y así hubo nuevos
calabozos y nuevos tronos, simultáneamente ocupados,
como en épocas anteriores, porque la ambicion nunca
deja de ser ohstinada.
LXX.\:HI.
l'ero esto no puede durar, nj es vara. sufrido por largo
tiempo. Los pu<'blos han conocido su fuerza, y la. han
hecho conocer tambicn. Vcnla.d es que pudieron haberla.
empleado mejor; porque, dcs>anccitlos con su ..rena-
ciente brio, se han causntlo múh1amentc con:sidcrahles
daños, ensordeciendo á la voz de la piedad; pero sepul-
tados hasta entonces en la tenebrosa ca.Ycrna de la
Oprcsion, n6 vi\'ificados por la luz del dia, como las
águilas, i qué mucho que alguna >e~ hayan escogido
mal su presa 1

l_
114 J,A PERBORI:\"ACIO<'\

i Por vcntma l"C cierra sin cicatriz niugnna- herida


profumla 1 Y las del corazon son las que mm1nn Ran-
grc por más tiempo, y de uingun modo 1meden cm·arsc
sino d{'j:tndo en él sciiales que lo desfiguran más ó ménos.
Bnrlndo {'U sus eRperan:r.a:-, puede enmudecer el Yen ciclo,
p{'ro este silen<:io no es la sumision ; el implacable Re-
S{'ntimicnto contiene la respirneiou en el fondo de su
gunrilln, ha:,ta que ll{'ga la hora de la expiacion por largo
ti{'mpo esperada. l'ingtmo debe tlescsperar de sn suerte :
dias hubo, hay y tod:wia habrá eu que tengamos la facul-
tad de aplicar{'] castigo 6 conceder el p c r~lon, y en esto
allllarcmcJs más lanlos cluc en aquello.

r..xxxv.
¡ )IanRo y cristalino Léman! 'l'u lago, que contrasta.
en tlll totlo con el mundo turbulento en que he vivido,
mo imlucc, con su· calma, ú. trocar las rcnteltns aguas
tlc la Tierra por 1m mnnuntinl m:í.s l)uro. Esta vcht
sosegada es como l111 ala silenciosa que me sustrae :í mi
descspcracion. Un tiempo fué en que yo gozaba escu-
chando los bramillos de la mar agitada; pero tn suave
murmullo ~u en a en mi oiclo tan dulcemente como la YOZ
de una hermana que me rcpremliese por haberme {'Utrc-
gado de contínuo f~ sombrios Illacercs.

LXXX\'I.

Rl'ina la. no<:l1c y su silencio; desde tus mií.1·geucs


ha~tn. 1M montaiias, el crepúsculo Ya enYoh'icndo eu su
}):ílido colot· todos los ohjctos, los cuales todnYia se
hacen cli:stinlnmeutc Yisihle!-., excepto el somhrio J ura,
cuyas eminencias pnrecrn ot.ro:> tantos escabrosos prc-
cipic:ios; nl neerenrse {\ la ribera, se a~pira el YiYidor
aroma que {'xhalnn las flores {1 medio abrir; el oido sigue
nl(·nto el ligero rumor del agua que leYanta el snspc:n-
ditlo remo, mientras la tignna snlncla á la Noche con
uno y otro chillido;
DE CH ILDE HAROLD. 115

La cigarra., que tanto so regocija con las tlOcturnas


sombras, y que, pasando la ·l'ida en una perpétua infan-
cia, no hace sino cantar. Do cuando en cuando deja. oír
su voz algun p:ijm·o oculto entre los zarzales, y tm mo-
mento clespues, calla. ele repente. No sé qué murmurio
auda flotando al parecer por lo alto de la colina, pero
esto debo do ser una do tantas imaginaciones mias ;
porque el rocio de las estrellas destila en silencio todas
sus lágrimas de amo1·, las cuales se van agotando por sí
mismas, basta que infiltran en el seno de la Naturaleza.
la esencia de sus colores.

LXXXYIII.

¡Estrellas! ¡poesías del ciclo ! Si en vuestras páginas


ccntellantes procuramos leer el destino de los hombres
y do los imperios, dignos somos do perclon cuauüo, en
nuestro afan de grandeza, osamos t.ra~:;pasm· nuestra
esfera mortal para clevarnoi'l hasta vosotras; porque
vosotras sois á la Yez una belleza y un miste;·io, y nos
iuspirais desde lejos tanto amor y tanta reverencia, que
una. estrella es lo que hemos dado por símbolo ú. In.
gloria, al poderío, á la. vida.

LXXXIX.

Callados es tan cielo y 1ierra: no duermen, pero como


que contienen su aliento, lo mismo que nosotros en un
momento do conmocion extrema : g uardan silencio, lo
f mismo que nosotros cuando algnu pensamiento embarga
profundamente nuestro ánimo. Callados cstan cielo y
tierra; desdo el lejano coro de las cst.rellas basta el lago
•adormecido y l a. montuosa. ribera., todo está. concentrado
en una. vida. intensa, domlo no hay un rayo, ui un
soplo, ni una hoja })crdida, que no tenga. sn parta do
ser, que no perciba. el iuftujo de aquel Ente creador y
conservador de todas las cosas.
116 LA PEREGRI~ACION

XC.

Entonces se despierta aquel sentimiento de lo infinito


que experimcntaruos en la soledad, donde estamos lo
ménos aislados qne cabe; es una venlacl que se infiltl·a
en nuestro ser y lo purifica ele sí mismo: una vibracion,
alma y fuente ele la música, que nos inicia. en la eterna
armonía y esparce en denedor de nosotros cierto encanto
parecido al ceñidor fabuloso de Oiterea, uniendo todos
los objetos con el vínculo de la belleza; encanto que
desarmaría al mismo espectro de la Muerte, si él tuviese
poder material para hacer daño.
XCI.
N 6 sin razon le erigieron los antiguos persas sus
altares en los parajes elevados y en la cima de las
soberbias montañas, en vez de nuestros murados tem-
plos, siempre iudignos, como toda obra humana, del
Supremo Ser á. que en ellos se ela culto. V enicl, y com-
parad vuestras columnas, vuestros adoratorios góticos
6 griegos. tledicados á la. idolatría, con la tierra. y el
aire, adoratorios ele la Naturaleza, y dejareis de circuns-
cribir vuestras oraciones :i un est.recho recinto!

XCII.
El ciclo ha. cambiado de aspecto! y 1qué cambio!
¡ Oh, uocbe, tempestades, t inieblas, vosotras sois mara-
villosamente fuertes, pero llenas de atractivo tambien,
como el brillo ele UllOS ojos negros ele mujer ! Allá. á. lo
lejos, de cumbre en cumbre, entre los retumbantes pe-
ñascos, •a saltando el animado trueno ! K o brota. ele una
sola nube, sino c¡uo caela risco ha. encontrado en esta.
ocasion una voz, y al tra.ves de su mort.aja ele vapores,
el Jura responde i los Alpes regocijaclos, c1ue á. grito .
herido le llaman !
XCIII.

Y, en tanto, cierra la noche:-¡ noche sublime, tú no


has sido destinatla para. el sueño ! D éjame compatir tus
,...........---------------------------------------------- -- - ,

DE CH ILDE IIAROLD. 117

tremendas é inefables delicias, illenlificarme con la tem-


pestad y contigo! El lago inflamado centellea como un
mar fosfórico, y la llúvia cae á raudales sobre la tierra!
La oscuridad Yuelve 3. ser gcneral,-y luego, las mon-
tañas retumban con los arrcb¡ tos do su imponente ale-
~ ,
1 gria, como si celebrasen el nacimiento de un T erremoto.
'
1 XCIV.

Hay un paraje en <1ue el Róclauo impetuoso se abre


ii paso por entre unas rocas, parecillas ú. dos amantes qno
estuviesen separados por el resentimiento, pero resenti-
miento tan profúndo, que ya nunca podran reunirse,
por más doloroso que esto sea para los dos! Al herirso
así mútuamente sus almas, el amor era. cabalmente la.
raiz del insensato enojo <1uc vino á mnrchitar en flor
·'1 a.mba.s vidas; luego, so separaron : ese mismo amor Jl<:gó
~ J
ú. cxtinguit·:;e, pero u6 sin haherlcs legado todo un siglo
do inYicrnos que pasar, todos los tormentos ele una
~1 gncrm interna que S1.1frir.
XCY.

Pues en ese paraje por don <lo el Róllro10 se abro paso,


bn. estallado la tempestad mis Tiolcnla: porque aquí,
nó una, sino muchas tempcxtades, n.cudcn ií. desfugar sus
íras, lanzándo:-:e de mano¡ n mano f;US ra~·os inflamado~;
y ol más brillante de totlos ellos Ju~ Yenitlo á caer entre
estas rocas dh·itlilla~. como si comprendiese que al lí
donde la desolacion ha. <kjndo scmt'jnnfc ,-a<:io, todo llcbo
ser devorado por los fncgos ucl ciclo.

XCY l.

¡Ciclos, montañas, río, \'lentos, lago, rcl:tmpagos!


Bien mereceis que yo, con un alma capaz ele compren-
clct·os, y en medio de una nocbc <le nubes y ~e truenos,
-bien mercccis que yo haya estado Yclando en Yncstrn.
prosencia. El son lejano ele rncst ras Yo ces moribunllas
os el ceo de lo que nunca cslíL clormitlo en mí.-si acaso
yo duermo alguna. ''ez. Pl•ro i (L tlóndc Yais á pamr, oh
118 LA I'BREGRI~ACIO:><

tempestades ! i Sois como las que rugen dentro del


c01·azon hum::mo 1 t 6 acaso, lo mismo que el águila,
encontrais u1 fin allá. arriba. un nhlo en qnc refugiaros '!

~CYII.

Si yo pudiese ahora dar forma. exterior á lo ruás


íntimo que ilay eu mí,-si yo pudiese bailar eXJ>resion •
para mi~ pensamientos, y desahogar :u;í mi alma, mi
corazou, mi mente, mis pasiones, mis sentimientos-
vivos ó débiles; todo lo que quisiera haber buscado,
todo lo que busco y s uti·o y conozco Y. ~iento, sin dejal'
]lOr eso de ,.¡,·ir, y sin ueccsitar más que una palabra,
sientlo esta palabra un rayo,-cutotwes sí que yo ha-
blaría; pero en la imposibilidad ele hacerlo, YÍYO y
muero con mr Recrcto, teniendo guardado mi ]Hmsa-
miento en el sileuc:io más profmHlo, como nna. espada
en SU VUll1U .

xc:nn.
Vneh'e á raYar la Aurora, ('Oll SH frl·fl<·o nwio ,. :::11
aliento cmlJals:inútdo y :m::: pnrp(m:ns nwjillu;:, tlisip;;udo
risueña las nubes y radiando luz y ,·ida, eouw si la tierra
u o cncerra:::e en Rlt seno ni tma sola tu mha. Ya podemos
seguir e] C111'~0 de lllleslru. existen da: y así puedo yo,
i hermoso Lén.an! encontrar ~n Clt tus riberas Jugar y
alimento para ntis mee litaciones, n6 pa~ar por alto tau-
tns bellezas como r11c:icnns dignas do atlmirucion, si so
cotll<·mplan á sn n•rclackra. luz.

:XCI X.

¡ Clarens, dulte C'lnn·n!':, euua del amor vcrdauero!


'J.'u atnl(),.:fl•ra es el {¡Jito <Jne n•SJlim el jn,·enil y apasio-
llnllo ¡wni"amicnto; f ns :'iriJOle¡.; ec:hnn raíces en unn.
tierra de amor; las nieves CJHc corollt\11 tus wut.isqueros
Ull rcílej:lll Sillu Ull\OI'OSO:S colores, y )OS (¡l(intOS rayos de]
sol pouientc Yan í~ I'!'))()Sar am()rosnmentc en su seno,
hauiindolas en una tinta de rosa : hasta las rocas, las
inmntahlcs rocas, ltablau aquí !ld .ámor, que hus('Ó en
OE CIIILO E HAR OLD . 119
ellas un refugio contra. los cmbatel'l del mundo, contra
su agitaciou y sus pu11zantes dolorés y sus halagüeiins, .
al par que engañosas esperanzas.

c.
¡ Clarens 1 tus senderos estan hollados por celesLia1es
plantas-las plantas del An1or inmortal. Aquí se eleva
cu su honor un houo, que tiene montañas por escabel ;
aquí es el dios una Yida y nua luz que en todo ejercen
su influjo, que se r evelan nó solamente cu las cumbr es
de esas montañas, en las cM·ernas y en l os bosques
tranquilos, sino t.ambien en la flor que recibe su cen-
tellante mirada, y en el mismo ambiente, todo impreg-
nado de su aliento suave y arcloroso, cuyo poder sobre-
puja al de la~ tempestades cuando más desencadenadas
~
es tan.
'
CI.
T odo respira aquí amor; desde l os ncgrnzcos pi11os,
1
l
c1ue le dan sombra. en las alturas, desde los torrontés
cuyo rugido se complace en escuchar, hasta. las >ides
que esmaltan de >ardes pámpanos la oblícm\ senda por
1 la cual desciende :í. la ribera, en donde las aguas se

l aglomeran humildes para adorarle y besar sus plantas


con regalado munnnrio. Y el bosque, con sus aiiosos
(n·holes do encanecido tronco, poro cubiertos de follaje
tanj6ven como el Placer, todaYia permanece en el mismo
lugar que antes, brind:indolc, y á todos los suyos tam-
bicn, u11a soledad poblada.

1 ·CII.

Una soledad poblada de abejas y de pájaros, de mil


objetos peregrinos en forma. y varios en colores, que,
11 libres y llenos de vida, le rinden culto en unos tonos
más dulces que las palabras, desplegando inocentemente
i
sus alas de puro contentos : el brote de los manantiales,
el salto de la eminente cascacla, Ja onclulacion do las
ramas de l os árboles y el tierno "Vástago do la flor, viva
120 LA PEUEORINACION

imágen de la. Beldad,-totlo aqní está en armonia., mer-


• ccd al Amor, para. formar un imponente conjunto.
crrr.
Quien no sepa. lo que es amor, aquí podria aprenderlo,
y su corazon pronto nrdcria. en vivas llamas; quien
ya eslé iniciado en aquel tierno misterio, aquí amaria
más; porque aquí es donde el Amor ha tomado asilo
contra las miserias del hombre, conb'a la. disipacion del
mundo, porque es tal su natw·aleza c1ue, ó tiene que ir
en aumento, 6 dcjnr de existir: no puedo quedm· inac-
tivo; ó desfallece, 6 so convierte en una felicidad in-
mensa, que puede rivalizar, por su dmnciou, con los
esplendores inmortales.
XCIV.

N o fué mero idealismo lo que hizo ú Rousseau escoger


este sitio y poblarlo de afecciones, sino que lo t uvo como
el mús digno que la Pasion podria asignar á l os seres
purificados, hijos de la imuginacion. Este sitio es donde
el jóven Amor desciü6 la cintura de su bella Psiquis,
santificándolo con su presencia: mansion de soledad,
de maravillas, <.lo misterio, en que todo es suave, los
sonidos, los aromas, los colores. Aquí se ha aparejado
el R6dano un lecho : los Alpes se han erigido un b·ono.
cv.
l ~osot.ro s habeis cobijado nom-
1 1
¡ Lansahna l ¡ F erney .b , 1
1)t·es que an t1a<1o ce1e nua< (\ os vuesb'os : • mortales 1
que, por vias peligrosas, buscaron y pudieron hallar el
camino de una gloria inmortal : verdaderos colosos de
la inteligencia. que, ;i semejanza do los Titanes, se em-
peñaron en amontonar sobre una. base ele temerarias
dudas, ciertos pensamientos capaces de atraer el trueno
y el fuego del Ciclo, escalado así otra. vez, si acaso el
hombre y sus investigaciones pueden merecer al Cielo
más que una mera sonrisa.

• Voltairo y Gibllon.
DE C JIILOE HA lt O LO. 121
en.
. El11110 rra. to<lo veleidad, lodo fuego; un niño en lo
mudable tic sus deseos, pero do entendimiento perspicaz
1
~,
y Y(u·io -alt<:mafiyamcnlc jOYial y grn\·C, lliScretO Y
extm\·agante-historiador, poeta, filósofo, tollo á la. Yez,
' que se multiplicaba entre los demas hombres,' como un
-- Proteo del taleuto. P ero su facultad sobresaliente con-
sistía. en man~a r el ridículo, el cual, siempre dócil á su
voz, iba. c~m la. rapidez del Yicuto :í claYarse en el blanco
por él elegido, sin urjar en pió cosa algnna- yn. inmo-
lando á un nécio, ya. haciendo Yacilar tm trono.

CVII.

El otro, ¡1l'ofundo y meRuraclo, gran de1mrador Llel


pen samiento, que todos los aiios aumentaba con nueYos
estudios el cauual do su sabiclmia. Dado :í. la mcuitaeion
y rico de ciencia, usaba siempre armas de cortante filo,
minando el más solemne clogma. con un solemne sarcas-
mo. Rey de la. ironía-que es Cm talisman excelente-
acribilló con sendns punzadas ;t sus en emigos, hasta
encenderlos en rábia, en tma rúbia hija del temor; y
ellos, para. vcngursc, le conucuaron ú Jas penas del In-
¡ fierno; lo cual es un medio tan eficaz como otr o oual-
l q uiera. para r esol ver todas las cuestiones.
~
CXVIU.

1' ¡ Séales, empero, la. tierra leYe! Porque, si han sic.lo


culpa.bles, ya deben haber expiado sus culpas. No nos
toca á nosotros juzgarlos, y méuos eonclcnarlos. Día.
1
~
vendrá en que tales misterios sean reYclados :í todos,-
ó en que la Esperanza y el '. rcmor descansen á la vez
en una. misma almohada, en el poho ú que nos habremos
reducido y c1ue sin duda. algmw. será prc!:'a de los gusa-
nos; y cuando este polvo llegue á reanimarse, como
esperamos, será para obtener el perdon, ú para sufrir la
condigua pena.
122 LA PEREORli\"ACION

ClX.

Pero dejemos las obras del hombre para leer de nnc•o


en las Jo sn Creador qnc se despliegan en torno mio, y
demos fin {~ estas pii¡;iuns, nutritlax con mis imagina-
ciones, y má:; prolongadas ya Je lo <JHC fnrra, menester.
Las nubes suspendidas por cueima th• mi cabeza van
caminando l1úciu los bhlllcu:; .A]p(':-:, y fucrz<t es que yo
penetre en ellos para obsern\r tollo c uau ~o pueda abar-
car la vista segnu vaya asccudiemlu á e!:ia r<>~on g rau-
dioRa, inmensa, donde la Tierra so hace acaxiciar pQr
las P otencias del aire.
ex.
¡ Italia ! ¡Italia.! cnalll1o yo te contemplo, toda mi
alma se ilumin:L con la luz do los siglos. D esde que el
fiero cartngines <>stu>o á. punto de cnseüoreartc, hasta. la
l'ostrer nmeo!a de guerreros y sabios que glorifica tus
consagrados :.males, tú has servido juntamente de trono
y de· sepulcro ::í. los imperios ; y h oy mi~mo, la fuente en ·
que van á beber los hombres sedientos de ilnstracion,
})roccde del manantial eterno do In. imperial Roma, la
ciudad ele 1as siete colinas.

CXI.

Y acJUÍ suspendo una tarea comenzada por tercera vez


bajo bien poco lisonjeros auspicios.- Sentir que no
sowos lo r¡ue hemos sido; pensar que no somos lo que
flor debiéramos ;-armar nuestro corazon contra sí mis-
mo; tli!i:imnl ar con orgulios~t tautoln. el amor, el ódio,
c·nnlc¡uicr cosa- sea pasion, senlimieuto, propósito, dolor
ú zelos,-pcro que constituyo nuestro pensamiento do-
minaute, eso es para el alma una durn. prueba.-No im-
porta ;-yo. está h echa.

CXII.

Y en cuanto á estas palabras, así re"''estidas de poética


forma, tal vez no sean sino una. estucia inocent.e,- un
modo como cualquier oh·o de colorear la~ perspectivas
DE CHILOE II A ROL O. . 123
que pasan fugaces por delante ele mí, y de las cuales be
quct·ido apoderarme para distraet· por un moment.o mi
corazon, ó bien el de los demas. La gloria. es el sueño
dorado de la juventud ;-pero ya no F-oy yo bastante
jóven para considerar el ceño ó la sonrisa. de los hom-
bres como una pérdida sensible ó como un galardon lison -
jero. Solo me he sostenido, solo me sostengo,- ya se
acuerdan de mí, ya me releguen al oh-ido.

CXUJ.
Yo no he tenido nficion al mundo, ni el mundo me la
ba tenido ií. mí; uo he podido respirar de buena Tolun-
tad su atmósfera pestilente, ni doblar con paciencia la
rodilla ante sns ídolos,-ni contraer mi rostro con fingi-
da sourisa,-ni tomar parte en el coro de los aclulaclores.
Entro In muchedumbre, nadie hubiera podido tenerme
por uno de sus semejantes : e::;taba mezclado con los
hombres, pero no era uno de tantos l10mbres ; sepultado
en mis pc::~nmicutos, 110 par ticipnba jamas de los pensa-
mientos agenos; y en htl estado permaneecria aun, si no
hubieso contenido los ímpetus de mt. alma, haciendo
quo so replegase en sí misma.
• CXIV.

Yo no he tenido aficion al nnmdo, ni el mundo me la


ha tenido i mí ;-pero separémonos como leales enemi-
gos. Quiero creer, aunque mi experiencia no me lo ha
euseiiatlo, que hay palabras dignas do fé, y esperanzas
que no son engañosas, y >irtudes indulgentes y que no
arman asechanzas (1. los corazones frágiles; creo tambien
que no faltn quien de veras compadece los agenos pcsa-
rcs,-que siquiera uno 6 dos mortales casi son realmente
lo que parecen,- que la bondad no es un mero nombre,
ni la felicidad un sueño.

