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Jorge J. Sauri (compilador) Las fobias Ediciones Nueva Vision Buenos Aires Jorge Mario Mom ASPECTOS TEORICOS Y TECNICOS EN LA FOBIAS Y EN LAS MODALIDADES FOBICAS Introduccién El estudio de las fobias y sus problemas viene ocupando mi aten- cién desde tiempo atrés.* Algunos aspectos —en especial los me- canismos subyacentes y, muy especialmente, la disociacién del es-. pacio y del tiempo— me han interesado perticularmente. “En algunos trabajos anteriores he tratado de ahondar en el estudio de las fobias, ateniéndome a casos clinices. en los que lo dominante era el sintoma fébico. Con el tiempo, en el curso de distintos tratamientos psicoanaliticos, tuve oportunidad de obser- var momentos especiales con un gran parecido o identidad con los que habfa descrito en Jas fobias y que ocurrian en aquellas personas que recurrian al andlisis por perturbaciones a las que no habfan sido atribuidos decididos rasgos psicopatolégicos. Esto me Ilevé a una serie de planteos que expongo parcial- mente en el curso del presente trabajo. Entre otros, a concebir el proceso general de algunos andlisis como una “modalidad {6bica”, en los que pueden apreciarse una analogia o similitud con ciertos rasgos y mecanismos descritos en Jas fobias. Es evidente que lo que intento mostrar en este trabajo —una forma de relacién y de reaccién, un material dindmico de interrela- * Este trabajo fue presentado por el autor en Ia Asociacién Psicoanalitica Argentina en abril de 1960, para optar a la categoria de psicoanalista di- déctico de la misma. Este texto es el original sin modificaciones ni agrege- dos. Parte de él fuc publicado en la Revista de Psicoandlisis, t. xvi, nt 2, 1960, 154 cién analista-analizando— no puede ser visto y comprendido en muchas otras formas, segiin el especial momento del analizando y el especial marco, de referencia del analista. Solo que, al tiempo de intentar sefialar algunos aspectos de nuestro trabajo cotidiano, deseo también destacar la manera como determinados fenémenos psiquicos pueden hacerse mas comprensibles en Ta medida en que fea posible, al menos parcialmente, ubicarlos en términos de es- pacio, de “‘adentro y de_afuera”, ‘distancia’, “separacién”, “Ii- Mites”, y sus vicisitudes: anulacién y recreacién de las mismas. Y una manera de concebir y-describir el largo ptoceso analitico puede ser el considerarlo como una sucesin ininterrumpida de Eniones y separaciones entre el analista y el analizando, impli- vando esto Ja anulacin y recreacién de distancias o Ja pérdida y el establecimiento de disociaciones. Primeras consideraciones Sobre un tipo de reaccién: consideraciones y ejemplo, Un problema del psicoanalista. Sobre lo “nuevo”. Transferencia. “Transferencia jobica.” Resumen de anteriores consideraciones sobre fobias. En algunos psicoanalizados me ha sido dable observar un tipo de reacci6n, especialmente al comienzo del tratamiento o —y aun- que solo sea una variante de lo anterior— entre el momento en que se realizaba Ja asi llamada primera entrevista y el comienzo formal de] tratamiento. Consistia ésta en el rapido establecimiento de una_relaci6n con un objeto nuevo! de caracteri ficas variables segin el sujeto y el cuadro clinico determinado, que presentaba, con todo, una particularidad: la de ser absorbente, monopolizadora, saboteadora fel proceso terapéutico? y que excluia o intentaba hacerlo, al 1 © en el reforzamiento de una relacién con un objeto ya existente. Pare tl ence es lo mismo, ya que_lo que intento sefialar es, el, cardcter_ particular Gque adopta esa relacidn objetal y los propositos los-aue sive. — Se sehdors respecto a lo que “entendiamos” debfa ser el proceso anelt fico. Este “entender” el proceso analitico —o los primeros pasos en este 155, menos, toda otra consideracién (en el relato del analizando o en Jo que interpretase el analista) que no fuese especificamente aquélla. Podriamos decir que “exclu{a” al psicoanalista y a la rela- cién con él, “obligéndolo”’ (al psicoanalista) a “moverse” en una situacién o “zona” muy especial, privado aparentemente de su instrumento especifico de trabajo, la interpretacién de la transfe- rencia, a través de la cual poder investigar el grado y cardcter de las relaciones objetales pasadas-en circunstancias presentes. En efecto, toda una gama de sentimientos, de reacciones, de intereses aparecen en una situacién asi, centrados alrededor de la relacién con ese dicho objeto que, naturalmente, creg también toda una nueva situacién. En si, podria argiirse que esto no ten- dria por qué llamar la atencién, deatz el momento que muchas personas acuden a un tratamiento psicoanalitico precisamente por el especial cardcter conflictivo que les plantean sus relaciones ob- jetales. Pero lo que quiero resaltar en estas Ifneas son algunas caracteristicas muy netas: a) El cardcter “nuevo” de esta relacién. b) El cardcter “‘absorbente” de esta relacién. c) El cardcter “diferente” de los problemas del psicoanali- zado, respecto a Jo planteado en la primera entrevista, por ejemplo. d) La “exclusién” del psicoanalista de Jos limites de esta relacién. ¢) La admisién de que se refiere a aquella situacién; 0, en términos de algunos psicoanalizados, “que me ayude a so- Jucionar este problema”, como paso previo a cualquier otra consideracién. Esta situacién_plantea, a mi juicio, un_ problema. de interés, tal cual es el establecimiento de un tipo especial de relaci6n sobre Ja base de roles fijos. que intenta desposcer el proceso terapéu- caso—, plantea, x mi juicio, un tema que entiendo de interés, tal cual es nuestro juicio de valores en términos de enfermedad y de terapia que aparece muchas veces en la interpretacién por parte del anslista aun cuando no se cofozca todavia cl cédigo de valores del analizando, Tuve oportuni. dad en un trabajo anterior (21) de desarrollar este aspiecto de las distintas valoraciones del concept de enfermedad. Ulteriormente con J. J. Mor. gan (14) (16) hemos trabajado cn esta linea. 