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REACOMODAMIENTOS IDEOLOGICOS DEL SIGLO XX Por JUAN FERNANDO SEGOVIA (*) I. EL CONCEPTO DE IDEOLOGIA El concepto de ideologfa es uno de los mas dificiles de precisar en el len- ‘guaje politico, al mismo tiempo que es una demostracién acabada de la semia propia de éste, Normalmente se habla de ideologfa, en sentido positivo, como sinénimo de sistema de ideas o valores; 0 como equivalente a filosoffas © concepciones del mundo en general y de la politica en particular. Con alcan- ce negativo, se alude a la ideologia como desvario de la razén, en el sentido de un tacionalismo desatento a lo real; 0 encubrimiento de intereses concretos ‘mediante ideas sobre el desarrollo social; ercétera. En tales circunstancias es indispensable, ante la equivocidad reinante, explicar qué entendemos por ideo- logia. Para evitar mayores confusiones podemos distinguir tres instancias del pen- samiento politico: las corrientes de pensamiento politico, las teortas politicas y las ideologfas politics (1). En el primer caso nos hallamos frente a formas de (pensar que sistematizan la experiencia en tanto reposan en un sistema de creen- cias capaz de integrar la unidad y los detalles de la realidad; son visiones de la realidad, sin el carécter sistematico de las teorias, capaces' de fecundar el pen- samiento humano y producir un campo cognoscitivo ms estable y aceptado, como una teoria o una doctrina. Lo destacable de las cotrientes de pensa- miento politico es que en ellas se fundan las diversas filosoftas y teorias polf- (2) Universidad de Mendoza. (1) Clk: Dalmacio Negro Pavéa, «Modos de pensemiento politico, separata de Ana de le Real Academia de Ciencias Morale y Polisias, Madrid, abo XLVI, n* 73 (1996), pgp. 525 y 8. 199 ticas, porque son su base, amén de ser histéricamente cambiantes, Una teorla és una visién mds elaborada y rigurosa de esa creencia que aporta una con- cepcién aceptada y estable de Io que es la realidad en razén de su riqueza ana- litica. Una idevlogta politica, en fin, como ha dicho Ferndndez de la Mora, no ces més que una filosfia politica simplificada y vulgaricada, la proyeccién popu lar y prictica de un sistema de ideas. «Por eso pueden reducirse a un progra- ‘ma de convivencia y, en iltimo término, a un credo politico» (2). Este seri el alcance que daremos al rérmino y con ese sentido usaremos el concept de ideologia. Se trata de la ldgica de Ia una idea, como apuntara H. Arendt, que al simplificarse y vulgarizarse, se convierte en articulo de consu- mo masivo y en ariete de la accién politica. La idcologia susticuye a las con- cepciones politicas, al pensamiento politico en su complejidad y profundidad, tomnéndose en un agente movilizador al insuflar en los individuos y las masas derivaciones sencillas de un valor primordial que susticuyen la riqueza y la variedad del pensamiento politico alertado de la realidad, por visiones esque- méticas y clementales que inhiben la trabajosa tarea de comprender las cir- ‘cunstancias de la accién y la prudencial adecuacién de los principios a la con- creta situacién histérica en que a accién o decisi6n se inscribe. En sentido similar, sefila Bracher como dato caracteristico de esta época la ideologizacién, del pensamiento politico en todos los campos, fenémeno que atribuye a la funcionalizacién ¢ instrumentalizacién de ideas al servicio de los politicos de poder € influencia, lo que se nota por tres factores: primero, la necesidad de justficacién ideolégica o intelectual de la legitimidad de los sistemas politicos: segundo, la globalizacién de los combates de ideas a través de la revolucién en materia de comunicaciones, que ha transformado a la politica; y tercero, la impotencia de la opinién piblica, manipulada por regimenes firmes y fuertes. En este contexto se explica su concepto de ideologia: «ain sistema de ideas lo mds completo posible, sobre todo en cuanto la relacién “hombre-socicdad-polltics”; un sistema no slo capaz. de reducir la realidad a una férmula, sino también de falsearla y hasta encubrirla en beneficio de poli- ticas de poder» (3). Lo importante de esta definicién es lo que el autor llama «la funcionabili- dad de ideas para propésitos politicos y su motivacién tanto para la accién ‘como para la decepcién, «mediante la exageracién o la simplificacién falseado- ras», Este carécter vulgar y funcional es lo que hace que las ideologfas, desde el siglo XIX, aparczcan con limites imprecisos, entremezclindose y confun- ge Gomi Feiner de la Morn 1 cepa dels ides, il, Mai 1965, pig. 32. 8)" Karl Diewich Bacher a et dels ideas Ed. de Belgrano, Bxenos Aires, 1989, pig. L1. 200 digndose, No hay que pedirles a las ideologias precisiones tedricas o rigores filoséficos, sino simplificaciones y reducciones de teorfas politicas y sociales con al propésito de excitar la accién colectiva. Pongamos un ejemplo reciente que confirma este punto de vista: cuando la izquierda parece estor hoy a la deriva, cuando se hace necesario precisar de nuevo qué se entiende por socialismo, la preocupacién de sus adherentes no pasa solamente por recuperar o incorporar principios que la distingan sino también factores que motiven la accién. Como sefiala Bosetti, el déficit actual de la izquierda es la ausencia de «motivaciones, para la accién publicay; y si la idea socialisca o de izquierda ha de reformular se, debe necesatiamente considerar la exigencia politica «de poner en movi- imiento energfas humanas, consenso y capacidad de direccién» (4). Una advertencia final, El fin de un siglo y el comienzo de uno nuevo esté marcado por la duda a cerca de la subsistencia de las ideologfas; por la aparicién de un nuevo lenguaje, el medidtico; por el reclamo de dar nueva vida a las utopias para resarcirse de Ia carencia de ideales. En un clima tal, ‘marcado por estas confusiones y exigencias, ol cardcter marcadamente fu cional y motivador de las ideologias parece més evidente, al mismo tiempo {que su entrecruzamicnto en el terreno del debate cotidiano es notable (5). Por eso muchas veces se habla de ideas que no sabe precisamente qué son y se aplican calificativos y denominaciones a diestra y siniestra para tratar de entender de qué ideas se esté tratando y a quién pertenecen. Ante la pér- dida de identidades y la mezcolanza ideolégicas, las lecturas de estas ideo- logias son, necesatiamente, dispares. Por eso mi lectura tal vez. no se com- padece de la de otros y tiene bastante de personal; no niego que mis apreciaciones son discutibles y pueden estar enfrentadas a las de otros. Sin ‘embargo, si algo se puede poner de claridad en esta materia, me parece que es a través del sentido y alcance de estas ideologias en ef siglo XIX; s6lo si nos atenemos a fo que ellas importaban en ese universo politico podremos entender lo que representan hoy en dfa. En ottas palabras: si que- remos saber qué quiere decir neoliberalismo y cudl es su contenido actual, debemos retener lo que el liberalismo como ideologfa importaba en el pasa- dos si queremos descifrar lo que se esconde bajo el mote de neoconserva- dorismo es imprescindible recordar el significado pasado del conservadoris- mo; si queremos aprender qué puede identificar hoy al socialismo deberemos remontarnos a lo que por él se entendia hasta hace poco. Si nos olvidamos de esas herencias ideolbgicas es imposible seguir las mutaciones de los tilkimos afios. (4) Giancarlo Bosewti, sIntroducciéa» 2 Giancarlo Bosetti (comp.), Leguienda punto cero, ids, Bareona, 19396. pip 18 i ra : {G)__ Ene nos oblgn por otra pare, a ser sletvosrespecto de los temas y los autores @ ‘considerar. ee f 201 Il, DEL NEOLIBERALISMO, UN NOMBRE VULGAR PARA UNA REALIDAD MAS COMPLEJA. 1. BI por qué de Ia transformacién y de la renovacién. Elhecho fundamental que define las cransformaciones del liberalismo en este siglo «s la desventura del Estado liberal: apegado a un sistema socioeconémico que privile- giaba a una clase social, el liberalismo era considerado como la idcologia de la burgue- sia y de las clases acomodadas, lo que no dejaba de despertarcieras contradicciones a la hora de encarar las reformas necesarias para paliar los males de la industralizacién y abuso del poder econdmico, lo que requerfa de una serie de intervenciones en el libre desarrollo social y econémico. Ademis, carente de herramientas para hacer frente a Jos nuevos fendmenos econémicas (como la crisis del 30), el Estado liberal no tenfa © parecia no tener dentro de su herencia ideol6gica los medios para enfrentar la rea- lidad del nuevo siglo; de ahi que, agredido por ideologfas que le eran hostles, debia resguardar el valor de sus instituciones y su finalidad protectora de los derechos. Pero hay otto hecho a ponderar: me refiero a los grandes cambios polfticos opera- dos luego de la Primera Guerra Mundial, que dicron lugar a la imposicién del comu- nismo y alas més variadas experiencias socialistas, Mientras que en el siglo XIX el libe- ralismo aparecia como la ideologia constituyente de los nuevos Estados, a partir del siglo XX su rival socialista clejé de ser pura teorfa para convertirse en experiencia con- creta.¥ junto al socialismo aparecieron doctrinas revolucionarias, mezclas de naciona- lismo y socialismo, cortientes politicas autoritarias, que disputaban la legitimidad del liberalismo aparentemente hegeménico (6) Por e:0, e!liberalismo del siglo XX puede ser visto con ojos diversos: o bien como tuna adaptacién a las novedades del siglo; o bien como una reaccién contra los exce- sos 0 los cambios exagerados que alejaban al mundo de les principios liberales que Je constitufan. En ol primer caso, hay en el liberaismo una mudanza ideoldgica, un intento de no quedarse atrés, de no perder poder politico, acomodéndose a los nuc- ‘vos tiempos. En el segundo caso, el liberaismo reacciona frente a un mundo que parece negarle espacios, buscando sus raices originaras, individualistas y antiestaistas. 2. Los dos momentos. Pero estas expresiones liberales marcan dos tiempos bien definidos: hay un nuevo liberalismo desde fines del siglo pasado y que cubre la época de entre- ‘guettas; hay un recorno al viejo liberalismo luego de la Segunda Guerra Mundial. (©) Indipemsabl pare fs comprensin del sinifcad de exes movimientsideoliics al loro de Serr Sern, Marion Senjder y Mas Aches The both of foes aeeogtes Dy Masel, Pierson Ur Py Brineeton Nf 1998 202 El primero puede llamarse «ncoliberalismow en el sentido de que transforma la herencia liberal, siguiendo nuevos desarrollos para responder a los nuevos pro- blemas. Es un liberalismo de corte social, que recoge nuevas perspectivas para nuevos problemas que ya a fines del siglo XIX se hacian ostensibles. El segundo deberia llamarse, con mayor correccién, «nuevo liberalismo», por- ‘que es un renacer del viejo pensamienco liberal, como critica a la alianza de los neoliberales con los socialistas y socialdemécratas. Es el renacimiento del libe- ralismo désico, slo que ahora operaré bdsicamente en o desde lo econémico, identificandose con la reivindicacién del mercado. 3. El Neoliberalismo propiamente dicho. ‘A fines del pasado siglo y comienzos del presente, el lberalismo en el poder tuvo que hacer frente a los nuevos problemas econdmicos y sociales. Se trataba de hrallar soluciones précticas, para problemas de gobiemo frente a los que no se podia quedar inermes. Ast, el liberalismo se hizo «reformista» y, en varios casos, Ilegé a modificar posiciones doctrinarias que los liberales atesoraban como baluartes, como la no intervencién del Estado en lo econémico social. Estas nue vas tendencias e inscriben en la linea de pensamiento abierta por Francis Charles Montague, quien en su libro The limics of individual liberty (Londres, 1885) pro- clamé ala rebelién contra la libertad negativas y el avance hacia medidas positivas cen favor de la libertad. EL viejo problema del liberalismo: las relaciones entre el individuo y el entorno social, reaparecia entre los pensadores ingleses ¢ incluso entre los ale~ manes conocidos como «socialistas académicos» (Lujo Brentano, Friedrich ‘Naumann, Theodor Heuss), En el intento de conciliar la ideologfa con los pro- blemas sociales y la realidad nacional, el liberalismo perderia su cardeter unf- ‘yoco y su rigor, cayendo en «los rodeos de la duda», minando su confianza en el progreso y la libertad. El revisionismo liberal debié considerar la naturaleza social del hombre al igual que sus necesidades y susceptibilidades no raciona- Tes; de estas critcas surgitfa una nueva conviccién liberal: la de la compatibi- lidad entre la ideologia de la libertad y el Estado democrético (o «Estado del pucblo» como le llamara Friedrich Naumann). Se podria decir que los libera- Jes descubrieron el Estado: «Bl Esado, no s6lo como limitacién negativa sino como herramienta posi- tiva para asegurar la libertad, tanto en sus dimensiones individualistas como civieo-sociales, representé la decisiva transformacién hacia la modernizacién politica del liberalismo (7). (7) Bracher, La era de las ideologies, pigs. 119-120. 