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BIBLIOTECA HISPANICA DE FILOSOFIA | ALOIS DEMPE DiniGIDA POR ANGEL GONZALEZ ALVAREZ LA CONCEPCION DEL MUNDO EN LA EDAD MEDIA an ange ale & J EDITORIAL GREDOS © Dditorial Gredos, Madrid, 1958, para la versi6n castellana, ‘Titulo original: Die Hauptform mittelatterlicher Weltan- schawung, R, Oldenbourg, Munchen und Berlin, 1925. Yersién castellana de José Pémsz Rresco. B LEGS, BIBLIOTECA EEOC T= BLS TEC cS eps aot mS 58 —“frikcas Chie & & = vitor Eiken, b= eS PROLOGO Lo admiracién de los grondiosos sistemas clésicos de la” Escoléstica debe considerarse potrimonio comin de las perso~ nas cultas incluso allé donde, consciente o inconscientemen- te, no es mucho lo que se conserva de la Escoléstica, La ime gen que mejor ilustra el efecto de estos sistemas es la catedrat gotica, En ésta y en aguéllos se patentiza la universolided, - amplisima con que la Edad Media concibe y expresa en es- * piritu o en piedra su visién del mundo, ast como su audax y * armoniosa concepeién légica y arquitectinica. Pero una exposicién profunda criticofiloséfica de la més sig- nificativas, y porque la moderna elaboracién cientifica de la Escoldstica, tal como la viene levando a cabo con. espiritu. ge- nuinamente histérico la escuela alemana de Baewnker, Hert- ling y Baumgartner, diste: mucho todavia, a pesar de la serie ‘ya monumental de las «Aportaciones a la historia de la filoso- 8 . Préloge fia de la Edad Media», de estar acabada, Queda mucho toda~ via que editar y que investigar, principalmente ‘si se tiene en cuenta que [as investigaciones magistrales de Grabmann s0- bre manuscritos nos descubren cada dia nuevos tesoros igno- rados. Desde el pinto de vista de esta escuela, puede incluso pa- recor casi como una perturbacion de su omplia y ambiciosa Tabor el que se entresagquen prematuramente problemas ‘iste méticos para los que, desde su punto de vista, no existe wrgentio dlguna, o7 que segin la tradicion de esto esctiela precisamente en medio de lo dispersién de la filosofie con- tempordnce se mantiene 1a idea de la Filosofia como sistema- Hzacién universal. La perentoriedad de estudiar las realizo~ diones sistembticas més poderosas de In historia de Ia filoso- fia procede de un campo diametralmente opuesto; procede del vvuimianto, cada dia més pujante, de superacién del histori- ciomo y de lo ouelta a la metafisica. Obras culminantes de- cisivas dentro de esta orientacién son la Introduccién a tas Gencias del espiritu, de Dilthey y Rothacker; y ello porque pasando, confarme a un progreso entrafiado en la naturalezo de los hechos, del trabajo histérico a Ia labor sistemética, tra ton de utilizor los resultodos del «siglo histéricor pora wna filosofia totalizadora de amplia base. Frente éstos, tinica- ‘mente subsiste la duda de si seré posible Vegar a la meta alli, “Tonde se echa de menos wna concepcién wnitoria y arménica Gal mundo, que no es obra de Ia sintesis, sino de Ia fe, del convencimiento de la decision. No iba a resultar agué de tino gran importancia el estudio de Ia imagen sistemtica del ‘nundo de una épaco pretérita con esa unitariedad de la con- cepetin del cosmos? Nosotros nos proponemos, pues, abor- Prélogo 9 car y comprender en sw génesis, en sus presupuestos filoso- ficoculturoles y en sus principios metafisicos, et sistema es- Joléstico de las ciencias del esptritu que es, prescindiendo ¢ Jo sumo del idealismo alemén postkantiano, el sistema més armonioso y completo. Quiere ser éste un trabajo preparotorio de una sociologio ¥y sistematisacién de las ciencias del espiritu que tengo pla~ ‘neada como remate y coronacién de mi filosofia comparada de la culture: Historia universal como accion y comunidad. Pero pude percatarme muy pronto de que el tema era mucho ands complejo de lo que a primera vista parecia y que recla- mabe uno detallada investigacion de los presupuestos de la sistematizacion escoléstica en la Patristica, de suerte que este estudio ha venido a resultor excosivamente voluminoso. St queremos, Finalmente, tener sna elaboracibn teologicofilosé- fica de la extgesis escoléstica, tendrin que seguir ‘atin otros etudios semejantes sobre la ética, la filosofta del derecho, la Filosofia de la religién y la mistica del culto en la Escoldstica. Cuimpleme expresar agus mi agradecimiento més profur- do ante todo at Ry. Sr. Abad de Scheyern, Dr. P. S. Lon- dersdorfer, quien se apresuré a poner a mi disposicién, on medio del retiro de mi vida en el campo, las obras de la bi- Blioteca de la abadia, entre ellas: lo Patrologia de Migne, ton aprecioda y de dificil acceso. Asimismo quiero agradecer agus también a Monsefior Dr. M. Grabmann su amable ase- soramiento en problemas bibliogrsficos. Dr. A. Dewrr LA FORMA CARACTERISTICA DE LA CONCEPCION DEL’ MUNDO Y DE LA CIENCIA MEDIEVALES Y SUS FUNDA- MENTOS FILOSOFICOCULTURALES La filosofia comparada de la cultura puede comprobar en todas ellas dos principales formas consecutivas en la concep- cién del mundo, a saber, la concepcién personalizadora o per- sonalista y la tendencia a comprender el cosmos mediante cau- sas 0 filosofia. Por su lado psicoldgico hay que distinguir estas dos formas como fe y como ciencia. La concepcién per sonalista del mundo, aunque no precisamente la toscamente personalizadora, no es necesario que sea acientifica, dado que Ja.razén y fundamento tltimos del mundo en si pueden pen- sarse tanto en forma personal como impersonal. Asi como tampoco resulta necesario que una tendencia a comprender el mundo mediante causas no pueda dejar lugar para Ja fe en un fundamento del mundo, concebido como personal, aunque di- cha tendencia se hallar4 preferentemente inclinada a la acep- tacién de wna raz6n impersonal del mundo. No es necesario, en esta investigacién histérica, fijar me- tafisicamente la indole de la raz6n y fundamento del mundo, 12 Forma de la concepeién del mundo ni cargar nuestro estudio con presupuestos metafisicos y re- ligiosofilos6ficos; y ello, no porque nosotros tengamos por imposible la prucka de la concepcién tefsta del mundo, sino porque, basados en razones de método, deseamos trabajar con el menor niimero posible de presupuestos. Basta dejar bien sentado que, désde el punto de vista cientifico, es pensable con igual derecho un fundamento personal del mundo que un fundamento, impersoftal, con lo que queda suprimida de an- temano una injustificada escisién te6rica entre mitologia an- tropomérfica y filosofia catisalmente deductiva, una incom- patibilidad entre concepcién personal y comprensién causal del mundo. Fe y ciencia son en principio, y esto basta para “nuestra invéstigaci6n, al menos en lo que se refiere a la razén suprema del mundo, totalmente compatibles. = Las dos formas principales y generalmente consecutivas ‘de la concepcién del mundo: pueden establecer contacto en cada fase, y asi lo hacen historicamente en todas partes, es- ecialmente en las culturas tardias que se enfrentan ya con ‘una filosofia anterior. Asi pues, el problema propio de la ‘ciencia cristiana no radica en Ia cuestién de la compatibilidad tedrica entre teologia y filosoffa, sino en el concepto de reve- Jacién. ZEs posible Ta ciencia de una revelacién en general? Este es el problema fundamental de la ciencia cristiana en todo el decurso de su historia, problema que pocas veces, es cierto, se Siente claramente, pero que se halla siempre téci- tamente en el fondo de los alternativos intentos de concordia entre revelacién y ciencia. Si entendemos la revelacién en sentido subjetivista como experiencia interior de realidades religiosas 0 de estados psi- quicos, entonces resulta la abundante problematica de la filo- soffa de la religién y de la psicologia de la religion respecti- ‘vamente, que, seguin su postura respecto a la verdad o validez Forma de la concepeién del mundo de la revelacién, puede ser cristiana o extracristiana. Dentro de la ciencia cristiana, esta concepcién no cobra importancia hasta muy tarde frente a la concepcién preferentemente ob- jetivista de la revelacién como una experiencia extranatural de realidades. La revelacién es conforme a esto (por lo de- més también en religiones extracristianas) una esfera de ex- periencias que se halla positivamente en una Sagrada Eseri ‘ura y cuyo contenido se puede