1356 tico de la plasticidad que estd supuesto tener. En esta particular situacién creada, quisiera hacer resaltar: a) la “desaparicién” del psicoanalista como objeto de los im- pulsos del psicoanalizado, que pasa a estar plenamente en funcién de la mencionada relacién objetal, como si la ttanslerencia hubiese sufrido un desplazamiento; y la ubicacion del mismo psicoanalista dentro de una “zone” de movimientos muy limitados, que est dada por “ayu- dar” més o menos 0 poco al psicoanalizado, en dicho pro- blema princaplisimo? D) En muchas ocasiones, el intento o la formulacién de una in- terpretacién a “reestructurar” la situacién puede recibir una be- névola aceptacién del psicoanalizado en términos, tedricos, pero “esté muy lejos de lo que yo siento, doctor”; 0 cualquier otra manifestacin que ponga de relieve que lo que siente, lo que Je inte- resa, el centro de su emocién, su problema, esté en lo que él nos dijo y no en lo que nosotros le-dijimos. En sintesis, es una situacién que entiendo como bastante fre- cuente y en la que el acento recae en la posicién del psicoanalista, “fuera” de la relacién comentada por el psicoanalizado, y perci- biendo claramente una dificultad (pared, barrera, “baluarte”) en “meterse” en ella. Esto esté conectado con otros problemas que afectan, en mi opinién, principalmente al analista que empieza su formacién. Entiendo estos problemas como de los més importantes a_ser analizados precozmente ya que, en ocasiones, permanecen como remanentes que perturban el trabajo analftic Se refiere esto precisamente a esa di Creo que la percepcién contratransferencial de que terme” 0, mejor, que “‘debo meterme” guarda estrecha’ relacién con, por una parte, la proyeccién en mi, como psicoanalista, de un aspecto o parte del psicoanalizado (un objeto interno y una! relacién con él) que tiene ciertas caracteristicas por las que ¢s ' tratado o considerado de esa manera. La consideracién de estos 3 Més que una zona de movimientos, con sus “limites” méximo y minimo, hablaria de una “zona de vida” del psicoanalista 0, mejor, una zona co la cual vive, existe o en Ja que le es permitido vivir. En efecto, fuera de ella pareceria ser ignorado, o al menos no aceptado. 157 aspectos y de la reaccién_del_psicoanalista_ante esa personifica- cién en él son claves para Ja interpretacién del psicoapalizado. Pero, y esto es lo que quiero destacar, a veces aparece in- cluida una u otra impresién, muchas veces no claramente deli- mitada con respecto a la anterior, en el sentido de que eso. que esté ocurriendo “no debe ser”, que “esta mal” o que “algo no anda”, ya que, a través del propio andlisis y de los conocimientos iedricos, uno podria pensar que no es eso lo que ocurre en. andlisis. En este punto puede presentarse una disyuntiva. Ademés de estar esto relacionado con los temores del psicoanalista que empieza su formacién y su necesidad de actuar sin apartarse de las asf llamadas reglas analiticas, etcétera, entiendo que toca nue- vamente el problema de nuestra valoracién del concepto de en- fermedad y el concepto que de la enfermedad tiene el que la pa dece, en este caso el psicoanalizado. En un trabajo anterior (21) seguido Juego con J. J. Morgan, me ocupé de estas distintas valoraciones y de los problemas que esto traia aparejados, al estudiar el caso de una mujer obesa y su relacién con su medio familiar manifiestamente perverso. En esa oportunidad destaqué que en un principio, al tomar contacto con el caso, no entendi que los valores éticos o los conceptos de en- fermedad con que yo podria aproximarme no eran los de ella ni Jos de su medio familiar. En efecto, para mi la enfermedad radi- caba en la extrema ohesidad de la paciente y en las perversiones manifiestas familiares; para ella y sus hijos ese problema pasaba a segundo plano (o mejor, no existia como problema) ante la existencia de un problema mayor: uno de los hijos se queria casar. Respecto al planteo terapéutico el problema resulté tam- bién dificil. Yo sugeri psicoandlisis a ella. Ella me contesté que para qué, si ella no tenia nada. Que la que necesitaba tratamiento era su hija, que se queria ir con otro. . Entiendo este aspecto como de importancia en el enfoque de un tratamiento analitico y en la técnica empleada. Desde ya que nuestro concepto de enfermedad y nuestro cédigo de valores interviene, de una u otra manera, en lo que podamos hacer o de- ¢ El estudio de la contratransferencia y de sus problemas ha sido desarro- | Ilado en nuestro medio, principalmente por Racker. Asimismo, Cesio, Grin- \ berg, Liberman y G. Racker, entre otros. 158 cir al psicoanalizado. Pero a veces nos encontramos ante situa- ciones como la descrita, que no son faciles de tratar, exigiendo un enfoque a-fondo de nuestra reaccién contratransferencial, que solemos actuar sobre la base de un molde o manera pai cular del analizado “que no siempre es igual a la nuestra”. En- tiendo que situaciones como las descritas nos colocan, muchas veces, frente a un problema dado por la disociacién entre lo que pensamos debe ser un tratamiento y lo que esté ocurriendo en el tratamiento. Es en ese aspecto donde la ansiedad, Ja culpa y la agresién al paciente que “nos coloca” o nos enfrenta con algo “distinto” que adquiere —en funcién de un rigido esquema superyoico— una connotacién agresiva para nosotros, analistas, debe ser cuidadosamente revisada con objeto de evitar una acti- tud que podria consistir en “Ilevar” u obligar al analizado a que haga lo que “debe hacer”. En casos asf, lo importante es el hacer consciente que actuamos ya no por o para el paciente, sino para salvaguardar nuestro esquema. El problema puede llegar a ser més complicado si nos atenemos a lo que sentimos, ya que como si el analizado hace lo que “‘exigimos” de él ya no tene- mos angustia, podemos pensar que lo que hicimos es Jo indicado. Retomando el tema imcial (reacci6n del analizado al co- mienzo del andlisis) diré que este mencionado establecimiento de una répida relacién objetal (o Ia precoz introduccién de un objeto con tales caracteristicas) fue destacado en un trabajo anterior (18) en relacién con las fobias 0, més especificamente, con la agorafob’ En dicho trabajo sefialé que ante la sentida como peligrosa irrup- cién en su interior del “‘afuera” peligroso > personificado en el analista que “entra”, el agorafébico se defiende con una emergen- cia, identificando proyectivamenté en otro objeto sus aspectos ne- ‘eesitados de ser separados de los otros, personificados ambos, fasta ese momento, en el psicoanalista. Sefialé también que de esta manera el conflicto intrapsiquico se externaliza totalmente y que, en la agorafobia, este cambio ante la presencia del, analista seré seguido, en un breve lapso, por la introduccién del_acompafiante especifico; si es que se estaba presente ya antes, aunque, fuese con un cardcter no tan especffico., 5 Peligrosa irrupcién ya que seria experimentada como una amenaza contra ‘el mantenimiento de Ia disociacién, mecanismo vital para el agorafdbico. 