203 En Inglaterra, el sector més radical y disconforme del viejo Partido Liberal y de la intelectualidad liberal (Joseph Chamberlain, Henry George, L. T. Hobhouse, J. Hobson) tuvo aproximaciones politicas e ideolégicas con cl socia- lismo y el Partido Laborista. Lo que los caracteriza es la solucién de los pro- blemas sociales dentro de la tradicién de! liberalismo. Hobson reclamé un sis- tema tributario redistributive que regulara el capitalismo; en un ensayo de 1909 (La crisis del iberalisma) escribié a favor de la reforma social anticipén- dose al Estado de bienestar de Lloyd George: cierto grado de propiedad pail @ del suelo para conseguir viviendas decentes; eliminacién de los monopolios; red nacional de escuelas piblicas; un sistema legal mds equitativo. Segiin decia Perey Alden en su Democratic England, de 1906, el liberalismo debfa realizar una «politica positiva de reconstruccién social». En los hechos, esto implicaba la modificacién de las relaciones de propiedad privada por medio de la inter- vencién estatal, para favorecer una politica de igualdad de oportunidades. Hobhouse (8) presenta el momento de actualizaci6n del liberalismo, soste- ido en una steoria social constructivay. Parece que su punto de vista es el del interés de la comunidad, interés que puede llevar a compartir objetives y polf- ticas con el socialismo. Un concepto clave es el de control social», que tiene por fin la igualdad y la libertad; porque, cuando el liberalismo «se convierte en una realidad activa se acerca, en ciertos casos, al socialismo», pues «para mantener la libertad privada y el principio de igualdad hemos de entrar en la esfera del control socials. La libertad adquiere un carfcter social y acaba iden- tificindose con la igualdad. El Estado deja de ser pasivo espectador de los acontecimientos sociales y econémicos para set un miembro activo en la lucha por la igualdad y la libertad. En particular, Hobhouse sostiene que correspon- de al Estado ef aseguramiento, la garantta, de las condiciones externas de vida de Jos hombres, porque debe velar para que cl hombre normal cuente con las con- diciones para «alimentar, vestry ofrecer un hogar a su familia y a él mismo, por medio de un crabajo remunerador. El derecho a trabajar y el derecho aun salario suficiente son tan respetables como el derecho de propiedad y otros derechos del hombres. En este sentido, un obrero sin trabajo no ofende a la caridad, sino a la «usticia de la sociedad», El liberalismo, para dar esta garan- tia, ha seguido dos caminos: facilitar al individuo el acceso a los medios de produccién o asegurarle cierta participacién en la riqueza piblica. Por eso el Estado puede ahora intervenir en la economia, especialmente en la distribucién. de los beneficios de la riqueza producida, En los Estados Unidos, el liberalismo radical (que anidaba en el seno del Partido Demécrata) impuls6 una politica intervencionista bajo las presidencias de W. Wilson y Th. Roosevelt. Para Wilson, ol programa de un liberalismo actual no podia ser negativo sino positive. En consecuencia, el derecho y el (8) Leonard T: Hobhouse, Liberalimo (1911), Labor, Barcelona, 1927, 204 gobiemo debian ir en ayuda del individuo para que no quedara desprotegido. Junto a esto, bregaba por sostener las instituciones democriticas y ofrecer un ‘sistema limpio, pulcro, con elecciones y participacién popular, con divisién de poderes y respeto del parlamento. En el caso de Th. Roosevelt, habré que recordar la politica del New Deal y las grandes reformas econémico sociales que impulsé, instrumentando una politica protectora a través de la interven- cidn estatal. Como habia anunciado en el conocido discurso de 1941, se trax taba de consagrar, frentes a las libertades tradicionales, dos nuevas libertades importantes para el hombre comin: la libertad frente a la necesidad y la liber- tad frente al miedo. El Estado debfa brindar proteccidn y garantias a estas nue- vas libertades (9). Si bien ef proceso en uno y otto pats es similar, los ingleses buscaron jus- tificar tedricamente los cambios ideolégicos, mientras que los americanos ape- laron a su cardcter pragmstico y radical. En el plano econdmico (y de ah al politico hay un solo paso), quien dio un respiro al liberalismo fue el gran te6rico inglés John Maynard Keynes. Este le pro- porcioné nuevas bases a la economia politica, asentadas en: una critica al libe- ralismo clésico (el fin del Jaisee faire); y una teorfa del bienestar centrada en las polfticas piiblicas de inversién (que conducen a la intervencién del Estado). Si bien discutr las ideas de Keynes y su pertenencia 0 no al iberalismo nos llevarla demasiado tiempo y espacio, lo cierto es que sus ensefianzas sirvieron para oxige- nat el Estado liberal democratico y para aproximarlo, en sus polticas econémicas espectficas, alas pricticas de los Estados socialistas (10). 4, El renacer del viejo liberalismo. Luego de la Segunda Guerra Mundial se inicia el segundo momento de la evolucién del liberalismo que dura hasta el presente. El tronco de este nuevo liberalismo es la critica a la versién liberal socialista y al socialismo, pero atin dentro de la condena al mismo enemigo conviven tendencias por demds sin- gulares. Las expresiones son heterogéneas, pero tienen en comiin la biisqueda de la solucién a los problemas generados por el socialismo (le planificacién, el control estatal de la economla y de la propiedad privada) en el redescubri- miento de la vieja herencia liberal. Podemos sefialar dentro de esta corriente también dos tiempos bien marca- dos: el de la recuperacin ideolégica, que esti marcado por tres obras capitales: «Camino de servidumbre» de Hayek (1944), «La sociedad abierta y sus (9) Clk Alan Brinkley, Libera and its discontens, Harvard U. P, Cambridge: Mass, 1998. (10) Cts Johannes Messner, El experimento inglés del socalismo, «. C. Melches, Risip, Madrid, 1957, pags. 119-146. 205 enemigos» de Popper (1945) y «Accién humana» de Mises (1949); y el de la difwién ideolégica, que ha convertido al liberalismo cn una moda, momento que coincide con la reconstruccién del liberalismo como movi- miento politico a partir de fines de 1970 y comienzos de 1980. Es el caso de la presidencia de Reagan en Estados Unidos y del largo decenio de Margaret Tatcher en Inglaterra. La popularizacién del liberalismo por todo el mundo, especialmente en los paises del Hamado Tercer Mundo (11), ha sido la tarea entre otros, del francés Guy Sorman, autor de numerosos libros y articulos de propaganda y divulgacién, de nulo 0 escaso aporte intelectual (12). Si bien este movimiento politico ¢ ideolégico es, como dijimos, heterogé- neo, tiene un tronco comin, que sc manifiesta en: ef respeto a los principios politicos del liberalismo clésico (divisién y limitacidn del poder, individua- lismo y derechos del individuo), habiéndose superado el hiato que separara antes al liberalismo de la democracia; la reafirmacién de los principios econémicos del viejo liberalismo (la llamada economia de Ia libertad 0 de mercado); y el retorno a los presupuestos antropoldgicos y cosmolégicos del liberalismo clésico, para dar un nuevo sentido al liberalismo en el mundo actual. 5. EI nuevo liberalismo y sus bases antropolégicas. Casi todas las tendencias liberales actuales son decididamente individwalis- ‘as, En general, para definir una concepcién antropolégica, los nuevos libera- les han vuelto a [a tradicién del individualismo de John Stuart Mill y Benjamin Constant. Lo que se quiere demostrar es que no puede haber verdadero desa- rrollo del individuo sin plena y total libertad. Esta libertad se aficma, prime- zo, en un terreno general, bésico, antropolégico, para luego -cn un segundo instante- esgrimirla como ingrediente esencial de cualquier politica econémica y social. Por ejemplo, Hayek en una de sus obras mds importantes, Los fur damentas de la libertad, idencifica la naturaleza moral del hombre con la liber- tad. La instancia moral del hombre estd en su ser libre y esa libertad esencial debe set ol fundamento de todo el edificio social (11) Cle: Bory Levine (comp), £1 defo neoliberal, Norms, Colombia, 1992; y Alberto Benegas Lynch (h), Liberalimo para liber, 2.* ed Emecé, Buenos Air, 1986, (12) “Gay Sorman ha visitado diversos paises de Latinoamérica y particularmente a la Argentina, donde ha dicado diversas confetencias y, durante varios aos, ha sido column nista del presigiso periddico La Nacién. Sus libres son mera propaganda liberal de amplia Aifesin, desacindose: La revlucén coneradoramericing, Atdntia, Buenos Alves, 1983; La solucion liberal, Aclintida, Buenos Aires, 1985: y Fl Eitado minimo, Addntida, Buenos ‘Aires, 1986, 206 «La libertad individual constituye lo que més apropiadamente puede conside- arse como principio moral de la accién politicr Pero, al igual que todos los pfincipios morales, la libertad exige que se la acepte como valor intrinseco, ‘como algo que debe respetarse sin preguntarnos si las consecuencias serdn bene ficiosas en un caso particular. No lograremos los resultados apetecidos sin acep- tar la libertad como un credo © presuncién tan fuerte que excluye toda consi deracién de conveniencia que la limite (13) Esta declaracién de Hayek es una clara oposicién a lo que él ha llamado el «falso individualismo» que pretende regular de modo conscience la vida de los individuos, es decir, un individualismo que impulsa la accién del Estado para proteger a los individuos. Este falso individualismo atenta contra esa natural za moral libre de los mismos individuos a los que pretende ayudar. De la mi ma manera, Berlin ha censurado la politica del siglo XX por haberse preocu- pado més por las «condiciones econémicas y sociales de la libertad» que por la libertad misma; el parernalismo, lo ha ensefiado la historia, puede crear las condiciones para la libertad pero negar la libertad misma (14). Volvicndo a Hayek, éste asocia la idea liberal del individualismo a la de un corden espontineo» generado por la misma libertad. Podemos preguntarnos: jeémo es posible que del libre juego de los individuos, impulsados cada uno por sus propios intereses, surja un bien social o un bien para el conjunto? Hayele retoma la explicacién de la «mano invisible», originada en A. Smith, para fundamentar que: el orden social no ¢s el fruto de un plan deliberado de la raz6n humana, por lo que el orden humano no se puede planificar; el orden social no ¢s el resultado de un ser superior, sobrenatural, de donde todo depen- de del hombre y no alguna inteligencia 0 voluntad mds elevada; y, en conse- cuencia, el orden social es ef resultante de la eevolucién adaptable» (idea que toma de Lammarck), es un orden esponténco que brota naturalmente en con- diciones de competencia. La condicién decisiva para una mutua colaboracién ventajosa entre los individuos, basada en el consentimiento voluntario y no en la coaccién, es que hhayan muchos individuos que puedan procurar la satisfaccién de nuestras nece- sidades, de tal manera que nadie tenga que depender de determinada persor para el logro de las condiciones esenciales de la vida o para disfrutar la posi lidad de desenvolverse en determinada direccién. La competencia, hecha po ble por la difusién de la propiedad, priva de todos los poderes coactivos a los propietarios individuales de cosas determinadas (15).» (13) Friedrich A. Hayek, Lar fandamentos de la libertad (1959), 5. ed, Unién, Madrid, 1991, pag. 90-91 (14) “Tsaiah Berlin, Cuatro ensayos sobre le libertad, Alianza, Madrid, 1988, pig. 57. (15) Hayek, Lor fendamentas de libertad, city pig, 170- 207 Asi se asegura Hayek que nadie pueda imponer condiciones a los demés, que Ia competencia consiga que cada uno pueda obtener lo que busca como individuo, lo mismo en el terreno econémico que en el politico, el religioso 0 el moral. Por otro lado, a libertad liberal sigue siendo bdsicamente negativa, es decir, se la define por la ausencia de oposicién o de coacci6n arbitrariamente impuesta por ‘otro u otros; en otras palabras, es Independencia frente a la voluntad arbitcaria de un tercero (16). Dentro de este concepto queda incluida la libertad de opcién 0 de cleccién, porque carecerfamos de ella si existieran obsticulos e impe a la elecci6n libre, aunque el objeto de la eleccién, el modo y el tiempo de ella sean totalmente indiferentes para la nocién negativa de libertad. Quien mds se ha esforzado por definir y defender este concepto de libertad negativa, el filésofo Isaiah Berlin, sostiene que «ser libre en este sentido quiere decir para mi que otros. ro se interpongan en mi actividad. Cuanto ms extenso sea el Ambito de esta ausencia de interposicién, mds amplia es mi libertad.» (17) En el liberalismo es fundamental esta concepcién de la libertad negativa porque el uso que se haga de la autonomia individual, el ejercicio de la liber- tad, el acto libre, es indiferente moralmente y no interesa al derecho. Lo que importa es que esa libertad obre como un freno contra los intrusos o los dés- potas. Por eso el concepto de libertad liberal es correlativo del individualismo. Y esto es asi atin en aquellos casos cn que la libertad parece dotada de senti- do positive, como en Kant, donde el contenido sigue siendo indiferente. Casi podriamos afirmar que la libertad no s6lo es la condicién de la moralidad ‘humana sino que la libertad «es» la moralidad misma, 6. El nuevo liberalismo econémico, Tal vez sea el campo de la economia donde mis se habla de ncoliberalismo, de un modo tan amplio y genérico, que a veces no permite comprender ciertas diferencias internas que subsisten en el liberalismo desde la Segunda Guerra Mundial. Sobre todo, habria que separar las ideas de la prictica, porque no todas Jas politicas lamadas liberales son tales ni todas las experiencias liberales se redu- cen a la libre competencia absoluta, En este sentido aiin los liberales han sido pragmiticos y han sabido dar a las orientaciones cconémicas concretas ciertas direeciones que muchas veces eran recharadas por la ideologia, (16) Laem, pig. 27. (17) Isaiah Beclin, Cuatro emayer sobre lt bora, cit, pég. 195. Afirma también Berlin ‘que s¢ trata de una «libertad des, es dect, de una no inerferencia en mi actividad hasta un cero limite, que es cambiable, pero siempre reconocibles (idem. pig. 196). Con esto Bedlin confirma que la idea nogeiva de liberead ex indiferente de la acalén, es la posbilidad de la accién, no la accidn misma (idem, pigs. 43-44). 