establecer empirica, histérica y gramaticalmente mediante el estudio de Ia Escritura, cuya clase de certeza puede ser simplemente aceptada, crefda, «re- servadas, puesta para probarse en otro sitio, o hecha verost- mil mediante la experiencia natural. De aqui nace metodolo- gicamente una teologia positiva como ciencia descriptiva o historic, Pero el circulo de lo perteneciente a la revelacion puede ensancharse mediante la historia de la tradicién, mediante nuevas revelaciones eventuales o mediante desarrollos inter~ nos del conjunto de la revelacin. Especialmente en esta ma- teria de la revelacién asi ampliada surgen contradicciones reales o aparentes; y ello exige un procedimiento de concor- dancia con la elaboracién de una metodologia que en si puede ser también historicoempirica, pero que muy pronto recurre a Ia utilizacién de Ja dialéctica. Después de acabada la fija- cién empirica de las realidades reveladas surge por multiples intereses la tarea de exponer su totalidad. Tales intereses pue- den ser escolares, esto es, por razén de la integridad de le ensefianza; eruditos, esto es, por razén de un dominio suf ciente de toda la materia; o también religiosos, en cuanto de~ ben abarearse todos los medios de conseguir Ia salvacién. ‘Una exposicién asi de la totalidad parece por lo pronto que no debe necesariamente rebasar la teologia histérica positiva. Pero el concepto de la totalidad encierra en sf una dialéctica 4 Forma de la concepétin del mundo propia. Un complejo de realidades y proposiciones reveladas asistematicamente, complejo, por lo demas, muy considerable, Ges posible exponerlo de otra manera que no sea mediante Ta enumeracién completa de todas sus particularidades y de- talles? zNo son precisamente las realidades dadas, tales como «el Dios crucificados, esencialmente irracionales? :Cuales son Jos criterios para discernir lo esencial de lo que no lo es? Ese mismo conjunto de realidades ino deja entrever algin pun- to de vista de integracién organica, de unidad sistemitica? Bxiste quiza fuera de la revelacién tn sistema segdn el cual pueda aquélla ser ordenada en forma apropiada? Todas estas cuestiones y dificultades, de las que tuvo clara conciencia la Escolistica —por ejemplo, San Buenaventura en el prélogo a su Breviloquium—, y frente a las cuales le falta al hombre moderno el interés religioso, puesto que se halla orientado en sentido positivo e histrico, vinieron a convertirse bajo de- terminados presupuestos hist6ricos y cientificos en un proble- ‘ma urgente y agudo, al que se contest6 con la «suma. EI curso de la evolucién no consistié, naturalmente, en cobrar primero conciencia de las dificultades y encontrarles después contestacién, sino que los intentos de sistematiza~ cién han nacido, de miiltiples maneras, de los intereses apun- tados mas arriba. Es conveniente, sin embargo, echar una breve ojeada a la aporética de la formacién de los sistemas, ya que, justamente por no ser consciente en un principio, re- sultaron varias fuentes de error en la sistematizacién: 1.°, por deficiencia de Ia fijacién empirica mediante construcciones prematuras, de suerte que no entraba en la exposicién Ia to- talidad del contenido de la fe; 2.°, respecto a la totalidad, me- diante una sistematizacién inapropiada y extrafia, mediante construcciones deformadoras de las realidades, mediante vio- Jencias y retorcimientos de la materia impuestos por intereses “: Forma de la concepcién det mundo 4s de construccién, mediante falsa acentuacién de los valores de~ detalle; 3, por vacilaciones en fijar claramente la relacién entre la revelacién y la sistematizacién, con lo que una u otra, Ta autoridad o la raz6n, podian quedar mutiladas por exceso © por defecto. Todas estas dificultades y peligros metodolégicos de la teologia especulativa con que el fildsofo de la historia, que tra~ baja con semejantes relaciones de material, se enfrenta tan frecuentemente como el tedlogo, son en verdad suficientes: . para comprender la ihayor parte de las controversias cienti- ficas dentro de la ciencia cristiana, pero no para poder valo- rar —tal es nuestra opinién— la génesis histérica de la * , pues aquello de que uno hace profesién personalmente 0 de que hace profesién la com dad-en que se est, aparece con toda naturalidad como fo Forma de la concepetin del mundos™ Forma de la concepeitn del mundo v racional, La segunda es, como fécilmente se entiende, pre supuesto aceptado de ciertas {pots culturales, sobre el Y que volver en otras circunstancias " ae Sobre la base de esta raci ; ta presupuesta racionalidad del nido de la fe y del conjunto de la realidad del soundo, sola, mente pueden existir contradicciones aparentes: 1.°, entre‘la snismas proposiciones autortativas; 2%, entre revelacién a z6nj 32, en el seno del complejo de la revelacién penal como unidad; 4.°, finalmente, deben poder ser rechazadas de antemano como inexactas las objeci de i la fe. Resulta, por tanto, una ‘treple or Soong, de sulta, , una cuddruple tarea isticas la armonizadora de las autoridades, la logicodialeaien In he trasistematica y la apologética, “ini Surge aqui le cuestién de si , e Ss le si puede hablarse todavia cjencia, desde el momento en que la duda no puede wer = Pracpio mis que una duda metédica. A lo largo de toda la historia de la Bscolistica, hasta aproximadamente el af 300, la duda ful, de hecho y casi sin excepeién, una dude matin, y Precisamente una duda metédica pedante que fendié a todas las proposiciones del si e ext ‘sistema total. A un: ciencia que elabora, por principio, tod 2 ' » PO 7 los sus problemas a la ie ee ‘a dude metédica, no puede negarsele el nombre de dea emis, el presupuesto de una profunda racionali- mundo es imprescindible para la ciencia en “g ees en a fees come hipstesis de trabajo, y ello porque beet puede ser objeto de la cienci i generalisimo, como concept lise, Semmes sentido lider la cionalidad objetiva universal de revelacién y rea~ ta vyace la consecuencia de investigar su causa racional uni- ia y su wnidad causal para llegar asi al sistema cerrad arménico, a la «sama» de todo lo revelado y real. 13, Forma de la concepcign det mundo” Esta imagen de la Escolistica es, conforme a esto, total mente wnitaria, tiene estilo; y asf tiene también que tomar * cuerpo, en expresién de Grabmann, en una técnica apropiada 2 su estilo, Del método escoléstico en sentido lato forma parte tuna técnica especificamente escoléstica, en la que a la aucto- Fitas corresponde la forma de la sententia (en cuanto com- pendiaria rei alicuius expositio, en cuanto textus intelligentia, eu cuanto proposicién, retapitulacién signifcacién, sentido més profundo). (Cf. GRABMANY, 0. ¢,, pag. 21). A la concor- ancia responde la forma de le ciencia (elaboraca en términos generales ‘a lo largo del sigio xx) de Ja Escolastica, Hamada -generalmente método escolistico en sentido propio y que aqui denominaremos.esquema escolistico 0 técnica escolastica de “exposicién, La” encontramos totalmente formada en el si- ‘lo x1yx'en Roberto de Courgon y Prepositino (cf. GRabe Jean, 0. ¢, IL, pags. 495 y 559), para ser utilizada a partir de entonces casi sin excepcién. Comprende: planteamiento del problema, argumentos, objeciones, critica de los argumentos rechazados. Finalmente, a la ratio corresponde la forma de la «suma», que en sentido lato significa singwlorum brevis comprehensio (Roberto de Melun): designa compendios de toda clase, en especial compendios de derecho canénico, y desde el afio 1200 aproximadamente se utiliza de modo especial para designar ta exposicién sistemética de la teologia especulativa, ~~; ‘Sin embargo, el método esco¥istico no encontr6 solamien- te una corporeizacién exactamente correspondiente y apropia- « da en la técnica escolistica. Por el proceso de concretizacion se puede esbozar también el curso aproximado del desarrollo histérico, siempre que el curso histérico efectivo responda, aproximadamente al menos al autodespliegue dialéetico inter” no de la ciencia escolistica. Esta periodicidad dialéctica, tal x +” Forma de la concepciin del mundo “a9 “, epmo es aplicada por San Buenaventura dentro del mismo senor ©, de la Escoléstica, no pierde su validez por audaces anticipa- ciones particulares de resultados posteriores ni por el rezaga- miento de