0:\."V.

i Hija mia! Oon tu nombre ha. comenzado este canto :


i hij a mía! y con tu nombre tambien ha de terminar. Yo
124 LA PEREGRINACION

no te veo-no te oigo-pero nadie puede estar identi-


ficado contigo tanto como yo¡ tú eres la amiga h:í.cia.
quien se proyectan las sombras .ele mis años por venir.
'!'al vez nunca to sea dado contemplar mi rustro, pero
mi Yoz irá á mezclarse con tus fut.uros ensueños y llegará
hasta el fondo de tu corazon, cuando esté ya helado el
mio,-prenda de amor que te enviará tu padre desde su
misma tumba !

CXVI.

Promover el desarrollo de tu razon,-espiar el alba


de tus infantiles regocijos,- sentarme cerca de tí, vién-
dote casi crecer aute mis ojos,-observar como vas
aprcniliendo á conocer los objetos, que son aun para tí
otras tantas maravillas,-sostenerte blandamente en mi
regazo y estampar en tu mórbida mejilla un besopater-
nal,-eso no estaba sin duda reservado para mí; y, sin
embargo, eso era sim;:>ó.tico con mi naturaleza :-algo
siento en ella que me lo hace creer así.

• c:x:v'1I.
Pero, aun cuando te enseñen á odiarm~ como si fuese
un deber, yo sé que tía me amaras; aun cuando te ocul-
ten mi nombre, como si fuese algun conjuro maléfico, 6
algun título invalidado ya; aun cuando el sepulcro se
cierre entre nosotros dos,-no importa, yo sé que tú me
amarás. Y en vano probarían :í extraer la sangre mía.
que corre por tus venas-en vano tambien; - tú no
dejarías por eso ele amarme, tú conservarías aun este
sentimiento con más afan que la vida misma.

cxvm.
Hija del amor,-n.unque nacida en la. amargura y
criada. .en la tribulacion : tales fueron los elementos de
tu padre, y tales son los tuyos tambien. Pero tu fuego
set·á. mas moderado y tus esperanzas rayaran mucho
más alto.- ¡ Bien haya el sueño que duermes en tu
DE C HILDE I:JAROLO. 125
cuna! Desde el seno de los mares, desde la cima de
las montañas en que al presente respiro, quisiera yo
derramar sobre tí una felicidad tan cumplida como
aquella que-suspirando lo reflexiono- como aquella
que tú pudieras haberme proporcionado á mí!

FIN DEL CA.~TO TERCERO.



1'
1
¡
¡
1

1 CANTO CUARTO.

VIsto ho To•eono, r,ombotdlo, Rnmogu.,


Que! monte che di vide e quel ehe serr~
llolln, e un mnre e l'altro che In bagnn.
Alu08TO, SATn'.A m.
1

l.
1

l Mr QUERIDO Hoo ~tou3r.-


Ventcls, ~de enero ele lSJS.

Despues de ocho aiioe tmnscunidos entre In composicion de los pri·


meros c.nn tos de CllifJe Hnrold y la del•íltirno, VIl i1 someterse al fallo
del p•ílllico la conclueion de mi poema. Al sepat1ll"mc de un amigo tan
antiguo, no es mucho que yo recurra lL otro, nuía antiguo y mejor t.odn·
vi1t, que ba visto nacer y morir al primero, y cuya iluatrade amistad-
puedo decirlo sin pasar por ingratcr-me ha sido mucho más ventajosa

.
1
que toda la famn que Cbil!le HlU'Old baya podido granjearme;- ii. quien
fu6 por largo tiempo mi amigo y juntamente mi compañero do , ·inje
por lejanas tierras, velándome en mis enfermedades y compartiendo
·mis pesndumbres, t.un regodjndo siempre con mi prosperidad cuanto
firmo en loe dins do mi adversa fortuna, leal en eue consejos y d•gno de
1 toda confianza en cunlc¡nior peligt·o-ítnn ami¡:;o frecuentemente pro·
bndo y que nunca desmereció <leli•ombre de tul ;-i1 vos, en fin.

Y paso rusí de la ficcion ít la ver<lnd ; y al dedicaros, compléto ya, 6


cuando ménoe terminado, este poema, IJ.ne ea In más extensa como la

\ más meditada y comprensiva de mis obnts, deseo hacerme el honor de


recordar mi intimidad de tantos aiíoe con un hombre distinguido por su
saber, su talento, en entereza y su hidulgui:l. No es propio de almas
como las nueslrall tributar ni recibir lisonjas; )JOro el elogio sincero
siempre ha sido lícito (, In voz de In muist.nd; y si yo pretendo con me.
1 morar nqui lns pt·endua f¡uc os udornnn, ó míos bien, los bencllcios de
que les soy deudor, no lo hngo precisamente por voe, ni siquiera por
los demás, sino ú. fin do desahogar un cornzou, usa-.: desacostnml.JI'lltlo,

• ~•moro del PBrl!llnento y 1\Uior de ,·~ri>S obr:~s v••litletl y llt<>r:ulas.


130 J.A PER EG ni~A CION

por lo mGnos en loa •íllimos tiempos-á In benevolencia de los hombres,


pam mantenerse impc11.urbaule cuando en alguno la encuentra. Hasta
In fecbn de In preft'nlo cnrtll, nniver&'lrio del dia míts aciago de mi
pasada exidtcncin, • pero que uo podrá em·eneunr mi existencia futura
mientra~ yo cuento con vue>~tra amistud y con mis propias facultades;
I.J:lStn 1:1 fcci.Jt\ do la presento cartu nos mcreccrñ á los dos en adelante
nn recuerdo más gruto, porque nos traerá á la memorin esta mi
intencion de sigui licaros cutmlo agradezco rucstm inalterable solicitud
húcin mi, solicitud tnl como ú pocoe está rcsen·ndu y que nadie hubiera
podido merecer, sin inclinarse í1 juzgar más favornblcmcnte de la
especie humnna y de si mismo tnmbien.

Hímos cabido en encrte recorrer juntos y en di,·ersos tiempos las


1 tierras dít~icns de In cnbltllcria , de la hi,¡toria y de la fítbuln-E spaña,
1
Grecia, el .\~i:\ menor ó Italia; y lo que Atenas y Constantinopla eran
paro nosotros hnce algunos aiíos, eso uli;m1o han sido Venecia y R oma
en (;poca mú~ reciente. Tt\mllicn el poema, ó el Pe reg rino, 6 ambos it.la
v ez, me I.Jnn acompainulo desde el principio basta el iin; y quizá sea
excusable vnnid:ulla r¡ue me hncc voh·er í1 fij:mnc con compluccncin
en utuJ. obra q nc hnSl(L cic•·to punto me liga í• los parnj~s en que ha
¡¡ido cscJ·Ita y¡, los objetos quo en ella pruebo l• desct·ibir; y por indigna
que par•ez(·f¡ <lo 1\(¡uellos múgicos y memom\Jies p:úscs, por mnl que
correspon<ht ÍL h1. idea concet.ida <les• le lejos y í1 la impre~ion causada
por la rcn!id,ttl, ijin emburgo, como una señal de 1·espet.o hncitl todo lo
<¡ue es venerable y de cutusiuamo búcin todo lo qtto es glorioso, l a
compo~icion tlc (;bilde lJ arold ha sido p:un. mi un tmmuntial de vcrihl·
d01·o plnccr. t'or c~o no me es dndo gcpnrurmc <le él sin cierto sen ti·
miento de •li~¡!nsto; y bien lejos est.alm yo de ct·eer que, despucs do
todo lo r¡uc por mi l1n. pa&'\do, fucnl (:<l JJat <le: inll!resarmc asi por
objetos pur:unente imagin:u·ioH.

l.::n punto ít la mnrchn. del último ennto, so echará de Yer que el


r cre¡frino li¡;uru en ¡;( m"nos que eh uiuguno de lod anteriores, y eso
confumliémlol!<l en gran parle, si n6 del todo, con el autor cnnrulo este
bn!Jla en bll pro¡•io nomlJrc. La verdad es que yn. estaha yo cans:~do de
tra7~'1r l!ntre mnl.>oo~ nnn linea dh·i&Oriu, que todos pnrecian empefmdos
en no percibir·; (, l'Cmejnnzn de nqnel chino pintado por Coldsmilb en
El Ciutlflllnno del ftluwlo, y (• quien nadie quería reconocer como Ull
chino, en ,·ano procuró e~lnblecer, y ann supuse .haberlo con..oegnido,
una did1i1wion entre el poeta y el P eregrino; y el mismo uhinco por mi
empleado para consen·nr cela di~tincion, y el con,·cncimienlo <le su
ineliclltiu, r¡nc hube de rulr¡uiril· dca¡mca, mnto embarazaban los ,·uclos
de 111i inS])irncion, que resol d al cubo desistir <le semejante propósito,

• El ~e su eM~rulento.
OE CHILDE I:IAROLD. 131
como efcctinuucnlc lo Le Lecho. Lns opiniones fm·madas ó qne ec
pnedan formnr· soln·e el asunto, son abor·a de poco momento : dé bese
jntg<tr bt obra, nó -al e~c1·itor. Todo nntor rttHl no tieno en sn cabezn
otros recursos qtto ht re1mtaciot1, n·nnsitorin 6 pcrnmuent.e, debi<ln iJ. sns
trabnjos literarios, bien merece lo. suerte de los nntorea.

Ern. mi inlclJCÍon hablar oigo, yn en el texto, y:t en las notas de


este cnnto. ~obro el estado nctnnl de la liternl.nm itnlinna, y ncnso t:\ln·
bien sobre las coMmnbree del mismo ~nis. P ero b1en pronto eché de
,·er que, dentro ele los limites qne me babia impuesto, diJkilmcntc bas-
tari:L el texto para re¡wodnéir el laberiuto de los objetos exteriores con
las reflexiones corresponrlientes; y por lo que !.mee {dasn•>hiB, excepto
ulgnnas de lns tuú,¡ breYes, ;, Yos las be debido tod:~s, habiendo aklo
lllenestcr limitarlas ú la ilustradon del tex to.

Por otra parte, es lUla tn rcu clelic:ula y nó muy grata el di~erlar


sobre la literaLum y lns cosluU\lJres tic mu\ nadon tan heterogénea ;
tarea qne exige nnn. atenciou y una impat·cialidatl que nos comluciria ;,

'
desconfiar ó, al mónoe , á suspender nnest i·o juicio, p:u·a poder formarlo
con más conocimiento de cnu.sa, ~omo <ntie1·n que ni vos ui yo seamos
1<11 vez obsen•n<lores snpC1·fic.inles ó ignornute8 del idioma y la$ tos·
1
' lumb res <le un pncblo entre el cual hemos vivido recientemente. En
litenttnru como en polii"ica, el espíritu de partido v:t ó IH\. i<lo ul p;u·eccr
tan lejos, que casi e~ imposible ~~ nn extranjero mnntcncrse demro clo
In impnrcinli,lacl debida. Dastud, pnes, ;, lo ménos ptlra mi propósito,
cilnr u•¡ ni al¡,'lmns palabms de aquel mismo hermoso idioma:-" ¡lf i
"pareclw i~>mt pncsc tullo poctico, che va uta la lingrra piü nuoilc etl
" in~icmc la piti. dolcc, tulle le vic tlhcr.sc .< i po.•.•ouo ten/are; e cite

1 " sincltc la patria tli A(ficri e <li.11Ionti 11.on }¡a ¡>crtluto l' anlico ~·alore,
"in tulle essa dovrcbbc csserc la prima." Itali:L <·noutn aun ilnstt·eR
nombrea-C:mova, i\Ionti, Ugo l<'oscolo, Pindcmonte, Vis<·onli, ]\[o.
'j
l.: ' r elli, Cicognnra, Alllrizzi, )Iczzophnnli, )fai , Mustoxidi, .Aglietli y
Vacca, h nn de granjcm· ú In pt·esento genemcion u u lugar honorífico
en los miÍ!I de los rumos del nrte, ele h~ ciencia y tic las bella~ lctms,
y aun el principal en algunos.-Ew·opa-e l mundo, no tiene si uo un
CanoYn.

Ha dicho .Alfiet"Í en nlgnu lugar. qne "In pirwta uomo nascc ?Jii,
" ·robusta in Italia elle ¡,. q"nlnnquc nltra /ara-e cite gli stc.<si
" atroci dclitti elle vi .<i co•nmctlo~to 1rc SOJ!O u un proL·a." Sin com·cH ir
yo cu la C.ltimu parte de est:t proposicion, docldna peligrosa y contra
In. cual se po<ll"ia ttlcgar contnejor fundamento r¡nc los italinnoR no sou
de uin¡;tln utodo m(t,¡ feroccij c¡uc sns ,·ecinoR, ~o lo un homlrt'tl Yolnutn·
rinmcuto ciego ú ignorante en sttmo gt-rulo, dej ar{• de ~mvrcmlt:r~m de
In extraordinaria capacidacl, ó-!i se me admite la exprcsion-de las
132 LA PEREOR!NACION DE CIIILOE HAROLD.

extraordiunrias aptittula de este pueblo. ¿ Quién le sobrepuja en lo


fúcil de su inteligencin, en lo rúpido de eu conccpcion, en el fuego de
su mente creadora, en so sentimiento de In beller.n 1 Y, no obstnnte lns
frecuentes revoluciones, los estragos de la guerra y el abatimiento de
tantos siglos, ¿ cómo no admirar tnmbicn su sed inagotable de iumorta·
lidnd-lu. inmortalidtttl de la independencia 1 Nosotros mismos, <mando
•' ibnmoh cubnlgrmdo nl rededo•· do lns murallas de Roml\ y oiamos el
sencillo lamento de los labrudorce, que cnntnban en coro: " ¡ R o11w,
Roma, Roma 1 non epii' come cfa pt·ima," no podíamos ménos de notar
el contmste de estos ruelrmcólicos nccnt.os con In bncnnal gritería y los
groseros c.'l.nlos de triunfo que atron:lbnn nnn L1s tnbernrus de L(tndres,
en celebridad ele la matanza de i\Ion~· 'aint.-Jenn y fle la traicion heclm
ú Gl\no,·n, ñ Italia, í• Francín y ni mundo, por nnos hombres cuyo pro·
ceder hnbcie expuesto YOS mismo en unn obro • digna de los mejores
tiempos de nuestra historia. En cnnnto á mí,-
u Son mo•tro m:t.l eordn.
u Ove lB turb~ de auc clanca usorda.••

Lo que ltnlin haya ganado con la última trasferencia de pueblos,


ocioso aol'in .-, nn ingles averiguurlo mientrl\8 no llegue 6. estar fuera do
dndn qne Inglaterra ha conseguido nei nlgo mtíe que un ejército permO.·
nentc y 111 BuMpension del Habeas Corp1u. Hnrto nos dan en qué en·
tender nuestroa propioe asuntos; y por lo que concierne á nuestra
conductlL con lo~ demúe, y !!Obre todo en el .lllediodia, "de veras os
" digo que ya recibiremos In debida recompensa," y untes de mocho
tiempo.

Dcscltncloos, mi querido llobhom;e, nn feli7. y ngrndable regreso {L


nquel país cuyo ,·enladero bienestar ñ nadie puede inspirar mí•s iutcrce
que á vos miemo, yo os dedico este pocmn, completo como al fin estE•,
y me repito muy do ,.crl\8 ,·ncstro siempre ngradeciclo y cariüoso
nnligo,
BYRON.

• CAUTAS :&scnJTAe Dl"lt.A.NTt: x.oa Ct~:i DtAa.


OANTO OUARTO.


l.

Estaba yo en Venecia y en el Puent-e de los Suspiros*;


á un lado topia uu palncio, al ot.ro lado una cárcel; del
seno de las olas veia levantarse los edificios de la ciudad
famosa, como movidos al golpe de una varillD. mágica.
Diez siglos extienden al derredor de mí sus alas n ebu-
losas, y una Gloria moribunda somic al recordar aquellos
tiempos r emotos en <Jue tantos pueblos subyugado:,¡
tenían fijadas sus miradas en los palacios de mármol
del L eon alado, donde Venecia aparecía sentada en su
trono de cien islas!
u.
Parece la Cibeles del Oceano, reciensalida de su
elemento, dibujándose en un horizonte aéreo con su
tiara de soberbias torres y sn majestuoso adcman, como
señora de las aguas y ele sus potestades. Y realmente
lo fué algun dia :-sus hijas recibían por dote los des-
pojos ele las naciones ,·encielas, y el inagotable Oriente
derramaba en su regazo un diluvio de centellantes
joyas : su >csticlo era e~ púrpura, y los monarcas venían

"Ponltt dci So.•piri, qne conmuicn el palacio del Dux con las anti-
¡;uas prisiones de :J::studo.
13-l LA PBRSO RI NACI O~

á tomar partes en su::~ festines, creyendo enaltecer así


su pro¡)ia dignidad.
JI!.

Xo snenau yn en Ycnecia los cantos del T asso, y el


gondolero (h•l tlia rema y rema en c:outínuo silencio ;
sus pnlacios nm desmoronándose poco á. poco, y solo
nwa Yez se oye aquí el son ele la música. Pa~aron los
buenos tiempos <le Ycnecia; pero su hermosura perma-
nece inaltet·able. Caen por tiena los imperios, las artes
desaparcccn,-pct·o la X aturalcza no mucre, ui ha po-
tlhlo oh·idar todavía cuan seduc:tora fuó Ve:necia eu
otro tiempo-Vcnec:ia, grata mnnsion de todos los pla-
ceres, la orgí1~ del mundo, el carna,·al de Italia !
IV.

Y para nosotros tiene un cneanto más l)Ocleroso quo


su histórica nombradía y su largo cortejo. do sombras
ilustres r¡no tristemente vagnu sobro las n únas do la
eind:ul Yi ucln. do su Doge,- trofeo es el nuestro que no
habrá de perecer con el Rialto >:. : Shylock, el]l(oro y
P edro t triunfaran sin eluda lle los rigores del T iempo,
como que ,·icn<.'n á Her las c]a.Yes de esta. bó\'eda !
Cnan!lo todo hnbicse desaparecido, todavía. la. ribera
~olitnria Cjltedaria. pohlntltt para nosotros.

\'.

Xo son, nó, de arcilla los seres que engendra. el en-


temlimicnto ; inmortales por esencia, producen y mul-
tiplienn en nosotros una. claridad más brillante, tma.
exi~tencia más cura. Lo que el Destino rehusa :í nuestra.
Yidn. monótonn, en nuestro estado ele mortal escla>itucl,
est ns creacioues nos lo ton ceden ele suyo ; comienzan
por desterrar todo lo que olliamos, y acabnn por susti-
tuirlo en nn tocio; rit>gan l'l corazou, cuyas tempranas
1"
p Xontllrc tlt l potente priuci¡>nl do Yencci¡l.
1 El Murado!' de Ve¡¡ccia y Otelo, de Shnl{espeare, y la l'e11ecia
Mlcada, de Otwny.
DE CHILDE HAROLU. 135
flores han quedado marchitas, y llenan el vacío por ellas
dejado con una nueva vegetacion.
VI.

Tal es el refugio adomlo van 6. parar nuestra juventud


como nuestra vejez: la una, conducidn. por la Espe-
ranza; la otra, por el Hastío. Y esta sensibilidad gastada
suele llenar pó.ginas y páginas, y acaso tarubicn preva-
lece en la que •oy escribiendo. Cosas hay, empero, cuya
realidad eclipsa ó. cuanto idear podemos, cosas más
bellas en forma. y eu color que nnestro fantástico cielo,
que las ·constelaciones peregrinas con que la Musa sabe
engalanar tan bien su mundo imaginario.
VII.

Yo las >Í ó. mi vez, 6 soñé que las veía ;-pero no


pensemos más en ellas.-Ofrcciéronse á mis ojos con
aspecto ele verdades, y luego de~:~aparecieron como otros
tantos sueños; pero, de cualquier modo, sueños son
aho1·a, y nada. más. Bien podría reemplazarlas, si qui-
siera : porque todavía es fecunda. mi imaginacion en
creaciones tales como las que antes andaba yo buscando,
y que no dejé de hallar alguna vez ;-nó: renunciemos
6. ellas tambien. La. Razon, "despierta en mí al presente,
rechaza como insensata~:~ semejantes imaginaciones:
otras voces me hablan, otros objetos me rodean.
VIU.

H o aprendi<lo otros idiornas,-y en paises que no son


el mio he dejado ele parecer extranjero. Para el lloml;rc
quo es dueiio de sí mismo no hay mudanza ninguna
capaz de sorprenderle : sin violencia puede crearse, y ·
no se le hace difícil encontrar, una patria en medio del
género humauo,-y tambien i ay! en cualquier desierto.
Yo, empero, nací en una tierra cuyos hijos cstan or-
gullosos de serlo, y n6 sin mot.i\·o; y ~habré ele rcuun-
ciar {í. esa tierra, un·iolable asilo de <lucto•s varonrs, de
ciudadanos libres, lJara. u· en busca do un hogar alJá.
por lejanos mares !
7.
136 LA PEREORINAC ION

IX.

Tal vez la he querido bien; y si estoy destinado á


dejar mis cenizas en extraño suelo, mi alma volverá de
seguro al seno de la madre patria- dado que el alma,
dcsprendicla del cuerpo, tenga facultad para elegir un
santuario. Yo acaricio la esperanza de vivir en la me-
moria do mis descendientes, en la iengua de mi país
natal; y si acaso voy demasiado lejos en mis aspira-
ciones-si acaso ml gloria, como mi destino, ha de flore-
cer y marchitarse en un momento, y la negra mano del
Oh·ido
x.
H a tle cenar á mi nombre el templo en que las na-
ciones rindou homenaje á. Jos muertos,-sca cu buen
hora !-Ciña la m oles otra frente más digna, y grá.bese
en mi tumba aquel epitafio del hijo de Brnsidas :-"Es-
parta tiene muchos ciudadanos más beneméritos que
él." Eutre tanto, yo no solicito la simpatía de nadie, ni
tampoco la hé menester. Las espinas que he r ecogido
provienen del árbol que yo mismo planté; me han des-
garrado,-y vierto sangro. Bien c1cbí haber provisto
cual seria el frut.o de tal semilla.

XI.

El Adriñtico, viudo en el dia, est:í. llorando á su con-


sorte: ya no se renueva su anual himeneo, y el Bucen-
tauro yace rarcomido y sin rcstanrar, como descuidado
ropaje tle su Yiudez ! 'l'odavia ve San Máreos á. su
célebre I.con en el propio lugar que antes ocupaba,
pero siendo escarnio de su ahyeccion presente- allí, en
aquella. Plaza donde todo un emperador• se presentó
en actitud Ruplicante, la que los monarcas no podian
ménos do contemplar con e~n-illil\ cuando Venecia era
rdna, y opulento. como ninguna.