159 Entonces, en la_agorafobia, la primera respuesta al analista, sentido como peligroso por provenir del “‘afuera peligroso” y por- que se va a “meter”, por proyeccién, dentra del paciente, seré el establecimiento inmediato de una relacién transferencial hostil, de desconfianza, independiente, al principio, de la actitud del analista, tendiente a controlarlo y cuya manifestacién exterior serd o puede ser la tentativa de seduccién en un plano histérico. En el control sobre el psicoanalista utilizaré el mismo mecanismo empleado para atraer a su “adentro” a objetos necesitados para identificar proyectivamente en ellos determinados aspectos y con- trolarlos internamente, ya desde “adentro” del objeto. El agoraf6- bico atrae histéricamente, se “mete” en ellos (en los objetos nece- sitados) “parasit internamente y luego los controla “ago- rafébicamente” repitiendo con ellos lo que su objeto_internalizado “moribundo” hace con él. El problema del establecimiento de la transferencia en estos casos se complica por el hecho de que al “penetrar” en el paciente e “irse” luego, el psicoanalista es vi- venciado como Ilevandose algo o parte del paciente, ya no, en- tonces, personificando solo su “‘afuera” sino también su “adentro”, es decir, anulando la disociacién protectora del paciente. Esto fuerza una nueva disociacién, esta vez del psicoanalista (que con- tiene ya los dos aspectos del paciente) y Ia aparicién del otro objeto, producto de dicha disociacién del analista y que se con- figura externa o espacialmente. Estos sucesivos pasos en el establecimiento de Ia relacién transferencial las caractericé como especificos de las fobias, como TRANSFERENCIA, FOBICA,’ en ¢l primer contacto con el psicoana- lista. El observar un tipo similar de reaccién® en psicoanalizados que no presentaban un cuadro f6bico me hizo pensar en tres posibilidades: * Hablando de Ia forma especifica como la transferencia en las fobias se° creaba y actuaba luego, debo a Leén Grinberg la sugerencia de emplear dicha denominacién. 7 Este tipo de reaccién es {ébica. Fundamentalmente por el cardcter de evi- tacién del objeto con el que al ponerse en contacto surgirla angustia. Ademis de Ie existencia de los mecanismos caracteristicos de Ia fobi proyeccién, desplazamiento y regresi6n. Otras caracteristicas que he sefia- Indo como especificamente {dbicas serén destacadas més adelante. 160 a) que esa reaccién era inespecifica; 0 %) que otros cuadros clinicos adoptaban, asimismo, una mo- dalidad fobica; o c) que la modalidad fobica estaba presente, en calidad de mecanismo preformado, constituyendo una forma o mane- ra de tratar con la angustia, y que podia ponerse de ma- nifiesto 0 en accién ante una situacién que despertase angustia. Las dos posi del tema. Quisiera ahora hacer unas consideraciones sobre lo “nuevo” de la situacién analitica. Este aspecto de Jo nuevo tiene, en mi opinién, una derivacién de interés que consideraré a continuacién tratando de ejemplificar, también, aspectos citados anteriormente. En una oportunidad una sefiora joven solicité hora para una entrevista. Su.objeto era analizarse a causa de una serie de per- turbaciones entre las que predominaba una sensacién de vacio, idades ultimas justifican, a mi juicio, ocuparse -de “falta de interés” en las cosas, de “pérdida” de objetos (difi- cultades aparentemente de poca importancia con el marido apa- recfan relatadas con una “tranquila” connotacién definitiva) . “Co- mo si desde que nacié mi hija, que tiene ahora seis meses, me hubiese quitado toda mi vida.” Manifesté que esperaba cambiar ya que habia tenido buenas referencias de mi* relaténdome tam- bién que se habia analizado por espacio de dos afios, tiempo atrés, por otros problemas, sin mayor resultado. Pidié unos dias porque debia arreglar unas cosas y cierto tiempo después del concertado dijo que estaba dispuesta a empezar. En su primera sesién ma- nifesté inmediatamente, con un evidente cambio (animada. con- versadora) con respecto a la entrevista ya citada: “Doctor, hay una situacién nueva.” Después de un breve silencio, aparentemente nada angustiante para ella, agregé: ‘Se trata de otro hombre.”* A partir de ese momento, comenzé un Jargo relato sobre Ja crea- cidn, el desarrollo, etcétera, de esa situacién nueva, ya que “es necesario que usted sepa las cosas porque se trata de algo dife- 1 Es decir yo Ja iba a cambiar. 9 Resultaba evidente por su comportamiento, por su cambio, que “se tre taba también de otra mujer”. (Véase més adelante, otro ejemplo de “otra”.) 161 rente”.!