eruditos mediocres. En cambio, contiene el impor- tante problema historicofiloséfico de en qué medida el desarro- lo espiritual dié la pauta frente a otras tendencias evoluti del desarrollo cultural en general y frente al desarrollo: las ciencias parciales, 0, inversarnente, en qué medida se alla influfda por las situaciones culturales. Nos enfrentanmos* aqui, evidentemente, con un problema muy complejo del que i volveremos ocuparnos con més detalle en el lugar corre _ pondiente, i BS, Conforme a esto, son de esperar tres fases principales en Ia evolucién de la Escoléstica. En una primérd etapa-predomi nantemente tradicionalista se encontraran solamenté-colecdiog nes de materiales ordenados generalmente como simples e-. tractos de sentencias segiin un criterio monografico, especiali: ts ode ensefianza general, Pero con la aparicién dé una vida cultural y cientifica mas densa, la abundancia de los materiales + transmitidos engrosaré en forma tal que se acusa una falta de conformidad entre ellos y tiene que iniciarse consecuente- mente la labor de armonizar las autoridades. Esta tarea puede i zealizarse desde puntos de vista pricticos, por ejemplo, para “Ja “itllizacién en la vida de las sentencias y, en especial; de Tas decisiones de derecho eclesidstico, o con el criterio cien- tifico de profundizar en las doctrinas salvadoras, aunque tam- bien én este caso puede haber sido la ocasién una necesidad préttica, El avance incontenible de intereses logicodialécticos frente a la mera tradicién de las autoridades obligaré a intens ‘tar fa concordancia entre auctoritas y ratio, Finalmente, el ‘terés monogréfico de [a consideracién profunda de problemas particulares (cur deus homo) levaré a examinar las senten- clas mas © ménos importantes, asi como-a armonizar cada, uno de los grupos de problemas (doctrina’.sobre Ja Encarna~ cién, doctrina sobre los sacramentos, doctrina acerca de las costumbres) en un sistema ponderado y equilibrado. Tales sis- temas iniciales caen todavia dentro de la segunda fase, la ( fase concordista, Solamente cuando hay preparadas ya abun- 4 Gantes colecciones de materiales realizadas desde diversos puntos de vista; por tanto, sélo cuando se tienen ya «sumas> _ gadoras y coordinadoras de los distintos grupos de proble- “Fras, s6lo entonces, tras tales intentos carentes todavia de mé- % menzara la tercera fasé de la Escolastica, a fase_ ie ,sistemdtica, que deberé ain elaborar una clase especial de See = esuma> ens sentido estricto. El resultado histérico efectivo de SER e evoludibn escoldstica se ajusta bastante exactamente a lo ‘Sque erate esperar desde un punto de vista deductive, - 3 Forma de la concepeién del mundo sentido amplio, esto es, transmiscras de sentencias, armoni- - . “setitide modemo, Dentro incluso de la pura aportacién ci 0 FUNDAMENTO PATRISTICO DE LA SISTEMATIZACION, ESCOLASTICA, 1. Pzrfopo chAsico pg Los Papres ‘Tras esta breve delimitacién de la esencia de Ia ciencia escoldstica es conveniente, si queremos captarla mas profun- damente, compararla con otras épocas al objeto de poder, ba~ sados en las distintas maneras de estructurar la ciencia, inferir sus fundamentos culturales y sus condiciones filoséficas. Al observador moderno que quiere valorar con la debida justicia tag excelencias y debilidades de la ciencia cristiana de las dos mas grandes épocas pasadas —las comprendidas entre los si- glos t1y-tv y xtr-x1r1—, le resulta dificil decidirse a conceder Ja palma a una u otra de ellas. Frente al poderoso empuje _ creador'de sistematizacién filoséfica que anima a la Escolés- tice, Alzase en la Patristica una extraordinaria plétora de personalidades vigorosas y de un acusado individualismo en tifica no resulta nada facil sefialar cudl de las dos épocas es ~. més importante; y asi, habra que limitarse a la apreciacion” 2 2 “ de las aportaciones peculiares de una y tra en funciéa de sit Soca. : La diferencia fundamental entre ambas fué ya reconocida y agudamente subrayada por Roberto de Melun en medio de la lucha en tomo a la peculiaridad caracteristica de la Epoca medieval, en torno a la sistematizacién de la «suma : «Sancti patres, quod non impugnabstur, non defendebant> (GRAB- Maxx, Geschichte der scholast. Methode, II, pag. 355). Los santos Padres no defendieron aquello que no era atacado, y los problemas surgidos después de ellos en Ia historia de los dog- rias Jos tocaron sélo ocasionalmente en distintas coyunturas. _ En estas palabras se reconoce claramente que la caracteristica de la antigua ciencia cristiana fué la apologética en sentido amplio, y que su interés sistemético no paso de ser un interés ocasional en conexién con la apologética. La diferencia prin- cipal entre una y otra época puede sintetizarse diciendo que Ia patristica fué preferentemente una época de orientacién apo- logética y s6lo ocasionalmente sistematica, al paso que la es- colistica fué una época de direccién predominantemente sis- tematica y s6lo incidentalmente apologética. Pero como nos- otros tratamos de comprender lo mejor posible la tristica. Creemos que él camino més breve para ello es el cientifico- filos6fico, que en este caso debe comenzar con la consideracion de las formas conservadas de la antigua ciencia ¥ literatura . cristiana en general y de su historia; después ha de investigar y estudiar estas formas no solamente desde el punto de vista a de su génesis historicoliteraria, sino también de su origen historicocultural; y, finalmente, y esto es sin género de duda lo mis dificil, tiene que arriesgarse 2 intentar inferir la trabazin arménica, el orden inmanente de todas las formas. Lo pri- mero lo ha realizado ya, a mi entender, magistralmente, Jon, DAN con su Historia de la antiguo literatura cristiana (Leip, zig, 1911), el primer intento acometido en esta directs. Esta obra nos ofrece una satisfactoria compilacién ¥y clasificacién,, de las formas literarias mis importantes y de la historia de, su desarrollo particular, Jordan ordena estas formas en si, ‘obra atendiendo 2 su importancia real; pero dad:€l fin his- i. toricofilosdfico que perseguimos, nosotros invertiremos ese“ ‘orden y distribuiremos los grupos de la siguiente manera: primer grupo 0 grupo cientifico: apologia, polémica, tratados, exégesis; segundo grupo o grupo hist6rico y filos6fico: his- toria, biografias, cartas y epistolas; tercer grupo o grupo de literatura orgénica: liturgia, cantos, discursos y prescripcio- nes étJesidsticas, como formas resultantes orgdnica y tradicio- nalmérite de la evolucién, casi impersonal, de Ja comunidad y de fa gultura, Podemos pasar por alto en nuestro estudio la compenetracién mutua de las formas segin el contenido real. _ Lo.que ms llama la atencién en Ja época cultural de la patristica es el hecho de que casi todas las formas, con. Tas pica excepcién de los Evangelios, han sido derivadas de for~ ‘mas anteriores clisicas o judias. La prueba de estdest4 a la a e- __ Fundamento, patristico de la Escoléstica ': vista-y Jordan Ie ha presentado inequivocamente en cada caso particular. {Qué quiere decir este fendmeno tan extraiio y sorprendente? La mayor parte de las culturas crean y elabo- ran de manera absolutamente independiente sus formas lite- rarias que corresponden exactamente a su propio estilo, for- ‘mas que, por otra parte y dada la comin naturaleza humana, _* "hay que reconocer que son esencialmente uniformes. Asi pues, 7 ticas pagana y hertica y Ia cristiang; y en lo que se refirs al ‘ur. régimen eclesifstico eticojuridico y a la doctrina acerca de | diversos estados y profesiones, sa sistematizaciéa no fué in tentada de un modo constiente hasta San Ambrosio y Sun Agustin, y falta por completo una historia de Ja moral. 