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Tu eres el protagonista etal mele tml ar acs) 25 soluciones diferentes. SUPERVIVENCIA ae OW by Wy. PR ee) ee Bee I Ue net ELIGE TU PROPIA AVENTURA® - 18 SUPERVIVENCIA EN LA MONTANA EDWARD PACKARD lustraciones: LESLIE MORRILL TIMUN MAS ADVERTENCIA No leas este libro de corrido, desde el principio hasta el fin. Estas paginas contienen muchas aventuras que puedes vivir mientras intentas salir de la soledad de la montajia. Tu avion se ha estrellado en las montafias. Tu Gnica esperanza de supervivencia consiste en abrirte paso hasta el puesto del gquardabosque si- tuado 15 kilémetros al este. Todo depende de que tengas la suerte y la capacidad necesarias para sobrevivir. Estas a punto de descubrirlo. De vez en cuando, a medida que avanzas en la lectura, encontraras que debes hacer una eleccién que puede conducirte al éxito o al desastre. Una vez que hayas escogido, sique las instrucciones para ver qué te ocurre después. Piensa cuidadosamente antes de actuar. Cual- quiera de tus movimientos podria ser el tltimo... o podria permitirte salir de la soledad de la serra- nia. 1 Ta y Jake McKay, tu piloto, estais sobrevolando las Montafias Rocosas canadienses cuando el mo- tor comienza a fallar... Stbitamente quedais atrapados en medio de una cegadora tormenta de nieve. Lo que parecia un maravilloso dia de prima- vera se ha convertido en una fria pesadilla. —jEstamos perdiendo altura! —arita Jake. Pasa a la pagina 2. 2 Jake logra posar el avién en una zona Ilana y herbosa situada a la altura del limite forestal. El aparato choca con fuerza contra el suelo, re- bota y se desliza ante un bosquecillo de pinos enanos. El ala izquierda topa con un Arbol, el avidn gira violentamente y de pronto se detiene. Afortunadamente no estais heridos, sélo un poco aturdidos, aunque parece que Jake se ha torcido un tobillo. No soporta el menor peso so- bre el pie. Para colmo de males, la radio dejé de funcionar a causa del choque. Os acurrucais en vuestros asientos. Jake se ha vendado el tobillo lesionado con una bufanda de cuadros rojos. cho que nos hemos desviado bas- tante de nuestra ruta —comenta, mientras es- cudrifia el mapa con la mirada—. Nuestra tinica esperanza es que logres llegar hasta el puesto del guardabosque que vimos desde el aire. Diria que esté a unos quince kilémetros al este. Aun- que desde arriba parecia abandonado, si es igual que la mayoria de los puestos de esta zona, tiene que contar con latas de alimentos y un transmisor de radio para emergencias. Pasa a Ja pagina siguiente. 3 Observas a Jake. Sabes que intenta darte aliento. —lIré —declaras. Escuchas atentamente mientras Jake te ex- plica cémo enviar por radio una sefial de so- corro. : dake hace todo lo posible por sonreir. —Nos alcanz6 una tormenta frontal. Mira, sale el sol. Sera mejor que partas ahora para llegar al puesto antes de que anochezca. Revisas la mochila, que contiene un saco de dormir ligero, un capote, provisi6n de alimentos para un dia, cerillas y un botiquin de urgencia. Vistes una cazadora con capucha, calcetines de lana, guantes y un buen par de botas de ex- cursionista: vestimenta adecuada para una larga caminata. Luego de comprobar que Jake esta cémodo, te cargas la mochila a la espalda, te despides y empiezas a caminar. Pasa a la pagina siguiente. 4 Atraviesas a paso rapido el terreno alto y es- carpado. Casi es mediodia: el sol debe encon- trarse al sur. Si lo mantienes a tu derecha, te estards dirigiendo hacia el este. Quince kilé- metros no te parecen una distancia tan larga. En un sendero uniforme y bien cuidado, te resul- tarfa facil cubrir la distancia en tres horas, pero aqui puede llevarte mucho més tiempo. Una hora mas tarde, el cielo vuelve a enca- potarse. Se ha levantado un frio viento del norte y la temperatura disminuye. Te subes el cuello de la cazadora para mantener caliente el cuerpo. Ahora ves, ante ti, algo que parece una senda de animales que corre de norte a sur. A su lado, cerrandote el paso, se eleva una ba- Trera rocosa demasiado escarpada para esca- larla. El camino mas corto para rodear la barrera consistiria en cruzar la estridente coriente de agua que aparece a tu derecha. El agua de la corriente, de unos tres metros de ancho, bulle formando un blanco torrente. No puedes cal- cular su profundidad. Probablemente podrias atravesarla saltando de roca en roca, aunque un solo resbalén serfa fatal. Lo mas seguro seria seguir la senda de ani- males que se adentra en el pinar de tu izquierda, pero asi avanzarias en direccién norte y pro- bablemente te alejarias mucho de tu camino. Si decides sequir la senda de tu izquierda, pasa a la pagina 8. Si intentas cruzar el torrente de aqua, pasa a la pagina 7. 5 Con el sol a tu izquierda, sigues el sendero que atraviesa la elevada meseta salpicada de pi- nos achaparrados que han logrado sobrevivir en tan riguroso clima. Avanzas con dificultad por ese paisaje extrafio y hermoso hasta que fi- nalmente distingues, a lo lejos, una mintscula choza. jTiene que ser el otro puesto del guar- dabosque! Corres hasta la choza y examinas su conte- nido: cerillas, maderos, un hornillito de lefia, ali- mentos en abundancia, una mochilla provista de equipo de emergencia y radio. Rapidamente enciendes fuego y empiezas a calentar un bote de sopa. Pronto te dards un festin de sopa caliente y galletas con miel. En- tretanto sigues las instrucciones para emitir por radio sefiales de socorro, El equipo es muy sen- cillo y s6lo permite transmisiones de emergencia en una direccién. Envias un mensaje de soco- tro, pero no sabes con certeza si captan tu men- saje. Pasa a la pagina 10. 7 Bordeas el encrespado torrente de agua y buscas un punto por donde cruzar. Poco des- pués te topas con una parte cubierta de cantos rodados. Te cifies la mochila a la espalda y sal- tas de roca en roca. Casi has terminado de cru- zar cuando tu pie derecho se posa sobre una piedra suelta, lo que te hace perder el equilibrio y caer a las gélidas aguas. La espuma rocia tu rostro mientras te agarras frenéticamente a un tronco atascado y luego siques, un poco a nado y otro poco vadeando, hasta llegar a la orilla opuesta. Pasa a la pagina 9. 8 Al seguir la senda de tu izquierda, te diriges hacia el norte, bordeando la barrera de granito que te impide avanzar hacia el este. Subes cada vez mas; es una ascensién larga y agotadora, pero parece el tnico modo seguro de cruzar la montafia. Finalmente llegas a una meseta situada muy por encima del limite forestal. Tu camino hacia el este ya no esta cerrado y emprendes la mar- cha a través del terreno alto y yermo, contento de encaminarte hacia el puesto del quardabos- que. Aunque ahora el camino esta expedito, te azota un fuerte viento. Pocos instantes después, espesos nubarrones cruzan la montafia. Subi- tamente, la tormenta te alcanza. Intentas con- servar la calma. Lo Gnico que distingues en me- dio de la nevada torrencial es el terreno que pi- sas y el difuso contorno de las rocas cercanas. Utilizando el viento como brijula —ya que pa- rece mantener constante la direccién norte—, intentas no perder el rambo. Entonces ves un hueco entre las rocas, casi una caverna, un re- fugio para protegerte del viento y de la nieve. Tal vez deberias ponerte a resguardo hasta que el tiempo mejore. En ese momento te acuerdas de Jake y de que cuenta contigo. Estas tan ate- rido y apenado que te resulta dificil pensar con claridad. Te preguntas si a pesar de la tormenta deberias seguir adelante. Si sigues adelante, pasa a la pagina 12. Si te pones a cubierto, pasa a la pagina 37. 9 Estas calado hasta los huesos y tiritas de tal manera que te cuesta trabajo respirar. Intentas entrar en calor caminando y te diriges hacia el sudeste, siguiendo la base de la ladera rocosa. Si logras encontrar un sitio por donde escalarla, podras dirigirte de nuevo en linea recta al este: hacia el puesto del quardabosque. Pero el re- mojén en la corriente de agua te ha provocado un frio atroz. No estas sequro de poder seguir adelante. Cerca ves lefia menuda y ramas de pino se- cas. Quiza fuera buena idea encender una ho- guera y secarte de la cabeza a los pies. Pensabas que tenias suficientes cerillas, pero una de las cajas esta empapada y en la que no se mojé s6lo queda una. éDeberias utilizar la Gltima cerilla? Tal vez sea mas importante proseguir la marcha. Si te en- tretienes encendiendo una fogata y entrando en calor podrias no llegar al puesto del guarda- bosque antes de que anochezca. Si te detienes a encender una fogata, pasa a la pagina 11. Si sigues tu camino, pasa a la pagina 14. 