° En ese entonces y por cierto tiempo fui ubicado cate- géricamente en la posicién de Ia persona que debia escuchar y opinar, pero siempre que mis intervenciones tomasen la caracte- ristica descrita al comienzo: no apartarme del problema planteado por esta “situacién nueva”. Estas consideraciones tienden a plantear una modalided par- ticular de defensa contra el carécter asignado en la fantasia de la paciente al psicoanalista que, segin su expresién, podfa “cambisr todo”, es decir, de acuerdo con Genevitve Racker (25), capaz de poder con sus omnipotentes objetos internos, es decir, més om- nipotente que ellos. Esto recuerda la mencionada reaccién fobica. Es decir, es una manera o modalidad de tratar con angustias persecutorias que adopta el tipo de “transferencia fobica” en la que yo, objeto fobigend, soy evitado, (La técnica puede cambiar. ‘Veremos otras.) Aparentemente podria objetarse este carécter de evitacién que menciono aqui, aunque quiero destacar que este cardcter aparece marcado si pensamos en la disociacién de que ya he sido victima. En efecto, yo estaba configurado para la pa- ciente como un objeto dotado de ciertas caracteristicas en virtud de los temas a que ella habia hecho referencia en Ia primera en- trevista, y sus fantasias subyacentes. Pero, al “aparecer” un tema nueva que “concita toda nuestra atencién”, la paciente evita el jema viejo, el de nuestra primera entrevista (que era el tema “nuevo peligroso”) y su relacién conmigo, ya que en ese momento el impacto de “lo nuevo” no es para ella sino para mf, Lo que ella trae ahora es nuevo para mi. Lo “nuevo” (peligroso) para ella no existe ya. Ya que ella es lo “nuevo”. Ha anulado Ia peli- grosidad del objeto a través de un cambio de tema, evitando el tema primitivo cuyo contacto con ella le despertaria angustia. Esta es una reaccién {ébica y la descripcién de una “manera {6- bica” de modificar, disociando, el cardcter peligroso de lo “nuevo”, identificado.en ese momento primero y en su trato con el “objeto fobigeno-analista”. 7 Aparentemente podria extrafiar mi afirmacién de que la_ paciente habia evitado el “tema primitivo” cuyo contacto con ella le déspertaria angustia, ya que menciono que ella es Io nuevo, 1 Es decir, yo no sé nada. Por lo tanto, no puedo decir nada hesta “estar informado”. 162 lo que sugiere una cierta idea de contacto entre ella y lo que es ella. Pero si pensamos que ella siendo “lo nuevo” (lo que yo “era” ‘antes) me transforma, en su fantasia, en un objeto desconcertado, a merced de ella, etcétera (lo que ella “era” antes), la situacién parece més clara ya que, en esencia, nada ha cambiado. La pa- ciente ha identificado proyectivamente en mf aspectos de ella misma, me ha disociado, “‘creando” al otro abjeto y se ha iden- tificado ella misma con el objeto productor de ansiedad perse- cutoria." La evitacién del objeto provocador de angustia (carac- teristica especifica de la fobia) se produce en esta situacién,. evi tando a ella y a mi (a ella y a mi de la relaci6n primera “nueva”), es decir, disociando objetos y tiempo. Esta situacién descrita plantea el problema de una doble defensa contra el objeto productor de ansiedad. En efecto, Ia “apa- Ticién” del otro (que surge de Ja disociacién del analista peli- groso) (véase antes), la particular relacién con él y la particular relacién con el psicoanalista (“excluido”, “limitado”), unido al “control fbico” sobre ambos (“zona” o “distancia” entre am bos, distancia que impide la unién y también impide la des uni6n (20), caracteriza la “‘modalidad defensiva {6bica”). Y por otro lado, la identificacién efectuada (el apropiarse) con el ob- jeto fobigeno omnipotente y su identificacin proyectiva en el ana- lista, configura una doble sensacién protectora y de triunfo om- nipotente: por un lado me tiene a mi, o mejor dicho lo que quiere de mien el “otro” objeto (el objeto que aparecié en el intervalo) ; y Por otro lado, evita o.excluye mis aspectos antes temidos pot persecutorios. Ademas, me hace estar como el nifio (su ser nifio en la primera entrevista), no sabiendo yo nada porque todo es nuevo para mi. 7 Quisiera hacer unas consideraciones sobre esto, retomando, para ello, el trabajo de Geneviéve Racker, ya citado (25). En di- 1 En Ia bibliografia sobre fobias es frecuente encontrar descritas estas si- tuaciones de identificacién con el objeto temido y evitado, como una ma- nera de eliminar (0 evitar) su miedo a él. Ludwig Eidelberg (6) relata un caso de agorafobia que climiné su miedo a los gatos identificéndose con ellos, que representaban al objeto castrador y castrado, Sefiala Eidelberg que su paciente, habiendo primero evitado su miedo a los gatos a través de la identificacién con ellos, desarrollé posteriormente otros miedos dis- tintos. H. Deutsch (5) y A. Katan (12), entre otros, sefialan situaciones similares. 163 cho trabajo la autora caracterizé cl mencionado aspecto “nuevo” que adquiria el psicoanalista’ en Ja fantasia del psicoanalizado (“...posee la omnipotencia absoluta, puesto que es capaz de yencer aun Ja omnipotencia propia de los objetos internos...”). Sefiala, asimismo, Ja actitud técnica del psicoanalista en estas circunstancias. Lo que yo deseo destacar en el ejemplo mencionado y en estas consideraciones, se refiere a una posible evolucién de esa situacién, es decir, del hecho que el analizado se encuentre ante una vivencia de un objeto “nuevo” omnipotente descrita por G. Racker, En el ejemplo antedicho planteé una elaboracién {6bica de dicha situacién, lo que necesariamente impondria también’ un cambio en las interpretacionés del psicoanalista, ya que no puede éste seguir interpretando tnicamente sobre la base del objeto te- mido “nuevo” y omnipotente, sino que debe tener presente el cambio y la redistribucién de roles. a) Resumen de anteriores consideraciones sobre fobias Ciertas caracteristicas observadas en el curso del tratamiento psico- analitico de personas aquejadas de algiin tipo de fobias (en espe- cial agorafébicos) me han permitido Iegar a ciertas conclusiones (o Hegar a elaborar ciertas consideraciones), expucstas en traba- jos anteriores (17, 19, 20) cuyo breve resumen estima de utili- dad para la mejor comprensién de algunas situaciones que se irén planteando en el curso de este trabajo. F Creo que cada enfermedad, cada sintoma, cada proceso de- fensivo contiene, en si mismo, una palabra clave que lo caracteriza. En las fobias, dicha_palabra_es.Evitacién. En Jas modali- dades {6bicas también. Y planteo si no puede ser considerada la EVITACION como un mecanismo clave en el curso y desarrollo del proceso analitico. La fobia implica Ja externalizacién de un conflicto, Ja trans- formacién de un conflicto intrapsiquico en especial. Es decir, im- ‘plica una disociacién intrapsiquica previa, producto de una repre- si6n éxistente que fracasa anulando dicha