1 litargica es ain vida en pleno desarrollo y no ciencia propia- mente dicha. Como tal no comienza hasta el Pseudodionisio, alrededor del afio 500, como interpretacién mistica. Su sis- tematica se desenvuelve lentamente con tratados sobre los sa cramentos en particular; su historia, no se inicia haste San. Isidoro de Sevilla. La exégesis es sobre todo apologia'en ki cha contra los herejes. Sus posibilidades sistematicas, en cuan- * to puede juzgar de la situacidn un profano en teologia, no° c@parecen haber sido por completo desatendidas dentro de la su historia en cuanto historia de la ciencia es todavia hoy, en especial para el historiador de la filosofia y de la cultura, Pe xigess alegéri iencia histori atical se” re exigesis alegérica. En cuento ciencia historicogramatical se™” {Jp ultiva desde el afc 400 aproximadamente; el conjunto de Periodo clésico de los Padres 33 em ee Oe tes Pogres un urgente desideratum, pues el peso principal del desarrollo espiritual en el primer milenio ha gravitado seguramente sobre ella igual que el Slosé6fico se ha centrado en los comentarios a Aristételes. El derecho canénico se encuentra en el estadio de la progresiva codificacién en reglamentaciones eclesiasticas ¥ colecciones canénicas; pero faltan su sistematica y su his- toria, La historia de la Iglesia esta basada en puntos de vista apologéticos y ha entrado en vias de continuo complemento. Como sistematica histérica puede pasar la filosofia de la his- toria de San Ireneo y San Agustin. Ademas se halla repre- sentada toda una serie de disciplinas teolégicas secundarias: homilética, teologia pastoral, patristica (Saw Jeronimo, De viris illustribus, junto con sus continuadores) y arqueologia biblica (desde Origenes hasta Beda). * El desplazamiento histérico de este antiguo conjunto de, la teologia cristiana hacia un complejo, predominantemente filosoficosistemdtico, de las ciencias teolégicas constituye uno de Jos presupuestos fundamentales para la plena inteligencia de la ya hecha, resulta semejante a ésta en la distribucién de la materia, habida excepcién de la doc- trina filos6fica sobre Dios y sobre la Trinidad. En lugar de as quaestiones dialécticas, las tiene apologéticas, aleg6ricas y exegéticas. En la explanacién de la doctrina acerca de las edades.¢s con mucho, prescindiendo de la filosofia de la his- toria de San Buenaventura, superior a las «sumas» medieva~ les, sobre todo por su arménica y unitaria perspectiva, del desarrollo de 1a Ciudad de Dios y de la simulténea consi- deracién de la historia de la Ciudad terrena. El libro, XIX (en correspondencia con el libro V y VI de Lactancio) trata del Bien supremo al hilo de una idea favorita agustiniana que corresponde al disefio general de la Ciudad de Dios: la Pax. Esta breve pieza intermedia corresponde.a la doctrina escolistica acerca de Cristo y los sacraments, que no pueden ser tratados abiertamente en forma precisamente apologética. Hay que aiiadir todavia, en los libros XX-XXII, una esca~ tologia cuya grandiosidad nunca mas ha vuelto conseguirse. 48 Fundamento patristico de la Escoléstica Este andlisis comparativo de la obra De civitate Dei de~ muestra del modo més penetrate la esencia de la antigua sistemitica cristiana, a la que tinicamente su fundamental orientacién apologética impidié alcanzar Ja unidad armoniosa de la Escolistica, y ello a pesar de que las extraordinarias personalidades de los sabios de la Patristica son tan supe- rlores a los maestros medievales de la Escuela. La obra De Givitate Dei es cualquier cosa menos una obra pedantesca y doctrinaria. Su sistema se basa en una imagen del univers de grandeza sobrecogedora; més atin, por su concepeién del mondo y. por su repercusién en Ia historia universal es la obra cumibre, un verdadero mito, si entendemos por mito no la parafrasis poética de verdades abstractas, sino la figuracin y coneretizacién plésticas de la concepciéu del mundo tenida por verdadera. El que en De civitate Dei falte la parte nu- clear de la vision cristiana del mundo tiene sus razones, pri- mero, en la forma apologética y, en segundo lugar, en el conjunto de la concepci6n historicofloséfica. Ello no obstante y precisamente basindose en la apologética, San Agustin ha puesto también esta parte nuclear en forma sistemética, y 10 hha hecho en su tratado De vera religione (Micne, Pat. Lat. XXXIV, 121). En ella San Agustin pretende demostrar, en contra de Ja antigua filosofia con st insalvable divorcio entre conocimiento intelectual de Dios y culto inmoral, que el cris- tianismo puede dar incluso al hombre sencillo y simple una religién espiritual con las més altas exigencias morales, La esencia del cristianismo es la historia de la salud, Ia doctrina acerca de la Trinidad y del mundo ordenado por ella y acerca de la justicia perfecta. La concatenacién sistematica de estos cuatro puntos radica en la pregunta: Cur Deus homo? y en su contestacién por la racionalidad del plan divino de salva- cién, en el que se explica la caida del hombre por propia a Pertodo clisico de los Padres 9 y libre voluntad de éste y la dicha de sa restaurac cncarnacién del Verho. Bsta eonenién de valde tee ¢l divorcio entre el hombre espiritual y carnal, entre el bien y el mal, que se desarrolla a lo largo de las seis edades de ln vida de la misma manera que el curso escindido de la vida de toto el géneto humano se desarrolla a lo largo de seis perio. los o edades. Esta concatenacién de hechos ‘lumina la edn nistratio rerum, la racionalidad del ‘conjunto del universo, ra- ionalidad que tiene su origen y explicacién en la divina pro. videncia. y que los impios y ateos son los tnicos en no ve La ouctoritas y la ratio llevan al hombre a la lex immutabiig, Ja cual es superior a la razém; le elevan hasta la veritas tone hasta al ‘modus ordinis, hasta Dios mismo. Por Dios « oe Principio todas las cosas que tienen unidad son unas verda deras ¢ inmutables. El que, libre de la superbia vitae, quiere ser un invictus, quiere poseer un ideal de vida inconmmevible ¥ auténtico, no puede amar sino lo que nunca le pods arrebatado. De este modo el amor de Dios y del pr5jimo 2s ¢l tinico fin supremo e inconmutable dela justicia perfecta, weatt tratado que enlaza de manera sencilla y penetrante todos lot mis importantes pensamientosagwstaianor es, desde Bunto de vista Slosdfco, uno de sus mejores sistemas, Sin embargo, San Agustin, partiendo una vez més de la apolo. aitica, ha insertado también en su sistema los principioa mon rales que aqui no hace més que rozar. Prescindiendo de ta oral orgénica de las prescripciones escoléticas y a pesay di gue el cristianismo fué concebido por sus primeros secuares de formacién cientifica justamente como una nueva ties sok elevada, la antigua moral cristiana apenas fué tratada on fon ma sistemética Para nosotros el motivo principal de esto radica en la orientacién fundamentalmente apologétic aquella época, que trataba en monografias Io més cea 4 50 Fundamento patristico de la Escolistica > __firitamiento pairistico de le Escoldstica tico de la nueva moralidad, la virginidad, a la que fueron con sagrados la mayor parte de los tratados morales, dedicéndole casi cada uno de los Padres una o dos monografias. Final- mente, San Ambrosio de Milan, el venerado maestro de San Agustin, intenté hacer fructifera para la instruccién moral de su clero la antigua ética tradicional que arrancando de Platén pasa por Panecio'y llega a Cicerén; y lo intenté en su obra De officiis clericorum (Mune, Pat. Lat. 16). La estrecha dependencia de este practicista, tan conocedor del mundo y tan superior al mundo, respecto a los modelos antiguos (De officiis de Cicerén), hizo que la evolucién de la moral cris- tiana entrase por una via falsa, a pesar de haber lenado el antiguo esquema en forma excelente y profundamente cris- tiana y a pesar también de haberlo adaptado y convertido en un doctrinal del estado clerical. El niicleo de esta ética auté- noma, las cuatro virtudes cardinales, acia ya tiempo que ha- dian perdido la unidad orgénica originaria y natural y se ha- ‘ian transformado en un catélogo de virtudes en el que po- dian siempre insertarse otras virtudes particulares, hasta qué éstas se desmembraron en muchas docenas y de ellas hubie- ron de ser entresacadas otra vez siete virtudes capitales. San Agustin intent6 ciertamente aprovechar todavia, con las debidas rectificaciones, el esquema de su venerado maes- tro, El tratado agustiniano De moribus ecclesiae catholicae et de moribus manichaeorum (Mtene, Pat, Lat. XXXII, 1309) sitéa de plano la cuestién en la esfera metafisica con la doc- trina neoplatinica sobre la irrealidad del mal. La doctrina metafisica acerca de Dios, Dios en cuanto Bien supremo, proporciona el punto armonizador y unitario de los princi bisicos morales: felicidad, virtud, bien supremo. La felicidad no es ya la eudemonia