10 Esa noche, una violenta tormenta brama fuera, en la intemperie, pero ti duermes a pierna suelta. Después de haberte desayunado copiosamente, te sientas junto a la radio e in- tentas enviar mas sefiales de socorro. Si pudie- ras saber con certeza que alguien las capta... jes demasiado aventurado esperar! El mapa pe- gado a la pared muestra una carretera que sélo se encuentra a veinticuatro kilémetros al este. Pero en esas montafias no lograras cubrir dicha distancia en una sola jornada. Tendrias que pa- sar la noche al raso. Y si te perdieras, es posible que ni Jake ni td lograseis salir con vida de la montafia. Si decides caminar hasta la carretera, pasa a la pagina 31. Si prefieres esperar a recibir ayuda, pasa a la pagina 59. 11 Amontonas algunas ramas de pino secas y otras ramitas. Enciendes el fuego con sumo cui- dado, protegiendo tu tinica cerilla del viento. Lo logras. Poco después tienes una buena ho- guera. Tardas un par de horas en entrar realmente en calor y secarte. Ahora debes darte prisa. El cielo se ha encapotado, el viento sopla con mas fuerza y una nevada ligera y suave aguijonea tus mejillas. Avanzas unos cientos de metros y descubres un sendero que sube por la barrera rocosa: una abrupta hondonada. La parte central de la hon- donada parece el sitio mas facil de escalar, pero te preocupan las grandes rocas préximas a la cima, ye que algunas parecen estar sueltas. Tal vez deberias ascender por un costado, aunque sea m4s escarpado y resulte menos facil de mantener el equilibrio. Tienes un vago recuerdo de que alguien dijo que no se debia escalar la parte central de una hondonada. gO que no habia que escalar por el costado de una hondonada? No logras re- cordarlo. Si asciendes por el costado de la hondonada, pasa a la pagina 21. Si escalas la parte central de la hondonada, pasa a la pagina 25. 12 Aprietas los dientes y luchas por avanzar. Es- tas decidido a seguir en movimiento. Logras lle- gar a un saliente protegido de la embestida del viento. A partir de este punto tendras que es- calar una escarpada pendiente a través de una alta loma que conduce a la cumbre de la mon- tana. Aunque escalar es dificil, no te costara tra- bajo mantener el equilibrio. La nevada amaina y mejora la visibilidad. Progresas por la larga la- dera, trepando y trepando hasta encontrarte por encima de las nubes que flotan sobre el va- lle. Mires hacia donde mires, los picos cubiertos de nieve se alzan hacia el cielo cristalino. jJamas has contemplado semejante vista! Contindia ascendiendo, pero ahora te cuesta mucho mis esfuerzo respirar. Empiezas a toser. Poco después te duele la cabeza y te sientes ma- reado. Sin embargo, estas bastante caliente gra- cias a la escalada y no corres peligro inmediato de sufrir hipotermia (0 sea, que tu cuerpo sufra un enfriamiento grave). éDeberias seguir esforzandote para llegar a la cima? No puede haber mas de nueve metros hasta la cumbre de la loma. ¢O seria mejor que retrocedieras montafia abajo y renunciaras al te- treno que tan penosamente has conquistado? Si sigues escalando,’ pasa a la pagina 96. Si retrocedes montafia abajo, pasa a la pagina 15. 14 Reanudas la marcha, bordeas el extremo su- doriental de la barrera rocosa y buscas un sitio para subir. El viento helado penetra en tu ropa hameda, Te castafetean los dientes mientras avanzas penosamente, encorvado para prote- gerte del frio. Tu vision se enturbia y empiezas a quedarte sin resuello. Tienes la impresién de que tus piernas son de goma. Tropiezas con una piedra y caes. Haces esfuerzos por levantarte, pero das violentos bandazos y vuelves a caer. Yaces acurrucado en el suelo, tiritando, dema- siado débil para buscar refugio. Comprendes vagamente lo que ha ocurrido: tu temperatura corporal ha disminuido peligrosamente. No cabe duda, ya que presentas los sintomas de una hipotermia avanzada: tu cuerpo pierde ca- lor mas rapido de lo que puede generarlo. Si hubieras encendido una fogata y entrado en ca- lor... pero es demasiado tarde. Fin 15 Contrariado, vuelves sobre tus pasos y descien- des por la montafia. Cuando has bajado cerca de trescientos metros, te sientes mucho mejor. Desde tu nueva posicién, mas ventajosa, divisas un campo de nieve que ocupa un amplio valle, de aproximadamente un kilémetro y medio de an- cho, que se extiende entre dos altas cumbres. Es- tudias la direccién del sol y llegas a la conclusién de que la mejor ruta para llegar al puesto del quar- dabosque probablemente consista en atravesar el campo de nieve hacia el este. Por fortuna la nieve esta firme y tu peso no que- brard la capa solidificada. En pocas horas consi- gues atravesar la mitad del campo nevado. AGn existe la posibilidad de llegar al anochecer al puesto del quardabosque. Sin embargo, el clima se esta convirtiendo en un problema. Sabes que en las montafias el clima puede variar con inquietante brusquedad. Y eso es precisamente lo que esta ocurriendo. El sol ha desaparecido. Ha empezado a nevar y sopla un fuerte viento que hiere tus mejillas y tu nariz y em- pafia tu visién. Avanzas con dificultad y la tor- menta arrecia. Poco después tienes que afrontar una ventisca. Si sigues adelante, pasa a la pagina 63. Si cavas un refugio en la nieve y te proteges en su interior, pasa a la pagina 22. 16 En cuanto esta libre, Chauncey se apodera de la escopeta y declara: —Sé usarla. Gino regresa unos instantes después. Chaun- cey le apunta con la escopeta y lo arrincona. Mientras Chauncey vigila a Gino, intentas co- nectar la radio. Luego de varios intentos falli- dos, consigues ponerla en funcionamiento y al anochecer estableces contacto con la Real Po- licia Montada de Canada. —Evitad que el prisionero se mueva —acon- sejan los policfas—. Llegaremos en helicoptero al amanecer. Chauncey y ta os mirais. Sera una noche larga y tensa. Gino empieza a ponerse nervioso. Tal vez deberiais intentar atarlo para que no pueda atacaros. Si pides a Chauncey que apunte a Gino mientras intentas atarlo, pasa a la pagina 99. Si ordenas a Chauncey que vigile a Gino, pasa a la pagina 104. 18 Con el sol a tu derecha, sigues el sendero. De vez en cuando aparece marcado con monton- citos de piedras, |Debes de estar llegando a la civilizaci6n! Con un poco de suerte, arribards al proximo puesto del quardabosque antes de que anochezca. Al mediodia te encuentras bastante por de- bajo del limite forestal. Ahora el sendero esta sefialado por marquitas blancas pintadas en los pinos achaparrados que bordean la senda. Como tienes mucha hambre, te acomodas en una roca y te das un festin a base de galletas saladas y manteca de cacahuetes. Te gustaria echarte a dormir la siesta, pero sabes que debes seguir andando. El viento arrecia, el cielo se esta encapotando y la temperatura disminuye a un ritmo creciente. Pasa a Ia pagina siquiente. 19 Reanudas la marcha deprisa. A juzgar por lo mucho que has avanzado, el puesto del quar- dabosque no puede estar a mas de cinco o seis kilémetros. El cielo se encapota y comienza a nevar. Al principio sélo se trata de unos copos pequefios dispersos, pero poco después nieva copiosamente. El viento aiilla y las rafagas he- ladas se cuelan por tu cazadora. No sélo em- piezas a enfriarte sino también a preocuparte. Abres la bolsa con alimentos y comes un poco mas de manteca de cacahuetes. Necesitas mas energias, calorias adicionales. Hasta la manteca de cacahuetes te resulta fria. Cargas raépidamente la mochila a tu espalda y te pones en movimiento. No puedes perder tiempo. La visibilidad empeora a medida que la nieve se espesa. Pero mantienes el ritmo, bor- deando la ladera de la montajia. A esa altura estés bastante seguro de que has recorrido la mayor parte de la distancia que te separa de la Ultima cabafia. No puede faltarte mas de un ki- l6metro y medio para llegar al refugio... y a la radio. A través de la nieve, que cae torrencial- mente, divisas un arqueado saliente rocoso que forma algo parecido a una diminuta cueva. {Te tefugiards alli y esperaras a que amaine la tor- menta o seguirds adelante? Si te pones a cubierto, pasa a la pagina 37. Si contindas la marcha, pasa a la pagina 27. 