primitiva disociacién. La aparicién de angustia, expresién del fracaso de la represi6n, fuerza al yo a la adopcién de otras medidas defensivas. Asi, pro- 164 yecta al exterior la representacién intolerable (la que estaba antes reprimida) y la desplaza sobre algiin objeto o situacién.que a partir de ese momento pasa a estar investido de un cardcter. peli- groso ya que su contacto o proximidad despierta angustia, que se denomina “objeto fobigeno” y con el que evita todo contacto, para evitar la aparicién de angustia. Los principales aspectos en los que puse el acento anterior- mente parten del concepto de disociacién espacial, producto de una externalizacién del primitivo conflicto intrapsiquico (la diso- ciacién interia o intrapsiquica, producto de la represién, fraca- sada al haber fracasado ésta). Intimamente unido a esto destaqué la disociacién del Yo, de las tendencias y de los objetos y la ne- cesidad de control sobre los lugares y los objetos, que condicio- naban los necesitados conceptos de “afuera y adentro”, “yo-no yo”, etcétera, siendo para esto necesario el establecimiento de una “zona” o “baluarte”, concepto en mi opinién fecundo en la teoria y en la practica, Destaqué el grado y cardcter del control sobre los abjetos, calificéndolo de “control agorafébico”, destacando el pa- recido con la relacién existente con el objeto interno o internali- zado “moribundo”. También indiqué la perturoacién del tiempo y del espacio y la perturbacién en Ja ubicacién. Por iltimo, que Jas fobias fepresedtaban el primer mecanismo de defensa_de la fo- bia primitiva: fobia a estar solo. En 1953 (18) enfaticé los con- ceptos de AFUERA y ADENTRO y de DISTANCIA, relacionéndolos con las angustias primitivas, con el espacio y el tiempo y, especifica- mente, con la agorafobia y la claustrofobia. En cuanto al tipo de angustias, son variables, aunque bési~ camente corresponden a las persecutorias de la posicién esquizo- paranoide, siendo los mecanismos bésicos 1a identificacién pro- yectiva y la desintegracién del Yo. Las fobias son formaciones histéricas, pero producto de una. disociacién del Yo, constituyendo por tanto un fenémeno esqui- zoide (Fairbairn), Ademds, son de absoluta-observacién los me- canismos de control obsesivos y las tendencias paranoides. Hace tiempo destaqué que’ el fdbico es un enfermo que en el plano histérico en que actia controla obsesivamente sus angustias es- quizo-paranoides.” 22 Actualmente deben ser incluidas, basicamente, las ansiedades confusionales. 165 Aspectos tegricos y técnicos. Modalidades transferenciales e interpretativas. Problemas técnicos En un trabajo anterior expuse una serie de consideraciones sobre Jos movimientos de comienzo en el andlisis de una paciente ago- rafébica, luego del establecimiento de una disociacién externa o exterior y de Ja introduccién del acompafiante. Destaqué en esa oportunidad, y en trabajos anteriores (18, 19, 20), “la rapidez con que la fobia al ‘afuera’ pasaba a un segundo plano, ante la in- troduccién de otra: el miedo a quedarse sola”. a Esto, para esa paciente, significa no encontrarlo al acompa- fiante (Carlos). Cuando eso ocurria no habfa un miedo limitado a un determinado espacio, pues salia afuera con el mismo miedo con que se quedaba adentro. Es més, parecia no_ _haber_un « “-y un “adentro”, sino un solo espacio no delimitado como el de antes, y un miedo espantoso, “Desesperada, enloque- cida”, eran sus palabras. En una sesién relaté que el dfa anterior le habia pasado una cosa asi. Dijo que esperando tener noticias de Carlos, deses-. perada, caminaba de un lado a otro, sintiendo que cafa “porque estaba vacia”. Fue luego a su placard y empez6 a arreglarlo; buscé entre todas sus cosas, sin encontrarla, una fotografia de Carlos con la idea de ponerla en otro lugar, sin saber por qué hacia esto. Como “segufa cada vez més desesperada, fui al bafio, donde, frente al espejo, pasé casi una hora maquilléndome, tapéndome las grietas que se me iban formando en mi cara, yo, nada menos, que nunca me pongo més que unos polvos: {se da cuenta?, las cosas que uno hace. Pero me asusté como si me fuera a romper en pedazos: hasta que Ilegé Carlos. Sabe, doctor, no estaba Car- los cuando lo Hamé, se da cuenta? Es que Carlos esté de lo més raro ultimamente; esté con tendencia a tener iniciativas privadas. Se esté pareciendo mucho a usted. gNo se encontré usted con 61 ayer abajo?” * En este momento intento relacionar su miedo a estar sola con la desaparicién del “afuera” y del “adentro”, de su diso- 13 Entiendo que el lector encontraré muchos puntos que destacar en este fragmento de sesién que presento. Mi intencién es discutir un aspecto, tal como se yer més adelante. 166 ciacin, expresada ea unimos Carlos y yo e igualarnos. Le digo que sin NosoTRos separados y diferenciados no puede separar sus cosas porque no sabe cudles son las buenas y cuéles son las malas. Entonces sus cosas buenas y sus cosas malas se juntan dentro de ella y la rompen en pedacitos. Sefiala ella que el que seamos parecidos Je produce un miedo espantoso porque no sabe quién es quién: y ayer estuvo por Ilamarme para preguntdrmelo. Esta palabra NosoTRs encierra uno de los elementos im- portantes de lo que quiero destacar. No respondia, en el mo- mento de la interpretacién precitada, sino a una tentativa de tra- duccién “en un lenguaje coherente” (Bion) de Jo que la paciente formulaba, pero involucrando todos los elementos que la paciente inclufa, aunque no explicitamente, o que estaba supuesta incluir.” En el relato de la psicoanalizada “faltaba yo”. Sin embargo debia estar} y no solo por el hecho de que me Io estuviera contando a mi, sino por una propiedad inherente a la tarea que realiz4ba- mos (o que estébamos supuestos realizar) y de la que la psico- analizada parecia necesitar prescindir o mantener aislada, como enquistada y controlada, sin contacto o “contaminacién” con el resto. O en términos de “distancia”, para introducir més explici- tamente el término, que necesitaba mantener su relacién conmigo M4 Aqui aparece incluido, como sefiala Rodrigué (27), citando, ademés, y corroborativamente, a Marion Milner: “el tercer factor o el tercer objeto cuya presencia se hace sentir en Ia relacién bipersonal analitica”. Quisiera enfatizar que este “hacerse sentir” tiene, en mi opinién, no sé si una cali- dad distinta, pero s{ que es captado con un “instrumento” distinto de Ios ‘anteriores, que representa, creo, una nueva tentativa del psicoanalizado de ubiearlo dentro de un marco distinto de los anteriores 0, tal vez mejor, fuera del marco a que se referia previamente. 