Federico Bnrbnrojn Ul77).


DE C IIJLDE HAROLD. 137
xrr.
Tras la humillacion do un príncipe de Suabia vino la
dominacion de un príncipe do Austria; este huella. con
soberbia planta el mismo suelo en que aquel estuvo
postrado do hinojos. Reinos enteros quedan reducidos á
meras provincias, y ciudades soberanas tienen luego que
sufrir cadenas opresoras ; las naciones, cuando han lle-
gado fi la cumbro del poder, y no bien han comenzado
á reflejar el brillo de la gloria, se disuelven y cáen por
tiena, nó do otro modo que el alud desprendido de lo
alto de una montaña. ¡Oh, si rc\iviese por un momento
siquiera el ciego Dandolo, aquel caudillo octogenario,
conquistador do Bizaueio! •
XIII.

Ante el pórtico ele San l\[árcos brillan aun sus ca-


ballos do bronce, cuyos áureos collares reverberan la
luz del sol; pero ~no flO ha cumplido la amenaza de
Doria1 tNo estan enfrenados ya1 tVencida y con-
quistada, despues ele trece siglos de libertad, Vcnccia
se va hundiendo, como el alga marina, cutre las olas ele
donde surgió! ¡.Ah! más l e valiera estar enterrada bajo
esas olas y, aunque fuese en el abismo de la destruccion,
esquivar la presencia del extranjero enemigo, á quien
vivo humillada en cambio de un infama reposo.
XI V

En Sil jtll'entud, toda ella aparecía. mdiantc de gloria

• Enrit'Q D:mdolo, Dux de Ycnccin. i\fttri6 en1205.


t Vcnt'idos loa ,·enccinno., en 1:!79 por las fncrzns comllinodns de
Gí'n0\'1\ y P ñdun, hnlliet"On 1le dur&e f< 1mrtido, !lin otro coodieion 'lile
la de couser,·nr el dominio de su CuJ•ihll; pero el geneml en Jefe de los
geno"e~~es, P edro Doria, le~ contc~r6 r¡ne uo re les ororgaria la pnz
hlülta que pu~iesen unn bridu Íl loa calmllos desenfrenados del p6rtir·o
de San Míu·cos. "Por imMmttoR que eeun (aiiadiól, pronto los ol.iligure.
mo~ Íl <¡ttcclarsc trnnquiiOli."-Lu nmcnaztt, ~in embar:;o, no tn,·o efeNo;
pu es, exu~pcrurlos <·on ella los \'Cnc!'ianO>l, retttrricron de nuevo á lus
armaR, y no 1\Uio l>ltlicJ"Oil uil·osoH de l peli~ro, ijino que, tomunúo lnt·J!o
In ofélh<J\'a, lognu·ou nl lin dcJTOtar complctaoucnte ú los ~CIIII\'CSt:H. Bl
mismo l>u1·ia pel'r.eió du 1111 baluzo en el 8irio rle GI.J iozza (enero de
1330).
..----------~ ------ - ----

138 LA PERSG RI NACION

- era una nueva Tiro ;-hasta. su exllresion vulgar- el


"Plantador del Lcon"-• procedido babia de la vic-
toria; divisa que llevaba triunfante por mar y tierra,
al tra.ves del fuego y de la sangre, esclavizando pueblos
y pueblos, sin dejar por eso de ser libre, y haciéndose el
baluarle de Europa, contra la soberbia otomana. Dílo
tú, Candia, rival ele 'l'roya 1 Decidlo ' "osotras, olas in-
mortales, que prcscuciásteis la batalla de Lepauto!
Kombrcs !'On los vue!'tros que nunca podran borrar ni
el tiempo ni la tiranía.

XV.

Como cstátuas de villrio-todas hechas pedazos- las


numerosas efigies de sus finados D oges han r1uetlado
rctlucidas ú. polvo; mas el vasto y suntuoso edificio en
quo tonian su morada revela tlesue luego su antigno ~
esplendor. Su quebrantado cetro y su acero enmohecido
ban pasado lí. numos extranjeras: alcázares vacíos, calles
solitarias y semblantes cxt.raños, que deben hacerla re-
cordar con sobrada frecuencia cómo y por quién vive
esclavizada, extienden una nube desoladora sobre los
galanos muros de Venecia.

XVI.

Unanuo las huestes ue Atenas fueron vencidas en


Siracu¡;a y millarc~ de soltla.dos hubieron de sufrir el
yugo dt• hL guerra, la 1\1nsa. del A ti ca. bastó para liber-
tarlo¡; ; su~ cantos l es sirvieron de rescate lejos de la.
tierra natal. Ye<l! en tanto que ellos entonan el himno
trágico, el carro del vencedor subyugado se detiene, las
ril'nllas se le caen de las manos-la ociosa. cimitarra se
dc:;prcntle de !ill tahnlf-('orta las cadenas de sus can-
tinJs y les dice que tlen las gracias al poet.a por sus
versos y por la Jil)('l·tad que á ellos han debido.t

• El Lcon de Rnn ;\ftÍI'(I)81 c~trmda rt c da la repúulicn de Venecia, c.le


c.lontlu Sl· c.l~rivu lt< ¡mlaum Pi<wlulcone, nowbre de un personaje gi'O·
tcscll cl<l la com<:uin 1tuliaun.
t l'lutarco, l'i,/(1 de ¡\ 'ici(ls.
DE CIIILDE HAROLD. 139
1

XVII.
.Así, i oh, Venecia ! aun cuando no tune ses en tu
abono títulos más valederos, aun cuando pudiesen caer
1
en el oJ·ddo todos tus altos hechos históricos, tocla.via
~-Si< el culto que tú rindes 6. la memoria del Bardo di"nno, tu
pasion hácia el 'rasso, debería haber ba.stado para que-
brantar los lazos que te ligan á tus opresores; tu des-
tino es una afrenta para las naciones,-y para. tí sobre
todo, .Albion! La reina del Oceano no debía abandonar
á los hijos del Occano; sin·a la caida. de Venecia para
hacerte pensar en la tuya, pese al baluarte de tus
olas.
XVIII.
Yo la be qllericlo desde mi niiíez.-Veneeia era para
¡ mí la ciudad encantada del corazou, que se alzaba del
i" seno uel mar como un templo de columnas líquidas, la
mansion del regocijo, el emporio de la riqueza. El arte
do Otway, do Radcliffe, de Schiller, de Shal¡-speare,
babia grabnclo su im(lgeu en mi mente; y aun tal como
es, bien que la. haya encontrado tan diferente en rca.1idad,
no por eso ho dejado de quererla; y tal vez la quiera
mús todavía en su presente desgracia que cnando, por
su arrogancia y ostentacion, era objeto de universal
maravilla.
XIX.
Por medio de lo pasado bien puedo "\"olvcr :í pol>larla,
- y aun con lo que al presente le queda hay alimento
bastante paro. los ojos, parn el pensamiento y para la
meditacion, y acaso más de lo que yo esperaba y ape-
tecia; y entre los t1ias más felices que l1a.n entrado en
la madejo. de mi vida, algunos, ¡ ob, Venecia! te deben
sus colores. llay senlimientos que el Tiempo no puede
adormecer, ni las ]>esallumbrcs alterar; pues, tí. no ser
así, todos los mios cstariau ahora yertos y mudos.
XX.
Pero la encina más elevada tle los .Alpes crece preci-
samente en las rocas más eminentes y ménos abrigadas,
140 LA PERP.ORINACION

teniendo sus raíces bajo aquella misma piedra. estéril,


sin que ni la. menor porcion de tierra. le sirva de apoyo
contra. los embates del huracan; y, sin embargo, su
tronco brota con todo dgor y se burla de la tempestad
rugiente, basta que su altura y sus formas son dignas
de las montaiht:o cuyas moles do pardo granito han vist.o
11acer y desarro1larsc aquel árbol gigantesco. D el mismo
modo })Ltcde crecer el alma.

XXI.

La existencia puede prolongarse, y la vjda y el dolor


p ueden echar hondas raices en el corazon solitario y
afligido. El camello sufre sin quejarse la. más pesada
carga, y el lobo muere en silencio :- bien haríamos en
imitar este ejemplo que ambos nos dan. Si ellos, entes
ele índole min ó salvaje, saben padecer con resignacion,
tpor qué nosotros, que estamos formados de una arcilla 'l
mús noble, no hemos de hacer otro tanto, si al cabo no
es si u o por un dia ~

XXII.

Todo padecimiento destrnye 6 es destruido por el


mismo paciente, y en ambos casos llega :í. tener fiu.-
H ombres ha.y que, reanimados y llenos de nueva espe-
ranza, tornan al lugar de donde proceden, y- con los
mi:;mos propósitos que antes-comienzan de nuevo 6.
tcj<'r sn tela; otros, abatidos y encorvados, macilenta la
fu.z y el cabello eucanecido, se marchitan antes de tiempo
y perecen con el btículo que les servía de apoyo; otros, •:
en fin, recurren ií. la. tlevocion, al trabajo, ti la guerra, ó.
l a v irtud 6 al crímen, segun ban sido formadas sus almas
para abatirse ó para elevarse.

L'üll.

Pero muy 6. menuclo los dolores comprimidos dejan


tras ele sí un vestigio semejan le á. la punzada del escor-
pion; apenas Yisible, pero impregnado de una amargura
r;iempre nucya : el más le\"c motivo hará tal vez caer de
DE CHILDE HAROLD. 141

ntHn·o sobre el corazon el peso <JUC él quisiera se<:ut1ii·


par~ siempre :- un sonillo-una vibraeion musical-una,
tartlo de n~rano-6 lle primavera-un:~. Oor- el viento
-el Oeeano-que vendrá á irritar 1mestras b erillas,
sacudiendo la cadena eléctrica <tnc 1101; enlaza con sus
negros eslauoncs.
XXIV.

tY cómo 1 i por qué7-Ko lo sabemos, ni nos es datlo


seguir la huella de este relámpago del alma hasta la
nube que lo encapota; pero s( sentimos su repetido
choque, y no podemos bonar la, negra y tenible r-cñal
que deja tras de sí, y que entre los ohjetos más fami-
liares y cuando méuos lo pensamos, hace aparcC'N" á
1 IJUesh·a vista espectros contra los cuales seria inútil

L
l
todo exorcismo,- corazoucs fríos-desleales- tal wz
los muertos que nos fueron quel"idos-por quienes llo-
ramos, perdidos ya para nosotros-harto tmmerosol>,
auuqne tan pocos son!
XXV.

P ero mi alma se extravía; voy {~ llamarla de nne,·o


b:í.cia mí para meditar entro las tumbas, y será una
ruina. mús en medio de estas ruinas; quiero n•,·oher el
polvo de los imperios hundidos y de las ¡rramlezar- se-
pulladas en una ti('rra que rayó más alto qul' otra alguna.
en los remotos días de sn dominacion, que es todavía In.
más bello. y que será siempre el perfecto moltle en qnc
la celeste mano de 1:J. Katnra lcz<~ <lcpoHitó el tipo do los
héroes y de los l10mbres libres, de las beldades y <le Jus
valicntcs,-do los seiiores ele mar y tierra.
XXVI .

¡ UepúLlica. de reyes, ciud~ulanos de Roma! Y luego,


i oh, bella. Italia.! tú fuiste y eres anu el janlin del
mundo, la. patria de todo lo bello que ~e debe al .Arte y
á la Kah1raleza. H oy mismo, en tu tri!;te soledad, i qué
otra. region pnctle comparar!;C á tí1 llasta tus y erbas
dañinas son hermosas, y la parte inculta de tu suelo
..
142 LA PEREORINAC'ION

Y ale m:ís que la fert ilitlatl <le otros climas; tu propia


caida es un timbro <lo ~lot·ia, y t.ns ruinas están revesti-
das de un encanto purísimo é indeleble.
:XXVJL

I.a luna ha salido, y, ~<in <•mbargo, no es de nochc;-


rl ~<ol poniente tlidde <:on t•lla el seüorio del firmamento.
ru Oc:tano de l!loria ÍlllliHla las cumbres de las azules
montniin~; tlc l!'riuli; t:l ciclo estf~ sin nubes, pero hácia
el Ucc:itknto no parece sino que se deshace en un >asto
m·co-íris tlc mil colores, allí, donde el Dia. va á. confun-
tlirf'e con la Eternhlad de lo pasado; nuentras por el
Oriente, el semicírculo de la modesta Diana está. flotando
en una atmósfera azul,-isla de los bienaventurados !
XXVIII.

Una sola est1·clla la acompaña, r<'inando con ella en


la mitad clt•l galnno ciclo; pero todavia aquel m:n· do
lm: alza hrilluutcs Rll fl olas, eubricll!lo c·tm ellas ]¡L cima
de lo~:; l<·janos monl<'s de l¡L Hh ctitl,• como si el Dia y la
Noche audnvi<:l'1·n lnchanclo entro sí, hasta qne la 1\a-
turalcr.o. viene (l interponer sn autorillud : el Brcnta Yn.
arrastrm1llo mansnme11le sus aguas, teñidas del pm-
p(¡rco color do la nadcnlc rosa, que yaga cnn~elta en
la eorricntc y l'CRplaudeco Yistosa. entro los cristales
t1clrio ¡
XXIX.
De e!lte rio, en donde vi<'ne i reflejarse de lleno la
imáf!rn tld rcmvlu c:ido con toda la mágica variedad
1ll' :-11s matitl'!<, tk~tlc los poHt re ros 1·uyos <lc:l sol hasta
<·1 prina<'r \'i:-lunaiJl·c de las e~trcllal'l. P('ro luego todo
t·:uullia 1le a!<p<'clo: una sombra más pálida extiende su
nlo Jllll' t'lll'ÍIIH\ ll<' las montañas; el <lia, tocando á su
tér111ino, <:~pira romo el dclfin, que adquiere un nuevo
color c:11 cada convulsion lle su agonia, y el último es el
mál'l IJcllo llc tullo:-:; luego- todo acabó-y no queda
wás que un pardusco tinte.
• J'ui~ de los C:ri~ones.
DE CHILDE HAROLD. 143
XXX.
Hay en Arqua • una tu mha ;- alli, dentro de un ele-
vado sarcófago, d~scansan los restos mortales del amante
de Laura: allf acuden numerosos admiradores de sus
bien lamentadas cuitas, los deYotos peregrinos de su
ingenio. Naéió para enaltecer una lengua y para libertar
á su patria del pesado yugo de sus bárbaros enemigos :
las lágrimas melodiosas con que regó el árbol marcado
con el noml>1·e de su amada, han hecho inmortal el
suyo.t
XXXI.

El mismo l ugar en que murió es el que guarda sus


ccnizas-Arqun, la montañosa aldea donde pasó los
últimos dias de su vida; y sus moradores tienen á
orgullo-y es un orgullo legítimo y laudable-el ense-
ñar al extranjero su vh:ienua y su sepulcro, ambos
tan sencillos como venerables, y más en armonía con
sns cantos que cualr1tliera pirámide erigida sobre su
tumba.
XXXII.

Y aquella pacffica aluea en que vivió parece como


si hubiese sido lleclla de intcnt.o para el hombro que,
penetrado uel seutimiento de su mortalidad, burlado en
sus esperanzas, ha buscado un refugio bajo la densa
frondosidad de una. Yerde colina., desde donde columbra.
en lontananza bulliciosas ciudades, pero cuya perspec-
tiva. nó es yn. tentadora. para él, cuando puedo gozar
lo bastante con los resplandores de un so] puro y mag-
nífico;
xxxnr.
D el sol, que dora las montañas, el follaje, las flores,
resplandeciendo en el arroyo murmmador, cerca del
cual y limpias como su corriente, se deslizan las errantes

.. Pncblodc la Lombardia.
t PeLrurcn.
144 L A PEREGRINACION

horas con lánguida. blandura, muy semejante á la pereza,


pero que no deja de tener su filosofin. Si es en la socie-
¡: dad donde aprendemos á >ivir, la soledad es la que
debiera enseñarnos á morir como es debido ; en ella no
hay aduladores; la vanidad 110 puede acudimos con su
favor ilusorio; el hombro tiene quo luchar por sí solo
con su Dios;

Y acaso íambien con demonios, que vienen 6. enervar


la fuerza. de los mejores pensamientos, escogiendo para
su presa. los corazones melancólicos, aquellos que, de
suyo extra,·agantes desde que nacieron, no gozan sino
en medio de la oscuridad y el desaliento, creyéndose
predestinados á. sufrir incurables dolores : y no ven el
sol sino do color de sangro, y la. tierra les parece una
tumba, y la tumba un infierno, y el infierno mismo aun
más tenebroso de lo que puede ser.

X.~'( V.

¡Penara! La yerba crece en tus anchas calles, cuya


simetría da. bien á conocer que no fueron destinadas 6.
la, soledad; parece como si p esase una maldicion sobre
la morada de tus soberanos, sobre aquella. antigua casa
do E ste que durante siglos ejerció absoluto poder denh·o
de tus muros, siendo alt<>rnatiYamente-segun los an-
tojos de un menguado régnlo-protectora. ó tiran:;. de
nr¡nellos que ceiiian laureles no ceñidos basta entonces
sino por la frente del D ante.

XXXVI.
y ('] rrusso Cfl á la. vez su gloria y su oprobio. Escu-
chad los acentos del bar do insigne, y luego id á ver su
calabozo! ¡A qué precio tan caro ha comprado sus lau-
reles ! i Cuan indigna vivienda concedió Alfonso 6. su
poeta! Pero el menguado déspota no consiguió abatirle
con sus ultrajes; en vano pretendió abogar la inspixacion
c¡ue inflamaba su mente sepultándole en un >erdadero
D E C HIL DB HAROLD. 145
infierno y entre una turba de maniáticos : su gloria in-
mortal disipó las nubes-y el nombre del Tasso ha lle-
gado basta nosolros

XXXVII.

Uezelaclo con lágrimas y loores sin fin tributados en


todo tiempo á. su memoria; mienhas que el tuyo, .Al-
fonso, se pudriría en el olvido, confuncliénclose en el >il
polvo donde vino á. quedar anonadada tu raza soberbia,
si en la cadena de desventuras que afligieron al Tasso
no hubieses tú formado un eslabon que nos hace pensar
en tu ruin perfidia y pronunciar tu nombre con escarnio.
¡Alfonso! ¡Cuan pequeño eres despojado de tu ducal
esplendor! A haber nacido en otra esfera, apenas hu-
bieras merecido servir de esclavo á. aquel mismo :í. quien
tanto hiciste padecer.

XXX VIII.

Tú, nacido para comer, para ser despreciado, para


morir como mueren los brut.os, solo que tú tenias un
pesebre más lujoso y un establo más extenso : él, con la
frente surcalla por el dolor, pero ceñida de una anreola
de gloria qno re. plande<:ia <'ntonces, y ann deslumbra.
hoy dia, en presencia de tocloR sus enemigos, del banclo
de la. Crusca • y de aquel Boilcau t cuya desapoderada
envidia no po<lia. ioltrar que nn poeta. cxtraiio hiciese
callar a vergonza.da. la discordante lira de su patria,
que solo sin·c pal'a dar llcntera con su monótono
rechinido.

• L'\ A crulemir. t/1'1/r. Cruaca, ebtalolecidn en Froreueia por los aiios


de 1582, declnrú con notoritt Dl:lln fe a¡uc el autor de In Ju~t•olcm liwr·
lada no pouitt couapelir cou At·iOiito, y <¡ue em t.unbicn inferior ú.
Uoiardo y ú Pulci.
t Son su yoa estoa dos versos :
A li~Jhtrbc, ~ Rllc:an, pr~r.:ror Théopbll~•
.Et le clloquaot du Tas:oc i\ tout ror de VirgUc.
SUJR'E IX.
146 LA PEREORINA CJON

XXXIX.
¡Paso á la. sombra ultrajada de T or cuato ! En ·vida
como en mnerte, fné su destino serdr de blanco á los
dardos enYcnenados de la I njusticia, pero quedando
siempre ileso. ¡Vate sublime, á quien ningun otro ha
podido sob1·epujnr en la moderna Europa! Cada año da
á luz millones de hombres; pero ¡ cuauto tiempo ha de
rodar aun el oleaje de las generaciones sin que la. innu-
' merable mnchedmnbre, toda junta, pueda >aler lo que
·'., un ingenio como el tuyo !-Condensados en uno todos
!l sus rayos esparcidos, nunca llegarían á formar un sol
11
comparable contigo.
-!' XL.

Pero, grande como tú eres, no por eso has dejado de


tener igu ale~:~ entre aquellos de tus compat-riotas que te
preccclieron, los can tores el el Infierno y de li1 Caballería :
primero floreció el bardo toscano, autor do la J>i oi11a
Comedia; • luego, el digno rival tlcl florentino, t el
Scotl del .Mediodia, que con su v arilla mágica d.ió el ser
á 1111 mmHlo nttC\'O, y qne, del mismo modo que el
Ariosto del K 01-te, rantó el amor y la guerra, las llamas
y los ltazaiiosos paladines.
XLI.
Elrnyo anan<'6 de la frente de Ariosto la férrea co-
1 r ona de faclido lanr<'l e¡ u e la. ceñía •, y el rayo hizo
•!
• hicn : porr¡nc la. YCrd:ulem corona de laurel tPJida por la
Glori:\ pertenece :t nn úrbol qne no puede ser hendido
por l'1 fuc•go del c·i<'IO, y ciitc postizo adomo no hacia.
sino <l<'iihonrar tan noblo fr<'n te; si, empero, la Supers-
ticion llegase á afligir::~e por ello, S<'pa. que el rayo santi-
fi ca en este mnndo todo lo qne 61 toca ;- aquella f1·ente
es ahora. doblcmcnto sqgra<la.