21 Subir por el costado de la hondonada se con- vierte en una ascensién larga y agotadora. Aproximadamente en la mitad, un inmenso canto rodado cae violentamente por la parte central y te asusta casi hasta enloquecer. Por suerte estas al margen de su trayectoria y media hora después llegas a la cima. Contemplas la elevada meseta. Gran parte del terreno esta po- blada de pinos enanos y en otros puntos sélo hay roca desnuda con manchones de nieve aqui y alla. Son casi las tres. Sabes que el puesto del guardabosque esta al este, pero como las nubes tapan el sol no sabes con certeza hacia dénde queda el este. Crees que te orientaras en esa direcci6n si sigues el riachuelo que pasa a tu iz- quierda. Siempre pensaste que tenias buen sen- tido de la orientacién, pero recuerdas que en esta regién, por lo general, riscos y lomas van de norte a sur. Quiza ahora te estés encami- nando hacia el este, aunque esta direcci6n pa- rezca estar a tu izquierda. Si es asi y siques el curso del riachuelo, jiras hacia el norte y no ha- cia el este! Si avanzas en linea recta, pasa a la pagina 56. Si confias en tu sentido de la orientacién y sigues el riachuelo, pasa a la pagina 28. 22 Sabes que tienes que buscar refugio. No pue- des llegar muy lejos en medio de una ventisca en la montafia y, aunque lo intentaras, jamas conseguirias avanzar en la direcci6n correcta. Miras a tu alrededor y reparas en un saliente rocoso en que ha quedado atrapada una abun- dante bolsa de nieve. Es tu Gnica posibilidad de salvarte de la tormenta. Con las manos enguantadas, empiezas a ca- var un tanel en el cimulo de nieve. Afortuna- damente la nieve esta firme pero no helada y progresas, abriendo lentamente un tanel lo bas- tante grande para reptar de cabeza en su inte- nor. Agotado por el esfuerzo pero satisfecho de estar a salvo de la nevada y el viento arrasa- dores, contintias cavando hasta ensanchar el ta- nel lo suficiente para darte la vuelta y quedar de cara a la entrada. No ignoras que has de man- tener abierto un conducto de aire, pues de lo contrario te ahogarias. Como necesitas conservar el calor corporal, te comes el chocolate que te queda. Te sientes mejor. Al menos de momento estas ganando la batalla al frio. Te metes en el saco de dormir y cierras los ojos. Mientras la ventisca brama en medio de la noche, duermes a ratos y ocasio- nalmente compruebas que el conducto de aire siga abierto. Pasa a la pagina 24. 23 Probablemente nadie ha pescado nunca en ese arroyo. Las truchas no son desconfiadas. Te quitas la botas y los calcetines y vadeas el arroyo con suma lentitud, y procuras no asustar a los peces. Estiras tu capote como si se tratara de una red y gradualmente lo acomodas bajo la trucha mas grande. Te dispones a pescarla y a sacarla del agua. El pez se escabulle de un salto. Vuelves a intentarlo varias veces. A cada intento, la trucha se escapa. Si tuvieras una red de verdad, seria facil. Pasa a la pagina 64. 24 La tormenta ha cesado al amanecer. Un sol brillante resplandece sobre la nieve recién caida. Deberias ponerte en camino, pero no sa- bes si tendras fuerzas para llegar al puesto del guardabosque o si podrds encontrarlo. Quiza seria mas sensato consumir tus ener- gias de otro modo: escribiendo a pisadas en la nieve la palabra SOS, en letras lo bastante gran- des para que las vea cualquier avin que so- brevuele la zona. Te llevara una par de horas y agotara casi todas tus energias, pero probable- mente sea el mejor plan. Si escribes a pisadas la palabra SOS en la nieve, pasa a la pagina 49. Si sigues tu camino, pasa a la pagina 33. 25 Asciendes por el centro de la hondonada. De vez en cuando tropiezas con un esquisto suelto, pero avanzas sin cesar. Estas a mitad de camino cuando oyes un sonido atronador por encima de tu cabeza. Un inmenso canto rodado de co- lor gris ruge barranca abajo y se dirige en linea recta hacia ti. Trozos de roca y esquisto salen disparados a su paso y levantan nubes de ‘Oo. Intentas gatear hasta el costado de la hon- donada, pero te faltan esos poquisimos segun- dos adicionales... Fin 27 Llegas a la conclusi6n de que lo mejor es acercarte a tu meta. Aceleras el paso, conven- cido de que la caminata esta a punto de tocar a su fin. Pero la visibilidad se reduce y el violento viento ailla a tu alrededor. Ya no divisas el per- fil de la loma. Ahora no tienes posibilidades de encontrar el camino de retorno hasta el refugio rocoso. Has de seguir moviéndote, aunque sélo sea para mantener el calor corporal. Caminas dificultosamente; aprietas los dientes mientras se te hielan las majillas y la nariz. Tal vez haya alguna posibilidad, no cesas de alentarte. jNo puedes darte por vencido! Aunque parezca dificil que la tormenta pu- diera arreciar, es lo que ocurre. El viento azota tu nariz y tus mejillas semicongeladas, Tus ojos quedan cegados por la nevada torrencial que ataca tu rostro como un enjambre de airados avispones. El frio penetrante encierra tu cuerpo en su abrazo mortal. Caes rendido: una valiente victima de la furia de la naturaleza. Fin 28 Llegas a la conclusién de que has de confiar en tu sentido de la orientacién. Giras a la iz- quierda y sigues el riachuelo. Tras caminar du- rante otra hora, divisas una loma mas adelante. Te encaminas impaciente hacia ella. Abrigas la esperanza de divisar el puesto del guardabos- que desde la cumbre. iDe pronto notas que a unos cuarenta metros y mirandote a la cara se encuentra un enorme oso! Se trata de un oso pardo, una de las bestias mas grandes, malas y peligrosas del mundo. Avanza un paso hacia ti, da otro, se detiene y te observa como si estuviera decidiendo qué hacer, Se levanta en dos patas y se yergue en toda su altura: jdos metros! ¢Esta a punto de atacarte? Si permaneces inmdvil para no alarmar al oso, pasa a la pagina 34. Si corres para salvarte, pasa a la pagina 61. 30 —No, Jake, te has lastimado la piema y ne- cesitas atenci6én médica. — Gracias, chico —responde—. Jamas olvi- daré esta actitud. No te preocupes, dentro de pocas horas vendrdn a recogerte. Ayudas a Jake a acomodarse en el soporte que pende del helicéptero. Segundos después esta en el aire. Observas mientras lo izan hasta la cabina. Te alegras de que esté a salvo, pero no puedes dejar de pensar en ti. Parece que te has convertido en una especie de héroe, aun- que pronto podrias ser un héroe muerto. En el preciso momento en que Jake desa- parece en el interior del helicoptero una espesa masa de niebla cubre la montafia y dificulta la visibilidad. Apenas distingues el avién caido a corta distancia, De repente oyes un ruido sordo. Una sombra obscura ha chocado contra la nieve, algo que cayé del helicéptero mientras subia verticalmente y se alejaba. Pasa_a la pagina 36. 