208 Se pueden distinguir dos grandes cortientes: un liberalismo econémico clisico y tun liberalismo de tono mds social. Lo que tiene en comtin es la defensa dela liber- tad econdémica: lo que los separa es la medida y la extensién de esa libertad. Ambos comparten la confianza en el mercado, pero no estin de acuerdo hasta dénde debe Ja economia gobemarse por el mercado y cuindo 0 dénde empieza la preocupacién por lo que escapa a él y forma parte de los Ifmites o controles al mercado, 1a revitalizacién de la economia liberal csica provino de un gran nimero de economistas (Hayek, Mises, Rueff) que criticaton las politicas ‘del Estado de Bienestar. Hayek rechaza toda medida de colectivizacién de la economia argumen- tando que el control sobre los medios de produccién es una forma de controlar aspectos centrales de la vida humana. Una economia planificada es una economfa en la que se sustituye al individuo por la colectividad, privando de la libertad individual a los agentes econdmicos. La planificacién, el instrumento pico de, las politicas socialists, no s6lo altera el orden esponténeo de la economia, sino que produce una discorsign en la evolucién natural del organismo hacia posiciones 0 condiciones més ventajosas, generando un retardo o retroceso que se asimila a la esclavitud. El con- trol de la vida econémica, firma Hayek, es mucho mds que el control de la propie~ dad: es el control sobre la vida humana misma, sobre la libertad individual. s¥ quien controla toda Ia vida econémica, controla los medios para todos nuestros fines y, pot consiguiente, docide cudles de estos han de ser saisfechos y cudles no. Esta es realmente la cuesti6n crucial. El control econdmico no es sélo el control de un sector de la vida humana que puede separarse del resto; cs el control de los medios que sirven a todos nuestros fines, y quien tenga la intervencidn coral de los medios determinard también a que fines se destinarén, ‘qué valores serin califcados como mis altos y cudles como més bajos: en resu- ‘men, qué deberén amar y procuratse los hombres (18).» Mises, al igual que Hayek, cree que lo econémico es el aspecto definitive de la vida humana y que el liberalismo se resume en la libertad econémica, es decir, en la defensa de {a irestricta propiedad privada: «La ensefianza esencial del liberalismo es que sélo pueden lograrse Ia coo- peracién social y la divisién del trabajo en un sistema donde los medios de pro- duccién sean de propiedad privada, es decir, dentro de una sociedad de mer- ‘ado capitaista. Todos los otros principios del liberalismo —democracia, libertad personal del individuo, libertad de opinién y de prensa, paz entse las naciones~ son consccuencia de este postulado bésico. Sélo pueden concretarse dentro de un sociedad basada en la propiedad privada (19).» (18) Friediich A. Hayck, Camino de servidumbre (1944), 2.* ed Alianza, Barcelona, 1985, pg, 125 (13) “Ludwig von Mises, Omnipotent Government, New Haven, 1944, pig. 48, citado en George Nash, La rbelién comereadora en lor Eades Unides, GEL, Buenos Aires, 1987, pig, 21. 209 Esta corriente es la que lleva al liberalismo de mercado més crudo, que recha- za toda regulacién o intervencién estatal como limitacién arbitraria a la libertad. Para ambos ideélogos, el enemigo de la libertad es el socialismo, concepto gené- rico y de vasto alcance, que va desde la negacién de la propiedad privada de los medios de produccién hasta el establecimienco de cualesquiera tipo de regulacio- nes o planificaciones publicas a la produccién y distribucién econémicas (20). Normalmente, el ncoliberalismo del que hoy sc habla se reficre a las ideas de estos liberales, que luego fueron reforzadas por las escuelas monetaristas, como las de Chicago, que demandaban la no intervencién del Estado en lo econémico, espe- cialmente a través del control del flujo monerario que se producta mediante poli- ticas como las crediticias, por ejemplo, que habia sido uno de los métodos prin- cipales aprobados por los seguidores de Keynes. Uno de los continuadores de este estilo de liberalismo econémico es Rothbard, autor de numerosos libros en los ‘que invariablemente apoya al mercado libre, como intercambio voluntario mun- dial beneficioso para todas las partes; sostiene que Ia distribucién debe ocurrir también 2 través del mercado porque no es més que la consecuencia del proceso de libres intercambios; rechaza la interferencia del Estado en el mercado y que los actos del gobicrno pucdan aumentar la utilidad social; todo lo cual lo conduce a una defense a ultranza de! laissez faire (21). Una segunda corriente, representada por economistas germanos con expetien- cia préctica en el gobierno, matizan el principio econémico del laissez faire y limi- tan en su aplicacién al imperio de ciertas condiciones extraeconémicas (W. Eucken, L. Ethard, W. Répke). Estos escritores y politicos dieron lugar a la deno- ‘minada «economfa social del mercado» que ha caracterizado al desarrollo capita- lista alemén (22), que no es una negacién de la economfa de mercando sino una corteccién hacia objetivos supraindividuales que sdlo pueden alcanzarse por medio de ciertos controles y regulaciones estatales. Por ejemplo, Répke cree que {a libertad econdmica ocupa una posicién intermedia entre el laissez faire clésico y el estatismo socialista. La posicién cldsica es una especie del darwinismo social, que olvida las condiciones morales y sociales de la competencia; el estatismo de las politicas socialistas conduce a la politizacién absoluta de la economia, convit- tiendo al Estado en un wdios terreno». Para Ropke una economia de mercado, que no se identifica con el laissez faire, supone: ef principio de la competencia, que res- ponde a la «soberanfa del consumidor» y que acepra las consignas de responsabi- lidad y de riesgo empresatios, y exige la despolitizacién del mercado; la revalori- (20) De Friedrich A. Hayek, ademds de Comino de rrvidumbre, véase La fetal arrogancia, Los eroes del socal, Union, Madrid, 1990; y de Ludwig von Mises, SoGalismo (1932), 3 eda, WBE, Bucnon Aires, sla. Qi) De Murray N. Rothbard, véae su ariculo +Hlacia una reconstuecién de Ia uiided y de La economia del hienestar, en Libercas, 1V/6 (mayo 1987), pgs. 223-272. (22) Vease Ludwig Eshard, Bienetar para rade, Omega, Barcelona, 1957; y Waker ken, Fandamentos de politica econémica, Riaip, Madd, 1936. 210 zacibn del ral del Ewado, a teavés del derecho, la jurisprudencia y la policia eco- inémica, que permite ciertas intervenciones correctivas, en tanto respete la mecs- nica de los precios y la autorregulacién del mercado; en suma, es posible interve- nir excepcionalmente, pero no planificar; y el respeto al hombre, a la naturaleza hbumana, que es el verdadero limite al mercado, pues se trata de la invocacién de csferas independientes de la economia que no pueden medirse o tratarse econdmi- camente (a esfera comunitaria y de la entrega desinteresada, la esfera de la autar- uaa y libre deverminacién personal, la esfera de las pequefias y sencillas elaciones de vida). Con esto se logra una economia al servicio del hombre, no inhumana; una economia que no agota ni resume los valores humanos, sino que estd al servicio de clos. Ropke ha sefialado que la economia no puede abordarse s6lo desde lo econé- rico; que las etisis econémicas no pueden ser vistas tnicamente con los lentes de la economfa, porque su gran causa no es otra que da descomposicién de los funda- mentos politicos y espirituales de nuestro sistema econémico» (23). Rapke era cardlico y esta unin entre catolicismo y liberalismo econémico con «exono social» ha sido reforzada en los afios recientes por Michael Novak, quien ha tratado de enlazar la doctrina social de la Iglesia con los resultados del sistema politico econémico norteamericano, de donde resultarfa que la riqueza espiritual de las naciones resulta su gran capital para desarrollar libremente la economfa y al régimen de gobierno (24). Uno de los puntos que destaca en este catolicismo liberal es que rechazan la asistencia estarl ¢ insisten en los valores de la virtud de la caridad 0 de la solidaridad para mejorar Ia suerte de los necesitados (25). Por tiltimo, en afios recientes, algunos liberales que no son economistas han planteado la posibilidad de conciliar ef liberalismo con las politicas del Estado de Bienestas, como es el caso de Dahrendorf, seguidor de Popper. Para estos, tuna ver que sc ha salvado y asegurado la vigencia del Estado de Derecho y las oporcunidades de una sociedad abierta, la economfa puede organizarse de iversas maneras, incluyendo medidas sociales que en muchos casos son nece- sarias y conveniences. En particulas, destacan estas intervenciones del Estado en palses que, saliendo del socialismo o de experiencias similares, estén en trénsi- ‘0 hacia una organizacién politica y econémica liberal y democritica. La socie- dad abierta exige el respeto al derecho de propiedad, al mercado y a la liber- tad contractual, pero también el derecho al crecimiento, aspecto en el cual cabe un rol importante al Estado, Esto no significa adherise al sistema capitalista (23) Clr Wilhelm Riipke, La criss socal de nuestro tiempo (1942), 2.* ed, Revista de Occidente, Madrid, 1956. (QA) Ces especialmente de Michael Novak, El pirine del capitalise democrdtice (1982), 5. ed, Ed. Ties Tiempos, Buenos Aite, 1988; y Libertad com juscia (1984), Emecé, Buenos Aires, 1992, (G5) _Simplemente como referencia coliteral, un intent menos liberal por conciliarcato- licismo y libertad cconémica se puede hallar en diversas obras de Arthur Fridolin Urz, que en capafiol ha editado Herder. 2 clisico, No hay sistema tinico de economfa compatible con la sociedad abier- ta. El capitalismo xpuror (el de los libros de vexto) no le parece a Dahrendorf una opcién probable ni deseable, pues la realidad nunca es pura y la libertad es multifacctica y desorganizada. En este sentido, la economia social de mer- cado» es una cexperiencia» valida, siempre que se tenga en cuenta que no es un modelo, y mucho menos un sistema (26) Como sintesis podria decirse que Hayek, Mises, Friedmann, Rothbard y otros han marcado al capitalismo americano que, desde Reagan en adelante, ¢s tun capitalismo financiero y de bajo contenido social; en cambio, Erhard, Eucken, Répke y tantos més han dado forma al capitalismo renano, un mode- lo industrial que contiene importantes correctivos sociales (27). 