15 En un trabajo anterior (19), al referirme a los dos términos resultantes de la disociacién del yo en el agorafdbico, propuse denominarlos “yo agorafébico” y “yo claustrofébico”, este ultimo por oposicién all primero y queriendo significer con ello, en ef ejemplo clinico entonces mencionado, na parte de ella antes, ctiando salia afuera, y que, en pleno desarrollo de Ia enfermedad, le “faltaba”. En ella “faltaba” lo que antes habia existido. ¥ no solo “feltaba” esa parte de ella sino también, y naturalmente, el lugar ‘donde esé parte iba: el afuera. Me referi también a que una negacién de Ja realidad externa de tal magnitud solo podia corresponder a una negecién de Ja realidad psiquica muy primitiva. Lo que deseo enfatizar aqui es el concepto de falta de algo en su relaci6n objetal: una parte de ella; un afuera, una relacién con ella y una relacién ‘conmigo. Este concepto de falta de algo seré desarrollado mas adelante. 167 (y, naturalmente, con aspectos rechazados de ella y mfos) a una “clerta distancia” de otro tipo de relacién conmigo y de otros as- pectos aceptados de ella. Entiendo que caben, en un momento asf, varias posibilida- des de comprender, utilizar e interpretar ese material, atentos, co- ‘mo sefialé en la Introduccién, a las modalidades individuales y al marco de referencia del analista, entre otras." Pero lo que quiero expresar més directamente aqui es la coyuntura favorable para “mi introduccién” dentro del “campo de intereses” de a vsicoanalizada en cuestién. En efecto, el tér- mino “Nosotros”, en la formulacién interpretativa, implica el mantenimiento del otro (disociacién, desplazamiento y personi- ficacién de un aspecto mio), la técita aceptacién del otro (ele- mento fundamental para la psicoanalizada), asi como también. y principalisimamente, para la marcha del tratamiento psicoanaliti- co, mi incorporacién a la relacién planteada y:al manejo y control de ella, Porque lo que intento decirle no es que ella tiene un problema tal o cual con Carlos y que yo trataré de ayudarla en eso sino que ella tiene un problema con Carlos en virtud de que tiene un problema con ella misma y que la naturaleza de ese pro- blema interno esté en que toma o considera aspectos de ella como si fueran objetos (0 que los objetos son considerados sola- mente como partes de ella), queriendo vivir con unos ¢ ignorar los otros y necesitando, por tanto, dos objetos, uno para unos aspectos y otro para otros. Creo que este es uno de Jos puntos fundamentales. El cémo poder “entrar” dentro de esa relacién bipersonal excluyente del. analista, cémo entrar dentro de lo que, por analogia con la de- nominacién de Spitz sobre la relacién madre-nifio en el primer afio de vida, denominaria “sistema cerrado”. El analista sabe que ese objeto al que hemos hecho mencién, representa, entre otras 16 De mis esté decir que en ningtin momento quiero si be mencionadas sean las tnicas pautas que determinan la formul una interpretacién, ya que ésta es el resultado de una interaccién entre psicoanalista y psicoanalizado y nd algo que surge tinicamente de un molde ‘© manera individual. Ocurre con Ia interpretacién algo que, aunque no es rigurosamente iguel, guarda cierta similitud con el comportamiento del ser humano, resultado de “una interaccién entre su sistema de necesidades in- conscientes y Jo que el ambiente le permite y Ie ofrece” (Ezriel). 168 cosas, un aspecto. disociado de él; cl analizado también lo “sabe”. Pero cémo introducirse, cémo formular esa interpretacién.” Este es un aspecto. Pero hay otro. El hecho de plantearnos cémo “entrariamos” en ese momento, o cémo formulariamos una interpretacién impone, ante todo, una consideracién previa. He encontrado esta dificultad en mi “introduccién”, esta evi- tacién, como elemento constante (claro que con diferencias en los matices) en los casos de fobias.'* Donde mds claramente pude ob- servarlo fue cn Ja agorafobia” en Ja que destaqué la inmediata identidad entre analista y “afuera” peligroso, sufriendo aquél el mismo trato que el “afuera” péligroso, fundamentalmente, un control inmovilizador, con una “distancia” interpuesta y una evi- tacién de la réincorporacién del aspecto disociado del paciente, ubicado primero en el afuera y personificado ulteriormente en el analista, sujeto provenicnte del afuera. En cambio la situacién a que me referi al principio constituye ya la evolucién de ésta. La Cisociacién del analista y la aparicién del otro objeto implica, a mi juicio, que sc nos ha “escapado” de Ja consideracién e inter- pretacién este primer punto fundamental. El psicoanalista antes de ser evitado (ignorado, etcétera), fue identificado con algo y Iuego disociado,® en un aspecto accptado y personificado (des- plazado) en otro objeto (acompafiantc) y en un aspecto recha- zado y evitado (analista). En ese momento, si intentamos inter- 17 Este problema se me planteaba en virtud del rechazo y desencadens- miento de angustia que habia tenido oportunidad de observar en algunos pacientes, En un trabajo anterior (15) sobre la interpretacién de las fobi destaqué Ja consccuencia —crisis inmanejable de angustia— de una sim- ple interpretacién de resistencia transferencial. Sefialé que esto aparecia en virtud de ser yo, en ese momento, el objeto fobigeno y que mis palabras, independientemente de su contenido, eran consideradas como una irrupcién “adentro” de lo que Ja paciente habia proyectado “afuera”, es decir, como tun peligro de fracaso de su disociacién salvadora. 