31 Guardas en la mochila el sa i | : co de dormir, dos cajas de cerillas a prueba de agua, un tarro de miel y algunas chocolatinas. Pones rumbo al este. El primer dia cubres mas o menos la mitad de la distancia que te separa de la carretera Agotado por el paso rapido que te has fijado, te preparas una cena rapida de galletas, frutos secos Y Manzanas secadas. Tomas una choco- _ de postre y te acuestas. _Al_amanecer, te despierta una lluvia torren- cial. Tu saco de dormir esta empapado. Estée ae, tiritas y te has enfriado peligrosamente odrias sufrir hipotermia. Debes encender una logata de inmediato, Los Arboles que te rodean son especies j6venes de hoja perenne. Las ra- ~ y las ramitas secas escasean, pero encuen- : oo Poco después has encendido una quefia, TO necesi Ssequi abundante lefia. = mone Xe : No la encuentras. Tien 0 . es que buscar de pino y acumularlas sobre tu pequejia Sous ees conseguir una buena llama. [Si tuvieras un = a! Te frotas las manos, procurando man- enerlas calientes. En pocos segundos tu ho- ome — y se apaga. Encuentras mas ra- — nciendes otra fogata, pero ocurte lo oo la nevisca es abundante. Te das cuenta Hae a es esta echada. Te encuentras de- mal para seguir adelante. ogra Tas salir de esa montafia. —_—_ Fin 33 No te decides a apostarlo todo a escribir a pisadas una sefial de socorro, por lo que deci- des terminar de cruzar el campo de nieve. Por fortuna consiques llegar hasta una loma rocosa practicamente despejada de nieve. Sabes por el sol que estas en el camino correcto, en direc- ci6én este, y tus expectativas crecen. Casi un kilémetro y medio mas adelante la loma se inclina algo hacia el sur. Hacia el este la barrera montafiosa cae tan cortada a pico que sdlo podrias descender con cuerdas. Tendras que seguir el camino més largo a fin de bajar por la ladera de la montafa. El viento ha acu- mulado grandes montones de nieve. Das mu- chos pasos de mas para rodearlos. Finalmente tienes una buena panoramica de una ladera abierta que desciende hasta el linde del bosque y, a un kilémetro y medio de dis- tancia, mas o menos, ves algo que te provoca escalofrios. Se trata del avidén que te llevé a esta montafia desierta. Has estado caminando en circulos. Pasa a la pagina 38. 34 Permaneces inmévil como una estatua. Unos segundos después, el oso vuelve a ponerse a cuatro patas, se sacude y se aleja pesadamente. Esperas unos minutos y luego reanudas caute- losamente la ascensi6n hasta lo alto de la loma. Alli, protegida por algunos pinos, se eleva una pequefia estructura de madera. Durante unos segundos piensas que podria ser el puesto del guardabosque, pero cuando abres la desven- cijada puerta compruebas que sdélo es una choza de tramperos abandonada, vacia, salvo un par de sillas viejas y un cajon de madera que antafio debié de servir como mesa. Cerca del cajén, en el suelo, hay un papel amarillo arrugado. Lo coges y procuras alisarlo al maximo. Se trata de un sencillo mapa de la zona que tiene este aspecto: Mina de oro abandonada . -* Puesto del Mt. Chilmark “**9¥ardabosav Eagle Peak Pasa a la pagina siguiente. 35 Este mapa es la mejor pista de que dispones con respecto a la situacién del puesto del guar- dabosque. Sales con él en la mano y miras a tu alrededor. EI riachuelo que seguiste hasta llegar a ese sitio traza una curva a la izquierda, a la altura de la choza. Mas alla de ésta se abre un camino que recorre unos pocos metros antes de bifurcarse en dos senderos: uno a la izquierda; otro a la derecha. Si decides seguir el riachuelo, pasa a Ja pagina 112. Si eliges la bifurcacién de Ia izquierda, pasa a la pégina 42. Si eliges la bifurcacién de la derecha, pasa a la pagina 46. 36 Durante unos segundos temes que el objeto caido sea el pobre Jake, que su cuerda se haya roto mientras lo izaban a bordo del helicdéptero. Pero al acercarte adviertes que se trata de un bulto que lleva escritas las siguientes palabras: «Mochila de emergencia». Tardas media hora en arrastrar el bulto hasta el avidn, pero vale la pena, ya que contiene un calefactor portatil y un hornillo, combustible, manteca de cacahuetes, una lata de bollos, ga- lletas, frutos secos, atin en conserva, sopa y chocolate: todo lo que necesitas. No sabes si es- tas mas hambriento que fatigado o al revés, pero te alegras de ver que el objeto mas grande de la mochila es un saco de dormir de plumén, adecuado para temperaturas de hasta treinta arados bajo cero. Mientras el viento ruge y afuera arrecia otra tormenta de nieve, te preparas la cena y luego te metes en el mullido saco de dormir. jEstas atrapado en una ventisca en medio de la sole- dad de la montafia, pero nunca te has sentido mejor! Fin 37 Te metes en la cueva. Qué alivio estar a salvo del viento y la nieve. Tanteas hasta internarte en el interior. El terreno es blando. Te quitas un guante y tocas agujas de pino y ramitas. Te po- nes a gatas y las amontonas. Extiendes tu saco de dormir sobre este lecho toscamente fabri- cado y, fatigado, te metes en él. Duermes mien- tras la tormenta arrecia en la intemperie. Pasa a la pagina 41. 38 Detestas tener que dar la mala nueva a Jake, pero nada puedes hacer salvo volver al avin. Al menos esa noche contaras con un refugio. De cualquier modo, sabes que el tiempo y la energia desperdiciados podrian ser fatales para los dos. Te apresuras a llegar al avién. De su interior no sale ningun sonido. Tal vez Jake duerma. Tal vez él... pero no quieres ni pensarlo. Abres la portezuela del avién. Jake duerme junto a la ra- dio. —Jake, lo siento mucho pero no pude en- contrar el puesto del quardabosque. dake se incorpora sobresaltado mientras pro- nuncias bruscamente esas palabras. Una sonrisa de oreja a oreja ilumina su rostro. —Chico, me alegro de verte. Aunque la caja esta rota, he logrado hacer funcionar la radio. Tengo que instalar la antena. No podria hacerlo sin ti. Ah, queda un bote de sopa. Haz el favor de calentarlo en el hornillo. El frio me esta ven- ciendo. Pocos minutos después la antena esta insta- lada y la radio en funcionamiento. Ofs el men- saje de recepcidn: jel servicio de salvamento ha salido a buscaros! Pasa a la pagina siguiente. 39 Esa noche dormis a pierna suelta y a primeras horas de la majiana siguiente ois en lo alto el ruido de un helicoptero. Sin embargo, en la so- ledad montafiosa del Subartico, la buena suerte rara vez dura mucho. En el oeste se han acu- mulado obscuras nubes y la fuerza del viento se aproxima a la de vendaval. El piloto del helicéptero anuncia por radio que, a causa de los vientos extraordinarios, debe aligerar su carga y acortar el tiempo de vuelo. En este viaje sdlo puede trasladar a uno de vosotros. —Ve ti, Jake —dices—. Tienes una pierna lesionada. —No, chico —se niega Jake—. Soporto el frio mejor que ti. Vete. éPartirés y dejaras a Jake? ¢O insistiras en que se vaya antes él? Si insistes en que Jake vaya primero, pasa a la pagina 30. Si aceptas ser el primero en partir. pasa a la pagina 52. 41 Despiertas cuando la luz de la mafiana ilu- mina tu cueva. El sol brilla y el viento ha cesado. Estas agarrotado y te duelen las articulaciones. Tienes mucho apetito, pero estas muy animado: has sobrevivido una noche en el peor clima que te haya tocado en tu vida, Antes de partir echas un vistazo al interior de la cueva. La luz del sol permite ver algunos objetos irregulares ‘que quedaron expuestos por tus esfuerzos de la no- che anterior para prepararte un lecho. Cuando los miras con atencién, descubres que antafio la cueva sirvié como refugio a un explorador. Hay una mohosa bolsa de lona, un pico y una pala, algunos metros de cuerda y un raido mo- rral de piel. En ese momento tus ojos se posan sobre un montén de huesos blanqueados... jy te das cuenta de que has pasado la noche con un esqueleto humano! Pasa a la pagina 68. 42 Sigues la bifurcacién del sendero a la iz- quierda por lo que parece ser un pasillo natural entre cumbres serradas que se alzan cientos de metros a ambos lados. Algunas de las rocas cer- canas presentan brillantes manchitas amarillas y pardas. {Qué sera? jEs oro, mineral de oro! Tal vez acabas de hacer un gran descubrimiento. jSi es que logras salir con vida! A medida que aprietas el paso, distingues mas huellas del pre- cioso mineral. gCémo es posible que haya tanto? Entonces te das cuenta: jlo que estas viendo no puede ser oro puro, sino ese mineral comin llamado pirita y mas conocido como oro falso! Segundos después adviertes que has come- tido un error atin més garrafal, ya que mas ade- lante el camino queda cerrado por enormes ba- rreras rocosas que se curvan a ambos lados. Has llegado al final del camino. Retrocedes tan deprisa como puedes sobre el terreno accidentado y ascendente. Por ultimo llegas a la choza abandonada, pero has des- perdiciado dos preciosas horas de luz diurna. Ahora tienes que escoger entre las otras dos sendas: la que tuerce a la izquierda, siquiendo el riachuelo, o la que se abre a la derecha. Es- tudias una vez mas el viejo y arrugado mapa que hallaste en la choza. Si sigues el riachuelo, pasa a la pagina 112. Si tomas la bifurcacién a la derecha, pasa a la pagina 46. 