• El Onnto.
t At·iosto.
; SohJ"c un busto Cl)locsulo en la tumbn de Arioslo cayó cfecti\"amento
un :ayo, <lcHtnoycnclo untL coroun de loierro, en forrutL de laurd, que
ccñta la enbczn del poctn.
DE OH ILDE HAR OL D. 147
XLII.
¡ Italia ! ¡ Oh, Italia! Tú recibiste el don fatal de la
h ermosura, que se convirtió para. tí en dote fúnebre de
pasadas y presentes desdichas: el dolor y la vergüenza
han surcado tu hermosa. frente, y tus anales estau gra-
bados en caracteres de fuego. ¡ l~luguiera. á. Dios que
fueses en tu desnudez ménos bella. ó má.s poderosa, para.
revindicar tus derechos y lanzar de tu suelo á los ban-
diJos que acuden en tropel 6. derramar tu sangre y á
beber las lágrimas de tu infortunio ! •
XLlll.
Tú podrías entonces hacerte más temible; 6 bien,
siendo ménos deseada, vivir tranquila. y feliz, sin que
tuviésemos que deplorar tus funestos encantos : entonces
no se verían esos torrentes armados que los Alpes vo-
mitan sin cesar sobre tus llanuras, ni las hordas hostiles
de tantas naciones devastadoras vendrían á saciar su
sed en las aguas ensangrentadas del Po; l a espada. del
extranjoro dojarin. de sor tu única y triste defensa, y-
vencedora 6 vencillu-no servirías por más tiempo de
esclava al amigo como al enemigo.
XLIV.

En los viajes do mi mocedad, b e seguido el itinerario


• ERt.'\ c~trofn y lit Rit:nienlo \•ienen ít ser unn lmduccion cW!i lilcral
del célebre soneto de Filicaja, que dice así:
ALLA ITo\I,IA.
11 ~11:>,
11>113, o tu, tul roo 1:\ sorte
Dono lafcll« di l,.,llcr.:>, ond' b>l
Fune>olll d~tc d'lnOoltl gu:>l,
Oh e In fronte sc:rlttl por ~;rnn do~ll:l. porte;
Dch fo,.,ltu men ~11:" o :~.lmcn phl forte,
Onde •w.•l plu ti pM·tnt:u>e o •=1
T' •m•sse tncn chl deltuo ~llo ni rnl
P:ar. thc Pl totnt~~!\. e pur U l!ftda :1 morte.
Cbc ¡:h\ d• l' JJ. lpl non vcd..,ltorrenti
Sccnder d• :\rmutl. n\: IJI un¡uc tinta
Dcver 1' ondo dtl l'ó gnlllcl ormenti;
N~ te ved re_¡ IJcl non tuo ff.•rro cittts
Pu¡:n>r col brocelo di strnnlcre gctoll,
l't'r ller\·lr &crnrJrC! o vlncitrici o \·1 uto..
148 LA PEREGRI NAC ION

de aquel Romano • que fué amigo del ingenio más emi-


nente de noma, el amigo de 'l'ulio : en tanto que mi
nave, {L impulso de fresca brisa, iba rozando el brillant~
azul de las aguas, :\Icgam se apareció en frente de mí,
qucuando Egina á mi cspaltla, el Pireo á. mi derecha y
Corinto á mi izquiertla; y, reclinado sobre la proa, díme
...
á contemplar, tal como él lo babia hecho, el aflictivo
espectáculo do todas estas ruinas.

XLV.

Porque el Tiempo no ha restaurado estas ruinas, s.ino


que sobre ellas se le\'antau viviendas clo bárbaros, que
solo sirven para hacer más tdstes y más caros los úJt.i-
mos y escasos vislumbres do su antiguo esplendo¡· y las
mutiladas reliquias tle su extinguida grandeza. Ya en
su tiempo vió el Romano estas tumbas, estos sepulcros
de ciudades que inspiran á la vez dolor y admiracion, y
en páginas todavia existentes, consignó la leccion moral
aprendida en esta peregriuacion.

XLVI.
D elante do mis ojos tengo ahom esta página, y en la
(¡uc yo YOY escribiendo hay que aiia(lir 1a ruina de su
misma pat.ria al cúmulo do Estados que fueron, cuya
dccadenci•~ lamenl aba ól, cuya desolacion lamento yo.
'l'odavia permanecen inalterables las ruinas de entonces;
y i ay ! !toma, la Roma imperial, doblando la ccrdz al
rigor uo la horrnr;ca, yace hoy postl·aüa. eu el mismo
poh·o y en las misntas tinieblas, y nosotros Yamos
pasando por delante del esqueleto de su figura titánica,
despojo de oh"o mundo, cuyas cenizas estan calientes
aun.
XLYII.

Y, sin emhargo, Italia, el ruido de los ag1·avios que


recibiste debe hallar y hallará eco en todas las demas

• Sen·io Sul¡.oicio.
DE CHILOE HAROLD. 149
regiones del mundo; madre de las artes, como lo fuiste
un clia de la. guerra, tu mano nos protegió entonces, y
aun hoy nos sirve de· guia; cuna de nuesh-a: religion,
ante la. cual las naciones se han postmdo de hinojos
para alcanzar las llaves del cielo! En ropa, arrepentida
do su parricidio, todavüL vendr{L ú. redimirte y, haciendo
retroceder las oleadas do los bárbaros, te pedir(L perdon
por sus desafuer os.

XLVIII.

Poro el Arno • nos hace fijar la atencion en los blan-


cos muros donde la. Atenas tle Etrúria reclama, y nó en
vano, un interés más tierno por sus encantados palacios.
Bn medio de su anfiteatro ele colinas, recoge pingües
frutos que á porfia le regalan la espiga, la vid y el
olivo; y la Abundancia, con su cornucopia bien repleta,
trisca en su recinto vivaz y alborozada. En las riberas
por donde el Arno pasea risueño sns olas fué donde el
Comercio dió nacimiento al moderno L11jo, don de la
Ciencia, levantánclose ¿tel sepulcro en que yacía, vió
l ucix para ella una nueva aurora.

XLTX.

Allí tambien es donde se ofrece la diosa de Citeres


amando hasta en Ja dma piedra y llcnamlo con su her-
mosura la. atmósfera. que la. rodea: i al contemplar su
divino aspecto no parece sino que aspiramos una parte
de su íumortalidnd ; el celeste velo csti n1edio descor-
rido : inmóviles delante de ella, vemos en los contornos
de aquel her moso cuerpo, en los rasgos de aque1la. fiso-
nomía, todo lo que es cavnz de producir la inteligencia
humana, cuando sobrepujó en esta. obra :í. 1a misma Na-
turaleza.; y no podemos menos de envidiar á los idóla-
tras de la antigüedad el entusiasmo innato que ba
ongenc.lraclo tales perfecciones.

• Rio qne l.>aña la eiud:ul de 1-'lorcncin.


1 La Y énus de ~[ édicis.
150 LA PEREORINACJO:'i

L.

Contémplanlas nuestros ojos, y luego tienen que vol-


verse hácia otra parte, sin sabor cu:í.l, pot·que se deslum-
bran y embriagan con tanta hermosura, hasta. que el
corazon so extravía. de puro asombro; y allí- por
siempre allí-encadenados al carro triunfal del Arte,-
quedamos como caut.ivos y no acertamos á separarnos.
Eh ! dejémonos de palabras técnicas, menguada geri-
gonza de traficantes de mármol, con que la. pecl:mteria
suele embaucar á. los nécios ;- basta. tener ojos, y la.
sangre, el pulso y el corazon vienen á confirmar do
consuno el fallo dél pastor Dnrclano.

,.. LI.

i No es así como tú, ¡oh, Vénus! te aparecist~ delante


do P áris, ó del mil >oces más feliz Anquises 1 ¡ O es ..
así como, en todo el esplendor de tu uivinidad, ves ren-
dido á. tus plantas al dios de la Guerra 7 Reclh1aclo en
tu regazo, Marte vuel\·c hó.cia tí sus ojos y contempla
tu faz con el mismo embeleso que pudiera cont~mplar
un astro, embriagándose con la morbidez de tus mejillas;
eu tanto que de tns labios celestiales, como si fuese de
una urna, fluye una lava de m·clientes besos, que inunda
sus párpados, su frente y su boca.

LII.

Ebrios do nn entusiasta y mudo amor, no siendo


capaces non toda su divinidau de expresar 6 enaltecer
ol sentimiento que los uomina, conviér tense los dioses
en simples mortales, y momentos ba.y en la vida clol
hombre solo comparables á los más deliciosos que fuese
dado gozar en el Olimpo. Empero, bien pronto la terres-
tre arcilla \'tteh·e :\ hacernos sentir todo su peso ; ¡ no
importa! En cambio nos es dado evocar de nuevo tales
visiones, y cou la ayuda de lo pasado, 6 bien de lo
posihle, c1·ear fonnas como las do esta bella. est6.tua,
imágenes do la di>inidad C'll la. tierra.
DE CHILDB HA ROLD. 151
LIII.
Dejemos á los inteligentes y á los doctos, á Jos artistas
y Sllflimitadores la tarea <le hacernos comprender ú.
medida de su gusto la gullnrdia ele esta ctuYa, la Yolup-
tuosidad de aquel contorno; clénsc en buen hora 6. des-
cri bir lo que so burla de toda 1lcscripcion ! P or mi par te,
no quiero que su impuro aliento Yenga :í C'mpañar el
limpio cristal en que est·a imágcn so refl c:'j ar:í eterna-
mento; espejo fiel del mtís delicioso ensueño ~:on que el
cielo haya iluminado jamas lo íntimo del a.lrua.
LIV.

En el sagrado recinto do Santa Croce • yacen unas


cenizas que lo hacen más sagrado aun, y que serian por
sí mismas una prenda de inmortalidad, aun cuando nada
quedase más que el recuerdo do lo pasado y estos des-
pojos de aquellas al mas sublimes que han vuelto al seno
tlel eáo¡¡ : aquí r eposan los huesos de Miguel Angel, de
A lficri y de Galileo, aquel astrónomo insigne cuant.o
desvcntunHlo; aquí tambicn el cuerpo de 1\laccbiavelli
volYió ú. la tierra de que babia. salido.
LV.
Tan alto rayaron estas cuatro inteligencias que, sola-
mente con ellas, lo mismo que con los cuatro elementos,
se hubiera podido crear un mundo.-¡ Italia! El T iempo,
Cjue ha desgarrado en mil girones tu imperial vestidura,
]u~ rehusado y rehusará siempre ií. cualquier otro pais la
gloria uc producir grandes hombre~; en medio tle sus
propias r uinas. H asta en tu decadencia h ay impregnado
cierto espíritu divino que h~ do ra con sus rayos vivifi·
can Les. Canova v iene {1. ser Cll el uia lo que fueron en
otro tiempo tus más ilustres varones.
LYJ.
!'ero i dónde reposan los tr es hijos de Etrúria-el
D ante, P etrarca y aquel ingenio creador apenas inferior
• I glesia de :¡;•torentiu.
152 .L A PEREGRINACTON

:.í. ellos, el bardo de la 1n·osa, el autor eminente de las


Cien novelas ele amor ? í En dónde yacen las osamentas
do esos hombres, para que sean distinguidos tlel vulgo
dcspues de su muerte, como Jo fueron dmante su vida 1
iEstan reducülos á polvo, y nacb. tienen que decimos
de ellos los mármoles de su patria 1 i No han podido
sus canteras sunuuistrar material para erigirles uu
busto 1 i No l1an confiado ellos á la t.icna el depósito
de su ceniza filial7
LVII.

¡Ingrata Florencia! El D ante reposa lejos u e tí s~pul­


tado, como Escipion, en una tierra que está. clamanuo
contm tu indigno proceder. Tus facciones, en el furor ele
civil contienda, no \'acilaron en proscribir ú un poeta
cuyo augusto nombre vanamente habia.n de adorar con
perpétuo remordimiento hasta los hijos de sus hijos. El
laurel que coronó la excelsa frente del P etrarca, crecido
habia en élistante y extraño suelo; no eres tú á quien
pertene.cen su vitla, su fama, su sepulcro, como quieras
que te los hayas apropiado.

LVIII.

Bocaccio legó sus restos mortales al suelo que le vió


nacer; pero i es allí donde yacen ahora entre los de sus
ilustres compatricios, mientras una y otra Yez resuena el
armonioso y solemne himno de difuntos sobre la tumba
de aquel :í quien clcbe 'l'oscana su lengua de sirena, ver-
dndera música de por sí, cada uno de cuyos sonidos es ,
un canto, la poesiu. del habla, en fin 1 -N ó; - hasta su
tumba. había de ser profanada por la hiena del fanatismo;
ni siquiem hablan lle concederla un lugar entro las de
los muertos vulgares, á fin de que no pudiese decir pam
quien estaba reclamando un suspiro. *

• El ilustre nli!Ol' del Dc.cnmeron fué enfenado en la iglesia tic Ccr·


tnldo, puc!Jio dis•ante alguna~ leguas uc Plo•·cn~ia; pe•·o, andando el
tiampo, no fal~ó 1¡11ien violase s n scpu lc•·o-ffl fticw' del j(~~talismo,
Ecgun la !:P'útica ~xprcsion de llyrou-y a•·•·ojnsc ~us l'uinus fuera del
templo.
DE C HILDE HAROLD. 153.
LL~

Privada está. Santa Croce de estos ilustres despojos;


p ero cabalmente por eso l1ama. más la. at.encion, así como
el cor tejo triunfal de César, por haberle fnlt.ado la efigie
de Bruto, no hizo sino recordar mejor;). la antigua Roll)a
al mó.s virtuoso ele todo» sus hijos. 'Tú has sido más feliz,
¡ oh, Rávena ! tú, postrer baluarte del decadente imperio,
porque en tu vetusta riber a reposan las cenizas venera-
das del Íllmortal proscripto;- y Arqua. tambien conserva
con vivo interes y legítimo orgullo su tesoro de poéticas
r eliquias, en tanto que Florencia clama llorosa, pero en
vano, por sus muertos hijos, á. quienes ella proscribió en
vida.
LX.

i Qué valen su pirámide ele piedras p reciosas, el pót·-


fitlo, el jaspe, el ágata, las perlas y el mármol de toclos
colores en que cst.an incrustadas las osamentas do sus
duques-mercaderes 1 El ténuc rocío que, centelleando al
resplauclor de las estrellas, impregna de sua~·e frescura
el verile cÓS})ed bajo el cual reposan aquellos cuyos nom-
bres son como otros tantos mausoleos de las Musas, ese
rocio es cier tamente hollado con mucho má.s recogi-
miento y vencracion c1ue la l:í.pida que cubre las testas
coronadas.

LXI.

' Aquel magnífi co templo que el Art.e ha erig ido en las


r iberas del Amo, clontle la E scul tura rivaliza. con sn her-
mana la de los siete colores, contiene sin duda otros oh-
jetos que interesan junta.ment:e al corazon y á. los ojos, '
otras bellezas no ménos mal'avillosas, pero que no lo son
para mí; porq no tengo por costumbre asociar mis pcns::L-
roientos con b Natura,lez::L en los campos, más bien que
con el ar te en las galerías. Aunque toda obra tliYina me-
r ece siempre el h omenaje de mi alma, esta, sin embargo,
expresa. ménos <lo lo que sien te, porq11c el arma que ma-
neja.
. 154- LA PEREGitiNAC ION

LXII.
E s de otro temple; y así me siento yo más á mi gusto
á las orillas del lago Trasimono, en estos desfiladeros
tan fatales para )a, temeridad romnna. Aqu( se me
ofrece tí. lu imaginacion el rccuerrlo dolos ardüles guer-
reros del cartagincs y su destreza. en atraer á sus enemi-
gos basta. encerrarlos entre las mont.aiias y el mar :
aquí sucumbió el valor en el punto de la desesperncion;
aquí los toneutcs, eng rosados con sangre y convertidos
ya en ríos, sur caron la abrasada llanUl'a, toda cubierta
de los despojos do las legiones,
LXIII.
A modo de una sol va talada. por los vientos de las
montañas; y tal fuó el encarnizamiento de la batalla, tí.
tal punto lleg6 entonces ese frenesí guerrero cuyos ím-
petus ciegan por completo al hombre, ménos para. la '
matanza, que un iencmoto pas6 entre tanto inadvertido
Jlor los combatientes! • Nadie sintió que la Naturaleza
se estremecía bajo sus piés, abriendo un sepulcro á los
que yacían postrados en tierra sin otra mortaja que su
escudo. i Tanto puede en las naciones el encono de la
guerra!
LXIV.

P ara ellos era la 'Tierra como una naxe que se balan- ~


cea. ent ro las aguas y que los conducía derechos á la
Etcruilla<l; todos vcian el Occano en su derredor, pero
ninguno tenia tiempo parn. notar los movimientos de la
em barcncion; suspensas como estaban en ellos las leyes
<le la Naturalrza, mal podian experimentar aquel pnxor
que r('ina por donde quiera. cuando tiemblan las monta-
ñas, cuando los p(ljaro~. aba.ndonamlo sus deshechos ni-
dos, smmC.rgcnsc en el seno do las nnbcs en busca <lo re-
fugio, cuanuo el mugidor gnnallo ,.a corriendo sin tino
por la. ondulosa llanura, mienlrns el hombre está poseído
de mudo espanto.

• Histórico.
l DE CHILDE IIAROLD.

L:XY.
155

! 11Iuy diversa os lo. perspectiva quo hoy día ofrece


T rnsimeno : su lago parece una alfombn.1. ue plata; su
J llanura está surcada únicamente por el pacífico arado;
sus árboles centenarios ~e elc-rau tan espesos como en
otro tiempo los cad:iveres hacinados allí mismo donde
ahora tienen sus raíces; pero un m·oyuelo Lle mezquina.
J conientc y angosto lecho ha heredado su nombre de la
J 1lú,·i<~ de sangre qnc hizo tan func~ta aquella jornada, y
1
todavia. el Sanguinctto puede onseiiaros el paraje clondc

i
¡
la sangre de los romanos empapó la tierra y enrojeció las
aguas irritadas !
I-XYI.

l.i P ero tú, i oh, Clitumnio! el ele suavísimas ondas del


más limpio cl'istal en que las Náyades han podido jamas
contemplar su im:í.gen y baiiat· su hermoso cuerpo des-
unJo, t(t riegas esta::; orillas mnt.izadas do yerba, tloude
viene á pacer el bl anco novillo; eres por tn pnre:~,a d
1 clios tlc los ríos, el más apacible, el más tHáfttM ! Cierto
estoy de que <'Stas aguas no han sido profanadas jamas
por la guerra y sus estragos, sino q no habran :-;errillo
siempre de espejo y de baño á. las jÓ\'cnes heldades !
LXYII.

Bn t.n diuhosa. ribera y en la. suave pcnc1icnt.e de la co-


lina !>e alza uu templo <le breYcs y dclie:ulas proporcio-

¡· nes, consagrado á tu memoria; á sus piés Ya deslizándose


tu tranquila corriente, al tnwcs tlc la cual se vé :í. me-
nudo bullir el pez tlc lncicutc oscama, que habila y ju-
guetea en <'1 fomlo tle tn limpio cristal; y (t veces tambicn
1 alguu nenúfar, tlcsprcm1itlo de sn tallo, pasa bogando por
1 la superficie de tus murmullautes olas.
i
LXYIII.

K o paseis siu rom1ir homenaje al Geuio de este lugar!

l
Si un céliro más sereno vi<>nc (~ rcfrcsC;ar vuestra frente,
él es quien os lo euria; si su múrgcu se engalana de más
156 LA PI::REGRINACION

riente verdor, si la frescura del paisaje so trasmite á


vuestro corazon y este bautismo ele la Natural eza lo
deja limpio, siquiera por un momento, del 6.rido polvo
de una vida. enojosa,- él es á quien debeis dar gracias
en vuestras oraciones por esta suspension de vuestro
disgusto.
LXIX.

¡ Cómo rugen las aguas !-Desde la escarpada eminen-


cia lánzase el Ve lino • dentro del precipicio excavado
por sus mismas olas. ¡ I mponente catarata! Veloz como
el relámpago, la líquida molo desciende espumeundo y
llace retemblar el abismo; verdadero infierno de agua,
que ruge, silba, hien ·e, en medio de una tortura sin fin;
mientras el sudor de unn inmensa ngonia, arrancado tí,
este nuevo Flegclon, se nllhiere en rizados copos á In. su-
perlicie de las negras rocas CJUe, cil1endo el golfo, lo con-
templan con horror despiadado.
LXX.

Remóntasc des pues hasta el cielo en forma 1le espuma,


para Yoh'er íi. hnjnr com;ert.ido en llúvia copiosa, ince-
sante; y esta nube inagotable de blando rocio >ienc á
ser como nn perpétuo abril para la comarc:a, mntizñn-
dola totla clcl hcrmoRo color de In esmcraltla.- i Cuan
profundo es este golfo! i Cómo salta de roca en roen el
colosal elemento, que no parece sino arrebatado por un
completo delirio! Y es de Ycr como nt arrasando las pc-
iias que, socnYadas y hendidas bajo sn terrible planta,
clt•jnn abierta una espant.osa Yia,
LXXI.
J>or en medio 1le la cual se precipita la inmensa co-
lumna de agua; semt'jante al raudal de una mar todaYia
en sn infancia, que hubiese sido arrancado del seno ele
lafi montañas en el nlumbramit'nto doloroso tlc un nue\·o
mundo; ruando solo el a. de sí patíficos arroyos que Yan

• Hio del Abruzo ult~rior, en el reino ele Xnpole~.


oe CHIL DE HAROLf\. 157
serpenteando por el valle.- Volved la. cabeza; vedlo
avanzando, avanzando como una Eternidad, qne ame-
naza sorber cuanto se le presenta por delante, embele-
sando los ojos de puro espanto,--catarnta sin igual,

LXXII.

H oniblemente bella! Pero })Or encima del abismo,


desde el uno a.l otro lado, y á la nítida claridad ele la
mañana, despliega el Iris su arco tonasolado en medio
ele aquel infernal oleaje, tal como la EspPTanza que se
posa. á la cabecera de un moribundo; y mientras todo en
su derredor est.á. conturbado por las aguas enloquecidas,
él conserva. sin alteracion su serenidad y sus brillantes
colores. Visto así, entro los horrores de semej:mto es-
cena, podría crcer:;e que era el Amor contemplando con
faz impasible los arrebatos do la Locura.

r~xxnr.