7. El liberalismo politico. En el terreno politico no se han producido grandes novedades en el seno del liberalismo, salvando dos aspectos que merecen resaltarse. Por un lado, si bien los nuevos liberales se asientan sobre los principios politicos clésicos de! liberalismo (derechos individuales, Estado constitucional de Derecho, poder formalmente limitado y control del gobierno), han aceptado que la democracia no es un ene- ‘igo de la libertad. El liberalismo ha incorporado a la democracia, entendida como igualdad politica y participacién més activa del pueblo, pues parece haber descubierto que el pueblo no es enemigo de las libertades fundamentales. En algunos casos, esta revalorizacién conduce a la defensa del Estado de Bienestar y a impugnar la situacién de desigualdad de ciertos sectores. John Rawls, desde un hipotético estado de naturaleza (eposicién original») en el que existe un «velo de ignorancia», plantea el paso a la vida estatal con una garantfa para los individuos en caso de que sus expectativas fururas se vieran frustradas por el cambio, garan- tfa que en nombre de la justicia como equidad permiciria reparar las mis enojo- sas desigualdades, pues la justicia no s6lo manda que se otorgue a todos la igual libertad de ciudadanfa y una equitativa igualdad de oportunidades, sino que tamn- bién manda que se respete el principio de la diferencia, que significa la articula- ci6n de polfticas en beneficio de los menos favorecidos (28). (26). Ralph Dahrendort, Refeiones sobre la revoluién en Europa, Emect, Barcelona, 1991, 108, (27) Cf: Michel Albert, Capitalisme contra capitalsmo, Paidés, Buenos Aives, 1997, (8) La obra cisien dela John Rews cs su Teoria de a jscia, FCE, Maco, 1979; nace vos eseritos que introducen cambios en sus ideas primigenias se publicaron con el utulo Liberalimmo politico, FCE/UNAM, México, 1995. Una reciente ¢ interesante polémica entre Rawls y Jigen Habeas a sid edad como Dela bre ol hatime policy, Pid, Barcelona, 1998, texto que sive para comprender no sélo lo que aproxima y separa a estos filS- tofos sno tambign part emander la cerenls y lx intanca eats an liberal. soa (Rawls) ¥-un sociaismo postmarxisa liberal kanciano (Habermas). 212 En este mismo contexto, retomando las ensefianzas de Popper sobre el sig- nificado de la «sociedad abierta», un escritor de la talla de Dahrendorf, liga- do intrinsecamente al inconformismo inglés, al reformismo social y al progre- sismo, no descuida el rol de Estado. Para actualizar la tradicién liberal, sostiene, hace falta un nuevo concepto: el de oportunidades vitales, Y tal vez el mayor mérito de Dahrendorf radique en este punto, pues el descubrimien- {0 0 la invencién del concepto de oportunidades vitales tiene una potenciali- dad tal que excede el marco del liberalismo. Pero si nos quedamas dentro de la ideologfa, si queremos un liberalismo dindmico y radical, que no sélo defienda las posiciones actuales de los individuos sino que genere también chances futuras de progreso a través de una politica de cambio, Dahrendorf afirma que hay que partir de un concepto distinto al de Hayek. miento humano en el modelo de las estrucruras sociales, sin ignorat por ello ue sigue siendo deseable la satisfacién absolutamente personal de las necesi- dades del individuo. Necesitamos, por lo tanto, un concepto estrictamente social, esto es, necesariamente histérico de las sociedades humanas, en concre- to, un concepto que nos permita dar un contenido, tanto 2 las teorias sociales del cambio, como a la teorla politica de la libertad (29).» La exigencia no es menuda: Dahrendorf reclama del liberalismo que se con- vierta en un concepto social ¢ histérico, es decir que deje de ser vacio y abs- tractos que sea también un concepto estructural, que esté vinculado a la orga- nizacién social concreta del lugar donde tenga que actuaf; y que sea un concepto reformista, progresista, para abandonar el viejo vicio conservador. Por eso las recetas sistemiticas al estilo de Hayek no sirven. Para Dahrendorf la sociedad abierta es el descubrimiento fundamental de la modemnidad. Su jus- tificacién esti en la antropologia que ha adoptado como base de sus argu- mentaciones. Los seres humanos son falibles y la.condicién humana ¢s incierta. Nadie conoce rodas las respuestas; en todo caso, nadie puede decir si las respuestas que se nos ofreccn son cortectas 0 equivocadas. Por consiguiente, debemos intentar encontrar la verdad, pero asegurandonos que si erramos, 0 se cree que erramos, se pueda hacer un nuevo intento. No existe un peligto mayor para libertad humana que el dogma, el monopolio de un grupo, de una ideologfa o de un sistema. Por dl mitrmo motivo, la mayor tarea es mantener nuestros asuntos abiertos al cambio. La sociedad abierta no promete una vida facil. En realidad los seres humanos tie- nen una peligrosa tendencia a la comodidad que procura un sistema cerrado. Peto (29) Ralph Dahrendort, Oportunidades vitae, Espasa Calpe, Mactid, 1983, pég. 44. 213 si deseamos avanzas, perfeccionarnos y mejorar las condiciones en que los hom- bres y mujeres viven en este planeta, debemos aceptar la insegura, antagénica, incémoda pero soberbia y alentadora perspectiva de los horizontes abiertos. Karl Popper ha expresado la esencia de este movimiento: “Podemos tetornar a la con- dicién de las bestias. Pero si deseamos seguir siendo humanos, entonces hay un solo camino, el camino hacia la sociedad abierta(30)."» Por cierto que el presupuesto constitucional de la sociedad abierta es ef Estado de derecho, en esto el liberaismo no puede ceder ni optar. Pero establecido el marco constitucional, no hay un modo tinico de plasmar esa sociedad abiera, ppor lo que se hace necesario un método especial. Un Estado que debe caminar hacia ella debe optar por un método estratégico de reforma, La idea central pro- viene de Popper con su distincién entre el método epaso a paso», en oposicién ala cingenierfa ut6picar. Si bien Dahrendorf no comparte la terminologia pop- periana y considera desaforcunada la expresién «ingenier(a socials, advierte que el propio Popper deja abierta la posibilidad de que una reforma paso a paso se ins- pire en una tendencia general. La clave es que no hay recetas mégicas y univer sales, La sociedad abierta se opone a la utopia que ¢s, por su naturaleza, una sociedad total, una alternativa completa y, por tanto, una sociedad cezrada. ‘No obstante estas disquisiciones que tienen singular trascendencia para el pen- samiento politico, todos los liberales, en el fondo, siguen adhiriendo al liberalismo politico clisico, en el sentido pluralista que lo confirié Daniel Bell: ef concepto de bien comuin es unitario, requiere una gran homogeneidad cultural, que no es posi- ble en sociedades plurales; lo que se necesita es hablar de «bien puiblico», para evi- tar los desgarramientos culturales en nuestras sociedades heterogéneas. «Por esta razén, el concepto kantiano de tolerancia y debido proceso, una repiiblica procesal, por asf decitlo, se convierten en la condicién sociolégica del orden civil (31).» Por otto lado, siguiendo con la generalizada extica a la ilegltima injerencia del Estado en la vida individual (Hayek), han surgido tendencias mds radica- les, que algunos llaman slibertarias» porque tienden a presentar como inhu- mano e indigno todo poder que no sea completamente consentido por los individuos (32). En los Estados Unidos, esta corriente, que venfa del pasado siglo, revive en contra de la experiencia del New Deal, rechazando al Estado, alos politicos, a la burocracia, a la administracién, que segiin Frank Chodorov (30) Dabrendort, Reflexiones sobre le revolucién en Europa cic, pigs. 35-26. G1)_ Daniel Bell, su intervencién en xEl predicamento del liberalism. Simporios, em Facets, N° 2 (1988), especialmente pigs. 7-8. (2) “Una noticia general en Norman Barry, vor eLibertarismo» cn Nigel Ashfonl y Stephen Davies (diz), Diccionario del pensamiento concervador y liber, Nueva Visio, Buenos ‘Aires, 1992, pigs, 205-208, 214 constituyen fa «clase criminal profesionaby (33). Esta Iinea ha sido seguida entre otros por David Friedman y Rothbard. FI caso mas destacado, empero, es el de Robert Nozilk, que en 1974 publi- 6 un libro ya famoso: Anarguia, Eado y utopia, en el que defiende un Estado Minimo, limitado a brindar protecci6n 0 seguridad personal a los individuos, como sustento de la utopia de una sociedad de individuos completamente libres, poseedores de derechos que responden a su dignidad, y que sostienen sus vidas cooperando voluntariamente. Nozick quicre demostrar que el Estado Minimo tal como él lo concibe es un marco general que sobre la base del respe- to de los derechos y la realizacién voluntaria permite todo tipo de vidas y admi- te restricciones y limitaciones a los derechos que no puede imponer el Estado Minimo (las restricciones morales indirectas). LLuego de observar todas las dificultades de los proyectos utépicos, su diver- sidad, etc., define cudl es el ideal (la ucopla) del mejor de los mundos posi- bles, Este serfa una asociacién estable que contenga una diversidad de personas, con una diversidad de excelencias y talentos, cada tuna beneficiéndose de vivir con los otros, cada uno siendo de gran uso o delei- te para los otros, complementdndolos. Y cada persona prefiere estar rodeada por tuna galaxia de personas de diversa excelencia y talento igual al suyo propi sobre la altemnativa de ser la tinica luz. brillante en un mar de relativa medio- . Ill. DEL NEOCONSERVADORISMO, UNA IDEOLOGIA INFORME. 1, La situacién del conservadorismo a comienzos de siglo. Lo que hemos llamado conservadorismo (y que en paises de habla hispana suele conocerse como tradicionalismo) evolucioné de manera distinta a las demas ideologias. En los paises anglosajones (Inglaterra, Estados Unidos) for- (35) fem, pig, 307. G8) fom Bil 313, 216 mé parte de la wadicién institucional, estaba arraigado en las bases del siste- ma politico. Eso le permitié conservar dos armas importantes: por un lado, tuna relativa independencia intelectual, que se advierte mds claramente en Inglaterra: por el otro, cierta autonoméa politica, pues subsisten partidos polt ticos identificables con la ideologia conservadora. Por eso, en los pafses anglo- sajones, el conservadorismo acompafé la evolucién politica de los respectivos palses. Las posibilidades ciertas de gobernar hizo que no se mimetizara ni con el sociaiso ni con el liberalismo, aunque por otro lado reforzé su talante pragmdtico y/o empfrico, El ejercicio del gobierno fue acentuando su conteni- do pragméticos este dltimo aspecto puso en peligro la defensa de una tradicién de valores que el conservadorismo clésico siempre postulé como el cometido esencial de su ideologla. En la Europa continental, por otro lado, afectada por cambios permanen- tes, revoluciones y ttansformaciones institucionales, el conservadorismo habla perdido una tradicidn identificacoria, Esa tradicién habla quedado muy atris y quienes volvian a ella sin actualizarla, se convirtieron en reaccionarios. Era un conservadorismo a la defensiva. En consecuencia: no tuvo notoriedad politica, © si gozé de ella siempre fue como ideologia opositora, careciendo de la fuerza suficiente para acceder al poder; tampoco tuvo mucho brillo intelectual, salvo casos excepcionales, pues casi siempre prociamé el retorno a una tradi- Gién irrecuperable, anclada en el tiempo, con instituciones dificilmente com- patibles con la realidad. Este conservadorismo se hizo impopular y sucumbié luego de la Primera Guerra Mundial. Algunas figuras inteleccuales fueron verdaderos revulsivos en sus respectivos palses. Otros, se aferraron a regimenes autoritarios incapaces de acomodarse a los cambios sobrevinicntes a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial, Esta ha sido tal vez la razén de la condena del conservadotismo reac- cionario: su colaboracién con regimenes autotitarios, su participacién intelec- tual y activa en el fascismo y el nacionalsocialismo, les volvié sospechosos de ser antidemocréticos, Muchos de ellos, para salvar su independencia de las ten- dencias autoritarias y totalitarias no hallaron otro refugio que el del liberalis- mo. Y de ah{ una nueva confusién: los consetvadores se entendieron con los liberales, en tanto ambos tenian enemigos comunes: el socialismo y el totalita- rismo. Durante buena parte del perfodo de entreguerras y hasta la década del 50 ser conservador o liberal parecia ser la misma cosa En el intento de recuperar la identidad, se sucedieron dos movimientos: ol primero, que es el que se conoce como neoconseruadorisme, intenté fusionar las vie- jas méximas conservadoras con los elementos de la sociedad contemporinea; el segundo, al mismo tiempo, intensified la recuperacién de las races intelectuales, proponiendo una vuelta a Burke y a los valores de la tradicién conservadora, renovada a las alturas del siglo. Por eso hoy resulta muy dificil comprender al neoconservadorismo; por eso también suele hablarse de 1 como sinénimo del 217 neoliberalismo (como liberalismo cldsico). Las preguntas que podrian hacerse, cuestionando ambas aristas conservadoras, serfan las siguientes: ;qué tiene de conscrvadora esa amalgama de liberalismo y tradicionalismo, con algunos cle- mentos del Welfare State? zpuede el conservadorismo recuperar y actualizar su vieja herencia sin renunciar a los principios esenciales de la tradicién conser- vadora? Estas inquietudes se resumen en una sola: ;es posible y oémo el con- servadorismo hoy en dia? 2, El neoconservadorismo: un