de Ja antigua autosuficiencia, sino el contenido supramundano de aquello que convierte al hom- Periodo clésico de los Padres st bre en éptimo; y eso es la virtud, en otras palabras, Ia union gon el bien supremo inmutable, con Dios, el inied a quien hay que amar y gozar. De aqui se desprende a su ver una ordenacién unitaria de las virtudes cardinales en sentido cris- tiano. La templanza se convierte en menosprecio del mundo sensible, que solamente debe ser utilizado; la fortaleza es aho- ra Ta postura y el comportamiento del cinoictuss ; la justicia viene a ser el recto orden en el amor de Dios y del projimo. El punto uniterio de las otras tres virtudes no es ya aqi, como lo era en Platén, la justicia en cuanto armonia, sino I sabiduria, que es ensefiada por la Iglesia. El clogio de los clérigos y la ordenacion de la vida de los seglares son sélo ocasién para una doctrina de los diversos estados y’' profesiones; pero, por desgracia, se pasa en silen. cio el contenido de los dos tiltimos libros de San Ambrosio jun. to con su profunda filosofia de la vida prictica en la vida humana social (II) y en la vida econémica cristiana (a). Como compensaciéa, en cierto modo, de la plenitud concrete ¥ Practica de esta flosofia nos ofzece San Agustin on st Speculum de scriptura sacra (Muawe, Pot. Lat. XXXIV, 887), un modelo de los incontables «espejos> morales de Ia Edad Media, las prescripciones eticojuridicas de todos y cada uno de los libros canénicos. La disposicién de nuestro trabajo nos obliga otra vez a dejar 2 San Agustin para mencionar todavia dos ensayos grie~ g0s de sistematizacién nacidos de la apologética, es a saber cl Compendium hacreticarum fabularum (MioNe, Pat Gr TXXXIIL, 439), obra de Teodoreto de Ciro (muerto en el aie 458) y ol tratado de San Juan Damasceno Inj posers (Mies, Pat. Gr. XCIV, 783), infiuido por la obra de Teo. doreto. Excteriormente ambos ensayos se hallan afiadidos a tun resumen de las herejias igual que la Epideisris de San Ire. sz Fundamento patristico de la Escoléstica sz andomento porricoreoeae“r 1 Ancoratus de Epifanio de Salamina, obra ésta que ppenas cabe calificar de sistemitica. El libro quinto de Teo doreto brot6, sin embargo, en un sentido aun més profundo de la dpologética, esto es, de su ; y asi para Ta ciencia de la fe no hay ya mas que demostrar con razones el ‘obmo ¥ €l porqués de dichas verdades reveladas, y deducir gu series y su corpus, su sistema unitario y arménico, (Los textos pertinentes de la Introduccién de su obra Tept dpyy- ‘Acerca de las doctrinas y principios fundamentales, véase Grasaans, Geschichte der scholast, Methode, 1, pag. 81). "Ahora bien, el hecho y la razén de que el sistema de Ort- genes no cumpla este programa, reconocido y expresado con Claridad paradigmatica, de toda teologia de la revelacién, ha mmenester de una aclaracion que al propio tiempo sera muy instractiva para la inteligencia de los principios internos de la esumas. A este fin hay que distinguir tres cosas: 1, la concepcién floséfica del mundo entonces en boga; 2., la con cepcién estrictamente filoséfiea del undo del propio Orige- nes, ¥ 3.%, su sistema filosoficoteologico. En cuanto al prime- ro de estos tres puntos, se da la feliz circunstancia de que poseemos tn sistema completamente desarrollado y singular- mente destacado, el sistema de Plotino, condisefpulo de Ori- genes en Ta escuela de Ammonio Saccas (muerto en el affo 241), fundador del neoplatonismo, quien segiin el testimonio, gustancialmente indubitable, de Eusebio (Histor. Eccl. V1, 19), habia nacido dentro del cristianismo y crea seguir sien- do cristiano, incluso cuando, seguin el testimonio de Porfirio, practicaba el culto del Estado que él entendia simbélicamente. En cualquier caso, este punto de partida personal dei neopla- tonismo es muy de tenerse en cuenta para explicar su sor- prendente ¢ intima coincidencia con el eristianismo, Natural- mente que esta coincidencia se halla también muy bien fun- dada en toda la mentalidad de la época religiosa de la tardia flosofia antigua. La ciencia del neoplatonismo solamente se hace comprensible por la transformacién de la flosofia clé- Fea de conocimiento auténomo en la filosofia de 1a religi6n de ios titimos tiempos de la antigliedad, fundada en certidum- bres reveladas extiticas o tradicionales, Con esto, el micleo y medula del conocimiento de la verdad habia sido puesto, ya Heade Posidonio, en los procesos intrapsiquicos. As{ pues, el Sonotimiento se transforma conforme 2 esto de manera fun- Gamental y precisamente repercutiendo sobre Ja cultura, ya que las ideas platénicas, tipicamente antiguas y comparables ‘ estatuas de dioses, de imagenes de la esencia pasan 2 ser determinaciones del contenido de las actividades del espiritt, Griginarias ideas divinas; asi en el neopitagorismo y en Filén. $s esta una época nueva que vive del espfritu religioso; y asi, en el exttico Plotino el voig se convierte en unidad que lleva fen st la pluralidad; el espiritu deviene funcién sintética que cngendra la pluralidad. Aparece un auténtico iealismo flo- sofico que partiendo del mundo de las realidades de Ia auto~ Consciencia (nepexchovbely éavtg) y de la conciencia ouvet- dyote de Ia libertad e infinitud gana una visi6n més profun- Gh sobre el espiritu activo y sobre su objeto, Jo veyér, que fe su propio ser. Conforme a esto, el mundo material ha de ser entendido también como producto del espiritu. En la doctrina acerca de Dios subsiste un resto antiguo en euanto que la esencia de Dios es Jo Uno inconsciente sin mas. sa esencia tinicamente es accesible de manera inmediata al Gxtasis irracional; por tanto, no se concibe més que en ‘ona teologia negativa que elimina as definiciones. Dios ¢s jnmutable en eterno proceso productivo como fuerza primey ra; inagotable como Ja luz irradia, emite o emana ideas como vot, como auvéperc, La consciencia divina debe, pues, rar Gicar en un Uno primogénito, que tiene ya en si la distincién centre pensar y ser, entre consciencia y objeto espiritual, Sontiene solamente ya la unitariedad de le funcién peasante, 56 Fundamento patristico de la Escoldstica es vision eterna de la esencia eterna de igual contenido, del mundo de las ideas eternas, con lo que las ideas son concel das como fuerzas, Esta metafisica es perfectamente inteligi- ble en el espiritu humano gracias a la tripartici6n de éste, en cuanto el espiritu irradia de si el alma, que a su vez concibe contemplando el contenido del espiritu, el mundo de las ideas, y por otro lado, obrando en cuanto soy} segiin este arqueti- po, configura lo sensible, la materia, en la corporeidad. De la misma indole es otro resto antiguo, el alma del mundo o uni~ versal, de la que han brotado las almas. El alma universal en cuanto fuerza natural configuradora forma la ily, le océpyotg —indeterminada e inmaterial lo mismo que Dios—, el sombrio espacio vacio en la corporeidad. En cuanto la ma- teria esti formada por Ia luz, es buena como mezcla de ser y no-ser; en cuanto informe, es nada. Esta coetinea concepcién cientifica del mundo, nacida de idéntica manera de sentir religiosamente el mundo y de con- tacto personal con el cristianismo, y, por tanto, tan estrecha- mente emparentada con él, fué transformada por Origenes, primeramente desde un punto de vista puramente filoséfico, en puntos decisivos. Lo Uno se convierte en Ja protoesencia personal con las determinaciones de la unidad, espiritualidad e inmutabilidad; la eterna emanacién del mundo pasa a ser la accién anica y, por ende, temporal de la creacién como acto de la bondad divina, de la voluntad de Dios. El mal se expli- ca como una volicién torcida de los espiritus libres, para cuya purificacién ha sido creado el mundo externo, el cual desapa- receré otra vez cuando aquéllos hayan quedado purificados. ‘Al alojar y situar Ia vida espiritual en el primigenio fondo divino resulta una creacién eterna de la vida personal de Dios en el Hijo, en el Logos, Idea de las ideas. Ser y pensar estén ‘unidos en la unitariedad de Ja funcién pensante, en Ia con- —~ Perlodo clésico de los Padres 7 templacién eterna del contenido divino, Padre e Hijo son principio del ser, y la tercera hipéstasis, el Espiritu Santo, principio de la santificacién, es el paso a los espiritus creados. ‘También