43 Como es primavera y te encuentras a una gran altitud, faltan un par de horas para el ano- checer. jMenos mal! Luego de otra media hora de caminata llegas a una cabafia pequefia. Por primera vez tienes la certeza de que lo vas a conseguir. Y otra suerte: la puerta no tiene echado el cerrojo. Entras en la cabafia y obser- vas su interior. Hay una chimenea, algunos f6s- foros y, en un rincén, una gran pila de lefia. La cabajia esta tan fria por dentro como por fuera, pero pronto lo resolverés encendiendo fuego. Los muebles son sencillos: una mesa robusta, un par de sillas, una litera doble y un-hornillo de lefia; de la pared cuelgan ollas y cacerolas. Sujeto a la mesa con tachuelas ves un mapa bastante grande de la regién. Observas una fle- cha roja, junto a la cual lees el siguiente texto: «Esta usted aqui». El camino forestal que has sequido se distingue claramente en el mapa. Ves el punto donde se une con la carretera prin- cipal. Calculas la distancia guiandote por la es- cala que figura en el mapa. jNo esta a mas de un kilémetro y medio! Pasa a la pagina 113. 44 Abatido, reanudas el camino senda arriba. Has comenzado a escalar un saliente rocoso cuando oyes un grufido apagado. Levantas la mirada. Un puma, visibles los colmillos, esta agazapado en un saliente de la derecha, con los miisculos tensos. El gran felino pega un salto. Levantas los bra- zos para protegerte la cara. Esperas que te hunda los dientes en el hombro, pero todo per- manece sereno. El puma ha saltado a una roca situada mas arriba. Te mira, da un coletazo y se aleja de un brinco. jHuye! Pasa a la pagina 47. | 47 Cuando se normalizan los latidos de tu co- raz6n, te das cuenta de que careces de las ener- gias necesarias para regresar a la choza. Has su- perado el punto de no retorno. Tendrés que contentarte con seguir esta senda abrigando la esperanza de que conduzca a la civilizacién. La senda sigue el descenso y te sittia muy por debajo del limite forestal. A ambos lados del sendero los pinos se elevan sobre tu cabeza. Te alegras' de que te protejan del viento, pero tu visibilidad es tan deficiente como si te hallaras en un tiinel y la luz va desapareciendo. A pesar de que en el Subartico el creptisculo es muy prolongado, no debe de quedar mas de una hora de luz solar. Como el lecho del riachuelo desciende a través del bosque cada vez mas denso, la luz desaparece atin mas rapido. En- cuentras un lugar musgoso donde instalar el campamento. Agotado, te duermes. ———SSaESSS La senda de la derecha es bastante uniforme y haces buenos progresos atravesando la alta meseta salpicada de grupos de pinos enanos, los tinicos Arboles que pueden sobrevivir a se- mejante altura. El hallazgo de ese mapa en la choza abandonada fue una suerte. Sin él esta- rias irremediablemente perdido, y ahora tienes la certeza de que avanzas en la direccién co- recta. Prosigues la caminata hora tras hora. Las fuerzas te flaquean. Te limitas a poner un pe- sado pie delante del otro. Sélo piensas en con- tinuar avanzando. Pasa a la pagina 56. Pasa a la pagina 51. 49 Apuestas todo al plan y comienzas a pisar la nieve profunda. Para dibujar el trazo inicial de la primera letra, caminas cuarenta pasos y a continuacién haces el mismo recorrido varias veces mas para ensancharlo. Sigues adelante. Es dificil, pero el ejercicio te ha permitido entrar en calor. El sol brilla alegremente y el viento ha amainado. Unas dos horas después, has terminado de escribir la primera y la segunda letras y parte de la tercera. Estas agotado. Se te han acabado los alimentos. Ya no tienes fuerzas para caminar. Pasa a la pagina 101. 50 Cuando te despiertas, descansado pero débil y hambriento, un sol brillante ilumina las sierras. Con el coraz6n encogido de tristeza contemplas el hermoso paisaje en su imponente desolacién. Estas a unos ochocientos metros de la orilla de un gran lago congelado casi en su totalidad. La nieve que ha caido se ha derretido y vuelto a helar hasta formar una superficie 4spera y ac- cidentada. Sin duda, llegarias facilmente a la orilla rocosa, pero més alla, a los cuatro vientos, se extiende un espeso bosque que asciende ha- cia inhdéspitas montafias de roca y hielo. Podras mantener caliente el cuerpo dentro del saco de dormir, pero no es probable que encuentres ali- mentos y no tienes modo de hacer sefiales para pedir ayuda. No existe la menor posibilidad de escalar esas montafias. Lo tinico que te queda es la esperanza. Fin 51 Durante la noche te despierta el chapoteo de la lluvia. El agua se cuela por tu techo de ramas de pino. Te desplazas hacia un lugar mas seco. El aroma a pino htimedo es dulce y fragante. Vuelves a dormitar. Cuando te despiertas brilla el sol. Te incor- poras, te desperezas y caminas hasta la co- rriente de agua que cae en cascada por el lecho del riachuelo. Ahuecas las manos, las hundes en el agua y bebes. El agua fresca tiene buen sa- bor. Comes una chocolatina como desayuno y emprendes la marcha. Un rato después, el riachuelo se une a un ru- moroso arroyo que sigues corriente abajo. Lle- gas a una parte del arroyo, parcialmente repre- sada y que forma un pozo profundo. Cerca del saliente rocoso divisas un par de truchas. De re- pente te das cuenta de que tienes mucha ham- bre. Quiza lograrias pescar las truchas con el ca- pote. ¢Te tomaras el tiempo necesario para in- tentarlo y correr el riesgo de enfriarte al vadear las frias aguas? Si contindas tu camino, pasa a la pagina 62. Si intentas pescar, pasa a Ja pagina 23. 52 —Gracias, Jake —respondes. Sin perder un minuto, te abrochas el soporte que cuelga del helicéptero. El copiloto da vuel- tas a una manivela y te acerca hacia el aparato, que permanece suspendido en el aire. De re- pente ves que una espesa masa de niebla tapa la ladera de la montafia.Cuando te introducen en el helicdptero la visibilidad es nula. El copi- loto arroja por la portezuela una mochila con provisiones de emergencia y comenta: —Espero que Jake pueda cogerla. El helicéptero se estremece bajo las rachas de viento. El motor se acelera y cambia de tono a medida que el aparato se eleva y vuela hacia el este. Contemplas la nada de color aris. —Tendremos suerte si salimos de aqui —co- menta el copiloto—. Nieblas, vendavales, ven- tiscas... parece que el meteordlogo ha ejercido todo su poder contra estas montafias. — Cuando creéis que podréis volver a re- coger a Jake? —inquieres. El piloto menea la cabeza. —En este momento sélo intento que salga- mos de este atolladero, pero el viento es infer- nal. Sospecho que no tendremos suficiente combustible. Me propongo volar a favor del viento y espero que consigamos llegar a la pista de aterrizaje de Big Horn. Pasa a la pagina 55. 59 Observas la cabina atestada. Cerca de la es- cotilla de proa hay un paquete pequejfio en que se lee «Bengalas». Junto a la escotilla de popa hay otro, con una etiqueta que dice «Linterna y cerillas». Bajo el asiento delantero hay un es- tante de almacenamiento con un letrera: «Sacos de dormirs. El piloto esta comentando algo sobre el lago Eagle cuando echas una cabezada, En sequida oyes una voz que grita: —jEstamos cayendo! Te sujetas mientras el helicéptero choca con- tra el hielo y se desliza al tuntin. Se parte un lado del fuselaje y arde, con grandes llamas. Te quedan unos pocos segundos para salir con vida... jsdlo tienes tiempo de coger una cosa! Si coges las bengalas, pasa a la pagina 72. Si coges las cerillas y Ia literna, pasa a Ja pagina 80. Si coges un saco de dormir, pasa a la pagina 95. 