Héme otra vez errando por los selvosos Apeninos,


verdaderos Alpes en la infancia, que podrían excitar
más mi ndmiracion á. no haber presenciado ya el espec-
táculo más imponente de los Alpes maternos, donde re-
tumba el trueno do los laúdes; pero yo he visto el J ung-
fmu alzando soberbio su nunca hollada ni uve ; l1o Yisto
do cerca. como de lejos los nmtisqueros del frío .Aiont
Dlanc; he oido rugir espantosamente el tmcno en las
montañas de Chimari,

1...-:XXIV.

Los antiguos montes Acroceráunioos; he visto tam-


bien las águilas volando por encima del Parnaso, como
otros tantos génios do aquel lugar CfUO so dirigiesen bá.-
cia la gloria, tan alto remontaban su vnelo; he contem-
placlo el Ida con los ojos ele nn Troyano; el Athos, el
Olimpo, el Etna, el Atla~. han hecho clrsmerecet· para.
mf la grnmliosiclad du cst;ts rolinn~>, t oclo, ménos las so-
litarias cumbres del l:ioraclo, desnudas aho ra ele nicYe,
que han menesti'r la lira del ilustre poeta romano

..J
158 LA PEREGRINACION

LXXV.

Para. merecernos w1 recuerdo, y que se levantan de la


llanura semejantes á una ola. que, despues de haber
rodado por largo trecho y próxima á reventar, se con-
tiene por un momento. En buen hora se dén otros á.
exprimir su memoria y nos regalen entusiasmados con
citas clásicas y f¡ttiguen los ecos con textos del L:í.cio ;
por mi parte, aborrecí demasiado en mi infancia la
enojosa leccion aprendida bien á mi pesar y palabra por
palabra, para saborear los versos del poeta y compla-
cet·me en repetir

LX.\: VI.

Nada qne me rccuci·clC la pocion nánseablmcla diarin-


mentc depositada en mi ahita memoria. Y aunque el
Tiempo ha ido enscii(\ndome :í. meditar sobre lo qne
apremlí entonces, tanto influyó en el corso do mis ideas
ac¡ uella, pugna sor;tcnhla por mi impaciencia <le niño
qnc, habiendo perdido para mí esta lecl;m·a el atractivo
do la novedad antes que mi meut.c pmliese saborear lo
mi:-;mo que tal vez de suyo hnhicra preferido, á haber
sido libre en su clcccion, ya no me es da<lo curarme de
semejante mal ; Jo (1ue entonces detestaba, eso cabal-
mente aborrezco todaYia.

LXXV U .

Atlios, pues, liora('iO: tú, á quien tanto be odia.tlo, uó


por tu culpa, sino )Hir la mia. E:; Yerdaderamcutc una.
deRgracia rcconocea·, sin saborearla, tu lírica vena, com-
prender tus versos, y mm<:a saber apreciarlos; uingun
moralista uo~ rc,·ela m{H; hondamente nuestra. mezquina.
existencia, ningun bardo nos enseña. mejor los preceptos
de su arte, ninguno man<•ja. la !iátin\ con más fc;:th·os
tonns, penetrando nuestra concien<:ia y tlcspert.amlo, sin
herirlo, en nuest1·o corazon, el sentimh:nto llc la virtml;
y, sin embargo, queda adios . .Ahí te tkjo en la cumbre
del 1::\orncto.
DE CHILDE JIAROLD. 159
LX:\.\TITt.

¡ Oh, Romn! ¡ ob, patria mi a ! ¡ oh, ciuuad dt'l alma !


L os huérfanos del cornzon deben >olver sus ojos hácia
/ tí, madre solitaria ele los muertos imperios! y así apren-
deran á. guaruat· en lo íntimo clel pecho sus mezquinas
p esadumbres. t Quó son nuestros males, nuestros pade-
cimientos 1 Venid á ver estos cipreses, á oir el grito del
buho, á abriros camino por en medio ele tronos y tem-
p los destrozados- ,·osotros, cuyos angustias no son sino
males de nn tlin! Un mundo entáo yace tí nuestros piés,
·no ménos frágil que la humana. ut·cilla.
LXXIX.

H éln allí, la Niobo de las naciones ! madre sin hijos,


reina s in corona y cnntutlecicla por el dolor; sus manos
ajadas sosLieneu una umo. vacía, cuyo sagrado polvo fué
aventado largo t iempo liú; la tumba. de los E:scipiones
no contiene ya sus ocnizas ; hasta los sepulcros quedaron
desposeídos de sus hcróicos moradores. Y tú. ¡ viejo
'l' íbor! totlLwh~ \"as corricUtlo al tnwes da un clesierto de
mármol. ¡ Oh! lcvflntute, y sir van tus amarillas ondas
como de velo para ocultar Jns miserias de Roma.
LXXX.
El godo y el crislinno, el licmpo, la. guerra, las inun-
daciones, el incendio, !tan postrado de cousuno la sober-
bia do la ciudad do las siete colinas; una ¡>or una fueron
eclipsándose las cstrrllas de su glot·ia, y los coroeles de
los reyes bárbaros hollaron con sus herraduras aquella
via po•· donde el carro tri unfal subía hasta el Capitolio;
templos y torres ,·inicron por liena, ~in dt'jar de sí YCS ·
tigio alguno.- ¡ (!!íos de ruinas ! i Qui~n pocki rastrear
el v:wio y. preslando un rayo de luz á estos oscuros
ft·agmentos, dccit· con sc•guri1lad : Aquífué, ó aquí és,
donde reina por comploto una doule noche 1
L XX.\J.

La doblo noche tlo luf.! sig los y de la I gn orancia, hija


de la N oche, ha enntc lto y r·nntinua envolviendo aun
. 8.
160 LA P J::REORINACION

todo lo que nos r otlc:t; no acertamos á dar un paso sino


para extraviamos. El Occano tiene su cart.a, la8 estrellas
tienen la suya, y la. ciencia las exLicude en su vasto re -
gazo; ~:~ero Roma es como un desierto por donde no po-
demos caminar sino tropezando á cada. instante con al-
gun recuerdo. A veces, batiendo palmas tle gozo, excla-
mamos: "¡ E1trcka! nada más claro"; y en realidad,
lo único que tenemos delante es un espejo ilusorio do
r uinas.
LXL"U I.
¡·Ay de la ciudad soberbia, y de sus trescientos triun-
fos, y de aquel t11a en que el puñal do Bruto llegó á. so-
brepujar en gloria á l a espada del conquistador! i Qué
se hicieron la voz de r.rulio, la lira de Virgilio, l a elo-
cuente pluma de rl'ito Livio 1 Pero R oma ha de sobr evi-
vir en l as páginas de estos im~igncs varones : todo lo de-
más estó. muerto. ¡ Ay del uuiverso, porque nunca volve-
remos tí ver M¡uc1 brillo con c1uc resplanclecian sus ojos
cuanllo R oma era libre!
LllXUJ.

¡Oh, tú, que llevaste amarra<lo t.u carro á la rueda de


la Fortuna, ,;ctorioso Sila! 'l'ú, que ucbelaste á los ene-
migos tlc tu patria. antes de escuchaT la. ·yoz de tu enojo
y vengar tus propios agrn vio!':, qne dejaste colmarse la
mctlhla llc tus resentimientos hasta ver tus águilas cer-
niéndose sobre el .Asia ab:\lidn; tú, que con una simple
mirada pudiste aniquilar senados; tú, qne además, en
metlio de tollos tus Yicios, eras tUl Yerda<lcro roma.uo,
porque no vacilaste en deponer, cou expiatoria sereni-
dad, una coron•~ más que terrestre-
LX.
UIV.

La guirnalda dictatorial- i cómo ha bias de adivina.r


basta quó g raclo de nbycceion dchia llegar con el t.iempo
aquello misnlo que hizo tlc tí más qnc un mortal? i cómo
hubias de prever que Roma. tluedaria rcllucüla ii tan mí-
sero estac1o por obra de otros <tuc ltomanos no fuesen-
DB C HILDB IIAROLD. lGl
Roma, l;t llama(Ja, rtcrua, cuyos guerreros 110 se armahan
sino pam wuc·er-la r¡ue cubría. el mnntlo entero eou f>ll
gigante !<Ombra, c¡ne cuu sus alas tlcsplt•gaflas potlia
abnrcar hn. ta más allá de los confint>s ucl horizonte-
aquella {t quien se saludaba con el nombro ue omnipo-
t~nte!

LXXXV.

Sil a fnó el primero tle los victoriosos; pero nuestro


Sila, Cromwcll, fné ñ. su voz el más cuerdo do los usur-
paclores : tambien él disoh·iú :c~ena<los á. la fuerzn, <les-
pues <lo quebrnntar á hachazos el trono hasta com·or-
ti.rlo en Utl tajo.-¡ lumortnl rebelde! Ved cuantos crí-
menes viene á cost.ar el :c~cr libre por un momento y ha-
cerse fum oso en la:> fuLurn ~ edades! Pero el uestiuo do
Cromwcll suministra una grande lúccion moral : el ai•i-
vcrsario dtl dos viuto1·ius ftuí el propio cliu r1ue presenció
su fn llccimir nto ¡ ó l1111Hlo htdJln cnuquiKlallo 110 ménos
C[llO tlot> coruua!-1, t.uvo ht diclin, tolhtvia. mayor, ll<• r.xba-
lut· sn postrer nlicuto.
J,XXXVJ.

1~1 lcrcr>r 1lh\ <le MJnclmc~ e¡ ue lo l1ahia iuwstülo con


toclos los atribnlu!< tlc rt>y, !<IIIYO In diadrma, fné d llli!<mu
'LllC lt• hizo rlt·~tl'nclcr hlandanwnto th·l ~61io clc la l'nr·r-
za, uc,·oll·ic·lltlc) Sil arcilln. {~ In mnclro 1ierra. i Y IJ(J ha
q m•ritlo la F ort 11na pro ha rnos n!<Í q ur ln. gloria, ('] pmll'-
rio, lotlo !() que en más h•ncmos, lo (lHC r·on t1111to afan
vamos bu!<cnmlo pnr tmo y otro pell()!':O St'JHll•m, es :'i f>IIS
ojos un hicn Jll~uos prcr;in~l) qne la tumba 1 ,_'i de tal
modo se diese (~ p<:n!<:u· el hombre, ¡cuan otro Sl'ria su
destino!
LXXXV U.

Y t.(¡, <'S!{ttua. imponc·ntc, qne SHh!listr~ totlaYia <'11 la


austt•m forma do mm 111ajNth10~a tlesnltclt•z ¡ ttí qm•, 1'11
mccliu tle In gritcrin do 1us ast'~inos, Yhste caer á tu~< ]'its
el cuerpo cusangorentndv tlc l'ésar,-tlc Üéf'ar, quo ~<e l·n-
1 Yolriú cu su iog¡t pura mvrir cuu tligu ithLcl, YÍc!i111a ufrc-
162 LA I' F.RF.OR INAC JON

cid a en holocausto ó. tus altares por 1n. reina de los dio-


srs y tlc los homhrc~. hL terrible ~t:mci'is! i 1\Inrió en
efecto César, y tú, Pompcyo, tambicn 7 i Qué habeis si<lo
lUlO y otro? í ''enccdot·cs do innumerables reyes, ó solo
unos actores de farsa 1
L-~'XX\'Ill .

Y tú, nutriz tlo Roma, herida. por el rayo ! loba, cuyos


pe1.ones de bronco parece que derraman t<>dtwia la leche
de los COJHtnistnclores cu esto recinto donde tú le kmn-
tas como un monumento tlcl arte antiguo : - madre del
gran fundador, que mamó{~ tus pechos sus feroces bríos;
surcada coUlO estás por el celeste fuego do J úpiter, con
los miembros cnncgrcciclos por el ra.yo, no por eso has
ol dtlndo tn mnternnl ouligacion, todavía estás velando
por tus inmortales jeme!os.

TJXXX.JX.

¡ Sí !-Poro todos t.us hijos do leche fcncnicron ya;


extinguida fué nr¡nolln. ru1.n tle hombres de l1ierro, y el
mundo bn. ctli fic:ulo ciudades con los escombros de sus
tumbaf;. l mitaclorcs tle lo mismo f!lle les c;\nsaba. espanto,
los hombrr~ SO lliCrOil (~ tlerramar Slt propia. sangre; t ra-
baron lmlallas y repodaron \'iclorh\s, siguiendo de lejos
las hnrllas tle lo!{ Romanos; pero ninguno ha pouitlo
haxla ahom de\·ar tnn alto sn potlcrio; ningtmo, sal>o
un hombre engrcillo qne aun no ha bajatlo al sepulcro,
p<'rO ttuo, ,·cncitlo por sí mismo, Ju~ venido ú ser esclavo
do sus cschwos. •
XC .

.Juguete tle una falxa grantlcza-especic do C~sar bas-


tarrlo, no ha potli<ln RC§!Uir al antiguo sino con paso des-
igual; porqne el almn. del llomano llnbia sido vaciada
cn nn moldo méuof; lrrresh·c; más arrebatado en sus
pasioucs, tenia en cambio un juicio frio y un instinto in-
DE CJI IL OE II AROLD. 1G3
morlnl, que redinúanlas dciJilidndcs de un cohtzon tierno,
al par CJ nc denodado; ya crn un Alcitlcs entretenido :í. los
pies llc Oleopatra,- ya, vol \·iemlo c11 sí mjsmo, pollin lle-
cir con legítimo orgullo :

XCI.

Vine , d. vencí ! P ero el hombre C!UO, tratallllo {k s us


águ ilas como h alcones alliestrndos para la caza, Jus en-
soñó ó. huir al frente ue los soldados de F rancia, los pro-
pios sol<lauos, es >enlad, que él habia conllucitlo tantas
Yeces (L la victoria; aquel cuyo sordo corazon parecía.
que nunca se escuchaba :í. sí mismo; un hombre seme-
jnutc dcbia. estar sin duda organizado de una manera. sin-
gular. No adolecía más que de una flaqueza, la última.
de todas, y era la vanidad : su ambicion participaba tle
cierta coquetería, y con todo, su tendencia. era- i cuál 1
i Poth·ú él mis1no decir lo quo quería 1

XCII.

· Quería ser 6 totlo, ó nada; y no pudo aguardar á que


la muerte le señalase su nivel. P ocos años más hubieran
bastado para hacerle compartir irrevocablemente el des-
tino lle los Césares, cnyo pol~o huellan nuestros piés ¡Y
para eso erige el conquistador arcos triunfales! ¡para. eso
no má!l está hoy el mundo, como lo estuvo siempre, inun-
clallo tle lágrimas y do s¡mgrc; 1liluvio universal, quo
doja al hombre 1lesventurmlo sin u11 arco do salud para.
guarecerse, y cuyas aguas 110 ménguan sino para dc·s-
r bonlan;o olra Ycz !-¡ Grnn Dios ! haz de m1evo aparecer
tn arco-fri s !

XCTII.

i Quú fruto rccojemos uc nuestra estéril existencia?


'l'cnl·mos sentidos csc:uws, una ruzon fr:ígil. nna ,.illa.
corta; la. Y t•rdatl parece una perla oculta en la profun-
didad del Otean o; ludo c:-;t :~ JIN>IHlu <'ll la. infid ha lanza
de ht Costumbre : la Opinion t~ uua rciua onmiputcutc,
cuyo Yclu tcJteuroso cnvuclrc la. tierra, llc tal motlo que
1G4 t. A "r BRr·:GR INAC ION

el lJicn y el mnl se convierten en meros accidentes,


y t•l homhro ll<'gn á. temer !JUC • u juicio se ilustre de-
l
masiado, 'l 11<' se tC'ng<t por <'rínwn Ji:H lihcrbul ele pcn-
~ar y 'tnc haya C'n el mnutlo mí1s luz de la. f¡nc fuera.
menestet.,
XCIV.

Y nsí va. el hombro vegetando en la :l.J>atia y l a mise-


ria, degenerando del pauro nl hijo, de tm siglo :~ otro,
y, lo que es mñs, lleno !lo orgullo con su mismo enYi-
lecimiento : y así muero al fin' uejanuo por legauo
su clemencia. ñ la nueva geueracion uc esclo.vos que
vemlrí\ despnes; <l.'tos cschwo:> de nacimiento lucharán
ó. sn '·oz entre sí paro. remachar sus cadenas, y antes
que St\l' liln·cs, Llt•nnmanm stt sangre, :~ modo uo
glalliadorNI, ('11 In. pro}pi:L an•Jta yn. cubierta ue los üad:í.-
nn·s ciP :;u:; ht·rnuwos, couw otras tantas hojas ut• 1111
111Í" lllo íu·bol.

XC'\'.

No hahlo <le las crccncial'l !lcl l10mhre-eso c¡necla cn-
tr<' t•l hmnhrc y sn Crontlor: -hablo de las co~as at1mi-
tidas, comproha.tht~. notorias,--qlle presenciamos todos
los días, ó. totlns horas : -hablo tlel noble yugo que so
nofl impon<', tlc las int cncione:; t1cclaradas !le la 'firania,
del cclit:lo fnlmínt11lo por los iiCñures de la Tierra. con-
Yerlitlos en plnginrico:-: tlc aquel que uu ,Jia. humilló á los
sol¡t•rhiu:; y los hi:w llt•spcrtar tlcllelargo en 11ue yacían
Ji:ohre su!'l 1runos; hom hrc \'cnlatlPramcntc inmortal, si á
estu no más hubiese tlctli<.:auo su pujante ut·azo.

XCVI.

¡,Será que los tiranos no puedan ser \encidos sino por


los tiranofl? ¿ .'t'rá t¡ur la Liht·rtoulno JHlctla hallar nin-
¡rnn calll]'Clllt, niugun hijo1 st·nwjaulc al <plc Yió l'lc\·arsc
Columl•ht <·tHllltlo sulicí ú luz antt:tch y virginal, COIIIO
una 1111l~\·a l'alas 7 iO sol•J so nutren tales alma:; en los
tlc·si~t'to::, l'll el cornzou llc a u t igual:! sel vat:, ca he rugicn-
DE CH I LOE IIAROI.Il. 1G5
tes cnlarala~. en donde la Naturaleza contempla. con
mnfcrnal sonrisa al niño "\V:.u~lting"ton7 iNo contiene ya
la 'l'iena en su~ cutraiin~ una semilla semejante? i K o
ltay <'11 Europa 1·uman·as c·omo aqnellaf;?
L X<.; VII.

P ero :Francia so embriagó do sangre para vomitar el


crímcu, y sus Sat.urnales han sitlo funestas para la causa
clo la. LiiJertall, como lo ~eráu en todos los climas; por-
que las sangrientas jornadas do que hemos sido testigos,
el muro <le bronce elcvauo por la vil Amhicion entre el
homhro y sus esveranzas, y el ver{!onzoso drama que
acaha lle representar:1e, han nnitlo á sen·ir de preteAio
pnm una opresiou eterna, que marcllita en flor el árbol
de h~ vida y <:OJI(lcna ú. la. hnmanillac.l á un destino peor
IJII<' fodus-:í. su segulllla caitla.
XCVlJT.

Empe1·o, ¡oh, Libert.aü! desganada como está tu ban-


dera, n<t por eso dejtL llO flotar tod;,win, y va avanzando,
nvnnzanclo, :í. la manern clel rayo coutra. el únpctu de
los vientos; la voz do tu clarín, hoy apagada y mori-
bunda, resonará. con todo Lrio de~pucs de la borrasca;
tu úrbol ba. penlido Sll$ flores; ~u corteza, mutilnda. por
el hacha, ¡1arcce tosen y mar<'hila.; pero cons<'nn tolla
su ~;:{t,·ia, y su Rcmilla. está honllnmente sembrada. hasta.
<'n lali tiPtTas cld Norü.•. Ya nn<lrú, pues, uua primavera
nwjor, y con o11a. brotarán fnttos ménus amargos.

X(;lX..

Hay una nntign<~ toJ'I'c llc rcllontla. figu t·a y ceñudo as-
pecto, fucrLc como una ciml:ltlcla, • y cuyas murallas
de pioclra bastarían {L liCt('lll'l' la marcha ele todo un t:iér-
cif o. .L\JzaH(' en un 1ugar solitario, <:Ull~cn·n1Hlo en pié la
milud llo sus almenas, y toda cubierta pur la hiedra de
• El sepulcro de C~ec·ltia i\lctclla, llamado Cupo di Bot'c, en la Vía
Appit1. .
lGG
veinte siglos; g1tirnal<l1~ de la Eternidad, que ciuc los
de!=ipojos del Tiempo con Rn wnle follaje.- ¿ Qué forta-
leza era es tu 1 ¿c1ué l<>~oro est:í tan encerrado y oculto
bajo sus bó..-edas 1-Ln tumba de una mujer.

c.
Pero i quién era esta reina de los muertos, que tiene
por tumba un palacio 1 ¿Era casta y bella, digna del le-
cho de nn rey, 6-lo que eR mñs- dc un Romano? t.A
qu6 raza ele j!nerrcros y héroes sin·ió de madre 1 i Qué
hija suya heredó su belleza 1 i Cuál es la. historia ue su
vida, de ~us amo res, tlc su muerte 1 i N9 se ha querido
consagrar la n,cmoria de un destino más que mortal con
este :mntuoso monumento erigido t'n su honor, doudc no
osarían putlrit·:;c ccuizni:l ntlgares 1

CJ.

iFuó <lo nquollns q110 110 aman sino :i sn consorte, ó


bien do las que pn•fiercn al c·onsortc agcno 1 Que do
uuns y otrns Juuj erc~; hnhu hnsta pn los tiempos mtís re-
motoR, si hrmos de c·rcer á los anales de nnma,. i 'l't' nin
Ja, graYedacl do Ülll'lH'lia, 6 el aire ligero do la dunosa
rcinn <lo Egipto 7 ll~n\ nficio11atla á lo~; tlcleitcs ú, al con-
trario, firme en su virhtd, se Juba :í combatirlos 1 i Pro-
pendin. do suyo á lo::~ tiernos ru:r:WI.J.IICS del corazou ó,
con m:í~ cc•nlurn, rt·cl!nzaha al" amor para 110 sentir tma
pena. mús 1-l'urquc talcti :;on nncsiras nfecciones.
Cll.