neologismo de dudoso contenido. Hablar de neoconservadorismo, tal como se usa en el lenguaje politico coti- diano, en tono acusatorio y hasta peyorativo, resulta por lo menos arriesgado cuando no anacrénico, porque significa, en principio, importar problemas y ‘experiencias ajenas, aunque esto sea «vilido» en la ronda critica de las ideolo- fas. De todas formas, conviene advertir que el neoconservadorismo no ¢s una experiencia generalizable, como ocurre, por el contrario, con el liberalismo. No gora de fama ni de difusién universal. El neoconservadorismo es un fenéme- no ideolégico tipicamente norteamericano: porque nacié en los Estados Unidos y nunca dejé de identificarse con la situacién concreta de ese pafs, incluso difiere de la experiencia de Inglaterra. Aparece en Estados Unidos en la déca- da del 40, luego de la Segunda Guerra Mundial, como reaccidn contra las poll- ticas del Estado de Bienestar y la hegeménica tentacién del liberalismo de identificar la tradicién del pafs con su propia ideologta En Inglaterra, en cambio, es el nombre con el que se conoce al renaci- ‘miento del conservadorismo tradicional, que se distingue cl conservadorismmo intervencionista de postguerra (Macmillan y Heath) que se habfa comprome- tido con la izquierda, y del conservadorismo liberal (Tatcher) que exageré la libertad (ccondmica) a expensas del orden. Se le conoce como Escuela de Peterhouse -colegio de Cambridge de donde provienen— 0 como el Grupo de Salisbury, por el nombre de su publicacién —la Salisbury Review-, Entze sus miembros destacan; Scruton, Cowling, Worsthorne, Norman, Vincent y Casey (37); enfatizan la necesidad de un orden moral comdn, compartido, que cl gobierno debe promover y poner en vigor; un orden civil basado en Ja auto- ridad, la jerarqufa, la obediencia, el deber, la identidad nacional, la familia y los lazos sociales (38). G7) _ Roger Scruton, profesor de eséica, puede ser considerado como el més importante mentor de este grupo; sin embargo, su conservadorismo comparte bastante con el liberalismo, como se puede ver en su elogio a Nozick y Hayek, entre otros. Cft: Roger Scruton (ed), Conca nt An ethelgy Se. Mais Psy Now York, 191 (G8) _ Ver: Nigel Ashford, vor. «Neoconservadorismo» en Nigel Ashford y Seephen Davies (Git), Diccionario del pensamienso convervador y liber. ci, pigs. 239-241, 218 3, Heterogeneidad del neoconservadorismo. Lo ya dicho sirve para comprobar Ia falta de homogeneidad en el movi- miento neoconservador: habrfa una cortiente aliada al liberalismo, que decan- 16 en las politicas econdmicas briténicas y norteamericanas desde fines de los 70; habria otto neoconservadorismo que reaccioné contra esta liberalizaci6n; por tiltimo, existirfa otra variante que aglutiné en su seno a distintos enemi: ‘g0s del estado de cosas imperantes luego de la Segunda Guerra Mundial. Centrindonos en este tiltimo fenémeno o versién del neoconservadorismo, tomemos el caso de los Estados Unidos. Una muestra de la complejidad del fenémeno neoconservador se puede entender a partir de la variadas oleadas ideolégicas y politicas que contribuyen a formarlo (39). Primero estén lo libe- rales y los libertarios (como Hayek, Mises, Chodorov 0 Alfred Jay Nock) que incorporan la idea de una economia libre, aunque luego afirmen que son libe- rales y nada tienen que ver con el conservadorismo (40). Luego se suman /as excomunistas (como James Burnham), que sefialan la importancia de asumir la defensa de los valores de la civilizacién occidental contra la amenaza del comu- nismo soviético. También aparecen los intelectuales europecs, especialmente ale- manes, emigrados (como Strauss y Voegelin) que incorporarin al movimiento tun trasfondo intelectual y filoséfico del que carecfan. Finalmente, estén los tradicionalistas 0 conservadores propiamente dichos, que buscan en la historia americana un tradicién politica ¢ intelectual nftidamente conservadora y no liberal, heredera del conservadorismo de Burke (por ejemplo, Robert Nisbet 0 Russell Kirk). Como explica Kesler, ol conservadorismo americano no ha sido, salvo en ter- peramento, particularmente americano; recuerda que Kirk lo ha llamado «cos- mopolita» y que ha encontrado su principio directivo en Burke y la defensa de la Constitucién Inglesa. También demuestra esta nota el hecho que Hayek defien- da como principio fundamental la idea de Ja libertad cn la tradicién Whig. Empero, de acuerdo a Kesler, un rasgo central de Ja tradicién americana es la ddefensa de la igualdad (41). Esta referencia a la igualdad, como consticutiva de la herencia del conservadorismo norteamericano, marca ya una diferencia sensible con el resto de la tradicién conservadora y/o tradicionalista que aceptaba la jerar- quia y la desigualdad como indispensables para la vida social (42). (G9) Véese fundamentalmente George Nash, La rebeiénconseroadora en los Etades Unides, ct. 40) Machosietloge ian la epren opal de, Hayek lconservadorisn, coma o sacredita el post excito a Les fendamentor de la libertad, cit pigs. 470 y's, siulado signfica- tivamente «Por qué no soy conservador. (a1). Charles Re Kesler. slntroduction», en William F, Buckley, Js. and Charles R. Kesler (e.}, Keeping the sable. Harper and Row Publ N-Yo. 1988, page. 3-18. (4a) "Ea Buckley y Keer Reig the bls pes 72 ¥ oy Ean as psiciones de Kendall y Jaffa en torno a la igual 219 4, Caracterizacién del neoconservadorismo. Los distintos agregados humanos ¢ ideolégicos que conformaron el movi- miento neoconservador petmiten caracterizarlo 0 definirlo como una corriente stusionista». El neoconservadorismo es un fusionismo (asi lo afirma Frank Meyer), cuando no un verdadero hibrido ideolégico. De actierdo a Meyer, tal como lo expuso en In defense of freedom: a conservative credo (1962), el con- servadorismo ameticano se caracterizaba por: 1.° considerar como fundamen- tal la libertad de la persona»; 2.° juzgar al orden politico en funci6n de su contribucién a la libertad individual; 3.° entender que la esfera politica es limi- tada y que el Estado tiene tres funciones: la defensa nacional, la preservacién del orden interno y la administraci6n de justicia; 4° considerar que la socie- dad es un «mito», y que el individuo es supremo (dla sociedad y el Estado facron hechos por hombres individuales, y no los individuos por la sociedad y al Estado», argumentaba Meyer); 5.° separar politica y moral, pues el logro de la virmid no es una cuestién politica: la libertad es el fin politico dltimo, en tanto que la virtud cs el fin tltimo del hombre como individuo; 6.° defender la libertad, no por su utilidad, sino por la «constitucién del ser» (como dirta Voegelin), de modo tal que la hezencia de Occidente esté en esta sintesis: la razén actuando dentro de la tradicién». En consecuencia, para acreditar la fuer- za de este conservadorismo fusionista, Meyer serd el editor de What is conser- snatism? (1964); en la conclusién de esta obra colectiva, Meyer resalté los pun- tos de contacto de los diversos colaboradores, lo que constitufa el credo conservador: 1.° la creencia en un orden moral objetivo» de «pardmetros inmutables por el que debia juzgarse la conducta humana»; 2.° la yaloracién undnime a la «persona humanay y la oposicién a las ideologlas que pretenden utilizar al Estado «para teforzar los modelos ideoldgicos e imponerlos a los seres. humanos»; 3.° el apoyo undnime a una concepcién limitada del Estado; y 4° [a desconfianza para con la planificacién y Ia centralizacién del poder (43). Pero la sincesis fusionista de Meyer tuvo duras réplicas, W. Kendall, R. Kirk y el catélico L, Brent Bozell fueron algunos de los sevetos criticos desde las ‘ismas filas conscryadoras; sin embargo, el triunfo correspondié al fusionismo y uno de los motivos fue expuesto por el economista catdlico W. Répke, en un articulo titulado Liberalism and Christianity (1947): el verdadero enfrenta- miento era el que se daba entre el colectivismo-totalitatismo y los amigos de la libertad y la dignidad de la persona humana, por Io que, en este combate, cra dificil separar la doctrina social de la Iglesia con todo lo que habia de esen- ial y duradero en el liberalismo. Si esto sucedia en el campo catélico, qué podia esperarse del conservadorismo, (43) | Sobre Meyer, ver George Nash, La rebeliém comervadona en lot Eitadss Unidos, ct, gs. 218-220. 220 Fue precisamence esta capacidad de fusionar cortientes similares, lo que hizo del conservadorismo norteamericano, segin la expresién de Raymond English, «una casa con muchas moradas». No obstante esta tendencia a cana- lizar diversas expresiones, el conservadorismo no carecia de una definicién en la que se findieran todos los elementos contrapuestos que fo compontan. Meyer lo intent6; ottos siguieron el mismo camino; por ejemplo, un milirante neoconservador, William Henry Chamberlain, en un articulo titulado Conservatism in evolution (1963), se aproximaba al que podria denominasse el niicleo duro de los valores conservadores: «El conservadorismo en. odos los lugares y en todas las épocas ha defen- ido la religién, el patriotismo, la integridad de la familia y el respeto de la propiedad privada, considerindalos los cuatro pilares de una sociedad sélida y saludable» Por eso concluye Nash que Meyer y otros conservadores nunca se cansaban de repetiz que el conservadorismo no era «una ideologfa completa con textos sagrados», sino que formaba parte de la sabidurla y del genio conservadores el que no intentara encerrar todas sus convicciones en un libro doctrinario. «Ast, fuera cual fuese la incongtuencia historica o teérica de la alianza conservado- 1a, a nivel de la creencia préctica esta alianza resultaba natural y sensata a ojos de la mayoria de los intelectuales de derecha» (44) Teniendo en cuenta esta caracteristica, pueden explicarse algunas notas del neoconservadorismo y algunos de los errores que se comeren al interpretarlo. a) La mezcla de distintas corrientes en su seno sirve para definir una fuct- za politica (la que acompafié a Reagan y Bush) antes que un movimiento ideoldgico con perfiles definidos. El neoconservadotismo se parece mas a una fuerza opositora a las cendencias liberales nacidas del New Deal que a una ideologia capaz de sintetizarse en algunos principios simples y de acceso masi- vvo, que al mismo tiempo sean diferentes de los liberales. ) A pesat de esto, no puede negarse la fuerza de conviccién y el poder de persuasién de algunas de las «verdades» neoconservadoras, a juagar por sus resultados, raz6n por la cual varios historiadores ¢ intérpreres del neoconserva- dorismo tienden a presentarlo como un gran movimiento intelectual que, des- de hace medio siglo, impulsa una nueva politica, que seré la aplicada, para bien ‘© para mal, por Reagan (por ejemplo: Sorman). ©) EI problema del neoconservadorismo, como ya lo advirtié uno de sus miembros (W. Chambers), es que caminaba al borde del precipicio, debido a la diversidad de sus elementos. La pregunta que se hacen algunos es zhasta donde se puede transigir? Es decir: zhasta qué punto puede abarcar el movi- (6) dom, pga. 25-228 221 miento neoconservador sin desfigurarse, sin convertirse en algo completamen- te amorfo desde el punto de vista ideolbgico? Esta preocupacién se encuentra bien reflejada cn alguna cartas de Whittaker Chambers a William F. Buckley Jr. En una de las primeras de setiembre de 1954, le dice Chambers: «Los que permanecen en el mundo, si no se rinden en sus pro nos, deben maniobrar dentro de sus propios términos, Eso es lo que deben decidir los conservadores: cuinto deben entregar con el objeto de sobrevivir cuinto deben conceder para no abandonar sus principios bésicos. Y, por supuesto, el resultado es una danza al borde del precipicio (45).» {Cémo cierra este negocio mundano? En su ultima carta a Buckley, de abril de 1961, decia Chambers que «ada época encuentra su propio lenguaje para ‘un significado eterno. Si bien el argumento es razonable, a pesar de su olor a autojustificacién, parece haber sido esa la intencién de estos conservadores, pues como sefialara Nash, ese era el desafio que los conservadores se habiant planteado: «defender las verdades duraderas en un lenguaje seductor para los Estados Unidos de 1970» (46). 