56 Prosigues la marcha por terreno rocoso sal- picado de grupos de pinos achaparrados. Vis- lurbras el luminoso disco solar en un momento en que las nubes se disipan. Fue una suerte: empezabas a torcer demasiado hacia el sur. Vi- ras mas hacia la izquierda y aceleras el paso. De improviso ves el pueso del guardabosque en una loma situada un poco mas adelante. La cabafia, toscamente construida a la altura del li- mite forestal, te parece tan hermosa como un palacio. Corres hacia ella, abres la puerta que no tiene el cerrojo echado y observas su inte-_ rior. Hay un paquete en que se lee: «Alimentos de | emergencia», un catre desvencijado, un hacha y un bote lleno de cerillas... jpero no hay radio! Tus ojos se posan en un papel pegado a la pa- red con cinta adhesiva. Lees las siguientes pa- labras: «Hay radio en el puesto del guardabos- que mas proximo, 13 kilometros al sur, rumbo 180°». Pasa a la pagina siguieni 97 jTrece kilémetros mas! Después de tanto an- dar no te sientes capaz de dar un solo paso mas. Te parece injusto, aunque admites que es la realidad. Te haces un ovillo sobre el catre, sa- bedor de que al alba debes ponerte nueva- mente en camino. Estas agotado y en sequida te quedas dormido. Poco después del amanecer te despierta un viento ensordecedor. Obscuras nubes atravie- san el firmamento a toda velocidad. EI aire huele a frio y humedad, como si estuviera por nevar. Abres un bote de sopa y la calientas en el hornillito de alcohol de la cabana. La sopa caliente, a la que sumas algunas galletas duras untadas con miel, te hacen sentir cien veces me- jor. Ahora tienes que cubrir trece kilémetros de terreno accidentado e indémito. Sales al exte- rior y encuentras un sendero que lleva mas alla de la cabafia. Sabes que el puesto del guarda- bosque se encuentra al sur. {Mantendras el sol matinal a tu izquierda o a tu derecha? Si mantienes el sol a tu izquierda, pasa a la pagina 5. Si mantienes el sol a tu derecha, pasa a la pagina 18. 58 Han transcurrido dos semanas desde el res- cate. Estas de vuelta en casa y te ries de una postal que Jake te ha enviado, en la cual dice: «/He decidido irme a Florida, donde la montaria mis alta sdlo tiene noventa metros!». De pronto oyes el ruido de un helicéptero que se posa... a la puerta de tu casa. Sales como un rayo y ves que Chauncey y dos hombres descienden al jardin. El muchacho core a sa- ludarte y luego te presenta a su padre y al piloto del helic6ptero. —He venido a darte las gracias por rescatar a mi hijo —dice el sefior Van Dyne— y a pa- garte la recompensa de cincuenta mil dolares que ofreci por el regreso de Chauncey sano y vo. Mas tarde, después de la partida de los Van Dyne, guardas el cheque de cincuenta mil dé-- lares en el primer caj6n de tu escritorio. Mafiana iras al banco a depositarlo. Al pensar en tu buena suerte, recuerdas el mortal de piel que cogiste en la cueva de la’ montafia. Lo guardaste en tu mochila y ya te ocupaste de ver qué contenia. Sacas la mo- chila del ropero. El morral sigue ahi. Lo ab y, con sumo cuidado, retiras un papel hecho ji- rones. 59 Cuanto mas lo piensas, mas te convences de que lo mejor es permanecer donde estas. Si la radio funciona y sefiala tu posicién, probable- mente enviaran un helicéptero de salvamento. Tienes que continuar esperando, preparado para guiar al equipo de salvamento hasta la po- sicién de Jake. Esta choza es segura. La lefia abunda y no tendrds problema para mantener la temperatura corporal. Podrias vivir varios dias aqui sin dificultades, pero Jake necesita ayuda de inmediato. Sigues enviando mensajes por radio, con la esperanza de que los capten. Han transcurrido dos noches. Al principio el tiempo fue inclemente —nieve, nevisca y vien- tos recios— y te alegraste de haber decidido permanecer en la choza. Pero esta mafiana el sol asomé en un cielo benigno y sin nubes. Apenas soportas la idea de permanecer otro dia en ese refugio. Lo que mas te preocupa es dake, que debe estar hambriento y débil. Ahora que conoces el camino, podrias llevarle alimen- tos y encenderle una fogata que le proporcione calor. Sin embargo, has aprendido que a esa altitud el tiempo puede cambiar en un santia- mén. Y si abandonaras la seguridad de la choza, quiza jamas regresarias al avidn. Si emprendes Ja caminata hacia el avidn, pasa a la pagina 73. Si permaneces en Ia choza, pasa a la pagina 105. ‘ 61 jCorres como nunca corriste en tu vida! El te- rreno es accidentado y tropiezas. Lanzas un grito, te pones de pie y echas a correr de nuevo. \Pero el oso esta a punto de embestirte! No es posible dejarlo atras. No hay donde re- fugiarse. No existe la menor posibilidad de es- capar Fin 62 Continias andando. No tiene sentido que desperdicies energia y calor intentado pescar. Seguramente el arroyo conduce a un camino o, al menos, a un rio. Si prosiques la marcha co- rriente abajo, encontrardas la civilizaci6n. Después de otras seis horas de caminata por terreno accidentado, comienzas a perder las es- pranzas. El arroyo tuerce y serpentea tantas ve- ces que probablemente sélo has recorrido cua- tro o cinco kilémetros. Tal vez aqui abajo, en el valle, estés mas protegido que en lo alto de la montajfia, pero tu vista queda obstruida por los imponentes pinos. Peor atin, esta a punto de desatarse otra tor- menta, Una fria y himeda lluvia entremezclada con aguanieve azota tu rostro. Has acabado tus iiltimas provisiones y estas al borde del agota- miento. Es imprescindible que enciendas una hoquera. Coges las cerillas, pero estan hiimedas y pe- gajosas. Cuando intentas encenderlas, se des- hacen entre tus dedos. Sigues avanzando nosamente a trompicones y caes al suelo. Ahora estés seguro de que no volveras a levanta Todo ha terminado para ti. Pasa a la pagina 63 Prosigues la marcha, decidido a conseguir ayuda para Jake. Las rachas de nieve htimeda se arremolinan en el aire. Apenas ves el terreno que se extiende ante ti, Te encantaria sentarte a descansar, pero sabes que no lograrias po- nerte de nuevo en pie. Caminas y caminas. Se te embotan los sen- tidos. Tu cerebro se obnubila como si estuvieras bajo los efectos de la anestesia. Pero atin estas consciente cuando tu pie derecho se posa sobre la nada, sobre el aire... aire que acaricia tu ros- tro mientras caes por un precipicio de mas de trescientos metros. 64 —Asi nunca pescaras nada. El sonido de una voz humana te sobresalta. Miras a tu alrededor y al otro lado del arroyo, sobre una roca, divisas a un hombre de barba incipiente que te observa. Mientras sales del arroyo el hombre abandona la roca. —Me llamo Nick Keegan —se presenta— y apuesto a que estoy mas sorprendido de verte a ti que ti: de verme a mi. ¢Cémo es que estas aqui pescando de una manera con la que nunca atraparas un pez? Le cuentas en pocas palabras la caida del avion y preguntas: —{Cémo podemos pedir ayuda para mi amigo Jake? —Haremos lo Gnico que esta en nuestras ma- nos —replica Nick—. Sigueme Pasa a la pagina 64 66 Hundes la cabeza entre los brazos, dema- siado agotado hasta para llorar. En ese instante oyes un estruendo. El ruido aumenta y luego desaparece hasta que todo vuelve a quedar en silencio. éQué fue ese ruido? Repentinamente te das cuenta de que correspondia a un camién... so- bre el asfalto. jLa carretera no puede estar a mas de cien metros! La esperanza te llena de renovadas energias. Te pones de pie en un santiamén y vas casi a paso de carrera en medio del bosque. Poco después, a través de los arboles, divisas la infi- nita franja de cemento que te dice que eres un superviviente. Fin 67 Mientras te guia por el bosque, Nick te cuenta que es un cazador de pieles y probablemente el Gnico ser humano que vive en treinta kilémetros a la redonda. —Estds a quince kilémetros de la carretera mas proxima —explica. En cuanto llegais a su cabana, Nick consigue comunicarse por radio con la Real Policia Mon- tada de Canada. —Enviaran ahora mismo un helic6ptero con un equipo de salvamento —manifiesta—. Pero el tiempo esté empeorando y en las alturas hay niebla y tormentas de nieve. Puedo decirles dénde esta esta cabafia, pero habras de indi- carme en qué lugar se estrell6 el avién. A juzgar por lo que me has dicho, deduzco que cayé en Broadback Mountain, al norte de aqui, o en Mount Chilmark, al sur. {Qué puedes decirme? Abres el mapa y procuras rastrear tu camino. Desde donde cayé el avién, éhas andado prin- cipalmente hacia el norte o hacia el sur? Si dices que el equipo de salvamento deberia rastrear Mount Chilmark, al sur, pasa a la pagina 82. Si les aconsejas registrar en Broadback Mouniain, al norte, pasa a la pagina 100. 68 éQuién habra sido el viajero que lleg6é a esta caverna?, te preguntas. ¢Cuando llegé y qué le ocurri6? Demasiado asustado para continuar pensando, guardas el morral en tu mochila y reemprendes tu’camino. Es posible que el buen tiempo no dure mucho. Avanzas bordeando una larga loma rocosa, contento de encontrar una senda de la que el viento ha arrastrado casi toda la nieve. Caminas hora tras hora, descendiendo gradualmente ha- cia una regién mds protegida. Grupos de pinos salpican el solitario paisaje. Desciendes ain mas, pero luego la senda vuelve a subir. Alrededor de mediodia conquistas la cumbre de la loma. Desde tu posicién divisas humo que sale de una chimenea que se alza por encima del techo de una cabafia destartalada. Aunque no parece un puesto de quardabosque, ja quién le importa? jTiene que haber alguien! Pasa a la pagina 71. 