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ir a recoger el'revélverjen exe momento; yo estaba en mi casa: all estaba elon Batey, ali, el tocadiscos, all, su mu~ jer. El regresarfa en un cuarto de hora. Exeunt seeraly) él vvase a la ealle; yo, voyme a la cocina y mientras él encen- ia el motor de su automévil, yo perseguia a su mujer. Cuando la arrinconé, me dijo: ““Espérate’” y me llev6 a Ia sala. Sirvié dos vasos de ron, les puso un trozo de hielo ‘a cada uno, fue al tocadiscos, lo encendié, tomé e! disco llamado Le Sacre du Sauvage, lo puso y mientras empezaba Ja misica brindamos: habian pasado cuatro minutos. Lue- go, empezé a bailar, ella sola. “Es para ti’, me dijo. Yo Ja miraba mientras calculaba en-qué parte del trayecto es- taria el marido, levando su mortifera Smith & Wesson ca libre 38. Y ella bailé y baild. Bailé las obras completas, de Chet Baker, porque pasaron tres cuartos de hora sin {que e! marido regresara, ni ella se cansara, ni yo me atre~ viera a hacer nada, A los tres cuartos de hora decid que ‘el marido, con o sin Smith & Wesson, no me asustaba nada. Me levanté de mi asiento, me acerqué a ella que seguta bailando como poseida y, con una fuerza completamente desacostumbrada-en-mi, la levanté en vilo y la arrojé so- bre el couch. Eso le encant6. Me lancé sobre ella como un tigre y mientras nos besamos apasionadamente, busqué el cierre de sus pantalones verdes y cuando lo encontré, tiré del. .. y jmierdal, ;que no se abre! Y no se abri6 nunca. Estuvimos forcejando, primero yo, después ella y por fin los dos, y antes regres6 el marido que nosotros pudiéra- ‘mos abrir el cierre. Estibamos jadeantes y sudorosos, pero vvestidos y no tuvimos que dar ninguna explicacién, Hubiera podido, quiaa, regresar al dia siguiente a termi- nar lo empezado, o al siguiente del siguiente o cualquiera de los mil y tantos que han pasado desde entonces. Pero, por una razén u otra nunca lo hice. No he vuelto a verla. ‘Ahora, sélo me queda la foto que tengo en el cajén de mi escritorio, y el pensamiento de que las mujeres que no he tenido (como ocurre a todos los grandes seductores de la historia), son ms numerosas que las arenas del mar. 28 WHAT BECAME OF PAMPA HASH? {Cémo llegé? {De dénde vino? Nadie lo sabe. Ehprimer Signo que tuve de su presencia fueron las pantaletas) Yo acababa de entrar en el camarote (el nico camaro- te) coma intencidn de abrir una lata de sardinas y comér~ melas, cuando noté que habja un mecate que lo eruzaba tenel sentido longitudinal y de ést, sobre la mesa y preci Samente ala altura de los ojos de los comensales, pendian las pantaletas. Poco después se oy6 el ruido del agua en elexcusado y cuando levanté los os vi una imagen que fe volverla familiar mas tarde, de puro repetirse: Pampa Hash saliendo de laletrina. Me miré como s6lo puede ha- cerlo una doctora en filosfia:ignordndolo todo, la mesa, las sardinas, las pantaletas, el mar que nos rodea, todo, menos mi poderosa masculinidad, ee dia no llegamos a mayores. En realidad, no pas6 nada. Ninos saludamossiquiera. Elia me mird y yo miré, {lla salié a cubierta y yo me qued en el camarote comién- ‘dome las sardinas, No puede decirse, entonces, como al srunas lenguas viperinas han insinuado, que hayamos sido ‘ictimas del amor a primera vista fue mas bien el caffard To que nos uni6: [Ni siquiera nuestro segundo encuentro fue definitivo des- de el punto de vista erdtico Extubamos cuatro hombres a la orilla del rfo tratando de inflar una balsa de hule, cuando la vimos aparecer en traje de bafo. Era formidable. Posefdo de ese impulso que hace que el hombre quiera desposarse con la Madre Tie- tra de ver en cuando, me apoderé de la bomba de aire y bombeé como un loco. En cinco minutos la balsa estaba fa reventar y mis manos cubiertas de unas ampollas que on el tiempo se hicieron lagas. Ella me miraba "Se thins T'm trifle”, pensé en inglés. Echamos la balsa ‘al agua y navegamos en ella "por el rfo de la vida", como dijo Lord Baden-Powelh Ah, qué viaje homérico! Para calentar la comida rom- pi unos troncos descomunales con mis manos desnudas,y 31 afar ampolladas y sopléel fuego hasta casi perder el conocimien- to; luego trepé en una roca y me tiré de clavado desde una altura que normalmente me hubiera hecho sudarfrf; pero Jo més espectacular de todo fue cuando me dejé ir nadan- do por un répido y ella grit6 aterrada. Me recogieron en: sangrentado cien metros después. Cuando terminé Ia tr3- vesia y la balsa estaba empacada y subida en el Jerp, yo ime vestf entre unos matorralesy estaba poniéndome los zapatos sentado en una piedra, cuando ella aparecié ‘davia en traje de bafio, con la mirada baja y me dijo: “Je sme veux baigner.”” Yor'e corregt: “Je veux me baigner.”* Me levanté y fraté de violAra, pero no pude La conquisié casi Por equivocacién, Estébamos en una sala, ella y yo solos, hablando de cosas sin importancia, cuando ella me pregunt6: “Qué zona postal ¢s tal y tal direccién?”” Yo no sabla, pero le dije que consultara el di- rectorio telefOnico, Pasé un rato ella sali del cuartoy la of que me llamaba; fui al lugar en donde estaba el teléfono y laencontré inclinada sobre el directorio: “,Dénde estén las zonas?"”, me pregunt6. Yo habia olvidado la conversa-

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