5. Una cuestién de principios? {Qué elementos ideoldgicos ayudan a percibir la presencia del neo- conservadorismo? Uno de sus adalides, el ex socialista Irving Kristol, intenta una especie de sintesis cuando presenta al neoconservadorismo como dliberal en lo politico», «conservador en lo social 0 cultural» y con «cierto tono socialista en economia», Un estudioso del movimiento (Donatti) dice que es «tradicionalista en lo cultural» y «modemnizante en lo econémico>. Semejante ensalada merece algiin detenimiento en el estudio de sus condi- mentos. ‘A comienzos de la década de 1970 el grupo neoconservador parecta con- solidado atrés de la figura de Kristol. Un andlisis de William Bartley, editor asesor del Wall Street Journal, en el que se referla al priblico que segula a Kristol y su publicacién The Public Interest, afirmaba que se estaba forjan do una «alianza de cientificos sociales empiricos y fildsofos politicos clasi cos» en el sector neoconservador. Este grupo, que iba de Herman Kahn a Leo Strauss, evitaba todo purismo doctrinario que pudiera identificarlo con la vieja derecha. Los neoconservadores encaraban los problemas que el pafs deberia enfrentar en la década del 71 3) Ldem, pigs. 436. (40) em BS 39, 222 «lntelectualmente, los temas neoconservadores «son» Jos temas centrales de ‘nuestra época. El colapso de los valores. El lugar de la tradicién en una época de cambio, La necesidad no solo del progreso material externo sino también dde la satisfacci6n interna derivada del vivir dentro de lo que parece ser una sociedad adectada, El lugar de una elite intelectual en una nacién en la que, segiin nos dice «The Public Interest, solo el once por ciento de los adultos ha ‘completado cuatro afios de ensefianza intermedia (47).» Si alguna vireud ha tenido Kristol es la de haber catalizado los numerosos problemas de los setenta y comprendido que a ellos no podia darsele una res- puesta desde el sociaismo o liberalismo progresista que dominaba la cultura norteamericana. El neoconservador, dice Kristol, es un liberal (liberal) que ha sido asaltado por la espalda por la realidad. Por eso su neoconservadorismo conserva» mucho de las ideas progresistas de los liberales o socialistas demo- criticos, que se fusionan a elementos culturales y/o sociales tomados de la polé- mica conservadora que estaba en el ambiente. Fl neoconservadorismo de Kristol y sus seguidores no deja de reflejar c! mismo polémico fusionismo que Meyer adujera como catacteristica del conservadorismo de los sesenta. El pro- pio Kristol ha dicho de esta corriente de pensamiento que ‘sno hace reuniones, carcee de una forma organizada, no tiene abjetivos pro- ‘gramdticos y cuando dos neoconservadores se encuentran estén mas dispuestos a discutir entre s{ que a acepiarse 0 a confabular. Pero a pesar de todo, allfestés como un impulso que destella en el mundo intelectual; como una ‘persuasién’ (para usar un cérmino antiguo y agradable); como un mado de pensamiento (pero no como una escuela de pensamieato)» (48). En esta misma linea, el neoconservadorismo se distingue de los socialde- mécratas porque es reformista y no defiende el status quo; reformismo que patecen haber perdido los liberals americanos; seformismo que se define como tuna vuelta, un retorno a «las fuentes originales de la visién liberal y de la ener- ‘ea liberal'a fin de corregir la versiGn distorsionada que pasa hoy por ser la ortodoxia liberal». Por eso el primer rasgo del neoconservador es la desilusién ante el liberalismo contemporineo; por eso también se distingue del viejo con- servadorismo, al eliminar toda nota roméntica, literatia, de su credo filoséfico- politico, que se nutre de Aristételes y Locke, pero que desconfla de Rousseau, Su actitud ance la sociedad burguesa es de desapegado apego o «adhesién desa- pegada», porque si bien no es el mejor de todos los mundos imaginables, al menos ¢s «e! mejor de todos los mundos posibles». En lo econdmico, aceptan el mercado pero no lo creen suficiente para el crecimiento econdmico; este (67) dem, pigs. 419-420. (48) Irving Knstol, Reflecioner de un neocensereador, GEL, Buenos Aires, 1983, pigs. 95-94. 223 Ultimo se ha vuelto fundamental para la estabilidad social y politica, que hace posible que la democracia sea un sistema viable y duradero, A esto se debe que no sean libertarios y que admican que el Estado de Bienestar «conservador es compatible con su doctrina. La familia y la religiOn, al igual que las numero- sas asociaciones intermedias, son los pilares de una sociedad decence en la que reina la libertad. En suma, los neoconservadores son los defensores de un «capitalismo liberal, intelectual y moralmente fortalecido» (49). Lo cierto es que, tales rasgos, siembran la confusién porque no es ficil- mente apreciable tal combinacién con una independencia ideoldgica. Se trata- tla, creo, de una ideologla expuria que, frente al viejo conservadorismo, se carac- terizarfa por ser: a) mds racionalista y, por lo canto, menos confesional, tradicionalista y nacionalista; se presenta como un nuevo humanismo «progre- sistas, segdn Babbie; una suerte de conservadorismo rendido a los pics de los valores de la burguesfa (50); b) mas democrética ¢ igualitaria y, por ende, ‘menos centrada en encontrar soluciones histéricas y nacionales a los problemas institucionales politicos y sociales; [a ideologia neoconservadora estd preocupa- da por dar un impulso global a la democracia, como lo prueba la creacién bajo al gobiemo de Reagan de The National Endowment for Democracy (51): y ©) en general, en lo econémico, hay una condena 0 un rechazo al Estado de Bienestar, aunque neoconservadores como Kristol se sienten cémodos en él. En sintesis: en el seno de lo que se llama neoconservadorismo hay una gran confusién, pues ha sido y es un movimiento politico e intelectual demasiado impreciso. La carencia de una unidad filoséfica le hace perder una identidad en lo politico, lo econémico y lo cultural. Esto ha hecho que el movimiento pudiera ser aprovechado por los liberales en beneficio propio, como ocurtié con Reagan. Ademds, el nticleo anticomunista ya no es aglutinante, desde el momento en que ha desaparecido el peligro ideol6gico, politico y militar sovié- tico. Por lo tanto, si el neoconservadorismo no logra definirse y presentarse con perfiles distintivos, carecerd de fururo (52). Permanecerd, como hasta hoy, como un mote descalificador aplicado a concepciones econémicas que respon- den a reflejos liberales © pragméticos, lo mismo que para respuestas culturales y sociales debidas a convicciones cradicionales o religiosas, Pero dificilmente pueda llamarse una ideologia. (49) Idem, pigs. 94-95, (50) Gonzalo Femninder de la Mora, «El método y el ideaio conseradores, Jaime [Nogocita Pint, «Renacimiento conserva», ambos en Flic, Santiago de Chile 1 (mars 1987), pdgs. 13-21 y 23-32; también Antonio ‘T. de Nicolis, «Bases filosdficas del neoconscr- stismor, en Racin Epatle, 20 (noviembre-diccmbre 1986), pigs 327-936. {61)” Paul Goedsed & "Thomas Fleming, Tbe comerative movement, Tawney Publishers, Boston: Mast, 1988, pig. ii (52). Ast'lo erce Thomas Molnar, «Retos del conservatismos, en Razin Eipafola, 11 (enayrjunio 1985). pigs. 285-290. 224 6. Las posibilidades de un nuevo conservadorismo. El neoconservadorismo tuvo su origen en la década de 1960, retomando viejas dis- casiones en el seno del conscrvadorismo norteameticano, por lo que, como movi- micnto politico ¢ intelectual, se encuentra inseparablemente unido a otros fenémenos del momento, como el ascenso de la Nueva Izquierda y el estallido de la revolucién de los estudiantes, El problema de los neoconservadores ha sido tanto su dependen- ia de ese momento histérico como la ausencia de una teoria politica n{tida que le per- ‘itera sobrepasar la época y perdurar mds alld de ella. A esto se debe que en las déca- das subsiguientes haya renacido un enuevo» conservadorismo que intentara separarse de sus predecesores. No obstante, entre ambos grupos hay elementos en comiin: como Ja antipatia por Ia nueva izquierda y el liberalismo del establishment, a lo Galbraith, Schlesinger, Kennedy y Mc Gover; la percepcién del peligro que implica al comunismo sovitco y su disposicin al concraataque (factor hoy de nula relevan- ia); la desconfianza hacia la nacionalizacién y centralizacin del Estado y la econo- mia; la defensa de ls virudes dl localismo y del regionalismo, de los mecanismos del libre mercado, y un creciente respeto por el Congreso y la Corte de Justicia, Sin embargo, las diferencias entre unos y otros son notorias: los nuevos conserva~ dores tienen mayor interés por ls cuestiones morales y religiosas; su rechazo hacia el Estado de Bienestar es més nororio; son més conscientes de las influencias socialistas o socialdemscratas que dstorsionan al movimiento neoconservador; etotera. A pesat de ello, como sefiala Nisbet, ambas alas del movimiento conservador norteamericano siguen siendo tratadas de la misma forma (53). Por mi parte, cteo que los neoconser- vvadores tienen una ratz diferente: su origen socialista o liberal esc4 manifesto en su ‘mayor complacencia con el Welfare State y con los valores de una sociedad liberal pro- sresista; los nuevos conservadores, en cambio, en algunas de sus perspectivas vienen & Tepresentar la vieja guardia conservadora renovada generacionalmente y con més fuerza. No obstante ello, ms alld de todas las distinciones y precisiones que puedan hhacerse, la pregunta inical sigue sin contescarse: zpuede el viejo conservadorismo, al cstlo de Burke, subsistir mds alld del papel y las prodamas intelectuales,arraigando cn las conciencias y las uadiciones de las sociedades contemporineas? IV. DEL SOCIALISMO A LA SOCIALDEMOCRACIA. 1. Socialismo marxista y socialismo democrético. Si bubo una ideologfa que en él siglo XX pasé de la euforia a la decepcién, sa fue la del socialismo, Si las distintas expresiones que el socialismo tavo cn al siglo XIX fueron dominadas y absorbidas paulatinamente por el marxismo, (53) Robert Nisbet, Comeroutim: dream and realty Un. of Minnesoa Pe, Minneapolis, 1988, pégs. 99-102. 225 el proceso de deglucién se pudo apreciar, en mayor medida, cuando, acabada la Primera Guerra Mundial, el marxismo triunfante en la Rusia en 1917 se con- solidé y comenzé a cjercer pretensiones hegeménicas sobre el resto de los par- tidos socialistas y comunistas del mundo. El comunismo marxista, soviético, intemté someter a todas las expresiones socialistas a una disciplina ideolégica y una estratégica comin. Manteniendo una direccién centralizada, traté a los partidos de las otras naciones europeas y americanas como si se trataran de sucursales. La uniformidad impulsada desde el Kremlin llevé a condenar las disi- dencias: a los que no aceptaban la ortodoxia ideolégica, la dogmdtica marxista, se los tildaba de «tevisionistasy; y quienes rechazaban la politica revolucionaria ‘mundial impuesta por los estrategas soviéticos, eran acusados de «teformistas» Este clima se mantuvo hasta aproximadamence fines de la década del 60 y ‘comienzos de la del 70. La ruptura y la divisién dentro del comunismo cuvo ‘como punto de partida los escéndalos de la dictadura totalitaria de Stalin, al mismo tiempo que la imposibilidad de someter las distintas realidades naciona- les a un tinico molde ideolégico y politico. A consecuencia de este desgaste aparecen fenémenos tan effmeros como el llamado «eurocomunismo» (un comunismo a la Europea, es decir: no soviético) y el proceso de «nacionali- zacidn» de las experiencias socialistas y comunistas. Esta escena se agravé luc- go de la caida del muro de Berlin y las profundas transformaciones que aca- baron con la Unién Soviética bajo la presidencia de Gorbachov (54). A lo largo de este proceso, la socialdemocracia ~disidente del marxismo de cétedra— fue paulatinamente ascendiendo desde la oscuridad hasta copar el escenario de las fuerzas socialistas en las tltimas décadas. Como lo prueba st historia, la socialdemocracia constituye un permanente intento de superacién del marxismo: en la I7* Internacional (1899-1914), un importante sector del Partido Social Demécrata Alemdn, liderado por E. Bernstein, rechaz6 el dog- matismo marxista (el materialismo histérico) y la politica revolucionaria e internacional, que impedia las alianzas locales y las soluciones nacionales (55); luego de la Primera Guerra Mundial el socialismo democrético tiene su prime- fa experiencia en el poder y pregona la instrumentacién de politicas asistencia- listas, que transforman la democracia capitalista pero no la destruyen. En este momento es fundamental hacer mencién a la aparicién del fascismo y del nazis- mo, ala conformacién de la I1/# Internacional, amada comunista (1919-1943), con el fin de hacerles frente; los socialdemécratas volvieron a separarse de las (54), #1 mejor eto hiséico sobre eos af de encaneocomunia eel de Frngos Fouret, H! pasado de wna ikuién Enscyo sobre la idea contunista en el siglo XX, ECE, Mexico, 1995. También el libro de Julio Godio, El peregrinaje del socialismo en el siglo XX. De Mare a Yeliin, Ed. EL Cielo por Asalto, Buenos Aires, 1994. La mejor historia intelectual de as aventuras del marxismo cs la de Leszek Kolakowski, Las principaler comionter del marxismo, 2+ ed., 3 vols, Alianza, Madsid, 1985. (55) Cft: James Joll, La Segunda Internacional 1889-1914, leat, Barcelona, 1976. 