18 Surgen aqui una serie de interrogantes sobre Jas caracteristicas de una situacidn 0 modalidad que asimilamos a un cuadro determinado. Tal vez una manera de enfccar éstos —y otros que pudieran hacerse— seria volver sobre las breves consideraciones sobre fobias (véase capitulo anterior). En un trabajo anterior (20) propuse denominarlo “Agorafobia - Claustro- fobia” o “Fobia a la soledad o a estar solo”, ya que la denominacién agorafobia expresaba solo un aspecto del problema. ® En ese momento, al psicoanalista ya le “falta” algo. La interpretacién debera, en consecucncia, incluir de alguna manera eso que falta. 169 pretar en el paciente debemos tener en cuenta que dicha actitud podrd ser sentida (y estar preparados para ello) por el paciente como parcial y persecutoria, ya que proviene del objeto fobigeno que despierta angustia y que debe ser evitado. Consideraciones técnicas La consideracién técnica que se desprenderia de lo comentado hasta el momento se refiere a la necesidad de adoptar frente al fébico, ya desde el comienzo (incluso en Ja primera entrevista, de poderse despistar, en las formas no claras), una actitud mucho més activa sobre la base del significado que adquiere y del des- tino que absolutamente adquirird, en mi opinién, el psicoanalista. Quiéralo o no, por la indole del mismo proceso patolégico el psicoanalista serd identificado primeramente con el. objeto fobi- geno," disociado luego y excluido o ignorado (evitado) después, convertido en espectador del relato que el paciente hace de su relacién con el “otro”, el que personifica, como sefialamos antes, un aspecto disociado del psicoanalista” Dicha actitud activa que 2 Quiero desde ya aclarar que el psicoanalista que “llega” no es solamente el objeto fobfgeno, sino que Ilega, luego de un proceso intermedio, a ser “més” que el objeto fobigeno. Representa objetos internos valorados, etc., ademés de ser depositario de una omnipotencia “superior” a la de los propios objetos internos del paciente (G. Racker). Es decir, contiene aspectos muy yalorados y necesitados por el paciente. (No quiero sig- nificar con esto que solo estos aspectos: sean los necesitados. Creo que necesitamos objetos malos, etc. Me referf ya a cllo y volveré sobre el particular.) Estos aspectos son precisamente los que serdn disociados del Psicosnalista y personificados en otro objeto, que hard las veces de “acom- pafiante” y que se configura o es un “producto” de Ia disociacién del psicoanalista, siendo al mismo tiempo un objeto externo lo que complica y simplifica les cosas. El psicoanalista quedaré como objeto fobfgeno, aun- que mis poderoso (peligroso, amenazador, destructivo), ya que, @ més de representar el objeto interno perseguidor del paciente, estaré revestido de los atributos de mayor riesgo que le confieren las fantusfas del paciente sobre “lo mnuevo" y sobre Ia omnipotencia superior # Ia de los propios objetos internos del paciente. 2 Nafuralmente que también representa un aspecto del propio psicoanaliza- do. Solo que mi énfasis, en este momento, rece en lo que sucede en el psicoanalista disociado, 170 mencioné antes estaria dada, en mi opinién, 1) por el sefiala- miento inmediato de este caracter doble del psicoanalista (su gran poder y su cardcter fob{geno) que condiciona 1a fantasia de un “poderoso objeto fobigeno”, viniendo a reforzar, asi, el ca- racter persecutorio del objeto fobigeno, personificado ahora en el psicoanalista, y 2) por la investigacién cuidadosa del cardcter y el manejo de los objetos externos, circunstancia ésta que estimo importante y en ocasiones no suficientemente investigada. Esto puede despistar un diagndstico de fobia y, obviamente, sus con- secuencias, en el curso de las primeras sesiones psicoanaliticas. El conocimiento de] manejo objetal externo es muy importante (recordemos que una de las caracteristicas del f6bico reside en el nimero y cardcter especificos de sus relaciones objetales). En todo caso, como especificaremos més adelante, la inclusién de determinados objetos con ciertas caracteristicas en la relacién con ellos nos debe hacer despistar una eventual fobia que quizés, como muchas fobias, esté muy escondida. Entiendo que el conocimiento de lo que ocurriré implica una revisién del valor de 1a primera entrevista tendiente a la profi- Taxis de las eventuales dificultades que surgirian después No puedo extenderme sobre el tema que, por otro Iado, ha sido objeto de multiples estudios. Me parece que la consideracién de estos factores puede derivar en otro punto de importancia, tal cual es el valor retrospectivo del conocimiento de esta din4mica trans- ferencial que describ en Jas fobias. Dirfa que la configuracién de una situacién de este tipo (“‘exclusién” del analista, “prepon- derancia” del “otro”, ignorancia o angustia desproporcionada ante ‘una interpretacién aparentemente transferencial y aparentemente correcta) * deberia conducirnos a la consideracién previa, ayu- dandonos a reconstruir la dinémica y, en mi opinién, a considerar 2 Esto me sugiere lo que ocurre en las horas de juego, utilizadas como medio diagnéstico en Ios nifios, y en las que determinadas situaciones que surgen (y que entiendo de interés el poder sistematizar) imponen Ja inter prelacién. 24 Me referiré a esto més adelante, Solo diré, por ahora, que las interpro- taciones o actitudes que podrian condicionar una reaccién asf serian las que te dirigieran al paciente directamente o las que pretendicran sefielar el cardcter de desplazamiento del analista, que adquiere el “otro”. Por ejem- plo, “Fulano de tal soy yo” o “Usted heblaré de Fulano pero en realidad esté hablando de mi”, ambas rompen la disociaci6n. im que estamos frente a una fobia* o a una modalidad fobica de reaccién o a una.actitud f6bica, lo que seria un elemento més de ayuda en el condicionamiento de nuestra actitud interpretativa, ya que en ella actian una serie de factores de importancia, tal cual es el conocimiento de dichos factores. En una nota anterior me referf al desencadenamiento —en una paciente agorafébica— de una crisis de angustia inmanejable provocada por la interpretacién de la resistencia transferencial, en un momento del tratamiento en el que ya habfa tenido lugar la disociacién del analista y Ja “aparicién” del otro. En el tra- bajo mencionado en dicha nota sefialé, sobre la base del ejemplo citado (la crisis de angustia proveniente, no del contenido de la interpretacién en si, sino del hecho de que la incorporacién de mis palabras, como objeto, anulaban Ja “distancia” entre ella y su objeto fobigeno), que las interpretaciones, al menos en un co- mienzo, debjan.poner el acento sobre el temor de que el analista, con sus palabras, se “metiera” dentro del paciente, anulando su mecanismo defensivo (disociacién externa o espacial). Mi experiencia ulterior me demostré que dicha interpreta- cién (que parecfa ser el corolario légico de la postulacién o error anterior) provocaba el mismo tipo de reaccién (angustia) o era totalmente ignorada.