Tal vez m mió en la ftor llc ~;u edad; tal Yez, sucum-
hiemlo á fnc•rza llc t rilmla<:ioncs lllut·bo más graYcs <JUO
la misma tumha colol'al que pesa l'Olm.! sus livianas ce-
niza!!, una mtlw entnputú sn ht•rmo:;m·a; la h·isteza im-
presn tu sus n<•gru¡; ojo:; lll"t':<agiú clllt'~>tino que Dios rc-
serYa (t sm; t:s<·ogidos-uua u•utrtc JH"t•matura; y, sin
emhnrgo, t(ldu en :;u tkrreclor se c•mhl'llc<:iú entonces
con htlnz 1lcl sol punicurc, lm: cnfermiza, J1~¡;pc·ro do
lo~ moribmHlo~. qu<' baiin la hundida lllt•jilla en el rojo
tinto do las hojas tlc otufio.
DE CHILOE IIAROl.O. 167
c~u.

Acaso murió en e<laLl proYecta-habiendo sobreYi'íido


á todo, á ¡¡us gracias, á sus deudos, ú sus hijos;- sus largos
eucanccidos cabellos bariau aun reconhn rugo de nque-
lJos tiempos en que, formando airosos rizos, hermosea-
ban sn frente jm•euil, cuando con sus gn1lanlas formas
y soberbio atavío era iman de todas las miradas y exci-
taba 1a euridia y la admiracion do Roma.-Pero i hasta
dónde me lJeyau extraviado mis conjeturas 1 Lo único
que sabemos es que 1\fetela, esposa d<>l Romano más
opulento, no existe ya. Ahí teneis el monumento que la
erigió el amor 6 el orgullo de sn esposo !

CIV.

N o sé por qué, pero en tu presencia, ¡oh, tumba! me


imagino que he conociuo á hL (jlle yace dentro de tf; el
rocuenlo de lo pasado se ofTece á mi memoria al compás
de una armonía no extraña al oitlo, como quiera que su
tono haya enrubiado y héchose grave y solemne, no de
otro modo que el mugido lejano y confuso del mori-
bundo trueno que nos t rae en sus alas el huracan. De
buen gmdo me sentaría cabe esta piedra fest.onnda. de
hiedra. secular, y así permanecerin. basta haber dado cuer-
po tí las ideas (jUe despierlan en mi acalorado. imagi-
nncion estos flotantes despojos del naufragio de los
siglos;
cv.
Hasta haber cousLrniclo, con lns tablas ·cflparcidas por
encima de las rocas, nna IHir<Jililltt cle t'R}ICran~n. para. ar-
rostrar de nnc;-o d Occano, el ehoqno <le las ruidosas
¡·ompicntcs y el rughlo liÍn {jn que atruena la ribera. soli-
1aria en <¡ue fracasó todo MJuello que me fn6 más que-
rido. Pero, aun cnamlo yo putlil'¡:<' sah·ar tlc la torm<>nta
lo hastnnte para con!'t ruir mi tosca hnn1uil1a, ¡,h;íci;¡,
dónde cuucrc~<\r el rumbo? Xnda llll' !;Oill"ÍC, ni )a patria,
ni la csp<'ranza, ni lo. Yi<la ruisma; nada, salvo lo que
ac1ní estoy viemlo.
168 L A P E REO RI J'>ACION

CVI.

i Sigan, pues, bramando los 'ient os ! Su armonia será


de hoy mó.s mi música predilecta, y do noche vendr:í á
mezclarse con ella el chillido lúgubre de los buhos, tal
como estoy oyémlolos en este instante á la opaca luz
que se extiendo sobre el natal albergue de estos pájaros
de las tinieblas; unos á otros se res1Jonden en la cumbre
del monte P alatino, abriendo sus gramles ojos pardos y
relu<:ientes, y batiendo al mismo tiempo las alas.- E n
presench\ do tal monumento, t qué importan nuestros
mezquinos pc:sarcs1-No ser6 yo quien enumere los
mios.

(; VII.

El ciprcs y la hiedra, la yerba silvest.r e y el alclf cre-


cicn<lo entrelazados y en una masa comun ; montones
de ticn a acnmulatlos t•n donde ;mtcs habia una y otra
vivienda.; arcos demolidos, columnas hechas pellnzos,
bóvedas cegadas, pintnras ttl frcRco empapadas en la bu-
medntl de lugares subterráneos, adonde suele acudir el
buho atraillo vor lo. aparente noche que allí reina;-
i r¡ué fu6 todo esto, tc111plos, haiios y pórt.icos ~ Díga.lo
quien pueda.; porque todo cuanto los doctos han llegado
á investigar, es r¡uc ahí existen UDOS muros. -Ved el
moutc imperial! Así caen los potentndos de la tierra.

cnu.
H e n<¡ní la mora.litlatl tlc la historia <le todos los pue-
blo!!. JJ~• presente no es más <¡ur una rcpcticiou de lQ pa-
sacln; primct·o, la libertad; luego, la gloria- y b·as la.
gloria, la riqueza, <>1 ,·icio, la corrupcion,- la. h:ll"harie,
en fin. Y la historia, con todos ::ms gruesos \ Olúmcncs,
no tiene sino uua snla púgina,-y atjUÍ es donde mcjQr
rst:í. t•:<c·t·iln, nrptí tluudc la o:-:h•utnsn ' l'irnnia ha ;wnmn-
lutlu tu dos lu:¡ t.c.st•rus, t otlP:-t In:; tlclci te · c¡uc 1a vista, el
oillu, d curttzuu, el alut;t, put•dcn apetecer y los labios
solicitar.-Pcro ha:-:ta <k pal abra~. ¡ Accr c(tos !
DB CJIILDI:: IIAROLD. JG9
JX.
Venid :í. sentir aclmiracion, entusiasmo, deRprccio,-
1 á reir, :í llorar;- quc pam lodo esto h:\y uwt.i\·o acluí.-
1
i llmnln·t•, péndulo suspcuditlo cnlro nnn sonril'n y una
!~ lág rilntL! Siglos y reinos en toros yacen amontonados en
este corto espacio; esta montaña aplanada sostuvo
algnn di a una pirámide ele tronos, y de tal modo brillaba
con d ornamento de la Glorio., que hasta los rayos del
sol rccibiau de nl1í un fulgor más vivo! i En dónde
eslnn sus dorados techos 7 i en dónde los que osaron
construirlos 1

ex. "
Tnlio fué ménos clocuenlc que tú, columna sin nom-
bro, cuya. hase está culJiertn. <le tierra! i Quó se hicieron
los ]¡Lun•lcs que ceiiian la. frente de César1 Coronad la
mia con lo. hietll'a. llc su t.nmln1.. i A quién dedicaron este
arco do t.rinufo ó e~;ta col umna que tengo ante mis ojos,
ú '.l'ito ó ó. T1·nj auo '{ K 6, r-;iuo al 'l'iempo : trofeos, tu-cos,
eolumnas, totlo lo tra~lorna el rnompo a~;í como en sou
do mofa; la. est:í.tua del apól:ltol, • oprimiendo al10ra con
su peso la urna imperial, cuyas cenizas reposaban
sublimes
CXl.

En su aérea sepultura, esenia el cielo azul de Roma,


hasta. tocar en las esl.rellns : el espíritu que habiu. nui-
matlo estas cenizas lJien digno era por cierto de tener á
las e~t.rc11ns por moratln. P rínc·ipc esclarecido, el último
<¡uc onseiíorcó el mundo entero, el mundo romano, por-
qnc <lespues de tí ningun otro pudo sostener el peso do
tu corona, ni consen·ar tus <:onc¡uistus,-tú fuiste más
quo Al(jandro; nunca se cmpaiió tu gloria con los exce-
sos de la. intempernucia ni con la snngre de tus allcga-
gos, ántes tu frente serena rc~plandeció siempre con la

• Unn csti•tua del cruperndor T rnjnuo, hcchn de brouce dorndo, co·


rnnnha cato mouumcnto; pero cu 1 ~, hajo ci¡IQntilicado de Sixto V,
fuú dUStituilla por unn de ::ian Pedro.
170 LA .PEREGUJNACION

majestad tle todas las virtu(lcs ;-y por eso el nombre tlc
Trajano es todavía objeto tlc nuestra vcneraciou .

ex u.
iDúnde está. la colina ele los triunfos, aquel lugar
eminente en que Tioma abrazaba á SliS héroes 1 i dónde
la roca '.rarpcya, digno término do la Traiciou, promon-
torio desde el cual eran precipit.ntlo!; los traillorcs y cu-
rados así de toda amhiciou 1 tEs aquf dónde el conquis-
t ador depon in sus despojos 1 tií tal; y allá abajo eu la
llanurn duerman lliez siglos tlc facciones reducidas al si-
l~ncio.-.A..hí está el Poro, en que resonaron tantas aren-
gas inmortales : y 110 parece sino que todavü1. respira el
aire la })alabra clocnento y fervorosa tle Ciceron!

CXUI.
Campo ele la liberLatl, de las facciones, de la gloria, do
la carniceria : aquí se exhalaron las pasiones de un pue-
blo orgulloso desde el primer instante ele su naden te clo-
minacion hasta el ll ia Cll 'ltlC ya no hubo más munuos
que conquist.nr; pero desde mucl10 tiempo antes la Li-
bertad tenia. velado su rost ro, habienuo usurpado la.
.Anarquía. sus atributos, hasta. que al fin, cualquier sol-
dado sin ley lHHlu pisotC'al' á mansalvn. á un seuauo tlo
escla"'os mmlus y t r(omulus M miedo, ú hicn granjearse
el venal sufragio tle ciudadanos más ruines aun.

CXIY.

Des,·iC'mos, pues, nuestras miradas de todo ese largo


séc¡nito de tira nos, para fijarlas en el úllimo tribuno de
Roma; en lí, redentor de siglos eH teros do tinieblas y
oprubin-el ami~o tlc Petrarea-la e~pcranza tle Italia
-Tiienzi, c•l (¡\timo Hu111ano! ~[icutras el tronco mar-
chito tlcl árbol de la lihC'rln<l hrotc alguna lwja, nunca
falte tma gniruahla pam allol'l1nr la tumba del campeon
tlol Foro-del cnmlillo tlcl pueblo-del moderno Nttma
- cuyo reinado fué ¡ay! ~oln·ado co1:to !
DE C HIL DE HAROLD. 171

c:xv.
¡ Egéria. !* dulce creacion de algun mortal que, para.
reclinar su cabeza, nada tan bollo pudo encontrar <'11 el
mu1H1o como tu seno ideal; quien quiera c¡ue tú s(•as ó
hayas siclo,-jóven Aurora del airo, ninfa imaginaria do
algun amante uesosperado; 6 aonso beldad terrestre que
tuvo por auorador á un hombre do más que comun ell-
fcra : sen. cual fuere tu orígen, tú eres sin duda un bello
pensamiento, revestillo do las formas más suaves.

CX.VI.

El musgo de tu fuente está rociado todana con el al-


jófar de tus aguas Elíseas; la superficie del manantial
quc tu gntta encierra, superficie cuya tersura han respo-
i tlulo los ailos, reverbera el apadblc genio de este lugar;
1 las obras del .Art-e no desfiguran ya la, verde y agresto
r- riberu, ni tus linfas delicadus tim1cn que pcnuancccr
como adormecidas en una cárcel de mármol, sino que
saltan blanuamcntc clol pedestal de la hendida estútua
y Ynn luego corriendo cu todas diTcccioues; el helecho,
las flores y la hiedra.
CXVIl.

'e encaraman ac1uí y allí en fantlístico desórdcn; las


venles colinas nJ>arccen ronstidns di! ftor<'<:icntc n •geta-
cion; \111 Jeye su~;urro denuncia al lagarto de Yha<:cs ojo~,
CJUU undn saltando JlOr Clllrc In yNhn, y los p{Jjaros clcl
verano os salutlnu ul pasnr cou su::; n·galal1o:;s go1jcos;
flores nriadas y ac li'escof:i colores os ¡;aJen al ('t111Jino

1 COUIO pura rogaros que


formamlo con su rico
Oll llclcugais á éontcmplnrla!<,
111atiz UIIIL e!<pccic !le enntlro má-
gi<:o, (JtiC se hnlaneca al inqmlr-:o <lo ln lJl{Jd<la ]JI'i:,a; y,
en Jncclio de este cuadro, la frugante violeta, ataritiaclu.

• Ninfa rc,·<·•-enci:tlla por Jo, r<llllltn<•~ tmuo diHN\ tic la" fot:nlcs, y
quo tl!uiu Hl mor:t.la t:ll 1111 bo,c¡uu iuuw<lialu i1 Hnma. ( 'on ella lin;tia
con~ult:u'>'c Nuuoa l'ompilio Eoi>H' d lnOtlo de .::oht•·n:u· it ~~~ puo:IJlo.
'l'OO:l\'Íil <¡ uccl:m en pit' la ¡.:•·nlll y la fncuH: ti<: J.:l!t'ria, <-cr<·a ,J¡. la :m·
ti~unpu~•·l n t'aqo('na y <:Hir<.: lato \'Ía~ l..a tiua y Appia, en el \':lile hoy
ll:unnolo la Callicrcfla.
172 LA PEHEGRINACION

por el á.lito del ciclo, parece que cst:í rcflt>januo en sus


pútalos el o:;;cnro aznl del ciclo mb111o.

cxvnr.
Ar111Í, en cst.e encantado retiro, es dorulc tú morabas,
¡oh, Egárin !-dondt• tn celc::;tr. crJI'azou palpitaba rcgoci-
jalln al oír clcsclc IPjos las pi~adas do tu murtal nmautc:
la noche oncuhri<t con sn tlosol csl·. rellado arptcllas nús-
tet·io~as l:'ntreYistas, y cuando sentada estabas j unto á
tu venturoso cautivo, i qué s ncedia cntonc:cs 1 Gmta es
esta. q uo no puclo mc11os de ser fornuut1 tle intento para
prut(\jcr ht l·. icrna pasilJn de una. Dchl!ul, pam servir do
templo a.l sacro .Amor-el primer oráculo que hubo en
el mundo!

CXI X:.

i Pues no has unido tú, concspomlicmlo á. sn tcrmua,


no has unido un corazou celeste {~ un corazon humano,
sinLicudo ilmt(lrtales éxtasis, en medio tlo ese amor
que mnerll como nadó-con un snspiro? i No potlia tu
arte hacerlos inmortales, comunicar la pmcza tlel cielo á
los goces <le ltt t.icrrn, y, sin cml;otar el tlaruo, extraerlo
su vcHcuu-la negra sacicclad, r1uc totlo lo destruye-
y <lcsarmigar tlel alma la yerba mortífera tlo que está
scmuratla 1
uxx.
¡ Ay ! r¡ ue n ncstros afectos j u voutlcs no hacen sino gas-
tan:w sin pn>\'cdw, ó, cuan<lo más, regar un tlesicrto, so-
Ja.nwnte fecundo en ycrha <laüiua, especie de prematuxa
zizaJia qne, !>Í bien es tcnta<lora á b vista., t iene conompi-
tlo el corazon; <¡uc pro<1ucc flores en cuyo agreste perfume
no rcf;piramos sino agonías, y unos árboles que conticneu
Yl'llcuu por jugo; tales son las plantas que hace brotar
bt J '<tsion cuatulo cnlprciHlo ~u vudo por el tlcsicdo tlt'l
muntl1J, y Yauaulcl\l.c se fat.ig;t en lJUsC<t ele c.;ícrlo fruto
celcst e negado ú. nuestros deseos.
OB C' IIJLDE HAROLfl . ] 73

OXXI.

¡ Oh, Amor ! 1ú no habitas en c~tc mmHlo : - sera fin


invisible, ntJS tlanw: á c:n.'er l'll 1í, y r:-:tn. fé tiene por
mál'lires los eora:wnes dcspt•llazatltJS; pero n,Hlil' te ha.
\'isto aun, nadie te Yení. jamas tal como tú deberías ser;
In imaginMion ucl homhre es 1a. que te lm ereado, do la.
mi. ma. manera que pobló el cielo con las nsioMs de
sus locos deseos; y esta forma, esta im:.ígen comunicnua
á un pcn:;amicnlo, acosa ~in ce ar el alma. consumida
por indecible arJor-cx(mimc- atormenta.da- deshecha.

Enfermo el ánimo de pasion hó.cia la belleza que en sí


mismo cont.ienc, no hace siuo delirar con falaces crea-
ciones : -~dónde cst:m, tlúnJe, las formas de que se ha.
apoJcmdo el talento del escultor 7 En su cabeza. no más.
i P odi'Ít\ acaso la N at.mnlcza ostentar nada. tan bello 7
i Dómle c:;tan los encanto::;, las virtudes qnc osamos
illlag.inamos en la juventud, tras los euale::; curremos
en la ellaJ muthm:t, l)arai!lO que, bien á. nue::;b·o pesar ,
nunca. alcanzamos, qnc. hace extraviarse al pincel y :í. la
pluma, que se burla lle toda. Jcs<:ripciou 1

cxx m.
El amor no es más qno un delirio- la. demencia. do
nucslm ctlacl jnvonil-pcro su remedio es toda.\'1a más
amargo; nú porc¡uc ,·cnmos tlisiparsc una por um\ las
galas de CJUC habíamos revestido á nucstms ítlulos, nó
pot'IJUI' lleguemos {~ conocer harto hicn c1ne todo el nt-
lur, tulla la belleza a~~ estos Íllolos eran ohm solamente
clo nuestra capridwsa imngiuacion ; nó por Cl'O ch•ja de
tlolllinanws el falal encanto, tutlasia nos sentimos arras-
tradofi húcia. él, t'Cf'tJgi\•ndo :tsí tempestades por frnt.o tlo
lo~ Yil•nlus qnc hnbhtntos scmbnulu; y cntúJH·cs d cora-
zun den u {~ ::;cr como uu aJ,¡nimista, sit•mJH'C obst i11aJo
en creerse ii puulu de nlcauzar el cudkiado tosoro-
nunc:\ más rico que cuamlo toen. á In. mh;eria.
174 LA PEREGRINACION

CXXIV.

'l'o<los Yamos decayendo ya desdo la primera. jnvcn-


tud,-todos andamos jadeantes, enfermos, ~erdaclera­
meute enfermos, sin dar mmca con el objeto apetecido,
11i con un calmante para la sed que nos devora: y, siu
omhargo, aun en el último trance, nl bordo mismo de la
tumlJa, anu entonces nos sentimos atraídos por algun
fantasma tal como aquellos que en nu principio nos afa-
Jlúbamos por alcanzar; pero ya es tarde,- y así nos ve-
mos doblemente infelices . .A mor, gloria, ambicion, avn-
ricia,-todo \'ieue á ser lo mismo,-todo es inútil,-
to<lo fnnct<to, igualmente fun esto; son idénticos meteo-
ros, salvo qne llevan nombres diferentes, y la muerte
representa el negro vapor en el cual so des>anece su
llama.
C:L'(V.

I>ocos hay-ninguno-que llegue á encontrar aquello


que ama, ó que hubiera podido amnr; el acaso, lm con-
tacto ciego y nna imperiosa necesidad do amor, hacen
clesaparecer más de uua antipatía-pero solo para vol-
ver autos t.le mucho, em·enenaclns ademas })Or úTeYoca.-
bles ofensas ; la Conveniencia, c.lcit.lad tan material
cuauto malhecl10ra, crea. los males que nos amenazan y
le:> presta. la ayuda tle su varilla, especie de muleta,
cuyv contacto reduce á polvo la. Espcranza,- ac1ucl
polvo que todos hemos hollado.
cxxvr.
Nnostm vitla es una fal sa. naturaleza : mal puede for-
mar ¡Htrtc 1le la armonia universal este decreto, est.a
num.:n. in1lclehle del pecado, este Upns • inmenso, esto
árhul cuya ~omlml camm l:i. mncrte, (JUO tiene 1) 01" raiz
la tierra, y por ramas y follaj e el ci"lo, ele donde se
des-
ploma ::obrr el g~nl•ro humano un clihn;o ele calnmicla-
tll•s--la enf('rmcdad la muerte, la escladtml,- tollos los
males que ~cmo:;-y, lo c1uó es peor, todos los que no

• Ath<•l rlc la ¡,.la tic Jnm, <¡nc tllann un jugo mot1nl.


DE Clflf. DE HAROJ.O . 17ii
podemos ver-heridas incurnblcs qne palpitan en el alma
- dolores siempre nuevos que nos agobian el corazon.
cxxnr.
Pero démonos 1\. pensar con osadin;-quc es un co-
barde abandono do la razon el abdicar los fueros del
pensamiento, cuando lll pensamiento constituye el pos-
trero y único refugio que tenemos; tal, á lo menos, lo
será siempre para mí : en vano esta facultad di"ina está,
desde que nnccmos, aherrojada y puesta. en tortura-
presa, enjaulada, retenida, criada. entre tinieblas, do
miedo que la nm1ad resplandezca con dema.siado ln·illo
ante nuestros ojos, no preparados aun para recibirla; en
vano, pot·que la. luz penetra en ellos y su ceguera. desa-
parece al poller del tiempo y lle la ciencia.
cxxnrr.
¡ Arcadas sohre arcadas ! No parece sino que Roma,
reuniemlo los principales trofeos de su historia, ha que-
rido cifrar en un solo monumento todos sus arCllS t.rinn-
fnlcs ; este JJIOll umctllo es el Coliseo. Los rayos de la
l una resphtndecen en 61 como otras tantas antorchas
tlcst.inadas n iluminarlo i que solo unn luz divina tlehe
re$phl.ntlccer nquí, en esta mina tlc metlitacionrs, mina
pot· largo tiempo cxploratla, poro siempre inagotable; y
y el sontbrio azul do una. noche de Italia, en que el fu·-
mamcuto ntlq uiero colore~ la les
CXXIX.

Que posérn el tlon tle la pnlahra y nos hablan del


ciclo, fl!lta. por eucimn tle c1<te vasto y mara,·illoso mo-
lllllllCJlto y ~:irvc como do n•lo íi sn gloria. Ha.'· cierto
sc:ntimieuto en las ro~n.· <le! muntlu nbal itlas al ri!!or
tlel Tiempo, nllí clontlr t'stc hn posatlo ~;u mano, p'ém
dcmtlc tnmlJicn qurtló tlt•~:pc'da;wdn sn hoz ; y ltay r11 las
ruiuosns alnwnn~ un JWCtlomiuio, nna. m(!gia tal, r¡nc
nutc ellas clel>l·n hunli llar su lllil!!llilkell(:ia los !ll()tll'rno~
palac·ios y nguarclar <Í cptc los ~:;iglus les imprLman su
sello.
17G 1,1\ l' E fii~GRINAC' I ON

CXXX.