226 directivas mundiales, intentaron alianzas politicas locales que importaban la ruptura con el ideal revolucionario y la dictadura del proletariado (K. Renner yO, Bauer); sin embargo, el fracaso del Partido Social Demécrata Aleman para contener al nazismo, produjo su descrédito generalizado. ‘Més tarde, con el fin de la Segunda Guerra Mundial, la politica de los socialdemécratas se ve facilitada por dos importantes acontecimientos: la liqui- dacidn de la Internacional Comunista_y las erficas al régimen de Stalin (como alguna vez afirmara Leon Blum, siempre se pueden construir pirdmides con un niimero suficiente de esclavos), y también por la politica reformista que comenzaba a set aplicada en todos'los Estados, mas alld de sus ideologias. Frente al atajo revolucionario, las medidas socialistas de reforma son aprecia- das como un medio para atracr a las masas; el socialismo democtitico se con- solida y busca también su expresién mundial, formando a Internacional Socialista (1945). Sobreviene ast el apogeo del bastardo. 2. La socialdemocracia como humanismo. a socialdemocracia se presenta como el verdadero humanismo: tanto fren- te al comunismo como ante el liberalismo, sostiene que ella es la tinica ideo- logta capaz de defender a la persona humana como ser libre. En algunas oca- siones, ese humanismo, en contraste con el marxismo, no resulta de una perspectiva cientifica de la historia sino de un sentimiento comiin que liga a los socialistas en torno a la bésqueda de una sociedad mds igualitaria y con menor sufrimiento. «En el fondo de toda concepeién socialista hay un deseo mejor o peor defi- niido que consiste en acabar con las desigualdades actuales y en realizar un ideal de justicia, y hay una expresin de sentimentalidad, ética estética, un pathos, {que a todos los que tenemos esta aspiracién nos une en un comin ideal, en un comin deseo (56).» En otros casos, se traté de buscar un fundamento mis sélido que el de los sentimientos; el cristianismo siempre encandilé a las ideologfas politicas, actuando como trasfonde movilizador. El socialista belga Henri de Man (La idea socialist, 1933) afirmaba que el socialismo reivindicaba para st la calidad de «cjecutor testamentarion de todo el pasado humano de nuestra civilizacién, heredero de lo mejor que el hombre habfa pensado y realizado en la historia. En virtud de ello, el socialismo debia rechazar toda forma de materialismo, rechazar la cultura burguesa, y asumir una postura ética que, para de Man, implicaba la realizacién del ideal cristiano abandonado por la Iglesia. (56) Julidn Bostiro, Marsismo y antimarcsmo, Grifica Socialista, Madtid, 1935, pég. 228. 227 «El disfrute egoista separa a los hombres, el sactficio los une; tan s6lo las satis- facciones obtenidas sobre el camino de la renuncia pueden creat una comunidad. El hedonismo puro no conduce al socialismo, sino al aburguesamiento ... La exal- taciin de los valores terrestres superfluos encubre un peligro: el movimiento podria degenerar en una lucha para la posesién de los goces como tales.» Por «so, el programa socialdemécrata de Bad Godesberg (1959) reclama como valores auténticos de la ideologia la justicia, la libertad y la solidaridad. Estas tres palabras encaman una perspectiva humanista desde la cual se abor- dan los problemas econdémicos, sociales y politicos. En el fondo del pensa- miento socialdemécrata hay un reclamo ético, idea que reaparecerd en estos dias de crisis de la igquierda: ellos representan 0 quieren representar el discur- so ético, ausente en las otras ideologias. El partido socialdemécrata alemén, en su programa de Berlin (1954) dispuso que la finalidad del socialismo consistia en un «ordenamiento de la sociedad de acuerdo con la justicia social, el mayor bienestas, la libertad y la paz mundial». Y precisé: «En lucha conera la decadencia moral y el espiritu materialista de nuestro tiempo ansioso de poder y beneficios, el movimiento socialista tiene planteada también una gran tarea moral y pedagégica (57).» Esto importa decir que el humanismo socialista’ es el abanderado de la defensa auténtica de los derechos del hombre, no ya en un plano formal, sino en un plano material, como derechos sociales. Como tal, el socialismo demo- cxético reivindica cl individualismo en su totalidad, pues el socialismo, como afirmaba Jean Jaurés, «es la afirmacién suprema del derecho individual. Nada estd por encima del individuo ... el socialismo es el individualismo l6gico y completo, continda aumentindolo el individualismo revolucionario» (58). El socialismo democratico, en este juego de apropiaci6n de herencias, se convierte también en el heredero directo de los ideales revolucionarios de 1789, los que realizaré por medios pacificos y democréticos. Entonces, en la sociedad socialista se realizard plena y acabadamente la naturaleza humana. No puede dejar de sefialarse cierta conexién con el marxismo, del que jamés pudo desprenderse totalmente: en la socialdemocracia impera también un anilisis dialéctico que opone la realidad social a la sociedad futura. Su imagen del hombre surge de una critica del hombre actual, corrompido en su naturaleza por la civilizacién capitalisca y burguesa que, una vex superada por la sociedad socialist, devolveré al hombre su verdadera naturaleza. La cultura socialista es una cultura al servicio de la desalienacién humana, es una cultura emancipa- (57) Ex Will Kietesing, Iglesia Casi y democraia, Taunds, Madrid, 1962, pig, 113. (58) Citado en Frangois Chatelet y Evelyn Pisier Kouchner, Las concepciones polisicas del sgl KX, Espasa-Calps, Maced, 1987, pgs. 81-84, 228 dora, que se opone a la culcura burguesa reaccionaria, materilista y clasisa. La socialdemocracia repite una caracteristica tipica del optimismo socialista en todas sus formas: es un pensamiento erigido sobre la aparadoja socials, pues de lo peor (el desahucio del capitalismo) nace lo mejor (la nueva sociedad) (59). ‘La propia Internacional Socialista en 1951 se expidié sobre los objetivos y las tareas del socialismo democrético, los que apuntaban a un mundo en el cual el desarrollo de la personalidad del individuo es el pro- rrequisito del desarrollo fructifero de toda la humanidads, 3. La democracia y el socialismo. La idea socialista produce un apropiamiento del concepto de democracia. Pero la democracia socialista, como democracia verdadera, ¢s una democra- cia avanzada, que no se queda en las instituciones liberales. Es una demo- cracia social, que supone un Estado activo que busca llevar la igualdad a todos los niveles de la vida humana. Mars, en su Critica del Programa de Gotha (1875), habia censurado ya la idea reformista que se instrumentaba mediante apelaciones programéticas (el gradualismo democritico de los socialdeméctatas alemanecs), tildéndolas de «lindas menudencias burguesas». Pues bien, la socialdemocracia, a despecho de las criticas comunistas, confié en los procedimientos de la democracia liberal para operar las reformas des- de dentro de ella y no por afuera, mediante la revolucién. Si bien es cierto que los socialistas democréticos han criticado siempre la democracia liberal como una democracia formal, clasista, burguesa, que no realiza la igualdad, sino que subsiste a expensas de una explotacién de los trabajadores; al mis- mo tiempo han revalorizado las instituciones liberales por su capacidad de sransformacién. Ya Bernstein, al renunciar a la politica revolucionaria, habia visto ca cl Parlamento el medio de lograr las reformas econémicas y sociales que impul- saba el socialismo, al que definié como un eliberalismo organizador». «Las instituciones liberales de la sociedad moderna se distinguen precisa- mente de las feudales por cl hecho de ser flexibles, capaces de evolucionat y transformarse; slo es preciso hacerlas evolucionar (60).» (69) Como dijo Ssint Simon en la Primera de sus Caras de wn habitante de Ginebra a sus contemponinean: “AM set llerado ol mal al colmo, se hace posible el remedio» Citado en Miedo Cepeda Gee), Lar piss Ba, Poa, Buenos Ae, 1946 pig. 113. Y Four Bfirmaba que debemos optar entre «un océano de absurdos (a sociedad actual) y ur ocfano de petfeciones (a sociedad a creat)» (en idem, pig. 141) (60) Eduard Bernstein, Soialime evolucionita (1899), Caridad, Buenos Airs, 1943, pig, 76 229 La idea socialdemécrata de la democracia viene a completar la democracia liberal, convirtiéndola en una democracia social, impulsora del Estado Social y, mas tarde, del Estado de Bienestar. El primer momento, el del Estado Social, supuso la compensacién de las desigualdades de clase en provecho de los trabaja- dores; el segundo, una generalizacién de la garantia de riesgo social a todos los sectores sociales, especialmente las clases medias (61). El propésito final del Estado segiin la socialdemocracia ¢s un reparto igualitario del poder econémico, politico y social. Por eso a los derechos individuales agrega los derechos sociales: a Ja igualdad formal suma las pretensiones de la igualdad material a través de reformas econdmico sociales; ala economfa productiva un sistema redistributive de las riquezas; ya la representacién limitada, le afiade la participacién amplia por variados medios, especialmente los consejos econémicos y sociales, Aceptar la utilidad prictica de las instituciones liberales imporea tanto como renunciar a los postulados revolucionarios marsisas. La Sociedad Fabiana, inglesa, proponta desde ef pasado siglo, de acuerdo con Lasky (A grammar of politics, 1925; Reflections on the Revolution of our time, 1943), una revolucién por con- senso («revolution by consent») como proceso gradual hacia el socialismo que aca- rreaba ef reemplazo de los liberales por un partido alternativo integrado en el orden monérquico democritico (62). En este sentido, los cambios de orientacién, de la socialdemocracia con relaciéa al comunismo son profundos y evidentes: a socialdemocracia abandona la idea de da dictadhura del proletariado y de la sociedad comunista facura; eto implica que la democracia social, tal como ella la concibe, es el estadio o momento final de la evolucién histérica. Ademés, la socialdemo- cracia también deja en el camino la idea de la lucha de clases; esto: las reformas 4que aparejan una igualdad de oportunidades para todos, serén el medio de esta- blecer la concordia social por la desaparicién paulatina de las desigualdades abe- rrantes. En lugar de conflicto de clases y gobierno de clases, la democracia es un método pacifico de solucionar las desigualdades y producir la verdadera igualdad. En 1959, el PSD alemén, reunido en Bad Godesberg intents soponer, al brutal desaffo del comunismo, el programa superior de un nuevo sistema de libertad politica y personal y autodeterminacién, seguridad cconé- mica y justicia socials (63). ‘Se puso como modelo a la socialdemocracia de Escandinavia. La libertad y ro Ia lucha de clases se ubicé fuertemente en el centro socialista, de modo que (61) Cf: Juan Fernando Segovia, «Nuevas tendencias en el constirucionalismo», en Dardo eter ow yoos, Dench Piles Previn! Arena, Dep, Mendon, 1950, rome I pigs, 105-156. (62), Bue vere, de Hao Lasky su bo La ers de la demeraci, Siglo ein, Baenos Aires, 1946, (63) Citado por Bracher, La ent de las ideologies, cit., pig. 136. 230 las medidas propias del Estado Social no se vieron mas que como medios 0 instrumentos para alcanzar ese objetivo en todos los estratos sociales. De ahi |a propuesta de una economia mixta y el lema que haria famoso al Congreso: «Tanta libertad como sea posible, tanto planeamiento como sea necesario». Por iltimo, acabando ya la transformacién, la socialdemocracia renuncia a definir- se como wn partido clasita y postula la idea de un partido de masas. Henri de Man, en sti libro £1 pueblo (1937) decta: «No somos un partido revolucionario de clase, sino un partido popular, un partido de gobierno democritico y mayoritario, un partido constitucional de orden y de autoridad, un partido nacional (64).» Finalmente, en la evolucién de la ideologia, acaba por identificarse socialis- ‘mo con democracia: porque es democritico promover reformas sociales en pro- cura de una igualdad maverial para todo el pueblo. La verdadera democracia es la socialista, de la misma manera que el verdadero socialismo es el democriti- co, pues el socialismo, como querfa Bernstein, se confunde con la democracia en su eyolucién cotidiana, en su dindmica real. «La democracia ¢s una condicién del socialismo en un grado mucho mayor que el admitido generalmente; es decir, no és solamente un medio, sino tam- bign la sustancia [del sociaismo] (65).» 