* La prosecucién de Ja investigacién me Ievé a considerar nue- vamente un problema que presenta el {dbico: la perturbacién temporal” En forma tal que la paciente y yo estébamos “hablan- do” de un mismo tema, mi “‘meterme en ella”, consideréndolo yo (y formuléndolo) como que Ia paciente tenia temor (ahora) de que yo me “metiera” (en un futuro) en ella y que para evitar eso (en un futuro) se defendia (ahora, desde ya). 2 Que ha pasado inadvertida o ana fobia Jatente que fue reactivada por Ia primera entrevista, o en las primeras scsiones. % Cualquiera de estas dos reacciones correspondia a la modalidad de la paciente ante el objeto fobigeno (calle). Es decir, que pese a sefialar y po- ner el acento en el temor que, eventualmente, podria desarrollarse si yo me dirigiese a ella, por eicmp'o, desperiaba también angustia o me contestabs que si, que tenin ese temor (71). Después de csta respuesta, no era facil seguir... Parecfa bastante evidente que, de alguna manera, yo mismo habia proporcionado los elementos necesarios para llegar a un “punto muerto”. F En un trabajo anterior sefialé que el fdbico no esté “aqui y ahora”. Esté “aqui”, nada més. 172 Considero wste aspecto del tiempo de especial: importancia en nuestra concepcién teérica y en el manejo técnico por Jo que sera retomado ms adelante con otros ejemplos. Solo quiero desta- car que, sobre la base de Io anterior,” para la paciente yo me estaba “metiendo” simplemente. El ahora, el después y el antes no tenian, para ella, significacién, en la parte de ella que confi- guraba, que comandaba la modalidad reaccional o de conexién en dicho momento. Es cierto que sf lo tenfa para un aspecto de su personalidad, pero que, en el momento, estaba disociado 0 desvinculado del resto. Creo que un elemento de interés seria el considerar por qué introducimos, por ejemplo, el tiempo al tratar con Ja posici6n esquizoparanoide. Volveré sobre el particular. Prosiguiendo con el caso antedicho y con los problemas en torno a la interpretacién, desearia hacer unas consideraciones so- bre lo que entiendo, técnicamente, como interpretacién operante, en dichos casos. En el trabajo mencionado (15) planteé, como hi- potesis —y previas las consideraciones sobre la mencién de angus- tia de la paciente— que gran parte del trabajo, en los fobicos, seria el que podriames Hamar intermedio.... planteando si esto no debfa hacerse, muchas veces, con interpretaciones extratrans- ferenciales, lo que no queria significar, en lo mds minimo, desechar Jas asf Iamadas interpretaciones transferencizles. Entiendo como necesaria Ia aclaracién de estos términos ya que, sobre la base de aparentes interpretaciones no transferenciales, desearfa mostrar algdn aspecto de mi trabajo interpretativo. Estas oiservaciones se refieren tanto a los casos de fobias. diagnosticadas directamente como tales, asf como también a aquellas personas, “‘apzrentemente nada fébicas”, pero en Jas que intervienen, cn alguna forma muy especial, cierto mimero de objetos externos, con los que se esta- blecen algunas caracteristicas de relacién “especiales”, de: tipo de las fobias. Un breve paréntesis. En un articulo que considero esclarece- dor” Paula Heimann (9) destaca que “...mi argumentacién de > La perturbacién temporal, en clla. tomaba la connotacién de “tiempo detenido”, muchos afos atrés. Es decir, no habia, ahora, tiempo. % Y que estaria intimamente vinculado a los problemas.del psicoanalista que se inicia, como sefialé en “Primeras consideraciones". 173 que Ja interpretacién transferencial es la nica que logra cambios dinémicos en el Yo del paciente, no significa que el analista hable solamente de si mismo y niegue la importancia de las personas con las cuales el paciente esté vinculado conscientemente. Ni pospongo el hecho de que a menudo el paciente se refugia en la transferencia, huyendo de los conflictos de su vida corriente”; “_. las interpretaciones transferenciales han Ilevado al contacto con los objetos de los cuales surgen los conflictos transferidos. Durante este pasaje, el analista permanece como un escucha, como alguien que permanece cerca”; “...acontecimientos imprevistos en la vida extraanalitica del paciente, por ejemplo: privaciones, 0 amenazas de privaciones, desamparo”, pueden conmover las pro- fundidades de su vida emocional, de manera tal que en este punto su Yo no toma el trayecto, la relacién transferencial, para establecer el contacto dindmico con sus objetos originales (esto no significa que entonces el paciente no tenga una importante relacién con el analista, pero ésta es adicional a lo que esté reviviendo desde su pasado). ‘Ast como P. Heimann postula (aunque son excepciones) que en determinadas circunstancias Ja actitud del analista puede y debe cambiar (en el sentido de aceptarse como “adicional”, en el sentido de permitir el reencuentro con los viejos objetos, etcétera) , yo intento sefialar cémo, ya no en determinados momentos, sino en determinados cuadros, también hay que cambiar la actitud co Ja manera de interpretar. Esto esté entroncado directamente con un tema al que aludi anteriormente referente al tipo, caracter y ntimero de los objetos externos que intervienen en la enfermedad del paciente.” %® Me refiero, desde luego, a algin cardcter particular, “

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