en éstos la volicién, la zpoxom}, el progreso es lo decisivo. El antiguo resto del proceso eterno, de Ia eterna natura~ lidad de lo existente, se mantiene en Origenes con una pér- sistencia s6lo comprensible teniendo presente todo el fend- meno erudito del discipulo de los filésofos antiguos y cabeza y jefe él mismo de una escuela filos6fica como lo fué Orige- nes, quien, al decir de San Gregorio Taumaturgo, ensefiaba toda Ia historia de la filosofia griega, bien que la concebia en al sentido de la sabiduria como modelacién practica de la vida, Aunque fumdamentalmente el proceso eterno esté limi tado a la vida infinita de Dios y se reconoce la temporalidad del mundo finito como un acto voluntario del Dios personal, sin embargo se mantiene la antigua concepcién de Ia historia como un acontecer del proceso natural en oposicién a fa con- cepcién cristiana de la historia. La concepcién hist6rica cris- tiana es la tinica que es verdaderamente historia, ya que un desarrollo histérico real y efectivo sélo es posible que resulte de Ia historia, producida una sola vez y decisiva para siem- pre, de la vida de la personalidad religiosa y de la salvacién Ilevada a cabo una sola vez en el tiempo. El mantenimiento del proceso eterno se explica tinicamente mediante Ja idea de Ja creacién de muchos mundos y de la conclusién de la his- toria de cade mundo particular en la restauracién total de todas las cosas una vez terminado el proceso de purificacién. La falta de una auténtica historiologia dafia al mismo tiempo el concepto de soteriologia y desbarata a recta cone- xién entre revelacién y conocimiento, pues en el fondo toda Ta concepeién del mundo sigue siendo cosmolégica y, por 38. Fundamento patristico de la Bscoléstica tanto, la sola y pura visién es lo dnico decisivo, Ast pues ¥ consecuentemente, s6lo es posible una salvacién esotérica de Jos sabios. Este fracaso del primer ensayo poderoso es ins- tructivo y aleccionador por cuanto mediante las inexactitu- des basadas en la renuncia a una unidad orgénica de cosmo- logia, historiologia y soteriologia, muestra la necesidad im- prescindible de una sistematica justa para la concepcién del mundo. El centro doctrinal, primordialmente cosmolégico y ¢so- térico, en que se sitéa Origenes no solo implica la conse- cuencia del conjunto de sus opiniones particulares, sino que condiciona también la.complicadisima construccién de stt sis- tema teologico, que es, considerado en si, de un virtuosismo y perfeccién admirables. Trata de Dios, del mundo, de fa Ii- bertad, de la revelacién, dicho en otros términos, de Dios y de su despliegue, de la caida de los espiritus y de sus conse- cuencias y de la salvacién y restauracion, Pero como ocurre tantas veces, el sistema expositive no corresponde perfecta~ mente a lo acabado de la sistematica interna, El manteni- miento de la esotérica erudita acarrea consigo el mantei miento de la coetanea psicologia tripartita con espiritu, alma y cuerpo en su firme jerarquia. Con ello queda desplazada la qelacién entre la razén y la regla de fe bien que ésta debe conservar su validez y vigencia incluso para los pneumaticos tanto teorética como pricticamente—; y queda trastocada cha relacién en el sentido de que la raz6n se alza, en defini- tiva, sobre la fe, La Sagrada Escritura ha de entenderse so- matica, historica y realmente, y este sentido efectivo y real es verdadero para los sométicos; en cambio los psiquicos han de entenderla moralmente y los pneuméticos espiritualmente. En este sentido est concebido también el concepto de la re- vyelacin, en cuanto es necesaria una revelacién salvadora, Periodo clisico de los Padres 59 una revelacién vital, al lado de la revelacién eterna de Dios, esto e3, al lado del perenne autotestimonio de la bondad di- vina. También la ley es rebajada en cuanto ley natural, en cuanto ley mosaica y ley evangélica; pero hay un evangelio eterno. La cristologia es asimismo triple, pues Cristo hubo de traducir la salvaci6n en actos y era el Maestro y el M& dico, Pero en sentido pneumatico salvaciéa significa el in- .greso de lo divino en el mundo de los espiritus, de suerte que el pneumitico mismo puede devenir un Cristo. Final- mente, por encima de la comunidad politica natural y por encima de la comunidad de la Iglesia, Alzase una Iglesia ¢s- piritual y eterna; y sobre los sacramentos précticos esté st significacion espiritual, simbélica. El sistema de Origenes es, pues, un fendmeno profunda- mente peculiar y significativo dentro del conjunto de la his- toria espiritual, A pesar del propésito contrario de su autor, representa una racionalizacién de la fe, que solamente es com- prensible sobre la base de Ja persistencia de la antigua cultu- ra erudita, pero que, dentro del cristianismo, era imposible a la larga pudiera ser sentida como una solucién del problema de la ciencia de la fe. El sistema de Origenes experimenté, es cierto, una reelaboracién gracias a un jefe posterior. de la escuela alejandrina, Teognosto, en sus Siete libros perdidos de Hipotiposis, en los que trataba sucesiva y ordenadamente acerca del Padre, Hijo y Espiritu Santo, acerca de los an- xgeles y demonios, y sobre Ie. posibilidad de la encarnacién, Pero constituye un mérito de San Atanasio el haber alojado nuevamente la significacién religiosa de la soteriologia en el centro mismo de la vida cristiana hasta el extremo de que la concepcién esotericocosmolégica del mundo qued6 superada. El siguiente sistema, la Gran Catequesis de San Grego- rio Niseno (Mronz, Pat. Gr, 9-105), transforma el sistema 60 Fundamento patristico de la Escoléstica origenista en un punto esencial y decisive, 2 pesar de depen- der de l en miitiples aspectos. Esta transformacién obede- ce a una concepcién de le salvacién que sigue la orientacién de San Pablo, de San Ireneo y Metodio, y que considera el estado'de pecado como muerte y la restauracién como reno- vacién de la vida. A pesar de la extensién césmica de la sal- vyacién, lo histéricamente dnico pasa ahora a primer plano, y con esto se consigue una concepcién del mundo pura y to- talmente cristiana. El pensamiento histérico se refuerza to- davia mediante el pensamiento de Ia recapitulacién de la nue- va humanidad en el segundo Adan, Cristo, en cuanto éxapy Ge la naturaleza humana redimida. Al propio tiempo, en la unidad sistemética quedan inclufdos los sacramentos en cvan- to uniéa vital con Cristo. El que la superacién de la muerte no se logre més que mediante el cumplimiento de Ia encar- nacién y la resurreccién, ante las que la muerte salvadora y Ja idea del sacrificio pasan # segundo término, pone de mani- fiesto una direccién més bien metafisica que eticohist6rica, y patentiza también un influjo todavia helenisticooriental que tiene més que ver con la esencialidad ontolégica que con el amor y justicia cristianos, Cierto que se ha conseguido ei equilibrio de cosmologia ¢ historiologia, pero todavia no con fa soteriologia eticorreligiosa en cuanto escalén supremo de la sintesis, cosa que también aqui ha llevado a cabo el genio de San Agustin. San Agustin coroné la serie especulativa de los antiguos ensayos de sistematizacién con su Enchiridion (compuesto alrededor del afio 421; traduccién alemana con una magis~ tral y cefida exposicién de los pensamientos basicos agusti- nianos por P. Simon, Das Handbiichlein des heiligen Augus- tinus, 1923). San Agustin ofrece aqui por primera vez, ba sindose en el espirita estoicorromano orientado preferente- Periodo clésico de los Padres Gr mente en sentido moral, una expésicién especulativa de con- junto de la doctrina cristiana que fundamenta sobre la trlada de las virtudes basicas especificamente cristianas: fe, esperan- za y caridad. La justificacién de que estas tres «contienen y abrazan todo Jo que se exige, esto es, qué se ha de seguir y qué se ha de evitar a causa de las diversas doctrinas erré- neas, en qué medida la razén viene en auxilio de Ja religion ‘© qué cosa en cuanto puro asunto de fe no puede ser penetra da por la razén, qué es lo que hay que poner en primero y qué en diltimo lugar, dénde radica el micleo de toda la doc- trina, en qué consiste la cimentacién segura y auténtica de la fe catélica» (cap. 4), y que esta fundamentacién contiene, por tanto, una verdadera y efectiva «sumas