¡ Oh, Tirmpo ! tú e¡ nc 1icnrs In. fapn ltatl tlc embellecer


á los llllh.:l'lus, 11l• a•lurnar l:ls rniuas, l•:íhnmo consolador
y Ílnieo rcmcclio eti('(l:t. para los afligidos corazones-t.ú
q ne sin·es lle c·mTcd h·o á. nucst ro::~ juicios enóncos,
crisol de la ,·enlacl, 1ll'l amor,-único filósofo >enladero,
pontue tutlos lux dcm:ís so11 meros sufistas, tú que tarde
ó temprano mmc·a d1·jas de hacer justicia.,- ¡ oh, Tiempo
veug:Hior! yo clc,·o ht\cia tf u1h; manos, mis ojos, mi
curazon; yo te mego c¡uc me otorgues tma gracia :
cxxxr.
En mctlio tle rstl)s csc:ombros donde te has erigido un
altar y llll templo doblemente sagrados por su triste
soletla1l, eutro ofreuth\s más tlignns de H, yo me atrevo
á rcutlirt.c las mias, ctnc son la::; rniuas de mis aiios-
pocOH en número, pero fecumlos en desventura. - Si
acaso me has visto algum~ ,·ez sobcd>io en demasía, no
te dignes oirme; pero si h e sahitlo ser modesto en los
dias do prospcritlacl, ~:~i ho rest•rYado mi orgullo j>ara.
cont.rnrest ar los úcHos agcnos, útlios que nunca potlran
lLbatirme, haz fJtlC nó en vano baya llevauo este danlo
pnnzante clcutro clcl cornzun.-i N u lloraran ta.mbicn
ll)Í:; cuomigo!l1

CXXXII.

Y tcí, qnc HntH';L luts tl•·jaclo impmH'S la!l injnslicins


c]pJ hum)H'C, }\c~lli('~ÍX • putlcrll!;a! tú, l¡llC hici~tc sali r {L
la:; F urias clc·l ~~·nn 1lr.l ahismn parn. 1pw fuesen :í. ¡:iJbar
y á clllr anllicltJS alrcclcclm· ele ( )restes, en castigo de
ac¡nclla inhmnana ,·cnganzn pOI' tí cjcrcilla-Ycn~an¡r,a
jusi a, {t. 111) hahcr pmccclitll) tic mano tan a11cgatla ;-
aquí dontlc la nnliglit·clatl te rinclic) l'Or largo tiempo sus
homt•uajt•s, dultch• tllt c1ia tuYo asicuto tu imperio, aquí
Yt•ug-u ~·n :í. t·\·uc·arfl' tlNHh· <:'1 puh·o en qne yact•s!
i i\ u oyes hL \'oí': tic mi t·urazr111 ?-¡ lJe¡;picrta.! fuerza es
lfliO lllU C!ICUch c::;, y ltlC has tJc CllCUCbar.

• DioPa de la jccijlkia y Út! la wnganzu.


DE C:IIILOE HAIWJ.ll. 177
CXXXH I.

N o es que yo no l1aya ml!rC<:itlo por las faltas de mis


p:ult'<'ll ú por las lllias pwpiai', N-la hcritl<\ intcriot· ctm:
Cl)l(~ \'Crtielldo sangre; y f< i una mano jnst.i<:iera me In.
hubieRe infiigitlo, libremente la. dejaría correr, pero 11 0
será mi sangre la. c1uc ha tlc abl)orbcr l:L tierra.; :'i. tí C'S ú
quien la consugro.-Yo te cncomicmlo mi vcnganzo,
para la cual no ha. tlc faltar tout\,·in. ocasion; y si por mí
mismo no ln. be tomaclo, en gracia tlo ...- pcro, allclantc.
-Si yo clucrmo, tú velarás por mí.
cx:n.1.v.
Y si ahora doy al Yicnto mi \'OZ, no rs porque tema
los patlecimicntos: hablo cunlcluicra que me haya visto
dohlar ]a frente, ú decaer do ánimo l)Or rfecto tle alguna
pcmt sufl·ida: pero yo quiero <lepo~'<itar en esta pá¡.dna
1111 rocucnlo mio. Las palabras qnc voy traznmln 110
so clisiparan en el aire, aun cuamlo mi cuerpo eslú yn.
rcdncido {t polvo; algun di:L qncclar:í plenamente jn::;Wi-
cada la cólera. profétici~ lfUO me hn. clir.tac1o estos versof(,
y mi mnl<liciou c.acd. como un:t montniia. sobro la cabeza.
de mis perseguidores.

cxxxv.
1\Ii malclicion ron::;i::;tirá en pc•nlonarlos.- ¿ ~Q he len i-
do que Juchar- eliJo tú, madre 'ricrra! y lú tamhien, •Jlt,
Cit•lo !-no l10 tonillo CiliO lu char c:untra mi cll·l'<tiuo?
t N1> he s11fril1o agravios tliguos :-:ol11 cle pt•rclon ? i Xo
han tlesecrulo mi ccrelml, clesgntT;ulo mi c·o l'ar.on, nliuallo
tllis e::¡pcrnnza~. mn.ncdllallo mi 1\0tuhrc y hcdw tnalg;ls-
t.a.rso la villa de mi villa 1 Y si 11 0 he ll l•gaclu al p11ulu do
)n. UCSCS)lCl'UCÍOil, fu é j)Ol'l[ll<' 110 ]Jnrlit'Í]IIJ t•nf (;l'alll Oll 1ü
del corrupto dcno á f!UP clcltil'I'Oll el ~c r t•::;us cntc•s
malé,·olof<.
CXXX \'1 .

Dr;;clo el más gra,·c ultraje lt:H:la la m:ís rnin prrficlia


¿no he \'istu ya. Jc cnuntu e:¡ cnpuz 1.'1 lwulhrc 1 Dl.'stlo
l'lti LA I'f:llEORINACJON

el bronco rugitlo clc la. calumnia que espumen. tle ráhia,


hasta el cuchiehco el<' nna Yil caterva de repUles que
destilan con mana su Yeueno, ente:i de doble faz que,
supliendo :í la lc.>ngua <:on la elocuencia de los ojos,
sahcn m<>ntir en sil<>ncio, y :í fa,·or de un encogimiento
de hombros ó ele un afctttulo suspiro, !lacen admil.ir
1lc barato su mtHla murmuraciou :í los nécios que los
rotlean 1
CXXXVII.

P ero yo he ''iYido, y no he YiYil1o en vano : puede mi


ánimo penlcr su fuerza, y mi saugre su calor, y hasta mi
cuerpo habrá do sucumbir tal vez cu su lucha contra
el infortunio; pero siento algo dentro uc mí mismo que
so bnrla clol clolor y del 'l'icmpo, y que lu1. de sohro·vi-
virmc ; algo pu1·améulc inmaterial, y e11 que tales gentes
no piensan, parecido al rccuerllo r1ue tlcjnn los acentos
<le nna. lirn, vcnd rií :í cernerse sobro sus almas onterne-
ciuus, (]('flpcrtan(lo en nrpH~II os cora?.Ones, duros hoy
como <'1 lll(mnol, los t·n¡·dfos remonlimicutos clol amor.

CXXX Vlii.

P u<>~to c¡ut'lla el sello á mis qucjas.-Abora, ¡ salud,


polc~ta d tt'mihlc, omnipotente, atiUCJUC sin nombre, f¡ uc
áutla,; Ya~t'llHlll por csle lugar entre las tinichlas de la
mctlia uoc·J¡c, que iuspiras lwntlo recogimiento, hicn
tli)';t :mt<', F;in CllliJargo, del temor ! Tú fijas siempre tu
lllOI';ul;~ allí tlondo los muros desmantelados aparecen
Cll\'tll'lto:-: t·n mantos <le hictll-a, y tan profumla y vh·a.
e,; la itnpr<•)';ion de solemnidad por tí comunica.ua :í. las
minas, qut• noN hace i<lcnfificarnos con lo pasado, y
ft mnar parte tlt•l mislllo espectáculo CJUC, sin ser Tistos,
prcscne:iamos de lleno.

('XXXIX.

Y aquí )';t' nia rn o(n¡ li(•mpo t·l zumhitlo de n;H·ioncs


y Tl<\t'Í otnt•s llt·lws dL• im~~:H·il•Htc curiosidtttl, y qne ya
~;igu ilknhau snliislimo. p•JI' medio tlc un munnullo sordo,
DE CBI L OE HAROLO. 179
ya aplaudían con estrépito cnando el hombro caia inmo-
hulo por el hombre. ¡,Y por qn6 inmolado 1 i P ot· qué 7
1>orc1ue tales .eran las Joyos generosas que regían en el
sangriento Circo, y así se divertia la majestad imperial.
-L Y ¡Jor qué nó 1 LQné importa, si al fin hemos de
servir de pasto :í los gusanos,-qné importa caer en tul
campo do batalla, ó ou la arenl\ de un palenque 1 Ambos
son única.mente tmos teatros en que van :í. pml rirsc los
principales act.ores.

cxr,.
Viendo estoy al gladiador extendido delant-e do mí:
con tma mano sostiene tollo el peso de su cuerpo ;- su
freui,e varonil revela que está dispuesto á morir, pero
que sabe sobreponerse al dolor; poco {~ poco va po:strán-
uoso sn desfallecida cabeza, y lle uua herilla que tiene
abicrh~ en el costado fluyen una tí una las últimas gotas
do su sangre, gotas pesadas como las primeras llo una
llúvia. llo tompestad; luego la arena comienza á clar
Yueltns en su derredor-y por fin, espira antes do haher
cesado la inhnmn.na voceria con <tno so aclama a.l mcn·
gunllo ,·enceclor.

CX LI.

El la oyó, pero con totlt\ intlifcrencia.-Sus ojos, cm no


su corazon, estaban entonces fijos en otra parte, bien
l ejo~ do allí : no so cuitló ni tlo la Yüla que ik1. á perder,
11i del Lrinnfo que taml)OCO lo cm <httlo gozar; sino t¡ ne
en 1.1la!i del pensamiento so traxportó (t su tosca caiJaiía
do ]a:s orillas del Danubio, allí llumle nntlarinn jugue-
teando sus bárbaros hijuelos en torno do su matlrc, la
esposa. del Dácio,- mienlras él, su padre, tcni:t aqncl fin
desastroso para entretenimiento y solaz de los Romanos!
Todo esto:babia pasatlo en tropel por su imaginacion :í
medida que iba desangrántlose.- i Y habrá de mori1· xi¿1
\"(mganza 1-¡ Alzáos, Godos, y 'euill á saciar 'ucstra
íra!
180 LA PEREtlR INACION

CX LII.

P ero aquí, tluntl<' d A~t·~inuto respiraba ~~ Yapor ue la.


Sangre j lliJ UÍ, tlondc la turh<L tlu ]as llllC::ÍOnes ousfmia to-
uas las ~alitlas y rngia Ó llllll'Ultll'UUU como el torrente tle
la. montaiia segun quo !lus aguas Yayau encrespadas ó
scrpcntcamlo blantlameutc: aquf, domle la. reprobacion
ó el aplau:so tlc millone:s tle Romanos equintlia á un
decreto tle muerte 6 tlc \'i<la, ámbas meros juguetes uel po-
]mlatho, mi YOZ es la únic;J <1nc rcsuem\ en este momeJltQ;
- el tibio resplandor tle las c~tl·ellas no alumbra sino una
arena. tlesicrta-gradas en ruiuas-mu1·os desmantela-
dos- y unas galerías dontlc los ocos repiten cou extraña
sonoridad el ruido tlc mis pasos.

cxr,m.
Ruinas no mlís, pero ¡qué ruinas ! Sus escombros han
scrvitlo pura consh'Ll ir muro.llas, palacios, semi-ciUtladcs :
y sin embargo. más do una vez, al pasar por clelant.c tlcl
enorme esqttl'leto, mula indicará tí 11ncstros asombrados
ojos <lnndo pn<lo e~tn r toclo aquello de que fué dcspo-
jallo. H uho en realitlad tal tle~poj o, 6 no se hizo sino
desemhurnznr sn recinto 1 ¡Ay l n6; que cuando coutem-
plais 1le ccrC';~ el c·oloxal ctlilicio, entonces se os presen-
tan con ltHla claritlatl su~ <>si rt~gos ::mfritlos : el tlia.
lo hac·e t raititm, porque :m htz es demai'iiatlo vi ya J•ara.
todo:> lu:> uhj~'tos <!llu <•1 tiempo y el hombre han deYas-
tatlu.

P ero cuanclo ~;ale la luna y <'OllliC11Z3. á trepar por


~n arco más clcYatlo, tlctcnit-nuosc blallllamcnte allí;
cuantlo las cst rellas contC'llean entre las hendiduras del
wtusto C<lificio y la hri:s:\ uocturna ha.cc hah01ccarse en
los aires ];~ Cf-ipe:u\ ht)jarasta que coroun los pardos 11lll-
ro~. suucjante :'i lo:> luurC'lt·~ c•m qne ~e at!QmÓ la. cah•a
fl'l'lllr clt·l J•rÍtlll'l' ('(.r-:nr; cuanclo n•iua. [lOI' dc)llcle qnic·ra
mea claridad apacible, lJCrl> CJllOliO <lcshnubra, entonces
~e ahan los muertos en c:>io mágico recinto : sn suelo
DE CHILDE H AROLD. 181
fu6 hollado por héroes- el polvo tlu esto::~ héroes e~ el
que vamos hollan<lo nnucst.m vuz.

CXLV.

":'IUentras quedo en pi6 el Coliseo, Roma quedará. en


"pié; cuando caiga el Coliseo, Roma. caerá tambien, y
"con Roma caerá el mundo entero." Asf decían, en pre-
sencia. de esta enorme mura11a, los peregrinos de Alhion
allá en el tiempo do los Sajones, el cual el amos en Uamar
antiguo; cosas mortales las t res que permanecen totla-
via. sobre sus cimientos, y todas sin alteracion : Roma y
su Ruina irreparable: el Mundo, lo quo siempre fuó,
vast.a caverna do la.tlroncs, ó de lo que os plazca.
CXLVI.

Sencillo, majestuoso, grave, austero, sublime a1t.ar do


toclos los sa11tos y templo de todos los dioses, de~:>do
J úpitcr bal'lta J esus-rcspetado y embellecido por el
tiempo : iú, que alzas tranquila tu frrntc, mientras los
arcos, los imprrios, todo en derredor do tí se desmorona
ó bambolea y mientras el hombre va abriéndo:¡e paí!O por
una. senda lle abrojos cuyo término es la tu mha-¡ Cú-
pula gloriosa ! i E stús destin:ula á ser ctrrna ~ En Lí
~e htL c¡uobrado la scgm del Tiempo y ol cetro <le hierro
clo b Tirnnin-un tí, ~antuario y palrit~ de las artes y de
la. piedad- Pantcon !-orgullo de lt~lllm! •

CXL\' 11.

Reliquia tlc nwjor<'S dial'l, <le las m(t..<; ll<lblc:; arlc~.


despojadO SÍ, }lOrO tOlh\\"ÍU. )lerfeeto. 111 Yisla inftmtle Cll
lo~los los corazones sagrado recogimiento y of.rrcc un
modelo al m-t.ist.'1. ¡ atptcl ctno viene {í. :H omn atraillo pot·
los rccuenlos do la untigücdntl, bien pndicrn imaginarse
que la Gloria 110 \"ierlo sus rayos sino al intws tlo t.u
'·• abierta cúpula; las alma:; piallosa~:~ ticncu aquí altares

• El Rnli¡..'llO T':mteon tic ,\~ripa, templo •lctlien•lt> :"1 to•I<>S lo.~ tlio•e~,
y cu d tli:t ú la Yi.-geu tuu cluvual.n·e J., /)a uta M<tri•• atl M<t• tyrcs.
182 LA PEREGRINACION

para enhcgnrso ii la, oracion, al par-10 qno Jos admira-


dores rle In int cligen<;ia pueden reposnr sus miradas en
las efígics do los grandes hombres cuyos bustos se pre-
sentan en torno suyo.
CXLVIll.

Aquí, un cnlnbozo; t que di<>tingo al traves de la som-


somhra oscura 1 Nnda. Volmmos :í. mirnr! Dos sombras
se aparecen poco :í. poco delante tle mí.-l!..,antasmas, y
DI) más que fantasmas ue hL imagioacion l No, yo lns
veo con toda. clnridad- son un nncinno y una mujer, jó-
von, hermosa, llena tle frescma, como una ma(h-e que
amamanta á sn hijo, y en cuyas venas la sangre se con-
vierte en néctar.- í Y r¡ué hace nhí esa. mujer con la
gnrgauta. tlcscnbierla y los blancos pechos desnudost

CXLIX.

Henchidos estan do su pmo licor estos dos manan-


tiales do Yi<la, donuc sobre el corazon y de dentro del
corazon do tu1a tnujer, recibimos nuestro primero y más
tlulcc alimento; cnando la esposa, santificada por lama-
ternidad, siente un regoc-ijo <JUO al hombro no le os dado
comprender, con la. inocente mirada del niño, y aun con
el ligero grito do impaciencia. CJilO arrnnca á SllS labios
nú snlmncnte el dolor, sino hasl·a la más leve dilacion;
cuando Yé ~;n hrirso ele hojas sn naciente pimpollo.- i Y
cuúl Yeudr{L :í ~;cr el frnlo ?-Lo ignoro.-Oaiu fuú hijo
tlc EYa.
Ch
Pero ac¡uí es In jnYontud qnieu ofrece á la Tejez el
sustento que :í. cst,n ha del1i<lo : -es :í sn pat1ro á c1uicn
satisface la tleu<ln tle sangre cont.raitla en la. hora do su
nncimie11lo. Nó; su padrevno morirá mic11tras el fuego do
la salud y de un snnto amor que cit·cnla por sus .-enas
pueda alimentar llCJHCI Ycncro fecundan te, aquel Nilo de
la Xat.uralcza, con el cual no admite compm·acion el de
Egipto. Bchc, anciano, bebe en el hcrmo~o pecho de tu
DE CIIILOE IIAROLD. 183
hija. el jugo do la. ,;da! Ni en el mismo ci<.'lo hay un
néctar semejante.
CLI.

La fábula do la Via lacten no tiene, nó, la pureza de


esta llistorin : es una constclaciou de más dulces re~;.
plnudorcs, y la santa Natnralczn, triunfa mús en esta
invorsion de sns leyes qnc cu el abismo sin fin donde
centellean mundos l{'jauos!- ¡ OlJ, ntlt.riz santísima! Ni
una sola gota. de ese puro raudal será pcrditla, sino fJllC
todo él ir(\ tí. parar al corazon do tu padre, retlnycndo
así á su manantial primili>o para comunicarle n ueva
vida, tal como nuestras almas, una \CZ desembarazadas
de las ligaduras del cuerpo, Ynn á confundirse en el
uniYcrso.
CLU.

Tornemos ht Yista bácia el :l\Iausolco do Aclriano, •


imperial plagiario tle las antiguas pirámides dt.' Egipto,
copista colosal de su deform idad, cuyo capl'it"lto, to-
mando por modelo las enormes fábricas del distauto
Nilo, conden6 al artista á edificar como si fuc::;c p:tra gi·
gantos y ii ele>ar esto monumento destinado á rr<.:og<.'r
nlgun dia su vano pol\"o, sus menguadas cenizas.¡ Cómo
no asomar al labio del fu6sofo una sonrif.;a de Ut.-;lima
contemplando una obra tan grandiosa debida tí. tau wcz-
quino pensamiento!

CI.III.

l'cro vetl el templo-el vasto y aclmira.Llc templ o, • á


cnyo lado no seria el de Diana más qne una celda- el
templo grandioso de Oristo, erigido sobro la tumba do
uno ele sus mártires! Yo he visto la mann·illa. de Efcso-
cuyas columnas, esparcidas por el desierto, prestaban

• Trov convertido en fortnle1.n ron el nombre do Castcllo di Sal•l'A ,.


¡re/o, ~irvi<:mlo tambicn .J.: c:Íi rn:l llc E•ta1lo y <-nFn de correcciou. E•tú
tU-eutnclo en la~ orillas ele! TtiJcr )' ccr·rn cid Vl\ticauo, con el <"na! bO
cotnuuicn por nu pas:1dizo dé 41)() auetros do lnrgo.
t Ln Um.ílirn rle Snn f~·lro
9.
LA PEREGRINACJON

sombra y abrigo ó. las hienas y á. los chacales; be ...-isto


la cúpula tla Santa. Sofia ostentando o.1 sol su 1·esplan-
decieuto mole, y he recorrido su santuario mientras que
el usurpador musulmau rezaba. en él sus oraciones.
CLIY.

Pero, entre todos los templos antiguos y modernos,


ninguno como t(t, niugun santuario más digno de Dios,
del Dios S:mto, ele! ,·crdadcro Dios. D esde la ruina de
Sion, cnanclo ul Seiior abandonó á su ciudad predilecta,
i c¡né monumento más sublime fné erigido á su gloria en
tuda la faz lle la tierra 7 Majestad, poder, gloria, fuerza,
hcrmosmn, todo está atlnoatlo en ~stc eterno altar del
Ycrdadero culto.
CLV.

l~ntratl : sn grnmler.a no os abruma; ¡,y por qué1 K6


porqno ltaya disminuitlo, n6; pero vne¡;;t.ra alma, ensan-
thatln vor d genio tlc cst.c lugar, tiene ya prO])Orciones
colm~:dc:; y no pncllo encontrar ntlccuada v ivienda sh10
allí, tloudc apnrecen consagradas vuestras esperanzas
t1e inmortalidad j y dit~ Yendrá CD que, Si de ello SOiS juz-
gado <li¡!;no, contemplareis á vuestro Dios cara á cara, tal
como ahora cslais contemplando á su Santo de los San-
to¡.;, y no st>reis aniquilauo por sn mirada.
CJNI .