69 jTe encontraron! {Un avi6n de salvamento vio tu fogata! Cuando el helic6ptero se posé en tu solitario campamento, consumiste tus dltimas fuerzas en subir al aparato. Luego sufriste un colapso y sélo ahora acabas de recuperar el conoci- miento. Estas en una habitacién de hospital y cerca de ti, sonrientes, se encuentran un médico y una enfermera. En ese momento un sombrio pensamiento atraviesa tu mente y preguntas: —j;Han encontrado a Jake? —Sefior, ya puede pasar —dice el médico en direcci6n a alguien que hay en el pasillo. Segundos después, un hombre con muletas penetra cojeando en tu habitacion. jEs Jake, con una pierna escayolada, pero con una son- risa casi tan amplia como la tuya! Fin 71 Corres por la nieve recién caida en direccién a la cabajia. Lo primero que ves cuando te aso- mas a la ventana es una mesa cerca de la puerta. jEsta repleta de pan, queso, bocadillos, frutas, frutos secos y chocolate! En ese mismo momento divisas algo que te deja atin mas he- lado que el frio que has soportado: un chiquillo de aproximadamente un afio menos que tii esta atado a una silla. Tiene la cabeza caida hacia un lado, como si durmiera. En el otro extremo de la cabafia, un hombre corpulento, con la cara mas vil que has visto en tu vida, también parece dormir y esperas que asi sea. A su lado, apoyados contra la pared, adviertes un cuchillo de caza de larga hoja y una escopeta de dos cafiones. La puerta de la cabafia se halla entreabierta. Te detienes junto a ella para reflexionar sobre tus préximos pasos. Necesitas alimentos y pa- rece que el chiquillo esta en un apuro, Ademas, tienes que conseguir ayuda para Jake y sospe- chas que aqui no vas a encontrarla. Si prosigues tu camino, pasa a la pagina 83. Si decides entrar, apoderarte de algunos 4 i alimentos y marcharte, pasa a la pagina 88. Si intentas hacerte con la escopeta y el cuchillo, pasa a la pagina 89. 72 Coges los cohetes de sefiales y te lanzas sobre la helada superficie, Oyes una explosién a tus espaldas. Miras hacia atras y ves que los lla- meantes restos del helicéptero se hunden en un agujero abierto en el hielo. El aparato desapa- rece de la vista, arrastrando consigo a los dos miembros de la tripulaci6n, Estds solo en la mas profunda obscuridad. La rapidez, el horror de lo ocurrido, te provoca escalofrios, Sientes que el frenesi de la muerte se ha desatado sobre la tierra y que para ti no hay mas esperanzas que para los dos valientes pilotos que ahora yacen sepultados en el fondo del lago. Pero no tienes tiempo para lamentaciones. Debes pensar en tu propia supervivencia. Al menos ya no estas en la montafia. Aqui la tem- peratura es superior al punto de congelacién. Tal vez logres pasar la noche. éY después qué hards? No sabes qué distancia recomié el heli- céptero antes de estrellarse. Dispones de una brijula, pero ignoras en qué direccién moverte. EI hielo no es grueso. El helicéptero lo agriet6 en pocos segundos. Tendras que moverte con cautela. Pasa a la pagina 76. 73 Metes en la mochila todos los alimentos y provisiones que caben en ella y desandas lo an- dado en direccién al avién. Por fortuna, el buen tiempo se mantiene. Has descansado y tienes alimentos en abundancia. Conoces el camino y posees unas energias sorprendentes. En los po- cos dias que has pasado en la soledad de la montafia, te has acosumbrado a las grandes al- turas, has adelgazado y te has vuelto mas resis- tente y mas listo. E] sol ha caido y cuando llegas al avin la obscuridad avanza sobre el valle. Jake esta en mal estado: tiene frio, tirita y se siente muy dé- bil. Te das cuenta de que la pierna le duele mas de lo que esta dispuesto a reconocer. Pocos mi- nutos después has encendido una buena ho- guera junto al avién, que irradia calor a la car- linga. ‘ En unos instantes preparas una sopa caliente. Mientras la toma, Jake sonrie y comenta: ho que, si no hubieras regresado, no habria logrado pasar de esta noche. Pasa a la pagina 75. 75 Tomas tu sopa y contemplas la luna que se alza sobre la montafia. Aunque te alegras por- que de momento Jake y ti estais a salvo, sabes que sequis abandonados a vuestra suerte. Al dia siguiente no recibis ayuda, y empiezas a preocuparte. A media tarde del sequndo dia estas convencido de que nunca os rescataran. Mas tarde un avién desciende desde el cielo e inclina sus alas hacia abajo. jJake y ti gritais en- tusiasmados! A la mafiana siguiente un helicéptero des- ciende y os recoge para llevaros lejos de la montafia. EI piloto estrecha tu mano cuando subes a bordo del helicdptero y te dice: —Eres muy valient. Fin 76 Mientras permaneces alli intentando pensar, la luna llena se abre paso entre las nubes. Aun- que el lago parece inmenso, no puedes estar a mas de ochocientos metros de la orilla y su- pones que el hielo es sélido. Si llegas a la orilla, équé hards? La fria y palida luz de la luna se refleja en las heladas montafias que te rodean. Abres la caja de bengalas y lees las siguientes instrucciones: «Para disparar, sujétese erquida con el brazo extendido y tirese de la clavija>. éY si lanzo una bengala?, te preguntas. éQuién la ver4? Caminas con mucho cuidado hacia la orilla. Antes de recorrer la mitad de la distancia, la luna desaparece tras una montafia y quedas inmerso en la obscuridad. Una oleada de temor te recorre de la cabeza a los pies. En el par de dias que podrias permanecer con vida en esas condiciones, no consequirias escalar esas montafias cubiertas de glaciares. Estas atra- pado. Pasa a la pagina 79. 77 En cuanto Gino regresa, charlas con él. No tienes ganas de ser su amigo, pero te muestras amable y dices todo lo que se te ocurre para ganar su confianza. Descubres que esta casi tan asustado como Chauncey y tt: temeroso de que la policia irrumpa, termeroso de que su compinche se larque con el millén de délares y, sobre todo, temeroso de la idea de mataros. —Aunque no tengo un millén de délares me gustaria ayudarle —dices—. Todo lo que puedo ofrecerle es mi bici... Gino sonrie lagubremente. —Me parece que no me servira de mucho. Necesitaré un trasbordador espacial para li- brarme de todos los «polis» que me persequi- fan... y sospecho que tendré que olvidarme de mi botin de medio millén de délares. El resplandor rosdéceo que iluminaba la ca- bafia ha desaparecido: el sol se ha puesto. Gino juega con la escopeta. Se pone de pie y te ob- serva largo rato; luego contempla a Chauncey. De improviso alza el arma y la gira brusca- mente. Pasa a la pagina 84. 79 Intentas pensar con claridad. Las bengalas... pronto llegara el alba... de nada serviran en cuanto salga el sol. Coges uno de los cohetes de sefiales de la caja, lo sujetas erquido con el brazo extendido y tiras de la clavija. No pasa nada. Era defectuoso. Repites la operaci6n con otra bengala. Tampoco pasa nada. ¢Quién fa- bricé estas bengalas?, te preguntas. Sdlo que- dan dos. Coges otra. jPsss! El cohete sale dis- parado de tus manos hacia el cielo, emitiendo una brillante llamarada roja por encima de tu cabeza. Mientras la bengala se empequejfiece, se apaga y desaparece, ves otra luz jun avidn que baja en picado hacia ti! Otra bengala, arrojada desde el avidn, ilu- mina el cielo. El piloto del helic6ptero debié en- viar una seal de socorro y dar su posicién an- tes de estrellarse. Si no hubiera sido por tu ben- gala, el avién de salvamento podria haber so- brevolado el lago sin verte. Disparas la bengala que te queda. A medida que se apaga, vislumbras otras luces: jestrellas! Mafiana sera un dia maravilloso, En cuanto amanezca te rescataran del lago y entonces po- dras ayudarlos a encontrar a Jake. Fin 80 Coges el paquete impermeable que contiene las cerillas y la linterna, te arrojas por la porte-_ zuela y caes sobre la superficie helada del lago. Unos segundos después, el helicéptero estalla en una llameante convulsién que resquebraja el frdgil hielo de primavera. Poco después el apa- rato se hunde en el fondo del lago. Con la lin- terna iluminas el agujero abierto en el hielo y rezas por los valientes pilotos que dieron su vida por salvarte. Avanazas hacia la orilla, iluminando el terreno con la linterna. El helic6ptero se estrellé a unos ochocientos metros de la orilla y no tardas en alcanzar un saliente rocoso que asoma sobre el lago. El aire es frio, pero sobrepasa los cero gra- dos. No obstante, estas perdido en una aislada soledad. éPero qué fue ese ruido en lo alto? {Son ésas las luces de un avidn? Pasé. Si era un avidn, siguié su rumbo. Tal vez regrese. Tal vez. Pasa a Ja pagina siguiente. 