prictica de las ciencias de la fe, he ahi lo que forma la introduccién del En- chiridion. La justificacién viene dada por el hecho de que Dios ha de ser adorado y honrado como conviene mediante estas tres virtudes, La edaéBeta en cuanto pietas se convier- te en la sabiduria cristiana. Si se ha hallado de este modo la unién de virtud y sabiduria, se deduce gracias a la defensa del objeto de la fe por Ja razén, sobre todo segiin las verda- des inteligibles y el testimonio de la Escritura, la unién de fe y saber, Pero la fe tiene que hacerse operante mediante ef ‘amor y Hevamos a la contemplacién mediante la vida virtuo- sa. La visidn perfecta de la belleza inenarrable es la suprema felicidad, con lo que se ha encontrado una organizacién ar- ménica del antiguo ideal de sabiduria cristiana como medula del conjunto de la fe. Mediante la exposicién histérica del contenido de la fe so- bre la base del simbolo se consigue un equilibrio perfecto de todas las partes de la doctrina cristiana, se alcanza el ideal de una «suma> genuinamente cristiana. El avance soterioté- gico sobre San Gregorio Niseno consiste en que por el con- a Fundamento patrisiico de la Escoldstica cepto agustiniano de la gracia no solamente se crea el con- tacto vital con Dios mediante el Espiritu Santo, la Iglesia y los sacramentos, sino que al propio tiempo se subraya también Ja faceta moral de la soteriologia. Y esto se consigue por la ejemplaridad de la vida de Cristo en su autohumillacin y por la remisién sacramental de los pecados, que mediante la limosna, en el sentido lato de misericordia, ha de completar- se hasta llegar a la perfeccién. Sigue a continuacién y sistemdticamente en el Enchiridion Ja doctrina acerca de la creacién por la Trinidad (9-10), acerca de la racionalidad del orden del mundo con la doctri~ na sobre el mal y la mentira (11-12), la doctrina sobre et estado original y la caida por el pecado (23-29), en donde se explica el mal como acto voluntario y como culpa, y la doctrina acerca de la necesidad de la redencién y de la gra- cia (30-33). La redencién y la gracia son necesarias a causa de Ia incapacidad de la voluntad humana, lo que explica que necesitemos de un mediador humanodivino, quien, al tomar la humana naturaleza, hace a ésta otra vez capaz de la gracia (34-41). El que nos redimié del pecado murié con muerte expiatoria, y gracias a su muerte alcanzamos nosotros el per~ dén de los pecados y el renacimiento a la vida con las aguas del bautismo (42-58), de suerte que como templos del Espi- rity Santo podemos ser incorporados a la Iglesia celestial. Si- guese aguf una breve mencién de la angelologia (56-63). Pero resulta que en Ia Iglesia terrestre hay todavia pecado~ res; y éstos necesitan el perdén de sus pecados para el pro- gresivo mejoramiento de su vida mediante Ia oracién, me~ diante el recto orden del amor de los enemigos, y mediante la penitencia (64-85). La sancién moral se trata en la esca~ tologia, donde se discute también el probiema de la predesti- nacién (84-113). Finalmente sirven de remate a la doctrina Periodo clisico de los Padres 63 de la vida cristina las buenas obras que tenemos que reali~ zar, lo que por esas buenas obras esperamos conseguir y las tareas del arnor cristiano, que en el interior del hombre y en todo el género humano tiene su historia salvadora y evolu- tiva (114-116). ‘ Después de este acabado sistema, preferentemente prac- ticorreligioso, de San Agustin, no nos queda ya mas.que una obra importante para valorar todo el organismo general de su sistema de pensamiento; esa obra es el Dé Trinitate (398- 416), que a su vez constituye la cima y ctispide de una de las més significativas lineas de evolucién de la antigua ciencia cristiana. Esta supera las obras de Novaciano, Didimo, Ba~ silio, Gregorio Nacianceno (Cinco discursos teoldgicos), Cix rilo de Alejandria e Hilario, obras que como monografias no vamos a estudiar aqui, y contiene la exposicién mas signifi- cativa del pensamiento basico especulativo de San Agustin —singularmente importante para la concepcién escolistica del mundo en general—, es a saber, la semejanza estructural de la Trinidad con el espiritu humano en cuanto memoria, in- tellectus, voluntas. Junto con la profundizacién y rectifica- cién que leva 2 cabo San Agustin de la doctrina neoplaténica de las ideas convirtiéndola en una ontologia de las verdades eternas, este pensamiento basico agustiniano, desarrollado en la segunda parte de la obra De Trinitate, en una especulacién audacisima, como una «metafisica del conocimientor, fué el punto de partida filos6fico para la sistemética escolastica sux perior, de suerte que tendremos que volver una y otra vez sobre él. Si echamos una ojeada sobre el organismo general del pensamiento agustiniano tal como se nos, ofrece en sus in- agotables, posibilidades e incitaciones sistematizadoras de la antigua ciencia cristiana de la fe, podemos sin temor a equi- 6 Fundamento patristico de la Escolistica vocarnos calificarlo como el mas perfecto y acabado de toda la época. Es sin duda superior por su poderosa envergadura incluso @ las «sumas» medievales que cristalizaron en siste- mas totales efectivos, La gran ventaja de una unidad siste- matica existente tinicamente, como en el caso de Platéa, en la personalidad viva, pero nunca conclusa, radica en que las relaciones de fe, vida y saber cobran eficacia una y otra vez en las mas variadas agrupaciones, mientras que el sistema en su orden rotundo y cerrado no puede las mas veces més que fijar la relacién de un momento con lo que le antecede 0 si- gue. El organismo general es filosofia de la vida; el siste- ma ¢s filosofia de la escuela. Un sencillo esquema grafico nos muestra la al menos triple conexién de los cuatro elementos fundamentales del pensamiento agustiniano y su mutua co- rrelaciéa: sotevicagie ZN entologia —_isforfalogin La soteriologia esté enlazada con la ontologia por el con- cepto de la Verdad humanada; con la moral por el pensa- miento de la ejemplaridad de la vida y muerte de Cristo, por el pensamiento del sacrificio y el de la muerte al pecado; con la historiologia, en cuanto la redencién es el centro de la his- toria de la salud, La ontologia se halla vinculada con la so- teriologia mediante el pensamiento de la necesidad y racio- nalidad de la redencién; con la moral mediante el amor de Ja verdadera personalidad por lo inmutable; con Ia historio- logia mediante la idea de la Pax en cuanto verdadero sentido inconmatable de Ia historia. La moral se encuentra wnida con La Escoléstica griegocristiona 65 la ontologia por la idea de la predestinacién; con la soterio~ logia por el pensamiento de le Sabiduria santificadora; con la historiologia mediante la sancién escatologica. Finalmente la historiologia empaima con la ontologia a través de la ra~ cionalidad del plan de salvacién y gracias también al pensa~ miento de la irrealidad del mal; con la moral por medio de la idea de la’ coincidencia del desarrollo de la vida interior y universal; con Ia soteriologia mediante la idea de la unién de la Iglesia eterna y temporal. Con esta plenitud de relacio- nes no quedan agotados ni con mucho todos los nexos intelec- tuales def complejo de la verdad cristiana, tal como ésta es concebida viva por San Agustin. San Agustin encuentra siempre nuevos puntos de penetracién en este mundo infinito y, sin embargo, bien ordenado, partiendo siempre de alguna correlacién vital. Las relaciones estructurales de este mundo se iluminan recfprocamente; asi [as relaciones de la Trinidad, las de la vida natural, espiritual e intelectual, ; Cuan por en- cima se halla esta movilidad y cudn superior es a las cons trucciones paralelas de Origenes o a las esumas» que siguen Ja linea recta de un pensamiento bésico! Solamente San Bue~ naventura vuelve a lograr, justamente gracias a su agustinis- mo, una semejante plenitud de relaciones en su maravillosa pardfrasis del pensamiento agustiniano de la semejanza di nna del alma y del mundo, en las Collationes in heratmeron. 