4, La economia socialdemécrata. Es este un capftulo de grandes transformaciones dentro de la ideologta socialdemécrata, pues {a idea central, una economfa humanitaria y democréti- ‘ca, admite histricamente diversas formas de convivencia con la economia libe- ral (66). El horizonte se ha ido estrechando o ampliando, segiin se lo quiera ver: desde una convivencia forzada con el mercado, al que se queria susticuir en un comienzo por una economfa nacionalizada y planificada, pasando luego por una economia mixta, la socialdemocracia evoluciond a una defensa abier- fay franca de [a produccién privada y de la competencia, del mercado, aun- que con ciertas regulaciones. EI primer momento socialdemécrata est4 marcado por la idea anticapitalis- ta: hay que destruis, decia Leon Blum, el capitalismo desde adentzo; frente al reformismo de de Man, sugiere un lema: «reformas revolucionarias, no refor~ (GC) Grado en Chateety Psie Kouchner, Lar concepiones polticas de siglo XX, city pg, 128. (65) Bernstein, Secialiome evolucionit, city pig. 125. {66} En general: Chatclec y Pisce Kouchnet, Las concepeiones plitioar del siglo XX. cis pigs. 127-130'y 137-142. 231 mista. Esto supone una gran revolucién econémica, un cambio total de las relaciones de propiedad privada a través de la colectivizacién de los medios de produccién. Un segundo momento esté ejemplificado por la prictica del Partido Social Demécrata Alemin y el Partido Laborista inglés luego de la Segunda Guerra Mundial, que impuso un sistema econémico mixto, donde combinaba la planificacién centralizada y las empresas publicas con el respeto ala propiedad privada de los medios de produccién. Pero ya en esta época otra alternativa era offecida por la socialdemocracia sueca: se renunciaba a la pro- duccién estatal directa a cambio de una intervencién del Estado mediante polt- ticas de redistribuci6n, que asegurara una red asistencial. Con ef paso del tiempo, y 2 rafz de su convivencia con la democracia libe- ral al mismo ciempo que debido al fracaso de las polfticas econémicas antica- pitalistas, la socialdemocracia se ha convertide cn una fuerza gestionaria del capitalismo, esto es, ha reforzado la economia capitalista a través de la capaci- dad ditectiva del Estado. Es un hecho indiscutible que los socialisas han dado vvarios pasos atrds, ideol6gicamente, en la tentativa de socializar los medios de produccién, avanzando, en cambio, en la prictica de la administracién, direc- cia y organizacién del capicalismo. En esta evolucién hay dos hitos que destacar. En el I." Congreso de la Internacional Socialdemdcrata (1951) se afirmé la primacta del interés general sobre el individual, postulando una politica de reforma social que sostuviera el pleno empleo, la seguridad social y la distribucién de ta riqueza. Pero, al mismo tiempo, se ascguraba que la planificacién debfa adaptarse a cada pats, siendo las «aacionalizaciones» de empresas un medio, como en el caso del laborismo inglés. Para otros, esta tendencia coincidfa con las ensefianzas sociales cat6licas. El socié- logo socialdemécrata Gerhard Weisser ha escrito lo que sigue sobre la visién de la economia y la sociedad que tiene Ia socialdemocracia alemana: El sentido de la actividad econdmica estt dererminado siempre por una plutalidad de intereses positivos y negativos y, de acuerdo con esto, resulta de diversas decisiones extraeconémicas. Nuestra imagen fundamental del hombre actual, muy semejante a la de la doctrina social catdlica, pone de manitiesto que esto tenfa que ser también ast. Nacuralmente, en primer lugar interesa el resultado de Ia economia en bie- nes, y nos hallamnos aqut ante una regla politica que se expresa hoy casi como un dogma: evidentemente, la economis tiene que suministrar el méximo de producto social; esta es su finalidad (67).» Pero poco tiempo después, en el Congreso de Bad-Godesberg de la Socialdemocracia alemana (1959), sc avanzé més alld en las relaciones con el (6D) En Kretesing Ilia Catlie y demote city pgs. 1-112. 232 capitalismo liberal. Por lo pronto, se sefalé la conveniencia de una planifica- cién estatal a largo plazo, a través de medios indirectos de accién sobre la eco- nomia Y, ademds, se ratificaron ciertos elementos liberales antes inadmisible, como la libre iniciativa empresaria y la libre elecci6n del consumidor. En esta ocasién se afirmé: «La competencia en toda la medida de lo posible, la plani- ficacién que sea necesatia.» Si se avanza en el tiempo, todos recordamos que en los tiltimos aos varios gobiernos socialdemécratas han dado pasos agigan- tados hacia una desestatizacién de sus cconomias, especialmente en la etapas, productiva y de servicios, liquidando las empresas nacionalizadas (Espafa, Francia, por caso), al advertir que las crisis econémicas y sociales no comien- zan ya en el sector privado sino en el piiblico. Igualmente, otros pafses (como los escandinavos) que habian hecho de la politica impositiva el instrumento de la redistribucién han debido aceprar que aquella tiene Itmites de modo que ésta debe empezar a reconsiderarse. Como resumen de esta nueva posicién, quedémonos con las afirmaciones del recordado Iider socialdeméecrata sueco, Olof Palme: «Nosotros, socialistas, vivimos en cierta manera en simbiosis con el capi- talismo. El movimiento obrero ha sido concebido como una respuesta al capita- lista. Desde hace mis de cien aos se ha discutido sobre los problemas del reparto y del poder, etectera. Pero, salvo diferencias de detalle, hemos querido Jas mismas cosas que el capitalismo: la organizacién industrial, porque ls indus- tializaci6n crea trabajo, unas formas de produccién més eficaces porque con ellas se crea la prosperidad. También hemos querido disponer la infraestructu- ra de la sociedad industrial. La crisis actual del capitalismo es también una cri- sis de la sociedad industrial. Nuestra tarea consiste en salvarla (68).» 5. Los replanteos de la izquierda en crisis. La pregunta cae por su propio peso: ;qué ha quedado de los viejos ideales socialistas? zdénde han ido a parar las ideas radicales y revolucionarias? Los desencantados con la socialdemocracia, la acusan de ser un socialismo capita- lista, con més de capitalista que de socialista. La socialdemocracia representa hoy en dia un socialismo aburguesado y conformista, que s6lo puede ser exi- toso en una sociedad opulenta. Es deci, la socialdemocracia vive y subsiste en el Estado de Bienestar. Ante la crisis del Estado de Bienestar, la socialdemo- cracia ha entrado también en crisis pues ya no puede gestionar ni redistribuir las riquezas que no se generan. Ya no habrian diferencias substanciales entre el (68) Che en Chalet y Pier Kouchnes, Lar connpioes polices del silo XX ce, pps 197138, Sobre er cambio, iterate libro gut comple carey cnvenacione ene ts lideres socademécras Willy Brand, Brano Kacaty y Olof Palme, La aleratna miele mnécrta. Blame, Bacon, 1977. 233 Tiberalismo democrético y la socialdemocracia, que serfa una variante préctica del liberalismo (69). Resulta indicativo que la socialdemocracia haya virado audazmente en su discusso ideoldgico, acomodindose al descrédito del Estado y a la impotencia de las politicas estatales, apoyando ahora a la sociedad como yunque del bienestar; la ideologia de la sociedad de bienestar consuma esa con- nivencia entre liberalismo y socialismo democritico (70). El oxo socialismo, el que se mantuvo apegado a las ideas comunistas, intenta hoy desprenderse del lastre histérico que signified el fracaso de la experiencia soviética, bien que habia sido criticada por algunos de ellos. Al mismo tiempo, se le hace dificil plantear un modelo alternativo de bienestar que pueda ser considerado como «socialistas. Si en el cerreno préctico han perdido la batalla, en el de las ideas le ha quedado el refugio de aspiraciones radicales, de banderas igualitarias a ultranza. Este socialismo disconforme y critica, con mayor ambicin te6rica, no ha renunciado af ideal ni a la utopia de la igualdad absoluta. Las tareas a abordar son, bisicamente, dos. La pri- mera es ideolégica, retomar las banderas socialistas (;se puede recuperar la idea socialista después del marxismo2); la segunda es estratégica, programdti- a, la realizacién de las consignas ideolégicas (;se puede inspirar el nuevo socialismo en la sociedad socialdemécrata2). En realidad, ambos momentos se funden en uno solo, porque en las ideologias las méximas estén prefiadas de programas. Algunos han intentado recuperar al socialismo verdadero bajo la consigna de la «utopla democréticas, que podrfa reconstruirse sobre tres bases: prime- ro, una cultura inmanentista y cientificistas segundo, un igualitarismo politi co que tienda a la redistribucién del poder, mediante la actuacién del Estado para contrapesar las desigualdades del poder econémico; tercero, la demo- cratizacién toral de la sociedad, esto es: Ia extensién de elos efectos democra- tizadores del poder del Estado a todos los niveles de las relaciones sociales», axioma que se liga a la idea de Gramsci de la politizacién absoluta. Los espa- fioles Quintanilla y Vargas Machuca, de quienes hemos tomado estas ideas, afirman que el verdadero socialismo es «la apologia de la democracia como método», es decir (69) Chi: Joaquin Garela Huidobro y otros, Reflesones sobre el socalomo liberal, Ea Universitaria, Santiago de Chile, 1988; y la polémica entre P. Anderson y N. Bobbio, recogida ga ary Andaon Noth Bobbio y Umber Cony Libero, scima,ialoma feral Nucra Socicad, Caracas 193. (70) Por ejemplo, Anthony Giddens, Le tercera vla. La renonacén de la scialdemocraci, Taurus, Madrid, 1999; y la critica advertencia de Edvard Tarnawski, «El bienestar contra el ‘Estado; premises yconsecucncias dele reforma del Estado de Bienestam, en Revises de Estudios Politicos (Neva Epoca), nim. 102 (octubre-diciembre 1998), p Lo interesante del aniculo de Tamaweki ccd en que no so respira deta melancdica rvindiaciin dl Were Sea sno gue en citfea a Giddens y Tony Bair ningin momen cia limo ie primero 234 el Ambito en el que 6s posible ejercer los derechos del hombre proclamados por la tradicién progresista y cumplir las aspiraciones que dieron origen al movimiento socialista. La democracia no es una realidad definitiva sino un pro- ‘eeso y un método a través del cual los hombres definen los fines éticos que como especie se proponen y procuran alcanzarlos» (71). Este socialismo radical no pasa de ser una mistica, una conjuracién de uto- pistas empefiados en hacer de la democracia la panacea. En su ideario, la democracia misma se desdibuja, convireiéndose en adjetivo de diversas relacio- nes sustantivas. El socialismo radical es la utopia igualitaria, que, como tal, ¢s s6lo un ideal de combate, pero irrealizable. Los autores mencionados, en un libro de revisién y propuestas, sugieren que el intento por «redefinir las ideas bisicas del socialismo democréticon conduce a que éste sea entendido como vauna tecnologfa de la igualdads, Dicen: «hoy la utopia socialista se identifica con un modelo en el que sea posible perseguir la igualdads, la que se entien- de como igualdad «de oportunidades, de recursos y de status» (72). Segiin parece, el camino actual de las izquierdas es definirse como tales y mantener una posicién ambivalente tanto frente al marxismo (con su secuela comunista {73]) como ante el socialismo (con la experiencia de los «socialis- ‘mos reales»). No se tratarfa de renunciar 2 estos legados sino de recibirlos con beneficio de inventario para poder acomodarlos al exigente mundo del nuevo siglo. El problema, entonces, estd no s6lo en la identificacién de una izquier- da que no sea socialista (en el sentido de diferir tanto de la experiencia social- demécrata como de los regimenes comunistas) sino también en la adopcién de ctiterios ideolégicos que le den a esta nueva izquierda una singularidad, una cespecificidad frente al neoliberalismo y el neoconservadorismo, al que conside- ran su gran tival en el rerreno de la politica. Las respuestas han sido tan varia- das que cualquier intento de poner orden en las ideas seria titénico. Intencaremos ver algunas de las propuestas. Ramén Cotarelo, ante el fracaso socialista propone un esquema para da reconstruccién del pensamiento de la izquierdas, sobre las siguientes bases: 1.°) «el cosmopolitismo y la sociedad universal, idea que se construye sobre el supuesto de que eos Estados nacionales se saben condenados», lo que implica (71) Miguel Angel Quintanilla y Ramén Vargas Machuca, «ldess para el socatismo del facurom en Levande, 1/18 (1984), Madd, ps, 96-104 (a isc de pp 102) ¥ de os ms mot, wocialista después de marrstas, en Levianin, 1V/25 (1986), Madtid, pdys. 97-112. 72) Miguel Ange! Quintanilla'y Ramén Vargas Machuca, La atopla racional, Espass- Calpe, Madrid, 1989, 103). Sobre el fin de la oricatacién marta, es muy claro el libro de Ludolfo Paramio, ‘ase dilwio, la izquierda ante el fin de siglo, Siglo XI, Madrid, 1988. Sin embargo, el inten- to de recuperar el cricter revolucionatio y redentor del marsismo no ha cesado, come lo maues- ia, entre otos, la coleccion de trabajos en Jacques Bidet y Jacques Texies (dit), I fururo del Jovilimo, El Cielo por Avalto/Let Buena, Buenos Airs, 1993. 235

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