Ynis nclelantc-pcro á cada paso que dais el edificio


nt erccit>IHlo, á motlo de una. clcYada montaña, que os
parctc srrlo 111ás á medida que trcpais por ella, y no
¡,asa <le una mera ilusion óptica producida. por su gigan-
lt"!<ca C'll·¡rantia: yn creciendo-pero con perfecta. armo-
nía t•n !<ll:l proporciones-todo m(tsica en sn inmensidad;
rico~ nliirmolc~<-cnadros más ricos todavía-altares ilu-
JIIin;~tlof.l pnr llímparas uc oro- y esa cúpula soberbia,
l'll liu. c1ue riraliza por lo aérea con tot1os los grandes
HllllllllllelltOS del !lliiJIIlu, an111¡ne tengan por cimiento la
ti('rr;\ tirme,-mientn1~ rste se n~ic'nta al parrter en ht
r<·~ion de las nubes.
DE CHILOE HAROLO. 185
CL\"II.

Y aun no lo Ycis todo; preciso es descomponer esto


gran conjunto y contemplar aisladamente cada una do
sus partes. Así como el Occano forma en sus playas mil
sinuosidades, todas dignas de Ynestras miradas-lo
mismo aquí dcbcis concentrar la. atencion en cada objeto
de por sí, reprimir el pensamiento hasta <1uc so hayan
grabado en ntestra memoria sns elocuentes proporciones
y dcf;arrollado gradualmente la magnífica perspecfiya
tjU<' no babcis poditlo abarcnr á la primera ojeada,

CLVIll.
Y nó por su falta, sino por la vuestra. Nuestros senti-
dos externos no aciertan ft. percibit·los objetos sino de un
modo progrcsivo,-y así como solemos carecer do pala-
bras para expresar nuestros sentimientos más íntimos,
así este imponente y esplendoroso edificio engaña por
do pronto 11uest.ra Yistn deslumbrada y con su grandeza
sin par desafia la poqnefíez do nuestra naturaleza, hasta
fjllO, engrandeciéndonos simultáneamente con él, se re-
monta nuestra almo. á la misma altura del objeto que está
c.ontcmplanuo.
CLIX.

Tened la planta, ilumináos ! Hay en er:;te cx:lmcu algo


más que la sntisfacciou do la. sorpresa, algo más qtte el
recogimiento inspirado par la ~ant idael del lugar, algo
más que la admiracion por el arte y por lor:; grantlt•!{
maestro~; fJIIO le han elo~ado un monumento s_ uperior á
todo lo que la. antigüedad pudo jama~ t·jccntar ó conec-
bir; la fuente de lo sublime ron la aqtú toda su Jlrofon-
didud, y en ella puede el hombre recoger arenas de oro,
aprendiendo á conocer cuanto pueden las grandes con-
cepciones do lo. inteligencia.
CLX.

Pasc111os ahora al Vaticano, á pre~:;enciar e1 cspC\ct á-


en lo de:! dolor ennoblecido por los tormeutos de Lao-
186 LA PEREGRINACIO~

coonte- la. ternura de tm padre y la agonía de un mortal


unidas á la paciencia ele un dios: -inútil es In. lucha;
en baldo forcejea el anciano contra los redoblados
}Jiiegues con qne el dragon le aficrra; la larga. y -.;-enenosa
cadena remacha sus vivientes eslabones alrededor de
todo su euerpo,--el enorme reptil va acumulando dolor
sobre dolor y aboga uno tras otro los gemidos de la
agonía.
CLXI.

Ved si nó el dios del daruo inerrable, elllios de la vida,


de la poesia y de la luz-el sol en figura humana.• Su
frente imí<lia la \·ictoria por ó1 obtenida; la flecha acaba
de salir disparada del arco, brillando con la venganza do
un ser inmortal; sus ojos y sus labios expresan un her-
moso desden; todo en ól respira poder y majestad, y su
mirada bastaría JlOr sí sola para darlo tí conocer como
un dios.
CLXII.

P ero sus delicadas formas-que parecen como un cn-


sn<-iio de amor de alguna ninfa solitaria cuyo corazon
cst.uviese suspirando por un amante inmortal y delirando
con esto. Tision-sus formas ostentan toda aquello. her-
mosura ideal que la imaginacion baya podido concebir
jnmns en su¡; trasportes ménos terrenales, cuando cada
uno de sus pensamientos era uno. inspiracion del cielo-
un rayo <k inmorta1illad q1tc iba. formando en torno nues-
f ro tma. aureola do luz hasta realizar la imágen de un
t1ios!
CLXIII.

Y si es Ycnlnd que l~romctco robó del Cielo el fuego


e¡ no uos animo, hien pag::ula fu é 11uestro deuda por el ar-
tista :i. quien c:4o 111úrmol poético ha conferido uun gloria.
<'terna ;- }liHlu ser murtal la mano que ejecutó la obra,
pcru no a:Jí el pcusnmicnto que la dió orígen; el 'l'iempo

• F.l.-\pC>Io de Bch·cct<-re
DE CHILOE HAflOLD. 1 7
mismo l:t h:t consagrado, y ni uu solo rizo de su cabellera
está reducido á polvo-los ~iglos no hnn dejado en ella.
la menor señal de su paso, y todavía está respirando la
divina llnma. que la engendró.

CLXlV.

l'>ero t dónde esti aquel Peregrino, héroe de mi ])Oema,


aquel que presiilia eu otro tiempo á mis cantos? IJnré-
ccme que anda lento en acudir, que se retarda en dema-
sía. Ko existo ya- estos son sus últimos acentos; ter-
minada está su peregriuacion, sus visiones van desvane-
ciéudose á toda prisa, y él mismo se siente como anona-
dado: -si vor ventura fué algo más quo un ente ima-
ginario, si pudo ser considerado como uno de tantos que
vi\·e11 y padecen- en llorahuena-dejemos eso; su so m·
bra. va perdiéndose ya en el ctíos de la D est.rnccion,

CLX.V.

Quo enn1el ,-e en :m fúnebre mortaja, sombra, substan-


cia, vit1n, todo lo que constituye nnestra herencia eu
este mundo; que extiende vor donde ctniern un velo te-
nebroso, al troxes uPl cual tocios los objetos toman la
apariencia. de fantasmas; y la nube so lmnde entre uos-
otros y todo aquello que brilló en otro tiempo, hasta. que
la misma Gloria lle.ga á ser 110 más que un crepúsculo,
tlcno.mnutlo una clari<lncl tíbia y mclauc:ólica por el con-
fin de las tinieblas; claridad más triste. r1uo la más triste
; noche, }Jorque u os ofusca la vista,

CL'XV[.

Y nos impele al abismo para que veamos Jo que ha-


bromos ele ser algun dia, cuando quedemos reducidos á.
algo ménos quo esta nliu esencia. actual; para hacernos
soiiar cou la gloria y limpiar d poi ro de un 'l"ano nom-
bre que nunca más hemos do oir; pero, i oh pcn!'amiouto
consolador! nunca. más Yoh·crcmos {~ ser lo <tnc fuimos :
que NI en vertlacl baMante hahcr llc,·atlo una 'I"Cz sobre
1 S I.A PP.RIWR i i\' ;\('10.

!lÍesta carga del corazon-tle un corazou q ne suda ha


snngt·c.
CL}..\'TI.

i Silencio! Una voz se alza del abismo, prolongada,


sorda, esptmtable, tal como el rumor lejano de una na-
cion t¡ue está manando sangre do una. herida profunda,
incurable ; ábrese la tiena en medio de la tempest:lll y
las tinieblas; el golfo está poblado de fantasmas, entre
las cuales hay una que parece reina, aun cuando no ciño
corona •; pálida, sí, ])ero no por eso ménos bella, y que
con dolor maternal estt·echa en sus brazos ú. un niiio,
para quien no sin·e del menor alivio el pecho que ella
le ofrece.
CLXVIII.

Ilijn ele reyes, ten d6nde cstús1 Esperanza de nacio-


nN; y naciones, t no vives ya 1 t No pudiera la tumba ha-
ucn:;e oldllado <le tí y arrebatar una cabeza m<ínos ma-
jcstuo!-ia, ménos querida 7 En medio de una noche de do-
lor, cuando tu corazon, madre de un momento, cuando
tu corazon estaba sangrando todavía sobre el cadáver
de tu hijo, la. muerte hizo callar pam siempre tu angus-
tia: contigo han desaparecido la felicidad pre.'lente y las
halagüeñas esperanzas con c¡ue tanto y tanto se regoci-
jahan las I~las imperiales.
CLXTX.
1'
La, humill1c campesinn. suelo ·sor madre siu peligro llc
la Yida,-y tú, quo eras tan feliz, tan adorada!... Por tí
llol'tuan aun aquellos mismos quo no tienen lágrima~
para los reyes, y la Libertad, con ul corazon agobiado,
concentrará. en uno solo todos sus dolores; porque babia
hecho Yotos por tí y >cia lucir su Iris sobre tu cabeza.
Y tú tambien, príncipe solitario, afligido consorte-¡ en
Yano fuó tu himeneo! i esposo de un aiio! ¡padre de un
muerto!
• l.a pl'int·<·Hn <::u·lola \IC f n!(l:llcnn.
OE ('HILOE: HAR OLO. 1S0
CLX...X.
Un cilicio fné tu t.rujc de bodas; el fruto do tn hillle-
neo no es más que un monten tle cenizas : tendida. está
eu el polvo la blonda. heredera de las Islas, aquclltt {t
quien amaban millones de almas! ¡Cuan Henos de con-
fianza habíamos puesto en sns manos nuestro destino!
Y, auu cuando esto destino debía de ser para uosotnm hL
noche del sepulcro, con placer nos tlítbamos :í pensar
que nuestros bijos habrían de obedecer ú su hijo, y to-
dos la. bcntlecíamos, y bendecíamos tamhien á la ]H'ogé-
nic que do ella esperábamos cou afan; esperanza tan
bella para nosott·os como el lucero á los ojos del pastor :
y fué un meteoro, nada mús que tm fugaz meteoro.

CLL"{I.

Lloremos por nosotros mismos, nó por ella; pon¡nr


ella duerme en paz. El soplo inconstante (le! aura popu-
lar, los COllsejos de pérfidos aduladores, falsos orúc:ulox
que tlcsde el nacimiento tlc la. mouat·quia han c·st.adu rc-
sonantlo sin cesar en los uhlos de los l'CYC~, h¡t!;ta. qnr las
naciones, llena ya. la meélido. del sufrimi ento, t·otTicrou .<
enfurecitlas :í.las armas; la extraña fatalitla<l q ll<' dernwa
:í. los más potlerosos monarcas y que, para equi librar ~ ~~
ciega omnipotencia, ~mole arrojar en elutTo tJlatilhJ de
la balam:a un peso r¡uc los aplasta. llltls lanle ú 111:Íx '·
temprano,-
CLXXI J.

Eso bnhria sido tal Yez su destino; pero nú; nu c.~trox


corazones se niegan {~ creerlo : ella, tan jqveu, tan Ler-
mosa, buen;t sin esfuerzo, grande sin un solo enemigo ;
esposa y mache nn momento antes-y ahora. y para
siempre ahí! ¡ 0nánt.os YÍncnlos ha roto este fatal mo-
mento! Desde el c01·azon tlc tn egrégio padre basta el
de su más bumiltlc súbdito se extlemlc hL cadctH~ ~léc­
trica ele nuest.ra atlicc:ion <.;uyo r·hoque, SC'IIH·jaute al tle
nn tcn emnto, tlrjú almunado de rlolor á nn pueblo que
te nmalm c·CJluO tuttli(' h:11Jria pmlitlo amartc·.
J!JO I.A PF.REORI:'IIA C' IO~

CLXX11I.

¡Salud, Nemi! la oculta entre scJ,osas colinas, en un


Jugar tan apartado, que el huracan, que arranca de raiz
las enéinns y hace desbordarse al Oceano, alzando basta
las nul>es su blanca espuma, respeta mal su grado el
ontl espejo de tu lago cristalino. Tranquilo, como el
ódio pot· largo tiempo resen·atlo, tiene su superficie un
aspecto frio y apacible <¡u e ua<la. es capaz de alterar; y
todo l-1 está enroscado alrededor de sí mismo, á modo
de u11n serpiente dormida.

CLXXIV.

Ce1·ca de nllf, y en un va11e vecino, brillan las ondas


1lcl Albano, solo tlivitlillo por un corto espacio del lago
do Ncmi ;-alió. ó. lo lejos va serpenteando el Tíber y el
tcucli1lo Ocouuo bafin. la costa del Lacio, donde estalló la.
guerm épica cJo aquel t.royano cuya estrella, remont.án-
dose de nuevo por ltt esfera, presidió los destinos de un
imperio :-h{LCi<~ l a derecha vercis elret.iro en que Tulio
solia. venir ó. dctlcansar tlo las fatigas do Roma; y por
uctrns ele aquella~; moutnüas que sirven de limite al
horizoute, fuó tlondo estuYo nscntacla la heredad de los
Sabinos, (1ue tanto agradaba á IIoracio en sus horas de
tédio.

CLXXV.

Pero ya me oh·hlaha.-~[i P eregrino ha llegado al fin


dn su Yiajt•, y él y yo tenemos que scpararnos.-Pues
bien, f;t'a.-Yn cstuu rnsi terminadas su tnrea y lamia ;
pero r<:hemos sobre el mar la última mirada. Las olas
tl!'l :'lll•tlit<'míuro Yit·uen á estrellarse á sus piés y á los
mios, y desde la cumbre tlol l\Ionte Albano volvemos á
runtcmphu· ahora al amigo de nuestra juventud, aquel
Occauo cnyas aguas hemos surcado desde la gigante
roc·a de Culpe ha:tn donde el sombrío Eu:::tino
DB CHILDE HAROLD . 191
CLXXVI.

Baña la costa azul de las Simplégadas.• Largos años


-muy largos, aunque pocos en número, han trascmrido
desde entonces para los dos ; algunos padecimieutos,
algunas lágrimas vertidas, nos han drjado al fin ele la
jornada casi en el mismo punto ele l1onde salimos. No en
balde, sin embargo, hemos recorrido la carrera mortal:
alguna r ecompensa nos ha valido,-y aquí es donde la
encontramos; porq1.te aqtú podemos aun sentirnos r eani-
mados por el dulce calor del sol, y saborear á la Yista de
la tierra y del mar uno. satisfaccion casi tan pura como si
no hubiese hombres capaces de venir á turbarla.

CLXXVII.

¡ Oh, si yo pudiese vivir en un desierto, sin otra com-


pañia que una mujer ideal, tí.ngel tutelar de mi alma! ¡Si
yo pudiese olvidar á todo el género humano y, nó abor-
recer á nadie, pero no amm· sino {L eJla.! ¡Oh, vosotros,
elementos,- cuya noble inspiracion me hace sobrepo-
nerme á mí mismo !-i seró. que no podais satisfacer
este deseo 1 i No tengo mzon en creer que existen en el
mundo tal es séres, por mús que. rara vez acertemos á
encontrarlos ?
CL~'CVIII. '.
IIay cier to placer en el seno de los bosques irnpcnc-
t.rables, hay algo embelesatlor en la solitaria ribera, hay
sociedad en dontle nadie viene á imporinnarnos, (~ lal'l
orillas del mar profumlo, cuyo brnmido tiene tambien su
armonía. Yo no he dejado ele c1üerer al hombrr, mas
prefiero á la N aturalcza desde que estoy entregado á su
contemplacion. En su presencia me despojo de todo lo
que soy, de todo lo que he sido, para mezclarme con el
U niverso, para sentir lo que nunca podría expresar, pero
tampoco reservar del todo .

.. J~las SilllplGgndna 6 Ciímea.s {en griego islas n::ule•)1 á la cnt rndn


del lllnr Neg•·o, fumo~ns en l:t anti).(iieúut! por los tcmblcs peligro~
qne, segnn creencia nllgar de entonces, ofrecmn í• los naYegmltes. ·
1
192 LA PEREORINACION

CLXXIX. 1
Revuelve, ¡ oh, l\Iar profundo ! revuelve tus olas de
oscuro nzttl ! En vano cien y cien flotas cruzan por tu
inmenso espacio; el hombre, que en la tierra va dejando
.1
ruinas por señal de su puso, tiene que detenerse humi-
llado ante la barrer a que tú le opones ;- obra tuya son
touos los desastres ocurridos en tu líquida llanura, y ni
tma sombra queda alli ele los causados por el hombre,
salvo la de sí mismo cuando, por un momento, se hunde
como una gota de agua en tu profundo abismo, exha-
lando un gemido sordo, pri>ado do sepultura, de ataud,
de funerales, ignorado ademas.

CLXXX.

Tus senderos no llevan impresa la h uella de sus piés


-tus tlominios no son dcvastauos por 61- porquo tú te
alzas polleroso y rechazas al hombre de tí. La fuerz!L que
vilmente emplea. para destrnir la tierra, tú la. desprecias
por completo : lánzasle de tu seno y lo remontas hasta
las nubes, y envuelto en tu móvil espuma, trémulo y ge-
mebundo, le envías bácia sus dioses, en donde acnso re-
!litle su mezr1nina esperanza de encontrar cercano puerto
tle salvacion, y desde allí lo precipitas otra >ez en la
tierra.-Dejémoslc ahí!

CLXXXI.

LQn6 son para tí esos formidables a.rmamentos que


baten las murallas de ciudades construidas sobre lo. pelia
Yiva, que espantan tí. las naciones y hacen temblar á los
monarcas en sus propias capitales; esos Leviatanes do
roblo en cuyos inmensos costados funda. el hombro su
vano título de señor de los mares y árbitro de la guerra 1
No son sino un mero juguete y, semejantes á un copo de
nieve, los >emos disolverse entre la espuma de tus olas,
que así aniquilan el orgullo de la. Grande Armada. como
los despojos de Trafalgnr.
DE CRILDE II AROLD. 193
CLXXXII.

Tus riberas son imperios en que todo está. cambiado,


todo, excepto .tú. -LQué so han hecho Asirin, Grecia,
R oma, Cart.ago 7 Tus aguas azotaban sns fronteras en
los dins do libertad, como clespues hnjo el po<lcr de nuís
de un tirano; sus pueblos obcLlcecu al cxtrnujero, su-
merg idos en la esclavitud ó en la barbarie; ~u dccallen-
cia ha trasformado reinos y reinos en ot.ros tantos tlesi<>r-
tos eriales ;- pero en tí, i oh, :Mar l todo es inmutnbk,
sal ,.o el capricho de tus olas ;-anda y anda el 'l'iempo,
y nunca deja impresa la menor arruga en tu eerúl<>a
frente; tal como te Yió la aurora tle la creacion, así no~­
otros te vemos ahora..

CLXXXIII.

¡Mag nífico espejo, en que el Otm1ipotente rdlrj•\ HU


imó.gen tltmm Le la tempestad! Siempre, t.ranquilo ó fu-
rioso-agitado por la bl"i:;a ó por el hnracan : heladcJ luí-
da el Polo, ó somhrio ó hirviente bajo la Zona tórricl•~
-siempre eres inmenso, infinito, suhlime- imág<'n de la
Etcrnidacl - Lrouo del InYisiLle: lle tn propio limo
uncen los mónstruos uel abismo; todas las Zonas te rin-
den vasallaje; y tú vas rodando, rodando, pa,·oroso, im-
penetrable, solitario.

(; LXXXI V.

Siempre te amó, Oc:cann! Dc~lle mis wimcro:> aiios


cifró yo toüo mi plrtcc•1· cu n•rme soiJrc 111 superfiei <!,
mecido al impulso ele tus olas: niiío aun, solin jn¡pwfear
con tns rompientes, go7.atHlo así una venlnclera eh• licia;
y si acaso tu cólera las haci:t más imponentes, todavi:t
me era grato este mismo temor; pon1ue yo era <·r>mo nn
hijo tuyo¡ tle lejos como llc <·crc.:a, me cntr('gaba. ci<'ga-
menle á merced de tus ola~. y mi mano se entretenía en
acariciar tu crin húmeda, del mismo modo r1ue estoy ha-
cil!ndoln ahora.
194 LA PEREGRINACION DE CHILDE J:IAROLD.

CLXX.XV.

Concluida est.á mi tarea- mi canto ha cesado-mi voz


ha hecho oir su última vibracion ; tiempo es ya de inter-
rumpir el encanto de este prolongado sueño. Apaguemos
1n. notorcb:l que iluminaba lalámpam ele mis desvelos-
y lo escrito, escrito est:í;-¡que no lo hubiera hecho
mejor ! P ero ya no soy yo lo que he sillo : mis vision<.'.s
revolotean ménos palpables por delante de mí- y la
llama que vivia. en mi inteligencia se ba vuelto pálida,
débil, vacilante.
CLXXXVI.

¡ Adios! Fuerza es pronunciar esta palabra, y pronun-


ciada queda ya- sonido que nos hace padecer; - sin
embargo,- ¡ ailios! ¡Oh, vosot.ros, que babcis seguido
las huellas del Peregrino hasta el fin de esta jornada,
que es la postrera! si por ventura queda grabado en
vuestra memoria alguno de sus pensamientos, si couser-
vais siquiera alguu recuerdo suyo, no en vano habrá
calzado sus sandálias y empuñado su bordon. ¡ Adios !
Para él sea el dolor, si alguno hubiere-para vosotros,
la moml de su canto!

F IN DE L POEMA.
INDIOE .

PtígittDI.
Doe palabras del Traductor . V.

A lanthe . . . l.
Canto primero. 3.
Canto segundo. 43.
Cnnto terooro . 83.
CuoLo cuarto. . 127
1

l
1'

ERRATAS.

Págiua 8, c•trofa x, linea 9.- L~t18C: aquello1 mismos cor.u:O·


nee etc.
Pág. 47, c1t. \ ' 11 1 liu. 4.-Léase: pero el hombre pusilánime suele
Jnmcnt.arec etc.
Pág. 85, es t. t , lín. 1.-L6use : ¿ E11 ln rostro et.c.
P dg. 132, Un. 17.-Lénee : Ove In hu·ua di eue etc.
P ág. 135, est. vr, /i~&. 8.-Lolase: los COIISielaciones etc.
Pág. 146, cst. unx, /in. l .-Léase: ¡ Pa.:: Í1 In eomllrn etc.
P á;¡. 158, est. LXXVI , Un. l .-LóiU!e: Nadu que me recuerde etc.
Príf(. 180, eat. CXLI\', liu. 3.-Lé:u<e: (CIIIellem• etc.

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