2. La antigua EscoLasTica GRIEGOCRISTIANA La alta cima de perfeccién a que San Agustin levé la antigua ciencia cristiana de la fe significa al propio tiempo tun fin. Por de pronto, con esa perfecciém alcanzada queda- 3 6 Fundamento ‘patristico de la Bscoldstice ron agotadas todas las posibilidades de entonces. La coinci- dencia de una increible plétora de grandes y eruditas perso- nalidades por los afios del 400 indica que el desarrollo espi- ritual interno de! cristianismo habia Megado ya a la madurez y que, por tanto, una ulterior evolucién de la ciencia de la fe 36lo era posible en otra forma. En Occidente, tras el apogeo logrado por San Agustin, sobreviene un stibito y espantoso derrumbamiento; en Oriente, donde no se habia alcanzado una cima de perfeccién tan extraordinaria y universal, el des- arrollo tuerce por otros derroteros y adopta una orientacion aristotélica para, tras un breve periodo de florecimiento, ini- clar también una rapida decadencia, Nuestros métodos de investigacién de las ciencias del es- piritu, en su correlacién con Ja vida cultural general, son to- davia burdos e imprecisos para que se pueda determinar, de manera absoluta e inapelable, lo que en tales crisis es efecto y lo que es causa, o en qué medida el desarrollo dialéctico interno de las ciencias acarrea por si mismo tales cambios; si, por tanto, la evolucién dialéctica interna de las ciencias es causa de fa decadencia incluso para Ja vida cultural general, © si, por el contrario, aquélla es condicionada y ocasionada por la decadencia cultural. Lo nico que se puede establecer con seguridad es el sorprendente sincronismo de estas crisis en las distintas esferas culturales. En Occidente la decaden- cia general de la cultura emprende a lo largo del siglo v una carrera tan rapida, que facilmente se le puede imputar tam- bign la decadencia de la ciencia. Sin embargo, parece oponer- se a ello el hecho de que, en el campo de las disputas en torno a la gracia, en el que todavia quedaba por dirimir una cues- tién importante, reinaba atin una agitada vida cientifica a pesar de todas las invasiones de los barbaros. En Oriente las cosas parecen mucho ms complicadas. Alli se entrelazan i he ge Lo Escotéstica griegocristians 7 movimientos nacionales, religiosos y cientificos, tan estrecha- mente que apenas cabe encontrar una decisién concluyente sobre la verdadera causa en la transformacién de la ciencia de la fe. ‘Ya hemos llamado la atencién, en lo que se refiere a la época clisica de la Patristica, que se extiende aproximada- mente hasta el afio 450, sobre el fuerte influjo de las diferen- cias nacionales en las luchas religiosas. A partir de los afios 431 y 431 aparecen escisiones permanentes; el nestorianismo y el monofisismo se separan de la Iglesia griega, Por su par- te, estos cismas han fortalecido nuevamente la autoconcien- cia nacional, ¢ hicieron aflorar con singular rudeza la pecu- liaridad de las diversas, escuelas. Asi, en la Escuela de An- tioquia, resaltaba, al menos desde Arrio, un espiritu realisti- corracionalista, que ahora surge con impetu y habia de sen- tirse vinculado con el renacimiento general aristotélico. La separacién nacional y confesional de las florecientes provin- clas de Siria y Egipto, desglosadas de la capital del Imperio griego, privé a éste de un amplio chinterland», de extensas z0- nas interiores, que son imprescindibles como vivero de un nii- mero suficiente de personalidades rectoras, y limit la zona. de influencia de Constantinopla a solamente Grecia y Asia ‘Menor, empobrecidas ya desde hacia tiempo, Podemos consi- derar esto como la catisa mas decisiva del agotamiento del espiritu griego y de la decadencia en todas las esferas cule turales, al paso que el espiritu sirio, avivada ahora su con- ciencia nacional, se despliega en una floracién magnifica, penetra hasta Armenia y el Irén y se convierte en el portador auténtico de la vida espiritual en Oriente. Pero también aqui, en contra de esta deduccién sociolé- gica, se alza el hecho de que el florecimiento de la Escuela de Antioquia cae todavia en la época del predominio de Ia len- 6 Fundamento patristico de la Escolistica gua griega. Y asi, el motivo verdadero de la transformacién habra que buscarlo dentro de la ciencia misma. Si se conside- ra primeramente la aportacién principal de la Escuela de An- tioguia, es a saber, su exégesis historicogramatical y raciona- lista, puede encontrérsele la razén de ello en el espiritu rea~ lista de los semitas, Pero con este giro positivo de la ciencia de Ia fe aparece también un fuerte desplazamiento del con- junto de su labor hacia el lado escolar, de suerte que la apolo- gitica deja ya de ocupar el primer plano, El método précti- corracionalista se aplica también después a le dogmitica. A- qui, el medio indicado es la dialéctica aristotélica, Asi, alvede- dor del afio 400 0 del afio 450, en los cuatro escritos del Pseu- dojustino, que Hamack y Diekamp atribuyen a Diodoro de Tarso (muerto en el afio 394), verdadero fundador de la Escuela antioquena, y que Jillicher y F. Funk datan cincuen- ta afios més tarde por lo menos, tenemos ante nosotros un método magistral, un método que labora en él sentido de la ratio escolastica (cf. Grapmany, Geschichte der scholast, Meth,, I, pag. 94). Desde el punto de vista filosoficocultural, la opinién de Jillicher y Funk parece la verdadera. Como to- davia Teodoro de Mopsuesta (muerto en el aflo 428) y San Juan Criséstomo (407), ambos discipulos de Diodoro, son pre-~ dominantemente exégetas, y el discipalo de Teodoro, Teo doreto de Ciro (muerto en el afio 458), a juzgar por sus es- critos dogméticos, pertenece todavia al periodo clésico de la Patristica —dnicarsente su Compendio deja traslucir ya el paso a la Escolastica—, por ello hay que buscar atin otra razén de esta irrupcién decisiva del aristotelismo, A nuestro modo de ver, esa razén esta en fa crisis del neoplatonismo, crisis que por si misma empujaba a sesgar hacia el aristote- lismo. El proceso de emanacién en cuya virtud lo singular brota de lo general fué ya concebido por Porfirio . Si acerca de Dios no caben sino predicados impropios, entonces la aproximacién, el acerca- miento a El, a su oscuridad, a su reconditez’ y su silencio, se ogra tnicamente a través de la oracién; entonces hay que by Gnepobctoy Sxepouctes Spvfsa:. Ahora bien, una vez sentado esto, resulta un sistema de teologia totalmente distin- to. Se trata, en efecto, en primer lugar, de asegurar la incog- ? | 4 La Escoldstica griegocristiona 73 noscibilidad 0, al metios, la inadecuada cognoscibilidad de Dios en la teologia mistica; y se trata, ademas, de poner con jjusteza las denominaciontes divinas segiin su sentido impropio, en cuanto son emanaciones, teofanias ajustadas a nuestra inte- ligencia (De divinis nominibus). Ademés, se deduce una pect liar ontologta de los principios del mundo, del bien (con una doctrina sobre la irrealidad del mal), de la luz, de Ja belleza, del ser, de las ideas, de la vida, de la sabiduria, del poder y grandeza, de la eternidad y el tiempo y del Uno. La riqueza de la doctrina neoplaténica sobre las inteligencias permite re~ conocer el orden y jeraquia de los coros angélicos; finalmen- te, habra que entender su copia terrestre, la jerarquia de los estados eclesiasticos y de los sacramentos, en su significas simbélica. Esta audaz trasposicién de la imagen religiosa del mundo a lo suprasensible no va a ocuparnos aqui fundamen- talmente. Pero quede, eso sf, bien sentado que aqui, mediante la mistica cultual, precisamente ahora que la produccién li- tirgica viva comienza a languidecer, se inicia una litirgica, una ciencia sobre la vida cultual, Si consideramos ahora el cuadro de conjunto de la Es- coléstica griega, podemos comprobar que aparecen en ella casi todos los rasgos esenciales de la Escoléstica clisica: auctori= tas, concordantia en las formas de las aporias y quaestiones, ratio en el sentido de la razén dialéctica y aristotélica, la sen- tencia, las cadenas, florilegios, colecciones candnicas y Ta tée~ nica de exposicién escoldstica al menos en su niicleo aporé= tico; pero podemos comprobar también que le falta una clara y expresa sistemética de conjunto, la «suma» y, sobre todo, Ie falta la historia del desarrollo natural de la Escoldstica me- dieval. ;Cudles pudieron ser las razones de este fenémeno? No es posible desconover que, debido principalmente a la es- cisién nacional de Oriente, aparece alli un anquilosamiento v

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