81 Al llegar al borde del lago, ves que el cielo clarea por el este. Comienzas a percibir el mundo que te rodea. Los pinos orillan el lago y cubren una parte de las laderas de la mon- tafia, para ser reemplazados por esquistos, roca y hielo. Bordeando el lago puedes encontrar ra- mas de pino secas y trozos de madera. Al ama- necer, gracias a las cerillas, has encendido una buena fogata en el saliente rocoso. Sdlo has de- rretido nieve para convertirla en agua y no tie- nes alimentos, pero la madera abunda. Decides mantener encendida la fogata hasta que te di- visen desde el aire. Transcurren tres dias y tres noches pero no recibes ayuda. Tu tinico consuelo es la provi- sién inacabable de madera. El fuego no sdlo te mantiene caliente y seco, sino que te ayuda a no perder las esperanzas. éPor qué no recibes ayuda? ¢Te han consi- derado perdido o han llegado a la conclusién de que no puedes haber sobrevivido en esta so- ledad subértica? Notas que cada dia estas mas débil. Pronto careceras de fuerzas para mante- ner encendido el fuego. Entonces todo habra terminado. Pasa a la pagina 69. 82 —Estoy casi seguro de haberme dirigido ha- cia el norte desde Chilmark Mountain —res- ndes. bs acuerdo —afiade Nick—. {Ojala que estés en lo cierto! ; Nick vuelve a transmitir por radio y da las ins- trucciones pertinentes mientras esperas ner- vioso. Luego se gira y te mira con atenci6n. —Supongo que no te vendria mal comer algo, por ejemplo, sopa, carne de venado y pan de pasas. Es todo cuanto tengo. La sencilla comida te resulta deliciosa, pero estas ansioso. El cielo se ha encapotado y nieva. Nick se sienta delante del fuego y coge una ba- raja. —Sabes jugar al gin rummy? —pregunta. —Claro —respondes. Jugais a las cartas en una mesa hecha con un tonel cuya tapa es una tabla. La a te acom- fia, pero no te concentras en el juego. oe pros la radio chisporrotea. Nick se pone de pie de un salto y se acomoda los auriculares. Unos segundos después sonrie de oreja a oreja. —Fncontraron a tu amigo Jake y lo subieron al helicéptero antes de que se desatara una ven- tisca. Dicen que se pondra bien. —Gracias, Nick. Realmente nos has salvado. _Ta también has hecho tu parte, chico —apostilla. Fin 83 Te gustaria ayudar al chico, pero estas de- masiado cansado, hambriento y débil para me- dirte con nadie. Crees que lo mejor que puedes hacer por el chico —y por Jake— es retornar a la civilizacién lo antes posible. Avanzas por la senda. Los pinos que bordean el camino se tornan mas altos y tupidos a me- dida que el sendero desciende. Te resulta dificil creer que un delincuente se lleve a un rehén tan lejos en esos parajes inhdéspitos. Tiene que ha- ber una carretera cerca, jSi pudieras consultar un mapa! No tienes la menor idea de dénde estas y, por si eso fuera poco, la temperatura ha comenzado a bajar bruscamente. Estas conven- cido de que si contintias avanzando en direc- ci6n al valle, finalmente llegar4s a una carretera. Al final te topas con un arroyo parcialmente congelado. No tiene por qué representar un pro- blema: apenas tiene sesenta centimetros de pro- fundidad y puedes saltar sin dificultad de piedra en piedra. Has perdido fuerzas. El frio y el hambre han embotado tus sentidos. Tropiezas y tu pie iz- quierdo se hunde en el agua helada. Logras sa- carlo del agua pero chorea. Ya no te quedan cerillas para encender una hoguera y cada minuto que pasa hace mas frio. Sigues buscando una carretera y caminas tan deprisa como puedes, pero media hora mas tarde tu pie esta totalmente entumecido. Pasa a la pégina 109. 84 Te agachas y ocultas la cara entre los brazos. Una explosién te deja sordo pero sigues vivo. éQué pasé con Chauncey? ¢Te toca a ti el pré- ximo disparo? Te encoges tembloroso. Oyes un portazo y abres los ojos. Chauncey te mira boquiabierto. jE! disparo de escopeta ha hecho pedazos la radio y Gino ha desaparecido! —Era demasiado bueno para matamos —co- menta Chauncey—. Sdlo queria asegurarse de que no pidiéramos ayuda por radio. Tal vez lo- gre escapar, ya que esta noche hay luna llena. Durante unos segundos casi esperas que lo consiga. Fin 87 Corres para salvarte. Avanzas por el pinar, con el sola tu derecha, rumbo al este. El terreno desciende abruptamente. Unos diez minutos después estas por debajo del limite de las nieves eternas. Ahora sera mas dificil rastrearte. Mucho més abajo distinques una mindscula cinta de ce- mento: jla carretera! Lanzas un grito de alegria, corres senda abajo y aminoras la marcha cuando te das cuenta de que si tropiezas y te tuerces el tobillo volverds a tener problemas. Sélo tardas media hora mas en llegar a la ca- rretera. Una vez alli, aguardas impaciente hasta que logras detener un vehiculo haciendo se- fiales. Por fortuna, unos quince kilémetros mas abajo hay un campamento maderero, desde donde te apresuras a telefonear a la policia, Te alegras de hallarte a salvo, pero no estaras tran- quilo hasta saber que tanto Jake como el pobre chiquillo también se han salvado. Fin 88 Entras en la cabafia de puntillas. Cuando es- tiras la mano para coger un bocadillo una voz ronca grita a tus espaldas: —jVuelve a dejar eso en su sitio y levanta los brazos! : De algiin modo has despertado al hombr6n. Empufia una escopeta con la que te apunta a la cabeza. Antes de que puedas decir esta boca es mia te ata las manos y te empuja hasta la silla del chico. ; — Qué pasa? —preguntas en voz baja al” muchacho. ; —jSilencio! —ordena el hombre y traza cir- culitos en el aire con la boca del arma. Pasa a la pagina 91. 89 Lenta y silenciosamente, casi sin atreverte a respirar, empujas la puerta sdlo lo suficiente para poder escabullirte en el interior de la ca- bafia. Cruje y el hombre pega un salto en la silla, como si estuviera a punto de despertar. Luego vuelve a acomodarse, y respiras hondo. El muchacho atado a la otra silla te mira con atenci6n. Te llevas un dedo a los labios para avisarle que se mantenga en silencio. Luego pa- sas de puntillas junto al hombre dormido. Co- ges la escopeta y el cuchillo y te acercas cau- telosamente al chico. Con movimientos rapidos pero cuidadosos cortas las cuerdas que lo atan a la silla. —No muy lejos, debajo de la loma, hay un camino —secretea el chiquillo—. j|Cuidado con la escopeta que esta cargada! El muido despierta al hombre corpulento, que de un salto se levanta de la silla. Intentas girar el arma para apuntarle, pero el hombre se aba- lanza sobre ti. Te arranca el arma y te tumba en el suelo. Por el rabillo del ojo ves que el mu- chacho cruza la puerta veloz como el rayo. —jNo me haga dajio! —gritas, intentando distraer al hombrén. —jPonte en ese rincén y levanta los brazos —te ordena. Luego mira a su alrededor y pre- ane a gritos—: ¢Dénde se ha metido ese dia- illo? Pasa a la pagina 93. 91 Una hora mas tarde, cuando el hombre sale a buscar lefia, el chiquillo y ti tenéis ocasion de hablar. —Me llamo Chauncey Van Dyne —se pre- senta el chico—. Mi familia es muy rica y por eso estoy aqui. Dos hombres me raptaron de uno de nuestros pabellones de caza en Elk Falls, situado a unos treinta kilémetros de aqui. El otro tipo intenta cobrarle a mi padre un millén de dolares de rescate, Este hombre, que se llama Gino, dice que si al anochecer no recibe el mensaje por radio de su cémplice, en el cual le notifique que ha cobrado el dinero, me ma- tara. Sospecho que también hard lo mismo con- tigo. —

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